50 TRIBUNA ROY cortado_54 TRIBUNA ROY.qxd 10/11/11 14:48 Página 50 INTERNACIONAL / TRIBUNA LA AMNESIA DE LA GUERRA A Por Joaquín Roy* las once de la mañana del once de noviembre (mes onceavo) de 1918, se firmó el armisticio que dio final a la Primera Guerra Mundial. Hoy, año 2011, apenas se recuerda ese aniversario. Conocido originalmente en Estados Unidos como Armistice Day, el nombre fue cambiado a Veterans Day después de la Segunda Guerra Mundial, con el fin de honrar a todos los que participaron en las contiendas. En Reino Unido fue rebautizado como Remembrance Day. En Bélgica y Francia es Día de Paz en los Campos de Flanders, en reconocimiento de los episodios más sangrientos de la Gran Guerra, que se libró “para acabar con todas las guerras”. En Estados Unidos, el 11 de noviembre apenas se percibe por cierre de las oficinas del gobierno. En contraste, el Memorial Day, un lunes de mayo (para evitar puentes) es fiesta nacional. Se honra no a los licenciados de las guerras, sino a los que no pudieron celebrar su final y victoria, o rememorar derrotas, que de todo hay en la historia imperial de Estados Unidos. Los norteamericanos inauguran la temporada de playa y organizan barbacoas. Algunos visitan las tumbas de sus familiares y antepasados, que raramente conocieron. Pero si en Estados Unidos la guerra es un hecho que se recuerda por el permanente estado bélico del país, la lamentable seña de la raza humana se ha desvanecido en la reciente evolución de la Unión Europea. El recuerdo del final de la Primera Guerra Mundial en Europa ha seguido el destino de la destrucción de un vagón de ferrocarril, donde se firmó el armisticio en 1918. Todo comenzó con el diseño del mariscal Ferdinand Folch para obligar a los alemanes a firmar el armisticio (no una rendición) en un vagón-restaurant de tren trasladado a una aldea diminuta de Rethondes, situada en la región del bosque de Compiègne, a poca distancia de París. El vagón había sido propie50 14–20 de noviembre de 2011. nº 947 dad de Napoleón III, estaba aderezado con emblemas de aura imperial y rezumada una gloria perdida en la guerra franco-prusiana. Los alemanes, aunque no tuvieron más remedio que claudicar, no se tomaron la iniciativa de buen grado y respondieron con cierta arrogancia a los documentos, con huellas de los Quince Puntos de Woodrow Wilson. El presidente norteamericano fue abofeteado luego por su propio Congreso, que rechazó la adhesión a la Sociedad de Naciones. Estaba destinada a evitar mayores guerras europeas. La represalia germana llegó en 1940. Hitler humilló a los franceses obligándolos a EFE Firma del armisticio de la Primera Guerra Mundial en 1918. firmar el armisticio y rendición el 22 de junio, en el mismo vagón de 1918. Con el paso de la guerra, el vagón se trasladó a Alemania, fue destruido por los nazis mientras fenecía la que estaba destinada a ser la finalísima contienda, y sus restos fueron enterrados como un cadáver. Años después, los aliados descubrieron unos leños y los trasladaron a Compèigne para acompañar al momento que recuerda toda esta saga. Hoy se puede contemplar una fiel réplica. Estos recuerdos están bien enterrados y la amnesia es una de las causas más importantes de la crisis por la que atraviesa la Unión Europea. El malestar y la carencia de respuestas efectivas para atajar la crisis económica, social y también política esconde una madeja confusa de causas e hipotéticas explicaciones. Por encima de todas, hay que señalar el desvanecimiento del recuerdo de la guerra. Este sentimiento es más evidente en el núcleo de los países fundadores que fueron culpables del desencadenamiento del conflicto (Alemania), los que sufrieron ocupación (los del Benelux) y los que experimentaron doble castigo de invasión y traiciones internas (Francia). Los padres fundadores experimentaron la tragedia personalmente. La observación de las consecuencias a su alrededor les dictó la necesidad de encontrar un remedio efectivo para “hacer de la guerra algo impensable y materialmente imposible” (según reza la propia Declaración Schuman). Las nuevas generaciones solamente identifican la Segunda Guerra Mundial como un capítulo de una historia lejana, por no hablar de la Primera. La guerra ya no es el motor de la integración. Este aspecto es tan acusado en el caso alemán que se puede considerar como el núcleo de las nuevas señas de identidad que se debaten entre el recuerdo por las culpas del pasado y las realidades del presente, hacia un futuro libre de los condicionamientos del arrepentimiento y la redención continuada. Una corriente mayoritaria de opinión considera que las tragedias del pasado son ajenas a la problemática de las nuevas generaciones que no se identifican con los errores de sus padres y abuelos. Consideran que el pago rendido por la división durante la Guerra Fría y el esfuerzo en la reconstrucción de su propia sociedad y la contribución al proceso europeo han cumplido con creces las exigencias de las potencias vencedoras y de los vecinos que fueron víctima de la locura nazi. Ahora estos sectores se preguntan si deben subvencionar los errores financieros de otros países, al tiempo que se resisten a permitir que la reconstruida identidad nacional se diluya por la fuerza de la inmigración. En suma, Alemania ha satisfecho con creces su cuota la UE. De ahí que se dude si se debe apuntalar más el euro y a qué costo. El entierro de la moneda común, como la del vagón del armisticio, puede resultar caro. ● *Catedrático Jean Monnet y director del Centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami.