CON-CIENCIA SOCIAL Número 9. Año 2005 EDUCACIÓN CRÍTICA Y POLÍTICA DE LA CULTURA FEDICARIA* Forman parte del Consejo de Redacción las siguientes personas: • Raimundo CUESTA (grupo Cronos, Fedicaria-Salamanca) • Francisco F. GARCÍA (grupo IRES, Fedicaria-Sevilla) • Alberto LUIS (grupo Asklepios) • Juan MAINER (grupo Ínsula Barataria, Fedicaria-Aragón) • Julio MATEOS (Fedicaria-Salamanca) • F. Javier MERCHÁN (grupo IRES, Fedicaria-Sevilla) • Jesús ROMERO (grupo Asklepios) Coordinador del presente número: F. Javier MERCHÁN IGLESIAS * es una federación de personas y grupos interesados en la renovación pedagógica desde perspectivas críticas. Se constituyó por iniciativa de los siguientes colectivos: Asklepios de Cantabria, Aula Sete de Galicia, Clío de Canarias, Cronos de Salamanca, Gea-Clío de Valencia, Ínsula Barataria de Aragón, IRES de Andalucía y Pagadi de Navarra. Actualmente los integrantes de la federación forman diversas secciones territoriales de Fedicaria, representadas en el Consejo de Redacción de Con-Ciencia Social. Para contactar con Fedicaria pueden dirigirse a su página web: http://www.fedicaria.org FEDICARIA Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercialSinObraDerivada 3.0 Unported. Edición © DÍADA EDITORA S.L. Urbanización Los Pinos, Bq. 4, 4ºD Montequinto 41089 Sevilla - España [email protected] www.diadaeditora.com Maquetación Díada Editora S.L. Diseño de cubierta Cúbica Multimedia ISSN 1697-3127 ISBN 84-87118-14-3 Depósito Legal SE-5634-05 Impreso en España Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reproduzcan o plagien, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización. ÍNDICE EDITORIAL La escuela en crisis otra vez: reformas escolares y política educativa . . . . . . . . . . . . . . . 7 I. TEMA DEL AÑO: EDUCACIÓN CRÍTICA Y POLÍTICA DE LA CULTURA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo / Raimundo Cuesta, Juan Mainer, Julio Mateos, Javier Merchán y Marisa Vicente. . . . . . . . . . 17 II. PENSANDO SOBRE... LA OBRA DE IVOR GOODSON . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 Las historias de vida del profesorado: posibilidades y peligros/ Antonio Bolívar . . . . . 59 Historias del currículum e historias de vida en el trabajo de investigación sobre la enseñanza de Ivor Goodson / Montserrat Rifà Valls . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 70 Conversación con Ivor Goodson / Montserrat Rifà Valls . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99 III. RESEÑAS Y CRÍTICAS DE LIBROS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121 Engañados, escolarizados, infelices/ Antonio Viñao. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123 En clave de panorámica histórica: ensayos sobre el sistema educativo español /Aida Terrón Bañuelos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134 Pensamiento social y escuela: Un binomio imprescindible para una Didáctica Crítica / Paz Gimeno Lorente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141 El poder de la presentización y el control de la memoria / Pedro Oliver Olmo . . . . . . . 153 Historiografía, memoria y usos públicos de la historia / Rafael Valls . . . . . . . . . . . . . . . 159 En la frontera del concepto de inteligencia. Perspectivas críticas de la psicología educativa / Araceli Broncano Rodríguez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 Aprendiendo a distinguir... distinguiéndose / David Seiz Rodrigo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172 EDITORIAL La escuela en crisis otra vez: reformas escolares y política educativa Aunque todavía goza de cierta estima y sin que pronostiquemos ni deseemos su inmediato colapso, muchos son los síntomas que nos hacen pensar que la escuela que conocemos está cuestionada. No se trata tanto de un cuestionamiento explícito y abierto o siquiera conscientemente articulado, ni que se haga particularmente visible en el mundo de las palabras, sino que se advierte en el campo de los hechos, en las prácticas de individuos y grupos interesados o relacionados con la educación. Buena parte del profesorado se siente incómodo en el desempeño de sus tareas, no sólo por la natural molestia que supone tener que trabajar por necesidad, sino, también, porque se ha desestabilizado su posición en la escuela y desdibujado su identidad profesional. Cada día en mayor medida, tanto o más que como enseñantes, el trabajo de los docentes se define por su quehacer respecto al gobierno de la clase, escorándose progresivamente más hacia el lado del control y menos hacia el de la enseñanza. Esta función, que no es nueva en la actividad del profesorado, se ve hoy dificultada por circunstancias que hacen inservibles o poco útiles las viejas rutinas acuñadas a lo largo del pasado siglo. Así, por ejemplo, la incorporación a tramos superiores de la enseñanza de alumnos hasta hace poco excluidos de ellos, o la conformación de nuevas subjetividades y nuevas formas de relación con la cultura escolar, han producido situaciones cuya gestión difícilmente encaja con la imagen que los docentes tienen de sí mismos ni con los recursos que la tradición ha puesto en sus manos. A ello contribuye en gran medida el hecho de que el profesor ha dejado de ser la única, ni siquiera la princi- pal, fuente de conocimiento, de tal manera que en lo que respecta a su adquisición, no sólo para los alumnos, sino incluso para el conjunto de la sociedad, en la práctica, su papel se ve relegado a un segundo plano. Sin extendernos ahora en otro tipo de argumentos –entre los que habría que incluir la incidencia de intereses corporativos–, puede decirse que el malestar de los profesores refleja un conflicto con la escuela, un conflicto que parece acentuarse y extenderse a medida que ha ido aumentando el tiempo de escolarización de los jóvenes, más concretamente, en la época del modo de educación tecnocrático de masas. Acertadamente habla Beltrán Llavador –en un trabajo reciente sobre la producción de nuevos sujetos docentes– de “esa sensación de extrañamiento que sufre el profesorado de manera generalizada”, para referirse a la posición en la que la escuela sitúa hoy a los docentes y al mismo oficio de la enseñanza. Quizás como respuesta al envite que supone esa especie de destronamiento al que los profesores se ven sometidos, la corporación de los docentes, haciéndola responsable de sus males, cuestiona la escuela tal y como hoy la conocemos y se inclina mayoritariamente por una vuelta a épocas y modos en los que su propio estatus era mucho más central y gozaba de mayor potencia ejecutiva. Más que en otros casos, el discurso profesional refleja la confrontación de los profesores con la escuela del modo de educación tecnocrático de masas, pero es en el campo de la práctica donde se advierte la magnitud de ese enfrentamiento, al observar las estrategias de resistencias que diariamente se desarrollan fuera y dentro de los centros escolares. -7- C O N -C I E N C I A S O C I A L En mayor medida que para los profesores, la escuela está lejos de ser un lugar hospitalario para los alumnos. Aquí el cuestionamiento y el conflicto adoptan formas mucho más evidentes, y, aunque habría que matizar atendiendo a los condicionantes socioculturales, puede decirse que tienen su origen en un rechazo mutuo. Por su parte, la institución escolar supone un alumno que seguramente no existe. Siendo la figura del alumno una construcción de la propia escuela, ha llegado a imaginarse que esa condición, junto con la de hijo, agotaba la identidad de niños y jóvenes, sin caer en la cuenta del papel que, de manera cada vez más intensa –especialmente en el último medio siglo–, juegan otras fuerzas que actúan muchas veces en opuesta dirección. Si pensamos en un sujeto ávido de conocimientos, sumiso a las órdenes del maestro, dispuesto al esfuerzo y amante del estudio, tendremos la imagen que la escuela desea y espera de los alumnos. Si miramos a quienes realmente pueblan el interior de las aulas, percibiremos en muchos casos un fuerte contraste. De forma casi inevitable, la escuela rechaza a quienes no se ajustan a los patrones que definen el ethos del buen alumno, sin caer en la cuenta de que con esa disposición se aísla cada vez más, situándose al margen del mundo real y provocando una suerte de mutua incomprensión. Pero a lo largo de los últimos años, la identidad de los niños y jóvenes precisamente se ha ido distanciando del modelo con el que la escuela quiere y sabe trabajar; quizás por esto, quizás como consecuencia de ese desencuentro, los alumnos cuestionan cada vez más el papel que aquella tiene en sus vidas. No está nada claro el interés que pueda tener la formación académica que reciben, ni el valor de cambio que tengan los títulos que la institución proporciona. Además, en buena parte de la población escolarizada, la continua prolongación de su permanencia en las aulas es vista, no como una oportunidad, sino como un molesto aplazamiento de su incorporación a la vida adulta. Menos dados a la retórica, la confrontación de los alumnos con la institución escolar se materializa en una variada gama de prácticas que van desde la desgana y el aburrimiento hasta la desafección y el sabotaje, pasando, claro está, por el abandono y el fracaso académico. Pero incluso la actitud de muchos alumnos que se esfuerzan en obtener buenas calificaciones, revela un profundo cuestionamiento de la escuela, ya que establecen con ella una relación estrictamente mercantil. De esta forma, lo que se presenta al conjunto de la sociedad como una institución al servicio de un proyecto desinteresado, como es el de la transmisión de la cultura, aparece atravesado por una lógica mundana supuestamente ajena –si no contraria– a los valores sobre los que se sustenta. Fuera ya del ámbito estricto de los protagonistas, más allá de los profesores y los alumnos, el cuestionamiento de la institución escolar se advierte también en la desconfianza de otros sectores hacia el papel que la escuela dice cumplir en la dinámica de las sociedades de nuestro tiempo. Así, por ejemplo, muchas familias ponen sus esperanzas en la obtención de títulos escolares con vistas a la promoción social y económica de sus vástagos. Pero, como ya se ha dicho en editoriales anteriores, esas esperanzas se ve frustradas en no pocos casos, bien porque los títulos se devalúan, bien porque no son suficientes si no se acompañan de lo que Bourdieu llamaba capital social, o bien porque el éxito académico es muy difícil cuando se parte de condiciones socioculturales distintas a las que imperan en la escuela. Lo cierto es que la capacidad de la institución escolar como recurso para la igualdad social está lejos de alcanzar las cotas que se prometen en los discursos del poder; incluso para algunos sectores de las clases medias está dejando de ser la fórmula que garantizaba el mantenimiento de su estatus, particularmente desde que se produce la masificación de la enseñanza secundaria y universitaria. No se niega aquí lo que la escuela pueda aportar a la promoción social de los individuos, ni se atribuye exclusivamente a ella el fracaso en este campo (al que no son ajenas, antes al contrario, las transformaciones en el sistema económico), pero no puede negarse que las expectativas que a este res- -8- EDITORIAL pecto se pusieron en la escuela están siendo generalmente defraudadas. El hecho de que la posesión de un título universitario no implique ciertas garantías de estatus es un dato, por ejemplo, que cuestiona de arriba abajo toda la institución escolar. Siempre queda pensar en la formación que proporciona a los jóvenes, en su papel en la transmisión de la cultura. Pero tampoco está claro que en esto la escuela esté a la altura de las circunstancias o, al menos, que produzca lo que cabría esperar después de tantos años de escolarización en la vida de las personas. Para tantos años, es poco lo que se aprende, de manera que la ampliación del período de estancia en las aulas no conduce de manera proporcional a más ni mejor formación. Aunque en muchos aspectos no compartimos los criterios con los que se elaboran, no puede ignorarse que los estudios e informes sobre el nivel de formación de los alumnos en España arrojan resultados bastante pobres. Así, la publicación del último informe PISA 2003 sobre la educación en los países de la OCDE, puso de manifiesto que, tras pasar al menos diez años en la escuela (entre los 6 y los 16), buena parte del alumnado no alcanza un nivel mínimo de competencia en aspecto tan fundamental como es la comprensión lectora. Con ese dato, parece evidente que la institución escolar fracasa en el principal objetivo que debería justificar su existencia, es decir, en la formación de niños y jóvenes, y, más concretamente, en la democratización de la cultura. No obstante, al pensar en términos de fracaso, nos queda la duda de si no es más cierto que la escuela capitalista consigue sus objetivos ocultos como es, por ejemplo, el de contribuir a la formación de identidades sumisas y dóciles, fácilmente adaptables a los requerimientos del sistema económico y de los mecanismos de control. Pero, incluso en este punto, la eficacia de la institución escolar está puesta en entredicho, sobre todo si se la compara con otros medios mucho más potentes y económicos o se examina la incidencia que realmente ha tenido en épocas históricas caracterizadas por un fuerte adoctrinamiento escolar. Por lo demás, la enorme versatilidad de la organización del trabajo en nuestro tiempo amenaza con dejar obsoleta cualquier tipo de formación profesional que se reciba en la etapa de la infancia y la juventud en el marco de la institución escolar. Claro que donde se aprecia con más claridad el cuestionamiento de la escuela, es en el hecho de que continuamente está sometida a planes de reforma, tanto desde la administración educativa como desde los propios docentes. La reforma escolar es uno de los asuntos que parece estar siempre de actualidad, no sólo entre los profesionales de la educación, sino en el conjunto de la sociedad, como si el funcionamiento de la escuela nunca acabara de dejarnos completamente satisfechos y fuera siempre susceptible de mejora. Si nos ceñimos al caso de España en los últimos años, desde la promulgación de la Ley General de Educación en 1970 hasta hoy, las leyes y reformas educativas se suceden de manera casi ininterrumpida: no acaba de entrar en vigor un nuevo ordenamiento del sistema cuando empieza a ponerse en marcha otro. Tras la LGE, la LODE, después la LOGSE, continuando con la LOPEG, la LOCE y ahora la LOE. Todos los gobiernos quieren reformar total o parcialmente la educación, y, si nos atenemos a la cantidad de iniciativas, podríamos pensar que asistimos a una constante renovación y mejora de la enseñanza, aunque lo único que queda claro es que los jóvenes prolongan en el tiempo su estancia en la institución escolar, retardando cada vez más su incorporación al mundo del trabajo y a la vida adulta, ampliando con ello las fronteras de la infancia. Sin negar intenciones transformadoras, de mejora de la enseñanza, la compulsiva política reformista obedece en mayor medida a razones de marketing electoral, a intereses corporativos y a la pugna entre ciertos sectores sociales por las ventajas que ofrece el control del sistema educativo. Pero refleja también la inestable posición en la que se encuentra la institución escolar y la incapacidad de los gobernantes para afrontar en profundidad un fenómeno que seguramente desborda su margen de actuación. Quitando asignaturas de aquí y poniéndolas allí, reorganizando constante- -9- C O N -C I E N C I A S O C I A L mente los cuerpos docentes, ingeniando “nuevos” sistemas de nombramiento de directores escolares, reglamentando con detalle el paso de los alumnos de un curso a otro... las políticas reformadoras nos evocan –en una licencia gráfica llevada al extremo– la imagen de los camareros del Titanic, empeñados en recomponer las sillas y mesas del restaurante mientras el barco se hundía. Anunciada ya al salir el anterior número de esta publicación, el gobierno va a proponer al Parlamento la aprobación de una nueva reforma de la educación, una nueva ley –la LOE– con la que, otra vez, se pretende afrontar los problemas que afectan a la escuela. Si atendemos a sus primeras declaraciones, la política educativa de la actual ministra parece centrarse en la modificación-derogación de los aspectos más negativos de la legislación que aprobó el Partido Popular en materia de educación. Como en otros campos de la acción del actual gobierno, su argumento consiste en deshacer lo que “ellos” hicieron mal, haciendo las cosas mejor y de otra manera. Naturalmente se trata de un objetivo plausible, y que estaríamos dispuestos a compartir, pero ocurre que seguramente no coincidiríamos en el diagnóstico de lo que debe ser sanado y, claro está, en las propuestas sobre lo que ha de hacerse. Analizando con detalle el texto de la LOE, a distancia ya del ruido que producen los momentos electorales, puede pensarse hoy que para el actual gobierno del PSOE la LOCE no era tan mala como parecía. No vamos a ser los primeros en manifestar la decepción que produce comprobar otra vez que los hechos distan mucho de las expectativas que se habían generado con las palabras, pues ni siquiera podemos hablar de reforma educativa para referirnos al contenido del proyecto de ley sobre la educación. Mucho nos tememos que estamos ante otra oportunidad perdida: sin negar algunos aspectos positivos, en conjunto la LOE responde más bien a una operación de cosmética que a una política de mejora de la educación. Ya fue revelador el hecho de que el actual gobierno suspendiera la aplicación de algunos aspectos de la LOCE pe- ro mantuviera otros de extraordinario calado. Nos referimos, por ejemplo a la extensión de los conciertos a la educación infantil, una medida que siega la hierba bajo los pies de la escuela pública y abona vigorosamente a la enseñanza privada. Precisamente es en las comunidades en las que tales conciertos estaban ya en vigor en las que hay más educación infantil privada concertada que en el resto (El País, 12 de Septiembre de 2005). Se trata, desde luego, de un problema de asignación de recursos entre privada y pública, pues no en vano, según la memoria económica de la LOE, la mayor partida de las inversiones del estado se destinarán precisamente a este concepto (El País, 23 de Julio de 2005); pero también es un problema que afecta a la segmentación social en todo el sistema educativo, pues, dado que las familias tienden a dejar a sus hijos en el mismo centro a lo largo de todo el periodo educativo, es fundamental dónde empiecen su escolarización. Junto a algunas medidas plausibles como la reducción de asignaturas en secundaria obligatoria o la idea de los planes de refuerzo para alumnos con más dificultades –que habrá que ver si no quedan a expensas de la disponibilidad de plantilla en cada centro–, otras son calculadamente ambiguas o especialmente desafortunadas. Así, la desaparición de los itinerarios, que reza en el frontispicio de cualquier acto o noticia defensora del proyecto de ley como síntoma de su inequívoca vocación de equidad, resulta más que discutida al comprobar cómo en la práctica se establecen mecanismos –como los agrupamientos curriculares, las materias optativas o los mismos programas de refuerzo– que sabemos por experiencia conducen de forma clara al establecimiento de diversos itinerarios en los centros escolares. Más discutible resulta la idea de introducir una asignatura específica –Educación para la Ciudadanía– para formar a los alumnos en valores democráticos, una medida que se apoya en el endeble argumento de buscar soluciones inventando asignaturas para cada uno de los problemas que tiene la sociedad española y que contó con el rechazo mayoritario del Consejo Escolar del Estado. - 10 - EDITORIAL Y discutible también es la realización de la llamada “evaluación de diagnóstico”, una medida que se concretará en la realización de exámenes en 4º de primaria y en 2º de ESO con la intención de diagnosticar periódicamente el estado de la educación y de la enseñanza en el conjunto del sistema educativo a partir de los datos de los alumnos de cada uno de los centros escolares. Las experiencias que conocemos de este tipo de “diagnósticos” en otros países, nos hacen pensar con fundamento en la previsible perversión del sistema, pues, en la práctica, propiciará la clasificación de los centros escolares según los resultados –sin atender a los condicionantes con los que deben trabajar–, y potenciará la nefasta cultura del examen, convirtiendo la enseñanza en una mera preparación para el feliz desenlace de las pruebas. Si duda este es el elemento más visible, aunque no el único, del sesgo académico que se aprecia en las propuestas que se hacen sobre el currículum. Sin extendernos ahora en comentar todos y cada uno de los aspectos que nos parecen discutibles o rechazables del proyecto de ley o que suponen algún tipo de mejora, nuestra valoración global no puede ser positiva, pues, como decíamos más arriba, se trata de otra ley más que bajo la apariencia de progresividad se caracteriza más por la continuidad que por el cambio. Claro que todo puede ser peor si como se atisba a la hora de redactar este editorial, la política de consenso entre el gobierno y el Partido Popular acaba materializándose. No siempre el consenso es garantía de lo mejor, pero, en todo caso, no entendemos por tal ceder a las apetencias privatizadoras de la derecha política y social en detrimento del carácter de servicio público que debe tener la escuela. Más allá de los elementos coyunturales que nos dibuja esta nueva ley de reforma de la enseñanza, nuestro mayor reparo estriba en que ni de lejos se enfrenta a los problemas de fondo que hoy tiene planteada la educación. El cuestionamiento y crisis de la escuela obedece a causas profundas que no pueden afrontarse con medidas cuyos objetivos se limitan a que “funcione” lo mejor posible y a que se amplíe el número de los que disfrutan de sus –supuestos– benéficos efectos. Lo que podríamos llamar una política de escolarización –aplicada desde los gobiernos, o desde cualquier otra instancia– nos parece del todo insuficiente para abordar la mejora de la educación, ya que los problemas que aquejan a la escuela se plantean en un campo más amplio que en el que se sitúan habitualmente las iniciativas de reforma. Efectivamente, hablar de crisis de la escuela es algo equívoco. El término crisis tiene muchas lecturas. Si el nivel baja se habla de crisis, si hay conflictos hablamos de crisis, hay crisis si los alumnos no adquieren la formación adecuada... Más allá de estas contradictorias percepciones, un hecho parece cierto, y es que la escuela no puede seguir siendo lo que era, a pesar de que parece empeñarse en lo contrario. Si la escuela nace con el Estado-nación y se configura en el modo de educación tecnocrático de masas como un aparato que, junto a otros, contribuye a la formación de subjetividades pertinentes, propias de cada etapa del capitalismo, es evidente que hay razones para hablar de crisis. Ya no se trata de desajustes de mayor o menor cuantía sino de problemas que cuestionan su identidad, su papel en la vida social. El desmoronamiento del Estado-nación arrastra consigo la figura del ciudadano que la escuela contribuía a formar; al mismo tiempo, la sustitución del capitalismo industrial y financiero por lo que Vicente Verdú llama “capitalismo de ficción” relega la producción a un segundo plano y sitúa en primera línea la publicidad y el consumo. En todos los terrenos se impone la nueva religión: el mercado. Pero, mientras en las ciudades, por ejemplo, se transforma el espacio y, en detrimento de las iglesias y catedrales, adquieren centralidad los templos en los que se oficia la nueva liturgia –los centros de ocio y consumo–, la escuela parece mantenerse al margen de toda transformación social, desarrollando tareas que nadie le encomienda, formando identidades que carecen de viabilidad en la fase actual del capitalismo. Trabajo, esfuerzo y ciudadanía, frente a mercado, diversión y consumo. - 11 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Esta especie de contradicción entre lo que la escuela “era” y lo que la evolución del capitalismo y del control ha hecho de las sociedades actuales, es la que a nuestro modo de ver subyace a su deslegitimación social: a unos no les proporciona (o les niega) lo que promete, a otros molesta su existencia y añoran el modo de educación tradicional-elitista, mientras que en la lógica que domina la vida social, la institución escolar parece desubicada, sin una funcionalidad clara. Esta confusa situación afecta, claro está, entre otras, a la identidad de profesores y alumnos que, como anteriormente decíamos, la propia escuela se ocupó de construir. Por ejemplo, en el caso de los profesores –señala Beltrán Llavador–, el sistema posfordista de producción reclama de ellos cualidades muy distintas de las que caracterizan el habitus de la corporación “para seguir manteniendo las nuevas relaciones bajo control”; lo cual es motivo de desasosiego, pues deshabilita recursos que sirvieron en otro tiempo, mientras que no acaba de proveerse de nuevas técnicas y medios de sujeción. En el caso de los alumnos, los nuevos sujetos, formados en torno al consumo y a los medios de comunicación en el mundo exterior a la escuela, se avienen mal con la imagen de alumno que sigue gozando del favor de la institución escolar. Pero, aunque consideremos que en la mayoría de los casos las reformas escolares constituyen tentativas erráticas y generalmente superficiales, esto no quiere decir que en el mundo de la educación todo permanezca realmente inactivo, petrificado, y que desde distintas posiciones no se vayan ensayando formas alternativas de escolarización que intentan recomponer el lugar de la escuela ante los problemas arriba mencionados. Sin duda, la de mayor envergadura es la que tiene como objetivo la liquidación de la escuela pública como oportunidad, o, mejor dicho, la que se propone rematar (certificar) la desaparición de la escuela como instrumento para la democratización de la cultura y su definitiva conversión para unos en lugar de encierro de niños y jóvenes hasta su incorporación al mundo del trabajo y, para otros, en instru- mento de promoción. Consciente o inconscientemente, confluyen en esta posición sectores sociales conservadores y grupos políticos heterogéneos que tratan explícita o implícitamente de aprovecharse de las posibilidades de la escuela para conseguir ventajas en la obtención de títulos y en la confrontación cultural, estableciendo redes privilegiadas –y privatizadas– de escolarización y determinando la legitimidad de unos conocimientos en detrimento de otros. No cabe duda de que los postulados tecnoburocráticos sobre la educación contribuyen por omisión al reforzamiento de esas posiciones, ignorando su naturaleza social y cultural, y limitando el campo de acción de la Didáctica a la elaboración de artificios técnicos que ayuden a gestionar el tiempo de estancia de los alumnos en las aulas. El cuestionamiento de la escuela del capitalismo en el modo de educación tecnocrático de masas y la crisis de identidad que ello conlleva, fuerza también a los sectores críticos con el sistema social a discutir en profundidad sobre sus causas y obliga –a la vez que permite– a establecer elementos de reflexión y actuación alternativos. A nuestro modo de ver esto requiere situar los problemas de la educación en un ámbito de mayor calado que el de la mera distribución de alumnos, asignaturas y profesores en unos cursos u otros, es decir, más allá de la política de la escolarización. Tal y como propuso Apple y se plantea en el artículo que en este número firman los compañeros de Nebraska, la cuestión de la formación de niños y jóvenes y su relación con el conocimiento en el contexto escolar, es asunto que forma parte de los conflictos culturales que atraviesan nuestra sociedad, así que, consecuentemente, la política educativa debería abordar la escuela como un elemento más –aunque con rasgos específicos– de la política de la cultura, en relación, por tanto, con otras instancias –gubernamentales o no– presentes en la configuración y transmisión cultural. A nuestro modo de ver, una política educativa que se plantee en términos distintos de la simple escolarización y clasificación de los alumnos y que afronte el reto de la democratización de la cultura, debe ir - 12 - EDITORIAL mucho más lejos de lo que hacen las reformas que se suceden año tras año. Su punto de partida tiene que ser precisamente la constatación de que la escuela, tal y como la conocemos, no sirve ni a unos ni a otros, y su transformación requiere una profunda impugnación de los cimientos más sólidos de su arquitectura. Nos hacemos cargo, desde luego, de que una estrategia de cambio, basada en esos supuestos y planteada con ese objetivo, no es cosa sencilla ni que pueda resolverse a corto plazo. Sabemos que muchas de las medidas que habría que tomar son de difícil aplicación ya que, al afectar a tradiciones e intereses muy consolidados, encontrarían no pocas resistencias en sectores muy poderosos (pensemos, por ejemplo, en el mundo de los libros de texto y en las grandes editoriales). Pero cualquier estrategia de reforma de la enseñanza debe ser una estrategia planteada a largo plazo; la historia de la educación demuestra que en este campo no hay atajos. Otra cosa es si renunciamos a la posibilidad de que la escuela sirva realmente a la formación de los jóvenes y aceptamos que su papel se reduzca a otorgar selectivamente títulos y a la custodia, entretenimiento e infantilización de las nuevas generaciones. Es decir, si renunciamos a que la escuela sea pieza fundamental en el acceso a la cultura. Impugnar la escuela que conocemos y pensar en otras formas de escolarización en el contexto de una política de la cultura, es el marco en el que debe ubicarse una política educativa que mire más allá de intereses corporativos. Por razones obvias, esto no nos permite aplazar el diario quehacer en los centros escolares, que no pueden cerrarse a la espera de resolver todos los males que les aquejan o de ser conformados de la manera que consideremos más idónea. Lo cual nos sitúa en un terreno en el que la acción está llena de dificultades, pues no podemos evitar la convivencia entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que queremos cambiar y lo que permanece, entre lo que rechazamos y lo que deseamos. Así, no es tarea sencilla, y menos en los tiempos que corren, afrontar los retos que supone responder diariamente a los múltiples requeri- mientos de la vida en las aulas y, al mismo tiempo, pensar y construir modos alternativos de escolarización y enseñanza; no digamos hacer lo uno y lo otro de manera coherente. La historia de los intentos de renovación de la escuela está llena de fracasos, de proyectos empantanados en el manglar de las rutinas cotidianas, que imponen su lógica ante la necesidad de resolver los problemas con los que en la práctica se enfrentan alumnos y profesores. Justamente en el conflictivo espacio que hay entre lo que se debe y se puede es donde se sitúa la Didáctica. Pero, como ocurría con los camareros del Titanic, una Didáctica complaciente con la escuela no es capaz de percibir la profundidad de su crisis, así que se limitará gestionar una pequeña parte de la nave, sin percatarse de que el hundimiento hace inútil tanto desplazamiento de muebles y cacharros. Por su parte, una Didáctica que cuestione radicalmente la escuela que conocemos, a la que por eso damos en llamar Didáctica crítica, tiene necesariamente que moverse en permanente contradicción entre la necesidad y el deseo; y ésa es una de sus señas de identidad. Su programa de trabajo contiene por supuesto un proyecto de educación alternativo que se actualiza de forma permanente, pero se ocupa también de desvelar los obstáculos que le impone la escuela capitalista, identificándolos, analizando sus raíces y el modo en que se han ido enquistando hasta hacerse casi invisibles; y, dentro de lo posible, trata así mismo de desarrollar en su seno experiencias capaces de removerlos, de hacer visibles algunos rasgos de la alternativa. Por lo demás, una Didáctica consecuente y una política educativa transformadora no pueden ser ajenas a la verdadera naturaleza de la escuela y de los problemas con los que se enfrenta; ni pueden, por tanto, suponer que son problemas cuya solución –si existe– pueda confiarse a una adecuada combinación entre grandes dosis de voluntarismo y de fórmulas científico-técnicas. Como decíamos al principio de este editorial, el carácter social de la institución escolar hace a la escuela, no ya absolutamente permeable a la dinámica de las sociedades, sino muy dependiente de sus cambios y vi- - 13 - C O N -C I E N C I A S O C I A L cisitudes. De aquí que, si es la transformación de las sociedades capitalistas ocurrida en los últimos años la que desubica a la escuela y cuestiona su identidad, no cabe pensar que la construcción de alternativas en la enseñanza pueda hacerse al margen de los cambios sociales, ya que la escuela es lo que la sociedad sea, lo cual, ciertamente, pone límites a los deseos de cambio y mejora, cuestiona el mito del continuo progreso en la enseñanza y de la predicada fe en los planes de reforma y en la potencia de métodos y técnicas, y sitúa el problema en el campo más amplio de la transformación social. Refiriéndonos ya al contenido de este número, además de los habituales artículos-reseñas, que informan al lector o lectora de novedades bibliográficas y le proponen temas para la reflexión, en él se incluye como “Tema del año” el artículo firmado colectivamente por los miembros de Proyecto Nebraska –Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo–, en el que, desde su perspectiva, se desarrolla una propuesta sobre los fundamentos y orientaciones que deben sustentar una Didáctica crítica. El apartado “Pensando sobre...” se ocupa en esta ocasión de la figura de Ivor Goodson, referencia inevitable en la historia social del currículum. En él se incluye una entrevista y una reseña biográfica, ambas firmadas por Montserrat Rifà Valls, así como un breve artículo de Antonio Bolívar en el que el autor nos ayuda a profundizar y valorar la obra de Goodson. Finalmente se nos permitirá una licencia a los miembros de la Federación Icaria (Fedicaria), y es que hace ahora diez años de la fundación de este colectivo. Sin caer en la autocomplacencia, queremos dar cumplida cuenta de ese hecho y expresar nuestra satisfacción al tiempo que nuestra voluntad de continuidad. - 14 - I TEMA DEL AÑO Educación crítica y política de la cultura Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo por Raimundo Cuesta, Juan Mainer, Julio Mateos, Javier Merchán y Marisa Vicente Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo Raimundo Cuesta, Juan Mainer, Julio Mateos, Javier Merchán y Marisa Vicente1 Nam et ipsa scientia potestas est Feliz tú que huyes, a velas desplegadas, de la cultura (Epicuro) El lugar del que se parte y al que siempre se regresa: necesidad y deseo En una apasionada expansión poética de juventud, en 1950, E. P. Thompson se situaba frente a las “fauces de un viento hostil” y proclamaba la facultad de transfigurar, en el “sitio de la acción humana en el que la necesidad y el deseo se encuentran”, los elementos de la naturaleza en fuego humanizado capaz de elevar a la plenitud el ideal de un mundo ordenado y regido conforme a los deseos de sus pobladores2. Pero la necesidad y el deseo distan mucho de gozar de la armoniosa convivencia que parece vislumbrarse en el texto, como, por otra parte, supo captar magistralmente Thompson en su excelente obra historiográfica. En realidad, este poema, si bien nos fijamos, evoca la vieja y nunca acabada controversia del pensamiento social acerca de los mecanismos determinantes de la acción humana, acerca de los factores externos e internos que mueven la voluntad de los agentes sociales. Tal asunto no resulta irrelevante para quienes pretendemos sostener, con pensamientos y actos, una didác- 1 2 tica crítica porque ésta se sitúa precisa e inevitablemente en ese lugar donde concurren necesidades y deseos. En efecto, una didáctica crítica, en tanto que actividad teórico-práctica, ha de comprender las razones de la necesidad sin ignorar los no menos poderosos resortes del deseo, al punto de poder ejercitar, en circunstancias siempre constrictivas como las de la escuela, una cierta educabilidad del deseo. Una educación que, parafraseando de nuevo al poetahistoriador “enseñe al deseo a desear mejor, a desear más, y sobre todo a desear de modo diferente” (Thompson, 1988, 727). No obstante, esta cálida pretensión desiderativa lanzada hacia la utopía ha de convivir, en conflicto permanente y nunca resuelto, en tensión dialéctica que no admite síntesis superadora, con la fría consideración de la economía de la necesidad estructurante del comportamiento humano. Además, el pensamiento social de progenie crítica tiene que huir como de la peste de esas filosofías de la conciencia y de la consiguiente hueste de prejuicios ahistóricos que constituyen la sustancia nutricia de las teorías de la acción racional (tan nutritivas, por cierto, para la defensa y sostenimiento del capitalismo), en virtud de las cuales se convierte al sujeto en un permanente optimizador de su intereses y a la sociedad en una noria donde rotan incansablemente in- Componentes del Proyecto Nebraska, una de las agrupaciones de trabajo e investigación que formamos parte de Fedicaria, cuya historia y proyectos de trabajo pueden consultarse en http://www. fedicaria.org Véase especialmente Cuesta, Mainer, Mateos, Merchán y Vicente (2005). Los versos citados pertenecen al poema The Place Called Choice, recogido por Bryan D. Palmer (2004, 24). Este cántico del historiador británico a lo que de incierta tiene la acción humana, como bien percibe su biógrafo, dibuja un horizonte de futuro marcado por “la posibilidad de la posibilidad, no por promesas o seguridades de triunfo ni por leyes del movimiento histórico” (Palmer, 2004, 23). - 17 - C O N -C I E N C I A S O C I A L dividuos competitivos. Frente a tal simplismo economicista y positivista, contra la conversión del sujeto en sustancia estática (en naturaleza humana), conviene a la didáctica crítica dotarse de una perspectiva explicativa muy distinta que nos acerque a comprender la complejidad y opacidad de las estructuras estructurantes del comportamiento de los agentes sociales (en el caso que nos ocupa de profesores y alumnos). Y ahí es donde cabe recuperar la idea de que la dominación en las sociedades del capitalismo tardío y más aún en el actual estadio de sociedades de control adquiere una faz cada vez más sutil (la violencia es más simbólica que física) y paradójica (el dominado es cómplice de su propio sometimiento), de suerte que los efectos de un poder quedan inscritos de manera duradera y no consciente en el cuerpo de los dominados bajo la forma de esquemas de percepción y disposiciones afectivas de diverso tipo. Ya P. Bourdieu3 supo compendiar certeramente en su concepto de habitus (interiorización e inscripción en los cuerpos de los sujetos de comportamientos socialmente pautados) su teoría de la práctica, su explicación de las “razones prácticas” que guían las conductas de los individuos que actúan en cualquier campo del espacio social. Antes también la Escuela de Frankfurt indagó en los oscuros sótanos de esa “segunda naturaleza humana” que había ensombrecido el siglo XX con un despliegue de barbarie difícilmente imaginable, y que coexiste y facilita en las sociedades del capitalismo tardío la explotación de clase, género y otras. Diríase que al lado de las constricciones externas existiera una estructura interna de necesidades que condujera nuestros deseos y disposiciones prácticas como si de una segunda naturaleza se tratara4. Esa “segunda naturaleza”, infraconsciente, explicaría lo inexplicable. De modo 3 4 que la pervivencia de la personalidad autoritaria demuestra que, en parte, el efecto de dominación reside en nosotros mismos y que el miedo a la libertad ha conducido a la humanidad reiteradamente a “un estado de permanente necesidad de recibir órdenes” (Adorno, 1998, 83). Tal como si el ejercicio de la dominación hubiera precisado de una complicidad inconsciente: “El efecto de la dominación simbólica (trátese de etnia, de sexo, de cultura, de lengua, etc.) no se produce en la lógica pura de la conciencia conocedora, sino a través de esquemas de percepción, apreciación y acción que constituyen los hábitos y que sustentan, antes que las decisiones de la conciencia y de los controles de la voluntad, una relación de conocimiento profundamente oscura para ella misma” (Bourdieu, 2000, 53-54). Más allá de que gustemos del aire de psicoanálisis social practicado por algunos de los más célebres miembros de la Escuela de Frankfurt, o bien prefiramos el estilo estructural-genético de Bourdieu (u otros muchos modos de pensar que se han ocupado de la cuestión), lo cierto es que nos vendría bien, a la hora de discurrir a propósito del significado y el alcance de una didáctica crítica, despojarnos de una vez por todas del fantoche trágico y mítico del sujeto individual como permanente calculador racional y operador consciente. Y de otro tipo de simplificaciones como la que supone imaginar a los seres humanos como superficies planas e inmaculadas sobre las que es posible grabar e inscribir en su cerebro un repertorio de conductas predeterminado. Qué duda cabe que ello nos ayudaría a entender la complejidad de las relaciones sociales y nos facilitaría no incurrir más en determinadas formas de ingeniería social que al menos desde La República de Platón han tentado insistentemente a las principales utopías educativas y a sus mentores Sería prolijo citar la larga literatura científica de este autor, clave para entender algunas de las ideas que guían el proyecto Nebraska. Un ejemplo de cómo lo utilizamos puede verse en R. Cuesta (2003a). Véase también una reciente obra L. E. Alonso y otros (2004), que toca los grandes ámbitos de investigación del sociólogo francés. Asunto especialmente tomado en consideración en la obras de T. W. Adorno y H. Marcuse. Un rápido y buen resumen puede verse en H. Giroux (1992, pp. 188-189). - 18 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo más insignes. Muchas, en efecto, y de muy triste recuerdo, han sido las búsquedas y experimentos de la eudaimonía (la felicidad) a través del Estado educador, que alcanzan precisamente su versión paroxística en algunos de los abundantes proyectos de reforma educativa de la Revolución francesa5. Desde entonces el emparejamiento dichoso entre escuela y Estado alcanza la categoría de mito central del llamado pensamiento progresista de estirpe liberal-socialista. Pero en la actualidad, tras la barbarie totalitaria del siglo XX, esta concepción del Estado, la escuela y el sujeto educable, ha perdido todo su potencial emancipador y su recuerdo nos remite a la multitud de sueños monstruosos de la razón moderna. Estas consideraciones y otras que aquí no caben sobre el triángulo sujeto-escuelaEstado en nuestra etapa actual del capitalismo no deben echarse en el olvido, porque están en la raíz de la génesis de la circulación y corporeización de las necesidades en deseos. Pero ahora nos interesa sólo destacar y subrayar el componente no consciente, no racional y práctico de las conductas, aspecto muy a menudo soslayado en las didácticas declarativas (la didáctica como objetivos formativos) e instrumentalistas (la didáctica como tecnología de transposición del conocimiento) al uso, en las que suele subyacer, como encriptada, una imagen de niño-alumno-normal susceptible y capaz de hacerse virtuoso al comprender la ciencia que se le ofrece en los procesos de enseñanza-aprendizaje proporcionados por la escuela. Por el contrario, la didáctica crítica que aquí se propone se aparta de esta consideración simplista de la cuestión y aboga por 5 una educación histórica del deseo. Asume que ha de estar atenta y afectar a esas turbulentas profundidades de la segunda naturaleza en donde nadan sin orientación fija los deseos. La dos caras de esta didáctica se presentan como la indagación y el aprendizaje de la relación dialéctica entre las condiciones sociohistóricas (las necesidades) y las cambiantes formas de subjetividad volitiva (los deseos) de los agentes educativos. Pero esta delicada y compleja tarea de exploración, intra e intersubjetiva, acerca de las necesidades y deseos, nada tiene que ver con un proceso predeterminado y de final conocido, mediante el cual, ¡al fin!, encontráramos nuestra verdadera naturaleza o esencia humana (esa esencia que dan por supuesta las didácticas convencionales o no críticas). Nada más lejos que la recomendación agustiniana: “Noli foras ire, te ipsum redi, in interiore homine habitat veritas (no vayas fuera, vuelve a ti mismo; en el interior del hombre habita la verdad”); y quizás mejor sería acudir a la formulación clásica de Marx en la Tesis de Feuerbach: “la naturaleza humana no es algo abstracto e inherente a cada individuo. Es, en realidad, el conjunto de las relaciones sociales”. No hay, pues, fondo humano que desenmascarar, ni siquiera el “hombre genérico” en contraposición con el ser humano alienado; existe, eso sí, un proyecto de construcción y conocimiento que inventa nuevas subjetividades conforme a fines y valores nacidos de la confrontación cultural en el desarrollo de las sociedades. En cierto modo lo humano se define como una huida hacia el porvenir, como la inestabilidad esencial de yoes, de manera que el ‹‹conócete a ti mis- Especialmente el proyecto de Plan de Educación Nacional de Le Pelletier, presentado por Robespierre y debatido, aunque no aprobado, por la Convención en 1793, del que se ha dicho que era “una utopía educativa con ribetes de pesadilla, una auténtico sueño monstruoso de la razón, en el que el régimen de internado se presenta como metáfora de una sociedad perfecta a través de un sistema de clausura, que, como ya viera Foucault, es la forma más acabada, como derivación del modelo conventual, de la escuela. Más que eso. La suprema encarnación escolar de las ‹‹casas de la igualdad››, auténticos baluartes inexpugnables de la república, instalados en los edificios del antiguo poder privilegiado estamental (castillos, conventos, etc.) representaban auténticas factorías humanas dedicadas a difundir la nueva religión laica, basada en dos amores: la patria y el trabajo. Amores muy, que muy necesarios, para el definitivo triunfo del capitalismo” (Cuesta, 2005a, 44). - 19 - C O N -C I E N C I A S O C I A L mo›› es tarea menos que imposible6. Y ello a pesar de que la crítica, entendida en sentido gramsciano, radique en la toma de conciencia de lo que uno es en tanto que resultado de un proceso histórico-social que ha dejado huellas en nosotros. Esas huellas de la historia en nosotros convierten la introspección en genealogía de nosotros mismos y hace de ese inventario tarea central de la indagación histórico-cultural7. Por tanto, la educación histórica del deseo, dimensión cardinal, de la didáctica critica, precisa “rechazar una determinada teoría a priori del sujeto para poder realizar este análisis de la relación que pueda existir entre la construcción del sujeto o de las diferentes formas de sujeto, y los juegos de verdad, las prácticas de poder, etc. (Foucault, 1994, 123). Ha de situarse, en cambio, en medio de las relaciones de poder (eso son, claro, las prácticas pedagógicas inspiradas en regímenes de verdad), soportando la inclemencia de tales relaciones y sabiendo que toda modalidad de poder y dominación genera su contrario (como se ha demostrado incluso en las situaciones más al límite)8, y que, si queremos ser algo más que sacerdotes laicos, la educación no se nos presenta como salvación, porque no existe un sujeto que emancipar para siempre haciendo saltar los cerrojos que aprisionan su verdadero ser. La educación del deseo no consiste tanto en la liberación total como en la modesta labor teórico-práctica de impugnación y debilitamiento de los efectos de dominación más perniciosos provocando cortes intermitentes, ejemplares y demostrativos en el circuito lógico e institucional en el que las relaciones pedagógicas están institucionalizadas aquí y ahora. Ahora bien, la didáctica crítica que proponemos, aunque enraizada en las formas 6 7 8 9 de sentir y vivir los valores de los sujetos, no pretende tender en el diván psicoanalista a los agentes educativos individualizando cómo en cada caso las necesidades se trasmutan en deseos. La actividad didáctica, en tanto que se postule crítica, resulta ajena a cualquier imitación médico-terapéutica que estudia “casos” (imagen en la que hoy recae ad nauseam toda la educación de masas), y por tanto abomina de la administración de fármacos individuales o fórmulas magistrales para la orientación de la acción. Por el contrario, la práctica pedagógica es un tipo de relación social inscrita en las relaciones de poder operantes en la escuela, y la didáctica crítica que defendemos es una actividad teórico-práctica que, teniendo por objeto la explicación y reorientación de tales prácticas, se funda en torno a tres vectores: la crítica de la cultura, el análisis genealógico y una forma alternativa de política de la cultura. Cultura, historia y política forman parte y dibujan, pues, el trípode sobre el que levantamos y construimos los postulados del discurso crítico9. Pero empecemos por el principio de los principios: “cultura”. Cultura: nada es lo que parece En el principio, en verdad, fue la palabra y allí se encarnó la mentira. De palabra en palabra, a golpes de saber y poder, se forjaron los valores que son, a modo de estrellas, el brillo que emite el oscuro, inmenso y ambiguo universo de la cultura. La cultura y los valores funcionan como una poderosa herramienta de producción y reproducción de la vida social, y la escuela es uno de los principales lugares donde toma cuerpo y se difunde el ethos cultural que A propósito del mismo R. Sánchez Ferlosio (2002, 138), de agudeza sin par, en su Antisócrates, añade, con irónica sabiduría: “¡Sí, hombre, como si no tuviera otra cosa en qué pensar!”. Como reivindica E. Said en su ya clásica obra Orientalismo (2003, 50-51). Primo Levi (2003). Si esto es un hombre. Y a pesar de todo había resistencia en el inframundo que el autor describe, aunque sólo fuera como esfuerzo ciego de supervivencia. Ya en esta misma revista señalábamos cinco postulados, a modo de enunciados-guía de la práctica, a saber: problematizar el presente, pensar históricamente, educar el deseo, aprender dialogando, impugnar los códigos pedagógicos y profesionales (Cuesta, 1999, 80-91). - 20 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo conviene a los valores dominantes. Frente a ellos, la didáctica crítica sostiene como verdad la mentira de la cultura y de sus criaturas morales hegemónicas. La educación posee una especial relación con la esfera cultural de la vida social y de ahí que una crítica de la educación conlleve ineluctablemente una crítica particular de la cultura y, por extensión, de su plasmación en los valores morales. El pensamiento de esta progenie nos pone en guardia sobre lo que realmente existe tras la cultura, lo que se vela a la conciencia, advirtiendo que, como en las películas de trama policíaca, nada es lo que parece, que las huellas a menudo son falsas, que las pistas están amañadas y que, como siempre solía sugerir W. Benjamin, detrás de todo monumento de la cultura universal se agazapa un documento de la barbarie humana. Esta acerba posición gnoseológica nos invita a practicar y sugerir los procedimientos nietzcheanos de la escucha y la sospecha (Lizcano, 1998), como tentativa heurística de desvelamiento de la verdad y las causas que participan de la sociogénesis de la realidad. Mediante el primer instrumento nos es dado descifrar el etymos, la genealogía, de las palabras que otorgan nombre a las cosas reales y que, en cierto modo, les dan vida y existencia simbólica. Pero lejos de preconizar cualquier omnipotencia del discurso, pecado atribuible a las versiones postmodernas del giro lingüístico y culturalista en las ciencias sociales, la “escucha” es actitud propia del genealogista que busca el origen y significado de las palabras en 10 11 tanto que síntoma de los problemas del presente. Para el atento escuchante del ruido de la historia, resulta sin duda paradójico cómo a menudo los conceptos más empleamos en el lenguaje de las ciencias sociales son aquellos cuyo significado más se nos escurre, como si de un masa amorfa y gelatinosa se tratara. Ahí, en parte, reside lo que podría denominarse el misterio de la cultura (en realidad, el escollo de percibir lo que se agazapa, tras las palabras, en su trastienda). En su tiempo R. Williams admitía lo problemático de erigir una sociología de la cultura teniendo en cuenta la anfibología del mismo término (“una de las dos o tres palabras más complicadas de la lengua inglesa”, decía a propósito de “cultura”) sólo aparentemente difinitorio y cuya historia y uso habían sido excepcionalmente complejos y tardíos (Williams, 1994, 10)10. El vocablo, en efecto, sólo aparece sustantivizado a partir del siglo XVIII y dentro de un itinerario semántico que no por casualidad confluye, en cierta manera, con el de la separación de la voz “arte” de su prístina procedencia (artesanía), y que se flanquea de otros fenómenos más de fondo en virtud de los cuales se redefinen los conocimientos y la vieja división entre arts liberum y arts pauperum, entre saberes de los hombres libres y los del vulgo, alcanza una morfología clasificatoria más compleja, refinada y estricta, al tiempo que las funciones disciplinarias del saber se amplían definiendo un nuevo sujeto de conocimiento11. Ocurre Ya el propio R. Williams había tratado en 1958 ampliamente la historia del concepto (Culture and Society). Ahora nos basamos en su Sociología de la cultura (Paidós, 1994), que en su versión inglesa (y en la primera impresión española) llevaba por título Culture. Sin duda, el hilo de complicidades teóricas que unen a la historiografía marxista británica y a los estudios culturales del mismo origen geográfico tienen la complacencia del Proyecto Nebraska y, como el lector o lectora curiosos podrán ya haber percibido, no se cita en vano a ambos. Aquí las citas se emplean sintomáticamente; no por afán erudito. No obstante, es de justicia añadir que algunas de las ideas e informaciones sobre la etimología del concepto pueden verse en G. Bueno (1996), que realiza un excelente estudio de la cuestión, aunque nosotros prescindimos de un marco categorial que nos parece más pesado que llevar una cruz a cuestas. También nos hemos valido del libro de T. Eagleton (2001), del que hemos aprovechado su crítica de la deriva culturalista del pensamiento postmoderno. Para una mirada rápida y enciclopédica a un tiempo a temas similares, recomendamos M. Payne (comp.) (2002) y también U. Daniel (2005). Además de consultar con provecho la obra de L. Shiner (2004) conviene hacer otro tanto con la de G. Bueno (1997, 29). - 21 - C O N -C I E N C I A S O C I A L como si las nuevas designaciones se espiritualizaran, se recubrieran de un aura extraña al mundo del trabajo manual y tomaran distancia y desapego respecto a un origen más cotidiano, modesto y material. En efecto, la expresión que hoy empleamos para denominar a las operaciones humanas más refinadas procede de cultus y collere, del laboreo en la agricultura, y sólo desde el siglo XVIII acaba alcanzando su amplísimo y omnicomprensivo territorio semántico actual que oscila entre la idea de “bienes culturales” y “modos de vida”. Ya antes el territorio de lo “cultivado” quedaba reservado y adherido, como segunda piel, al ideal formativo, a la vieja paideia o al nuevo Bildung burgués de la renacida educación de elites. Claro que ya en el mundo clásico las disciplinas legítimas y más nobles (las siete artes liberales, el core currículum de la paidea) poseían una fuerte connotación de uso ostentoso del tiempo libre, un derroche de ociosidad en el que la producción y el consumo de determinados bienes culturales evocaban en sus propietarios una lujosa adquisición y un símbolo de superioridad. La recepción bajomedieval del pensamiento aristotélico insufló nueva vida y actualidad a la divisoria y contraposición entre, por un lado, lo mecánico, servil, manual y utilitario frente, por otro, a lo abstracto y carente de utilidad propio del hombre (más que de la mujer) honesto. En esa dicotomía se han movido los modelos de subjetivación y relación con el conocimiento de las clases altas de la modernidad y los tipos ideales reinventados en la Europa del Antiguo Régimen. En efecto, superada la radical y grosera especialización estamental entre guerreros (bellatores) y clérigos (oratores), entre la espada y la pluma, los renacidos prototipos de hônnete homme, gentleman, o caballero, apelan todos ellos, bajo distintas denominaciones y variedades nacionales de hombre (que no de mujeres), a una determinada relación con el conocimiento, que podría ser comprendida y compendiada como posesión (de bienes espirituales e intangibles de incalculable valor), como distancia (respecto a los demás, ya que el sujeto moderno se forja en la soledad de la que voluntariamente se rodea el pensador recogido sobre sí mismo) y como desinterés (en tanto en cuanto el saber queda alejado de toda preocupación mundana y adquiere la propiedad de una circulación autorreferencial y autofecundadora de ideas sobre ideas). El conocimiento como propiedad, como distancia inefable y como acto desinteresado e inútil se adhiere e inserta en una afirmación de la cultura como depósito histórico de bienes espirituales generados por el discurrir individual. De esta forma la privatización de la cultura, su individualización, viene a esconder sistemáticamente la dimensión social (de clase, género y etnia) de los procesos de generación de conocimiento, inscribiendo los lamentos de los poetas, las sesudas reflexiones de los filósofos, las agudas observaciones de los naturalistas, los elegantes razonamientos de los matemáticos, etc., en los nuevos encadenamientos y vínculos establecidos por la modernidad entre el saber, el poder y las formas de subjetivación. Así, en el retirado silencio del desván de la conciencia individual se forja la orla, a modo de aura, que envuelve a las hermosas criaturas de la cultura “culta”. Hoy el concepto de “cultura” (la concepción acrítica, afirmativa y complaciente del mismo) tiende a quedar cosificado, es decir, desvinculado de su condición terrena e histórica, en cierto modo, “naturalizado” gracias a la casi universal y ciega fe en la existencia de un depósito y legado esencial de bienes espirituales fruto del inconmensurable progreso de la razón humana. Esta metanarrativa implícita, que aparentemente pudiera sorprender en tiempos inestables y postmodernos, está perfectamente arraigada en el mundo de la educación y la cultura. El discurso pedagógico progresista respira, a poco que se abran sus poros, por ahí: - 22 - “La perspectiva de hacer de la educación, de la práctica de la enseñanza, del currículum y de la institución escolar un programa favorable a la subjetivación, donde cada cual pueda ser él mismo, expresarse con libertad y autonomía todo él, nutriéndose de la cultura y comprometido con causas sociales emancipadoras de todos los demás sujetos, constituye toda la parte del programa moderno que queda por alumbrar” (Gimeno, 1998, 211). TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo Quede este fragmento como muestra de ese pertinaz idealismo (kantismo) cultural y pedagógico. O sea, la promesa de la Ilustración está por cumplir. El inmenso valor nutricio de la cultura, al parecer, es por sí mismo performativo de la emancipación. Así, a más cultura, más emancipación. Ni falta que hace, dado su intrínseca bondad, poner adjetivo alguno al término “cultura”; es como un pasto fresco y siempre alimenticio para todos los elegidos que de él quieran gozar. En una palabra, la cultura, cualquiera que ella sea, nos hace benéficos y, como también suele pensarse con notable pereza mental, cualquier lectura nos hace sabios12. Ésta es la recurrente faz discursiva de lo que Lerena (1983), haciendo uso de Hegel, daba en llamar “las clases de la cultura”, es decir, el batallón cada vez más recrecido de sectores de la pequeña burguesía o clases medias (los especialistas en el campo simbólico) encargados de proporcionar el arsenal de actitudes y argumentos justificativos de la inherente nobleza de la cultura y sus obras, de la platónica consideración de los lazos de necesidad que unen el saber, la belleza y la virtud. Y esta obra histórica de espiritualización de la cultura, como emanación luminosa de la divinidad, se acompaña de una progresiva descorporeización del acto de pensar, convirtiendo el camino de la verdad a través del conocimiento en una dolorosa ascética, en una pavorosa negación del placer, merced a la cual, el alma separada del cuerpo, alcanza un bien supremo desprovisto de vida. Este camino de perfección, acentuado por tintes religiosos pero perfectamente compatibles con el pensamiento laico ilustrado, contiene la promesa de la negación del deseo mediante la razón. Frente a ello, ya en su tiempo, Epicuro reclamaba (y hoy nosotros con él) un orden de pensamiento fundado en “una teoría del más acá, cuyo centro fuera el 12 cuerpo. Educarlo era, pues, aceptarlo; reconocer que en él reside toda posibilidad de sentido en la vida y toda esperanza de hacer una cultura que no sea ya una cultura de logos, sino de cuerpos”. De ahí sus palabras: ‹‹Feliz tú que huyes, a velas desplegadas, de toda clase de cultura›› (Lledó, 1999, 144). La negación radical del filósofo griego, que nada tenía que ver con el irracionalismo ni con un hedonismo desprovisto de valores, podría ser ejemplo de crítica de la cultura y de invitación a una nueva educación del deseo. Sus palabras nos ayudan a ponernos en posición de “escucha”, a imaginar una contracultura de raíz materialista más allá de los subterfugios de las ideologías dominantes. Ciertamente, el entendimiento de la cultura como razón universal realizada y como producto de un sujeto racional y trascendental incontaminado oculta celosamente la idea de que, como no se cansaba de repetir Foucault, toda verdad tiene su historia y que, por ello mismo, todo conocimiento se inserta en conexiones extralógicas, socio-lógicas, donde aflora cómo la producción, apropiación y distribución del mismo se inscribe en relaciones de poder (de clase, de género y otras) no siempre visibles, no siempre inmediatamente legibles. La compleja legibilidad de tales relaciones nos conduce, como sin quererlo, hacia el que dimos en considerar segundo postulado heurístico nietzscheano de nuestra somera indagación de la cultura: la sospecha. Para decirlo al modo poético, pues este género nos conviene, en el fondo y en la forma, al razonamiento crítico en el que nos situamos, iremos al soberbio poema hispanomusulmán del siglo XI, El collar de la paloma, donde se declara la necesidad de tomar “la sospecha como certidumbre y la certidumbre como sospecha”. Valga, pues, como lema. Ya en su tiempo A. Schopenhauer en Paralipomena (véase El arte de insultar, Edaf, Madrid, 2000, pp. 62 y 172), distinguía entre tres clases de autores: los que escriben sin pensar (como de memoria); los que piensan mientras escriben, y los que ya han pensado antes de ponerse a escribir. Estos últimos son los más infrecuentes y los primeros los más numerosos. Éstos pertenecen al género de los “hacelibros” ‹‹que toman el contenido directamente de otros libros; de éstos pasa a los dedos, sin haber pagado derechos de aduana ni haber sido sometido a un registro en la cabeza, y, menos aún, sin haber experimentado reelaboración de ninguna clase››” - 23 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Y para dar razón de este dialéctico emparejamiento entre certidumbre y sospecha nos viene que ni pintado traer al recuerdo, por más que sea de forma breve y como de pasada, a ilustres predecesores del pensamiento que piensa contracorriente. Se trata, como no podía ser menos, de los tres autores a los que reiteradamente se remonta la crítica de la cultura en la era del capitalismo, los llamados maestros de la sospecha: Marx, Nietzsche y Freud. Por más que la invocación a la muerte del sujeto y del autor sean temáticas recurrentes en nuestro tiempos, lo cierto es que esos tres nombres y sus obras gozan de una excelente salud y una merecida fama, pese a rondar o superar los cien años de vida. Su trabajo ha sido como el referente obligado, bien para ser negado, bien para ser reafirmado. En cierto modo, la historia intelectual del siglo XX se ha hecho a favor o en contra de la tríada de pensadores de la sospecha. La razón de tan larga pervivencia, la causa de la vigencia de algunas de sus ideas, más allá de los que acrítica e idolátricamente reclaman su genio irrepetible, estriba en que los tres supieron poner la cultura en su sitio. Es decir, supieron ver detrás de los valores dominantes y correr la cortina que deja al descubierto el patio trasero, nada agradable, de la vida social. Marx percibió tras el discurso científico positivista la ideología burguesa y las libertades de Estado liberal la explotación capitalista de las clases trabajadoras; Nietzsche supo impugnar la moral miserable y cultifilistea de su tiempo como una plasmación histórica de las relaciones de poder; Freud alcanzó a vislumbrar un regulador oculto de la conducta (el inconsciente) y a encontrar tras la cultura establecida los mecanismos de represión instintiva del individuo. En todos, por distintos motivos y desde muy variadas actitudes personales ante la 13 vida social de su tiempo, lo real se presenta oscurecido por las relaciones de explotación económica, por las determinaciones de poder y por los mecanismos de autorrepresión del sujeto. Las razones que mueven la realidad son otras muy distintas que las razones con las que se justifica la existencia de la vida social. Así, el pensamiento crítico invierte el dictum hegeliano y afirma: lo real no es racional. Las raíces del pensamiento crítico actual se remontan, pues, a esta trinidad de hombres (su condición de género no es ajena, como se puede suponer, a su acentuado androcentrismo), que supieron enjuiciar aceradamente la sociedad de su tiempo, embrión y promesa de la nuestra13. El malestar en la cultura, texto escrito en 1930, todavía guarda hoy en su seno una alegoría firme y brillantemente ilustrativa de los mecanismos psíquicos ocultos generadores de la cultura, mediante la negación del sí mismo, la introyección del sacrificio y, en suma, el coste que el individuo debe soportar, la factura que necesariamente pasa a sus deseos la necesidad de incorporarse a la vida social. Parte Freud de la consideración de un hilo conductor de la acción humana: evitar el dolor y buscar el placer. En cierto modo, ese sujeto, transmutado en optimizador de sensaciones placenteras, es la versión psicoanalítica del homo oeconomicus de la economía política burguesa. Pero siendo tal configuración de la naturaleza del sujeto más que discutible, aún así resulta intelectualmente estimulante acercarse a los mecanismos psíquicos donde se forja la cultura. Así el sujeto deseante se manifiesta como un celoso guardián de sí mismo (“como una guarnición militar en una ciudad conquistada”), dispuesto en cualquier momento a poner en funcionamiento el autocastigo producto del sentimiento de culpa: “el precio pagado por el progreso de la cul- Por nuestra parte, se recomendaría leer o releer tres obras breves pero enjundiosas y claves en el pensamiento contemporáneo, a las que regresamos, con provecho y renovadas energías, más de una vez: El Manifiesto del partido comunista, de C. Marx y F. Engels; La genealogía de la moral, de F. Nietzsche, y El malestar en la cultura, de S. Freud. Son lecturas de base, de cimientos que forjan un fondo común sólido. Ninguna de ellas habla de la escuela y sólo lejanamente de la educación, pero sí de los mecanismos que explican ese malestar cultural sobre el que se alza la mirada disconforme de todo pensamiento crítico. - 24 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo tura reside en la pérdida de la felicidad por el aumento del sentimiento de culpabilidad” (Freud, 1973, 75). Esto es lo realmente interesante en el modelo freudiano de aproximación a la evolución cultural, porque además el sentimiento de culpa engendrado por la cultura no se acaba de percibir como tal, permanece inconsciente, es como un vago descontento, un impreciso “malestar”, que se suele atribuir a otras motivaciones (Freud, 1973, 77). Para el maestro de Viena podría ocurrir un día, cosa que él estaba lejos de desear, que tal sentimiento se vuelva insufrible y se ponga en peligro el conjunto de la vida social. Para evitarlo estaba la cura psicoanalítica. Muy lejos quedaban, más en el tiempo ideológico que en el tiempo real, la crítica radical al sentimiento de culpa en Nietzsche o las apelaciones revolucionarias de Marx. Pero el desafío de bajar a los sótanos de la conciencia para apreciar la mentira de la cultura, pese a unos y otros quedó en pie. Es el trabajo que retomó y tocó hacer a la Escuela de Frankfurt. En cierto modo, atravesar el río de la crítica necesariamente obliga mojarse las espaldas con el agua que fluye de la Escuela de Frankfurt. La aproximación de T. W. Adorno a la teoría de Freud representa el intento más brillante y pionero de casar psicología con sociología, de dar un tinte sociológico a las tesis freudianas, que, como bien dice uno de sus biógrafos más excelentes, aprovecha el psicoanálisis como arma afilada de exploración de la realidad y como epistemología despojándola de su lado terapéutico” (MüllerDoohm, 2003, 158)14. En efecto, quizás sean los pensadores de la Escuela de Frankfurt (a pesar de sus innegables diferencias) quienes en el transcurso del siglo XX mejor recojan y traten de fundir esa triple herencia de la sospecha dentro de una nueva sistemática de crítica de la cultura en la sociedad de masas. Si 14 hubiera que elegir una de sus obras, acudiríamos a Dialéctica de la Ilustración, libro extraño donde los haya, inquietante y bellísimo, casi musical (sin la música la vida sería un error, afirmaba Nietzsche, el más corrosivo de los pensadores de la sospecha), interpretado a cuatro manos por M. Horkheimer y Th. W. Adorno en medio del fragor de la segunda guerra mundial. Allí, bajo la mirada implacable de la razón históricocrítica, se ataca el “infortunio triunfal” de la razón moderna. Allí “la historia de la civilización es la historia de la introyección del sacrificio”, la historia de la negación del deseo y la renuncia a la dimensión dionisíaca del ser humano. En la idea