Historia de las instituciones laborales en Argentina: una asignatura pendiente Mirta Zaida Lobato* En este artículo me propongo examinar aspectos parciales de la historia de organismos clave vinculados con el mundo del trabajo tales como el Departamento Nacional del Trabajo (DNT), la Secretaría de Trabajo y Previsión (STyP) y el Ministerio de Trabajo (MT). Se trata más bien de las primeras aproximaciones a una problemática que abarca tanto la formación y transformación de estas agencias estatales a lo largo del siglo XX como la de los conocimientos, las técnicas y herramientas utilizados en sus prácticas político administrativas. La primera institución del Estado fue el DNT (1907), que realizó una vasta tarea de investigación que permitió efectuar diversos diagnósticos sobre la situación laboral en el país, los niveles de conflictividad, las formas de protestas, las diferencias de género y el número y tipo de organizaciones gremiales y empresariales. Esa actividad favoreció la creación de ciertos derechos laborales y el establecimiento de una legislación al respecto. La organización e intervención del organismo fue necesaria para resolver lo que a principios del siglo XX se denominó la “cuestión obrera”, definida en esos términos ante la creciente visibilidad de los problemas relacionados con las condiciones de vida y de trabajo no sólo en la ciudad de Buenos Aires sino también en todo el territorio nacional. La transformación del DNT en STyP en 1943 implicó un cambio notable en la intensidad de la intervención estatal que se acentuó con la creación del MT en 1949. A par- tir de ese momento se dio paso también a una etapa en la que la producción y la difusión de informes, estudios y estadísticas sociales perdieron fuerza, y por tanto fueron irregulares y fragmentarias. Durante los años del primer peronismo la actividad de la STyP y el MT fue un poderoso agente de las políticas laborales del gobierno, ello permitió la materialización de la acción gubernamental para encausar los conflictos laborales dentro de un marco legal, pero también favoreció la tendencia a convertir las instituciones del Estado en dependientes de las cambiantes políticas de los gobiernos de turno. El análisis de las instituciones laborales, en el marco de la creciente complejidad, diferenciación y especialización de los distintos aparatos burocráticos del Estado, es una de las asignaturas pendientes en las investigaciones socio-históricas. El Estado ha sido pensado desde una perspectiva macro histórica y hay diversos estudios que ayudaron a explicar tanto su momento formativo, en especial en el siglo XIX, como las etapas asociadas con experiencias autoritarias en la segunda mitad del siglo XX (Oszlak, 1982; O’Donnell, 1982). Mucho menos se ha explorado el complejo proceso de formación de organismos destinados a resolver cuestiones específicas (educación, salud, trabajo) donde se concentran recursos humanos y materiales, así como se producen conocimientos que contribuyen a definir a los sujetos sociales y a las agendas de problemas. Las preguntas sobre * Doctora en Historia, profesora e investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Revista de Trabajo • Año 3 • Número 4 • Enero - Noviembre 2007 145 Mirta Zaida Lobato el Estado y sus instituciones es recurrente, no sólo en el mundo de los académicos sino también entre la gente común que se vincula con las diferentes agencias estatales a partir de su capacidad (o no) para resolver cuestiones que afectan la vida cotidiana de las personas. Las instituciones estatales constituyen una trama compleja y heterodoxa cuyas prácticas se encuentran en un cruce de ideas que se alimentan también de las mediaciones políticas. Como agencias estatales se vinculan con las demandas de la política pero también con los supuestos de una racionalidad técnica que nutre a empleados y directores y con los conflictos que se generan en el seno de la sociedad. Dentro de las agencias estatales, las relacionadas con el mundo laboral son fundamentales para conocer los modos de intervención escogidos para resolver las relaciones conflictivas entre capital y trabajo. n Conflicto obrero e intervención estatal: la creación del Departamento Nacional del Trabajo 146 Desde fines del siglo XIX se hicieron evidentes las transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales que se habían acelerado con la activa integración del territorio al mercado internacional con las exportaciones de productos primarios. La expansión de las actividades productivas y del comercio generó una amplia demanda de trabajadores (varones y mujeres, nativos e inmigrantes, adultos y menores) tanto en las áreas rurales como urbanas. El proceso es ampliamente conocido, pero vale la pena destacar que aunque el mundo del trabajo era heterogéneo en más de un sentido, lo que unificaba la experiencia obrera eran las condiciones de trabajo: largas jornadas laborales, niveles salariales que fluctuaban por causas diversas como la oferta de trabajadores o la valorización y desvalorización de la moneda, disciplina laboral, regularidad o eventualidad del empleo, formas de contratación, accidentes de trabajo, 1 trabajo nocturno, desigualdad del trabajo femenino con relación al masculino, trabajo infantil. Esas condiciones de labor generaron preocupación entre los trabajadores y en las primeras organizaciones gremiales y motivaron la protesta reiterada con el objetivo de mejorar las condiciones de trabajo y la calidad de vida de los asalariados y de sus familias (Suriano, 2000; Lobato-Suriano, 2003; Lobato, 2007). Para obtener esas mejoras, los trabajadores (varones y mujeres) utilizaron diversos recursos como