concilio vaticano II primeros decretos conciliares (Texto español desglosado de la revista Ecclesia). ediciones pes paulinas ps PRIMEROS DECRETOS CONCILIARES concilio vaticano II pr i m e r o s d ecretos conciliares ediciones paulinas Con las debidas licencias E D I C I O N E S PAULINAS Av. O'Higgins 1626 - Casilla 3746 - Santiago-Chile PABLO OBISPO Siervo de los siervos de Dios, con los Padres del Concilio, para perpetuo recuerdo. INTRODUCCION 1. Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetadas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia. Por eso cree que le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de la liturgia. 2. En efecto, la liturgia, por cuyo medio "se ejerce la obra de nuestra Redención" (1), sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su (1) Secreta del domingo I X después de P e n t e costés. 5 vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia. Es característico de la Iglesia, ser a la vez, humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina; y todo esto de suerte que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos (2). Por eso al edificar día a día a los que están dentro para ser templo santo en el Señor y morada de Dios en el Espíritu (3), hasta llegai a la medida de la plenitud de la edad de Cristo (4), la Liturgia robustece también admirablemente sus fuerzas para predicar a Cristo y presenta así la Iglesia, a los que están fuera, como signo levantado en medio de las naciones (5) para que debajo de él se congreguen en la unidad •de los hijos de Dios que están dispersos (6), hasta que haya un solo rebaño y un solo pastor (7). (2) <3) (4) (5) (6) (7) 6 Heb 13,14. Ef 2,21-22. Ef 4,12. Is 11,12. J n 11,52. J n 10,16. 3. Por lo cual, el sacrosanto Concilio estima que han de tenerse en cuenta los principios siguientes, y que deben establecerse algunas normas prácticas en orden al fomento y reforma de la liturgia. Entre estos principios y normas hay algunos que pueden y deben aplicarse lo mismo al rito romano que a los demás ritos. Sin embargo, se "ha de entender que las normas prácticas que siguen, se refieren sólo al rito romano, cuando no se trata de cosas que, por su misma naturaleza, afectan también a los demás ritos. 4. Por último, el sacrosanto Concilio, ateniéndose fielmente a la tradición, declara que la santa Madre Iglesia atribuye igual derecho y honor a todos ios ritos legítimamente reconocidos v quiere que en el futuro se conserven y fomenque, si fuere necesario, sean íntegramente revisados con prudencia, de acuerdo con la sana tradición, y reciban nuevo vigor, teniendo en cuenta las circunstancias y necesidades de hoy. 7 CAPITULO I PRINCIPIOS GENERALES DE LA REFORMA Y FOMENTO DE LA SAGRADA LITURGIA 1.—Naturaleza de la sagrada liturgia y su importancia en la vida de la Iglesia. 5. Dios, que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (I Tim 2,4), "habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas" (Hebr 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón (8), como "mé(8) Is 61,1; Luc 4,18. 8 dico corporal y espiritual" (9), mediador entre Dios y los hombres (10). En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verba, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino (11). Esta obra de redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la antigua alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada Pasión, Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, "con su Muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida" (12). Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació "el sacramento admirable de la Iglesia entera" (13). 6. Por esta razón, así como Cristo fue enviado por el Padre, El a su vez envió a los Apóstoles, llenos del Espíritu San(9) S a n Ignacio de Antioquía, "Ad Ephesios"„ 7,2; edic. P. X. Punk, " P a t r e s Apostolici", I, T u binga, 1901, p á g . 218. (10) I Tim 2,5. (11) " S a c r a m e n t a r i u m Veronense" (Leonianum); edi. C. Mohlberg, Roma, 1956, n ú m . 1.265, pág. 162. (12) Prefacio pascual del misal romano. (13) Oración después de la segunda lectura del Sábado Santo antes de la r e f o r m a de la S e m a n a Santa. 9 to. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura (14) y a anunciar que el Hijo de Dios, con su Muerte y Resurrección, nos libró del poder de Satanás (15) y de la muerte, y nos condujo al reino del Padre, sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica. Y así, por el bautismo los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con El, son sepultados con El y resucitan con El (16); reciben el espíritu de adopción de hijos "por el que clamamos: Abba, Padre" (Rom 8,15), y se convierten así en los verdaderos adoradores que busca el Padre (17). Asimismo, cuantas veces comen la cena del Señor, proclaman su Muerte hasta que vuelva (18). Por eso el día mismo de Pentecostés, en que la Iglesia se manifestó al mundo, "los que recibieron la palabra" de Pedro "fueron bautizados". Y con perseverancia escuchaban la enseñanza de los Apóstoles, se reunían en la fracción del pan y en la oración . . . , alababan a Dios, gozando de la estima general del pueblo" (Act 2,41(14) (15) (16) (17) (18) 10 Me 16,15. Hechos 26,18. Rom 6,4; Ef 2,6; Colos 3,1; 2 Tim 2,11. J n 4,23. I Cor 11,26. 47). Desde entonces la Iglesia nunca ha dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual: leyendo "cuanto a él se refiere en toda la Escritura" (Le 24,27), celebrando la Eucaristía, en la cual "se hace de nuevo presente la victoria y el triunfo de su Muerte" (19), y dando gracias al mismo tiempo "a Dios por el dan inefable" (2 Cor 9,15) en Cristo Jesús, "para alabar su gloria" (Ef 1,12), por la fuerza del Espíritu Santo. 7. Para realizar una obra tan grande Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz" (20), sea sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza (21). Está presente (19) Conc. Trid., Ses. X I I I , 11 octubre 1551, Doctr. de ss. Eucharistia, cap. 5; Concilium Tridentinum, "Diariorum, Actorum, Epistolarum, T r a c t a t u u m nova collectio", edic. Soc. Goerresiana, t. VII. "Actorum", pars IV, Friburgo Brisg., 1961, pág. 202. (20) Conc. Trid., Ses. X X I I , 17 septiembre 1562, Doctr. de ss. Missae sacrif., cap. 2: Concilium T r i dentinum edic. cit., t. VIII, "Actorum", p a r s V, Friburgo de Brisgovia, 1919, pág. 960. (21) S a n Agustín. " I n Ioannis Evangelium, t r a c t a t u s VI", capítulo I, n ú m . 7; PL. 35, 1.428 11 en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "Donde están dos o tres congregados en mi nombre allí estoy Yo en medio de ellos" (Mat 18,20). Realmente, en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia consigo a su amadísima esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno. Con razón, entonces, se considera la liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia. 8. En la liturgia terrena preguntamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial, que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos 12 como peregrinos, y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro del santuario y del tabernáculo verdadero (22); cantamos al Señor el himno de gloria con todo el ejército celestial; venerando la memoria de los santos esperamos tener parte con ellos y gozar de su compañía; aguardamos al Salvador, Nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste El, nuestra vida, y nosotros nos manifestemos también gloriosos en El (23). 9. La sagrada liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres puedan llegar a la liturgia es necesario que antes sean llamados a la fe y a la conversión: "¿Cómo invocarán a Aquél en quien no han creído? ¿O cómo creerán en El sin haber oído hablar de El? ¿Y cómo oirán si nadie les predica? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?" (Rom 10,14-15). Por eso a los no creyentes la Iglesia proclama el mensaje de salvación para que todos los hombres conozcan al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo, y se conviertan de sus caminos haciendo penitencia (24). Y a los creyentes les debe predicar continuamente (22) Apoc 21,2; Colos 3,1; Hebr 8,2. (23) Pilip 3,20; Colos 3,4. (24) J n 17,3; Luc 24,27; Hechos 2,38. 13 la fe y la penitencia, y debe prepararlos además para los sacramentos, enseñarles a cumplir todo cuanto mandó Cristo (25) y estimularlos a toda clase de obras de caridad, piedad y apostolado, para que se ponga de manifiesto que los fieles, sin ser de este mundo, son la luz del mundo y dan gloria al Padre delante de los hombres. 10. No obstante, la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor. Por su parte, la liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados "con los sacramentos pascuales", sean "concordes en la piedad" (26); ruega a Dios que "conserven en su vida lo que recibieron en la fe" (27); y la renovación de la Alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los fieles a la apremiante caridad de Cristo. Por (25) M a t 28,20. (26) Poscomunión de la vigilia pascual y del Domingo de Resurrección. (27) Oración de la misa del m a r t e s de la octava de Pascua. 14 tanto, de la liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente, y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin. 11. Mas para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano (28). Por esta razón los pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no sólo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente. 12. Con todo, la participación en la sagrada liturgia no abarca toda la vida espiritual. En efecto, el cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar también en su cuarto para orar al Padre en secreto (29); más aún, debe orar sin tregua, según enseña el Apóstol (30). Y el mismo Apóstol nos exhorta (28) 2^ Cor 6,1. (29) M a t 6,6. (30) 1? Tes 5,17, 15 a llevar siempre la mortificación de Jesús en nuestra carne mortal (31). Por esta causa pedimos al Señor en el sacrificio de la misa que, "recibida la ofrenda de la víctima espiritual", haga de nosotros mismos una "ofrenda eterna" para Sí (32). 13. Se recomiendan encarecidamente los ejercicios piadosos del pueblo cristiano, con tal que sean conformes a las leyes y a las normas de la Iglesia, en particular si se hacen por mandato de la Sede Apostólica. Gozan también de una dignidad especial las prácticas religiosas de las iglesias particulares que se celebran por mandato de los obispos, a tenor de las costumbres o de los libros legítimamente aprobados. Ahora bien, es preciso que estos mismos ejercicios se organicen teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, de modo que vayan de acuerdo con la sagrada liturgia, en cierto modo deriven de ella y a ella conduzcan al pueblo, ya que la liturgia por su naturaleza está muy por encima de ellos. (31) 2» Cor 4,10-11. (32) Secreta del lunes de la octava de Pascua. 16 2.—Necesidad de promover la educación litúrgica y la participación activa. 14. La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas, que exige la naturaleza de la liturgia misma, y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el puebla cristiano, "linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (1 Pt 2,9; cfr. 2,4-5). Al reformar y fomentar la sagrada liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo, porque es la fuente primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano, y por lo mismo los pastores de almas deben aspirar a ella con diligencia en toda su actuación pastoral, por medio de una educación adecuada. Y como no se puede esperar que esto ocurra, si antes los mismos pastores de almas no se impregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la liturgia y llep-an a ser maestros de la misma, es indispensable que se provea antes que nada a la educación litúrgica del clero. Por tant:>, el sacrosanto Concilio ha decretado establecer lo que sigue: 17 2.—Los p r i m e r o s . 15. Los profesores que se elijan para enseñar la asignatura de sagrada liturgia en los seminarios, casas de estudios de los religiosos y facultades teológicas, deben formarse a conciencia para su misión en institutos destinados especialmente a ello. 16. La asignatura de sagrada liturgia se debe considerar entre las materias necesarias y más importantes en los seminarios y casas de estudios de los religiosos, y entre las asignaturas principales en las facultades teológicas. Se explicará tanto bajo el aspecto teológico e histórico como bajo el aspecto espiritual, pastoral y jurídico. Además, los profesores de las otras asignaturas, sobre todo de Teología dogmática, Sagrada Escritura, Teología espiritual y pastoral, procurarán exponer el misterio de Cristo y la historia de la salvación, partiendo de las exigencias intrínsecas del objeto propio de cada asignatura, de modo que quede bien clara su conexión con la liturgia y la unidad de la formación sacerdotal. 17. En los seminarios y casas religiosas, los clérigos deben adquirir una formación litúrgica de la vida espiritual por medio de una adecuada iniciación que les permita comprender los sagrados ritos y participar en ellos con toda el al18 ma, sea celebrando los sagrados misterios, sea con otros ejercicios de piedad penetrados del espíritu de la sagrada liturgia; aprendan al mismo tiempo a observar las leyes litúrgicas, de moda que en los seminarios e institutos religiosos la vida esté totalmente informada de espíritu litúrgico. 