1º Congreso Latinoamericano de Historia Económica

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1º Congreso Latinoamericano de Historia Económica
4º Jornadas Uruguayas de Historia Económica
Montevideo, 5 al 7 de Diciembre de 2007
Simposio nº 6. Desigualdad y género en el desarrollo
Coordinadoras:
Enriqueta Camps (Universitat Pompeu Fabra, España) [email protected]
María Magdalena Camou (Universidad de la República, Uruguay)
Título: Mujer y lucha sindical. Un análisis de los conflictos gremiales de las costureras
de principios de siglo XX.
Autor: Silvina Pascucci
Filiación institucional: UBA - CEICS
Correo electrónico: [email protected]
[email protected]
Mujer y lucha sindical. Un análisis de los conflictos gremiales de las costureras de
principios de siglo XX.
Estudiar los conflictos sindicales en la rama de la confección de indumentaria
tiene una particularidad ligada al carácter femenino de su trabajo. En efecto, el mayor
porcentaje de la fuerza de trabajo empleada en la industria estaba constituida por
mujeres, muchas de ellas de corta edad, que se dedicaban, en su mayoría, a la costura de
las prendas. ¿Cómo y en qué medida se organizaban estas costureras? ¿Qué papel tenían
dentro de la organización gremial? ¿Cómo era vista su sindicalización por parte de sus
compañeros varones? ¿Y por ellas mismas? Todas estas preguntas surgen con mayor
fuerza si observamos que, en general, el gremio siempre fue dirigido por varones. Como
veremos en este artículo, los delegados, representantes gremiales y otros dirigentes
sindicales fueron, en su mayoría, sastres o cortadores varones. Resulta casi imposible
encontrar una costurera en alguno de estos cargos.1 ¿Por qué?
Las mujeres, generalmente identificadas con el hogar y el cuidado de sus hijos,
parecen haber tenido mayores dificultades para comprometerse con el ámbito sindical.
Además, no debe perderse de vista un condicionante material que las limitaba: la doble
jornada. No debe perderse de vista que, luego de una extenuante jornada laboral (dentro
o fuera de la casa), la mujer debía hacerse cargo de las tareas domésticas, quitándole el
tiempo necesario, que sí podía tener el marido, para las tareas políticas y sindicales. Es
necesario balancear, entonces, hasta qué punto la discriminación de género operaba
como un elemento ideológico que, inmerso no sólo en las clases dominantes, sino
también reproducido por los varones, y en algunos casos, las mujeres de la clase obrera,
obstaculizaba el desarrollo de la sindicalización femenina. En nuestra rama, este
elemento seguramente potenciaba las dificultades objetivas a la sindicalización (de
hombres y mujeres), vinculadas con las características del trabajo, en particular, la
extensión del trabajo a domicilio.
El trabajo femenino y el movimiento obrero
La novedad del trabajo femenino, hacia fines del siglo XIX, no fue una noticia
bien recibida por los obreros varones. En aquellos momentos, fue más fuerte el miedo
por la baja de salarios y la posibilidad de perder el empleo, generado por la
1
Si rastreamos los delegados de las comisiones de salario del Departamento Nacional del Trabajo (DNT),
encontramos que en su totalidad son varones. Ver, por ejemplo, Boletín del Departamento Nacional del
Trabajo (BDNT), Febrero-Marzo-Abril de 1935; y BDNT Julio-Agosto de 1937. También en La
Vanguardia podemos observar que los delegados de las asambleas, los miembros de la comisión directiva
del sindicato y otros representantes gremiales, son, en su gran mayoría del sexo masculino. De todos
modos, existieron algunas mujeres que se destacaron por su activa militancia sindical y política, pero
fueron la excepción. Podemos nombrar en particular a Carolina Muzilli que, además de militante del
Partido Socialista y gran investigadora de las condiciones de vida de la clase obrera, fue una costurera a
domicilio que murió de tuberculosis a los 28 años. Ver el interesante trabajo sobre su vida y obra en
Cosentino, José Armagno: Carolina Muzilli, CEAL, Bs. As., 1984.
