primeros decretos conciliares

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concilio vaticano
II
primeros
decretos
conciliares
(Texto español desglosado
de la revista Ecclesia).
ediciones
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paulinas
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PRIMEROS DECRETOS CONCILIARES
concilio vaticano
II
pr i m e r o s
d ecretos
conciliares
ediciones
paulinas
Con las debidas licencias
E D I C I O N E S PAULINAS
Av. O'Higgins 1626 - Casilla 3746 - Santiago-Chile
PABLO OBISPO
Siervo de los siervos de Dios,
con los Padres del Concilio,
para perpetuo recuerdo.
INTRODUCCION
1. Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar de día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las
necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetadas a cambio,
promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la
Iglesia. Por eso cree que le corresponde
de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de la liturgia.
2. En efecto, la liturgia, por cuyo medio "se ejerce la obra de nuestra Redención" (1), sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su
(1) Secreta del domingo I X después de P e n t e costés.
5
vida, y manifiesten a los demás, el misterio de Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia. Es característico de la Iglesia, ser a la vez, humana
y divina, visible y dotada de elementos
invisibles, entregada a la acción y dada
a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina; y todo esto de suerte que en ella lo humano esté
ordenado y subordinado a lo divino, lo
visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos (2). Por eso al edificar día a día a los que están dentro para
ser templo santo en el Señor y morada
de Dios en el Espíritu (3), hasta llegai a
la medida de la plenitud de la edad de
Cristo (4), la Liturgia robustece también
admirablemente sus fuerzas para predicar a Cristo y presenta así la Iglesia, a
los que están fuera, como signo levantado en medio de las naciones (5) para que
debajo de él se congreguen en la unidad
•de los hijos de Dios que están dispersos (6), hasta que haya un solo rebaño
y un solo pastor (7).
(2)
<3)
(4)
(5)
(6)
(7)
6
Heb 13,14.
Ef 2,21-22.
Ef 4,12.
Is 11,12.
J n 11,52.
J n 10,16.
3. Por lo cual, el sacrosanto Concilio
estima que han de tenerse en cuenta los
principios siguientes, y que deben establecerse algunas normas prácticas en
orden al fomento y reforma de la liturgia.
Entre estos principios y normas hay
algunos que pueden y deben aplicarse lo
mismo al rito romano que a los demás
ritos. Sin embargo, se "ha de entender
que las normas prácticas que siguen, se
refieren sólo al rito romano, cuando no
se trata de cosas que, por su misma naturaleza, afectan también a los demás
ritos.
4. Por último, el sacrosanto Concilio,
ateniéndose fielmente a la tradición, declara que la santa Madre Iglesia atribuye igual derecho y honor a todos ios
ritos legítimamente reconocidos v quiere que en el futuro se conserven y fomenque, si fuere necesario, sean íntegramente revisados con prudencia, de acuerdo
con la sana tradición, y reciban nuevo
vigor, teniendo en cuenta las circunstancias y necesidades de hoy.
7
CAPITULO
I
PRINCIPIOS GENERALES DE LA REFORMA
Y FOMENTO DE LA SAGRADA LITURGIA
1.—Naturaleza de la sagrada liturgia y
su importancia en la vida de la
Iglesia.
5. Dios, que "quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (I Tim 2,4), "habiendo hablado antiguamente en muchas
ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas"
(Hebr 1,1), cuando llegó la plenitud de
los tiempos envió a su Hijo, el Verbo
hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar
a los contritos de corazón (8), como "mé(8) Is 61,1; Luc 4,18.
8
dico corporal y espiritual" (9), mediador
entre Dios y los hombres (10). En efecto,
su humanidad, unida a la persona del
Verba, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos
dio la plenitud del culto divino (11).
Esta obra de redención humana y de
la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en
el pueblo de la antigua alianza, Cristo
la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada Pasión,
Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, "con
su Muerte destruyó nuestra muerte y
con su Resurrección restauró nuestra vida" (12). Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació "el sacramento
admirable de la Iglesia entera" (13).
6. Por esta razón, así como Cristo fue
enviado por el Padre, El a su vez envió
a los Apóstoles, llenos del Espíritu San(9) S a n Ignacio de Antioquía, "Ad Ephesios"„
7,2; edic. P. X. Punk, " P a t r e s Apostolici", I, T u binga, 1901, p á g . 218.
(10) I Tim 2,5.
(11) " S a c r a m e n t a r i u m Veronense" (Leonianum);
edi. C. Mohlberg, Roma, 1956, n ú m . 1.265, pág. 162.
(12) Prefacio pascual del misal romano.
(13) Oración después de la segunda lectura del
Sábado Santo antes de la r e f o r m a de la S e m a n a
Santa.
9
to. No sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura (14) y a anunciar
que el Hijo de Dios, con su Muerte y Resurrección, nos libró del poder de Satanás (15) y de la muerte, y nos condujo
al reino del Padre, sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a los cuales gira toda
la vida litúrgica. Y así, por el bautismo
los hombres son injertados en el misterio pascual de Jesucristo: mueren con
El, son sepultados con El y resucitan con
El (16); reciben el espíritu de adopción
de hijos "por el que clamamos: Abba,
Padre" (Rom 8,15), y se convierten así
en los verdaderos adoradores que busca
el Padre (17). Asimismo, cuantas veces
comen la cena del Señor, proclaman su
Muerte hasta que vuelva (18). Por eso
el día mismo de Pentecostés, en que la
Iglesia se manifestó al mundo, "los que
recibieron la palabra" de Pedro "fueron
bautizados". Y con perseverancia escuchaban la enseñanza de los Apóstoles, se
reunían en la fracción del pan y en la
oración . . . , alababan a Dios, gozando de
la estima general del pueblo" (Act 2,41(14)
(15)
(16)
(17)
(18)
10
Me 16,15.
Hechos 26,18.
Rom 6,4; Ef 2,6; Colos 3,1; 2 Tim 2,11.
J n 4,23.
I Cor 11,26.
47). Desde entonces la Iglesia nunca ha
dejado de reunirse para celebrar el misterio pascual: leyendo "cuanto a él se
refiere en toda la Escritura" (Le 24,27),
celebrando la Eucaristía, en la cual "se
hace de nuevo presente la victoria y el
triunfo de su Muerte" (19), y dando gracias al mismo tiempo "a Dios por el dan
inefable" (2 Cor 9,15) en Cristo Jesús,
"para alabar su gloria" (Ef 1,12), por la
fuerza del Espíritu Santo.
7. Para realizar una obra tan grande
Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. Está presente en el sacrificio de la misa,
sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz" (20), sea sobre todo bajo
las especies eucarísticas. Está presente
con su fuerza en los Sacramentos, de
modo que, cuando alguien bautiza, es
Cristo quien bautiza (21). Está presente
(19) Conc. Trid., Ses. X I I I , 11 octubre 1551, Doctr.
de ss. Eucharistia, cap. 5; Concilium Tridentinum,
"Diariorum, Actorum, Epistolarum, T r a c t a t u u m
nova collectio", edic. Soc. Goerresiana, t. VII. "Actorum", pars IV, Friburgo Brisg., 1961, pág. 202.
(20) Conc. Trid., Ses. X X I I , 17 septiembre 1562,
Doctr. de ss. Missae sacrif., cap. 2: Concilium T r i dentinum edic. cit., t. VIII, "Actorum", p a r s V,
Friburgo de Brisgovia, 1919, pág. 960.
(21) S a n Agustín. " I n Ioannis Evangelium, t r a c t a t u s VI", capítulo I, n ú m . 7; PL. 35, 1.428
11
en su palabra, pues cuando se lee en la
Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien
habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el
mismo que prometió: "Donde están dos
o tres congregados en mi nombre allí
estoy Yo en medio de ellos" (Mat 18,20).
Realmente, en esta obra tan grande
por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo
asocia consigo a su amadísima esposa
la Iglesia, que invoca a su Señor y por
El tributa culto al Padre Eterno.
Con razón, entonces, se considera la
liturgia como el ejercicio del sacerdocio
de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera,
realizan la santificación del hombre, y
así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es
decir, la cabeza y sus miembros, ejerce
el culto público íntegro.
En consecuencia, toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote
y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo
grado, no la iguala ninguna otra acción
de la Iglesia.
8. En la liturgia terrena preguntamos
y tomamos parte en aquella liturgia celestial, que se celebra en la santa ciudad
de Jerusalén, hacia la cual nos dirigimos
12
como peregrinos, y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro
del santuario y del tabernáculo verdadero (22); cantamos al Señor el himno
de gloria con todo el ejército celestial;
venerando la memoria de los santos esperamos tener parte con ellos y gozar
de su compañía; aguardamos al Salvador, Nuestro Señor Jesucristo, hasta que
se manifieste El, nuestra vida, y nosotros
nos manifestemos también gloriosos en
El (23).
9. La sagrada liturgia no agota toda
la actividad de la Iglesia, pues para que
los hombres puedan llegar a la liturgia
es necesario que antes sean llamados a
la fe y a la conversión: "¿Cómo invocarán a Aquél en quien no han creído?
¿O cómo creerán en El sin haber oído
hablar de El? ¿Y cómo oirán si nadie les
predica? ¿Y cómo predicarán si no son
enviados?" (Rom 10,14-15).
Por eso a los no creyentes la Iglesia
proclama el mensaje de salvación para
que todos los hombres conozcan al único Dios verdadero y a su enviado Jesucristo, y se conviertan de sus caminos
haciendo penitencia (24). Y a los creyentes les debe predicar continuamente
(22) Apoc 21,2; Colos 3,1; Hebr 8,2.
(23) Pilip 3,20; Colos 3,4.
(24) J n 17,3; Luc 24,27; Hechos 2,38.
13
la fe y la penitencia, y debe prepararlos
además para los sacramentos, enseñarles a cumplir todo cuanto mandó Cristo (25) y estimularlos a toda clase de
obras de caridad, piedad y apostolado,
para que se ponga de manifiesto que los
fieles, sin ser de este mundo, son la luz
del mundo y dan gloria al Padre delante
de los hombres.
10. No obstante, la liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la
Iglesia y al mismo tiempo la fuente de
donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una
vez hechos hijos de Dios por la fe y el
bautismo, todos se reúnan, alaben a Dios
en medio de la Iglesia, participen en el
sacrificio y coman la cena del Señor.
Por su parte, la liturgia misma impulsa a los fieles a que, saciados "con los
sacramentos pascuales", sean "concordes
en la piedad" (26); ruega a Dios que
"conserven en su vida lo que recibieron
en la fe" (27); y la renovación de la Alianza del Señor con los hombres en la Eucaristía enciende y arrastra a los fieles
a la apremiante caridad de Cristo. Por
(25) M a t 28,20.
(26) Poscomunión de la vigilia pascual y del Domingo de Resurrección.
(27) Oración de la misa del m a r t e s de la octava
de Pascua.
14
tanto, de la liturgia, sobre todo de la Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia
como de su fuente, y se obtiene con la
máxima eficacia aquella santificación de
los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras
de la Iglesia tienden como a su fin.
11. Mas para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en
consonancia con su voz y colaboren con
la gracia divina, para no recibirla en
vano (28). Por esta razón los pastores de
almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no sólo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita, sino también para que los fieles participen en ella consciente, activa y fructuosamente.
12. Con todo, la participación en la
sagrada liturgia no abarca toda la vida
espiritual. En efecto, el cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante,
entrar también en su cuarto para orar
al Padre en secreto (29); más aún, debe
orar sin tregua, según enseña el Apóstol (30). Y el mismo Apóstol nos exhorta
(28) 2^ Cor 6,1.
(29) M a t 6,6.
(30) 1? Tes 5,17,
15
a llevar siempre la mortificación de Jesús en nuestra carne mortal (31). Por
esta causa pedimos al Señor en el sacrificio de la misa que, "recibida la ofrenda
de la víctima espiritual", haga de nosotros mismos una "ofrenda eterna" para
Sí (32).
13. Se recomiendan encarecidamente
los ejercicios piadosos del pueblo cristiano, con tal que sean conformes a las
leyes y a las normas de la Iglesia, en
particular si se hacen por mandato de
la Sede Apostólica.
Gozan también de una dignidad especial las prácticas religiosas de las iglesias particulares que se celebran por mandato de los obispos, a tenor de las costumbres o de los libros legítimamente
aprobados.
Ahora bien, es preciso que estos mismos ejercicios se organicen teniendo en
cuenta los tiempos litúrgicos, de modo
que vayan de acuerdo con la sagrada
liturgia, en cierto modo deriven de ella
y a ella conduzcan al pueblo, ya que la
liturgia por su naturaleza está muy por
encima de ellos.
(31) 2» Cor 4,10-11.
(32) Secreta del lunes de la octava de Pascua.
16
2.—Necesidad de promover la educación
litúrgica y la participación activa.
14. La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas, que exige la naturaleza de la
liturgia misma, y a la cual tiene derecho
y obligación, en virtud del bautismo, el
puebla cristiano, "linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (1 Pt 2,9; cfr. 2,4-5).
Al reformar y fomentar la sagrada liturgia hay que tener muy en cuenta esta plena y activa participación de todo
el pueblo, porque es la fuente primaria
y necesaria de donde han de beber los
fieles el espíritu verdaderamente cristiano, y por lo mismo los pastores de almas deben aspirar a ella con diligencia
en toda su actuación pastoral, por medio de una educación adecuada.
Y como no se puede esperar que esto
ocurra, si antes los mismos pastores de
almas no se impregnan totalmente del
espíritu y de la fuerza de la liturgia y
llep-an a ser maestros de la misma, es
indispensable que se provea antes que
nada a la educación litúrgica del clero.
