Evangelización, novedad, permanencia

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Evangelización, novedad, permanencia
Cali, 17 – 20 de agosto de 2012
S.E. Mons. Octavio Ruiz Arenas
Arzobispo emérito de Villavicencio
Secretario del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización
La Iglesia en América Latina se encuentra en “estado de misión permanente” a
partir de la apremiante invitación que hicieran los obispos que participaron en la V
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano realizada en Aparecida en el 2007.
Esta convocación no era otra cosa que tratar de renovar o poner en marcha en todo el
continente la «nueva evangelización» que venía ya desarrollándose de múltiples maneras,
unas incipientes, otras de gran compromiso y profundidad, a partir de la urgencia que había
señalado el documento de Puebla en 1979 y la insistente convocatoria que hiciera el papa
Juan Pablo II a toda América Latina.
Bien pronto el SINE comenzó a buscar caminos que permitieran responder a esas
llamadas, implantando un proceso, primero a nivel parroquial, luego también a nivel de
diócesis enteras, como un método pastoral o como una válida estrategia para llegar sobre
todo a los fieles de la Iglesia que se han alejado o son indiferentes en la vivencia de su fe
cristiana, con el fin de anunciarles el mensaje de la Buena Nueva (kerigma), para que,
encontrando a Jesucristo en su vida, logren la conversión y vivan la fraternidad cristiana
dentro de la comunidad eclesial, en la que celebren festivamente su fe y reciban una sólida
formación catequética.
El Evangelio es siempre el nuevo anuncio de la salvación obrada por Cristo para
hacer participar a la humanidad en el misterio de Dios y de su vida de amor y abrir a
todos los hombres un futuro de esperanza segura y sólida. Subrayar que en este
momento de la historia la Iglesia está llamada a desarrollar una nueva evangelización,
significa intensificar la acción misionera para responder plenamente al mandato del
Señor.1
1. La apremiante invitación a un nuevo impulso misionero
El papa Juan Pablo II en su encíclica sobre la validez y urgencia del mandato
misionero comienza con una afirmación contundente: «La misión de Cristo Redentor,
confiada a la Iglesia, está aún lejos de cumplirse»2. En efecto, no sólo todavía hay miles de
millones de hombres y mujeres que no conocen el mensaje del Evangelio sino que, además,
1
2
Sínodo de los obispos, XIII Asamblea General Ordinaria, Instrumentum laboris, 88
Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio, 1
2
muchos de quienes han recibido el bautismo, no llevan una vida en coherencia con su fe.
De ahí la llamada apremiante que hace el Papa para que la Iglesia no solo cumpla con la
tarea del anuncio del Evangelio, sino que la cumpla teniendo siempre presente su índole
misionera. Ahora bien, con el fin de encuadrar con claridad la actividad misionera, de tal
manera que responda a las diversas circunstancias en las que se debe cumplir, Juan Pablo II
distingue muy bien tres situaciones distintas que se presentan en la actualidad: en primer
lugar está la que se llama misión ad gentes que consiste en el anuncio del Evangelio a
aquellos pueblos o personas que no conocen a Cristo; luego viene la pastoral ordinaria de
la Iglesia, cuya tarea fundamental radica en el acompañamiento permanente para el
crecimiento de la fe, de aquellos que ya han recibido al anuncio de la Buena Nueva y han
sido bautizados; y finalmente la nueva evangelización encaminada a aquellos grupos
enteros de bautizados que han perdido el sentido vivo de la fe o incluso no se reconocen ya
como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio. 3
La actividad que pretende desarrollar la nueva evangelización se inscribe
precisamente como respuesta a esa dolorosa situación de la Iglesia, en la que muchísimos
bautizados son personas alejadas de la Iglesia o practicantes no comprometidos seriamente
en su vida cristiana y eclesial y en cuya existencia no hay una coherencia entre lo que viven
y lo que creen. Esta tarea evangelizadora, que están cumpliendo ya muchísimas realidades
de la Iglesia, constituye una experiencia pastoral de tantísima importancia y urgencia en el
momento actual, que el papa Benedicto XVI ha querido darle un gran impulso, lo cual nos
hace ver que es conveniente profundizar cada vez más no sólo en lo que es la nueva
evangelización, sino también en comprender en qué consiste su novedad y el por qué de
ella.
En efecto, Benedicto XVI, dando continuidad a cuanto ya expresaba el Beato Juan
Pablo II, ha puesto todo su empeño en «la necesidad de ofrecer una respuesta particular al
momento de crisis de la vida cristina que se está comprobando en muchos países, sobre
todo de antigua tradición cristiana», 4 colocando la nueva evangelización en el primer
puesto de la agenda de toda la Iglesia.
En primer lugar ha creado el “Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva
Evangelización”, con la Carta apostólica Ubicumque et Semper del 21 de septiembre de
2010, para que estimule la reflexión sobre los temas de la nueva evangelización y descubra
y promueva las formas y los instrumentos adecuados para realizarla. 5
En segundo lugar, la Publicación de la Exhortación postsinodal Verbum Domini el
30 de septiembre de 2010, en la cual, además de reafirmar la urgencia de una nueva
evangelización para responder a los problemas que se presentan hoy para la transmisión del
Evangelio, el Papa recuerda con insistencia que hay que redescubrir el puesto central de la
Palabra divina en la vida cristiana. 6
3
Ibid. , 33
Benedicto XVI, Discurso en la Plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización
(30 de mayo de 2011).
5
Cf. Benedicto XVI, Carta Apostólica Ubicumque et Semper, art. 1 § 2; art. 3 nn. 2-4
6
Cf. Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, nn. 96, 105 y 122
4
3
En tercer lugar la convocación de la XIII Asamblea General del Sínodo de los
obispos el 24 de octubre de 2010, cuya tema será precisamente “La nueva evangelización
para la transmisión de la fe cristiana” y que ha de realizarse en octubre de 2012.
Benedicto XVI ha convocado a toda la Iglesia a celebrar el “año de la fe”, para
conmemorar los 50 años de la iniciación del Concilio Vaticano II y los 20 años de la
publicación del Catecismo de la Iglesia Católica 7. Para tal fin dirigió a toda la Iglesia la
Carta Apostólica Porta Fidei, con la cual renueva el compromiso misionero de todos los
cristianos e invita a todos los bautizados a redescubrir con plena conciencia e inmensa
alegría los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y orada. 8
El por qué de la nueva evangelización
Al percibir la situación de acelerada descristianización que se está dando en Europa
y que comienza también a sentirse con fuerza en América Latina, el papa Juan Pablo II
lanzó su persistente invitación para que se realizara una nueva evangelización. Más aún
Juan Pablo II, en sus múltiples viajes a América Latina, constató asimismo el hecho de que
muchos católicos en ese continente abandonaban la Iglesia para ir a buscar a Cristo y tratar
de alimentarse de su Palabra en otras comunidades o grupos religiosos que también se
profesan como cristianos.
Por su parte, el papa Benedicto XVI, desde que inició su ministerio petrino, ha
manifestado su honda preocupación por el secularismo que está corroyendo el sustrato
cristiano de muchos países de antigua tradición cristiana y que han comenzado a vivir un
indiferentismo religioso, desarrollando una mentalidad en la cual, de hecho, Dios está
ausente de la existencia humana. Su preocupación, sin embargo, no se refiere de manera
exclusiva a los países europeos, sino que su corazón de pastor lo ha llevado también a
expresar su aflicción por lo que sucede en América Latina, la cual está viviendo un «cierto
debilitamiento de la vida cristiana en el conjunto de la sociedad y de la propia pertenencia a
la Iglesia católica debido al secularismo, al hedonismo, al indiferentismo y al proselitismo
de numerosas sectas, de religiones animistas y de nuevas expresiones seudo religiosas»9.
