La mujer en Fortunata y Jacinta

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La mujer en Fortunata y Jacinta
Autor: Loli Fernández
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Presentación del curso
Este curso investiga sobre el rol de la mujer en el siglo XIX en España, a través de
una de las cumbres de la literatura castellana, obra de Benito Pérez Galdós,
"Fortunata y Jacinta".
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1. Introducción
1) La misión de la mujer en el siglo XIX[1] .
Hasta hace poco las mujeres apenas figuraban en las historias de la sociedad y la
literatura de España del siglo XIX: las pocas y consabidas excepciones -entre ellos,
Isabel II, Emilia Pardo Bazán, Rosalía de Castro y Concepción Arenal- junto con lo
reiterativo de los comentarios acerca de ellas, sólo subrayan la falta de atención
dedicada a la mitad femenina de la población. Ante ese silencio, lo normal era
suponer que las mujeres eran prácticamente invisibles en la vida cultural y política
de la nación en aquella época.
A raíz de las investigaciones interdisciplinarias llevadas a cabo en España desde
finales de los 70, se ha modificado la visión de que todas las mujeres del siglo XIX
estaban encerradas en casa, de donde sólo salían para ir a misa.
Las mujeres del siglo XIX fueron muy visibles en la sociedad de su época no sólo al
igual que sus predecesoras, como parte de una muy variada mano de obra femenina
y una elite social cuyas actividades se criticaban, sino también, a nivel figurado,
como tema en la esfera pública de las publicaciones y los discursos.
La definición de la mujer como esposa y madre imbuía una amplísima gama de
medios impresos, entre ellos las revistas femeninas, los manuales de
comportamiento, la novela, los programas escolares, la legislación, los textos
médicos, los tratados sociológicos y los discursos académicos.
Hasta el siglo XIX había imperado el concepto aristotélico de la mujer como ser
física, moral y mentalmente inferior al hombre. Desde el siglo XIII hasta el siglo XVIII
se pueden identificar brotes sucesivos de una polémica secular entre detractores y
defensores del sexo femenino; pero incluso los defensores de la mujer aceptaban la
premisa ascética de la mujer como copia defectuosa del varón. Se asociaban, según
la teleología aristoteliana, con la imperfección, la izquierda, la oscuridad y el mal[2].
El gran cambio operado por el pensamiento del siglo XIX consiste en la convicción,
expresada por todos, de que no es la mujer sino el hombre el que es el pecador
empedernido, el ser caído, la carne débil: "la mujer" se conceptuaba como un ser
moralmente superior por su abnegación y su capacidad para amar, perdonar y
consolar.
Una de las características de los muchos textos decimonónicos sobre la mujer, es
precisamente su planteamiento de la mujer en singular. Est` claro que la
clasificación de la mujer que pretende englobar a todas las mujeres en su supuesto
"estado natural ", abarca de hecho tan sólo a las mujeres de clase media [3]. La
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mujer no trabaja fuera del hogar pero cuida de la casa y de sus hijos, a los que
amamanta y educa cariñosamente. Se contraponía a las mujeres "desnaturalizadas",
tanto a las de clase baja que descuidan la casa y los hijos por su trabajo
extra-doméstico en las fábricas, las calles y los campos, como a las de clase alta,
que confían sus hijos a niñeras y se dedican a disfrutar la vida social y el
materialismo.
En este siglo (s. XIX) se abandona la creencia antigua de que la mujer es la
imitación defectuosa del hombre y se adopta la nueva de que la mujer es la
contraria complementaria del varón. Las diferencias primarias sexuales, para los
pensadores del siglo XIX, llegan a afectar cada fibra del cuerpo y conllevan
profundas diferencias psíquicas y mentales: el hombre se asocia con la razón, la
objetividad, la cabeza, la creatividad, la agresividad y la ambición; la mujer, con la
sensibilidad, la subjetividad, el corazón, las emociones, el mimetismo y el amor
altruista.
Queda patente en los miles de escritos sobre el tema de la misión de la mujer que
según sus autores, el verdadero trabajo cultural de la mujer burguesa se hallaba en
el terreno afectivo y moral. Ella era una fuente inagotable de amor, dulzura,
suavidad, consuelo, y bienestar. Nunca se le notaba el más leve indicio de
irritabilidad, impaciencia, frialdad, hostilidad, odio o ira, porque esas cosas
pertenecían al hombre y al duro y competitivo mundo público. El hogar funcionaba
como una isla o refugio donde no se producía ningún tipo de conflicto, donde la
mujer consolaba y curaba todas las penas y agravios. Por esto se le llama el ángel,
porque es realmente como una santa; nunca se altera, nunca tiene necesidades
propias: todo lo sacrifica en aras del bienestar de los demás. La mujer llega a
ocupar un papel realmente nuevo en la mitología burguesa, como el hada buena, el
alma de la familia.
A la mujer se la ve siempre en relación a las necesidades del hombre, pero estas
necesidades masculinas ahora por primera vez son morales y no simplemente
materiales, reproductivas y sexuales. La esposa-compañera es la que le proporciona
apoyo y consuelo al varón.
Además de su serenidad y bondad constitutivas, otras razones para comparar a la
mujer con un ángel se hallan en su supuesta pureza y falta de corporeidad,
cualidades que contradicen el discurso escolástico que identifica a la mujer con la
carne pecaminosa.
A la mujer se la comparaba muchas veces con esencias inmateriales -típicamente,
un rayo de luz, el perfume de una flor o un arco iris.
El punto supremo de la nueva ortodoxia es la "pureza" de la mujer. En la
cosmovisión burguesa, esta era naturalmente casta porque así se lo dictaba su falta
de deseo erótico. Deseaba al hombre sólo con fines maternales; amaba al niño en él
y a los niños que éste le iba a proporcionar.
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Los textos sobre la domesticidad describen a la mujer como un ser que por
instinto moral y por gusto evita el ocio. Para desempeñar bien su misión, la mujer
ideal se levantaba temprano, presentaba siempre un aspecto limpio, agradable y
risueño, y supervisaba atentamente todas las tareas de las criadas.