peticiones, paros parciales, huelgas generales, boicots y sabotajes. De este conjunto de repertorios de confrontación se destacan las huelgas, pues se convirtieron en la herramienta de protesta más utilizada por los trabajadores para hacer oír las demandas y reclamar por derechos, los cuales también era diseñados por las acciones prácticas de los asalariados. La reiteración de las huelgas parciales y la realización de no pocas huelgas generales causaron una creciente preocupación en las autoridades. En 1903 el presidente de la Nación Julio Argentino Roca expresaba que “se produjeron en esta Capital las huelgas que hubieron de abarcar una considerable extensión y amenazar la riqueza pública y las fuentes de la prosperidad nacional en el momento de su más activo desarrollo” y en 1910 José Figueroa Alcorta decía: “Tiempo es ya (…) que nos apresuremos a oponer a las huelgas una sabia y prudente legislación para prevenir los efectos de la cesación del trabajo, que perjudica a los obreros y a los capitalistas como perjudica al comercio y al Estado”. En las palabras de los gobernantes la visibilidad de los conflictos sociales y laborales era un síntoma de la transformación y de la modernización del país, pues, al menos, la ciudad de Buenos Aires se asemejaba a las ciudades europeas ya que las tensiones eran las existentes en las “sociedades civilizadas”. Además, la resolución de las cuestiones problemáticas debía realizarse “según las mejores conquistas de la ciencia y experimentación contemporáneas”.1 Protestas y conflictos de diverso tipo estuvieron en la mira de la emergencia de la cuestión H. Mabragaña, Los Mensajes: Historia del desenvolvimiento de la Nación Argentina redactada cronológicamente por sus gobernantes, Vol. 5, Buenos Aires, Comisión Nacional del Centenario, 1910. El destacado es mío. Historia de las instituciones laborales en Argentina: una asignatura pendiente social y en la búsqueda de soluciones por parte del Estado, que comenzó a ensayar formas de intervención que excedieran la represión policial y a considerar que las complejas relaciones entre diferentes agentes económicos y sociales vinculados con la producción no podían seguir tratándose como simples casos de policía, resorte del Ministerio del Interior. Por eso se buscó observar, conocer, diagnosticar, legislar y controlar en materia social y laboral. La clave para la comprensión de ese cambio estuvo asociada con el diseño de propuestas integradoras de las cuestiones problemáticas que planteaban las clases subalternas y el organismo creado para ese fin fue el Departamento Nacional del Trabajo (Suriano, 1989-1990, 1993, 2000 y 2004; Lobato, 1997 y 2006; Soprano, 2000; González Bollo, 1999) La primera institución se estableció en 1907, hace 100 años, bajo el nombre de Departamento Nacional del Trabajo (DNT); más tarde en 1943 se convirtió en Secretaría de Trabajo y Previsión por decisión de su director, Juan Domingo Perón, y con las reformas de la Constitución en 1949 en Ministerio de Trabajo. El DNT tenía como función “recoger, coordinar y publicar todos los datos relativos al trabajo” para contribuir “a las reformas legislativas y administrativas capaces de mejorar la situación social, intelectual y moral de los trabajadores”. Mejorar la calidad de las condiciones de trabajo estaba en estrecha relación con la creencia en el poder de inclusión social del trabajo y en el reconocimiento de derechos para los trabajadores y sus familias como base del bienestar social. Recopilar información, coordinar la acción de diferentes agentes y difundirlos alimentó la idea de la necesidad de conocer para legislar y de ello se explica la riqueza de las investigaciones sociales producidas en el extenso período en el que se organizó y actuó. A lo largo de esas décadas se sucedieron diferentes gobiernos civiles y militares: liberales bajo la hegemonía del Partido Autonomista Nacional (PAN), radicales durante los gobiernos de Hipólito Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear, conservadores a partir del golpe militar de 1930, que permiten pensar sobre la existencia de diversos puntos de vista en su orientación, así como en su impacto en las continuidades y rupturas dentro de las prácticas del organismo. Revista de Según diferentes autores, el DNT constituyó una de las primeras respuestas del Estado nacional ante el despliegue de la denominada “cuestión social” en la Argentina, y sus objetivos y competencias fueron delimitándose entre 1907 y 1912 (Suriano, 1989-1990; Cordone, 1985; Zimmerman, 1994). Sus funcionarios trataron de intervenir en la definición normativa de las relaciones capital-trabajo fomentando la creación de asociaciones profesionales patronales y obreras legalmente reconocidas, la sustanciación de convenios colectivos de trabajo, su intervención en la conciliación y arbitraje de los conflictos laborales, y la creación de un código y una justicia del trabajo (Del Campo, 1983; Gaudio y Pilone, 1983 y 1984). En el momento de su creación, en la primera década del siglo XX, no existía un consenso favorable a los objetivos que se planteaba la institución. Como es conocido, algunos grupos de empresarios y de trabajadores rechazaban abiertamente la injerencia estatal, pero luego de un proceso de conflictos y negociaciones se fue aceptando la importancia de la regulación de las relaciones laborales (Cordone, 1985; Suriano, 2000 y 2004; Soprano 2000; Brunatti, Colángelo y Soprano, 2002; Soprano Lobato 2006 y 2007). El proyecto fundacional del DNT surgió, en 1904, como producto de la propuesta institucional del ministro Joaquín V. González, de establecer una Ley Nacional de Trabajo. Para la elaboración de