Por tant:>, el sacrosanto Concilio ha decretado establecer lo que sigue:
17
2.—Los p r i m e r o s .
15. Los profesores que se elijan para
enseñar la asignatura de sagrada liturgia en los seminarios, casas de estudios
de los religiosos y facultades teológicas,
deben formarse a conciencia para su misión en institutos destinados especialmente a ello.
16. La asignatura de sagrada liturgia
se debe considerar entre las materias necesarias y más importantes en los seminarios y casas de estudios de los religiosos, y entre las asignaturas principales en las facultades teológicas. Se explicará tanto bajo el aspecto teológico e
histórico como bajo el aspecto espiritual,
pastoral y jurídico. Además, los profesores de las otras asignaturas, sobre
todo de Teología dogmática, Sagrada
Escritura, Teología espiritual y pastoral,
procurarán exponer el misterio de Cristo
y la historia de la salvación, partiendo
de las exigencias intrínsecas del objeto
propio de cada asignatura, de modo que
quede bien clara su conexión con la liturgia y la unidad de la formación sacerdotal.
17. En los seminarios y casas religiosas, los clérigos deben adquirir una formación litúrgica de la vida espiritual por
medio de una adecuada iniciación que
les permita comprender los sagrados ritos y participar en ellos con toda el al18
ma, sea celebrando los sagrados misterios, sea con otros ejercicios de piedad
penetrados del espíritu de la sagrada liturgia; aprendan al mismo tiempo a observar las leyes litúrgicas, de moda que
en los seminarios e institutos religiosos
la vida esté totalmente informada de espíritu litúrgico.
18. A los sacerdotes, tanto seculares
como religiosos, que ya trabajan en la
viña del Señor, se les ha de ayudar con
tcdos los medios apropiados a comprender cada vez más plenamente lo que realizan en las funciones sagradas, a vivir
la vida litúrgica y comunicarla a los fieles a ellos encomendados.
19. Los pastores de almas fomenten
con diligencia y paciencia la educación
litúrgica y la participación activa de los
fieles, interna y externa, conforme a su
edad, condición, género de vida y grado
de cultura religiosa, cumpliendo así u n a
de las funciones principales del fiel dispensador de los misterios de Dios, y en
este punto guíen a su rebaño no sólo de
palabra, sino también con el ejemplo.
20. Las transmisiones radiofónicas y televisivas de acciones sagradas, sobre todo
si se trata de la celebración de la misa,
se harán discreta y decorosamente, bajo
la dirección y responsabilidad de una
19
persona idónea a quien los obispos hayan destinado a este menester.
3.—Reforma
de la sagrada
liturgia.
21. Para que en la sagrada liturgia el
pueblo cristiano obtenga con mayor seguridad gracias abundantes, la Santa
Madre Iglesia desea proveer con solicitud
a una reforma general de la misma liturgia. Porque la liturgia consta de una
parte que es inmutable, por ser de institución divina, y de otras partes sujetas
a cambio, que en el decurso del tiempo
pueden y aun deben variar, si es que en
ellas se han introducido elementos que
no responden tan bien a la naturaleza
íntima de la misma liturgia o han llegado a ser menos apropiados.
En esta reforma los textos y los ritos
se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de
una celebración plena, activa y comunitaria.
Por esta razón el sacrosanto Concilio
ha establecido estas normas generales:
A) Normas
generales.
22. § 1. La reglamentación de la sa20
grada liturgia es de la competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica; ésta reside en la Sede Apostólica y, en la
medida que determine la ley, en el
obispo.
§ 2. En virtud del poder concedido por
el derecho, la reglamentación de las cuestiones litúrgicas corresponden también,
dentro de los límites establecidos, a las
competentes asambleas territoriales de
obispos de distintas clases, legítimamente constituidos.
§ 3. Por lo mismo, que nadie, aunque
sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia.
23. Para conservar la sana tradición
y abrir, con todo, el camino a un progreso legítimo, debe preceder siempre u n a
concienzuda investigación teológica, histórica y pastoral acerca de cada una de
las partes que se han de revisar. Ténganse en cuenta, además, no sólo las leyes generales de la estructura y mentalidad litúrgica, sino también la experiencia
adquirida con la reforma litúrgica reciente y los indultos concedidos en diversos
lugares. Por último, no se introduzcan
innovaciones, si no lo exige una utilidad
verdadera y cierta de la Iglesia, y sólo
después de haber tenido la precaución de
que las nuevas formas se desarrollen, por
21
decirlo así, orgánicamente, a partir de
las ya existentes.
En cuanto sea posible evítense también las diferencias notables de ritos entre territorios contiguos.
24. En la celebración litúrgica la importancia de la Sagrada Escritura es sumamente grande. Pues de ella se toman
las lecturas que luego se explican en la
homilía, y los salmos que se cantan; las
preces, oraciones e himnos litúrgicos están penetrados de su espíritu y de ella
reciben su significado las acciones y los
signos.
Por tanto, para procurar la reforma,
el progreso y la adaptación de la sagrada
liturgia, hay que fomentar aquel amor
suave y vivo hacia la Sagrada Escritura
que atestigua la venerable tradición de
los ritos, tanto orientales como occidentales.
25. Revísense cuanto antes los libros
litúrgicos, valiéndose de peritos y consultando a obispos de diversas regiones del
mundo.
B) Normas derivadas de la índole de la
liturgia como acción jerárquica y comunitaria.
26. Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la
22
Iglesia, que es "sacramento de unidad",
es decir, pueblo santo congregado y
ordenado bajo la dirección de los obispos (33).
Por eso pertenecen a todo el cuerpo de
la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan; pero cada uno de los miembros de
este cuerpo recibe un influjo diverso, según la diversidad de órdenes, funciones
y participación actual.
27. Siempre que los ritos, cada cual según su naturaleza propia, admitan una
celebración comunitaria, con asistencia y
participación activa de los fieles, incúlquese que hay que preferirla, en cuanto
sea posible, a una celebración individual
y cuasi privada.
Esto vale sobre todo para la celebración de la misa, quedando siempre a salvo la naturaleza pública y social de toda misa, y para la administración de los
Sacramentos.
28. En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio, hará todo y sólo aquello
que le corresponde por la naturaleza de
la acción y las normas litúrgicas.
29. Los acólitos, lectores, comentadores
y cuantos pertenecen a la Schola Caneas) S a n Cipriano, "De cath. eccl. unitate", 7;
edic. G. Härtel, en CSEL, t. III, 1, Viena, 1868,
págs. 215-216. C f r . Ep. 66, n ú m . 8, 3; edic. cit., t. III,
2, Viena, 1871, págs. 732-733.
23
torum, desempeñan un auténtico ministerio litúrgico. Ejerzan, por tanto, su oficio con la sincera piedad y el orden que
convienen a tan gran ministerio y les exige con razón el pueblo de Dios.
Con ese fin es preciso que cada uno
a su manera esté profundamente penetrado del espíritu de la liturgia y que sea
instruido para cumplir su función debida
y ordenadamente.
30. Para promover la participación activa se fomentarán las aclamaciones del
pueblo, las respuestas, la salmodia, las
antífonas, los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales.
Guárdese, además, a su debido tiempo,
un silencio sagrado.
31. En la revisión de los libros litúrgicos téngase muy en cuenta que en las
rúbricas esté prevista también la participación de los fieles.
32. Fuera de la distinción que deriva
de la función litúrgica y del orden sagrado, y exceptuados los honores debidos
a las autoridades civiles a tenor de las leyes litúrgicas, no se hará acepción alguna de personas o de clases sociales ni en
las ceremonias ni en el ornato externo.
C) Normas derivadas del carácter didáctico y -pastoral de la liturgia.
33. Aunque la sagrada liturgia sea
24
principalmente culto de la divina Majestad, contiene también una gran instrucción para el pueblo fiel (34). En efecto, en la liturgia Dios habla a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio. Y el pueblo responde a Dios con el
canto y la oración.
Más aún: las oraciones que dirige a
Dios el sacerdote —que preside la asamblea representando a Cristo— se dicen
en nombre de todo el pueblo santo y de
todos los circunstantes. Los mismos signos visibles que usa la sagrada liturgia
han sido escogidos por Cristo o por la
Iglesia para significar realidades divinas
invisibles. Por tanto, no sólo cuando se
lee "lo que se ha escrito para nuestra
enseñanza" (Rom 15,4), sino también
cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la
fe de los asistentes se alimenta y sus almas se elevan hacia Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su
gracia con mayor abundancia.
Por eso, al realizar la reforma, hay que
observar las normas generales siguientes:
34. Los ritos deben resplandecer con
una noble sencillez; deben ser breves,
claros, evitando las repeticiones inútiles;
adaptados a la capacidad de los fieles y,
(34) Conc. Trid., Ses. X X I I , 17 septiembre 1562,
Doctr. de ss. Missae sacrific., cap. 8; Concilium
Tridentinum, edic. cit., t. VIII, página 961.
25
en general, no deben tener necesidad de
muchas explicaciones.
35. Para que aparezca con claridad la
íntima conexión entre la palabra y el
rito en la liturgia:
1) En las celebraciones sagradas dehe haber lecturas de la Sagrada Escritur a más abundantes, más variadas y más
apropiadas.
2) Por ser el sermón parte de la acción litúrgica, se indicará también en las
rúbricas el lugar más apto, en cuanto
lo permite la naturaleza del rito; cúmplase con la mayor fidelidad y exactitud
el ministerio de la predicación. Las fuentes principales de la predicación serán la
Sagrada Escritura y la liturgia, ya que
es una proclamación de las maravillas
obradas por Dios en la historia de la salvación o misterio de Cristo, que está
siempre presente y obra en nosotros, particularmente en la celebración de la liturgia.
3) Incúlauese también por todos los
medios la catequesis más directamente
litúrgica, y si es preciso, ténganse previstas en los ritos mismos breves moniciones que dirá el sacerdote u otro ministro competente, pero sólo en los momentos más oportunos, con las palabras
prescritas u otras semejantes.
4) Foméntense las celebraciones sa26
gradas de la palabra de Dios en las vísperas de las fiestas más solemnes, en algunas ferias de Adviento v Cuaresma y
los domingos y días festivos, sobre todo
en los lugares donde no haya sacerdote, en cuyo caso debe dirigir la celebración un diácono u otro delegado por el
obispo.
36. § 1. Se conservará el uso de la
lengua latina en los ritos latinos, salvo
derecho particular.
§ 2. Sin embargo, como el uso de la
lengua vulgar es muy útil para el pueblo en no pocas ocasiones, tanto en la
misa como en la administración de los
Sacramentos y en otras partes de la liturgia, se le podrá dar mayor cabida, ante todo, en las lecturas y moniciones, en
algunas oraciones y cantos, conforme a
las normas que acerca de esta materia
se establecen para cada caso en los capítulos siguientes.
§ 3. Supuesto el cumplimiento de estas
normas, será de la incumbencia de la
competente autoridad eclesiástica territorial, de la que se habla en el artículo 22, § 2 determinar si ha de usarse la
lengua vernácula y en qué extensión;
estas decisiones tienen que ser aceptadas, es decir, confirmadas por la Sede
Apostólica. Si hiciera falta se consultará a los obispos de las regiones limítrofes de la misma lengua.
27
§ 4. La traducción del texto latino a la
lengua vernácula, que ha de usarse en
la liturgia, debe ser aprobada por la competente autoridad eclesiástica territorial
antes mencionada.
D) Normas para adaptar la liturgia a
la mentalidad y tradiciones de los
pueblos.
37. La Iglesia no pretende imponer
una rígida uniformidad en aquello que
no afecta a la fe o al bien de toda la
comunidad, ni siquiera en la liturgia;
por el contrario, respeta y promueve el
genio y cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos. Estudia con simpatía y, si puede, conserva íntegro lo
que en las costumbres de los pueblos encuentra que no esté indisolublemente
vinculado a supersticiones y errores, y
aun a veces lo acepta en la misma liturgia, con tal que se pueda armonizar con
su verdadero y auténtico espíritu.
38. Al revisar los libros litúrgicos, salvada la unidad sustancial del rito romano, se admitirán variaciones y adaptaciones legítimas a los diversos grupos,
regiones, pueblos, especialmente en las
misiones; y se tendrá esto en cuenta
oportunamente al establecer la estructura de los ritos y rúbricas.
28
39. Corresponderá a la competente autoridad eclesiástica territorial, de la que
se habla en el artículo 22, § 2, determinar estas adaptaciones dentro de los límites establecidos en las ediciones típicas de los libros litúrgicos, sobre todo
en lo tocante a la administración de los
Sacramentos, a los sacramentales, procesiones, lengua litúrgica, música y arte
sagrados, siempre de conformidad con las
normas fundamentales contenidas en esta constitución.
40. Sin embargo, en ciertos lugares y
circunstancias urge una adaptación más
profunda de la liturgia, lo cual implica
mayores dificultades. Por tanto:
1) La competente autoridad eclesiástica territorial de que se habla en el artículo 22, § 2, considerará con solicitud
y prudencia los elementos que se pueden
tomar de las tradiciones y genio de cada
pueblo para incorporarlos en el culto divino. Las adaptaciones que se consideran
útiles o necesarias se propondrán a la
Sede Apostólica para introducirlas con su
consentimiento.
2) Para que la adaptación se realice
con la necesaria cautela, si es preciso,
la Sede Apostólica concederá a la misma
autoridad eclesiásticá territorial la facultad de permitir y dirigir las experiencias
previas necesarias en algunos grupos pre29
parados para ello y por un tiempo determinado.
3) Como las leyes litúrgicas suelen
presentar dificultades especiales en cuanto a la adaptación, sobre todo en las misiones, al elaborarlas se empleará la colaboración de hombres peritos en la cuestión de que se trata.
