SUPERVIVIENTE A UN ACCIDENTE EN GLOBO CIENTÍFICO PERDIDO EN ALASKA SE ENCUENTRA AL VIAJERO DEL ACCIDENTE EN GLOBO El pasado 26 de febrero Alfred Carter, un importante científico, superviviente de un terrible accidente en globo fue encontrado en unas montañas cerca de Anchorage, Alaska. El científico sobrevolaba las montañas cuando una ventisca provocó una mujer en el globo que le hizo estrellarse entre los árboles. Alfred Carter consiguió avisar a los equipos de rescate desde una estación de telecomunicaciones abandonada. Actualmente Alfred reposa en el hospital Kenedy de Anchorage. The New York Times, 28 de febrero de 1984. Entrevista a Alfred Carter Smith Alfred Carter Smith es un científico que sufrió un accidente de globo en Alaska y consiguió sobrevivir durante siete días. 1.-­¿Como fue el accidente? Ya estaba cerca de Anchorage, sobrevolando las montañas a unos 20km de mi destino. Cuando me enganche con los arboles no sabia que pasaba, la ráfaga de viento que estrello el globo me pilló desprevenido. No pude pensar con claridad que hacer y salte del globo. 2.-­¿ Tenias esperanzas de sobrevivir cuando sufriste el accidente? En un principio estaba desesperado por la situación, y no pensaba con claridad, cuando recobre la calma pensé que no pasaba nada, vendrían a buscarme, me encontrarían. Al pasadas unas horas me canse de esperar y entendí que estaba solo perdido en las montañas. 3.-­¿Rescataste algún objeto? Conseguí rescatar un trozo de cuerda y conseguí alcanzar un saco de peso que se había quedado enganchado entre las ramas de un árbol. 4.-­¿Que paso la primera noche? La primera noche fue la mas dura, no tenia donde refugiarme y estaba muerto de frio, entonces se me ocurrió una idea. Construir un refugio con las ramas rotas por el accidente para dormir en el. 5.-­¿Cómo conseguiste no caer en la hipotermia? Moviendo las extremidades y intentando mantener el calor corporal. También en una ocasión puse en práctica una técnica que leí en una revista de supervivencia, cavar un agujero en la nieve para dormir en el, de esa manera se conseguía conservar el calor corporal. 6.-­¿Dónde dormías? Dormía donde podía, cuando llegaba la noche improvisaba lo mejor que se me ocurría. En alguna ocasión dormía al raso, pero cuando tenía la oportunidad de construirme un refugio con maderas lo hacía. 7.-­¿Cómo te alimentaste? Tuve la suerte de encontrar un alce herido y pude matarlo para después cocinarlo y comérmelo. Otro día conseguí llevarme a la boca unos trozos de salmón que le sobraron a un oso. 8.-­¿Cómo superabas los peligros? Cuando encontré el alce, guarde su carne en un saco que llevaba para comérmela por la noche. Durante el camino el olor de la carne fresca atrajo a una manada de lobos. Para salvar el pellejo tuve que lanzar lo más lejos que pude la cabeza del animal y trepar a lo más alto de un árbol. 9.-­¿Como te sentiste cuando te rescataron? En un primer momento no me lo creía, tuve mucha suerte al encontrar la cabaña de comunicaciones para poder llamar para que me rescataran. Fue una sensación de satisfacción increíble. (se emociona) no tengo palabras para describir mis sentimientos. 10.-­¿En que ha afectado tu vida esta experiencia? Creo que ha sido experiencia positiva, una experiencia de superación personal. Me permitido demostrarme a mí mismo que con fuerza de voluntad y superación se puede conseguir cualquier cosa. Esos valores los aplicó en mis investigaciones nunca dejo a medias ninguna. El relato de un superviviente - Era una mañana del 2 marzo, estaba preparando la maleta para coger el globo que me llevaría a Anchorage. Soy científico, vivo en Austin, en la hermosa Texas. Texas es el mejor estado de Estados Unidos, fue capaz de independizarse después de ser gobernado por cuatro países diferentes… Pero mi trabajo me permite ir a cualquier lugar interesante, diferente de mi tierra. Esta vez me dirigía a Anchorage, en Alaska a investigar nuevas especies de animales. Tenia que realizar un gran viaje. Esa misma mañana cogí las maletas y me dirigí a Chicago, en Illinois, que