un Código Nacional de Trabajo, González convocó a destacados intelectuales y profesionales de diferentes corrientes de pensamiento, en su mayoría médicos y abogados como el liberal José Nicolás Matienzo, socialistas como Augusto Bunge, Enrique del Valle Iberlucea, José Ingenieros y Manuel Ugarte, figuras con posiciones más eclécticas como Juan Bialet Massé, quien había realizado un exhaustivo informe sobre la situación de las clases trabajadoras en el interior del país a pedido del gobierno nacional, o funcionarios del Departamento Nacional de Higiene, como Carlos Malbrán. La sanción del Código fue frustrada, en cambio la propuesta de formación de una agencia estatal con competencia en las relaciones laborales se cristalizó en 1907 con la creación del DNT y la formulación de su ley orgánica, elaborada durante la gestión de Indalecio Gómez y la presi- Trabajo • Año 3 • Número 4 • Enero - Noviembre 2007 147 Mirta Zaida Lobato 148 dencia en el Departamento de Julio Lezana en el Ministerio del Interior. José Nicolás Matienzo y Marco M. Avellaneda fueron sus primeros presidentes. Al igual que Joaquín V. González eran abogados, afines a las ideas liberales y funcionarios del gobierno del Partido Autonomista Nacional (PAN). Inicialmente trataron de establecer las funciones y fuentes de financiación para la institución y elaboraron proyectos de ley para regular su funcionamiento, pero ninguno fue aprobado por el Ministerio del Interior (cartera de la cual dependía orgánicamente el DNT) ni por el Presidente de la Nación. Poco después, durante la gestión de Julio Lezana en el DNT y la de Indalecio Gómez en el Ministerio del Interior, también miembros del PAN con reconocida filiación con grupos católicos, fue aprobada la ley orgánica (Nº 8.999) en el año 1912. Los proyectos de Joaquín V. González, Nicolás Matienzo, Marco Avellaneda, Indalecio Gómez y Julio Lezana expresan bastante bien el debate contemporáneo sobre los modelos en los que habría de basarse la acción de la entidad. Esos debates se articulaban alrededor del par prescindencia/intervención, en el ejercicio de la función de policía por parte del Estado para los establecimientos industriales y comerciales. La opción era importante sobre todo porque ya habían sido sancionadas algunas leyes como la que establecía el descanso dominical (1905) o la que reglamentaba el trabajo de mujeres y niños (1907) y era necesario vigilar su cumplimiento. Avellaneda y Lezana eran más partidarios de la intervención e impulsaron la creación de una agencia estatal de colocaciones que buscó participar en la regulación de la oferta y demanda de mano de obra. Las ideas de los primeros funcionarios convergían en destacar la necesidad de mediar en los conflictos entre capital y trabajo a requerimiento de las partes. En cuanto a su jurisdicción, su poder se ejercía sobre la Capital y los Territorios Nacionales y en algunas provincias se crearon departamentos provinciales con competencias similares, aunque todavía es poco lo que se sabe sobre el proceso de formación de estas agencias laborales 2 provinciales. Es conocido que el Departamento Provincial del Trabajo de Buenos Aires tuvo activa intervención en las grandes huelgas de los frigoríficos en 1917 (Lobato, 2001). El estudio de la organización de las instituciones laborales provinciales y las facultades que les cabía en el orden provincial y nacional estuvieron entre los temas tratados en el Primer Congreso Nacional del Trabajo que se realizó en Buenos Aires entre el 21 y el 27 de marzo de 1931.2 Los funcionarios del DNT trataron de establecer los ejes de su política y para ello buscaron definir mecanismos legales e institucionales de regulación de los vínculos entre empresarios y trabajadores. La agencia estatal consideraba que su intervención debía basarse en una legislación precisa sobre asociaciones obreras y patronales, contratos colectivos, definición de mecanismos de conciliación y arbitraje de los conflictos laborales, así como consideraban fundamental la creación de una justicia del trabajo. Algunas de estas ideas estuvieron presentes también en la elaboración del proyecto de Código Nacional del Trabajo presentado en el año 1921 en el Congreso de la Nación por el Poder Ejecutivo durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen (Falcón, 1996). El Estado nacional promovió la sanción de este Código luego de un período donde se produjeron numerosos conflictos, algunos seguidos por arduas negociaciones y otros que terminaron en represiones con sus secuelas de heridos, contusos y hasta muertos. La redacción del Código estuvo en manos de Alejandro Unsain, un activo funcionario del organismo que venía desempeñándose en el DNT desde la gestión de Matienzo, y que utilizó como antecedentes la propuesta de Ley Nacional de Trabajo de González (1904) y la legislación promovida por el gobierno de Yrigoyen, en cuya definición también participaron los funcionarios del Departamento. El gobierno encontró en estos funcionarios la competencia, experiencia y disposición para afrontar los desafíos del momento, lo que les permitiría por otra parte hacer realidad algunos de los proyectos que se fueron diseñando en la institución. El Congreso fue organizado por el DNT “Con el propósito de vincular a los distintos Departamentos u Oficinas del trabajo que funcionan en Provincias, a fin de coordinar las actividades asegurando los beneficios de la legislación en todo el país”, Boletín del Museo Social Argentino, Buenos Aires, abril-junio de 1931, p. 129. Historia de las instituciones laborales en Argentina: una asignatura pendiente La organización del organismo y la definición de su política fueron un paso