Familia Unida - Catholic.net

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Familia Unida
Escritores Actuales / Ortega Trillo Alejandro L.C.
Por: Alejandro Ortega Trillo | Fuente: Catholic.net
Nada más natural y nada más difícil que mantener unida una familia. Natural porque el hombre es gregario de nacimiento. Difícil, porque
el hombre es egoísta de nacimiento. Natural porque nadie como él necesita cuando nace tanto cuidado, protección y cariño. Difícil
porque nadie como él se aísla tanto cuando crece, busca “lo suyo” y se olvida de los demás.
La teoría ética de E. Lévinas –su “filosofía del rostro”– pone de relieve una experiencia fundante que el hombre hace al nacer: el
encuentro con la mirada de su madre. Descubrimiento inconsciente pero decisivo para afianzar la convicción de que “es bueno existir”.
La tierna mirada de la madre le permite reconocer el valor del propio ser: un “yo” amado y llamado a amar mediante la apertura y
donación al “tú” de los demás. Ese diálogo con la alteridad, ese vaivén de palabras, de gestos, de ayudas, de contactos entre el “yo” y el
“tú” tiene su escenario privilegiado en la familia, hogar original del “nosotros”. En ella se nace, se crece, se madura y se muere, en una
línea continua que da orientación y sentido a la existencia. Al menos así debería ser.
Un estudio reciente muestra que tristemente no siempre es así. El 39% de las familias padece algún tipo de disfunción leve; el 16%,
moderada, y el 2%, severa. Por disfunción familiar se entiende la recurrencia continua y regular de conflictos, conductas negativas,
ausencias o abusos entre esposos, entre hermanos o entre padres e hijos.
Es cierto, de todas las relaciones familiares, sólo una es electiva: la del cónyuge. Todas las demás las impone la genética. Nadie escoge
a sus hijos, ni a sus hermanos ni a sus padres. La unidad familiar sin embargo, aunque exige virtud, tiene un fuerte componente natural.
La familia es una “comunidad de vida y amor”, según la definió san Juan Pablo II en su carta Familiaris Consortio. Comunidad que
posee, de suyo, profundos lazos afectivos. La familia es, en este sentido, don y construcción. Don que se recibe de Dios; construcción
que, cada uno desde su rol, está llamado a edificar cada día con palabras, actitudes y acciones muy concretas.
Si la familia es el sagrario de la vida humana, diseñado por Dios para acoger, proteger y acompañar al ser humano, no sorprende que el
primer interesado en destruirla sea el Maligno. “Diablo” deriva del verbo griego “dia-ballein”, que significa, entre otras cosas, dividir,
separar. Porque ésa es su especialidad: lanzar a unos contra otros, confrontarlos, oponerlos, dividirlos, separarlos. ¿Cómo explicar de
otro modo la desunión entre esposos que en el fondo se aman; entre hermanos que llevan la misma sangre; entre padres e hijos, cuyo
afecto suscita normalmente heroísmos? Claro, además del Maligno, está la aportación del propio egoísmo. Muchos problemas familiares
no son sino la ensalada que resulta de la mezcla de egoísmos que conviven en la misma casa. El Maligno no tiene más que aderezarla.
La unidad es la mayor riqueza y bendición de una familia. No hay dineros, ni terrenos, ni alhajas, ni intereses que valgan más que la
unidad. Como bien dijo el Papa Francisco: “Tener un lugar a donde ir se llama hogar; tener personas a quienes amar se llama familia; y
tener ambas se llama bendición”. Las familias unidas no suceden por casualidad: se construyen y reparan; se cuidan y también se
imploran. “Familia que reza unida permanece unida” decía el predicador Patrick Payton. Dios quiera que la Sagrada Familia de Nazaret,
modelo de toda familia por su unidad, su armonía, su austera y feliz convivencia, alcance a todas las familias un año 2015 de más
comprensión, vinculación afectiva y unión. Es mi mejor deseo para todas las familias. ¡Feliz Año Nuevo!
[email protected]. Alejandro Ortega Trillo es sacerdote legionario de Cristo, licenciado en filosofía, maestría en humanidades
clásicas, conferencista y escritor. Es autor de los libros Vicios y virtudes y Guerra en la alcoba. Actualmente ejerce su ministerio
sacerdotal en Roma.
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