Situación de Europa
Al final del II milenio Juan Pablo II de manera casi dramática muestra su
preocupación por la situación de Europa, que de haber sido un continente en el que el
cristianismo había impregnado la vida, no sólo religiosa, sino también social y cultural de
los pueblos, a partir del Renacimiento con sus tendencias inmanentistas se dejó permear de
un proceso de secularización que la ha llevado a separarse de la Iglesia y después de la fe
7
Convocación realizada durante la Santa Misa celebrada por el papa Benedicto XVI en la Basílica de San
Pedro el 16 de octubre de 2011
8
Benedicto XVI, Carta Apostólica Porta Fidei, n.7
9
Benedicto XVI, Discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del
Caribe, (Aparecida, 13 de mayo de 2007), N. 2
4
cristiana, produciendo el crecimiento de nuevos modelos culturales que se declaran ajenos
al cristianismo. Por esto le lanzaba una acuciante invitación a Europa:
Yo, Obispo de Roma, y Pastor de la Iglesia universal, te lanzo, o vieja Europa,
un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Se tú misma. Descubre tus
orígenes, reaviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron
gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes.
Reconstruye tu vida espiritual, en un clima de respeto con las demás
religiones y con las genuinas libertades». 10
Europa se presenta ahora como un continente, no más mayoritariamente cristiano,
sino pluralista, y en donde el número de personas indiferentes frente a la religión es muy
alto. Así, pues, el anuncio del Evangelio hoy en Europa ya no es ante un mundo religioso,
sino ante una sociedad “laica” y “científico técnica”, que quiere silenciar el cristianismo y
rechaza la religión como superstición o como residuo de épocas pasadas que no han sido
iluminadas por la razón, Por ello el Papa habla de la necesidad de una “segunda
evangelización” de Europa.
Ante esta realidad, ampliamente tenida en cuenta durante la II Asamblea especial
para Europa del Sínodo de los Obispos, escribía Juan Pablo II:
En varias partes de Europa se necesita un primer anuncio del Evangelio: crece el
número de las personas no bautizadas, sea por la notable presencia de emigrantes
pertenecientes a otras religiones, sea porque también los hijos de familias de
tradición cristiana no han recibido el Bautismo, unas veces por la dominación
comunista y otras por una indiferencia religiosa generalizada. De hecho, Europa ha
pasado a formar parte de aquellos lugares tradicionalmente cristianos en los que,
además de una nueva evangelización, se impone en ciertos casos una primera
evangelización.11
La mayor preocupación tanto católica como protestante es enfrentar con fuerza el
embate de la secularización, que poco a poco se ha ido transformando en secularismo, que
pretende una separación radical de lo religioso, de tal modo que habría que concebir la fe
como algo no solo irrelevante, sino algo que se coloque únicamente en el ámbito individual,
sin que pueda tener incidencia alguna en la vida pública y en la sociedad. Más aún, el
secularismo quiere llevar a pensar que el mundo es adulto y autónomo y por consiguiente
no necesita de Dios. Centra todo en el hombre, y por lo tanto Dios resulta una hipótesis
inútil y un opositor a la libertad humana que es necesario eliminar. 12 Con todo ello se va
creando una mentalidad en la que Dios pasa a un segundo plano y de hecho está ausente, en
todo o en parte, de la existencia y de la conciencia humana, dando paso a una cultura del
relativismo, que tiene como único principio el de la fuerza y el poder, y en donde se
desarrolla una mentalidad hedonista y consumista y con predominio del individualismo.13
10
Juan Pablo II, Discurso en Santiago de Compostela (9 de noviembre de 1982).
Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Europa, 46
12
Cf. Rino Fisichella, La nueva evangelización, (Sal Terrae, 2012), 32-37
13
Cf. Sínodo de los Obispos, XIII Asamblea General Ordinaria, Lineamenta, n.6 § 1
11
5
Situación de América Latina
El Documento de Aparecida nos dice que América Latina se encuentra ante un
cambio de época cuyo nivel más profundo es el cultural. Se está viendo cómo se ha
desvanecido la concepción integral del hombre y su relación con el mundo y con Dios;
también cómo se ha sobrevalorado la subjetividad individual, se han debilitado los vínculos
comunitarios y se ha dejado de lado la preocupación por el bien común; se percibe una
fuerte inestabilidad, la creación de nuevos y arbitrarios derechos individuales, el
desmoronamiento de la familia, la banalización de la sexualidad, la creciente cultura de
muerte. Se observa el temor de asumir compromisos duraderos y, en cambio, que todo
resulta prácticamente desechable, se prefiere vivir día a día, sin programas a largo plazo ni
apegos personales, familiares y comunitarios. Prevalece, además, el consumismo, en donde
todo deseo puede ser satisfecho por los productos que tienen un carácter eficaz, efímero y
hasta mesiánico14.
La Iglesia en América Latina se enfrenta en la actualidad a un contexto de
fragmentación, en donde hay una gran pluralidad de posiciones, diversificación de
lenguajes y de comportamientos que abren paso a un proceso de secularización cada vez
más acentuado, en el que prácticamente se quiere construir el mundo “como si Dios no
existiera”. Esta realidad, que en sí podría abrir muchos espacios a una maduración de la fe
y a una presencia más activa de la Iglesia y a su acción evangelizadora, sin embargo se ve
hoy cada vez más impedida porque la secularización se ha ido transformando también,
como en un Europa, en un secularismo.
La situación concreta de América Latina nos muestra que es urgente continuar y
reforzar todo el trabajo que se está realizando para poner en marcha la nueva
evangelización, pues aunque todavía la fe o la creencia en Dios sigue muy arraigada y
existe una piedad popular bastante desarrollada, sin embargo ésta última tiene muchas
expresiones ambiguas y el influjo del secularismo ha ido llevando a un creciente
agnosticismo. Además, el continente latinoamericano, a pesar de que durante cinco siglos
tuvo el catolicismo como la religión de las mayorías, ahora sufre el creciente aumento de
grupos de corte pentecostal y la agresividad contra la Iglesia por parte de algunos
movimientos religiosos.
Este crecimiento de numerosas agrupaciones “cristianas” que acogen a muchos
católicos, nos debe llevar a tomar conciencia de que la disminución de católicos en
América Latina está revelando un problema cualitativo en su acción pastoral. En efecto,
tenemos que ser conscientes de que un porcentaje (no indiferente) de católicos abandona la
Iglesia, mientras otro sector importante se dice católico, pero no cree lo que la Iglesia
profesa. Asimismo cada vez más crece el número de católicos que no tienen conciencia de
pertenencia eclesial y viven su fe desde una perspectiva individual, no comunitaria.
El problema que se descubre en todo esto es que no estamos sólo ante un rechazo de
Dios, sino también ante un rechazo de la Iglesia, pues se va a buscar a Dios en otros grupos
14
Cf. Documento de Aparecida, 44-51
6
religiosos. Ciertamente el problema es grave, pues si no logramos poner remedio y la
situación religiosa sigue igual, se prospecta que en el año 2035, si continua el fenómeno de
migración religiosa tal como se encuentra en la actualidad, habrá un 41% de católicos y
otro 41% de evangélicos, mientras que los que dirán no profesar ninguna religión crecerán
a un 16%. En el fondo no estamos tanto frente a un problema doctrinal en cuanto tal, sino a
un problema vivencial, e incluso de tipo metodológico. 15
Frente a este problema de la deserción de muchos católicos, se tiene la tentación de
pensar que lo primero que hay que hacer es ver cómo contraponerse a la proliferación y al
proselitismo de las sectas, pero no se toma conciencia de que lo que hay que afrontar es
preguntarse seriamente el por qué se van los fieles; interrogarse por qué dejan de asistir a la
Iglesia, a los sacramentos.
El documento de Aparecida ofrece una primera aproximación a esta grave
inquietud:
Según nuestra experiencia pastoral muchas veces la gente sincera que sale de nuestra
Iglesia no lo hace por lo que los grupos “no católicos” creen, sino fundamentalmente
por lo que ellos viven; no por razones doctrinales sino vivenciales; no por motivos
estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos sino
metodológicos de nuestra Iglesia. Esperan encontrar respuestas a sus inquietudes.
