Colegio Woodlands

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Historia. Tercer año. Prof. Lucía Arrieta
Unidad II.
Ficha II: Las sociedades industrializadas
El desarrollo de la industrialización en Europa y en los Estados Unidos transformó profundamente la organización de
todos los planos de la vida social.
Durante el transcurso del siglo XIX, el desarrollo del capitalismo originó la diferenciación de dos nuevas clases
sociales: la burguesía y los obreros industriales.
La burguesía estaba conformada por los grandes comerciantes y banqueros y los dueños de los talleres y de las
fábricas.
El proletariado industrial estaba integrado por los obreros que trabajaban en las fábricas mecanizadas. En los
primeros tiempos de la industrialización, este grupo fue minoría entre el conjunto de los trabajadores que habitaban en
las ciudades y trabajaban en los viejos talleres. Paulatinamente, la expansión y la consolidación de las nuevas industrias
originó el crecimiento del proletariado industrial.
En las fábricas, los obreros trabajaban extensas jornadas de más de catorce horas y recibían como pago de su
trabajo un salario que apenas les alcanzaba para subsistir ellos y sus familias. No tenían ningún tipo de protección por
parte del Estado y era muy frecuente el trabajo de mujeres y niños, a quienes se les pagaban salarios más bajos.
El avance del capitalismo no significó, sin embargo, que las nuevas clases sociales reemplazaran de inmediato a los
grupos característicos de la sociedad preindustrial. Campesinos, artesanos y aristócratas siguieron ocupando un lugar
importante en las sociedades europeas, principalmente en los países donde la industrialización fue más débil.
Las malas condiciones de vida y de trabajo generaron cada vez más conflictos
entre los obreros y los dueños de las
fábricas. En las últimas décadas del siglo
XVIII, las primeras protestas de los
obreros consistieron en destruir los bienes
de la burguesía utilizados en la nueva
producción
industrial,
como
las
maquinarias y los depósitos de materias
primas y de productos terminados. Desde
principios del siglo XIX, los reclamos se
dirigieron contra los patrones y los
obreros abandonaron el método de destruir las máquinas.
El triunfo de la burguesía
Durante la segunda mitad del siglo XIX, la consolidación y la expansión del capitalismo provocaron una mayor
diversificación de la sociedad. La burguesía de los países industrializados era, sin lugar a dudas, la clase social que
había triunfado. Su posición estratégica, como impulsora del nuevo modo de organizar la economía y la sociedad —el
capitalismo—, la transformaba en una clase privilegiada. Pero, al mismo tiempo, sus integrantes tenían distintos niveles
de riqueza y poder económico.
Los miembros de la burguesía más rica y poderosa aumentaron la escala de sus negocios y sus posibilidades de
enriquecimiento. En el plano social, sus acciones estuvieron orientadas hacia la obtención del reconocimiento de su
nuevo prestigio por parte de los otros grupos sociales y muchos se emparentaron con familias de nobles. En el plano
político, ocuparon puestos claves en la administración de los Estados. Poco a poco, este sector conformó una élite —
una minoría-que se diferenció del resto de la burguesía por sus intereses económicos, su forma de vida y sus posiciones
políticas.
También formaban parte de la burguesía otros propietarios que tenían menos poder económico. Este sector de la
burguesía estaba integrado por los dueños de talleres, artesanos independientes, tenderos y modestos comerciantes.
Paulatinamente, en las ciudades se fue diferenciando además un grupo de personas que no participaban
directamente en actividades productivas y que se desempeñaban como profesionales, funcionarios de gobierno,
empleados en la administración pública y empleados de comercios, bancos y compañías de seguros y de transportes.
Este grupo —formado por "trabajadores de cuello blanco"— comenzó a ser denominado sectores medios urbanos o
clases medias. Sus integrantes tenían la aspiración de alcanzar el prestigio social de la burguesía y, con ese fin, imitaban su estilo y sus hábitos de vida, como la práctica de deportes y los viajes, característicos de las familias más ricas.