18. A los sacerdotes, tanto seculares como religiosos, que ya trabajan en la viña del Señor, se les ha de ayudar con tcdos los medios apropiados a comprender cada vez más plenamente lo que realizan en las funciones sagradas, a vivir la vida litúrgica y comunicarla a los fieles a ellos encomendados. 19. Los pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y la participación activa de los fieles, interna y externa, conforme a su edad, condición, género de vida y grado de cultura religiosa, cumpliendo así u n a de las funciones principales del fiel dispensador de los misterios de Dios, y en este punto guíen a su rebaño no sólo de palabra, sino también con el ejemplo. 20. Las transmisiones radiofónicas y televisivas de acciones sagradas, sobre todo si se trata de la celebración de la misa, se harán discreta y decorosamente, bajo la dirección y responsabilidad de una 19 persona idónea a quien los obispos hayan destinado a este menester. 3.—Reforma de la sagrada liturgia. 21. Para que en la sagrada liturgia el pueblo cristiano obtenga con mayor seguridad gracias abundantes, la Santa Madre Iglesia desea proveer con solicitud a una reforma general de la misma liturgia. Porque la liturgia consta de una parte que es inmutable, por ser de institución divina, y de otras partes sujetas a cambio, que en el decurso del tiempo pueden y aun deben variar, si es que en ellas se han introducido elementos que no responden tan bien a la naturaleza íntima de la misma liturgia o han llegado a ser menos apropiados. En esta reforma los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una celebración plena, activa y comunitaria. Por esta razón el sacrosanto Concilio ha establecido estas normas generales: A) Normas generales. 22. § 1. La reglamentación de la sa20 grada liturgia es de la competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica; ésta reside en la Sede Apostólica y, en la medida que determine la ley, en el obispo. § 2. En virtud del poder concedido por el derecho, la reglamentación de las cuestiones litúrgicas corresponden también, dentro de los límites establecidos, a las competentes asambleas territoriales de obispos de distintas clases, legítimamente constituidos. § 3. Por lo mismo, que nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia. 23. Para conservar la sana tradición y abrir, con todo, el camino a un progreso legítimo, debe preceder siempre u n a concienzuda investigación teológica, histórica y pastoral acerca de cada una de las partes que se han de revisar. Ténganse en cuenta, además, no sólo las leyes generales de la estructura y mentalidad litúrgica, sino también la experiencia adquirida con la reforma litúrgica reciente y los indultos concedidos en diversos lugares. Por último, no se introduzcan innovaciones, si no lo exige una utilidad verdadera y cierta de la Iglesia, y sólo después de haber tenido la precaución de que las nuevas formas se desarrollen, por 21 decirlo así, orgánicamente, a partir de las ya existentes. En cuanto sea posible evítense también las diferencias notables de ritos entre territorios contiguos. 24. En la celebración litúrgica la importancia de la Sagrada Escritura es sumamente grande. Pues de ella se toman las lecturas que luego se explican en la homilía, y los salmos que se cantan; las preces, oraciones e himnos litúrgicos están penetrados de su espíritu y de ella reciben su significado las acciones y los signos. Por tanto, para procurar la reforma, el progreso y la adaptación de la sagrada liturgia, hay que fomentar aquel amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura que atestigua la venerable tradición de los ritos, tanto orientales como occidentales. 25. Revísense cuanto antes los libros litúrgicos, valiéndose de peritos y consultando a obispos de diversas regiones del mundo. B) Normas derivadas de la índole de la liturgia como acción jerárquica y comunitaria. 26. Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la 22 Iglesia, que es "sacramento de unidad", es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos (33). Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan; pero cada uno de los miembros de este cuerpo recibe un influjo diverso, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual. 27. Siempre que los ritos, cada cual según su naturaleza propia, admitan una celebración comunitaria, con asistencia y participación activa de los fieles, incúlquese que hay que preferirla, en cuanto sea posible, a una celebración individual y cuasi privada. Esto vale sobre todo para la celebración de la misa, quedando siempre a salvo la naturaleza pública y social de toda misa, y para la administración de los Sacramentos. 28. En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas. 29. Los acólitos, lectores, comentadores y cuantos pertenecen a la Schola Caneas) S a n Cipriano, "De cath. eccl. unitate", 7; edic. G. Härtel, en CSEL, t. III, 1, Viena, 1868, págs. 215-216. C f r . Ep. 66, n ú m . 8, 3; edic. cit., t. III, 2, Viena, 1871, págs. 732-733. 23 torum, desempeñan un auténtico ministerio litúrgico. Ejerzan, por tanto, su oficio con la sincera piedad y el orden que convienen a tan gran ministerio y les exige con razón el pueblo de Dios. Con ese fin es preciso que cada uno a su manera esté profundamente penetrado del espíritu de la liturgia y que sea instruido para cumplir su función debida y ordenadamente. 30. Para promover la participación activa se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales. Guárdese, además, a su debido tiempo, un silencio sagrado. 31. En la revisión de los libros litúrgicos téngase muy en cuenta que en las rúbricas esté prevista también la participación de los fieles. 32. Fuera de la distinción que deriva de la función litúrgica y del orden sagrado, y exceptuados los honores debidos a las autoridades civiles a tenor de las leyes litúrgicas, no se hará acepción alguna de personas o de clases sociales ni en las ceremonias ni en el ornato externo. C) Normas derivadas del carácter didáctico y -pastoral de la liturgia. 33. Aunque la sagrada liturgia sea 24 principalmente culto de la divina Majestad, contiene también una gran instrucción para el pueblo fiel (34). En efecto, en la liturgia Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio. Y el pueblo responde a Dios con el canto y la oración. Más aún: las oraciones que dirige a Dios el sacerdote —que preside la asamblea representando a Cristo— se dicen en nombre de todo el pueblo santo y de todos los circunstantes. Los mismos signos visibles que usa la sagrada liturgia han sido escogidos por Cristo o por la Iglesia para significar realidades divinas invisibles. Por tanto, no sólo cuando se lee "lo que se ha escrito para nuestra enseñanza" (Rom 15,4), sino también cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los asistentes se alimenta y sus almas se elevan hacia Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor abundancia. Por eso, al realizar la reforma, hay que observar las normas generales siguientes: 34. Los ritos deben resplandecer con una noble sencillez; deben ser breves, claros, evitando las repeticiones inútiles; adaptados a la capacidad de los fieles y, (34) Conc. Trid., Ses. X X I I , 17 septiembre 1562, Doctr. de ss. Missae sacrific., cap. 8; Concilium Tridentinum, edic. cit., t. VIII, página 961. 25 en general, no deben tener necesidad de muchas explicaciones. 35. Para que aparezca con claridad la íntima conexión entre la palabra y el rito en la liturgia: 1) En las celebraciones sagradas dehe haber lecturas de la Sagrada Escritur a más abundantes, más variadas y más apropiadas. 2) Por ser el sermón parte de la acción litúrgica, se indicará también en las rúbricas el lugar más apto, en cuanto lo permite la naturaleza del rito; cúmplase con la mayor fidelidad y exactitud el ministerio de la predicación. Las fuentes principales de la predicación serán la Sagrada Escritura y la liturgia, ya que es una proclamación de las maravillas obradas por Dios en la historia de la salvación o misterio de Cristo, que está siempre presente y obra en nosotros, particularmente en la celebración de la liturgia. 3) Incúlauese también por todos los medios la catequesis más directamente litúrgica, y si es preciso, ténganse previstas en los ritos mismos breves moniciones que dirá el sacerdote u otro ministro competente, pero sólo en los momentos más oportunos, con las palabras prescritas u otras semejantes. 4) Foméntense las celebraciones sa26 gradas de la palabra de Dios en las vísperas de las fiestas más solemnes, en algunas ferias de Adviento v Cuaresma y los domingos y días festivos, sobre todo en los lugares donde no haya sacerdote, en cuyo caso debe dirigir la celebración un diácono u otro delegado por el obispo. 36. § 1. Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular. § 2. Sin embargo, como el uso de la lengua vulgar es muy útil para el pueblo en no pocas ocasiones, tanto en la misa como en la administración de los Sacramentos y en otras partes de la liturgia, se le podrá dar mayor cabida, ante todo, en las lecturas y moniciones, en algunas oraciones y cantos, conforme a las normas que acerca de esta materia se establecen para cada caso en los capítulos siguientes. § 3. Supuesto el cumplimiento de estas normas, será de la incumbencia de la competente autoridad eclesiástica territorial, de la que se habla en el artículo 22, § 2 determinar si ha de usarse la lengua vernácula y en qué extensión; estas decisiones tienen que ser aceptadas, es decir, confirmadas por la Sede Apostólica. Si hiciera falta se consultará a los obispos de las regiones limítrofes de la misma lengua. 27 § 4. La traducción del texto latino a la lengua vernácula, que ha de usarse en la liturgia, debe ser aprobada por la competente autoridad eclesiástica territorial antes mencionada. D) Normas para adaptar la liturgia a la mentalidad y tradiciones de los pueblos. 37. La Iglesia no pretende imponer una rígida uniformidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia; por el contrario, respeta y promueve el genio y cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos. Estudia con simpatía y, si puede, conserva íntegro lo que en las costumbres de los pueblos encuentra que no esté indisolublemente vinculado a supersticiones y errores, y aun a veces lo acepta en la misma liturgia, con tal que se pueda armonizar con su verdadero y auténtico espíritu. 38. Al revisar los libros litúrgicos, salvada la unidad sustancial del rito romano, se admitirán variaciones y adaptaciones legítimas a los diversos grupos, regiones, pueblos, especialmente en las misiones; y se tendrá esto en cuenta oportunamente al establecer la estructura de los ritos y rúbricas. 28 39. Corresponderá a la competente autoridad eclesiástica territorial, de la que se habla en el artículo 22, § 2, determinar estas adaptaciones dentro de los límites establecidos en las ediciones típicas de los libros litúrgicos, sobre todo en lo tocante a la administración de los Sacramentos, a los sacramentales, procesiones, lengua litúrgica, música y arte sagrados, siempre de conformidad con las normas fundamentales contenidas en esta constitución. 40. Sin embargo, en ciertos lugares y circunstancias urge una adaptación más profunda de la liturgia, lo cual implica mayores dificultades. Por tanto: 1) La competente autoridad eclesiástica territorial de que se habla en el artículo 22, § 2, considerará con solicitud y prudencia los elementos que se pueden tomar de las tradiciones y genio de cada pueblo para incorporarlos en el culto divino. Las adaptaciones que se consideran útiles o necesarias se propondrán a la Sede Apostólica para introducirlas con su consentimiento. 2) Para que la adaptación se realice con la necesaria cautela, si es preciso, la Sede Apostólica concederá a la misma autoridad eclesiásticá territorial la facultad de permitir y dirigir las experiencias previas necesarias en algunos grupos pre29 parados para ello y por un tiempo determinado. 3) Como las leyes litúrgicas suelen presentar dificultades especiales en cuanto a la adaptación, sobre todo en las misiones, al elaborarlas se empleará la colaboración de hombres peritos en la cuestión de que se trata. 4.—Fomento de la vida litúrgica en la diócesis y en la parroquia. 41. El obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y depende en cierto modo la vida en Cristo de sus fieles. Por eso conviene que todos tengan en gran aprecio la vida litúrgica de la diócesis en torno al obispo, sobre todo en la iglesia catedral; persuadidos de que la principal manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de todo el puebla santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, particularmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único altar donde preside el obispo, rodeado de su presbiterio y ministros (35). 42. Como no le es posible al obispo, (35) C f r . s a n Ignacio de Antioquía, ad Magn. 7; ad Phil. 4; ad Smyrn. 8: Ed. F. X. Funk, edic. cit. I, pp. 236, 266, 281. 