4.—Fomento de la vida litúrgica en la
diócesis y en la parroquia.
41. El obispo debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien
deriva y depende en cierto modo la vida
en Cristo de sus fieles.
Por eso conviene que todos tengan en
gran aprecio la vida litúrgica de la diócesis en torno al obispo, sobre todo en
la iglesia catedral; persuadidos de que la
principal manifestación de la Iglesia se
realiza en la participación plena y activa de todo el puebla santo de Dios en
las mismas celebraciones litúrgicas, particularmente en la misma Eucaristía, en
una misma oración, junto al único altar
donde preside el obispo, rodeado de su
presbiterio y ministros (35).
42. Como no le es posible al obispo,
(35) C f r . s a n Ignacio de Antioquía, ad Magn. 7;
ad Phil. 4; ad Smyrn. 8: Ed. F. X. Funk, edic. cit.
I, pp. 236, 266, 281.
30
siempre y en todas partes, presidir personalmente en su iglesia a toda su grey,
debe por necesidad erigir diversas comunidades de fieles. Entre ellas sobresalen
las parroquias, distribuidas localmente
bajo un pastor que hace las veces del
obispa: ya que de alguna manera representan a la Iglesia visible establecida por
todo el orbe.
De aquí la necesidad de fomentar teórica y prácticamente entre los fieles y el
clero la vida litúrgica parroquial y su relación con el obispo. Hay que trabajar
para que florezca el sentido comunitario
parroquial, sobre todo en la celebración
común de la misa dominical.
5.—Fomento de la acción pastoral
gica.
litúr-
43. El celo por promover y reformar la
sagrada liturgia se considera, con razón,
como un signo de las disposiciones providenciales de Dios sobre nuestro tiempo, como el paso del Espíritu Santo por
su Iglesia, y da un sello característico
a su vida, e incluso a todo el pensamiento y a la acción religiosa de nuestra
época.
En consecuencia, para fomentar todavía más esta acción pastoral litúrgica
en la Iglesia el sacrosanto Concilio decreta:
44. Conviene que la competente au31
toridad eclesiástica territorial, de que se
habla en el artículo 22, § 2, instituya una
C emisión Litúrgica, con la que colaborarán especialistas en la ciencia litúrgica, música, arte sagrado y pastoral. A
esta Comisión ayudará en lo posible un
instituto de Liturgia Pastoral compuesto
por miembros eminentes en estas materias, sin excluir los seglares, según las
circunstancias. La Comisión tendrá como tarea encauzar dentro de su territorio la acción pastoral litúrgica bajo la acción de la autoridad territorial eclesiástica antes mencionada, y promover los
estudios y experiencias necesarias cuando se trate de adaptaciones que deben
proponerse a la Sede Apostólica.
45. Asimismo, cada diócesis contará
con una Comisión de liturgia sagrada
para promover la acción litúrgica bajo la
autoridad del obispo.
A veces puede resultar conveniente que
varias diócesis formen una sola Comisión, la cual, aunando esfuerzos, promueva el apostolado litúrgico.
46. Además de la Comisión de sagrada liturgia se establecerán también en
cada diócesis, dentro de lo posible, Comisiones de música y de arte sacro.
Es necesario que estas tres Comisiones
trabajen en estrecha colaboración, y aun
muchas veces convendrá que se fundan
en una sola.
32
CAPITULO
II
EL SACROSANTO MISTERIO
DE LA EUCARISTIA
47. Nuestro Salvador, en la Ultima
Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su
Cuerpo y Sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el
Sacrificio de la Cruz y a confiar a su esposa, la Iglesia, el Memorial de su Muerte y Resurrección: sacramento de piedad,
signo de unidad, vinculo de caridad (36),
banquete pascual, en el cual se come a
Cristo, el alma se llena de gracia y se nos
da una prenda de la gloria venidera (37).
(36) San Agustín, "In Ioannis Evangelium, tractatus XXVI", capítulo VI, núm. 13; PL. 35, 1613.
(37) "Breviario romano". En la fiesta del Santísimo Cuerpo de Cristo. Antífona del Magníficat de
I I Vísperas.
33
3.—Los primeros .
48. Por tanto, la Iglesia, con solícito
cuidado, procura que los cristianos no
asistan a este misterio como extraños y
mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones participen consciente, piadosa y
activamente en la acción sagrada, sean
instruidos con la palabra de Dios, den
gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a
sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote,
sino juntamente con él, se perfeccionen
día a día por Cristo mediador de la unión
con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos (38).
49. Por consiguiente, para que el sacrificio de la misa, aun por la forma de
los ritos alcance plenamente eficacia pastoral, el sacrosanto Concilio, teniendo en
cuenta las misas que se celebran con asistencia del pueblo, especialmente los domingos y fiestas de precepto, decreta lo
siguiente:
50. Revísese el ordinario de la misa, de
modo que se manifieste con mayor claridad el sentido propio de cada una de
las partes y su mutua conexión y se ha(38) S a n Cirilo de Alejandría, "Commentarium
in Ioannis Evangelium", lib. XI, caps. X I - X I I ;
págs. 74, 557, 564.
34
ga más fácil la piadosa y activa participación de los fieles.
En consecuencia, simplifíquense los ritos, conservando con cuidado la sustancia ; suprímanse aquellas cosas menos
útiles que, con el correr del tiempo, se
han duplicado o añadido; restablézcanse,
en cambio, de acuerdo con la primitiva
norma de los santos padres, algunas cosas que han desaparecido a causa del
tiempo, según se estime conveniente o
necesario.
51. A fin de que la mesa de la palabra de Dios se prepare con más abundancia para los fieles, ábranse con mayor
amplitud los tesoros de la Biblia, de modo
que, en un período determinado de años,
se lean al pueblo las partes más significativas de la Sagrada Escritura.
52. Se recomienda encarecidamente,
como parte de la misma liturgia, la homilía, en la cual se exponen durante el
ciclo del año litúrgico, a partir de los textos sagrados, los misterios de la fe y las
normas de la vida cristiana. Más a ú n :
en las misas que se celebran los domingos y fiestas de precepto con asistencia
del pueblo nunca se omita, si no es por
causa grave.
53. Restablézcanse la "oración común"
o "de los fieles" después del evangelio y
35
la homilía, principalmente los domingos
y fiestas de precepto, para que, con la
participación del pueblo, se hagan súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren cualquier necesidad, por todos los hombres y por la
salvación del mundo entero (39).
54. En las misas celebradas con asistencia del pueblo puede darse el lugar debido a la lengua vernácula, principalmente en las lecturas y en la "oración
común" y según las circunstancias del
lugar, también en las partes que corresponden al pueblo, a tenor de la norma
del artículo 36 de esta Constitución.
Procúrese, sin embargo, que los fieles
sean capaces también de recitar o cantar juntos en latín las partes del ordinario de la misa que les corresponde.
Si en algún sitio parece oportuno un
uso más amplio de la lengua vernácula,
cúmplase lo prescrito en el artículo 40
de esta Constitución.
55. Se recomienda especialmente la
participación más perfecta en la misa,
la cual consiste en que los fieles, después
de la comunión del sacerdote, reciban del
mismo sacrificio el Cuerpo del Señor.
Manteniendo firmes los principios dogmáticos declarados por el Concilio de
(39)
36
Tim 2,1-2.
Trento (40), la comunión bajo ambas especies puede concederse en los casos que
la Sede Apostólica determine, tanto a los
clérigos y religiosos como a los laicos, a
juicio de los obispos, como, por ejemplo,
a los ordenados, en la misa de su sagrada ordenación, a los profesos en la misa
de su profesión religiosa, a los neófitos
en la misa que sigue al bautismo.
56. Las dos partes de que consta la
misa, a saber: la liturgia de la palabra
y la Eucaristía, están tan íntimamente
unidas que constituyen un solo acto de
culto. Por esto el Sagrado Sínodo exhorta vehementemente a los pastores de almas para que, en la catequesis, instruyan cuidadosamente a los fieles acerca
de la participación en toda la misa, sobre
todo los domingos y fiestas de precepto.
57. § 1. La concelebración, en la cual
se manifiesta apropiadamente la unidad
del sacerdocio, se ha practicado hasta
ahora en la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente. En consecuencia, el
Concilio decidió ampliar la facultad de
concelebrar a los casos siguientes:
(40) Sesión X X I , 16 de julio de 1962. Doctrina de
Communione sub u t r a q u e specie et parvulorum, caps.
1-3; Concilium Tridentinum, edic. citada, t. VIII,
págs. 698-699.
37
1<? a) El Jueves Santo, tanto en la misa crismal como en la misa vespertina.
b) En las misas de los concilios, conferencias episcopales y sínodos.
c) En la misa de bendición de un abad.
29 Además, con permiso del ordinario,
al cual pertenece juzgar de la oportunidad de la concelebración:
a) En la misa conventual y en la misa
principal de las iglesias, cuando la utilidad de los fieles no exijan que todos los
sacerdotes presentes ceiebren por separado.
b) En las misas celebradas con ocasión
de cualquier clase de reuniones de sacerdotes, lo mismo seculares que religiosos.
§ 2. 19 Con todo, corresponde al obispo reglamentar la disciplina de la concelebración en la diócesis.
29 Sin embargo, quede siempre a salvo para cada sacerdote la facultad de celebrar la misa individualmente, pero no
al mismo tiempo ni en la misma iglesia,
ni el jueves de la Cena del Señor.
58. Elabórese el nuevo rito de la concelebración e inclúyase en el pontifical
y el misal romanos.
38
CAPITULO
III
LOS DEMAS SACRAMENTOS
Y LOS SACRAMENTALES
59. Los sacramentos están ordenados
a la santificación de los hombres, a la
edificación del Cuerpo de Cristo y, en
definitiva, a dar culto a Dios; pero, en
cuanto signos, también tienen un fin pedagógico. No sólo suponen la fe, sino que,
a la vez, la alimentan, la robustecen y la
expresan por medio de palabras y de cosas; por esto se llaman Sacramentos de
la Fe. Confieren ciertamente la gracia,
pero también su celebración prepara perfectamente a los fieles para recibir fructuosamente la misma gracia, rendir el
culto a Dios y practicar la caridad.
Por consiguiente, es de suma impor39
tancia que los fieles comprendan fácilmente los signos sacramentales y reciban con la mayor frecuencia posible
aquellos sacramentos que han sido instituidos para alimentar la vida cristiana.
60. La santa madre Iglesia instituyó,
además, los sacramentales. Estos son signos sagrados creados según el modelo de
los sacramentos, por medio de los cuales
se expresan efectos, sobre todo, de carácter espiritual obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos los hombres
se disponen a recibir el efecto principal
de los sacramentos y se santifican las
diversas circunstancias de la vida.
61. Por tanto, la liturgia de los sacramentos y de los sacramentales hace aue,
en los fieles bien dispuestos, casi todos los
actos de la vida sean santificados por la
gracia divina que emana del misterio
pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, del cual todos los sacramentos y sacramentales reciben su poder, y hace también que el uso honesto
de las cosas materiales pueda ordenarse
a la santificación del hombre y a la alabanza de Dios.
62. Habiéndose introducido en los ritos
de los sacramentos y sacramentales, con
el correr del tiempo, ciertas cosas que
actualmente oscurecen de alguna mane40
ra su naturaleza y su fin, y siendo necesario acomodar otras a las necesidades
presentes, el sacrosanto Concilio- determina lo siguiente para su revisión:
63. Como ciertamente el uso de la lengua vernácula puede ser muy útil para
el pueblo en la administración de los sacramentos y de los sacramentales, debe
dársele mayor cabida, conforme a las
normas siguientes:
a) En la administración de los sacramentos y sacramentales se puede usar
la lengua vernácula a tenor del artículo' 36.
b) Las competentes autoridades eclesiásticas territoriales, de que se habla en
el artículo 22, § 2 de esta Constitución,
preparen cuanto antes, de acuerdo con
la nueva edición del ritual romano, rituales particulares acomodados a las necesidades de cada región, también en
cuanto a la lengua y, una vez aceptados
por la Sede Apostólica, empléense en las
correspondientes regiones. En la redacción de estos rituales o particulares colecciones de ritos no se omitan las instrucciones que, en el ritual romano, preceden a cada rito, tanto las pastorales y
de rúbrica como las que encierran una
especial importancia comunitaria.
64. Restáurese el catecumenado
de
41
adultos dividido en distintas etapas, cuya
práctica dependerá del juicio del ordinario del lugar; de esa manera el tiempo
del catecumenado, establecido para la
conveniente instrucción, podrá ser santificado con los sagrados ritos que se celebrarán en tiempos sucesivos.
65. En las misiones, además de los elementos de iniciación contenidos en la
tradición cristiana, pueden admitirse
también aquellos que se encuentran en
uso en cada pueblo, en cuanto puedan
acomodarse al rito cristiano según la
norma de los artículos 37 al 40 de esta
Constitución.
66. Revísense ambos ritos del bautismo
de adultos, tanto el simple como el solemne, teniendo en cuenta la restauración del catecumenado, e insértese en el
misal romano la misa propia "In collatione baptismi".
67. Revísese el rito del bautismo de niños y adáptese realmente a su condición,
y póngase más de manifiesto en el mismo rito la participación y las obligaciones de los padres y padrinos.
68. Para los casos de bautismos numerosos, en el rito bautismal deben figurar
las adaptaciones necesarias, que se emplearán a juicio del ordinario del lugar.
Redáctese también un rito más breve
42
que pueda ser usado, principalmente
las misiones, por los catequistas y,
general, en peligro de muerte, por
fieles cuando falta un sacerdote o
diácono.
en
en
los
un
69. En lugar del rito llamada "Ordo
supplendi omissa super infantem baptizatum" prepárese otro nuevo en el cual
se ponga de manifiesto con mayor claridad y precisión que el niño bautizado
con el rito breve ya ha sido recibido en
la Iglesia.