exacerbación de la competencia producto del ingreso de la mujer al mercado de trabajo
y el desarrollo de la mecanización de las tareas. Por ello, la primera reacción del
movimiento obrero frente al trabajo femenino fue su rechazo y la lucha por su
prohibición. El primer Congreso de la Federación Obrera Argentina, en 1901, resolvía
prohibir el trabajo de las mujeres porque podía constituir “un peligro para la maternidad
o un ataque a la moral”2. Ante su inevitable persistencia, las prohibiciones se
parcializaron, negándose, por ejemplo, al trabajo nocturno de la mujer, o su desempeño
en aquellas ramas que pudieran afectar su salud o su moral3. Lo que mas “disgustaba” al
movimiento obrero era que la mujer entrara en las fábricas. Se mezclaba aquí el natural
temor a ser reemplazados en sus puestos de trabajo con un prejuicio social que estaba
vinculado al rol de la mujer en la sociedad. Este rol era el de cuidar a la familia y
asegurar la reproducción humana a partir de la procreación y la crianza de los hijos, es
decir, ser madre. El ambiente de la fábrica era visualizado como un peligro para el
cuerpo y para la mente de las mujeres; en el primer caso, porque su salud se pondría en
juego en las fábricas y con ella, la salud futura de toda la sociedad. Por otro lado,
compartir el espacio fabril con los hombres podría ser un riesgo para la “moral” y la
“virtud” femeninas. Por esta razón, el trabajo a domicilio no era tan “mal visto” ya que,
al menos, la mujer se resguardaba en su hábitat supuestamente natural: el hogar.
Aunque el salario era mucho menor, las jornadas de trabajo, más largas y las
condiciones laborales no eran para nada mejores que en la fábrica4, se suponía que las
2
Bilski, Edgardo: La FORA y el movimiento obrero, Bs. As., CEAL, 1985, p. 192.
Esta actitud estuvo muy presente también entre los hombres de la burguesía que, si no podían negar la
necesidad de las mujeres de salir a trabajar, intentaban al menos mantenerlas fieles a ciertas profesiones
“ideales para ellas” (docencia, enfermería, costureras, planchadoras, etc.) Ver, por ejemplo, Rivarola,
Enrique: “La mujer en la enseñanza”, en Boletín del Trabajo, abril 1927, Bs. As., p. 33. La convulsión
que generó el desarrollo del trabajo femenino por la competencia con el hombre, también puede verse en
varios escritos de la época, como por ejemplo Quevedo, Federico: “¿La mujer desplaza al hombre en su
trabajo?”, en Boletín del Trabajo, mayo 1928, p. 21.
4
Para un mayor análisis del trabajo a domicilio y del empleo interno en la rama de la confección de
indumentaria, ver Pascucci, Silvina: Costureras, monjas y anarquistas. Trabajo femenino, Iglesia y lucha
de clases en la industria del vestido (Bs. As. 1890-1940), Bs. As., Ediciones ryr, 2007.
3
mujeres deberían preferir el trabajo domiciliario y desechar la idea de entrar a las
fábricas y talleres manufactureros.
Pero finalmente, el trabajo femenino terminó imponiéndose ya que era una
necesidad de toda la familia obrera frente a la escasez y la pobreza cotidianas5. En
consecuencia, la postura de los partidos políticos y sindicatos obreros fue virando y,
luego de aceptar la igualdad (al menos en términos generales) entre hombres y mujeres
en el trabajo, se enfocaron, en su mayoría, en la lucha por la reglamentación y la
agremiación del trabajo femenino.
El Partido Socialista fue, sin duda, quien más energía puso en lograr la
promulgación de una legislación obrera que contemplara, en especial, la situación de la
mujer. Si bien esta legislación significaba un paso importante en la lucha por mejorar
las condiciones de venta de la fuerza de trabajo (aunque, su cumplimiento era burlado
en muchas ocasiones), resulta interesante detenerse en la justificación que el Partido
Socialista utilizaba para argumentar la necesidad de reglamentar el trabajo de la mujer.
En relación al problema de los salarios, por ejemplo, la secretaria de la sección
femenina de la Federación del Vestido aseguraba que las costureras debían “valorizar el
trabajo que producen, de manera que puedan atender a las necesidades de su hogar.”6
Como sostiene María del Carmen Feijoo, la idea de cuidar a la mujer trabajadora, para
cuidar a la madre que debe garantizar la reproducción social estaba presente también en
los militantes y las militantes del socialismo, aunque coexistía contradictoriamente con
un discurso más progresista de liberalización de la mujer y de lucha por mejorar las
condiciones de vida. Así, por ejemplo, en un folleto escrito por Gabriela L. de Coni en
1903, titulado “A las obreras. Consideraciones sobre nuestra labor”, la militante
“Al lanzarse la mujer a la calle e ingresar a la producción, no lo hace por el concepto equivocado que
sabemos escuchar de muchas personas, para satisfacer un capricho o gastar el salario en lujos. ¿Cuál es la
vestimenta lujosa de una obrera que gana 1, 2 o 3 pesos por día de 10 hs. como mínimo?”, LV, 23 de abril
de 1940.