de cómo la razón moderna se convierte en instrumento de dominación se condensa todo el primer fundamento crítico de la educación escolar en la era del capitalismo. La crítica dialéctica de la escuela como institución versa a propósito de cómo una promesa de liberación devino en su contrario, en instrumento disciplinario de sometimiento. De ahí que nuestra desconfianza respecto a las bondades de la escolarización se acoja a esta tradición impugnadora de la saga heroica del progreso, y que reivindica, en cambio, la imagen frankfurtiana del terrible sacrificio que se repite en cada infancia hasta el logro de una identidad que niega el deseo y ahonda en los valores meramente instrumentales y represivos de la cultura y el saber. En la Escuela de Frankfurt ya se exhibe la paradoja de las paradojas inherente a toda crítica de la modernidad: cómo poner bajo sospecha la razón desde la razón, cómo traspasar los valores dominantes desde un lugar valorativo nuevo o un no lugar amoral. Este peligroso filo de la navaja es en el que se instala la reflexión teórica de M. Foucault, quien recoge el desafío nietzscheano de trasvalorar todos los valores mediante el empleo de la genealogía como Recomendamos la excelente reseña de la obra de Adorno a cargo de J. Gurpegui (2004) publicada en nuestra revista; con la monumental biografía de Müller-Doohm (2003) el ágil ensayo de M. Tafalla (2003) forman un tríptico de lecturas y guías para encontrarse con el pensador alemán, del que por cierto la editorial Akal está sacando su producción intelectual en formato de bolsillo. - 25 - C O N -C I E N C I A S O C I A L método de crítica del conocimiento. De modo que el pensador francés sitúa la verdad en el campo de fuerzas (saberes-poderes) que históricamente formulan enunciados y proposiciones con pretensión de validez. Toda verdad, como la razón misma, tiene su historia (interna y externa) y la forma de acceder a aquélla (a la verdad) es pasando por ésta (la historia). En Vigilar y castigar, texto inesquivable para comprender la génesis de la escuela capitalista, se dice que ‹‹las Luces que han encubierto las libertades han inventado también las disciplinas›› (Foucault, 1984, 225). Esta oscura historia de la otra cara (la disciplinaria) de las configuraciones jurídicas demoliberales constituye afán y objeto de todo pensamiento crítico15. En una palabra, las representaciones más genuinamente críticas de las que somos herederos han realizado un efecto de demolición sobre el viejo edificio de la cultura. En cierto modo, en la actualidad el llamado postestructuralismo (que se enraíza en determinadas lecturas de Foucault y otros autores) viene a ser la versión proliferante de un acentuado relativismo cultural, que, no obstante, reclama un nuevo espiritualismo culturalista, una renovada omnipotencia del discurso, un nuevo idealismo con el que lamerse las heridas que deja el abandono del análisis político de la realidad. De modo que la crítica a la perspectiva epistemológica cartesiana (el sujeto, ojo monocular que observa la realidad desde la cúspide de una pirámide, proyectando una mirada trascendental y universal (Jay, 15 16 2003, 23) ha derivado en una proteica descentración del sujeto de conocimiento en virtud de la cual la antigua transparencia cristalina de lo real contemplada por la razón ha devenido en las mil figuras, como en un laberinto de espejos deformantes, de un acontecer virtual y carente de significado más allá de la rotación innúmera de signos y textos dentro de la sociedad del espectáculo. Pero, frente a ello, es posible mantener otra crítica de la cultura que no recaiga en el culturalismo y en la absolutización de lo relativo. Es factible impugnar el sistema de producción, distribución y apropiación del conocimiento (y las propias falacias de la falazmente llamada “sociedad del conocimiento”). Para ello se precisa entender la cultura no como una verdad cosificada (tal como hace la razón moderna) ni como un permanente flujo de discursos carentes de sentido (tal como hace la razón postmoderna); es aconsejable, siguiendo la huella de Benjamin y Adorno concebir las cultura como campo de fuerzas, como constelación, como espacio dialéctico compuesto de elementos cambiantes, que no siguen un destino preconcebido y que carecen de esencia pero no de sentido social o dirección política16. El término sugiere un espacio de prácticas de saber y poder, que se interrelacionan sin un guión previo que desarrollar, que, por tanto se construyen en la vida social. Esa concepción dinámica, dialéctica y conflictiva de la cultura es la que se vincula al concepto de hegemonía de Gramsci y la que ha intentado practicar con singular Foucault es, pues, una cita inevitable, por más que contradictoria, en el alimento de la llama crítica que persiste débilmente en nuestro tiempo. Algunas de las aporías foucaultianas fueron puestas de relieve por el epígono más famoso de la Escuela de Frankfurt, excelente cazador de paradojas ajenas. Me refiero al texto de J. Habermas (1989), El discurso filosófico de la modernidad, donde se contiene otra fórmula de crítica de la razón desde la razón (crítica de la filosofía del sujeto y defensa de una nueva racionalidad basada en la acción comunicativa). Este estilo de pensar ha tenido mucho eco en las pedagogías que se dicen críticas. No obstante, el fiscal perseguidor de las paradojas ajenas no deja de quedar aprisionado en las propias cuando reivindica una nueva modernidad recuperada a partir de una racionalidad comunicativa libre de dominio. Es la denominación del sugerente libro de M. Jay (2003, 13), Campos de fuerza…. Aunque no acabamos de alcanzar a ver por qué evita el concepto de “campo” de Bourdieu, que para nosotros es perfectamente compatible y complementario con el de campo de fuerzas. Véase, por ejemplo, P. Bourdieu (2003), El oficio de científico…. - 26 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo acierto E. Said17 y en general la tradición de estudios culturales. En ella misma se inscribe la aportación de R. Williams al considerar a las formaciones culturales como tradiciones sociales encarnadas en “estructuras de sentimiento”, es decir, en objetivaciones (estructuras) encarnadas en la subjetividad (sentimiento). De modo que tal aproximación rompe con la vieja problemática marxista de la determinación económica del mundo de las superestructuras y nos presenta a la cultura como algo más que un mero reflejo del mundo material, porque es la cultura constitutiva de la realidad misma; no es algo que esté “ahí” a disposición. Conocer es interpretar la realidad y, en cierto modo, construirla. La cultura se realiza en un juego siempre “productivo” (porque reproduce la vida social) en una interacción de estructuras y de experiencias vitales. Pero además la cultura nos interesa porque siempre nos remite al aprendizaje y es condición propia de la cultura la transmisión de conocimientos de generación en generación. Esto supone que una educación crítica y los usos didácticos de tal estirpe signifiquen la crítica tanto de lo que se transmite como de la forma de transmisión. Ello implica, como premisa, pronunciarse sobre qué tipo de conocimiento y por qué es legítimo. En el campo de fuerzas de la cultura el conocimiento convertido en currículo es, como dice Bernstein (1988, 77), una batalla moral que explica tanto la distribución del poder como las formas de 17 18 19 control social que se ejercen en un momento dado. Y es que el conocimiento escolar no es una realidad dada, es siempre el resultado de la pugna que acontece necesariamente en el campo de la cultura18. Aunque en la interacción social, en la vida cotidiana, el conocimiento se nos presenta como algo natural, se olvida su origen, hasta tal punto que la crítica consiste precisamente en destejer la trama naturalizadora, en “revelar el proceso de naturalización” (Da Silva, 2001, 67). Ello implica pensar históricamente, y éste es postulado, contenido y método de una didáctica crítica, porque hacer verdad la idea de E. Morin del fin de la tarea educativa como “un conocimiento capaz de criticar al propio conocimiento”, requiere de la mirada histórica y el oficio de la perspectiva genealógica. Ahora bien, esa mirada no tiene que hacer incompatible, como parecía sugerir P. Vilar (1988, 74) la “crítica de la razón histórica” practicada por la Escuela de Frankfurt con una “crítica histórica de la razón”19. Ambas críticas se necesitan lejos de excluirse, de suerte que la didáctica que preconizamos es histórica y crítico-genealógica, porque establece que el desarrollo de las sociedades humanas no está sujeto a un plan preconcebido por la astucia de la razón; y precisamente esa negación resulta sólo explicable realizando una crítica histórica de la razón. O lo que es lo mismo: la actualidad no es una necesidad racional incontenible e incontestable, pese a las ra- La obra de E. Said implica un fructífero cruce de caminos entre la historia social, los estudios culturales y la tradición discursiva de M. Foucault. Su aportación a la mirada histórica puede verse de forma muy sencilla en S. Walia (2004). Una parte muy significativa del pensamiento que circula por Fedicaria se ha inspirado o ha tenido mucho que ver con lo que llamamos historia social del currículo. Quizás esta manera sociogenética de mirar el conocimiento escolar, unida a la sociología crítica de la educación, constituyen el zócalo intelectual más sólido del Proyecto Nebraska. Véase Cuesta y otros (2005). La relación entre historia del currículo y didáctica crítica también es muy visible en el fedicariano grupo Asklepios (Luis-Romero, 2004). Por lo demás, citaremos dos obras-clave de historia del currículum: Goodson (2005) y Chervel (1991). Para un resumen muy útil de esa corriente historiográfica, véase Viñao (2005b). Para una aplicación sistemática de esos supuestos, consultar Cuesta (1997 y 1998). De la Geografía se ha encargado otro fedicariano (Luis, 2004). “Obsesionados [la Escuela de Frankfurt] por el deseo de oponer al historicismo hegeliano una crítica de la razón histórica. Nos permitimos atribuir al historiador una tarea más positiva: edificar una crítica histórica de la razón, actualizando en cada episodio del desarrollo humano el papel de la razón y las sinrazones” (Pensar históricamente, Fundación C. Sánchez Albornoz, Ávila, 1988, p. 74 (57-83). - 27 - C O N -C I E N C I A S O C I A L zones que pretenden justificarla. El pensar históricamente lleva a una didáctica que problematiza el presente como contingente, como no necesario. Ese es el lugar que atribuimos en todo ello a la historia: método y contenido de la didáctica crítica. Historia: la genealogía y la crítica como fundamento de la didáctica Naturalmente, no hablamos de cualquier clase de historia. En poco o nada coincide nuestra mirada genealógica con la academicista y complaciente petrificación del pasado como depósito monumental, recreativo y fetichista de gestas gloriosas de los estados nacionales u otros poderes individuales o colectivos. Por el contrario, lo histórico se concibe como aquella especulación que señala una clase especial de vínculo entre presente y pasado, como aquella perspectiva que, siguiendo la filosofía de la historia de W. Benjamin o T. W. Adorno, une al ayer y al hoy a un destino trágico en tanto que son materializaciones del fracaso de las esperanzas y posibilidades frustradas en el curso de la vida humana (Tafalla, 2003). La historia como contramemoria, como método de ajustar cuentas con el pasado desde el presente, como manera de librarnos del pesado fardo del pretérito que pesa sobre la 20 21 conciencia de los vivos, en suma, como una suerte de contramemoria o contrahistoria que convierte el socioanálisis del presente en una tarea de anamnesis20. Esa historia es la que figura como estrategia de pensamiento y procedimiento metodológico de acceso a la didáctica crítica al tiempo que como contenido central de ella misma. Como se dijo poco más arriba la crítica de la razón histórica (la que convierte en racional todo lo realmente existente sepultando en el olvido lo que quedó desdeñado en su márgenes) pide y requiere una crítica histórica de la razón (de los discursos e instituciones específicos que otorgaron el triunfo a los vencedores). En resumidas cuentas, el horizonte crítico al que nos referimos está atravesado por la impugnación de la idea de progreso que sacraliza el presente como el producto más perfecto del pasado, y por la deslegitimación de los discursos, prácticas e instituciones en los que a lo largo del tiempo se ha sustentado esa idea. Así pues, “pensar históricamente”, equivale a poner en cuestión el espacio social e institucional, el conocimiento y el mismo presente desde donde se realiza y se piensa la actividad didáctica. Lo que equivale a suponer que “la historia de la enseñanza [...] es la primera de las propedéuticas para una cultura pedagógica” (Durkheim, 1996, 89)21. Y es que, en realidad, “lo El método genealógico es una forma de pensar históricamente la realidad, y en la versión foucaultiana se emparenta con el proyecto de transvaloración de todos los valores de Nietzsche (véase, por ejemplo, su contundente Genealogía de la moral). Se trataría, en cierto modo, de hacer la historia del presente, como desarrolla excelentemente Robert Castel (2001). Entre los muchos textos de M. Foucault que tocan este asunto, hacemos mención a su brillantísimo trabajo acerca de “La verdad y las formas jurídicas”, una de cuyas versiones en castellano se encuentra en M. Foucault: Obras esenciales. Estrategias de poder, vol. II, Paidós, Barcelona, 1999, p. 170. Ni que decir tiene que su ‹‹Nietzsche, la genealogía, la historia››, en M. Foucault 1991) representa la más concisa y certera definición del método genealógico. Y, en términos más generales, se debe acudir al ya amplio catálogo de títulos de editorial La Piqueta en su colección La genealogía del poder, dirigida por Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría, afortunados prologuistas e introductores de textos clave sobre este tema. Recientemente ambos han dado a la imprenta una obra de síntesis de sus posiciones históricos-sociológicas en Sociología, democracia y capitalismo (Madrid: Morata, 2005), en la que se atisba un cierto reblandecimiento de sus tesis más tempranas. Por nuestra parte, R. Cuesta (2000) hizo en su día, al hilo de la lectura de Nietzsche, un pequeño ensayo sobre las relaciones entre genealogía y didáctica crítica. Esta idea está presente en la magnífica obra de E. Dukheim (1996), Educación y sociología…, Aspecto en el que también han insistido, entre otros, dentro de Fedicaria, los miembros del Proyecto Nebraska y los del grupo Asklepios, y especialmente A. Luis (2004). También parece que los historiadores más brillantes de la educación, como Viñao (2005b), están reclamando esa mirada crítico- genealógica. - 28 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo social es, de principio a fin, historia. La historia está inscrita en las instituciones así como en los cuerpos” (Bourdieu, 2000 b). Así pues, también hemos de pensar históricamente la escuela de la era del capitalismo, los códigos disciplinares que en ella se alojan en forma de materias de enseñanza, y la actualidad en tanto que problema de nuestro presente. En suma, ello lleva a ejercer una previa tarea de clarificación crítica, a realizar una crítica de las condiciones y contenidos de la didáctica real y la soñada dentro de la escuela del capitalismo. Por lo tanto, el género de historia que propugnamos, como método y contenido, conlleva un triple análisis sociogenético: de la escuela, del conocimiento y de la actualidad. Poco, pues, tiene que ver esa historia con un saber asignaturizado y encorsetado, dado que “ningún conocimiento es relevante en sí, y menos porque así lo reputen las burocracias que hacen los planes de estudio” (Sotelo, 2005). Genealogía de la escuela Decía Nietzsche en Aurora que “todas las cosas que duran largo tiempo se embeben precisamente de razón hasta el punto que no se hace creíble que hayan tenido su origen en la sinrazón” (Cruz, 2005, 93). Una de esas “cosas” es la escuela. El mito de la continuidad histórica, verdadero sueño monstruoso de la razón historiográfica, se expresa de muchas y diferentes maneras, pero resulta paradigmático cómo se verifica en la historia de la escuela capitalista, escenario principal de la enseñanza escolarizada. En efecto, la institución escolar puede ser estudiada (habitualmente así se hace) como realización de un trayecto histórico en el que han ido madurando las ideas y prácticas pedagógicas hasta alcanzar la perfección gracias, entre otras razones, al desarrollo de un Estado democrático que finalmente ha conseguido una distribución masiva de los bienes culturales de la comunidad. De este modo la escolarización de masas de hoy, el derecho a la educación para todos, como valor y sobreentendido transcultural de nuestro tiempo, se descri- be como un triunfo de la razón histórica (del progreso humano) y ello se argumenta con razonamientos históricos, económicos y sociopolíticos de distinto calado. Estos argumentos, unificados bajo el manto protector del dogma de la continuidad histórica (Citron, 1982), podrían agruparse en dos categorías ideológicas: el economicismo y el ideal-progresismo. El paradigma economicista de la historia de la razón historiográfica se nutre de las diversas teorías de la modernización tan caras a los economistas de la educación. Este paradigma, verdadera doxa académica de los intelectuales que ocupan el campo de la educación, se ha convertido también en la razón económica de las ideologías prácticas y de sentido común, que representan la educación como un capital personal y social, una inversión rentable y un medio de ascenso social, de igualdad de oportunidades y de otros supuestos beneficios de una felicidad social e individual sin cuento. Así, aplicando este molde retrospectivamente, los especialistas en el campo de la educación más comprometidos en difundir las teorías economicistas de la modernización y de capital humano están ayudando a edificar un entramado de verdades incompletas, acríticas, y mistificadoras de la escuela del capitalismo y de los procesos de escolarización, que se presentan casi exclusivamente bajo el único signo de la riqueza, la prosperidad y la felicidad. El análisis de la escuela del capitalismo y del proceso de escolarización queda así apresado bajo la racionalidad de un discurso historiográfico quimérico, que ha puesto a la razón economicista y su correspondiente encarnación en el homo oeconomicus al servicio de un discurso evolucionista cargado de retórica teleológica grandilocuente. Allí se encuentra, al final del camino de la modernización, fruto de la acumulación de elecciones racionales de individuos compitiendo en el mercado, una escuela y una educación que colaboran al triunfo de la felicidad individual y colectiva. El otro paradigma podríamos calificarlo de ideal-progresista. Esta segunda cara, ciertamente, del discurso feliz sobre la escolarización está fabricada merced a un - 29 - C O N -C I E N C I A S O C I A L conjunto de supuestos ilusorios acerca de la entidad y funciones de la escuela y el Estado en la era del capitalismo. Esta otra ilusión comparte con la primera los sobreentendidos del pensamiento teleológico y representa en la actualidad una copiosa fuente de abastecimiento de la doxa progresista. Ésta y los razonamientos políticos e historiográficos envolventes comparten tres notas de carácter general, a saber: la complaciente aceptación de la idea de progreso, la consideración de la escuela como un espacio vacío distinto de la sociedad y la concepción cosificada (ahistórica y naturalizada) del Estado como un ente institucional de poder arbitral y neutro. El molde discursivo de la continuidad histórica inscrito en la idea de progreso, es el que sigue dominando en la razón historiográfica que gobierna las narrativas sobre el pasado, el presente y el futuro de la educación. Este optimismo histórico, de vieja raigambre, prevalece aún hoy como mito movilizador de la ciudadanía democrática. Pero, en los países donde reina el capitalismo tardío, tras la horrible experiencia del siglo XX, la supuesta epopeya heroica ha quedado en miserable glorificación del presente. El error estriba en considerar que la escuela sea principalmente, como afirman los defensores del capital humano, fuente de riqueza, o, como sostienen los seguidores del paradigma idealprogresista, instrumento neutro para la formación integral de sus usuarios. La escuela de la modernidad no es una creación transhistórica; es una realidad vinculada a los orígenes y desarrollo del capitalismo, esto es, de un tipo de sociedad y de Estado. Es una parte de esa sociedad y de ese Estado y, por lo tanto, cumple las funciones que le son propias en la reproducción de la vida social y en la distribución del poder. Las funciones reales de la 22 escuela de la era del capitalismo no se limitan a transmitir conocimientos y a formar la dotación de la mano de obra productivamente utilizable; por el contrario, las finalidades de la educación se componen de un amplio abanico de utilidades de inculcación, reproducción y legitimación de las estructuras clasistas y de las formas de poder dominantes. Diríase que la complejidad del fenómeno escolar no puede ser desentrañada fijándonos en las apariencias de lo que ocurre y sí, en cambio, ensayando el uso de imágenes dialécticas, como las empleadas en algunas excelentes obras (por ejemplo, Reprimir y liberar, de C. Lerena, o Entre la utopía y la burocracia, de E. Terrén) para captar la naturaleza profundamente contradictoria y dicotómica de la escuela de la era del capitalismo22. En ese delicado espacio intersticial de la ambivalencia funcional y ambigüedad discursiva es en el que hay que situar los análisis históricos sobre la escolarización y donde ha de emplazarse todo afán de practicar una didáctica crítica. Esa perspectiva dialéctica es la que nos permite entender y no ignorar, como habitualmente se hace, el alcance de las resistencias a la escuela del capitalismo y, por ende, el horizonte de posibilidad de una didáctica crítica. Eso nos ayuda a no metamorfosear el estudio histórico de la escolarización en una narrativa historicista, inevitable y legendaria sobre lo que nos ha costado llegar al presente. Genealogía del conocimiento escolar El mito de la continuidad histórica y la idea de progreso impregna también, como a toda la cultura, al conocimiento que es engendrado en las instituciones escolares, el cual queda naturalizado en forma de disciplinas escolares, eso que Chervel denomi- Nadie mejor que C. Lerena (1976 y 1983) supo desentrañar las claves de esa ambivalencia del sistema de enseñanza. La huella de su pensamiento está muy presente en los miembros del Proyecto Nebraska y en sus planteamientos de didáctica crítica, que, sin embargo, no beben sólo ni principalmente de esa fuente. Uno de nosotros ha ensayado proporcionar una dimensión histórica a alguna de las categorías lerenianas en un trabajo (Cuesta 2005a), que pretende volver a poner en el centro de la profesión docente y de la sociedad la crítica de la escuela en la era del capitalismo. - 30 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo naba “el precio que la sociedad debe pagar a su cultura para poder transmitirla en el marco del colegio o la escuela” (1991, 111). La operación genealógica de desentrañar las claves y el significado del código disciplinar que se aloja en ese tipo de conocimiento es otra de las obligaciones que acompañan y preceden a cualquier propuesta de didáctica crítica. De donde se infiere que la historia social del currículum figura para nosotros como ocupación central de nuestro esfuerzo investigador y como saber de apoyo y auxiliar de la didáctica críticamente fundamentada. Por tanto, parece conveniente interrogarse, con mirada sociogenética acerca de la clase de conocimiento que, dentro de la esfera cultural de nuestras sociedades, se aloja en las aulas, tanto el que se imparte como el que se oculta. La sociología crítica y la historia social del currículo confluyen en la común tarea de explorar los códigos disciplinares que rigen la gestación y reproducción del tipo especial de conocimiento que alberga la escuela y que, como decíamos, se presentan bajo la figura modélica de materias de enseñanza. Áquel y éstas representan, dentro de los mecanismos civilizadores de la modernidad, auténticos sueños de la razón, que, a modo de caprichosos aguafuertes goyescos, producen monstruos, siendo así que la sociogénesis de las disciplinas escolares encierra uno de los más esclarecedores ejemplos de los contradictorios alcances de la razón moderna y de las insuficiencias de la escolarización en la era del capitalismo. En efecto, al contemplar los usos del conocimiento que residen en las disciplinas escolares, el rostro racional-emancipador contenido en todo saber que libera de la ignorancia, muestra, a su vez, su otra cara, la que vanamente se oculta bajo la ominosa servidumbre de las rutinas disciplinarias que regulan su adquisición. La genealogía de las palabras ya alude a esa faz poco grata del saber generado en la institución escolar. La etimología de los significados asociados al vocablo disciplina exhibe perfectamente la esencial ambivalencia de los saberes-poderes que, al normalizar a los sujetos, al sujetarlos a las re- glas de una violencia simbólica, recrean la figura de esas acuciantes criaturas monstruosas que pueblan todos los sueños de la razón. En las acepciones actuales del verbo disciplinar se resume perfectamente la naturaleza bifronte de la escuela de la modernidad: “instruir, enseñar a alguien dándole lecciones”, o “imponer, hacer guardar la disciplina”, o “azotar, dar disciplinazos por mortificación y por castigo” (RAE, 1992). En efecto, a poco que nos ocupemos en la exploración de las características del conocimiento escolar comprobaremos que junto a la dimensión disciplinaria e impositiva figura, como inseparable compañera, el incontestable desapego de la vida, tal como muestran una y otra vez las experiencias y recuerdos de los aprendices y la prospección histórica de la literatura del yo, desde la que llegan los ecos de esas “pálida luz de la ciencia” a la que aludía Unamuno en sus recuerdos de mocedad, o esa radical negación de la vida que Nietzsche (1932) atribuía al prototipo de cultifilisteo que formaba la escuela alemana de su tiempo. Y “es que la escuela es el lugar por excelencia del ejercicio gratuito, y donde se adquiere una disposición distante y neutralizante respecto al mundo, precisamente la misma que implica la relación burguesa con el arte, el lenguaje y el cuerpo” (Bourdieu, 2000b, 177-178). Ese distanciamiento de lo real, ethos y horizonte de las elites burguesas, tan unido a la cultura “culta”, se verifica en el tipo de saber asignaturizado, abstracto, libresco, etc. Ciertamente, como ha puesto de manifiesto la mejor historia del currículum, el conocimiento escolar nada o poco tiene que ver con una miniaturización del saber científico de referencia. Las claves y la razón de su ser no obedecen, tal como habitualmente se cree, tanto a pretensiones psicopedagógicas de adaptación a supuestos sujetos individuales como a las relaciones de saber-poder y subjetivación que se hacen presentes en el espacio escolar. La función social de la escuela del capitalismo (inculcar y legitimar el orden social jerarquizado de clases, géneros y otras divisiones) comporta una determina distribución del conocimiento y un “conocimiento determinado”, - 31 - C O N -C I E N C I A S O C I A L es decir, supone poner el conocimiento al servicio de su función social implícita. De lo que se infiere que las disciplinas escolares distan mucho de ser un capricho premeditado o intencional. Por el contrario, se trata de entidades complejas y originales, cuya esencialidad es sociohistórica, es decir, su ser particular materializa el decurso social e histórico de su creación dentro de los contextos escolares23 . Lo que significa que el conocimiento académico socialmente disponible sufre una profunda metamorfosis hasta llegar a las aulas y mutarse en el abanico de disciplinas curriculares; y una vez allí, prosigue su transformación al punto de que las materias de enseñanza alcanzan a ser, como señala Chervel (1991), y contra lo que es una creencia muy extendida, creaciones originales y no subproductos, en versión reducida, de una cultura superior. Su originalidad reside no sólo ni principalmente en sus contenidos expresos, sino en los mecanismos que operan en su elaboración dentro del espacio social de la escuela, que alguien ha comparado con una trasmutación alquimística (Popkewitz, 1994). Afortunada analogía porque la alquimia, en este caso, equivale a una especie de adaptación del conocimiento a las leyes explícitas e implícitas, pero siempre sui generis, que rigen la vida cotidiana de la cultura escolar. Ello explica, por ejemplo, el que las materias de enseñanza guarden más de un misterio sobre su propio ser, al punto de que se manifiesten, en expresión de Bernstein, como “materias imaginarias”, muy alejadas de las características poseídas en su originario lugar social de producción, porque cualquier conocimiento sufre una esencial transformación al entrar en contacto con el medio escolar. Una podero- 23 24 sa lógica subyacente opera una necesaria “distanciación de lo real”, de modo que el conocimiento adquiere la forma de un saber descontextualizado, poco o nada útil y escasamente placentero. Pero la asignaturización del conocimiento escolar también tiene que ver con su carácter examinatorio24. Sin esta seña de identidad, que ha forjado históricamente, en el curso de los modos de educación de la era del capitalismo, el ser de las disciplinas, difícilmente podremos captar su significado. Todo ello convierte a la historia de las disciplinas escolares en una doble operación de codificación y disciplinamiento. Precisamente el código disciplinar de las materias de enseñanza representa y contiene un conjunto de ideas, discursos y prácticas dominantes que rigen la producción y distribución del conocimiento escolar en la educación formal. Se trata de una tradición social selectiva, de una invención cultural construida históricamente. Por tanto, un pensamiento crítico y una didáctica congruente con él requieren una revisión de nuestras relaciones con el pasado, un nuevo pensar históricamente, que nos permita desarmar la coraza de los códigos disciplinares de las materias de enseñanza, enfrentarnos, con arte de genealogista, al conocimiento que, en tanto que teóricos de la didáctica y (o) profesores de una materia, manejamos diariamente. No sólo vale descubrir, gracias al análisis sociogenético de cada asignatura, que las formas disciplinares plasman indeseables sueños de la razón moderna, sino que hay que proponer, a partir de las ruinas de su legitimidad, senderos por donde dar curso al deseo de otra escuela y otra enseñanza. Ello lleva a unir, gracias a la historia, la ge- Es lo que dentro de Nebraska ha estudiado R. Cuesta (1997 y 1998), o más recientemente J. Mateos (2001 y 2002) y J. Merchán (2002 y 2005), asuntos que han sido motivo de los seminarios de Fedicaria, en forma de atención a los códigos disciplinares del conocimiento escolar (en Fedicaria de Salamanca) o más recientemente a las prácticas escolares (en los seminarios de Zaragoza y Sevilla). Como muestra, véase J. Mainer (2004), y también en nuestra página web se pueden encontrar interesantes antologías de textos y documentos sobre éste y otros temas. Para el caso de la historia de la Geografía, véase A. Luis (2004) La dimensión examinatoria del conocimiento escolar es parte inseparable del código disciplinar de las materias de enseñanza. Este aspecto ha sido estudiado con singular acierto por J. Mainer (2002) y J. Merchán (2001 y 2005). En su día Viñao (2001) expuso ideas muy sugerentes. - 32 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo nealogía y la crítica. Y ambas no son nada fuera de un ejercicio atento y continuado de una reflexión dialéctica negativa que ocasiona una insoslayable problematización del presente. Pensar históricamente la actualidad: el presente como problema La problematización del presente, en realidad, aparece como postulado central y como contenido sustancial de una didáctica crítico-genealógica. Con este nombre, a partir de ahora, denominaremos a la didáctica crítica, que para nosotros, por definición, es actividad al mismo tiempo crítica y genealógica. Admitir los atributos de crítica y genealógica como propios de una didáctica de las ciencias sociales supone, en primer término, quebrar el primado de las disciplinas académicas en beneficio de la relevancia social de los asuntos elegidos como objetos de aprendizaje. De modo que se propugna la ruptura con la fosilizada herencia del código disciplinar construido en el modo de educación tradicional elitista y reinventado en la educación de masas. En suma, una didáctica genealógica requiere una intervención comprometida y consciente frente a las fuerzas dominantes que gobiernan las regulaciones curriculares que embuten el conocimiento en moldes culturales y disciplinares academicistas ajenos al mundo re- 25 26 al y deliberadamente jerárquicos y segregadores. Frente al esquema calculado de distancia que impone el currículum colección, centrado en la fragmentación y miniaturización del saber es preciso reivindicar un enseñanza de las ciencias sociales atenta a los asuntos que impiden a los seres humanos gozar de una vida mejor. Para ello se requiere, como se ha ensayado reiteradamente en los grupos fedicarianos, establecer nuevos criterios de selección, organización y secuencia de los contenidos escolares, poniendo el énfasis en la relevancia social de los temas de estudio. Por más que podamos discutir qué son y cómo podemos seleccionar los problemas relevantes de nuestro presente25, lo cierto es que la orientación hacia el estudio de problemas actuales y la organización del currículo de ciencias sociales en esa misma dirección no constituye, desde luego, una garantía de didáctica crítica, pero sí es una proposición de partida más coherente con ese tipo de dialéctica negativa de la que nos reclamamos herederos26. Por añadidura, la organización y secuencia de contenidos de enseñanza en un iter presente-pasado-presente-futuro, que enlaza con tradiciones pedagógicas enfrentadas al clásico diseño historicista, evolucionista, occidentalizante y pacatamente cronológico del código disciplinar fundado en el modo de educación tradicional elitista del siglo XIX. En fin, la perspectiva genealógica resulta ser “interesada, crítica e intempestiva”; Asunto de reiterada y no concorde meditación en el seno de Fedicaria. Desde el número 1 de nuestra revista Con-Ciencia Social se pueden rastrear disentimientos profundos. La cuestión que divide más es si los problemas sociales deben referirse a cuestiones de una preocupación inmediata y formulación concreta (por ejemplo, la búsqueda de vivienda hoy) o si, por el contrario, han de ocuparse de temas de más amplio contenido (por ejemplo, la desigualdad económica). Más recientemente, desde Asklepios (Martín 2003) se ha intentado volver a traer a colación el debate. No siempre se ha reconocido la labor pionera de A. Luis en estos planteamientos que ahora parecen tener alguna aceptación entre cierta minoría de los didactas. Su mérito además estribó en la capacidad de dirigir una serie de tesis doctorales asklepianas que abordaron las potencialidades de la didáctica basada en problemas sociales relevantes. Por su parte, J. Romero, ahora se está encargando de exhumar cierta tradición crítica en el mundo anglosajón, que esperamos conocer cuando se haga público su trabajo. Una parte de esa tradición ya se mencionaba en Cuesta (1999); Luis (2000), y también en E. Gómez (1997). Por otro lado, en J.A. Beane (2005) el lector o lectora interesados pueden seguir los pasos de las tendencias no disciplinares del currículo en EE. UU. Por su parte, el grupo IRES, aunque con matices diferentes, ya en 1991 planteaba los “problemas socioambientales” como elementos estructurantes de sus unidades didácticas. Para esto último, véase García Pérez (2001) y García Pérez y Porlán (2000). - 33 - C O N -C I E N C I A S O C I A L esta “historia efectiva”, que da primacía al presente (pero que no confunde el presente con lo contemporáneo) es, al decir de Foucault (1991), un saber que “toma partido”, que indaga sobre la contingencia del presente y que defiende un “sentido histórico”. No se sustenta en la reconstrucción de la memoria evolutiva del pasado (tal como hace la “historia continuista” que siempre atiende al pasado como prefiguración del presente), sino que opta por una problematización de la actualidad a través de la historización del presente27. De esta suerte, se propone, en primer término, una enseñanza capaz de “deseternizar lo dado” (Bourdieu, 2000 a, 43), poniendo en cuestión las identidades y representaciones subjetivas e ideológicas de la realidad vivida a través del estudio de los problemas sociales que, dentro de las sociedades del capitalismo tardío, impiden a los seres humanos la realización de una vida mejor. Y esa problematización incluye el áspero cuestionamiento del conocimiento oficial y sus trasuntos escolares. La negación del presente en el pasado se aleja muchas leguas del vulgar pensamiento histórico que presenta el hoy como una consecuencia racional del ayer y el proceso histórico como una mera concatenación causal necesaria orientada hacia el presente. Teniendo en cuenta que el pasado pudo ser distinto y el presente también, una vez reconocida la mutabilidad de todo lo social, es posible y deseable la eventual (que no segura ni definitiva) apertura del deseo del alumnado hacia el cambio y la transformación de la sociedad. Pero no basta con imaginar otra enseñanza que derribe los ídolos del conocimiento disciplinar y ponga el acento en el cambio de los contenidos que se imparten en la escuela. Es importante, sin duda, que este pensar históricamente, al interrogarnos sobre la actualidad de nuestros problemas, contenga ya, para decirlo en términos fou- 27 caultianos, “una ontología de nosotros mismos”. Es decir, una historia que interpela a los propios procesos de subjetivación, entendiendo el presente como el laboratorio donde toma cuerpo (y en él se inscribe) la dimensión formativa (inter e intraconstituyente) del sujeto a través del conocimiento. Ello remite de nuevo al comienzo y al título de este artículo: la dialéctica entre necesidad y deseo. Y nos lleva también, como de la mano, a preguntarnos acerca de cómo puede postularse una didáctica crítica aquí y ahora. Sin duda, una primera respuesta nos lleva a adentrarnos y postular otra política de la cultura. Política: “cultura pública”, estrategias y experiencias de subjetivación entre la necesidad y el deseo Política de la cultura, cultura pública común y didáctica crítico-genealógica La política, en tanto que relaciones de poder en el espacio público, constituye el marco dentro del que es indispensable pensar otra cultura y otra didáctica. Poner en su sitio a la cultura, parafraseando a Eagleton (2001), requiere, en primer término, situar la cuestión en el terreno de la hegemonía y de las alianzas de clases y grupos subalternos, en el camino hacia la edificación de un bloque histórico capaz de tejer ideas alternativas sobre la vida social que impregnen y remuevan los impulsos emancipadores de la sociedad civil. Y, en segundo término, significa, siendo conscientes de la “mentira de la cultura” (esa trastienda de otras fuerzas que actúan tras el mundo de lo simbólico), comprender la oportunidad de usar, como decía Gurpegui (2004, 118124) comentando la obra de Adorno, la Es lo que defiende con contundencia y brillantez R. Castel (2001), pero haciendo hincapié en que los problemas del presente no deben confundirse con lo contemporáneo. La didáctica crítica-genealógica no propone estudiar historia contemporánea frente a medieval, antigua… Por el contrario, promueve estudiar otra historia y de otra manera. - 34 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo “cultura contra la cultura” descubriendo esa especie de “momento de esperanza de la cultura” que nos permite atisbar e imaginar, desde el miserable ras de tierra en el que nos movemos, el cambio social como permanente aspiración hacia un mundo mejor. En ese instante es cuando la cultura se revuelve contra la cultura y la crítica de la razón se hace desde la razón, a pesar de ser concientes de los límites de la razón misma y de las deficiencias del deseo que la sustenta. Pues bien, ahí se instala una nueva política de la cultura dentro de la que la didáctica comparece como actividad teórico-práctica que opera dentro de un campo de fuerzas. La política de la cultura implica, en cierto modo, repolitizar el campo de fuerzas donde se relacionan, en sucesivos círculos envolventes, la cultura, el currículum y la didáctica. Se trata, como habitualmente recuerda Apple (2002), de reordenar las estrategias de poder y saber dentro de una nueva alianza de fuerzas capaz de imponerse a los supuestos teóricos y de valor neoconservadores que dominan actualmente los contenidos de las mayoritarias ideologías del sentido común. Por eso la política de la cultura acontece como confrontación ideológica y como constitución de instancias y contrapoderes susceptibles de garantizar nuevas posiciones de saberpoder en la vida social. Todos ellos dan fundamento y armazón a un entramado de vectores alternativos, que, dentro del campo de fuerzas propio de la esfera cultural, debieran confluir hacia la formulación de una cultura pública y cívica, en cierto modo, “común” muy diferente al canon ahora reinante. El término “cultura común”, entendido como cultura pública y civil, nada tiene que ver con lo que vulgarmente se entiende por tal. Esto es, no guarda semejanza alguna con la morfología hegemónica de una cultura elitista y distante, impuesta desde arriba y legitimada por una alianza permanente entre los poderes económicos, políticos y académicos. Tampoco guarda ninguna semejanza con la representación simbólica de carácter nacionalista, clasista y sexista, o con otras figuraciones y significados que presuponen un ciudadano receptor pasivo de un legado eterno, sagrado y sublime proporcionado en modestas dosis, mediante la escuela y otros aparatos institucionales, por las gentes de la cultura. “Cultura común”, al decir de R. Williams, resulta de una práctica continuamente reformulada y construida colectivamente, siempre provisional y no definida previamente (Eagleton, 2001, 17). Consiste, pues, en un proyecto digno de ser pensado y realizado según las diferentes coyunturas histórico-políticas. Es, pues, un camino no predeterminado y siempre por trillar. A esa aspiración hacia un conocimiento distinto tanto en su contenido como en su uso y apropiación es a lo que nosotros llamaremos cultura pública o cultura civil. La aceptación de una política de la cultura y la consiguiente defensa de la cultura pública o civil comporta niveles muy diferentes de intervención y especificación, tal como si se avanzara progresivamente en círculos concéntricos de mayor a menor radio (de la cultura al currículo regulado y de éste a la didáctica). Una parte sustancial de la política de la cultura, especialmente importante además por lo que toca a la didáctica, reside en la política curricular. ¿Es posible y deseable un currículo básico y común? Partiendo de la realidad actualmente existente, donde se da una sociedad heterogénea y socialmente muy jerarquizada, en nuestra opinión, debe existir un currículo básico y común (el que permite expresar ideas y actuar con arreglo a una racionalidad crítica) del que no deben ser privadas las clases trabajadoras y los grupos subalternos y marginados mediante la creación de “ghettos curriculares” o separaciones entre la educación de las manos y de los cerebros. Ello no quiere decir que deba ser un currículo fundamentado en la pretendida reproducción mimética de las disciplinas científico-académicas. Ha de ser suficientemente abierto como para poder ejercitar una didáctica de las ciencias sociales orientada hacia la comprensión de los problemas sociales relevantes del mundo actual. En cierto modo, este currículo general cubriría las exigencias cognitivas y afectivas - 35 - C O N -C I E N C I A S O C I A L imprescindibles para poder interrogarse y dar respuesta a un conjunto de problemas relevantes para la sociedad28. Pero este currículo regulado no quiere decir uniforme ni en su contenido ni en los métodos de enseñanza. No es tampoco el que corresponde a una sola clase, género o etnia; el currículum debe recoger la pluralidad de las distintas voces que se confrontan en la vida social. Ello, no obstante, supone huir de cualquier esencialismo tanto del que absolutiza el valor de una sola identidad cultural como del que, bajo el pretexto de tolerancia y la corrección política, hace lo mismo con las identidades culturales no dominantes. Ese currículo que propugnamos debe ser el resultado de una nueva hegemonía dentro de una nueva política de la cultura, muy distante de la actualmente en vigor29. Llegados a este punto es hora de definir, dentro de la política de la cultura y del campo de fuerzas que la otorga sentido, lo que hemos denominado didáctica crítico-genealógica. Como es sabido, a propósito de la didáctica de las ciencias sociales persiste un perpetuo estado de duda y sospecha acerca de su objeto de conocimiento, su existencia como cuerpo doctrinal autónomo e incluso sobre la latitud de sus bordes. En una concepción tradicional, tecnicista e ingenieril de la misma se tiende a asimilar a una mera ciencia aplicada (Prats, 1997), y en una versión más sutil y encubridora como una ope- 28 29 30 31 ración metodológica de transposición del saber científico-erudito (savoir savant) al saber enseñado30. En general, las posiciones más instaladas en el espacio académico de las universidades españolas han ido instituyendo un régimen de verdad sustentado sobre un objeto de conocimiento emanado de una simple percepción de sentido común (el niño no puede aprender lo mismo ni de la misma manera que el adulto). Esta obviedad otorgaría consistencia y pertinencia al estudio de los métodos a través de los cuales es posible transmitir un saber ya hecho a un sujeto que se define por sus características psicoevolutivas. En todo caso, la mayoría de los que viven de este saber no suelen cultivar sus presupuestos epistemológicos, nadería a la que se muestra remiso el orbe funcionarial, más allá del limitado horizonte de proyectos y otros documentos de necesaria exhibición en oposiciones y otros gajes de la carrera profesional. Este sesgo metodologista de la didáctica no ha sido, en general, compartido por las gentes de Fedicaria menos acuciadas por las exigencias administrativas. A pesar de ello, se han presentado distintas posiciones acerca de la didáctica, polarizadas entre los que la definen como una actividad reflexiva de carácter práctico y político, no otorgándole el rango de disciplina (Rozada, 1997), y los que la conciben como “una disciplina posible” (Luis, 1997). A pesar de que este debate31 no nos ha quitado el sue- En parte recogería la tradición progresista de las escuelas democráticas y de otros movientos innovadoras que tiene fuerte presencia en EE. UU. y otros países desde la primera década del siglo XX. Véase al respecto, por lo que hace al país citado, J. A. Beane (2005). En Editorial (2001) de nuestra revista explicamos con algún detalle el significado de la revolución neoconservadora y del retorno de la historia escolar a ninguna parte. A. Luis (1999) vio tempranamente las limitaciones de la transposición y de su acomodación a lo que él llamó el grupo de referencia de Bellaterra, uno de los principales nichos en que anidó el campo de la didáctica de las ciencias sociales. Su crítica recurrente a la trasposición ha continuado y mejorado gracias al auxilio de A. Chervel; un excelente ejemplo pude consultarse en Luis y Romero (2005). También en la obra de F. F. García Pérez (1997 y 1999) se muestra una profunda crítica al metodologismo didáctico y las variantes de la transposición didáctica. Los fedicarianos mencionados en esta nota destacan, dentro de la actual comunidad universitaria de didactas, por su separación de la mayoritaria proclividad “transpositiva” de la corporación. El debate entre J. Mª Rozada y A. Luis en los años noventa vino precedido por un provocativo artículo de Rozada (1992). Además de los argumentos, este debate pone de relieve los distintos intereses que mueven a los protagonistas del mismo (a ellos dos y a los demás). En general, dentro de Fedicaria el apego a los gremios académicos es débil, dada la condición de sus miembros. - 36 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo ño (y didáctica hemos seguido pensando y haciendo con o sin adscripción precisa a una de estas dos posiciones), pudiera ser que nos ocurriera, Dios no lo quiera, como al “hombre listo” del que hablaba Marx en la Ideología alemana, el cual dio en pensar que las personas se hundían en el agua y se ahogaban simplemente porque se dejaban llevar por la idea de gravedad. ¿Dejaría de existir un campo de conocimientos y una comunidad discursiva porque no cumpla tal o cual condición legaliforme previamente establecida? Nos tememos que no. La distinción del eximio S. Toulmin entre disciplinas compactas, difusas, posibles y empresas racionales no disciplinables no va más allá de un meritorio afán taxonómico que además permite varias lecturas. La de J. Mª Rozada, tempranamente formulada en 1992, lleva muy bien el agua a su molino, o sea, que le permite, al tildar a la didáctica de no-disciplina, conducir la didáctica al campo de la política apartándola de lo académico y del veredicto de los expertos, lo que enfrenta su discurso con las tesis de A. Luis más partidario de reconducir esas aguas por los vericuetos de la “disciplina posible”. Ahora bien, con perdón del exabrupto, desde una perspectiva crítica, maldita la falta que hace que la didáctica sea una disciplina o no ¡Qué lo averigüen quienes viven de ello! A los demás lo que nos interesa es, más allá y más acá de la academia, la actividad reflexiva y práctica que conlleva la didáctica crítico-genealógica. Para ello sería más aconsejable considerar la didáctica de las ciencias sociales realmente existente32, como una invención social, como una tradición que posee una sociogénesis en cada escenario escolar e institucional acotado por el Estado. Se trata, en efecto, de un régimen de verdad inscrito en un campo que no ha de demostrar su validez formal, porque la gravedad existe tam- 32 33 bién fuera de nuestras cabezas. Como existen las tesis, las cátedras, los cientos de artículos y los dos centenares de sujetos que merodean por sus alrededores. En cierto modo, como a menudo se dice, lo que es la economía o la historia es lo que economistas o historiadores hacen. Que este hacer, en el caso de la didáctica, repugne al impoluto círculo categorial de Bueno, o a la tupida red conceptual toulminiana, o incluso a nuestros a menudo rigurosos criterios de valoración del trabajo intelectual ajeno, nos parece asunto de menor cuantía. Porque toda verdad tiene su historia y la verdadera verdad de la didáctica de las ciencias sociales en España, todavía por escribir, no puede desprenderse de las relaciones de poder imperante, frecuentemente circunscritas a una charca insignificante, que pueblan ese saber ya institucionalizado33. Mas para nosotros, valga la licencia expresiva, lo sustantivo de una didáctica crítico-genealógica es el adjetivo. La didáctica interesa en cuanto permite el desarrollo de un pensamiento y una acción críticos frente a la realidad educativa y los discursos que la justifican (incluidos, claro, está los provenientes de la didáctica instalada en el poder académico dominante). En cualquier caso, las relaciones de proximidad entre didáctica y política nos acercan al planteamiento de Rozada, aunque no del todo. Nos acercan porque concebimos la didáctica crítico-genealógica como una actividad teórico-práctica que se ejercita en un espacio público al servicio de postulados e ideas que anticipan una sociedad distinta a la regida por los principios operantes en el capitalismo. Pero a diferencia de lo defendido por nuestro amigo, para nosotros esta actividad no tiene un carácter inmediatamente político, ni es una práctica derivada directamente, como consecuencia lógica y moral, de una teoría previa. Eso es lo que hace y busca comprobar J. Mainer (2005) en su tesis con la que se pretende poner al descubierto las claves constitutivas de un cuerpo doctrinal y un campo profesional. La historia de las oposiciones al cuerpo de catedráticos del área es todo un síntoma de cómo funciona lo que, sin ánimo de ofender (ni, por supuesto, de elogiar) hemos dado en llamar charca -más apropiado que la bourdieusiana denominación de campo-. Nombre que merece por su tamaño como por el más que evidente carácter endorreico de sus aguas. - 37 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Desde luego, por añadidura, no toda actividad crítica posee valor y sentido por su utilidad práctica inmediata. El pensamiento crítico se caracteriza por guiarse conforme a criterios de utilidad no inmediata; por otro lado, la crítica teórica y la crítica práctica no tienen razón de vivir separadas dentro del mundo de la educación. Tanto teorizar sobre la escuela como dar clase son actividades sociales, prácticas individuales inescindibles de su dimensión colectiva, de su naturaleza contradictoria y de su horizonte antihegemónico. Pero tales actividades, que constituyen parte muy relevante de la didáctica crítica, se ubican, como ya dijimos, en el terreno de fuerzas que pugnan por la hegemonía cultural más que en el restringido espacio de las luchas políticas inmediatas. De modo que el hecho de que en Fedicaria algunos defendamos principalmente la didáctica como actividad más que como cuerpo doctrinal fuertemente estructurado o gremio profesional bien definido, encierra una apuesta estratégica que permite: - Efectuar una crítica de la didáctica dominante (en su faceta teórica, práctica y corporativa) como premisa de una didáctica crítica. - Movernos libremente en los espacios intersticiales de saberes sin respetar fronteras ni campos de conocimiento. - Aglutinar en nuestro entorno a personas y colectivos (de profesores, padres y madres, alumnado, etc.) no implicados directamente en la enseñanza de las ciencias sociales. - Formular los problemas de la escuela en una frecuencia de onda capaz de traspasar el registro técnico instrumental y sustituirlo por otro orientado axiológicamente. Esa radiofrecuencia fedicariana es la que pone a la didáctica crítica principalmente en el ámbito de la crítica de la cultura y la problematización genealógica del presente, haciendo verdad el trípode de fuerzas que actúan en su existencia: cultura, historia y política. 34 35 Pero pensar la institución escolar críticamente y ser profesor, dar clase todos los días, puede o no coincidir. Lo que es inconcebible, si bien se mira (si se mira sin prejuicios y honestamente), es que un profesor “siempre” sea crítico tanto en su magín como en su actuación. Y menos aún puede darse el caso que en todo momento uno haga en clase lo que piensa fuera de ella (muy a menudo ocurre, como demuestran las investigaciones más solventes, todo lo contrario). Esto que pudiera parecer cuestión obvia no lo es tanto y enlaza con las relaciones de necesidad, de oportunidad entre lo teórico-práctico. El guión interpuesto entre ambas palabras señala nuestra idea de la didáctica como una oscura y ambivalente relación entre ambas (Mateos, 2004)34. Dejando a un lado a los que han descubierto en el cinismo y el oportunismo una nueva moral avalada por los giros, retornos y volteretas del pensamiento autocalificado de postmoderno, conviene no ignorar algunos de los fantasmas que pueblan nuestra propia formación. Ciertamente una de las herencias de nuestro itinerario intelectual, en cuyos orígenes se suelen mezclar dosis variables de cristianismo y marxismo, de sentimiento de culpa cristiana y filosofía de la praxis marxista, estriba en una particular manera de comprender los lazos entre teoría y práctica, que se relegan al espacio de la conciencia, de la autenticidad, de la militancia, del compromiso, del testimonio y otras tanta figuraciones por el estilo con las que se oculta de hecho la realidad más prosaica de cómo el sujeto, siempre condicionado por la estructura estructurante que es el habitus, interviene en el espacio social. La didáctica crítica ha de huir, como de un mal sueño, de la visión angelical del sujeto docente progresista movido por los resortes de una vocación irreprimible de redención de los demás35. El mensaje de salvación se aferra como elemento consustancial a la institución escolar y se J. Mateos (2004), “Actuar bajo...pensar y desear bien alto…”, texto inédito en el que se defienden las sutiles y extramorales relaciones entre teoría y práctica. Ahí intervino también Mainer (2004), con otro documento intrafedicariano, subrayando las ideas del colega salmantino. A esto se ha referido J. Mateos (2004) en el ya mencionado texto inédito, que dio lugar a una cierto intercambio y polémica epistolar en Fedicaria. - 38 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo aviene malamente con la consideración racional de sus funciones reales. Ello no debe ser obstáculo (todo lo contrario) para que el conocimiento crítico que se encarna en el sujeto tenga un efecto desmovilizador sobre el mismo. Saber, por ejemplo como demuestra J. Merchán (2002), que el aula es un espacio donde producimos el currículo dentro de unas férreas constricciones cronoespaciales, no impide la acción. Sitúa a ésta entre la necesidad (las servidumbres del campo profesional) y el deseo (de otra escuela y otra sociedad). Pero el sujeto que encarna los saberes de una didáctica crítica no hace estructuralmente hablando algo distinto a los demás. La diferencia radica precisamente en su capacidad de pensar lejos y alto, de reflexionar por encima de la prosaica y limitada circunstancia que rodea a su práctica cotidiana. De manera que el sujeto de la didáctica crítica es docente que piensa, en cierto modo, contra sí mismo y contra su misma práctica, contra su pensamiento y contra su posición en el juego de las relaciones de poder dentro y fuera del aula. Y, quieras que no, también él se comporta como guardián de la tradición y esclavo de la rutina. Por lo que hace al profesorado, por consiguiente, la didáctica crítica no representa un espacio teórico-práctico para la redención y salvación de uno mismo y los demás; por el contrario, la didáctica crítica postula un lugar donde se dan cita ideas y actos para la negación de uno mismo y los otros. De esta suerte las relaciones de saber, poder y subjetivación propias de la didáctica crítico-genealógica actúan como el trasfondo de una manera de pensar alto y hacer bajo dentro y fuera de la institución escolar. Así esa clase de didáctica brota principalmente de un no lugar institucional, como pueden ser las plataformas al estilo de Fedicaria sin forma definida, donde se respira el aire de los colegios invisibles y de 36 37 asociaciones voluntarias y contrahegemónicas. Esta concepción ha ido permeabilizando, orientando y deslizando progresivamente el discurso de algunos fedicarianos, muy especialmente de los que se dan cita en el Proyecto Nebraska, desde la consideración de la didáctica como un abanico de postulados doctrinales (Cuesta, 1999) o de hipótesis teóricas (Mainer, 2001, 53), hacia la idea de la didáctica como “programa” o “agenda” de eventuales acciones teóricoprácticas (Editorial, 2003), que se sustentan sobre una mirada genealógica de la escuela capitalista y las prácticas pedagógicas presuntamente liberadoras. Así pues, esta especie de replanteamiento de la propia didáctica (que tanto tiene que ver con la mirada sociogenética de la escuela y el conocimiento disciplinar que en ella se imparte), se entiende como plan de trabajo dentro de la política de la cultura. Y ello conduce a su redefinición como actividad teórico-práctica referida a la formación de ciudadanos en contextos formales o semiformales de educación escolar36. Se diría que hemos abierto una perspectiva más holística (Editorial, 2003, 11), dentro de la política de la cultura al comprenderla como una forma de acción social colectiva donde la teoría y la práctica gozan de la misma preeminencia y quedan liberadas de toda hipoteca de culpabilidad por el hecho de que cada cual destine más tiempo a pensar o hacer. Pero esta orientación tiende a tomar distancias de la comprensión idealista, tan al uso, de las prácticas pedagógicas. En cierto modo, como dice J. Mainer (Fediaria, 2004), es precio reivindicar una formación antipedagógica, aunque según, claro, lo que entendamos por “pedagogía”. Sin género de dudas es verdad que las tradiciones frankfurtianas de “Pedagogía Crítica” y “Ciencia de la educación crítica”37 resultan muy interesantes y dignas de consideración. Habitualmente los fedicarianos han insistido en esa función educativa. Alguno de ellos con especial énfasis, como es el caso de A. Martín (2003), quien señala la importancia no sólo de formar democráticamente a los alumnos en el aula, sino también en el uso crítico y democrático del conocimiento. Especialmente importante resulta, en esta dirección, las aportaciones de nuestra más ilustre habermasiana Paz Gimeno (1995, 1999 y 2005). La influencia de Habermas es poco visible en las gentes del Proyecto Nebraska, y sí resulta, en cambio, muy notable en la obra de J. Mª Rozada o en los trabajos de A. Martín. - 39 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Es más, la versión habermasiana del pensamiento crítico frankfurtiano ha concitado una gran aceptación en Fedicaria. Incluso algunos de sus miembros, siguiendo ese rastro intelectual, han postulado la relación de necesidad entre didáctica crítica y metodología dialógica, hasta el punto de que su posición podría calificarse como didáctica crítico-comunicativa, cuyo contenido convierte al procedimiento deliberativo en su argumento más sustancial. Siendo ello muy coherente con esa suerte de razón procedimental empleada por Habermas, en nuestro caso, el procedimiento no es más que el procedimiento. La didáctica crítica es, para nosotros, por encima de otra consideración, genealógica. Problematiza nuestro presente y a nosotros mismos pensando históricamente la realidad. Y el acceso a ese conocimiento crítico puede realizarse por diversos medios y métodos, dentro de los que el diálogo sería el preferido (uno de nuestros comunes postulados es “aprender dialogando”), pero no el único. La dimensión crítica del conocimiento y del aprendizaje no queda asegurada por la superposición de una práctica de diálogo sobre una realidad de poder en el aula muy sutilmente marcada, ni por la búsqueda del consenso en torno al mejor argumento. En suma, nuestra concepción de la didáctica se aparta punto por punto del discurso dominante, pero también se siente un tanto alejada de las modalidades crítico-comunicativas y de cualquier otra que ponga el acento o trasmute el instrumental psicopedagógico en fin en sí mismo. De donde se infiere una renuncia a todo asomo de idealismo y a cualquier clase de optimismo histórico, prefiriendo refugiarnos en una mirada ambivalente, desesperanzada y escéptica sobre el marco institucional ofrecido por la escuela. Pero esta especie de esperanza desesperanzada, en tanto que crítica, no elude una permanente reflexión sobre la práctica y la formulación de estrategias de intervención en el ámbito escolar, que dentro de esa política de la cultura, colaboren a ocasionar saltos lógicos y cortocircuitos, con los que desvelar e impugnar los códigos pedagógicos y profesionales imperantes en los mecanismos de transmisión del conocimiento, en las relaciones de poder y en los procesos de fabricación de las subjetividades. Ahí, en ese momento de esperanza desesperanzada, subyace y subsiste una moral resistente que siempre cree percibir detrás de toda dominación su contrario. Y en esa dialéctica, donde acuden siempre necesidad y deseo, es donde emplazamos las experiencias y estrategias de la didáctica crítica a las que ahora nos referiremos. Estrategias y experiencias entre la necesidad y el deseo No ha mucho tiempo (Cuesta, 1999) formulábamos cinco postulados para imaginar un programa de trabajo de otra didáctica: problematizar el presente, pensar históricamente, educar el deseo, aprender dialogando e impugnar los códigos pedagógicos y profesionales. Estas proposiciones han facilitado unas líneas orientativas para afrontar el debate sobre el significado de la didáctica crítica y la intervención en el marco escolar, otorgando un cierto sentido al diseño de materiales curriculares y a la propia práctica docente. Pero más allá de esto, esos enunciados podrían ahora, desbordando el estricto campo de la enseñanza de las ciencias sociales, generalizarse como ideas aplicables a la transformación del conocimiento escolar, porque en ellas se contiene todo un programa de innovación y cambio profundos de las reglas ordenadoras del sistema de enseñanza en la escuela. En cierto modo, allí se conciertan el deseo de otro conocimiento en otra escuela y en otra sociedad. Así, el deseo, la crítica y el cambio se solicitan como líneas para anticipar un uso público de la escuela diferente en una sociedad más democrática, donde la búsqueda de una reconciliación entre el conocimiento y la vida empezara a vislumbrase tímidamente. Pero pensar y vivir la didáctica de otra manera implica también imaginar lo que se puede y debe de hacer, aquí y ahora, siguiendo la inspiración de los postulados más generales. Para dar cuenta de esa aspiración de actuación inmediata podríamos reseñar tres orientaciones estratégicas y complementarias de nuestros postulados: - 40 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo - Reconsiderar la función, la elaboración y el uso de materiales didácticos. - Desescolarizar, desprivatizar y deslocalizar los aprendizajes. - Buscar nuevas formas de subjetivación a través del conocimiento y la problematización de las raíces de nuestras identidades culturales. Reconsiderar la función, la elaboración y el uso de materiales didácticos La política de la cultura en la que se inscribe la didáctica crítico-genealógica obliga a reconsiderar y resituar nuestra intervención en el ámbito de producción, circulación y consumo de materiales de enseñanza. No vale a tal fin sostener un didactismo de cortos vuelos según el cual el cambio en la enseñanza radicaría principalmente en la generación de proyectos curriculares alternativos, craso error en el que, a nuestro modo de ver, incurrimos parcialmente algunos de los grupos fundadores de Fedicaria. Es preciso, en cambio, afrontar y situarse con determinación y sin espejismos frente a la economía política que, en expresión de Apple (1989), gobierna la producción y distribución de libros de texto y otros materiales curriculares. Así, una “pedagogía de lo posible” requiere una crítica profunda de los textos visibles (las normas del Estado y los manuales sacados al mercado) e invisibles (las rutinas del aula) que realmente generan, reinventan y determinan el currículo programado, el enseñado y el retenido. Sólo así podremos atisbar los verdaderos alcances de nuestro propio trabajo en cuantos profesores que ocasionalmente elaboramos material didáctico con intenciones críticas frente a las pautas estandarizadas de las empresas editoriales. En nuestro 38 entorno profesional, el conocimiento oficial santificado por el Estado es reelaborado por la empresas del gremio de editores de libros de texto, auténticos agentes recontextualizadores del currículum, que lo trasmutan en mercancías útiles y de consumo perecedero de poderosa influencia en los lugares pedagógicos donde se toman las decisiones sobre los materiales que han de emplearse en la enseñanza. En la didáctica crítica que postulamos va de suyo no desatender esa particular faceta de la economía política del libro de texto. En efecto, el volumen económico del asunto es digno de consideración. Los textos escolares representan más de la quinta parte de toda la facturación del sector del libro en España. Los manuales no universitarios vendidos ascendieron a más de 40 millones de ejemplares y su valor en el curso 2003-2004 se elevó a la nada despreciable suma de 615 millones de euros (algo más de cien mil millones de las antiguas pesetas)38. En el año 2003 de los 14.651 títulos inscritos en el ISBN, correspondientes a la materia “Enseñanza. Educación”, 12.558 fueron libros de texto. A lo que se ve la ciencia pedagógica ha volcado sus esfuerzos en estos modestos auxilios de la memoria. Diez años antes, en 1993, los títulos inscritos fueron 4.101 (Martínez Bonafé-Adell, 2003, 163), lo que implica que, más allá y por encima de las contingencias del reformismo LOGSE o del subsiguiente discurso contrarreformista de la LOCE, el sector ha triplicado sus resultados y se ha comportado como si oyera llover ante las alternancias de las políticas educativas. En realidad, el conglomerado de empresas del libro de texto constituye un importante poder dentro de la industria cultural española y se organiza como un auténtico lobby a través de la Asociación Nacional de Esta información está tomada de las páginas web de la Federación de Gremios de Editores (http://www.federacioneditores.org) y la Asociación Nacional de Editores de Libros y Material de Enseñanza (ANELE) (http:// www.anele.org ). Resulta también muy ilustrativa la compilación de trabajos y ponencias que aparece en la citada página de ANELE bajo el título de Los libros escolares y la lectura ante la LOCE (2003). Lo que aquí decimos lo expresamos más ampliamente en Cuesta (2005b) dentro del curso de invierno celebrado en la Universidad de Valladolid bajo la coordinación de A. Escolano, cuyas ponencias van a ser objeto de publicación. - 41 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Editores de Libros Escolares (ANELE), que ora patrocina grandes escenarios culturales con el gobierno de turno, ora presiona a los agentes educativos para ejercer un control remoto pero efectivo del currículum. A la pujanza del grupo de presión hay que añadir su homogeneidad cultural y el carácter oligopolista de la oferta, que se encubre bajo pantallas y formas variadas. El género libro de texto ha ocasionado un sistema de producción cultural en cadena y estandarizada al servicio de productos clónicos a los que se añaden variedades regionacionales. Este es el mundo donde se apresta y comparece el radiante triunfo de la mercancía, porque, hoy más que nunca, el dinero es la seul chose que compte. El dinero y las identidades