Además, para los que, bautizados ya
válidamente, se convierten a la religión
católica, prepárese un rita nuevo en el
que se manifieste que son admitidos en la
comunión de la Iglesia.
70. Fuera del tiempo pascual el agua
bautismal puede ser bendecida, dentro
del mismo rito del bautismo, usando una
fórmula más breve que haya sido aprobada.
71. Revísese también el rito de la confirmación, para que aparezca más claramente la íntima relación de este sacramento con toda la iniciación cristiana; por tanto, conviene que la renovación de las promesas del bautismo preceda a la celebración del sacramento. La
confirmación puede ser administrada, según las circunstancias, dentro de la mi43
sa. Para el rito fuera de la misa prepárese una fórmula que será usada a manera de introducción.
72. Revísense el rito y las fórmulas de
la penitencia de manera que expresen
más claramente la naturaleza y efecto
del sacramento.
73. La "extremaunción", que también,
y mejor, puede llamarse "unción de enfermos", no es sólo el sacramento de
quienes se encuentran en los últimos
momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza
cuando el cristiano ya empieza a estar
en peligro de muerte por enfermedad o
vejez.
74. Además de los ritos separados de
la unción de enfermos y del viático, redáctese un rito continuado, según el cual
la unción sea administrada al enfermo
después de la confesión y antes de recibir el viático.
75. Adáptese, según las circunstancias,
el número de las unciones, y revísense las
oraciones correspondientes al rito de la
unción de manera que respondan a las
diversas situaciones de los enfermos que
reciben el sacramento.
76. Revísense los ritos de las ordenaciones, tanto en lo referente a las cere44
monias como a los textos. Las alocuciones del obispo, al comienzo de cada ordenación o consagración, pueden hacerse en lengua vernácula.
En la consagración episcopal todos los
obispos presentes pueden imponer las
manos.
77. Revísese y enriquézcase el rito de
la celebración del matrimonio que se encuentra en el ritual romano, de modo
que se exprese la gracia del sacramento
y se inculquen los deberes de los esposos
con mayor claridad.
"Si en alguna parte están en uso otras
laudables costumbres y ceremonias en la
celebración del sacramento del Matrimonio, el Santo Sínodo desea ardientemente
que se conserven" (41).
Además, la competente autoridad eclesiástica territorial, de que se habla en el
artículo 22 § 2 de esta Constitución, tiene la facultad, según la norma del artículo 36, de elaborar un rito propio
adaptado a las costumbres de los diversos lugares y pueblos, quedando en pie
la ley de que el sacerdote asistente pida
(41) Conc. Trid., Ses. XXIV, 11 de noviembre de
1963, De reformatione, capítulo 1; Concilium T r i dentinum, edic. cit., t. IX, "Actorum", pars. VI, F r i bi'rgo de Brisgovia, 1924, pág 969. Cfr. Ritual r o mano, título VIII, cap. II, n ú m . 6.
45
y reciba el consentimiento de los contrayentes.
78. Celébrese habitualmente el matrimonio dentro de la misa, después de la
lectura del Evangelio y de la homilía, antes de la "oración de los fieles". La oración por la esposa, oportunamente revisada de modo que inculque la igualdad
de ambos esposes en la obligación de mutua fidelidad, puede recitarse en lengua
vernácula.
Si el sacramento del Matrimonio se celebra sin misa, léanse al principio del
rito la epístola y el evangelio de la misa
por los esposos e impártase siempre la
bendición nupcial.
79. Revísense los sacramentos teniendo en cuenta la norma fundamental de
la participación consciente, activa y fácil de los fieles, y atendiendo a las necesidades de nuestros tiempos. En la revisión de los rituales, a tenor del artículo
63, se pueden añadir también nuevos sacramentales, según lo pida la necesidad.
Sean muy pocas las bendiciones reservadas y sólo en favor de los obispos u
ordinarios.
Provéase para que ciertos sacramentales, al menos en circunstancias particulares y a juicio del ordinario, puedan ser
46
administrados por laicos que tengan las
cualidades convenientes.
80. Revísese el rito de la consagración
de Vírgenes que forma parte del pontifical romano.
Redáctese, además, un rito de profesión religiosa y de renovación de votos
que contribuya a una mayor unidad, sobriedad y dignidad, con obligación de ser
adoptado por aquellos que realizan la
profesión o renovación de votos dentro
de la misa, salvo derecho particular.
Es laudable que se haga la profesión
religiosa dentro de la misa.
81. El rito de las exequias debe expresar más claramente el sentido pascual de
la muerte cristiana y responder mejor a
las circunstancias y tradiciones de cada
país, aun en lo referente al color litúrgico.
82. Revísese el rito de la sepultura de
niños, dotándolo de una misa propia.
47
CAPITULO
IV
EL OFICIO DIVINO
83. El Sumo Sacerdote de la Nueva y
eterna Alianza, Cristo Jesús, al tomar la
naturaleza humana, introdujo en este
exilio terrestre aquel himno que se canta perpetuamente en las moradas celestiales. El mismo une a Sí la comunidad
entera de los hombres y la asocia al canto de este divino himno de alabanza.
Porque esta funciór.. sacerdotal se prolonga a través de su iglesia, que sin cesar alaba al Señor e intercede por la salvación de todo el mundo no sólo celebrando la Eucaristía, sino también de
otras maneras, principalmente recitando
el oficio divino.
84. Por una tradición cristiana anti48
gua, el oficio divino está estructurado
de tal manera que la alabanza de Dios
consagra el curso entero del día y de la
noche y cuando los sacerdotes y todos
aquellos que han sido destinados a esta
función por institución de la Iglesia
cumplen debidamente ese admirable
cántico de alabanza, o cuando los fieles
oran junto con el sacerdote en la forma
establecida, entonces es en verdad la voz
de la misma esposa que habla al Esposo,
más aún, es la oración de Cristo, con su
Cuerpo, al Padre.
85. Por tanto, todos aquellos que ejercen esta función, por una parte cumplen
la obligación de la Iglesia y, por otra,
participan del altísimo honor de la esposa de Cristo, ya que, mientras alaban
a Dios, están ante su trono en nombre
de la madre Iglesia.
86. Los sacerdotes dedicados al sagrado ministerio pastoral rezarán con tanto mayor fervor las alabanzas de las horas cuanto más vivamente estén convencidos de que deben observar la amonestación de san Pablo: "Orad sin interrupción" (1 Tes 5,17) ; pues sólo el Señor
puede dar eficacia y crecimiento a la
obra en que trabajan, según dijo: "Sin
Mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5): por
esta razón los Apóstoles, al constituir
diáconos, dijeron: "Así nosotros nos de49
4.—Los primeros . . .
dicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra" (Act 6,4).
87. Pero a fin de que los sacerdotes y
demás miembros de la Iglesia puedan rezar mejor y más perfectamente el oficio
divino en ias circunstancias actuales, el
sacrosanto Concilio, prosiguiendo la reforma felizmente iniciada por la Santa
Sede, ha determinado establecer lo siguiente, en relación con el oficio según
el rito romano:
88. Siendo el fin del oficio la santificación del día, restablézcase el curso tradicional de las horas de modo que, dentro de lo posible, éstas correspondan de
nuevo a su tiempo natural y a la vez se
tengan en cuenta las circunstancias de
la vida moderna en que se hallan especialmente aquellos que se dedican al trabajo apostólico.
89. Por tanto, en la reforma del oficio
guárdense estas normas:
a) Laudes, como oración matutina, y
Vísperas, como oración vespertina, que,
según la venerable tradición de toda la
Iglesia, son el doble quicio sobre el que
gira el oficio cotidiano, se deben considerar y celebrar como las horas principales.
b) Las Completas tengan una forma
que responda al final del día.
50
c) La hora llamada Maitines, aunque
en el coro conserve el carácter de alabanza nocturna, compóngase de manera que
pueda rezarse a cualquier hora del día
y tenga menos salmos y lecturas más
largas.
d) Suprímase la hora de Prima.
e) En el coro consérvense las horas
menores, Tercia, Sexta y Nona. Fuera del
coro se puede decir una de las tres, la
que más se acomode al momento del día.
90. El oficio divino, en cuanto oración
pública de la Iglesia, es además fuente
de piedad y alimento de la oración personal. Por eso se exhorta en el Señor a
los sacerdotes y a cuantos participan en
dicho oficio, que al rezarlo la mente concuerde con la voz y para conseguirlo mejor adquieran una instrucción litúrgica
y bíblica más rica, principalmente acerca de los salmos.
Al realizar la reforma, adáptese el tesoro venerable del oficio romano de manera que puedan disfrutar de él con mayor amplitud y facilidad todos aquellos
a quienes se les confía.
91. Para que pueda realmente observarse el curso> de las horas, propuesto en
el artículo 89, distribúyanse los salmos
no en una semana, sino en un período de
tiempo más largo.
51
El trabajo de revisión del Salterio, felizmente emprendido, llévese a término
cuanto antes, teniendo en cuenta el latín cristiano, el uso litúrgico, incluido
el canto, y toda la tradición de la Iglesia
latina.
92. En cuanto a las lecturas, obsérvese
lo siguiente:
a) Ordénense las lecturas de la Sagrada Escritura de modo que los tesoros de
la palabra divina sean accesibles con mayor facilidad y plenitud.
b) Estén mejor seleccionadas las lecturas tomadas de los padres, doctores y
escritores eclesiásticos.
c) Devuélvase su verdad histórica a
las pasiones o vidas de los santos.
93. Restitúyase a los himnos, en cuanto sea conveniente, la forma primitiva,
quitando o cambiando lo que tiene sabor
mitológico' o es menos conforme a la piedad cristiana. Según la conveniencia, introdúzcanse también otros que se encuentran en el rico repertorio himnológico.
94. Ayuda mucho, tanto para santificar realmente el día como para recitar
con fruto espiritual las horas, que en su
recitación se observe el tiempo más apro52
ximado al verdadero tiempo natural de
cada hora canónica.
95. Las comunidades obligadas al coro,
además de la misa conventual, están obligadas a celebrar cada día el oficio divino
en el coro en esta forma:
a) Todo' el oficio, las órdenes de canónigos, de monjes y monjas y de otros regulares obligados al coro por derecho o
constituciones.
b) Los cabildos catedrales o colegiales,
las partes del oficio a que están obligados
por derecho común o particular.
c) Todos los miembros de dichas comunidades aue o tengan órdenes mayores o hayan hecho profesión solemne, exceptuados los legos, deben recitar en particular las horas canónicas que no hubieren rezado en coro.
96. Los clérigos no obligados a coros, si
tienen órdenes mayores, están obligados
a rezar diariamente, en privado o en común, todo el oficio, a tenor del artículo 89.
97. Determinen las rúbricas las oportunas conmutaciones del oficio divino
con una acción litúrgica.
En casos particulares, y por causa justa, los ordinarios pueden dispensar a sus
súbditos de la obligación de rezar el ofi53
ció, en todo o en parte, o bien permutarlo.
98. Los miembros de cualquier institude estado de perfección que, en virtud
las Constituciones, rezan alguna pardel oficio divino, hacen oración públide la Iglesia.
Asimismo hacen oración pública de la
Iglesia si rezan, en virtud de las Constituciones, algún oficio parvo, con tal que
esté estructurado a la manera del oficio
divino y debidamente aprobado.
to
de
te
ca
99. Siendo el oficio divino la voz de la
Iglesia, o sea, de todo el cuerpo místico,
que alaba públicamente a Dios, se recomienda que los clérigos no obligados a
coro, y principalmente los sacerdotes que
viven en comunidad o se hallan reunidos, recen en común al menos una parte
del oficio divino.
Todos cuantos rezan el oficio, ya en
coro ya en común, cumplan la función
que se les ha confiado con la máxima
perfección, tanto por la devoción interna como por la manera externa de proceder.
Conviene, además, que, según las ocasiones, se cante el oficio en el coro y en
común.
100. Procuren los pastores de almas
que las horas principales, especialmente
54
las Vísperas, se celebren comunitariamente en la iglesia los domingos y tiestas
más solemnes. Se recomienda asimismo
que los laicos recen el oficio divino o con
los sacerdotes o reunidos entre sí e incluso en particular.
101. § 1. De acuerdo con la tradición
secular del rito latino, en el oficio divino
se ha de conservar para los clérigos la
lengua latina. Sin embargo, para aquellos clérigos a quienes el uso del latín
significa un grave obstáculo en el rezo
digno del oficio, el ordinario puede conceder en cada caso particular el uso de
una traducción vernácula según la norma del artículo 36.
§ 2. El superior competente puede conceder a las monjas y también a los miembros, varones no clérigos o mujeres, de
los institutos de estado de perfección el
uso de la lengua vernácula en el oficio
divino, aun para la recitación coral, con
tal que la versión esté aprobada.
§ 3. Cualquier clérigo que, obligado al
oficio divino, lo celebra en lengua vernácula con un grupo de fieles o con aquellos a quienes se refiere el § 2, satisface
su obligación siempre que la traducción
esté aprobada.
55
CAPITULO
EL AÑO
V
LITURGICO
102. La santa madre Iglesia considera
deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del
año la obra salvífica de su divino Esposo.
Cada semana, en el día que llamó "del
Señor", conmemora su resurrección que
una vez al año celebra también junto con
su santa Pasión en la máxima solemnidad de la Pascua.
Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la
Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de
la dichosa esperanza y venida del Señor.
Conmemorando así los misterios de la
Redención, abre las riquezas del poder
56
santificador y de los méritos de su Señor,
de tal manera que, en cierto modo, se
hacen presentes en todo tiempo para que
puedan los fieles ponerse en contacto
con ellos y llenarse de la gracia de la
salvación.
