4 SEDUCIDOS POR EL LADO OSCURO DE LA FUERZA. GÉNERO Y SEXUALIDAD EN EL UNIVERSO DE STAR WARS Veronica A. Wilson A lo largo de su popular saga de Star Wars, el guionista-productor-director George Lucas vincula continuamente, por medio de la retórica, la ideología y el simbolismo, la condición de ser mujer, la feminidad y el homoerotismo masculino con el poder destructivo del Lado Oscuro de la Fuerza. Esa energía psíquica maligna, responsable de la muerte de Anakin Skywalker y su reencarnación simbólica en el lord sith Darth Vader; la masacre de los caballeros jedi; el auge de la antigua Orden Sith y su dominio de mundos infinitos; y el desmoronamiento de la democracia representativa galáctica, es tanto «femenino» como «feminizante». El Lado Oscuro azuza y fortalece las maquinaciones del lord sith Darth Sidious, que se convierte en el Emperador Palpatine, auténtico villano de la saga. Este ensayo explora cómo un tema fundamentalmente misógino de Lucas —la asociación de la feminidad con la oscuridad, el engaño y el declive moral— se expresa dramáticamente a través del personaje de Anakin/Vader y sus deseos controvertidos. Es el Lado Oscuro, personificado por un Palpatine/Sidious sexualmente ambiguo, lo que «seduce» a Anakin para unirse a los sith, asesinar a los jedi y colaborar en la creación del Imperio Galáctico. A lo largo de las películas, y a pesar de su formación como jedi, Anakin/Vader rara vez hace gala de responsabilidad moral, y opta por tomar decisiones trascendentales basándose en el «apego» emocional y posesivo hacia su madre, su mujer y su mentor Palpatine. Al final, dos décadas después de que Vader abrazase la oscuridad, es el apego hacia su hijo Luke Skywalker —más que un auténtico cambio de espíritu ideológico— lo que redime a Anakin y destruye la orden de los sith para siempre. Los académicos han debatido largo y tendido sobre cómo George Lucas se inspiró en los análisis mitológicos de Joseph Campbell y los arquetipos junguianos para crear los personajes y los acontecimientos de la saga de Star Wars. Sin embargo, son pocos los que han analizado cómo los personajes y las historias de Lucas también reflejan, al parecer, otro tipo de actitudes culturales y de autoridad —supuestos tan 1 profundamente arraigados que pasan en buena parte desapercibidos; inconscientes, y puede que no intencionados—. En efecto, tras un primer análisis la saga de Star Wars parece decir poco sobre las mujeres, y mucho menos sobre la misoginia o la homofobia. Aunque sólo hay un puñado de personajes femeninos en las seis películas (un hecho significativo de por sí), tres de ellas —la Reina/Senadora Padmé Amidala, la Princesa Leia y la líder de la Alianza Rebelde Mon Mothma— se nos presentan como líderes fuertes y con competencia política, portavoces compasivas de la democracia y la libertad galáctica. Además, salvo por unas cuantas alusiones torpes a la atracción y el amor entre hombres y mujeres, no hay personajes abiertamente sexuales en las películas, excepción hecha de los (y esto resulta muy significativo) condenados Anakin y Padmé. Lucas ha afirmado en repetidas ocasiones que el público al que se dirige son los jóvenes, y que él ve la saga de Star Wars como una serie de películas familiares que minimizan, a menudo hasta ignorarlo, el peliagudo tema de la sexualidad y sus consecuencias potenciales. No obstante, las películas tienen una orientación explícita y nostálgicamente heterosexual, y resulta evidente que Lucas nunca pretendió que transmitiesen ningún tipo de mensaje sobre la homosexualidad o el deseo entre seres del mismo sexo. Sin embargo, y a pesar de las intenciones creativas conscientes de Lucas, las películas contienen una buena cantidad, implícita y explícita, de misoginia y homoerotismo. Además, la saga acaba ofreciendo soluciones patriarcales y homófobas a las crisis políticas y personales claves para el argumento principal. Por si fuera poco, los personajes