Corsarios castellano.pmd - Museu Marítim de Barcelona

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CORSARIOS EN EL MEDITERRÁNEO
Àrea d’Educació i Activitats
El Mediterráneo se vio afectado desde la antigüedad, como casi todos los mares del
mar, por el fenómeno de la piratería, que incidió en las líneas comerciales de todos los
países. Los barcos mercantes eran los primeros que practicaban la piratería, contra barcos
mercantes de otros países, convirtiéndose así en los primeros corsarios del Mediterráneo.
La diferencia entre corsario y pirata queda, por lo tanto, bastante diluida en esta
primera etapa, ya que hay una coexistencia de intereses y, por ende, hay que distinguir
ambos conceptos.
Se entiende por piratería aquel delito cometido en el mar contra otras
embarcaciones o pueblos costeros, sin hacer distinción alguna entre las víctimas del
ataque; en cambio, el corso es una actividad que se realiza en el mismo espacio
geográfico, es decir, en el mar, pero encargado a un particular y con el visto bueno de su
país, para atacar a las propiedades marítimas de otro país enemigo, y sólo de este.
La situación en el Mediterráneo medieval está dominada por los barcos cristianos,
que comienzan a instalarse en el norte de África e impiden la aparición de cualquier alternativa
comercial que no sea la suya. Barcos catalanes, castellanos e italianos aplastan cualquier
intento por parte de los incipientes comerciantes norteafricanos por hacerse con un pedazo
del pastel comercial mediterráneo.
Este hecho se añade al más importante aún que explica el nacimiento del corsarismo
en el Mediterráneo: la victoria de los cristianos en Granada y la consiguiente expulsión de
los moriscos provoca un éxodo de población hacia el norte de África y un traslado de la
guerra entre moros y cristianos hasta el Estrecho de Gibraltar, que a partir de aquel momento
se convierte en la línea del frente, y que además cuenta con la ayuda de estos exiliados, que
tienen un deseo de venganza importante contra los que los han expulsado de las que
consideran sus tierras desde tiempos inmemoriales.
Esta conjunción (moriscos expulsados + traslado del frente bélico al mar) hace que el
corso experimente un desarrollo importante, que afecta de forma directa a la costa
mediterránea. Este hecho provoca una reacción entre los españoles, que inician una
campaña contra las ciudades costeras del norte de África, que promueven estos ataques,
ya que les aportan unos beneficios importantes. Se conquistan plazas fuertes (Trípoli, Salé,
Melilla, Bugia…) y otras como Argel se someten voluntariamente, de manera que a comienzos
del siglo XVI parece ser que la situación se ha estabilizado gracias a estas conquistas
puntuales.
Nada más lejos de la realidad. La pesadilla no ha hecho más que empezar.
Corsarios en el Mediterráneo. Museu Marítim de Barcelona.
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LOS HERMANOS BARBARROJA
El teatro mediterráneo experimenta un cambio radical con la llegada de los dos hermanos Barbarroja: Oruch y Kheir-ed-din, dos griegos renegados que van hacia la isla de
Djerba, el refugio de los piratas mediterráneos, desde donde empiezan a actuar contra las
posesiones cristianas (barcos, pueblos costeros…), y su prestigio aumenta hasta el punto
que el hermano mayor, Oruch, es nombrado gobernador de
Djerba.
Semejante afrenta al orden establecido en el Mediterráneo
no puede ser consentida por el Emperador Carlos, quien intenta
extirpar este germen que comenzaba a instalarse de nuevo en el
norte de África. Oruch muere en la ciudad de Tremecén, pero
con ello únicamente se consigue que el hermano mayor sea sustituido por el pequeño: Kheir-ed-din, quien adopta una decisión
de tipo político que lo mostrará como un personaje muy
carismático: se somete a la autoridad del Sultán de Estambul,
Kheir-ed-din Barbarroja
con lo cual obtiene el apoyo del principal enemigo de los españoles en el Mediterráneo, el Imperio Otomano; con su ayuda, puede volver a reconquistar las
plazas ocupadas por los españoles, y extender la idea de que se les puede vencer.
