Confesionalismo y resistencia

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Confesionalismo y resistencia
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Líbano
Confesionalismo y resistencia
- solo en la web -
Fecha de publicación en línea: Domingo 23 de marzo de 2008
Fecha de redacción: 23 de marzo de 2008
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Confesionalismo y resistencia
Con la llegada de tres navíos de la VI Flota norteamericana a las costas libanesas, el asesinato en Damasco del
coordinador militar de Hezbolá, Imad Moughnie, el pasado 13 de febrero, y el llamamiento a la salida de los
naturales saudíes y kuwaitíes, los riesgos de una nueva guerra entre la resistencia libanesa e Israel han aumentado
estas dos últimas semanas.
Americanos e israelíes dudan aún en lanzar una nueva guerra contra el Líbano. En primer lugar porque Israel no se
ha recuperado aún de su derrota militar contra el Hezbolá islamo-nacionalista del verano de 2006 y que este último
parece haberse reorganizado y rearmado en el Líbano sur, disponiendo de un arsenal de misiles de medio y largo
alcance que colocan a las principales ciudades israelíes bajo el fuego directo de la resistencia. En segundo lugar,
porque existe la amenaza de desencadenamiento de una tercera Intifada palestina que pudiera incluir, según los
servicios de información israelíes, a los palestinos de los territorios de 1948, es decir que residen en el seno mismo
del territorio israelí. Finalmente, porque es fuerte la probabilidad de que el propio Hamás, en Gaza, se haya dotado
de misiles del tipo Grad, que pueden golpear con dureza el sur de Israel. En definitiva, es la amenaza de una
multitud de frentes abiertos, tanto en el Norte como en el Sur, y una correlación de fuerzas militar más o menos
reequilibrada lo que, por primera vez en la historia, hace verdaderamente dudar al estado mayor israelí sobre la
posibilidad de ataques aéreos y de una invasión terrestre del Líbano.
División.
Desde septiembre de 2004 y la adopción, por el Consejo de Seguridad de la ONU, de la resolución 1559 que pedía
a la vez la retirada de las tropas sirias del Líbano y el desarme de Hezbolá, la situación no ha dejado de degradarse.
Hasta entonces, la estrategia israelo-americana era doble. Por un lado, se trataba de permitir a Israel intervenir
militarmente para golpear y eliminar a Hezbolá en el Líbano sur, y crear una línea de demarcación al norte del río
Litani: tal era el objetivo de la guerra de 2006, que se saldó para Israel con un fracaso total, habiendo sido
derrotadas sus tropas de tierra por Hezbolá. De otra parte, tenía por objetivo favorecer un proceso gradual de guerra
civil en el Líbano entre, por un lado, la oposición nacional libanesa y, del otro, la mayoría parlamentaria
pro-occidental llamada del 14 de marzo. Esta estrategia sigue estando al orden del día. Desde 2004, los atentados
de todo tipo, así como los enfrentamientos continuos y regulares entre los partidarios de la oposición antiamericana
y los del 14 de marzo, no han dejado de ampliarse.
En lo esencial, la oposición nacional libanesa está constituida por Hezbolá y Amal (chiítas), la Corriente Patriótica
Libre del general Michel Aoun -una de las formaciones más implantadas en la comunidad cristiana maronita-,
pequeñas formaciones cristianas y sunitas -como el Frente de acción islámica (sunita) en Trípoli (norte del país) o la
Corriente de los Maradas, en la ciudad cristiana de Zghorta (no lejos de Trípoli)- y, en fin, de una multitud de
formaciones laicas, nacionalistas, de izquierda, baasistas o nasseristas -como el Movimiento del Pueblo, del antiguo
diputado Najah Wakim, o la Organización popular nasseriana, de Oussama Saad, muy implantada en Saida (Líbano
sur).