relacionados de un modo más directo con la tentación, la caída y la redención de Anakin Skywalker/Darth Vader —Shmi Skywalker, Padmé Amidala y Sidious/Palpatine— son figuras ambiguas y polivalentes que, en términos de la filósofa Judith Butler, poseen una «significabilidad» que su creador, Lucas, no puede controlar por completo. Así pues, «siguen significando a pesar de sus autores, y a veces contra las intenciones más valiosas para sus autores». Un análisis minucioso de estos personajes y su impacto en la vida y las elecciones de Anakin/ Vader explicará dicha significabilidad y, al hacerlo, revelará la misoginia y la homofobia implícitas y en ocasiones contradictorias, pero omnipresentes, en el corazón de la saga de Star Wars. Como historiadora de las políticas culturales y de género, analizo el cine popular en busca de contradicciones internas que arrojen luz sobre las preocupaciones y los dilemas de la sociedad moderna. Hasta cierto punto, casi todos los textos culturales 2 abordan cuestiones sobre las relaciones de género y asuntos familiares, las tensiones propias del individualismo y la necesidad humana de un vínculo emocional con los demás. Así las cosas, las películas populares, incluida la saga de Star Wars, son campos de batalla contemporáneos sobre el significado y las políticas sociales. Son objeto de debates culturales vigentes sobre el género y la sexualidad, sobre las relaciones de poder entre los individuos y las instituciones. Según la académica feminista Jackie Byars, el análisis cinematográfico puede ayudarnos a ver «toda la gama de lecturas que un solo texto puede evocar», y revela «las jerarquías de poder que funcionan dentro y a través de los textos», jerarquías «vinculadas a la raza, clase, sexo y diferencias de género». En otras palabras, un análisis minucioso de las películas de Star Wars no sólo puede ayudarnos a conocer los problemas de una galaxia muy, muy lejana, sino también a entender cómo las películas reflejan y ayudan a configurar potencialmente las batallas culturales en materia de género y sexualidad en la sociedad contemporánea. Los textos pueden leerse, y se leen, de manera diferente según la época y el lugar, pero tal y como señala Byars también «participan en el proceso ideológico que forma a sujetos reales, históricos y sexuados: seres humanos». Rechazar de buenas a primeras las películas de Star Wars como una saga de aventuras-romántica pedestre que no puede someterse a ningún análisis significativo, como han hecho algunos analistas, es erróneo y puede que incluso irresponsable. Habida cuenta de la enorme popularidad de la saga, su impacto cultural y psicológico potencial en millones de espectadores —y en sus identidades y opiniones individuales en materia de género y sexualidad— no debería subestimarse. Como ocurre con cualquier texto, las películas de Star Wars pueden leerse en busca de ideologías tanto dominantes como conflictivas: en busca de temas que defiendan los valores y prejuicios culturales mayoritarios, o temas que los cuestionen o los subviertan. En este ensayo, analizo la saga de Lucas y varias de sus novelas derivadas, y en algunos casos las leo a contracorriente, por así decirlo, interpretando dichos textos con mi propio conjunto de lecturas, que giran en torno a la sexualidad y al género. Por supuesto, siempre cabe la posibilidad de hacer lecturas alternativas, incluidas las que sin duda Lucas preferiría. Mi interpretación pretende señalar algunos de los mensajes conflictivos sobre sexualidad y género en la filmografía de Star Wars, y así ofrecer lecturas contrarias que identifican y cuestionan los mensajes misóginos y homófobos presentes en las películas. Al hacerlo, confío en que analizar la saga de Star Wars como un conjunto de textos mayoritarios pueda abrir, si no específicamente un 3 «espacio feminista», en palabras de Byars, sí al menos una oportunidad para las interpretaciones no patriarcales, no