30 siempre y en todas partes, presidir personalmente en su iglesia a toda su grey, debe por necesidad erigir diversas comunidades de fieles. Entre ellas sobresalen las parroquias, distribuidas localmente bajo un pastor que hace las veces del obispa: ya que de alguna manera representan a la Iglesia visible establecida por todo el orbe. De aquí la necesidad de fomentar teórica y prácticamente entre los fieles y el clero la vida litúrgica parroquial y su relación con el obispo. Hay que trabajar para que florezca el sentido comunitario parroquial, sobre todo en la celebración común de la misa dominical. 5.—Fomento de la acción pastoral gica. litúr- 43. El celo por promover y reformar la sagrada liturgia se considera, con razón, como un signo de las disposiciones providenciales de Dios sobre nuestro tiempo, como el paso del Espíritu Santo por su Iglesia, y da un sello característico a su vida, e incluso a todo el pensamiento y a la acción religiosa de nuestra época. En consecuencia, para fomentar todavía más esta acción pastoral litúrgica en la Iglesia el sacrosanto Concilio decreta: 44. Conviene que la competente au31 toridad eclesiástica territorial, de que se habla en el artículo 22, § 2, instituya una C emisión Litúrgica, con la que colaborarán especialistas en la ciencia litúrgica, música, arte sagrado y pastoral. A esta Comisión ayudará en lo posible un instituto de Liturgia Pastoral compuesto por miembros eminentes en estas materias, sin excluir los seglares, según las circunstancias. La Comisión tendrá como tarea encauzar dentro de su territorio la acción pastoral litúrgica bajo la acción de la autoridad territorial eclesiástica antes mencionada, y promover los estudios y experiencias necesarias cuando se trate de adaptaciones que deben proponerse a la Sede Apostólica. 45. Asimismo, cada diócesis contará con una Comisión de liturgia sagrada para promover la acción litúrgica bajo la autoridad del obispo. A veces puede resultar conveniente que varias diócesis formen una sola Comisión, la cual, aunando esfuerzos, promueva el apostolado litúrgico. 46. Además de la Comisión de sagrada liturgia se establecerán también en cada diócesis, dentro de lo posible, Comisiones de música y de arte sacro. Es necesario que estas tres Comisiones trabajen en estrecha colaboración, y aun muchas veces convendrá que se fundan en una sola. 32 CAPITULO II EL SACROSANTO MISTERIO DE LA EUCARISTIA 47. Nuestro Salvador, en la Ultima Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz y a confiar a su esposa, la Iglesia, el Memorial de su Muerte y Resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vinculo de caridad (36), banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera (37). (36) San Agustín, "In Ioannis Evangelium, tractatus XXVI", capítulo VI, núm. 13; PL. 35, 1613. (37) "Breviario romano". En la fiesta del Santísimo Cuerpo de Cristo. Antífona del Magníficat de I I Vísperas. 33 3.—Los primeros . 48. Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador de la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos (38). 49. Por consiguiente, para que el sacrificio de la misa, aun por la forma de los ritos alcance plenamente eficacia pastoral, el sacrosanto Concilio, teniendo en cuenta las misas que se celebran con asistencia del pueblo, especialmente los domingos y fiestas de precepto, decreta lo siguiente: 50. Revísese el ordinario de la misa, de modo que se manifieste con mayor claridad el sentido propio de cada una de las partes y su mutua conexión y se ha(38) S a n Cirilo de Alejandría, "Commentarium in Ioannis Evangelium", lib. XI, caps. X I - X I I ; págs. 74, 557, 564. 34 ga más fácil la piadosa y activa participación de los fieles. En consecuencia, simplifíquense los ritos, conservando con cuidado la sustancia ; suprímanse aquellas cosas menos útiles que, con el correr del tiempo, se han duplicado o añadido; restablézcanse, en cambio, de acuerdo con la primitiva norma de los santos padres, algunas cosas que han desaparecido a causa del tiempo, según se estime conveniente o necesario. 51. A fin de que la mesa de la palabra de Dios se prepare con más abundancia para los fieles, ábranse con mayor amplitud los tesoros de la Biblia, de modo que, en un período determinado de años, se lean al pueblo las partes más significativas de la Sagrada Escritura. 52. Se recomienda encarecidamente, como parte de la misma liturgia, la homilía, en la cual se exponen durante el ciclo del año litúrgico, a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana. Más a ú n : en las misas que se celebran los domingos y fiestas de precepto con asistencia del pueblo nunca se omita, si no es por causa grave. 53. Restablézcanse la "oración común" o "de los fieles" después del evangelio y 35 la homilía, principalmente los domingos y fiestas de precepto, para que, con la participación del pueblo, se hagan súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren cualquier necesidad, por todos los hombres y por la salvación del mundo entero (39). 54. En las misas celebradas con asistencia del pueblo puede darse el lugar debido a la lengua vernácula, principalmente en las lecturas y en la "oración común" y según las circunstancias del lugar, también en las partes que corresponden al pueblo, a tenor de la norma del artículo 36 de esta Constitución. Procúrese, sin embargo, que los fieles sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la misa que les corresponde. Si en algún sitio parece oportuno un uso más amplio de la lengua vernácula, cúmplase lo prescrito en el artículo 40 de esta Constitución. 55. Se recomienda especialmente la participación más perfecta en la misa, la cual consiste en que los fieles, después de la comunión del sacerdote, reciban del mismo sacrificio el Cuerpo del Señor. Manteniendo firmes los principios dogmáticos declarados por el Concilio de (39) 36 Tim 2,1-2. Trento (40), la comunión bajo ambas especies puede concederse en los casos que la Sede Apostólica determine, tanto a los clérigos y religiosos como a los laicos, a juicio de los obispos, como, por ejemplo, a los ordenados, en la misa de su sagrada ordenación, a los profesos en la misa de su profesión religiosa, a los neófitos en la misa que sigue al bautismo. 56. Las dos partes de que consta la misa, a saber: la liturgia de la palabra y la Eucaristía, están tan íntimamente unidas que constituyen un solo acto de culto. Por esto el Sagrado Sínodo exhorta vehementemente a los pastores de almas para que, en la catequesis, instruyan cuidadosamente a los fieles acerca de la participación en toda la misa, sobre todo los domingos y fiestas de precepto. 57. § 1. La concelebración, en la cual se manifiesta apropiadamente la unidad del sacerdocio, se ha practicado hasta ahora en la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente. En consecuencia, el Concilio decidió ampliar la facultad de concelebrar a los casos siguientes: (40) Sesión X X I , 16 de julio de 1962. Doctrina de Communione sub u t r a q u e specie et parvulorum, caps. 1-3; Concilium Tridentinum, edic. citada, t. VIII, págs. 698-699. 37 1<? a) El Jueves Santo, tanto en la misa crismal como en la misa vespertina. b) En las misas de los concilios, conferencias episcopales y sínodos. c) En la misa de bendición de un abad. 29 Además, con permiso del ordinario, al cual pertenece juzgar de la oportunidad de la concelebración: a) En la misa conventual y en la misa principal de las iglesias, cuando la utilidad de los fieles no exijan que todos los sacerdotes presentes ceiebren por separado. b) En las misas celebradas con ocasión de cualquier clase de reuniones de sacerdotes, lo mismo seculares que religiosos. § 2. 19 Con todo, corresponde al obispo reglamentar la disciplina de la concelebración en la diócesis. 29 Sin embargo, quede siempre a salvo para cada sacerdote la facultad de celebrar la misa individualmente, pero no al mismo tiempo ni en la misma iglesia, ni el jueves de la Cena del Señor. 58. Elabórese el nuevo rito de la concelebración e inclúyase en el pontifical y el misal romanos. 38 CAPITULO III LOS DEMAS SACRAMENTOS Y LOS SACRAMENTALES 59. Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero, en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y de cosas; por esto se llaman Sacramentos de la Fe. Confieren ciertamente la gracia, pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia, rendir el culto a Dios y practicar la caridad. Por consiguiente, es de suma impor39 tancia que los fieles comprendan fácilmente los signos sacramentales y reciban con la mayor frecuencia posible aquellos sacramentos que han sido instituidos para alimentar la vida cristiana. 60. La santa madre Iglesia instituyó, además, los sacramentales. Estos son signos sagrados creados según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se expresan efectos, sobre todo, de carácter espiritual obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida. 61. Por tanto, la liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace aue, en los fieles bien dispuestos, casi todos los actos de la vida sean santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, del cual todos los sacramentos y sacramentales reciben su poder, y hace también que el uso honesto de las cosas materiales pueda ordenarse a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios. 62. Habiéndose introducido en los ritos de los sacramentos y sacramentales, con el correr del tiempo, ciertas cosas que actualmente oscurecen de alguna mane40 ra su naturaleza y su fin, y siendo necesario acomodar otras a las necesidades presentes, el sacrosanto Concilio- determina lo siguiente para su revisión: 63. Como ciertamente el uso de la lengua vernácula puede ser muy útil para el pueblo en la administración de los sacramentos y de los sacramentales, debe dársele mayor cabida, conforme a las normas siguientes: a) En la administración de los sacramentos y sacramentales se puede usar la lengua vernácula a tenor del artículo' 36. b) Las competentes autoridades eclesiásticas territoriales, de que se habla en el artículo 22, § 2 de esta Constitución, preparen cuanto antes, de acuerdo con la nueva edición del ritual romano, rituales particulares acomodados a las necesidades de cada región, también en cuanto a la lengua y, una vez aceptados por la Sede Apostólica, empléense en las correspondientes regiones. En la redacción de estos rituales o particulares colecciones de ritos no se omitan las instrucciones que, en el ritual romano, preceden a cada rito, tanto las pastorales y de rúbrica como las que encierran una especial importancia comunitaria. 64. Restáurese el catecumenado de 41 adultos dividido en distintas etapas, cuya práctica dependerá del juicio del ordinario del lugar; de esa manera el tiempo del catecumenado, establecido para la conveniente instrucción, podrá ser santificado con los sagrados ritos que se celebrarán en tiempos sucesivos. 65. En las misiones, además de los elementos de iniciación contenidos en la tradición cristiana, pueden admitirse también aquellos que se encuentran en uso en cada pueblo, en cuanto puedan acomodarse al rito cristiano según la norma de los artículos 37 al 40 de esta Constitución. 66. Revísense ambos ritos del bautismo de adultos, tanto el simple como el solemne, teniendo en cuenta la restauración del catecumenado, e insértese en el misal romano la misa propia "In collatione baptismi". 67. Revísese el rito del bautismo de niños y adáptese realmente a su condición, y póngase más de manifiesto en el mismo rito la participación y las obligaciones de los padres y padrinos. 68. Para los casos de bautismos numerosos, en el rito bautismal deben figurar las adaptaciones necesarias, que se emplearán a juicio del ordinario del lugar. Redáctese también un rito más breve 42 que pueda ser usado, principalmente las misiones, por los catequistas y, general, en peligro de muerte, por fieles cuando falta un sacerdote o diácono. en en los un 69. En lugar del rito llamada "Ordo supplendi omissa super infantem baptizatum" prepárese otro nuevo en el cual se ponga de manifiesto con mayor claridad y precisión que el niño bautizado con el rito breve ya ha sido recibido en la Iglesia. Además, para los que, bautizados ya válidamente, se convierten a la religión católica, prepárese un rita nuevo en el que se manifieste que son admitidos en la comunión de la Iglesia. 70. Fuera del tiempo pascual el agua bautismal puede ser bendecida, dentro del mismo rito del bautismo, usando una fórmula más breve que haya sido aprobada. 71. Revísese también el rito de la confirmación, para que aparezca más claramente la íntima relación de este sacramento con toda la iniciación cristiana; por tanto, conviene que la renovación de las promesas del bautismo preceda a la celebración del sacramento. La confirmación puede ser administrada, según las circunstancias, dentro de la mi43 sa. Para el rito fuera de la misa prepárese una fórmula que será usada a manera de introducción. 72. Revísense el rito y las fórmulas de la penitencia de manera que expresen más claramente la naturaleza y efecto del sacramento. 73. La "extremaunción", que también, y mejor, puede llamarse "unción de enfermos", no es sólo el sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez. 74. Además de los ritos separados de la unción de enfermos y del viático, redáctese un rito continuado, según el cual la unción sea administrada al enfermo después de la confesión y antes de recibir el viático. 75. Adáptese, según las circunstancias, el número de las unciones, y revísense las oraciones correspondientes al rito de la unción de manera que respondan a las diversas situaciones de los enfermos que reciben el sacramento. 