Al ser mujer de clase media, gozaba por definición de la ayuda de, al menos, una
criada, que hacía el trabajo doméstico más duro.
b) La invención de la mujer.
Se podría decir que se figuran [...] los tres vínculos con la mujer, para el hombre
inevitables: la paridora, la compañera y la corrompedora. O las tres formas en que
se muda la imagen de la madre en el curso de la vida: la madre misma, la amada,
que él elige a imagen y semejanza de aquella, y, por último, la Madre Tierra, que
vuelve a recogerlo en su seno. El hombre viejo en vano se afana por el amor de la
mujer, como lo recibiera primero de la madre; sólo la tercera de las mujeres del
destino, la callada diosa de la muerte, lo acogerá en sus brazos.
(Sigmund Freud, "El motivo de la elección del cofre", p. 317).
Benito Pérez Galdós ha dado con sus novelas una vívida y detallada descripción
de la dinámica social burguesa del Madrid finisecular. Como es escritor realista, la
obra galdosiana permite el estudio meticuloso y microscópico, el análisis detallado
y gratificante de los modos y maneras de vivir de cierto sector social con el cual nos
sentimos todavía, al menos parcialmente, vinculados. Ofrece una visión
histórico-social que se convierte en inagotable fuente de información.
De todas sus novelas es quizá Fortunata y Jacinta la que mejor refleja, abre y anula
toda posible escisión entre lo real y lo literario, entre la cuestión social y la cuestión
artística, entre el comentario histórico y la narración ficticia. La obra cumbre de
Galdós se expone a la vez como macro y micro texto, como cuerpo-laboratorio, locus
locusexperimental en el que lo real y lo cotidiano impulsan la invención y se funden
en ella y viceversa, y siempre teniendo en cuenta que el escrivivir particular de la
novela toma en este caso un giro especial: Fortunata y Jacinta es un texto que nace y
se materializa en una representación masculina de lo femenino. Es un texto que se
forma y conforma como cuerpo de mujer, que crece y se hace como mujer; un texto,
por tanto, que se instala en el orden de lo poético y que se muestra como proceso y
acto creativo al fundir y confundir la "intervención artística" con la "mujer", o mejor
dicho, con una concepción de la mujer construida desde lo masculino.
Es un texto en proceso que se forma, se inventa como mujer y que establece con
su autor aquellos tres vínculos que Freud considera inevitables en las relaciones
entre uno y otro sexo.
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En Fortunata y Jacinta, la primera relación y vínculo tiene que ver con el nombre y,
por lo tanto, con la problemática de la autoridad, paternidad y apropiación. La
novela se abre y presenta con un título que expone directamente dos nombres
propios de mujer.
El subtítulo, "Dos historias de casadas", no sólo limita este espacio propiamente
femenino, sino que lo aleja del orden poético para instalarlo en el orden social.
La paternidad y la maternidad marcan de forma crucial las relaciones entre
hombre y mujer.
Fortunata y Jacinta nos habla de todo ello.
La novela nos cuenta la historia de dos mujeres casadas, o mejor dicho, de dos
"mal casadas". El primer matrimonio, el de Jacinta y Juanito Santacruz, nace de un
medio comerciante y burgués, de clase media-alta. El segundo, el de Fortunata y
Maximiliano Rubín, se sitúa en la clase de pequeños comerciantes, aunque también
burguesa. El elemento extraño en este doble par es representado por Fortunata,
joven nacida del "pueblo", y de orígenes sociales bajos.
Uno de los ejes alrededor del cual gira la novela es el del hijo: el hijo frustrado de
la estéril Jacinta y el hijo real de la adúltera Fortunata.
La necesidad de Jacinta de experimentar la maternidad ha sido un deseo de
encontrar su sitio social, el puesto de madre que puede conferirle una identidad
clara dentro de la estructura psico-social del momento histórico en que Jacinta
queda situada. El matrimonio, a finales del siglo XIX, era todavía concebido en
términos de contrato social y económico. O, al menos, así se nos presenta en la
novela el matrimonio entre Jacinta y Juanito, en el que los dos jóvenes no tienen arte
ni parte en los planes que, para casarlos, tiene la madre de Juanito. El cálculo
basado en la descendencia y procreación de la joven pareja es aceptado por los
jóvenes esposos como algo "natural", lógico y socialmente esperado. Sin embargo,
el ansiado hijo no viene. Jacinta siente esta ausencia como falta suya.
La ausencia que Jacinta siente ha sido interpretada en relación con la narrativa
freudiano-lacaniana respecto a la ausencia fálica. Desde la narración de Galdós,
Jacinta refleja la asociación entre el hijo y el pene descrita por Sigmund Freud en
varios de sus trabajos. Desprovista de uno y de otro, la joven casada es desposeída,
por tanto, de identidad social.
Jacinta, sin hijo y sin "pene", queda representada como una mujer sin atributos
masculinos y, por tanto, como un ser que produce más horror (o desprecio) que
compasión.
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Jacinta emprende una búsqueda desesperada e histérica del hijo que no tiene y
que ella cree que debe tener.
El hijo de Jacinta llegará sólo al final de la novela y sólo como regalo de Fortunata,
regalo que le va a permitir ocupar por fin con pleno derecho el puesto social para el
que se la había requerido. Si hay algún personaje que triunfa en la novela de Galdós,
ése es aparentemente Jacinta, pero se puede cuestionar su triunfo. Jacinta seguirá, al
final de la novela, prisionera de un discurso masculino y patriarcal; no sólo no ha
podido encontrar una identidad fuera de la maternidad, sino que ha sido esa misma
función maternal la que la ha impulsado a la búsqueda.
Si bien al final de la novela no se libera de los deberes que le son adjudicados
desde lo masculino como esposa y madre, es, por otra parte, a diferencia de como
es presentada en los primeros capítulos de la novela, muy consciente de los lazos, o
ataduras, que la unen al hombre.