6
LV, 23 de Abril de 1940
5
socialista se dirige a los obreros varones y les pide que envíen a sus mujeres e hijas a
trabajar “sólo en caso de extrema necesidad”. Este tono sexista era pocas veces
cuestionado. Podemos mencionar como ejemplo disidente un drama anónimo titulado
“Feminismo”, citado por Feijoo, en donde, frente al debate sobre la mujer trabajadora,
uno de los personajes exclama:
“Siempre la cantinela de la procreación de la especie; pretende Ud. anular la
personalidad de la mujer, hacer de ella asgo así como una simple reproductora de seres
(…) Las mujeres que trabajan física e intelectualmente forman hoy legión y tienen
hijos”7
Otra de las respuestas del movimiento obrero frente a la extensión del trabajo
femenino fue la lucha desplegada por agremiar a las mujeres. En este caso, también el
anarquismo sumó sus esfuerzos, aunque muchas veces en discusión con el Socialismo.
En el 3º Congreso de la FOA (1903) se debatió arduamente sobre el modo en que debía
sindicalizarse a la mujer obrera: en sindicatos específicamente femeninos o por oficios
junto a sus compañeros varones. Finalmente, la resolución aprobada disponía que no
debía hacerse diferencia de sexo dentro del ámbito sindical, proponiendo la
sindicalización de las mujeres y los hombres por oficios.
En la rama del vestido, nunca hubo sindicatos sólo de mujeres, al menos en
Buenos Aires. Las costureras se agremiaban en las secciones correspondientes, tanto del
SOIV como de la UOSCCyA. Pero en la década del ´30 se desarrolló un fuerte debate
entre el sindicato socialista y la Unión de Cortadores de Confecciones (UCC), ya que
este último lanzó una campaña por la creación de un Sindicato de Costureras. Según
“Feminismo”, en Almanaque Socialista, LV, 1907. Citado en Feijoo, María del Carmen: “Las
trabajadoras porteñas a comienzos de siglo”, en Armus, Diego (comp.): Mundo urbano y cultura popular,
Sudamericana, Bs. As., 1990. p. 309.
7
sostenía la UCC, “no existe ninguna organización que cuente con los medios eficaces
para organizar a las costureras a domicilio”.8 El SOIV denunció esta actitud como
divisionista, aclarando que en su sindicato existía una sección de trabajadoras a
domicilio y que “hace años que la FOV lucha por el mejoramiento de las costureras”.9
En realidad, el debate entre ambas organizaciones estaba cruzado por un debate que
excedía a la agremiación de las mujeres y que estaba vinculado con las diferentes
estrategias de sindicalización: por rama o por oficio. En efecto, el SOIV quería unificar
su gremio con el de los cortadores y afianzar la Federación, incluso a nivel nacional. La
UCC, por el contrario, quería mantener sindicatos autónomos (agrupados por oficios)
que, a lo sumo, conformaran una federación local, pero manteniendo la autonomía de
cada uno. La discusión entre ambos sindicatos se agotó rápidamente, ya que la UCC no
tenía la fuerza para imponer su estrategia y quedó aislada.
El esfuerzo por agremiar a las mujeres no fue exclusivo del anarquismo y el
socialismo. La Iglesia también desplegó un importante arsenal para construir sindicatos
de obreras. Los militantes católicos del período promovían la sindicalización de la
mujer en organizaciones dirigidas también por mujeres, pero pertenecientes a la “alta
sociedad”. En efecto, era muy fuerte el papel asignado a las “señoras distinguidas”,
quienes debían cumplir su “deber de posición social”, ayudando a sus “hermanas”
menos favorecidas. En los discursos católicos aparece insistentemente una glorificación
del sexo femenino (haciendo referencia a las mujeres de la burguesía) por la influencia
moral y ética que ejercían sobre la sociedad, por su bondad, su capacidad de dar amor,
de cuidar a los necesitados, etc. Estas “virtudes” propias de las mujeres permitían, según
el discurso cristiano, que ellas se convirtieran en la “mejor ayuda del hombre, como su
8
9
LV, 29 de Diciembre de 1937
Ídem.