homófobas y más igualitarias. Un análisis detallado de la «seducción» de Anakin Skywalker por el Lado Oscuro de la Fuerza a lo largo de las películas de Star Wars revela que la perdición moral del afligido caballero jedi no sólo es melodramática y —según la creencia de los jedi y los sith en el destino, tal y como se apunta en los seis episodios— probablemente esté escrita, sino que también está sobredeterminada. Una vez que el público sabe que, según la sabiduría jedi, los vínculos emocionales profundos con otros seres pueden allanar el camino hacia el Lado Oscuro a través de la posesividad y el miedo a la pérdida, se vuelve evidente que la personalidad de Anakin es bastante peliaguda. En el Episodio I: La amenaza fantasma, vemos su profundo vínculo emocional con su madre Shmi Skywalker, único miembro de su familia que ha conocido. La suya es una relación estrecha y amorosa, a pesar o quizá debido a las dificultades de la vida en esclavitud, que evidentemente condiciona a Anakin (a diferencia de la mayoría de niños jedi, que no conocen más figuras parentales que los caballeros, pues son educados desde su infancia en el Templo Jedi) a esperar y desear vínculos emocionales íntimos con otros seres. Por lo poco que vemos de Shmi, es evidente que su vida gira en torno a su hijo pequeño y precoz, al que anima abnegadamente a separarse de ella, huir de la esclavitud en el riguroso planeta desierto de Tatooine y perseguir su destino como caballero jedi en la capital galáctica de Coruscant. A pesar de la abnegación de Shmi y la seguridad emocional de Anakin a su lado, Lucas plantea que esa relación de amor entre madre e hijo es, precisamente, una causa primaria o fuente de los acontecimientos que poco a poco transformarán a Anakin Skywalker en el terrible lord sith Darth Vader. Como era de esperar, desde la llegada de Anakin al Templo Jedi, el niño de nueve años está preocupado por su madre, que se ha quedado como esclava en un planeta del Borde Exterior situado a miles de años luz. Tampoco sorprende que la eche de menos, pues nada hace pensar que nunca antes se hubiera separado de ella. Y, sin embargo, para los maestros jedi que decidirán su futuro, los miedos y la melancolía de Anakin son una fuente de seria preocupación. En el primer encuentro de Anakin con el Consejo Jedi, vemos el primer presagio dramático de la dinámica emocional que más adelante será responsable de la caída de Anakin en el Lado Oscuro. «El miedo», advierte el Maestro Yoda, «lleva a la ira. La ira lleva al odio. El odio lleva al sufrimiento». El miedo por el bienestar de los seres queridos, el miedo por la ruptura de 4 vínculos emocionales, se considera una de las principales rutas hacia el Lado Oscuro. Así, Anakin recibe nada más empezar la primera lección, y la más importante, que nunca aprenderá realmente como padawan o caballero jedi: ese desapego emocional, la compasión y la preocupación por todos los seres de manera abstracta, pero no los vínculos con las personas concretas, deben gobernar el comportamiento y la actitud de todo jedi. Los vínculos intensos y pasionales de cualquier tipo son un camino posible hacia el egoísmo, la oscuridad y el mal. Independientemente de que los espectadores estén o no de acuerdo con esa lógica, las preocupaciones de Yoda se vuelven bastante evidentes en el caso de Anakin. A lo largo de la historia que narra La amenaza fantasma, Anakin encuentra una especie de figura materna sustituta en Padmé Amidala, la joven reina de Naboo a quien los primeros maestros jedi de Anakin, Qui-Gon Jinn y Obi-Wan Kenobi, están intentando proteger de sus diferentes enemigos políticos. Ante la preocupación maternal de Padmé por su bienestar, el precoz Anakin, a pesar de su corta edad, pronto se interesa por ella a un nivel romántico, convencido de que un día se casarán —sin importar la prohibición jedi de estas relaciones—. Al poco de separarse de Shmi, encuentra otra mujer