Si la búsqueda del hijo que lanza a Jacinta puede ser considerada en su resultado
como de construcción, la decisión de Fortunata de concebir un hijo de Juanito va a
llevarla, por el contrario, a su destrucción.
Por otro lado, la asociación entre comida, sexualidad y descendencia nos lleva a la
maternidad de Fortunata y al descentramiento social que su embarazo manifiesta.
Casada con Maximiliano Rubín, el hijo, sin embargo, es de Juanito.
Con Maximiliano como principal exponente, la usura y la avaricia marcan las
relaciones de Fortunata con su marido legal y su familia política.
La usura, la avaricia y afán de posesión son los que mantienen a Fortunata
prisionera. La ley, orden y administración masculinos caen con toda su fuerza sobre
la mujer, en esta novela.
Fortunata, en las Micaelas, es donde va a establecer relación con dos mujeres que
representan el ello y el superego de la joven. Las dos son personajes fuertemente
masculinizados, mujeres del tipo fálico descrito por Freud.
Guillermina Pacheco, la santa, representación del superego y de la conciencia
social-patriarcal de Fortunata, pertenece a la Administración. Mauricia la Dura, la
diabólica, representa el ello salvaje en sus demandas y, a diferencia de Guillermina,
no es clasificable ni tiene sitio ni puesto social. Mauricia y Guillermina representan
además, cada una a su manera, un cierto sentimiento maternal o relacionado con la
maternidad.
Fortunata, dividida entre Mauricia y Guillermina, entre el ello y el superego, no
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puede llegar a ningún compromiso entre las dos. Desorientada y escindida,
confunde a una y a otra en un episodio de semidelirio que remite de nuevo a su
fragmentación original. Muerta Mauricia, Fortunata no tiene más alternativa ante sí
que el camino ofrecido por Guillermina.
Al final de la novela, Juan Evaristo Segismundo Santacruz queda y Fortunata
muere. El hijo de nuevo destruye a la madre. ¿O tal vez no?.
[1]Catherine Jagoe, La mujer en los discursos de género, Barcelona, Icaria editorial,
1998, pp.21-42.
[2]Sally-Ann Kitts, The debate on the nature, role and influence of woman in
eighteenth-century Spain, Lewinston, Queenston, Lampeter, Edwin Mellen Press,
1995.
[3]Este no es el caso de Fortunata y Jacinta, ya que en esta novela se ve la diferencia
entre dos clases sociales.
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2. Maternidad, economía y poder
a) Introducción a la obra
El subtítulo de Fortunata y Jacinta es el de "¨(d)os historias de casadas". Carlos
Blanco Aguinaga[1] ha señalado cómo el subtítulo y especialmente la conjunción
copulativa del título indican al mismo tiempo las diferencias y similitudes entre las
dos mujeres: "Cada mujer se identifica con la otra en más de una ocasión, pero una
y otra vez quedan separadas por su diferente clase social. Tal vez sea suficiente
recordar (...) que Jacinta no produce aunque compra, mientras que Fortunata
produce y vende".
La diferencia entre compra y venta que Blanco establece entre las dos mujeres se
mantiene dentro de los límites de la diferencia de clase social entre ellas: una señora
burguesa, Jacinta, y una mujer del pueblo, Fortunata.
Fortunata y Jacinta es una historia de relaciones y transacciones económicas y
comerciales. Sin embargo, no hay en toda la novela episodios sobresalientes en los
que Fortunata participe activamente en una venta, excepto cuando actúa como una
prostituta. La función económica en Fortunata y Jacinta está relacionada
esencialmente con la maternidad.
En la novela, las referencias a la institución del matrimonio son múltiples.
La compra, producción y venta de la obra puede leerse como la compra,
producción y venta del hijo.
b) El matrimonio.
En la novela hay numerosas alusiones a la institución matrimonial. Fortunata y
Jacinta es la historia de dos matrimonios.
La primera parte de la novela está dedicada en gran medida a la narración de las
circunstancias que llevaron al matrimonio a Baldomero y a Bárbara, padres de
Juanito. Juanito se hace amante de Fortunata y, después, marido de Jacinta.
Fortunata, abandonada, contraerá un matrimonio poco afortunado con Maxi Rubín.
El matrimonio de Jacinta con Juanito debería a su vez producir un heredero que
continuara la dinastía santacruciana, heredero que llega al final de la novela no de
forma "natural", es decir, no a través de un parto de Jacinta, sino como regalo de
Fortunata a Jacinta del hijo que la primera a tenido de Juanito. Jacinta puede
"realizarse", es decir, puede asumir una sujeción histórica donde la mujer es, sobre
todo, objeto económico.
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En el caso del matrimonio de Fortunata, la sujeción a la mujer por medio de la
maternidad tiene también su lugar: Maximiliano "(d)eseaba ardientemente tener
hijos, por dos motivos: primero, para echarle a su cara un lazo más y ligaduras
nuevas; segundo, para que la maternidad desgastase un poco aquella hermosura
espléndida, que cada día deslumbraba más". Fortunata no quiere asumir las
expectativas maternales propias de su papel de esposa. Para Fortunata, la
posibilidad de dar un heredero a la familia Rubín está totalmente fuera de cuestión
desde el principio y no únicamente debido a la impotencia sexual de Maximiliano[2].
La señora de Rubín no quiere asegurarse ninguna posición dentro de su matrimonio
con Maxi.
La idea de Fortunata es cambiarle el nene grande (Juanito) por el nene chico (el
hijo). Fortunata y Jacinta es la historia de dos matrimonios, es la historia del
matrimonio. Es la historia de dos mujeres casadas, una adúltera, la otra fiel. Es la
historia de la maternidad de dos mujeres, la una fértil, la otra estéril. Es la historia
de dos familias, la de Rubín y la de Santa Cruz. Es la historia del hombre y de la
mujer. Es la historia de dos mujeres escrita por un hombre. Y entre toda esta
mezcla, Fortunata y Jacinta se buscan.
c)La maternidad.
