LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA INTRODUCCIÓN El término “Transición” es un concepto muy complejo que es necesario relativizar y contextualizar, estudiando sus múltiples caras, analizando sus condicionamientos políticos, sociales y económicos, y valorando críticamente sus resultados. Desde el punto de vista de la ciencia política, el término “transición” hace referencia a un cambio de régimen político, el paso de un régimen autoritario (el franquismo) a otro democrático (la monarquía parlamentaria de Juan Carlos I). Los límites cronológicos de ese proceso fueron los años 1969 y 1978. 1969 es su fecha de inicio: el año del juramento del entonces Príncipe Juan Carlos como “sucesor a título de rey” del dictador Francisco Franco. La fecha de 1978 es la de su culminación: la aprobación por las Cortes elegidas democráticamente por el pueblo español en 1977, de una nueva Constitución que aseguraba el establecimiento de un nuevo sistema político, basado en el reconocimiento y defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos. Sin embargo, el caso español no fue una excepción ni una novedad en el contexto europeo. Otros países, como Portugal y Grecia, experimentaron, en esos mismos años, una evolución similar desde regímenes dictatoriales hacia democracias pluralistas. Desde el punto de vista de la historia económica y social, este cambio de régimen político coincide en el tiempo con otro proceso tan importante como él: la transformación de España en un país industrializado y urbanizado. Para muchos, la modernización de la sociedad y la economía españolas hizo posible la creación de unas extensas clases medias que se convirtieron en el principal baluarte defensor de la democracia en España. Sin embargo, el periodo 1973-1978 es también el de la llegada a España de los efectos de la peor crisis económica mundial desde el crack de 1929. El nuevo régimen político tuvo que hacer frente a unas circunstancias (paro, conflictividad social y política, terrorismo), similares a las que tuvo que afrontar la Segunda República, y que fueron responsables en buena medida de su fracaso en la década de 1930. Desde un punto de vista sociológico, el período comprendido entre finales de los años sesenta y finales de los setenta asiste al florecimiento extraordinario de una nueva cultura política, difundida LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA por los medios de comunicación de masas, que se aprovecharon de la supresión de la censura gubernativa: - Prensa: La aparición de diarios como “El País” y “Diario 16”; de revistas como “Interviú” y “Tiempo”. - La música popular de protesta: Serrat, Rosa León, Aute, Raimón, Llach y muchos más. - El cine: El “cine de destape”, las películas y documentales que rememoraron la guerra civil y el franquismo. Esta nueva cultura política arraigó rápidamente en una sociedad española que estaba deseando dar un portazo al recuerdo de la Guerra Civil y homologar a nuestro país con nuestros vecinos europeos en libertades democráticas, integración en las instituciones europeas (CEE), nivel de desarrollo, etc. 2.- Los protagonistas de la Transición. La Transición fue el resultado de un pacto o “consenso” entre personas y grupos que hasta entonces habían sido enemigos irreconciliables. Las distancias entre las dos partes seguían pareciendo, para muchos observadores, insalvables en 1975: era el recuerdo de la Guerra Civil y de la dictadura el que separaba, en dos bloques enfrentados, a los “vencedores” de los “vencidos”, a los franquistas de los antifranquistas. ¿Cómo se consiguió articular el nuevo clima de “consenso”?. No fue un proceso fácil, pues estuvo plagado de obstáculos a lo largo de su camino. Personas que habían servido a una dictadura decidieron negociar con los representantes de la oposición el proceso de cambio político. Por un lado, los sectores reformistas del régimen franquista, que luego nutrieron las filas de los partidos democráticos de centro y de derecha (UCD y AP); por el otro, los sectores moderados de la oposición política y sindical (PSOE y PCE, y UGT y CC.OO). Sentar alrededor de una mesa a personas y grupos que hasta entonces habían estado enfrentados fue un proceso largo y difícil. Fue necesaria la buena voluntad de todos, un clima de confianza mutua y, sobre todo, abandonar muchos de los postulados políticos e ideológicos sostenidos hasta entonces. El promotor del diálogo entre los dos sectores fue el rey Juan Carlos. Aunque Adolfo Suárez fue la imagen del nuevo cambio político, sin lugar a dudas el rey fue el principal protagonista de la Transición. Se movió con astucia entre bambalinas, hablando con todos, LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA buscando, en definitiva, un mínimo común denominador entre todos ellos. El