Buscan no sin serios peligros responder a algunas aspiraciones que quizás no han
encontrado, como debería ser, en la Iglesia. 16
2. La evangelización, tarea fundamental de la Iglesia
Si los pueblos de Europa y, a través de ella, los de América Latina son cristianos es
porque bajo la acción del Espíritu Santo, hubo hombres y mujeres que realizaron una seria
labor misionera, que llevó a los habitantes de estos pueblos a conocer, amar, celebrar y
seguir la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación. Por
esta razón, antes de dar una palabra sobre la nueva evangelización, es oportuno recordar
qué es evangelizar, ya que ésta es la razón propia de la Iglesia.
La dinámica de la evangelización
Hoy para nosotros no resulta extraño encontrarnos en medio de comunidades
cristianas y oír hablar de Cristo prácticamente en todo el mundo. Sin embargo, ¿cómo fue
el origen de esta fe?
El cuarto evangelio nos ha dejado plasmado el impacto que produjo la persona de
Jesús en los dos primeros discípulos que lo encontraron. Ellos escuchan a Juan el bautista
que dice que Jesús es el Cordero de Dios y, llenos de curiosidad, van detrás de él. «Jesús, al
15
Cf. Norberto Strotmann, José Luis Pérez Guadalupe, La Iglesia después de ‘Aparecida’. Cifras y
Proyecciones, p.199
16
Documento de Aparecida, 225
7
ver que le seguían les pregunta: ¿qué buscan?» (Jn 1,38). Como ellos querían saber dónde
vivía, a esa pregunta siguió la invitación a tener una gran experiencia: «vengan y lo verán»
(Jn 1,39). Es tan impactante ese primer encuentro que Andrés va a buscar a su hermano
Simón (Pedro) para comunicarle la noticia: «Hemos encontrado al Mesías» es decir a Cristo
y de inmediato lo lleva hasta Jesús (cf. Jn 1,41s).
La misión fundamental de la Iglesia se encuadra en esa misma dinámica, esto es,
comunicar su experiencia viva y continua de Jesús. En otras palabras, su misión es la
evangelización, la cual tiene como fin último el anuncio claro e inequívoco de Jesucristo,
Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado que ofrece la salvación a todos los
hombres. Este anuncio, una vez escuchado y asimilado, ha de llevar a una adhesión de
corazón, a un seguimiento del Señor Jesús, para que acogiendo esa Palabra de vida, la
persona se convierta en alguien que da testimonio y anuncia. 17 Así, pues, quien ha
encontrado a Jesús vivo y ha sido evangelizado también debe evangelizar. Cabe muy bien
recordar el ímpetu evangelizador de Pablo, que decía: «predicar el Evangelio no es para mí
ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. ¡Ay de mí si no predico el
Evangelio» (1Co 9,16).
El aspecto primordial de la evangelización es entonces lograr que la persona tenga
un encuentro personal con Cristo vivo. Un encuentro que llene su existencia, que le dé
sentido y profunda alegría a su vida, que le permita cumplir con gozo su vocación inicial y
buscar continuamente ser mejor hombre o mejor mujer en medio de su familia, de su
ámbito de trabajo, en la sociedad. El cristiano, al escuchar y seguir el Evangelio, ha de
buscar ser cada vez mejor cristiano y estar lleno del espíritu de Cristo, pleno de amor, de
solidaridad, de perdón y de misericordia, de tal manera que permita con su vida que se
perciba en todos los ambientes el “buen olor de Cristo”, pues como dice San Pablo:
«Porque nosotros somos el aroma de Cristo ofrecido a Dios, para los que se salvan y para
los que se pierden» (2 Co 2,15).
El encuentro con Cristo exige que lo sigamos, que tratemos de conocerlo y
caminemos a su lado, pues, como decía el Papa en Madrid durante la JMJ, «cuando no se
camina al lado Cristo, que nos guía, nos dispersamos por otras sendas, como la de nuestros
propios impulsos ciegos y egoístas, la de propuestas halagadoras pero interesadas,
engañosas y volubles, que dejan el vacío y la frustración tras de sí». 18 Más aún, decía el
Papa; «Quien cede a la tentación de ir “por su cuenta” o de vivir la fe según la mentalidad
individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a
Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de él». 19 Así, pues, nuestro encuentro
con Cristo no es algo hecho en solitario, no es una experiencia que se acomode a nuestros
sentimientos y caprichos, sino un encuentro que debemos realizar al interior de una
comunidad. Hemos recibido la fe en la comunidad cristiana y es en ella donde debemos
igualmente transmitirla. Dice el Papa: «Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que
tu fe sirva igualmente para la de otros».
17
Cf. Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, 22-27
Benedicto XVI, JMJ Madrid 2011, Discurso a los Jóvenes de todos los continentes durante el encuentro
con el Santo Padre (18 de agosto).
19
Benedicto XVI, JMJ Madrid 2011, Homilía de la Misa Conclusiva (21 de agosto).
18
8
El objeto imprescindible de ese encuentro personal con el Señor ha de ser el de
llevar a la convicción de que Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida, la cual
da sentido a todo lo demás, pues no somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino
que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto del amor de Dios. 20
¿Reevangelización?
El término “nueva evangelización” evoca la exigencia de una renovada modalidad de
anuncio, sobre todo para aquellos que viven en un contexto, como el actual, en el cual
el desarrollo de la secularización ha dejado fuertes huellas también en Países de
tradición cristiana.21
La expresión nueva evangelización surgió como tal durante la III Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano realizada en Puebla en el año 1979. Allí los
obispos expresaron que existen «Situaciones nuevas (AG 6) que nacen de cambios socioculturales y requieren una nueva evangelización: emigrantes a otros países; grandes
aglomeraciones urbanas en el propio país; masas de todo estrato social en precaria situación
de fe; grupos expuestos al influjo de las sectas y de las ideologías que no respetan su
identidad, confunden y provocan divisiones»22.
La Iglesia al hablar de nueva evangelización hace hincapié en el hecho de que no se
trata de una re-evangelización, como si la primera hubiera estado mal hecha o fuera
incompleta. Tampoco se trata de anular la evangelización ya realizada y mucho menos de
anunciar un “nuevo” evangelio. San Pablo advertía al respecto: «Si alguien viene y predica
a otro Jesús diferente del que yo les prediqué y les propone recibir un Espíritu diferente del
que recibieron y un Evangelio diferente del que abrazaron, ¿lo toleráis también?» (2 Cor
11,4). Más aún, el apóstol Pedro nos recuerda que «No hay bajo el cielo otro nombre dado a
los hombres por el que podamos salvarnos» (Hch 4,12). Hablar de nueva evangelización
quiere decir, entonces, que necesitamos tomar el gran tesoro del Evangelio y sacar de allí,
del mismo tesoro de siempre, cosas nuevas. El mismo Jesús en uno de sus ejemplos
didácticos explica esto diciendo: «un letrado que se ha hecho discípulo del reino de los
cielos se parece al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas»
(Mt 13,52).
Con un renovado ímpetu misionero la Iglesia, entonces, debe hacer un esfuerzo para
responder a los nuevos desafíos que presenta el mundo actual y concretizar la acción
evangelizadora en la situación propia de la comunidad a la cual va dirigida, saliendo al
encuentro de aquellos ambientes que aglomeran muchísimas personas pero cuya
evangelización ha sido hasta cierto punto descuidada, como ocurre por ejemplo en los
campos universitario, intelectual, político, empresarial, en las fábricas, en el entorno de la
clase obrera, en el mundo de la comunicación social, en la cultura digital, etc. Para lograr
20
Cfr. Benedicto XVI, JMJ Madrid 2011, Homilía durante la Vigilia (20 de agosto).
Sínodo de los obispos, XIII Asamblea General Ordinaria, Instrumentum laboris, 44
22
Documento de Puebla, 366
21
9
esto, se hace necesario la evangelización de la cultura, o mejor de los forjadores de la
cultura actual, y de manera especial una nueva evangelización, que comience a nivel de las
persona, de la familia y de la parroquia, para afrontar el amplio fenómeno de la
secularización.