Los años 30 a 50 del siglo XVI suponen para los españoles una pesadilla a la que no
encuentran salida. Los ataques se suceden sin parar, no solo a las posesiones africanas,
sino también a la costa de la península, de la cual los barcos turcos parten cargados de
esclavos cristianos, que son vendidos en los mercados de esclavos de Argel, Túnez,
Estambul…
Argel se convierte en un paraíso para el corsario, ya que las condiciones a las que se
llega con el gobierno de la ciudad son muy favorables para ellos. De este modo, llegan
cosarios de todas partes (Cachidiablo, Salah Rais, Yusuf Arraez, Dragut...) que intentan
seguir los pasos de estos dos grandes corsarios del Mediterráneo.
El hermano pequeño, Kheir-ed-din, continuará con sus ataques a las posesiones
cristianas hasta que ser nombrado Almirante de la Flota Turca, con la cual atacará a todos
los objetivos que considere oportunos, labrándose así una fama que lo hará inmortal.
Acabará sus días en la ciudad de Estambul, muriendo de viejo, rodeado de las riquezas y el respeto que se ganó a lo largo de su vida.
Corsarios en el Mediterráneo. Museu Marítim de Barcelona.
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LOS RENEGADOS
Argel se convierte en un foco de atracción para todo el que quiera vivir al margen de
las anquilosadas instituciones occidentales; un lugar donde se valoran mucho más las
aptitudes individuales que la herencia o las afinidades políticas.
Todo esto resulta muy atractivo para los que voluntariamente acuden a la ciudad de
los corsarios, pero también para los que han sido enviados allí de manera involuntaria,
como esclavos, ya que ven que el hecho de renegar de la religión cristiana y adoptar la
musulmana puede ser el medio para conseguir unas condiciones de vida mejores, aunque
no consigan con ello la libertad.
Para ellos, tener que renunciar era algo que iba en contra de su educación, de todo lo
que representaba su vida. Los musulmanes eran la personificación del mal, y convertirse
en uno de ellos era lo peor de todo. Sin embargo, hubo gran cantidad de cautivos que
escogieron una vida terrenal mejor, aunque esto obligara a renunciar a la vida después de la
muerte.
Las razones para renegar fueron, seguramente, tan variadas como la cantidad de
personas que lo hicieron, pero se podrían agrupar de la siguiente manera:
- La esperanza de ser mejor tratados por sus amos y, con el tiempo, quien sabe si hasta
de conseguir la libertad, algo que no se lograba de forma automática al renegar.
- El miedo a no ser rescatado nunca y tener que ser un esclavo toda la vida.
- Tener poca fe y que no les importara sufrir las penas por renegar en caso de ser
capturados por los cristianos.
- La venganza personal contra algún turco, ya que si se vengaban siendo cristianos, los
mataban automáticamente.
- La atracción de las mujeres musulmanas.
- La avaricia y la ambición, ya que como ya hemos dicho, los renegados tenían muchas
posibilidades de subir en el escalafón social de los berberiscos si demostraban su valor en
el trabajo que fuera, preferentemente el de corsario, donde podían ganar mucho más dinero.
Parece ser que más de la mitad de los cautivos acababan renegando de la fe
cristiana.
Los más fieles a la condición de renegado solían ser los que habían sido capturados
de pequeños, cuando eran niños y, por lo tanto, fácilmente manipulables, de tal manera que
podían convertirse sin tan siquiera ser conscientes de lo que estaban haciendo en realidad.
Los renegados se caracterizan por ser los más estrictos en el seguimiento de la
nueva religión, y también los más crueles, ya que por su deseo de parecer los más musulmanes de todos, llegan a hacer cosas que los musulmanes de toda la vida ni se plantean.
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LOS GALEOTES
El destino más común para los que no conseguían obtener un rescate y que, por lo
tanto, eran condenados a permanecer cautivos, era servir como remeros en las galeras.
Esta actividad, que se producía entre los meses de abril y octubre, para aprovechar el
buen tiempo, era considerada por los que la sufrían como un viaje al infierno, del cual a
menudo no había billete de vuelta.
La jornada era agotadora, remando encadenados al banco, y teniendo que pasar todo
el día en una posición incómoda, sin posibilidad de descanso.
Las condiciones higiénicas eran inexistentes, y la dureza de la jornada diaria era brutal.
Se veían sometidos a castigos constantes por parte de sus amos, como azotes, cortes de
orejas y narices… El cómitre era el encargado de mantener el orden a bordo, y lo hacía con
especial crueldad.