importante en la constitución de una burocracia estatal que se veía a sí misma no sólo como novedosa sino también como moderna e inserta en la rueda del progreso que se nutría de los conocimientos y experiencias desarrolladas en Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, y que estaba a tono con las decisiones tomadas por los organismos internacionales a partir de su creación. Los funcionarios eran abogados de profesión que dieron forma a una especialización, el derecho laboral, definido inicialmente como derecho obrero. Entre ellos se destacaban José Nicolás Matienzo, Marco M. Avellaneda, Julio Lezana, Alejandro Ruzo, Federico Cibils, Federico Figueroa, Alejandro Unsain, Eduardo Maglione, Daniel Antokoletz, cuyas historias de vida habría que reconstruir para conocer mejor tanto las prácticas administrativas como los requisitos y mecanismos de selección de empleados y directores.3 Desde 1907 hasta 1943, los funcionarios del DNT desplegaron una amplísima tarea de investigación de las relaciones laborales en la Argentina, producción periódica de información estadística relativa a la situación del mercado de trabajo, constitución de un acervo bibliográfico especializado, recopilación de legislación, de experiencias internacionales en gestión de políticas laborales y sobre la conformación de una justicia laboral (Soprano, 2000; Suriano, 2000; Lobato, 2000; González Bollo, 2004). Además, inspiraron los proyectos de instituciones similares creadas por los estados provinciales; estimularon el debate en reuniones científicas como el Congreso Americano de Ciencias Sociales realizado en 1916 o la constitución de un Congreso Nacional del Trabajo en 1931; participaron de la elabora- ción de proyectos de leyes e intervinieron en sus jurisdicciones, la ciudad de Buenos Aires y los Territorios Nacionales, siendo mediadores en los conflictos obrero-patronales.4 Las propuestas de las nuevas instituciones de observar, conocer y legislar acompañaron a los cambios que se estaban produciendo en el país y que incluían varias dimensiones; una era la búsqueda y la construcción de datos adecuados que facilitaran un acertado diagnóstico de las diversas situaciones que requerían su intervención y soluciones; otra fue la formación de un grupo de especialistas y profesionales que comenzaron a integrarse a las nuevas instituciones como parte de un primer grupo de burócratas y técnicos especializados en temas laborales; la tercera se vincula con el interés de establecer comparaciones con la información obtenida en otros países así como la exploración sobre antecedentes legislativos. En este sentido, las experiencias que tenían lugar en Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y España fueron examinadas en más de una oportunidad. La historia del DNT puede dividirse en varias etapas relacionadas tanto con la dinámica que le imprimían sus principales autoridades como con los recursos económicos disponibles y con el reconocimiento que iban obteniendo entre empresarios, organizaciones sindicales y trabajadores. Las investigaciones realizadas por la oficina gubernamental se difundieron a través de varias publicaciones que se convirtieron en fuentes primarias importantes para las investigaciones históricas. Así, dentro de las medidas inaugurales tomadas por su primer presidente, el Dr. José Nicolás Matienzo, se destaca la creación de una publicación propia, el Boletín del Departamento Nacional del Trabajo (en adelante BDNT). Inicialmente el Boletín 3 Hay algunos funcionarios que tuvieron varios años de continuidad en la función como Julio Lezana, quien fue presidente del Departamento de 1911 a 1920; Alejandro Bunge, Jefe de la División de Estadística; Celia La Palma de Emery y Elías Niklison, ambos inspectores; Eduardo Maglione, presidente del DNT tras el golpe de Estado de 1930. 4 En el Congreso Americano de Ciencias Sociales (Tucumán, 1916) Nicolás Matienzo planteó la necesidad de organizar una sección especial sobre legislación del trabajo (“por su importancia en la época presente”). Finalmente fue organizada bajo el nombre de trabajo, previsión y asistencia social y sesionó bajo la presidencia de Ernesto Quesada, José Ingenieros actuó como secretario y como vocales Eduardo L. Bidau, Indalecio Gómez, Carlos Ibarguren, Julio Lezana, Alfredo Palacios y Horacio Rivarola. Revista Argentina de Ciencias Políticas, septiembre y noviembre de 1915, abril y agosto de 1916. El Primer Congreso Nacional del Trabajo se realizó en Buenos Aires del 21 al 27 de marzo de 1931, fue inaugurado en el Salón de pasos perdidos de la Cámara de Diputados por el presidente del DNT Eduardo F. Maglione y del ministro del Interior Matías Sánchez Sorondo. Revista de Trabajo • Año 3 • Número 4 • Enero - Noviembre 2007 149 Mirta Zaida Lobato 150 estuvo limitado a la presentación de descripciones de condiciones laborales, informaciones de la legislación del trabajo que se estaba elaborando en las distintas provincias argentinas y en otros países, y a la realización de estadísticas de diverso tipo. Esta línea de trabajo fue continuada por el sucesor de Matienzo, Marcos Avellane­da, quien poco tiempo después de asumir como presidente del DNT se trasladó a Europa para estudiar la legisla­ción laboral y para participar en conferen­cias internacionales. A su regreso, y ante la imposibilidad de concretar las reformas que planteaba, Marcos Avellaneda renunció en 1911. Lo sucedió Julio Lezana, quien, como el ministro del Interior Indalecio Gómez, estaba vinculado a los sectores católicos. Con Lezana, se integraron al organismo una nueva camada de funcionarios relacionados con la Iglesia Católica y que compartieron sus tareas