103. En la celebración de este círculo
anual de los misterios de Cristo la santa
Iglesia venera con amor especial a la
bienaventurada Madre de Dios, la Virgen
María, unida con lazo indisoluble a la
obra salvífica de su Hijo; en Ella la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención, y la contempla gozosamente como una purísima imagen
de lo que ella misma, toda entera, ansia,
y espera ser.
104. Además, la Iglesia introdujo en el
círculo anual el recuerdo de los mártires y de los demás santos, que llegados
a la perfección por la multiforme gracia
de Dios y habiendo ya alcanzado la salvación eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo e interceden por
nosotros. Porque al celebrar el tránsito
de los santos de este mundo al cielo la
Iglesia proclama el misterio pascual
cumplido en ellos, que sufrieron y fueron glorificados con Cristo, propone a los
fieles sus ejemplos, los cuales atraen a
todos por Cristo al Padre, y por los mé57
ritos de los mismos implora los beneficios divinos.
105. Por último, en diversos tiempos
del año, de acuerdo a las instituciones
tradicionales, la Iglesia completa la formación de los fieles por medio de ejercicios de piedad espirituales y corporales,
de la instrucción, de la plegaria y las
obras de penitencia y misericordia.
En consecuencia, el sacrosanto Concilio decidió establecer lo siguiente:
106. La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día
de la Resurrección de Cristo, celebra el
misterio pascual cada ocho días, en el
día que es llamado con razón "día del
Señor" o domingo. En este día los fieles
deben reunirse a fin de que, escuchando
la palabra de Dios y participando en la
Eucaristía, recuerden la Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús, y
den gracias a Dios que los "hizo renacer
a la viva esperanza por la Resurrección
•de Jesucristo de entre los muertos" (I
Pedro 1,3). Por esto el domingo es la
fiesta primordial, que debe presentarse
e inculcarse a la piedad de los fieles de
modo que sea también día de alegría y
de liberación del trabajo. No se le antepongan otras solemnidades, a no ser que
sean, de veras, de suma importancia,
58
puesto que el domingo es el fundamento
y el núcleo de todo el año litúrgico.
107. Revísese el año litúrgico de manera que, conservadas o restablecidas las
costumbres e instituciones tradicionales
de los tiempos sagrados de acuerdo con
las circunstancias de nuestra época, se
mantenga su índole primitiva para que
alimente debidamente la piedad de los
fieles en la celebración de los misterios
de la redención cristiana, muy especialmente del misterio pascual. Las adaptaciones de acuerdo con las circunstancias
de lugar, si son necesarias, háganse de
acuerdo con los artículos 39 y 40.
108. Oriéntese el espíritu de los fieles
sobre todo a las fiestas del Señor en las
cuales se celebran los misterios de salvación durante el curso del año. Por tanto,
el ciclo temporal tenga su debido lugar
por encima de las fiestas de los santos,
de modo que se conmemore convenientemente el ciclo entero del misterio salvífico.
109. Puesto que el tiempo cuaresmal
prepara a los fieles, entregados más intensamente a oir la palabra de Dios y a
la oración, para que celebren el misterio
pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia, dése particular re59
/e en la liturgia y en la catequesis li•gica al doble carácter de dicho tiemPor consiguiente:
i) Usense con mayor abundancia los
mentos bautismales propios de la lirgia cuaresmal; y, según las circunsncias, restáurense ciertos elementos de
tradición anterior.
b) Dígase lo mismo de los elementos
mitenciales. Y en cuanto a la cateques, incúlquese a los fieles, junto con las
msecuencias sociales del pecado, la naíraleza propia de la penitencia que lo
etesta en cuanto es ofensa de Dios; no
j olvide tampoco la participación de la
glesia en la acción penitencial y encaézcase la oración por los pecadores.
110. La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual,
sino también externa y social. Foméntese la práctica penitencial de acuerdo con
las posibilidades de nuestro tiempo y de
los diversos países y condiciones de los
fieles, y recomiéndese por parte de las
autoridades de que se habla en el artículo 22.
Sin embargo, téngase como sagrado
el ayuno pascual; ha de celebrarse en
todas partes el Viernes de la Pasión y
Muerte del Señor y aun extenderse, según las circunstancias, al Sábado Santo,
60
para que de este modo se llegue al gozo
del Domingo de Resurrección con ánimo
elevado y entusiasta.
111. De acuerdo con la tradición, la
Iglesia rinde culto a los santos y venera
sus imágenes y sus reliquias auténticas.
Las fiestas de los santos proclaman las
maravillas de Cristo en sus servidores y
proponen ejemplos oportunos a la imitación de los fieles.
Para que las fiestas de los santos no
prevalezcan sobre los misterios de la salvación, déjese la celebración de muchas
de ellas a las iglesias particulares, naciones o familias religiosas, extendiendo
a toda la Iglesia sólo aquellas que recuerdan a santos de importancia realmente universal.
61
CAPITULO
LA MUSICA
VI
SAGRADA
112. La tradición musical de la Iglesia
universal constituye un tesoro de valor
inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las
palabras, constituye una parte necesaria
o integral de la liturgia solemne.
En efecto, el canto sagrado ha sido ensalzado tanto por la Sagrada Escritura (42) como por los santos padres, los
romanos pontífices, les cuales, en los últimos tiempos, empezando por san Pío X,
han expuesto con mayor precisión la
función ministerial de la música sacra
en el servicio divino.
(42) Ef 5,19; Col 3,16.
62
La música sacra, por consiguiente,,
será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad, ya sea enriqueciendo de mayor
solemnidad los ritos sagrados. Además,
la Iglesia aprueba y admite en el culto
divino todas las formas de arte auténtico
que estén adornadas de las debidas cualidades.
Por tanto, el sacrosanto Concilio, manteniendo las normas y precintos de la
tradición y disciplina eclesiástica, y atendiendo a la finalidad de la música sacra,
que es la gloria de Dios y la santificación
de los fieles, establece lo siguiente:
113. La acción litúrgica reviste una
forma más noble cuando los oficios divinos se celebran solemnemente con canto y en ellos intervienen ministros sagrados y el pueblo participa activamente.
En cuanto a la lengua que debe usarse, cúmplase lo dispuesto en el artículo
36 ; en cuanto a la misa, el artículo 54;
en cuanto a los sacramentos, el artículo 63; en cuanto al oficio divino, el artículo 101.
114. Consérvese y cultívese con sumo'
cuidado el tesoro de la música sacra.
63
Foméntense diligentemente las "Scholae
cantorum", sobre todo en las iglesias catedrales. Los obispos y demás pastores de
almas procuren cuidadosamente que en
cualquier acción sagrada con canto toda
la comunidad de los fieles pueda aportar
la participación activa que le corresponde, a tenor de les artículos 28 y 30.
115. Dése mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los
seminarios, en los noviciados de religiosos de ambos sexos y en las casas de estudios, así como también en los demás
institutos y escuelas católicas; para que
se pueda impartir esta enseñanza, fórmense con esmero profesores encargados
de la música sacra.
Se recomienda, además, que según las
circunstancias se erijan institutos superiores de música sacra.
Dése también una genuina educación
litúrgica a los compositores y cantores,
en particular a los niños.
116. La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias,
por tanto, hay que darle el primer lugar
en las acciones litúrgicas.
Los demás géneros de música sacra, y
en particular la polifonía, de ninguna
manera han de excluirse en la celebración de los oficios divinos, con tal que
64
respondan al espíritu de la acción litúrgica, a tenor del artículo 30.
117. Complétese la edición típica de los
libros de canto gregoriano; más aún:
prepárese una edición más crítica de los
libros ya editados después de la reforma
de san Pío X.
También conviene que se prepare una
edición que contenga modos más sencillos, para uso de las iglesias menores.
118. Foméntese con empeño el canto
religioso popular, de modo que, en los
ejercicios piadosos y sagrados y en las
mismas acciones litúrgicas, de acuerdo
con las normas y prescripciones de las
rúbricas, resuenen las voces de los fieles.
119. Como en ciertas regiones, principalmente las misiones, hay pueblos con
tradición musical propia que tiene mucha importancia en su vida religiosa y
social, dése a esta música la debida estima y el lugar correspondiente no sólo al
formar su sentido religioso, sino también
al acomodar el culto a su idiosincrasia,
a tenor de los artículos 39 y 40.
Por esta razón, en la formación musical de los misioneros, procúrese cuidadosamente que, dentro de lo posible, puedan promover la música tradicional de
su pueblo, tanto en las escuelas como ep
las acciones sagradas.
120. Téngase en gran estima en la Igle65
5.—Los primeros .
sia latina el órgano de tubos, como instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas, y levantar poderosamente las almas hacia
Dios y hacia las realidades celestiales.
En el culto divino se pueden admitir
otros instrumentos, a juicio y con el consentimiento de la autoridad eclesiástica
territorial competente, a tenor de los artículos 22, § 2, 37 y 40, siempre que sean
aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del temólo
y contribuyan realmente a la edificación
de los fieles.
121. Los compositores verdaderamente
cristianos deben sentirse llamados a cultivar la música sacra y a acrecentar su
tesoro.
Compongan obras que presenten las
características de verdadera música sacra y que no sólo puedan ser cantadas
por las mayores "Scholae cantorum", sino que también estén al alcance de los
coros más modestos y fomenten la participación activa de toda la asamblea de
los fieles.
Los textos destinados al canto sagrado
deben estar de acuerdo con la doctrina
católica; más aún: deben tomarse principalmente de la Sagrada Escritura y de
las fuentes litúrgicas.
66
CAPITULO
VII
EL ARTE Y LOS OBJETOS SAGRADOS
122. Entre las actividades más nobles
del ingenio humano se cuentan, con razón, las bellas artes, principalmente el
arte religioso y su cumbre, que es el arte sacro.
Estas, por su naturaleza, están relacionadas con la infinita belleza de Dios, que
intentan expresar de alguna manera por
medio de obras humanas. Y tanto más
pueden dedicarse a Dios y contribuir a
su alabanza y a su gloria, cuanto más
lejos están de todo propósito que no sea
colaborar 1» más posible con sus obras
para orientar santamente los hombres
hacia Dios.
Por esta razón, la santa madre Iglesia
fue siempre amiga de las bellas artes,
67
buscó constantemente su noble servicio,
principalmente para que las cosas destinadas al culto sagrado fueran en verdad
dignas, decorosas y bellas, signos y símbolos de las realidades celestiales. Más
aún: la Iglesia se consideró siempre, con
razón, como árbitro de las mismas, discerniendo entre las obras de los artistas
aquellas que estaban de acuerdo con la
fe, la piedad y las leyes religiosas tradicionales y que eran consideradas aptas
para el uso sagrado.
La Iglesia procuró con especial interés
que los objetos sagrados sirvieran al esplendor del culto con dignidad y belleza,
aceptando los cambios de materia, forma y ornato que el progreso de la técnica introdujo con el correr del tiempo.
En consecuencia, los padres decidieron
determinar acerca de este punto lo siguiente :
123. La Iglesia nunca consideró como
propio ningún estilo artístico, sino que,
acomodándose al carácter y las condiciones de los pueblos y a las necesidades
de los diversos ritos, aceptó las formas
de cada tiempo, creando en el curso de
los siglos un tesoro artístico digno de ser
conservado cuidadosamente. También el
arte de nuestro tiempo, y el de todos los
pueblos y regiones, ha de ejercerse libremente en la Iglesia, con tal que sirva a
los edificios y ritos sagrados con el de68
bido honor y reverencia; para que pueda
juntar su voz a aquel admirable concierto que los grandes hombres entonaron a
la fe católica en los siglos pasados.
124. Los ordinarios, al promover y favorecer un arte auténticamente sacro,
busquen más una noble belleza que la
mera suntuosidad. Esto se ha de aplicar
también a las vestiduras y ornamentación sagrada.
Procuren cuidadosamente los obispos
que sean excluidos de los templos y demás lugares sagrados aquellas obras artísticas que repugnan a la fe, a las costumbres y a la piedad cristiana y ofendan el sentido autéticamente religioso,
ya sea por la depravación de las formas,
ya sea por la insuficiencia, la mediocridad o la falsedad del arte.
125. Al edificar los templos, procúrese
con diligencia que sean aptos para la celebración de las acciones litúrgicas y para conseguir la participación activa de
los fieles.
Manténgase firmemente la práctica de
exponer imágenes sagradas a la veneración de los fieles; con todo, que sean
pocas en número y guarden entre ellas
el debido orden, a fin de que no causen
extrañeza al pueblo cristiano ni favorezcan una devoción menos ortodoxa.
69
126. Al juzgar las obras de arte, los
ordinarios de lugar oigan a la Comisión
Diocesana de Arte Sagrado y, si el caso
lo requiere, a otras personas muy entendidas, como también a las Comisiones de
que se habla en los artículos 44, 45 y 46.
Vigilen con cuidado los ordinarios para
oue los objetos sagrados y obras preciosas, dado que son ornato de la casa de
Dios, no se vendan ni se dispersen.
127. Los obispos, sea por sí mismos,
sea por medio de sacerdotes competentes dotados de conocimientos artísticos
y aprecio por el arte, interésense por los
artistas, a fin de imbuirlos del espíritu
del arte sacro y de la sagrada liturgia.
Se recomienda, además, que, en aquellas regiones donde parezca oportuno, se
establezcan escuelas o academias de arte sagrado para la formación de artistas.
Los artistas que llevados por su ingenio desean glorificar a Dios en la santa
Iglesia, recuerden siempre que su trabajo es una cierta imitación sagrada de
Dios creador, y que sus obras están destinadas al culto católico, a la edificación
de los fieles y a su instrucción religiosa.