Los galeotes se organizaban en el remo en función de
su fuerza, complexión física, salud y experiencia, y según
estos parámetros, eran nombrados primer galeote, postizo, tercerol y cuarterol, es decir, su posición en el remo.
Los barcos corsarios eran muy característicos. Recibían el nombre de galeotas, y eran una evolución directa
de las antiguas birremes y trirremes clásicas. Eran barcos alargados, estrechos, que conseguían una velocidad
y una maniobrabilidad remarcables, es decir, tenían las características fundamentales para una nave que se dedicaba a practicar el corso.
Modelo de galera
Los galeotes conseguían huir en contadas ocasiones, bien
de manera individual, aprovechando una distracción de sus guardianes, bien de manera
colectiva, mediante una rebelión, que en caso de ser sofocada, provocaba una represión
brutal, para que sirviera de ejemplo ante posibles revueltas futuras.
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LA DEFENSA DEL TERRITORIO
Hasta el siglo XVII, los ataques al territorio peninsular son constantes. Los coetáneos
llegan a plantearse si podrían encontrarse ante un nuevo intento de invasión, ya que los
testimonios de ataques son constantes.
En cualquier caso, como reacción se organiza una defensa a nivel interior, y cuando
se produce un ataque, responden milicias de pueblos del interior, pero no solo del litoral y
del prelitoral, sino también de tierra adentro, como Aragón o Castilla.
Como consecuencia directa de estos ataques, el litoral se convierte en un territorio
prácticamente desierto. Los territorios cercanos al mar quedan abandonados. Las primeras poblaciones estables se encuentran a una distancia prudente del litoral, donde sólo hay
grandes ciudades con sus puertos correspondientes, fuertemente defendidos, o la dualidad de pueblos que tienen su centro en el interior, «a dalt», y su barrio marinero o de pescadores en la costa, «a mar».
Los números asustan. Según algunos cronistas, a finales del XVI y comienzos del
XVII debía haber unos 20.000 o 30.000 españoles en poder de los berberiscos. Si tenemos
en cuenta que en el litoral mediterráneo debían vivir unos 500.000 habitantes, podemos
percibir la magnitud del desastre.
Esta situación, insostenible, provoca una reacción contra los moriscos, ya que son
considerados cómplices de los ataques, y les prohíben que se instalen en primera línea de
mar.
Las instituciones deciden hacer frente a este problema, un auténtico estado de guerra, tomando diversas medidas:
* La monarquía aporta los tercios, que no son la herramienta más adecuada para luchar
contra el corso, que es demasiado rápido para dar tiempo a reaccionar, y acaba siendo un
problema antes que una solución.
* Las Cortes también organizan milicias regionales, pero no tienen continuidad.
* La nobleza organiza una defensa efectiva, pero únicamente en los puntos de sus
posesiones que resultan de su interés particular.
* Los ayuntamientos son los que más padecen estos ataques, y son sobre los que
recae el máximo esfuerzo para organizar la defensa.
En general se organiza una red defensiva, con
mejor o peor fortuna, a diferentes niveles:
1. Las guarniciones de África, que avisan de cualquier movimiento de barcos que se dirijan hacia España.
2. Los barcos de todo tipo que navegan por el mar y
que también pueden avisar de los ataques.
Torre de Peñíscola
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3. Las cadenas de torres de vigilancia y fortalezas, que constituían la auténtica muralla defensiva, la construcción y el mantenimiento de la mayoría de las cuales correspondió a los ayuntamientos.
Estas torres se construyeron en su gran mayoría a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII, combinando sencillez, naturalidad y facilidad constructiva. Se construían donde la orografía permitía la
vigilancia de una gran extensión de terreno o de
mar, y también cerca de masías aisladas, que de
esta manera añadían la función defensiva a las
que en un principio eran únicamente torres de vigilancia.
Las torres de vigilancia se ubicaban sobre
Estructura interior de una torre de defensa
acantilados o colinas, y se establecían guardias
organizadas por
los propios vecinos, quienes se encargaban de dar la señal
de alarma, mediante el sonido de cuernos o con hogueras y
señales de humo, con las que alertaban a sus vecinos de la
presencia de barcos corsarios en el horizonte.
Además, tenían que realizar salidas de exploración para
comprobar que todo estuviera en orden.
Cuando se daba la voz de alarma, la población tocaba
las campanas de la iglesia para avisar al resto de vecinos,
que llevaban las cosas de valor a la torre, y aportaban los
alimentos necesarios para resistir el posible asedio y preparar la defensa.
