La autonomía en México

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La autonomía en México
Entre la libertad, el Estado y el
interés privado (1921-2008)
Hugo Aboites*
E
n México como en otros países de América Latina el movimiento de los estudiantes de Córdoba de 1918 tuvo una repercusión
casi inmediata. La idea de una universidad
pública, abierta, independiente, democrática,
al servicio de los estudiantes y de la sociedad fue vista como indispensable, sobre todo
frente a un gobierno autoritario y frente a una
etapa completamente nueva para el país. Así,
en 1923, apenas unos años después de concluido el movimiento social y armado de la
Revolución Mexicana (1910-1917) y apenas
cinco años después de Córdoba, en México
aparecía la Universidad Autónoma del Estado
de San Luis Potosí dotada de “plena autonomía en su organización científica, técnica y
docente”, y con la capacidad de administrar
sus recursos, nombrar libremente a su rector,
* Doctor en Educación. Profesor/investigador del
Dpto. de Educación y Comunicación de la UAM-Xochimilco, México.
y gobernarse a través de una Asamblea General y un Consejo Universitario paritario. En
ese mismo año, la Federación de Estudiantes
de México demandaba la autonomía para la
Universidad Nacional, que se logró parcialmente en 1929 y sólo de manera plena en 1933
(Silva Herzog, 1974:32).
Su nacimiento y posterior desarrollo en
México, sin embargo, revelan que la autonomía tiene múltiples significados políticos y
sociales. Es necesario profundizar en estos
si se quiere repensar el futuro de las universidades latinoamericanas en el siglo veintiuno.
La autonomía puede ser un peligroso eslogan
si sólo idealiza la historia y esconde los intereses y visiones sobre la universidad, la educación y el país que se confrontan en torno
a ella. En el caso mexicano, es posible distinguir cinco grandes momentos de ese desarrollo y así aclarar dónde nos encontramos
actualmente en la historia de la autonomía y
sus perspectivas.
Un primer momento, el del nacimiento de la
autonomía en la Universidad Nacional (19291933) muestra su paradójico origen. La autonomía surge en medio de fuertes movimientos
estudiantiles pero finalmente sólo se materializa por el interés del Estado de desembarazarse
de una universidad que considera aristocrática,
opuesta a los gobiernos emanados de la Revolución e ineficiente. Más que trabajar con ella,
la hace a un lado y prefiere impulsar un proyecto propio de educación superior. Así, frente a
las demandas de los estudiantes de la Universidad Nacional de que la “voz y voto” de los estudiantes “tenga algún valor” sorpresivamente el
gobierno responde diciendo que la Universidad
se las arregle como pueda. El ministro Narciso
Bassols, a la hora de presentar la iniciativa de
ley dice que se trata de
dejar que la Universidad, con sus propias orientaciones, bajo su exclusiva y absoluta responsabilidad y con sus propios elementos pecuniarios y morales responda ante el país; y que
mañana, libre el Gobierno de toda suspicacia,
pueda exigir a los universitarios, como lo exigirá también todo el país, que respondan del
uso que haya hecho de la entrega generosa, levantada y noble que el Gobierno les hace (Silva
Herzog, 1974:66).
Poco después, en 1936, el presidente Lázaro
Cárdenas impulsa el proyecto de educación superior del gobierno y abre las puertas a hijos de
obreros y campesinos al Instituto Politécnico
Nacional y a la Escuela Nacional de Agricultura
de Chapingo, instituciones destinadas expresamente a educar a los hijos de obreros y campesinos, a cargo del Estado.
Un segundo momento, décadas más tarde, es de enfrentamiento (1965-1970) entre
el gobierno y la UNAM (y también con estudiantes del Instituto Politécnico Nacional).
A mediados de los sesenta, la Universidad
y los gobiernos ya habían reestablecido las
relaciones políticas y de financiamiento con
los gobiernos, gracias, entre otras cosas, a
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que el proyecto de educación superior popular del Estado no duró mucho, a que el país
necesitaba a los egresados de la UNAM y a
que una nueva ley (1945) había ”domesticado” la autonomía mediante la concentración
del poder en un reducido grupo de notables.