cooperadora y compañera.”10 Por supuesto, esta reivindicación de la agremiación
femenina y del rol que la mujer burguesa tenía en su desarrollo, aparece
permanentemente acompañada de un fuerte rechazo a los sindicatos socialistas y
anarquistas. La mujer cristiana, bondadosa, dulce y caritativa, constituye la imagen
opuesta a la del militante de izquierda (en su versión femenina o masculina) que “arroja
a la mujer fuera del hogar y a las plazas.”11
Organizar a las costureras
El problema de organizar sindicalmente a las mujeres que trabajaban para la
industria de la confección es un tema siempre presente en las fuentes gremiales y
políticas del período. La realidad es que, si bien un porcentaje muy importante de las
mujeres era parte del mercado de trabajo capitalista, una porción muy baja de ellas
participaba activamente en la vida del sindicato. Como relata Bialet Massé en su
informe “cuando doscientas mujeres asisten a un mitín, hay dos mil que por timidez no
va a él”; aunque agrega que esas dos mil “las acompañan y hacen una propaganda tan
eficaz como las que salen a la calle.”12 En efecto, decir que las mujeres estaban ausentes
en las luchas obreras sería faltar a la verdad. Otra vez podemos citar a Bialet Massé, que
se sorprendía de ver
“…grupos de mujeres de cien y de doscientas y más tomar parte en las huelgas y
manifestaciones públicas, y aisladamente oírlas protestar que ellas no dejan de ser
religiosas, pero que, aunque se lo diga el padre, no aceptan estar obligadas a dejarse
10
Ver Palau, Gabriel: Las señoras ante la sindicalización obrera femenina, Bs. As. 1922. También, del
mismo autor: Pro sindicalización obrera católica, Bs. As, 1921
11
Liquemo, José M.: Sindicato de las obreras de la Aguja, Córdoba, 1919.
12
Bialet Massé, Juan: Informe sobre el estado de la clase obrera, Hyspamérica, Bs. As., 1986, Tomo II,
p. 667.
matar de hambre, ni trabajar en el taller hasta concluirse; lo que indica un principio de
rebelión, más extendido de lo que se cree.”13
En Tucumán, por ejemplo, hacia 1936 existían más de 17.000 costureras, de las
cuales sólo 300 estaban organizadas en la “Sociedad de Obreras Costureras.” Pero
nuevamente aquí encontramos que estas 300 obreras iniciaron una serie de conflictos y
movilizaciones que arrastró a todo el gremio a la huelga general, con un importante
porcentaje de acatamiento.14 En Buenos Aires, lamentablemente no tenemos el dato
exacto de la cantidad de mujeres agremiadas en el Sindicato del Vestido, pero es claro
que ellas participaban de las huelgas y movilizaciones convocadas por el gremio. En las
noticias sobre conflictos publicadas en La Vanguardia, se hace alusión continuamente a
esta participación. Además de las huelgas específicamente de mujeres, como la de las
planchadoras de la casa Dominomi15, de las obreras de la fábrica de ropa blanca del Sr.
Gómez16, o de las 100 costureras de “La Vainilladora Argentina” 17, también se hace
referencia a la lucha conjunta de “obreros y obreras del vestido”, “planchadores y
planchadoras”, “sastres y costureras”, etc. En medio de una importante huelga de sastres
en 1934, La Vanguardia resalta que “mucho entusiasmo se nota entre las compañeras
costureras, chalequeras y pantaloneras”.18
Sin embargo, aunque es claro que las mujeres participaban de las luchas,
tampoco puede negarse que, al menos en la industria del vestido, el sindicato y las
organizaciones obreras encontraban serios obstáculos para agremiar a las trabajadoras.
13
Ídem.
Altabef, Norma y Landaburu, Alejandra: "Las trabajadoras a domicilio: la huelga de las costureras en
Tucumán, 1936", en Espacios de Género, Tomo II, III Jornadas de Historia de las Mujeres, Rosario,
1995.
p. 243
15
LV, 5 de Junio de 1919.
16
LV, 9 de Junio de 1919
17
LV, 8 de Junio de 1938
18
LV, 23 de Septiembre de 1934.