76. Revísense los ritos de las ordenaciones, tanto en lo referente a las cere44 monias como a los textos. Las alocuciones del obispo, al comienzo de cada ordenación o consagración, pueden hacerse en lengua vernácula. En la consagración episcopal todos los obispos presentes pueden imponer las manos. 77. Revísese y enriquézcase el rito de la celebración del matrimonio que se encuentra en el ritual romano, de modo que se exprese la gracia del sacramento y se inculquen los deberes de los esposos con mayor claridad. "Si en alguna parte están en uso otras laudables costumbres y ceremonias en la celebración del sacramento del Matrimonio, el Santo Sínodo desea ardientemente que se conserven" (41). Además, la competente autoridad eclesiástica territorial, de que se habla en el artículo 22 § 2 de esta Constitución, tiene la facultad, según la norma del artículo 36, de elaborar un rito propio adaptado a las costumbres de los diversos lugares y pueblos, quedando en pie la ley de que el sacerdote asistente pida (41) Conc. Trid., Ses. XXIV, 11 de noviembre de 1963, De reformatione, capítulo 1; Concilium T r i dentinum, edic. cit., t. IX, "Actorum", pars. VI, F r i bi'rgo de Brisgovia, 1924, pág 969. Cfr. Ritual r o mano, título VIII, cap. II, n ú m . 6. 45 y reciba el consentimiento de los contrayentes. 78. Celébrese habitualmente el matrimonio dentro de la misa, después de la lectura del Evangelio y de la homilía, antes de la "oración de los fieles". La oración por la esposa, oportunamente revisada de modo que inculque la igualdad de ambos esposes en la obligación de mutua fidelidad, puede recitarse en lengua vernácula. Si el sacramento del Matrimonio se celebra sin misa, léanse al principio del rito la epístola y el evangelio de la misa por los esposos e impártase siempre la bendición nupcial. 79. Revísense los sacramentos teniendo en cuenta la norma fundamental de la participación consciente, activa y fácil de los fieles, y atendiendo a las necesidades de nuestros tiempos. En la revisión de los rituales, a tenor del artículo 63, se pueden añadir también nuevos sacramentales, según lo pida la necesidad. Sean muy pocas las bendiciones reservadas y sólo en favor de los obispos u ordinarios. Provéase para que ciertos sacramentales, al menos en circunstancias particulares y a juicio del ordinario, puedan ser 46 administrados por laicos que tengan las cualidades convenientes. 80. Revísese el rito de la consagración de Vírgenes que forma parte del pontifical romano. Redáctese, además, un rito de profesión religiosa y de renovación de votos que contribuya a una mayor unidad, sobriedad y dignidad, con obligación de ser adoptado por aquellos que realizan la profesión o renovación de votos dentro de la misa, salvo derecho particular. Es laudable que se haga la profesión religiosa dentro de la misa. 81. El rito de las exequias debe expresar más claramente el sentido pascual de la muerte cristiana y responder mejor a las circunstancias y tradiciones de cada país, aun en lo referente al color litúrgico. 82. Revísese el rito de la sepultura de niños, dotándolo de una misa propia. 47 CAPITULO IV EL OFICIO DIVINO 83. El Sumo Sacerdote de la Nueva y eterna Alianza, Cristo Jesús, al tomar la naturaleza humana, introdujo en este exilio terrestre aquel himno que se canta perpetuamente en las moradas celestiales. El mismo une a Sí la comunidad entera de los hombres y la asocia al canto de este divino himno de alabanza. Porque esta funciór.. sacerdotal se prolonga a través de su iglesia, que sin cesar alaba al Señor e intercede por la salvación de todo el mundo no sólo celebrando la Eucaristía, sino también de otras maneras, principalmente recitando el oficio divino. 84. Por una tradición cristiana anti48 gua, el oficio divino está estructurado de tal manera que la alabanza de Dios consagra el curso entero del día y de la noche y cuando los sacerdotes y todos aquellos que han sido destinados a esta función por institución de la Iglesia cumplen debidamente ese admirable cántico de alabanza, o cuando los fieles oran junto con el sacerdote en la forma establecida, entonces es en verdad la voz de la misma esposa que habla al Esposo, más aún, es la oración de Cristo, con su Cuerpo, al Padre. 85. Por tanto, todos aquellos que ejercen esta función, por una parte cumplen la obligación de la Iglesia y, por otra, participan del altísimo honor de la esposa de Cristo, ya que, mientras alaban a Dios, están ante su trono en nombre de la madre Iglesia. 86. Los sacerdotes dedicados al sagrado ministerio pastoral rezarán con tanto mayor fervor las alabanzas de las horas cuanto más vivamente estén convencidos de que deben observar la amonestación de san Pablo: "Orad sin interrupción" (1 Tes 5,17) ; pues sólo el Señor puede dar eficacia y crecimiento a la obra en que trabajan, según dijo: "Sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5): por esta razón los Apóstoles, al constituir diáconos, dijeron: "Así nosotros nos de49 4.—Los primeros . . . dicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra" (Act 6,4). 87. Pero a fin de que los sacerdotes y demás miembros de la Iglesia puedan rezar mejor y más perfectamente el oficio divino en ias circunstancias actuales, el sacrosanto Concilio, prosiguiendo la reforma felizmente iniciada por la Santa Sede, ha determinado establecer lo siguiente, en relación con el oficio según el rito romano: 88. Siendo el fin del oficio la santificación del día, restablézcase el curso tradicional de las horas de modo que, dentro de lo posible, éstas correspondan de nuevo a su tiempo natural y a la vez se tengan en cuenta las circunstancias de la vida moderna en que se hallan especialmente aquellos que se dedican al trabajo apostólico. 89. Por tanto, en la reforma del oficio guárdense estas normas: a) Laudes, como oración matutina, y Vísperas, como oración vespertina, que, según la venerable tradición de toda la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira el oficio cotidiano, se deben considerar y celebrar como las horas principales. b) Las Completas tengan una forma que responda al final del día. 50 c) La hora llamada Maitines, aunque en el coro conserve el carácter de alabanza nocturna, compóngase de manera que pueda rezarse a cualquier hora del día y tenga menos salmos y lecturas más largas. d) Suprímase la hora de Prima. e) En el coro consérvense las horas menores, Tercia, Sexta y Nona. Fuera del coro se puede decir una de las tres, la que más se acomode al momento del día. 90. El oficio divino, en cuanto oración pública de la Iglesia, es además fuente de piedad y alimento de la oración personal. Por eso se exhorta en el Señor a los sacerdotes y a cuantos participan en dicho oficio, que al rezarlo la mente concuerde con la voz y para conseguirlo mejor adquieran una instrucción litúrgica y bíblica más rica, principalmente acerca de los salmos. Al realizar la reforma, adáptese el tesoro venerable del oficio romano de manera que puedan disfrutar de él con mayor amplitud y facilidad todos aquellos a quienes se les confía. 91. Para que pueda realmente observarse el curso> de las horas, propuesto en el artículo 89, distribúyanse los salmos no en una semana, sino en un período de tiempo más largo. 51 El trabajo de revisión del Salterio, felizmente emprendido, llévese a término cuanto antes, teniendo en cuenta el latín cristiano, el uso litúrgico, incluido el canto, y toda la tradición de la Iglesia latina. 92. En cuanto a las lecturas, obsérvese lo siguiente: a) Ordénense las lecturas de la Sagrada Escritura de modo que los tesoros de la palabra divina sean accesibles con mayor facilidad y plenitud. b) Estén mejor seleccionadas las lecturas tomadas de los padres, doctores y escritores eclesiásticos. c) Devuélvase su verdad histórica a las pasiones o vidas de los santos. 93. Restitúyase a los himnos, en cuanto sea conveniente, la forma primitiva, quitando o cambiando lo que tiene sabor mitológico' o es menos conforme a la piedad cristiana. Según la conveniencia, introdúzcanse también otros que se encuentran en el rico repertorio himnológico. 94. Ayuda mucho, tanto para santificar realmente el día como para recitar con fruto espiritual las horas, que en su recitación se observe el tiempo más apro52 ximado al verdadero tiempo natural de cada hora canónica. 95. Las comunidades obligadas al coro, además de la misa conventual, están obligadas a celebrar cada día el oficio divino en el coro en esta forma: a) Todo' el oficio, las órdenes de canónigos, de monjes y monjas y de otros regulares obligados al coro por derecho o constituciones. b) Los cabildos catedrales o colegiales, las partes del oficio a que están obligados por derecho común o particular. c) Todos los miembros de dichas comunidades aue o tengan órdenes mayores o hayan hecho profesión solemne, exceptuados los legos, deben recitar en particular las horas canónicas que no hubieren rezado en coro. 96. Los clérigos no obligados a coros, si tienen órdenes mayores, están obligados a rezar diariamente, en privado o en común, todo el oficio, a tenor del artículo 89. 97. Determinen las rúbricas las oportunas conmutaciones del oficio divino con una acción litúrgica. En casos particulares, y por causa justa, los ordinarios pueden dispensar a sus súbditos de la obligación de rezar el ofi53 ció, en todo o en parte, o bien permutarlo. 98. Los miembros de cualquier institude estado de perfección que, en virtud las Constituciones, rezan alguna pardel oficio divino, hacen oración públide la Iglesia. Asimismo hacen oración pública de la Iglesia si rezan, en virtud de las Constituciones, algún oficio parvo, con tal que esté estructurado a la manera del oficio divino y debidamente aprobado. to de te ca 99. Siendo el oficio divino la voz de la Iglesia, o sea, de todo el cuerpo místico, que alaba públicamente a Dios, se recomienda que los clérigos no obligados a coro, y principalmente los sacerdotes que viven en comunidad o se hallan reunidos, recen en común al menos una parte del oficio divino. Todos cuantos rezan el oficio, ya en coro ya en común, cumplan la función que se les ha confiado con la máxima perfección, tanto por la devoción interna como por la manera externa de proceder. Conviene, además, que, según las ocasiones, se cante el oficio en el coro y en común. 100. Procuren los pastores de almas que las horas principales, especialmente 54 las Vísperas, se celebren comunitariamente en la iglesia los domingos y tiestas más solemnes. Se recomienda asimismo que los laicos recen el oficio divino o con los sacerdotes o reunidos entre sí e incluso en particular. 101. § 1. De acuerdo con la tradición secular del rito latino, en el oficio divino se ha de conservar para los clérigos la lengua latina. Sin embargo, para aquellos clérigos a quienes el uso del latín significa un grave obstáculo en el rezo digno del oficio, el ordinario puede conceder en cada caso particular el uso de una traducción vernácula según la norma del artículo 36. § 2. El superior competente puede conceder a las monjas y también a los miembros, varones no clérigos o mujeres, de los institutos de estado de perfección el uso de la lengua vernácula en el oficio divino, aun para la recitación coral, con tal que la versión esté aprobada. § 3. Cualquier clérigo que, obligado al oficio divino, lo celebra en lengua vernácula con un grupo de fieles o con aquellos a quienes se refiere el § 2, satisface su obligación siempre que la traducción esté aprobada. 55 CAPITULO EL AÑO V LITURGICO 102. La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana, en el día que llamó "del Señor", conmemora su resurrección que una vez al año celebra también junto con su santa Pasión en la máxima solemnidad de la Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor. Conmemorando así los misterios de la Redención, abre las riquezas del poder 56 santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación. 103. En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en Ella la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención, y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansia, y espera ser. 104. Además, la Iglesia introdujo en el círculo anual el recuerdo de los mártires y de los demás santos, que llegados a la perfección por la multiforme gracia de Dios y habiendo ya alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e interceden por nosotros. Porque al celebrar el tránsito de los santos de este mundo al cielo la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo, propone a los fieles sus ejemplos, los cuales atraen a todos por Cristo al Padre, y por los mé57 ritos de los mismos implora los beneficios divinos. 