CAMINITO DE LA ESCUELA 1 Gonzalo Alejandre Ramos* Eran las diez de la mañana del 10 de septiembre de 1997, cuando a los profesores de tiempo completo se nos informó que nos mudaríamos al nuevo edificio, por lo tanto habría que "hacer maletas" o preparar los archiveros para ser trasladados a las nuevas instalaciones. No nos mudaríamos todas las carreras, se dijo, se quedarían en este edificio enfermería y diseño industrial. Había que ser buen entendedor para adivinar las razones de aquella selección. A decir verdad a ningún profesor de carrera y menos a los de asignatura entusiasmó la noticia que después de diez años al fin se anunciaba, pues desde 1987, la UAP Zumpango había funcionado en instalaciones provisionales; al cambiamos de ubicación todos sabíamos que invertiríamos mayor tiempo en el traslado cotidiano, además de los problemas de transporte pues no había camino adecuado. No faltó profesor que expresara con cierto ingenio e ironía "esto prueba que a la universidad la quieren mucho en Zumpango (para luego agregar) pero lejos". El lugar en el que se había decidido construir las definitivas instalaciones universitarias no estaba del todo mal, sobre todo si nos hacíamos a la idea de que cotidianamente iríamos a un pic nic igual al que se realizó cuando fuimos a celebrar la dotación que nos hiciera el entonces presidente municipal en 1987, de manera conjunta autoridades municipales, profesores y personal administrativo, después de degustar unos deliciosos bisteces asados al carbón complementados con una salsa de jitomate con bastante picante y para asentar el estómago se contó con los infaltables refrescos tanto dulces como amargos, todo a la sombra de los pirules más frondosos de aquel lugar .En ese momento nadie tomó en serio que aquel lugar sería la Ciudad Universitaria de Zumpango, pues carecía de toda infraestructura. Ya de regreso a la ciudad, uno de los profesores de carrera, en evidente estado efervescente y dando muestras de haber leído a Rulfo, en un momento en que su voz acaparaba la atención del grupo, expresó: " nos han dado la tierra"; otro más dijo: "momento, eso de nos la han dado así nada más no, quiero decirles que a mí me costó un estado incróspido y eso no es poco. 24 hectáreas de tierra tepetatosa, quizá no era buena para la agricultura, (cosa lamentable para la Facultad de Ciencias Agrícolas) pero bastante propia para la construcción de los edificios universitarios. UAEM. Sucesivas Aproximaciones de Nuestra Historia. Crónicas de la Universidad Autónoma del Estado de México. Tomo II. Toluca, México, 2001, pág. 229 – 233. * Cronista de la Unidad Académica Profesional Zumpango. 1 Era evidente que el lugar no era el idóneo para tales menesteres, sin embargo se tenía la esperanza para cuando se decidiera la construcción también cambiaran las prospectivas y quizá algún propietario de terreno mejor ubicado quisiera cambiar su terreno por el nuestro, se pensó que podríamos cambiarlo por cinco hectáreas mejor ubicadas, se comentó entre los profesores y coordinadores de aquel entonces y se coincidió que por los ideales educativos bien valía la pena intentarlo; en fin, aquello era cosa mediata, el estómago estaba satisfecho. A partir de ese momento los apoyos municipales desaparecieron, cambió el presidente municipal y se enfriaron las relaciones con la universidad, incluso en algún momento se pensó que la UAP podría mejor cambiar de municipio pues el de Tecamac ofrecía terrenos y construcciones si decidíamos cambiamos para allá, la oferta era tentadora pero parecía haber algún tipo de compromiso con el de Zumpango, aunque éste no daba muestras de reaccionar, hasta la fecha las relaciones se mantienen sólo en la formalidad. Desde la orilla de Zumpango y por la calle del puente de piedra (continuación de la calle Rayón) se puede ver una loma deforestada comparada con los terrenos adyacentes, allí se autorizó a principios de 1997 la construcción del primer edificio de la UAP . Antes de tener una camino adecuado, una brecha era la que comunicaba al lugar por el cual se llegaba a los "Romero", pasando por "Los compadres" y por la finca que la gente lugareña ha dado en llamar de "Los Satánicos", donde se dice se realizan rituales extraños los días viernes al obscurecer, por parte de un grupo o secta que ahí se reúne y que incluso ha utilizado la loma hoy propiedad de la UAP. Sobre el lugar se dice han acontecido hechos considerados fuera de lo común, debido a lo distante de la ciudad, por lo que ha sido propicio para tales menesteres. Cuentan los alumnos del turno vespertino que un viernes a la hora de la salida (8 p.m.), y en ausencia de transporte público (cosa muy frecuente en ese día de la semana, pues los colectivos no quieren subir a la universidad, no por miedo, desde luego, sino porque