14
En La Vanguardia también pueden rastrearse las quejas del Sindicato de Obreros de la
Industria del Vestido (SOIV) por la dificultad de agremiar a las mujeres, aunque sean
ellas quienes, como aclara el diario, sufren las peores condiciones de trabajo. Así lo
expresa la secretaria de la sección femenina de la FOV, María Elena Álvarez: “Varias
veces insistimos en la necesidad de organizar a las mujeres pero todavía no podemos
tener la satisfacción de ver multiplicadas nuestras filas.”19 Algo similar dice Ramón
Vega, secretario del SOIV, cuando expresa la importancia de la legislación “como
medio de evitar o atenuar en algo la enorme explotación que sufren, especialmente las
mujeres, que son, a la vez las que menos responden al llamado de la organización.”20
Estos “tropiezos que encontramos para organizar a las mujeres”21 eran atribuidos, según
el sindicato, principalmente a la falta de conciencia. Por este motivo, las permanentes
campañas de agitación y propaganda sindical para lograr la agremiación de las
costureras, estaban basadas en el intento de despertar esa conciencia, de convencerlas de
la necesidad de luchar contra la explotación capitalista y de fomentar un espíritu menos
sumiso y más combativo:
“Las obreras del vestido (…) deben organizarse para defender su derecho a la
vida (…) Para corregir en lo posible semejante situación, las entidades obreras han
realizado grandes esfuerzos procurando que las mismas {las costureras} se incorporen a
la organización (…) Pero hasta ahora los esfuerzos de la organización han chocado con
la apatía y los prejuicios de la gran masa. Sin embargo no se ha abandonado la tarea, por
el contrario, se multiplican las actividades tendientes a organizar a estas obreras (…) La
FOV llama por medio de este comunicado de prensa a todas las obreras del vestido,
ropa blanca, modistas, camiseras, sombrereras, y demás que trabaja en labores de
19
LV, 23 de Abril de 1940
LV, 11 de Octubre de 1940
21
LV, 18 de Abril de 1935
20
Señora, para que ingresen en la organización e iniciar así su defensa de la voracidad de
los capitalistas del gremio que hoy las están haciendo víctimas de la más brutal
explotación.”22
En algunos casos la escasa agremiación de las mujeres también era atribuida a la
ideología dominante que discriminaba al sexo femenino; a “su tradicional ecuación,
rodeada de prejuicios sociales (que) no les permite hacerse valer por sus propios
medios.”23 Pero la respuesta que daban los militantes sindicales (y también sus
compañeras mujeres) a esta discriminación, puede entenderse, en parte, como un
reforzamiento de esta ideología sexista. La propia secretaria de la agrupación femenina
del SOIV ya citada, exclamaba que con la participación en el sindicato “nos elevaremos
a nuestra verdadera personalidad, como obreras en la producción y como madres en
nuestro hogar.”24 Aquí vemos, nuevamente, la presencia del discurso que identifica a la
mujer con la madre y la búsqueda de agremiar a las trabajadoras pero en defensa de su
maternidad. En ninguna de las fuentes se encuentra mencionado el problema de la falta
de tiempo de las mujeres para dedicarse a la actividad sindical. No se discute, por
ejemplo, la posibilidad de que los varones ayuden a las mujeres en el cuidado de los
hijos y en la realización de las tareas domésticas. Tampoco aparecen en los pliegos de
condiciones presentados a las firmas en conflicto, ninguna reivindicación específica de
la mujer obrera, como la licencia por maternidad o la construcción de guarderías para
sus hijos, aunque estos temas estaban presentes en los debates sobre la legislación
laboral.25
22
LV, 28 de Septiembre de 1935
LV, 23 de abril de 1940
24
Ídem.
25
En Agosto de 1934 se entrega en el Senado una nota firmada por mujeres que solicitan la promulgación
de una ley que reglamente la licencia por maternidad, presentada hacía 25 años por el Partido Socialista.
LV, 8 de Agosto de 1934.
23
En síntesis, es posible que la debilidad de la agremiación de las costureras
estuviera vinculado a que el propio sindicato y las propias militantes que encabezaban
las campañas de propaganda, no tomaban en cuenta la problemática específicamente de
género que existía en el gremio y, a la vez, terminaban reproduciendo una ideología que
alejaba a la mujer del ámbito laboral (y por lo tanto del sindical) y la recluía en el
interior de su hogar y su familia.