105. Por último, en diversos tiempos del año, de acuerdo a las instituciones tradicionales, la Iglesia completa la formación de los fieles por medio de ejercicios de piedad espirituales y corporales, de la instrucción, de la plegaria y las obras de penitencia y misericordia. En consecuencia, el sacrosanto Concilio decidió establecer lo siguiente: 106. La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón "día del Señor" o domingo. En este día los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús, y den gracias a Dios que los "hizo renacer a la viva esperanza por la Resurrección •de Jesucristo de entre los muertos" (I Pedro 1,3). Por esto el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No se le antepongan otras solemnidades, a no ser que sean, de veras, de suma importancia, 58 puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico. 107. Revísese el año litúrgico de manera que, conservadas o restablecidas las costumbres e instituciones tradicionales de los tiempos sagrados de acuerdo con las circunstancias de nuestra época, se mantenga su índole primitiva para que alimente debidamente la piedad de los fieles en la celebración de los misterios de la redención cristiana, muy especialmente del misterio pascual. Las adaptaciones de acuerdo con las circunstancias de lugar, si son necesarias, háganse de acuerdo con los artículos 39 y 40. 108. Oriéntese el espíritu de los fieles sobre todo a las fiestas del Señor en las cuales se celebran los misterios de salvación durante el curso del año. Por tanto, el ciclo temporal tenga su debido lugar por encima de las fiestas de los santos, de modo que se conmemore convenientemente el ciclo entero del misterio salvífico. 109. Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oir la palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia, dése particular re59 /e en la liturgia y en la catequesis li•gica al doble carácter de dicho tiemPor consiguiente: i) Usense con mayor abundancia los mentos bautismales propios de la lirgia cuaresmal; y, según las circunsncias, restáurense ciertos elementos de tradición anterior. b) Dígase lo mismo de los elementos mitenciales. Y en cuanto a la cateques, incúlquese a los fieles, junto con las msecuencias sociales del pecado, la naíraleza propia de la penitencia que lo etesta en cuanto es ofensa de Dios; no j olvide tampoco la participación de la glesia en la acción penitencial y encaézcase la oración por los pecadores. 110. La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y social. Foméntese la práctica penitencial de acuerdo con las posibilidades de nuestro tiempo y de los diversos países y condiciones de los fieles, y recomiéndese por parte de las autoridades de que se habla en el artículo 22. Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse en todas partes el Viernes de la Pasión y Muerte del Señor y aun extenderse, según las circunstancias, al Sábado Santo, 60 para que de este modo se llegue al gozo del Domingo de Resurrección con ánimo elevado y entusiasta. 111. De acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde culto a los santos y venera sus imágenes y sus reliquias auténticas. Las fiestas de los santos proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores y proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles. Para que las fiestas de los santos no prevalezcan sobre los misterios de la salvación, déjese la celebración de muchas de ellas a las iglesias particulares, naciones o familias religiosas, extendiendo a toda la Iglesia sólo aquellas que recuerdan a santos de importancia realmente universal. 61 CAPITULO LA MUSICA VI SAGRADA 112. La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne. En efecto, el canto sagrado ha sido ensalzado tanto por la Sagrada Escritura (42) como por los santos padres, los romanos pontífices, les cuales, en los últimos tiempos, empezando por san Pío X, han expuesto con mayor precisión la función ministerial de la música sacra en el servicio divino. (42) Ef 5,19; Col 3,16. 62 La música sacra, por consiguiente,, será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad, ya sea enriqueciendo de mayor solemnidad los ritos sagrados. Además, la Iglesia aprueba y admite en el culto divino todas las formas de arte auténtico que estén adornadas de las debidas cualidades. Por tanto, el sacrosanto Concilio, manteniendo las normas y precintos de la tradición y disciplina eclesiástica, y atendiendo a la finalidad de la música sacra, que es la gloria de Dios y la santificación de los fieles, establece lo siguiente: 113. La acción litúrgica reviste una forma más noble cuando los oficios divinos se celebran solemnemente con canto y en ellos intervienen ministros sagrados y el pueblo participa activamente. En cuanto a la lengua que debe usarse, cúmplase lo dispuesto en el artículo 36 ; en cuanto a la misa, el artículo 54; en cuanto a los sacramentos, el artículo 63; en cuanto al oficio divino, el artículo 101. 114. Consérvese y cultívese con sumo' cuidado el tesoro de la música sacra. 63 Foméntense diligentemente las "Scholae cantorum", sobre todo en las iglesias catedrales. Los obispos y demás pastores de almas procuren cuidadosamente que en cualquier acción sagrada con canto toda la comunidad de los fieles pueda aportar la participación activa que le corresponde, a tenor de les artículos 28 y 30. 115. Dése mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminarios, en los noviciados de religiosos de ambos sexos y en las casas de estudios, así como también en los demás institutos y escuelas católicas; para que se pueda impartir esta enseñanza, fórmense con esmero profesores encargados de la música sacra. Se recomienda, además, que según las circunstancias se erijan institutos superiores de música sacra. Dése también una genuina educación litúrgica a los compositores y cantores, en particular a los niños. 116. La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas. Los demás géneros de música sacra, y en particular la polifonía, de ninguna manera han de excluirse en la celebración de los oficios divinos, con tal que 64 respondan al espíritu de la acción litúrgica, a tenor del artículo 30. 117. Complétese la edición típica de los libros de canto gregoriano; más aún: prepárese una edición más crítica de los libros ya editados después de la reforma de san Pío X. También conviene que se prepare una edición que contenga modos más sencillos, para uso de las iglesias menores. 118. Foméntese con empeño el canto religioso popular, de modo que, en los ejercicios piadosos y sagrados y en las mismas acciones litúrgicas, de acuerdo con las normas y prescripciones de las rúbricas, resuenen las voces de los fieles. 119. Como en ciertas regiones, principalmente las misiones, hay pueblos con tradición musical propia que tiene mucha importancia en su vida religiosa y social, dése a esta música la debida estima y el lugar correspondiente no sólo al formar su sentido religioso, sino también al acomodar el culto a su idiosincrasia, a tenor de los artículos 39 y 40. Por esta razón, en la formación musical de los misioneros, procúrese cuidadosamente que, dentro de lo posible, puedan promover la música tradicional de su pueblo, tanto en las escuelas como ep las acciones sagradas. 120. Téngase en gran estima en la Igle65 5.—Los primeros . sia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas, y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales. En el culto divino se pueden admitir otros instrumentos, a juicio y con el consentimiento de la autoridad eclesiástica territorial competente, a tenor de los artículos 22, § 2, 37 y 40, siempre que sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del temólo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles. 121. Los compositores verdaderamente cristianos deben sentirse llamados a cultivar la música sacra y a acrecentar su tesoro. Compongan obras que presenten las características de verdadera música sacra y que no sólo puedan ser cantadas por las mayores "Scholae cantorum", sino que también estén al alcance de los coros más modestos y fomenten la participación activa de toda la asamblea de los fieles. Los textos destinados al canto sagrado deben estar de acuerdo con la doctrina católica; más aún: deben tomarse principalmente de la Sagrada Escritura y de las fuentes litúrgicas. 66 CAPITULO VII EL ARTE Y LOS OBJETOS SAGRADOS 122. Entre las actividades más nobles del ingenio humano se cuentan, con razón, las bellas artes, principalmente el arte religioso y su cumbre, que es el arte sacro. Estas, por su naturaleza, están relacionadas con la infinita belleza de Dios, que intentan expresar de alguna manera por medio de obras humanas. Y tanto más pueden dedicarse a Dios y contribuir a su alabanza y a su gloria, cuanto más lejos están de todo propósito que no sea colaborar 1» más posible con sus obras para orientar santamente los hombres hacia Dios. Por esta razón, la santa madre Iglesia fue siempre amiga de las bellas artes, 67 buscó constantemente su noble servicio, principalmente para que las cosas destinadas al culto sagrado fueran en verdad dignas, decorosas y bellas, signos y símbolos de las realidades celestiales. Más aún: la Iglesia se consideró siempre, con razón, como árbitro de las mismas, discerniendo entre las obras de los artistas aquellas que estaban de acuerdo con la fe, la piedad y las leyes religiosas tradicionales y que eran consideradas aptas para el uso sagrado. La Iglesia procuró con especial interés que los objetos sagrados sirvieran al esplendor del culto con dignidad y belleza, aceptando los cambios de materia, forma y ornato que el progreso de la técnica introdujo con el correr del tiempo. En consecuencia, los padres decidieron determinar acerca de este punto lo siguiente : 123. La Iglesia nunca consideró como propio ningún estilo artístico, sino que, acomodándose al carácter y las condiciones de los pueblos y a las necesidades de los diversos ritos, aceptó las formas de cada tiempo, creando en el curso de los siglos un tesoro artístico digno de ser conservado cuidadosamente. También el arte de nuestro tiempo, y el de todos los pueblos y regiones, ha de ejercerse libremente en la Iglesia, con tal que sirva a los edificios y ritos sagrados con el de68 bido honor y reverencia; para que pueda juntar su voz a aquel admirable concierto que los grandes hombres entonaron a la fe católica en los siglos pasados. 124. Los ordinarios, al promover y favorecer un arte auténticamente sacro, busquen más una noble belleza que la mera suntuosidad. Esto se ha de aplicar también a las vestiduras y ornamentación sagrada. Procuren cuidadosamente los obispos que sean excluidos de los templos y demás lugares sagrados aquellas obras artísticas que repugnan a la fe, a las costumbres y a la piedad cristiana y ofendan el sentido autéticamente religioso, ya sea por la depravación de las formas, ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o la falsedad del arte. 125. Al edificar los templos, procúrese con diligencia que sean aptos para la celebración de las acciones litúrgicas y para conseguir la participación activa de los fieles. Manténgase firmemente la práctica de exponer imágenes sagradas a la veneración de los fieles; con todo, que sean pocas en número y guarden entre ellas el debido orden, a fin de que no causen extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devoción menos ortodoxa. 69 126. Al juzgar las obras de arte, los ordinarios de lugar oigan a la Comisión Diocesana de Arte Sagrado y, si el caso lo requiere, a otras personas muy entendidas, como también a las Comisiones de que se habla en los artículos 44, 45 y 46. Vigilen con cuidado los ordinarios para oue los objetos sagrados y obras preciosas, dado que son ornato de la casa de Dios, no se vendan ni se dispersen. 127. Los obispos, sea por sí mismos, sea por medio de sacerdotes competentes dotados de conocimientos artísticos y aprecio por el arte, interésense por los artistas, a fin de imbuirlos del espíritu del arte sacro y de la sagrada liturgia. Se recomienda, además, que, en aquellas regiones donde parezca oportuno, se establezcan escuelas o academias de arte sagrado para la formación de artistas. Los artistas que llevados por su ingenio desean glorificar a Dios en la santa Iglesia, recuerden siempre que su trabajo es una cierta imitación sagrada de Dios creador, y que sus obras están destinadas al culto católico, a la edificación de los fieles y a su instrucción religiosa. 128. Revísense cuanto antes, junto con los libros litúrgicos de acuerdo con el artículo 25, los cánones y prescripciones eclesiásticas que se refieren a la disposición de las cosas externas del culto sagrado, sobre todo en lo referente a la 70 apta y digna edificación de los templos, a la forma y construcción de los altares, a la nobleza, colocación y seguridad del sagrario, así como también a la funcionalidad y dignidad del baptisterio, al orden conveniente de las imágenes sagradas, de la decoración y del ornato. Corríjase o suprímase lo que parezca ser menos conforme con la liturgia reformada y consérvese o introdúzcase lo que la favorezca. En este punto, sobre todo en cuanto a la materia y a la forma de los objetos y vestiduras sagradas, se da facultad a las asambleas territoriales de obispos para adaptarlos a las costumbres y necesidades locales, de acuerdo con el artículo 22 de esta Constitución. 129. Los clérigos, mientras estudian filosofía y teología, deben ser instruidos también sobre la historia y evolución del arte sacro y sobre los sanos principios en que deben fundarse sus obras, de modo que sepan apreciar y conservar los venerables monumentos de la Iglesia y puedan orientar a los artistas en la ejecución de sus obras. 130. Conviene que el uso de insignias pontificales se reserve a aquellas personas eclesiásticas que tienen o bien el carácter episcopal o bien alguna jurisdicción particular. 