Se trata entonces de una evangelización, cuyo contenido es el mismo de siempre,
pero que debe ser novedosa en el modo como se realice para que llegue al corazón del
hombre de hoy. Así, pues, en éste nuestro mundo, frecuentemente dominado por una
cultura secularizada que fomenta y propone modelos de vida sin Dios, urge un anuncio
fuerte y una sólida y profunda formación cristiana. Un anuncio que lleve una palabra viva,
porque encierra a Cristo en ella, pero también una palabra hecha vida a través del
testimonio. Necesitamos cristianos convencidos de su bautismo y conscientes de su misión
en la Iglesia y en el mundo. Hombres y mujeres creyentes que también en comunidad hagan
ver que la Iglesia es una familia, una comunidad viva. Por lo tanto, el proceso al que está
invitando la Iglesia conlleva a que todo bautizado descubra la importancia de conocer lo
más profundamente posible la persona de Cristo y los contenidos de la fe para hacer llegar
la palabra del Evangelio a la sociedad y a la cultura contemporáneas.
… la nueva evangelización es la capacidad de parte de la Iglesia de vivir en modo
renovado la propia experiencia comunitaria de la fe y del anuncio dentro de las
nuevas situaciones culturales que se han creado en estas últimas décadas.23
Así, pues, ésta tiene como punto de partida la certeza que ha tenido la Iglesia desde
el comienzo: que en Cristo hay una riqueza insondable (Ef 3,8), porque él es nuestra
salvación, lo cual constituye su más firme convicción. De ahí que la novedad de esta acción
evangelizadora no tiene que ver con el contenido, en cuanto tal, pues Cristo siempre es el
mismo ayer, hoy y siempre (Hb 13,8), sino que se refiere en gran parte a la condición de los
destinatarios a la cual va dirigida, pues la acción evangelizadora debe tener muy en cuenta
su situación y la cultura en la cual están inmersos.
La novedad afecta por consiguiente la actitud: el modo como debemos anunciar el
Evangelio. Si Jesús vino a salvarnos, a dar sentido a nuestra existencia e indicarnos el
camino para llegar a la Verdad y la Vida, tenemos que mostrar al mundo la alegría que
produce nuestra fe. El anuncio entonces debe ser realizado de manera atrayente, acogedora,
gozosa: «La nueva evangelización se realiza con una sonrisa, no con el ceño fruncido. La
misión ad gentes es, básicamente, un sí a todo aquello que hay de decente, bueno,
verdadero, bello y noble en la persona humana. ¡La Iglesia es básicamente un sí, ¡no un no!
»24 Es necesario, entonces, como nos dice san Pablo, que nuestro uniforme sea: “la
misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión” (Col 3,12), y
tener por lo tanto una actitud de respeto hacia los otros, de escucha y de cercanía.
Por otra parte, la novedad se refiere también al estilo. Hoy tenemos que volver a un
estilo eminentemente misionero en el modo de anunciar el Evangelio, en el que la Palabra
23
Instrumentum laboris, 47
Ponencia del cardenal Timothy Dolan, en el Día de reflexión y oración del Colegio de Cardenales (20 de
febrero de 2012, “Re-evangelizar allí donde la sal del Evangelio ha perdido su valor”
24
10
de Dios tenga un puesto preeminente y se tenga plena confianza en su eficacia, para hacer
redescubrir el atractivo del seguimiento de Cristo.25 Quien hace el anuncio ha de ser una
persona consciente de estar interpelada por la palabra y el mandato de Jesús y, por
consiguiente, se deje guiar por el Espíritu para responder a su vocación en la Iglesia. 26 Pero
al mismo tiempo, como en los comienzos del cristianismo, es necesario “dar respuesta a
todo el que les pida razón de su esperanza” (1 Pe 3,15), para mostrar con entusiasmo que el
mensaje evangélico es un acontecimiento fundamental que da sentido pleno a la existencia
humana y ofrece las claves para descifrar el misterio del hombre y responder a sus
problemas más profundos. El estilo misionero debe llevar a afrontar la gran tarea de la
evangelización con profundo amor y espíritu de comunión, y con una «acción misionera
confiada, emprendedora y creativa». 27
Esa acción emprendedora y creativa reviste también una novedad que se refiere,
además, al esfuerzo que hay que realizar, pues la nueva evangelización no es simplemente
la transmisión de un mensaje, de unas verdades, sino que es primordialmente «el encuentro
con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello,
una orientación decisiva». 28 De ahí el esfuerzo para transmitir de manera vivencial el deseo
de acoger a Cristo enteramente, de abrir de par en par las puertas del corazón para acogerlo,
sin miedos ni temores. Es pues el empeño de ayudar a derrotar el egoísmo y la ceguera que
invade a muchas personas ya que temen que al recibir a Cristo puedan perder su libertad, lo
cual, bien sabemos, es todo lo contrario. 29
Todo lo anterior exige una programación del anuncio que parta de un verdadero
proceso de evangelización, que comience con el primer anuncio, basado en el kerigma, que
en cuanto cimiento de la vida cristiana constituye una realidad imprescindible y una
prioridad en la tarea de la Iglesia. 30
Cuando el Papa estuvo en Santo Domingo en 1984 como preparación a la
celebración del quinto centenario de la evangelización de América Latina afirmó que esa
conmemoración debía llamar a una nueva evangelización «que despliegue con mayor vigor
–como la de los orígenes- a un potencial de santidad, un gran impulso misionero, una vasta
creatividad catequética, una manifestación fecunda de colegialidad y comunión, un
combate evangélico para dar dignidad al hombre, para generar [...] un gran futuro de
esperanza». 31
Ahora bien, hay que tener en cuenta que tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI
son muy conscientes de que al hablar de nueva evangelización no se puede pensar en una
fórmula única para toda la Iglesia pero, a su vez, ponen de relieve que toda ella está
25
Cf. Exhortación apostólica post-sinodal Verbum Domini, 96
Cf. Lineamenta n. 16
27
Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, 41
28
Benedicto XVI, Carta encíclica Deus Caritas est, 1
29
Cf. Benedicto XVI, Homilía del solemne inicio de su ministerio petrino, (Roma, 24 de abril de 2005).
30
Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris missio, 44.
31
Cf. Juan Pablo II, Homilía en el estadio olímpico de Santo Domingo, República Dominicana, 12 de octubre
de 1984
26
11
necesitada de un renovado impulso misionero, en el que haya una apertura al don de la
gracia, se proclame de modo fecundo la Palabra del Señor y se busque una profunda
experiencia de Dios.
3. La “novedad” de la nueva evangelización
El adjetivo “nueva” hace referencia al cambio del contexto cultural y evoca la
necesidad que tiene la Iglesia de recuperar energías, voluntad, frescura e ingenio en
su modo de vivir la fe y de transmitirla. 32
Como ya hemos indicado, no se trata de un mensaje nuevo, distinto al de siempre,
pues predicamos el mismo Jesucristo de ayer, hoy y siempre, ni tampoco de nuevas
estrategias o métodos novedosos y llamativos para atraer a la gente. En realidad hay que
volver al “amor primero” del que nos habla el libro del Apocalipsis, cuando reprocha a la
Iglesia de Éfeso diciéndole «pues tengo algo contra ti, pues has abandonado tu amor del
principio» (Ap 2 ,4). La nueva evangelización está encaminada a hacer posible que el
hombre y la mujer de esta sociedad secularizada vuelva a sentir la alegría de la presencia,
de la cercanía, del amor de Dios en sus vidas. Descubrir nuevamente la frescura misma del
Evangelio para dejarse sorprender y maravillar por la palabra misma de Jesús, como
sucedió cuando él inició su vida pública. La gente que lo escuchaba se preguntaba: «Qué es
esto? Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!» y se maravillaban de los gestos que
hacía Jesús (Cf. Mc 1,27). Las palabras de Jesús resultaban no solo nuevas sino además
eficaces. Pero, no eran solo su modo de decir, o de hacer, lo que marcaba la novedad, era la
persona misma de Jesús: el Verbo de Dios hecho carne, la irrupción de Dios en nuestra
existencia. Es él mismo el que siempre permanece nuevo para toda la humanidad y que por
la gracia del Espíritu Santo sus palabras son siempre actuales.