Torre de Denia
En cualquier caso, cuando los corsarios eran descubiertos, perdían su ventaja principal, el factor sorpresa. Los ataques corsarios son, por definición, rápidos, sin dar tiempo a una posible respuesta, y se hacen en el tiempo imprescindible para entrar, robar o secuestrar y huir. Si se tenían que enfrentar a una población prevenida, tenían muy poco que ganar.
Pero esta eficacia defensiva se producía pocas veces. Por norma, los corsarios aprovechaban los escondrijos que les proporcionaban las calas y pequeñas bahías de la costa
para desembarcar y acercarse, al amparo de la noche, a las villas que, dormidas, no esperaban el ataque. La brutalidad y la rapidez con la que éste se producía no brindaba oportu
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nidad alguna a los moradores, que eran capturados rápidamente y conducidos al lugar en el
que los esperaban sus embarcaciones y, desde allí, hacia la otra orilla del mar.
Los corsarios también se ocultaban cerca de los cabos por donde sabían que tenían
que pasar los barcos mercantes, ya que se hallaban en mitad de las rutas de navegación.
Estos lugares eran el cabo de Creus, para atacar la Costa Brava; el cabo de Sant Martí, al
lado de Xátiva, para atacar a la Marina Alta alicantina; el cabo de Palos, el gran refugio
corsario, desde donde atacaban a todos los barcos que partían desde Andalucía hacia el
norte o hacia el sur; el cabo de Gata, considerado un pedazo de África dentro de la península, desde donde podían capturar grandes naves comerciales que navegaban por el sur de
Almería; y el estrecho de Gibraltar, que si bien era el lugar más peligroso de España, nunca
fue controlado del todo por los cristianos.
Cuando los corsarios tenían que refugiarse más días, por tormentas o para preparar otro ataque, se escondían en las islas, y así evitaban posibles ataques por tierra.
Las islas que escogían eran las Medas, Formentera, la isla de Benidorm y Tabarca,
en Alicante, o la isla Grosa, al lado del cabo de Palos, considerada tan argelina como el
mismísimo Peñón de Argel.
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EL CAUTIVERIO
Para los corsarios, el regreso a la ciudad de origen se convertía en una fiesta, ya
que era el momento de proceder al reparto de todas las ganancias obtenidas en sus
razias.
Para los que eran capturados por los corsarios comenzaba un auténtico calvario.
En primer lugar, la incertidumbre de qué pasaría con sus vidas. Más tarde, cuando
llegaban al puerto de destino, eran vendidos en el mercado de esclavos, y si no tenían
ninguna opción de ser rescatados por los suyos, que tenían que pagar lo que les pidieran, ni
tenían ningún oficio que pudiera ser de utilidad para los corsarios, como por ejemplo carpintero
de ribera, calafate u oficios similares, relacionados con la navegación, sólo les quedaba un
destino posible: el remo en las galeras.
Sólo les quedaba el consuelo de saber que la temporada de galeras acababa en
octubre, y hasta mayo del año siguiente, se quedaban en tierra, haciendo las obras de la
ciudad, trabajando en las pedreras… Siempre esperando recibir el rescate o, con mucha
suerte, planeando una hipotética y peligrosa huída.
Curiosamente, los cautivos gozaban de cierta libertad de movimiento, ya que era muy
difícil huir. Además, los cautivos eran fácilmente reconocibles, ya que iban afeitados y llevaban unos grilletes en los tobillos que hacían ruido al caminar. Así, las cadenas no se solían
utilizar casi nunca, únicamente con los cautivos peligrosos. Además, los cautivos que se
convertían en marineros tenían derecho a 1/3 de las ganancias, mientras que otros se
dedicaban a abrir tabernas, actividad prohibida a los musulmanes, lo cual también les permitía obtener beneficios.
La única obligación que tenían los cautivos, cuando no estaban realizando alguna
tarea específica, era la de pasar la noche en los baños, que eran las construcciones
creadas específicamente para alojar a los esclavos. Los famosos baños de Argel eran
unas instalaciones complejas, que además de las lóbregas celdas descritas por los
monjes, disponían de hospital, iglesias, espacios para las artesanías de los cautivos,
tabernas…
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EL RESCATE
Los cautivos intentaban recuperar la libertad por todos los medios posibles.