128. Revísense cuanto antes, junto con
los libros litúrgicos de acuerdo con el artículo 25, los cánones y prescripciones
eclesiásticas que se refieren a la disposición de las cosas externas del culto sagrado, sobre todo en lo referente a la
70
apta y digna edificación de los templos,
a la forma y construcción de los altares,
a la nobleza, colocación y seguridad del
sagrario, así como también a la funcionalidad y dignidad del baptisterio, al orden conveniente de las imágenes sagradas, de la decoración y del ornato. Corríjase o suprímase lo que parezca ser menos conforme con la liturgia reformada
y consérvese o introdúzcase lo que la favorezca.
En este punto, sobre todo en cuanto a
la materia y a la forma de los objetos y
vestiduras sagradas, se da facultad a las
asambleas territoriales de obispos para
adaptarlos a las costumbres y necesidades locales, de acuerdo con el artículo 22
de esta Constitución.
129. Los clérigos, mientras estudian filosofía y teología, deben ser instruidos
también sobre la historia y evolución del
arte sacro y sobre los sanos principios en
que deben fundarse sus obras, de modo
que sepan apreciar y conservar los venerables monumentos de la Iglesia y
puedan orientar a los artistas en la ejecución de sus obras.
130. Conviene que el uso de insignias
pontificales se reserve a aquellas personas eclesiásticas que tienen o bien el carácter episcopal o bien alguna jurisdicción particular.
71
A P E N D I C E
DECLARACION DEL SACROSANTO
CONCILIO ECUMENICO VATICANO II
SOBRE LA REVISION
DEL CALENDARIO
El sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II, reconociendo la importancia de
los deseos de muchos con respecto a la
fijación de la fiesta de Pascua en un domingo determinado y a la estabilización
del calendario, después de examinar cuidadosamente las consecuencias que podrían seguirse de la introducción del nuevo calendario, declara lo siguiente:
1. El sacrosanto Concilio no se opone
a que la fiesta de Pascua se fije en un
domingo determinado dentro del Calendario Gregoriano, con tal que den su
asentimiento todos los que estén interesados, especialmente los hermanos sepa72
rados de la comunión con la Sede Apostólica.
2. Además, el sacrosanto Concilio declara que no se opone a las gestiones ordenadas a introducir un calendario perpetuo en la sociedad civil.
La Iglesia no se opone a los diversos
proyectos que se están elaborando para
establecer el calendario perpetuo e introducirlo en la sociedad civil, con tal que
conserven y garanticen la semana de siete días con el domingo, sin añadir ningún día que quede al margen de la semana, de modo que la sucesión de las
semanas se mantenga intacta, a no ser
que se presenten razones gravísimas, de
las que juzgará la Sede Apostólica.
73
DECRETO SOBRE LOS MEDIOS
DE COMUNICACION SOCIAL
I N T R O D U C C I O N
1. Entre los maravillosos inventos de
la técnica que, principalmente en nuestros días, extrajo el ingenio humano, con
la ayuda de Dios, de las cosas creadas, la
Madre Iglesia acoge y fomenta aquellos
que miran principalmente al espíritu humano y han abierto nuevos caminos para comunicar facilísimamente noticias,
ideas y órdenes. Entre tales instrumentos sobresalen aquellos que por su naturaleza no sólo pueden llegar a cada
uno de los hombres, sino a las multitudes y a toda la sociedad humana, como
la prensa, el cine, la radio, la televisión
y otros que, por ello mismo, pueden llamarse con toda razón medios de comunicación social.
74
2. La Madre Iglesia reconoce que estos instrumentos, rectamente utilizados,
prestan ayuda valiosa al género humano, puesto que contribuyen eficazmente
a unir y cultivar los espíritu y a propagar y afirmar el reino de Dios; sabe
también que los hombres pueden utilizar
tales medios contra los mandamientos
del Creador y convertirlos en instrumentos de su propio daño; más aún, siente
una maternal angustia por los daños
que de su mal uso se han infligido con
demasiada frecuencia a la sociedad humana.
Por lo cual, el Sacrosanto Concilio,
acogiendo la vigilante preocupación de
pontífices y obispos en cuestión de tanta
importancia, considera su deber ocuparse
de las principales cuestiones pertinentes
a los instrumentos de comunicación social. Confía, además, en que su doctrina y disciplina, así presentada, aprovecharán no sólo al bien de los cristianos,
sino al progreso de todo el género humano.
75
CAPITULO
I
3. La Iglesia católica, fundada por
Nuestro Señor Jesucristo para la salvación de todos los hombres, y por ello
mismo obligada a la evangelización de
toda criatura, considera parte de su misión servirse de los instrumentos de comunicación social para predicar a los
hombres el mensaje de salvación y enseñarles el recto uso de estos medios.
A la Iglesia, pues, corresponde el derecho natural de usar y de poseer todos los
instrumentos de este orden en cuanto
sean necesarios o útiles para la educación cristiana de las almas y su salvación; corresponde, pues, a los sagrados
pastores el deber de instruir y gobernar
a los fieles de modo que éstos, sirviéndose de dichos instrumentos, atiendan a su
76
propia perfección y salvación, así como
a la de todo el género humano.
Por lo demás, corresponde principalmente a los laicos penetrar de espíritu
cristiano esta clase de medios a fin de
que respondan a la gran esperanza del
género humano y a los designios divinos.
4. Para el recto uso de estos medios es
absolutamente necesario que todos los
que se sirven de ellos conozcan y lleven
a la práctica en este campo las normas
de orden moral. Consideren, pues, la especial naturaleza de las cosas que se difunden a través de estos instrumentos,
según la peculiar naturaleza de cada
uno; tengan, a la vez, en cuenta las circunstancias o condiciones todas, es decir,
el fin, las personas, el lugar, el tiempo y
demás datos que entran en juego en los
diversos medios de comunicación, y aquellas otras circunstancias que pueden hacerles perder su honestidad o cambiarla;
entre las cuales cuenta el carácter específico con que actúa cada instrumento,
es decir, su propia fuerza, que puede ser
tan grande que los hombres, sobre todo
si no están formados, difícilmente sean
capaces de advertirla, dominarla y, si llega el caso, rechazarla.
5. Es necesario, sobre todo, que todos
los interesados en la utilización de estos
medios de comunicación se formen recta
77
conciencia sobre tal uso, en especial por
lo que se refiere a algunas cuestiones
agriamente debatidas en nuestros días.
La primera cuestión se refiere a la llamada información, a la obtención y divulgación de las noticias. Es evidente que
tal información, por razón del moderno
progreso de la sociedad humana y por
los más estrechos vínculos entre sus
miembros, resulta muy útil y, las más
de las veces, necesaria, pues el intercambio público y puntual de noticias sobre
acontecimientos y cosas facilita a los
hombres un conocimiento más amplio y
continuo' de la actualidad, de modo que
puedan contribuir eficazmente al bien
común y al mayor progreso de toda la
sociedad humana. Existe, pues, en el seno de la sociedad humana el derecho a
la información sobre aquellas cosas que
convienen a los hombres, según las circunstancias de cada cual, tanto particularmente como constituidos en sociedad.
Sin embargo, el recto uso de este derecho exige que la información sea siempre objetivamente verdadera y, salvada
la justicia y la caridad, íntegra; en cuanto al modo, ha de ser, además, honesta
y conveniente, es decir, que respete las
leyes morales del hombre, sus legítimos
derechos y dignidad, tanto en la obtención de la noticia como en su divulgación; pues no toda la ciencia aprovecha,
78
"pero la caridad es constructiva"
Cor 8,1).
(1
6. Una segunda cuestión se plantea sobre las relaciones que median entre los
llamados derechos del arte y las normas
de la ley moral. Dado que, no rara vez,
las controversias que surgen sobre este
tema tienen su origen en falsas doctrinas sobre ética y estética, el Concilio proclama que la primacía del orden moral
objetivo ha de ser aceptada por todos,
puesto que es el único que supera y congruentemente ordena todos los demás órdenes humanos, por dignos que sean, sin
excluir el arte. Pues solamente el orden
moral abarca, en toda su naturaleza, al
hombre, hechura racional de Dios y llamado a lo sobrenatural, y cuando tal orden moral se observa íntegra y fielmente,
le conduce a la perfección y bienaventuranza plena.
7. De otra parte, la narración, descripción y representación del mal moral,
puede, sin duda, con el auxilio de los medios de comunicación social, servir para
conocer y descubrir mejor al hombre y
para hacer que mejor resplandezca y se
exalte la verdad y el bien mediante oportunos y logrados efectos dramáticos; sin
embargo, para que no produzcan mayor
daño que utilidad a las almas, han de
atemperarse plenamente a las leyes mo79
rales, sobre todo si se trata de cosas que
merecen el máximo respeto o que incitan más fácilmente al hombre, marcado
por la culpa original, a deseos depravados.
8. Como quiera que la opinión pública ejerce hoy un poderoso influjo en todos los órdenes de la vida social, pública
y privada, es necesario que todos los
miembros de la sociedad cumplan sus
deberes de justicia y caridad también en
esta materia, y, por tanto, que también,
con el auxilio de estos medios, se procure formar y divulgar una recta opinión
pública.
9. Peculiares deberes competen a los
destinatarios todos de la información,
lectores, espectadores y oyentes que por
personal y libre elección reciben las informaciones difundidas por estos medios
de comunicación. Pues, una recta elección exige que aquéllos fomenten todo
lo que contribuye a la virtud, la ciencia
y el arte, y eviten, en cambio, todo lo que
pueda ser causa u ocasión de daño espiritual para ellos o para otros, por el mal
ejemplo que puedan ocasionarles, y lo
que favorezca las malas producciones y
se oponga a las buenas, lo que sucede a
menudo contribuyendo económicamente
en empresas que tan sólo persiguen el
lucro en la utilización de estos medios.
Así, pues, para que los destinatarios
80
de la información cumplan con la ley
moral, deben cuidar de informarse oportunamente sobre los juicios o criterios
de las autoridades competentes en esta
materia y de seguirlos según las normas
de una recta conciencia; mas para que
puedan con mayor facilidad oponerse a
los malos atractivos y secundar de lleno
los buenos, procuren ilustrar y dirigir
su conciencia con recursos adecuados.
10. Los destinatarios, sobre todo los
jóvenes, procuren acostumbrarse a ser
moderados y disciplinados en el uso de
estos instrumentos; pongan, además, empeño en entender bien lo oído, visto, leído; dialoguen con educadores y peritos
en la materia y aprendan a formar recto
juicio. Recuerden los padres que es deber
suyo vigilar cuidadosamente para que los
espectáculos, las lecturas y cosas parecidas que puedan ofender a la fe o las
buenas costumbres no entren en el hogar y para que sus hijos no los vean en
otra parte.
11. Muy principal deber moral incumbe, en cuanto al recto uso de los medios
de comunicación social, a los periodistas,
escritores, actores, productores, realizadores, exhibidores, distribuidores, directores y vendedores, críticos y demás que
de algún modo intervienen en la realización y difusión de las comunicaciones;
81
6.—Los primeros
pues es de toda evidencia la trascendencia y gravedad de su cometido en las actuales circunstancias humanas, ya que
pueden encauzar, recta o torpemente, al
género humano informando e incitando.
Misión suya es, por tanto, tratar las
cuestiones económicas, políticas o artísticas de modo que no produzcan daño al
bien común; para lograr esto más fácilmente, bueno será que se asocien proí'esionalmente —incluso si fuera necesario
mediante el compromiso de observar desde el comienzo un código moral— en
aquellas entidades que impongan a sus
miembros el respeto a las leyes morales
en las empresas y quehaceres de su profesión.
Recuerden siempre que la mayor parte
de los lectores y espectadores está compuesta de jóvenes necesitados de prensa
y espectáculos que les ofrezcan ejemplos
de moralidad y los estimulen hacia sentimientos elevados. Procuren, además,
que las materias concernientes a la religión se confíen a personas dignas y
expertas y se traten con la debida reverencia.
12. Las autoridades civiles tienen peculiares deberes en esta materia en razón del bien común al que se ordenan estos instrumentos. Por virtud de su autoridad, y en función de la misma, les
82
corresponde defender y tutelar una verdadera y justa libertad que la sociedad
moderna necesita enteramente para su
provecho, sobre todo en lo que atañe a
la prensa. Por otra parte, a la autoridad
civil corresponde fomentar aquellas obras
y empresas que, siendo especialmente
útiles para la juventud, no podrían de
otro modo ser acometidas.
Por último, la misma autoridad pública que legítimamente se ccupa de la salud de los ciudadanos, está obligada a
procurar, justa y celosamente, mediante
la oportuna promulgación y diligente
ejecución de las leyes, que no se siga daño a las costumbres y al progreso de la
sociedad por un mal uso de estos medios
de comunicación. Esa cuidada diligencia
no restringe en modo alguno la libertad
de los individuos o de las asociaciones,
sobre todo cuando faltan las debidas precauciones por parte de aquellos que, por
razón de su oficio, manejan estos instrumentos.
Téngase un especial cuidado en proteger a los jóvenes de la prensa y de los
espectáculos que sean perniciosos para
su edad.
83
CAPITULO
II
13. Procuren, de común acuerdo, todos
los hijos de la Iglesia que los instrumentos de comunicación social se utilicen,
sin la menor dilación y con el máximo
empeño, en las más variadas formas de
apostolado, tal como lo exigen las realidades y las circunstancias de nuestro
tiempo, adelantándose así a las malas
iniciativas, especialmente en aquellas
regiones en las que el progreso moral y
religioso reclama una mayor atención.