resultado de todo ello fue un doble pacto: - En primer lugar, un pacto político cuyo principal fruto fue la aprobación de la Constitución de 1978. Dicho pacto fue conseguido en 1977 tras la legalización del PCE en la Semana Santa y la celebración de las primeras elecciones legislativas en España en cuarenta años. Aunque las Cortes resultantes no tenían un carácter constituyente, en la práctica, todas las fuerzas políticas con representación parlamentaria, con la única excepción del PNV, acordaron formar parte de la comisión que elaboró el nuevo texto constitucional. Por esta razón, la Constitución de 1978, como fruto de un amplio consenso político, es un texto extenso en cuanto a su articulado, ambiguo desde el punto de vista ideológico y político, y democrático por su reconocimiento y defensa de los derechos y libertades de los ciudadanos. - En segundo lugar, un acuerdo con las dos organizaciones sindicales más importantes de la época, UGT y CC.OO, “Los Pactos de la Moncloa”, en 1977, que rebajó ostensiblemente el clima de agitación social en las fábricas y calles de los años 1975 y 1976. Ambas organizaciones consiguieron, a cambio de ceder en muchas de sus demandas sindicales, un papel de interlocutor privilegiado con el gobierno en materia económica y laboral, así como el reparto del cuantioso patrimonio sindical, herencia de los viejos sindicatos verticales franquistas. Este doble pacto fue refrendado, con sus votos en sucesivos procesos electorales, por millones de españoles. No obstante, no todos se plegaron al “espíritu de consenso” que mostraron las principales organizaciones políticas y sociales. Otras muchas, que representaban también a muchos cientos de miles de españoles, lo consideraron una “traición” a unas ideas defendidas durante décadas por muchos de ellos: - Por la derecha, los viejos sectores ultras del franquismo (conocidos como el “Búnker”), con amplias ramificaciones en las fuerzas armadas y grupos paramilitares (“Guerrilleros de Cristo Rey” y “Triple A”), trataron de impedirlo cometiendo atentados y, después de la aprobación de la Constitución, siguieron conspirando para acabar con la naciente LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA democracia española (“Operación Galaxia”, 23-F) con la ayuda de sectores del ejército. - Por la izquierda, las personas y grupos que se oponían al “consenso” alcanzado en 1977 y 1978 se dividieron en dos grupos: por un lado, los partidarios de la violencia (ETA, FRAP y GRAPO) se dedicaron a sabotear las instituciones democráticas, atacando sus puntos más débiles (fuerzas armadas, fuerzas de orden público, político, etc); por el otro lado, se hallaban las personas y grupos que optaron por la protesta pacífica a través de su participación en la sociedad civil. Muchos de ellos, desengañados, terminaron abandonando el activismo político y centrándose en sus respectivas carreras profesionales. 3.- Conclusiones: ¿Es cierta la imagen de la Transición como un “cambio pacífico y consensuado entre todos los españoles”?. El balance histórico es ambivalente. No hay ninguna duda de que la Transición hizo posible un cambio relativamente pacífico y sin traumas hacia una democracia estable y pluralista. Permitió además integrar a la sociedad y economía españolas en Europa y en el mundo. Y, por último, permitió la aparición de una nueva generación de españoles, nacidos en democracia, perfectamente homologable con los jóvenes europeos de su tiempo. Es cierto también que la Transición tiene mucho de “invención”, de campaña mediática, en torno a la “capacidad de consenso” del pueblo español tras cuarenta años de dictadura. La historia contada machaconamente por los media olvida la otra cara de lo que fue la transición, una cara muy amarga y violenta cuyos rescoldos todavía siguen afectando a nuestra convivencia. No es solamente la permanencia del terrorismo en el País Vasco tras 25 años de democracia; o la indefinición sobre la estructura territorial del Estado, como prueba la polémica desatada por el Plan Ibarretxe o el reciente acuerdo de gobierno entre PSC y ERC de Cataluña. Es también la “mutilación de la memoria” , que se manifiesta en la permanencia de nombres y símbolos de la dictadura franquista en muchas calles, plazas y edificios; en el olvido de los centenares de miles de víctimas del franquismo, de los exiliados y de cuantos lucharon contra la dictadura; y también en el olvido de todas aquellas personas anónimas que contribuyeron, con su esfuerzo y LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA sacrificio, a la restauración de la democracia de España. Ellos han sido los grandes olvidados de la Transición a la democracia. Contar su historia es una necesidad ineludible y también un acto de justicia. Seminario de Historia Oral CPR Zaragoza 1