sobre la que concentrar su aparente necesidad profunda de vínculos emocionales. A lo largo de la década que separa los acontecimientos de La amenaza fantasma y los del Episodio II: El ataque de los clones, la fijación de Anakin por Padmé sigue creciendo hasta convertirse en una auténtica obsesión erótica, casi irracional. En ese punto, El ataque de los clones toma un rumbo dramáticamente misógino, culpando tanto a Padmé como a Shmi de las emociones posesivas violentas de Anakin y su consiguiente traición descarada a las reglas y los valores jedi. Casi desde las primeras escenas de la película, los espectadores notan la fijación obsesiva y casi acosadora de Anakin por Padmé, a la que no ha visto en casi diez años. Al principio, la joven, ahora senadora de Naboo y objetivo de varios intentos de asesinato, rechaza sus esperanzas y acercamientos, pero acepta su ayuda como escolta para protegerla hasta su planeta natal, y pronto —de manera un tanto inexplicable— empieza a recibir de buena gana sus atenciones prohibidas y más intensas de la cuenta. A pesar de ser varios años mayor que Anakin, de conocer a la perfección las prohibiciones de los jedi y de estar comprometida con el éxito de su propia carrera en el Senado, Padmé empieza a emitir señales confusas, protestando ante los acercamientos de Anakin, pero sin dejar de alentarlos al mismo tiempo; recordándole en unas ocasiones sus respectivas 5 obligaciones y reconociendo en otras la creciente —e inexplicable, para la mayoría de espectadores— atracción romántica que siente por Anakin. En efecto, cuanto más posesivo y perturbado es el comportamiento de Anakin, más se siente Padmé atraída por él, hasta el punto de que el público se pregunta, medio en serio, si la joven no habrá caído presa, sin saberlo, de alguna especie de sugestión psíquica o persuasión de la Fuerza por parte de Skywalker, algo plausible habida cuenta de la inteligencia que le suponemos y su comportamiento inquietante. Debido a la diferencia de edad entre ambos, y al éxito inicial de los rechazos de Padmé a los acercamientos de Anakin, parece que Lucas sugiere que es la mayor culpable de la decisión de Anakin de estar con ella sin importar las consecuencias. Esa responsabilidad moral es especialmente evidente en la escena con mayor carga emocional y complejidad dialógica del Episodio II, donde Anakin explica su deseo desesperado y Padmé intenta desbaratar sus ambiciones románticas. Y es que, a pesar de que la joven insiste en que no pueden traicionar sus vocaciones y valores morales para perseguir un romance prohibido y secreto, lo hace vistiendo un ceñido corpiño de cuero negro sin tirantes y con un escote generoso, como si se hubiese vestido así deliberadamente para excitar a su pretendiente. La senadora manifiesta su inocencia y su determinación al mismo tiempo que, sin ninguna ingenuidad, desempeña el papel de femme fatale. En esta escena torpe y un tanto confusa, Padmé Amidala, heroína responsable y pulcra, se combina de repente con una seductora sofisticada salida del cine negro. No sorprende que Anakin sólo acepte a regañadientes su argumento y siga confiando en que su corazón cambie de parecer1. El momento álgido de este cortejo surrealista, y la transformación temporal de Padmé en una especie de femme fatale, se produce cuando consuela a Anakin, asegurándole que «enfurecerse es humano», después de que haya masacrado a todo un campamento de bandidos tusken en Tatooine para vengar el asesinato sádico de su madre Shmi. Comprensiblemente alarmado por su propia furia oscura y asesina, Anakin se confiesa con Padmé entre sollozos y descubre que a ella le importa aún más a pesar de (¿o precisamente por?, podrían preguntarse los espectadores) su rabia destructora y las consecuencias alarmantes de ésta. Transido por el dolor y devastado por la 1 Para más información sobre el tópico cinematográfico de la femme fatale y los peligros psicológicos y sexuales que les plantea a los protagonistas masculinos heterosexuales, véanse: Femmes Fatales: Feminism, Film Theory, Psychoanalysis [Femmes fatales: feminismo, teoría cinematográfica y psicoanálisis], de Mary Ann Doane, y Women in Film Noir [Las mujeres en el cine negro], de E. Ann Kaplan. 