Beethoven

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Beethoven
Sinfonía No. 7 en La mayor, Op. 92
2º Movimiento
Ludwig van Beethoven (1770-1827)
Nace en Bonn, en el seno de una familia con tradición musical.
Su padre lo inició en el piano, violín, viola, flauta y órgano. Recibió lecciones de Christian
G. Neefe, quien lo introdujo en El clave bien temperado de Bach.
Viajó por primera vez a Viena en 1787, y recibió allí por breve espacio de tiempo
lecciones de Mozart. Posteriormente tomó como maestro a Haydn. Beethoven desarrolla
su profesión de músico de forma muy diferente a los grandes maestros del clasicismo.
Ello no era de extrañar, ya que el compositor vive algo más tarde, aunque dentro de las
mismas estructuras socioeconómicas de Haydn y Mozart; pero la gran diferencia se
proyecta a través de la Revolución Francesa, que iría acabando con el Ancien régime y
daría paso a la burguesía y a la liberación de los artistas del yugo establecido por los
nobles y cortesanos. En este sentido, Beethoven representa al artista autosuficiente que
trabaja en libertad.
La primera sinfonía, op. 21, marca el paso de las obras de juventud a las obras de
madurez. Esta época está llena de éxitos, como las ocho primeras sinfonías, y solamente
se producirá en esta etapa un fracaso, aunque muy importante: el estreno de su única
ópera.
La última etapa es conocida como la de las grandes creaciones; Beethoven alcanza su
mayor prestigio desde el congreso de Viena hasta su muerte, en 1827. Es la época de la
sordera absoluta, de profundas meditaciones existenciales y de total libertad en el campo
creativo; es la época de la Misa Solemnis y de la Novena Sinfonía.
Beethoven escribió su 7ª Sinfonía en La Mayor (Op. 92) en 1811 durante su estancia en la
ciudad balneario de Teplice (República Checa) para mejorar su salud, aunque existen
bocetos del Allegretto que datan de 1806 y de 1808. La terminó en 1812.
En Viena, en el otoño de 1813, Johan Nepomuk Mälzel, el inventor del metrónomo,
convenció a Beethoven de prestar su nombre y su música para un concierto a beneficio
de los austríacos y bávaros heridos en la batalla de Hanau. El concierto se celebró el 8 de
diciembre de 1813, dirigida por el propio Beethoven y contando con la participación de
prestigiosos músicos. Fue un éxito e incluso se repitió el segundo movimiento.
Fue publicada en en mayo de 1816 por Stainer en Viena con el número de opus 92. La
partitura llevaba una dedicatoria al conde Von Fries, mientras que la partitura reducida
para piano, publicada al mismo tiempo, estaba dedicada a la emperatriz de Rusia.
Beethoven consideraba a la 7ª sinfonía como “una de mis mejores obras”.
Wagner se refirió a ella como “Apoteosis de la danza”
Sin embargo Carl Maria von Weber dice después de escuchar la sinfonía que “Beethoven
está maduro para las pequeñas cosas”
En 1816, después de haberla oído en Leipzig, F. Wieck, padre de Clara Schumann,
declara que “no puede conocer en ella más que la obra de un borracho”
El compositor Spohr, que asistió al concierto escribe sobre la forma de dirigir de
Beethoven: “Había adquirido la costumbre de indicar los matices a la orquesta por medio
de singulares movimientos del cuerpo. Para marcar los piano se agachaba tan bajo según
como los quisiera de acentuados. Al llegar al crescendo, entonces se levantaba poco a
poco, y se erguía en toda su estatura a la entrada del forte. Gritaba incluso a veces en
medio del forte para reforzarlo y sin darse cuenta de ello”
La sinfonía consta de cuatro movimientos:
1º Poco sostenuto - Vivace
2º Allegretto
3º Presto
4º Allegro con brio
El segundo movimiento, en la menor, es más lento sólo en comparación con los otros
movimientos. Beethoven rompe con la tradición de segundos movimientos en Lento o
Adagio porque para contrastar con el Vivace del primer movimiento y el Presto del tercero
es suficiente el Allegretto.