Elementos internos de la novedad
Las Iglesias de antigua cristiandad, por ejemplo, ante la dramática tarea de la nueva
evangelización, comprenden mejor que no pueden ser misioneras respecto a los no
cristianos de otros países o continentes, si antes no se preocupan seriamente de los no
cristianos en su propia casa. La misión ad intra es signo creíble y estímulo para la
misión ad extra, y viceversa33
Por consiguiente, la novedad tenemos que buscarla en el Evangelio mismo que se
anuncia: es la “Buena Nueva”, es la proclamación llena alegría de «la llegada del Reino de
Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras» 34. Por eso al nacer Jesús en el humilde
pesebre de Belén, el ángel les dijo a los pastores: «No teman, pues les anuncio una gran
alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
salvador, que es el Cristo Señor» (Lc, 2,10-11). La Buena Nueva es entonces el anuncio del
32
Instrumentum laboris, 49
Redemptoris mission, 34; Instrumentum laboris, 76
34
Constitución dogmática Lumen Gentium, 5
33
12
misterio Pascual de Cristo, de su muerte y resurrección, que desde la era apostólica la
Iglesia ha venido anunciando con fidelidad a todo el mundo. 35
La nueva evangelización consecuentemente debe estar encaminada hacia una
renovada escucha de la Palabra de Dios, para hacer irradiar la frescura, la novedad perenne,
podríamos decir, la fascinación del Evangelio.
La novedad, entonces, no significa algo desde el punto de vista temporal, como
aquello que surge o aparece por primera vez, sino más bien en el sentido cualitativo, como
algo novedoso en cuanto se presenta de manera atrayente, maravillosa, llena de vida.
Evangelización “nueva” en el sentido de mostrar el verdadero camino para encontrar a
Cristo que viene a dar respuesta a las inquietudes más profundas del ser humano, y a
indicar cuál es el verdadero sentido de nuestra existencia, más aún, como lo expresaba el
Card. Ratzinger, se trata de entregar a Cristo mismo, puesto que Él es el Camino (Jn 14,6) y
el único capaz de destruir la pobreza más profunda que puede tener el hombre, que consiste
en la incapacidad de alegría, en el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. 36.
Pero por otra parte, esa novedad debe estar profundamente arraigada en el corazón
de quien lo anuncia. Para realizar la nueva evangelización tenemos que dejarnos impregnar
por Cristo, tenemos que tener ese “corazón nuevo y espíritu nuevo” del que hablaba el
profeta Ezequiel (Ez 36, 25-28). Ese espíritu nuevo no es algo distinto al Espíritu de Dios
mismo, que se nos da en el bautismo, para que podamos nacer a una nueva existencia, en la
que dejemos atrás la obstinación al mal, la indiferencia, la soberbia, el individualismo y
lleguemos a despojarnos del hombre viejo con sus obras y revestirnos del “hombre nuevo”
(cf. Col 3, 9-10), con un corazón nuevo, un corazón de carne que, animado por el Espíritu
Santo, nos impulse a actuar por amor (cf. Rm, 5,5). Sólo así se hace realidad la invitación
que Jesús hacía a Nicodemo -y que nos hace a todos nosotros- de “nacer de nuevo” (cf. Jn
3,1-8), es decir, de abrirnos a la acción del Espíritu Santo, de convertirnos, de renunciar al
pecado y a la lejanía de Dios y de entrar en una relación de amistad y de amor filial con
Dios.
Si logramos ese cambio radical, lograremos llenarnos del gozo de la cercanía de
Dios en nuestra vida, descubriremos la presencia de Cristo a nuestro lado, y nos llenaremos
de una alegría incontenible, que nos debe llevar a compartirla con los demás. De ahí, por
ende, que para hacer nueva evangelización, la persona ha de estar enteramente enamorada
del Señor, alguien que ha saciado su sed de Dios, con la Palabra de Cristo, como lo hizo la
mujer samaritana. En ese episodio vemos que ciertamente Cristo no viene jamás a quitarnos
algo, sino a darnos el don de Dios, a envolvernos en su amor. Cristo es el que está sediento
por colmar nuestra sed; y si lo aceptamos nos saciaremos de su Espíritu, y como la
samaritana saldremos a proclamar su mensaje (Cf. Jn 4,29). ). «Qué importante es
descubrir en la actualidad que sólo Dios responde a la sed que hay en el corazón de todo
ser humano».37
35
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 571.
Cf. Joseph Ratzinger, La «nueva evangelización», Conferencia pronunciada en el Congreso de catequistas y
profesores de religión, Roma, 10 de diciembre de 2000
37
Benedicto XVI, Exhortación apostólica Verbum Domini, 23
36
13
Ahora bien, la Palabra de Dios muestra su novedad permanente también por el
hecho de que, al dirigirse a cada uno de nosotros, tiene en cuenta el carácter histórico de
nuestra realidad y continúa encarnándose en el hoy de la historia, por lo cual nos llama a
escuchar el clamor de las personas, con sus gozos y esperanzas, y a estar atentos a las
nuevas realidades en las que vivimos, a discernir y responder a los nuevos signos de los
tiempos y a mirar con atención la cultura en la que estamos inmersos, para poder inculturar
el Evangelio. De esta manera la nueva evangelización debe conducir de nuevo a un diálogo
entre fe y cultura, para buscar respuesta a las nuevas situaciones que vivimos y ofrecerles la
fe como un elemento iluminador.
Evangelización nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nueva en sus expresiones
El Papa Juan Pablo II, para explicar los parámetros en los cuales se enmarca la
nueva evangelización acuñó unas expresiones que se tornaron clásicas al referirse al nuevo
impulso misionero que debe tener la tarea evangelizadora: «nueva en su ardor, en sus
métodos y en su expresión». 38
Nueva en su ardor: se trata del vigor y la convicción con los que se debe anunciar el
Evangelio. La clave está en que quien hace el anuncio de Cristo sea un “hombre nuevo”,
alguien que haya aceptado la conversión y esté profundamente unido a él para lograr la
santidad. Este nuevo ardor es volver a predicar como lo hicieron los primeros discípulos,
que siendo hombres muy sencillos, transformaron el mundo, es decir, con lo que el lenguaje
neotestamentario llama la “parresia” (Hch 5, 28-29): la valentía para no callar la verdad, la
audacia para ir hacia aquellos que hasta el momento no quieren escuchar, el obrar
impulsados por el fuego del amor divino, como lo hicieron el apóstol Pablo y los mártires
del inicio de la Iglesia, que no se acobardaron ante los azotes, la cárcel o la muerte misma.
