La ciudad de la `gauche divine`

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LA VANGUARDIA
VIVIR
MIÉRCOLES, 14 FEBRERO 2007
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UN ICONO DE BARCELONA. MARCANDO ESTILO
La ciudad de la ‘gauche divine’
HACE 40 AÑOS SE ABRIÓ BOCACCIO, EL LOCAL QUE SITUÓ A CATALUNYA EN EL MAPA DE CIERTA LIBERTAD
JOAQUIM ROGLAN
BARCELONA
uando nació Bocaccio Boite, mataron al Che Guevara, florecieron revolucionarios de salón, la calle Tuset se apodó Tuset Street para imitar a Carnaby Street, se estrenaron
los cines de arte y ensayo, The Beatles grabó
el álbum Sgt. Pepper's, García Márquez publicó Cien años de soledad y Vázquez Montalbán Una educación sentimental, con el poema Bocaccio Boite. Algunos de sus versos decían: “Los arquitectos y las mises se han disfrazado de arcángeles oscuros, los fotógrafos
naufragan en espaldas femeninas desnudas...
con lógica interna Jaime Gil de Biedma sonríe y hace honores a alguien que nunca vendrá a Bocaccio Boite... pero estas suecas existen y esa antillana y esa pubilla vallesana que
no sabe inglés y piensa com el Vallès no hi ha
res”. Era el retrato de un personal y de un local que el poeta ya ubicó en el capítulo Liquidación de restos de serie.
Sito en unos bajos y un sótano de la calle
Muntaner, Bocaccio reunió a una nueva elite
intelectual y económica que Joan de Sagarra
bautizó como gauche divine. Eran jóvenes
profesionales viajados, inconformistas y con
aspiraciones creativas. Fotógrafos, publicistas, escritores, arquitectos, cineastas, modelos, cantantes, estudiantes... Pero también
rondaron por allí la más alta burguesía de Barcelona y clientes como Dalí o Sidney Poitier.
Tenían cuarenta años menos y el paso del
tiempo creó los mitos. El padre del mito fue
Oriol Regàs. Primero fundó el local con el fotógrafo Xavier Miserachs y la modelo Teresa
Gimpera, y después Decamerón SA, creando
una empresa que situó a Barcelona en el mapa y en el imaginario del ambiente nocturno,
transgresor y creativo.
Oriol Regàs prepara sus memorias (“porque a pesar de todo lo que he hecho en la vida,
aún me llaman señor Bocaccio”, explica).
Piensa que la leyenda supera la realidad. “Tuvimos la suerte de crear el local en unos años
fantásticos desde el punto de vista de la creatividad”. En cuanto a la izquierda divina, insiste en que “nadie era consciente de formar parte de un grupo”. “Se ha simplificado mucho
esa gente y esa época –dice–, ya que por tarde
que acabase la farra, a la mañana siguiente todos fichaban en su despacho”. El año 1981
vendió el negocio a un empresario de Mollet
y empezó a ser un tugurio decadente. “Bocaccio perdió su razón de ser tras la muerte de
Franco, porque siempre fue un foco frívolo
pero antifranquista”. Entonces se puso de moda Up&Down, considerado cosa de derechas.
Por Bocaccio pasaron los escritores de la escuela de Barcelona, también llamada “la generación del gintónic”: Carlos Barral, los tres
hermanos Goytisolo y Jaime Gil de Biedma.
Y noveles como Vázquez Montalbán, Juan
Marsé, Terenci y Anna Moix, Maruja Torres... Burgueses los primeros e hijos de barrio los segundos, Torres calificó de “hortera”
la decoración del local. Muy del gusto de la
burguesía ilustrada, tenía algo de op-art, lámparas Tiffany's, barra de cócteles, sofás de terciopelo rojo, elementos rococó y kitsch... Una
C
JOSÉ MARÍA ALGUERSUARI
Tato Escayola, Teresa Gimpera, Oriol Regàs y José Ilario fueron aquella alegre juventud que creó un mito más arriba de la Diagonal
JOSÉ MARÍA ALGUERSUARI
Ribó coge el testigo de Bocaccio en La Vaqueria
LA ALEGRE GENTE DE LA DIAGONAL
Juntos pero no revueltos Asuntos íntimos
Viajes para romper
La gauche divine se llevó la fama, pero
Bocaccio también fue el local de la alta
burguesía catalana. Los martes y jueves
recalaba allí público del Liceu con apellidos
como Samaranch, Bagués, Lara, Soldevila,
Castells, Dexeus… También Dalí y su coro
de ninfas y efebos era cliente. Algunos
visitantes internacionales fueron Sidney
Poitier, García Márquez, Raymond Burr,
Helmut Berger... Eso permitió clasificar al
público en tres sectores y en tres ámbitos
que no se mezclaban: los intelectualoides al
fondo del local, los vips en la discoteca, y las
modelos y la gente guapa en las mesas y en
la barra cerca de la entrada. A los que no
podían entrar por falta de categoría o de
influencias se les llamaba residuos, y se
consolaban en Clochard, que estaba
enfrente y era más canalla.
Bocaccio organizó famosos viajes. El
primero llevó a su público hasta Eivissa en
1968. “Fue cuando el llamado Partido
Comunista de Cadaqués decidió veranear
en Menorca”, ironiza Ilario. El segundo
llegó hasta Nueva York. “Allí salió del
armario el sector gay de la gauche divine.
Pitito se disfrazó con un traje de
campanillas y los actores de Oh Calcuta
pararon la obra al verle”, recuerda Ignasi
Ribó. Para ir a la Feria de Sevilla alquilaron
un tren. “Pitito se llevó a dos de sus monos,
que atacaron a las mujeres de la limpieza;
tiraron de la alarma y Renfe clausuró el
vagón”, rememoran varios viajeros.
“Algunos de aquellos alegres muchachos
viajaban para romper con todo y hacer todo
lo que no podían hacer en Barcelona”,
coinciden los testigos.
Juan Marsé confesó: “Lo mejor de Bocaccio
era que las mujeres de los arquitectos iban a
ligar con escritores”. Eran los primeros años
de las teorías de la liberación sexual y de las
primeras rupturas de parejas consolidadas.
“Vimos noches de tensiones matrimoniales
y de lavar trapos sucios conyugales en
público. Había tantos líos como antes y
ahora, pero salían a la luz por primera vez y
teníamos 40 años menos”, evoca Ignasi
Ribó. “Esposas de amigos me tiraron los
trastos y una amiga modelo se los tiraba a
mis novias. Había chicas que llamábamos
coleccionistas de famosillos”, admite el
editor José Ilario. Un portero preguntaba a
clientes bien acompañados: “Su señora está
en la puerta, ¿la dejo entrar?”. En el podio
bailaba la primera gogó de Barcelona, que
se llamaba Marie Agne y era francesa.
JAUME MERCADER
El nuevo Bocaccio se inauguró en Mollet
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