Apresúrense, pues, los sagrados pastores a cumplir en este campo su misión,
íntimamente ligada a su deber ordinario
de predicar. A su vez, los laicos que hacen uso de dichos instrumentos, procuren dar testimonio de Cristo, realizando,
en primer término, sus propias tareas
con pericia y espíritu apostólico y apor84
tando, además, en lo que esté de su par
te, mediante las posibilidades de la técnica, de la economía, de la cultura y . del
arte, su apoyo directo a la acción pastoral de la Iglesia.
14. Han de fomentarse, ante todo, las
publicaciones honestas. Ahora bien, para imbuir plenamente de espíritu cristiano a los lectores debe crearse y difundirse una prensa genuinamente católica
—bien sea por parte de la propia jerarquía eclesiástica, o promovida por hombres católicos y dependiente de ellos—
editada con la intención de formar, afirmar y promover una opinión pública en
consonancia con el derecho natural y
con las doctrinas y preceptos católicos,
al mismo tiempo que divulga y desarrolla adecuadamente los acontecimientos
relacionados con la vida de la Iglesia.
Debe advertirse a los fieles de la necesidad de leer y difundir la prensa católica
para conseguir un criterio cristiano sobre todos los acontecimientos.
Que la producción y exhibición de cintas destinadas al honesto descanso del
espíritu, provechosas para la cultura y el
arte humano, sobre todo aquellas que se
destinan a la juventud, sean promovidas
por todos los medios eficaces y aseguradas a toda costa; lo cual se logra, sobre
todo, apoyando y coordinando las realizaciones y las iniciativas honestas, tan
85
to de producción como de distribución,
recomendando las películas que merecen elogio por el juicio concorde y por
los premios de los críticos, fomentando
y asociando entre sí las salas pertenecientes a empresarios católicos y a hombres honrados.
Préstese asimismo apoyo eficaz a las
emisiones radiofónicas y televisivas honestas, ante todo a aquellas que sean
apropiadas para las familias. Y que se
fomenten con todo interés las emisiones
católicas, mediante las cuales los oyentes y los espectadores sean estimulados
a participar en la vida de la Iglesia y se
compenetren con las verdades religiosas.
Con toda solicitud deben promoverse,
allí donde fuese oportuno, las estaciones
católicas; hay que cuidar, empero, de
•que sobresalgan por su perfección y por
su eficacia.
Cúidese, en fin, de que el noble y antiguo arte escénico, que hoy se propaga
ampliamente a través de los instrumentos*de comunicación social, trabaje a favor del sentido humano y la ordenación
de las costumbres de los espectadores.
15. Para proveer a las necesidades arriba indicadas han de formarse oportunamente sacerdotes, religiosos y también
laicos, que posean la debida pericia en
estos instrumentos y puedan dirigirlos
a los fines del apostolado.
86
En primer lugar, deben ser instruidos
los laicos en el arte, la doctrina y las costumbres, multiplicando el número de las
escuelas, facultades e institutos, donde
los periodistas, los guionistas cinematográficos, radiofónicos, de televisión y demás interesados puedan adquirir una
formación íntegra, penetrada de espíritu
cristiano, sobre todo en la doctrina social de la Iglesia. También los actores
escénicos han de ser formados y ayudados para que convenientemente sirvan,
con su arte, a la sociedad humana. Por
último, han de prepararse cuidadosamente críticos literarios cinematográficos, radiofónicos, de la televisión y demás medios, que dominen perfectamente
su profesión, preparados y estimulados
para emitir unos juicios donde la razón
moral aparezca siempre en su verdadera
luz.
16. Habida cuenta de que el uso de los
instrumentos de comunicación social,
que se dirigen a personas diversas por la
edad y la cultura, requiere en estas personas una formación y una experiencia
acomodadas y apropiadas, deben favorecerse, multiplicarse y encauzarse, según
los principios de las costumbres cristianas, las iniciativas que sean aptas para
conseguir este fin (sobre todo si se destinan a los jóvenes), en las escuelas católicas de cualquier grado, en los semi87
narios y en las asociaciones apostólicas
seglares. Para realizar esto con mayor
rapidez, la exposición y explicación de
la doctrina y disciplina católicas en esta
materia debe enseñarse en el catecismo.
17. Como resulta poco digno para los
hijos de la Iglesia soportar insensiblemente que la doctrina de la salvación
sea obstaculizada e impedida por razones
técnicas o por los gastos, ciertamente
cuantiosos, que son propios de estos medios, este santo Concilio amonesta sobre
la obligación de sostener y auxiliar los
diarios católicos, las revistas e iniciativas cinematográficas, las estaciones y
transmisiones radiofónicas y televisadas,
cuyo principal fin es divulgar y defender
la verdad, y proveer a la formación cristiana de la sociedad humana. Igualmente, invita insistentemente a las asociaciones y a los particulares, que gozan de
una gran autoridad en las cuestiones
económicas y técnicas, a sostener con largueza y de buen grado, con sus bienes
económicos y su pericia, estos instrumentos, en cuanto sirven al apostolado
y a la verdadera cultura.
18. Para que se vigorice el apostolado
de la Iglesia en relación con los medios
de comunicación social, debe celebrarse
cada año en todas las diócesis del orbe,
a juicio del obispo, un día en el que los
88
fieles sean adoctrinados sobre sus obligaciones en esta materia, invitados a orar
por esta causa y a entregar una limosna
para este fin, y que será empleada para
sostener y fomentar, según las necesidades del orbe católico, las instituciones e
iniciativas promovidas por la Iglesia en
esta materia.
19. Para ejercitar la suprema cura pastoral sobre los instrumentos de comunicación social, el Sumo Pontífice tiene a
su disposición un peculiar organismo de
la Santa Sede.
Los padres del Concilio, haciendo suyo el voto del "Secretariado para Imprenta y para la orientación de los Espectáculos", reverentemente piden al Suma
Pontífice que extienda las obligaciones
y competencias de este organismo a todos los instrumentos de comunicación
social sin excluir la prensa, asociando a
él a especialistas de las distintas naciones, entre ellos también laicos.
20. Será competencia de los obispos,
en sus propias diócesis, vigilar estas
obras e iniciativas y promover las mismas y, en cuanto atañen al apostolado
público, ordenarlas, sin excluir aquellas
que están sometidas a la dirección de los
religiosos exentos.
21. Pero, como la eficacia del apostolado en toda la nación requiere unidad de
89
propósitos y de esfuerzos, este santo Concilio' establece y manda que en todas partes se constituyan y se apoyen por todos
los medios oficinas nacionales para los
problemas de la prensa, del cine, de la
radio y la televisión. Misión de estas oficinas será velar para que la conciencia
de los fieles se forme rectamente sobre
el uso de estos instrumentos y para estimular y organizar todo lo que los católicos realizan en este campo.
En cada nación la dirección de estas
oficinas ha de confiarse a una especial
comisión del episcopado o a un obispo
delegado. En esas oficinas han de participar también seglares que conozcan la
doctrina de la Iglesia sobre estas actividades.
22. Y puesto que la eficacia de tales
instrumentos traspasa los límites de las
naciones, y es como si convirtiera a cada
hombre en ciudadano de la Humanidad,
coordínense las iniciativas de este género, lo mismo en el plano nacional que en
el internacional. Aquellas oficinas, de
las que se habla en el número 21, han
de trabajar denodadamente en unión con
su correspondiente asociación católica
internacional. Estas asociaciones católicas internacionales sólo son legítimamente aprobadas por la Santa Sede y de
ella dependen.
90
C L A U S U L A S
23. Para que todos los principios de este Santo Sínodo y las normas acerca de
los medios de comunicación social se lleven a efecto, por expreso mandato del
Concilio, prepárese una instrucción pastoral por el organismo de la Santa Sede,
del que se habla en el número 19, con la
ayuda de peritos de diferentes naciones.
24. Por lo demás, este Santo Sínodo
confía en que estas instrucciones y normas serán libremente aceptadas y santamente observadas por todos los hiios
de la Iglesia, los cuales por esta razón,
al utilizar tales medios, lejos de padecer
daño, como sal y como luz, darán sabor
a la tierra e iluminarán el mundo; el
Concilio invita, además, a todos los hombres de buena voluntad, especialmente
a aquellos que gobiernan estos instrumentos, para que se esfuercen en utilizarlos en bien de la sociedad humana,
cuya suerte depende cada día más del
recto uso de aquéllos. Así, pues, como en
los monumentos artísticos de la antigüedad, también ahora en los nuevos inventos debe ser glorificado el nombre del
Señor según aquello del apóstol: "Jesucristo, ayer y hoy, y El mismo, por los siglos de los siglos" (Hebr 13,8).
91
LETRAS APOSTOLICAS
MOTU PROPRIO
POR LAS QUE SE CONCEDEN
A LOS OBISPOS
CIERTAS
FACULTADES Y PRIVILEGIOS.
PAULO PAPA VI
Los sagrados pastores, aunque asediados por muchas dificultades, realizaron
en todo tiempo su misión pastoral, a la
que Jesucristo asoció los gravísimos deberes de enseñar, santificar, atar y desatar, con patentes ejemplos, sobre todo,
de caridad.
La Sede Apostólica, a medida que las
preocupaciones y tareas se acrecentaron
en el decurso de los siglos, respondió
siempre gustosa y celosamente a las peticiones de los obispos referentes a la solicitud pastoral, y no sólo dotó a los prelados de las diócesis de autoridad y jurisdicción extraordinaria, sino que les
92
otorgó también especiales facultades y
privilegios en correspondencia con las
necesidades de cada tiempo.
Ahora que está para concluir la segunda sesión del Concilio Vaticano II, y deseando muy de veras dar a los padres
conciliares prueba de la gran estima que
sentimos por todos los venerables hermanos en el episcopado, nos complace
acoger gustosamente sus deseos y, otorgarles aquellas facultades que, a la vez
que hagan patente su dignidad episcopal, hagan también más fácil y eficaz su
ministerio pastoral. Estimamos que esto
casa perfectamente con nuestro oficio
de pastor universal. Mas al mismo tiempo que de todo corazón concedemos a los
obispos dichas facultades, les rogamos
igualmente que, con Cristo y con Nos, su
Vicario en la tierra, unidos muy estrechamente y movidos por el soplo de una
ardiente caridad, procuren con su trabajo hacer más leve "aquella solicitud
de todas las Iglesias" que pesa sobre
nuestros hombros (Cfr. II Cor 11,28).
Dado que se trata de facultades valiosísimas, las otorgamos de forma que no
puedan los obispos delegarlas en otros,
a excepción de su coadjutor, auxiliares
y vicario general, a no ser que otra cosa
se diga expresamente en la concesión de
cada una de esas facultades.
93
Estas facultades que declaramos competen por derecho a los obispos residenciales, a tenor de las normas canónicas
vigentes, competen también, de derecho,
a los vicarios y prefectos apostólicos, administrad eres apostólicos constituidos
permanentemente, a los abades y prelados nullius, todos los cuales gozan en su
territorio de los mismos derechos y facultades que corresponden a los obispos
residenciales en sus propias diócesis. Y
aunque los vicarios y prefectos apostólicos no puedan nombrar vicario general,
les está permitido a cada uno delegar legítimamente las facultades de que se
trata en su vicario delegado.
Así pues, tras madura consideración
y llevados de nuestro respeto y amor a
cada uno de los obispos de la Iglesia católica, "motu proprio", y con nuestra autoridad apostólica, establecemos y decretamos que, a partir del día 8 de diciembre de este año de 1963, puedan ya los
obispos gozar legítimamente de las facultades y privilegios que siguen.
7.— Facultades que por derecho competen al obispo residencial desde el mowfnto de la toma de posesión de su diócesis, las cuales sólo puede delegar en el
obispo coadjutor o en los obispos auxiliares y en el vicario general, a no ser
94
que se hable
personas.
expresamente
de
otras
1) Prorrogar, por causa justa, pero no
por más de un mes, el uso legítimo de
rescriptos e indultos concedidos anteriormente por la Santa Sede, y ya expirados, sin que se hayan enviado oportunamente a la Santa Sede las preces para
su prórroga, con la obligación, sin embargo, de recurrir inmediatamente a la
misma solicitando la gracia o, si la petición fue ya cursada, para obtener respuesta.
2) Conceder a los sacerdotes la facultad de poder celebrar dos misas los días
ordinarios, por escasez de clero y con
justa causa, e incluso- celebrar tres misas
los domingos y demás fiestas de precepto si una verdadera necesidad pastoral
así lo exige.
3) Permitir a los sacerdotes, que celebran dos o tres misas, tomar algo a modo de bebida, aunque no medie el espacio de una hora antes de celebrar misa.
4) Permitir a los sacerdotes, por justa causa, celebrar la misa a cualquier
hora del día y distribuir la comunión por
la tarde, guardando, por lo demás, las
normas establecidas.
5) Conceder facultad a los sacerdotes:
95
cuya vista sea débil, o estén impedidos
por otra enfermedad, celebrar diariamente la misa de la Santísima Virgen o la
de difuntos, asistidos, cuando lo necesiten, por otro sacerdote o diácono, según
la instrucción de la Sagrada Congregación de Ritos del 15 de abril de 1961.
6) Conceder la misma facultad a los
sacerdotes completamente ciegos, con tal
de aue siempre les asista otro sacerdote
o diácono.
7) Conceder a los sacerdotes la facultad de celebrar la misa fuera de lugar
sagrado con tal de que este lugar sea
decente y honesto—nunca en el dormitorio—, sobre ara consagrada, con causa
justa cuando se trate de una sola vez y
con causa más grave cuando se trata de
hacerlo habitualmente.
8) Igualmente conceder la facultad de
celebrar la misa en el mar y en los ríos,
con causa justa y con las debidas cautelas.