con los primeros funcionarios como Alejandro Unsain y Alejandro Ruzo. Por esa época se le asignaron funciones de legislación, inspección y vigilancia, así como el control del por entonces recientemente creado Registro Nacio­nal de Colocaciones. Durante esta primera etapa el BDNT publicó una serie de estudios especiales sobre accidentes de trabajo, la carestía de la vida, la inseguridad de la vida obrera (informe sobre el paro forzoso), legislación sobre trabajo, las condiciones de vida y de trabajo en algunas zonas del nordeste, las leyes y decretos relacionados con la protección de las clases obreras, la situa­ ción de los indígenas en los ingenios azucareros, recopilacio­nes estadísticas y sobre el trabajo a domicilio, el trabajo femenino y de menores. A partir de 1918 comenzaron a publicarse las Crónicas del DNT (en adelante CDNT), manteniéndose las dos publicaciones hasta 1919. En las CDNT se retornaba al esquema anterior de informaciones sobre estadísticas y legislación, a las que sumaron datos sobre jurispruden­cia en materia de accidentes laborales y análisis de enfermedades profesiona­les, en consonancia con el pensamiento de higienistas y estudiosos sociales que cuestionaban el escaso cuidado de la fuerza de trabajo y que ellos entendían como dilapida­ción de la mano de obra. Durante los gobiernos radicales se mantu- vieron los mismos funcionarios con unas pocas modificaciones. El director Lezana dejó su cargo en diciembre de 1920, y fue reemplazado por uno de los originales funcio­na­rios del DNT, Alejandro Unsaín, quien permaneció en el cargo hasta 1922 cuando se nombró a Diego Luis Molinari, ya durante la gestión del nuevo presidente Marcelo T. de Alvear. En la segunda presidencia de Yrigoyen se produjo otro cambio cuando se nombró a Luis C. García al frente del organismo. Durante todo el gobierno de Yrigoyen la Crónica mantuvo su regularidad, formato y características. Con el golpe militar de septiembre de 1930 se realizaron algunos cambios. Por un lado se designaron nuevas autoridades tratando de mantener la continuidad institucional con la designación de Eduardo F. Maglione como nuevo presidente, pero por otro no se pudo sostener la publicación de la crónica y sólo aparecieron dos números para desaparecer luego definitivamente. En 1932, con la llegada del general Justo a la presi­dencia de la Nación, se designaron nuevas autoridades pues Maglione fue reemplazado por Eduardo J. Bullr­ich, y éste por Roberto Tieghi, en 1934. Durante la gestión de Bullrich, reapareció el Boletín, ahora como Boletín Mensual del DNT y limitándose a publicar la legis­ lación laboral que iba elaborán­dose, reseñas de las actividades del DNT y algunas estadísticas. Con Roberto Tieghi, el BDNT fue rebautizado como Boletín Informativo del DNT, retomando la línea descriptiva y analítica anterior, y así continuó hasta la transición hacia el gobierno de Ortiz y luego de Castillo. En 1939 se designó a Emilio Pellet Lastra al frente del organismo, cargo que mantuvo hasta la desaparición de la institución, resultado de la política del gobierno instaurado con el golpe militar de 1943, la designación de Juan D. Perón y su transformación en Secreta­ría de Trabajo y Previsión. Es importante destacar que en las publicaciones e informes elaborados por el DNT se hizo visible su proyecto institucional, las ideas y valores que incidieron en sus prácticas, la construcción, en suma, de un espacio privilegiado y legítimo de saberes específicos, con técnicas e instrumentos particulares que lograron el reconocimiento, no sin tensiones, de los diversos actores sociales involucrados. Historia de las instituciones laborales en Argentina: una asignatura pendiente n La Secretaría de Trabajo y Previsión: “mejor que decir es hacer” En octubre de 1943 el entonces coronel Juan Domingo Perón fue designado director del DNT. El militar no desconocía la difícil situación social así como la magnitud de los cambios que se habían producido en el mundo del trabajo y en las organizaciones obreras en la década precedente. Por su formación Perón tenía un sentido del orden y de las jerarquías, y ellas estuvieron en la base de sus ideas de justicia social y control de las organizaciones obreras. En una entrevista realizada en noviembre de 1943, expresó: “Yo personalmente soy sindicalista por antonomasia y, como tal, anticomunista, pero creo que debe organizarse el trabajo en forma sindical, de modo que los trabajadores y no los dirigentes y agitadores sean los que aprovechen los mayores beneficios del esfuerzo que hacen… He impartido al departamento una organización que responde a las finalidades mismas que se persiguen para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, sin que se tolere que prospere ningún conflicto de orden social… No voy a permitir la acción de elementos de disolución y agitación que la mayoría de las veces no son ni siquiera nacionales sino extranjeros que no han sabido respetar la nacionalidad de mi patria… la agitación obrera en el país está perfectamente fiscalizada”.5 Desde el DNT Perón estableció contactos con los sindicatos, se encontró con Juan Bramuglia, un reconocido abogado de la Unión Ferroviaria, con Miguel Ángel Borlenghi, dirigente socialista de la disuelta Confederación General del Trabajo (CGT), e intervino activamente en la resolución de algunos conflictos laborales como el de la industria de la carne de Berisso. En diciembre de 1943 se transformó en Secretario de Trabajo y Previsión (STyP), modificando el estatus de la primera agencia estatal laboral. La Secretaría reunía las funciones del Departamento Nacional del Trabajo, las secciones de Higiene Industrial y Social, de Previsión