Ese nuevo ardor hace referencia también al entusiasmo y la alegría para dar
testimonio de la presencia de Cristo en la vida del evangelizador, es decir, algo similar a lo
que experimentaron los discípulos de Emaús, quienes después de escuchar a Jesús en el
camino y después de reconocerlo, en el partir el pan, hizo que se preguntaran: «¿No ardía
nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lc
24,32) y presurosos regresaron a Jerusalén para comunicar lo acaecido. Los obispos en
Aparecida decían: «Aquí está el reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de
la Iglesia para promover y formar discípulos y misioneros que respondan a la vocación
recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro
con Jesucristo».39
Nueva en sus métodos: se trata de una verdadera renovación pastoral, para dejar de
lado los métodos ya caducos, para buscar la calidad y la profundidad en el modo de
anunciar el Evangelio, poniendo en marcha verdaderos procesos evangelizadores, como lo
hizo Jesús con sus discípulos, pero utilizando las herramientas de comunicación de la
actualidad. Nuevos métodos, significa igualmente poner todo lo que esté a nuestro alcance
38
39
Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea del CELAM, Haití, 9 de marzo de 1983
Documento de Aparecida, 14
14
para pasar de una pastoral de conservación a una pastoral misionera, que salga al encuentro
de los alejados y, en fidelidad al Espíritu Santo, busque responder con valentía y audacia a
los desafíos que se presentan para el cumplimiento de la misión de la Iglesia. De ahí la
necesidad de gran una creatividad y, como dice el documento de Aparecida, de una
“conversión pastoral”, que tenga muy en cuenta el contexto histórico en el que vive la
Iglesia, lo cual debe llevar a vivir y promover una espiritualidad de comunión y
participación, en la que se dé amplio espacio al dinamismo de los laicos para que ejerzan su
liderazgo y su responsabilidad eclesial, lo mismo que los jóvenes. 40 Hacer que los seglares
en general se sientan involucrados en la labor misionera de la Iglesia es un aspecto que la
Iglesia ha recalcado en sus últimos documentos y que forma parte del dinamismo renovado
de sus métodos. En efecto, los fieles laicos, en comunión con sus obispos, han de convertir
su vida diaria en un testimonio luminoso y convincente del Evangelio, haciendo de la
familia una auténtica “comunidad evangelizadora”, para demostrar cómo la fe cristiana
constituye la única respuesta válida a los problemas y esperanzas que la vida presenta a
cada persona y sociedad. 41
El poner en marcha nuevos métodos exige, por consiguiente, humildad para evaluar
con gran atención el modo como se está llevando la acción pastoral y analizar si las
estructuras actuales responden a las exigencias y desafíos del presente.
En la era digital en la que nos encontramos hay que tener en cuenta, como nos dice
Benedicto XVI, que «las nuevas tecnologías no modifican sólo el modo de comunicar, sino
la comunicación en sí misma, por lo que se puede afirmar que nos encontramos ante una
vasta transformación cultural. Junto a ese modo de difundir información y conocimientos,
nace un nuevo modo de aprender y de pensar, así como nuevas oportunidades para
establecer relaciones y construir lazos de comunión». En este sentido es necesario que la
Iglesia comience a saber utilizar esos medios de comunicación y las redes sociales, a través
de los cuales puede y debe dar testimonio de la fe, encontrar muchas personas, debatir,
opinar, informar y cumplir una tarea evangelizadora, puesto que es en ellos donde hoy en
día se encuentra la gente, particularmente los jóvenes, para entablar relaciones y
comunicarse. Sin embargo esto no significa que haya que poner exclusivamente contenidos
abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, «sino también dar
testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias,
opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no
se hable explícitamente de él. Asimismo, tampoco se puede anunciar un mensaje en el
mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia». 42
Nueva en su expresión: se trata de buscar un lenguaje que, sin traicionar el sentido
profundo de los misterios de nuestra fe, sea comprensible al mundo presente y se adapte a
las diversas situaciones y a las diversas culturas. Esto exige revitalizar los lenguajes
tradicionales que se han utilizado en la catequesis, en la liturgia y en los demás medios de
comunicación de la fe. La Iglesia debe entrar en diálogo con la cultura actual para romper
40
Cf. Documento de Aparecida, 365-372
Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica Christifideles laici, 34. 51
42
Benedicto XVI, Mensaje para La XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 de enero de
2011
41
15
las distancias que separan al hombre de hoy de las riquezas del Evangelio y hacerle sentir la
cercanía y deseo de solidaridad y comunión que inspira la catolicidad de la Iglesia. Iglesia y
cultura actual se necesitan mutuamente. Al respecto el Card. Dulles dice que ahí donde la
cultura permanece cerrada y hostil al Evangelio, la fe no puede expresarse plenamente,
como tampoco la cultura puede alcanzar su potencial pleno. Para superar estas dificultades
la Iglesia debe buscar métodos para proponer el Evangelio que sean efectivos en la cultura
existente.43
La nueva expresión exige, por consiguiente, que sea algo vivencial y, por lo tanto,
es muy necesario que quien evangeliza dé testimonio con su vida y sea coherente con la fe
que profesa. En los comienzos de la Iglesia los primeros cristianos convencieron por su
testimonio de vida y por el servicio desinteresado a los demás y por el amor que se tenían y
así fue creciendo la comunidad (Hch, 2,42-47). El Card. Ratzinger afirmaba: «La nueva
evangelización, que tanta falta nos hace hoy, no la realizamos con teorías astutamente
pensadas: la catastrófica falta de éxito de la catequesis moderna es demasiado evidente.
Solo la relación entre una verdad consecuente consigo misma y la garantía en la vida de
esta verdad, puede hacer brillar aquella evidencia de la fe esperada por el corazón humano;
sólo a través de esta puerta entrará el Espíritu en el mundo». 44
Estas nuevas expresiones no se refieren exclusivamente a las palabras que se
utilizan para comunicar verbalmente, sino que hacen referencia también al lenguaje que
brota del “mandamiento nuevo”, del mandamiento del amor, que convoca al diálogo, al
servicio, a la solidaridad, a la búsqueda de la justicia, de la igualdad y de la promoción
humana. La nueva evangelización, recordaba Juan Pablo II, debe incluir, por lo tanto, entre
sus elementos esenciales el anuncio de la doctrina social de la Iglesia, que sirve para
indicar el recto camino a la hora de dar respuesta a los grandes desafíos de la edad
contemporánea. 45 A lo largo del último siglo se ha hecho cada vez más claro que una
auténtica conversión incluye un compromiso con el bien común. El Sínodo de los Obispos
de 1971 afirmaba que «La acción en favor de la justicia y la participación en la
transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de
la predicación del Evangelio, es decir, la misión de la Iglesia para la redención del género
humano y la liberación de toda situación opresiva».46
La Iglesia, por lo tanto, está llamada a transmitir la “novedad” siempre actual del
Evangelio, “novedad” antigua y perennemente nueva, esa novedad que parte de la persona
misma de Jesús y de su anuncio de la llegada del Reino en medio de nosotros. Se trata de
presentarla con alegría y entusiasmo, pues la Palabra que se anuncia ha de encarnarse en
nuestra cultura y ha de llenar de entusiasmo y esperanza a quien la escucha.
43
Cf. Avery Dulles, Evangelization for the Third Millennium, Paulist Press, New York, 2009, p. 36
Joseph Ratzinger, Mirar a Cristo, EDICEP 1990, p. 38
45
Cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Centesimus annus, 5
46
II Asamblea del Sínodo de los obispos (1971), Justicia en el mundo, Introducción
44
16
4. Requisitos para la nueva evangelización
Primero que todo es necesario, como dice Juan Pablo II, dar primacía a la gracia
(NMi, 38), es decir tenemos que ser conscientes de que es el Espíritu Santo quien obra en la
Iglesia. No podemos caer en la tentación de pensar que son nuestras obras y nuestros
programas los que producen los resultados, la conversión. Si así procediéramos, sería
reducir la nueva evangelización a una mera puesta en práctica de nuevas estrategias. El no
dar primacía a la acción de Dios, nos podría llevar a algo similar a lo que le sucedió al
Profeta Jonás: es él el profeta que permite ver con nitidez la eficacia de la Palabra del
Señor, pues habla en nombre de Dios y logra que se convierta toda la ciudad de Nínive,
pero al mismo tiempo es el prototipo del hombre que se rebela a la acción divina que se
realiza a través suyo. Al respecto el Card. Ratzinger comenta que desde un principio Jonás
siente temor del éxito de su predicación y de que no se vaya a cumplir el castigo que
anuncia; por consiguiente él quisiera que sobre los habitantes recayera la sentencia divina y
no la gracia y la misericordia de Dios. Más aún Jonás no es capaz de reconocer que el
Señor primero lo salvó a él del peligro, para luego salvar por él a una ciudad que no
pertenecía al pueblo elegido. La reacción de Jonás es muy desconcertante frente a la
conversión del pueblo y al hecho de que Dios haya perdonado a sus habitantes, pues se
enoja terriblemente contra Dios, ya que considera que su seriedad profética ha quedado mal
parada y pide a Dios que le quite la vida (Jon 4,1-4).
