INTI O UNA EPOPEYA AMERICANA por JUAN-JACOBO BAJARLÍA Un poco de historia El Inti, de Marcelo Mario Blanco es una epopeya en 5 cantos y un epílogo, que relata la caída del imperio inca, el dolor que significa esa tragedia y la exaltación de personajes simbólicos donde Inti, el dios del Sol entre los incas, está ocultando esa otra tragedia de Ollantay contra el Inca Pachacutec. Ollantay, cuyo verdadero nombre sería el de Villa Antay, según lo afirma Vicente Fidel López en Les races aryennes du Perou (1871), quien también hace referencia a la variante Apu Ollantay, Crónica del Jefe de los Andes, ayudó al Inca Pachacutec en las guerras de conquista. Enamorado aquel de Cusi Coyllur, la princesa, su hija, la pidió por esposa. Y el Inca se la negó, por ser Ollantay de sangre solar. Icluso la recluyó en la Acllahuasi, Templo de las Vírgenes del Sol, para evitar todo contacto de los amantes. Pero Ollantay, el Héroe de los Andes, refugiado en su fortaleza de Ollantaytambo, en los Andes, donde también en otra época se parapetó Túpac Amaru ciñendo la mascapaicha, el distintivo de poder, contra el conquistador hispano, declaró la guerra al Inca y raptó a Cusi Coyllur de la Acllahuasi. Fue la guerra de los hijos de la Tierra contra los hijos del Sol, que Marcelo Mario Blanco retoma significativamente recurriendo a símbolos como Inti, el dios Sol, y Quilla, la Luna, que ocultan personajes de la tragedia que Clemente Markham la fecha en 1470 y le da el título de Apu Ollantay, “drama compuesto en la época de los incas soberanos del Perú”. Y además en el que Blanco simboliza esa guerra con el Inca, como una lucha entre la libertad y el amor contra el despotismo. América contra los poderes Blanco se identifica con los objetos y los hechos que estructuran la libertad contra el autoritarismo: “Soy roca y tierra de un destino por cumplirse, (dice el poeta), el cimiento de un continente que no despierta, los dominios del cóndor que sus cielos surca, la palabra de una historia hecha silencio. Soy el testigo de los sueños del aborigen americano, el desafío conquistado con la hidalguía de sus guerreros, el ara del altar donde elevaron a los dioses sus plegarias, las solitarias cumbres donde lloraron sus abandonos. Soy el eco de sus voces con el tiempo ya apagadas, el custodio de los senderos que en los años se han perdido, el polvo que acarició su piel morena, la reciedumbre de una raza vilmente aniquilada”. (Canto 4, estr. XIX) O como dice el canto 1, estr. III: “Tu amor, canto de la libertad americana, cobijó la unión de lo divino y lo humano y cada vida que en los tiempos ha surgido en estas tierras las has parido como al fruto primero de Ollantay y su amada”. En definitiva, una obra que enriquece la poesía argentina y el Ollantay, tragedia de los Andes (1938), de Ricardo Rojas, a quien el autor le dedica, asimismo, el libro. Un Inti que trata de cierta composición de complicada estructura por la gran cantidad de variantes y lecturas que posee. Este prólogo sólo da una idea inconclusa de los valores que califican y exaltan la obra de Marcelo Mario Blanco.