La búsqueda maternal de Fortunata y Jacinta es una búsqueda en que todo el
esfuerzo se vierte en tapar la falta, la culpa, la ausencia.
Jacinta es la casada estéril; alternativamente, Jacinta es la malcasada, la
malquerida. El matrimonio de Jacinta y Juanito es un fracaso.
Jacinta es hija de familia numerosa. Lo que a ella le falta, le sobra a su madre. El
exceso, como la escasez, es un defecto en la cadena de productividad.
Jacinta teje y cose para esconder su vergonzante feminidad. Guillermina, Jacinta,
Doña Lupe y Aurora cosen y tejen para los niños que no tienen, para unos hijos
ausentes. Fortunata, la madre real, no cose por su cuenta, sino que ayuda. Jacinta
cose para consolarse de sus penas. Ella no tiene hijos y el marido le es infiel.
Juanito es el marido perfecto, guapo, joven, rico, simpático y de buena familia. La
empresa que intenta Barbarita, su madre, es la de casar al "pollo". Y la esposa
escogida es Jacinta. Ella es la futura esposa perfecta. Pero la esterilidad de ésta, la
anula como mujer. Por eso, Jacinta tiene que solucionar esa ausencia angustiosa,
debe procurar un pequeño Santa Cruz a toda costa y es por eso por lo que se lanza
a la calle para comprar un heredero.
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Los capítulos dedicados a la compra por Jacinta del primer Pituso, el niño que ella
supone hijo de Fortunata y Juanito, son los únicos que muestran a Jacinta en un
papel activo. Finalmente, el Pituso será puesto en un asilo, el de Guillermina.
La compra del Pitusín es el único episodio importante en el que Jacinta actúa por
propia iniciativa. Aparece la ironía y la novelización, que apuntan hacia la imposible
asociación entre maternidad y actividad.
Para dar por finalizado el asunto del Pitusín, a Jacinta se le niega la escritura.
Jacinta se queda sin su hijo, sin novela y, por lo tanto, sin nada.
Fortunata es la otra mitad, el complemento de Jacinta, que tiene lo que a esta
última le falta, el heredero de los Santa Cruz, pero a la que le falta lo que Jacinta
tiene, la legalidad de esposa respecto a Juanito. A Fortunata le falta algo
fundamental desde la perspectiva masculina, su garantía de fidelidad. A la mujer
(esposa y madre) le está prohibido el adulterio porque la fidelidad de la mujer es el
garante del hombre, la única certidumbre que el hombre tiene de que sus bienes,
riquezas y su ser, van a pasar a sus hijos y a sus nietos. La fidelidad de la esposa es
la garantía de la inmortalidad del marido.
Ninguna de las dos puede acceder a la "feminidad" según la sistematización de
la fórmula freudiana (mujer = madre = esposa). Las dos pierden. Jacinta por su
esterilidad inapropiada. Fortunata por su fertilidad inapropiada.
[1]Blanco Aguinaga, Carlos, "Having no option: The restoration of order and the
education of Fortunata", en Goldman, Conflicting Realities, pp. 13-38.
[2]La impotencia de Maxi se anuncia implícitamente en el episodio de la noche de
bodas: "Serían las diez cuando la desposada se quedó sola con su marido (...). Maxi
no acababa de tranquilizarse, por lo que fue preciso apelar al remedio heroico. El
mismo enfermo lo pidió, dejando oír una voz quejumbrosa que salía de entre las
sábanas, y que por su tenuidad no parecía corresponder a la magnitud del lecho.
Fortunata cogió el cuenta gotas y acercando la luz preparó la pócima. En vez de
siete gotas no puso más que cinco. Le daba miedo aquella medicina. Tomóla Maxi y
al poco rato se quedaba dormido con la boca abierta, haciendo una mueca que lo
mismo podía ser de dolor que de ironía".
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3. La fragmentación del cuerpo materno: Fortuna,
Fortunata y la administración
Se podría decir que se figuran (...) los tres vínculos con la mujer, para el hombre
inevitables: la paridora, la compañera y la corrompedora.
(Sigmund Freud, "El motivo de la elección del cofre", p. 317).
a)Fortuna.
Tal como indica su nombre, Fortunata es la marcada por la Fortuna.
El mito de Fortuna se inscribe como una proyección masculina de una idea de
mujer y escribe su propia historia en tres tiempos: en un primer momento, anterior
a la filosofía, es o sería la madre cálida, la placenta que nos acogió a todos como
morada abrigadora; en un segundo momento, coincidente con el nacimiento del
hijo, con el corte del cordón umbilical y la salida al mundo, a lo desconocido, a lo
no familiar, la madre deja de representarse como ese algo tibio y confortable y pasa
a convertirse en la mujer implacable, la diosa que corta y mide el hilo vital. El tercer
momento, correspondería con una construcción defensiva masculina contra la mujer
y la subsiguiente sustitución de una economía borrosamente originada desde la
madre por otra nueva concreta y nítidamente cimentada desde el Padre.
Se han realizado numerosos estudios comparativos sobre la mujer y el mito de
ésta. Uno de estos comparativistas es Robert Graves y otro Pierre Grimal; pero no
me voy a fijar o centrar tanto en este tema mitológico, porque requeriría un estudio
mucho más exhaustivo acerca de los dioses griegos y romanos, y no me centraría
tanto en el tema de la mujer en la novela Fortunata y Jacinta.
b)Fortunata.
Fortunata es uno de los personajes más callados de la novela. Se nos dice mucho
de ella, pero ella cuenta muy poco de sí misma. Parece que lo sabemos todo de ella,
cuando en realidad no sabemos casi nada. Fortunata es la piedra que todos
pretender tallar.
John KroniK, en una lectura metaficticia de la novela, hace notar que "al menos
media docena de personajes en la novela toman parte activa en la fabricación de
Fortunata, cada uno de acuerdo con sus normas privadas"[1].