Para que podamos realizar la nueva evangelización es indispensable la oración. Es
importante que lo que nos propongamos, con la ayuda de Dios, esté fundado en la
contemplación y en la oración. Vivimos con gran agitación y continuo movimiento, lo cual
desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del «hacer por hacer». Tenemos que resistir a
esta tentación, buscando «ser» antes que «hacer». Recordemos a este respecto el reproche
de Jesús a Marta: « Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo una es
necesaria » (Lc 10,41-42). El anuncio del Evangelio debe estar precedido, acompañado y
seguido de la oración. Benedicto XVI nos dice que para cumplir esta tarea necesitamos
establecer una íntima relación con Cristo, en una intensa vida de oración. «El mundo de
hoy necesita personas que hablen a Dios, para poder hablar de Dios».
Si la nueva evangelización pretende conducir al cristiano hacia un encuentro
personal con Cristo y que logre una plena inserción en Él, entonces tenemos que poner
nuestra mirada en la Eucaristía, la cual encierra en sí misma el núcleo del misterio de la
Iglesia y constituye la fuente y cima de toda la vida cristiana. En ella se celebra con gozo el
misterio de la fe, ya que hace presente el acontecimiento central de nuestra salvación y
realiza la obra de nuestra redención, actualizando siempre en el tiempo el sacrificio
redentor de Cristo. La Eucaristía, por consiguiente, es la fuente y, al mismo tiempo, la
cumbre de toda evangelización, ya que en ella se realizan las tres grandes dimensiones de la
misión de la Iglesia: anuncia el mensaje, sirve con amor a la humanidad y celebra con gozo
la fe.
La exigencia de una nueva evangelización, ha de ser confirmada sin temor, con la
certeza de la eficacia de la Palabra divina. La Iglesia, segura de la fidelidad de su Señor, no
se cansa de anunciar la Buena Nueva del Evangelio e invita a todos los cristianos a
17
redescubrir el atractivo del seguimiento de Cristo. Para ello urge a tener una confianza y
familiaridad con la Sagrada Escritura, para que sea como una brújula que indica la vía a
seguir, con la ayuda de testigos y maestros, que caminen con ellos y los lleven a amar y a
comunicar a su vez el Evangelio, especialmente a sus coetáneos, convirtiéndose ellos
mismos en auténticos y creíbles anunciadores. En este sentido es bueno familiarizarnos con
el método de lectura orante de la Sagrada Escritura, por medio de la lectio divina.47
Es necesario, además, vivir como auténticos discípulos misioneros. El discipulado
es una realidad que no se puede vivir de manera aislada, individual, sino que hay que
vivirla en comunidad. El Señor fue escogiendo y llamando a sus discípulos. Hoy también
nos llama a cada uno de nosotros y nos da una misión. Tenemos que vivir el gozo de
sentirnos llamados y amados por el Señor. Por tanto hay que sentarse a los pies del Maestro
para profundizar en su conocimiento y en su doctrina. Pero no lo podemos hacer solos, sino
acompañados de nuestros hermanos, en profunda comunión.
Base insustituible de la sociedad es la familia, en donde se han de aprender los
valores básicos para una recta convivencia humana. Asimismo la familia ha sido, a lo largo
de dos milenios, el principal canal de transmisión de la fe cristiana. Hoy, ante los embates
del secularismo, del individualismo y del hedonismo, se quiere abrir paso para otras formas
alternativas que destruyen no solo el sentido profundo de la familia, sino que se convierten
en un obstáculo enorme para que los padres cumplan con su deber de ser los primeros
evangelizadores de sus hijos y den testimonio de vida cristiana. Para realizar la nueva
evangelización, por consiguiente, se ha de tener una especial atención a la familia, para que
vuelva a tomar conciencia de ser “iglesia doméstica” y con gran alegría abra las puertas del
hogar a Cristo y se convierta en uno de los principales y fundamentales protagonistas de la
nueva evangelización.
En la tarea de la nueva evangelización es necesario abrir un amplio espacio de
acción a los laicos, los cuales están invitados por el Señor a participar de la misión de la
Iglesia, a partir del momento mismo en que han recibido el sacramento del Bautismo.
Como en los primeros tiempos de la Iglesia, a imitación de Aquila y Priscila (cf. Hch 18;
Rm 16, 3s), hay que dar la posibilidad para que muchos laicos colaboren activa y
eficazmente en la labor evangelizadora, preocupándose por ofrecerles una buena formación
para que haya un laicado maduro y responsable. 48
Por otra parte, hay que tener gran generosidad. Durante el hermoso viacrucis que se
realizó en Madrid durante la reciente JMJ, Benedicto XVI decía: «Vosotros que sois
sensibles a la idea de compartir la vida con los demás, no paséis de largo ante el sufrimiento
humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra
capacidad de amar y de compadecer».
Puesto que la nueva evangelización quiere responder a los grandes desafíos que
presenta el mundo de hoy a la misión de la Iglesia, es urgente que se haga el esfuerzo por
conocer muy bien el contexto socio cultural y religioso en el que están insertadas aquellas
47
48
Cf. Benedicto XVI, Exhortación Apostólica postsinodal Verbum Domini, 82-87
Cf. Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Christifideles laici, 35
18
personas a las cuales va dirigido ese “primer anuncio”, que introduce toda la tarea de nueva
evangelización y que ha de dar mucho relieve a todo el proceso de iniciación cristiana, con
el fin de que la Buena Nueva llegue a tocar profundamente el corazón de esas personas.
Ahora bien, sabemos por la tradición de la Iglesia que la comprensión de lo que
corresponde a su misión, no se reduce al anuncio y a la celebración de la Buena Nueva.
Éstos constituyen una parte, fundamental e importantísima, de la misión eclesial. Pero
como bien lo expresaba el papa Pablo VI “para la Iglesia el primer medio de evangelización
consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana, entregada a Dios en una
comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada igualmente al prójimo con un
celo sin límites”. Así, pues, toda la actividad de la Iglesia debe ser una expresión de amor
y de servicio, que ha de buscar el bien integral del ser humano. Más aún, en muchas
circunstancias ese amor habla por sí solo y se constituye en una forma de evangelizar, pues
a través de su actuación –así como por su hablar, su silencio, su ejemplo- hacemos creíble
lo que anunciamos y lo que celebramos. 49
Durante la JMJ en Madrid el Papa decía que, además de la oración y meditación de
la Palabra de Dios, para el crecimiento de la amistad con Cristo es fundamental la
importancia de una gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así
como la participación en la Eucaristía cada domingo y la recepción frecuente del
sacramento del perdón.
5. Recomendaciones Pastorales propuestas por los obispos en Aparecida
El Documento de Aparecida hace, por consiguiente, las siguientes recomendaciones
pastorales para reforzar en la Iglesia cuatro ejes fundamentales (DA 226), de las cuales
podemos señalar algunos aspectos importantes:
a) La experiencia religiosa. En nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles
un “encuentro personal con Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e
intensa, un anuncio kerigmático y el testimonio personal de los evangelizadores,
que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida integral.
En otras palabras se trata no de transmitir un contenido doctrinal, sino de hacer
descubrir que Jesucristo, el mismo que vivió hace dos mil años, es un Dios vivo y actual,
que sigue en medio de nosotros, para acompañarnos, interpelarnos y asegurar nuestra
salvación. Hacer descubrir a un Dios que nos ama y que nos invita a que participemos de su
amor, amándolo a Él y amándonos entre nosotros como hermanos.
b) La vivencia comunitaria. Nuestros fieles buscan comunidades cristianas, en donde
sean acogidos fraternalmente y se sientan valorados, visibles y eclesialmente
incluidos. Es necesario que nuestros fieles se sientan realmente miembros de una
comunidad eclesial y sean corresponsables en su desarrollo. Eso permitirá un mayor
compromiso y entrega en y por la Iglesia.