Pero al mismo tiempo, contradictoriamente,
la Universidad había cambiado en forma importante en el perfil social de la matrícula.
Aunque seguía siendo la institución preferida
por las clases dirigentes, más y más jóvenes
de la clase media y popular tenían acceso a
los estudios superiores y también a corrientes de pensamiento social sumamente progresista. Con esto, la Universidad comenzó a
interactuar con un contexto social que ya comenzaba a mostrar las limitaciones sociales
del Estado de bienestar. Esa creciente contradicción hizo crisis en 1968, al estallar un movimiento estudiantil que llevó a la irrupción
del ejército en la UNAM y el Instituto Politécnico Nacional y a la matanza en Tlaltelolco.
La burocracia de la UNAM se enfrentó directamente con el gobierno de Díaz Ordaz y el
rector Barros Sierra desafió públicamente al
presidente y marchó por las calles a la cabeza de los universitarios. Ya no era la defensa
de la autonomía como un ambiguo privilegio
entre conservador y progresista, de los años
La Reforma Universitaria
veinte, sino la autonomía como defensa de un
espacio de educación cada vez más popular y
con creciente libertad de pensamiento, y un
Estado profundamente autoritario y, además,
ya en ese momento sumamente endeble en su
postura de representante y promotor de las
demandas populares. Así la autonomía viene
a ser estratégica para el desarrollo no sólo de
una sociedad que nace a la democrática, sino
de organizaciones y luchas populares en búsqueda de un orden social distinto.
En una tercera etapa (1970-1980), de autonomía dirigida, muestra un cambio radical en
la postura de los gobiernos frente a la autonomía. Luego del 68 estos entienden que los enfrentamientos abiertos con las instituciones
autónomas no son productivos y políticamente
costosos, pero no pueden sin más abandonarlas. Ante la crisis económica y social que se le
viene encima considera indispensable usarlas
como motor para el crecimiento económico y,
para ello, comienza a ensayar como convertirse
en el conductor de la educación superior. Así,
los gobiernos de Luis Echeverría (1970-1976) y
José López Portillo (1976-1982) deciden impulsar la creación de decenas de universidades autónomas, pero para comenzar a manejarlas. En
medio de una combinación de represión contra
estudiantes y contra algunas instituciones re-
Hugo Aboites
beldes, de discursos que recuperan el tono populista del pasado y de largueza financiera para
la educación superior, estas universidades autónomas –y ya no las instituciones de educación
superior popular de los treinta– se convierten
en el eje central de la estrategia gubernamental
para la educación superior. Son universidades
que nacían “vacunadas”, dotadas del esquema
de poder similar al de la UNAM (1945), que asegura el poder y el control indefinido a una burocracia dirigente. Es esta una etapa en la que
crece exponencialmente la matrícula (lo que
abre la universidad a jóvenes de origen más popular), surge con enorme fuerza el sindicalismo
universitario y aparece también –en oposición
al control gubernamental– el modelo de universidad crítica, democrática y popular que en
varias instituciones rompe con la propuesta de
autonomía controlada y ensaya formas distintas de definición de la relación con la sociedad.
En una cuarta etapa (1980-1990), de consolidación del control, la autonomía universitaria es elevada a rango constitucional (1980),
aunque es un reconocimiento meramente
simbólico, pues ni siquiera se le garantizan
los recursos indispensables para su funcionamiento y expansión. El significado político
real de la reforma es reducir la fuerza de los
sindicatos universitarios que hacía peligrar el
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control férreo de los grupos institucionales y
el control del Estado sobre la educación superior. La reforma constitucional hace posible
que se incorpore en la Ley Federal del Trabajo
por primera vez una definición de lo que es el
trabajo universitario, cuáles son los límites de
las negociaciones bilaterales y la prohibición
de la creación de un sindicato nacional. Como
se preveía, esto trajo el fortalecimiento –ahora constitucional– de las burocracias institucionales, y dificultó grandemente las luchas
por una conducción realmente autónoma de
la universidad, es decir, fincada en una efectiva participación de estudiantes y trabajadores
universitarios. El refuerzo a los grupos dominantes en cada institución ofreció al Estado
un interlocutor todavía más confiable, pero
también creó una universidad cada vez más
dependiente de planes e iniciativas gubernamentales. La crisis de la deuda (1982-1990) demostró desde entonces claramente el significado de este nuevo orden. Aunque los sindicatos
se rebelaron frente a los recortes de salarios
y subsidios universitarios, las burocracias institucionales los aceptaron pasivamente y con
eso se rompió el frente conjunto de estudiantes y trabajadores universitarios por un lado y
directivos por otro, que podría haber defendido a la universidad pública y autónoma.