regionacionales (lo que a menudo es también lo mismo). Por otra parte, no deja de ser sintomático que en los últimos 25 años, hayan desaparecido la mitad de las empresas. Y tampoco resulta baladí que los grupos Anaya y Santillana controlen casi el 50% de las ventas (Bonafé-Adell, 2003, 163), lo que no deja de ser expresivo de la cautividad oligopolística del mercado y de las alianzas que se han ido tejiendo entre el sector y otros poderosos consorcios especializados en el control ideológico y la fabricación de las conciencias. En este campo de juego los libros de texto no son más que la punta del iceberg, esto es, un producto cultural estandarizado al máximo en cuya base se alojan poderosos intereses económicos e ideológicos. De esta suerte la modesta mercancía que casi obligatoriamente han de comprar nuestros alumnos oculta en su interior el signo de las relaciones de cambio y de poder existentes en las sociedades del capitalismo tardío, donde la sumisión se hace más a base de instrumental simbólico que de fuerzas más físicamente coactivas. Los textos escolares en la educación de masas son, pues, una parte de los artefactos culturales que contribuyen a la difusión de una violencia simbólica legitimadora de las relaciones de poder-saber imperantes en cada momento. Ante tan apabullante situación, la búsqueda de utensilios eficaces que hagan factible el estudio de problemas sociales rele- vantes, sorteando y eludiendo con habilidad el convencional, retrohumanista e identitario currículo oficial de todas la administraciones públicas y de sus terminales en la empresas editoriales, deviene en afán ineludible de toda pretensión crítica. Ahora bien, no es fácil romper o desequilibrar los circuitos en donde campan a sus anchas los agentes recontextualizadores estatales (actores políticos y asesores técnicos) y mercantiles (empresas editoriales), con la frecuente colaboración, en alianzas no santas, de los gremios académicos. Desde luego, vista la experiencia de renovación pedagógica en las últimas décadas, no parece que fuere el camino más idóneo y aconsejable depositar una fe desmedida en la magia transformadora de los buenos materiales y las iniciativas creativas. En efecto, a veces se piensa ingenuamente que cambiando los viejos materiales tradicionales por otros nuevos e innovadores se garantiza el éxito del cambio escolar, como si la cultura escolar (la resistente “gramática de la escuela”) y la economía política que rige la producción de materiales consistiera en una especie de concurso libre y abierto de buenas ideas. Lejos de ello las implacables leyes del mercado y de los códigos disciplinares y profesionales marcan a fuego la realidad escolar. Y frente a ello es preciso pensar la cuestión del material didáctico de otra manera. Descartados los proyectos curriculares al viejo estilo, ahora se requiere imaginar una nueva generación de materiales y de proyectos didácticos capaces de empujar los impulsos críticos de parte del profesorado en su escenario de trabajo cotidiano, sorteando y aceptando a un tiempo la “gramática de la escuela”, y situándonos bien al lado o bien al margen incluso de la dinámica de cada claustro, departamento o unidad más cercana de planificación curricular del centro. Haciendo en suma, una suerte de contragramática inteligente e informada de lo que es el terreno en el que pisamos. Porque no hay razón alguna para enfrentarse, en su mismo terreno, a un enemigo imbatible cual es la ley implacable que rige la economía política del libro de texto, lo que hace falta es buscar fórmulas obli- - 42 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo cuas y creativas para hacer frente al “conocimiento oficial” bendecido por los poderes académicos, y a las constricciones curriculares impuestas, en feliz concertación, por las leyes del mercado y los designios del Estado en los diferentes niveles territoriales. De donde se sigue la sugerencia de confeccionar, frente a los manuales y proyectos al uso, materiales dúctiles y ágiles a modo de herramientas para tratar problemas que puedan ponerse en circulación por Internet (por ejemplo, colgados de páginas web como la de Fedicaria, las de centros educativos, etc.) y por otros medios, que habiliten flujos no jerárquicos y no mercantiles de información, carentes además de las servidumbres inherentes a la propiedad privada de las ideas. Esas redes de materiales alternativos, en régimen de copyleft, deben tener sus nudos en instituciones como Fedicaria y en toda clase de grupos autónomos de profesionales críticos que buscan renovados espacios de formación y un nuevo aparejo instrumental de trabajo en el aula. De esta suerte, tendría que irse generando un fondo disponible al instante y una oferta gratuita y cooperativa de materiales para tratar, desde una perspectiva inequívocamente crítica, problemas de muy distinta naturaleza. En la propia página web de Fedicaria (http://www. fedicaria. org) hemos diseñado un apartado titulado materiales para una didáctica crítica, que se organiza en tres de tipos de utensilios: a) fuentes y recursos disponibles para el estudio de problemas sociales, b) experiencias didácticas fedicarianas estructuradas y de libre uso e intercambio entre centros, y c) materiales prácticos de ayuda inmediata (guiones, presentaciones en power point, temas elaborados, etc.). En general, dentro de estos materiales los más estructurados y organizados serían una especie de Proyectos para el estudio de problemas sociales relevantes, porque, en consonancia con el tipo de didáctica que defendemos, irían articulados en torno a temas y 39 cuestiones sociales de actualidad. Tendrían un formato ágil y versátil, lejano al de unidad didáctica (por tanto, carecerían de una secuencia de actividades predeterminada) y poseerían, en cambio, el aspecto de una “carpeta” o “mochila” que reuniera un elenco de textos, imágenes y cualquier otro artefacto cultural capaz de dar cuenta y explicar el problema de estudio previamente seleccionado 39 . Estos proyectos mantendrían, pues, un estilo abierto, como de invitación al profesorado a plantear un problema de estudio, a manejar libremente la gama de documentos seleccionado, a añadir otros de su cosecha y a trasladar la reflexión sobre su experiencia al resto de sus colegas a través de las páginas web de Fedicaria y de los centros educativos. Siempre bajo la premisa de que las experiencias didácticas son difícilmente transmisibles y que la circulación de estos materiales ha de hacerse bajo el signo de la horizontalidad y del diálogo, superando la reiterada división del trabajo entre el experto que hace y el práctico que aplica, y huyendo asimismo de cualquier proclividad hacia tecnicismo en la forma o en el fondo (Editorial, 2004, 10-11). Por el contrario, se trata de desprivatizar, de socializar nuestro trabajo docente, de compartirlo situándonos fuera de las leyes mercantiles que rigen la distribución del conocimiento dentro de las sociedades del capitalismo tardío. Esta nueva generación de materiales podría manifestarse, como hemos dicho, de forma muy diversa. Serían apropiados para alimentar una práctica pedagógica necesariamente escindida entre la necesidad y el deseo, y entre las obligaciones perentorias de la función docente y las aspiraciones de enseñar y aprender de otra manera. A esta suerte de navegación entre dos aguas, esa clase de frecuente esquizofrenia pedagógica vivida por el profesorado crítico, se respondería con la confección y circulación gratuita de paquetes de materiales de muy diferente naturaleza y objetivos. Unos po- Algunas ideas a propósito de los materiales didácticos pueden consultare en una página web coincidente con la orientación de Fedicaria: www.rethinkingschools.org; véase también al respecto Lledó y Cañal (1993); Cuesta (2003a), y Merchán (2003). - 43 - C O N -C I E N C I A S O C I A L drían facilitar las tareas cotidianas más onerosas (imaginemos, por ejemplo, unidades didácticas del programa oficial de bachillerato presentadas en power point, o resúmenes de temas para memorizar con vistas a la prueba de selectividad); otros, por ejemplo, los ya citados proyectos para el estudio de problemas, podrán convertirse en auténticos instrumentos de formación para el profesor y el alumno planteando una inversión crítica del programa oficial mediante el estudio documentado y sistemático de problemas sociales relevantes. La distribución, circulación e intercambio de todo este tipo de materiales podrá albergar, dentro y fuera de Internet, un espacio insólito de ideas y prácticas contrahegemónicas en el seno de una red didáctica alternativa. En cualquier caso, estas nuevas e inmediatas fórmulas de producción y circulación de materiales irían acompañadas de una actuación dentro de los centros dirigida a promover una segunda estrategia consistente en la desescolarización de los aprendizajes. Desescolarizar, desprivatizar y deslocalizar los aprendizajes La didáctica crítica se levanta sobre una negación de la escuela capitalista y las prácticas pedagógicas que en ella se han dado o puedan darse en el futuro. La dialéctica negativa, como bien señala Gurpegui (2005), no permite ciertas alegrías y, en cambio, ha de atemperar todo ardor pedagogista, toda confianza desmedida en el poder transformador de nuestras propias acciones intencionales dentro del contexto institucional donde nos movemos. En cierto modo, el estudio sociogenético de las prácticas escolares conduce a una suerte de formación antipedagógica, es decir, a una consideración peyorativa de las ilusiones idealistas heredadas de la mitología escolar ideal-progresista (el mito de la escuela como palanca redentora y panacea en el camino hacia el progreso). La verdad es que al analizar genealógica y críticamente las prácticas escolares del modo de educación tecnocrático de masas en el que nos encontramos, lo que cambia es mucho menos (y menos importante), de lo que se planifica y espera y, sobre todo, ocurre que, en su mayor parte, los cambios no obedecen directamente a la lógica de las reformas o de la pedagogía, sino que responden a criterios de otra naturaleza (Merchán, 2005). Ahí, en esa caja negra que son el espacio y el tiempo escolares (y especialmente en el aula como contenedor central cronoespacial), en esas anfractuosidades de la “pedagogía silenciosa” (Escolano, 2000) es donde se han frustrado y difuminado miles de esperanzas innovadoras. Ahí residen, en compañía de los códigos disciplinares y profesionales, las ocultas razones que explican el porqué actos con sentido educativo afirmativo y potencialmente transformadores han devenido en actividades de dominación y sujeción en sí mismas al establecer contacto con la organización escolar. De ahí que sostengamos, pese a todo, que desescolarizar las prácticas escolares, arrancar de ellas el sello escolar que las posee, constituye el reto que ante sí tiene una didáctica crítica que pugne por otra escuela para otra sociedad más libre e igualitaria. La desescolarización de las prácticas escolares sería una posible estrategia de la didáctica crítica orientada a ir rompiendo con todas las trabas estructurales y no estructurales que convierten al acto de educar en una operación, crecientemente tecnificada, de control, clasificación y selección del sistema sobre los individuos; en suma, sería como una estrategia orientada a potenciar prácticas alternativas y experiencias radicales que, a partir de una deliberada intencionalidad por fracturar y triturar la ominosa tradición pedagógica sobre la que se asienta nuestra profesión docente, pugnen por disolver la opresiva densidad de muros, horarios, espacios y disciplinas… Es mucho más que nada. La escuela del capitalismo en el actual modo de educación tecnocrático de masas es una fábrica de privatización, de familiarismo y de aprendizaje de un ethos consumista y sumiso (sumisión, por lo demás, compatible con la más absoluta insolencia del niño-adolescente feliz y escolarizado). Una contraorientación crítica, una práctica de momentos antihegemónicos, requiere - 44 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo poner a prueba la posibilidad, siempre limitada, de convertir la escuela de hoy en una porción de la esfera pública de una ciudadanía democrática. Ése sería precisamente un aspecto capital del uso público que esperamos de los centros. En esta dirección, es posible avanzar en la senda de desprivatización de lo público a través de la introducción, siguiendo algunos de los postulados crítico-genealógicos, en la enseñanza de los problemas sociales relevantes dentro y fuera de las aulas. Para que el estudio de los problemas sociales de nuestro tiempo no se asignaturice y pierda su dimensión fecundadora, para que se encarne en nuestras necesidades y deseos, es preciso imaginar situaciones y contextos alternativos a los que proporcionan las aulas normales, superadores de las rígidas reglas de esa “pedagogía silenciosa” inherente al uso habitual del tiempo y el espacio, porque la interpelación y cuestionamiento de las condiciones cronoespaciales de la escuela deben formar parte del elenco de asuntos propios de una didáctica crítico-genealógica. De esa manera podremos quitar o limar de las actividades educativas el sello indeleblemente descontextualizado y ajeno a la vida que posee la lógica de producción del conocimiento escolar. Para ello se requiere indagar en procedimientos y fórmulas de deslocalización y recontextualización del conocimiento dentro de un uso público del saber y de la escuela, con vistas a una premeditada tarea de erosión del zócalo de ideas y prácticas sobre el que se levanta el código disciplinar del saber escolarizado. Ahora bien, para ello no basta con apelar al diálogo y a una metodología de enseñanza deliberativa, fundada en una pretendida comunicación entre iguales. Nuestro postulado “aprender dialogando” resulta inseparable de la impugnación de los códigos pedagógicos y profesionales, pues sólo mediante ello las relaciones de poder inscritas en el aprendizaje escolar se debilitan facilitando un tipo de comunicación distinta, menos asimétrica en la medida en que las funciones y poderes atribuidos a profesores y alumnos se evaporan al tener que dar respuestas a roles profesionales, contextos cronoespaciales y simbólicos de dife- rente naturaleza a los habitualmente manejados en las aulas. Esta recontextualización vital del aprendizaje sin duda afecta a las estructuras del sentir y puede realmente alcanzar a los estratos profundos de la personalidad. De ahí que sea oportuno buscar espacios y tiempos en los que el alumnado y el profesorado puedan expresarse de otra manera, en escenarios que rompan las claves espaciotemporales y lingüísticas dentro de las que ordinariamente se verifican los intercambios del aprendizaje escolar. En eso estriba la desescolarización que proponemos, porque para romper la magia y encantamiento del saber escolarizado es necesario deslocalizar y multiplicar los escenarios cronoespaciales alternativos, facilitando el flujo de nuevos discursos y prácticas renovadas. Para ello se precisa imaginar otros espacios, otros tiempos y otra gestión colectiva de lo que hoy llamamos escuela. Desde luego son deseables otros soportes arquitectónicos más en consonancia con la idea de un espacio público donde proceder a la reconstrucción colectiva de los conocimientos socialmente acumulados. Son, pues necesarios, otros centros de dimensiones más adecuadas alejados del modelo celular y carcelario imperante en las sociedades disciplinarias (una herencia del modo de educación tradicional-elitista), y desde luego se ha de proponer otro tipo de ambientes y distribución espacial más flexible y polivalente que faculte el trabajo alternativo individual y en grupos. Ahora bien, no se trata sólo de trasmutar el actual aulario (herencia de sociedades disciplinarias arcaicas) en una suerte de carpa traslúcida (propia de las sociedades de control) donde correteen los escolares bajo el señuelo de un aprendizaje libre y sin barreras. El espacio público, por el contrario, se compone de una dimensión material y otra finalista, que poco tiene que ver con los planteamientos teóricos y las experiencias de las escuelas desnudas de efectos de poder, tal como comparecen en las figuraciones de las bucólicas utopías de una educación no directiva. La impugnación del espacio lleva también a la de los tiempos escolares, pues ambas son las dos caras de la organización es- - 45 - C O N -C I E N C I A S O C I A L colar. La flexibilidad de los tiempos escolares (los horarios, las asignaturas y todo lo que ello comporta) no responde a una mera adaptación postfordista de la organización ni siquiera constituye un fin en sí mismo; constituye la evidencia de que el aprendizaje encapsulado en formatos de tiempo cerrados propicia las rutinas más engorrosas de la vida institucional y obstaculiza la circulación de iniciativas positivas. Naturalmente, un nuevo espacio y un nuevo tiempo no son categorías aisladas de la práctica social, son la práctica social institucionalizada. Por ello esa misma praxis debe estar orientada a otros fines diferentes de modo que los proyectos de trabajo y gestión constituyan una entidad conjunta dotada de sentido hacia una finalidad emancipatoria común. Y bien cierto es también que esa ruta no ha de plantearse en términos de todo o nada; el itinerario hacia prácticas que conviertan la escuela en espacio público de esa cultura civil que reivindicamos es la base para acabar con la privatización consumista y familiarista de los actuales centros escolares. Ahí la didáctica crítica interpela a la familia y al entorno social implicando a sus agentes colectivos y rechazando el modelo asistencial-escolar que se ha ido imponiendo a medida que las formas de trabajo y de familia en el actual capitalismo exigen una socialización casi al margen del núcleo familiar. En una palabra, se trata de reinventar la escuela como espacio público para la adquisición del conocimiento, la incorporación de conductas cívicas y el ejercicio efectivo de la democracia. Sin duda algunas de estas ideas se remontan ya a una vieja tradición que puso el acento en la formación cívica de los escolares. Eso ocurre parcialmente en el movimiento de las actuales escuelas democráticas y en otras tradiciones radicales de la escuela. Quizás conviniera insistir en que nosotros tenemos poca confianza en la función redentora de estas experiencias (y en las nuestras), o al menos en las posibilidades de propagación y del cambio social a partir de la escuela (la escuela nada es al margen de la sociedad, es la sociedad). No obstante, algo de lo que postulamos vamos haciendo. Sin ningún ánimo de to- mar las experiencias como ejemplos que deban ser seguidos, comentaremos algunos de ellos. El que se nos viene a la memoria, de inmediato, es el abanico de nuevas actividades de intervención dentro y fuera del aula que fueron propiciadas por el movimiento ciudadano contra la guerra de Irak, y en las que los grupos fedicarianos participamos de forma variada bajo el nombre de Lecciones contra la guerra (VV.AA., 2003; Cuesta, 2004). Alrededor de ese tema Fedicaria de Salamanca organizó un conjunto de actuaciones muy significativas de lo que entendemos por didáctica crítica. En efecto, en el mes de abril del 2003, se organizaron en el IES Fray Luis de León una jornada de presentación de actividades y trabajos del alumnado de varios institutos de la ciudad con el indicado nombre. Aunque por aquel entonces ya eran declinantes las movilizaciones contra la guerra, la experiencia resultó sumamente sugerente, pues sirvió como modesta ilustración de algunas de las posibilidades de la didáctica crítica cuando el centro educativo se convierte en espacio de deliberación pública, en foro donde se expresan los aprendizajes de los alumnos y las ideas de todos los participantes (padres y madres, profesorado, alumnado, personal de servicios). La idea de convertir un problema educativo en eje monográfico de las actividades culturales (y “extraescolares”) de un centro o varios relacionados entre sí de forma que empape la programación didáctica de aula, la semana cultural del centro, las excursiones, etc. responde a esa necesidad de desescolarizar, deslocalizar y recontextualizar los aprendizajes. Y es camino que algunos, siguiendo los viejos proyectos de los grupos fedicarianos, basados en problemas relevantes invitamos a proseguir esa idea pero cambiando los escenarios: del aula al resto de los espacios del centro (exposiciones en los pasillos, intervenciones en el salón de actos, sesiones de biblioteca, salidas del centro, etc.). Una oportunidad muy conveniente para llegar a estos fines es reapropiarse de las efemérides buscando fórmulas contraoficiales de rememorar el pasado, trasmutando el interés conmemorativo y monumentalista de la historia desde arriba en para- - 46 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo dójico ejercicio de confrontación con el ayer. Ello implica profundizar en el significado del pasado inmediato vivido por las generaciones adultas (por ejemplo, la transición a la democracia) a través del descubrimiento y reconstrucción del mismo desde y por la experiencia de aprendizaje de las jóvenes generaciones de estudiantes; y ello muy especialmente recurriendo a la interpelación a sus mayores. La interpelación y el diálogo se erigen en parte insoslayable de una educación ciudadana que mira hacia atrás tomando como punto de partida lo que nos preocupa de la actualidad. Pero la actual escuela de la era del capitalismo, en el modo de educación tecnocrático de masas, no es un espacio público en el que pueda, sin resistencias, ser educada críticamente la mirada frente a los problemas de nuestro tiempo. Es preciso, sin embargo, demandar que lo sea y hacer todo lo posible para que en nuestro quehacer profesional se halle el tiempo y el lugar para educar y educarnos estudiando la genealogía de los problemas de nuestro tiempo. A tal fin se requiere multiplicar las iniciativas y plataformas que defiendan otra escuela y unos nuevos usos públicos de la misma. Esa otra escuela que perseguimos no posee un plano ya dado, ni siquiera ha de ser fiel a un programa preestablecido ni debe tampoco aspirar a encontrar en cualquier recetario psicopedagógico el remedio para sus problemas, pues ello es totalmente incompatible con una crítica hecha desde la dialéctica negativa. La crítica de la escuela, siempre negativa, no puede tornarse afirmativa mediante la formulación de una alternativa superadora de las contradicciones inherentes al sistema escolar. Por consiguiente, la construcción de la escuela como espacio público necesita prácticas sociales convergentes hacia la ampliación de los lugares sociales donde se configura una ciudadanía de distinto tipo a la que aspira la actual democracia de mercado. En eso consiste desescolarizar y desprivatizar el conocimiento y recontextualizarlo dentro de los asuntos que nos preocupan. Consiste precisamente en promover un conjunto de prácticas pedagógicas generadoras de momentos de con-ciencia social pública frente a la privatización consumista, familiarista y psicologizante que caracteriza a las sociedades capitalistas de nuestro tiempo. Tal propósito es solidario con la oportunidad de abrir y descubrir nuevos procesos de subjetivación. Promover nuevas formas de subjetivación a través del conocimiento y la problematización de las raíces de nuestras identidades culturales Como ya se vio en los comienzos de este artículo, la crítica de la cultura resulta inseparable de una crítica de la construcción de la identidad cultural y de los mecanismos de subjetivación que fabrican los yoes de los individuos. Se diría, siguiendo a Castilla del Pino (2000, 257), que el sujeto se configura como un sistema de posibilidades, de yoes, tantos como situaciones y contextos susceptibles de ser vividos. De modo que no puede definirse al sujeto por uno o varios de sus ocasionales yoes, porque el aprendiz no es una realidad definible a priori ni una arcilla fresca dispuesta a ser moldeada por las hábiles manos del docente. Al no existir tampoco un ego preexistente que salvar, la didáctica crítico-genealógica tiene por cometido más destacable y procedimiento de principio más habitual la generación de situaciones de aprendizaje que interroguen e interpelen a los sujetos (al profesorado y al alumnado) sobre sus ideas poniendo en cuestión el propio pensamiento. En cierto modo, los dispositivos pedagógicos promovidos por la didáctica crítica pueden entenderse como un conjunto de operaciones en virtud de las cuales el sujeto se observa, se descifra, se interpela, se narra, se domina, etc. (Larrosa, 1995, 291). Y ello, como se dijo en la primera parte de este texto, como consecuencia de la laboriosa observación de las huellas que el proceso histórico social ha impreso en nosotros mismos y nuestras maneras de pensar y sentir. De modo que, a diferencia de lo que habitualmente se cree, no se trata de practicar el célebre mandato socrático de “conócete a ti mismo”, sino más bien hallar ese desconocido que hay en nosotros me- - 47 - C O N -C I E N C I A S O C I A L diante el acceso al conocimiento, lo que nos lleva indefectiblemente a la propuesta foucaultiana de “desprenderse de sí mismo” y “exteriorizarse”40. En verdad, el proceso de conocimiento (y la relación de éste con los sujetos) se verifica como exterioridad en la medida en que implica salir de uno mismo, desencontrarse y transformarse. Podríamos afirmar que, hasta cierto punto, y frente a la superchería de la identidad fija y estable, el ejercicio de una didáctica crítico-genealógica comporta un ensayo de tejer y destejer yoes alternativos, de fabricación contradictoria de identidades en el mismo proceso de conocimiento y dentro de las coordenadas de poder existentes en los marcos institucionales donde se vive la educación41. En ellos se produce y reproduce el sujeto de conocimiento en la medida que las relaciones de poder son inseparables del saber y de los procedimientos en que éste se transmite e incorpora al individuo transformándole. Esta metamorfosis ocasionada por la práctica pedagógica se efectúa siempre bajo determinadas circunstancias de simetría y asimetría entre los agentes educativos. En ese juego de distancias, poderes y saberes se forja un repertorio de procesos de desidentificación e identificación, que buscan educar el deseo del alumnado hacia la problematización del presente y el uso de un pensamiento genealógico-crítico. Y ello teniendo siempre en cuenta el carácter siempre inconcluso de la identidad (Mèlich, 2004, 61-62) y, por tanto, de todo acto consciente de ser, estar y conocer. Es ya un viejo tema la pregunta a propósito de si la virtud es enseñable. Un tema, como puede comprobarse en los diálogos de Platón42 aporético y dilemático, que es para nosotros, además, ético. En efecto, nuestra propuesta de subjetivación a través 40 41 42 del conocimiento posee inocultables e imprescindibles componentes finalistas de naturaleza ético-políticos insoslayables a la hora de pensar e imaginar un vida buena y un mundo mejor. Que la virtud pueda y deba ser enseñada es pretensión inevitable de cualquier proyecto dirigido hacia la emancipación; pero, claro está, tal propósito ha de ser sometido a la bridas de la prudencia y contar con el sano escepticismo que proporciona una mirada histórica acerca de cómo la educación hecha en nombre de esquema ideales de virtud ha generado a menudo su contrario, y no pocas veces se ha hundido en los atardeceres más terribles de nuestra historia del siglo XX. Ello supone un entendimiento complejo de los procesos de subjetivación, a años luz de cualquier brote de ingeniería de las conciencias o adoctrinamiento, porque una y otro precisamente se apoyan, como todo pensamiento de estirpe autoritaria, en el supuesto de la identidad sustancial e inflexible del sujeto, en el sujeto identitario. Por el contrario, el modelo de subjetivación que proponemos, siguiendo la ideas de Paz Gimeno (2005) bien podría ser el de la dialéctica negativa, esto es, aquel que erige la contradicción y lo antidogmático en el fondo y la forma del aprendizaje, de manera que el alumnado –y por supuesto el profesorado– aprenda a vivir en la ambigüedad de un conocimiento sobre la realidad social e histórica, que no implique la solución para una de las dos perspectivas de la visión dialéctica. Si queremos que nuestros futuros alumnos desarrollen un pensamiento crítico y antidogmático, es necesario enseñarles a pensar en forma ambivalente, y a no reducir sus análisis y la comprensión de los problemas sociales a una única perspectiva tomada como verdadera (Gimeno, 2005, 5 y 6). Véase especialmente Foucault (1994) y en general todos los trabajos de su última etapa intelectual, en la que se asiste a un recogimiento sobre el cuidado de sí mismo, una nueva moral que convierte la lucha resistente frente al poder como una dura ascética del hacerse a sí mismo como si de una obra de arte se tratara. Poco vínculo posee este procedimiento con la defensa de un sujeto sin ideas ni principios de actuación, ese individuo flexible creado por el constructivismo. Eso que R. Sennet (2000) llama “hombre irónico”. Platón aborda el dilema de la enseñabilidad de la virtud y las aporías del aprender en el Menón, el Protágoras y el Gorgias. - 48 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo Ahora bien, la pretendida educabilidad del deseo, esa enseñanza dirigida a desear más y mejor, que venimos propugnando, nada o muy poco tiene que ver con las identidades estáticas, con “los traperos de las identidades vacantes” (Foucault, 1991, 26) y por eso tiene algo de desidentificación entendiendo por tal la necesidad de “pensar contra uno mismo”, de poner en cuestión las raíces de lo dado comprendiendo su realidad histórico-construida y huyendo de cualquier esencialismo ahistórico. Desidentificar equivale a problematizar, a pensar contra las verdades asentadas, contra las raíces de lo establecido. Existe, pues, un sujeto deseable de la didáctica crítica. No es, desde luego, el sujeto trascendental al estilo kantiano, capaz de la autodeterminación y del juicio moral propio; más bien el sujeto de un aprendizaje crítico-genealógico es el que se experimenta a sí mismo y se gobierna a sí dentro del haz de espacios de poder y saber en los que se hace. Como no se cansaba de repetir Foucault, precisamente la genealogía, esto es, el pensar históricamente los problemas que nos afectan, constituye, en realidad, una ontología de nosotros mismos. De ese modo los postulados de la didáctica crítica (y de todo conocimiento que reivindique tal naturaleza) nos devuelven siempre al terreno de la gestación de las subjetividades. Por tanto, en cierto modo, desidentificar al sujeto de conocimiento es tarea propia de la didáctica crítica. Y ello significa tam- 43 44 bién cuestionar las raíces de las identidades culturales, denunciando la “mística devoción onfaloscópica” (Sánchez Ferlosio, 2002, 36) que anida tras la cultura dominante. De esta suerte la desidentificación como aspiración de la didáctica crítica enlaza con la impugnación de los mitos culturales43, haciendo, una vez más, a la didáctica parte de la política de la cultura. Entre ellos los que reposan en el currículo bajo el género de historias nacionales e identidades culturales. La hipóstasis de ambos (naciones y culturas) comparece como uno de los principales asuntos que cabe abordar en un didáctica crítico-genealógica44 a fin de efectuar esa imprescindible tarea de desidentificación de los alumnos respecto a las figuraciones ancestrales y fantasmagóricas que pesan sobre sus cabezas, combatiendo a un tiempo las modalidades más dañinas de relativismo cultural, que se presentan a menudo bajo la petición del principio de tolerancia. No obstante, una cosa es la condición “inventada” y la debilidad ontológica de enunciados como “pueblo vasco”, o “nación española”, o “cultura del vino”, y otra muy distinta es la indiscutible fuerza perfomativa de la acción de las tales creencias. Pues bien, ahí mismo, en la génesis de esas creencias, de esas identidades ha de situarse la tarea desidentificadora de la didáctica crítico-genealógica. Bien es cierto que el vaciado crítico de las identidades culturales que poseen al sujeto de conocimiento, lo que llamamos de- “El mito de la identidad cultural, distinta e irreductible, postulada para cada pueblo, nación o etnia, la común condición de los hombres que forman parte de esas etnias, naciones o pueblos, no ya en cuanto son hombres, sino en cuanto son copartícipes o herederos de tradiciones culturales comunes, quedará encubierta o eclipsada por el postulado de la irreductible identidad con sus culturas. Cada cultura como sustancia con la cual se identifica un pueblo, o una nación, o una etnia, pasará de este modo a desempeñar el papel que el tótem desempeñaba entre los pueblos salvajes. Desde este punto de vista, el mito de la culturas revelaría, y paradójicamente, entre otras cosas, el salvajismo sui generis, refluyente, de la humanidad contemporánea. No es de extrañar, según esto, que la reivindicación de la dignidad cultural del salvajismo (por ejemplo, la recuperación de las etnias amazónicas) constituya uno de los objetivos de la Antropología cultural del presente cuando se guía por el siguiente lema de Lévi-Strauss: ‹‹salvaje es el que llama a otro salvaje››” (Bueno, 1997, 28). En Fedicaria es asunto ya tocado en todos los proyectos curriculares de los grupos fundadores, y es objeto monográfico de uno de los números de Con-Ciencia Social y de los trabajos y proyecto de tesis de A. Martín. También de P. Gimeno (2005) que viene a defender la posición de Habermas acerca del célebre patriotismo constitucional. - 49 - C O N -C I E N C I A S O C I A L sidentificación (en sentido figurado), despierta en él deseos de reidentificación, dado que sin lazos de pertenencia no es posible imaginar el devenir humano, y este impulso suele ser más cierto y acuciante aún en las edades escolares. De ahí que la didáctica crítica, a fin de asegurar una cierta seguridad ontológica y evitar los efectos indeseables de las personalidades vacías, flexibles, inconsistentes y postmodernas, constructivistas, ha de generar procesos de reidentificación y de nuevas subjetividades mediante una conducción del deseo hacia un aprendizaje de desear más y mejor en el camino en el que las nuevas identidades se soportan en nuevas ideas y valores. Nuevas ideas, nuevos valores y nuevos sujetos facultados para cuestionar su propio pensamiento y comprender que, en algún grado, todos somos, respecto a nosotros mismos, extranjeros. Todos somos extranjeros45 era el título de una de las unidades didácticas de uno de nuestros proyectos alternativos para la enseñanza de las Ciencias Sociales, y bien pudiera convertirse hoy en un programa o proyecto de didáctica crítica, que tomara la percepción de la inmigración y las identidades territoriales como base de procesos críticos de “desidentificación”, de construcción de nuevas subjetividades críticas por encima del esencialismo cultural y territorial, por encima de las respuesta racistas, xenófobas o nacionalistas excluyentes que tan extendidas se encuentren en nuestra vida cotidiana. Y también, por qué no decirlo, por encima y más allá del umbral del pensamiento políticamente correcto, que confunde la crítica con un canon simplista, urdido de tópicos y retórica para quedar bien en público y en las encuestas46. Insistir una y otra vez en la inmigración como proble- 45 46 ma cultural y como necesidad de tolerancia es ocultar cuál equivale a esconder realmente el problema; para evitarlo es preciso poner la cultura en su sitio y al capitalismo en el suyo. Colofón De todo lo anterior se desprende que una didáctica crítico-genealógica (que presupone una determinada impugnación de la cultura, el empleo de la historia como genealogía de los problemas del presente, y la inserción de lo didáctico como faceta de la política de la cultura) apunta al centro de una tarea que, como se vio, resulta ardua: la educación histórica del deseo. En ese territorio teórico-práctico se dan cita reflexiones contracorriente en torno a la sociedad actual, dudas más que razonables a propósito de las virtudes de la escuela del capitalismo y experiencias ocasionales de nuevos materiales, nuevos escenarios de desescolarización, y nuevas experiencias de subjetivación, que actuarían como alimentación acumulativa, sin orden de preferencia, de teoría y práctica, de pensamiento y acción. Precisamente la didáctica que propugnamos se emplaza en un lugar suprainstitucional, extraoficial y no predefinido epistemológicamente, donde se cruzan el pensar y el hacer, la necesidad y el deseo. Ahí, en los espacios públicos escolares, nos forjamos, nos experimentamos, como sujetos de un conocimiento y de una práctica; es allí donde proponemos generar elementos racionales y afectivos susceptibles de disponer reflexiones y experiencias anticipatorias, siempre parciales y provisionales, inspiradoras de momentos de con-ciencia (y práctica) social crítica. Título, a su vez, de una de las unidades didácticas del Proyecto Cronos, uno de los proyectos de enseñanza de las ciencias sociales que se gestó y aplicó durante la década de los años noventa, y que con otros grupos de parecido tenor dio origen a Fedicaria en 1995. El asunto es grave y se trasparenta en las encuestas del CIS sobre la percepción de la inmigración. En ellas hay un racismo “oculto”, pues se contesta lo que conviene, pero luego en otras respuestas comparece lo que realmente se piensa. Las mismas encuestas son en realidad una trampa, pues predeterminan qué respuesta es la correcta o no. Las encuestas, pues, “ponen” y “enuncian” el “problema”. - 50 - TEMA DEL AÑO Didáctica crítica. Allí donde se encuentran la necesidad y el deseo REFERENCIAS ADORNO, T. W. (1998). Educación para la emancipación. Madrid: Morata. ALONSO, L. E y OTROS (2004). Pierre Bourdieu. Las herramientas del sociólogo. Madrid: Fundamentos. ÁLVAREZ-URÍA, F. y VARELA, J. (2005). 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La obra de Ivor Goodson Las historias de vida del profesorado: posibilidades y peligros, por Antonio Bolívar Historias del currículum e historias de vida en el trabajo de investigación sobre la enseñanza de Ivor Goodson, por Montserrat Rifà Valls Entrevista a Ivor Goodson, por Montserrat Rifà Valls Introducción La sección “Pensando sobre...” de este número se ocupa de la figura de Ivor Goodson. En ella se incluye una entrevista recientemente realizada por Monserrat Rifà Valls, aprovechando su estancia en Barcelona, un artículo de la propia entrevistadora en el que se da cuenta de su obra y biografía y otro de Antonio Bolívar con el que se completa la radiografía de su amplia trayectoria en la investigación educativa. Alumno de Michael Young y de Basil Bernstein en el Instituto de Educación de la Universidad de Londres, Ivor Goodson puede considerarse como cualificado representante de la Historia social del currículum, una fecunda perspectiva de investigación, impulsada en España en su momento por M.A. Pereyra y más tarde por la obra de Raimundo Cuesta sobre la Historia como materia escolar. Como se sabe, esta línea de trabajo ha estado presente, y lo sigue estando, en buena parte de las inquietudes intelectuales de los grupos y personas integrados en Fedicaria. Si bien la tesis de las relaciones entre el currículum, el poder y el control social había sido recepcionada a través de las obras de la Sociología crítica de la educación producida en el ámbito anglosajón (tanto de los autores citados como, por ejemplo, de Michael Apple), los trabajos de Goodson supusieron un paso cualitativo en la pro- fundización de esta línea de pensamiento al aportar nuevas categorías, métodos y problemas de investigación. Así, dando por sentada aquella relación, Goodson la concibió como un proceso dinámico en el que los factores socioeconómicos, las batallas políticas y los intereses de grupos sociales y profesionales se van combinando para determinar la cultura legítima de la escuela. La configuración de las “asignaturas” y materiales escolares reproduce en su constitución los ecos de los conflictos por el poder, y no debe entenderse como mero trasunto de las disciplinas académicas. Pero tampoco se limita a reflejar mecánicamente las vicisitudes de la sociedad, ya que el lugar en el que se alojan, la escuela, les confiere suficiente autonomía como para determinar ritmos propios en su producción. Aunque como se verá a continuación las inquietudes intelectuales de Goodson están hoy en otros temas, hasta ahora han sido la desnaturalización de las materias escolares, su conceptuación como productos culturales políticos y sociales, así como la utilización de la perspectiva genealógica en el estudio de su formación, sus principales aportaciones para el campo de la didáctica crítica. De ahí el interés de Fedicaria por la figura de Goodson en este número de Con-Ciencia Social. - 57 - Las historias de vida del profesorado: posibilidades y peligros Antonio Bolívar Universidad de Granada La obra de Ivor Goodson ha oscilado desde el estudio del currículum como una construcción social e histórica, de cuya obra más emblemática (Historia del currículum. La construcción social de las disciplinas escolares), editada en castellano por Miguel Pereyra en Pomares, dio cuenta Alberto Luis en el primer número de esta revista, a una preocupación por el profesor como agente curricular, con las vivencias y trayectorias que han configurado su conocimiento profesional y práctica de la enseñanza. Si bien cabe ver esas dos grandes (pre)ocupaciones como etapas independientes, mejor es considerarlas, como estima el propio Goodson, como paralelas, dado que el tema de las historias de vida aparece ya tempranamente1. La otra cara de la construcción social de la enseñanza es el conocimiento profesional del profesorado, que puede ser aprehendido por metodologías cualitativas sobre lo que piensa y siente sobre su trabajo. La historia social del currículum se complementa, pues, con las historias de vida del profesorado, el estudio de la historia del currículum como prescripción con el currículum como descripción del “curso de la vida”, como muestra la selección combinada de ambas dimensiones que hace en su última obra (Goodson, 2005). No obstante, al hilo de los movimientos postcríticos en el currículum y en la teoría social, la temática biográfica ha 1 dominado sobre la historia del currículum en sus trabajos de los últimos años. Este artículo se dedica, sumariamente, a esta segunda faceta de historias de vida, centrándome especialmente en Goodson (2004), recientemente editado en España, en los dedicados a recopilar sus últimos trabajos sobre la misma temática (Goodson, 2003a; 2005) y, al tiempo, en la obra metodológica publicada conjuntamente con Pat Sikes (Goodson y Sikes, 2001). Entiendo que este “segundo (o tercer) Goodson”, aunque sea el último, no es el que más interesa a los miembros de Fedicaria pero, dado que los trabajos recogidos en el monográfico se han orientado sobre él, por ser el más actual, pretendo introducir algunas coordenadas críticas que, al menos, contribuyan a situar este tipo de discursos y prácticas investigadores en nuestra “segunda modernidad”, por recoger el término de Ulrich Beck. He titulado, por eso, el artículo “posibilidades y peligros” siguiendo el último trabajo recogido en Goodson (2004) y, en parte, el excelente trabajo de Elliot Eisner (1997) sobre las promesas y peligros de las formas alternativas de representación de la investigación. El libro sobre Historias de vida del profesorado se edita en español, nada menos que, doce años después de su publicación original (1992). Como es lógico, muchas cosas han cambiado y literatura nueva se ha ge- Su artículo “Life histories and the study of schooling”. Interchange, 11(4), 62-76, es de 1981. A principios de los ochenta se llevó a cabo en Oxford (Saint Hilda) un congreso sobre vidas de profesores, que editaron conjuntamente Stephen Ball e Ivor Goodson: Teacher’s lives and careers. Londres: Falmer Press, 1985. En ese primer trabajo ya defendía que “para comprender algo tan intensamente personal como la enseñanza es fundamental conocer al docente como persona. Nuestra escasez de conocimiento en esta dimensión acusa una manifiesta falta de alcance de nuestra imaginación sociológica” (pág. 69). - 59 - C O N -C I E N C I A S O C I A L nerado en dicho interregno. Entre otras cosas, el propio Goodson ha ampliado su perspectiva inicial, como aparece en el segundo de los libros (Goodson, 2003a). Los cambios producidos desde esa edición original hacen necesario que el propio Goodson le ponga un prefacio a la actual edición española, donde señale algunos de los desarrollos más recientes que ha tenido el campo y la menos obvia de que el editor español haga “un prólogo a un libro que ya tiene prólogo2”. Por cierto, lo que Goodson llama “prefacio a esta edición” se corresponde literalmente con el trabajo publicado (“Developing life and work histories of teachers”) en Goodson (2003a), editado, a su vez, con mejor traducción, en una revista mexicana (Goodson, 2003b), habiendo suprimido alguno de los párrafos finales del segundo e introducido alguna referencia, meramente nominal, a España. Podría advertirlo, sin hacerlo pasar como prefacio escrito ad hoc para la edición española, hasta que el avezado lector –como en mi caso– descubra, por sorpresa, que es otro artículo que ya ha leído. Familiarizado con la literatura de Goodson, éste es muy dado a intercambiar y repetir párrafos entre unos ensayos o libros y otros. En su derecho está, pero también el lector puede reclamar saber que está leyendo cosas originales, cuando está ante letras ya oídas. Estas últimas obras de Goodson se inscriben en un enfoque biográfico-narrativo que, tras la crisis del positivismo y el giro hermenéutico en ciencias sociales, se ha constituido en una perspectiva específica de investigación con su propia credibilidad, que reclama –como hemos defendido 2 3 (Bolívar, Domingo y Fernández, 2001)– un modo distintivo dentro del paradigma cualitativo convencional. A su vez, acorde con la sensibilidad postmoderna ante el mundo de la vida, se ha visto potenciado con las nuevas dimensiones del discurso y el texto en el llamado giro narrativo (“narrative turn”), destacadas por la crítica postestructuralista. Se trata de otorgar toda su relevancia a la dimensión discursiva de la individualidad, a los modos como los humanos vivencian (como decía Ortega, siguiendo a Dilthey) y dan significado al mundo de la vida (“lebenswelt” de Husserl) mediante el lenguaje. Hace ya un cuarto de siglo Clifford Geertz (1994) habló de una refiguración del pensamiento social mediante el que la cultura y la sociedad son un conjunto de textos a leer (interpretar) y, más recientemente, Pathi Lather (1991) ha hablado de la “diáspora postparadigmática” producida por la seducción del postmodernismo. Las historias de vida del profesorado: Usos y peligros Las historias de vida, como metodología, tienen su origen en la llamada Escuela de Chicago de los años veinte del pasado siglo 3, como describen Goodson y Sikes (2001) en el primer capítulo de su texto (“Developing life histories”). A su vez, el campo histórico ha acusado el giro lingüístico-narrativo, entre otras, en una doble vertiente: (a) la reivindicación del carácter de relato narrativo de la historia, y (b) entender la “historia desde abajo”, dándole la voz Fernando Hernández, para su justificación, aduce que lo hace a “demanda del profesor Goodson” para contextualizar la temática del libro en el lector de habla hispana. Pero una gran parte de los lectores no desconocemos las historias de vida del profesorado y estas cuentan con una cierta tradición sociológica; por otro, el elenco reseñado es más amplio y extenso que el catalán o los libros publicados por Octaedro, contando con una tradición (incluida Hispanoamérica) que el prologista parece ignorar (o, al menos, silenciar). Una excelente edición, selección de la opus magna original, se ha editado recientemente en España. Cfr. William I. Thomas y Florian Znaniecki (2004). El campesino polaco en Europa y en América (Edición a cargo de Juan Zarco, prólogo de Ken Plummer). Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 422 pp. La Escuela de Chicago, silenciada en los años de auge del positivismo y funcionalismo en sociología, ha dado lugar a lo mejor de la metodología cualitativa: Blumer, Becker, Glasser, Strauss, Hughes, etc. Una buenas referencias bibliográficas se pueden ver al final del “estudio introductorio” de Juan Zarco. - 60 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... a los que han vivido los hechos. La “historia oral” se ha ido constituyendo, por influencia de la antropología, en un nuevo modo de hacer historia a partir de fuentes orales y autobiográficas. Antonio Nóvoa, Antonio Viñao y Agustín Escolano, como es conocido, han sido pioneros en su empleo –como memoria de la escuela– en el ámbito de la historia de la educación. La “historia de vida”, que se puede considerar una dimensión particular (relatos de vida biográficos) de la “historia oral”, como objeto de investigación al tiempo que metodología, es “investigación y construcción de sentido a partir de hechos temporales personales” (Pineau y Le Grand, 1993: 5). Si bien los relatos de vida siempre hacen referencia a la singularidad de una vida, refleja a la colectividad social de que se trate; como proponía uno de los introductores de la metodología en Italia y Francia, es posible “leer una sociedad a través de una biografía” (Ferrarotti, 1983: 54). En este sentido, Maurizio Catani escribió una modélica historia de vida, firmada conjuntamente con la persona biografiada (Catani y Mazé, 1982), que le servía para reconstruir la historia social de Francia. Por lo demás, las historias/relatos de vida en los últimos lustros ha alcanzado un alto desarrollo, primero en Italia (Passerini, Ferrarotti, Lazega) y en Francia (Bertaux, Cattani, Pineau), que Goodson, como anglo, desconoce. Por su parte, en el ámbito hispano ya en 1972 J.F. Marsal, imitando El campesino polaco, publica una historia de vida sobre un emigrante español a Argentina. Otros trabajos pioneros son los de Bernabé Sarabia, el importante libro de Pujadas (1992) o la excelente recopilación y estudio de J.M. Marinas y C. Santamarina, junto al cuaderno de Jesús M. de Miguel4. 4 Sobre los diferentes usos de las historias de vida en ciencias sociales, Catani y Mazé (1982) ya recogían en la introducción a su libro siete categorías de relatos de vida: a) Relatos de prácticas limitadas en el tiempo, b) Secuencias biográficas (varios momentos de la vida se van insertando en una cronología personal), c) Entrevistas biográficas o relatos biográficos, d) Autoinforme breve de historia de vida; e) Historia de vida social, f) Reconstrucción biográfica, y g) Auto-bio-grafía. Por su parte, Pineau y Legrand (1993: 100-2), de acuerdo con la tradición francesa muy centrada en la formación de adultos (para la que se requiere explicitar la experiencia de vida), establecen tres modos de exploración de las historias de vida: “(a) Modelo biográfico o relato de una vida por otro: el trabajo de análisis, interpretación y síntesis sobre la vida enunciada se realiza, casi en exclusiva, por una persona distinta de aquel que cuenta esa vida. (b) Modelo autobiográfico o relato por el mismo sujeto: en oposición al modelo anterior, el género autobiográfico cuenta con una larga tradición, en que el mismo sujeto se enuncia y reelabora lo enunciado. (c) Modelo dialógico, de “coinvención”, por el que apuestan, como explicitación conjunta del saber implícito, entendiendo que el sentido de lo vivido no se reduce a su enunciación, exige la colaboración del investigador para analizar su sentido o coherencia. Hay una “coimplicación de los actores implicados en las dos operaciones de enunciación y del trabajo sobre lo enunciado” (Pineau y Legrand, 1993: 102). En el ámbito anglosajón los casos de historias de vida se han empleado más en la formación del profesorado (Carter, 1993), para posibilitar una reflexión sobre la práctica y el conocimiento profesional, como base para el desarrollo profesional. Para Goodson y Sikes (2001) el foco de las historias de vida es la realidad personal y el proceso Cfr. Marzal, J.F.(1972): Hacer la América. Biografía de un emigrante español en la Argentina. Barcelona: Ariel; Sarabia, B. (1985): “Historias de vida”, Reis, 29, pp.165-186; Sarabia, B. (1986): “Documentos personales: Historia de vida”, en M. García, J. Ibáñez y F. Alvira (Comps.): El análisis de la realidad social. Métodos y técnicas de investigación social. Madrid: Alianza, pp. 187-208; Pujadas, J.J. (1992): El método biográfico: El uso de las historias de vida en ciencias sociales. Madrid: CIS; Marinas, J. M. y Santamarina, C. (1993) (Eds.): La historia oral: métodos y experiencias. Madrid: Debate; y de los mismos autores (1994): “Historias de vida e historia oral”, en J.M. Delgado y J. Gutiérrez (Coords.): Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales. Madrid, Síntesis, pp. 259-285; y Miguel, J.M. de (1996): Auto/biografías. Madrid: CIS. - 61 - C O N -C I E N C I A S O C I A L biográfico y su interés responde tanto a razones sustantivas (el conocimiento profesional se expresa en narrativas biográficas) como epistemológico-políticas (dar la voz al profesorado es reconocer el derecho a estar representado por sí mismo). La enunciación reflexiva puede ser, debidamente situada, un poderoso dispositivo para producir la vida y configurar la identidad. Las narrativas biográficas, frente a la imagen burocrática e impersonal del oficio docente, se quieren inscribir en un nuevo profesionalismo, donde se recupera la “autor-idad” sobre su propia práctica, y el sujeto se expresa como “autor” de los relatos de prácticas. Al tiempo se pretende sacar al profesorado del lugar despersonalizado en que lo ha situado la investigación educativa (a veces, incluso, mediante el anonimato), es una estrategia para el desarrollo profesional personal. Por su parte, Fernando Hernández, en el referido prólogo, considera que las historias de vida pueden ser una estrategia para que el profesorado se haga visible y muestre la generación de su saber profesional. Divide los estudios españoles (catalanes) sobre historias de y sobre los profesores en a) narraciones de profesores sobre su experiencia profesional, b) estudios de caso individuales; y c) historias de vida de profesores. En cuanto a peligros, la otra cabeza de Jano, los capítulos de Goodson (2004) de 1992 ya se escribieron bajo el síndrome de la grave crítica que Norman Denzin5 había hecho el año anterior en la reunión de la AERA, por lo que abogaba reiteradamente por situar las historias de vida en un contexto social. En el prefacio actual, aparte de constatar los usos malsanos en un contexto de reestructuración del sistema escolar, continúa reafirmando el posible efecto “colonizador” de los trabajos sobre vidas de los profesores, no sólo por la política o ad- 5 ministración, sino por los propios investigadores, como ya había apuntado el propio Denzin. Si Goodson se ve obligado a establecer tantas precauciones sobre el debido uso de la metodología biográfica, para no quedar atrapada al servicio de fines malsanos, es porque realmente el peligro existe. Por otra parte, como comentaremos después, es reaccio a limitarse a recoger las voces, reivindicando una reelaboración por el investigador. Así, resalta “las limitaciones de aquellos métodos que se centran en los mundos prácticos y personales de los docentes y se limitan a los modelos narrativos o basados en relatos, [pues suponen] un acto de abdicación metodológica del derecho a hablar sobre cuestiones relacionadas con la construcción social y política” (Goodson, 2004: 33). Si bien en las historias de vida aparecen todo un conjunto de datos personales, no pueden permanecer como personal y privado, exigiendo inscribirlas en la “construcción social del proceso de enseñanza”. El respeto por el carácter idiosincrático y singular (autobiográfico y personal) es una cara del asunto que debe ser considerada, pero esto no debe impedir análisis más contextuales. Los estudios sobre la vida de los profesores –dice– deben poner en relación la vida individual y la historia social en que se inscribe. Las vidas y trayectorias profesionales de los profesores y profesoras se han de asentar en una “genealogía del contexto” que las dote de un sentido más extenso, y –al tiempo– otorgar toda la relevancia a lo que dicen y sienten. Si la conciencia es construida, más que autónomamente producida, argumenta Goodson, es preciso incluir al constructor (contexto social) junto al que habla. La distinción entre “life story” (relatos de vida) y “life history” (historia de vida, como relato situado en un contexto histórico), paralela a la francesa entre “récits de vie” y “histo- Cfr. Norman K. Denzin (1991): Deconstructing the biographical method. Paper presented at the annual meeting of the American Educational Research Association, San Francisco, abril. Por lo demás, Norman Denzin es uno de los primeros autores que escribió sobre el tema en su excelente libro Interpretative Biography (Newbury Park, CA.: Sage, 1989) y uno de los más autorizados representantes de la investigación cualitiva, como muestra la edición conjunta con Lincoln del Handbook of Qualitative Research (Neubury Park, CA: Sage), sucesivamente reactualizado (1994, 2000 y 2005). - 62 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... rie de vie”, le permite conjuntar el componente individual con el social. En castellano, como en alemán (“lebensgeschichte”), “historia de vida” puede abarcar ambos sentidos. El problema proviene, además, de que, dado que el sujeto es un proyecto reflexivo, en continua elaboración, como han resaltado Giddens o Ricoeur, no una entidad estable y fija, el relato de vida proporciona una conciencia parcial y selectiva en esa construcción del yo, realizada siempre desde la perspectiva que da una coyuntura temporal particular. Captar este proceso emergente –señala Goodson– requiere una modalidad de historia social que sitúe el yo en un tiempo y espacio, en una especie de “cartografía social” del sujeto. Los relatos que los profesores nos cuentan son siempre singulares, selectivos y específicos, situados en un espacio y tiempo. Por eso mismo deben ser complementados con otras narraciones del mismo sujeto, en otros espacios y tiempo, en primer lugar; y con otros medios (documentos, testimonios orales) que ayuden a comprender el contexto donde toman un sentido más amplio. Relatos autobiográficos sí, pero reelaboración biográfica también. Precisamente, esta relevancia al contexto en Goodson impide la crítica de que formule un tratamiento individualista. El problema metodológico: transformar los relatos de vida en historias de vida Ivor Goodson y Pat Sikes (2001), en su guía metodológica, recogen las principales dimensiones para emplear las historias de vida en la investigación educativa. Contar las propias vivencias y “leer” (en el sentido de “interpretar”) dichos hechos/acciones, a la luz de las historias que los agentes narran, se convierte en una perspectiva peculiar de investigación. En primer lugar, la recogida de datos biográficos, reuniendo –mediante entrevistas biográficas – un conjunto de relatos de vida en que la gente, en una situación de diálogo interactivo, habla del curso de su vida y narra sus experien- cias y percepciones del contexto social en que viven. Dichos relatos biográficos, en cualquier caso subrayan, son sólo el punto de partida, puesto que la investigación sobre “historia de vida” está interesada en comprenderlos dentro de una base más amplia. La metodología se juega, pues, en la transformación de las “life-stories” en “life histories”, lo que –como argumentan Goodson y Sikes (2001: 17)– no deja de ser “un movimiento peligroso, porque posibilita a los investigadores un considerable poder colonizador para localizar el relato de vida con toda sus inevitables selecciones, cambios y silencios”. Pero, sin situar los relatos en las geografías sociales en que están inmersos, permanecerían aislados de las condiciones sociales y procesos históricos en que se han construido. La tarea de esta transformación es hacer visible los modos en que los relatos de vida personales están mediados por imperativos culturales y políticos más amplios. Al respecto, los análisis derivados de la “teoría fundamentada” ofrecen guías para analizar los textos de los relatos. El postmodernismo y la crítica postestructural han resituado el problema del investigador y del práctico dentro de los nuevos modos discursivos. La crítica a las grandes narrativas da lugar a limitarse a las micro-narrativas individuales y locales de los sujetos, sin pretender una verdad universal que los transciendan. Finalmente, si éstos discursos originarios no deben ser “manipulados” (re-presentados) por el investigador, sólo cabría “evocarlos” en sus propias y múltiples voces. Pero, si las voces del profesorado pueden ser re-presentadas al servicio de los propósitos académicos del investigador, con el consiguiente peligro de la colonización académica; tampoco las propuestas –como los nuevos movimientos reclaman– de que los profesores y profesores se “presenten” por ellos mismos sería una solución. En definitiva, entre uno y otro extremo se juega la investigación biográfica. En fin, estamos ante el dilema de conjugar un punto de vista del nativo (emic) y del investigador (etic). Ni sacralizar los relatos, ni tampoco asimilarlos a tradicionales modos paradigmáticos de conocer, en los que - 63 - C O N -C I E N C I A S O C I A L vanamente encajarían. Bourdieu (1999), en una obra (La miseria del mundo) que ha causado impacto en el mundo sociológico, ha renunciado a cualquier tipo de tratamiento académico de las voces, para limitarse a presentarlas ordenadamente y titular de modo coherente la transcripción de las 182 entrevistas. Así, señalan al comienzo: “entregamos aquí los testimonios que nos dieron hombres y mujeres en relación con sus existencias y la dificultad de vivir. Los organizamos y presentamos con vistas a conseguir que el lector les dirija una mirada tan comprensiva como la que nos imponen y nos permiten otorgarles las exigencias del método científico”. Sólo al final del libro se dedica un apartado (titulado “Comprender”) a plantear algunos de los presupuestos epistemológicos con los que han operado en la investigación. Si bien dice no creer en “la ilusión espontaneista del discurso que habla de sí mismo” y que ya hay una interpretación al reescribir las entrevistas orales para que sean legibles, asombra que no aparezcan ningún tipo de análisis, justo para ser fiel a las voces de la gente. Pero respetar en exceso el discurso emic de los profesores y profesoras, cifrándose en el sentido hermenéutico de sus voces, conduce a que la interpretación queda presa dentro de los horizontes de los interpretados (como sería una etnografía de los brujos azande hecha por uno de ellos), imposibilitando toda explicación comparativa, generalizable o teórica; lo que torna superflua cualquier tarea de análisis. Goodson, por lo que ha aparecido anteriormente, se muestra contrario a esta postura textualista radical, reivindicando, para que dichos informes sean relevantes, la reelaboración por el investigador. El peligro latente de ponerlas al servicio del investigador, por ejemplo en la selección de voces, sin reflejar otras realidades, por ejemplo las voces disonantes de los malos docentes (Hargreaves, 1996), no se supera por no realizar una analítica, sino por practicarla de acuerdo con los principios de la ética de investigación y con los mejores análisis cualitativos. En esta situación, partiendo de que los relatos no son tan idiosincráticos que impidan su tratamiento, Goodson (en “Repre- senting teachers: bringing teacher back in”, recogido en Goodson, 2003a y 2005) se pregunta, ¿cómo (re)presentar a los profesores en medio de esta crisis representacional? La salida –con relevancia metodológica– que aporta, como ya ha aparecido antes, es distinguir entre “relatos de vida” (life story) e “historia de vida” (life history). El “lifestory” es el relato inicial que una persona hace de su vida; por el contrario, el “lifehistory” es un relato triangulado, siendo un punto del trípode la propia “life-story”, pero complementado con los testimonios de otras personas, fuentes documentales, transcripciones o archivos relacionados con la vida/s en cuestión. Esta “historia de vida” tiene la función de comprender los patrones de relaciones sociales, construcciones e interacciones en que la vida está envuelta. “Si la life-story individualiza y personaliza, la life-history contextualiza y politiza”, afirma. El primero es una narrativa de acciones, el segundo una genealogía del contexto. Los relatos de vida se tienen que conjuntar e inscribir los relatos de contexto (“story of context”), el agente (life-story) en la estructura (life-history), que solo puede hacer el investigador mediante una “history” que inscriba los vidas individuales en los patrones de relaciones sociales. Narrativas de gentes y narrativas del investigador, fenómenos y método se funden, productivamente, para comprender la realidad social. La cuestión sobre si el relato del investigador sea una buena descripción o un “manipulación” a su servicio depende, mantiene Goodson, más bien, de cómo se re-escriba la historia o re-presenten las voces en dicho contexto ampliado. Construir un informe de investigación, como texto narrativo, es realizar una interpretación hermenéutica, donde cada parte adquiere su significado en función del todo, y el informe como totalidad depende –a su vez – del significado de cada parte. El investigador se encuentra situado entre sus experiencias y textos del campo y su esfuerzo por dar sentido a lo vivido/recogido. La selección de episodios, voces, observaciones, y especialmente su ordenación y conjunción, junto con la interpretación, pueden dar lugar a una descripción densa, como buena la histo- - 64 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... ria del caso. A pesar de que contamos con algunas guías de trabajo, es también una tarea artística (Eisner, 1997), parecida al buen periodista que construye una excelente descripción de una realidad a partir de un caso. Como de la etnografía ha dicho Geertz (1994: 89) es preciso lograr “un continuo equilibrio dialéctico entre lo más local del detalle local y lo más global de la estructura global de un modo tal que podamos formularlos en una concepción simultánea..., situar a ambas partes en un contexto en el que se expliquen mutuamente”. En cualquier caso, podemos requerir buenos ejemplares de estudios de caso donde se manifiesten los principios metodológicos defendidos. Al respecto, Goodson tiene muy pocas investigaciones prácticas específicas de historias de vida. Más bien lo que encontramos son ejemplificaciones ad hoc en que se recurre a voces de profesores para ilustrar los comentarios del investigador. En su libro (Goodson, 2004) recoge siete estudios de los autores más relevantes en esos años sobre distintos ejemplos de historias de vida (biografía y autobiografía) e historia oral. En ellos aparecen algunas de las cuestiones clave que, desde entonces, atraviesan este campo: la vida como experiencia y la vida como texto, relación ética entre investigador y biografiado, diversos procesos y usos metodológicos. En el estudio final, señala Goodson que “el debate ético, procedimental y metodológico es ahora vital en este campo de estudio emergente” (pág. 311); por otra, apunta algunas cuestiones que deberían tratarse: estadios de trayectoria profesional, ciclos de vida, incidentes críticos, historias de vida de las escuelas, etc. Conocimiento profesional, cambio educativo y vidas del profesorado De modo similar a como sucedió con la perspectiva sobre “el pensamiento del profesor” que se agotó en la medida en que se olvidó para qué se hacía, puesto que no basta quedarse en describir los conocimientos o creencias; las historias de vida del profesorado no se hacen para sí mismas, si no se vinculan al desarrollo profesional o al cambio educativo. Goodson (2003a), ya en esta segunda etapa, liga las historias de vida con el conocimiento profesional. El desarrollo profesional del profesorado ha de inscribirse en las vidas, trayectorias y ciclos profesionales, vinculando la dimensión profesional con la personal. La investigación-acción puede ahora ser reformulada en el proyecto reflexivo de la identidad profesional. No obstante, en unos tiempos de reestructuración y complejidad, también el profesionalismo ha de ser reformulado, en una línea de profesionalismo democrático, regido por principios y flexible. En un amplio planteamiento, Goodson y Hargreaves (1996) definen cinco tipos de profesionalidad (clásica, flexible, práctica, extensa y compleja), abogando por una profesionalidad más compleja y flexible. Una noción más personalizada de profesionalidad, supone el aprendizaje continuo y la búsqueda basada en la propia experiencia, una profesionalidad basada en principios, en lugar de cumplir los estándares exigidos externamente. Además, en los últimos años, como muestra la segunda parte de Goodson (2003a) y fruto de su relación con Hargreaves, ha dedicado varios estudios al cambio educativo. Singularmente, en su trabajo “Social histories of educational change” distingue tres dimensiones o factores en los procesos de cambio: el interno (los agentes en sus contextos escolares), el externo (administración y prescripciones externas) y el personal (creencias, motivaciones y conocimientos de los actores). En determinados momentos pueden estar integrados, mientras que en otros la “coalición del cambio” puede estar dominada por uno de ellos. Así en la década de los 60-70, los agentes internos llegaron a ser dominantes, mientras en los 80-90 fueron las fuerzas externas las que quisieron dirigir el proceso de cambio. En este nuevo milenio, el factor personal (“la personalidad del cambio”, que dice el autor) comienza a ganar fuerza en un mundo donde la “política de la vida personal”, en expresión de Giddens o Beck, está siendo cada vez más relevante. A su vez, no tener en cuenta dicha dimensión personal puede explicar el fracaso de las iniciativas de reforma. - 65 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Las formas, en exceso racionales, en la implantación de los cambios así como de la prescripción de estándares, han afectado de modo negativo a las condiciones personales de trabajo y vivencia de la profesión (imagen social deteriorada, pérdida de autoestima profesional), sentida como un proceso de “reconversión”. En este contexto, donde los cambios promovidos externamente pueden quedar más en simbólicos que en sustantivos, se requieren nuevos modelos de cambio educativo que partan de la