Se inicia con un acorde inestable a cargo de maderas y trompas y transcurre a través de
la forma sonata, iniciándose el Tema A en el tercer compás en la cuerda grave. Este tema
está basado en una pequeña célula, rítmica en este caso, que va generando material,
técnica compositiva característica de Beethoven, como en el primer movimiento de su 5ª
Sinfonía.
Esta célula rítmica está basada en un ritmo dáctilo, al que se atribuye el significado de
destino inexorable y que posteriormente usarán compositores como Schubert o Brahms.
En el compás 27 aparece una segunda idea musical, más lírica, a la que Beethoven da
relevancia al duplicarla en violas y violoncellos.
En el compás 51 estas dos ideas siguen conviviendo y se trasladan a violines primeros y
segundos, con una variación en el acompañamiento y se inicia un crescendo que se
refuerza con la aparición de instrumentos de viento y que culmina con el primer fortissimo
en el compás 75 ejecutado por toda la orquesta.
A través de un diminuendo se realiza la transición al Tema B. Beethoven realza este tema
otorgándole la tonalidad original de la sinfonía, La Mayor, con su luminosidad, y le aporta
expresividad a través de los reguladores (en los que no se prodigaba mucho). Contrasta
la sonoridad, además, porque la melodía recae en los clarinetes, doblados a la octava
grave por los fagots, con la indicación dolce
En el compás 150 se inicia el Desarrollo, en el que utiliza la técnica compositiva de la
variación, sobre el Tema A, en el compás 214, la Reexposición, con el Tema A y B, y en
el compás 243 la Coda, concluyendo el movimiento con el mismo acorde inestable del
comienzo.
ROSSINI
L’Italiana in Algeri
Obertura
Gioacchino Rossini (1792-1868) nació en Pesaro en el seno de una familia modesta
dedicada a la música. Tuvo una formación excelente, accediendo a las partituras de
Haydn y Mozart, poco conocidas entonces en Italia. Esto marcó su estilo y le dio un
lenguaje musical vivaz y variado, con la ventaja de que, aunque estaba en parte anclado
en el pasado, su insistencia en el ritmo le daba un aire moderno, lo que cautivó a casi
todos los sectores musicales italianos de su tiempo.
La carrera de Rossini fue fulgurante: tras una breve etapa de éxitos con farsas en un acto
(un tipo de opera bufa breve), llamó la atención definitivamente con La pietra del
paragone, ópera bufa estrenada en 1812, y sobre todo con Tancredi (1813), ópera seria
cuyo estreno en Venecia causó sensación. En ésta, aun tratándose de una ópera seria,
aplicó los parámetros de la ópera bufa, dando a los personajes arias y cabaletas en lugar
de las antiguas arias da capo, con lo que contribuyó al nacimiento de la nueva ópera
romántica. Culminó sus éxitos con la dinámica e hilarante ópera bufa L’Italiana in Algeri
(1813) con lo cual terminó el año siendo el compositor de mayor prestigio de Italia.
En 1815 logra un contrato en Nápoles que le permite contar con una orquesta sumamente
rica y con la mejor mezzo-soprano del momento, Isabella Colbrandt con la que
posteriormente se casaría.
Su cargo en Nápoles le permitía escapadas durante el carnaval a Roma, donde estrenó
las que se han considerado sus obras maestras: las óperas bufas Il barbiere di Siviglia
(1816) y La Cenerentola (1817). Con Isabella presenta sus óperas en Viena, ciudad
donde obtiene un gran éxito personal. Insistió en visitar a Beethoven, que alabó sus
óperas bufas. Poco después pasó a Londres, donde actuó en presencia del rey Jorge IV
de Inglaterra y amasó una fortuna. Después se establece en París, donde adapta varias
de sus óperas al francés, hasta que decide dar una ópera nueva, componiendo con gran
esfuerzo la inmensa partitura de Guillaume Tell (1829), que dejó mermadas sus fuerzas,
lo que sumado a una serie de acontecimiento políticos y pleitos, motiva que Rossini se
retirara de la ópera, dejando asombrado al mundo, que no comprendía cómo un autor de
37 años podía retirarse en plena fama.