Hay referencias a Fortunata como diamante en bruto, como masa de moldear o
como excelente piedra que tallar de la cantera del pueblo de Evaristo Feijoo,
Nicolás Rubín y Juanito Santa Cruz, respectivamente.
Fortunata es percibida como un algo sólido, duro, a la vez que moldeable. Un
algo, según Kronik, que se puede fabricar, labrar, forjar, inventar o falsificar.
Fortunata se relaciona con la dureza de la piedra y con la flexibilidad esponjosa del
tejido.
b.1.La mujer:
Se sabe poco de la genealogía de Jacinta. El relato de los orígenes familiares de
Fortunata es todavía más escueto. Fortunata es simplemente una huérfana que vive
en la Cava de San Miguel. Ella, relacionada directamente desde su primera aparición
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en la novela por su asociación con los huevos y la huevería, con la gestación y la
procreación, con la maternidad, no tiene madre ni padre.
El primer encuentro de Fortunata y Juanito en la huevería ha sido ampliamente
comentado por la crítica. Stephen Gilman considera este encuentro como
emblemático.
La asociación entre personajes y su situación, entre Fortunata y los huevos, va a
marcar el texto de forma particular, asociada a la invención: la fabricación que se
desarrollará a partir de este encuentro compondrá una estructura formada de
antiguos elementos, de un algo ya conocido y directamente relacionado con lo
embrionario, con lo maternal. La visita de Juanito Santa Cruz al número 11 de la
Cava de San Miguel es una visita a lo primitivo, a lo anterior; una visita de contacto
con lo femenino, con el útero y con la placenta[2].
El número 11 de la Cava es la fisura en la que lo sexual y lo textual coinciden
como invención. La entrada al texto y a Fortunata se hace por una tienda de aves y
huevos.
b.2.La madre:
Fortunata, asociada desde su primera aparición con una gallina, queda de esta
manera también asociada con la maternidad [3]. Es en la Cava donde Fortunata
concibe al primer hijo de Juanito y es a la Cava adonde vuelve Fortunata para dar a
luz a su segundo polluelo. Entre los dos hay una diferencia fundamental. El primero
nace de las relaciones que la pareja tiene en la parte baja del edificio; el segundo,
concebido fuera de la Cava, viene al mundo en el cuarto donde vive Plácido Estupiñá
en el momento de conocerse Fortunata y Juanito, pero en donde vivirá Fortunata al
final de la novela.
La aparente errata o confusión de viviendas entre Plácido y Fortunata es anotada
por Francisco Caudet:
En "lo último de arriba" estaba la buhardilla, donde dará a luz Fortunata a su
segundo Pitusín. Pero, claro, poco más atrás, nos ha dicho Galdós que Plácido vivís
en el piso séptimo desde la Cava y cuarto desde la Plaza. Sin embargo, al final de la
novela , le encontraremos viviendo en el tercer piso desde la Plaza. Galdós no tenía
muy claro, en la primera parte de Fortunata y Jacinta, donde terminarían viviendo
Plácido y Fortunata, de ahí los cambios introducidos al final.
b.3.La muerte:
El rechazo de Juanito hacia la Fortunata originaria, reproduce la violencia del hijo
contra la madre y la consiguiente apropiación de la mujer como objeto sexual.
La huida de Fortunata evoca el asesinato de la madre por el hijo en la subversión
que del mito edíptico propone y poetiza Irigaray. La mujer, se llame Fortunata o
Jacinta, es percibida por el hombre como ausencia, como vagina sangrienta y
amenazante que debe ser destruida para después ser conquistada y habitada.
El ruido de la ropa de Fortunata, cuando se arrojó por las escaleras, azotando los
peldaños de piedra se convierte en metáfora trágica en que las dos ninfas, la
primitiva y la artificial, se confunden. El tejido se lanza contra la piedra, lo femenino
contra lo masculino, lo original primitivo contra lo actual artificioso.
Después de este momento crucial, después de la muerte de la Fortunata primitiva,
la nueva Fortunata es la que el hombre escribe en su fantasía.
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la nueva Fortunata es la que el hombre escribe en su fantasía.
c)Percepción del hombre sobre Fortunata.
La percepción de la mujer por el hombre como un algo destructor a la vez que
generador impregna y contamina de forma inevitable las relaciones de Fortunata con
los personajes masculinos de la novela.
Los supuestos poderes de la mujer son considerados ominosos o siniestros por
el hombre en el sentido que le da Freud. Para Freud, "lo ominoso es aquella variedad
de lo terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar desde hace
largo tiempo"[4]; unido a la represión, "es algo que, destinado a permanecer en lo
oculto, ha salido a la luz"[5]. Los poderes destructores de la mujer deben
contrarrestarse reduciendo a la mujer a la domesticidad, convirtiendo a la madre y a
la amante en esposa.
En su relación con Evaristo Feijoo, Fortunata es también esa esposa domesticada
en una parodia de matrimonio burgués. Feijoo es el que la obliga a coser,
comprándole la Singer mecánica.
Fortunata no cose ni a gusto ni a menudo. Prefiere fregar y limpiar. Fregar y
limpiar, como coser, han sido también tareas tradicionalmente asignadas a la mujer
y relacionadas con el cuidado de la casa y del esposo.
La excesiva pasión por la limpieza puede ser un tipo de neurosis obsesiva que en
la narración psicoanalítica esconde siempre un trazo histérico. La necesidad de
limpieza, por otra parte, está ligada por Freud a través de la relación establecida
entre sexualidad y excrecencia.
Fortunata es la mujer, la amante, la madre y morirá por causa del hijo y del padre.
Ella avanzará sólo hacia la muerte. Recorrerá un camino expiatorio.
Sin origen, sin fin ni principio, Fortunata, mujer, madre, amante, es textualmente
aquella tierra extraña a la que Freud hace referencia. Una región desconocida e
inexplorada por el hombre pero aún así por él explotada y administrada.