personalidad y vida de los agentes para comprometerlos, colaborativamente, con la renovación de sus contextos de trabajo. Cambios al margen de los sentimientos, inquietudes e identidades del profesorado, en la modernidad tardía, están condenados al fracaso. Dado, pues, que el trabajo y profesionalidad de los profesores junto a sus preocupaciones personales están en el corazón de la educación, cambiar la educación es cambiar las condiciones de trabajo del profesorado. Los cambios deseables deberán ser renegociados con las fuerzas internas a nivel micropolítico de cada escuela para, posteriormente, por redes o coaliciones, buscar su generalización. Las historias sociales del cambio fuerzan a no pensarlo al margen de las vidas profesionales del profesorado. Frente a los cambios racionalmente impuestos, que ven en el profesorado un elemento resistente, Goodson (2003a) ha reivindicado tener en cuenta la “personalidad del cambio”, como analiza en otro estudio recogido: “pienso, como estudioso de la educación, que debemos dejar de presentar el cambio educativo como un proceso neutral que ayudamos a facilitar en nombre del progreso y de la mejora. Necesitamos volver urgentemente no a la “tecnología del cambio” cuanto a “la personalidad” y, por ello, a la “moralidad del cambio” (pág. 74). Las historias de vida del profesorado: entre una política “naive” y un dispositivo emancipador El incremento y popularidad alcanzado por la investigación narrativa sobre las historias de vida y biografías de los profesores puede responder, como apuntó lúcidamente su colega Hargreaves (Cambian los tiem- pos, cambian los profesores), a nuestra actual coyuntura postmoderna: en un mundo que ha llegado a ser caótico y desordenado, sólo queda el refugio en el propio yo. De modo paralelo al fin de siècle anterior, la pérdida de fe en el racionalismo ilustrado y en las explicaciones totales del mundo (“l’incrédulité à l’égard des métarécits”, de que hablaba Lyotard), han abocado a refugiarse en las pequeñas, pero auténticas, narrativas personales. En este propósito, los nuevos géneros biográficos y narrativos tienen un potencial para representar la experiencia vivida en la escolarización. Según el dictum feminista “lo personal es político”, por lo que reivindicar la dimensión personal del oficio de enseñar, lejos de un posible neorromanticismo o una “política expresivista”, puede ser uno de los posibles modos de incidir políticamente. Un cierto desengaño ante las explicaciones de la subjetividad por referentes extraterritoriales –por emplear los términos de Julia Kristeva– ya fueran sociológicos o históricos, ha hecho emerger con fuerza la materialidad dinámica de la palabra del sujeto como constituyente de su conocimiento práctico personal, de sus ciclos de vida o identidad profesional. Pero no están exentos de peligros y limitaciones. Michael Foucault, Norman Denzin o Nikolas Rose han advertido de que los métodos biográficos narrativos, si bien permiten dar la voz a los agentes, son también unos dispositivos de saber y de poder y, como tales, a la vez un instrumento de dominio mediante el acceso al conocimiento de la vida. Este querer saber sobre la vida, además de una “tecnología del yo” en formas modernas de confesión (narrar la verdad de sí mismo), cuando no de pastoral, se inscribe –como destacó Norman Denzin en la ponencia citada– en la lógica cultural conservadora del capitalismo tardío, que contribuye a preservar el mito de un individuo autónomo y libre, convirtiéndolo en artículo de consumo en los media. Conducir toda la cuestión biográfico-narrativa al ángulo personal, sin conectarla con el substrato social y político que -si seguimos siendo modernos- la sobredetermina, nos llevaría a una visión “políticamente naive”, dejando las cosas como están. - 66 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... Por su parte, desde una perspectiva foucaultiana, Nikolas Rose (1996), muy seguido de cerca en los últimos años por Tom Popkewitz, puso de manifiesto cómo las narrativas de vida, biografía y autoformación se puedan inscribir dentro de los nuevas tecnologías de gobernación de los individuos del “liberalismo avanzado”, cuya esencia consiste en hacerlos responsables. Esta nueva configuración de la individualidad, con la ilusión de autorrealización, propugna una ética de la personalización como nueva fórmula de reinventar contemporáneamente el hacerse a sí mismo. Las biografías, convertidas en objeto de saber, se convierten en procedimientos de objetivación de los individuos en sujetos. Que, en su lugar, puedan ser un instrumento de autonomía individual o de capacitación profesional, exige explicitar y negociar al máximo las condiciones de su ejercicio y uso (Goodson y Sikes, 2001, dedican un capítulo a las cuestiones de ética y poder en la investigación sobre historias de vida). En cualquier caso, más allá de análisis foucaultianos o de la modernidad ilustrada, para bien o para mal, como ha sabido describir muy bien Ulrich Beck, sociológicamente nos encontramos en un momento en que la individualización institucionalizada fuerza a hacerse la propia vida, con el riesgo de no tomar las decisiones acertadas: “No sería exagerado afirmar que la lucha diaria por una vida propia se ha convertido en la experiencia colectiva del mundo occidental. Expresa lo que queda de nuestro sentimiento comunal. [...] La ideología del mercado neoliberal pone en práctica la atomización con toda su voluntad política. [...] Vivir la propia vida puede significar que muchos de los conceptos y fórmulas de la primera modernidad se han tornado inadecuados. La biografía normal se convierte, así, en biografía electiva, reflexiva” (Beck y Beck Gernsheim, 2003: cap. 2). ca de la vida”, que exige la autorrealización de los individuos y donde el yo se convierte en un proyecto reflexivo en función de su propia biografía. En uno de sus mejores ensayos (“The story so far: personal knowledge and the political”) Goodson plantea la cuestión y señala, en primer lugar, contra el peligro de colonización, que para que los profesores puedan reapropiarse de sus experiencias individuales vividas como relatos es necesaria una colaboración activa con los investigadores. Además, frente a una política naive, “los relatos de los profesores deben proveer, donde sea posible, no sólo una narrativa de acción sino también una historia de la genealogía del contexto”. Es paradójico que, en un momento en que las condiciones de trabajo del profesorado están sometidas a una fuerte reconversión, haya este auge por las narrativas de los profesores. En esta situación, dar las voces a las profesores, sin entrar en el análisis de las estructuras y sistemas, puede ejercer un papel conservador. Aislar los relatos y estudios de las vidas de los profesores de dichos contextos sociales conduce a una política ingenua: reflexionar sobre las propias biografías o sobre las imágenes personales de la enseñanza, sin conectarlas con otras historias o geografías sociales que las han hecho posibles. En cualquier caso, además de hacer visible las voces y sentimientos del cuerpo docente o de ser un elemento de reafirmación del conocimiento profesional, las historias de vida pueden constituir una plataforma para conocer los efectos de la reestructuración de la educación en las vidas docentes. Como resalta Goodson ad finem de la primera parte del libro de 2003 (en su trabajo “Developing life and work histories of teachers”): Esta individualización (que no se puede asimilar con “individualismo” o con la autonomía ilustrada) estaría en la base del auge de las historias de vida e identidades en la modernidad reflexiva con el ocaso de las instituciones tradicionales. Desde coordenadas similares, Anthony Giddens (1995) captó cómo la política emancipatoria de la modernidad se ha cambiado por la “políti- - 67 - “La realización de estos trabajos no está exenta de peligros en un momento en el que la reestructuración avanza, pero renunciar a estos enfoques sería más peligroso aún. Los puntos de vista de los docentes sobre el cambio son fundamentales y de vital importancia para nuestra comprensión de la transformación actual de la enseñanza. Es de importancia vital que desarrollemos la capacidad de entendimiento longitudinal sobre cómo la práctica de los docentes se transforma bajo la influencia de los cambios que vivimos actualmente. Las reformas que ignoran estos temas están destinadas a costosos fracasos”. C O N -C I E N C I A S O C I A L La política de vida, ¿el lugar actual de la contestación? En su trabajo “Preparing for Posmodernity: Story of self” (recogido en Goodson, 2005), nuestro autor mantiene, siguiendo el ensayo de Giddens (1995), que “la política de la vida, la política de la construcción de la identidad y de preservación de la propia identidad puede llegar a convertirse en el principal lugar futuro de contestación intelectual e ideológica”. La construcción inestable de una identidad (personal y profesional) puede ser captada mediante el relato del yo como un proyecto reflexivo que se expresa narrativamente. Las historias de vida y la narrativa pueden, entonces, ser un fuente vital para estudiar el mundo social en general y la enseñanza en particular. En estas nuevas condiciones, la reflexividad convierte a los actores en “políticos de la vida” antes que miembros de una comunidad política, como muestra Beck o Giddens, donde las vivencias individuales desplazan la preocupación pública. El problema grave es, pues, ¿cómo anclar la política de la vida individual, ya irrenunciable, en un marco colectivo, una vez disueltas algunas pautas colectivas de vida? Al respecto puede valer la posición de Bauman (2001), uno de los mejores analistas actuales: “Las posibilidades de que los actores individualizados sean “reincrustados” en el cuerpo republicano de la ciudadanía no son nada prometedoras. Lo que los apremia a aventurarse en la escena pública no es tanto la búsqueda de causas comunes y modos de negociar el significado del bien común y los principios de vida en común, como la desesperada necesidad de “interconectarse”: compartir intimidades suele ser el método preferido, si no el único que queda, de “construcción de una comunidad” (pág. 62). En las nuevas condiciones de reconversión del trabajo docente las historias de vida puedan, en efecto, ser un buen dispositivo para ver los efectos de la reestructuración en las vidas y condiciones laborales o para comprender la crisis identitaria a nivel personal y profesional; pero también conlleva el peligro (Hargreaves, 1997) de centrarse en lo personal, olvidando los marcos colectivos y políticos, base para el cambio social (y educativo). Goodson, como ya hemos desta- cado, se dio pronto cuenta de las limitaciones de las metodologías biográficas, que se centran en los mundos personales y prácticos de los docentes, para dar cuenta de las políticas neoliberales y conservadoras, abdicando de la dimensión política y social en el análisis. Esto sólo puede lograrse: a) estudiando el conocimiento personal y profesional docente en sus voces, pero en el contexto social que se produce (y, en parte, lo explica); b) estudiar la vida y trabajo docente formando parte de un contexto social más amplio, en la perspectiva de una “construcción social de la enseñanza”. De este modo, dice Goodson (1997:140), “los relatos de acción de los profesores pueden ser puestos en conexión con `historias del contexto´. De este modo, los relatos de los profesores, más que limitarse pasivamente a ver la reconstrucción continua de la enseñanza, deben llevarnos a desarrollar comprensiones de la construcción social y política. Es un movimiento del comentario de lo que es a la cognición de lo que debe ser”. Sin ceder a determinadas “modas postmodernistas”, que ignoran los espacios circunscritos y trayectorias sociales de las vidas de los profesores, la intención última es “desarrollar estrategias para que los profesores puedan analizar sus vidas y trabajo en la enseñanza en modos que ofrezcan, de modo tan flexible e informado como sea posible, una respuesta al mundo socialmente construido de la escuela” (Goodson, 1997: 150). En este contexto, ¿puede tener el valor de una contracultura devolver la voz al docente, frente al silencio de dejarlo en la sombra que los investigadores, poderes fácticos o simplificaciones que efectúan los medios o la administración han hecho en las últimas décadas? Goodson estima que la virtualidad de las historias de vida es incrementar la visibilidad de los profesores y profesoras, manifestando con su voz sus perspectivas sobre la educación. En el penúltimo trabajo (“Sponsoring the teachers voice”), recogido en Goodson (2005), se resaltaba en 1991: - 68 - “La propuesta que realizo es esencialmente una reconceptualización de la investigación educativa para asegurar que la voz del profesorado es oída, fuertemente oída y articulada”. La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... Justamente, cuando la política educativa más acentúa el control a distancia del trabajo de los docentes, ya sea por fijación de estándares o por control de resultados, el posible valor contracultural de hacerlos visibles, dependerá de que les permita conectar las identidades adquiridas con proyectos futuros atractivos de forma razonablemente coherente, posibilitando una recomposición biográfica de la identidad en nuestras circunstancias cambiantes. En una situación ambigua y en un momento de grave crisis del sistema escolar público, articular nuevas condiciones para el ejercicio de la profesión, y su consiguiente reconocimiento social y público, resulta una empresa arriesgada. En cualquier caso, en la segunda modernidad, la política emancipatoria de la primera modernidad requiere conectarse con la política de la vida. Con la lucidez que le caracteriza, dice Bauman (2001), “que nuestra individualidad es producida socialmente es a estas alturas una verdad trivial; pero sigue haciendo falta repetir con más frecuencia el reverso de esta verdad: la forma de nuestro carácter social y por tanto de la sociedad que compartimos depende a su vez de la manera en que se enmarca la tarea de la individualización y en que se responde a ella” (pág. 165). REFERENCIAS BAUMAN, Z. (2001). La sociedad individualizada. Madrid: Cátedra. BECK, U. y BECK-GERNSHEIM, E. (2003). La individualización. El individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas. Barcelona: Paidós. BOLÍVAR, A. (2002). “¿De nobis ipsis silemus?”: Epistemología de la investigación biográficonarrativa en educación”. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 4 (1). Disponible en: http://redie.ens.uabc.mx/ BOLÍVAR, A., DOMINGO, J. y FERNÁNDEZ CRUZ, M. (2001). La investigación biográficonarrativa en educación. Madrid: La Muralla. BOURDIEU, P. (1999). La miseria del mundo. Madrid: Akal. CARTER, K. (1993). The place of story in the study of teaching and teacher education. Educational Researcher, 22 (1), 5-12 y 18. CATANI, M. y MAZÉ, S. (1982). Tante Suzanne: Une histoire de vie sociale. Paris: Méridiens/ Klincksieck. EISNER, E. (1997). The Promise and Perils of Alternative Forms of Data Representation. Educational Researcher, 26 (6), 4-10. GEERTZ, C. (1994). Conocimiento local. Ensayos sobre la interpretación de las culturas, Barcelona: Paidós. GIDDENS, A. (1995). 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Cambridge, MA.: Cambridge University Press. - 69 - Historias del currículum e historias de vida en el trabajo de investigación sobre la enseñanza de Ivor Goodson Montserrat Rifà Valls Universitat de Barcelona Introducción. Rasgos de identidad de la clase trabajadora en la biografía personal y profesional de Goodson Este artículo recorre el trabajo de investigación en el campo de la enseñanza de Ivor F. Goodson, a través de los tres apartados que lo constituyen, con la finalidad de entrelazar la narración sobre su biografía personal y profesional con los contextos sociales de las fuentes, metodologías y conceptos de estudio de las historias del currículum y las historias de vida1. Para empezar este itinerario, quiero presentar a Goodson a partir de establecer una continuidad entre su experiencia como alumno y su experiencia como profesor e investigador, y describir cómo se mantienen en este tránsito los rasgos de identidad de la clase trabajadora. Esta tarea es bastante sencilla de realizar, si tenemos en cuenta que Goodson se refiere a menudo a la imbricación de su propia historia personal con los temas de 1 2 investigación que trata, en las entrevistas que le realizan y también en los textos que escribe2. La narración de su experiencia como alumno, a la que presta una atención especial para analizar críticamente las oportunidades –en términos de aprendizaje y de clase social– que tenían los hijos de la clase obrera en Inglaterra en el contexto inmediatamente posterior a la segunda guerra mundial, empieza del modo siguiente, a partir de relatar su vínculo con la escuela: “…desde el comienzo experimenté extrañas contradicciones, porque mientras por un lado se suponía que yo debía aprender, la mayoría de preguntas a las cuales buscaba, a tientas y sin poder expresarlo, una respuesta, no se encontraban en el programa del centro. Eran, debo reconocer, preguntas por lo general infantiles, pero giraban entorno a mi comprensión del mundo en esa época. Eran temas que conversábamos en casa: ¿Por qué tenía que trabajar tanto mi padre? ¿Por qué no lo veía por las mañanas, ni hasta tarde por la noche? ¿Por qué mi madre tenía que trabajar para ‹‹mantenerme››? ¿Por qué los campos donde jugaba se estaban cubriendo de urbanizaciones cada vez más extensas destinadas a personas de escasos recursos? ¿Por qué debíamos caminar (y luego ir en coche) cinco kilómetros para llegar hasta la escuela? ¿Por qué estaba la En este artículo de reseña bio-bibliográfico, se revisa la producción académica de I.F. Goodson, a partir de situar sus fuentes y temas de investigación, y mediante la inclusión de numerosas citas y referencias que espero que sirvan para dialogar con su obra y contextualizar los cambios habidos a lo largo de su carrera. Para la elaboración de este artículo, me he basado, en buena parte, en algunos capítulos de mi tesis doctoral, titulada Discurso, poder y subjetividad en el currículum (Universitat de Barcelona, 2003). Este artículo y la conversación que se incluye a continuación pueden verse como complementarios. De esta forma, el lector podrá establecer puentes entre ambos textos, y aunque funcionan de forma autónoma, se recomienda una primera lectura de este artículo para abordar después el texto que surge de la conversación con Goodson. En la selección bibliográfica, el lector encontrará referencias a varias entrevistas realizadas a Goodson, publicadas en revistas especializadas. Por otra parte, en El cambio en el currículum (Octaedro, Barcelona, 2000) se incluyen un par de entrevistas a este autor y algunos textos que explicitan la relación entre su biografía personal y los temas que investiga. - 70 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... escuela en un pueblo elegante y no en el mío? ¿Por qué se trataba de modo diferente a los niños de mi pueblo que a los niños de la localidad donde estaba la escuela?”. I.F. Goodson: “Investigar la enseñanza: de lo personal a lo programático”, El cambio en el currículum, Octaedro, Barcelona, 2000, p. 46. En muchas ocasiones, cuando se refiere a sus vivencias como alumno, Goodson destaca el sentido de alienación que el entorno, la organización, el contenido y las relaciones escolares le proporcionaban. De esta forma, narra que, durante su experiencia como alumno de once años, el currículum escolar era un factor de desplazamiento cultural en el espacio del instituto selectivo de enseñanza secundaria. Así, nos describe que en el instituto de bachillerato “el currículum hizo que el sentido de dicotomía que había experimentado en la escuela primaria pareciese poca cosa. En aquel centro, no sólo el contenido era extraño y aburrido, sino la forma misma de transmitirlo y la estructura (…) me dejaban totalmente perplejo. Mi experiencia escolar se parecía a la de aprender un idioma extranjero”; o en otras palabras, nos cuenta que “en el instituto me marchité: hice nueve exámenes de nivel ordinario y suspendí ocho. A los quince años me encontré trabajando (…) regresé al colegio y a pesar de encontrarme aún aplastado por un sentido de alienación ante las disciplinas, comencé a realizar las pruebas de repetición mecánica y de memorización que se premiaban con éxito en los exámenes”3. De forma coherente con esta experiencia de exclusión, ya de mayor, tal como nos indica Kincheloe, la clase social adopta en la teoría de Goodson una especial relevancia al sostener que es necesario explorar los “recuerdos peligrosos del currículum”, que constituyen la formación de la conciencia de los grupos sociales y de los sujetos en los procesos de escolarización4. Estudiar y contextualizar tales formaciones le permitirá ir descubriendo de qué manera los prejuicios de clase median en las oportunidades de aprendizaje y en las autorepresentaciones 3 4 de identidad de profesores y alumnos como productoras de comprensiones sobre el mundo. En la biografía de Goodson, el extrañamiento provocado por la vida escolar se ve compensado por la relación positiva con los amigos con los que compartía esa misma sensación de rechazo de la institución hacia los de su clase, hasta el punto que, dadas las circunstancias, un trabajo en una fábrica de patatas fritas podría llegar a ser percibido por un adolescente como un espacio de libertad. En su historia personal, Goodson señala, a menudo, la importancia del vínculo con la comunidad a la que perteneció, que mediará en la elección de sus trabajos futuros y en el compromiso que adquirirá como profesor y como investigador con los demás, y también destaca otra figura positiva, la del profesor de historia que le invitó a regresar a la escuela y a retomar sus estudios de bachillerato: “Don: Hablas mucho de las vidas de los profesores. ¿Cómo han influido tu propia infancia y adolescencia sobre el tipo de profesor que eres? Ivor: Me crié dentro de una comunidad de clase obrera muy unida y feliz, bien organizada, con sus propios valores que aún considero valores excelentes, y nunca he encontrado un grupo mejor de personas. Vengo de una comunidad de la cual estaba muy orgulloso y tuve que dejarla para asistir a un instituto de bachillerato bastante alejado. Fui el único niño del pueblo que asistió a este instituto. De tal manera que desde muy joven sentí un desarraigo de mi comunidad porque sólo había un pequeño grupo de niños como yo en el centro, y éramos bastante identificables. Por eso no me gustó mucho el colegio, aunque me entusiasmaban algunas de las ideas que circulaban. Pero me urgía juntarme con mis amigos en la vida laboral. Así que dejé el colegio en cuanto pude, que fue a la edad de quince años para trabajar en una fábrica. Fue sólo por casualidad que volví al colegio. Mi profesor favorito en el instituto de bachillerato, un profesor de historia, vino a la fábrica, conversó conmigo durante un descanso para el almuerzo y me insistió que volviera. Al regresar comencé a tener mejores resultados y posteriormente fui a la universidad. Pero al asistir a la universidad no dejé mi comunidad. Me quedé en casa y viajé a Londres. Cuando por fin comencé a enseñar, lo hice directamente desde mi comunidad y con un fuerte sentido de los valores y aspiraciones de mi grupo de origen, que aún aprecio. I.F. Goodson: “A modo de introducción. Una entrevista a Ivor Goodson por Don Santor”, El cambio en el currículum…, 2000, pp. 43-44. I.F. Goodson: El cambio en el currículum…, 2000, pp. 46-47. J.L. Kincheloe: “Introducción”. En I.F. Goodson: El cambio en el currículum…, 2000. - 71 - C O N -C I E N C I A S O C I A L En el segundo apartado de este artículo, situaré otras influencias que Goodson valora positivamente en su relación con otros profesores e investigadores, pero principalmente abordaré los contextos y referentes que orientan el trabajo de Ivor Goodson, con la intención de identificar cómo a lo largo de su biografía ha ido incorporando conceptualizaciones y perspectivas que emergen del campo de estudios del currículum y también de la sociología y la historia de la educación. Según Kincheloe, las influencias que recibe Goodson en la construcción de un marco multidimensional para el estudio del currículum proceden de diversas fuentes y sus opciones son compartidas por la sociología clásica del conocimiento (Weber, Mead, Schurtz, Goffman, Berger y Luckman), los Nuevos Sociólogos de la Educación británicos (Davies, Young y Bernstein), el análisis político de la educación en Estados Unidos (Apple, Giroux, Wexler y Anyon, entre otros), y la historia estadounidense del currículum (Jackson, Kliebard y Pinar)5. Así, me referiré a la localización de Goodson en relación a las fuentes críticas del campo del currículum, que emergen con fuerza a finales de la década de los sesenta y principios de la década de los setenta del siglo XX en Inglaterra y Estados Unidos, entre otros países. Este recorrido coincide en el tiempo con su ingreso en la universidad y con la publicación de sus trabajos académicos hasta principios de la década de los noventa, cuando se produjo un giro en el pensamiento crítico de la educación, que incorporará elementos del postestructuralismo, el feminismo, el postcolonialismo, etc. A modo de presentación de esta primera época, quiero citar a Kincheloe, quien define a Goodson como un “construccionista socio-histórico” del currículum y de las asignaturas escolares, un calificativo que le compromete con una perspectiva crítica de la educación para la transformación social: 5 “…Goodson sostiene que los educadores que se preocupan por el establecimiento de un currículum socialmente justo deben afirmar constantemente la necesidad de mantener un diálogo permanente alrededor de la construcción del conocimiento. Dominando los datos específicos de la construcción socio-histórica del currículum, Goodson sabe que el contenido y la forma de un plan de estudios de una institución, privilegia tácitamente una constelación particular de relaciones políticas y de jerarquías sociales”. J.L. Kincheloe: “Introducción”, en I.F. Goodson: El cambio en el currículum…, 2000, p. 31. En el tercer apartado de este artículo, se presentarán los aspectos principales de un mapa del trabajo de Goodson como investigador en el campo de la enseñanza a partir de recorrer sus investigaciones sobre las historias del currículum y las historias de vida, que aparecen simultáneamente en su obra. Además, en la actualidad, Goodson no sólo mantiene en su trabajo el interés por estos dos campos de estudio sino que establece y potencia el vínculo entre ambos modos de investigación. Así, recorreré las principales aportaciones a la historiografía realizadas por Goodson, que incorpora una mirada compleja y caleidoscópica en los estudios del currículum y de las vidas del profesorado. A partir de la década de los noventa, Goodson se sumergirá en los discursos postcríticos del currículum, lo que define una segunda época. Las influencias y descubrimientos que recibe durante este periodo se percibirán claramente al final de este artículo y, en especial, a lo largo de la conversación mantenida con él. En síntesis, las relaciones entre lo personal y lo social, lo biográfico y lo político, tejen su identidad como investigador de la enseñanza, a través de los dos ámbitos de su trabajo, de los que emergen múltiples y diversos subtemas y conceptualizaciones, y mediante los cuales reivindica el papel activo de los profesores en el desarrollo curricular para el cambio educativo: John L. Kincheloe sitúa las influencias que recibe el trabajo de Goodson en la excelente introducción a la obra que se menciona en la nota anterior. En este texto, contextualiza los temas de investigación de este autor en relación a los saberes y perspectivas de investigación crítica en los estudios y la sociología del currículum. - 72 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... “En el corazón de la mayoría de mi investigación está la creencia de que tenemos que comprender lo personal y biográfico si queremos comprender lo social y lo político. Esto, lejos de una única percepción, no obstante nos permite analizar la empresa educativa desde una ventaja altamente productiva. La mayor parte de los escritos recientes sobre cambio social y educativo, e igualmente la mayoría de nuevas iniciativas gubernamentales, a través de las sociedades occidentales han actuado negando o ignorando las misiones personales o las trayectorias biográficas del personal clave. Mientras a menudo esto proporciona la evidencia de la ‹‹acción simbólica›› hacia los electorados o las audiencias profesionales, la evidencia a nivel del servicio de comunicación es mucho menos impresionante. Algunas veces la formalidad simbólica de los objetivos, tests y tablas ganan un apoyo constitutivo amplio en las pruebas iniciales después de haber tenido a menudo efectos negligentes o incluso contradictorios en su expresión. El punto de contradicción es a menudo la ignorancia o menosprecio hacia las misiones personales o los mandatos biográficos. Por tanto, éste parece un buen lugar para localizar nuestros estudios (e incluso nuestras políticas) no de un modo reluctante al final de un proceso pero sí entusiasta en su comienzo”. I.F. Goodson: Learning, Curriculum and Life History, Routledge, Londres, 2005.p. 3 [edición castellana, en prensa]. La localización teórica y política de Goodson en los contextos y fuentes de los estudios del currículum, la sociología y la historia de la educación Momentos fundacionales en la historia del currículum como concepto y como campo de estudio: el papel de la disciplina y la diferenciación social en la escolarización moderna de masas Establecer las coordenadas de un campo de estudio no es una tarea fácil, porque, tal como afirma Apple, examinar un campo es 6 7 en sí mismo un acto de producción cultural; e igualmente importante, porque “lo que realmente cuenta” en el campo que pretendemos estudiar es una construcción6. Apple explica que, por un lado, como actividad social y cultural, cualquier campo en general abarca dinámicas intrincadas, historias en parte sobrepuestas y múltiples, y está en constante movimiento. Por otro, los límites académicos están ellos mismos culturalmente producidos, y son, a menudo, el resultado de acciones políticas complejas, a través de las cuales tenemos el poder de imponer y de declarar qué es o qué no es materia de investigación legitimada en un campo de estudio. Este planteamiento es coincidente con la aproximación de Goodson en torno a la comprensión de la historia del currículum y la escolarización, ya que sostiene que en este proceso de construcción y reconstrucción de un campo académico, no sólo se reordenan los límites y los objetos de estudio, a partir de la reciprocidad productiva de las relaciones poder-saber, sino que también se delimitan y constituyen las identidades académicas. Históricamente, la emergencia de los discursos críticos del currículum a finales de la década de los sesenta del siglo XX, debe estudiarse como un espacio donde interseccionan las contribuciones realizadas por las teorías del currículum y la sociología y la historia de la educación7. Goodson irá incorporando en su trabajo como investigador estos descubrimientos, que están estrechamente relacionados con los contextos de su biografía y su formación. Lo que mantienen en común los discursos críticos del currículum es su oposición a las perspectivas tradicionales y tecnológicas de la enseñanza, de ahí que quiera iniciar este recorrido señalando el Apple reproduce aquí a Noblit y Pink. Véase: M.W. Apple M. W.: “Power, Meaning and Identity: Critical Sociology of Education in the United States”, British Journal of Sociology of Education, vol. 7, nº 2 (1996), pp. 125-145. W.F. Pinar, W. Reynolds, P: Slattery y P. Taubman han establecido una periodización en la historia del currículum como campo de estudio, que contextualizan social y políticamente. Así, se refieren a: (I) la fase inicial, que comprende un siglo de vida del campo y que denominan etapa de “Creación y transformación, 18281927”; (II) la segunda fase, que es la etapa de “Crisis, transformación y crisis, 1928-1969”; (III) en tercer lugar, narran “La reconceptualización del campo, 1970-1979”, y (IV), describen una etapa ulterior más ecléctica en la que se agrupan los “Discursos contemporáneos del currículum, 1980-1994” (Pinar et al.: Understanding Curriculum. An Introduction to the Study of Historical Curriculum Discourses, Peter Lang, Nueva York, 1995). - 73 - C O N -C I E N C I A S O C I A L esfuerzo sistemático de algunos investigadores del currículum, entre los que se encuentra Goodson, por historizar la emergencia del currículum como dispositivo de regulación social vinculado al nacimiento de la escolarización moderna de masas. En “‹‹Carros de fuego››. Etimologías, epistemologías y la emergencia del currículum” (El cambio en el currículum,… 2000), Ivor Goodson, constata la anticipación de la relación entre conocimiento y control a través de la emergencia del currículum y explica que esto funciona a un doble nivel: “Primero existe el contexto social en el que se concibe y produce el conocimiento. En segundo lugar está el modo en que este conocimiento se ‹‹traduce›› para usarlo dentro del medio educacional particular. En este caso, las clases, y más adelante, las aulas”8. Goodson reproduce aquí el recorrido histórico-etimológico que David Hamilton y María Gibbons han reconstruido hasta llegar a las fuentes primarias, y el hallazgo sobre el sentido de orden o regulación que estaba presente en la delimitación original del término currículum-currere9. Estos autores situaron el contexto de la definición del currículum en Leiden y Glasgow, en los siglos XVI y XVII, y establecieron un paralelismo entre el sentido que tenía la disciplina en la práctica social calvinista y el sentido de orden del currículum en la educación calvi- 8 9 10 11 nista. Posteriormente, Hamilton subrayó la complementación de los términos “clase” y “currículum” en la historia de la escolarización moderna de masas10 . La historia del currículum está íntimamente ligada a la finalidad de incrementar el control en los procesos de instrucción a la que tendrán derecho todos los ciudadanos, y que es de origen más reciente ya que debe conectarse con los logros conseguidos a partir de la Revolución Francesa11. El currículum como artefacto de regulación social se relaciona así con la emergencia de una escolarización obligatoria, pública, laica y gratuita para toda la población, que es necesario controlar. En esta línea de comprensiones sobre la historia del currículum como una historia paralela a la de la escolarización, es importante precisar, tal como explica Goodson, que: “Si bien ‹‹clase y currículum›› entraron a formar parte del discurso educativo cuando la enseñanza se transformó en una actividad de masas, ‹‹sistema de aula y disciplina escolar›› surgieron en la fase en que esa misma actividad de masas se convirtió en un sistema subvencionado por el estado. Y a pesar de las numerosas formas alternativas para conceptualizar y organizar el currículum, el convencionalismo de la disciplina sigue conservando su supremacía. En la era moderna nos enfrentamos esencialmente con el currículum como disciplina”. I.F. Goodson: “El contexto de los inventos culturales: aprendizaje y currículum”, Historia del currículum. La construcción social de las disciplinas escolares, Pomares-Corredor, Barcelona, 1995, p. 61. I.F. Goodson: “‹‹Carros de fuego››. Etimologías, epistemologías y la emergencia del currículum”, El cambio en el currículum, Octaedro, Barcelona, 2000, p. 60. En latín este término significaba “pista circular de atletismo”, aunque a veces se traduce como “pista de carrera de carros”; a ello se refiere la primera parte del título del capítulo de Goodson citado en la nota anterior. De la siguiente forma resume David Hamilton los descubrimientos de esta investigación sobre la trayectoria del currículum como concepto: “el término currículum hacía referencia al curso ‹‹multianual›› total que seguía cada estudiante, no a una unidad pedagógica más corta. En el caso de Leiden, por ejemplo se utilizaba en la formulación: ‘habiendo completado el ‹‹currículum›› de sus estudios’. En esta medida, el término ‹‹currículum›› parece haber confirmado la idea –ya reflejada en la opción del término ‹‹clase››– de que los distintos elementos de un curso educativo iban a ser tratados como un todo unitario. Cualquier curso digno de ese nombre iba a incorporar ‹‹disciplina›› (un sentido de coherencia estructural) y ‹‹ordo›› (un sentido de secuencia interna). Por tanto, al hablar de <<currículum>> posterior a la reforma se indicaba una entidad educativa que mostraba una totalidad estructural y una integridad secuencial. Un ‹‹currículum›› no solo debía ser ‹‹seguido››, sino que debía también ser ‹‹acabado››” (“Orígenes de los términos educativos ‹‹clase›› y ‹‹currículum››”, Revista de Educación, nº 295 (1991), p. 199). Por este motivo, algunos autores como U.P Lundgren (Teoría del currículum y escolarización, Morata, Madrid, 1991), sitúan la emergencia del currículum como documento escrito que determina la instrucción en el siglo XIX, con la expansión de la escolarización en los estados modernos. - 74 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... Goodson ha realizado diversas aportaciones al marco contextual de la historia del currículum, al advertirnos, por ejemplo, que “al poco tiempo, a medida que se fue tomando conciencia de su poder para determinar lo que debería suceder en el aula, se le descubrió otro poder. Además del poder para designar estaba el de diferenciar”12. Los procesos de diferenciación, no sólo había que percibirlos entre los centros, sino también dentro de las propias escuelas, en la clasificación de los estudiantes a través del currículum y sus oportunidades de promoción, de la secuenciación de los logros, del sistema de aula, de los exámenes, etc. que orientaron la organización de las escuelas primarias en el siglo XIX, como herederas del modelo anterior. Desde la perspectiva actual de Goodson, el currículum actúa construyendo y reconstruyendo las identidades docentes y es un mediador de las identidades de los estudiantes. De esta forma, como veremos, la visión del currículum como conflicto social, como un espacio de lucha y no como un terreno estable, le permitirá representar la escolarización como un proceso de diferenciación de los alumnos, ya que esto plantea como prioridad analizar cómo la escuela favorece la construcción de identidades privilegiadas (dominantes) y oprimidas (dominadas o marginalizadas). A pesar de que la historia del currículum como campo académico no debe confundirse con la historia del término, ya que los estudios del currículum son muy posteriores; durante los primeros años de su existencia, la teoría curricular se construyó a través de legitimar esta idea del currículum como artefacto de regulación social de la escolarización. Así lo demuestran, las publicaciones de Bobbitt, que han sido re- 12 13 14 señadas como los trabajos pioneros de la teoría curricular y la confrontación que Dewey mantuvo con él, al contraponer la definición del currículum como experiencia frente a la visión del currículum como planificación durante el primer cuarto del siglo XX; así como también, la creciente tecnologización del currículum, que surge de la interpretación de la obra de Tyler, durante la década de los cuarenta y cincuenta. Aunque no sea posible articular unos límites claros en la construcción de esta teoría curricular ni tampoco vislumbrar su unicidad, durante la primera mitad del siglo XX, se consolidó la centralidad de las decisiones sobre los objetivos educativos en la teoría curricular, que le otorgaba el conjunto de la obra de los distintos estudiosos del campo (Dewey, Bloom, Tyler, Taba…). La perspectiva tecnologizadora del currículum, que se reforzó a partir de la segunda guerra mundial, condujo finalmente a un colapso del objeto y el sentido de este campo de estudio13. Esta situación fue denunciada por Schwab, en 1969, cuando proclamó que el campo del currículum estaba moribundo, ya que era incapaz de presentar por sí mismo métodos y principios para continuar su trabajo y estaba a la búsqueda desesperada de nuevos y más efectivos métodos. Según Schwab, esta crisis sólo se superaría trasladando las energías del campo de lo teórico a lo práctico. En esta dirección, Ivor Goodson, que se localiza en los discursos críticos del currículum que aparecieron en la escena del campo a partir de ese momento, nos avanza cuál va a ser su posicionamiento al respecto, cuando afirma que “posiblemente no necesitemos teorías de la prescripción curricular, sino estudios y, sobre todo, teorías de producción y realización del currículum”14. I.F. Goodson: “‹‹Carros de fuego››. Etimologías, epistemologías…”, 2000, p. 61. Una síntesis de esta reconstrucción histórica del currículum como término y como campo de estudio, así como las referencias bibliográficas de las perspectivas tradicionales-tecnológicas, prácticas y críticas, se pueden encontrar en S. Kemmis: El currículum: más allá de la teoría de la reproducción, Morata, Madrid, 1988. Por otro lado, si lo que le interesa al lector es una narración más exhaustiva y en profundidad de los distintos periodos en la historia de la teoría del currículum a lo largo del siglo XX, es recomendable acudir al manual ya mencionado en estas notas de Pinar et al.: Understanding Curriculum…, 1995. I.F. Goodson: “<<Carros de fuego>>. Etimologías, epistemologías…”, 2000, p. 75. - 75 - C O N -C I E N C I A S O C I A L La “Nueva Sociología de la Educación” (NSE) en Gran Bretaña: a medio camino entre la sociología del conocimiento y el currículum como construcción social El giro que se produjo en la teoría sociológica y en la investigación educativa, a finales de la década de los sesenta y durante los setenta, está relacionado con el impulso de la teoría crítica y estuvo precedido por transformaciones más globales tanto históricas como políticas, sociales, económicas, culturales, etc. (mayo del 68 francés, movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos, protestas contra la guerra del Vietnam, movimiento feminista y de liberación sexual…). En el terreno de la sociología de la educación, Karabel y Halsey han señalado que Bourdieu y Passeron en Francia, junto con Bernstein en Inglaterra, fueron los primeros en ver el tema de la educabilidad como un problema de transmisión cultural socialmente controlada15. La emergencia de una Nueva Sociología de la Educación (NSE) en Gran Bretaña a finales de los sesenta, desencadenó nuevas comprensiones del sistema escolar, en torno al conocimiento y la producción de desigualdades educativas y sociales, lo que supuso un nuevo al- 15 16 cance en el campo del currículum. La NSE surgió, por una parte, como movimiento que se oponía a la sociología empírica de la educación, que concentrada en el análisis de variables no se preguntaba por la relación entre los orígenes de los estudiantes en términos de clase social y sus resultados académicos; y, por otra, como alternativa a la tradición filosófica de la educación en Gran Bretaña, representada por Hirst y Peters, que defendían una posición racionalista del currículum, basada en el desarrollo del pensamiento conceptual. La NSE empezó a interesarse por el problema de la estructuración y la circulación de los saberes escolares en los sesenta y se consolidó en los setenta, nutriéndose de fuentes tan diversas como Durkheim, Marx, Weber, G.H. Mead y el interaccionismo simbólico, la fenomenología social y la etnometodología norteamericana. Pero su gestación también fue debida a un contexto más global de cambio en la educación, y de las innovaciones pedagógicas que surgieron con fuerza ante la necesidad de abordar la crisis del sistema de escolarización en Gran Bretaña16. Según Forquín, estas transformaciones que se producirían en el campo de la educación estaban caracterizadas en particular: J.K. Karabel y A.H. Halsey: Power and Ideology in Education, Oxford University Press, Nueva York, 1977. Por otro lado, para conocer las contribuciones del contexto francés a la renovación de la sociología de la educación y del currículum, especialmente a partir del triángulo escuela, reproducción y violencia simbólica del modelo de Bourdieu y Passeron; y, de la relación entre escuela y lucha de clases, que emerge con Althusser, véase: J. Varela: “La sociología francesa de la educación: modelos de análisis”, en F. Ortega et al. (Eds.): Manual de Sociología de la Educación, Visor, Madrid, 1989. Para una historia de la Nueva Sociología de la Educación, véase: G. Whitty: Sociology and School Knowledge. Curriculum Theory, Research and Politics, Methuen and Co. Ltd., Londres, 1985. Diversos autores han señalado las causas que motivaron estas transformaciones en el sistema educativo británico, por ejemplo: Alonso Hinojal subraya que la emergencia de este nuevo enfoque tiene sus raíces en la crisis educativa y política del Reino Unido, hecha pública con los Black Papers a finales de los sesenta, unos informes que contenían una fuerte crítica al estado del sistema educativo británico y al papel de las ciencias sociales, por no considerar a la propia institución escolar como objeto de sus análisis (Educación y sociedad. Las sociologías de la educación, CIS-Siglo XXI, Madrid, 1991); Bonal sostiene que la consolidación de la NSE fue lógica, dada la persistencia de desigualdades educativas después de la reforma de la escuela comprensiva en 1965 (Sociología de la educación. Una aproximación crítica a las corrientes contemporáneas, Paidós, Papeles de Pedagogía, Barcelona, 1998); y por último, Karabel y Halsey también recogen como ejemplo la crítica de Quentin Hoare a la política educativa del partido laborista británico, realizada bajo la sospecha de que la estrategia de la igualdad educativa ponía su principal énfasis en la estructura de la reforma, pero “nunca atacaba el centro vital del sistema, el currículum, el contenido que se enseñaba” (“Education; Programmes and Men”, New Left Review, 32 (1965), 40-54.). - 76 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... “a) por las demandas y propuestas tendentes a una mejora de la formación científica y tecnológica en la escuela (cf. los trabajos y proyectos de la Fundación Nuffield); b) por la prolongación de la duración media de los estudios; c) por el desarrollo de escuelas secundarias polivalentes (las comprehensive schools), destinadas a acoger alumnos de niveles escolares y extracciones sociales mucho más diversificados que en el pasado; d) por la renovación de los contenidos y de los métodos de enseñanza tanto a nivel primario como secundario, y e), por la creación en 1964 y el ulterior desarrollo de un organismo oficial (subvencionado a partes iguales por el Estado y por las autoridades educativas locales), que desempeñaría después un importantísimo papel de impulsión, coordinación y regulación de las innovaciones en materia de programas y medios de enseñanza, el Schools Council (for Curriculum and Examinations)”. Forquín, J.C.: “La sociología del currículo escolar en Gran Bretaña: un nuevo enfoque de los retos de la escolarización”, Revista de Educación, nº 282 (1987), p. 9. Si retomamos las experiencias vividas por Goodson como alumno, vemos claramente cómo está inscrita su biografía en la historia de la crisis de la escuela británica y, posteriormente, en los discursos que dieron lugar a su renovación. Goodson empezó a interesarse por la educación después de cursar estudios en la London School of Economics y de cursar un doctorado sobre inmigración en la Inglaterra Victoriana; este giro, se dio de forma paralela a sus inicios como profesor y debido también a su vínculo con la comunidad, que se vio reforzado al interesarse por los centros de enseñaza integrada que iban a reemplazar el modelo que él había vivido como alumno. En uno de sus textos, Goodson nos cuenta lo siguiente: “en el verano de 1967 me topé 17 18 con un artículo de Basil Bernstein llamado ‹‹Escuelas abiertas, sociedad abierta››, publicado por primera vez en New Society”17. En la historia de Goodson, sus estudios en el Institute of Education de la Universidad de Londres en torno a 1969, marcaron un momento importante en su formación como investigador en el campo de la educación. Ese mismo año, Basil Bernstein, que se había incorporado al Institute of Education en 1963, instó, en un artículo titulado “Acerca del currículum”, a seguir una nueva vía para conceptualizar el currículum escolar que dejara claro que no hay nada intrínseco en cómo es usado el tiempo educacional, o en el estatus de unos contenidos con relación a los otros, para enfatizar “la naturaleza social del sistema de preferencias desde el cual emerge una constelación denominada currículum”18. De la siguiente forma, ha narrado el propio Goodson la huella que dejó en él su paso por el Institute of Education: “Asistí a varios cursos de ‹‹metodologías››, pero parte de mi tiempo lo pasé completando un proyecto de curso sobre ‹‹estudiantes de clase obrera en los nuevos centros de enseñanza integrada››. Como resultado de esto, pasaron por mis manos varios trabajos que estaban escribiendo Brian Davies, Michael Young y Basil Bernstein: aún los tengo y, claro está, eran borradores de trabajo que luego aparecerían publicados en Knowledge and Control y Class, Codes and Control. Es difícil describir el poder liberador que tenían en este tiempo las tutorías en el instituto. Después de quince años de enseñanza escolar y de universidad impartida por profesores de otra clase social sobre temas totalmente ajenos a mi experiencia, repentinamente todo cambió. Los tutores eran, por lo general, de un origen social similar y la asignatura era esencialmente nuestra experiencia de educación y cultura. El departa- I.F. Goodson: “Basil Bernstein y algunos aspectos de la sociología del currículum”, El cambio en el currículum…, 2000, p. 79. “Acerca del currículum” se ha publicado posteriormente en B. Bernstein: Clases, códigos y control II, Akal, Madrid, 1988, p. 76. Por otro lado, un año antes de que apareciera la versión original de este texto de Bernstein, en 1968, Frank Musgrove ya había hecho la primera aportación pública a la discusión sobre el currículum desde la sociología, al preguntarse por la estabilidad y la resistencia al cambio en los currícula cuando se cuestionan los límites de las disciplinas y apuntando la necesidad de ver las materias escolares no sólo como sistemas intelectuales, sino también como sistemas sociales. Según Musgrove, las investigaciones que se efectuasen desde la sociología del currículum debían “... examinar las materias en la escuela y la nación en libertad como sistemas sociales sostenidos por una red de trabajo de comunicación, de dotaciones materiales e ideologías” (“The contribution of Sociology to the Study of the Curriculum”, en F. Kerr: Changing the curriculum, Londres, University of London Press, 1968, p. 101). - 77 - C O N -C I E N C I A S O C I A L mento de sociología en 1969 era realmente como volver a casa (incluyendo todas las tensiones y ambivalencias que implicaba). Y era saber, posiblemente por primera vez, que el aprendizaje no tenía que ser enajenante, que era posible sentirse conectado. Del mismo modo era también aprender que el estar desconectado solía ser una construcción social”. tualizaciones y las investigaciones de la NSE, y en especial, destaca la siguiente afirmación: “La forma en que una sociedad selecciona, clasifica, distribuye, transmite y evalúa el conocimiento educativo que considera ha de ser público, refleja tanto la distribución del poder como los principios de control social. Desde este punto de vista, las diferencias y el cambio en la organización, transmisión y evaluación del conocimiento deberían ser una importante área de interés sociológico (Bernstein, B., 1966, 1967; Davies, D. L., 1977, 1970b; Musgrove, 1968, Hoyle, 1969; Young, 1970)”. I.F. Goodson: “Basil Bernstein y algunos aspectos de la sociología del currículum”, El cambio en el currículum…, 2000, p. 80. El discurso crítico de la sociología de la educación forjada a finales de los sesenta, tuvo su presentación pública en el congreso anual de la British Sociological Association de 1970, que estuvo liderada por el grupo del Institute of Education como institución incubadora de la NSE19. En 1971, la publicación del libro de Young titulado Knowledge and Control: New Directions for the Sociology of Education (Collier-Macmillan, Londres) oficializó el momento fundador y actuó de catalizador de la NSE. El proyecto central fue expuesto por el propio Young como una tentativa para relacionar los “principios de selección y de organización que fundamentan los currícula con su marco institucional e interactivo en las escuelas y aulas y con la más amplia estructura social” 20 . De esta forma, se abrió la expectativa a la realización de investigaciones críticas en el campo del currículum, que se ocuparían de los sistemas o instituciones educativas, los ámbitos de socialización-ideología-control y la cultura escolar, sobre la base de una renovada sociología de la educación. El capítulo de Bernstein incluido en Knowledge and Control, que se titula “Acerca de la clasificación y del marco del conocimiento educativo” (publicado también en B. Bernstein: Clases, Códigos y Control II, Akal, Madrid, 1988) ha sido uno de los textos clave para comprender el desarrollo de las concep- 19 20 21 B. Bernstein: “Acerca de la clasificación y del marco del conocimiento educativo”, Knowledge and Control: New Directions for the Sociology of Education, Collier-Macmillan, Londres, 1971, p. 41. Tal como confirma Gorbutt, la emergencia del nuevo paradigma interpretativo de la sociología de la educación se construyó sobre el terreno de la investigación y la formación docente, no surgió de los departamentos de sociología en las universidades, sino de los institutos o escuelas de educación y formación21. Entre los canales de distribución del discurso de la NSE, cabe señalar que la Open University fue otra de las plataformas de divulgación de esta perspectiva entre el público académico. Gorbutt destaca que la NSE representó a un sujeto activo y una visión dinámica de la sociedad, en contraposición a la sociología normativa y sugiere que esta aproximación tuvo implicaciones significativas para tres áreas de estudio: el conocimiento educativo, las categorías de los educadores y la interacción en el aula. En términos generales, la perspectiva de los trabajos de la NSE se caracterizó porque: (a) debía estar, según Young, constantemente alimentada, informada e iluminada por las aportaciones críticas de la sociología del conocimiento; (b) se centraba en el análisis crítico de la organización y definición del conocimiento en el currículum, J.K. Karabel y A.H. Halsey: Power and Ideology Young, M.D.F.: “An Approach to the Study of Curricula as Socially Organised Knowledge”, en M.D.F. Young (Ed.): Knowledge and Control: New Directions for the Sociology of Education, Collier-Macmillan, Londres,1971b, p. 24. El libro editado por Young reúne textos de Bernstein, Esland, Blum, Keddie, Bourdieu, Horton y Davies. D. Gorbutt: “The New Sociology of Education”, Education for Teaching, nº 89 (1972). - 78 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... para mostrar que no es algo natural, sino el resultado de la pugna entre grupos sociales por imponer una legitimación a través del saber, y (c), exploraba la relación entre la selección, organización y disposición del conocimiento escolar y los principios de distribución de los recursos económicos y sociales más amplios, para abordar las relaciones de poder implicadas en la construcción social del currículum. A pesar de que la NSE se diluyó a mediados de los setenta, la nueva corriente sentó las bases para la continuidad de una sociología interpretativa de la educación, y ha orientado la tarea de Goodson, que durante la década de los noventa, seguía considerando que era necesario redirigir la investigación hacia una exploración y crítica del currículum nacional: liderado por Stenhouse durante los setenta y principios de los ochenta, asumió unos roles próximos a los que proponía Schwab. La perspectiva de este grupo se basaba en la racionalidad aristotélica de la educación, en el desarrollo de las artes de la práctica y en el ejercicio de la teoría educativa como reflexión o deliberación. Uno de los aspectos clave fue su vinculación con un proyecto para las instituciones públicas basado en la justicia social, donde el profesor como investigador tenía un papel definido en la red de relaciones de poder. Tal como lo describe Barry MacDonald en la siguiente cita extraída de un texto de Goodson: “En términos del legado de Bernstein y lo que he llamado el estudio construccionista social del currículum, esta laguna en el estudio del currículum nacional llega a ser casi asombrosa. Tal como he señalado, se han llevado a cabo una serie de trabajos sobre la historia de las asignaturas escolares, especialmente en Gran Bretaña, durante más de una década de investigación intensa. Ahora sabemos mucho sobre la clase social, el género y los prejuicios raciales de las asignaturas escolares. Pero recientemente los académicos implicados en este movimiento, salvo unas pocas dignas excepciones, han ignorado virtualmente este legado en su trabajo sobre el currículum nacional. La consecuencia es conspirar con el punto de vista thatcherista que dice que el currículum nacional es una nueva y apremiante revolución en disposiciones educativas. De hecho, la historia del currículum nos indica que esto está lejos de la verdad. Tal como he planteado en otro lugar, la política y los pronunciamientos del gobierno han fomentado esta amnesia (y la ausencia de desafíos académicos tiene el mismo efecto): ‹‹El presentismo obsesivo de gran parte de las iniciativas actuales del gobierno ha logrado esconder esta profunda conexión que claramente es relevante para el presente y el futuro del Reino Unido como una sociedad de clases››”. I.F. Goodson: “Basil Bernstein y algunos aspectos de la sociología del currículum”, El cambio en el currículum…, 2000, p. 89-90. La investigación para el desarrollo del currículum y del profesor en el Centre for Applied Research in Education (CARE) de la Universidad de East Anglia En el Centre for Applied Research in Education (CARE) de la Universidad de East Anglia, un grupo de investigadores, - 79 - “Los proyectos de desarrollo curricular de la década de los sesenta (hacia finales de esta década, se habían creado unas 200 iniciativas), se dirigieron, en los setenta, hacia una renovación de personal de un sistema aún en expansión (la edad de finalización de la escolarización se prolongó hasta los 16 años en 1972), en una nueva base, –la experiencia del cambio (...). Se llenaron los departamentos de educación en las universidades y los politécnicos, los servicios de asesoramiento de las autoridades locales, incluida la inspección nacional y las posiciones de la escuela senior, tomando de ellas nuevas responsabilidades en un conocimiento traspasado de la práctica de la escolarización que respiraría una nueva vida dentro de aquellas instituciones atrofiadas para desafiar sus tradiciones y ofrecerles un nuevo rol. Los cabos militares de un territorio académico desconocido se establecieron rápidamente en la educación superior, incrementándose bajo el nombre de ‹‹estudios curriculares››. La tradición teórica de la educación basada en las disciplinas derivadas empezaba a dejar un lugar a los nuevos teóricos de la práctica educativa, cuya teoría estaba basada en la observación próxima del nuevo currículum en acción, una teoría enraizada en la escuela de la vida, cuyo catolicismo conceptual y la omisión aparentemente casual de la autoridad cuidadosamente construida de las ciencias sociales tenían que encontrarse y sobrevivir a las acusaciones de amateurismo y a la ignorancia ingenua. Pero sobrevivir y aflorar no fue menos porque, apoyados por sus colegas y por los servicios sociales de la autoridad local, ejercían un creciente rol decisivo en la reforma del servicio en la formación del profesorado, tomando aquella oportunidad, para dibujar en sus estudiantes, el proceso de investigación de campo basada en los problemas de la escuela y en las prácticas. Aquella oportunidad se extendió a más y más colegas de la formación inicial que se incorporaron a las instituciones de la educación superior”. B. MacDonald citado en I.F. Goodson: “The Educational Researcher as a Public Intellectual”. Texto presentado en la British Educational Research Association (BERA), 1997, p. 6. C O N -C I E N C I A S O C I A L En este contexto, Lawrence Stenhouse contribuyó a una redefinición del currículum, que se desmarcó de los discursos tradicionales y tecnológicos. Stenhouse, que primero dirigió The Humanities Curriculum Project (HCP), se trasladó en 1970 a la Universidad de East Anglia para crear el Centre for Applied Research in Education, junto con otros colegas: John Elliott, David Jenkins, Barry MacDonald, Jean Rudduck y Rob Walker22 . En 1975, Stenhouse publicó la versión original en inglés de Investigación y desarrollo del currículum (Morata, Madrid, 1991), donde se recogen sus principales aportaciones a los estudios del currículum y la investigación educativa. En esa obra, criticaba el modelo de currículum por objetivos y presentaba la propuesta de un modelo de proceso para el desarrollo curricular, basado en la filosofía de la educación de Peters: “Un currículum es una tentativa para comunicar los principios y rasgos esenciales de un propósito educativo, de forma tal que permanezca abierto a una discusión crítica y pueda ser trasladado efectivamente a la práctica”23. Stenhouse orientó su trabajo hacia un cuerpo de investigación mediante estudios de caso en la escuela y en el aula, que servían de apoyo a los docentes para el desarrollo de su comprensión de lo que es posible realizar en la prácti-ca24. El 22 23 24 25 debate sobre la relación entre teoría y práctica, que los discursos tradicionales y técnicos del currículum habían disuelto al priorizar una investigación experta, recobró su importancia con Stenhouse y el discurso crítico “en la práctica”, que autorizaba al profesor como protagonista de la investigación aplicada, a través de la noción de “profesionalización prolongada”25. La pregunta sobre los objetivos del currículum fue sustituida por la preocupación sobre cómo los profesores pueden retomar en clase los temas relacionados con los valores cotidianos y la cultura popular de los alumnos para la construcción de una democracia plural. Era una invitación directa a los estudiantes para que pensaran por sí mismos e intervinieran activamente en su aprendizaje desde una perspectiva de educación para la comprensión. La dimensión política de la investigación para el desarrollo del currículum y del profesor caracterizó la tendencia de los estudios curriculares británicos más liberal y humanista, en su rechazo del paradigma tradicional. El impulso de los estudios del currículum en Gran Bretaña fue debido tanto a las aportaciones de la NSE como a las del grupo de CARE, aunque los trabajos de investigación y formación desarrollados por unos y otros persiguieran finalidades En 1956, este investigador, que cursaba un master en educación en la Universidad de Glasgow, definió el problema de la educación que él quería estudiar como “la relación de la cultura con el poder del individuo”, posteriormente lo expresó más claramente como “el problema de la emancipación a través del conocimiento” (J. Rudduck (Ed.): An Education that Empowers. A Collection of Lectures in Memory of Lawrence Stenhouse, BERA, Clevedon, Avon, 1995). La trayectoria de Stenhouse como profesor de secundaria y formador lo llevó a ser director de The Humanities Curriculum Project (HCP), fundado por Schools Council y la Nuffield Foundation: “El Humanities Currículum Project fue uno de los más controvertidos e influyentes proyectos del movimiento del desarrollo del currículum en Inglaterra. Reunía un conjunto de intereses de Lawrence Stenhouse: el derecho del estudiante al conocimiento; la conexión del conocimiento escolar con la comprensión del mundo de fuera de la escuela; el uso disciplinado de la evidencia como base para el juicio, y la importancia de la discusión como vía para explorar ideas en un entorno colaborativo” (J. Rudduck (Ed.): An Education that Empowers… 1995, p. 2). Según John Elliott: “CARE emerge del HCP con la intención de desarrollar el pensamiento sobre el cambio curricular que se había probado en el HCP y aplicarlo a nuevos contextos de cambio” (J. Elliott: The Curriculum Experiment. Meeting the Challenge of Social Change, Open University Press, Buckingham y Filadelfia, 1998, p. xi). L. Stenhouse: Investigación y desarrollo del currículum, Morata, Madrid, 1991, p. 29. J. Rudduck (Ed.): An Education that Empowers…, 1995. S. Kemmis: El currículum: más allá de la teoría de la reproducción, Morata, Madrid, 1988, p. 76. - 80 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... distintas 26. El párrafo siguiente narra la evolución que sufrió la investigación en el campo del currículum en Gran Bretaña en los años setenta y ochenta, a partir de repensar el rol central de los profesores en el cambio curricular: “Con la emergencia del currículum como tema práctico y público, los ‹‹estudios del currículum›› empezaron a desarrollarse como una nueva área de especialización en los institutos, departamentos y facultades de educación. Simultáneamente, la teoría curricular y la metodología se convirtieron en áreas en expansión de la industria del libro educativo. (…) se desarrollaron aproximaciones autóctonas de los estudios curriculares, tales como la tentativa de Hirst (1975) para identificar las formas básicas del conocimiento, la perspectiva de investigación acción para el cambio curricular de Stenhouse (Stenhouse, 1980) y el trabajo de Lawton en las “políticas del currículum escolar” (Lawton, 1980). Los temas metodológicos también atrajeron la atención en el contexto de las tentativas para evaluar la efectividad de los proyectos curriculares (…). Más recientemente, con la progresiva marcha de los proyectos curriculares nacionales hacia la innovación curricular basada y centrada en la escuela (…), el concepto de ‹‹profesores como investigadores›› se ha convertido en el centro de las discusiones sobre la innovación curricular y la autoevaluación de la escuela (Nixon, 1981)”. M. Hammersley y A. Hargreaves (Eds.): Curriculum Practice. Some Sociological Case Studies, The Falmer Press, Londres, Nueva York y Filadelfia, 1983, pp. 2-3. Si CARE tuvo un papel relevante en el terreno de los estudios curriculares durante los setenta y los ochenta, a partir de la segunda mitad de los noventa, este centro de investigación aplicada en educación vio como su liderazgo descendía. Durante todo 26 27 este tiempo, Goodson trabajó en Inglaterra como investigador y profesor en varias universidades inglesas hasta el año 1985; luego se trasladó a la Universidad de Western Ontario en Canadá hasta 1998; y finalmente, regresó a Inglaterra para trabajar en CARE desde 1998 hasta 2004, una tarea que compaginaba con su ocupación en la Universidad de Rochester en el Estado de Nueva York. De regreso al Reino Unido, Goodson nos aporta algunas razones para comprender que la crisis de este tipo de investigaciones educativas debe leerse también en relación con los cambios en el perfil del investigador como profesional público y con la decadencia de los movimientos de justicia social. Según él, una crisis de posicionamiento afecta al profesor-investigador como intelectual público, que debe revisar su función a partir del triunfo del libre mercado y de la “paradoja del progresismo” que afectará a Inglaterra. Según este investigador –que narra la percepción compartida por algunos miembros de CARE de “hibernación” o de “permanecer a la espera” para resurgir en un panorama futuro de cambio educativo y social–, la sensación de crisis y decepción en la investigación educativa durante la década de los noventa fue debida a un colapso entre el proyecto igualitario que servía de puente entre el trabajo público intelectual y el proyecto de justicia social: “La tarea de CARE fue encontrar respuestas intelectuales al problema de la autorización de la educación para todo el mundo. Este tema de la gobernación benigna27 vino Quizá las diferencias entre CARE y la NSE no se perciban tanto en el tipo de análisis político del currículum (ya que comparten un posicionamiento bastante similar) como en una concepción distinta del papel que otorgan a la escuela y al profesorado en el cambio curricular. La interpretación del cambio en el currículum desde las subjetividades de los profesores y alumnos, llevada a cabo por los miembros de CARE, ha producido formas específicas que sitúan la práctica educativa como el objeto del trabajo del investigador, tales como el planteamiento de la evaluación democrática y la investigación-acción en educación. Hasta hace poco, John Elliott ha continuado manteniendo, a través de su trabajo como director e investigador en CARE, el protagonismo de profesores y estudiantes en la construcción experimental del currículum, siguiendo la estela de Stenhouse, a partir de una lectura política del cambio educativo basado en el sentido de justicia social. Goodson se refiere aquí a una frase articulada por MacDonald en que este académico sitúa el papel de los investigadores en esa época en relación al apoyo positivo del gobierno y también en términos de control profesional. Cabe destacar que los cambios políticos y económicos que se precipitarían en Gran Bretaña con el conservadurismo clarificarían las posiciones de estos investigadores, que se radicalizaron. Posteriormente las transformaciones provocadas por la globalización económica y los discursos de centro-izquierda se tradujeron en una cierta desorientación postmoderna que lleva necesariamente a repensar el rol de los intelectuales públicos. - 81 - C O N -C I E N C I A S O C I A L de la preponderancia del proyecto igualitario de algunos círculos establecidos. CARE procedió en un sentido de buenas intenciones, un sentido seguro de buen futuro y una fe en la alta moral basada en el trabajo de educar a todos los sectores de la sociedad. Esta concepción tuvo importantes consecuencias porque aportaba definiciones de la investigación educativa que podían ser secuestradas, pervertidas y reposicionadas por otras propuestas sociales y políticas. Porque el sentido de buenas intenciones gubernamentales y la supremacía ideológica de los modelos igualitarios de la investigación educativa, permanecieron despolitizadas e imparciales