49
Cf. Benedicto XVI, Deus caritas est, 31 c); Caritas in veritate, 15 § 3
19
Aquí juega un papel muy importante el seguimiento y acompañamiento a quien ha dado
ya el primer paso, el cual espera sentirse integrado en su comunidad, sentirse miembro de
ella, valorado y con una responsabilidad. Esto solo lo podrá lograr a través de una pequeña
comunidad, en donde se viva la fraternidad, como elemento esencial de la vida cristiana
plena. 50 Bien dice el Santo Padre que estamos «llamados a buscar nuevos caminos de
evangelización, caminos que podrían ser pequeñas comunidades donde se vive la amistad
que se profundiza regularmente en la adoración comunitaria de Dios». 51 De ahí la
insistencia en que la parroquia sea de verdad, una “comunidad de comunidades”. Si la
comunidad no le permite que adquiera un sentido de pertenencia, menos logrará que tenga
un sentido de identidad en la Iglesia.
c) La formación bíblico-doctrinal. Junto con una fuerte experiencia religiosa y una
destacada convivencia comunitaria, nuestros fieles necesitan profundizar el
conocimiento de la Palabra de Dios y los contenidos de la fe, ya que es la única
manera de madurar su experiencia religiosa. En este camino acentuadamente
vivencial y comunitario, la formación doctrinal no se experimenta como un
conocimiento teórico y frío, sino como una herramienta fundamental y necesaria en
el crecimiento espiritual, personal y comunitario.
A partir de una primera evangelización de tipo kerigmático y bíblico, se debe continuar
con una catequesis de profundización que haga comprender muy bien lo que significa ese
encuentro con el Señor, por consiguiente con una catequesis que permita un mayor
conocimiento de la persona de Jesucristo y de su Iglesia, con el fin de que no se quede todo
en un momento fuerte de emoción, pasado el cual se continúe sin cambio alguno. Esta
formación ha de reforzar su compromiso vivencial y comunitario en la Iglesia.
d) El compromiso misionero de toda la comunidad. Ella sale al encuentro de los
alejados, se interesa por su situación, a fin de re-encantarlos con la Iglesia e
invitarlos a volver a ella.
Pero ese volver a la Iglesia ha de llevarlos a hacerlos sentir importantes en lo relativo a
su misión. Este aspecto es muy necesario, pues en la Iglesia nadie puede ser pasivo, puesto
simplemente para escuchar o seguir órdenes, sino que debe haber un compromiso
evangelizador. Aparecida entonces nos habla de que todo discípulo tiene que ser misionero.
6. Realidades que deben estar presentes en la Nueva Evangelización en América
Latina
En América Latina se observa un deseo profundo de búsqueda de sentido de la vida
y de la trascendencia, una capacidad de interrogarse y de compartir las inquietudes; un
deseo de experimentar y de vivir realidades nuevas; un intercambio cultural y una gran
movilidad humana (cf. DA, 52-55), todo lo cual abra nuevos horizontes a la acción eclesial.
50
Cf. Red Nacional de Nueva Evangelización, Todos y todo en comunidad, p. 4
Benedicto XVI, Discurso a los miembros del Consejo del Comité Central de los Católicos Alemanes (ZdK),
Friburgo, 24 de septiembre de 2011.
51
20
Además de estas características de los pueblos latinoamericanos es necesario indicar
dos realidades muy positivas que hay que tener en cuenta para la Nueva Evangelización y
que constituyen como lugares privilegiados para tratar de responder a los desafíos que se
presentan a la acción evangelizadora de la Iglesia.
Por una parte es la presencia de la piedad popular y por otra el acendrado amor y
respeto a la Santísima Virgen. Dos realidades que van íntimamente ligadas y que, como lo
expresaba Juan Pablo II, no se trata de «un sentimiento vago, carente de sólida base
doctrinal, como una forma inferior de manifestación religiosa», sino que, por el contrario,
viene a ser «como la expresión verdadera del alma de un pueblo, en cuanto tocada por la
gracia y forjada por el encuentro feliz entre la obra de evangelización y la cultura local». 52
América Latina es un continente mariano. La Santísima Virgen ocupa un lugar muy
importante en la expresión viva de su fe y se recurre a ella con devoción y cariño. Hay que
tener en cuenta que desde la evangelización que se inició hace más de quinientos años, la
labor misionera se desarrolló en nombre de Jesús y de María. Ella ha sido la “estrella de la
primera evangelización”, que ha de guiarnos en la Nueva Evangelización en la que estamos
empeñados. Ahora bien, ella no solo ha estado presente en los acontecimientos religiosos y
pastorales, sino también en la cultura de nuestros pueblos y en sus grandes luchas, como
fue en los años de la independencia de nuestras naciones, durante los cuales se invocaba a
María en busca de ayuda, protección y nuevo impulso. 53
Puebla recordaba que María es un elemento cualificador e intrínseco de la genuina
piedad de la Iglesia y del culto cristiano (DP 71) y el papa Juan Pablo II, en la homilía ya
citada, subrayaba que la devoción mariana es una experiencia vital e histórica en América
Latina que pertenece a la identidad propia de estos pueblos.
Aparecida dice al respecto:
María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y formadora de
misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a
nuestra América. En el acontecimiento guadalupano, presidió junto al humilde Juan
Diego el Pentecostés que nos abrió a los dones del Espíritu. Desde entonces son
incontables las comunidades que han encontrado en ella la inspiración más cercana
para aprender cómo ser discípulos y misioneros de Jesús. Con gozo constatamos que
se ha hecho parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando
profundamente en el tejido de su historia y acogiendo los rasgos más nobles y
significativos de su gente. Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a
lo largo y ancho del Continente testimonian la presencia cercana de María a la gente
y, al mismo tiempo, manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por ella.
Ella les pertenece y ellos la sienten como madre y hermana (DA 269).
52
Homilía en el santuario de Nuestra Señora de Zapopán, Guadalajara, 30 de enero de 1979
Cf. Card. Norberto Rivera Carrera, “La importancia evangelizadora de la piedad mariana en América
Latina”, en: Pontificia Comisión para América Latina, La Piedad Popular en el proceso de evangelización de
América Latina, (Vaticano, 2011) 63-80.
53
21
Epílogo
Todos en la Iglesia, ustedes y yo estamos llamados a ser los nuevos
evangelizadores. El Señor es el que nos llama y nos envía. Tenemos que mirar el futuro, del
cual ustedes tienen una gran responsabilidad. Pero se trata de un futuro que hay que
contemplar con realismo, pero también con optimismo. Juan Pablo II nos decía: ¡Duc in
Altum!, hay que remar mar adentro, y para ello es necesario recordar el pasado con
gratitud, pues Jesucristo ha muerto de una vez para siempre, para que todos podamos vivir
por siempre para Dios. Asimismo hay que vivir el presente con entusiasmo, porque Cristo
ha resucitado y se ha quedado entre nosotros, en nuestros corazones, en nuestros
tabernáculos, en el rostro de los pobres, hasta el final de los tiempos. También hay que
mirar el futuro con confianza, porque Cristo vendrá otra vez en gloria para darnos la
bienvenida a su reino donde no habrá fin. 54
Tenemos que suscitar, a partir de las experiencias vividas, un dinamismo nuevo, con
gran creatividad, buscando iniciativas concretas. No podemos volver la espalda a nuestro
compromiso. Jesús mismo nos lo advierte: « Quien pone su mano en el arado y vuelve su
vista atrás, no sirve para el Reino de Dios » (Lc 9,62). En la causa del Reino no hay tiempo
para mirar para atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza.
Hoy, más que nunca, nos corresponde a todos ser evangelizadores de los demás: de
su familia, de sus amigos y compañeros y de todos aquellos cuya fe es débil o tienen miedo
de entregarse al Señor. El compromiso que ustedes han adquirido al implementar y
desarrollar el SINE, como estrategia evangelizadora dentro de los planes diocesanos o
parroquiales de pastoral, constituyen una realidad de enorme importancia para colaborar en
el desarrollo de la Misión Continental y para dar solidez a la formación de auténticas
comunidades cristianas, evangelizadas y evangelizadora. Su compromiso misionero, su
entrega generosa en favor de la evangelización y su testimonio de vida cristiana, hace de
ustedes en verdad unos auténticos protagonistas de la Nueva Evangelización.
54
Cf. Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, 1
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