me llevaría a mi destino. Cuando llegue a Chicago, el día 5 de Marzo, fui a buscar mi globo para partir ese mismo día. Eran las cuatro de la tarde y hacia un calor abrasador, cogí mi equipo y embarqué. El despegue fue suave y sin complicaciones, me pasé las primeras horas de viaje tallando figuras de madera con mi navaja, un regalo de mi madre. Mi camino seguía rumbo norte siguiendo las costas de Canadá. Estuve alrededor de dos días sobrevolando las costas, hasta que una mañana de 7 de Marzo me percaté de que ya estaba en Juneau y solo me quedaban unas pocas montañas para llegar a Anchorage. Ilusionado por la cercanía de mi destino no me di cuenta de que estaba perdiendo altura y que el viento agitaba violentamente mi globo. Intenté retomar el control, pero poco después una gran ráfaga de viento me hizo estrellarme contra los abetos oscuros del bosque. Me desperté tumbado entre las hojas, había perdido el conocimiento, y llegué a pensar que me había perdido. Recogí algunos objetos que pensé que me podrían ser útiles en un futuro cercano; En mi bolsillo llevaba mi navaja, y de los restos del globo que quedaban extendidos entre las ramas de los arboles, pude rescatar un saco de peso vacío que podría aprovechar para guardar objetos, y una cuerda que podría tener muchas utilidades. Como soy científico, savia perfectamente que no podía quedarme quieto, ya estaba cayendo la noche y en unas horas perdería el calor del sol y caería en la hipotermia. Decidí construir una cabaña con las ramas rotas causadas por el accidente. Gasté mucha energía, pero valió la pena, tenia suelo seco y un buen techo. Cuando cayó la noche me acobijé en mi pequeño refugio y me puse a pensar sobre mi situación; Savia que estaba solo, pero esperanzado de que por la mañana oiría el ruido de las hélices de los helicópteros de rescate. A la mañana siguiente seguía solo, ni rastro de la civilización. Empecé a preocuparme sobre la situación en la que me encontraba, y tomé la decisión más importante de mi vida, construir una gran flecha con troncos señalando hacia donde me dirigiría y abandoné mi refugio y seguí andando con la esperanza de encontrar algún rasgo de vida humana. Al pasadas unas horas de andar, eran la doce del mediodía. Tenía mucha hambre, intenté buscar algún animal para alimentarme. Divisé a lo lejos un alce tumbado en la nieve, me acerqué a el, me percate de que tenía una pata rota, era mi única oportunidad para comer. Lo cogí por el cuello, el animal me dirigió una mirada llena de fragilidad y ternura, suplicándome que no lo matara. Termine con su sufrimiento cortándole la yugular con un corte profundo y preciso. Despellejé al animal, corte la carne y la guarde en el saco. Seria mi cena. Al pasadas unas horas de andar, hacia el atardecer alrededor de las siete tuve una extraña sensación, era como si alguien me siguiera. Analicé mi alrededor, en primera instancia no vi nada extraño, pero cuando me puse a observar detenidamente entre los matorrales, arboles y rocas había un montón de ojos. El olor de la carne que transportaba conmigo en el saco, atrajo a una manada de lobos hambrientos. Estaba colapsado por el miedo, ellos querían lo que yo necesitaba para sobrevivir. Antes de que me pudieran atacar cogí la cabeza del arce y la lancé con todas mis fuerzas lo mas lejos posible, toda la manada se abalanzó a por el trozo de carne. Aproveche ese caos para trepar a lo mas alto de un hermoso pino que tenia a unos pocos metros de mi. Pensaba que se m salía el corazón, había salvado el pellejo por bien poco. Mire hacia abajo para ver cual era la situación. Los lobos aun merodeaban por allí. Cuando ya oscureció na había ni rastro de los lobos. Baje del árbol y me dispuse a pasar la noche allí. Encendí un buen fuego para ahuyentar a posibles bestias y cocinar la carne. Cuando ya estuvo echa, saboreé cada trozo de carne que me llevaba a la boca como si fuera el último. Aparte la nieve y las hojas caídas en el suelo para tener donde dormir. Avive el fuego con mucha leña para que durase toda la noche, y ate el saco