Por su parte, el Partido Comunista Libanés (PCL) apoya a la oposición en sus reivindicaciones nacionalistas, incluso
si critica la ausencia de programa social y de salida del confesionalismo político. El cemento común de la oposición
sigue siendo el rechazo del plan americano del Gran Medio Oriente y la defensa de las armas de la resistencia
libanesa de Hezbolá en el Líbano sur. La legitimidad de la resistencia en esta zona proviene del hecho de que Israel
mantiene allí la ocupación de dos territorios: las granjas de Chebaa y las colinas de Kfar Chouba. En fin, Israel sigue
manteniendo prisioneros libaneses. El carácter transconfesional de la oposición, que reagrupa a la mayoría de los
musulmanes chiítas y una amplia parte de los cristianos desde febrero de 2006, y la firma de un documento de
acuerdo entre Hezbolá y el PCL, así como su diversidad política, (corrientes islámicas, nacionalistas, seculares, de
izquierda), le aseguran una real representatividad en el país, y limitan, de hecho, las veleidades americanas de
guerra civil y de aislamiento de Hezbolá.
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Resistencia histórica.
Por su parte, el 14 de marzo pro-occidental, fuertemente apoyado por Francia y los Estados Unidos, está compuesto
por la Corriente del futuro (musulmanes sunitas), dirigida por Saad Hariri, hijo del antiguo Primer ministro asesinado
en febrero de 2005, Rafic Hariri, del Partido Socialista Progresista de Walid Jumblat (drusos), y de los dos grandes
partidos de la derecha cristiana, las Falanges libanesas y las Fuerzas libanesas. El 14 de marzo, que tiene en sus
manos las riendas del gobierno gracias al primer ministro, Fouad Siniora, se declara antisirio y favorable a una doble
intervención americana y francesa en el Líbano, así como a la creación de un tribunal internacional para juzgar el
asesinato de Rafic Hariri, de autor desconocido hasta hoy, pero cuya responsabilidad hacen recaer sobre Siria.
El Líbano hace pues el papel de caja de resonancia regional, entre los partidarios de la presencia americana
(Jordania, Arabia Saudita, Egipto), y los que le son, al contrario, opuestos (Siria, Irán y las organizaciones
nacionalistas seculares o islamo-nacionalistas de la región, más particularmente en Palestina y en el Líbano). Pero
el Líbano no es solo una simple caja de resonancia: históricamente, es allí donde se modificaron, en parte, las
correlaciones de fuerzas geopolíticas. De 1982 a 1990, las resistencias conjugadas del Frente de la Resistencia
nacional libanesa (FRNL, del que el PCL constituía la fuerza principal), de Amal y de Hezbolá, obligarían a las
salidas sucesivas de las tropas israelíes de Beirut, así como de las fuerzas francesas y americanas del Líbano.
De 1990 a 2000, Hezbolá, único movimiento autorizado por Siria para llevar armas, llevará a cabo la resistencia
contra Israel en el Líbano sur ocupado, lo que llevará al gran acontecimiento histórico que fue la retirada unilateral
de las tropas israelíes de esa zona, en mayo de 2000. De 2000 a 2006, Hezbolá, partido originalmente inspirado por
la revolución iraní de 1979, pero que ha renunciado poco a poco a la perspectiva de creación de un estado islámico
en el Líbano, obtendrá otras victorias de amplitud, como el intercambio de más de 400 presos palestinos y
libaneses, entre ellos numerosos militantes del PCL, contra los cuerpos de soldados israelíes y, finalmente, en 2006,
la derrota en tierra de las tropas israelíes, tras 33 días de guerra. En la perspectiva de un Gran Medio Oriente y de
un plan de partición de los estados árabes, tal como fue teorizada por los neoconservadores americanos tras el 11
de septiembre, la existencia de una resistencia libanesa amplia y continua desde hace más de 20 años, que tiene en
su activo victorias significativas, es una verdadera espina en el pie del orden imperial.
