Jesucristo, Rey del Universo – Ciclo B Lectura del santo evangelio según san Juan 18, 33b-37 En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?” Pilato replicó: “¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?” Jesús le contestó: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.” Pilato le dijo: “Conque, ¿tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.” Nos encontramos en el contexto de la Pasión del Señor. Conocida es la tendencia de Juan, sobre los sinópticos, de presentar a Cristo como Rey en el contexto de la Pasión. La corona de espinas, el manto de púrpura, el cetro de caña, la burla Salve, rey de los judíos, el título colocado sobre la cruz, nos llevan, en la intención de Juan, a la contemplación de una gran verdad que se esconde tras ello: Cristo es Rey. Y Cristo es Rey precisamente a través de su Pasión y en su Pasión. Lo que los esbirros representaron en son de mofa; lo que Pilatos mandó escribir sobre la cruz, no son otra cosa, siguiendo la táctica de Juan, que la expresión de una realidad más profunda. Así como fue levantado físicamente en la cruz, con aquel mismo alzamiento se alzaba Cristo sobre la humanidad, exaltado de tal forma que las miradas de todos se dirigieran en adelante todas a él. Del mismo modo, la representación de Cristo como Rey en el proceso de su muerte es el reconocimiento de su realeza auténtica. Así escribe Juan. La Pasión y la Muerte lo condujeron, y son en cierto sentido, a la Exaltación y a la Realeza. El texto leído nos coloca en el centro del proceso contra Jesús. Se le acusa de sembrar la revolución y de proclamarse rey. Era la única acusación que interesaba a Pilatos, representante del poder político de Roma. La intención doble de los acusadores iba por ese camino. En el diálogo que transcurre entre los dos personajes, se deja entrever la misma preocupación. Pilatos pregunta por un reino de tipo político. La contra pregunta de Cristo va encaminada a poner en claro de qué tipo de reino se trata. Jesús afirma distinguiendo: Soy rey, pero no de este mundo. Su reino no es de este mundo, no es de tipo político, como algunos habían imaginado debía ser el del Mesías. Por eso no tiene a su lado a su gente que combata por él, pues el tal reino político no existe en su persona. Sin embargo, es Rey, rey de nacimiento y por vocación. Para ello ha venido a este mundo; es precisamente su Misión ¿En qué consiste su misión? En dar testimonio de la Verdad, de tal forma que los hombres la acepten. La verdad no es otra cosa que la revelación. Cristo es la verdad. Cristo es el revelador del Padre y la misma Revelación. Cristo nos comunica al Padre, y él mismo es la comunicación más grande del Padre, pues es su Hijo y su Palabra. Dios llega a nosotros por él. Toda su vida, desde la Encarnación hasta su entrega a la muerte por nosotros, es un puro testimonio de la verdad. La verdad se hace vida en el hombre por la fe; la fe es la aceptación del testimonio de Cristo. Los que emiten este acto de fe e impregnan su vida entera de él, esos son los que lo aceptan, los que se someten a él, los que forman y componen su reino; son sus súbditos. En la cruz revela Cristo el amor del Padre y el suyo propio hacia los hombres, su voluntad salvífica. Es la máxima revelación, y, por tanto, la máxima verdad. El hombre deja penetrar en sí el amor salvífico del Padre. Con ello entra la justificación, la salvación, la transformación de su ser. Es el reino de Cristo. De ese reino habla Jesús a Pilato. Para Pilatos un enigma. Para nosotros una revelación profunda. Meditemos: La Iglesia quiere que recordemos y ensalcemos a nuestro Rey. Para ello este domingo, último del año. Cristo, centro siempre de nuestra veneración, aparece hoy revestido de la majestad real: Cristo es Rey. La primera lectura lo anuncia. El ser misterioso que recibe de dios todo imperio y todo poder sobre las gentes para siempre, no es otro que Cristo. El Apocalipsis lo confiesa y aclama. Cristo en el Evangelio lo revela. Cristo es verdadero