El primero era consiguiendo el rescate.
Para lograrlo, tenían que contar con el apoyo de sus familiares, que intentaban
reunir el dinero que les pedían los corsarios. Una vez conseguido, lo entregaban a las
órdenes rescatadoras, los mercedarios y los trinitarios, encargados desde la Edad Media
de rescatar a los cautivos.
Estos se presentaban en las guaridas de los corsarios, además, con el dinero que
habían conseguido recaudar gracias a las limosnas recogidas en misa, y negociaban la
libertad, en primer lugar, de los que habían pagado por sus familiares, llamados «obligados». A continuación, de las mujeres y los niños, después de los nobles y religiosos, después de los compatriotas de los monjes y por último de los no nacionales.
Sin embargo, esto era pura teoría, ya que todo dependía de cómo fueran las negociaciones. Además, había cautivos que con su trabajo habían conseguido ahorrar algo de dinero, e intentaban que los monjes intercedieran por ellos contando con estas pequeñas fortunas que les podían brindar la libertad.
Después de llegar a un acuerdo, se hacía una misa y se les entregaba una credencial
para poder regresar a la cristiandad sin ser atacados de nuevo por barcos corsarios.
Según algunos estudios, parece ser que solo fue rescatado un 10% de los esclavos.
Por este motivo, muchos cautivos intentaban mejorar sus condiciones de vida renegando,
otro se adaptaban lo mejor que podían a la vida de cautivo…
Otros no se resignaron e intentaron la huida.
Básicamente había cuatro maneras de huir:
- Huir por tierra hasta Orán, que era una plaza fuerte española.
- Recibir ayuda exterior por mar. Si se conseguía enviar un mensaje a tierras cristianas
para que enviasen un barco, podían aprovechar su relativa libertad de movimientos para
intentar embarcar y huir.
- Recibir auxilio exterior por tierra.
- Huir por mar, robando un barco corsario.
Cualquiera de estos intentos podía ser castigado fácilmente con la muerte.
El premio por conseguir huir era la libertad.
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FIN DEL CORSARISMO MEDITERRÁNEO
El destino del corso mediterráneo iba ligado al de España, ya que vivía directamente
del mismo. Cuando el imperio español comenzó a decaer, los países que intentaban arrebatarle la hegemonía mundial comenzaron a sustituirlo, y toparon con un problema que
habían fomentado ellos mismos. Ya no les servía para enfrentarse con los españoles y, de
hecho, les molestaba para sus proyectos de rutas de navegación, con lo que acabaron
enfrentándose.
A pesar de todo, el corso intenta perpetuar su sistema de vida. Es una sociedad que
no conoce otro tipo de subsistencia. Lleva demasiado tiempo haciendo lo mismo, y toda la
sociedad está organizada en función del corso. Cuando empieza a tambalearse, toda la
estructura corsaria se resiente.
Este enfrentamiento sólo puede tener un final: el fin del corsarismo. Los barcos occidentales son cada vez más modernos y sus flotas cada vez más grandes. En cambio, los
barcos corsarios son cada vez menos, y por lo tanto producen menos beneficios para la
ciudad, la cual puede invertir menos en la modernización y el mantenimiento de los barcos.
Todo ello conlleva inestabilidad social y política, lo que acaba hundiendo el sistema
económico y político de Argel, la ciudad más importante de los corsarios. Se producen
revueltas, golpes de estado, conspiraciones, magnicidios…
A pesar de todo, Argel resiste, hasta que a finales del siglo XVIII es forzada a aceptar
la paz con España.
En 1830, Francia ocupa Argel y la convierte en un protectorado.
El sueño de los hermanos Barbarroja ha acabado.
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Actividades sugeridas
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VISITA AL LITORAL CORSARIO
La costa de Cataluña se protegió contra los ataques de los corsarios en esta época
tan turbulenta que acabamos de estudiar. Algunos vestigios se enfrentan al paso del tiempo
con bastante dignidad, y nos permiten recordar cómo debía ser la vida cotidiana de aquellos
que no sabían si al día siguiente despertarían en Berbería.
Os proponemos una serie de itinerarios para descubrir los rincones del litoral catalán
donde todavía, con un poco de imaginación, se aprecia la presencia de los corsarios.
Costa Brava
Os proponemos la visita a dos pueblos que tienen una gran tradición en este tema:
Begur.