desde las conceptualizaciones del poder”. I.F. Goodson: “The Educational Researcher as a Public Intellectual”, British Educational…, 1997, pp. 11-12. A partir de los noventa, el nuevo panorama de la investigación educativa estará mediatizado por los cambios en los espacios públicos que se sucederán en un entorno dominado por el capital global, tal como Goodson describirá ampliamente en la conversación. CARE dio voz a los protagonistas de la enseñanza, implicando a profesores y alumnos en las investigaciones, articulando una nueva visión del desarrollo del currículum y generando formas de investigación comprometidas con el sistema y con el cambio educativo. Sin embargo, tal como apunta Goodson, la relocalización del trabajo del intelectual público debe analizarse críticamente en el contexto actual, donde lo político se ha desvinculado del posicionamiento del intelectual público y permanece como reto principal encontrar la relación adecuada entre teoría y práctica curriculares, bajo el predominio de la pri- 28 29 30 31 vatización y el pragmatismo institucionales que afectan a las universidades y a la finan28 ciación de sus proyectos . Por esta razón, en su opinión, es preciso reinventar el sentido de la investigación educativa humanista-colaborativa propuesta por Stenhouse y las finalidades y contenidos de los programas de formación del profesorado. La pedagogía crítica radical 29 y los estudios históricos del currículum en Estados Unidos: la memoria del conocimiento, el poder y la identidad en el currículum Durante los años sesenta en Estados Unidos, coincidiendo con las transformaciones impulsadas por los movimientos sociales, culturales y políticos, las disciplinas vinculadas a las ciencias sociales y humanas también hicieron entonces su autocrítica. En el campo de estudios del currículum se escribieron más de cuatrocientos textos, en un periodo que ha sido caracterizado de “cataclismo, contención y cambio paradigmático”30. De esta forma, a finales de esa década, poco antes de que se anunciara que el campo del currículum estaba moribundo, ya se habían empezado a gestar las condiciones para su reconceptualización, donde los discursos autobiográficos y políticos, a pesar de las diferencias que mantenían entre sí, tuvieron un papel central en la ruptura con la tradición31. La pedagogía I.F. Goodson: “The educational Researcher as a Public Intellectual”, British Educational…, 1997 Tal como señalan Pinar et al.: “Denominada variablemente como nueva sociología del currículum, teoría del currículum crítica o radical, teoría del currículum orientada políticamente, este gran cuerpo de trabajo se ha convertido de forma cambiante (durante los últimos veinte años) en el cuerpo de estudios más voluminoso en el campo del currículum actual” (Understanding Curriculum…, 1995, p. 243-244). McLaren y Giroux también han señalado que a lo largo del último cuarto del siglo XX, en Estados Unidos había enraizado una teoría radical de la educación y que se ha denominado indistintamente como “nueva sociología de la educación” o “teoría crítica de la educación” (P.L. McLaren y H.A. Giroux: “La pedagogía radical como política cultural: más allá del discurso de la crítica y el antiutopismo”, en P.L. McLaren. Pedagogía crítica y cultura depredadora. Políticas de oposición en la era postmoderna, Paidós Educador, Barcelona, 1997). Pinar et al.: Understanding Curriculum…, 1995. En 1973 se celebró el congreso de Rochester, donde se sentaron las bases del reconceptualismo. Entre los participantes estaba Michael W. Apple, quien junto con Henry A. Giroux, Stanley Aronowitz, Lois Weis, Jo A. Pagano, Philip Wexler y Peter McLaren, acaparan el conjunto de las investigaciones del currículum político y el análisis de la educación en términos de clase social en Estados Unidos. - 82 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... crítica favoreció la contextualización histórica, social y política de las prácticas educativas, y en sus distintas versiones (adoptando conceptualizaciones tales como currículum oculto, tradición selectiva, hegemonía cultural, etc.) permitió la continuación de los trabajos iniciados en Gran Bretaña en la década de los setenta, al abordar los mecanismos de producción de conocimiento y poder en las relaciones desiguales entre los grupos sociales dominantes y las minorías marginales. Los temas de estudio de esta perspectiva política del currículum fueron cambiando, a medida que lo hacía también la mirada que se proyectaba sobre la escuela y su relación con los grupos sociales: “El esfuerzo por comprender el currículum como un texto político cambió desde un foco exclusivo en la reproducción del status quo hacia la resistencia al mismo, después otra vez resistencia/reproducción como un pro- 32 33 ceso dialéctico, después otra vez –a mediados de los ochenta– hacia un foco sobre la práctica educativa diaria, especialmente hacia los textos pedagógicos y políticos sobre la raza, la clase y el género”32. Los investigadores de referencia de esta perspectiva del currículum como discurso político fueron, principalmente, Michael Apple y Henry Giroux 33 , quienes mantuvieron planteamientos en común, como por ejemplo, que la descripción del contenido y la forma del currículum es ideológica, ya que generalmente son los principios y la cultura asociadas a la clase dominante los que se sostienen como ideas y contenido de la escolarización. A principios de los ochenta, la producción discursiva crítica de Apple y Giroux se orientó hacia el análisis de la agencia y la emancipación, y se llevaron a cabo diversas investigaciones en las que se relacionaron educación y política. A media- Pinar et al.: Understanding Curriculum…, 1995, p. 265. En 1979, Apple publicó Ideología y currículum (Akal-Universitaria, Madrid, 1986), para observar en su conjunto: (a) la escuela como institución; (b) las formas de conocimiento, y (c), las perspectivas de los agentes educadores. El concepto clave del texto de Apple era el de la hegemonía gramsciana, reinterpretada por Raymond Williams como “saturación de la conciencia”, que funciona organizando los significados y las prácticas dominantes. En 1982, en Educación y poder, Apple analizó las limitaciones de las teorías de la reproducción, a menudo criticadas por ofrecer explicaciones reduccionistas y concepciones herméticas para una realidad social cambiante, apuntando que lo que faltaba en su obra anterior “era un análisis que incidiera en las contradicciones, los conflictos y sobretodo las resistencias, así como en la reproducción” (Paidós-Mec, Barcelona, 1987, p. 38). Posteriormente, Apple publicó Maestros y Textos poder (Paidós-Mec, Barcelona, 1989), cuya primera parte aborda la historia y el currículum desde la división sexual del trabajo, entrelazando la dimensión económica y la feminización de la enseñanza. Por su parte, Giroux fue el responsable de la incorporación de la teoría de la resistencia en Estados Unidos –que superaba las limitaciones de la teoría de la reproducción– y que se expandió a partir de 1977 con la publicación de Aprendiendo a trabajar (Akal-Universitaria, Madrid, 1988). La teoría de la resistencia, que para Giroux es un concepto transicional hacía la pedagogía crítica, fue discutida y desarrollada entre 1981 y 1984 por varios estudiosos en Estados Unidos. Con respecto a la investigación que Willis llevó a cabo en el contexto del desarrollo de los estudios culturales en Gran Bretaña, trata de un estudio etnográfico de la juventud (que incluye los espacios escolares y de ocio), donde se retan las perspectivas precedentes en torno a la sociología de las culturas juveniles y la “sociología de la desviación”. Este investigador explica la historia de doce jóvenes a principios de los setenta que finalizan sus estudios en la escuela Hammerton, donde Willis recoge sus actividades y sus respuestas en la escuela, relata las escapadas en el seno de su propia cultura, sus vivencias con respecto al mundo laboral y las representaciones de sus padres. Kincheloe nos ha advertido del paralelismo que existe entre la historia de los chicos de Willis y los rasgos en la biografía de Goodson que atraviesan toda su obra: “El éxito de Goodson es testimonio de la fuerza y el potencial del poder localizado. No reconocido como tal por muchos, el poder localizado logra algo más que proteger defensivamente los límites que separan a los individuos de la opresión del poder imperialista. El poder localizado es un recurso social que siempre desafía la influencia de aquellos que ejercen el poder y produce espacios alternativos para la autoproducción…” (J.L. Kincheloe: “Introducción”, en I.F. Goodson: El cambio en el currículum…, 2000, p. 30). - 83 - C O N -C I E N C I A S O C I A L dos de los ochenta, los estudios en el campo del currículum se dirigieron más hacia el análisis institucional, debido al auge conservador de la era Reagan. En esa época aparecieron también los primeros trabajos de análisis de la educación basados en el género y la raza –entre los que se encuentran los del propio Apple–, investigaciones que se hicieron autónomas respecto al análisis de la clase social, y Giroux radicalizó su mirada al revisar el papel del profesor como intelectual transformativo y relacionar las posibilidades emancipatorias con las formas de crítica del lideraje para repensar y reestructurar el rol de los trabajadores del currículum. En los noventa, tanto Apple como Giroux, pero especialmente los autores que lideraron las críticas a la pedagogía radical, trasladaron el análisis centrado en la clase social al ámbito de lo simbólico, construyendo un discurso curricular que mantendría el énfasis en lo político pero que incorporaría nuevas perspectivas feministas, postculturales, postmodernistas, etc.34. Por otra parte, los reconceptualistas también habían puesto de manifiesto que el discurso tradicional del currículum no se había interesado por la historia, lo que provocó una crisis de identidad en el campo y evidenció la necesidad de reconstruir históricamente los discursos curriculares y su memoria, para estudiar sus continuidades y discontinuidades. De alguna manera, el sentido de historia y su papel en los estudios del currículum, liderados en esta ocasión por el grupo de Pinar y la perspectiva centrada en las biografías, se encuentra resumido en esta frase tomada de Tanner y Tanner: “La historia nos proporciona un sentido de conciencia colectiva y de identi- 34 35 36 dad”35. Uno de los principales investigadores del campo, Franklin, sitúa los primeros trabajos en el terreno de la historia del currículum a finales de los sesenta y principios de los setenta en el contexto norteamericano, aunque la investigación histórica del currículum también se ha desarrollado en Gran Bretaña y Francia36. Por tanto, fue durante las últimas tres décadas del siglo XX que la historia adquirió su centralidad en el campo del currículum en Estados Unidos. El párrafo siguiente, da cuenta del contexto de emergencia de las investigaciones en historia del currículum y, a la vez, delata que la historiografía curricular es un terreno reciente: “La investigación de la historia del currículum, del cual el estudio de Jackson es un excelente ejemplo, ha surgido en 1980 como uno de los más importantes sectores de la escuela contemporánea del currículum. Se ha tratado de un desarrollo rápido y reciente. Como Kliebard (1992) observa en su Forging the American Curriculum, ‹‹cuando yo era un estudiante de licenciatura no existía tal cosa como un historiador del currículum››. “ Pinar et al.: Understanding Curriculum. An Introduction to the Study of Historical Curriculum Discourses, Peter Lang, Nueva York, 1995, p. 42. Desde entonces, las tipologías y perspectivas contemporáneas de investigación histórica del currículum se han multiplicado y han generado una diversidad de problemas, metodologías y subcampos diversos, que promueven estudios locales y acotados. La problemática de establecer los límites y las intersecciones entre la historia del currículum y la historia de la educación, así como las dificultades para articular una finalidad clara para la primera, han generado puntos de vista diversos. De este modo, es interesante recoger la afirmación Wexler ha sido uno de los autores que ha analizado críticamente las implicaciones para la práctica de los discursos de la pedagogía radical, argumentando que si bien estos discursos conllevan un compromiso con la práctica, debido a su legitimación como comunidad académica se ha producido un desplazamiento de las finalidades de los mismos, y se han articulado sin establecer ninguna referencia con algún movimiento social, concreto y real (Social Analysis of Education: After the New Sociology, Routledge y Kegan Paul, Boston, 1987). D. Tanner y L. Tanner: History of the School Curriculum, Macmillan, Nueva York, 1990. B. Franklin: “La historia del currículum en Estados Unidos. Status y agenda de investigación”, Revista de Educación, nº 295 (1991), pp. 39-57. - 84 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... de Kliebard que indica que “resulta virtualmente imposible establecer una línea divisoria clara entre estas dos áreas de estudio”, y que sostiene, además, que es mejor buscar aquello que identifica al área y no empeñarse en establecer los límites con otras áreas37. En esta línea de trabajo, Kliebard y Franklin definen tres temas de investigación que caracterizan el campo de la historia del currículum en Estados Unidos: (I) el tema más explorado lo abordan los estudios que analizan los movimientos reformadores del currículum, como las narraciones sobre la pugna por cambiar el currículum entre eficientistas sociales y progresistas en el siglo XX; (II) un terreno más acotado está formado por aquellos estudios que intentan introducir nuevas áreas de investigación del currículum, tales como la historia de la educación vocacional, la educación sexual, la educación especial, etc. y (III), un último tema, planteado por un grupo de investigadores mucho más reducido, es el que estudia la historia de las materias escolares en el currículum, una línea de investigación que, tal como aclaran Kliebard y Franklin, ha interesado más a los investigadores británicos38. Como veremos en el apartado siguiente, Ivor Goodson ha desarrollado buena parte de su perspectiva de investigación a partir de interrelacionar las historias del currículum y de las materias escolares y las historias de vida del profesorado. En Inglaterra, durante los años setenta ya se habían reali- 37 38 39 40 41 zado trabajos historiográficos vinculados al interaccionismo simbólico y a la elaboración de estudios de caso sobre las discipli39 nas, como los de Hamilton . Sería poco después, a principios de los ochenta, cuando Goodson publicaría sus primeras investigaciones en el campo de la historia del currículum. Este autor ha desarrollado sus trabajos de investigación, como historiador cultural del currículum y de la escolarización en Inglaterra, de manera paralela a la tarea que William Pinar ha realizado a través de sus investigaciones históricas en los Estados Unidos. De este modo, según Kincheloe: “Cuando Pinar hablaba de la reconceptualización de los estudios del currículum, Ivor estaba interpretando el traslado paradigmático como un movimiento hacia un análisis más multidimensional de las esferas y niveles donde el currículum se produce y negocia”40. Pero además, es importante recordar que Goodson residió en Canadá y Estados Unidos en el periodo que abarca desde mediados de la década de los ochenta hasta finales de la década de los noventa, lo que implica también que, además de conocer la obra de los historiadores británicos, su trabajo recibe la doble influencia de los logros de la pedagogía crítica radical y de la historia del currículum norteamericanas. Tal como resume su posicionamiento en este campo el propio Goodson, en un texto publicado durante esa época: “Es el momento de situar el estudio histórico en el centro de la tarea curricular”.41 H.M. Kliebard: “Constructing a History of the American Curriculum”, en Ph.W. Jackson (Ed.): Handbook of Research on Curriculum and Instruction, MacMillan, Nueva York, 1992). H.M. Kliebard y B. Franklin: “The Course of the Course if Study: History of Curriculum”. En J. Best (Ed.): Historical Inquiry in Education: A Research Agenda, AERA, Washington, D:C., 1983, p.138. Por otra parte, lo que parece dividir a los diversos estudiosos en torno al papel de la investigación histórica del currículum es la finalidad práctica de sus trabajos, los objetivos relacionados con la aplicabilidad de las investigaciones que deberían modificar el currículum o simplemente permanecer con un sentido informativo y comprensivo como señala Franklin (“La historia del currículum en Estados Unidos. Status y agenda de investigación”…, (1991)). El primero de esta serie de trabajos publicados por D. Hamilton en el terreno de la historia de las disciplinas escolares, se tituló “The Integration of Knowledge: Practice and Problems”, Journal of Curriculum Studies, nº 5 (1973), pp. 146-155. J.L. Kincheloe: “Introducción”, en I.F. Goodson: El cambio en el currículum…, 2000, p. 12. I.F. Goodson: “Curriculum Reform and Curriculum Theory. A Case of Historical Amnesia”, Cambridge Journal of Education, vol. 19, nº 2 (1989), p. 138. - 85 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Una cartografía de los trabajos de investigación sobre la enseñanza de Ivor Goodson Historias del currículum e historias de las materias escolares: investigar las luchas por las epistemologías en los procesos de reforma educativa Iniciaré esta aproximación al trabajo de Goodson con la descripción del marco general para una reconstrucción socio-histórica del currículum, donde el currículum escrito y el currículum nacional son vistos como testimonios del cambio, y con las directrices que guían su mirada en la teoría curricular, para abordar posteriormente las aportaciones específicas de Goodson en el terreno de la historia de las materias escolares y algunos de los conceptos que orientan estos estudios. La definición del currículum escrito surgió de la diferenciación que Beuchamp establecía en su teoría curricular entre los ámbitos académicos, oficiales y prácticos42. Como vimos, en la historia de la escolarización moderna de masas, el currículum como documento escrito tiene la función de regular el nuevo espacio de aprendizaje de los niños en las escuelas, que sustituye a la formación directa que recibían en las fábricas. Goodson conceptualiza el currículum escrito, simultáneamente como significador simbólico y como significador de la práctica. De este modo, el currículum puede ser historiado e interpretado como testimonio, como evidencia pública y documentada de las luchas, aspiraciones e intenciones de la escolarización. La siempre complicada relación entre teoría y práctica en el estudio del currículum se materializa en Goodson a partir de la distinción que toma de Jackson 43 entre currículum 42 43 44 45 preactivo, como intención o planificación, y currículum activo, como desarrollo o acción. Goodson sostiene que nuestros conocimientos actuales sobre la construcción preactiva son escasos e, inicialmente, se muestra prudente en el establecimiento de vínculos mediante la investigación entre el currículum preactivo y el currículum activo. Desde su punto de vista, es preciso deconstruir previamente el currículum nacional, el nivel preactivo, para no tener “la tentación de aceptarlo tal como es” y para proponernos después la búsqueda de variables dentro del aula, ya que de otra forma sino, ello implicaría la aceptación de la descontextualización del currículum nacional, que también es un producto histórico de la lucha por el conocimiento y el poder 44. Como señala, los currícula oficiales, se nos presentan como un testimonio de excepción para analizar los cambios en la escolarización, porque: “A medida que los estudios empiecen a explorar la relación entre el contenido de la materia escolar y los parámetros de la práctica, empezaremos a tener bases más sólidas para determinar la estructura del mundo de la escolarización”45. La investigación histórica del currículum está considerada desde esta perspectiva como narración, interpretación y comprensión de los procesos escolares y de la mediación de los grupos sociales en la selección, organización y distribución de conocimientos, poderes e identidades. En el contexto postmoderno, la crisis de la historia tradicional y sus métodos ha dado paso a un conjunto de nuevas historias locales, miradas históricas que se construyen en torno a problemas y perspectivas diversas, que han descentralizado y multiplicado los objetos de estudio de la historia de la educación y con ello ha surgido la oportunidad de historiar el currículum. Goodson ha visto aquí J.M. Sancho: Los profesores y el currículum, Horsori, Barcelona, 1990. Ph.W. Jackson: La vida en las aulas, Morata, Madrid, 1975 [edición original 1968]. I.F. Goodson: “La construcción social del currículum. Posibilidades y ámbitos de investigación de la Historia del currículum”, Revista de Educación, nº 295 (1991b), pp. 7-37. I.F. Goodson: “La construcción social del currículum. Posibilidades y ámbitos de investigación de la Historia del currículum”…, (1991b), p. 37. - 86 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... no sólo la oportunidad de historiar el currículum sino de repensarlo como objeto de estudio, consecuente con su posicionamiento en este campo, lo que le ha conducido a desarrollar nuevas estrategias de investigación para narrar el currículum. Algunas de las publicaciones en las que Goodson ha abordado su perspectiva histórica de estudio del currículum son: International Perspectives in Curriculum History (Croom Helm, Londres, Sydney y Dover, 1987); The Making of Curriculum: Collected Essays (The Falmer Press, Londres, Nueva York y Filadelfia, 1988); Historia del currículum. La construcción social de las disciplinas escolares (Pomares-Corredor, Barcelona, 1995); El cambio en el currículum (Octaedro, Barcelona, 2000), y Estudios del currículum: Casos y métodos (Buenos Aires, Amorrortu, 2003). En términos generales, este investigador traza tres finalidades para los estudios históricos del currículum y la teoría curricular: (I) establecerse como objetivo el hecho de iluminar la realidad contemporánea por medio del estudio histórico; (II) examinar, poner a prueba o contribuir a la teoría pedagógica, distinguiendo las relaciones entre estructura y acción en el desarrollo y la transformación del currículum, y (III), ocuparse de la construcción del proceso “interno” del currículum, de su definición, acción y cambio, en definitiva del “jardín secreto del currículum”46. Para abordar, específicamente, las investigaciones en torno a la historia de las materias escolares, debemos retroceder hasta el congreso anual de la NSE de 1981 en el St. Hilda’s College, en Oxford, que estuvo dedicado a la sociología de la práctica curricular, como revisión de Knowledge and Control y balance de las aportaciones realizadas en los últimos años, para comprender su evolución. Hammersley y Hargreaves (Curriculum Practice…, 1983) anotan la importancia de los resultados de ese congreso, que el año siguiente vio como se llenaba de investigaciones en torno a las materias escolares desde una perspectiva etnográfica. Según estos autores, la NSE abrió 46 tres áreas principales para la investigación del currículum: la historia de las materias escolares; la naturaleza del conocimiento curricular en el aula, es decir, cómo está organizado y reorganizado en el proceso cotidiano de interacción entre profesor y alumno; y, la restricción de materiales e ideologías que bloquean la innovación curricular. Además, en esta publicación, se compilan diversos textos, entre los que se incluyen el texto de Ball titulado “A Subject of Privilege: English and the School Curriculum 1906-35” y el capítulo de Goodson que se titula “Defining and Defending the Subject: Geography versus Environmental Studies”. Hammersley y Hargreaves resumen el sentido de una historia social de las materias curriculares como espacio de lucha y conflicto, de reconstrucción y negociación de los límites del saber y las identidades académicas, del modo siguiente: “Young (1971) argumentó que las materias escolares no deberían ser vistas simplemente como reflejos de las formas básicas del conocimiento dadas para toda época, como los filósofos de la educación habían propuesto. Sino más bien, lo que actualmente pasa por historia, geografía, física, inglés, etc. tendría que ser tratado como productos socio-históricos, el resultado de conflictos pasados entre grupos contendientes que buscaban definir aquellas materias de formas diferentes. Además, éste fue un proceso donde los grupos dominantes dentro de la sociedad tenían particularmente una posición fuerte para imponer sus propias definiciones. Estos conflictos, proseguía Young, lejos de estar concluidos continuaban, con más fuerza que nunca, en el intento de integrar previamente materias diferenciadas –combinando historia, geografía y estudios sociales en las humanidades, por ejemplo. Ejemplos mucho más recientes podrían sumarse aquí– integrar las ciencias, la educación social, los estudios medioambientales, la tecnología, etc. El propósito de tales tentativas de integración proporciona ejemplos vivos de conflictos continuos entre diferentes grupos para establecer su propia definición de qué cuenta como conocimiento escolar válido y deseable”. M. Hammersley y A. Hargreaves (Eds.): Curriculum Practice…, 1983, p. 5. Desde esta perspectiva de investigación histórica de las luchas por la definición de las materias escolares, en 1981, Ivor Goodson ya había publicado un primerizo artí- I.F. Goodson: “Historia de la educación: un paradigma conflictivo”, Historia del currículum…, 1995, p. 27. - 87 - C O N -C I E N C I A S O C I A L culo titulado “Becoming an Academic Subject: Patterns of Explanation and Evolution” (British Journal of Sociology of Education, vol. 2, nº 2 (1981), pp. 163-180). Otras publicaciones posteriores de Goodson en el campo de investigación sobre la formación de las disciplinas escolares que es preciso reseñar son: School Subjects and Curriculum Change (The Falmer Press, Londres, Nueva York y Filadelfia, 1983); Studying School Subjects, publicada junto con Marsh (The Falmer Press, Londres y Washington D.C., 1996), y Subject Knowledge. Readings for the Study of School Subjects, con Anstead y Marsh (Falmer Press, Londres y Washington D.C., 1998). En su tarea de fundamentar este tipo de trabajos de investigación, Goodson sitúa el interés por estudiar la historia de las materias escolares en la figura pionera de Foster Whatson, sesenta años antes que la NSE iniciara su recorrido que contribuiría al estudio de las disciplinas. En 1909, este autor había publicado The Beginnings of the Teaching of Modern Subjects in England (Pitman, Londres), donde afirmaba que: “Ya iba siendo hora de que se conocieran los hechos históricos en relación con el inicio de la enseñanza de las disciplinas modernas en Inglaterra, y que se conocieran en conexión con la historia de las fuerzas sociales que las hicieron llegar al currículum educativo”47. Al hilo de lo planteado por Watson y después por la NSE, uno de los temas recurrentes del trabajo de Goodson es su preocupación por comprender cómo las disciplinas escolares se pueden ver más como “subgrupos de información en continuo cambio” que no como “cuerpos sagrados de conoci- 47 48 49 miento”48. En su reconstrucción sobre la historia de la biología y la ciencia como disciplinas del currículum en Gran Bretaña en el siglo XIX y XX, Goodson apuntaba tres conclusiones generales de formación de estas disciplinas en la historia del currículum: “La primera de estas conclusiones es que las disciplinas no son entidades monolíticas, sino amalgamas cambiantes de subgrupos y tradiciones que influyen, mediante el enfrentamiento y el compromiso, sobre la dirección del cambio. Segunda: el proceso de convertirse en una disciplina escolar caracteriza la evolución de la comunidad que la imparte de una que promueve propósitos pedagógicos y utilitarios, a otra que define la disciplina como una ‹‹disciplina›› académica, que mantiene lazos con catedráticos universitarios. Tercero: el debate sobre el currículum puede interpretarse en términos de conflicto entre disciplinas por cuestiones de estatus, recursos y territorio”. I.F. Goodson: “Historia del currículum, profesionalización y organización social del conocimiento” (en colaboración con I. Dowbiggin), Historia del currículum…, 1995, p. 35. Por otra parte, Ivor Goodson sostiene que las dos fuentes para una aproximación al estudio del conocimiento escolar que emergen en el contexto británico a finales de los sesenta son la Nueva Sociología de la Educación (NSE) y la filosofía de la educación. Curiosamente, los planteamientos de los filósofos y su contribución a la historia de las disciplinas escolares, representados por Hirst y Peters, a los cuales se opuso la NSE, permitieron vincular la construcción social del currículum con el análisis de los grupos de interés implicados. Pero este enfoque, que se resume en la noción de “formas de conocimiento”49, sugiere con frecuencia una teoría del poder, que se re- Watson citado por I.F. Goodson: ¿Por qué estudiar las disciplinas escolares”, Historia del currículum…, 1995, p. 100 Peter McLaren citado en J.L. Kincheloe: “Introducción”, en I.F. Goodson: El cambio en el currículum…, 2000, p. 12. Tal como describe Goodson: “Hirst y Peters argumentan que ‹‹los objetivos centrales de la educación son desarrollos de la mente›› y que estos objetivos se persiguen mejor por el desarrollo de ‹‹formas de conocimiento›› (...). Partiendo de estas formas y campos de conocimiento tan definidos, las materias escolares pueden derivarse y organizarse. Así pues, lo que eso implica es que una disciplina intelectual la crea y define sistemáticamente una comunidad de estudiosos, que normalmente trabaja en un departamento universitario, y que luego ‹‹traduce›› para el uso como materia escolar” (“3rd Annual Western Lecture in Art Education”. Journal of Ontario Society for Education through Art, nº 22 (1993), p. 19.) - 88 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... fiere de manera restringida a la relación de dominación vertical y jerárquica entre los agentes educativos. Si bien, como ilustra Goodson, Hirst y Peters habían dibujado un mapa para la comprensión de las materias escolares, otros filósofos como Phenix han sido mucho más explícitos, al declarar que: “La prueba general de una disciplina es que debe ser la actividad característica de una tradición organizada identificable que es capaz de justificarse por un conjunto de estándares inteligibles”50. Al hilo de estas aportaciones, Goodson sostiene que las materias escolares son percibidas como el producto que deriva del mejor trabajo de los especialistas, quienes actúan como iniciadores en las tradiciones escolares que son generalmente (y tácitamente) aceptadas por educadores y legisladores y que se apoyan en un mecanismo complejo. En este proceso, ejercen un papel clave los portavoces de las agencias gubernamentales y educativas, las asociaciones o colegios profesionales de cada disciplina, las editoriales y los demás canales de difusión. Por este motivo, defiende la idea de llevar a cabo investigaciones sobre los grupos profesionales implicados en la construcción de las materias escolares (Esland), para estudiar sus redes de comunicación (Musgrove) y ver así qué grupos actúan como mediadores de las “fuerzas sociales” (Watson). El objetivo de estudiar a los grupos sociales implicados en la definición de las materias escolares conlleva necesariamente la reconstrucción de los momentos o etapas que conducen a su establecimiento, tal como afirma Goodson:“Para comprender la progresión a lo largo del recorrido hacia el estatus académico es necesario examinar las historias sociales de las materias escolares y analizar las estrategias empleadas en su construcción y promoción”51. A veces, estos estudios reflejan algunas paradojas que ponen en duda el proceso automático de constatación vertical de una 50 51 52 disciplina, por ejemplo, sucede que: (a) el contexto escolar es muy diferente del contexto universitario (aspectos como la motivación de los alumnos, la habilidad o el control requieren una consideración específica), por eso, la traducción de una disciplina como materia escolar exige una considerable adaptación, y (b), por otro lado, algunas materias escolares están a menudo divorciadas de su disciplina base o no tienen ninguna, y muchas representan comunidades autónomas de conocimiento. De esta manera, Goodson afirma que la observación del grado de aislamiento o autonomía de las disciplinas escolares permite analizar las etapas de formación de las materias, las cuales a menudo lejos de derivar de las disciplinas universitarias, cronológicamente las preceden: “en estas circunstancias realmente el desarrollo de las materias escolares aporta la creación de una base universitaria para la ‹‹disciplina›› en la que los profesores de la materia se pueden formar”52. En un ejemplo que Goodson toma de Layton donde se analiza el desarrollo de las Ciencias en Inglaterra desde el siglo XIX, se sugiere un modelo para observar la emergencia de las materias escolares, definido en tres etapas: (I) en un primer momento, se justifica la dedicación temporal de la materia en el plan de estudios a partir de su utilidad con respecto a los intereses y necesidades de los estudiantes, donde los docentes no son especialistas y predomina el entusiasmo; (II) los estudiantes se sienten más atraídos por el estatus académico y la reputación de la disciplina que por sus propios problemas, la lógica interna de la disciplina se convierte en eje vertebrador y seleccionador del conocimiento y aparecen los cuerpos de formadores, y (III), los profesores ya constituyen un cuerpo profesional establecido con normas y valores, la selección del conocimiento viene dada por los juicios, prácticas e investigaciones de los estudio- Ibídem I.F. Goodson: “3rd Annual Western Lecture in Art Education”…, (1993), p. 20. Ibídem.. - 89 - C O N -C I E N C I A S O C I A L sos, y se inicia a los alumnos en la tradición. Las actitudes de resignación y pasividad se empiezan a notar y son el preludio del desencanto53. Por último, la propuesta de historiar socialmente el currículum choca con la mistificación y la reproducción de la forma “tradicional” del currículum, que funciona legitimando el currículum como documento escrito y como regulador de la enseñanza. Desde esta perspectiva, el contenido de la enseñanza es visto como algo estable y acotado, y el currículum se centra en una organización disciplinar que tiene una justificación histórica irrefutable, a la vez que es inescrutable. El mito de la prescripción de la enseñanza, lo que Goodson ha denominado la “mística del control central y/o burocrático”, que como veremos en la conversación puede analizarse como un movimiento global que afecta también a España, se pone en funcionamiento al considerar que un marco curricular o la definición oficial de las disciplinas y las especialidades son únicos, y por tanto, actúan como marcadores de las directrices y prácticas escolares “posibles”. Goodson explica que “cuando los grupos nacionales y los gobiernos se sienten amenazados, esa mística se convierte en un baluarte importante contra una inminente sensación de desorden, confusión y declive”54. Otra conceptualización utilizada por Goodson para ex53 54 55 56 plicar la construcción y legitimación de las materias escolares en el currículum, se basa en la noción de tradición inventada de Hobsbawm que “incluye tanto las tradiciones realmente inventadas, como las construidas y formalmente instituidas”55. De esta manera, la historia de un currículum nacional puede leerse en los términos de una tradición inventada, un concepto paradójico que se refiere a la interpretación de los hechos en la historia como “innovación disfrazada de continuidad, novedad disfrazada de antigüedad”56. Goodson contempla la enseñanza como un invento relativamente reciente que está vinculada a la historia de la formación de los estados nacionales, y como vimos en el apartado anterior, la emergencia de la escolarización de masas se apoyó en la definición del “currículum como disciplina”, en el proceso de clasificación y diferenciación de los estudiantes, pero también se construyó a partir de la organización del conocimiento en cápsulas que se articulan como saberes escolares. Por esta razón, Goodson sostiene que es preciso recomponer la historia social de las materias curriculares para estudiar su formación como tradiciones inventadas, viendo lo que les proporciona el entorno de legitimación en el currículum oficial, y analizar paralelamente los mecanismos que refuerzan el mito de la prescripción de la enseñanza: Aunque estas fases están desarrolladas ampliamente en I.F. Goodson: “3rd Annual Western Lecture in Art Education”…, pp. 65-66, el lector también puede encontrar múltiples referencias al trabajo de D. Layton, que se titula Science for the People (Allen & Unwin, Londres, 1973) en I.F. Goodson: “Más allá del monolito de la asignatura: tradiciones y subculturas”, El cambio en el currículum…, 2000, pp. 141-160. Hobsbawm sostiene “por ‹‹tradición inventada›› una serie de prácticas, normalmente gobernadas por unas reglas aceptadas explícita o tácitamente, y un ritual de naturaleza simbólica que intentan inculcar ciertos valores y normas de comportamiento por repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado. De hecho, cuando es posible, intentan establecer continuidad con un pasado histórico adecuado. (...) No obstante, con referencia a un pasado histórico, la peculiaridad de las tradiciones ‹‹inventadas›› es que la continuidad con el pasado es en cierta manera ficticia. Son respuestas a situaciones nuevas que toman la forma de referencia a situaciones viejas, o que establecen un pasado propio mediante una repetición casi obligatoria. Es el contraste entre el cambio y la innovación constantes del mundo moderno y el intento de estructurar al menos algunas partes de la vida social de este mundo, de manera que parezcan invariables e inalterables, lo que hace que la ‹‹invención de la tradición›› sea tan interesante para los historiadores de los dos últimos siglos”. (En la introducción de la publicación de E.J. Hobsbwam y T. Ranger (Eds.): L’invent de la tradició, Eumo Editorial, Vic, pp. 13-14). I.F. Goodson: “Perspectivas construccionistas en el estudio del currículum”, Historia del currículum…, 1995, p. 188. Ibídem. - 90 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... “En este sentido, la formación del currículum puede verse como un proceso de invento de la tradición. De hecho, este lenguaje se emplea a menudo cuando las ‹‹disciplinas tradicionales›› o las ‹‹asignaturas tradicionales›› se yuxtaponen a alguna innovación de tópicos integrados o centrados alrededor del niño y la niña. La cuestión, sin embargo, es que el currículum escrito, ya sea en forma de cursos de estudio, de programas, de guías o de libros de texto, es un ejemplo supremo de invención de la tradición; pero, como sucede con toda tradición, no se trata de un elemento dado que aparece de repente y para siempre, sino de algo que tiene que ser defendido y en donde las mistificaciones se tienen que construir y reconstruir en el transcurso del tiempo. Dicho en otras palabras más sencillas, cuando los teóricos del currículum ignoran sustancialmente la historia y la construcción social del currículum, facilitan la mistificación y reproducción de la forma y el contenido del currículum ‹‹tradicional››”. profesores, a través de las narraciones de identidad y las historias de vida57. En esta línea, se acostumbra a destacar que Goodson es uno de los investigadores que ha contribuido a la construcción del currículum como texto biográfico y autobiográfico, a partir de sus estudios mediante historias de vida del profesorado, en los que también incorpora la exploración de la relación entre currículum preactivo y activo58: “En una fecha temprana, 1981, Ivor F. Goodson (1981) promovía el uso de la historia de vida como recurso y método para el estudio de la escolarización. Como historia de vida, Goodson vio un ‹‹modelo dinámico de cómo los programas, la pedagogía, la financiación, los recursos, la selección, la economía, está todo interrelacionado›› (p. 176) (...). Diez años después, en un libro escrito con Rob Walker, Goodson (1991) refuerza su entusiasmo por la historia de vida y la narrativa en el camino de la investigación educativa. El uso de la historia de vida y de la narrativa constituiría una reconceptualización fundamental de la investigación educativa, investigación que después expresaría la ‹‹voz del profesor›› (p. 139). Lo que es central en la investigación educativa es la importancia de comunicar la voz del profesor, tanto que fuera “escuchada fuertemente, escuchada articuladamente” (1991, p. 139). Este trabajo se constituiría sobre la idea del ‹‹profesor como investigador››, especialmente con aquella frase que fue elaborada por John Elliott y Clem Adelman durante 1973-1975 en la Universidad de East Anglia (U.K.)”. I.F. Goodson: “Perspectivas construccionistas en el estudio del currículum”, Historia del currículum…, 1995, p. 194. Historias de vida de los profesores: la producción de narrativas de la acción sobre el cambio en la educación a través de genealogías contextuales La triple finalidad que Goodson sostiene para la teoría curricular, explicitada al inicio del subapartado anterior, se fundamenta en el desarrollo de una renovada historiografía y en el construccionismo social, que le permiten comprender e investigar la producción socio-histórica del currículum. Al adoptar una concepción del “currículum como conflicto social”, Goodson se aleja de un marco de investigación rígido que no le permitiría estudiar el cambio en la educación. Desde este punto de vista, una perspectiva democratizadora en la investigación del currículum, debe romper con la historia de las instituciones y la historia de la legislación, como formas de aproximarse a las escuelas desde arriba y optar por hacer visibles las voces de los 57 58 Pinar et al.: Understanding Curriculum…, 1995, p. 563. Este interés por las historias de vida como estrategia de investigación aparece en los escritos de Goodson en la misma época que se empiezan a publicar sus primeros textos sobre historias del currículum y de las materias escolares. Por otra parte, el propio Goodson nos remite de nuevo al congreso anual de la NSE que tuvo lugar en el St. Hilda’s College, en esta ocasión en 1983, al que asistieron numerosos investigadores norteamericanos y europeos, como uno de los espacios de discusión en los que “se trató el tema de la vida del profesora- Con respecto a este tema, A. Hargreaves, con quien Goodson ha colaborado en diversas ocasiones manifiesta lo siguiente: “Todas las voces de los profesores merecen ser escuchadas, independientemente de como puedan ser de marginales o pasadas de moda. En consecuencia, creo que la práctica de la investigación educativa debería continuar otorgando una importante prioridad a escuchar, representar y patrocinar la voz del profesor” (“En relació a la veu”, Transversal, nº 11 (2000), pp. 58-59). Pinar et al.: Understanding Curriculum…, 1995. - 91 - C O N -C I E N C I A S O C I A L do” 59. Nos recuerda que de este encuentro salió otra publicación, Teachers’ Lives and Careers, que Goodson editó junto con Stephen J. Ball (The Falmer Press, Londres y Filadelfia, 1985), donde ya se recogían las fases por las que había pasado la investigación sobre el profesorado en el Reino Unido hasta ese momento. Desde principios de los años ochenta hasta la actualidad, Goodson ha publicados varios libros que ilustran la perspectiva de investigación de la profesión docente mediante historias de vida, tales como el texto, ya mencionado en la cita anterior, titulado Biography, Identity and Schooling, que Goodson escribió junto con Rob Walker (The Falmer Press, Londres, Nueva York y Filadelfia, 1991), con quien había coincidido en el Institute of Education y que, posteriormente, volvería a reencontrar en CARE; Teachers’ Professional Lives, editado junto con Andy Hargreaves (The Falmer Press, Londres, Nueva York y Filadelfia, 1996); el capítulo titulado “Storying the Self: Life Politics and the Study of the Teacher’s Life and Work” publicado en la compilación de William Pinar, Curriculum. Toward New Identities (Garland Publishing, Nueva York y Londres, 1998); los tres volúmenes de La enseñanza de los profesores, editados junto con B.J. Biddle y T.L. Good (Paidós, Barcelona, 2000), e Historias de vida del profesorado (Octaedro-EUB, Barcelona, 2004). Como veremos, desde una perspectiva de investigación histórica, en ocasiones, Goodson analiza un periodo concreto en el desarrollo curricular de los profesores para detectar los momentos de cambio en el currículum a través de sus biografías, ya que considera que “estudiar las vidas de los profesores y su trabajo como una construcción social nos proporciona unas valiosas lentes para mirar los nuevos movimientos de reestructuración y de refor- 59 60 61 62 ma de la escolarización”60. Metodológicamente, Goodson establece una clara distinción entre la realización de “relatos de vida” y la perspectiva de estudio del currículum mediante “historias de vida”61: “El relato de vida comprende la narración de la persona sobre su vida (muy a menudo comunicada oralmente) en un momento particular en el tiempo. La historia de vida complementa el relato de vida con datos dibujados por las narraciones de otras personas, registros oficiales y transcripciones, y un abanico de documentación histórica. Los datos, pues, son distintos pero sobretodo lo son las aspiraciones del relato de vida y de la historia de vida. En el primer caso, la intención es comprender el punto de vista de las personas y la narración de su vida, la historia que él/ella nos cuenta sobre su vida. (...). En la historia de vida, la intención es comprender los patrones de relaciones sociales, interacciones y construcciones en los cuales las vidas están inmersas. La historia de vida promueve la pregunta sobre si los asuntos privados son también temas públicos. El relato de vida individualiza y personaliza; la historia de vida contextualiza y politiza.(...) Si nos desplazamos desde los relatos de vida hacia las historias de vida nos movemos desde una narración singular para incluir otras fuentes documentales y testimonios orales”. I. F. Goodson: “Storying the Self: Life Politics and the Study of the Teacher’s Life and Work”, en W.F. Pinar (Ed.): Curriculum. Toward New Identities, Garland Publishing, Nueva York y Londres, 1998, p. 11. Esta distinción entre relatos e historias de vida en el programa de investigación de Goodson tiene que ver con su opción política de vincular el estudio de la subjetividad con una teoría del contexto: “El peligro de centrarse en el conocimiento práctico y personal es el de romper el vínculo con el conocimiento teórico y contextual. Sólo si enlazamos estos nuevos modos de investigación con narrativas más amplias sobre el cambio social y la globalización, el saber docente devendrá plenamente generador y eficaz, social y políticamente”62. I.F. Goodson: Historias de vida del profesorado, Octaedro-EUB, Barcelona, 2004, p. 28. I. F. Goodson: “Storying the Self: Life Politics and the Study of the Teacher’s Life and Work”…, 1998, p. 14. En esta cita se han mantenido los matices que proporciona la lengua inglesa; de este modo, he traducido los términos: “life stories” como “relatos de vida”; y “life histories” como “historias de vida”. Otras referencias a esta distinción se encuentran en castellano en “El estudio de las vidas del profesorado”, Historias de vida del profesorado, Octaedro-EUB, Barcelona, 2004, pp. 306-307. I.F. Goodson: Historias de vida del profesorado…, 2004, pp. 30-31. - 92 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... Por esta razón, este investigador propone que la investigación de las vidas del profesorado no puede ser sólo una “narración de la acción” sino que ésta debe colocarse “dentro de una teoría del contexto” –tal como sugirió Stenhouse–, o en palabras del propio Goodson, debe ser también “una historia o genealogía del contexto” 63. Entre las ventajas que este tipo de investigación proporciona al estudio del cambio en el currículum y las reformas educativas, Goodson sostiene que el tipo de interpretaciones que emergen del intercambio entre el investigador y el profesor están basadas en la colaboración; sirven para estudiar los fenómenos contemporáneos como algo complejo y nos aportan datos que contestan la imposición desde arriba; aumentan la visibilidad y las oportunidades de recuperar la voz de los docentes, y lo que es más importante, de comprender y transformar la enseñanza a partir de sus localizaciones, y permiten “generar una contracultura que oponga resistencia a la tendencia de ‹‹devolver al profesorado a las sombras››, una contracultura basada en un modo de investigación que por encima de todo tenga en cuenta a los profesores y profesoras y se plantee como objetivo escuchar ‹‹la voz del docente››”, con el fin de reconceptualizar las metas de la investigación educativa y de autorizar a sus protagonistas 64. Entre los mayores peligros de este tipo de investigación, Goodson reconoce que se encuentra la potenciación de los mecanismos de vigilancia y colonización de las vidas y trabajos de los docentes; y, un uso perverso de la información que nos proporcionan las biografías profesionales de los docentes. La 63 64 65 procedencia de los datos en la investigación mediante historias de vida es diversa65 y su tratamiento por parte del académico debería basarse en el respeto a los criterios de confidencialidad y validación de los profesores participantes. Debido a que éste es un tema que preocupa a muchos investigadores interesados en las historias de vida, ello ha conducido, a menudo, a una profunda reflexión sobre las dimensiones metodológicas y éticas de este tipo de estudios, lo que ha posibilitado analizar los límites y las relaciones de poder entre los investigadores y los sujetos de estudio; criticar cómo se construyen los textos de investigación, e incluso, narrar el proceso y los intercambios durante el estudio, los distintos puntos de vista, como aspectos importantes del tipo de conocimiento que contribuye a generar la investigación: “Al centrar nuestros estudios en las historias de vida y la labor docentes dentro de estos contextos tan controlados institucionalmente, nuestra intención, lejos de buscar un ‹‹cierre›› académico, es, por el contrario, la de crear espacios vitales para la reflexión y el comentario. Este tipo de trabajo tiene como objetivo desarrollar nuestras estrategias para que los docentes analicen y reflexionen sobre su vida y su labor profesional de tal modo que puedan dar respuestas más profundas y poderosas frente al mundo socialmente construido de la educación”. I.F. Goodson: Historias de vida del profesorado…, 2004, p. 39. Los textos de los investigadores que se incluyen en Historias de vida del profesorado y en los tres volúmenes de La enseñanza y los profesores, son excelentes ejemplos de este tipo de estudios de investigación mediante historias de vida, un tipo de trabajos que I.F. Goodson: Historias de vida del profesorado…, 2004, p. 50 y p. 303. Goodson reproduce en Historias de vida del profesorado…, 2004, p. 55, una cita de un texto previo titulado “Sponsoring the Teacher’s Voice: Teachers’ Lives and Teacher Development”, publicado en A. Hargreaves y M.G. Fullan (Eds.): Understanding Teacher Development, Cassell, Londres, 1992. Goodson nos proporciona un listado de algunas de las fuentes de procedencia de los datos en el desarrollo de investigaciones mediante historias de vida. Así, se refiere a los relatos sobre la experiencia vital y la trayectoria anterior del profesor, su estilo de vida personal y profesional, el ciclo vital o la carrera docente, los estadios en su trayectoria profesional, los momentos críticos y el vínculo entre la historia personal y contextual a través del tiempo (I.F. Goodson: Historias de vida del profesorado…, 2004, pp. 307-308). - 93 - C O N -C I E N C I A S O C I A L puede ser muy útil en nuestro contexto66. La variedad de estos textos, que reflejan la gran diversidad de opciones en la selección del objeto y las preguntas de la investigación, las metodologías, las formas de escritura y las posiciones de los sujetos en el proceso de interpretación, ilustran la orientación de las tendencias internacionales en la investigación mediante historias de vida. Estas tendencias, sobre las cuales reflexionan el propio Goodson y también el amplio grupo de colaboradores que participa con sus escritos en las dos publicaciones, muestran un abanico de investigaciones que se están llevando a cabo desde perspectivas muy diferentes. De esta forma, constituyen un posible mapa de investigaciones contemporáneas sobre la enseñanza y la formación docente, que abarcan desde el paradigma clásico de las historias de vida, la historia oral, los estudios de caso sociales, la investigación basada en el saber profesional y micropolítico del docente, la perspectiva feminista, la autobiografía colaborativa, el estudio de la innovación y la transformación de la enseñanza, etc. Dentro del marco que nos ofrecen estas diferentes tendencias y las posibilidades que he señalado en torno a la indagación mediante historias de vida, es importante subrayar que Goodson suele realizar investigaciones históricas para estudiar el cambio y las reformas educativas a través de las biografías personales y profesionales de los docentes, debido a que, en su opinión: 66 “Muchas de las teorías del cambio y de las reformas escolares que se dan en la actualidad parten de la idea de que puesto que no todo va bien en las escuelas (cierto) sólo las reformas y los cambios pueden arreglar la situación (falso). Se tiene la idea de que una enunciación clara de los objetivos, apoyada por una batería de tests, acompañada de estrategias de evaluación y asegurada mediante un conjunto de incentivos económicos y retribuciones según resultados, producirá de forma inmediata una mejora en el nivel de las escuelas. Se sitúa al profesor o profesora como un elemento clave de este sistema de instrucción, pero lo que se acentúan son los aspectos técnicos de la profesión por delante de la biografía profesional, es decir los objetivos y compromisos personales en los que se basa el sentido de vocación y profesionalidad del profesorado. Puede que estemos exagerando este elemento de tecnificación creciente, que dista mucho de ser universal, y también puede que pongamos demasiado énfasis en el ataque contra el sentido de vocación del profesorado. Sin embargo, lo que es irrefutable es el poco trabajo realizado sobre la ‹‹personalidad de cambio››. Muy pocas reformas escolares y teorías de cambio promulgadas han planteado el papel del desarrollo personal como una pieza central de dicho proceso. Por el contrario, los cambios se han planteado como si se creyera que éstos iban a producirse a pesar de los objetivos y creencias personales de los profesores y profesoras. Demasiado a menudo se ha visto en la ‹‹personalidad de cambio›› una ‹‹piedra en el camino›› de la reforma real en lugar de una ‹‹piedra fundamental››”. I.F. Goodson: “Cambio y biografía profesional”, Simposi itineraris de canvi en l’educació, Barcelona 15 y 16 de marzo, 2001, p.1. La mayoría de trabajos de investigación que Goodson lleva a cabo en la actualidad se fundamentan en esta idea de que ignorar la “personalidad del cambio” en los procesos de reforma educativa “puede ser enormemente peligroso”. Por ejemplo, ello se En el prólogo de la edición en castellano de Historias de vida del profesorado, elaborado por Fernando Hernández y que lleva por título “Las historias de vida como estrategia de visibilización y generación del saber pedagógico”, este autor establece un mapa de tendencias de las investigaciones basadas en las historias de los profesores en nuestro país, entre las que distingue: (I) narraciones de profesores sobre su experiencia personal; (II) investigaciones en torno a profesores, de manera especial, relacionadas con estudios de caso o investigaciones etnográfica, y (III), historias de vida de profesores, con la finalidad de comprender trayectorias profesionales vinculadas a determinadas áreas del currículum o períodos históricos (Octaedro-EUB, Barcelona, 2004, pp. 9-26). En el prefacio que el propio Goodson escribió para esta edición, también se sugiere que: “Los estudios sobre la vida del profesorado en España pueden ofrecernos la posibilidad de ver al sujeto en relación con la historia de su tiempo, es decir la intersección entre la historia de vida y la historia de la sociedad, iluminando las opciones y contingencias que se abren ante el individuo. Las ‹‹historias de vida›› de las escuelas, de los sujetos y de la profesión docente nos proporcionarían información de vital importancia sobre el trasfondo contextual en este respecto. Por consiguiente, el foco inicial en las vidas del profesorado ayudaría a reconceptualizar nuestros estudios sobre el sistema educativo de manera fundamental (véase Goodson, 1991; Goodson y Sikes, 2001)” (I.F. Goodson: Historias de vida del profesorado…, 2004, pp. 40 y 41). - 94 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... pone de manifiesto cuando interpreta la sustitución, generalizada en las escuelas de Gran Bretaña, de los “viejos profesionales” de la educación –cuya identidad profesional se construye en torno a una vocación y una preocupación–, por los “nuevos profesionales” –que perciben la enseñanza como un trabajo técnico. Desde su punto de vista, este hecho puede llegar a ser un problema por tres razones: (I) la pérdida de memoria en la comunidad implica ignorar las experiencias y conocimientos acumulados de los profesionales, como producto tanto de los procesos de jubilación anticipada como a partir de los cambios drásticos que imponen algunas reformas que no tienen en cuenta a los docentes; (II) la desaparición del papel de los mayores como orientadores y su rápida sustitución –además de asumir que bajo el nuevo modelo el docente realiza un trabajo sin más, como cualquier otro– no facilita la transmisión de esas “capas de conocimiento incalculables adquiridas a lo largo de años de experiencia”, y (III), la selección y continuidad del profesorado, dominada por la precarización que media en la construcción de la identidad de los nuevos profesionales, no permite ver que sus principales dificultades no distan tanto de las que se encontraron los viejos profesionales. Sus expectativas en torno a un trabajo que perciben como limitado en términos de creatividad e inventiva y que no se puede ejercer en la práctica, genera procesos similares de desencanto y frustración como los que había vivido el colectivo anterior67. 67 68 69 Para finalizar este artículo, quiero abordar algunos aspectos que emergen de la ocupación actual de Ivor Goodson en el campo de la investigación sobre la enseñanza. En la introducción a Learning, Curriculum and Life History68, este autor explica la complejidad de la colección de textos que se incluyen en esta publicación que “tiende a funcionar hacia atrás de varias formas desde mi trabajo actual en las historias de vida, la vida profesional y el trabajo, y las políticas de vida; pero para contrarrestar este presentismo también intenta funcionar en el sentido opuesto siguiendo la cronología de las preocupaciones académicas sobre el aprendizaje, la pedagogía y el currículum hasta concluir en la actualidad”69. Respecto a los proyectos de investigación en los que ha participado recientemente, Goodson destaca el trabajo que llevó a cabo durante cinco años en el proyecto “Change Over Time” (1998-2003), financiado por la Fundación Spencer, completando un conjunto de ensayos y libros que reúnen una serie de estudios sobre profesionalización e historias de vida. Una tarea que desarrolló mientras trabajaba en la Universidad de Western Ontario y en la Warner Graduate School de la Universidad de Rochester en el Estado de Nueva York. Posteriormente, ya de regreso al Reino Unido, Goodson quería escribir varios libros que recogieran su pensamiento sobre la educación, una tarea que se ha visto reforzada por el desarrollo de dos nuevos proyectos de investigación. El primero es un proyecto que forma parte del Programa de I.F. Goodson: “Cambio y biografía profesional”, Simposi itineraris de canvi en l’educació, Barcelona 15 y 16 de marzo, 2001 Esta publicación, que en inglés se titula Learning, Curriculum and Life History: Selected Works by I.F. Goodson (Routledge, Londres, 2005), va tener una versión en castellano de la editorial Octaedro, que ya ha contribuido a difundir dos de sus libros anteriores. Para la elaboración de este artículo y del texto de la conversación, he tenido acceso a algunas partes del manuscrito original. En el índice de la versión inglesa, se puede ver la inclusión de más de veinte capítulos en los que se recoge la trayectoria de Goodson a lo largo de sus treinta años como investigador, además de una introducción autobiográfica. De este modo, se publican trabajos que ya conocemos y textos que no gozan aún de una traducción al castellano. En síntesis, permite comprender la historia de Goodson como investigador y su localización actual en los discursos postcríticos del currículum que percibe de forma interrelacionada con la investigación mediante historias de vida. Además, también incluye textos que recogen los resultados de sus investigaciones más recientes. En la conversación que mantuvimos y que se transcribe a continuación, Goodson abordó muchas de las cuestiones que aparecen en este libro. Learning, Curriculum and Life History, manuscrito, p. 2. - 95 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Enseñanza y Aprendizaje del gobierno británico, financiado por el Consejo de investigación social y económica, y que lleva por título “Learning Lives: Learning, Identity and Agency in the Life-Course” (2003-2008). Este estudio pretende comprender el aprendizaje en una diversidad de medios a través del curso de la vida y emplea las historias de vida como metodología para recoger sus datos. El segundo proyecto de investigación está financiado por la Unión Europea para analizar el “Conocimiento profesional” (2004-2008) en ocho países distintos, entre los que se incluye España, y se basa también en la realización de historias de vida de los profesionales de la enseñanza y la enfermería. En 1996, Goodson obtuvo una cátedra de educación en CARE, que después dejó para proseguir su carrera en las universidades de Cambridge y Brighton, donde permanece. En la actualidad, orienta su trabajo en el campo de la investigación sobre la enseñanza, a partir de potenciar los vínculos entre el estudio de las historias del currículum y las historias de vida para desarrollar comprensiones poderosas sobre el cambio educativo. En este marco, aparecen nuevas preocupaciones teóricas, políticas y metodológicas, como por ejemplo, su interés por investigar los contextos locales mediante la producción de narrativas docentes para analizar la contestación a los movimientos globales y, de este modo, explorar lo que ha denominado “el momento y las luchas por la mediación y la refracción”, que, desde su punto de vista, deberían requerir toda nuestra atención como investigadores, ya que sustituyen a los procesos de dominación. Estas y otras conceptualizaciones, que constituyen el andamiaje de sus teorías sobre el cambio en la educación, van a ser abordadas ampliamente por el propio Goodson en la conversación que se publica en este mismo número. SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA A continuación, el lector podrá consultar una selección de la obra de Ivor F. Goodson, que se ha realizado respetando la ordenación cronológica y que incluye libros, capítulos de libros, artículos, entrevistas y alguna ponencia. En primer lugar, se presenta la referencia de la bibliografía que se puede encontrar en castellano, y en el caso de los libros, se incluye también la referencia del título en inglés y los datos de la edición original. En segundo lugar, el lector verá la referencia de las publicaciones en inglés, que no tienen traducción al castellano, y que constatan el vasto conjunto de la obra de este autor e ilustran las distintas etapas en su trayectoria como investigador. Algunas de estas publicaciones se pueden hallar en su traducción al portugués, pero debido a que la lista es extensa, no ha sido posible incluirlas aquí. Se ha priorizado, en especial, la información que puede ser de utilidad en nuestro contexto, la referencia a las obras que contienen contribuciones a destacar del conjunto de su carrera y las publicaciones más recientes, que recogen el trabajo actual de Ivor F. Goodson. Publicaciones en castellano — “La construcción social del currículum. Posibilidades y ámbitos de investigación de la historia del currículum”, Revista de Educación, nº 295, agosto, 1991, pp. 7-37. — “Cuerpos dóciles. Aspectos comunes de la historia de la psiquiatría y de la enseñanza”, con I. Dowbiggin, en S.J. Ball (Comp.): Foucault y la educación. Disciplinas y saber, Morata, Madrid, 1993. — Historia del currículum: La construcción social de las disciplinas escolares, Pomares-Corredor, Barcelona, 1995. — “Materias escolares y la construcción del currículm: Texto y contexto”, en J.G. Mínguez y M. Beas (Eds.), Libro de texto y construcción de materiales curriculares, Proyecto Sur de Ediciones S.A.L., Granada, 1995, pp. 183-199. — “Contar cuentos”, con R. Walker, en H. McEwan y K. Egan (Comp.): La narrativa en la enseñanza, el aprendizaje y la investigación, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1998. — La crisis del cambio curricular, monografía, con N. Grimaldi, Universidad de Córdoba, Argentina, 1999. — “El profesional regido por principios”, Perspectivas, vol. XXX, nº 2 (junio, 2000), pp. 197-205. — El cambio en el currículum, Octaedro, Barcelona, 2000 [The Changing Curriculum, Peter Lang Publishing, Londres, 1997]. — La enseñanza de los profesores I. La profesión de enseñar, con B.J. Biddle y T.L. Good (Eds.), - 96 - La obra de Ivor Goodson P E N S A N D O S O B R E ... — — — — — — — — — — — — Paidós, Barcelona, 2000 [International Handbook of Teachers and Teaching, Kluwer Academic Publishers, Dordrecht, 1997]. La enseñanza de los profesores II. La enseñanza y sus contextos, con B.J. Biddle y T.L. Good (Eds.), Paidós, Barcelona, 2000 [International Handbook of Teachers…, 1997]. La enseñanza de los profesores III. La reforma de la enseñanza en un mundo en transformación, con B.J. Biddle y T.L. Good (Eds.), Paidós, 2000 [International Handbook of Teachers…, 1997]. “Recuperar el poder docente”, con F. Hernández, Cuadernos de Pedagogía, nº 295, Barcelona, octubre, 2000, pp. 44-49. “Entrevista: Ivor Goodson y la teoría del currículum”, La revista del IICE, Miño y Dávila, vol. IX, nº 17 (diciembre, 2000), pp. 53-61. “Cambio y biografía profesional”, Actas del Simposi itineraris de canvi en l’educació, Barcelona 15 y 16 de marzo, 2001. “Entrevista con Ivor Goodson: un currículum para una sociedad democrática y plural”, con A. Bosco Paniagua, Kikiriki, nº 62-63 (2001), pp. 25-30. “De la historia al futuro: Nuevas cadenas de cambio”, entrevista, Revista Páginas de la Escuela de Ciencias de la Educación U.N.C., vol. 2, nº 2 y 3, Córdoba, Argentina, septiembre, 2002, pp. 9-17. “La personalidad de las reformas”, Cuadernos de Pedagogía, nº 319 (diciembre, 2002), pp. 34-37. “Hacia un desarrollo de las historias personales y profesionales de los docentes”, Revista Mexicana de Investigación Educativa, vol. III, nº 19 (septiembre-diciembre, 2003). 