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En una quinta etapa (1990 hasta la actualidad)
de la autonomía en el neoliberalismo, la avalancha de iniciativas gubernamentales y, crecientemente, también empresariales, aumentan a detalle y considerablemente el control de funcionarios del gobierno federal sobre la vida académica
e institucional de las universidades autónomas.
A pesar de que la constitución establece claramente que las autónomas “tendrán la facultad y
la responsabilidad de gobernarse a sí mismas…,
[y] determinarán sus planes y programas” de estudio, las facultades y divisiones académicas son
definidas (y tratadas) como “dependencias gubernamentales” y el gobierno puede ya incluso
limitar la matrícula en ciertas carreras y facultades (PROMEP, 1997); el ingreso y egreso de estudiantes a las universidades queda controlado
por una agencia privada de evaluación patrocinada por el gobierno (CENEVAL); los académicos prominentes reciben ingresos y recursos de
investigación directamente del gobierno como
parte de programas de “mérito”; los planes y programas de estudio son revisados y aprobados por
agencias privadas “acreditadoras”; los niveles de
salarios del personal universitario son determinados por el gobierno federal, y hasta la misma
asociación de rectores admite que debe limitar
la matrícula y crea el concepto de “vinculación”
para legitimar las asociaciones estratégicas entre
La Reforma Universitaria
universidades y grandes corporaciones. También
plantea el concepto de “autonomía responsable”
como manera de legitimar la intervención privada y gubernamental y declara la autonomía ya no
como un mandato constitucional bien definido
sino como un “valor” (aunque agrega que “ocupa
un lugar sustantivo en la escala de valores de las
instituciones de educación superior mexicanas”)
(ANUIES, 2000:139).
Como resultado, la universidad autónoma
mexicana tiene una creciente pérdida de identidad. Los últimos movimientos universitarios
(las protestas contra la evaluación de 19962000, la huelga en la UNAM de 1999-2000, la
huelga en la UAM en el 2008) son manifestaciones de la crisis de una universidad que, perdida
la autonomía, ha perdido el rumbo y la mira en
su tarea de responder a las necesidades de las
mayorías del país generando nuevos conocimientos y trayendo el de otros países. Se han
anquilosado tempranamente en manos de una
poderosa burocracia y el control empresarial y
gubernamental. “Las universidades han llegado
así a ser así fiel reflejo de esas sociedades decadentes que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil”, decían los
estudiantes rebeldes de hace noventa años. Y
ahora ha vuelto a ser verdad. Es sólo gracias a
las múltiples experiencias de una nueva univer-
Hugo Aboites
sidad que surge de las comunidades indígenas
de Ecuador, Bolivia y México, de los barrios y
suburbios venezolanos y mexicanos que surgen
vientos de una transformación profunda de lo
que hasta hoy entendemos como autonomía.
Bibliografía
DANUIES 2000 La educación Superior en el
siglo XXI (México. D: F.: Asociación Nacio-
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nal de Universidadese Instituciones de Educación Superior).
PROMEP 1997 Programa de Mejoramiento
del Profesorado (México, D.F.: Secretaría de
Educación Pública).
Silva Herzog, Jesús 1974 Una historia de la
universidad de México y sus problemas.
México (México D. F.: Siglo XXI).
Tünnermann Bernheim, Carlos 2008 90 años de
la Reforma Universitaria de Córdoba (19182008) (Managua: Editorial Hispamer).
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