Bonsomi1

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Bonsomi
1
«Una raza humana es como un individuo;
hasta que no use su propio talento,
se enorgullezca de su propia historia,
exprese su propia cultura y reafirme su propia existencia,
nunca podrá realizarse»
Malcolm X
Atá ndéle ekoyébana2.
Las expediciones de destrucción y castigos ejemplarizadores fracasaron no por desidia
bélica de los jefes, mala fortuna de los peninsulares o por inferioridad de armas, sino por
las estrategias de los cimarrones. Cuando ocurrió el naufragio favorable, en octubre de
1553, las ansias de libertad que los enfermaban en la sentina del galeón ya eran
insoportables y estaban dispuestos, hombres y mujeres, a matar o morir por ella.
Mientras los españoles se desconcertaban viendo cómo el navío se estrellaba contra la
escollera de Portete, sin ponerse de acuerdo, los africanos esclavizados huyeron monte
adentro. Sobre la marcha, Antón, el más audaz, asumió el liderazgo. La razón mayor y
unánime era la sobrevivencia en estas tierras parecidas y distintas a las suyas. En las
prisas de las escaramuzas, en el parpadeo de la sorpresa y la desesperación por la
inferioridad numérica, se obligaron a alianzas instantáneas o a guerras relámpago
implacables con los dueños del lugar. Fue Alonso de Illescas quien perfeccionó la
estrategia de pactos interculturales para la resistencia eficaz y prolongada. Las sucesivas
derrotas de las tropas colonialistas españolas devastaron la tranquilidad de los
gobernantes coloniales de Quito. No se supo en qué momento, pero los bucaneros
contrarios a la Corona española se enteraron de que en algún lugar de la costa pacífica,
antes de Puerto Viejo y después de la bahía de Buena Ventura, existía una República de
Negros y Zambos Libres. Y que esa República, aunque mal vista por los reyes de España,
era un palenque de gente africana libre. El consentimiento real era resultado del espionaje
español; los agentes coloniales remitieron información equívoca que aseguraba que se
estaba organizando un ejército de indios y negros adiestrados en artes combinadas de
guerrear; los líderes político-militares cimarrones recibían alijos de armas de los corsarios
a cambio de resguardo en las caletas de dominio y toda suerte de provisiones y agua.
También informaba el servicio de espionaje que si el desangre inútil por conquistar la
provincia de las Esmeraldas continuaba, no quedarían tropas fogueadas para detener el
posible avance cimarrón a Quito. En la Corte española suponían que Quito ya estaba a
tiro de arcabuz de la resistencia indoafricana. A tiempo modificaron la política de
sometimiento con el apoyo del ‘caballo de Troya’ de los sacerdotes católicos. El asedio
de conquista comenzó Biblia en mano, bautismos de distracción y susurros de perdón y
olvido. También hubo viajes a Quito para mostrarles el apaciguamiento de los ardores de
guerra de los colonizadores, retrato-postal de los cimarrones a los reyes católicos
(realizado por el pintor Andrés Sánchez Gallque) como testimonio de que las cosas iban
bien. A vuelta de correo, se otorgó el nombramiento de Gobernador de las Tierras de las
Esmeraldas a Alonso de Illescas, «y que por favor fuera a recibirlo de la mano de sus
majestades en un día muy cercano al propósito firme de sus ilustrísimas…, etc.» El
comandante de aquella república de verdades y mitos se lo pensó bien y, sin saberlo,
debió coincidir con Maquiavelo: «Quien logra el principado con la ayuda de los grandes,
se mantiene en el poder con mayor dificultad que el que llega hasta el mismo con el
apoyo popular, pues este último se halla rodeado de muchos que se consideran iguales a
los cuales no se puede mandar ni manejar a su antojo.»3 Jamás fue por el pergamino real
y más bien se dedicó a gobernar la existencia libre del territorio con las ciencias y
habilidades que pudo y hasta donde le dio la vida.