Social de la Dirección Na- cional de Salud Pública y Asistencia Social y de Accidentes de la Caja Nacional de Pensiones y Jubilaciones Civiles entre otros organismos. Las atribuciones y facultades eran las acordadas a los organismos que pasaban a su órbita, y se reservaba la función de revisar los textos legales en vigencia y promover medidas que sirvieran para defender al trabajador y mejorar las condiciones de vida y de trabajo.6 Formaba parte de un proceso de centralización administrativa, intervención, regulación, control y hasta planificación más amplio, pues se crearon también otros organismos como la Secretaría de Salud Pública. La STyP fue un trampolín importante en la carrera política de Perón y un pilar de la noción de ruptura con el pasado que se afianzó con las lecturas sobre la movilización del 17 de octubre de 1945. Sostuvo que “Con la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión se inicia la era de la política social argentina. Atrás quedará para siempre la época de la inestabilidad y desorden en que estaban sumidas las relaciones entre patronos y trabajadores”. No sólo eso: destacó que “El ideal de un estado no puede ser la carencia de asociaciones, casi afirmaría que es todo lo contrario. Lo que sucede es que únicamente pueden ser eficaces, fructíferas y beneficiosas las asociaciones cuando, además de un arraigado amor a la patria y un respeto inquebrantable por la ley, vivan organizadas de tal manera que constituyan verdaderos agentes de enlace que lleven al Estado las inquietudes del más lejano de sus afiliados y a éste hagan llegar las inspiraciones de aquél”.7 Desde el nuevo organismo la acción de su secretario hizo realidad la consigna de “mejor que decir es hacer”. Se establecieron una serie de medidas que beneficiaron a los trabajadores ferroviarios, licencia anual, subsidio para la creación de un policlínico, aprobación de un plan de asistencia y previsión; se dictó el Estatuto del Periodista y el del Personal Civil de la Nación; se reglamentaron y ampliaron las funciones de asesoría jurídica del organismo. Además, 5 La Prensa, 12 de noviembre de 1943. El destacado es de la autora. Todas las leyes obreras de la revolución, Editorial Primicias, Buenos Aires, s/f. 7 Tomado de un mensaje radial. Este medio de comunicación fue uno de los pilares en la estrategia de información del emergente movimiento político y facilitó su alcance masivo. 6 Revista de Trabajo • Año 3 • Número 4 • Enero - Noviembre 2007 151 Mirta Zaida Lobato 152 y como ya se ha señalado, fue a partir de su intervención que se resolvieron los numerosos conflictos obreros, como en el ramo de la electricidad, del cartón, de los astilleros, las mejoras obtenidas por lancheros, portuarios, trabajadores del vestido, de la cerámica, escoberos, obrajeros del Chaco y petroleros, por mencionar sólo algunos. También en esos momentos iniciales se comenzó a trabajar en la reglamentación del aprendizaje y en un proyecto de fuero laboral. (Del Campo, 1983; Little, 1979). Se puede afirmar que la acción de la STyP puede evaluarse a partir de la cantidad de decretos relacionados con el mundo del trabajo y que permiten mensurar claramente el cambio que se produjo en el gobierno y en la acción estatal. Los decretos promovieron las negociaciones colectivas bajo el amparo del Estado, convenios colectivos cuya validez dependía de la aprobación de la Secretaría y facilitó la organización de los trabajadores (Del Campo 1983; Doyon, 1978; Little, 1979). Uno de los cambios más notables fue el rol que se reservó el organismo para otorgar personería y reconocer a las asociaciones de trabajadores; ello derivó en un sistema de representación único, pues sólo las organizaciones reconocidas tenían la capacidad para representar legítimamente los intereses de los trabajadores frente a los empresarios y al Estado. Otro, no menos importante, fue que el nuevo organismo se convirtió en el responsable de la política laboral en todo el territorio nacional. Pero así como la novedad fue la activa presencia de la Secretaría en la regulación de los conflictos laborales; se planteó también otra situación novedosa, que sin duda requiere de una mayor investigación, relacionada con la pérdida de capacidad del organismo estatal para generar información sobre las particulares situaciones laborales en las diferentes ramas de actividad, los índices de conflictividad laboral, las nuevas condiciones de trabajo, así como de las organizaciones empresarias y laborales y de sus comportamientos. Un somero análisis de la Revista de Trabajo y Previsión muestra que la calidad y cantidad de los datos relevados por el organismo, de los estudios e informes disminuyeron no- 8 tablemente hasta casi desaparecer. Lo que sí se encuentra en sus páginas son los decretos gubernamentales y una cantidad enorme de convenios laborales. No hay duda de que los trabajadores accedieron a los beneficios sociales amparados por el Estado, los sindicatos y el nuevo partido político que, por otra parte, arrebataba las banderas de los partidos socialistas y comunistas. La intervención de la STyP es frecuentemente señalada en todos los trabajos históricos y sociológicos sobre el período que abarca la emergencia y consolidación del peronismo como una nueva fuerza política, pero faltan las investigaciones sobre sus funcionarios, los secretarios; Perón y Mercante son los más conocidos pero también está Héctor Russo y los cuadros de la burocracia. Al estudiar sus trayectorias se podrá obtener una rica información sobre las efectivas continuidades y rupturas con el pasado. Además se podrán analizar tanto la conformación de diversas comisiones en el seno de la