Manuel Zapata Olivella Representante de la vida, el sueño y la lucha Por El maestro Manuel Zapata Olivella nace el 17 de marzo de 1922 en el municipio de Lorica, Córdoba y como parte de una historia de vida profundamente vinculada a la literatura y las ciencias sociales decide formarse como médico, historiador, antropólogo, ensayista, novelista y narrador de cuentos, construyendo progresivamente una obra que con la delicadeza de la pluma y la pertinencia de un discurso que matiza la vida cotidiana de los afrocolombianos con su resignificación política y cultural, se constituye en un patrimonio digno de contarse en los diversos escenarios del mundo académico y de la cultura popular. Antes de su incursión en una literatura profunda que devela sus reflexiones acerca de la resistencia afrodescendiente y el sincretismo afrocatólico, Zapata Olivella publica Tierra Mojada (1947) y La Calle 10 (1960), obras que sin lugar a dudas ya anticipaban sus preocupaciones en torno a lo urbano, la violencia política del país y los personajes cotidianos que de manera fina encarnaban personalidades de I N M E M O R I A M Juan Carlos Amador Baquiro la vida pública como es el caso de “Mamatoco” con Jorge Eliécer Gaitán en La Calle 10. En esta primera etapa, el maestro Zapata Olivella encuentra en la escritura la oportunidad para dar testimonio de una serie de impresiones ligadas a su “vida vagabunda” en países como los Estados Unidos, la República Popular China y la propia Colombia, en donde las experiencias de exclusión social, deslumbramiento político y anarquía moral le permitieron construir un lenguaje propio abordando géneros como el cuento, la novela, la crónica, el relato testimonial e incluso el discurso panfletario. La búsqueda permanente por ampliar sus significaciones lo lleva al desarrollo de una segunda etapa, en la que sus estudios lingüísticos en el Instituto Caro y Cuervo con el maestro Torres Quintero lo impulsan a escribir alrededor de investigaciones, vivencias, consultas, reescrituras y evocaciones producto de sus viajes a África, las Antillas y el Caribe colombiano. 185 De estas nuevas experiencias se cristalizan las obras: Chambacú Corral de Negros, Detrás del Rostro, En Chimá Nace un Santo y Changó el Gran Putas, las cuales expresan de manera diáfana que la agudeza del hablante no se encuentra en la gramática sino en el juego del lenguaje y que la novela y el ensayo pueden dar nuevos contenidos a las reinvindicaciones de los afrodescendientes, constituyéndose en una riqueza antropológica que traduce parte de la etnohistoria americana. Para Zapata Olivella la africanidad es un sentimiento filosófico, religioso y poético que da cuenta de la profundidad y reflexividad de las cosmovisiones, las prácticas sociales y las formas de construir tejido social pues “los grilots, juglares sudaneses de la cultura Yoruba, cuentan como los orichas crearon los primeros hombres; cuando éstos “cazaron” el fuego; cómo realizaron sus pinturas rupestres y sus pirámides; cómo crearon faraones. Y cómo llegaron desde ultramar, hombres barbados con espadas que iban a cazar y esclavizar a nuestros hermanos y mujeres. Eran los tiempos en que la luz del sol nos alumbraba a todos.1 1 Zapata Olivilla Manuel. La Rebelión de los Genes. Altamir Ediciones, Bogotá, 1997, pag. 73. 186 En sus palabras el concepto de africanidad se descentra y se convierte en un significado dotado de vida, inteligencia y creatividad, pues en sus diversos análisis en torno al canto y la danza de los afros demuestra que sus signos como formas de liberación contra la barbarie, dan legitimidad a las prácticas culturales y que progresivamente se articulan a nuevas formas de agenciamiento político, lo que demuestra su interés particular por sentar las bases de lo que más adelante serían los movimientos postcoloniales y las perspectivas de la decolonialidad (Fanon, 1963, Walsh, 2001). El 19 de noviembre de 2004 la luz creadora del maestro Zapata Olivella se apaga, sin embargo, su obra es inspiradora para los grupos denominados “minorías” o “desfavorecidos”, quienes por sus particularidades históricas tendrán el compromiso social de pensar la tradición, el rito, la palabra y el signo como posibilidad para proclamar la sensibilidad, la intuición y la poesía, y de esta manera, hacer de la palabra de un afrocolombiano un homenaje a la diáspora de la diversidad.