71 A P E N D I C E DECLARACION DEL SACROSANTO CONCILIO ECUMENICO VATICANO II SOBRE LA REVISION DEL CALENDARIO El sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II, reconociendo la importancia de los deseos de muchos con respecto a la fijación de la fiesta de Pascua en un domingo determinado y a la estabilización del calendario, después de examinar cuidadosamente las consecuencias que podrían seguirse de la introducción del nuevo calendario, declara lo siguiente: 1. El sacrosanto Concilio no se opone a que la fiesta de Pascua se fije en un domingo determinado dentro del Calendario Gregoriano, con tal que den su asentimiento todos los que estén interesados, especialmente los hermanos sepa72 rados de la comunión con la Sede Apostólica. 2. Además, el sacrosanto Concilio declara que no se opone a las gestiones ordenadas a introducir un calendario perpetuo en la sociedad civil. La Iglesia no se opone a los diversos proyectos que se están elaborando para establecer el calendario perpetuo e introducirlo en la sociedad civil, con tal que conserven y garanticen la semana de siete días con el domingo, sin añadir ningún día que quede al margen de la semana, de modo que la sucesión de las semanas se mantenga intacta, a no ser que se presenten razones gravísimas, de las que juzgará la Sede Apostólica. 73 DECRETO SOBRE LOS MEDIOS DE COMUNICACION SOCIAL I N T R O D U C C I O N 1. Entre los maravillosos inventos de la técnica que, principalmente en nuestros días, extrajo el ingenio humano, con la ayuda de Dios, de las cosas creadas, la Madre Iglesia acoge y fomenta aquellos que miran principalmente al espíritu humano y han abierto nuevos caminos para comunicar facilísimamente noticias, ideas y órdenes. Entre tales instrumentos sobresalen aquellos que por su naturaleza no sólo pueden llegar a cada uno de los hombres, sino a las multitudes y a toda la sociedad humana, como la prensa, el cine, la radio, la televisión y otros que, por ello mismo, pueden llamarse con toda razón medios de comunicación social. 74 2. La Madre Iglesia reconoce que estos instrumentos, rectamente utilizados, prestan ayuda valiosa al género humano, puesto que contribuyen eficazmente a unir y cultivar los espíritu y a propagar y afirmar el reino de Dios; sabe también que los hombres pueden utilizar tales medios contra los mandamientos del Creador y convertirlos en instrumentos de su propio daño; más aún, siente una maternal angustia por los daños que de su mal uso se han infligido con demasiada frecuencia a la sociedad humana. Por lo cual, el Sacrosanto Concilio, acogiendo la vigilante preocupación de pontífices y obispos en cuestión de tanta importancia, considera su deber ocuparse de las principales cuestiones pertinentes a los instrumentos de comunicación social. Confía, además, en que su doctrina y disciplina, así presentada, aprovecharán no sólo al bien de los cristianos, sino al progreso de todo el género humano. 75 CAPITULO I 3. La Iglesia católica, fundada por Nuestro Señor Jesucristo para la salvación de todos los hombres, y por ello mismo obligada a la evangelización de toda criatura, considera parte de su misión servirse de los instrumentos de comunicación social para predicar a los hombres el mensaje de salvación y enseñarles el recto uso de estos medios. A la Iglesia, pues, corresponde el derecho natural de usar y de poseer todos los instrumentos de este orden en cuanto sean necesarios o útiles para la educación cristiana de las almas y su salvación; corresponde, pues, a los sagrados pastores el deber de instruir y gobernar a los fieles de modo que éstos, sirviéndose de dichos instrumentos, atiendan a su 76 propia perfección y salvación, así como a la de todo el género humano. Por lo demás, corresponde principalmente a los laicos penetrar de espíritu cristiano esta clase de medios a fin de que respondan a la gran esperanza del género humano y a los designios divinos. 4. Para el recto uso de estos medios es absolutamente necesario que todos los que se sirven de ellos conozcan y lleven a la práctica en este campo las normas de orden moral. Consideren, pues, la especial naturaleza de las cosas que se difunden a través de estos instrumentos, según la peculiar naturaleza de cada uno; tengan, a la vez, en cuenta las circunstancias o condiciones todas, es decir, el fin, las personas, el lugar, el tiempo y demás datos que entran en juego en los diversos medios de comunicación, y aquellas otras circunstancias que pueden hacerles perder su honestidad o cambiarla; entre las cuales cuenta el carácter específico con que actúa cada instrumento, es decir, su propia fuerza, que puede ser tan grande que los hombres, sobre todo si no están formados, difícilmente sean capaces de advertirla, dominarla y, si llega el caso, rechazarla. 5. Es necesario, sobre todo, que todos los interesados en la utilización de estos medios de comunicación se formen recta 77 conciencia sobre tal uso, en especial por lo que se refiere a algunas cuestiones agriamente debatidas en nuestros días. La primera cuestión se refiere a la llamada información, a la obtención y divulgación de las noticias. Es evidente que tal información, por razón del moderno progreso de la sociedad humana y por los más estrechos vínculos entre sus miembros, resulta muy útil y, las más de las veces, necesaria, pues el intercambio público y puntual de noticias sobre acontecimientos y cosas facilita a los hombres un conocimiento más amplio y continuo' de la actualidad, de modo que puedan contribuir eficazmente al bien común y al mayor progreso de toda la sociedad humana. Existe, pues, en el seno de la sociedad humana el derecho a la información sobre aquellas cosas que convienen a los hombres, según las circunstancias de cada cual, tanto particularmente como constituidos en sociedad. Sin embargo, el recto uso de este derecho exige que la información sea siempre objetivamente verdadera y, salvada la justicia y la caridad, íntegra; en cuanto al modo, ha de ser, además, honesta y conveniente, es decir, que respete las leyes morales del hombre, sus legítimos derechos y dignidad, tanto en la obtención de la noticia como en su divulgación; pues no toda la ciencia aprovecha, 78 "pero la caridad es constructiva" Cor 8,1). (1 6. Una segunda cuestión se plantea sobre las relaciones que median entre los llamados derechos del arte y las normas de la ley moral. Dado que, no rara vez, las controversias que surgen sobre este tema tienen su origen en falsas doctrinas sobre ética y estética, el Concilio proclama que la primacía del orden moral objetivo ha de ser aceptada por todos, puesto que es el único que supera y congruentemente ordena todos los demás órdenes humanos, por dignos que sean, sin excluir el arte. Pues solamente el orden moral abarca, en toda su naturaleza, al hombre, hechura racional de Dios y llamado a lo sobrenatural, y cuando tal orden moral se observa íntegra y fielmente, le conduce a la perfección y bienaventuranza plena. 7. De otra parte, la narración, descripción y representación del mal moral, puede, sin duda, con el auxilio de los medios de comunicación social, servir para conocer y descubrir mejor al hombre y para hacer que mejor resplandezca y se exalte la verdad y el bien mediante oportunos y logrados efectos dramáticos; sin embargo, para que no produzcan mayor daño que utilidad a las almas, han de atemperarse plenamente a las leyes mo79 rales, sobre todo si se trata de cosas que merecen el máximo respeto o que incitan más fácilmente al hombre, marcado por la culpa original, a deseos depravados. 8. Como quiera que la opinión pública ejerce hoy un poderoso influjo en todos los órdenes de la vida social, pública y privada, es necesario que todos los miembros de la sociedad cumplan sus deberes de justicia y caridad también en esta materia, y, por tanto, que también, con el auxilio de estos medios, se procure formar y divulgar una recta opinión pública. 9. Peculiares deberes competen a los destinatarios todos de la información, lectores, espectadores y oyentes que por personal y libre elección reciben las informaciones difundidas por estos medios de comunicación. Pues, una recta elección exige que aquéllos fomenten todo lo que contribuye a la virtud, la ciencia y el arte, y eviten, en cambio, todo lo que pueda ser causa u ocasión de daño espiritual para ellos o para otros, por el mal ejemplo que puedan ocasionarles, y lo que favorezca las malas producciones y se oponga a las buenas, lo que sucede a menudo contribuyendo económicamente en empresas que tan sólo persiguen el lucro en la utilización de estos medios. Así, pues, para que los destinatarios 80 de la información cumplan con la ley moral, deben cuidar de informarse oportunamente sobre los juicios o criterios de las autoridades competentes en esta materia y de seguirlos según las normas de una recta conciencia; mas para que puedan con mayor facilidad oponerse a los malos atractivos y secundar de lleno los buenos, procuren ilustrar y dirigir su conciencia con recursos adecuados. 10. Los destinatarios, sobre todo los jóvenes, procuren acostumbrarse a ser moderados y disciplinados en el uso de estos instrumentos; pongan, además, empeño en entender bien lo oído, visto, leído; dialoguen con educadores y peritos en la materia y aprendan a formar recto juicio. Recuerden los padres que es deber suyo vigilar cuidadosamente para que los espectáculos, las lecturas y cosas parecidas que puedan ofender a la fe o las buenas costumbres no entren en el hogar y para que sus hijos no los vean en otra parte. 11. Muy principal deber moral incumbe, en cuanto al recto uso de los medios de comunicación social, a los periodistas, escritores, actores, productores, realizadores, exhibidores, distribuidores, directores y vendedores, críticos y demás que de algún modo intervienen en la realización y difusión de las comunicaciones; 81 6.—Los primeros pues es de toda evidencia la trascendencia y gravedad de su cometido en las actuales circunstancias humanas, ya que pueden encauzar, recta o torpemente, al género humano informando e incitando. Misión suya es, por tanto, tratar las cuestiones económicas, políticas o artísticas de modo que no produzcan daño al bien común; para lograr esto más fácilmente, bueno será que se asocien proí'esionalmente —incluso si fuera necesario mediante el compromiso de observar desde el comienzo un código moral— en aquellas entidades que impongan a sus miembros el respeto a las leyes morales en las empresas y quehaceres de su profesión. Recuerden siempre que la mayor parte de los lectores y espectadores está compuesta de jóvenes necesitados de prensa y espectáculos que les ofrezcan ejemplos de moralidad y los estimulen hacia sentimientos elevados. Procuren, además, que las materias concernientes a la religión se confíen a personas dignas y expertas y se traten con la debida reverencia. 12. Las autoridades civiles tienen peculiares deberes en esta materia en razón del bien común al que se ordenan estos instrumentos. Por virtud de su autoridad, y en función de la misma, les 82 corresponde defender y tutelar una verdadera y justa libertad que la sociedad moderna necesita enteramente para su provecho, sobre todo en lo que atañe a la prensa. Por otra parte, a la autoridad civil corresponde fomentar aquellas obras y empresas que, siendo especialmente útiles para la juventud, no podrían de otro modo ser acometidas. Por último, la misma autoridad pública que legítimamente se ccupa de la salud de los ciudadanos, está obligada a procurar, justa y celosamente, mediante la oportuna promulgación y diligente ejecución de las leyes, que no se siga daño a las costumbres y al progreso de la sociedad por un mal uso de estos medios de comunicación. Esa cuidada diligencia no restringe en modo alguno la libertad de los individuos o de las asociaciones, sobre todo cuando faltan las debidas precauciones por parte de aquellos que, por razón de su oficio, manejan estos instrumentos. Téngase un especial cuidado en proteger a los jóvenes de la prensa y de los espectáculos que sean perniciosos para su edad. 83 CAPITULO II 13. Procuren, de común acuerdo, todos los hijos de la Iglesia que los instrumentos de comunicación social se utilicen, sin la menor dilación y con el máximo empeño, en las más variadas formas de apostolado, tal como lo exigen las realidades y las circunstancias de nuestro tiempo, adelantándose así a las malas iniciativas, especialmente en aquellas regiones en las que el progreso moral y religioso reclama una mayor atención. Apresúrense, pues, los sagrados pastores a cumplir en este campo su misión, íntimamente ligada a su deber ordinario de predicar. A su vez, los laicos que hacen uso de dichos instrumentos, procuren dar testimonio de Cristo, realizando, en primer término, sus propias tareas con pericia y espíritu apostólico y apor84 tando, además, en lo que esté de su par te, mediante las posibilidades de la técnica, de la economía, de la cultura y . del arte, su apoyo directo a la acción pastoral de la Iglesia. 