Pocos pueblos conservan tan nítidamente la sensación de miedo que tenían sus
pobladores por los ataques que pudiesen llegar por mar. De las 10 torres que había en el
interior del casco urbano se conservan únicamente 5, que se pueden visitar, junto al castillo,
desde la plaza Forgas: Torre Pella i Forgas; Torre del Mas Marquès; Torre Hermanac de
Can Pi; Torre de Sant Ramon; y Torre de’n Pinc.
Aparte de estas construcciones defensivas también se pueden visitar los espacios
que elegían los corsarios para desembarcar, que también estaban fortificados: Cala Sa
Riera y Cala Sa Tuna.
Tossa de Mar.
La Vila Vella es el testimonio más evidente de la presencia de corsarios en esta zona,
y del intento de sus pobladores por hacerles frente. Dentro se pueden ver la Torre de’n
Joanàs y la Torre de les Hores.
Maresme
Un recorrido por tres pueblos del Maresme que permite hacerse una idea aproximada
del sistema de fortificaciones de la comarca.
Pineda de Mar
Hay una inscripción en la puerta de la iglesia que
recuerda un ataque de los corsarios en 1565, y una torre
en Can Jalpí.
Sant Pol
Podéis visitar la ermita de Sant Pau, fortificada, y
la iglesia de Sant Jaume, construida al lado de una torre
de defensa, que actualmente ejerce como campanario.
Caldes d’Estrac
Se pueden observar la Torre dels Encantats, la
Torre Verda o de la Guàrdia, y la Torre de Can Busquets,
Torre dels Encantats, en Caldes d’Estrac
además de Can Milans, una casa fortificada.
Podéis ampliar la información de los itinerarios en el libro «La ruta de los corsarios I. Cataluña y
Valencia», de Ramiro Feijoo. Ed. Laertes. Barcelona, 2000.
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EL CUESTIONARIO CORSARIO
- Intentad responder las definiciones que os adjuntamos y que tratan sobre los corsarios
mediterráneos. Unos de ellos, los hermanos más famosos y temidos, brindan pistas para
completarlo.
1.
2.
B _ _ _ _
_ A _ _ __ _
3.
R _ _ _ _ _ __
4.
B_ _ __
5.
_ A _ _ _ __
6.
_ R_ _ _
7.
8.
9.
10.
_ _ R _ _
_ O _ _ _ _ _ _
_ _ _ _ _ J _
_ _ _A _ __
Definiciones:
1. Espacios adaptados para el confinamiento de los esclavos en ciudades como
Argel, Túnez o Trípoli.
2. Condición del que pierde su libertad al ser secuestrado por los corsarios, y que sólo
podrá abandonar si es rescatado o huye.
3. El que abandona su fe y acepta el Islam
4. Los corsarios lo llamaban galima, y se lo repartían según sus méritos o su cargo.
5. El barco característico de esta época, muy mediterráneo.
6. La ciudad que simbolizaba el terror para los cristianos y, al mismo tiempo, capital del
reino corsario.
7. Una de las defensas de los cristianos contra los ataques corsarios. Había de vigilancia
y de defensa.
8. Su expulsión motivó el incremento del corso.
9. Espada típica de los corsarios mediterráneos del Islam
10. En esta batalla se puso freno a la expansión de los turcos por el Mediterráneo.
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LA LITERATURA I EL CORSO
A partir del Romanticismo, el pirata se convierte en un personaje que da una imagen
muy diferente a la que tuvo en realidad: aparece como un elemento perseguido por la injusticia, como un símbolo de la libertad que brinda el mar, y que lucha contra el mal, representado por una autoridad anticuada, egoísta y avariciosa, contra la cual el fenómeno de la
piratería aparece como un soplo de aire fresco. Ejemplos de este tipo los encontramos en
todas las novelas del siglo XIX de temática pirata, y más tarde también en la mayoría de
películas que, ya en los siglos XX y XXI, nos ofrecen historias de piratas.
Pero no todos los ejemplos literarios fueron tan benévolos con los piratas. Especialmente las creaciones contemporáneas inspiradas en la piratería los presentan como lo que
verdaderamente fueron. Cervantes, que sufrió en primera persona la experiencia de la reclusión y la cautividad en los baños de Argel, es un ejemplo, con algunas de sus obras (El
trato de Argel, la Sultana o El Quijote), y también Guimerà, con Mar i Cel, ofrece algunos
aspectos reales del corso.