Secretaría como sus debates y conclusiones, que son todavía poco conocidas. Los cambios en el Estado permiten formular también el interrogante sobre las prácticas administrativas. n El Ministerio de Trabajo: un paso más en la construcción de las piezas del Estado La creación del Ministerio de Trabajo se realizó en el contexto de la reforma constitucional de 1949 y ello implicó una redefinición de sus metas y funciones con una relevante reestructuración de los cuadros de la burocracia. La preocupación por una mayor centralización y mejor desempeño de la institución estatal laboral ya se había planteado en el congreso realizado en 1931. Allí se estableció claramente la necesidad de crear un Ministerio Nacional del Trabajo que reuniera las funciones desempeñadas por distintos organismos, así como se destacó la necesidad de que las leyes obreras dictadas por el Congreso de la Nación se aplicasen en todo el territorio, aunque prestando atención a las diferencias regionales.8 Un paso Boletín del Museo Social Argentino, Buenos Aires, abril-junio de 1931, p. 146 y 147. Historia de las instituciones laborales en Argentina: una asignatura pendiente importante en la unificación de funciones se dio con la creación de la STyP y adquirió un rasgo más definido con la modificación en el número y atribuciones de los ministerios que acompañó la reforma constitucional de 1949. Pese a la prolongada existencia del MT y a los avatares de su intervención, su historia, como la de otros organismos del Estado, está por hacerse. A lo largo de medio siglo se sucedieron más de 50 ministros. Los hubo de todo tipo, civiles y militares, desde dirigentes del liberalismo vernáculo como Álvaro Alsogaray hasta líderes sindicales como Ricardo Otero o Alberto J. Triaca, y de profesiones diversas como ingenieros, abogados y militares. La historiografía ha analizado de manera extensa la relación entre los sindicatos y el Estado en el período que siguió al derrocamiento de Perón y señalado las características de las políticas seguidas por los sucesivos gobiernos. Se podría decir que la intervención del Ministerio de Trabajo siguió los vaivenes políticos que fueron desde los intentos de construir un sistema democrático y representativo con un régimen de partidos políticos que excluía al peronismo, la búsqueda por reinstaurar un orden que veían frecuentemente amenazado y la integración de los sindicatos vía la colaboración de algunos líderes gremiales hasta la represión. Por ejemplo, inmediatamente al golpe militar de 1955 se buscó no confrontar con los dirigentes gremiales peronistas. Esa política fue adoptada por el ministro de Trabajo Luis Cerutti Costa, pero ante su fracaso no sólo se produjeron modificaciones en el gobierno nacional sino que la línea que buscaba una mayor concertación con los gremios, aunque purificados de la influencia justicialista, fue seguida de una mayor represión, el Ministerio declaró disueltas todas las comisiones internas de delegados y un año más tarde la CGT estaba bajo el control de un interventor militar (James, 1990). La complejidad del proceso político, económico y social posterior a 1955 no puede resumirse en unas breves líneas. Se produjeron transformaciones en las condiciones de trabajo, en la estructura de los sindicatos, en las relaciones bases dirigentes, en los vínculos de los sindicatos con el Estado y la política, en las formas de la protesta y, sobre todo, la crisis del Revista de mercado de trabajo dejó su secuela de desocupación y precarización laboral (Brennan, 1996; Lobato-Suriano, 2003; Palomino, 2005). Todas estas cuestiones obligaron a repensar la propia noción de trabajo y las cuestiones relacionadas con la inclusión y la exclusión social en la vida democrática. La transformación de una sociedad vertebrada por el poder inclusivo del trabajo, en donde las demandas centrales eran el aumento salarial y las mejoras en las condiciones laborales, donde el Estado tuvo que organizar instituciones y definir instrumentos de acción para intervenir en los conflictos, en otra vinculada más al desempleo y el empleo ocasional, asociada a la reivindicación de trabajo y de subsidios de desempleo, ha repercutido no sólo en la composición y acciones prácticas de los actores sociales involucrados sino también en el propio Estado. De algún modo este proceso obliga a volver la mirada sobre la formación y transformación de las instituciones estatales como un camino más para encontrar las claves que permitan suturar la herida social tal vez más profunda y dolorosa de nuestra historia. Nuevas y viejas preguntas se articulan para buscar a los expertos, especialistas y profesionales que le dieron renovadas formas a la agencia estatal laboral; indagar sobre las contradicciones entre las direcciones fuertemente inestables que se derivaban de las fluctuaciones y conflictos político institucionales y la permanencia de algunos técnicos y funcionarios; examinar los requerimientos profesionales y técnicos de los cuadros de la administración y estudiar los centros de formación de los numerosos especialistas que se establecieron a lo largo de estas décadas. La intervención del Ministerio de Trabajo se inició en tiempos del primer peronismo y se continuó durante el ciclo de inestabilidad política y alternancia de gobiernos civiles y militares. Esta etapa abarca más de medio siglo y los interrogantes a veces se repiten no como reproducción mecánica del pasado sino como parte de los nuevos contextos políticos, sociales y culturales. Para repensar el Estado hay que desmenuzar a los organismos estatales, analizar sus piezas, examinar sus prácticas, considerar las ideas. Como si fuera poco, habría que