14. Han de fomentarse, ante todo, las publicaciones honestas. Ahora bien, para imbuir plenamente de espíritu cristiano a los lectores debe crearse y difundirse una prensa genuinamente católica —bien sea por parte de la propia jerarquía eclesiástica, o promovida por hombres católicos y dependiente de ellos— editada con la intención de formar, afirmar y promover una opinión pública en consonancia con el derecho natural y con las doctrinas y preceptos católicos, al mismo tiempo que divulga y desarrolla adecuadamente los acontecimientos relacionados con la vida de la Iglesia. Debe advertirse a los fieles de la necesidad de leer y difundir la prensa católica para conseguir un criterio cristiano sobre todos los acontecimientos. Que la producción y exhibición de cintas destinadas al honesto descanso del espíritu, provechosas para la cultura y el arte humano, sobre todo aquellas que se destinan a la juventud, sean promovidas por todos los medios eficaces y aseguradas a toda costa; lo cual se logra, sobre todo, apoyando y coordinando las realizaciones y las iniciativas honestas, tan 85 to de producción como de distribución, recomendando las películas que merecen elogio por el juicio concorde y por los premios de los críticos, fomentando y asociando entre sí las salas pertenecientes a empresarios católicos y a hombres honrados. Préstese asimismo apoyo eficaz a las emisiones radiofónicas y televisivas honestas, ante todo a aquellas que sean apropiadas para las familias. Y que se fomenten con todo interés las emisiones católicas, mediante las cuales los oyentes y los espectadores sean estimulados a participar en la vida de la Iglesia y se compenetren con las verdades religiosas. Con toda solicitud deben promoverse, allí donde fuese oportuno, las estaciones católicas; hay que cuidar, empero, de •que sobresalgan por su perfección y por su eficacia. Cúidese, en fin, de que el noble y antiguo arte escénico, que hoy se propaga ampliamente a través de los instrumentos*de comunicación social, trabaje a favor del sentido humano y la ordenación de las costumbres de los espectadores. 15. Para proveer a las necesidades arriba indicadas han de formarse oportunamente sacerdotes, religiosos y también laicos, que posean la debida pericia en estos instrumentos y puedan dirigirlos a los fines del apostolado. 86 En primer lugar, deben ser instruidos los laicos en el arte, la doctrina y las costumbres, multiplicando el número de las escuelas, facultades e institutos, donde los periodistas, los guionistas cinematográficos, radiofónicos, de televisión y demás interesados puedan adquirir una formación íntegra, penetrada de espíritu cristiano, sobre todo en la doctrina social de la Iglesia. También los actores escénicos han de ser formados y ayudados para que convenientemente sirvan, con su arte, a la sociedad humana. Por último, han de prepararse cuidadosamente críticos literarios cinematográficos, radiofónicos, de la televisión y demás medios, que dominen perfectamente su profesión, preparados y estimulados para emitir unos juicios donde la razón moral aparezca siempre en su verdadera luz. 16. Habida cuenta de que el uso de los instrumentos de comunicación social, que se dirigen a personas diversas por la edad y la cultura, requiere en estas personas una formación y una experiencia acomodadas y apropiadas, deben favorecerse, multiplicarse y encauzarse, según los principios de las costumbres cristianas, las iniciativas que sean aptas para conseguir este fin (sobre todo si se destinan a los jóvenes), en las escuelas católicas de cualquier grado, en los semi87 narios y en las asociaciones apostólicas seglares. Para realizar esto con mayor rapidez, la exposición y explicación de la doctrina y disciplina católicas en esta materia debe enseñarse en el catecismo. 17. Como resulta poco digno para los hijos de la Iglesia soportar insensiblemente que la doctrina de la salvación sea obstaculizada e impedida por razones técnicas o por los gastos, ciertamente cuantiosos, que son propios de estos medios, este santo Concilio amonesta sobre la obligación de sostener y auxiliar los diarios católicos, las revistas e iniciativas cinematográficas, las estaciones y transmisiones radiofónicas y televisadas, cuyo principal fin es divulgar y defender la verdad, y proveer a la formación cristiana de la sociedad humana. Igualmente, invita insistentemente a las asociaciones y a los particulares, que gozan de una gran autoridad en las cuestiones económicas y técnicas, a sostener con largueza y de buen grado, con sus bienes económicos y su pericia, estos instrumentos, en cuanto sirven al apostolado y a la verdadera cultura. 18. Para que se vigorice el apostolado de la Iglesia en relación con los medios de comunicación social, debe celebrarse cada año en todas las diócesis del orbe, a juicio del obispo, un día en el que los 88 fieles sean adoctrinados sobre sus obligaciones en esta materia, invitados a orar por esta causa y a entregar una limosna para este fin, y que será empleada para sostener y fomentar, según las necesidades del orbe católico, las instituciones e iniciativas promovidas por la Iglesia en esta materia. 19. Para ejercitar la suprema cura pastoral sobre los instrumentos de comunicación social, el Sumo Pontífice tiene a su disposición un peculiar organismo de la Santa Sede. Los padres del Concilio, haciendo suyo el voto del "Secretariado para Imprenta y para la orientación de los Espectáculos", reverentemente piden al Suma Pontífice que extienda las obligaciones y competencias de este organismo a todos los instrumentos de comunicación social sin excluir la prensa, asociando a él a especialistas de las distintas naciones, entre ellos también laicos. 20. Será competencia de los obispos, en sus propias diócesis, vigilar estas obras e iniciativas y promover las mismas y, en cuanto atañen al apostolado público, ordenarlas, sin excluir aquellas que están sometidas a la dirección de los religiosos exentos. 21. Pero, como la eficacia del apostolado en toda la nación requiere unidad de 89 propósitos y de esfuerzos, este santo Concilio' establece y manda que en todas partes se constituyan y se apoyen por todos los medios oficinas nacionales para los problemas de la prensa, del cine, de la radio y la televisión. Misión de estas oficinas será velar para que la conciencia de los fieles se forme rectamente sobre el uso de estos instrumentos y para estimular y organizar todo lo que los católicos realizan en este campo. En cada nación la dirección de estas oficinas ha de confiarse a una especial comisión del episcopado o a un obispo delegado. En esas oficinas han de participar también seglares que conozcan la doctrina de la Iglesia sobre estas actividades. 22. Y puesto que la eficacia de tales instrumentos traspasa los límites de las naciones, y es como si convirtiera a cada hombre en ciudadano de la Humanidad, coordínense las iniciativas de este género, lo mismo en el plano nacional que en el internacional. Aquellas oficinas, de las que se habla en el número 21, han de trabajar denodadamente en unión con su correspondiente asociación católica internacional. Estas asociaciones católicas internacionales sólo son legítimamente aprobadas por la Santa Sede y de ella dependen. 90 C L A U S U L A S 23. Para que todos los principios de este Santo Sínodo y las normas acerca de los medios de comunicación social se lleven a efecto, por expreso mandato del Concilio, prepárese una instrucción pastoral por el organismo de la Santa Sede, del que se habla en el número 19, con la ayuda de peritos de diferentes naciones. 24. Por lo demás, este Santo Sínodo confía en que estas instrucciones y normas serán libremente aceptadas y santamente observadas por todos los hiios de la Iglesia, los cuales por esta razón, al utilizar tales medios, lejos de padecer daño, como sal y como luz, darán sabor a la tierra e iluminarán el mundo; el Concilio invita, además, a todos los hombres de buena voluntad, especialmente a aquellos que gobiernan estos instrumentos, para que se esfuercen en utilizarlos en bien de la sociedad humana, cuya suerte depende cada día más del recto uso de aquéllos. Así, pues, como en los monumentos artísticos de la antigüedad, también ahora en los nuevos inventos debe ser glorificado el nombre del Señor según aquello del apóstol: "Jesucristo, ayer y hoy, y El mismo, por los siglos de los siglos" (Hebr 13,8). 91 LETRAS APOSTOLICAS MOTU PROPRIO POR LAS QUE SE CONCEDEN A LOS OBISPOS CIERTAS FACULTADES Y PRIVILEGIOS. PAULO PAPA VI Los sagrados pastores, aunque asediados por muchas dificultades, realizaron en todo tiempo su misión pastoral, a la que Jesucristo asoció los gravísimos deberes de enseñar, santificar, atar y desatar, con patentes ejemplos, sobre todo, de caridad. La Sede Apostólica, a medida que las preocupaciones y tareas se acrecentaron en el decurso de los siglos, respondió siempre gustosa y celosamente a las peticiones de los obispos referentes a la solicitud pastoral, y no sólo dotó a los prelados de las diócesis de autoridad y jurisdicción extraordinaria, sino que les 92 otorgó también especiales facultades y privilegios en correspondencia con las necesidades de cada tiempo. Ahora que está para concluir la segunda sesión del Concilio Vaticano II, y deseando muy de veras dar a los padres conciliares prueba de la gran estima que sentimos por todos los venerables hermanos en el episcopado, nos complace acoger gustosamente sus deseos y, otorgarles aquellas facultades que, a la vez que hagan patente su dignidad episcopal, hagan también más fácil y eficaz su ministerio pastoral. Estimamos que esto casa perfectamente con nuestro oficio de pastor universal. Mas al mismo tiempo que de todo corazón concedemos a los obispos dichas facultades, les rogamos igualmente que, con Cristo y con Nos, su Vicario en la tierra, unidos muy estrechamente y movidos por el soplo de una ardiente caridad, procuren con su trabajo hacer más leve "aquella solicitud de todas las Iglesias" que pesa sobre nuestros hombros (Cfr. II Cor 11,28). Dado que se trata de facultades valiosísimas, las otorgamos de forma que no puedan los obispos delegarlas en otros, a excepción de su coadjutor, auxiliares y vicario general, a no ser que otra cosa se diga expresamente en la concesión de cada una de esas facultades. 93 Estas facultades que declaramos competen por derecho a los obispos residenciales, a tenor de las normas canónicas vigentes, competen también, de derecho, a los vicarios y prefectos apostólicos, administrad eres apostólicos constituidos permanentemente, a los abades y prelados nullius, todos los cuales gozan en su territorio de los mismos derechos y facultades que corresponden a los obispos residenciales en sus propias diócesis. Y aunque los vicarios y prefectos apostólicos no puedan nombrar vicario general, les está permitido a cada uno delegar legítimamente las facultades de que se trata en su vicario delegado. Así pues, tras madura consideración y llevados de nuestro respeto y amor a cada uno de los obispos de la Iglesia católica, "motu proprio", y con nuestra autoridad apostólica, establecemos y decretamos que, a partir del día 8 de diciembre de este año de 1963, puedan ya los obispos gozar legítimamente de las facultades y privilegios que siguen. 7.— Facultades que por derecho competen al obispo residencial desde el mowfnto de la toma de posesión de su diócesis, las cuales sólo puede delegar en el obispo coadjutor o en los obispos auxiliares y en el vicario general, a no ser 94 que se hable personas. expresamente de otras 1) Prorrogar, por causa justa, pero no por más de un mes, el uso legítimo de rescriptos e indultos concedidos anteriormente por la Santa Sede, y ya expirados, sin que se hayan enviado oportunamente a la Santa Sede las preces para su prórroga, con la obligación, sin embargo, de recurrir inmediatamente a la misma solicitando la gracia o, si la petición fue ya cursada, para obtener respuesta. 2) Conceder a los sacerdotes la facultad de poder celebrar dos misas los días ordinarios, por escasez de clero y con justa causa, e incluso- celebrar tres misas los domingos y demás fiestas de precepto si una verdadera necesidad pastoral así lo exige. 3) Permitir a los sacerdotes, que celebran dos o tres misas, tomar algo a modo de bebida, aunque no medie el espacio de una hora antes de celebrar misa. 4) Permitir a los sacerdotes, por justa causa, celebrar la misa a cualquier hora del día y distribuir la comunión por la tarde, guardando, por lo demás, las normas establecidas. 5) Conceder facultad a los sacerdotes: 95 cuya vista sea débil, o estén impedidos por otra enfermedad, celebrar diariamente la misa de la Santísima Virgen o la de difuntos, asistidos, cuando lo necesiten, por otro sacerdote o diácono, según la instrucción de la Sagrada Congregación de Ritos del 15 de abril de 1961. 6) Conceder la misma facultad a los sacerdotes completamente ciegos, con tal de aue siempre les asista otro sacerdote o diácono. 7) Conceder a los sacerdotes la facultad de celebrar la misa fuera de lugar sagrado con tal de que este lugar sea decente y honesto—nunca en el dormitorio—, sobre ara consagrada, con causa justa cuando se trate de una sola vez y con causa más grave cuando se trata de hacerlo habitualmente. 8) Igualmente conceder la facultad de celebrar la misa en el mar y en los ríos, con causa justa y con las debidas cautelas. 