A continuación encontrarás unos ejemplos literarios que abordan desde diferentes
puntos de vista el tema de la piratería.
Estúdialos y define los aspectos que caracterizan a cada uno de ellos.
Canción del pirata
José de Espronceda
Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.
La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Stambul:
Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas hemos hecho
a despecho del inglés,
y han rendido sus pendones
cien naciones a mis pies.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
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El Trato de Argel
Miguel de Cervantes
Acto tercero, escena segunda
Esclavo 2:
Será nunca acabar si respondemos;
déjalos ya, Pedro Álvarez, amigo,
que ellos se cansarán, y dime agora
si todavía piensas huirte.
Esclavo 2:
¿Zapatos llevas?
Esclavo 1:
¡Y cómo!
Esclavo 2:
¿Sabes bien el camino?
Esclavo 2:
¿En qué manera?
Esclavo 1:
¡Ni por pienso!
Esclavo 1:
¿En qué manera?
Por tierra, pues no puedo de otra suerte
Esclavo 2:
Pues, ¿cómo piensas ir?
Esclavo 2:
¡Dificultosa empresa, cierto, emprendes!
Esclavo 1:
Pues, ¿qué quieres que haga? Dime, hermano;
que mis ancianos padres, que son muertos,
y un hermano que tengo se ha entregado
en la hacienda y bienes que dejaron,
el cual es tan avaro, que, aunque sabe
la esclavitud amarga que padezco,
no quiere dar, para librarme della,
un real de mi mismo patrimonio.
Como esto considero, y veo que tengo
un amo tan crüel como tú sabes,
y que piensa que yo soy caballero,
y que no hay modo que limosna alguna
llegue a dar el dinero que él me pide,
y la insufrible vida que padezco,
de hambre, desnudez, cansancio y frío,
determino morir antes huyendo,
que vivir una vida tan mezquina.
Esclavo 1:
Sí, tres pares buenos.
Esclavo 1:
Por la marina;
que agora, como es tiempo de verano,
los alárabes todos a la sierra
se retiran, buscando el fresco viento.
Esclavo 2:
¿Llevas algunas señas por do entiendas
cuál es de Orán la deseada tierra?
Esclavo 1:
Sí llevo, y sé que he de pasar primero
dos ríos: uno del Bates nombrado,
río del azafrán, que está aquí junto;
otro, el de Hiqueznaque, que es más lejos.
Cerca de Mostagán, y a mano derecha,
está una levantada y grande cuesta,
que dicen que se llama el Cerro Gordo,
y puesto encima della se descubre
frente por frente un monte, que es la Silla,
que sobre Orán levanta la cabeza.
Esclavo 2:
¿Caminarás de noche?
Esclavo 2:
¿Has hecho la mochila?
Esclavo 1:
Sí, ya tengo casi diez libras de buen bizcocho.
Esclavo 2:
¿Pues hay desde aquí a Orán sesenta leguas
y no piensas llevar más de diez libras?
Esclavo 1:
No, porque tengo hecha ya una pasta
de harina y huevos, y con miel mezclada,
y cocida muy bien, la cual me dicen
que da muy poco della gran sustento;
y si esto me faltare, algunas yerbas
pienso comer con sal, que también llevo.
Esclavo 1:
¿Quién lo duda?
Esclavo 2:
¿Por montañas, por riscos, por honduras
te atreves a pasar, en las tinieblas
de la cerrada noche, sin camino
ni senda que te guíe adonde quieres?
¡Oh libertad, y cuánto eres amada!
Amigo dulce, el cielo sancto haga
salir con buen suceso tu trabajo.
Dios te acompañe.
Esclavo 1:
Y él vaya contigo.
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Mar i cel
Àngel Guimerà (adaptado por X. Bru de Sala)
Primer acto
Escena catorce
«L’himne dels pirates» (El himno de los piratas)
Al oír el grito de «tierra» lanzado por Idriss, se interrumpe la tensión de la escena anterior. Los piratas se
van reuniendo para entonar su himno triunfal.