Hay quienes dicen que Alonso de Illescas nació en la actual República de Cabo Verde;
otros, en El Congo, Angola o alguna región continental. La fecha: 1528. Esos diecisiete y
esas seis, ¿qué ocupación tendrían en sus naciones? ¿Eran artistas, guerreros o doctores
del pensamiento? Por el rápido dominio político y militar del lugar, los convenios de
defensa colectiva y la capacidad de organizar algo parecido a una república y no una
monarquía, se supone que tendrían cargos relevantes. No parece que el líder cimarrón
sólo fuera un decente administrador de la hacienda de los Illescas y alguien de ánimo
subalterno. El historiador Juan García Salazar cuenta que Alonso no tenía categoría de
esclavo ni venía encadenado en la bodega del galeón; su vida no tenía nada de difícil, aun
comparada con la de otros españoles. ¿Qué lo hizo cambiar de bando e iniciar la
resistencia militar a los españoles? La justa respuesta sería: el sentido ancestral de la
libertad y el llamado ineludible de los ancestros combatientes4.
Miniololo ya bowumbu ekatamaki5.
Fue en la tarde del 24 de septiembre de 1913. La hagiografía católica mandaba celebrar a
la Virgen de las Mercedes, mientras que el otro santoral festejaba el día santo de Obatalá.
Él es una de las ánimas más benditas del panteón yoruba americano, orisha mayor, señor
de la paz, dueño de la armonía y protector de las cabezas. Propietario de veinticuatro
avatares distintos. Ninguno conduce a la confrontación bélica. La Virgen de las Mercedes
es patrona de la Policía Nacional. Ese día de celebración para una y otra cultura, medio
centenar de montoneros negros, al mando de Carlos Concha, asaltaron con éxito el
cuartel de la Policía. Las armas del asalto eran comparativamente precarias: machetes,
algunos revólveres, cuchillos y la fuerza de las trompadas. No lograron apoderarse de la
guarnición militar por el oportuno desembarco de guardiamarinas del cañonero Cotopaxi.
Así comenzó una de las guerras civiles más sangrientas, silenciadas o tergiversadas de la
República del Ecuador.
Las justificaciones para matar y haberse hecho matar en esta rebelión van de la infame
trivialidad a la abundancia de testosterona alfarista; de los resentimientos profundos por
méritos no reconocidos al jefe de los alzados a supuesto desobligo gubernamental con los
ex soldados liberales; del desconocimiento por íntimas razones amargas al gobierno de
Leonidas Plaza a las nostalgias macheteras del alfarismo.
Ninguna convence porque todas tienen marcadas las huellas del interés, sea ideológico
(casi un anticipo de la lucha de clases), familiar (las injusticias de los ex amigos del
gobierno con el clan) o de verraquera política (venganza por la Hoguera Bárbara). Por
cualquiera de estos motivos, ninguna guerra se prolonga tanto ni es tanta la ferocidad de
los combates. Queda para meditar el implacable ensañamiento de las tropas
gubernamentales con Federico Lastra al caer prisionero, si se compara con la captura de
Carlos Concha.
La guerra civil duró hasta noviembre de 1916. Las cañoneras bombardearon la ciudad de
Esmeraldas en febrero de 1914; hasta ahora es la única ciudad ecuatoriana que ha sido
cañoneada por su propio gobierno. Triste récord. La superioridad en hombres y armas fue
compensada por estrategias de asombro y aunque hubo otros alzamientos en el país,
ninguno concentró tal cantidad de fuerzas militares ni fue resistida con tal eficacia hasta
el armisticio. La historiografía oficial endosa sin más el legado histórico a Carlos Concha
y esquiva la presencia de los comandantes Federico Lastra y Hermógenes Cortés. Para
nada menciona el atroz concertaje (esclavitud disfrazada) de mucha gente negra y la
crueldad racista de las administraciones blancas. Nadie va a una guerra por el peso y el
valor de las emociones ajenas o por circunstancias que nada tengan que ver con sus
significantes culturales inmediatos. Desde siempre, la gente se mata o se hace matar por
algo casi indefinible como la libertad. Y era aquello y no otra cosa lo que exigían los
montoneros esmeraldeños.
1 Significa «libertad», en lingala, idioma hablado en la costa occidental de África, considerado el más musical de todos los que se utilizan.
2 «Algún día la gente lo sabrá», en lingala.
3 Nicolás Maquiavelo, El Príncipe.
4 Referencia a Changó, el Gran Putas, del escritor afrocolombiano Manuel Zapata Olivilla.
5 «Se rompieron las cadenas de la esclavitud», en lingala.
Por: Juan Montaño Escobar
En La Casa, nº 48. Revista de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Esmeraldas.
Enero de 2006
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