9) Conceder la facultad a los sacerdotes que gozan del indulto de altar portátil para que puedan utilizar, con justa y grave causa, en lugar de la piedra consagrada, los antimensios de los griegos, o el lienzo bendecido por el obispo, en cuyo ángulo derecho se guardan las reliquias de los santos mártires, igualmente S6 reconocidas por el obispo, observando todo lo demás prescrito por las leyes litúrgicas, particularmente en lo que se refiere a los manteles y el corporal. 10) Conceder a los sacerdotes enfermos o ancianos la facultad de celebrar la misa en casa —pero no en su dormitorio— todos los días, incluso en las fiestas más solemnes, observando las leyes litúrgicas, pero con autorización para sentarse si no pudieran estar de pie. 11) Reducir, cuando disminuyan los réditos y mientras subsista esta causa, el número de misas de los legados a tenor del estipendio legítimamente vigente en la diócesis, siempre que no haya nadie que esté o pueda ser razonablemente obligado a elevar la cuantía de la limosna. 12) Así como reducir las cargas y legados de misas que gravan los beneficios u otras instituciones eclesiásticas, en el caso de que las rentas del beneficio o de la institución resulten insuficientes para el decoroso sustento del beneficiario o para realizar aquellas actividades del sagrado mifksie.'io que vayan anejas al beneficio. o no basten tampoco para conseguir convenientemente el fin propio de la misma institución eclesiástica. 97 7.—Los primeros . 13) Conceder a los capellanes de todos los hospitales, orfanatos y cárceles la facultad para que, no estando presente el párroco, puedan administrar a los fieles en peligro de muerte el sacramento de la confirmación, debiendo observar el sacerdote que la administre las normas establecidas por la Sagrada Congregación de Sacramentos en el decreto "Spiritus Sancti muñera" de 14 de septiembre de 1946. 14) Conceder a confesores conspicuos por su ciencia y prudencia la facultad de absolver a los fieles en todos los casos, dentro del acto de la confesión sacramental, de todas las censuras, incluso las reservadas, con excepción de: a) Las censuras "ab homine"; b) Las censuras especialísimamente reservadas a la Sede Apostólica; c) Las censuras anejas a la revelación del secreto del Santo Oficio, y d) La excomunión con la que son sancionados los clérigos ordenados in sacris y todas las personas que atenten contraer con aquéllos matrimonio, aunque sólo sea civilmente, y al mismo tiempo cohabiten de hecho con los mismos. 15) Dispensar, con justa causa, de la falta de edad de los ordenandos, siempre que no exceda de seis meses completos. 98 16) Dispensar del impedimento para la ordenación que afecte a los hijos de acatólicos, mientras que sus padres permanezcan en su error. 17) Dispensar, según lo prescrito, a efectos tanto de celebrar la misa cuanto de obtener y conservar los beneficios eclesiásticos, sobre cualesquiera irregularidades provenientes lo mismo de delito que de defecto, con tal que de ello no se siga escándalo y se realice debidamente el ministerio del altar, con excepción de los casos a que se refiere el canon 985, números 3 y 4, del C. I. C., y previa abjuración ante el absolvente, cuando se trata del crimen de herejía o cisma. 18) Conferir las sagradas órdenes fuera de la iglesia catedral y fuera de los tiempos previstos, sin excluir los días ordinarios, si media una utilidad pastoral. 19) Dispensar, por causa justa y razonable, de todos los impedimentos matrimoniales de grado menor, aun cuando se trate de matrimonios mixtos, pero cumpliendo, en este caso, lo prescrito en los cánones 1061-1064 del Código de Derecho Canónico. 20) Dispensar, cuando apremie una causa justa y grave, de los impedimentos 99 de mixta religión y de disparidad de cultos, incluso cuando se aplica el privilegio paulino, quedando a salvo lo prescrito en los cánones 1061-1064 del Código de Derecho Canónico. 21) Sanar "in radice", con tal que persevere el consentimiento, los matrimonios inválidos por impedimento de grado menor o por defecto de forma, aun tratándose de matrimonios mixtos, aunque cumpliendo, en este caso, lo prescrito en el canon 1061 del Código de Derecho Canónico. 22) Sanar "in radice", con tal de que el consentimiento perdure, los matrimonios inválidos por el impedimento de disparidad de culto, aun cuando sean, además, inválidos por defecto de forma, guardando, sin embargo, lo prescrito en el canon 1061 del Código de Derecho Canónico. 23) Permitir, por causa grave, que pueda hacerse la interpelación del cónyuge infiel, antes del bautismo del que se convierte a la fe; y también, por causa grave, dispensar de la misma interpelación antes del bautismo de la parte que se convierte, con tal que, en este caso, conste por proceso al menos sumario y 100 extrajudicial, que no puede realizarse o sería inútil dicha interpelación. 24) Reducir, por causa justa, la obligación por la que los capítulos catedralicios o colegiales de canónigos están obligados a recitar, debidamente, todos los días, en el coro, el oficio divino; es decir, conceder que el servicio del coro sólo se tenga algunos días o pueda cumplirse con sólo una determinada parte del mismo. 25) Encomendar a algunos canónigos, en caso de necesidad, tareas de ministerio sagrado, de enseñanza, apostolado, dispensándoles del coro, sin perjuicio del derecho a percibir los beneficios de su prebenda, pero no las llamadas distribuiciones entre presentes o las ordinarias. 26) Conmutar el rezo diario del oficio divino por el de una parte al menos del rosario de la Bienaventurada Virgen María u otras oraciones, por deficiencia de la vista o por otra causa. 27) Delegar, en casos particulares o temporalmente, en el vicario general o en otro sacerdote constituido en dignidad, para consagrar altares portátiles, 101 cálices y patenas, según la forma prescrita en el pontifical y utilizando los sagrados óleos bendecidos por el obispo. 28) Permitir a los clérigos menores, a los religiosos legos y también a mujeres piadosas, que puedan lavar, incluso en primera ablución, los palios, los corporales y los purificadores. 29) Usar, en favor de los fieles y guardando su límite y forma, de las mismas facultades y privilegios que tienen los institutos religiosos con casa en la diócesis. 30) Conceder a los sacerdotes la facultad para poder erigir, con las ceremonias prescritas por la Iglesia, las estaciones del "Via crucis", incluso "sub divo", con todas las indulgencias concedidas a cuantos practiquen este piadoso ejercicio. Sin embargo, esta facultad no se puede usar en el territorio parroquial donde radique una casa de religiosos que por concesión apostólica disfruten del privilegio de erigir las estaciones del "Via crucis". 31) Admitir en los seminarios a los hijos ilegítimos que reúnan las cualidades exigidas para la admisión con tal de que no se trate de adulterinos o sacrilegos. 102 32) Conceder licencia para que mediante una causa legítima, puedan enajenar, empeñar, hipotecar, alquilar, redimir de empréstitos los bienes eclesiásticos, y que las personas morales eclesiásticas puedan comprometerse con dinero ajeno hasta aquella cantidad que proponga la conferencia regional o nacional de los obispos y que la Santa Sede haya aprobado. 33) Confirmar hasta el quinto trienio al confesor ordinario de las religiosas, si por la escasez de sacerdotes idóneos para esto no puede hacerse otra cosa, con tal que la mayoría de las religiosas, incluidas las que en otros asuntos no tienen voto, convengan, mediante votación secreta, en que el confesor sea confirmado; para las disidentes, si lo desean, se habrá de proveer de otro modo. 34) Entrar, por causa justa, en la clausura papal de los monasterios de religiosas establecidos en su diócesis, y permitir, por justa y grave causa, que otros entren en la clausura y que las monjas saldan de la misma durante el tiempo verdaderamente necesario. 35) Dispensar, a petición del superior competente, del impedimento que tienen para entrar en religión quienes pertenecieron a una secta acatólica. 103 36) Dispensar, a petición del superior competente, sobre la admisión en religión de los hijos ilegítimos que aspiren al sacerdocio y también dispensar a otros si éstos, por prescripción de las constituciones, no pueden ser admitidos en religión. Pero en ambos casos no pueden ser dispensados los hijos adulterinos y sacrilegos. 37) Condonar, en todo o en parte, tición del superior competente, la que han de aportar las postulantes su admisión en los monasterios de jas o en otro instituto también de cho pontificio. a pedote para mondere- 38) Permitir a los religiosos el paso de uno a otro instituto de derecho diocesano. 39) Despedir de la diócesis, por causa urgente y gravísima, a los religiosos de cualquier instituto, si avisado el superior mayor de éstos no tomara medidas, pero dando cuenta inmediatamente del caso a la Santa Sede. 40) Conceder a sus súbditos, incluso a través de otros varones prudentes e idóneos, licencia para leer y poseer, con cuidado de que no caigan en manos de otros, libros y publicaciones prohibidos 104 sin excluir los que expresamente propugnen la herejía o el cisma o persigan la subversión de los fundamentos religiosos. Esta autorización solamente puede concederse a aquellos que necesiten leer los libros y publicaciones prohibidos para impugnarlos, para desempeñar cumplidamente su cometido o para seguir debidamente un curso de estudios. II.—Privilegios que, además de los ya enumerados en los correspondientes capítulos del Código de Derecho canónico, competen a todos los obispos residenciales o titulares desde el momento de recibir la notificación auténtica de la provisión canónica. 1. Predicar la palabra de Dios en todo el orbe, a no ser que el ordinario del lugar lo prohiba expresamente. 2. Confesar a los fieles, incluidas las religiosas, en todo el orbe, a no ser que el ordinario del lugar lo prohiba expresamente. 3. Absolver en todas partes, dentro del acto de la confesión sacramental, a cualquier fiel de todos los pecados reservados, excepto del pecado de la falsa delación por la que un sacerdote inocente 105 es acusado ante los jueces eclesiásticos del crimen de solicitación. 4. Absolver en todas partes, dentro del acto de la confesión sacramental, a todos los fieles de todas las censuras, incluso las reservadas, con excepción de: a) Las censuras "ab homine". b) Las censuras especialísimas reservadas a la Sede Apostólica. c) Las censuras anejas a la revelación del secreto del Santo Oficio. d) La excomunión con la que son castigados los clérigos ordenados "in sacris" y cuantas personas atentaren contraer matrimonio con aquéllos, aunaue sólo sea civilmente, y al mismo tiempo convivan con ellos de hecho. Los obispos residenciales pueden hacer uso de esta facultad en favor de sus súbditos, incluso en el foro externo. 5. Reservar la Santísima Eucaristía en su oratorio particular, con tal aue se observe puntualmente lo establecido por las leyes litúrgicas. 6. Celebrar la misa a cualauier hora del día. con causa justa, y distribuir la comunión por la tarde, observando, por lo demás, lo prescrito. 7. Bendecir en todas partes, con sólo la señal de la cruz y con todas las indul106 gencias que suele conceder la Santa Sede, los rosarios y las demás coronas para el rezo, las cruces, las medallas y los escapularios aprobados por la Santa Sede e incluso imponerlos, sin la obligación de la inscripción. 8. Bendecir crucifijos con la aplicación de todas las indulgencias concedidas por los Romanos Pontífices al devoto ejercicio del "Via crucis", en favor de los fieles que, por enfermedad u otro legítimo impedimento, no pueden recorrer las estaciones del "Via crucis". Concedemos muy gustosamente estas facultades, estos privilegios a nuestros hermanos en el episcopado, con la intención y el deseo que más arriba expusimos; para que todo esto, en definitiva, redunde en honor y utilidad de la Santísima Iglesia de Cristo, a la que nos debemos con todo lo nuestro. Sin que obste nada en contrario, aunque digno de especial mensión. Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 30 del mes de noviembre de 1963, primero de nuestro pontificado. PAULO VI (Este decreto y la constitución sobre la Sagrada Liturgia entran en vigor el día 16 de febrero de 1964, primer domingo de cuaresma). 107 RATIFICACION PONTIFICIA de las DECISIONES CONCILIARES En el nombre de la Santísima e individua Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, los decretos que acaban de ser leídos en este sacrosanto Concilio Vaticano II legítimamente reunido, han obtenido el beneplácito de los padres. Y Nos, con la potestad apostólica que Cristo nos ha dado, en unión con los venerables Padres, aprobamos, decretamos y establecemos en el Espíritu Santo y disponemos que lo así decidido conciliarmente sea promulgado para la mayor gloria de Dios. P A U L O , P A P A VI. 109 INDICE DECRETO SOBRE LITURGIA CAPITULO I I n t r o d u c c i ó n Principios Generales de la r e f o r m a y fomento de la Sagrada Liturgia CAPITULO I I El Sacrosanto Misterio de la Eucaristía . . . CAPITULO I I I Los demás Sacramentos y Sacramentales . . . CAPITULO IV El Oficio Divino CAPITULO V El Año Litúrgico CAPITULO VI La Música S a g r a d a CAPITULO VII El Arte y los Objetos Sagrados A p é n d i c e La revisión del Calendario $ 3238 47' 55. 61 68 71 DECRETO SOBRE LOS MEDIOS DE COMUNICACION SOCIAL INTRODUCCION CAPITULO I CAPITULO I I CLAUSULAS 75 77" 85 92: Letras Apostólicas, motu proprio, por las que se conceden a los obispos ciertas facultades y privilegios 9£