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Estudiar las historias de vida en el momento de la mediación Montserrat Rifà Valls Universitat de Barcelona Me presento en el apartamento en el que reside Ivor Goodson durante su estancia en Barcelona en torno a las cuatro de la tarde, tal como habíamos acordado, después de haber podido encontrar el tiempo necesario en nuestras respectivas agendas para tener esta conversación. El lugar en el que me recibe es un piso con estancias espaciosas, que tiene la estructura típica de las viviendas del barrio del Eixample barcelonés. Aunque en este caso, se trata del Eixample izquierdo, menos glamoroso desde mi punto de vista que el derecho, ya que conserva, en algunas zonas como ésta cercana al mercado de Sant Antoni, algunos rastros que ilustran el cambio en términos de clase social de la gente que aquí habita, a diferencia del otro Eixample, que es mucho más burgués. El piso pertenece a un profesor de la Universitat de Barcelona y Goodson parece estar encantado con este lugar. La entrevista se desarrollará en la sala-comedor, donde nos sentamos en unos cómodos sofás, en torno a una mesa de centro que sostiene un gran jarrón con alcatraces; en ella depositaré las dos grabadoras con las que acudo y todos mis apuntes. La estancia es enorme y me trae recuerdos del piso-despacho en el que nos atendía el médico de cabecera por las tardes en el pueblo, ya que por las mañanas realizaba su labor en la seguridad social. Entra mucha luz en la sala e intento gozar de la atmósfera relajada que se respira, dispuesta a escuchar, después de salir de la tercera reunión de la jornada, esta vez en el Institut Català de la Dona, en esta misma calle, un poco más arriba. La cocina da al comedor y Goodson transita por entre estas dos estancias como si estuviera en su casa, en Inglaterra. Otro espacio que me impresiona, cuyas paredes están cubiertas con diplomas y certificados del profesor universitario, es el despacho. Allí tomaré más fotografías de Goodson, junto a las estanterías repletas de libros de arte, lo que me remite a la primera entrevista que mantuve con él en su despacho del Centre for Applied Research in Education (CARE) de la Universidad de East Anglia en Norwich, ya que nunca antes había visto una biblioteca personal sobre educación tan completa y actualizada. Ahora, empezamos, hablando de los cambios que ha habido en su vida y en la mía, desde la última vez que nos encontramos. El diálogo se produce a partir de compartir los desplazamientos que ha habido en nuestras localizaciones subjetivas. En su caso, el principal aspecto a destacar es que aunque continúa viajando por el mundo parece haber encontrado un lugar estable en el que llevar a cabo su trabajo en las universidades de Cambridge y Brighton. Me explica que dejó CARE, al igual que la mayoría de los investigadores que yo conocí allí, algo que me entristece, ya que para muchos, éste ha sido un centro de investigación educativa de referencia durante largos años. También hablamos de su familia y me pregunta por la mía; estoy embarazada de seis meses y voy a dar a luz a una niña a finales de verano. Le explico además que sigo trabajando en la universidad y que mi situación sigue siendo de precariedad, aunque no es tan grave como la de otras personas en este contexto. Entre otras cosas, hablamos de cómo esta entrevista y el artículo sobre su obra pueden beneficiarme en mi carrera. - 99 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Los preludios de la conversación duraron casi tanto como la entrevista misma, por este motivo, he decido empezar con la narración de un reencuentro que permitió crear un clima para una conversación, a la vez que ahorrarle al lector o lectora la transcripción literal de este inicio. Goodson se interesa por las personas que constituyen el colectivo Fedicaria y por el proyecto de esta revista, concretamente, por el alcance de la misma. Le explico que, desgraciadamente, en nuestro contexto hay un predominio de un tipo de investigación y trabajo académico de carácter oficialista, que se pierde en un discurso administrativo-técnico. Desde mi punto de vista, en el terreno de la educación en España no abundan los proyectos como el de Fedicaria, con un posicionamiento explícito en términos ideológicos, que entiendo como una apuesta intelectual abiertamente crítica y política. A Goodson le ha llegado la noticia de que en Fedicaria conocen bien su trabajo. Para mí, también era importante llegar a esta entrevista con los deberes hechos, o con la convicción de haberlo intentado, ya que esto puede hacer variar el rumbo de la conversación. La finalidad de este encuentro no será descifrar su obra, sino tratar de generar un debate que puede ser muy productivo, en la medida en que Goodson suele desarrollar sus argumentos a partir de mantener una coherencia entre lo que escribe y lo que cuenta en sus conferencias y charlas. Probablemente los ejemplos o temas que vamos a abordar van a ser distintos de los que permanecen en sus escritos, pero al igual que Fedicaria, partimos de un lugar común, de un compromiso con la teoría y la crítica que se vincula con la acción. Goodson se interesa por la orientación neomarxista de Fedicaria; en mis comentarios enfatizo que se trata un grupo con una lectura política de izquierdas, que trata de vincular el análisis crítico de la educación con la práctica y el cambio en la escuela, desde una perspectiva de didáctica crítica. Le pregunto si ha tenido la oportunidad de explorar el contexto español y me responde que realmente no lo ha podido conocer a fondo, aunque sí ha ido hilvanando algunos temas para analizarlos, te- mas que iremos precisando a lo largo de la entrevista, a partir de las cuestiones que yo pueda ir planteando. La proyección de su obra en España y en Latinoamérica, le supone una oportunidad para establecer puentes con perspectivas y contextos de investigación distintos a los del mundo anglosajón. Aquí radica la importancia que tiene para él su estancia en Barcelona, en el marco de un grupo que investiga en torno al cambio y la identidad en la educación, y también su interés por países como Brasil y Argentina, donde la indagación mediante historias de vida es muy abundante. El intercambio se inicia con mi entrega de un guión de entrevista que contiene una lista de temas en torno a los cuales me gustaría conversar; le cuento que he elaborado este guión para compartirlo con él, para poder empezar la discusión, pero que se trata de una propuesta abierta. Preparé la entrevista a partir del recuerdo de cuando estuve en CARE, trabajando en la escritura de mi tesis doctoral. Mi estancia allí fue progra- - 100 - P E N S A N D O S O B R E ... mada para conocer el trabajo de Goodson y en cierta forma, ahora percibo que los encuentros que mantuve con él han funcionado como antecedentes en esta conversación. A diferencia de los escritos académicos, en una conversación, las narrativas, que también incorporan experiencias, conceptos, perspectivas o ejemplos, se construyen de forma no lineal y no tienen la pretensión de cerrar o completar un texto. Esto da lugar a una narrativa dialógica, que es más dinámica y quizás menos precisa, pero no por ello menos compleja. Por esta razón, he decidido incluir, mediante unas pocas notas a pie de página, un breve glosario en el que se contextualizan algunas de las conceptualizaciones postmodernas que Goodson emplea a lo largo de la conversación y que conforman el lenguaje que se produce a través de la investigación1 (1). De este modo, una de las cuestiones principales que pensaba abordar en la entrevista tiene que ver con la mediación, ya que me acordaba del énfasis que Goodson había puesto en esta conceptualización que considera clave en su teoría, y como pude 1 La obra de Ivor Goodson comprobar después, por el tiempo que le dedicamos, sigue siendo crucial, ya que conversamos ampliamente sobre ello. Antes de empezar la entrevista, Goodson me sorprende de nuevo, como ya lo había hecho en Inglaterra, al desaparecer por el pasillo para regresar con una lista actualizada de su bibliografía y con copias de varios de sus artículos y capítulos de libros más recientes. Otra de las dificultades que el lector tendrá que afrontar a continuación, es que, principalmente, Goodson se referirá a su trabajo y a los temas que le interesan en la actualidad, menos conocidos en nuestro contexto, ya que no disponemos de un acceso tan directo al mismo, al tratarse de textos recientes o de informes de investigación que luego se convierten en publicaciones. Por otra parte, esta conversación también es en sí misma bastante postmoderna, probablemente, y esto le tocará juzgarlo al lector, debido a que uno de los implícitos que funcionará en el diálogo con Goodson, es que ambos compartimos que lo personal y lo político actúan de forma imbricada a través de la investigación y la enseñanza. Según Goodson, como consecuencia de la efervescencia de los trabajos autobiográficos, de la pedagogía crítica, de la teoría feminista, del postestructuralismo y de la expansión de las aproximaciones existencialistas y fenomenológicas, el reconceptualismo, que contribuyó a repensar los estudios del currículum desde una visión política e identitaria, se ha colapsado con la postmodernidad (“The Educational Researcher as a Public Intellectual”. British Educational Research Association, 1997). Para transitar por los discursos postcríticos del currículum que Goodson introduce a lo largo de la conversación, es preciso clarificar previamente algunas conceptualizaciones. Los trabajos académicos de los postmodernistas huyen de toda pretensión de generar verdades o metanarrativas universales, trascendentales o fundacionales, y comparten la idea de que la actual situación histórica constituye una ruptura radical con el modernismo. En esta dirección, Lather reconoce que en sus textos de investigación utiliza de forma intercambiable los términos “postmoderno”, “postestructural” y “deconstrucción”, a los que añade, siguiendo a Hall, la “teoría del discurso” (P. Lather: “El postmodernismo y las políticas de ilustración”. Revista de Educación, 297 (1992), 7-24). Precisando un poco más, el término “postmodernidad” designa las transformaciones culturales en la era postindustrial y postcolonial, y en cambio, el “postestructuralismo” es uno los múltiples discursos académicos emergentes en el postmodernismo, que surge como contrapartida al estructuralismo de Saussure, Lévi-Strauss y Roland Barthes. Desde el punto de vista de Lather, es preciso hablar de postmodernismos en plural, para reconocer el abanico de posiciones teóricas y autores que constituyen las teorías postmodernas. Los postmodernistas mantienen en común el autoanálisis que aplican a sus intervenciones para contextualizarlas en el marco de las relaciones sociales del poder, y el hecho de compartir “el interés por el lenguaje como fuerza productiva, constitutiva, en contraposición a las consideraciones del lenguaje como fuerza reflexiva, representativa de cierta realidad que puede captarse mediante la adecuación conceptual” (P. Lather: “El postmodernismo y las políticas de ilustración”…, 1992, p. 11). El discurso postmodernista en el terrero de la investigación educativa está representado por las reinterpretaciones que se realizan de la obra de intelectuales como Foucault, Lacan, Deleuze, Guattari, Rorty, Kristeva o Derrida. - 101 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Debo reconocer que la primera pregunta la hará Goodson a partir de uno de los temas que emergen del guión, como si los papeles se hubieran invertido. No obstante, es importante advertir que a lo largo de esta conversación, no prestamos atención al guión: Goodson preferirá ir contestando a mis preguntas, que iré enlazando a partir de sus respuestas. I.- ¿Qué queréis decir con el movimiento de retorno a lo básico en el currículum (“back to basics movement”) aquí, en vuestro contexto? M.- Ésta es una cuestión que estaba en el guión que uno los miembros del colectivo Fedicaria me hizo llegar como propuesta y que he mantenido para la entrevista, ya que me parecía relevante para nuestro contexto, por eso voy a tratar de interpretar la pregunta original. En España, el gobierno socialista promovió durante los años noventa la primera y más importante reforma del sistema educativo desde que hubiera finalizado la dictadura franquista, ya que no hay que olvidar que la LGE se promulgó a principios de los años setenta. Si hacemos historia de esta reforma educativa, en la segunda fase de la misma, especialmente a partir de la aprobación de la LOGSE, se desarrolló una política de control centralizado a través de un currículum nacional. Algunas características que estaban en la base de esta reforma partían de planteamientos similares a los de la escuela comprensiva británica para la mejora de la igualdad de oportunidades sociales y de aprendizaje de los estudiantes. Anteriormente a esta reforma educativa, la escolarización obligatoria en España abarcaba desde los seis hasta los catorce años; a partir de la década de los noventa los chicos y chicas permanecen en la escuela obligatoria desde los seis hasta los dieciséis años. Esto implica un cambio en la estructuración del sistema educativo, que afecta a la escuela primaria y secundaria. Hay que pensar que las cotas de escolarización durante el franquismo no eran equiparables a las de otros países europeos y que la plena escolarización de masas se alcanzó durante la década de los setenta. Sin embargo, durante la segunda fase de esta reforma educativa, el proceso de experimentación e innovación que se había promovido durante la primera fase no se tuvo en cuenta para la definición del currículum nacional que se acabaría fijando, quizás porque era necesario reforzar la imagen de un sistema educativo sólido que legitimara la idea de estado-nación. I.- ¿Definieron un currículum nacional para adecuarse y homogeneizar a esta población que debía permanecer en la escuela hasta los dieciséis años y por eso se hizo una lista de materias básicas? M.- Sí, bueno más o menos. El currículum postfranquista era un programa de estudios que estaba organizado como un listado asignaturas y de temas, elaborado desde una perspectiva tecnológica del currículum porque se diseñó a mediados de los setenta, coincidiendo con cambios en la economía, la sociedad y los modos de producción. Sin olvidar que tenían como referencia una ley promovida por un ministro que supo combinar la visión tecnocrática de la educación con la introducción de una atención personalizada al individuo, una combinación de las necesidades del postfranquismo con las de la modernización. Entonces, el documento oficial se reducía a una lista de temas de las asignaturas en el marco de un sistema educativo meritocrático, y fue en los noventa, cuando el gobierno socialista impulsó la reforma del sistema educativo, cuando se sustituyeron las “asignaturas” que habían gozado de una planificación estática, que eran herméticas y estaban claramente delimitadas, por una visión del currículum organizado por “áreas de conocimiento”, que incorporaban saberes diversos y mezclados en la escolarización obligatoria. Esto supuso, que se abrieran los límites epistemológicos de algunas materias que dejaron de verse de forma aislada, se especificaron nuevos contenidos, de acuerdo con las capacidades que el alumno debe haber adquirido como ciudadano al finalizar la etapa, y se introdujo un modelo de enseñanza-aprendizaje distinto, basado en el constructivismo. I.- Entonces, ¿no fue tanto un retorno a lo básico sino a las formas del movimiento de retorno a lo básico? M.- No exactamente. Desde mi punto de vista esto se produjo después. Creo que la idea de retorno a lo básico empezó a escucharse con el gobierno conservador del partido popular. El mayor desafío de la reforma educativa en España no estaba en los cambios que iban a producirse en la escuela primaria sino en la escuela secundaria obligatoria, donde empezaron a hacerse visibles una serie de dificultades. - 102 - P E N S A N D O S O B R E ... I.- ¿Cuándo tuvo lugar la llegada al gobierno del partido popular? M.- Fue en 1996. Estuvieron sólo durante ocho años, pero el retroceso fue considerable. Una de las ministras de educación de esa época impulsó un nuevo giro en el currículum nacional, que tenía muchas consecuencias, por ejemplo en la “asignatura” de historia, que debía volver a su orientación basada en el estudio de los hechos y no en la vida social de las personas, que había sido uno de los pilares de la reforma educativa socialista. Lo mismo parecía que tenía que suceder en literatura, matemáticas, etc. I.- ¿Esto se ha invertido hoy? M.- Sí, en cierto modo. Pero lo más significativo de esta situación, desde mi punto de vista, es que las causas que estaban motivando la percepción de fracaso o crisis en la escuela secundaria, estaban relacionadas con la ausencia de una reforma paralela de la formación del profesorado. Ante esta propuesta curricular más abierta y que debía atender a una gran diversidad de estudiantes, los profesores empezaron a sentirse desesperados, sin saber muy bien que hacer con los jóvenes en las escuelas. La obra de Ivor Goodson I.- ¿Entonces crees que el retorno a lo básico fue peor? M.- Bueno, un tema que parecía que se asumía desde la opinión pública de forma generalizada, y que me temo que sigue vigente, era la idea de que los jóvenes no conocen nada de lo que es necesario saber y por eso se consolidó el discurso de retorno a las cosas elementales durante el gobierno conservador. Por otro lado, el gobierno catalán conservador también impulsó un retorno similar: forzado por el nivel de resultados de los estudiantes, implementó un sistema de evaluación mediante pruebas sobre las competencias básicas de los alumnos, una fórmula que debe garantizar los conocimientos y destrezas mínimos que todos los estudiantes deben adquirir a su paso por la escuela obligatoria. Esto permanece en la actualidad, a pesar de que se ha producido un cambio en el gobierno catalán, que ahora es de corte progresista. I.- Esta necesidad de pruebas, es un proceso que se produce como un movimiento global. Desde mi punto de vista, algunas de las cuestiones que considero que debemos abordar en la entrevista son las cosas que - 103 - C O N -C I E N C I A S O C I A L tienen lugar en España y que están relacionadas con un movimiento mundial global: las pruebas, la transparencia en la gestión, el retorno a lo básico, etc., que realmente no sólo atraviesan el campo de la educación, ciertamente, sino que conforman un movimiento global; es difícil para cada país tomar conciencia si sólo se recibe esto... M.- Pero esta política de generalizar unas competencias básicas para todos ¿es algo que se da más en los países del norte, en Europa y Estados Unidos, y no tanto en el sur, por ejemplo, en Latinoamérica? I.- Sí, así es. Creo que los diferentes países del norte y del sur tienen estructuras distintas, pero España está sumergida en el orden global. Es algo que no está funcionando en Latinoamérica, como tampoco en otros lugares de Asia; por ejemplo, en Hong Kong sucede de otro modo, de una forma mucho más flexible. M.- ¿Crees que existen unas causas para que se esté dando este movimiento global? I.- Sí, creo que esto es una parte de la creación de la sociedad performativa2 (2). M.- Entonces ¿dirías que este movimiento global de retorno a lo básico en el currículum es un fenómeno que tiene unas dimensiones políticas, personales, socio-culturales y económicas? 2 I.- Sí, tiene todas estas dimensiones. Pienso que tiene implicaciones especialmente para la identidad de las personas como también para la identidad de los maestros, es absolutamente crucial. Debido a qué no sólo se está cambiando el locus del control, en el sentido de quién tiene el poder sobre de los temas curriculares, sobre lo que se está aprendiendo, sino que esto, en este momento, tiene implicaciones para las identidades personales. Y de hecho, desconfío de la mayoría de estas iniciativas, que provienen de fuera del campo de la educación, han sido importadas de las prácticas empresariales. Creo que lo pasa es que este mundo global está a favor de las pruebas, la transparencia en la gestión, la centralización, las definiciones curriculares, los modelos de arriba abajo, donde el profesor está sometido a pruebas y responsabilidades, y se convierte en una especie de técnico. Pienso que este modelo está generado claramente por una visión empresarial de la educación. Lo que parece que hace cada estado-nación es responder a este mundo global; lo que pasa desde hace unos años es lo que yo represento a través de los procesos de mediación o de los procesos de refracción. La refracción es cuando la luz se En el contexto de análisis de la postmodernidad, en 1984, Lyotard ya había anunciado cómo se transforma el saber en la sociedad performativa, por ejemplo, en el campo de la investigación científica. De esta forma, nos advierte de que: “Es mas el deseo de enriquecimiento que el de saber, el que impone en principio a las técnicas el imperativo de mejora de las actuaciones y de la realización de productos. La conjugación ‹‹orgánica›› de la técnica con la ganancia precede a su unión con la ciencia. Las técnicas no adquieren importancia en el saber más que por medio del espíritu de performatividad generalizada. Incluso, hoy la subordinación del progreso del saber al de la investigación tecnológica no es inmediata. Pero el capitalismo viene a aportar su solución al problema científico del crédito de investigación: directamente, financiando los departamentos de investigación de las empresas, donde los imperativos de performatividad y de recomercialización orientan prioritariamente los estudios hacia las ‹‹aplicaciones››; indirectamente por la creación de fundaciones privadas, estatales o mixtas, que conceden créditos sobre programas a departamentos universitarios, laboratorios de investigación o grupos independientes de investigadores sin esperar de sus trabajos un provecho inmediato, sino planteando el principio de que es preciso financiar investigaciones a fondo perdido durante cierto tiempo para aumentar las oportunidades de obtener una innovación decisiva y, por tanto, más rentable” (J.F. Lyotard: La condición postmoderna. Cátedra, Madrid, pp. 84-85). En otro capítulo de este mismo texto, Lyotard aborda también el caso de la enseñanza y su legitimación por la performatividad. Desde entonces, los escritos sobre performatividad se han multiplicado en el ámbito académico, especialmente con los estudios de género. Sin embargo, voy a limitarme a mencionar a Gergen como otro de los autores de referencia, precisamente, porque vincula, desde la perspectiva del construccionismo social, el análisis de los cambios en las relaciones sociales contemporáneas con la producción de identidades performativas (véase: K.J. Gergen: El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo. Paidós, Barcelona, 1991). - 104 - P E N S A N D O S O B R E ... proyecta en una ventana y ésta se refleja en diferentes ángulos; si observamos cómo el movimiento global se proyecta en España, España es la ventana y refracta aquellos rayos también en muchas direcciones diferentes. ¿Es esta perspectiva sobre el mundo global un intento planificado de responder o se podría tratar del reverso de estas tendencias, o es posible cambiar la dirección de las tendencias? No estamos hablando de una especie de construcción global del mundo, se está creando una opinión primordial generalizada de que necesitamos individuos performativos en las sociedades performativas, con competencias y políticas performativas. Pero cada país reinterpreta este movimiento global, en el contexto local, catalán o español, o donde sea. En cada entorno local, este proceso del que hablamos tiene que ver con cómo se produce la refracción, por esta razón, la tarea de la investigación educativa o del currículum no es comprender cómo funciona el movimiento global; conocemos el problema general, se trata de comprender las complejidades de la mediación o de la refracción. Debemos estudiar de forma inteligente lo local, ya que esto es parte del convencionalismo de que sólo existe dominación y poder, es una cuestión de cómo la dominación trata de ello, y la mediación es el modo cómo el compromiso y las luchas funcionan afuera y alrededor. No necesitamos estu- 3 La obra de Ivor Goodson diar el gran movimiento global de dominación, ya que esto es obvio, sino que desde mi punto de vista, debemos estudiar lo que yo llamo el mesonivel, el nivel intermedio o de mediación3, que son las luchas por el currículum y las luchas de los profesores por sus condiciones de trabajo y sus vidas. Porque es en este mesonivel donde se pueden realmente observar las luchas entre los grupos de interés dominantes y los grupos subordinados. M.- A partir de lo que has explicado, de este planteamiento tan interesante, se me ocurren varias cuestiones que voy a intentar ordenar en mi mente, para poder continuar la entrevista. La primera es que el modelo empresarial que se está trasladando y que se intenta aplicar en el campo de la educación también se está transformando, ya no basa sus prácticas en un modo capitalista clásico... En el contexto del postfordismo todo está cambiando y se precisan trabajadores más flexibles, el tipo de control de este modelo no se expresa en la visibilidad sino de forma sutil, y las transnacionales son las primeras interesadas en promover una multiplicidad de identidades en sus trabajadores –y también consumidores– que deben ser capaces de adaptarse a una nueva realidad distinta cada día. I.- Esto me supone una contradicción, lo que nos conduce de nuevo al principio. El argumento es que los mercados y las empresas necesitan ser completamente libres, estar menos regulados y ser flexibles, el ob- A lo largo de la conversación, Goodson utiliza el término “mesonivel” como sinónimo de investigar el momento de la “mediación”. Son diversos los autores que han abordado el concepto de mediación, desde que lo hiciera Vigotski. Por ejemplo, la mediación, desde una perspectiva bernsteiniana, es la conexión entre los niveles material y simbólico, entre las relaciones de poder, las formas de transmisión cultural y la distribución de las formas de conciencia (B. Bernstein: La estructura del discurso pedagógico. Clases, códigos y control IV. Morata, Madrid, 1993; Pedagogía, control simbólico e identidad. Teoría, investigación y crítica. Morata; Madrid, 1998). En el capítulo introductorio de El cambio en el currículum, J.L. Kincheloe resume del siguiente modo la perspectiva de análisis de Goodson: “La forma particular del análisis multidimensional de Ivor combina el análisis de las vidas de los individuos, que experimentan los currícula directamente, con las estructuras previas que colocan las bases para el desarrollo de los currícula, lo que se denomina una metodología de ‹‹terreno intermedio›› (Hargreaves, 1994)” (J.L. Kincheloe: “Introducción”. En I.F. Goodson: El cambio en el currículum. Octaedro, Barcelona, 2000). En esta conversación he preferido traducir el término “middle ground” (“terreno intermedio” en la cita) por “mesonivel”, ya que desde mi punto de vista, Goodson se refiere aquí, como investigación en el mesonivel, a los estudios que se llevan a cabo desde la perspectiva de interrelacionar el análisis del macronivel y del micronivel. Este concepto le permite comprender el cambio educativo en las escuelas, a partir de una teoría compleja que interpreta las relaciones de poder-saber y la producción de identidades de profesores y alumnos. - 105 - C O N -C I E N C I A S O C I A L jetivo es satisfacer algunas necesidades. ¿Cómo se traslada esto a la educación, si en educación acostumbra a pasar exactamente lo contrario? En vez de más libertad, pides una mayor regulación, pides un mayor detalle de la gestión, pruebas más detalladas, cada cosa mucho más detallada. Aquí tenemos una extraña paradoja. M.- Y ¿cómo interpretas esta paradoja? I.- Cuanto más se incrementa la liberación de los mercados, el sector público se vuelve a la vez mucho más regulado y mucho más controlado. ¿Qué significa esto para mí? No es que realmente estemos importando métodos empresariales modernos, sino que es algo increíble, se está introduciendo una versión empresarial antigua en este punto en el sector público y debemos preguntarnos por qué. O sea, que al mismo tiempo que el sector privado en cualquier lugar se vuelve mucho más libre, más flexible, el sector público está microgestionado, hasta el detalle, y las vidas personales de la gente son reguladas, tenemos tarjetas de identidad, nuevas estrategias de vigilancia, etc. El individuo y el sector público están mucho más regulados. En el caso de los individuos, además, obtienen para sí mismos mucha más autorregulación, lo que me anima a creer que los mercados deben permanecer completamente desregularizados, ser libres. Yo no comprendo lo bastante bien la consistencia de estos argumentos, lo que pasa para unos no pasa para otros, y no está claro por qué pasa esto cuando se juntan los servicios públicos y los individuos. Los individuos son lo más importante en la sociedad y se están convirtiendo en las víctimas de este nuevo orden, estoy sorprendido por esta contradicción que se da en este punto. Pero lo que me gustaría decir es que aparece una nueva contradicción global: cuando realmente examinas cada uno de los problemas del estado, este equilibrio funciona de modo diferente. A veces las mismas empresas permanecen sin regular, a veces el individuo necesita ser bastante libre y a veces los servicios públicos están o no regulados. Esto es lo que yo creo que está pasando de un modo general, es mucho más complejo. ¿No sé si esto lo que estabas esperando de la entrevista? M.- Sí, es muy interesante tal como lo planteas. Puedo observar lo que acabas de narrar, por ejemplo, en el caso de mi trabajo como formadora de maestras de educación infantil y primaria en la Universitat Autònoma de Barcelona, como un fenómeno que afecta a las estudiantes. Soy una de las personas responsables de la coordinación de las prácticas de formación en las escuelas durante la carrera de magisterio de educación infantil y acabo de terminar la tarea de selección de escuelas y distribución de las alumnas en los centros para el próximo curso. Mi principal obstáculo con las estudiantes, especialmente con el grupo matriculado en horario de tarde, es que no se percatan de la necesidad de tener unas buenas prácticas para obtener una formación profesionalizadora y para poder promocionarse a sí mismas, con la finalidad de obtener un nuevo empleo cualificado. Es demasiado habitual que renuncien a unas buenas prácticas en las escuelas, porque creen que lo mejor para ellas es continuar trabajando en alguna multinacional, en supermercados, oficinas o fábricas. En el contexto universitario, esta paradoja en torno a la liberalización de los mercados, especialmente a partir del contexto que emerge del nuevo Espacio Europeo de Enseñanza Superior y las consecuencias de sus objetivos de liberalización del sistema educativo universitario, está relacionado con la necesidad paralela de liberación de otros mercados, como el de la energía, el comercio y la circulación de los bienes. Esta situación en la universidad se puede observar claramente cuando los estudiantes se someten cada día al capital global y contribuyen a su reproducción, a partir de adoptar un rol que se basa en la renuncia al papel del profesional como intelectual, y también con el descrédito que muestran hacia una formación en el saber. I.- Es interesante. Lo que quieres decir es que los estudiantes que se están formando como maestros renuncian a la teoría. Creo que esto forma parte de una opinión emergente y que se puede observar cómo es producido por los informes de los gobiernos, por ejemplo en Estados Unidos, o se puede ver también en informes sobre la enseñanza en Inglaterra. Ambos, específicamente, lo que argumentan que hay que hacer, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, es abrazar lo que llamamos un fundamentalismo de la práctica, que sostie- - 106 - P E N S A N D O S O B R E ... ne que la práctica lo es todo y que la teoría no vale nada. La teoría debe echarse por la ventana. En términos generales, la nueva formación del profesorado acepta este modelo, acepta el pensamiento práctico. Las luchas emergentes son algo muy interesante, porque en un periodo inicial, la gente se muestra a favor de la práctica para desplazar la teoría; los profesores, esto ha sido siempre así históricamente, a menudo muestran su desconfianza en la teoría, y las asociaciones de profesores prefieren reemplazar la formación docente por una formación que se obtiene directamente de la práctica, en las clases. Pero, poco a poco, de lo que se están dando cuenta las asociaciones de profesores y los profesores es que, si prescindes de la teoría, también estás realmente prescindiendo de la reivindicación mágica de tener un cuerpo profesional. Por pocos euros pierdes realmente toda tu demanda de tener un cuerpo profesional. En el mundo occidental ser un profesional está relacionado con formarse en un cuerpo teórico de conocimientos, pero ahora hay muchas otras razones para no querer discursos teóricos, ya que forma parte de fabricar personas profesionales sofisticadas, forma parte de la propia promoción profesional. Pero la concreción material de lo que estoy sugiriendo es que este movimiento hacia lo 4 La obra de Ivor Goodson que es el abrazo total de la práctica, probablemente, no tendrá éxito, vemos que volvemos hacia atrás al mismo lugar, podemos ver de donde viene, del sistema de acceso angloamericano, y ahora podemos ver también el proceso de mediación que está sucediendo. Aquí, el proceso de dominación está claro, matar la teoría educativa, esto es lo que me hace ver las conexiones, pero luego están las herramientas de la mediación; de este modo, en las asociaciones de profesores se están empezando a dar cuenta que pierden en sus reivindicaciones profesionales; los mismos profesores empiezan a lamentar la pérdida de espacios teóricos que tenían en sus vidas. Por eso reaccionan. Esto es lo que yo entiendo cuando digo que la dominación se está reemplazando por las luchas por la mediación y la refracción4. Y este lugar se da siempre en el momento de las luchas de la refracción, cuando el contexto se vuelve real. Puedes contestar la idea original de dominación. Los grupos de interés dominados han perdido frente a los dominantes a lo largo de la historia; nuestra tarea es ver donde tiene lugar la refracción y la mediación, y la potencialidad, para generar el interrogante; aquí el rol del intelectual crítico y público parece ser aún bastante significativo. A veces, los grupos de interés no tienen buenas ideas, a veces En el campo de la teoría política aplicada al análisis de los fenómenos sociales y educativos, a menudo, se han incorporado conceptualizaciones y perspectivas que emergen de las ciencias experimentales, como ha sucedido con la teoría del caos, que en ocasiones, ha sido útil para interpretar el funcionamiento de las relaciones sociales o el desarrollo de las reformas educativas. Con el concepto de “refracción” ha sucedido algo similar. A diferencia de la “mediación”, que Goodson utiliza específicamente para referirse al momento actual al que el investigador debe prestar toda su atención, ya que es el lugar donde colisionan las historias del currículum –lo estructural, político, prescriptivo– y las historias de vida de los profesores –lo identitario, biográfico y personal–, el concepto de refracción hace referencia a cómo los cambios en el movimiento global mundial son recibidos en los diferentes contextos locales. Esta noción le permite articular un marco de interpretación en la relación global-local que huye de las causalidades y los determinismos, para proponer un análisis de los distintos modos de responder a estos fenómenos más amplios, que tienen consecuencias prácticas e inmediatas para las vidas de la gente que habita lugares concretos, en el norte y en el sur. Según Goodson, es preciso estudiar cómo los sujetos en los diferentes países, en las instituciones y las aulas, se relacionan con los cambios globales a partir de reproducir, contestar o incluso invertir las relaciones de poder-saber, desarrollando estrategias propias para reinterpretar el fenómeno global desde cada contexto local. De algún modo, esta noción está relacionada con la incorporación de la teoría política foucaultiana en la obra de Goodson, ya que le permite prescindir del reduccionismo de las explicaciones basadas en las relaciones de dominación, para interpretar contextualmente las narrativas que emergen de los procesos y las vidas localizadas de los agentes del cambio. - 107 - C O N -C I E N C I A S O C I A L también tienen malas ideas, y hay que poder distinguirlo. Nuestra tarea es estar en este momento de refracción y éste es el papel que le toca hacer al intelectual público crítico, que parece ser aún bastante significativo; es mucho más difícil de lo que queremos. M.- ¿Podrías describir un poco más lo que entiendes por mediación y refracción y cuál es la relación que se da entre ambas? ¿Se trata de una relación de oposición? I.- No, creo que el punto de partida inicial son los grupos de interés dominantes y la subordinación, es ver, particularmente, donde reside el poder. Uno de los lugares de la refracción acostumbra a ser, claramente, la política local del estado. En la idea original de democracia, los políticos representaban a la gente en contra de los intereses del poder. Ahora más bien vemos que los políticos representan los intereses de los poderosos en contra de la gente. La gente no puede funcionar porque los políticos no los representan del todo, es así de simple, los políticos han cambiado sus alianzas, ahora representan al poder en contra de la gente, que es lo contrario que en la vieja democracia. Este particular momento refractivo de la mediación, que es la colisión con las políticas locales del estado, ahora ya no tiene efecto. Los políticos, en general, toman partido en un asunto particular, ellos van con el poder. A veces, tienes que ver por qué, ya que las multinacionales ejercen una presión importante sobre el estado-nación; tú quieres que las compañías se instalen en el país y tu papel es dar el visto bueno a las cosas que están pidiendo hacer, ya sea en Brasil o en Gran Bretaña. La capacidad de refracción en este nivel se está reduciendo por la gran escala del poder del control político nacional. Claro que ahora el panorama de la escala de este poder es mucho mayor que cuando hablamos de alguna capacidad de la pequeña escala de la política del intelectual público. Existe una gran variedad de grupos profesionales que actúan en este proceso: cuerpos de profesores, asociaciones de profesores, asociaciones de enfermeras y otras asociaciones, otros grupos cercanos a la gente. Estos grupos profesionales han tenido his- tóricamente un poder bastante simple y lo que la historia nos dice es que, cuando los grupos de interés poderosos ignoran completamente y asimilan al profesional poderoso de la clase media, no es tan fácil encontrar cómo romper los intereses del poder profesional. Éste es el momento de refracción en el que estamos, somos capaces de abusar de todo, pero no es fácil encontrar todo el tiempo este abuso en el poder profesional. El momento de refracción, de colisión entre los intereses globales dominantes y los intereses globales profesionales, permanece en un contexto muy interesante, en un momento especialmente interesante de refracción y mediación. Es, en este momento, espacio o lugar, que el intelectual público o cualquier posición política debería rediseñarse, porque es aquí donde sucede el debate o debería suceder y todos estamos contribuyendo a ello. M.- La diferencia entre las conceptualizaciones teóricas de dominación y mediación para analizar los contextos educativos en tu obra, ¿tiene que ver con qué la dominación está más presente en tu trabajo sobre historia del currículum y de las disciplinas escolares y quizás la mediación sería el concepto central en la investigación mediante historias de vida? ¿Se trata de un giro que se da en tu teoría que implica cambios epistemológicos y metodológicos? ¿Necesitamos nuevas estrategias para investigar los procesos de mediación que son completamente diferentes a los métodos tradicionales de la historia del currículum que se han estudiado desde una perspectiva más específica y estaticista? I.- Quizás ésta sería una de las interpretaciones posibles pero no es realmente a lo que yo me refiero. La pregunta que realmente me haces es que la cúspide de la mediación, de la refracción y del contexto, se mueve alrededor del proyecto del proceso histórico. A veces, las áreas son penetradas por la dominación, esto no es algo que a largo plazo implique que la mediación funciona, podría ser, por ejemplo, que en algunos contextos curriculares, algunas concreciones, sean aplastadas por los grupos de interés, pero en este momento éste no es el punto de la mediación o de la lucha. Lo que ahora claramente es el foco de mediación o lucha, porque esto afecta a los gru- - 108 - P E N S A N D O S O B R E ... pos profesionales, son las experiencias que viven los profesores en las reformas, las reestructuraciones o iniciativas de las reformas educativas. Para mí, lo más interesante del momento de mediación o refraccional son las experiencias de vida de los profesores, las historias de vida de los profesores y sus proyectos, y particularmente, lo que los profesores quieren de sus vidas y que en este momento está dialogando con otras cosas. El foco de la mediación y la refracción se mueve en torno a estas luchas, a veces puede ser el currículum, a veces son las experiencias de vida de los docentes, normalmente se trata de las dos cosas a la vez. Pero el equilibrio de intereses para mí está en los proyectos y las misiones de los profesores y cómo este hecho convive con estas intenciones globales. Pienso que el currículum emergerá, es un área crucial, pero por el momento, la dominación es todo tipo de amenaza que penetra; algunas de estas luchas son muy difíciles y algunos de estos contextos también. Estoy poniendo más énfasis en un tema de gestión política de las experiencias institucionales y en las historias de vida, pero pienso que, quizás, esto resume el currículum y cómo penetra en las vidas de los profesores; siempre que esto esté en el mesonivel funciona, porque es el momento de la mediación. Me gustaría citar uno de mis libros que seguramente has leído, recuerdo la frase muy bien: “es menos una cuestión de dominación por parte de los grupos de interés dominantes que una cuestión de rendición solícita por parte de los grupos subordinados”. Sigo pensando que esto es cierto; cuando tú hablas de las experiencias de tus estudiantes, la cuestión no es que están dominados, sino que se trata de una entrega solícita. Esto es lo que vemos como dominación que viene de abajo, que ya no funciona infligiendo o castigando, funciona más bien a partir de la autorregulación y de la rendición subordinada; esto siempre me ha fascinado, como tema de estudio, ver cómo puedo ser regulado y estar subordinado por mis propias acciones, en mi propia vida. M.- ¿Es una especie de rendición activa ya que a través de la circulación invisible del poder aceptamos las nuevas reglas del mercado? La obra de Ivor Goodson I.- Sí, lo hacemos, aceptamos nuevos dispositivos disciplinarios. Es muy interesante. M.- Antes hemos hablado de la necesidad de este mundo global de controlar a través de las identidades performativas. ¿Cuáles son tus referencias teóricas para estudiar lo performativo? Y ¿en qué sentido lo performativo tiene una cara positiva y una negativa? I.- Esto lo puedo explicar mejor en términos de historia. He trabajado con Andy Hargreaves en un gran proyecto de la Fundación Spencer durante cinco años, que estaba parcialmente financiado por los mismos grupos de interés que he presentado como problemáticos aquí. Estos grupos estaban preocupados gastando una gran cantidad de dinero americano en las reformas, y las reformas se echaban en falta en las escuelas…, llegaron a la situación de valorar las teorías educativas más radicales. Y dijimos, qué métodos podemos utilizar para tratar de entender esta era de performatividad, para obtener nuevos regímenes de pruebas y de pistas en las escuelas. La única forma de comprenderlo era tratando de explorar las reformas a través de los ojos de los profesores y de las historias de vida de los profesores. La cuestión a entender estaba en las historias de vida de los profesores: ciento ochenta y seis profesores fueron entrevistados en ocho escuelas secundarias de Estados Unidos y Canadá. Estudiamos las escuelas en periodos de diez años, para tratar de encontrar respuestas a cómo habían funcionado las reformas, cómo responden los profesores, cómo las misiones de vida de los profesores colisionan con las reformas o cómo se construyen a partir de las reformas. Lo que vimos fueron diferencias cruciales en las funciones de los profesores, entre el grupo uno de las décadas de los sesenta y los setenta; el grupo dos, que eran los profesores de los ochenta y los noventa; y el grupo tres, formado por profesores que ejercen en el presente. La forma en qué los profesores hablaban sobre su trabajo es un ejemplo de cómo llega la performatividad y cómo se constituyen las identidades performativas. El grupo de los sesenta y los setenta hablaba sobre su profesión y debo decir que hablaban más de su trabajo que de la forma en - 109 - C O N -C I E N C I A S O C I A L qué lo hacían, decían: la enseñanza es mi vida, enseñar es mi posicionamiento y, cuando hablamos del significado de la enseñanza, la enseñanza tiene una gran importancia para mí, casi desde una localización religiosa, como cuando haces un trabajo en el que crees. Nos contaban su visión de la sociedad misma, viendo temas de inclusión social, los desaventajados, las diferencias raciales, etc. En este grupo había un sentido claro de vinculación entre la enseñanza y la labor social. En el nuevo grupo número tres, localizado en un régimen de baja actuación, donde la enseñanza se percibe desde las competencias, los tecnicismos, donde la enseñanza se vive como una actividad técnica, la forma de hablar por parte de los nuevos profesores es completamente diferente. Decían: la enseñanza es sólo un trabajo y al final del día quiero regresar a mi vida real, que es del ámbito privado y personal. Lo que significa que se pueden ver aquí las contradicciones de la perfomatividad: un mayor incremento de los mecanismos de performatividad y responsabilización de los profesores supone una menor actuación por parte de los mismos profesores, porque una disminución del sentido de labor social da lugar a una creciente visión individual en la enseñanza. En otras palabras, la gran paradoja de la performatividad es que, mientras cada vez hay más gobiernos que toman nota de los criterios de performatividad, hay muchos más profesores que subactúan porque disminuye su implicación. Hay un buen número de paradojas en esto. La paradoja de la performatividad parece ser la más famosa y de nuevo esto se pone de relieve a partir de la investigación que se hace en el mesonivel. Se puede ver esto a través de la investigación histórica del currículum, donde estas paradojas emergen, en las historias de vida de los profesores. Por eso creo que es un buen momento para la mediación y para que los intelectuales públicos trabajen en este contexto. M.- ¿Está relacionado esto con el tema que abordaste en la ponencia del Simposio “Itinerarios de cambio en la educación” en Barcelona hace cuatro años, a partir del problema de las diferentes definiciones de identidad de los “nuevos” y “viejos” profesionales? I.- Sí, si quieres podemos hablar de ello. M.- Este compromiso con una labor social que asume una parte de colectivo de docentes y que la otra parte no asume porque prefieren ver la enseñanza sólo como un trabajo ¿tiene que ver con la definición del cambio en la identidad profesional de los docentes? I.- Es más que eso, va más allá de un cambio específico en el conocimiento profesional de los docentes. Para mí es un signo más grande, es un cambio importante en la forma en que los seres humanos ven ahora la humanidad. Es un cambio en la naturaleza de ser de la humanidad. Por una parte, hay unos seres humanos que tienen claramente proyectos y sueños de la Modernidad y misiones de justicia social. En el nuevo mundo flexible en el que crecemos es mucho más duro tener proyectos de labor social, ciertamente es imposible construir narrativas lineales, siempre tienes narrativas múltiples… es muy difícil crear historias personales basadas en misiones morales. En este momento, no pienso realmente que esto rompa bastante con lo que yo quería decir, pienso que, entre los nuevos profesionales, realmente hay un buen número de subgrupos, estamos en lo cierto cuando decimos que cada una de las personas en el grupo tres ha tenido que reducir la escala de su misión social en el mundo y de su propia localización, y ha tenido que poner más energías en otras áreas, en lo privado y personal. Pero pienso que, aun también entre los nuevos profesionales, hay grupos que se reconocen de forma similar a las representaciones de su trabajo de los profesores de los sesenta y los setenta. En otras palabras, aún hay grupos que establecen conexiones con propuestas sociales, hay también algunos grupos que aún quieren comprender la naturaleza de estos movimientos globales, hay muchos grupos interesados en la teoría crítica. Es sólo que no es el momento para liderar esta situación, de hecho, en muchas áreas, estamos dispuestos a prescindir de la teoría, y a crear, desde una perspectiva utilitarista, animales de la práctica, claro que el sistema no favorece a este grupo… Vamos a verlo de otra forma, creo que muchos grupos profesionales se fragmentan para organizarse a partir de seccio- - 110 - P E N S A N D O S O B R E ... nes libres, esto es verdad, siempre hay un grupo, en torno a un veinte por ciento en cada profesión, que tiene competencias marginales. Hay otro grupo, aproximadamente un setenta por ciento en cada profesión, no sólo en el cuerpo de profesores, que tiene personas competentes con buenas intenciones, hay muchos profesores así. Y hay otro grupo superior de la profesión, el que marca camino, enseñantes que tienen un modo profesional de hacer creativo, que realizan conexiones entre las teorías y las prácticas, que pueden realmente reflexionar y comprender su localización como profesores. Pero volviendo de nuevo a la sociedad performativa, la sociedad performativa se dedica a eliminar a los profesores incompetentes. La paradoja no es que se elimine a los profesionales incompetentes, sino que la gente a la que se está eliminando realmente es el grupo superior que conforma el otro veinte por ciento, la vanguardia creativa. La gran paradoja de la performatividad es que el intento de acabar con la incompetencia a través de tareas invisibles realmente tiene el efecto de expulsar la creación de liderazgo entre los profesionales. Éste es el grupo del que estaba hablando, que rescribe la profesión y la vida social, que revisa los objetivos de la misión social en la enseñanza, todas las cosas que la sociedad necesita desesperadamente, o que cualquier movimiento global necesita para construir la sociedad en cierta forma. Estos otros profesores, siempre conducen al setenta por ciento que conforma el grupo central de la profesión haciéndolo avanzar, como lo hicieron los profesores de los sesenta y setenta. Este grupo creativo dirigió muchos mensajes sociales inclusivos a través de la profesión, llevaron a una profesión mucho más proletarizada de la enseñanza, sin significados morales, y pienso que esto tiene un efecto absolutamente reivindicativo en la sociedad performativa. M.- ¿Cómo es posible combinar la investigación mediante historias de vida –lo que tiene que ver con el estudio de lo personal, subjetivo y biográfico– con el estudio de la mediación, del mesonivel que has definido antes? ¿Es posible moverse de lo personal a lo global, de lo local al sentido del ser de la humanidad que has definido? La obra de Ivor Goodson I.- Es posible, pero algunas veces resulta difícil. El problema de la alta teoría global es que no dice nada sobre lo que pasa realmente en el mesonivel o sobre el detalle individual de la vida de la gente. El reverso del problema de centrarnos en la vida de los individuos es que lo único que se obtiene se refiere a la vida del individuo, sin ninguna conexión con la mediación colectiva o el contexto colectivo o la acción grupal. Si vamos a lo que decía al principio de esta entrevista, la forma que tenemos de asegurar que el trabajo mediante historias de vida de los profesores no se convierta en un mecanismo de individualización es estar seguros de estudiar las historias de vida en el momento de la mediación, en las áreas donde acontecen los contextos y los cambios, donde podemos observar cómo los individuos y los grupos de la profesión contestan los actos de mediación que se implementan desde arriba. Una de las cosas de la que estoy seguro es que la historia del currículum y las historias de vida reúnen lo que anuncia tu pregunta, porque siempre vinculan el contexto curricular con el contexto global; relacionan los asuntos de los grupos de interés dominantes y los sometidos. La vida individual entonces está dentro de un contexto colectivo particular en torno a la mediación de los movimientos globales del currículum o de cualquier otro asunto, las pruebas, etc. La respuesta a tu pregunta de cómo hacer que las historias de vida no se conviertan en estudios individualizados es tratar de situar, en momentos históricos, reformas o tentativas colectivas para cambiar las prácticas, situarlo en el momento de la mediación o de la refracción. M.- ¿Puedes explicar un poco más la investigación que has mencionado antes de empezar la entrevista, el proyecto que se desarrolla en el marco de la Unión Europea? ¿Creo que estáis empleando la investigación mediante historias de vida para estudiar la mediación con profesores y enfermeras? I.- Es una investigación que se lleva a cabo, en ocho países europeos, en el campo de la salud y la educación: Finlandia, Holanda, Grecia, Portugal, España, Inglaterra, Suecia e Irlanda. Estamos estudiando cómo la reestructuración de las reformas por parte de - 111 - C O N -C I E N C I A S O C I A L los gobiernos en todos estos países impregna las vidas de los profesores y el significado de estas propuestas para los profesores. En primer lugar, definimos las reformas, intentamos obtener una definición sobre cómo esto se introduce en los estados-nación y qué grupos de reforma existen. M.- ¿Se trata de una tarea de análisis de datos? I.- Sí, es análisis de documentos, análisis político, análisis del papel de las reformas educativas, un conjunto de estudios e investigaciones que trata principalmente de análisis de las políticas educativas. Después, se recorre el detalle de las historias de vida de los profesores y las enfermeras en cada uno de estos países, para ver exactamente cómo la lucha por el significado y las propuestas colisiona en el momento de la mediación con estos modelos de reforma que van de arriba abajo. Primero, estamos estudiando cómo llegan las reformas dominantes y luego miramos en el mesonivel cómo las vidas de los individuos realmente colisionan con estas reformas, en escuelas y hospitales concretos. La investigación aquí se localiza en el mesonivel, en el nivel de la mediación, donde las reformas golpean los sistemas locales y las vidas locales de los profesores. Vemos este choque, podemos apreciarlo cuando la gente habla sobre sus historias de vida profesionales. La primera cosa que hacemos son historias de vida completas, abordamos su vida en general etc., luego realizamos historias de vida de sus ocupaciones, específicamente en el ámbito de la enseñanza y la enfermería, y por último, hacemos historias de vida temáticas, que se centran en aspectos particulares, intentamos buscar por qué, por ejemplo, el grupo uno y el tres son diferentes, seguimos las pistas temáticas para ver si es generalizable en un conjunto más amplio de profesores. Ponemos a trabajar conjuntamente las historias de vida completas, con las historias de vida de las ocupaciones y luego organizamos nuevas historias de vida temáticas. No tratamos de abordar simplemente lo individual de cada historia, sino las historias colectivas de las reformas, esto es lo que entendemos por situar la investigación en el mesonivel, explorar cómo las reformas se despliegan en los contextos individuales y colectivos de los profesores. Por esta razón, el proyecto se denomina “Conocimiento profesional” y se centra en tratar de estudiar las luchas sobre el conocimiento profesional, quién llega a definir lo que se entiende por conocimiento profesional y cómo lo reciben los profesores; más importante aún, cómo los profesores han contribuido con su propio esfuerzo a ello. Si la categorización de los tres grupos es mucho más compleja de lo que he dicho, porque se han creado grupos de vanguardia, al igual que otros, que ven de modo más acotado su trabajo en la enseñanza, estamos en un contexto muy interesante, cómo ven ellos el conocimiento profesional en el nuevo mundo flexible en el que cada uno de nosotros estamos viviendo. Se trata de cómo te sitúas; para tratar de responder a tu pregunta, no se trata de una vida individual flotante flexiblemente libre, es una vida que se vive en un escenario educativo colectivo donde el conocimiento profesional se está debatiendo y es discutido. Realmente para situar la investigación en el medio de los métodos de reforma que afectan a los procesos de individualización de abajo, vemos la mediación y la dominación en este campo intermedio. M.- ¿Podrías desarrollar un poco más lo que son las historias de vida temáticas? I.- Voy a poner algunos ejemplos. Podemos encontrarnos… por ejemplo, cuando realizamos varias entrevistas, vimos que durante los ochenta las mujeres progresistas querían dejar su trabajo como profesoras muy pronto y nos interesaba estudiar por qué, por eso entrevistamos a otras cincuenta mujeres progresistas, para ver si podíamos seguir esta pista a través de sus vidas y grupos. Otra cuestión es por qué hay muchos intentos fallidos de profesores creativos que dejan la enseñanza debido a que se queman pronto, por eso entrevistamos a otro grupo de cincuenta profesores que tenían grandes y buenas ideas sobre la enseñanza y analizamos por qué lo habían dejado. Seleccionamos cosas que luego nos permiten focalizar en historias particulares, después de haber realizado las historias completas de vida. No se trataba de indivi- - 112 - P E N S A N D O S O B R E ... dualizar sino de ver mecanismos para estudiar cosas brillantes e importantes, estudiar aspectos cruciales que se dejan de lado en las reestructuraciones que implementan las reformas educativas. M.- ¿Habéis podido observar similitudes y diferencias entre todos los países que habéis estudiado en términos de esa relación entre lo global y lo local de la que hemos estado hablando? I.- Sí, pienso que hay diferencias muy interesantes entre el norte y el sur de Europa. En Europa se dan tres tipologías de países distintos que hemos estudiado: el norte de Europa, donde hay países con una tradición de socialdemocracia con estados altamente regulados como Suecia y Finlandia; luego tenemos los estados no continentales como Inglaterra y Irlanda, tradicionalmente mucho más autónomos pero que ahora están aumentando su centralización; y luego tenemos otros estados del sur, como por ejemplo, Portugal, Grecia y España, donde se producen otras situaciones. En estos países donde ha habido un gobierno militar durante mucho tiempo y que entran tarde en el modelo del estado del bienestar, lo hacen en un momento en que en los otros países del norte este modelo se está frenando o incluso está retrocediendo, esto es muy interesante. Entonces, en este estudio es muy importante prestar atención a cómo los países y culturas del mediterráneo resisten a este fenómeno. En este aspecto, la diferencia crucial que se aprecia entre el norte y el sur de Europa es que los europeos del norte han vivido siempre en un modelo modernista de gobierno y creen que los gobiernos tienen la obligación de definir las misiones y proyectos centrales para la gente y la gente lleva a cabo estos proyectos. En los países del sur nunca han creído en los gobiernos, están acostumbrados a creer más en su familia, en sus comunidades más cercanas, y esto es lo se puede ver en la realidad y en sus deseos. Ahora que los gobiernos regresan a esta área, cuando los gobiernos están universalizando la corrupción a lo largo de este lado del poder y generalmente son ineficientes, la crisis es mucho más exagerada en el norte de Europa de lo que lo es en el sur. Lo que me interesa es estudiar cómo estas diferencias, que se dan en este mo- La obra de Ivor Goodson mento desde una apreciación que es teórica, pueden desplegar diferentes temas e historias de vida de las ocupaciones en las tres áreas: los estados del norte, los no continentales y los del sur de Europa. Es muy interesante. Aquí se puede ver el sentido de refracción de cada estado-nación que tiene una trayectoria histórica diferente, este movimiento global en cada reforma, en los países que gozan del estado del bienestar, en los países que llegan tarde al mismo, en algunos lugares donde siguen creyendo en el gobierno, en otros que nunca han creído en el gobierno, pero todos pueden alcanzar ricas respuestas locales a los movimientos globales y esto es lo que entiendo por mediación. M.- Cuando llegué, me explicaste, antes de que se pusiera en marcha la grabadora, que habías dejado tu trabajo en CARE en la Universidad de East Anglia y también tu trabajo en la Universidad de Rochester en Estados Unidos y que ahora estás llevando a cabo tu tarea como investigador en la Universidad de Cambridge. Quería preguntarte si este desplazamiento tiene ver con tu posición como intelectual público, si has dejado tu trabajo en Estados Unidos para posicionarte en un lugar donde puedas desarrollar un tipo de investigación con el que te identificas. Además, también me has comentado al principio que cada vez te interesas más por Latinoamérica ¿está relacionado esto con la construcción de tu identidad como investigador? I.- Supongo que lo divertido es que sí. Lo que era más interesante en los ochenta y a principios de los noventa era tratar de comprender el cambio dramático que estaba aconteciendo en los países occidentales. Siguiendo a Gramsci, lo que buscaba era un lugar que me permitiera construirme a mí mismo una posición como intelectual orgánico global, porque era la única forma de poder entender estos movimientos globales, ya que pensaba que no podía alcanzar a verlo sólo permaneciendo en unas islas pequeñas y nubladas, sino que tenía que viajar a través del mundo para comprender el sentido del cambio en los gobiernos mundiales y cuáles eran sus intenciones hacia el mundo. En cierta medida, mis viajes durante los últimos quince años por Norteamérica, Japón y en otros lugares del mundo, te- - 113 - C O N -C I E N C I A S O C I A L nían que ver un poco con estudiar estos movimientos globales. Ahora ello me ha supuesto un regreso a casa, la parte del mundo que más quiero y esto es Europa e Inglaterra, un viaje que también he vivido en términos de clase social a través de los distintos países. Volver a mi gente una vez introducido en los temas de los movimientos globales me ha permitido centrarme en la historia de la vida cotidiana de la gente, en el sentido de atender a sus pasiones y propuestas. De este modo, es el retorno a casa de un intelectual público, la vuelta al lugar donde deseo llegar a ser un intelectual público; estos movimientos globales me conducen de nuevo a probar en Inglaterra y Europa, supongo que esto me preocupa mucho. Pienso que lo que está pasando es la estrategia de disposición de muchos grupos desaventajados, un esfuerzo que implica continuar relacionando el estudio de las disposiciones políticas y el reposicionamiento en las áreas del mundo donde continúa siendo absolutamente fascinante la mediación y las luchas que están ocu- rriendo, particularmente en Latinoamérica. Estoy especialmente interesado en las distinciones entre los lugares del mundo de habla española y los de habla inglesa, en estudiar las generalidades a través de estos lugares, ya que estas comunidades lingüísticas son también comunidades de práctica y política, y para mí hay serias diferencias entre los países de habla hispana con respecto a los países de habla inglesa. Para mí, continúa siendo importante el diálogo en un sentido diferente al de los mercados mundiales, regresar, instalarme y trabajar en Brighton y también en Cambridge, que yo considero que es una universidad muy buena, me permite trabajar a la vez en ambos lados. Quiero trabajar a la vez en ambas partes, creo que es una tarea muy importante para el intelectual público, porque puedes ver las dos caras, viajar para comprender los movimientos globales en Estados Unidos y ver cómo funcionan y luego volver a los lugares donde se reciben estas cosas, para analizar cómo son recibidas. El intelectual público siempre se mueve de un lugar a otro en las caras de la dominación y la subordinación, y esto es lo que yo entiendo por estar en el momento de la mediación, acudir a los lugares entre la dominación y la subordinación y tratar de comprender cómo eso no funciona de un modo lineal: los grupos subordinados no son dominados, sino que algunas veces están en la posición de refracción y otros en la de mediación, algunas veces son regulados y otras se regulan a sí mismos. Pero siempre creo que hay que empezar por refrescar la mente y estudiar las cosas que están pasando realmente, más que lo que dicen las teorías que pasa. Lo que he intentado siempre es construir un modelo muy empírico, por esta razón, se puede entender mi regreso a casa, para comprender los procesos de mediación y refracción. M.- No estoy segura de si se puede o no desarrollar un papel como intelectual público en la actualidad en Estados Unidos, no es que crea que sea imposible… pero en todo caso las representaciones que nos llegan de allí es que no parece fácil, por la actual situación política, alcanzar una posición de crítica en la academia, pero cuando presentaste la ponencia en memoria de - 114 - P E N S A N D O S O B R E ... Lawrence Stenhouse, en 1997, una de las cosas que describías era la crisis de funciones del intelectual público a partir del colapso del proyecto de igualdad y de justicia social. ¿Cómo es posible relocalizarse uno mismo en Inglaterra en medio de esta crisis que afecta al rol del intelectual público tratando simultáneamente de repensar este papel? ¿Es algo fácil o difícil? I.- Bueno, no sé si tengo una respuesta para ello, pero creo que el punto de partida es aceptar que la globalización y los movimientos globales han cambiado crucialmente las prospectivas para las reformas de la izquierda media. La capitanía del antiguo proyecto de justicia social y de igualdad basado siempre en la solidaridad, parece ser sencillamente insostenible en el mundo globalizado, esencialmente también hay razones empíricas, si el dinero se puede mover por la presión de la banca, el estado del bienestar se verá destruido por la presión de la banca. En esta situación, no podemos persistir en las viejas formas de la política socialdemócrata, la globalización es una crisis en el modo de la izquierda media, ahora la política socialdemócrata tal como está constituida se vuelve insostenible. El punto de partida para la teoría crítica es aceptar que ésta es la prueba y que debemos mirar, en un mundo nuevo, con unos ojos frescos para revisar todas estas cosas de un modo nuevo. Por supuesto que el proyecto permanece absolutamente incompleto en términos de igualdad y justicia social, para mí es casi como una creencia religiosa, el argumento de la inclusión social siempre está en mi forma de respirar, pero siempre puedo reconocer que tomo partido políticamente, porque los cambios políticos que he argumentado pasan… En Inglaterra el movimiento de la socialdemocracia se dedicó por completo a ayudar a la gente de mi misma procedencia, pero ahora los intereses utilitaristas del poder gobiernan contra esta gente, debemos reconocer que esto está sucediendo. Y esto no es sólo porque existen intereses en ello, esto no es particularmente malo… es el cambio sistémico en las posibilidades de una política socialdemócrata, si queremos reinventar nuevas estrategias para llevar a cabo proyectos de justicia social y de igualdad, an- La obra de Ivor Goodson tes que nada tenemos que mirar a estas áreas afectadas y encontrar nuevas estrategias para estudiar y para representar a la gente en formas particulares de escritura, lenguaje, enseñanza y aprendizaje, las cuales orientan a la gente por sí mismas. Sí que debemos empezar desde otro lugar, sí que es mucho más difícil y sí que algunas de las viejas políticas están colapsadas, pero claramente pueden emerger nuevas políticas, tenemos ejemplos de movimientos antiglobalización, movimientos de mujeres, un amplio abanico de movimientos sociales y luchas, como el movimiento contra la guerra en España y en el mundo. Probablemente las luchas se vuelvan mucho más episódicas, centradas en asuntos más simples, más epifánicas, estamos haciendo que pase en diferentes tipos de lugares y posiciones, pero esta situación no se puede distinguir del proyecto de igualdad y justicia social, podemos salirnos de esto, pero se expresará de otro modo, si los políticos rechazan hacer esto, al final la gente perderá su interés por lo que hacen... Emergerá una nueva política o emergerán políticos que empiecen a representar de nuevo a la gente en contra del poder, en lugar de representar al poder en contra de la gente. O sucede esto, o será difícil ver cómo estas políticas mantendrán algún control en el contexto global. Emergerá una nueva política, una nueva política que empezará a representar a estas corrientes mayoritarias. M.- Todo lo que me has contado me recuerda un poco a las posiciones políticas de teóricos como Toni Negri, que estuvo el año pasado dando varias conferencias en Barcelona. Negri sostuvo entonces que una de las nuevas formas de acción política se ha podido ver, por ejemplo, en el desarrollo del movimiento contra la guerra en España, que ha sido muy fuerte y que ha encontrado en la red un lugar para compartir objetivos y una nueva forma de acción política. Junto con otros teóricos italianos, este intelectual intenta combinar el análisis de los cambios en el mundo global con el análisis de los cambios en el perfil de los trabajadores, de los nuevos trabajadores; por ejemplo, en el caso de la educación o la enfermería, donde la necesidad de atender al cuidado de los demás es relevante en un contexto dominado por la precarización, donde los es- - 115 - C O N -C I E N C I A S O C I A L tados no pueden o no asumen una política de servicios sociales públicos. También aborda la necesidad de repensar la gestión del tiempo y el espacio, para reinventarnos como trabajadores, para crear nuevos modos de trabajo o cultura. Desde su trayectoria como intelectual comunista analiza cómo en el postfordismo, los intelectuales, desde su historia como trabajadores y proletarios, deben hacer frente a una lógica completamente distinta al papel que tenían cuando defendían, a través de los sindicatos, los derechos de los trabajadores de las fábricas en el capitalismo. En síntesis, sostiene que como trabajadores necesitamos nuevas formas, que superen las de la Modernidad, para comprender el nuevo orden global y para reposicionarnos en este orden, mientras, simultáneamente, nos construimos una identidad. I.- Sí, creo que esto se relaciona estrechamente conmigo, con lo que hemos hablado de la disposición de las historias en el discurso y es lo que digo que está ocurriendo en el mesonivel, en la mediación y la identidad de los trabajadores. Precisamente, de eso trata mi perspectiva sobre lo que pasa entre las reformas que están aconteciendo y los proyectos identitarios que la gente tiene individualmente, que han empezado a formar y redefinir por completo, colectivamente, las nuevas identidades de los trabajadores, es obvio. De forma muy similar, su posición en el discurso es un mensaje teórico sobre donde estamos localizados, debemos estar en el mesonivel donde ocurren las luchas de la mediación. M.- Creo que es importante que abordemos también en la entrevista la situación local en España y ver qué elementos tenemos para repensar la educación aquí, cómo resistir frente a este mundo global para contestar a las transnacionales y adoptar estrategias como profesores que promuevan un cambio en nuestras prácticas cotidianas. ¿Cuál es tu diagnóstico sobre la situación en España a partir de lo que has podido observar durante tu estancia aquí? I.