6 culpabilidad de haber abandonado a Shmi diez años antes, Anakin estalla con un arranque de violencia racista, y sus vínculos cada vez más potentes con ella —a la que necesita con más desesperación que nunca— pronto quedan afianzados por la confesión de amor de Padmé y su boda al final del Episodio II. Así las cosas, las relaciones emocionales intensas entre Anakin y estas dos mujeres están en el origen de su oscuridad creciente y de su traición deliberada y tozuda de los preceptos y los valores jedi. Tras la muerte de Shmi, las pasiones demasiado intensas, posesivas e incluso violentas de Anakin, centradas y alentadas por Padmé, siguen creciendo hasta alcanzar unas proporciones destructivas críticas en el Episodio III: La venganza de los sith —con unas consecuencias nefastas para toda la galaxia—. De la misma manera que Anakin estuvo obsesionado durante años con el miedo a la muerte de su madre antes de que se produjera su asesinato en Tatooine, cuando se entera de que Padmé está embarazada también se obsesiona con la posibilidad de que pueda morir durante el parto. A pesar de que Padmé afirma plácidamente que está como un roble, Anakin se hunde cada vez más en el miedo y la desesperación. Al renunciar al sueño y la comida (sin que, para nuestra sorpresa, Padmé se percate, pues parece estar demasiado distraída por la gestación para darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor; ahondaremos en el tema más adelante), Skywalker se vuelve cada vez más irracional, convencido de que la muerte de su amada (y quizá la de su hijo) es inminente y debe evitarla de algún modo. En ese momento, el argumento del Episodio III y la explicación de la caída de Anakin en el Lado Oscuro se vuelven aún más sexistas y confusas, pues culpabilizan más, si cabe, a las mujeres. Skywalker se obsesiona con la idea de que sólo los poderes sobrenaturales que él no posee, y que los jedi no pueden o no quieren enseñarle, serían capaces de salvar a su mujer de una muerte segura. Su miedo extremo a la pérdida, combinado con su dependencia emocional de Padmé, lo lleva al límite. Y si la Senadora-Reina Amidala de los Episodios I y II, con sus convicciones férreas, podría haberlo ayudado o haberlo hecho entrar en razón, la Padmé de La venganza de los sith parece haber perdido su personalidad potente y buena parte de su inteligencia individual. Una vez que Padmé, un ejemplo vivo de los problemas de Lucas para escribir sobre las mujeres y comprenderlas, se convierte en esposa y futura madre, se 7 vuelve pasiva e inútil2. Es como si su despertar sexual y su matrimonio con el temperamental y obstinado Skywalker le hubieran impedido seguir siendo una política independiente y decidida, y una mujer guerrera, para convertirse en un cero a la izquierda dócil, aburrido y domesticado. Padmé, ahora un estereotipo mucho más sexista que cualquier arquetipo real, es la culpable de los excesos de su marido, toda vez que no hace prácticamente nada por contrarrestarlos. Lucas aumenta esa sensación acumulativa de la inutilidad de Padmé al cortar de la película escenas consideradas «irrelevantes» en comparación con las secuencias de acción y efectos especiales que tanto le gustan: momentos de su oposición en el Senado a los poderes cada vez más dictatoriales del Canciller Supremo Palpatine. En cambio, Lucas deja intactos minutos de metraje en los que se encuentra sentada o de pie, a solas en su apartamento, con las manos entrelazadas e inmóviles, observando sus aposentos, oteando por la ventana, con la mirada perdida, sin hacer nada en absoluto3. La domesticada Padmé, que ya no es una heroína o una política convincente, ni