[1]Kronik, John W., "Feijoo and the fabrication of Fortunata", en Goldman, Conflicting
realities, pp. 39-72.
[2]Según Peter Bly, hay que recordar que "un huevo es incubado en el número 11 (de
la Cava): el segundo hijo de Fortunata (y Juanito).
Bly, Peter A., "Fortunata y la Cava de San Miguel, núm. 11", en Gullón, Germán, pp.
94-113. Traducción de Marie Barbieri de "Fortunata and No. 11, Cava San Miguel",
Hispanófila, vol. 59, 1977, pp.31-48.
[3]Son numerosos los trabajos que analizan las imágenes avícolas en Fortunata y
Jacinta, especialmente la comparación de Fortunata con una gallina y su
descendencia con huevos y pájaros. Por ejemplo, el estudio de Agnes M. Gullón,
"The bird motif" y el de Stephen Gilman "The birth of Fortunata".
[4]Freud, Sigmund, "Lo ominoso", Obras completas, vol. 17, pp. 220.
[5]Ibid, p. 241.
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4. Figura de la madre
a) La madre-materia.
Irigaray[1] establece una analogía entre los términos "madre" y "materia". En el
sentido de Platón, la madre y la materia son similares porque una y otra son
nodrizas y receptáculos. La madre lo es de hijo y la materia lo es del devenir.
La madre es la que concibe el niño y la que lo alimenta. Es receptora y nodriza. La
madre, al mismo tiempo que es el receptáculo del futuro ser, es su alimento
universal.
Contener y alimentar son los atributos femeninos que el pensamiento masculino
proyecta en la mujer.
Freud presenta dos aspectos íntimamente conectados: por un lado, parece que es
la mujer la que ofrece un hijo al hombre; por el otro, es el hombre el que da un hijo
a la mujer como regalo.
El regalo del semen productivo debe ser entendido, no como un "regalo", sino más
bien como un depósito, ya que regalar, al menos según el Diccionario de la Real
Academia, es "dar a uno graciosamente una cosa", es decir, "sin premio ni
recompensa alguna".
b)La madre-recipiente.
La parte IV de la novela está dedicada al embarazo de Fortunata, al nacimiento del
niño Juanín y a la posterior muerte de la joven. Esta parte explicita la puesta en
práctica y posterior fracaso de la idea blanca de Fortunata, así como la estrategia
defensiva que la administración social masculina despliega ante esta idea. Idea que,
para Fortunata, consiste en conseguir quedar embarazada de Juan Santa Cruz.
c) La madre nodriza.
El hijo es para Fortunata la razón de su propia existencia, el lazo que le confiere
identidad al unirla con la familia Santa Cruz.
Fortunata ha cumplido su papel de recipiente. Concibió el hijo de los Santa Cruz.
Absorbió el semen engendrador de Juanito y fue la depositaria del heredero. El
cordón que une a Fortunata y a su hijo, se rompe definitivamente ante el reclamo
paternal.
d) La madre-alimento.
Muerta, Fortunata desaparece, pero pasa por una curiosa transformación:
poéticamente se convierte, o es percibida en su muerte como alimento universal,
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como leche materna.
La representación poética de Fortunata como leche es una representación
masculina, no femenina. Más que nodriza, Fortunata es la nutrición misma, el
alimento vital.
Fortunata no es ni buena ni mala, ni ángel ni diabla, ni benefactora ni destructora
(o lo es todo a la vez).
e) La madre y la escritura.
En la descripción mortuoria de Fortunata, tres colores destacan: el blanco lechoso
y marfileño de la tez de Fortunata; el negro de las cejas, el pelo y el hábito, y el de
las moscas que se acercan, ávidas, tanto al vaso de leche que Fortunata rechazó, aún
viva, como a su cadáver; y el rojo vinoso en el hueco de los ojos y en los labios.
Blanco, rojo y negro son colores que se asocian respectivamente con lo angelical,
con lo demoníaco y con lo mortuorio. También se asocian con la escritura: el blanco
del papel, el negro de la tinta y el rojo de la firma.
El blanco es la ausencia de color; el negro es la confluencia de todos ellos. El rojo
está en el medio, y contrasta con los dos, el blanco y el negro. El rojo de la vida
opuesto al blanco y negro de la muerte. El rojo de la sangre menstrual opuesto al
blanco del esperma, pero también la escritura "blanca" opuesta a la tinta "negra".
Fortunata sufre y muestra la escritura masculina de forma similar a como concibió
a su hijo. La penetración del semen y de la tinta desplazan a la sangre y engendran
al hijo. El hijo es la marca, el trazo que escribe esta escritura sementizada y fálica.
Fortunata queda en los trazos de la escritura masculina.
[1]Irigaray, Luce, Speculum. De l´autre femme, París, Les éditions de minuit, 1974
(traducción: Speculum. Espéculo de la otra mujer, Madrid, Saltes, 1979).
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5. Alimento, sexualidad y descendencia
a) Presentes (= regalos).
La novela nos presenta dos momentos emblemáticos en que la presentación de
regalos tiene lugar. El primero se muestra al inicio de la novela con el ofrecimiento
del huevo crudo que Fortunata hace a Juanito. El segundo, al término de ella, es el
ofrecimiento de Juanín Santa Cruz a Jacinta como regalo de Fortunata. La persona
que ofrece el regalo es, en ambos casos, Fortunata.
Las diferencias entre las dos situaciones son también evidentes y hacen referencia
tanto a los destinatarios del regalo como al regalo mismo.
Entre regalo y comida, la comida y lo erótico sexual son dos elementos que
tradicionalmente se asocian en múltiples aspectos del comportamiento humano.
Sexo, erotismo y comida están entonces fuertemente ligados y entrelazados en
Fortunata y Jacinta. El dinero, en la teoría freudiana de la sexualidad está
estrechamente relacionado con el órgano sexual masculino, con el concepto de
regalo, con las heces y con el nacimiento de los hijos.