La organización de la clase obrera
A partir de 1860, en los países industrializados se registró un aumento del número de sindicatos que luchaban por
obtener mejoras en las condiciones de trabajo y de vida de sus afiliados. Los sindicatos eran asociaciones que reunían a los
obreros y a los empleados que trabajaban en una misma rama de la actividad industrial o del sector servicios.
Frente a la expansión del capitalismo a escala mundial, los obreros consideraron necesario organizarse
internacionalmente. Con este propósito crearon, en 1864, la Asociación Internacional de Trabajadores (A/7), conocida
como la Primera Internacional. Estaba formada por agrupaciones obreras de distintos países. Al poco tiempo de su
creación, emergieron diferencias internas entre los grupos anarquistas y socialistas. Ambos tenían como meta de sus
luchas el establecimiento de "una sociedad de iguales, sin clases". Pero diferían sobre cuál era el modo de llegar a ella.
Los anarquistas —seguidores de Fierre Joseph Proudhon y Mijail Bakunin— rechazaban la participación política y cualquier forma de organización estatal, ya que entendían que el Estado era un medio utilizado por los burgueses para
asegurar la explotación de los trabajadores. Proponían como medios de lucha la agitación y la huelga general. Los
socialistas —seguidores de Marx— eran partidarios, en cambio, de impulsar la lucha de clases a través de la
participación política de los obreros. Con este fin, impulsaban la organización de partidos políticos obreros y la
participación en las elecciones; pensaban que a través del sufragio, los candidatos representantes de la clase obrera
podrían llegar a ser mayoría en el parlamento. Sostenían que, de este modo, la democracia política les permitiría llegar
al gobierno y transformar la sociedad capitalista en una sociedad justa, sin clases sociales.
La derrota de los obreros que en 1871 intentaron tomar el poder en la ciudad de París y la profundización de las
luchas internas provocaron la disolución de la AIT.
A pesar del fracaso de la AIT, en 1889 se reunió un congreso de organizaciones obreras en París y fundó la Segunda
Internacional Socialista. Sus fundadores acordaron excluir a los anarquistas y a todos aquellos que no fueran partidarios
de impulsar la lucha política de la clase obrera. Sin embargo, poco después surgieron algunas diferencias sobre cuáles
debían ser los objetivos de la lucha del movimiento obrero. Se diferenciaron dos corrientes: los revolucionarios y los
reformistas. Los primeros sostenían la necesidad de una revolución social para destruir al capitalismo e instaurar la
dictadura del proletariado, los reformistas, en cambio, consideraban que llegarían al socialismo "gradualmente", a
través de la participación, junto con los partidos políticos de la burguesía, en la lucha política parlamentaria y de la
obtención de reformas parciales que mejoraran las condiciones de trabajo y de vida de los obreros.
Entre 1905 y 1914 se produjo la mayor expansión de la Segunda Internacional, pero a su vez se profundizaron los
enfrentamientos entre reformistas y revolucionarios. Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914, se
profundizó la crisis y finalmente la Segunda Internacional se disolvió.
La lucha por las ocho horas y el origen del 1º de mayo
El movimiento obrero estadounidense
En 1869, los obreros estadounidenses organizaron la
primera central de trabajadores denominada Caballeros
de/ Trabajo. Núcleo a más de 1.000 sindicatos, la
mayoría de los cuales eran de obreros no calificados, y
llegó a reunir a 700.000 afiliados. También apoyaron y
participaron en las acciones políticas que esta central
impulsó grupos de intelectuales y sectores medios.
Como en Europa, los sindicatos estadounidenses
también lucharon por la jornada de trabajo de ocho
horas. Una huelga realizada por ese motivo en
Chicago, en 1886, fue reprimida violentamente y siete
dirigentes obreros fueron condenados a muerte. El 1º
de mayo de ese año, la central de trabajadores realizó
una gran movilización e impulsó una huelga general
por "las ocho horas" y para honrar a los considerados
mártires de Chicago. Desde entonces, en muchos países
del mundo —aunque no en los Estados Unidos— el 1o
de mayo se conmemora el Dio del Trabajo.
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