siquiera una seductora o femme fatale, constituye tan sólo el objeto del deseo posesivo de Anakin. A pesar de la diferencia de edad, su presunta inteligencia y pragmatismo, y su experiencia política y en tiempos de guerra, la senadora ya no es un agente de su propio destino, del de su marido, y ni siquiera, como veremos, del de sus hijos. En efecto, parece no querer o no poder evitar convertirse en una víctima de la locura obsesiva creciente de Anakin y su caída gradual en el Lado Oscuro. Como respuesta a la frustración de Skywalker con los jedi, la corrupción galáctica y la pasividad de su mujer ante una posible muerte inminente, Padmé se limita a desear que pudiesen volver aquellos días (que en la cronología de Star Wars no parecen haber existido realmente) en los que «sólo importaba su amor», antes de que surgieran diferencias de opiniones políticas entre ellos y de que el conflicto separatista y las Guerras Clon dividieran la galaxia. Este discurso pega tan poco con la personalidad de la otrora resuelta Senadora Amidala que el público suele soltar una risita nerviosa o hacer un gesto de consternación. 2 Para más ejemplos de los problemas de Lucas a la hora de identificarse con las mujeres y crear personajes femeninos, véase: Empire Building: The Remarkable Life Story of Star Wars [Construyendo un imperio: la extraordinaria biografía de Star Wars], de Garry Jenkins. 3 Irónicamente, poco después de acabar de grabar el Episodio III, la actriz Natalie Portman describe a Padmé Amidala como un personaje feminista, haciendo referencia, precisamente, a las escenas políticas que Lucas no tardó en sacar de la película. Véase: «Queen Mother of the Galaxy» [Reina madre de la galaxia], de Brett Rector. 8 En efecto, la pasividad de Padmé parece una de las principales culpables de la caída de Anakin en el Lado Oscuro. Sólo intenta, con poco entusiasmo, y fracasa estrepitosamente, disuadirlo de buscar el conocimiento oculto y prohibido que en teoría —y sin importar el coste personal o galáctico— podría salvarla de una improbable muerte durante el parto. También parece del todo ajena al hecho de que Anakin esté siendo seducido por las lisonjas del Canciller Supremo Palpatine, que pronto le revela su verdadera naturaleza como Señor Oscuro de los sith, con supuestos poderes sobrenaturales sobre la vida y la muerte. Padmé tiene más experiencia política que su marido y ha sido colega de Palpatine durante muchos años. Sabe que éste ha sido el mentor político de Anakin durante más de una década y que el canciller —ya sea porque de verdad se preocupa por la seguridad de la República, por intereses personales, o por ambas cosas— parece ser una grave amenaza para los derechos y libertades civiles de la galaxia. Sin embargo, en ningún momento de la película, ni de la novelación de La venganza de los sith basada en el guión original, Padmé advierte a Anakin de los posibles planes ocultos de Palpatine, ni le sugiere que el canciller podría estar usando al caballero jedi para sus propios fines siniestros. Según la novela (recordemos que estas escenas fueron eliminadas de la película), Padmé se suma a una petición, junto a varios otros miles de senadores, que expresa su preocupación sobre los poderes dictatoriales transitorios del canciller. Pero, inexplicablemente, no discute con Anakin, que se entera por boca de su mentor Palpatine y parece enfadado y humillado por ello. Quizá demuestra una falta de juicio excepcional al no compartir del todo sus preocupaciones con su marido (que, sin duda alguna, podría contribuir a realizar cambios en las políticas de Palpatine), o quizá ya teme a Anakin y no quiere arriesgarse a provocar una posible reacción violenta. En cualquier caso, Padmé muestra una personalidad mucho más débil y tímida que en las dos películas anteriores; una mujer inútil y nerviosa, y una esposa intimidada, incapaz, al parecer, de alterar el rumbo de los acontecimientos. 9