Cuando Juanito Santa Cruz rechaza el huevo de Fortunata, rechaza el sistema de
intercambio que todo regalo implica y debería haber rechazado por tanto un
intercambio erótico con la joven. Sin embargo, su rechazo del huevo no detiene a
Juanito en su avance sexual hacia Fortunata.
Juanito Santa Cruz rechaza el regalo pero acepta la relación con Fortunata.
Como mujer, Fortunata es para Juanito una mercancía de precio irrisorio y
fácilmente intercambiable.
Fortunata al regalar su huevo se ofrece de forma total. Ella evoca la imagen de Eva
ofreciendo la manzana a Adán.
Ángel y demonio, atractiva y peligrosa, Fortunata es para Juanito en su
ofrecimiento imagen del demonio y de la tentación. Ella, como Eva a Adán, tienta al
hombre.
En el caso de los hombres en Fortunata y Jacinta, cabe preguntarse si su
destrucción es debida, precisamente a una "sobredosis" de Fortunata -que es un
regalo, pero que también es un fármaco peligroso.
Regalo y dinero, maternidad y feminidad, comida y fármaco son elementos que se
enlazan y se desenlazan en el texto y que remiten a su vez a un discurso
inconsciente que sigue muy de cerca la íntima relación que Freud establece entre el
dinero, las heces fecales, el regalo y la producción de hijos, tejiendo y destejiéndose
en el texto de la novela y, a su vez, ingiriendo y eliminando a Fortunata.
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b) La comida.
En Fortunata y Jacinta, las referencias a la comida, al acto de comer, a la compra
de alimentos y a su preparación toman casi el estado de leit-motif. Fortunata es
presentada como una excelente cocinera. Bárbara, la madre de Juanito, se destaca
por su manía por la buena comida y la buena mesa. Doña Lupe y su criada Papitos,
tienen también gran preocupación por alimentar bien a la familia, sobre todo a Maxi.
A Nicolás, un personaje que se caracteriza por su glotonería, su tía tiene especial
cuidado en no darle demasiado de comer y en darle lo peor.
b.1.Jacinta:
En su viaje de bodas es cuando Jacinta tiene las primeras noticias de la existencia
de Fortunata. El viaje de novios es el viaje de la revelación. La "verdad" es Fortunata.
Una vez instalada la duda sobre la posible existencia de un chiquillo, Jacinta se
predispone a aceptarlo en el caso de verificarse su existencia real.
El hambre y las ansias de comer que demuestra Jacinta en todo el viaje son
satisfechas por Juanito en su luna de miel.
A pesar de comer y hartarse de pajarillos fritos, el que de verdad ha comido hasta
hartarse es Juanito, metafóricamente.
Él asocia a las dos mujeres principales de su vida amorosa con el comer. Y aunque
se come a las dos, a las dos rechaza.
Jacinta y Fortunata, amantes y madres en su relación con Juanito, están
impregnadas a priori por el ansia infinita de voracidad del hombre. Las dos son
devoradas por Juanito. Fortunata, después de ingerida, debe ser defecada, es decir,
eliminada.
b.2.Fortunata:
Goldman dice de Fortunata:
a) Ella, de forma metafórica, ha sido ingerida;
b) ha sido ingerida en forma de droga;
c) estamos ante una droga fuerte y peligrosa;
d) la droga ha sido ingerida y eliminada; y,
e) la eliminación conduce necesariamente al olvido.
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Por ejemplo, la incapacidad de Maxi para "tragarse" a Fortunata se ejemplariza en
la novela. Doña Lupe le explica a Fortunata los hábitos de Maxi para el comer y le
insiste en que debe prepararle chuletas cortaditas en pedazos pequeños, ya que
tiene problemas con los dientes.
La problemática ingestión de Maxi se relaciona con su incapacidad sexual. Aunque
en la novela no se ve explícitamente la impotencia de éste, en el episodio de su
enfrentamiento físico con Juanito ésta queda por una vez despectivamente calificada
por un desconocido que presencia la pelea: "Sobrevino una pendencia. -No, cuestión
de faldas, ¿verdad?. -¡Quita allá!
¿Pero no ves que es marica? (tomo I, p. 708)[1].
Fortunata, percibida como carne, se presenta como buena y apetecible, aún
teniendo en cuenta que el exceso, la indigestión, puede producir daño. Percibida
como droga Fortunata se siente ya enseguida como potencialmente peligrosa.
[1]Francisco Caudet dice en una nota a pie de página: "Continuamente hemos ido
viendo que todos los que conocían a Maxi dudaban de su masculinidad. Por fin
surge, en boca de unos viandantes que acaban de conocer al marido engañado y
apaleado de Fortunata, la palabra que Galdós ha estado eludiendo" (I, p. 708).
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6. Usura, avaricia y egoísmo
a) Juanito Santa Cruz.
Las ganas de vivir de Juanito son un deseo "avariento" de la vida, un deseo
codicioso que se metaforiza y metamorfosea a la vez en ganas ávidas de comer, en
voracidad, gula y glotonería.
En principio, las ganas de comer de Juanito, asociadas a la libido sexual, no son ni
parecen diferentes de las ganas de comer de cualquier hombre. Sin embargo, esas
ganas que se traducen en español como "deseo", están asociadas fuertemente, en su
caso, con la búsqueda avariciosa de una autocomplacencia gratificadora.
El deseo o las ganas de Juanito están dirigidas a la propia satisfacción y se instalan
en el terreno de la glotonería y la gula a la vez que en el de la avaricia.
Juanito es en cierta medida un avaro y un tacaño.
Otra característica de Juanito Santa Cruz es la terquedad. Es terco de una manera
infantil, inmadura y caprichosa.
b) Doña Lupe.
La tía política de Fortunata es una usurera en el sentido extenso del término y
para ella el ingreso de Fortunata en la familia Rubín es considerado como una
adquisición.
c) Maximiliano.