recuperar los archivos porque Trabajo • Año 3 • Número 4 • Enero - Noviembre 2007 153 Mirta Zaida Lobato ellos hacen a su memoria institucional. Todo esto se plantea como un claro desafío. n Bibliografia 154 Auza, Néstor Tomás (1987), “La política del Estado en la cuestión obrera al comenzar el siglo XX. El Departamento Nacional del Trabajo 1907-1912”, en Revista de Historia del Derecho, 15, Instituto de Investigaciones de Historia del Derecho, Buenos Aires. Brennan, James (1996), Las guerras obreras en Córdoba, 1955-1976, Buenos Aires, Sudamericana Brunatti, Olga, Colángelo, María Adelaida, y Soprano, Germán (2002), “Observar para legislar. Métodos etnográficos e inspección del trabajo en Argentina a principios del siglo XX”, en Sergio Visacovsky y Roxana Guber (compiladores), Historia y estilos de trabajo de campo en Argentina, Buenos Aires, Editorial Antropofagia. Cordone, Héctor (1985), El Departamento Nacional del Trabajo, Ceil-Conicet, inédito. Del Campo, Hugo (1983), Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un vínculo perdurable, Buenos Aires, FLACSO. Doyon, Louise (1978), Organized Labor and Perón, 19431955, Toronto University, PhD Dissertation, Canadá. Falcón, Ricardo (1966), “La relación Estado-Sindicatos en la política laboral del primer gobierno de Hipólito Yrigoyen”, Estudios Sociales, Revista Universitaria Semestral, Año VI, Nº 10, 1996. Garguin, Enrique (2000). “Relaciones entre Estado y sindicatos durante los gobiernos radicales, 1916- 1930”, en José Panettieri (comp.), Argentina: trabajadores entre dos guerras, Buenos Aires, EUDEBA, pp. 87-117. Gaudio, Ricardo y Pilone, Jorge (1983). “El desarrollo de la negociación colectiva durante la etapa de la modernización industrial en la Argentina, 1935-1943”, Desarrollo Económico, Nº 90, vol. 23. — (1984). “Estado y relaciones laborales en el período previo al surgimiento del peronismo, 1935-1943”, Desarrollo Económico, Nº 94, vol.24. González Bollo, Hernán (1999), “Ciencias sociales y sociografía estatal. Tras el estudio de la familia obrera porteña, 1899-1932”, Estudios Sociales, N° 16. ­— (2004). “La cuestión obrera en números: la estadística socio-laboral y su impacto en la política y la sociedad, 18951943”, en Hernán Otero (Director), El mosaico argentino. Modelos y representaciones del espacio y de la población, siglos XIX-XX, Buenos Aires, Siglo XXI. —(2007). La estadística pública y la expansión del estado argentino: una historia social y política de una burocracia especializada, 1869-1947, Tesis de Doctorado en Historia, Buenos Aires, UTDT. James, Daniel (1990), Resistencia e integración. El peronismo y la clase obrera, 1946-1976, Buenos Aires, Sudamericana. Little, Walter (1979), “La organización obrera y el estado peronista, 1943-1955”, en Desarrollo Económico, Vol. 19, Nº 75, Buenos Aires. Lobato, Mirta Zaida (1999). “El derecho social al trabajo. La Revista Argentina de Ciencias Políticas y los estudios sobre el fenómeno de la desocupación”, Sección Documentos, Estudios del Trabajo, N° 17. — (1997). “El estado en los años treinta y el avance desigual de los derechos y la ciudadanía”, Estudios Sociales, N° 12. — (2001). La vida en las fábricas. Trabajo, protesta y conflicto en una comunidad obrera. Berisso, 1904-1970, Buenos Aires, Prometeo libros. — (2006). “El Estado y el trabajo femenino. El Departamento Nacional del Trabajo”, en D. Lvovich y J. Suriano (editores), Las políticas sociales en perspectiva histórica. Argentina, 1870-1952, Buenos Aires, Universidad Nacional de General Sarmiento/Prometeo Libros. O’Donnell, Guillermo (1982), El estado burocrático autoritario, 1966-1973. Triunfos, derrotas y crisis, Buenos Aires, Editorial de Belgrano. Oszlak, Oscar, (1982), La formación del Estado argentino, Ed. de Belgrano, 1982. Palomino, Héctor (2005), “Los cambios en el mundo del trabajo y los dilemas sindicales”, en Juan Suriano Director, Dictadura y Democracia (1976-200), Nueva Historia Argentina, Vol. X, Buenos Aires, Sudamericana. Soprano, Germán (2000), “El Departamento Nacional del Trabajo y su proyectos de regulación estatal de las relaciones capital-trabajo en Argentina. 1907-1943”, en J. Panettieri (compilador), Argentina: trabajadores entre dos guerras, Buenos Aires, EUDEBA. Soprano, Germán, Colángelo, María Adelaida y Brunatti, Olga (2005), “La barbarie al lado de la civilización… Trabajo indígena e industria azucarera en los informes de inspección del Departamento Nacional del Trabajo (19131915)”, Estudios del Trabajo, Nº 19. Suriano, Juan (1989-1990). “El estado argentino frente a los trabajadores urbanos: política social y represión. 18801916”, Anuario EHAR, Nº 14. — (1993). “Notas sobre los primeros pasos en la política social del estado argentino a comienzos del siglo”, Cuadernos del CIESAL, Nº 1, pp. 9-20. — (compilador) (2000). La cuestión social en Argentina (18701943), Buenos Aires, La Colmena-Grupo de Trabajo sobre Movimiento Obrero y Sectores Populares. — (2004). “Los historiadores y el proceso de construcción del Estado social”, en J. Bertranou, J. M. Palacio y G. Serrano (compiladores), En el país del no me acuerdo. (Des) memoria institucional e historia de la política social en la Argentina, Buenos Aires, Prometeo Libros, pp. 33-58. Zimmermann, Eduardo (1994). “Reforma política y reforma social: tres propuestas de comienzos de siglo”, en F. Devoto y M. Ferrari, La construcción de las democracias rioplatenses: proyectos institucionales y prácticas políticas, Buenos Aires, Biblos/Universidad Nacional de Mar del Plata, pp. 17-30. — (1995). Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina. 1890-1916, Buenos Aires, Editorial Sudamericana/Universidad de San Andrés.