El mar és com un desert d’aigua,
no té camins ni té senyals;
el mar és un desert d’onades,
una lluita sorda i constant;
és el mar la nostra terra ferma,
on vivim arrelats en el vent
El mar es como un desierto de agua,
no tiene caminos ni tiene señales;
el mar es un desierto de olas,
una lucha sorda y constante;
es el mar nuestra tierra firme,
donde vivimos enraizados en el viento
Les veles s’inflaran,
el vent ens portarà
com un cavall desbocat per les ones (bis)
Las velas se inflarán
el viento nos llevará
como un caballo desbocado sobre las olas (bis)
El sol és el senyor del dia,
la lluna és la reina de la nit;
però la reina ens dorm a les veles
i al matí no es pot amagar;
aleshores ens fa de bandera
i el sol vol fer-se enrere i fugir.
El sol es el señor del día,
la luna es la reina de la noche;
pero la reina nos duerme en las velas
y al alba no se puede esconder;
entonces nos hace de bandera
y el sol quiere retirarse y huir.
Les veles s’inflaran,
el vent ens portarà
com un cavall desbocat per les ones (bis)
Las velas se inflarán,
el viento nos llevará
como un caballo desbocado sobre las olas (bis)
El mar serà tot per nosaltres,
ja som senyors i reis del mar;
tots voldran fugir de la lluna
que flameja al nostre estendard;
però per a ells no hi haurà pietat,
perquè Al·là ens ha volgut triomfants
Todo el mar será para nosotros,
ya somos señores y reyes del mar,
todos querrán huir de la luna
que flamea en nuestro estandarte;
pero para ellos no habrá piedad,
porque Alá nos ha querido triunfantes.
Les veles s’inflaran,
el vent ens portarà
com un cavall desbocat per les ones (bis)
Las velas se inflarán,
el viento nos llevará
como un caballo desbocado sobre las olas (bis)
I arribarà el dia de glòria,
quan ja no quedin cristians,
que cantarem la gran victòria
dels fidels valents fills d’Al·là;
i aquest mar estimat serà nostre
serà el mar dels germans musulmans.
Y llegará el día de gloria,
cuando ya no queden cristianos,
en que cantaremos la gran victoria
de los fieles valientes hijos de Alá;
y este mar amado será nuestro
será el mar de los hermanos musulmanes.
Les veles s’inflaran,
el vent ens portarà
com un cavall desbocat per les ones (bis)
Las velas se inflarán,
el viento nos llevará
como un caballo desbocado sobre las olas (bis)
Busca en este himno de los piratas los elementos que hagan referencia a ejemplos románticos de la
pirateria, y diferéncialos de los que sean más descriptivos o reales.
Corsarios en el Mediterráneo. Museu Marítim de Barcelona.
pág. 16
Los renegados
Lee estos dos fragmentos de las obras de Guimerà y Cervantes, que tratan el tema de los
renegados, y extrae las conclusiones oportunas.
JOANOT:
El mar s’agita amb la lluita
dels moros contra els cristians,
la creu contra la mitja lluna
i jo entremig de dos mons.
JOANOT:
El mar se agita con la lucha
de los moros contra los cristianos,
la cruz contra la media luna
y yo en medio de dos mundos.
Són dos deus que s’enfronten
i que busquen la mort,
i jo enmig de la lluita
em mantinc sempre a port
Son dos dioses que se enfrentan
y que buscan la muerte,
y yo en medio de la lucha
me mantengo siempre en puerto.
FRANCISCO:
¡Abrázame, dulce hermano!
que mi amo me le ha dado,
y otro tengo de brocado,
más bizarro y más polido.
Alcuzcuz como sabroso,
sorbeta de azúcar bebo,
y el corde, que es dulce, pruebo,
y pilao, que es provechoso.
Y en vano trabajarás
de aplacarme con tu lloro;
mas, si tú quieres ser moro,
a fe que lo acertarás.
Toma mis consejos sanos,
y veráste mejorado.
Adiós, porque es gran pecado
hablar tanto con cristianos.
JUAN:
¿Hermano? ¿De cuándo acá?
¡Apártase el perro allá;
no me toque con la mano!
FRANCISCO:
¿Por qué conviertes en lloro
mi contento, hermano mío?
JUAN:
ése es grande desvarío.
¿Hay más gusto que ser moro?
Mira este galán vestido,
En ambos casos encontramos aspectos relacionados con los motivos que hacen renegar a
los cautivos.
¿Podrías enumerarlos?
Corsarios en el Mediterráneo. Museu Marítim de Barcelona.
pág. 17
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