Rossini sobre todo creaba papeles vocalistas deslumbrantes: sus melodías, sus amplias
tesituras, coloraturas, complicadas para los cantantes, emocionaba al público como nunca
anteriormente. Este estilo fue conocido como Bel canto, melodrama expresado a través
de tonos conmovedores y explosiones de virtuosidad, estilo iniciado por Rossini y seguido
por Bellini y Donizetti.
L’Italiana in Algeri es una ópera bufa en dos actos con libreto de Angelo Anelli estrenada
en Venecia, en el Teatro San Benedetto, el 22 de mayo de 1813 (precisamente el día del
nacimiento de Richard Wagner).
Tuvo un éxito inmediato debido a su trepidante partitura y su divertida historia modelada
sobre El rapto en el serrallo de Mozart, aunque invirtiendo los términos: aquí, es la
enamorada Isabella (mezzo-soprano) la que viaja a tierra de infieles para rescatar a su
amado Lindoro (tenor), esclavo en la corte del Bey de Argel, Mustafá (bajo bufo).
El argumento tiene tal desparpajo que la falta de realismo de las escenas no impide el
disfrute de la comedia y la música realza aún más la diversión.
La obertura de la ópera es, con razón, una de las más populares y, en conjunto, toda la
ópera es una pequeña obra maestra.
Rossini revolucionó e hizo suya la forma de obertura sobre todo durante sus años de
aprendizaje en Venecia (1810-1813)
Desde Demetrio e Polibio Rossini había adquirido el hábito de preceder a sus óperas de
una obertura, una tarjeta de visita musical según Gino Roncaglia.
La forma estándar de la obertura de Rossini cuenta con una introducción lenta, el primer y
segundo tema, una recapitulación y una coda, que se pueden enmarcar dentro del clásico
movimiento de forma sonata.
Rossini se ve influenciado por el clasicismo vienés en aspectos como la armonía y
orquestación clásicas, construcción de melodías a través de fórmulas rítmicas que se
encadenan unas con otras (como ocurre con el tema A en compás 33 y con el tema B en
compás 83), uso de la melodía acompañada, el contraste entre la introducción lenta y el
allegro o la necesidad de una perfección formal, por lo que adopta esta forma sonata,
carente, sin embargo, del Desarrollo y de toda complejidad contrapuntística tan
característicos en Mozart y Haydn.
Otra característica propia de Rossini es el uso de los crescendi, muy extensos,
construídos con la técnica compositiva de la repetición, y la suma paulatina de
instrumentos, a los que en ocasiones hace tocar en registros poco habituales o con
sonoridades especiales (violines al ponticello en compás 118). Un ejemplo de esto lo
encontramos en la sección que empieza en el compás 106, pianissimo, y que culmina en
el fortissimo del compás 128.
George Bernard Shaw, quien no era especialmente defensor de Rossini, elogió la picardía
del allegro, la sutil unidad de los ritmos, la brillantez de la orquestación y la belleza
elegíaca de las melodías que Rossini escribió para solos de instrumentos de viento en el
movimiento central de la introducción lenta (oboe, compás 9). Los primeros temas tienden
a ser presentados por las cuerdas, sin embargo, en L’Italiana in Algeri es el viento madera
el que predomina tanto en el primer como en el segundo tema. Rossini da el
protagonismo al oboe solista como si fuese un personaje de la ópera (solos en
introducción y tema B), y aporta un toque de comicidad al repetir el tema B en el compás
184 por una pareja tan peculiar como la formada por el piccolo y el fagot.
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