Trabajo a domicilio y además, femenino
El trabajo domiciliario tenía una importancia sustancial en la industria del
vestido. Los motivos por los cuales este tipo de trabajo estaba tan extendido estaban
vinculados con el abaratamiento de los costos para el capitalista. Además, el aislamiento
de las obreras y el ámbito privado en el cual desarrollaban sus tareas, hacía más difícil,
aunque no imposible, su sindicalización y la lucha por el mejoramiento de sus
condiciones laborales26. Esta es la razón central que explica los problemas que tenían
los sindicatos para agremiar a sus trabajadores. Esto es así, más allá del sexo de los
trabajadores en cuestión; pero, dado que en esta rama la mayor parte de la fuerza de
trabajo que se desempeñaba a domicilio era femenina, entonces, los problemas de
sindicalización se convertían en problemas para organizar a las mujeres. Al carácter
domiciliario del trabajo se agregaba otros elementos que dificultaban todavía más la
actividad sindical. Entre ellos, podemos mencionar la existencia de intermediarios y
talleristas, la inestabilidad laboral (que provocaba que muchos obreros tuvieran sólo 3 o
4 meses de trabajo al año) o la proliferación de talleres productivos en los institutos de
26
En la industria gráfica, por el contrario, las mujeres trabajaban dentro de las fábricas, al igual que sus
compañeros varones. Si bien su grado de sindicalización era menor, no lo era tanto como en la rama de la
confección. Las mujeres gráficas eran aproximadamente una quinta parte de la fuerza de trabajo total
empleada en la industria, y a la vez, representaban un 20 % del total de afiliados al sindicato.
beneficencia, que deprimían los salarios y condiciones de trabajo del resto de la rama y
constituían una reserva de mano de obra disponible para boicotear huelgas o reemplazar
a huelguistas despedidos27. Por otro lado, como explicaba Ramón Vega, secretario del
SOIV “el gremio está divido en especialidades bien diferenciadas (…) Esta diversidad
de la rama provoca un complejo mecanismo gremial y de organización.”28 En efecto, el
desarrollo de varios sindicatos distintos (según los oficios) debilitaba también la
situación y muchas veces las disputas entre estos sindicatos tenían consecuencias
negativas: “las obreras se confunden y optan por quedarse en sus casas.” 29 Las
características propias de esta industria y del trabajo que en ella se realiza son el
principal motivo que explica los problemas de sindicalización de sus trabajadores y
trabajadoras30
Pero está claro que aquí no se agota la cuestión. Efectivamente el carácter
femenino del trabajo agregaba un obstáculo extra. Como vimos en este artículo, la
discriminación de género (basada en la ideología dominante que subordinaba a la mujer
al ámbito doméstico y a su función de madre) operaba como un elemento más que
dificultaba la agremiación de las mujeres costureras. Sobre todo porque esta ideología
era reproducida por los propios militantes (varones y mujeres), especialmente los del
Partido Socialista, que dirigieron el gremio durante gran parte del período. Como
sostiene Marcela Nari “La representación que la clase obrera tenía de si misma, a fines
del siglo XIX y principios del XX, estaba construida sobre las experiencias y la imagen
del obrero-varón (…) no se tomó en cuenta el “peso” que el ámbito doméstico y el
27
Desarrollamos la problemática del trabajo femenino e infantil en los talleres de costura de los institutos
de beneficencia en: Pascucci, Silvina: “Caridad y explotación. El trabajo en los institutos de beneficencia
y el desarrollo del capitalismo en la Argentina de principios del siglo XX”, en Razón y Revolución nº 10,
primavera de 2002.
28
LV 18 de Abril de 1935
29
LV, 29 de Diciembre de 1937
30
Algo similar sostiene Mirta Lobato cuando analiza las condiciones de sindicalización de los obreros y
las obreras del frigorífico Armour. Ver Lobato, Mirta: “Mujeres en la fábrica. El caso de las obreras del
Frigorífico Armour, 1915-1969”, en Anuario IEHS, V, Tandil, 1990
trabajo allí realizado pudo haber tenido en la conformación de la conciencia de clase de
las obreras.”31 Aunque se han dado inmensos pasos en este sentido, resulta necesario
pensar estas problemáticas, a la luz de los obstáculos y desafíos que la incorporación de
la mujer a la lucha política todavía sigue planteando en nuestros días.
Nari, Marcela: “El movimiento obrero y el trabajo femenino. Un análisis de los congresos obreros
durante el período 1890-1921”, en Knecher, Lidia y Panaia, Marta (comp.): La mitad del país. La mujer
en la sociedad argentina, Bs. As., CEAL, 1994, p. 266.
31
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