tal día se pone el tianguis en el centro de Zumpango y allí hay más chamba), los alumnos tuvieron que emprender el regreso a pie y que al pasar por la mencionada finca, ya al obscurecer, salieron a su paso unos encapuchados que portaban unas antorchas y les cerraron el paso, pues no hay alternativa ya que a lado hay un terreno bardeado y no les quedó más que esperar a una distancia prudente. Algunos confesaron haber sentido pánico, no obstante permanecieron allí hasta que se retiraron aquellos personajes en medio de ademanes y gritos. Al iniciar las actividades la UAP, el lugar se vio perturbado como espacio ceremonial, pues la llegada de los jóvenes y de los profesores con perspectivas y mentalidades permeadas por la idea de progreso y con esperanzas de movilidad social cifradas en el estudio y en el esclarecimiento de la obscuridad de la ignorancia, hasta donde se sabe ha inhibido tales rituales. Según algunas opiniones, al parecer los efectos producidos por los universitarios con mentalidades científicas constituye una "amenaza" para tales prácticas en virtud de que interfiere sus espacios de acción metafísica, ya que se da un "cambio de vibraciones" lo que puede estar ejerciendo efectos exorcizantes. Al principio trasladarse cotidianamente a las nuevas instalaciones de la UAP era una emocionante aventura contrarrestada por la realista necesidad de las exigencias administrativas de tener que estampar la firma a tiempo o de checar la tarjeta para los trabajadores administrativos, o bien, los alumnos llegar oportunamente a su clase. En la primera temporada de lluvias que afrontamos, vimos cómo el camino se convertía en caudaloso río, pues toda el agua de la lluvia de la loma corría por ese sendero, a tal grado que el transporte público que se había competitiva y generosamente ofrecido al principio, con esta circunstancia pretendía renunciara a su cometido debido al alto costo de operación a causa de lo fangoso y aguado del terreno. Los profesores que llevaban su automóvil experimentaron la mágica conversión de manera forzada de éste en una lancha de motor cuando eran afortunados, pues otros con menos tino fracasaban en el intento. Contrariamente, en los meses de estiaje desaparecen rotundamente las húmedas preocupaciones de quedar atascado o quedar atrapado en un escollo abierto por la corriente, en cambio se levantan gigantescas nubes de polvo al paso de los vehículos motorizados desde la loma y cuando ya es hora de salida, significan una esperanza de transporte para retomar una vez más al dulce hogar. En espera del transporte aquellos escenarios hacían recordar los cuentos de Rulfo, sobre todo aquel de Anacleto Morones en el que narra la llegada de las que fueran las tiernas y virginales doncellas o discípulas de éste en busca de Lucas Lucatero y que en su apremio venían levantando en el camino una densa nube de polvo, todo con el propósito de llevarlo a Amula para que atestiguara sobre los milagros del Santo Niño y poder proponerlo para su canonización. De la misma manera nubes de polvo anuncian la llegada de los alumnos del turno vespertino, levantada por un convoy de combis que por su estado no muy conservado pocos alumnos y profesores han tenido que padecer las temibles faringitis o mínimamente las gripes, pero con todo ello, el entusiasmo ha sido tal que pensábamos en ese entonces que bien valía la pena el sacrificio, pues se estaba abriendo la educación superior en el municipio, ampliándose mediante la persistencia y la voluntad, pues algún día se harían realidad las ilusiones. Hoy en día las cosas han cambiado, el camino ya no es un río, no levantan polvo los vehículos que por él transitan, ahora es de color negro debido al recubrimiento de asfalto y le pintaron unas rayitas de color amarillo para dividir los carriles, todo pareciera que tales colores tienen que ver con la ascendente influencia del partido político que hoy ocupa la presidencia municipal, no obstante todo puede ser una casual coincidencia que creemos no molestará a nadie; lo que sí podemos asegurar es que la otra bien valió la espera y el sufrimiento, afortunadamente aún no le han puesto ningún tope, los que por cierto ya forman parte de la cultura no sólo zumpanguense o mexiquense, sino nacional. Ya podemos decir, rebosando de entusiasmo cómo aquel candoroso joven que participó en un promocional oficial que aludía al progreso de las comunidades aisladas gracias a un programa federal de construcción de carreteras y caminos vecinales de algunos estados de la república: "Don... ya tenemos carretera" gracias al presupuesto del Estado y de nuestros impuestos, pero sobre todo a la evidente relevancia que se le ha dado a la educación superior en el Estado de México, mediante la desconcentración, de la UAP, Zumpango fue de las pioneras.