Muchos se extrañarán del carácter confesional de la historia política libanesa. El confesionalismo político,
oficialmente institucionalizado durante el mandato colonial francés, de 1920 a 1943, permitió a las diferentes fuerzas
mundiales y regionales tomar apoyo en el Líbano levantando una comunidad contra otras. Compuesto de 18
comunidades religiosas, el país hace así función de eslabón débil del Medio Oriente. En 1860, las tropas de
Napoleón III desembarcaron en el Líbano, oficialmente para proteger a la comunidad cristiana maronita en guerra
contra los drusos. En 1958, los Estados Unidos apoyaron a las fuerzas cristianas maronitas del presidente Camille
Chamoun contra los sunitas, mayoritariamente partidarios del presidente nacionalista egipcio Gamal Abdel Nasser.
De 1975 a 1982, Israel apoyará a las Falanges libanesas, maronitas cristianas, contra el bloque constituido por los
palestinos y las fuerzas nacionalistas y de izquierda, de mayoría musulmana y drusa.
Desde 2004, los americanos y los franceses se apoyan esencialmente en la mayoría de los musulmanes sunnitas,
contra los chiítas, reflejando las tensiones regionales entre Arabia Saudita, sunita, e Irán, chiíta. Institucionalizando
el comunitarismo político, que fuerza por ejemplo a los libaneses a determinarse en función de sus confesiones y
obliga a las instituciones a respetar un estricto reparto entre cristianos, chiítas y sunnitas (el presidente de la
República debe ser maronita cristiano, el Primer ministro sunita y el presidente del Parlamento, chiíta), las
autoridades coloniales francesas sacralizaron un sistema capaz, desde más de hace 60 años, de provocar guerras
civiles político-comunitarias de forma repetida.
Presiones americanas.
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Como en 1976, en la primera guerra civil que opuso al Movimiento nacional libanés y sus aliados palestinos de la
OLP a la derecha cristiana maronita, el Líbano se vuelve a encontrar desgarrado sobre su identidad nacional, y
sobre el hecho de saber si debe ser, como Israel, un enclave pro occidental en Medio Oriente o, al contrario, si debe
considerarse como parte de una lucha de liberación a escala regional árabe. Así, las configuraciones confesionales
han cambiado -en un país en el que la cuestión de la liberación nacional sigue estando problemáticamente
imbricada con las configuraciones comunitarias-, la experiencia política y militar de la resistencia se ha profundizado,
mientras que el liderazgo político antiimperialista no está ya asegurado por la izquierda, sino por un partido
nacionalista de inspiración religiosa, Hezbolá.
Hoy, muchos temen un conflicto civil entre sunitas y chiítas, estando divididos los cristianos entre la mayoría y la
oposición. Unida a una intervención israelí, o a una nueva resolución de la ONU que permita a las tropas extranjeras
de la FINUL hacer uso de la fuerza para desarmar a Hezbolá, una guerra civil permitiría cercar a la resistencia
libanesa. De ahí la batalla institucional y seguritaria en curso en el Líbano: sin gobierno nacionalmente reconocido
desde la dimisión de los ministros chiítas en diciembre de 2006, sin presidente de la República desde la salida de
Emile Lahoud, el pasado 23 de noviembre, ya está entablada la batalla entre el 14 de marzo y la oposición por el
control de las instituciones, pero también de las fuerzas armadas y de los servicios de seguridad. La oposición
sospecha que el gobierno de Fouad Siniora y a los americanos quieren modificar la composición confesional y
política del ejército, a fin de hacerle deslizarse a una posición contra Hezbolá.
La manifestación del 27 de enero, en las barriadas del sur de Beirut, contra el alza de los precios y los cortes de
electricidad, durante la cual los soldados abatieron a nueve jóvenes chiítas, constituía un signo claro de las
divisiones del ejército libanés, incluso si numerosos oficiales permanecen cercanos a la resistencia y la oposición.
Presidencia, ejército, gobierno, fuerzas de seguridad: el conjunto de estos asuntos no parece poder ser arreglado en
los próximos meses, siendo tan fuertes las presiones de la administración americana sobre sus aliados libaneses y
regionales.
Rouge n° 2244, 20/03/2008
Traducción: Alberto Nadal
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