que contenía la carne humada con una cuerda a una rama de un árbol que estaba alejado unos metros de donde dormiría, para no atraer a los animales. Ya era mi segunda noche perdido en los bosques de Alaska y aun conservaba la esperanza de salvarme. Durante toda noche no pegue ojo, se oían ruidos terroríficos producidos por la fricción del viento con la vegetación y hacía un frio horroroso. Después de haber pasado una muy mala noche por la maña me levante. Calenté en las brasas la carne sobrante de la cena y me la comí. Pase todo el día caminando y sin comer ni beber nada. La tercera noche encendí un fuego e improvise una cabaña con algunas ramas que pude arrancar de los árboles. Me desperté con fuerzas el cuarto día gracias a que tuve una noche tranquila. Durante todo el cuarto día nevó mucho y me costaba andar. Nevaba con intensidad y cada paso era un gran esfuerzo se amontonaban centímetros de nieve sobre las rocas y sobre la vegetación. Cuando cayó la noche intenté encender un fuego pero a causa de la gran nevada toda las ramas Y hojas estaban húmedas y me fue imposible encender una fogata. Hacía un frío espantoso y no podía pasar la noche al raso, decidí cavar un agujero en la nieve para dormir dentro, había leído que con esa técnica se lograba conservar el calor corporal gracias a eso conseguí pasar mi cuarta noche sin caer en la hipotermia. Desperté en la mañana del quinto día, sediento y hambriento hacía dos días que no comía ni bebía nada. Me ocurrió una gran idea coger nieve y meterla en el saco. Entonces estrujarlo para que cayeran gotas de agua en mi boca. Eso me alivió la sed y me refresco. Camine durante toda la mañana, pasado el mediodía hacia la atardecer decidí construir una trampa para atrapar algún conejo o animal que estuviera merodeando por ahí. La trampa era muy simple consistía en un lazo corredero atado a un árbol joven de tallo flexible. Entonces cuando el animal pusiera una de sus extremidades en el círculo que formaba la cuerda se ataría y quedaría suspendido en el aire. Pasé las pocas horas de sol que mie quedaban intentando capturar un animal pero no tuve éxito. Por la noche emplee la misma técnica para dormir de la noche pasada, había pasado una noche muy confortable y quería repetir la experiencia. Por el contrario esta noche sí que tuve la fortuna de poder encender un fuego por fricción. La mañana del sexto día no almorcé nada solo bebí unas gotas de agua. Tras caminar unas horas hacia el mediodía, encontré un río, el agua era clara y se podían ver salmones. Intente pescar alguno con las manos, fue inútil. No me di cuenta que unos metros más arriba había un oso intentando lo mismo que yo. Se me ocurrió una brillante idea esconderme y cuando ya se fuera me comería los restos de su comida. Ocurrió tal y como tenía planeado, cuando se fue me pude comer algún resto de salmón que había quedado. Sin darme cuenta se hizo de noche, decidí dormir al pie de un árbol. Me despertaron los primeros rayos de sol del séptimo día cuando estaba amaneciendo. Cuando ya había caminado unos kilómetros, vi a lo lejos un palo de telecomunicaciones. No me lo podía creer, pensaba que era una alucinación mía. Me puse a reflexionar sobre la situación. No tenía nada que perder si me dirigía hacia el punto. Camine durante varias horas parecía que cada vez el palo de telecomunicaciones que estaba más lejos. Casi ya había perdido la esperanza, me pasó por la cabeza que era mejor estar muerto. Cuando al lado del palo de telecomunicaciones divisé una cabaña de servicio. Corrí lo más rápido que pude. Inspeccioné esa cabaña tenía una vieja puerta de madera, la abrí, dentro sólo había un trineo, un montón de telarañas y un teléfono de socorro. Marque el número de socorro, en menos de media hora llegaron los helicópteros. Me saltaron las lágrimas de alegría, me costaba asimilar que había sobrevivido durante siete días a la intemperie. Mi odisea en los bosques de Alaska al fin había terminado. Navajas Carter Smith 1 2 3!!! Cuchillo, 1,2,3!!! Destornillador 1,2,3!!! Abrelatas. Por tan sólo: 20$