9) Conceder la facultad a los sacerdotes que gozan del indulto de altar portátil para que puedan utilizar, con justa
y grave causa, en lugar de la piedra consagrada, los antimensios de los griegos,
o el lienzo bendecido por el obispo, en
cuyo ángulo derecho se guardan las reliquias de los santos mártires, igualmente
S6
reconocidas por el obispo, observando
todo lo demás prescrito por las leyes litúrgicas, particularmente en lo que se
refiere a los manteles y el corporal.
10) Conceder a los sacerdotes enfermos o ancianos la facultad de celebrar
la misa en casa —pero no en su dormitorio— todos los días, incluso en las fiestas
más solemnes, observando las leyes litúrgicas, pero con autorización para sentarse si no pudieran estar de pie.
11) Reducir, cuando disminuyan los
réditos y mientras subsista esta causa,
el número de misas de los legados a tenor del estipendio legítimamente vigente
en la diócesis, siempre que no haya nadie que esté o pueda ser razonablemente
obligado a elevar la cuantía de la limosna.
12) Así como reducir las cargas y legados de misas que gravan los beneficios u
otras instituciones eclesiásticas, en el caso de que las rentas del beneficio o de la
institución resulten insuficientes para
el decoroso sustento del beneficiario o
para realizar aquellas actividades del sagrado mifksie.'io que vayan anejas al beneficio. o no basten tampoco para conseguir convenientemente el fin propio de
la misma institución eclesiástica.
97
7.—Los primeros .
13) Conceder a los capellanes de todos
los hospitales, orfanatos y cárceles la facultad para que, no estando presente el
párroco, puedan administrar a los fieles
en peligro de muerte el sacramento de
la confirmación, debiendo observar el sacerdote que la administre las normas
establecidas por la Sagrada Congregación de Sacramentos en el decreto "Spiritus Sancti muñera" de 14 de septiembre de 1946.
14) Conceder a confesores conspicuos
por su ciencia y prudencia la facultad
de absolver a los fieles en todos los casos,
dentro del acto de la confesión sacramental, de todas las censuras, incluso las reservadas, con excepción de: a) Las censuras "ab homine"; b) Las censuras especialísimamente reservadas a la Sede
Apostólica; c) Las censuras anejas a la
revelación del secreto del Santo Oficio,
y d) La excomunión con la que son sancionados los clérigos ordenados in sacris
y todas las personas que atenten contraer con aquéllos matrimonio, aunque
sólo sea civilmente, y al mismo tiempo
cohabiten de hecho con los mismos.
15) Dispensar, con justa causa, de la
falta de edad de los ordenandos, siempre
que no exceda de seis meses completos.
98
16) Dispensar del impedimento para
la ordenación que afecte a los hijos de
acatólicos, mientras que sus padres permanezcan en su error.
17) Dispensar, según lo prescrito, a
efectos tanto de celebrar la misa cuanto
de obtener y conservar los beneficios eclesiásticos, sobre cualesquiera irregularidades provenientes lo mismo de delito que
de defecto, con tal que de ello no se siga
escándalo y se realice debidamente el
ministerio del altar, con excepción de los
casos a que se refiere el canon 985, números 3 y 4, del C. I. C., y previa abjuración ante el absolvente, cuando se trata del crimen de herejía o cisma.
18) Conferir las sagradas órdenes fuera de la iglesia catedral y fuera de los
tiempos previstos, sin excluir los días ordinarios, si media una utilidad pastoral.
19) Dispensar, por causa justa y razonable, de todos los impedimentos matrimoniales de grado menor, aun cuando
se trate de matrimonios mixtos, pero
cumpliendo, en este caso, lo prescrito en
los cánones 1061-1064 del Código de Derecho Canónico.
20) Dispensar, cuando apremie una
causa justa y grave, de los impedimentos
99
de mixta religión y de disparidad de cultos, incluso cuando se aplica el privilegio
paulino, quedando a salvo lo prescrito
en los cánones 1061-1064 del Código de
Derecho Canónico.
21) Sanar "in radice", con tal que persevere el consentimiento, los matrimonios inválidos por impedimento de grado
menor o por defecto de forma, aun tratándose de matrimonios mixtos, aunque
cumpliendo, en este caso, lo prescrito en
el canon 1061 del Código de Derecho Canónico.
22) Sanar "in radice", con tal de que
el consentimiento perdure, los matrimonios inválidos por el impedimento de disparidad de culto, aun cuando sean, además, inválidos por defecto de forma,
guardando, sin embargo, lo prescrito en
el canon 1061 del Código de Derecho Canónico.
23) Permitir, por causa grave, que
pueda hacerse la interpelación del cónyuge infiel, antes del bautismo del que
se convierte a la fe; y también, por causa
grave, dispensar de la misma interpelación antes del bautismo de la parte que
se convierte, con tal que, en este caso,
conste por proceso al menos sumario y
100
extrajudicial, que no puede realizarse o
sería inútil dicha interpelación.
24) Reducir, por causa justa, la obligación por la que los capítulos catedralicios o colegiales de canónigos están
obligados a recitar, debidamente, todos
los días, en el coro, el oficio divino; es
decir, conceder que el servicio del coro
sólo se tenga algunos días o pueda cumplirse con sólo una determinada parte
del mismo.
25) Encomendar a algunos canónigos,
en caso de necesidad, tareas de ministerio sagrado, de enseñanza, apostolado,
dispensándoles del coro, sin perjuicio del
derecho a percibir los beneficios de su
prebenda, pero no las llamadas distribuiciones entre presentes o las ordinarias.
26) Conmutar el rezo diario del oficio divino por el de una parte al menos
del rosario de la Bienaventurada Virgen
María u otras oraciones, por deficiencia
de la vista o por otra causa.
27) Delegar, en casos particulares o
temporalmente, en el vicario general o
en otro sacerdote constituido en dignidad, para consagrar altares portátiles,
101
cálices y patenas, según la forma prescrita en el pontifical y utilizando los sagrados óleos bendecidos por el obispo.
28) Permitir a los clérigos menores, a
los religiosos legos y también a mujeres
piadosas, que puedan lavar, incluso en
primera ablución, los palios, los corporales y los purificadores.
29) Usar, en favor de los fieles y
guardando su límite y forma, de las mismas facultades y privilegios que tienen
los institutos religiosos con casa en la
diócesis.
30) Conceder a los sacerdotes la facultad para poder erigir, con las ceremonias prescritas por la Iglesia, las estaciones del "Via crucis", incluso "sub divo", con todas las indulgencias concedidas a cuantos practiquen este piadoso
ejercicio. Sin embargo, esta facultad no
se puede usar en el territorio parroquial
donde radique una casa de religiosos que
por concesión apostólica disfruten del
privilegio de erigir las estaciones del
"Via crucis".
31) Admitir en los seminarios a los
hijos ilegítimos que reúnan las cualidades exigidas para la admisión con tal de
que no se trate de adulterinos o sacrilegos.
102
32) Conceder licencia para que mediante una causa legítima, puedan enajenar, empeñar, hipotecar, alquilar, redimir de empréstitos los bienes eclesiásticos, y que las personas morales eclesiásticas puedan comprometerse con dinero
ajeno hasta aquella cantidad que proponga la conferencia regional o nacional de los obispos y que la Santa Sede
haya aprobado.
33) Confirmar hasta el quinto trienio
al confesor ordinario de las religiosas, si
por la escasez de sacerdotes idóneos para
esto no puede hacerse otra cosa, con tal
que la mayoría de las religiosas, incluidas las que en otros asuntos no tienen
voto, convengan, mediante votación secreta, en que el confesor sea confirmado;
para las disidentes, si lo desean, se habrá de proveer de otro modo.
34) Entrar, por causa justa, en la clausura papal de los monasterios de religiosas establecidos en su diócesis, y permitir, por justa y grave causa, que otros
entren en la clausura y que las monjas
saldan de la misma durante el tiempo
verdaderamente necesario.
35) Dispensar, a petición del superior
competente, del impedimento que tienen
para entrar en religión quienes pertenecieron a una secta acatólica.
103
36) Dispensar, a petición del superior
competente, sobre la admisión en religión de los hijos ilegítimos que aspiren
al sacerdocio y también dispensar a otros
si éstos, por prescripción de las constituciones, no pueden ser admitidos en religión. Pero en ambos casos no pueden ser
dispensados los hijos adulterinos y sacrilegos.
37) Condonar, en todo o en parte,
tición del superior competente, la
que han de aportar las postulantes
su admisión en los monasterios de
jas o en otro instituto también de
cho pontificio.
a pedote
para
mondere-
38) Permitir a los religiosos el paso de
uno a otro instituto de derecho diocesano.
39) Despedir de la diócesis, por causa
urgente y gravísima, a los religiosos de
cualquier instituto, si avisado el superior
mayor de éstos no tomara medidas, pero
dando cuenta inmediatamente del caso
a la Santa Sede.
40) Conceder a sus súbditos, incluso a
través de otros varones prudentes e idóneos, licencia para leer y poseer, con cuidado de que no caigan en manos de
otros, libros y publicaciones prohibidos
104
sin excluir los que expresamente propugnen la herejía o el cisma o persigan
la subversión de los fundamentos religiosos. Esta autorización solamente puede concederse a aquellos que necesiten
leer los libros y publicaciones prohibidos
para impugnarlos, para desempeñar cumplidamente su cometido o para seguir debidamente un curso de estudios.
II.—Privilegios que, además de los ya
enumerados en los correspondientes capítulos del Código de Derecho canónico,
competen a todos los obispos residenciales o titulares desde el momento de recibir la notificación auténtica de la provisión canónica.
1. Predicar la palabra de Dios en todo el orbe, a no ser que el ordinario del
lugar lo prohiba expresamente.
2. Confesar a los fieles, incluidas las
religiosas, en todo el orbe, a no ser que
el ordinario del lugar lo prohiba expresamente.
3. Absolver en todas partes, dentro
del acto de la confesión sacramental, a
cualquier fiel de todos los pecados reservados, excepto del pecado de la falsa delación por la que un sacerdote inocente
105
es acusado ante los jueces eclesiásticos
del crimen de solicitación.
4. Absolver en todas partes, dentro del
acto de la confesión sacramental, a todos
los fieles de todas las censuras, incluso
las reservadas, con excepción de:
a) Las censuras "ab homine".
b) Las censuras especialísimas reservadas a la Sede Apostólica.
c) Las censuras anejas a la revelación
del secreto del Santo Oficio.
d) La excomunión con la que son castigados los clérigos ordenados "in sacris"
y cuantas personas atentaren contraer
matrimonio con aquéllos, aunaue sólo
sea civilmente, y al mismo tiempo convivan con ellos de hecho.
Los obispos residenciales pueden hacer
uso de esta facultad en favor de sus súbditos, incluso en el foro externo.
5. Reservar la Santísima Eucaristía en
su oratorio particular, con tal aue se observe puntualmente lo establecido por las
leyes litúrgicas.
6. Celebrar la misa a cualauier hora
del día. con causa justa, y distribuir la
comunión por la tarde, observando, por
lo demás, lo prescrito.
7. Bendecir en todas partes, con sólo
la señal de la cruz y con todas las indul106
gencias que suele conceder la Santa Sede, los rosarios y las demás coronas para
el rezo, las cruces, las medallas y los escapularios aprobados por la Santa Sede
e incluso imponerlos, sin la obligación
de la inscripción.
8. Bendecir crucifijos con la aplicación
de todas las indulgencias concedidas por
los Romanos Pontífices al devoto ejercicio del "Via crucis", en favor de los fieles
que, por enfermedad u otro legítimo impedimento, no pueden recorrer las estaciones del "Via crucis".
Concedemos muy gustosamente estas
facultades, estos privilegios a nuestros
hermanos en el episcopado, con la intención y el deseo que más arriba expusimos; para que todo esto, en definitiva,
redunde en honor y utilidad de la Santísima Iglesia de Cristo, a la que nos debemos con todo lo nuestro.
Sin que obste nada en contrario, aunque digno de especial mensión.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el
día 30 del mes de noviembre de 1963,
primero de nuestro pontificado.
PAULO VI
(Este decreto y la constitución sobre
la Sagrada Liturgia entran en vigor el
día 16 de febrero de 1964, primer domingo de cuaresma).
107
RATIFICACION PONTIFICIA
de las
DECISIONES CONCILIARES
En el nombre de la Santísima e individua
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, los
decretos que acaban de ser leídos en este sacrosanto Concilio Vaticano II legítimamente
reunido, han obtenido el beneplácito de los
padres.
Y Nos, con la potestad apostólica que Cristo nos ha dado, en unión con los venerables
Padres, aprobamos, decretamos y establecemos
en el Espíritu Santo y disponemos que lo así
decidido conciliarmente sea promulgado para
la mayor gloria de Dios.
P A U L O , P A P A VI.
109
INDICE
DECRETO SOBRE LITURGIA
CAPITULO I
I n t r o d u c c i ó n
Principios Generales de la r e f o r m a y fomento
de la Sagrada Liturgia
CAPITULO I I
El Sacrosanto Misterio de la Eucaristía . . .
CAPITULO I I I
Los demás Sacramentos y Sacramentales . . .
CAPITULO IV
El Oficio Divino
CAPITULO V
El Año Litúrgico
CAPITULO VI
La Música S a g r a d a
CAPITULO VII
El Arte y los Objetos Sagrados
A p é n d i c e
La revisión del Calendario
$
3238
47'
55.
61
68
71
DECRETO SOBRE LOS MEDIOS
DE COMUNICACION SOCIAL
INTRODUCCION
CAPITULO I
CAPITULO I I
CLAUSULAS
75
77"
85
92:
Letras Apostólicas, motu proprio, por las que
se conceden a los obispos ciertas facultades
y privilegios
9£
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