Rey, Veamos ahora la raíz y el alcance del título según las el testimonio fiel de la verdad. Es el tema del evangelio. Cristo se proclama a sí mismo Rey. No es un Rey como lo son el César o Herodes. Su Reino no es de tipo político. La Realeza de Cristo tiene mucho que ver con la misión, encomendada por el Padre, de dar testimonio de la verdad. A) Cristo da testimonio de la Verdad; es testigo fiel (segunda lectura) durante toda su vida. Lo es en forma eminente durante su pasión y su muerte. No en vano se encuentra la confesión de Cristo dentro del relato de la Pasión. Cristo da la vida (segunda lectura) en testimonio de la verdad, en obediencia al Padre y en testimonio del supremo amor que Dios tiene. Precisamente la muerte de Cristo es expresión de ello. Es también expresión de su amor a nosotros. Fiel al Padre, hasta la muerte; Fiel a nosotros hasta la muerte. Con este acto, no sólo nos ha comunicado la verdad del Padre, sino que nos ha alcanzado la redención. Es la verdad que nos hace libres; es el perdón de los pecados; es la gracia de la filiación. La segunda lectura lo recuerda. Como libres en la verdad y absueltos del pecado, formamos con él y él un reino sacerdotal Lo dice claramente la segunda lectura. La primera lo apuntaba. Aquel misteriosos ser de significación colectiva puede que apunte por ahí. Somos con Cristo el Rey supremo. Todo está sometido a nosotros en él y por él. Con el reinamos, con el servimos al Dios vivo y eterno. B) Cristo rey: exaltado a la derecha de Dios Padre: En íntima relación la misión de testigo fiel de la verdad, está su exaltación-resurrección. Precisamente el fiel cumplimiento de su misión le ha merecido el ser colocado a la diestra de Dios en poder y majestad. La Resurrección-exaltación constituye a Cristo -es pensamiento de Pablo- en espíritu vivificante, capaz de resucitarnos a nosotros. Es el Primogénito de entre los muertos; es el primero y la causa de la resurrección de los demás. Tenemos aquí otra razón más de su realeza. De ello habla la segunda lectura. La vida eterna es nuestro Reino y su reino. La vida eterna nos viene de él El es nuestro rey. C) Cristo rey: Señor y juez del universo: El título, ya adquirido, apunta a los últimos tiempos. Está obscuro en la primera lectura. En la segunda, en cambio, es manifiesto. Cristo vendrá a juzgar. El juicio será terrible. Los que se le han opuesto, han obrado mal; han sacudido vanamente su yugo suave y llevadero. Sentirán a su tiempo su ira. Cristo es el Hijo del hombre que viene sobre las nubes; es el Hijo de Dios; es Dios mismo, sin embargo, hablamos bajo su aspecto humano. Por la muerte -por toda su vida en servicio de Dios y del hombre- es constituido Cristo Rey de todas las cosas. En los sinópticos responde Jesús a la pregunta del sumo sacerdote de si es el Cristo, el Hijo de Dios: Sí, tu lo has dicho… veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Padre y venir sobre las nubes del cielo. Con esta respuesta, considerada por el sumo Pontífice como blasfemia, declara Jesús su naturaleza y origen. Por una parte, afirma y determina, cosa que no estaba clara en la tradición mesiánica del antiguo testamento, que él, el Mesías, es más que un simple hombre, es un ser celeste que viene sobre las nubes del cielo. Por otra, atribuyéndose a sí mismo la figura de la visión de Daniel, queda claro que ya no se trata de un ser colectivo, sino de una persona concreta, del Mesías. No hay que olvidar el alcance social de los atributos de Cristo, pues los comunica a los suyos. D) Cristo: Señor nuestro: Cristo es nuestro Señor. A él el respeto, el honor, la gloria, la entrega más completa, el amor más sincero. Por la fe nos hacemos partícipes de la verdad que nos comunica. Por la esperanza poseemos ya en germen su triunfo total y la glorificación de todo nuestro ser. Por el amor nos unimos enteramente a él, participando así de todas sus prerrogativas. Hoy es un día de aclamación, de gozo, de alegría. Adoremos y aclamemos a nuestro Señor: ¡Es nuestro Rey!