Lo que pretende Maxi es comprar a Fortunata y vivir de los intereses.
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7. Fortunata por dentro
a) El pecado de Fortunata.
En Fortunata y Jacinta tenemos una reclusión y relación fundamentales: la de
Fortunata en el convento de las Micaelas.
El encierro de Fortunata obedece a varias razones. En el relato visible, Fortunata es
rea, rea del delito de no haber guardado su honor, su virginidad; de haber permitido
su deshonra y, lo que es más importante, de no mostrar arrepentimiento alguno.
b) El superyó.
La formación del superyó en la mujer debería seguir en principio las mismas
líneas de formación del superyó en el hombre, según Freud.
La influencia de los padres se hace permanente.
La ausencia textual del padre biológico de Fortunata hace evidente la presencia
ineludible de la ley masculina.
c) El encierro.
Fortunata, después de su deshonra y abandono, no puede salir del mercado de la
prostitución. No va a poder escapar de su mundo marginal en el que se ve obligada
a prostituirse más que a través de la intervención de Maxi, una intervención
masculina.
Maxi, al querer redimir a Fortunata, acepta más o menos inconscientemente una
cierta esclavitud o sujeción de la joven, que él pretende liberar por medio del pago
de un cierto precio.
El intento de purificación de Fortunata por parte de Maxi puede interpretarse
como las primeras enseñanzas de un juez-redentor. La ley masculina del superyó
empieza su camino de formación en el interior de Fortunata y para llevarla a buen
término, Maxi sabe, intuitivamente, de la necesidad de vaciar todo lo anterior, de
llegar al fondo del ello y de sacar a relucir, de expresar, lo que el narrador llama "el
caso de la deshonra".
d) Mauricia.
Fortunata es llevada al convento de las Micaelas. Allí, Fortunata entablará relación
con la persona que va a fomentar, desarrollar y fortalecer aquel "entre mí"
primerizo: Mauricia la Dura.
Exceptuando a Fortunata y a Jacinta, los personajes femeninos en la novela tienen
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en su mayoría rasgos marcadamente masculinos: Bárbara y Doña Lupe, Guillermina
Pacheco y Mauricia son descritas en un momento u otro como portadoras de rasgos
masculinos.
Mauricia es el personaje aparentemente más ambiguo y contradictorio de la
novela de Galdós. Femenina y masculina a la vez, alcohólica, alborotadora, y
displicente, es al mismo tiempo una de las pocas personas capaces de entenderse
con Fortunata.
Fortunata morirá al final de la novela, siendo inútil su resistencia a la formación de
un yo que no se defina desde lo masculino. También morirá Mauricia, antes que ella.
Muerta Mauricia e imposible para Fortunata el acceso a Guillermina, no le queda
más remedio que empezar sola su formación, que se revelará imposible. Después la
Joven pondrá en marcha su "idea", que consiste en tener un hijo de Juanito Santa
Cruz. La realización de esta idea cubre la última parte de la novela y lleva al texto y
a Fortunata a su final y a su muerte, a la vez que, en un círculo completo deja la
historia donde empezó: en el número 11 de la Cava de San Miguel.
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8. Bibliografía
-Blanco Aguinaga, Carlos, "Having no option: The restoration of order and the
education of Fortunata", en Goldman, Conflicting realities.
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Hispanófila, vol.59, 1977.
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Galdós, Mondadori, Madrid, 1988.
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Madrid, 1962.
-Freud, Sigmund, "La feminidad", Obras completas, vol. 22.
"Sobre la sexualidad femenina", Obras completas, vol. 21.
"El tabú de la virginidad (contribuciones a la psicología del amor,
III", Obras completas, vol. 11.
"Lo ominoso", Obras completas, vol. 17.
-Gullón, Germán, Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós, Madrid, Taurus, 1986.
-Gullón, Ricardo, Galdós, novelista moderno, Madrid, Taurus, 1987.
-Irigaray, Luce, Speculum. De l´autre femme, París, Les éditions de minuit,1974
(traducción: Speculum. Espéculo de la otra mujer, Madrid, Saltes, 1979).
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1995.
-Krisner,Robert, 20 años de matrimonio en las novelas de Galdós, Eastchester, N.Y.,
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-Kronik, John W., "Feijoo and the fabrication of Fortunata", en Goldman, Conflicting
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-López Barralt, Mercedes, La gestación de Fortunata y Jacinta, Ríos Piedras, Puerto
Rico, Huracán, 1992.
-Nietzsche, Friedrich, Por qué escribo tan buenos libros.
-Ortiz Armengol, Pedro, "Introducción", en Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez
Galdós, 2 vols., Madrid, Hernando, 1979.
-Pérez Galdós, Benito, Fortunata y Jacinta, edición de Francisco Caudet, Cátedra
"Letras hispánicas", Madrid, 1994.
-Vilarós, Teresa M., Galdós: invención de la mujer y poética de la sexualidad, Siglo
XXI de España editores, Madrid, 1995.
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9. Índice
1.-Introducción
a) La misión de la mujer en el siglo XIX
b) La invención de la mujer
2.-Maternidad, economía y poder
a) Introducción
b) El matrimonio
c) La maternidad
3.-La fragmentación del cuerpo materno: Fortuna, Fortunata y la administración
a) Fortuna
b) Fortunata
b.1.-La mujer
b.2.-La madre
b.3.-La muerte
4.-La figura de la madre
a) La madre-materia
b) La madre-recipiente
c) La madre-nodriza
d) La madre-alimento
e) La madre y la escritura
5.-Alimento, sexualidad y descendencia
a) Presentes (= regalos)
b) La comida.
b.1.-Jacinta
b.2.-Fortunata
6.-Usura, avaricia y egoísmo
a) Juanito Santa Cruz
b) Doña Lupe
c) Maximiliano
7.-Fortunata por dentro
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a) El pecado de Fortunata
b) El superyó
c) El encierro
d) Mauricia
8.-Bibliografía
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