- Una diferencia importante entre mi localización y algunas posiciones teóricas del currículum, y esto está relacionado bastante con la idea que tú mencionas de cómo se resiste en España, es que yo personalmente no comparto el punto de vista de que nuestra posición es siempre resistir, oponerse y criticar. De alguna forma, para mí todo es política, porque si crees que ciertas cosas son posibles en este momento de refracción y mediación, a veces es una cuestión de resistir, ciertamente, pero a veces es más una cuestión del destinatario de la refracción que tú quieres, que ya está también allí. No es una cuestión de estar siempre resistiendo, es una cuestión menos local, es más bien cómo el movimiento global es refractado y redirigido en esta particular situación local. En este momento, a veces resistimos, soportamos, nos oponemos, en una dirección, a veces en ambas. Creo que es cierto que cuando examinamos el currículum español lo que hemos hablado sobre el retorno a lo básico en las reformas conservadoras, en algún sentido sí me parece muy claro que sería un resistente, pero ahora existen nuevas iniciativas para perder algunas… extraer algunas de estas cosas que están en áreas más experimentales, áreas que son más interesantes, para convertir las categorías monolíticas de materias en categorías más amplias y posibilidades más interesantes que estos temas disciplinares. Pero no es una cuestión de resistir fácilmente frente a la propuesta de materias de los modelos conservadores, es cómo respondemos a esta nueva iniciativa porque en cierta manera formamos parte de ella, es cómo responder con nuevas iniciativas; algunos continuarán en esta vía y otros continuarán en las dos, es lo que pasa con el movimiento de retorno a lo básico. Es una gran decisión y a la vez divertida que tienes que tomar, que está muy próxima a analizar crítica y detalladamente antes de decir sí, así es como yo quiero responder. En España, como en todas partes, yo me opongo a la idea, que viene de antiguo, de que a la gente le gusta estar siempre resistiéndose, siempre oponiéndose y siempre criticando, porque desde mi punto de vista es una cuestión política, porque los gobiernos, la gente, los intereses globales, los grupos de intereses, son multifacéticos. No existe un capitalismo universal cruel, existen muchos subsegmentos y diferentes movimientos que necesitan cada uno de ellos estos intereses. Y este es el punto que define el lugar de presión y el lugar de la - 116 - P E N S A N D O S O B R E ... mediación, lo que más representa todas las cosas que queremos. Una noción que va más allá que estar siempre resistiendo y de resistir siempre, personalmente, las adversidades. M.- ¿Es ésta una lectura foucaultiana, que sostiene que no hay nada fuera del discurso y de las relaciones de poder? ¿No hay posiciones que estén libres de poder? I.- Sí, no las hay, es así. En muchos sentidos sí, esto sirve por ejemplo para comprender cómo reaccionan los profesores ante la situación en España. M.- Recientemente, no sé si estabas en Barcelona, pero una de las cosas sorprendentes, fue que la televisión pública catalana dedicó una semana entera al maestro como tema monográfico. No sé si lo viste… I.- Bueno, la semana pasada estaba en Granada. M.- Fue interesante observar cómo se dedicaba toda una semana en este medio de comunicación a un tema “solidario”, de una forma similar a como se había dedicado anteriormente al tema de la violencia de género. La mayoría de programas de esta televisión pública abordaron el tema de la enseñanza en sus debates, entrevistas y noticias, se hicieron programas especiales y se trató también este tema en documentales y películas. Fue realmente interesante y duro, porque de la misma forma que se pudo ver algún seguimiento que narraba la vida cotidiana de los maestros en las aulas de educación infantil, primaria y secundaria, la sensación que, en general, predominaba era que se estaba abordando un tema problemático, un ámbito que “está en crisis”. El debate central, manejado por uno de los presentadores más mediáticos, contrapuso las voces y opiniones de estudiantes, maestros y padres, desde una perspectiva de polarización. El programa mostró las posiciones enfrentadas y se regodeó en la evidencia de que hay algo que no funciona, todo el mundo parece compartir que hay algo en el sistema educativo que no funciona, y esto incluye la posición de decepción y desinterés que predomina entre los jóvenes hacia la escuela, el malestar docente y la crisis de autoridad de los padres a la hora de educar a sus hijos. Este discurso catastrofista, desde mi punto de vista, sólo promueve un debate estéril sobre la educación, sin localizar el debate en el contexto de repensar la escuela co- La obra de Ivor Goodson mo un servicio público. Por otro lado, durante las últimas semanas, también como viene siendo habitual, los medios de comunicación se han hecho eco solamente de los brotes de conflicto y violencia que se han dado en alguna escuela secundaria obligatoria. Recientemente, un grupo de adolescentes en una escuela del área metropolitana se peleó con otro grupo, hiriendo con una navaja a uno de los chicos. La semana pasada me contaban otro caso de una profesora que imparte literatura y humanidades en el bachillerato. Había recibido amenazas de unas madres porque había suspendido a sus hijos y finalmente estas madres la agredieron, e hirieron al conserje que trató de proteger a la profesora. Éste es un poco el clima que contribuyen a producir y que se transmite a través del discurso mediático, que está impregnando la opinión pública; se representa la educación a partir del conflicto y la violencia, se difunde la desafección de los profesores sobre su trabajo, y no se habla de lo que sí funciona. ¿Qué piensas sobre esto? I.- Es un discurso emergente en los periódicos que se extiende a lo largo de todo el mundo occidental, se incrementan los artículos sobre violencia, sobre los profesores descontentos, sobre disparos en las escuelas. Claro que esto son instancias factuales, pero para mí la cuestión es por qué actualmente siempre se informa de la educación de este modo. El sentido de la crisis está también promovido por los medios; claro que hay violencia y ataques de los estudiantes en las escuelas, hay una desafección masiva entre los estudiantes y sólo hay que hacer estudios históricos para mostrarlo, para ver que esto es lo que sucede. Pero la cuestión es quién está creando este sentido de pánico y por qué lo están haciendo, y esto está relacionado de algún modo con un intento de posicionar la educación pública en una forma particular. En otras palabras, existe un grupo de poder que lo que quiere es tomar posesión de las escuelas, por ejemplo en Londres, lo que desean es privatizar algunos aspectos de estas escuelas; este grupo está relacionado con el grupo que está creando este discurso y que quiere controlar lo que pasa en las escuelas a través de mostrarnos cómo viven los profesores la violencia. De algún modo, un profesor que recibe una respuesta violenta merece un to- - 117 - C O N -C I E N C I A S O C I A L tal apoyo y simpatía, no creo que haya que huir de la crisis real de los incidentes, pero lo que trato de decir es que se pueden presentar las escuelas de muchas formas. Podemos, por ejemplo…, en otro mundo y en otro momento histórico, podríamos proporcionar historias maravillosas sobre las cosas buenas que suceden en las escuelas públicas, sobre cómo diferentes grupos de presión están trabajando conjuntamente en las escuelas y cómo, en el lado opuesto, algunos de los trabajadores sociales van a la escuela y esto es maravilloso, o cómo en el sur, en Latinoamérica, diferentes grupos están trabajando conjuntamente. Tú puedes narrar la historia sobre ello y sería igualmente verdad. La cuestión es por qué no hay otras historias, por qué sólo hay malas noticias sobre la escuela o cómo podríamos tener buenas noticias, lo que me interesa es saber por qué pasa en España pero también está pasando en muchos otros países en este momento. ¿Es esto a lo que llamamos incidencias o sólo estamos recibiendo el consenso que se forma en los medios y más allá de estos grupos de interés, que ésta debe ser la forma en que las escuelas se deberían presentar en este momento? Hay una teoría de la conspiración, en la que yo no creo, pero sí que existen en todo el mundo grupos de presión que quieren privatizar la escolarización y que quieren captar la escuela pública de una forma general, que quieren reducirla y quieren que sea vista como una institución que está en crisis, hay grupos críticos que lo reflejan. Todas estas cuestiones se están rescribiendo con la cobertura de las noticias en España sobre las escuelas y me gustaría particularmente saber por qué se ponen estas noticias en los medios, ¿es esto todo lo que se puede decir sobre toda la educación pública? Históricamente, la educación es una empresa emocionante y maravillosa a un cierto nivel, la verdadera idea de que podemos tratar de educar a cada persona y darle esta atención es una empresa maravillosa y fantástica, por eso creo que debemos escribir lo mejor de la educación pública. Tengo que ser crítico con el tema de la gente que cuenta malas noticias, puede que, en gran medida, esto vaya en contra de la aproximación de la misión de la educación pública, puede que no les guste la idea de que los grupos desaventajados tengan una educación pública, lo que ha sido una lucha histórica. Lo que yo me pregunto en el contexto español y en el norte es por qué se dan estas malas noticias y no hay buenas noticias; creo que esto es parte del debate y me gustaría que se dieran buenas noticias sobre lo que la escuela pública hace por algunos chicos, sólo se ven las cosas graves o terribles de las que se informa. M.- Pienso que otra de las paradojas es que nadie responde o contesta este discurso mediático sobre la catástrofe en la educación; los profesores parecen aceptarlo, lo reinterpretan y lo asumen en sus propias vidas. Esto es interesante porque quizás el interés que persiste en el discurso mediático es el de contribuir al libre mercado, a la liberación y la privatización de la educación pública, y simultáneamente se introduce una especie de patologización que caracteriza la identidad de los profesores, los maestros se sienten cansados, enfermos, etc. Es un tipo de versión que no proporciona ninguna solución a los profesores, porque algunos profesores responden de la misma forma que mis alumnos de prácticas: prefieren verse de una forma individualizada, como consumidores y prefieren trabajar y luego prestar más atención a su vida privada y al consumo, lo que hace que se reduzcan sus proyectos a sus vidas individualizadas y no se crean redes para compartir y para discutir estos problemas; se asume acríticamente esta representación de los medios de comunicación. I.- El control de los medios es realmente importante... Fue increíble en Canadá, cuando estaba trabajando allí en 1995, el gobierno de derechas que salió elegido tenía en su programa privatizar la educación. Lo fascinante es que alguien grabó una discusión del nuevo ministro de educación con un grupo de gente, sobre cómo debería establecerse la reforma y empezó por decir que, en realidad, había que crear una sensación de crisis y que esto tenía que hacerse a través de las noticias en los medios. Conocemos los hechos, hay una estrategia política que dice que hay que crear una sensación de crisis y luego se hacen circular una serie de historias en los - 118 - P E N S A N D O S O B R E ... medios simpatizantes que producen esta crisis. Frente a esta crisis puedes avanzar las reformas y la proletarización que quieras, porque la respuesta a la crisis se puede crear, esto es una estrategia de dominación, primero los grupos dominantes crean una crisis y luego resuelven la crisis con la solución que ya tenían previamente. Desafortunadamente, debido a que la gente está informada en cierto modo por los medios, la gente acepta esta crisis, no la contesta y por eso luego es fácil que llegue la solución. Pero el momento de la mediación se da cuando se crea una punta de crisis, es entonces que tendríamos que preguntarnos por qué no podemos mirar la educación pública de otro modo, cuando hay otras diez historias diferentes que contar. En cambio, no tendemos a hacerlo, nosotros también, al igual que los demás, tendemos a crear resistencias teóricas y eso no se toca. Mi experiencia me dice que la investigación educativa no reúne las contestaciones en la forma en que deberíamos y esto ha sido muy a mi pesar a lo largo de mi vida; podríamos escribir un artículo clarificador sobre ello. No nos sentimos comprometidos y una de las razones empezó con la política general educativa que importó a la gente de los medios, para escribir sobre lo que necesitamos. Es precisamente por eso, que quiero una política educativa para hablar con los medios y que esté implicada en los medios, tenemos gente en los periódicos que trabajan en ello y tratamos de escribir cartas y testimonios, es un buen trabajo que se está haciendo en Inglaterra. Otro buen ejemplo de la otra cara de la mediación es cómo se crean las historias sobre la escuela en la prensa y si trabajamos en el momento de la mediación, podemos estar allí contestándolo. No siempre resistiendo, no dando respuesta, sino contestando, que es muy diferente. Pienso que el rol de la teoría crítica no es el de ser un crítico académico, estar sentado en un sillón y resistirlo todo, estoy diciendo que nuestra tarea es contestar, no La obra de Ivor Goodson se trata de resistir sin problematizar, sino de contestar en el momento de la mediación, siempre y cuando sea posible. M.- En este sentido las historias de vida nos permiten deconstruir y reconstruir esta situación en el campo de la educación. I.- Absolutamente cierto. Contra la cara individual de la mediación, tú lo has dicho, las personas deconstruyen y reconstruyen su identidad, de algún modo éste es el lado importante de la contestación, ¿por qué no podemos penetrar de la misma forma a través de las presiones institucionales y los recursos? Aunque podemos autorregular a la gente, y lo hacemos… no obstante, siempre habrá una contestación, a menos que digamos que la conciencia humana se ha perdido del todo. Para mí ésta es la cúspide de la mediación, el gran foco de contestación. M.- Perfecto. ¿Quieres añadir algo alguna cosa a la entrevista que no te haya preguntado o de la que no hemos hablado? I.- No, creo que las preguntas han estado bien. M.- Sí, yo también pienso que ha sido una conversación muy interesante y necesaria, muy política. I.- Una conversación completa. M.- Gracias por todas tus aportaciones. Creo que esta conversación complementa y amplía algunas de las cuestiones que se plantean en el artículo bio-bibliográfico y de las que es necesario hablar y seguir conversando en nuestro contexto, del mismo modo que pienso que es muy útil una perspectiva como la que tú planteas, porque no es habitual encontrarla en otras posiciones discursivas y prácticas que son más estáticas. Desde mi punto de vista, necesitamos este tipo de teoría que traiga conjuntamente lo global y lo local, la mediación y las posiciones de identidad y las vidas de los profesores. Creo que es interesante comprender qué está pasando en este mundo global y qué podemos hacer para contestar o sacudir las relaciones de poder, no desde la perspectiva de salirse del sistema, sino para provocar algún desplazamiento desde dentro de las relaciones de poder. Muchas gracias por todo. - 119 - III RESEÑAS Y CR ÍTICAS DE LIBROS • A. VIÑAO: Engañados, escolarizados, infelices • A. TERRÓN BAÑUELOS: En clave de panorámica histórica: ensayos sobre el sistema educativo español • P. GIMENO LORENTE: Pensamiento social y escuela: Un binomio imprescindible para una Didáctica Crítica • P. OLIVER OLMO: El poder de la presentización y el control de la memoria • R. VALLS: Historiografía, memoria y usos públicos de la historia • A. BRONCANO RODRÍGUEZ: En la frontera del concepto de inteligencia. Perspectivas críticas de la psicología educativa • D. SEIZ RODRIGO: Aprendiendo a distinguir... distinguiéndose Engañados, escolarizados, infelices Antonio Viñao Universidad de Murcia CUESTA, R. (2005). Felices y escolarizados. Crítica de la escuela en la era del capitalismo. Barcelona: Octaedro-EUB. 274 pp. Intentar presentar a Raimundo Cuesta a los lectores de Con-Ciencia Social está fuera de lugar. Colaborador habitual de la revista y miembro activo y relevante de Fedicaria, su presentación es innecesaria. Incluso es posible que dichos lectores conozcan ya la obra que comento (como conocerán otros libros y artículos suyos), bien directamente, por haberla leído, bien indirectamente a través de la apretada síntesis que el autor publicó en Cuadernos de Pedagogía (“La escolarización de masas: un sospechoso y ‘feliz’ consenso transcultural”, Cuadernos de Pedagogía, 334, 2004, pp. 81-85), de otras reseñas (por ejemplo, de las escritas por Rafael Valls para Iber. Didáctica de las Ciencias Sociales. Geografía e Historia y Manuel Ferraz para Indaga. Revista Internacional de Ciencias Sociales y Humanas) o simplemente de la lectura de trabajos anteriores en los que ya avanzaba alguna de las ideas aquí desarrolladas de forma más extensa. En todo caso, y pensando en quienes no lo hayan leído todavía, parece necesario intentar exponer, de forma sintetizada y necesariamente incompleta, las ideas, tesis, fundamentos y aspectos básicos del libro. 1 Un primer rasgo, que sorprende por lo inhabitual, es que, tratándose de una obra escrita por un solo autor (aunque en su redacción provisional haya sido objeto de lecturas y comentarios de algunos fedicarianos más próximos al mismo), se presenta inserta en un proyecto colectivo más amplio (el Proyecto Nebraska) que, a su vez, se lleva a cabo dentro de esa sociedad de debate y confrontación crítica, entre otras cosas, que es Fedicaria. Es, pues, una obra de autoría individual pero, en cierto modo, compartida. Un segundo rasgo, relacionado con el anterior, es que Felices y escolarizados está escrito, según palabras del autor, desde “una cierta confrontación con las ideas dominantes en las comunidades académicas relacionadas con la educación y su historia”, desde “una región necesariamente molesta y a contrapelo”, desde la “libertad”, en suma, que proporciona el no “ganar” el “sustento a cuenta de ninguna de ellas” (p. 10). Es decir, al margen o fuera, pues, de dichas comunidades pero en confrontación con ellas. De ahí, quizás, el estilo en ocasiones desenfadado que utiliza y el tono como de desahogo, ajuste de cuentas o necesidad personal de decir lo que se dice y como se dice que, asimismo en ocasiones, aflora a lo largo del libro1. Añadamos un tercer rasgo de índole estructural. La obra se compone de cuatro Baste un solo ejemplo: en la página 51, nota 19, se califica a Jovellanos de “padre de todos los engendros dieciochescos”. En primer lugar, los escritos y recomendaciones de Jovellanos tuvieron escasa o nula influencia en las reformas educativas o planes de reforma que, con mayor o menor fortuna, se llevaron a cabo en la España del siglo XVIII (suponiendo que esos sean los “engendros” –“plan, designio u obra intelectual mal concebida” según la Real Academia– a los que el autor se refiere). En segundo lugar, desde un punto de vista práctico de lo único que puede considerarse como auténtico e indiscutible “padre” a Jovellanos en el siglo XVIII es de la creación del Real Instituto Asturiano de Gijón al que no creo que pueda aplicársele el calificativo de “engendro” salvo que se considere que no fue sino una manifestación más del engaño escolarizador. - 123 - C O N -C I E N C I A S O C I A L capítulos y un epílogo. Los cuatro capítulos (“La conquista de la felicidad: bosquejo histórico-crítico de la escolarización obligatoria”; “Paradojas y sueños de la razón historiográfica”; “Pensar históricamente la escuela. Modos de educación en la España contemporánea”; y “La forja del Estado social y la constitución de la infancia feliz y obligatoria”), son cuatro ensayos que, como indica el mismo autor, pueden ser leídos de forma independiente. El conjunto forma “un ensayo de ensayos entrelazados” por la “mirada” a la vez “crítica y genealógica” con la que se analiza “la escuela en la era del capitalismo” y, en definitiva, las sociedades “emanadas” de este último (pp. 9-10). O, si se prefiere, una institución (la escuela), un proceso social y educativo (la escolarización) y un modo de organización social y sobre todo económico (el capitalismo). Los fundamentos teóricos, reconocidos una y otra vez, con los que el autor se pertrecha para llevar a cabo este análisis proceden de la sociología crítica de la educación (Lerena, Varela y Bourdieu en especial), de la historia social de inspiración marxista, y sobre todo de Foucault (no en balde este autor es el más citado y no para contradecirlo sino para apoyarse en el mismo) y, algo más diluido o evanescente, de Nietzsche. Esta mirada foucaultiana se aprecia tanto en el léxico (“regímenes de verdad”, “gubernamentalidad”, “microfísica del poder”, “tecnologías del yo”, “mirada genealógica”, “sociedad disciplinaria”, etc.) como en el enfoque globalizador, explícalo-todo, con que se abordan las cuestiones antes citadas. Con dichos fundamentos Raimundo Cuesta emprende la tarea de desmontar el “discurso feliz” del “ideal progresista” o “liberalsocialista” sobre la escolarización. Un discurso basado en tres “supuestos ilusorios acerca de la entidad y funciones de la escuela y el Estado en la era del capitalismo, a saber: la aceptación de la idea de progreso, la consideración de la escuela como un espacio o recipiente vacío y distinto de la sociedad y la concepción ahistórica e instrumentalista del Estado como un poder neutral”. Frente a esta “visión” que califica de “teleológica y lineal de la historia educa- tiva”, el autor, “siguiendo la vía genealógica” y, añadiríamos, con una copiosa fundamentación histórica, procura “resaltar las discontinuidades, contradicciones y resistencias habidas en este proceso” (p. 249). Pero no se queda ahí, sino que, no satisfecho con ello, va más allá y ofrece todo un análisis global, totalizador, con ciertas pretensiones de universalidad, sobre la institución escolar, el proceso de escolarización y nada más y nada menos que el Estado (una cuestión clave a lo largo de todo el libro) en las sociedades contemporáneas. Esta última característica, unida a las anteriores, confiere al libro de Raimundo Cuesta una especial relevancia: dentro del panorama de la historiografía educativa española es el único libro que, integrando las bases teóricas antes indicadas, ofrece unos planteamientos críticos sobre la institución escolar y el proceso de escolarización en el contexto de un análisis global sobre las sociedades capitalistas. De ahí que merezca ser leído y debatido. Como supongo que el autor ha pretendido, el libro no está escrito para ser leído sino para hacer pensar y sobre todo para provocar el debate. Es desde esta perspectiva desde las que hay que entender no sólo la crítica a la que somete la obra de Manuel de Puelles, a quien considera el exponente más relevante de la historiografía liberalprogresista (también llamada liberalsocialista en ocasiones), así como la que efectúa de las dos obras recientes de Agustín Escolano y de quien esto escribe (así mismo como destacados representantes de eso que se ha dado en llamar la historia cultural o sociocultural de la educación), sino también este mismo comentario o reseña. ¡Bienvenido sea el debate¡. En especial si éste se hace, como es el caso, desde el reconocimiento y respeto intelectual, e incluso la amistad. Desde esta perspectiva global e interrelacionada Felices y escolarizados posee indudables aciertos. El papel desempeñado por el adoctrinamiento religioso y político en el proceso de escolarización en los siglos XVI y XVII, su relación con la formación de los Estados nacionales, la implantación del Estado Social a partir de la segunda mitad del XIX y del Estado del Bienestar en el siglo XX, así como la naturaleza antirevoluciona- - 124 - RESEÑAS ria, y en cierta medida conservadora, de muchas de las propuestas y medidas escolarizadoras y el análisis de las contradicciones y resistencias a las mismas, son, entre otros, algunos de los aspectos que en esta obra se hallan documentados y tratados con acierto. El cómo la extensión de la escolarización ha ido acompañada de otros procesos paralelos de segmentación horizontal y vertical en los sistemas educativos y establecimiento de redes escolares diferenciadas es otro de los temas oportunamente considerados. El estudio de la relación (desfase o acomodación) de las edades de escolarización obligatoria, penal y laboral, en el contexto de la progresiva infantilización de la adolescencia y edad juvenil (un fenómeno más apreciable en España que en otros países de nuestro entorno donde la independización de la familia tiene lugar a edades más tempranas), resulta así mismo sugestivo y sugerente. En fin, era necesario que en el panorama, algo adormecido, de la historiografía de la educación española apareciera una obra de este tipo para que volvieran a la palestra algunas de las cuestiones olvidadas o dejadas a un lado en los últimos años, incluso dentro del campo de la sociología histórica de la educación que antaño trabajara Carlos Lerena. Dicho lo anterior, y como muestra de la relevancia de las tesis mantenidas en este libro por Raimundo Cuesta, me permitiré exponer algunas de las dudas o problemas que me ha suscitado su lectura. Dudas y problemas que son el resultado de ese hacer pensar que la obra provoca y que expongo sin ánimo de sentar cátedra. Dudas y problemas que contrastan un poco con la certidumbre y rotundidad con la que Raimundo Cuesta escribe y efectúa buena parte de sus afirmaciones. Si esta exposición incompleta, que no pretende agotar el debate sino iniciarlo, sirve a su vez para hacer pensar, tanto mejor. Con tal fin, me centraré en sólo tres cuestiones: la concepción de la escolarización y de la escuela como artefactos; la periodización elegida en el análisis del proceso de escolarización; y el papel o función del Estado en el mismo. Las metáforas y símiles muestran y dejan ver lo que de otro modo no pude mos- trarse ni verse. En educación abundan por doquier y suelen manejarse sin prestar mucha atención a las imágenes visuales, y por tanto mentales, que generan. El símil del artefacto o artificio para referirse al proceso escolarizador es uno de esos casos. En palabras de Raimundo Cuesta al analizar la obra de Comenio, “la Didactica Magna, al igual que todos los planes sistemáticos de escolarización pública universal dentro del capitalismo” deben ser considerados como “un artefacto (por lo que tiene de ingenio mecánico) que contiene una artimaña (un artificio para engañar)” (p. 30). Las expresiones de “artefacto escolar” y “artimaña” como “artificio para engañar” vuelven a utilizarse para caracterizar las propuestas de Condorcet (p. 42), la de “artificio escolar” al hablar de la “historia de la implantación de la escolaridad obligatoria” (p. 46), la de “artefacto” para referirse al “sistema nacional español de educación” (p. 52) y la de “maquinaria escolar”, en este caso tomada de Varela y Álvarez-Uría, en relación con las bases en las que se fundamenta la “escuela universal, obligatoria y nacional” (p. 54). El engaño, presente desde Comenio y Lutero hasta Luzuriaga y todos los promotores anteriores y posteriores de la escolarización, reside en que lo que se presenta como “progreso” o “liberación” no es en realidad sino un sistema más de disciplinarización, control y dominio de las conciencias, de infantilización, de sometimiento e integración de las clases populares en el sistema capitalista. De este modo la escuela en el capitalismo desempeña la triple función de inculcar, reproducir y legitimar “las estructuras sociales y las formas de poder dominantes” (p. 103). Una vez felices, por escolarizados, nuevos mecanismos, más sutiles, menos evidentes, de desigualdad y control, ocultan y legitiman, ante estos infelices, las diferencias sociales y el ejercicio del poder en las sociedades capitalistas hasta llegar al “Estado evanescente” de nuestros días y, añadiría yo, al Gran Hermano invisible que todo lo controla. La mejor prueba de este engaño serían las resistencias al proceso escolarizador mostradas, en diversas ocasiones, por las clases populares y por el movimiento obre- - 125 - C O N -C I E N C I A S O C I A L ro. Que dichas resistencias existieron es algo indudable. Así lo he señalado en más de una ocasión. Que prueben, por sí mismas, la existencia de un engaño a gran escala es dudoso (lo que no quiere decir que tal engaño no exista: puede haber resistencias y haber o no haber engaño). Entre otras razones porque en el primer caso (entre las clases populares) la explotación fabril, o de otro tipo, del sistema capitalista, que propiciaba la escuela al apartar a los niños y niñas de la familia y de la calle, lo que hacía era sustituir un tipo de explotación, la familiar o la de la calle, por otra. No había liberación en la fábrica, pero tampoco la había en la familia o en la calle. La resistencia a la escuela no era por motivos ideológicos o por la oposición a un tipo determinado de explotación y engaño, sino porque los niños y niñas eran una mano de obra gratuita que podía ser explotada, sin limitación alguna, en un ámbito familiar patriarcal y autoritario. El padre no era padre sino “padre padrone” y a este “padre padrone” no le interesaba, desde un punto de vista económico, que los niños y niñas fueran a la escuela. Lo que quería era que trabajaran cuanto antes y de modo gratuito, para, por así decirlo, la empresa familiar. En definitiva si la escuela del capitalismo era un engaño también lo era, a su modo, la de la familia. En cuanto al movimiento obrero, puede citarse todo lo que se quiera la célebre frase de Marx sobre la inadmisibilidad de la educación popular a cargo del Estado, como se hace en la página 193, o aludir a la clara oposición, en España, del movimiento anarquista a la escuela estatal o municipal, pero no conozco ningún partido o sindicato obrero o de inspiración socialista o marxista que, una vez llegado al poder público, estatal o de otro tipo (y el caso del anarquismo y su colaboración en el CENU du- 2 rante la guerra civil sería uno de los ejemplos más clamorosos), no haya recurrido al mismo como vía para la implantación de un sistema escolar de acuerdo lo más posible con su ideología e intereses (lo mismo podría decirse de los partidos conservadores y liberales). La oposición hay que verla, pues, al tipo de escuela promovida desde las instancias estatales o municipales, no a la idea de la promoción de la escolarización desde los poderes públicos. Todo depende, en último término, de que dichos poderes estén en manos de unos o de otros. Lo que Marx quiso decir, y no dijo, fue que lo que consideraba inadmisible era la educación del pueblo por “ese” Estado (el alemán de su tiempo) no por el Estado en general. Esta visión de la escuela y de la escolarización como el gran engaño o estafa, como una farsa que acaba en tragedia, es desde luego matizada en alguna ocasión por el autor y negada de modo inconsciente también de vez en cuando, como no podía ser menos en alguien que se dedica y siente pasión por la enseñanza2. Así, en la página 65 califica de “escandalosa desidia” el desinterés, en España, del Estado por la escuela primaria y el abandono de los propósitos educadores a cargo del Estado formulados por los liberales gaditanos; en la página 210 se refiere a las “limitaciones y vergüenzas” del Estado del Bienestar en España; y en la página 227 califica, así mismo con acierto, de “lacra” y “mal” la inhibición estatal en relación con la educación primaria en la España de los años 40 y 50 del siglo XX. Calificativos todos ellos propios de un historiador “liberalprogresista” pero poco coherentes en alguien que considera la escolarización como un artificio configurado para el engaño masivo de las clases populares bajo la promesa, incumplida, de la felicidad y el progreso para todos. Sol Cohen, al referirse a las distintas historias de la reforma escolar en Estados Unidos, distingue tres modelos o modos de entender dicho cambio: como un romance o novela en la que las fuerzas democráticas terminan, pese a las resistencias, por imponerse; como una tragedia en la que las fuerzas de la reacción acaban siempre triunfando y en la que todo va a peor; y como una sátira o ironía en la que el cambio es una ilusión o un mito (Challenging Orthodoxies. Toward a new Cultural History of Education, New York, Peter Lang, 1999, p. 88). Desechado el primero, el modelo de Felices y escolarizados combinaría la tragedia con la sátira o ironía. - 126 - RESEÑAS En último término esta contradicción remite a la conocida distinción lereniana entre reprimir y liberar. Carlos Lerena, y en esto, como en otros aspectos, coincido con Raimundo Cuesta, “no veía la escuela como una alternativa entre reprimir y liberar, ambas cosas eran, para él, la misma en incansable tic-tac”. Por ello Cuesta, a diferencia de Lerena, se siente “más inclinado a concebir la maquinaria escolar como un espacio menos mecánico (menos reloj y más campo magnético de fuerzas)”, un símil que a mí, al menos, me resulta más aceptable. Lo que sucede es que, en su enfoque del proceso de escolarización, en Felices y escolarizados pone el acento “en una de sus caras porque habitualmente se pone el énfasis en la otra”3. Aquí es donde reside la clave del libro. En este sentido, su propósito último no es tanto el análisis del proceso escolarizador (que lo es) cuanto desmontar los argumentos del discurso o enfoque progresista sobre el mismo. Mostrar la otra cara de la moneda. La cuestión, que permanece en pie, es si es posible mostrar una de las dos caras, la que sea, sin negar o poner en entredicho la otra, y que, por tanto, este comentario-reseña sea visto no como un intento de equilibrar el peso de ambas caras a partir de Felices y escolarizados sino de mostrar el reverso de la que en este libro se muestra. La segunda duda que tengo y deseo plantear es la de la periodización, otra cuestión clave del libro. En esto también hay un acuerdo inicial con lo que en él se mantiene: las periodizaciones que suelen (solemos) utilizar los historiadores de la educación, parcelando los capítulos en función de los cambios de régimen político, de gobierno o de monarca resultan inadecuadas para analizar las evolución histórica de las culturas escolares o, añadiría yo, de procesos de larga duración como la alfabetización o la escolarización (pp. 121 y 123124). De acuerdo, aunque el principio general puede admitir alguna excepción o ma- 3 tiz. El problema se plantea cuando tenemos que buscar otros criterios de periodización. Entre otras razones porque dichos criterios sólo pueden ser extraídos del análisis mismo de aquel aspecto de las culturas escolares o de aquel proceso socioeducativo que se está estudiando, sin que tengan necesariamente que coincidir unos aspectos o procesos con otros y, menos aún, entre ellos. Para el análisis evolutivo del proceso de escolarización Cuesta recurre en principio, reelaborándolo y desarrollándolo, al léxico y a la periodización establecida en su día por Lerena al distinguir, entre los modos de educación (un concepto paralelo al de modos de producción), el tradicional-elitista y el tecnocrático de masas. La distinción, que ya utilizó en Sociogénesis de una disciplina escolar: la historia, entre un modo de educación elitista y otro de masas no creo que pueda ser negada. La cuestión reside en el establecimiento de los subperiodos o fases de transición, en el inicio y fin de uno y otro modo o fase. Sobre todo en procesos a la vez cuantitativos y cualitativos, como el de escolarización, en los que persisten en el tiempo y se mezclan aspectos de uno y otro modo de educación. Si, además, se excluyen los factores o aspectos políticos relativos a los cambios gubernamentales como un rasgo a tener en cuenta en las subperiodizaciones, el resultado final puede ofrecer algunas conclusiones o afirmaciones que han de ser pensadas con más calma. Dejo a un lado (por los límites de este comentario y no porque se trate de una cuestión irrelevante) que, leyendo Felices y escolarizados, se tiene a veces la impresión de que las categorías para establecer las distintas fases o períodos (categorías que condicionan su análisis) se han establecido de un modo previo a los datos que la confirman. Para quienes nos dedicamos a la investigación en ciencias sociales ello no debe resultar extraño. Siempre se parte de unos conceptos, de un léxico y de unas ideas pre- Quien busque estas citas en Felices y escolarizados no las hallará. Proceden de un intercambio epistolar entre el autor del libro y el de este comentario o reseña. Se trata, pues, de fragmentos o párrafos de un texto privado que se citan con la anuencia de su autor y cuya inclusión considero necesaria para entender esta obra. - 127 - C O N -C I E N C I A S O C I A L vias que luego confirmamos, matizamos o rectificamos. Lo que sucede en este caso es que dichas categorías, al excluir los aspectos políticos y buscar continuidades entre distintos gobiernos y regímenes y, a la inversa, discontinuidades dentro de un mismo régimen o mandato gubernamental, conducen a resultados y afirmaciones algo discutibles. Así, por ejemplo, llega a afirmarse, con matizaciones anteriores y posteriores, que “el franquismo no destruyó ninguna estructura básica ni desarticuló la columna vertebral de las culturas escolares generadas en el seno del modo de educación tradicionalelitista”, sino que “afianzó los aspectos más retrógrados de las mismas” y ralentizó en el período 1939-1959 la evolución más rápida que tendría lugar en esos años en otros países hacia la educación de masas (p. 139); que en los años 50 se recuperaría en España la “pujante tradición” pedagógica renovadora de los años 20 y 30 (p. 136); que la “transición” hacia el modo de educación tecnocrático de masas se inicia en los años 60 tras el plan de estabilización de 1959 (p. 163); y que será la Ley General de Educación de 1970, aprobada durante el franquismo, la que marque el inicio del modo tecnocrático de educación de masas, en el que nos encontramos, que continuará la Ley General de Ordenación del Sistema Educativo de 1990, aprobada por un gobierno socialista (p. 141). O bien que no parece haber diferencias sustanciales entre los gobiernos socialistas y populares de las dos décadas finales del siglo XX y primeros años del XXI (o, si se prefiere, que las continuidades entre ambos son más relevantes que las discontinuidades) (p. 180), al igual que tampoco parece haberlas entre los análisis históricos de Clara Eugenia Nuñez y Manuel de Puelles (desde una postura neoconservadora en el primer caso y liberalsocialista o progresista en el segundo) 4 5 hasta el punto de hacer de este último un promotor o defensor, más o menos inconsciente, de la Ley Orgánica de la Calidad de la Educación de 2002 (p. 115). De todos los aspectos indicados me centraré en uno sólo, el relativo al franquismo. El que en los años 50 y 60 puedan encontrarse en algunos personajes concretos afirmaciones, en especial en el ámbito de la didáctica, que repiten y recuerdan las mantenidas por algunos de los profesores, maestros, inspectores y pedagogos más renovadores de los años 20 y 30 no implica que no existiera una ruptura en las estructuras básicas y en la columna vertebral del proceso de renovación iniciado en este país, y en dichos años, dentro del modo de educación tradicional-elitista (claro que, siguiendo la tesis central del libro, este proceso de renovación y cambio educativo formaría parte, casi todo él, de una tradición liberal-progresista y, por tanto, del artificio que sustenta el engaño que hace felices a los infelices). En este punto habría que distinguir (y esto lo planteo a título de hipótesis) entre el mundo de la pedagogía teórica (la propuesta o, incluso, la prescrita) y el de las prácticas reales. Pese a lo que, siguiendo a Escolano, en algún momento parece afirmarse (p. 137), creo que en los años 30, durante la II República, sí se produjo en este país una cierta conjunción de la cultura teórica de los pedagogos, la política de la administración y la empírica de los maestros4. En este sentido, me parece que no se valora suficientemente el tipo de corte o ruptura que significó el franquismo con lo cual paradójicamente se viene en cierto modo a coincidir (sólo en este punto y de modo parcial, por supuesto) con las tesis al respecto de Víctor Pérez-Díaz y Juan Carlos Rodríguez en su trilogía sobre la educación en España5. Me basta por ello con transcribir, con Me apoyo, sobre todo, en el trabajo de María del Mar del Pozo, “La renovación pedagógica en España (1900-1939: Etapas, características y movimientos”, en Ernesto Candeias Martins (coord.), Renovação Pedagógica. Renovación Pedagógica, Actas de V Encontro Ibérico de História da Educação, Coimbra/Castelo Branco, alma Azul, 2005, pp. 115-159, completada con el “comentario” al mismo, desde la periferia, de Salomó Marqués Sureda (pp. 195-211). Me refiero, como es obvio, a Víctor Pérez-Díaz y Juan Carlos Rodríguez, Educación superior y futuro de España, Madrid, Fundación Santillana, 2001, La educación profesional en España, Madrid, Fundación Santillana, 2002, y La educación general en España, Madrid, Fundación Santillana, 2003. - 128 - RESEÑAS algún cambio, el comentario crítico que al respecto escribí en relación con lo dicho en la mencionada trilogía: imaginemos un país en el que la casi totalidad del profesorado mejor formado (en todos los niveles y modalidades educativas y tanto en el sector público como en el privado), más culto e instruido, más innovador y al día de lo que estaba sucediendo en el mundo en su campo específico (y en otros) desaparece de un modo violento y es sustituido por otro de características en general opuestas durante un lapso de tiempo no inferior a treinta años, o es sojuzgado por la pedagogía del terror, del sometimiento y del silencio. Imaginemos, así mismo, que además desaparecen, junto con sus protagonistas, y son prohibidas durante casi cuarenta años, todas las instituciones formativas, culturales, recreativas y asociativas existentes salvo las acordes con la ideología del gobierno o régimen político y de una confesión religiosa determinada. Esto es lo que sucedió en España: que esos profesores y esas instituciones que, por ley de vida, tenían que haber educado, formado e instruido a las generaciones nacidas en los años 30, 40, 50 y al menos los 60, fueron eliminados o suprimidas, siendo dichos profesores sustituidos por otros con una formación y preparación inferior, y las instituciones o asociaciones reemplazadas, cuando lo fueron, por otras con un ambiente cultural pobre e ideológicamente restrictivo. He ahí un hecho ya de por sí suficiente para explicar el bajo nivel formativo y educativo de dichas generaciones (con todas las excepciones singulares que quieran hacerse) y, como consecuencia de ello, de las posteriores y actuales6. No me parece, más allá de las coincidencias que puedan señalarse entre quienes promovían la renovación educativa y pedagógica en la España de los años 20 y 6 7 30 del siglo XX y unos pocos profesores, maestros y pedagogos de los años 50 o 60, que pueda hablarse de una recuperación en dichos años de la pujante tradición renovadora del período anterior a la guerra civil7. La mejor prueba de ello es que cuando, ya en los 70, comienzan a florecer los grupos y el movimiento de renovación pedagógica ello tiene lugar, salvo en Cataluña (y sólo en algunos casos), con un completo desconocimiento de lo que en este país había sucedido cuarenta años antes. Por poner un solo ejemplo, cuando desde la Asociación Española para la Correspondencia Escolar y la Imprenta en la Escuela (ACIES), creada en 1974, que en 1977 cambiaría su nombre por el de Movimiento Cooperativo de la Escuela Popular (MCPE), se cree estar descubriendo en nuestro país el Mediterráneo de la pedagogía freinetista y se acude en busca de información a Francia, ello se hace desconociendo totalmente la pujanza y actividades de los maestros y maestras freinetistas en la España de los años 20 y 30. El franquismo no es sólo economía, planes de estabilización y apertura a los mercados exteriores (lo que sí empezó a suceder en la década de los 60), sino formas de hacer y pensar y mentalidades, es decir, ideología y cultura. Y, desde esta perspectiva, el modo de educación tradicional-elitista en su más conservadora y autoritaria versión no comienza a ser puesto en entredicho en España hasta las décadas de los 70 y 80. Es más, pervive todavía entre nosotros. Lo cual, aún matizando las subperiodizaciones efectuadas por el autor (como una muestra más de la dificultad que entraña esta tarea como él mismo reconoce en las páginas 134 y 135) viene a confirmar, en este punto, su tesis de que las periodizaciones basadas en los cambios de régimen político o gubernamentales no siempre resultan adecuadas Antonio Viñao, “Ad maiorem mercati gloriam. La historia de la educación en la trilogía de Pérez-Díaz y Rodríguez”, Historia de la Educación, en prensa. Yo no hablaría de recuperación sino, más bien, de un impulso renovador de signo tecnoburocrático, lastrado por el peso del contexto político, efectuado desde supuestos ideológicos y con propósitos muy diferentes a los de la tradición renovadora de los años 20 y 30 que, además, se plantea y lleva a cabo al margen o sin continuidad con la misma. Y ello aunque puedan señalarse, como yo mismo he hecho en alguna ocasión, coincidencias puntuales. - 129 - C O N -C I E N C I A S O C I A L para explicar y entender los procesos y cambios educativos y, mucho menos, los culturales y mentales sin que eso signifique que no existe algún tipo de influencia o relación entre ambos. Queda un tercer punto, el relativo al Estado, aunque yo prefiero hablar de poderes públicos dado el peso que, en la educación y el sistema educativo, han tenido otras instancias públicas como los municipios (en especial en los países del norte y centro de Europa asimismo considerados en este libro) o determinados entes regionales o estados federados. Para Cuesta el paradigma progresista ofrece una “visión ingenua y consensual” del Estado despojándole de su “historicidad” y convirtiéndolo en un “objeto cosificado”, un “espacio” o “cosa neutra e instrumental” (pp. 104 y 107). Frente a dicha concepción y, así mismo, frente a las “elucubraciones de los teóricos del derecho político”, considera, siguiendo a Foucault, que el nacimiento del Estado absoluto (y su posterior transformación en Estado liberal, social, del bienestar y, en los últimos años, evanescente) están ligados a los orígenes y evolución del capitalismo y, con él, a la génesis y desarrollo de las “ciencias de control sobre los sujetos”, de la “biopolítica de las poblaciones”, y de “unos sistemas de disciplina, auténticos tentáculos de un gigantesco cuerpo estatal, cada vez más ligado a la individualización de los agentes sociales merced al examen interno/externo”. Así, “desde el siglo XVII [....] se despliega una nueva anatomía política y una microfísica del poder, una mecánica del poder, mediante la expansión de unas prácticas disciplinarias que imaginan el cuerpo social como una gran máquina dentro de la que los individuos son piezas corporales capaces de ser encauzadas, corregidas y perfecionadas” (p. 105). Este enfoque es útil para destacar y mostrar algo que, en efecto, encubren los análisis jurídico-políticos o las versiones historiográficas más o menos complacientes con esta serie de transformaciones estatales. El Estado de la era capitalista, ya sea absoluto, liberal, social o neoconservador, sigue siendo el Estado, y sus creaciones, el artifi- cio escolarizador entre ellas, sigue siendo un artificio bajo uno u otro régimen político. Pero al mostrar, sin más matices, lo que otros análisis ocultan, mete en el mismo saco formas de organización social y política harto diferentes. En el fondo se peca del mismo defecto, la ahistoricidad, achacada a quienes atribuyen al Estado, per se, unos poderes taumatúrgicos y benefactores. “Contra la opinión comúnmente aceptada, el paso del Estado absoluto al Estado liberal jamás significó una retirada del poder político a las moradas del no intervencionismo” (p. 105) nos dice Cuesta retomando lo dicho por Tocqueville en su clásico estudio sobre la revolución francesa. De acuerdo, pero no se trata del mismo tipo de intervencionismo. No son iguales la centralización y el intervencionismo estatal en una monarquía absoluta y hereditaria, con su sistema de consejos áulicos, que en un régimen parlamentario con todas las falacias y engaños que éste puede llegar a tener. De igual modo, mantener, sin matices, que el capitalismo y el Estado son dos caras de la misma moneda, como se hace en las páginas 187 y 206 de Felices y escolarizados puede servir para resaltar las obvias relaciones entre ambos y la sujeción del segundo, y del “artificio escolar” a los intereses de los grupos sociales financiera y económicamente hegemónicos (tanto si se defiende más Estado como si se propugna su debilitamiento), pero deja a un lado algo que el mismo autor destaca, y no inadvertidamente, en la página 188 del libro: que el Estado social intervencionista representó “la erección de un poder por encima de las clases capaz de arbitrar, incluso frente a los detentadores directos del poder económico, medidas legales para la protección y seguridad de las clases populares”. Sólo que, dicho poder y dichas medidas no serían más que concesiones necesarias (en cierto modo engaños) para preservar o conservar dicho poder. Dado que el Estado es “una relación de flujos de poder verticales y horizontales de fronteras poco definidas, que tiende a garantizar la existencia y reproducción de la estructura social” (p. 189), gracias, junto a otros artificios, del sistema educativo, no cambian mucho las cosas, nos viene a decir - 130 - RESEÑAS Cuesta, porque ese último esté en manos eclesiásticas o laicas como mantiene la “historiografía liberal progresista”. Para esta última, el “atraso escolar de España” sería consecuencia de la “falta de escuelas públicas” y del “exceso de protagonismo de la Iglesia católica en la educación”. Para dicha historiografía “quitando a los clérigos y poniendo a maestros estatales, laicos y demócratas, otro hubiera sido el destino de este país. Sin duda otro, pero no tan distinto como imaginan los fieles creyentes en los efectos taumatúrgicos y profilácticos de una escuela pública en manos del Estado y al servicio de los fines que son propios del sistema escolar en las sociedades capitalistas” (p. 103). Todo en el fondo se reduce a saber qué respondería cada uno si le preguntaran, en una encuesta, si piensa que esa sustitución de los clérigos por maestros estatales, laicos y demócratas hubiera producido (pura historia virtual) un país muy distinto, bastante distinto, algo distinto, poco distinto, muy poco distinto o nada distinto del que fue o es en estos momentos. Desde una óptica foucaultina estricta, tal y como suele interpretarse a Foucault, la respuesta adecuada sería nada distinto o muy poco distinto. Desde lo que Cuesta llama el punto de vista liberal progresista, parece que lo correcto sería decir bastante o muy distinto y, por supuesto, para bien o mejor. Lo mismo que desde la perspectiva neoconservadora sólo que, en este caso, para mal o peor. Esta cuestión, la del Estado, remite en último término a la crítica que en el libro se efectúa del llamado Estado social o del bienestar. Que éste sea consecuencia de las propuestas de reformadores sociales progresistas, de la presión de los sindicatos y partidos de izquierda, de una hábil concesión de las clases hegemónicas para que todo siga igual (o para trasladar la explotación a la población de otros países) o, como parece más probable, una combinación, diferente en cada país, de todo ello, será un 8 tema de eterna discusión. Para Cuesta la cuestión está clara: sus “logros”, como los de la escolarización de masas, “han de ser vistos con una óptica ambivalente, contradictoria, comparativa y dinámica”. Es cierto, añade, que sin “un horizonte emancipador libre de nubes, y después del estrepitoso fracaso de las experiencias de socialismo real” (a las que yo llamaría de capitalismo de Estado) el Estado del bienestar “goza de la aceptación” derivada de un “escepticismo resignado” que no puede compartirse desde un “pensamiento crítico”. Es cierto, así mismo, que no ha de olvidarse lo que “de valor y conquista democrática por parte de las clases subalternas” tiene esa acción estatal benefactora, pero tampoco que dicha acción ataca “las consecuencias de las desigualdades y no sus causas”. En último término para Cuesta, hay que saber “siempre quién monta a quién. No fuera que el jinete socialdemócrata [....] fuera un mero muñeco de trapo guiado por la impetuosa e imparable fuerza del corcel capitalista” (pp. 208-209). Sobre esta cuestión quisiera hacer dos precisiones. La primera precisión se refiere al concepto de capitalismo. Necesitamos las palabras para decir lo que pensamos pero, al mismo tiempo, somos prisioneros de ellas. En este caso se trata de un término básico no sólo de la línea argumental mantenida en el libro sino de su misma armadura conceptual y teórica. Quizás por ello se echa de menos algún tipo de explicación sobre su alcance y características. Tal y como parece desprenderse de su lectura, el capitalismo ha ofrecido y ofrece muchas caras pero sigue siendo en lo sustancial el mismo desde el siglo XVI, en que empiezan a configurarse los Estados modernos, hasta el presente. Es más, tampoco parecen apreciarse distinciones sustanciales (que afecten a la naturaleza del Estado y de la escuela) entre el capitalismo USA, el renano, el japonés o el de los países del norte de Europa8. La tarea no es fácil pero necesaria y más en un libro de estas características. Véanse sino las diferentes concepciones del término leyendo la voz “Capitalism” en Andrew Edgar y Peter Sedgwick, Key Concepts in Cultural Theory, Routledge, London, 1999, pp. 52-54, y Raymond Williams, Keywords. A Vocabulary of Culture and Society, Hammersmith, London, Fontana Press, 1988, pp. 50-52. - 131 - C O N -C I E N C I A S O C I A L La segunda precisión, relacionada con la anterior, se refiere al Estado del bienestar, un concepto y una realidad en la que, en definitiva, radica el quid de la cuestión y del libro. Por ello, quizás, tras las referencias anteriores al “jinete socialdemócrata” como “muñeco de trapo” guiado por el “corcel capitalista”, da comienzo un subcapítulo titulado “Genealogía del Estado social en España. El fracaso y el éxito de un país normal” (pp. 209-218), un tema, planteado y tratado así mismo en otras páginas, que, como suele ser habitual, recibe en mi opinión un tratamiento incompleto. El análisis se centra sólo en una parte del Estado del bienestar, en los gastos sociales, y, más en concreto en la debilidad comparativa de los mismos en relación con otros países de la Unión Europea. En síntesis, se llega a la conclusión de que en España existe ya un Estado socialdemócrata del bienestar desarrollado sobre todo en los años 80 del siglo XX. La cuestión radica en que el Estado del bienestar, al menos en su formulación teórica y en algunas de sus realizaciones prácticas (en especial en los países del norte de Europa), posee dos caras: la de los ingresos (impuestos) y la de los gastos sociales. Y, con independencia de la debilidad o no de estos últimos, la función niveladora, redistributiva, o como quiera llamársele, que constituye la base del Estado del bienestar depende de la relación existente entre ambas. Mi opinión es que en España no existe un Estado del bienestar. Difícilmente puede darse este nombre a un Estado en cuyo sistema fiscal a) el impuesto general sobre la renta sólo grava, en la práctica, las rentas del trabajo percibidas por nómina; b) la casi totalidad de las declaraciones de renta de quienes perciben cualquier tipo de remuneración que no figura en una nómina son falsas (de ahí que la anterior ministra de educación, Pilar del Castillo, pudiera decir en un artículo publicado en Papeles de Econo- 9 mía Española, que casi la mitad de las becas universitarias concedidas eran obtenidas por “familias que ocultaban su verdadero nivel de ingresos”)9; c) el mismo sistema permite el fraude fiscal legal (injustificadas e injustas deducciones a quienes más poseen); y d) la proporción de dinero negro (dejemos a un lado el situado en paraísos fiscales) en relación con el dinero controlado por la hacienda pública es una de los más elevados de la Unión Europea. El Estado, los poderes públicos, no llevan a cabo, pues, esa función redistributiva que constituye el fundamento último del Estado social o del bienestar. El país, en lo que a este aspecto se refiere, se mantiene gracias al esfuerzo fiscal de los asalariados. Aclarado lo anterior (que no es una minucia) hay que plantearse si puede darse el mismo nombre a dos realidades tan diferentes como el Estado del bienestar de los países del norte de Europa (donde sí merece tal nombre) y el que se dice que existe en España. Lo nuestro es otra cosa: una farsa y, en este caso sí, un engaño. Claro que Cuesta, que no comparte la “fe y admiración sin matices” de Viçenc Navarro por los “modelos socialdemócratas del norte de Europa”, califica a éstos, en todo caso, de “un islote de felicidad flotando en un océano regido por las implacables y desgraciadas mareas del capitalismo” (pp. 212-213). Serán un “islote” pero existen y son, sin duda, en este mundo real, lo más cercano a la idea de una sociedad lo menos desigualitaria y lo más libre posible. En el fondo del debate sobre el Estado del bienestar laten dos cuestiones relacionadas entre sí. La mirada crítica es, por naturaleza, una mirada desde la insatisfacción por un ideal nunca alcanzado y siempre en peligro. Desde ella incluso el modelo nórdico de Estado social resulta insuficiente. El problema es que de algún modo, en la practica, hay que aunar utopía y realidad y, en Pilar del Castillo, “Problemas y perspectivas de la educación en España”, Papeles de Economía Española, 86, 2000, pp. 310-314 (cita en p. 314). Difundida esta afirmación por la prensa, la ministra adujo que el artículo en cuestión había sido escrito por una colaboradora (al parecer alguien mencionado en este comentario) y que no había sido revisado con la suficiente atención por ella. Algo inaudito si se tiene en cuenta que se trataba de una revista científica y que la autora aparecía con todo su currículum académico. - 132 - RESEÑAS el análisis intelectual, hay que apoyarse en marcos teóricos que muestren la complejidad de lo real, sus múltiples caras. En cuanto a la práctica, me sumo a la propuesta final de Raimundo Cuesta (de hecho, es una posición que vengo defendiendo desde hace algunos años): impulsar “formas de vida asociativa descentralizadas, comunidades intelectuales [y no sólo intelectuales, añadiría yo] contrahegemónicas” que sean un semillero de “pensamiento crítico” (p. 253). Es decir, optar por la vía societaria frente a la estatal o pública10. Pero una cosa no quita la otra. Si se parte de la base de que, en la sociedad capitalista, cumple la misma función un Estado absoluto que otro liberal, social o neoconservador y, por tanto, la escuela y la educación que pueda existir como consecuencia de ello, nos incapacitamos para ver las diferencias entre uno y otro. Diferencias que, por otra parte, Cuesta señala y reconoce una vez y otra. Lo que sucede es que, como marco teórico, determinadas interpretaciones foucaultinas quizás sean más útiles pa- 10 ra analizar instituciones y formas culturales y simbólicas que procesos de larga duración cambiantes en el tiempo. Es decir, para captar más las continuidades que las discontinuidades. Y el Estado, o el poder público, es a la vez institución y proceso, continuidad y discontinuidad. En este libro se pone el acento sobre todo en la primera. No está de más advertir que también existe la segunda. Permítaseme finalizar con una pequeña broma (seria, pero broma). Al dar nombre a este comentario para guardarlo en el disco duro del ordenador, lo titulé “Raimundo Cuesta. Libro”. Una de las ocasiones en que lo archivé en un disquete para conservar una copia, apareció un recuadro con el siguiente texto “Raimundo Cuesta existe. ¿Desea reeemplazarlo?”. Por supuesto, dije que sí en lo que al texto se refiere. Pero pensé que no sería bueno reemplazar a Raimundo Cuesta como pensador crítico y compañero. Su mirada nos es necesaria. Siquiera para situarnos frente a ella y hacernos pensar. La última expresión escrita de esta idea la constituye el breve artículo titulado “¿Tienen solución los problemas de la escuela pública o hay que resignarse”, pendiente de publicación en la revista de la CEAPA, Padres y Madres de Alumnos. - 133 - En clave de panorámica histórica: ensayos sobre el sistema educativo español Aida Terrón Bañuelos Universidad de Oviedo DE PUELLES BENÍTEZ, M (2004). Estado y educación en la España liberal (1809-1857). Un sistema educativo nacional frustrado. Barcelona: Ediciones Pomares, S.A., 350 pp. VIÑAO FRAGO, A. (2004). Educación y modernidad en la España del siglo XX. Madrid, Marcial Pons, 280 pp. Debemos al profesor Puelles Benítez el texto posiblemente más influyente entre quienes, durante las tres últimas décadas, se han acercado a la Historia de la Educación en España, especialmente entre los estudiantes y los profesores de las Facultades de Educación: no en vano la obra Educación e ideología en la España contemporánea, editada por primera vez en 1980, ha sido objeto de reediciones (y actualizaciones) sucesivas, hasta una cuarta en el año 2002. Desde aquella primera edición hasta la actualidad la historiografía histórico-educativa, y también la propia producción del profesor Puelles, ha ahondado -creo que con evidentes aciertos conceptuales y metodológicosen las cuestiones planteadas en aquella obra germinal. De hecho una de las cuestiones centrales allí profusamente tratada -la relación Estado-educación, relación ineludible y absolutamente determinante en el periodo histórico que convencionalmente conocemos como época contemporánea – fue, a su vez, objeto de nuevos y sucesivos trabajos del propio autor, siendo la obra que reseñamos una síntesis o corolario de los mismos: múltiples trabajos anteriores a éste muestran su empeño en analizar “la incidencia de los factores políticos en la génesis del sistema educativo español, y en es- pecial, la compleja trabazón que anudó la relación del incipiente estado liberal con la educación durante los primeros cincuenta años de nuestro siglo XIX”. Un asunto sobre el que la historiografía de los años noventa había profundizado escasamente, tal como él mismo se lamentaba en un trabajo precedente del que ahora reseñamos: no sólo eran escasos los trabajos sobre “la compleja revolución liberal española” sino que había un especial desconocimiento de dos cuestiones que en su opinión afectan al problema de la génesis, configuración y consolidación del sistema educativo español: “seguimos, de una parte, sabiendo demasiado poco sobre la nueva forma de Estado que alumbra la revolución de Cádiz, y, de otra, persiste nuestra ignorancia sobre los condicionamientos políticos, económicos, sociales y culturales que pesan sobre el sistema educativo español, engendrado laboriosa y convulsivamente en los años que van de 1809 a 1857” (Puelles Benítez, M.: “Incidencia de los factores políticos en la génesis y configuración del sistema educativo español (1809-1836)” en Escolano, A. y Fernández, R (eds.) Los caminos hacia la modernidad educativa en España y Portugal (1800-1975) Zamora, Fundación Rei Afonso Henríquez, SEDHE y Sociedade Portuguesa de Ciencias da EducaVâo, pp. 35-67). Este trabajo es, en este sentido, la culminación de los afanes investigadores del profesor Puelles sobre esta cuestión, analizada entrecruzadamente desde el campo de la historia de la educación y de la teoría política: textos previos como “Reflexiones sobre la formación del Estado liberal y la formación del sistema educativo liberal (1834-1857)” en Vega Gil, L. (Coord.), Moderantismo y educación en España. Estudios en - 134 - RESEÑAS torno a la ley Moyano, Zamora, Instituto Florián de Ocampo, 1985, pp. 37-62; “The Influence of political Factors on the Formation of the Spanish Educational System 1809-1814” en Paedagogica Historica. International Journal of the History of Education, XXXVIII,3, 1992; junto con otros relativos a la génesis y evolución de la enseñanza secundaria en España, la influencia de la revolución francesa en la política educativa liberal española, o centrados en las relaciones Estado-Educación (“Estado y educación: una relación histórica” en Ruiz, A. (coord.) La escuela pública. El papel del estado en la educación, Madrid, Biblioteca Nueva, 2002, pp. 17-48), así como el citado anteriormente, avanzan lo que aquí se “sostiene”.Y en este sentido la virtualidad y la virtud de mirada ampliada a la vez que sintética de esas aproximaciones anteriores resulta en este texto un poco reiterativa para quienes nos interesamos sistemáticamente por las investigaciones del profesor Puelles. Me parece importante precisar, para valorar en su justa medida un trabajo sobre el que el propio autor señala sus “vacíos” y evidentes “lagunas” (por ejemplo, la influencia de la desamortización en la creación del nuevo sistema educativo), el campo concreto que el autor acota como objeto de análisis, esto es, “la influencia de los factores políticos en el nacimiento del sistema educativo español, y en especial a las relaciones entre el Estado que nace y el sistema educativo que al mismo tiempo se construye, bien en el imaginario de los políticos, bien en el áspero campo de la realidad”. Apoyado en el armazón analítico de insignes estudiosos del asunto a escala internacional (Andy Green, Fritz K. Ringer, Michael B. Katz, Margaret S. Archer, Abram de Swaan) Puelles indaga, para el caso español, el proceso político que pretende hacer de la educación, básicamente en manos de la Iglesia durante el Antiguo Régimen (si bien, habría que recordar, no sólo de la Iglesia), un asunto “a cargo del Estado” como atinadamente tipologiza De Swaan. Las exigencias de formación de mano de obra disciplinada impuestas por la industrialización, las “lacras” sociales que la consiguiente urbanización produjo –ante las cuales se erigen en preceptos las medidas politico-sanitarias del higienismo-, así como las estrategias de las elites locales y nacionales para el mantenimiento o, por el contrario, conquista, de la hegemonía político-económica (entre las que el mantenimiento de una población analfabeta o, por el contrario, alfabetizada en un código de comunicación nacional, constituye una cuestión sustancial) son todas ellas relevantes a la hora de explicar esa intervención “publica” en la educación (al igual que se hace en la sanidad o en la atención a los pobres, indigentes, mendigos...) que abocará en la construcción de los sistemas nacionales de educación. Las apuntadas explicaciones de este “suceso extraordinario”, de esta “publicatio” (esto es, la ubicación bajo la responsabilidad de los poderes públicos de una actividad que hasta entonces había estado en manos privadas o particulares), no son el asunto en el que Puelles se adentra, insistimos, sino, de modo específico, en el papel político atribuido a la educación en el marco de la forja de un Estado “cuasi democrático” (abierto por el proceso constitucional que representaron las Cortes de Cádiz –primera fase analizada- y reiterado en el trienio liberal –segunda fase-) y la nueva orientación política que le atribuyó el Estado “cuasi antidemocrático” en que finalmente se resolvió aquel intento debido al triunfo del moderantismo liberal –tercera fase-. Con ello se habría producido una radical metamorfosis que transformó el ideal de una educación nacional, diseñada en la primera fase y puesta en texto legislativo en la segunda, en una auténtica educación estatal en la tercera. En ese lapso de tiempo –es decir, entre 1809, en que el gobierno de José Bonaparte adopta las primeras medidas educativas y la Junta Central procede a hacer la Consulta sobre el estado de la nación, y 1857, en que se promulga la conocida como ley Moyano- en ese lapso de tiempo, decimos, se habría transitado tanto en el discurso como en el “hacer” político desde una educación al servicio de la nación –es decir, de la construcción de la nación, como forjadora de ciudadanos y por tanto dependiente directa y exclusivamente del - 135 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Parlamento entendido como sede de la soberanía de la misma- a una educación al servicio del Estado, monopolizados ambos, la educación y el Estado, por el poder ejecutivo, que la diseñará como un organismo estatal más puesto al servicio de los intereses de los grupos hegemónicos. Esta tesis central se va articulando en capítulos que muestran cómo bajo la poderosa influencia de los ideales más fuertes de la revolución francesa (libertad, igualdad, soberanía nacional), y especialmente del diseño educativo profundamente democrático de Condorcet (también de Talleyrand y de Jovellanos) –de ellos más que del movimiento ilustrado español-, el liberalismo “prístino” que, fruto de una “frágil revolución”, gobernará durante muy breves y convulsos períodos en España, conseguirá transformar las formas jurídicas, políticas y económicas del Antiguo Régimen pero no así “acompañar” ese proceso de una auténtica revolución cultural. De ese modo se pierde la oportunidad de avanzar hacia un auténtico estado nacional moderno al fracasar en la implantación de “su” modelo educativo que, insistimos, quedaría definido en la propuesta aprobada en las Cortes de Cádiz y conocida como “Informe Quintana”: la educación al servicio de la nación por la que allí se apostaba planteaba una enseñanza universal como garantía de la consecución de una cultura general susceptible de proporcionar la felicidad a la nación poniéndola en estado de hacer recto y comedido uso de su libertad; ello suponía la construcción de un sistema educativo directamente dependiente de la Cámara de representantes, que determinaría sus fines y planes de enseñanza; un sistema claramente independiente, por tanto, del poder político, objetivo que quedaría asegurado con la instrumentación de una Dirección general de estudios completamente independiente del gobierno. Pero si bien “los liberales comprenden totalmente que la construcción de un nuevo Estado exige una nueva legitimidad política, una nueva lealtad y que para conseguir todo ello es necesario apoyarse en una nueva educación, en una educación verdaderamente pública” (p.112), Puelles muestra co- mo “los liberales” no constituyen un bloque homogéneo. Comparten algunos supuestos con los afrancesados (o josefinos), partidarios más bien de un sistema educativo impulsado por y al servicio de las necesidades del Estado, centralizado, intervenido y burocratizado, que coloca como prioridad financiera la enseñanza secundaria y superior, verdadero semillero de las nuevas elites del Estado, único agente de abordar cualquier proceso de reformas. Por otra parte entre los propios liberales ya en las Cortes de Cádiz se muestran tendencias menos “universalistas” –más estatalizadoras- que el fracaso del trienio liberal acentuará, imponiendo un pragmatismo o moderación en los afanes, tal como estaba ocurriendo en diversos países europeos en los que la revolución se dio por terminada con las reformas políticas y la libertad quedará etiquetada y adjetivada, subordinándola al nuevo orden burgués. Bajo el soporte ideológico que aporta el liberalismo doctrinario de inspiración francesa, el moderantismo (frente a la anterior “exaltación”) abogará por un “giro copernicano” en el modelo de sistema educativo, que pasará a apostar por la soberanía ya no nacional, sino la de la razón, la “soberanía de la inteligencia”, esto es la de la clase propietaria, única llamada a cultivarse. De ahí la restricción al principio de igualdad ante la educación (abandonando la gratuidad y la prioridad de la enseñanza primaria) así como al de libertad de enseñanza y al de “independencia” de la misma respecto del poder ejecutivo, avanzándose, por el contrario, hacia una secularización parcial a la vez que hacia la centralización y uniformización de la enseñanza. Ese giro copernicano o “profunda transformación”, ocurrido entre 1834 y 1837, aunque tarde décadas en consolidarse, dará origen a la regulación legal, bases financieras y aparato administrativo que entre esos años y la promulgación de la ley Moyano definirá nuestro sistema educativo, analizado por el autor en sus distintos niveles (primaria, secundaria y superior) en sucesivos capítulos del trabajo que comentamos, etiquetado ya como un sistema educativo claramente estatal. Para apoyar su análisis y establecer su tesis ( sin duda mucho más compleja y rica - 136 - RESEÑAS de lo que las líneas anteriores intentan reflejar) Puelles recurre a las fuentes propiamente “políticas”: el “inagotable” Diario de Sesiones, en el que rastrea los debates habidos en las Cámaras legislativas, las diversas disposiciones legislativas, el Boletín Oficial de Instrucción Pública –que permite detectar, más allá de las leyes, las bases ideológicas que sustentan tales disposicionesasí como un rico abanico de memorias, conferencias y obras “de diversos actores del período”, entre ellos políticos, intelectuales e “insignes educadores”, completadas con algunas calas en la prensa. Fuentes sin duda pertinentes, en algunos casos claramente inexploradas por los historiadores de la educación, que dan al texto que comentamos un enorme valor. Pero también, creemos, alguna de sus limitaciones. Porque el análisis aparece a veces reduccionistamente político, echándose en falta una visión más compacta del fenómeno que analiza. Es como si se diera excesiva verosimilitud a los textos, a los discursos, a las intenciones que vehiculan las palabras, en un exceso de credulidad, de optimismo. Como si entre el mundo de las palabras y la realidad educativa hubiera un abismo extrañamente explicable. El propio Puelles se pregunta a veces la tardanza -o directamente el fracaso- de muchas intenciones sinceramente sentidas por los políticos de la educación como parecen demostrarlo, dice, los discursos políticos y las disposiciones legales. Contagiado del optimismo de los autores a los que sigue, su “confianza” se proyecta al situar los fracasos en los “destiempos”, aunque reconozca de pasada la imposibilidad estructural de que las cosas fueran de otro modo: “Lo que delicadamente llama Gil de Zárate debilitación del principio regenerador fue algo muy grave para la educación pública, ya que al producirse a destiempo la reforma política y la reforma cultural, esta última resultó sumamente perjudicada, al faltarle el impulso político para su realización. A mi entender esta fue una de las razones importantes que explican la debilidad del sistema escolar de instrucción primaria recién creado” (p. 239, cursiva mía); una idea que reitera: “Pero la revolución cultural, si se hubiera llevado a cabo (como se llevaron a cabo, dice, la económica y la política) habría supuesto la puesta en marcha de una nueva cultura política y con ella, quizá, el logro de un moderno Estado liberal: el medio hubiera sido la implantación de un sistema educativo nacional” (p.159). En la misma línea de objeciones, cuesta aceptar sin más el término –y lo que ello implica- de “sistema educativo estatal”, centralizado y uniforme, para calificar lo que “cerró” la ley Moyano: porque la escuela a la que, en el mejor de los casos, podían acceder las clases populares (y también las mujeres) estaba definitivamente segregada del “sistema”: constituía (de hecho) una red terminal en si misma; del mismo modo, difícilmente podría sostenerse sin más el calificativo de uniforme para una escuela (otra cosa sería la enseñanza secundaria y superior) en que a la iniciativa confesional se unía la particular, fundacional, etc. siendo incluso la pública –dependiente de los ayuntamientosabsolutamente diversa en las situaciones de formación, titulación, etc. de su profesorado, edificios, etc.: no debe olvidarse que, como algún historiador ha afirmado, la España del siglo XIX era un país de centralismo legal pero de localismo real. El débil Estado español (y de las causas de la resistencia de los elementos “premodernos” en España nos habla Puelles) originó efectivamente un sistema educativo débil (si es que hablamos de sistema) pero sobre todo, un sistema educativo clasista: como afirma M. E. Núñez, (La fuente de la riqueza. Educación y desarrollo económico en la España contemporánea, 1992) a la que el autor sigue en su texto, la proporción estudiantes de enseñanza secundaria y superior era, hasta bien entrado el siglo XX, más alta en España que en algunos de los países europeos más desarrollados: curiosamente éramos también el país con la menor tasa de escolarización primaria. Creo que es justamente esta situación la que lleva a A. Viñao a caracterizar el sistema educativo que configuró el moderantismo como un sistema dual y semiarticulado cuya transformación en otro integrado, segmentado y sistematizado tendrá que esperar a los años setenta y ochenta del siglo XX (y utilizamos la teleológica expresión “tendrá - 137 - C O N -C I E N C I A S O C I A L que esperar” aceptando la verosimilitud de las tesis sobre el isomorfismo ideológico y organizativo que caracterizó el desarrollo de los sistemas educativos a escala mundial, tal como han demostrado Ramírez, F. y Ventresca M.: “Institucionalización de la escolarización masiva: isomorfismo ideológico y organizativo en el mundo moderno” Revista de Educación, 1992), un sistema sólo desde entonces capaz de garantizar “una escuela para todos” en el que se habría operado un auténtico proceso de modernización, como reflejan los indicadores relativos a la alfabetización, la escolarización plena y la feminización de la educación. Lo cual no significa, en absoluto, diferencias conceptuales entre Viñao y Puelles sino perspectivas de análisis diferentes, que responden a la diversidad y complementariedad de lentes que exige el trabajo histórico. No cabe duda de que el enfoque que Viñao adopta, “a medio camino entre el texto informativo y el ensayo interpretativo”, obedece a la lente analítica que su autor “construye” para dar cuenta de aquellos elementos considerados más relevantes para explicar dicho proceso de modernización, consciente, en todo caso, del reduccionismo de su análisis, que deja fuera no sólo la acción relacionada con la educación no formal e informal sino también “las prácticas docentes y discentes en el aula, así como la realidad cotidiana y la historia material y cultural de las instituciones educativas” (p. 13), cuestiones, por otra parte, -especialmente la última de ellas- de las que el autor se ha ocupado ampliamente (Sistemas educativos, culturas escolares y reformas. Continuidades y cambios. Madrid, Ed. Morata, S.L, 2002; Innovación pedagógica y racionalidad científica. La escuela graduada pública en España (1898-1936), Madrid, Akal, 1990; o Tiempos escolares, tiempos sociales. La distribución del tiempo y del trabajo en la enseñanza primaria en España (1838-1936), Barcelona, Ariel, 1998). Ese amplio historial investigador, que incluye otras muchas cuestiones (la historia de la enseñanza secundaria, la estadística histórico-educativa, los procesos de analfabetismo-alfabetización...) permite a Viñao construir un texto con una mirada histórica informativamente “saturada” (al- gunos se han referido a esta obra como “auténtico vademecum”) estableciendo unos criterios de demarcación de los “momentos” y de “los problemas” más significativos de nuestra historia educativa, problemas que, siendo unos en un momento determinado –la alfabetización y la escolarización básica, por ejemplo-, devinieron en otros –las desigualdades educativas derivadas del origen social o el lugar de residencia o la posición de la Iglesia en el sistema educativo- hasta adquirir perfiles específicos en el momento presente: los nuevos analfabetismos, el llamado “malestar docente” o la configuración de una “segunda enseñanza para todos” (p.12). Esta obra responde, pues, a una “mirada” propia, a un modo de abordar el oficio (véase Viñao, A (2004): “El historiador como artesano. Algunas reflexiones personales a partir de la práctica intelectual” en Candeias, E. (coord.) Actas del V Encontro Ibérico de Historia da EducaVâo) que requiere construirse a partir de la necesaria constatación de los hechos ocurridos pero que (siguiendo las tesis de la historia virtual, y concretamente de Gary McCulloch, “Virtual history and the history of education” History of Education, vol 32-2, 2003) resulta más lúcida si entre ellos se incluyen tanto aquellos que ocurrieron como los que fueron impedidos o dificultados por otros, hechos o procesos no acaecidos pero que son, en realidad, consecuencias o efectos negados de los que sí tuvieron lugar: el análisis de lo que supuso el triunfo de la sublevación militar y el consiguiente exilio republicano para la evolución del sistema educativo español es un ejemplo de las posibilidades analíticas abiertas por dichas tesis. Una mirada, finalmente, que se ve necesariamente “perturbada” y conformada por la propia experiencia o participación personal del historiador en los hechos que analiza, perturbación que en este caso ejemplifica con su particular vivencia de lo que fueron los movimientos de renovación pedagógica de los años 70 y 80 o su personal evolución desde una formación católica hacia un claro agnoscitismo y su influencia a la hora de analizar el subsistema educativo de la Iglesia católica. - 138 - RESEÑAS A partir de esa lente, la alzada y planta del libro sigue un esquema con el que se quiere dar cuenta de un proceso (la evolución del sistema educativo español a lo largo del siglo XX) concebido ya de entrada en términos de modernización: “El siglo XX ha sido, en España, el siglo de la entrada en la modernidad, o sea, el de su modernización social, económica y, por ende, educativa. Hacia 1900 el 56% de la población de más de 10 años era analfabeta y en el año 2000 dicho porcentaje no superaba el 2 por 100. En 1900 la declaración legal de la enseñanza obligatoria de los 6 a los 12 años era un puro sarcasmo: la tasa de escolarización de dicha población estaba en torno a un 47 por 100 y la asistencia escolar de ese 47 por 100 era, por lo general, irregular e intermitente. A finales de siglo se había alcanzado la escolarización total de los 4 a los 16 años, se pretendía extenderla a los 18 años y, lo que es más importante, se había generalizado, como práctica social, la asistencia regular durante los años de escolaridad obligatoria. El contraste entre el principio y el final del siglo XX no puede ser más evidente: de poco más de 32.000 alumnos matriculados en el bachillerato se ha pasado a unos 3.000.000 de matrícula en los distintos tipos de enseñanza secundaria, de 20.000 alumnos universitarios a 1.600.000, de unos 43.000 profesores entre todos los niveles y modalidades de enseñanza a algo más de 600.000” (p.11). La estructura capitular presenta una primera entrada de tipo diacrónico desde la que se ofrece una visión de la política educativa, la legislación y los acontecimientos más relevantes en cada una de las sucesivas etapas en que se divide el siglo, precedidas de un análisis de la “situación heredada”: así, la fase 1900-1931, caracterizada por la renovación y modernización educativa; la II República y su proyección en el exilio republicano exterior e interior, fenómeno que analiza (según las razones arriba aludidas) en consideración a lo que la ausencia de quienes deberían haber sido los “maestros naturales” de las generaciones de los años cuarenta, cincuenta y sesenta supuso de retraso para la ciencia, la cultura y la educación españolas (baste recor- dar el autodidactismo con que hubieron de trabajar los primeros movimientos de renovación pedagógica, que debieron buscar en el exterior “buena parte de lo que habían podido haber encontrado en unos maestros cuya existencia en muchos casos desconocían”); la dictadura franquista y los años de transición (que cierra en 1977, cuando se producen las primeras elecciones generales) y, finalmente, la restauración democrática. Desde nuestro punto de vista el tratamiento dado a este último período es uno de los mayores logros del libro por la riqueza, variedad y pertinencia de una información obtenida en ocasiones de la exploración de fuentes escasamente utilizadas que hacen posible –y esa es una pretensión que se transluce en el análisis– entender “lo que nos pasa”. Esta presentación diacrónica (con tempos de diferente intensidad, siendo así que “la definitiva europeización y modernización del pais se produciría en los últimos treinta años del siglo XX”) dificulta, sin embargo, percibir internamente la evolución del sistema educativo como tal, así como captar las continuidades y cambios en los procesos de larga duración: la alfabetización, la escolarización, la feminización educativa (de ahí que sobre tales procesos se aborde un análisis “interno” y monográfico en la tercera parte del libro). Es en la segunda parte del libro (capítulo II) y siguiendo el modelo utilizado por R. Aldrich (ed.) A century of Education (2002), en la que se entra a desentrañar la configuración estructural del sistema (en los niveles infantil, primaria, secundaria, secundaria, especial, adultos, formación profesional y enseñanza superior) a partir de un potente análisis cuantitativo que va derivando en apreciaciones y tesis cualitativas susceptibles de adjetivar tanto la función social de cada uno de los niveles como el carácter del conjunto del sistema (“integrado, segmentado y sistematizado”). Si los epígrafes relativos a la evolución del gobierno y administración del sistema, que habría transitado desde una concepción centralizada a otra autonómica, son clarificadores, es el relativo a la enseñanza privada el que me parece más valioso: calificar de “subsistema educativo” - 139 - C O N -C I E N C I A S O C I A L el dependiente de la Iglesia católica pone el dedo en la llaga de una cuestión estructural y determinante de nuestra educación formal (entre otras cosas, porque ha dificultado y sigue dificultando el hacer ideológicamente pública a la escuela de titularidad pública y la privada concertada) que resulta escasamente comparable con ninguno de los países de nuestro entorno. Es en buena parte debido a ello el que nuestro proceso de modernización lo haya sido (y sea) muy “a la española”, prolongando un “cisma” en el sistema educativo de profundas raíces históricas. Los cuadros estadísticos, las fuentes documentales relacionadas, las ilustraciones, los apéndices cronológicos, el “estado de la cuestión” de la bibliografía básica relativa al asunto analizado así como el clarificador “Epílogo desde el siglo XXI” redondean un trabajo que representa la mejor síntesis analítica de lo que ha sido la educación en la España del siglo XX. Cierto que podríamos pensar en la inclusión de otros matices –a veces de amplio calado- de haberse utilizado una óptica más pegada al ámbito local: como afirmábamos al tratar el texto de Puelles, cuestiones como el mapa configurativo de la escolarización primaria, las intervenciones de las fuerzas locales en la educación, los impulsos concretos a favor de la escolarización (en la que la necesidad de la emigración o el cumplimiento del servicio militar tuvieron, sin duda, un importante peso) o el giro que fueron dando a sus intervenciones educativas (y las razones para hacerlo) fuerzas políticas como el socialis- mo o el anarquismo, por poner sólo algunos ejemplos, habrían introducido algunas variaciones en esta lectura. El enorme trabajo que representa acometer la síntesis de la investigación regional y local tendrá, seguramente, que esperar algunos años. De momento contamos con dos obras que si convencionalmente podríamos calificar “de obligada referencia”, constituyen de hecho, la mejor historiografía que se está produciendo, aun cuando puedan ser acusados de someterse a la analítica propia de la “racionalidad progresista” desde la perspectiva nebraskiana (Cuesta, R : Felices y escolarizados. Crítica de la escuela en la era del capitalismo. Barcelona, Octaedro, 2005): aunque no sea éste el espacio para proceder a ello, analizar la escolarización obligatoria como encierro, como “anticalle”, como mecanismo disciplinario y policial, como “detección” y ocupación, como “encierro involuntario” normalizador del orden social; considerar estos fines como el sustrato básico de la legislación escolar y de la escuela obligatoria, objetivo vendido por sus ideólogos como vía de felicidad personal y social cuando en realidad la escuela no ha sido más que el lugar de la “negación del deseo”, es, me parece, un planteamiento rico y fértil para entender las luces y las sombras de la escuela. Pero también excesivamente ideológico y globalizador que resiste mal tanto lo que ha sido el proceso concreto y diverso de construcción de la escuela como el papel, múltiple y diverso también, que ésta ha cumplido. Todo un debate que, en todo caso, no puede realizarse en este marco. - 140 - Pensamiento social y escuela: Un binomio imprescindible para una Didáctica Crítica Paz Gimeno Lorente Fedicaria-Aragón ALVAREZ-URIA, F y VARELA, J. (2004). Sociología, capitalismo y democracia, Madrid, Morata. 392 pp. Introducción No podemos acceder a la comprensión de la escuela y la educación, desde una perspectiva crítica, sin conocer la génesis y evolución del conocimiento social pues éste ha sido la base ideológica sobre la que se ha construido la escuela. Esta obra, objeto de análisis, presenta un gran interés para aquellos docentes que tengan una conciencia crítica acerca de las intrínsecas relaciones entre las funciones sociales que desempeña la escuela y la historia del pensamiento social, su gestación y sus procesos de desarrollo. Procesos que no son en nada ajenos a las circunstancias sociales, políticas y económicas. Este libro abre el horizonte reflexivo de los profesores y les remite a la génesis de un pensamiento social que siempre ha impregnado, para bien o para mal, el ámbito de la escuela. Los autores del texto señalan que su objetivo ha sido poner de relieve la trama de relaciones que se tejieron entre la sociología, el capitalismo y la democracia social y política. Pero, realmente, el texto es mucho más ambicioso. Se trata de mostrar argumentadamente, desde una perspectiva genealógica, que la Sociología surge como pensamiento social en el espacio abierto por la Revolución Francesa en busca de respuestas sociales económicas y políticas a los graves problemas de miseria generados por el incipiente capitalismo industrial y no lo olvidemos, la Sociología es la base explicativa de muchos comportamientos, creencias y valores escolares. Se aprecian dos ideas-fuerza sobre las que se va gestando el texto: 1. La sociología, como disciplina de conocimiento, es consecuencia de un pensamiento de carácter socialista que busca, a partir de la reflexión y el estudio de los graves problemas sociales del momento, soluciones para ellos. Para evitar caer en las redes del pensamiento religioso o simplemente filantrópico, esta reflexión precisa de justificaciones de carácter científico que terminan institucionalizando este conocimiento en la Universidad, como ciencia social. 2. El pensamiento socialista, apoyado en los conocimientos derivados de la ciencia social, propician el nacimiento del Estado Social. Este, de la mano de un socialismo democrático, intenta dar respuesta a la grave “cuestión social” originado por un sistema económico capitalista apoyado en el desarrollo tecnológico e industrial. El Estado Social se justifica conceptualmente en la Sociología, como ciencia social institucionalizada en las Universidades, e ideológicamente en un evolucionado y matizado socialismo democrático, que es asumido por los autores como esperanza política, quizás con un excesivo optimismo: “El Estado Social constituye la base de sustentación de los anhelos de libertad, igualdad y fraternidad del socialismo democrático, un socialismo capaz de disciplinar el mercado y por tanto capaz de someter la economía a los intereses sociales, que es preciso enriquecer con las aportaciones antiautoritarias del pensamiento libertario y la práctica anarquista” (p. 373) Síntesis del contenido El contenido del texto viene ordenado en torno a tres grandes bloques: - 141 - C O N -C I E N C I A S O C I A L A) En la primera parte se lleva a cabo una génesis de la sociología como ciencia social, describiendo algunos hitos del pensamiento moderno que hicieron posible el desarrollo de este saber: el nacimiento de una nueva ciencia a partir del espíritu de la ilustración y el Enciclopedismo del s.XVIII, el desarrollo del pensamiento jurídico a partir del iusnaturalismo y, prioritariamente, la revolución industrial favorecida por el desarrollo de la técnica que se vio impulsada por esta nueva concepción del saber. A continuación se describe el apogeo del liberalismo económico que, bajo el principio del mercado y apoyado por el desarrollo industrial, da lugar a un fenómeno de pauperismo en las clases trabajadoras originando graves alteraciones del orden social. Los primeras soluciones que aportaron algunos pensadores de la época fueron de carácter económico y se centraban en la búsqueda de un mayor desarrollo de los países, considerando que “la riqueza de las naciones”(Adam Smith) conllevaría la mejora de las condiciones materiales de los propios trabajadores. Este pensamiento se apoyaba en la concepción del ser humano como un hombre libre y autónomo que se ocupa de su propia subsistencia y al mismo tiempo como un ser sociable que necesita egoístamente intercambiar sus bienes con sus semejantes. La religión calvinista justificaba la defensa de los intereses privados legitimando la separación de la economía de las cuestiones éticas y morales. Adam Smith creía que en la sociedad industrial la opulencia irradiaría desde los más ricos propietarios hasta los trabajadores de menor rango y a la gente del pueblo, por lo que el libre mercado se presenta como el fundamento ideal para el bien común. El trabajo se convierte en una fuente de riqueza, de lo que se deriva que la principal causa de la pobreza son “las manos muertas”. Aunque esta concepción impugna a algunas clases sociales como los nobles y los clérigos, que eran improductivos, originó también una concepción de autorresponsabilidad y culpabilidad de la propia pobreza, sin cuestionar las condiciones sociales que la favorecían. Estas concepciones perviven en el pensamiento conservador de nuestro siglo. Desde los sentimientos y actitudes de fraternidad se evoluciona hacia planteamientos de ciencia social como forma inicial de un nuevo pensamiento denominado socialismo, cuyos representantes son Henri de Saint-Simon , Charles Fourier y Robert Owen. Los sentimientos religiosos iniciales se secularizan y el pensamiento de los primeros socialistas responde más a una reacción de protesta frente a la explotación económica de las clases desfavorecidas que a un planteamiento religioso. Las propuestas de estos primeros socialistas defienden unos valores democráticos apoyados en el principio de igualdad de los seres humanos. La protesta y la revolución son la forma de hacer justicia con las clases trabajadoras. El desorden social que se origina en las ciudades, donde se hacinan los trabajadores del campo que emigran a las ciudades para integrarse en la red fabril, provoca situaciones de violencia y delincuencia. Esto genera temor en las clases sociales medias urbanas y aparece una visión patológica de estos problemas. Los pobres son considerados como una clase infecciosa y criminal, que precisa de un tratamiento médico y por tanto, la medicina social tiene un peso importante en el nacimiento de la economía social. Los médicos y juristas comienzan a interesarse por los bajos fondos de la ciudad y la literatura romántica de la época describe las condiciones en las que malvivían las clases populares. La economía social surge como respuesta a los primeros pensadores socialistas y se convirtió, gracias a las ayudas filantrópicas, en una nueva ciencia social burguesa. Sus propuestas fueron asumidas por los gobiernos liberales, pues eran presentadas con el rango de científicas al usar las encuestas y los cuestionarios como instrumentos objetivos para obtener información. Stuart Mill fue uno de los promotores en Inglaterra del desplazamiento de la ciencia social socialista a un terreno académico y a un marco político reformista, planteando una nueva concepción de la democracia: la democracia representativa. De esta forma se neutralizaba el afán de los pobres por participar activamente en el poder sustituyendo la acción - 142 - RESEÑAS directa de los ciudadanos por la acción mediada de sus representantes y legitimando el reformismo social. Comte, en Francia preocupado por la cuestión social, intenta aportar soluciones desde un conocimiento sociológico culto alejado de las cuestiones políticas y económicas. El positivismo sociológico comtiano con su lema de “orden y progreso” intenta superar las estrategias de los economistas y las propuestas revolucionarias de los socialistas, ya que el conocimiento social sólo puede estar apoyado en hechos observados de forma sistemática y según un método inductivo. Como respuesta surge un nuevo socialismo, denominado “científico”, que pretendía superar los planteamientos de la economía social y la economía política clásica. Su principales representantes fueron Proudhon, Marx y Engels. Este último, creía que la dinámica de la revolución industrial, con la sustitución del hombre por la máquina, la proletarización de los artesanos y la explotación a la que se sometía a los trabajadores en la fábrica, provocaba la bipolarización del orden social entre obreros y capitalistas. Marx se apoya en este pensamiento de Engels a la hora de impugnar los supuestos de la economía política e intenta fundamentar la ciencia social a partir del análisis de las condiciones económicas y sociales que dan lugar a esta sesgada división en clases sociales, denominando este conocimiento como “socialismo científico”. En sus primeros escritos y a partir de la crítica a Hegel, Marx critica la religión y sostiene que el hombre es el ser supremo para el hombre por lo que resulta un imperativo categórico el acabar con todas las relaciones sociales en las que alguien sea sometido o explotado. Marx rechaza la consideración del ser humano como mercancía y piensa que la unión de las fuerzas del trabajo manual y el intelectual son el esbozo de una nueva sociedad más justa, pero antes hay que desvelar todas las injusticias que conlleva el “viejo mundo” y exponer- 1 las a la luz de la crítica1. Defiende el principio de igualdad de los seres humanos como condición imprescindible en la construcción de un estado democrático, aunque su concepto de democracia exige que el poder cambie de manos y se convierta en la “dominación política del proletariado”. Critica las construcciones conceptuales sobre las que se apoya la economía social, denunciando a la estadística como instrumento que oculta las tremendas disparidades sociales, al convertir en mero cálculo la situación de la clase obrera falseando su penosa realidad. La economía social, arguye, presenta una imagen distorsionada de la realidad, generando un espectro mental en los trabajadores que les impide ver la injusta realidad, naturalizándolo, es decir, señala la ideología como una fuente de falsa conciencia o cortina de humo que oculta las injusticias. El socialismo científico introduce el estudio histórico de las condiciones de producción. Esta nueva ciencia queda vertebrada por el materialismo histórico, con el que da cuenta de la cristalización de determinadas formas sociales, que podrían ser sustituidas si se introdujeran una serie de cambios en la dinámica productiva y en la social. En su obra cumbre, El Capital, cuestiona al liberalismo económico en nombre de una concepción radical de la igualdad social y política de los seres humanos y su postulado principal radica en que la historia de la humanidad gira en torno a la lucha de clases, pero al centrar su análisis en las relaciones económicas, como eje central de las dinámicas sociales -postulado central del liberalismo económico-, su socialismo científico deriva también en una teoría económica. Este mecanicismo de la economía produjo efectos devastadores en los movimientos socialistas pues suponía renunciar a la ciencia social conquistada por los socialistas, apoyada en los derechos de igualdad y libertad. B) La segunda parte del texto recoge la institucionalización de la sociología dentro Este es el principio que fundamenta toda la construcción teórica que denominamos como Teoría Crítica y que constituye la base educativa de la Didáctica Crítica. - 143 - C O N -C I E N C I A S O C I A L de la Universidad como forma de legitimación de las propuestas sociales y políticas. Esta fase tiene un gran relevancia al gestarse en ella los principios sociológicos que justificarán la aparición del Estado Social. Los “socialistas de cátedra” alemanes juegan un papel muy importante en esta conceptualización. Las reformas iniciadas por Bismarck en 1871, que dieron lugar a la unidad alemana, posibilitaron la aparición de un partido político, el Partido Socialista Alemán, que agrupaba diversas asociaciones de obreros alemanes y defendía la creación de cooperativas de producción respaldadas por el Estado y bajo el control democrático del pueblo. Bismarck recoge los planteamientos de los socialistas de cátedra para mantener el orden social y al introducir ayudas en caso de accidente o de enfermedad para los obreros sienta las bases de lo que posteriormente será la Seguridad Social de los ciudadanos. Los socialistas de cátedra (Schmoller, Wagner, Brentano), asumiendo en parte las ideas de Marx, apuestan por una socialización de la riqueza a través del Estado. Este se convertía en un nuevo modelo de Estado contrario a los principios liberales: el Estado Social. Situado por encima de los intereses egoístas, el Estado se convierte en protector de los ciudadanos más débiles, y se le considera como una institución moral de educación de la humanidad. En realidad los socialistas de cátedra no pretendían un cambio radical del sistema, ni suprimir la libertad en la industria ni en las relaciones laborales, pero sin embargo señalaban como imprescindible una legislación social protectora de las libertades de los trabajadores, la creación de sindicatos obreros, la inspección de las fábricas, el control de los bancos y la elaboración de encuestas sobre la cuestión social. Las ideas de justicia, derecho, humanidad y equidad eran las guías de una política acorde con estos planteamientos. Como contraposición a estos planteamiento surge la Escuela Austríaca de Economía, conocida también como Escuela neoclásica. Menger, su principal representante, preconiza una economía basada en el individuo y en el mercado libre. Defendía el carácter científico de la economía a partir del concepto de universalidad del sujeto económico, que sólo se guía por un individualismo egoísta. Por el contrario, los socialistas de cátedra consideraban que el análisis realizado por Marx acerca de la conexión entre capitalismo y pobreza era incuestionable y que por tanto la economía política no podía desvincularse de la organización social ni de sus instituciones. Esto suponía la sustitución de una concepción estrecha, unilateral y mezquina del estado por el desarrollo del Estado Social. Este debe tener como función primordial corregir los poderes despóticos del régimen liberal y para ello era preciso eliminar los privilegios, suprimir la explotación de los trabajadores y corregir las desigualdades, incluso contando con el monopolio del estado en las grandes organizaciones públicas. Como señalan los autores del texto la gran innovación de estos socialistas de cátedra consistió en proponer un nuevo tipo de propiedad, la propiedad social, presentada como alternativa a la propiedad individual de los liberales y a la colectiva de los comunistas y socialistas. Con sus planteamientos abrieron la vía al nacimiento del estado social democrático. Dilthey en su Introducción a las ciencias del espíritu (1883), presenta un programa que cuestiona el positivismo sociológico. Una de sus principales aportaciones es la de que en el mundo social, a diferencia del natural, el sujeto que conoce es a la vez sujeto de observación y por tanto es necesario aplicar una hermenéutica del sentido. Niega la posibilidad de un conocimiento científico de la realidad histórico-social impugnando el materialismo histórico. El conocimiento científico, señala, es una experiencia individual basada en la “conciencia del sujeto”. Estos pensamientos originan un debate en el seno de las ciencias sociales, abriendo nuevas vías de reflexión a la que van a contribuir los grandes sociólogos clásicos, como Durkheim y Weber. Durkheim valoraba la concepción de sociedad que habían hecho los socialistas de cátedra al considerar a aquella no como un simple agregado de individuos sino como un ser que tiene vida, conciencia e historia. - 144 - RESEÑAS Defiende el principio del solidarismo, ya que en una sociedad justa es preciso que todos puedan llevar una vida humana; aunque la igualdad completa no sea posible, sí lo es que todos los ciudadanos puedan tener unas condiciones mínimas de existencia que les permita una vida digna y sin miseria. El concepto de solidaridad sustituye al de igualdad. Esta concepción se contrapone a la teoría del contrato social y al individualismo egoísta que sostenía el liberalismo, de forma que la cuestión social no podía ya quedar circunscrita a la clase obrera como sostenían los socialistas sino que era una cuestión que afectaba a la humanidad. Estas cuestiones precisaban de un análisis histórico y para ello Durkheim propone una sociología como ciencia que tiene un método y un objeto propio: el análisis histórico-comparativo y objetivo de los hechos sociales, por tanto la sociología no es política, no prescribe conductas, sólo .2 ilustra la opinión Durkheim es un defensor a ultranza de la escuela pública, gratuita, racionalista laica, basada en una moral social autónoma, donde se adquieren los valores democráticos, que garantice la igualdad de oportunidades y prepare para la responsabilidad ciudadana. En su conocida obra, La división social del trabajo, concede un gran importancia al sistema de creencias y valores sociales, que encarnados en las instituciones sociales como la familia y la escuela, ejercen un gran influjo en el grado de integración de los miembros de una sociedad. De aquí deriva su concepción de la solidaridad mecánica y orgánica. La primera es fruto de las sociedades primarias, tribales, comunitarias y la segunda se apoya en la cooperación y el consenso, propio de las sociedades modernas donde se impone una acusada división del trabajo, permitiendo a los individuos gozar de mayor libertad y satisfacción pues aquél ya no depende tanto de la tradición rutinaria sino de la vocación y la profesión. Pero si el mundo laboral so- 2 mete coercitivamente la actividad del trabajador a un simple contrato laboral se produce una falta de falta de estímulo y de interés por el trabajo (anomia) que sólo se eliminará permitiendo que cada uno trabaje según sus capacidades. La anomia política también debe evitarse con la creación de asociaciones ciudadanas, capaces de dinamizar la sociedad civil y contrarrestar el peso excesivo del estado, estableciendo mediaciones entre los individuos y las instituciones estatales. Con estos planteamientos sociológicos Durkheim legitima el Estado Social. Weber, junto a Marx y Durkheim, es considerado como parte de la triada de sociólogos clásicos. Weber fue un intelectual comprometido con la democracia que a pesar de su pasión por la política intentó mantener una posición libre de valores y no mezclar la política con la vida intelectual. La primera parte de su obra se centra en el análisis del orden social y en los orígenes del capitalismo, así como en cuestiones metodológicas, pero su preocupación por la vida política alemana es permanente. Tras la caída de Bismarck en 1890 Weber diagnostica la situación alemana como la de un país sin liderazgo político. La burguesía que podría ser quien ocupara ese vacío no estaba preparada para ello y los obreros liderados por el Partido Socialdemócrata tampoco, pues su propuesta revolucionaria sólo podía desembocar en una mayor burocratización del Estado. La democracia necesitaba de unos procedimientos legales que asegurasen los procedimientos democráticos y esto exigía una mayor carga de funcionarios y un mayor control estatal. Por otra parte a Weber le preocupaba en concreto la crítica situación de la economía nacional alemana y consideraba que para mejorarla era necesaria la unificación nacional liderada por una burguesía capacitada para su gobierno. Esto le lleva al estudio de las relaciones entre capitalismo y Esta consideración metódica de Durkheim sobre el conocimiento sociológico todavía encuentra eco actualmente en quienes sostienen que la sociología es una ciencia únicamente descriptiva y por tanto ajena a los valores dominantes. - 145 - C O N -C I E N C I A S O C I A L subjetividdad. Para ellos se sirve de la Genealogía de la moral de Nietzsche y del cuestionamiento de las tesis de Marx en El Capital. El estudio de la ética protestante le lleva a preguntarse cómo se hace posible el capitalismo y concretamente a partir de qué formas de vida y pensamiento surgen los capitalistas, empresarios interesados únicamente en la acumulación de capital como objetivo central de su existencia. En este tema se separa de Marx ya que le preocupaba más el papel de los agentes sociales en los procesos económicos que las estructuras y los sujetos colectivos marxistas. En La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905) su preocupación es cómo se forja el tipo humano capitalista. El ethos puritano de austeridad, autocontrol, trabajo disciplinado y cuidado de la familia, favorecía los procesos psicológicos individualistas y estimulaba la actividad económica. De esta forma se genera el espíritu del capitalismo: ganar cada vez más dinero, evitando despreocupadamente todo disfrute hedonista.3 La racionalización de la vida se introduce también en la organización del proceso de producción, introduciéndose el cálculo de pérdidas y ganancias y generándose un nuevo espíritu empresarial. Otra de las cuestiones básicas de Weber son sus concepciones políticas. Al comienzo considera que la organización política se transforma en Estado cuando ejerce un monopolio legítimo del poder pero esto supone una tendencia a la oligarquización del poder, burocratizándolo, de forma que los ciudadanos no sólo quedan separados de los medios de producción, como señalaba Marx, sino también de las decisiones políticas. El Estado moderno es un estado administrativo cuyo poder central es la burocracia. Este poder burocrático llega a formar un nuevo monopolio de poder arbitrario de forma que ésta es incompatible con la democracia. Para neutralizar este despliegue burocrático Weber propone líderes carismáticos y el funcionamiento de un Parla- 3 mento como forma de control al poder del ejecutivo. Paralelamente, en este mismo periodo histórico, se crea en Chicago un Departamento de Sociología que estaba totalmente conectado con el reformismo social preocupándose por los aspectos cotidianos y ocultos de la vida social, como la pobreza, la delincuencia, el crimen y las poblaciones inmigrantes. Albion Small, director del recién fundado departamento, planteaba la función del sociólogo como cooperador del trabajo social de su comunidad para ayudar a levantar una democracia mejor. La sociología se interesa por el fuerte problema de desorganización social, provocada por la disparidad de normas de convivencia que aportan los diferentes grupos étnicos y culturales, presentes en Chicago, así como por la inexistencia de una política de inmigración y por la aparición de barrios marginales donde la pobreza genera violencia. Se adoptan metodologías analíticas centradas en los sujetos de observación, se desarrollan técnicas de observación participante, entrevistas..., cuestionándose el objetivismo que proponen otros modelos empíricos. La etnografía como método va abriéndose camino. Mientras tanto en Europa se va construyendo un pensamiento elitista, apoyado en el darwinismo social. Surgen teorías que defienden la supremacía de unas razas sobre otras, legitimando el ascenso del nacionalsocialismo al poder en Alemania y su derivación en la barbarie nazi. En Italia la cuestión social se convierte en un conflicto político, donde los lombrosianos intentan neutralizar los movimientos populares apoyándose en los teóricos del elitismo, que postulan la imposibilidad de la democracia. El dogma de la existencia de jerarquías naturales y las políticas de defensa social fueron dos de las grandes contribuciones de la Escuela de Turín. Pareto, Michels y Mosca contribuyen con su teorías a justificar la aparición del fascismo italiano. Adorno y Horkheimer hacen una brillante crítica de este espíritu del capitalista en su Dialéctica de la Ilustración. Véase: ADORNO, T.W./ HORKHEIMER, M. (1970): Dialéctica del iluminismo, Buenos Aires, Sur. - 146 - RESEÑAS Justifican la imposibilidad de la democracia en que la creciente complejidad social exige un liderazgo fuerte que organice la vida social que no puede ser sometida a los dictados arbitrarios de las asambleas ni de los referéndum. La primera Guerra Mundial, el marxismo soviético y posteriormente el nacional socialismo y el fascismo asestaron un terrible golpe a la causa de la democracia y a los planteamientos de los sociólogos clásicos pues a la par que triunfaba la barbarie empezaba un cambio de paradigma en las ciencias sociales. La guerra suponía el fracaso de las democracias articuladas en torno al Estado Social y el fracaso de la sociología para comprender las dinámicas sociales y orientarlas racionalmente. C) La tercera parte de la obra es quizá la más sintética respecto a las tendencias sociológicas de los últimos años. Señalan como rasgos característicos de la sociología del s.XX, la pérdida del sentido histórico en el conocimiento social, la conceptualización del individuo como “homo psychologicus” como una derivación del “homo economicus” del liberalismo, y el surgimiento del fascismo y de sus barbaries. La sociología, aunque adquiere un fuerte desarrollo en Estados Unidos, deriva en un funcionalismo que adquiere gran protagonismo y se convierte en fuente de legitimación del capitalismo norteamericano. La estructura de la acción social de Talcott Parsons, supuso un hito en la sociología del primera mitad del s.XX , influyendo no sólo en la sociología norteamericana sino en la europea. Su Teoría General de Sistemas concibe la sociedad como un organismo vivo, con una capacidad homeostática para mantenerse en equilibrio y rehacerse en caso de conflicto. Parsons presentaba un modelo de análisis social basado en la racionalidad económica y proponía un método explicativo que superara el de causaefecto y reflejara las variaciones derivadas de las relaciones simultáneas entre variables. Reducía el agente social a mero ejecu- 4 tor sin intencionalidad eliminando la perspectiva histórica del análisis social. Sistemas y subsistemas, concomitancias y contingencias en el interior de una estructura social, variaciones simultáneas de variables, regresiones múltiples... sustituyeron a una sociología entendida como ciencia de los procesos sociales llamada a superar la cuestión social. El funcionalismo cierra pues un ciclo en la sociología ya que consiguió subordinar el análisis de la sociedad a la lógica de la economía del mercado como horizonte insuperable de todo desarrollo social. Este funcionalismo tiene una réplica europea en la denominada sociología crítica. La Escuela de Frankfurt, inspirada en Marx, supone una fuerte crítica a los planteamientos positivistas en sociología y una crítica radical a las dictaduras políticas y a las consecuencias de la entronización de una sociedad mercantilizada. Surgen otras voces como Mills, Polanyi o Norbert Elias, quienes también cuestionan los valores capitalistas legitimados por la sociología norteamericana. Pero no es hasta los años sesenta cuando el paradigma funcionalista es contestado de una forma clara, desde la teoría sociológica.4 En el último capítulo los autores realizan una síntesis de la génesis de la sociología como ciencia social académica y señalan que su proceso evolutivo quedó truncado por la Primera Guerra Mundial, el auge de los fascismos y la hegemonía del funcionalismo. Las sociologías clásicas estaban articuladas por una cuestión central: ¿es compatible el capitalismo con la democracia?. La respuesta fue el Estado Social, con sus leyes de protección social de los ciudadanos, con la introducción del concepto de propiedad social y con unas instituciones públicas entendidas como servicios públicos. La conclusión de los autores es que “la sociología clásica se ha nutrido de la teoría y la práctica de la democracia, pero a la vez la sociología ha promovido mediante la idea de propie- Niklas Luhman, en Alemania, realiza una revisión del funcionalismo parsoniano proponiendo un modelo neofuncionalista que todavía sigue teniendo eco en el ámbito de la sociología. - 147 - C O N -C I E N C I A S O C I A L dad social, solidaridad y de Estado Social, formas inéditas de convivencia democráticas que han proporcionado un rostro más humano a las sociedades industriales” (p. 373). Comentarios y observaciones Respecto a los contenidos En la interpretación que hacen los autores del texto sobre Weber existen algunas cuestiones que son discutibles. Las conexiones que establecen con Nietzsche, a pesar de la admiración del primero hacia las aportaciones nietszschianas, resultan forzadas en algunos casos. Quizá la presentación de la obra como un estudio genealógico de la Sociología pudiera influir en ello. Que Weber recurra a la intencionalidad del sujeto como fuente de interpretación no significa que hable en los términos de Nietzsche sobre el sujeto y el poder. Aunque en el texto se presenta a Weber y a Marx como contrarios al sistema capitalista, esto parece, más bien, una interpretación interesada de los autores. En realidad Weber defendía el capitalismo como sistema económico, aunque no político, y al igual que Marx critica las injusticias que origina. A lo largo de su vida se desplazó hacia posturas de izquierda pero siempre mantuvo unos principios políticos que definían sus visión política general. Pensaba que el estado burocrático no podía ser destruido por los programas de nacionalización parcial planteados por los socialistas académicos y que tales planes sólo originarían un mayor desarrollo de la burocracia. Por eso el fomento del estado-nación debería ser prioritario ya que toda lucha política implicaba lucha por el poder y esto no tenía final. Era vana cualquier aproximación política basada en criterios éticos como los de la libertad o la bondad. En esto sí se aproximaba a Nietzsche5. Respecto a la religión Weber compartía con Marx algunas de sus opiniones críticas 5 pero rechazaba el materialismo unilateral que eliminaba las influencias positivas de las creencias religiosas. Weber apreciaba en el calvinismo un impulso revolucionario en lugar de conservador (Giddens,1997, p.40). Alvarez-Uría y Varela no dan importancia apenas en su obra a los principios metodológicos de Weber, a pesar de que se centran en la génesis de la Sociología como disciplina académica, olvidando las conexiones entre sus planteamientos metodológicos y sus posturas políticas respecto al partido Socialdemócrata, como la consideración que hacía acerca de la separación de los medios de producción de los trabajadores, propia del capitalismo, que él interpretaba como un exponente de los procesos de racionalización hacia los que avanzaba la sociedad moderna (op. cit., p. 44) Ni Marx ni Weber proponen un modelo económico alternativo al capitalismo. Lo que hacen es criticar sus excesos, como por ejemplo el afán irracional del capitalista cuyo principal deseo es la acumulación de riquezas, convirtiéndola en un fin en sí misma. Marx ve necesaria la revolución obrera como instrumento para que el capital cambie de manos. Weber, más pesimista, se limita a presagiar la creciente sumisión del individuo a los procesos burocratizadores que la sociedad, cada vez más compleja, desencadena. Por último la atención dedicada a las teorías sociológicas de la primera mitad del s..XX es excesivamente somera, sobre todo en relación con la extensión concedida al s.XIX, citando, casi de pasada, movimientos sociológicos importantes, o ignorándolos, como por ejemplo los movimientos estructuralistas y postestructuralistas franceses, los planteamientos fenomenológicos y etnográficos, los planteamientos neofuncionalistas, etc. En general se puede afirmar que el texto de Alvarez-Uría y Varela, supone un estudio riguroso y bien documentado, aportando abundantes fuentes y sólidos argumentos, recogiendo un panorama muy completo de la génesis del pensamiento sociológi- GIDDENS, A. (1997): Política, Sociología y teoría Social, Barcelona, Paidós, p. 37 - 148 - RESEÑAS co y su institucionalización en la Universidad. Pero se echa en falta, por tratarse de un estudio realizado según los autores desde una perspectiva genealógica, de un análisis más dialéctico. La crítica al poder presenta unas argumentaciones excesivamente lineales: se rechaza al capitalismo y se hace una valoración positiva del pensamiento socialista sin introducir ningún contraste dialéctico. Todavía es más evidente esta falta de dialéctica en su consideración del Estado Social como comentaré a continuación. Respecto a los valores sociales subyacentes Los autores del texto se adhieren de forma poco crítica al concepto de Estado Social al que proponen como una utopía esperanzadora. Si bien es cierto que el Estado Social fue la base de una concepción democrática del Estado, en la que los derechos de los ciudadanos cobran legitimidad por sí mismos, con independencia de las condiciones y circunstancias individuales de los mismos, y que ha aportado una serie de significados al mundo de la vida social más próximos a valores de solidaridad y corresponsabilidad política -la política fiscal es un ejemplo de ello-, no lo es menos que tales concepciones y valores están siendo cuestionados por un amplio sector de la población, debido a las fuertes contradicciones en que el desarrollo práctico de este modelo político ha incurrido, actuando con frecuencia de forma antitética con sus principios de origen. Claus Offe ya señalaba las crisis internas (de carácter económico) y externas (de legitimación) que padecía el Estado del Bienestar desde la década de los años setenta del s.XX 6. Las crisis económicas de estos años en Occidente, unidas al desarrollo salvaje de un mercado libre de restricciones que se ex- 6 7 tiende por todo el mundo, ha generado un movimiento de globalización económica cuya acuñación terminológica, “globalización”, y su difusión a través de los medios de comunicación, ha favorecido su incorporación al pensamiento y a los valores de gran parte de la población. Movimiento que desde la visión económica se presenta como imparable. Esta globalización económica ha sido uno de los principales factores que ha puesto en cuestión la asociación del concepto de estado-nación con el de territorio, y éste era precisamente el soporte sobre el que se articulaba el Estado del Bienestar: el control jurídico y económico del territorio. Siguiendo a Offe, éste señalaba que las crisis económicas afectaban al Estado ya que para generar la riqueza necesaria para dar cobertura a las necesidades transformadas en derechos de los ciudadanos (sanidad, educación, seguro de desempleo o enfermedad, etc.) debía entrar en el juego capitalista del mercado y competir con las empresas en su mismo terreno, lo que exigía abandonar la protección de los derechos laborales de los trabajadores para comenzar a aplicar políticas de flexibilización laboral que le permitieran seguir siendo competitivo, al disminuir los costes, en los mismos términos que una empresa privada. Si a esta desvirtuación de sus principios se une el hecho de que hoy las empresas carecen de restricciones jurídicas internacionales y por tanto pueden jugar impunemente a la “deslocalización” de sus factorías, el Estado ante estas circunstancias queda inerme para garantizar la protección material de sus ciudadanos7. Evidentemente todo esto origina una crisis de legitimación del Estado Social en el pensamiento de los ciudadanos, que imbuidos de la primacía de los valores económicos sobre los políticos dejen de ver sentido a la corresponsabilidad sociopolítica de los individuos. Se considera al Estado como una empresa que no gestiona con eficacia el dinero público y OFFE, C. (1990): Contradicciones en el Estado del Bienestar, Madrid , Alianza universidad. Además de sus propias concepciones sociales que , como una mayoría de ciudadanos, se hallan impregnadas de valores neoliberales que ponen en tela de juicio la oportunidad de los gastos sociales, mientras se legitiman otros como los de defensa ante el terrorismo. - 149 - C O N -C I E N C I A S O C I A L se rechaza, por tanto, la participación en la contribución fiscal recurriendo al fraude y al rechazo de los gastos sociales como “dinero mal invertido”. Ahora los ciudadanos prefieren, en línea con el pensamiento neoliberal, gestionar sus propios recursos, evitando la contribución a ese fondo común que implicaba el Estado Social (Bauman)8. Los movimientos migratorios, con los costes sociales derivados a la atención de los grupos de llegada, han reafirmado aún más estas posiciones egoístas. Esta descripción nos lleva al objetivo de este comentario: la dialéctica que caracteriza tanto el modelo como la práctica del Estado Social. Por ello, y en referencia al texto, objeto de este análisis, me parece necesaria una apreciación del Estado Social en su realidad dialéctica, sin idealizaciones utópicas. Respecto a la Didáctica Crítica Si descendemos un peldaño más en el análisis y nos centramos en el sistema educativo, podremos apreciar esos mismos movimientos dialécticos (de tesis-antítesis) en las políticas educativas de los estados sociales occidentales. Evitando homogeneizar las trayectorias educativas de estos países se pueden percibir rasgos estructurales comunes que ponen en evidencia las contradicciones del Estado del Bienestar. Sin querer entrar en profundidad en este tema, me remito a un riguroso estudio, de corte genealógico, publicado recientemente por Raimundo Cuesta9 especialmente en su último capítulo dedicado a nuestro país. Abunda en las contradicciones educativas en que ha incurrido el Estado Social, implantado en los años 80 en España, cuando las políticas socialdemócratas europeas se encontraban en situación de repliegue. De aquí que la inversión educativa estuviera marcada por la política de recorte de gastos sociales que se impone en Europa (Cuesta, 2005, pp. 124 y ss). 8 9 La LOGSE pone sobre el tapete la necesidad de hacer coincidir la conclusión de las etapas educativas obligatorias con la edad de acceso a la actividad laboral (16 años), pero la escolarización de masas no permite alcanzar uno de los objetivos marcados por el gobierno: mejorar la cualificación de los ciudadanos para que puedan acceder a un puesto laboral. Esta consecuencia es lógica pues no se lleva a cabo una política laboral y económica del calibre necesario para lograr el pleno empleo, utopía declarada por los pioneros del Estado Social. El sistema educativo es usado como instrumento de legitimación del Estado, pero éste no es coherente en el plano económico con los objetivos declarados. Pero en esa línea dialéctica que se reclama hay que reconocer que el Estado Social supuso un avance en las formas democráticas de los países occidentales emergentes de la Segunda Guerra Mundial. El aprendizaje filogenético de estas comunidades que han vivido la experiencia de ver reconocidos sus derechos a recibir la atención del Estado en sus necesidades básicas y el aprendizaje de que tales derechos precisaban de un sentido de la corresponsabilidad solidaria entre los ciudadanos, son significados que se han incorporado al acervo cultural occidental y que, a pesar de los movimientos regresivos que atravesamos, quedarán como poso en el mundo de vida social. Sin caer en el mito del progreso, mantengamos al menos la esperanza de que las nuevas generaciones no olviden los avances sociales orientados a una mejor redistribución de la riqueza y sean capaces de extraer las consecuencias oportunas para mejorar el futuro de nuestro mundo. Y en este punto es donde conectamos con un punto fundamental: la imprescindible educación crítica e ilustrada de los ciudadanos. Este objetivo enlaza con la Didáctica Crítica. La Didáctica Crítica no propone sólo unas formas determinadas de abordar el BAUMAN, Z. (2000): Trabajo, consumismo y nuevos pobres, Barcelona, Gedisa Véase: CUESTA FERNANDEZ, R. (2005): Felices y escolarizados. Crítica de la escuela en la era del capitalismo, Barcelona, Octaedro-EUB. - 150 - RESEÑAS currículo escolar o las prácticas docentes. Es mucho más. La Didáctica Crítica nos ofrece instrumentos de comprensión e interpretación de la escuela, como organización y como institución social, de sus fines y de sus consecuencias. En este sentido la formación del profesorado precisa conocer las teorías sociales que permiten explicar las funciones de la escuela. Este conocimiento social, tal como se refleje en el texto comentado, es fruto de unas condiciones históricas y a la par sus mismas explicaciones sociales condicionan la propia realidad. Giddens (1993)10 señalaba esa dialéctica al reflejar cómo las mismas teorías sociológicas que describen lo que está sucediendo en un momento determinado configuran el pensamiento general y van generando significados en esa misma línea. Esta afirmación genérica no está exenta de la dialéctica y contradicciones de la propia realidad, ya que las descripciones sociológicas tienen una mayor o menor difusión en función del apoyo que reciban de los medios de comunicación (además de la influencia académica o de que estén más o menos próximas a la ideología de quien detenta el poder)11. El conocimiento de cómo se ha forjado el pensamiento social permite a los profesores profundizar en los valores sociales que han ido configurando nuestra cultura históricamente y esto posibilita poner en cuestión la validez de muchos pensamientos pedagógicos y sociales que se han incorporado al habitus profesional y al mundo de vida social. Ejemplos de esto los encontramos en el valor que se atribuye a la escuela como motor de desarrollo económico, o en la necesidad de que la escuela cumpla una función de selección social de los individuos, o que la formación obligatoria tenga como objetivo la adquisición de unas competencias previas para el trabajo, o que el currículo deba servir para mantener las tradiciones culturales... Estas ideas que forman parte del “sentido común” de una parte mayoritaria de la población, no 10 11 son algo lógico y natural, son fruto de una historia, de unas condiciones sociales. El análisis de cómo se fueron gestando las teorías sociológicas más renombradas, que se han ido incorporando a nuestro acervo cultural, son otro ejemplo de ello. La aparición de la escuela como solución a situaciones de delincuencia social, en el nacimiento del industrialismo, cuando en las ciudades se hacinaban ingentes masas de población que carecían de medios dignos y salubres para vivir y que eran explotadas por el primer capitalismo, es un ejemplo de cómo la escuela asume la tarea de convertirse en lugar de salvación social. Los primeros reformistas, como Owen, por ejemplo veían en la educación de las clases populares la forma de control de “la cuestión social” al introducir una serie de virtudes de orden y laboriosidad en los ciudadanos más desfavorecidos. Todavía hoy consideramos la escuela como un lugar y una forma de control de aquellos adolescentes que al no haber llegado a la edad laboral supondrían un problema social por su ociosidad y a los que la escuela debe recoger y formarles en alguna competencia laboral mientras llegan a la edad de la productividad. En el origen de muchas teorías sociológicas había simplemente propuestas económicas que se presentaban como forma de solventar los desórdenes sociales originados por el desarrollo industrial. La concepción de la economía como eje de regulación social y las teorías psicológicas afines que legitimaban la mejora de la riqueza como algo consustancial a un individuo que sólo encontraba sentido a su vida en la búsqueda de su propio beneficio material y que localizaba la solidaridad en la natural necesidad de colaboración para el logro de la riqueza de todos y cada uno, es un pensamiento que llega a la educación de nuestros días. La productividad de nuestros ciudadanos logrará mejorar nuestras cotas de bienestar material, y esto redundará en una situación de integración y tranquilidad so- GIDDENS,A. (1993) : Consecuencias de la modernidad, Madrid, Alianza Universidad “El conocimiento sociológico da vueltas en espiral dentro y fuera del entorno social reconstruyéndose tanto a sí mismo como a ese universo como parte integral de ese mismo proceso” (Giddens, 1993, p. 27.) - 151 - C O N -C I E N C I A S O C I A L cial que nos permitirá vivir mejor y en paz. Falacias que asombrosamente han llegado hasta hoy y que mantienen la legitimidad de la escuela. De la necesidad inicial, cuando se constituyeron los estados-nación europeos, de lograr la integración social de los individuos en un proyecto político y territorial común, se derivan hoy en día los afanes escolares por mantener un currículo intocable, sobre todo de carácter histórico, que defina las identidades culturales y las afinque en un territorio-estado. Esta concepción, que parece propia del s. XIX, es la base sobre la que se sustenta la actual reivindicación y desarrollo de los currículos nacionalistas que buscan el afianzamiento de identidades territoriales y políticas. Resulta asombroso que ante una situación de rápidos cambios, donde crecen las sociedades pluriculturales y donde la mixtura es una de sus características definitorias todavía la escuela pretenda asumir la función de afianzar la identidad local. Una institución como la escolar que es la depositaria de tradiciones culturales debería estar en permanente búsqueda imaginativa de renovación cultural para, a partir de lo conocido, ir explorando nuevos caminos culturales que favorecieran procesos de integración de grupos de ciudadanos cada vez más heterogéneos. Esta búsqueda de nuevos caminos -a través de la escuela, con la escuela y fuera de ella- y con un referente muy claro, el desarrollo de sociedades con mayores cotas de justicia social es la pretensión fundamental de una Didáctica Crítica. Por todo esto y muchas razones más que podrá ir descubriendo el potencial lector de la obra que se ha comentado, considero recomendable para un profesor, de cualquier nivel y especialidad, la lectura de este texto siempre con la visión crítica necesaria que, como profesionales de la cultura y recreadores de valores simbólicos, resulta imprescindible. Porque un profesor sólo podrá ser un buen profesional si es un intelectual crítico. - 152 - El poder de la presentización y el control de la memoria Pedro Oliver Olmo Universidad de Castilla-La Mancha AROSTEGUI, J. (2004). La historia vivida: Sobre la historia del presente. Madrid: Alianza. 448 pp Los historiadores nos proponemos hacer una historia construida, la representación de aquello que hemos aprehendido y comprendido del pasado; pero no perdamos de vista que siempre anclamos nuestro propio ser cognoscente en una historia vivida, la nuestra, en nuestro presente y a través de nuestras presentizaciones, esto es, la que puede hablar de (y la que habla desde) lo que somos, lo que tenemos, lo que podemos ser y lo que podemos tener. De esto y de mucho más que sería muy difícil sintetizar habla detalladamente el libro de Julio Aróstegui. En él se abordan los aspectos epistémicos de lo que no es otra cosa que un instante del devenir histórico, el presente, al cual no debemos concebir como un período cronológico concreto. Sostiene Julio Aróstegui que la categorización del fenómeno temporal del presente trasciende el ámbito de las secuenciaciones y pasa a depender de lo que socialmente se entienda en cada momento por coetaneidad, de cómo se estén sucediendo los estadios de relación intergeneracional, y de la definición compartida que hagamos del acontecimiento matriz que conformó un presente aún vivido y no acabado (como pudo ser la caída del Muro en 1989, o tal vez esté siendo el 11-S de 2001). Pero no abundaré en todo ello porque creo que todavía es mucho más destacable el intento que el au- 1 2 tor hace por delimitar una historiografía del presente (“un modelo historiográfico del presente”, según las propias palabras del profesor Julio Aróstegui). La historia del presente y sus implicaciones teóricas En verdad, durante las dos últimas décadas, y mayormente por derivación de esa tendencia renovadora llamada nueva historia política, ha cobrado auge la historia del presente; pero no es menos cierto que, aunque sólo sea por una razón metodológica (la del uso de las fuentes orales), esta nueva perspectiva también ha ido teniendo cierto reflejo en la historia social (sobre todo en la sociolaboral) y cada vez más en la historia sociocultural y en los estudios que incorporan la perspectiva de género a los marcos teóricos y metodológicos historiográficos. De hecho, en torno a la categorización del presente se observa un encuentro y un trasvase de experiencias entre el empuje de lo cultural (sobre todo el de la historia de la vida cotidiana) y lo político, además de la ya citada historia oral1. Con todo, y pese a que la conceptualización del presente conlleva ciertas peculiaridades, no es más trascendente esa cuestión que la relativa a la concepción del tiempo y de la retrodicción: en ese sentido, al recordar la reflexión de Bloch acerca de que el observador del presente no está en mejores condiciones que el historiador del pa- E. Hernández Sandoica, Tendencias historiográficas actuales. Akal, Madrid, 2004, p. 520. J. L. Gaddis, El paisaje de la historia. Cómo los historiadores representan el pasado, Anagrama, Madrid, 2004, p. 21. - 153 - C O N -C I E N C I A S O C I A L sado, J. L. Gaddis afirma que “en realidad, el historiador del pasado está en condiciones mucho mejores que el partícipe del presente, por la sencilla razón de que tiene un dilatado horizonte”2. De todas formas, en la práctica disciplinar (y en sus evidentes derivaciones hacia las programaciones didácticas y los planes de estudio académicos), la cuestión suele centrarse en una vieja polémica nominalista. Incluso leyendo a los tratadistas que se vienen ocupando de este asunto se nota que sigue habiendo cierta cacofonía con la denominación, pues hemos ido pasando de una temprana propuesta de historia inmediata por parte de Jean Lacouture (en realidad un encuentro de la historia, la biografía y el periodismo), al uso y abuso de la idea de historia actual entendida como periodización, y más recientemente a una conceptualización mucho mejor elaborada como historia del tiempo presente3. Sin olvidar que la cuestión nos remite igualmente al problema de la historia contemporánea y la historia coetánea, no obstante, quizás ahora el debate esté mejor encauzado gracias a la proliferación de encuentros, coloquios e incluso revistas especializadas, además de la decisiva influencia que en el terreno de la epistemología y sobre todo de la teoría de la historiografía del presente está teniendo la obra de Julio Aróstegui sobre la historización del presente y la idea de “historia vivida” que estamos comentando. En verdad, no es baladí la cuestión terminológica, y de hecho la reflexión del profesor Aróstegui deja maltrecha la utilización académica de nociones como Historia Actual, lo cual no debería redundar en una preocupación callada y estéril de los 3 profesores de esa asignatura, sino en un cambio de perspectiva y sobre todo en una reflexión crítica que deberían compartir con sus alumnos. Es lo más aconsejable, a pesar de que las inercias suelen ser en gran medida inevitables. Tampoco es flor de un día la rica producción teórica que el profesor Aróstegui está dando a conocer a la hora de desmenuzar este debate sobre la coetaneidad. Si buscáramos precedentes quizás tendríamos que ir incluso más allá de Marc Bloch, uno de los ejemplos más notorios. De hecho la reflexión sobre el presente y su aprehensión en el discurso histórico aparece en algunos autores anteriores al famoso padre de Annales. Pero lo cierto es que, por lo que se refiere a la edificación de una tendencia historiográfica, aunque el concepto haya ido tomando forma en las últimas décadas, la noción más próxima surgió en la Alemania que intentaba digerir la experiencia nazi tras la II Guerra Mundial con la creación de un instituto dedicado a la “historia de nuestro tiempo”. No obstante esa cierta conceptualización acerca de la historización de un tiempo vivido, y como quiera que en la práctica la experiencia de Munich no hizo nada más que trasladar el método historicista clásico al análisis de lo que había sucedido durante el III Reich, aquel esfuerzo no produjo grandes resultados teóricos. Fue después, y en Francia, cuando con más fortuna se reformuló la idea gracias a la creación en 1978 del Institut d’Histoire du Temps Présent. “Temps présent” comenzó siendo un manera de referirse al intento de análisis de lo “muy contemporáneo” y acabó convirtiéndose en la denominación En algunas de las referencias bibliográfícas más aconsejables se puede pulsar esa variedad contradictoria: A. Chauveau y Ph. Tétart (eds.), Questions á l’Histoire des temps présents, Bruselas, 1992; Institut d’Histoire du Temps Présent, Écrire l’histoire du temps présents. En homage à François Bédarida, Paris, 1992; J. Aróstegui (ed.), Historia y Tiempo Presente. Un nuevo horizonte de la Historiografía contemporaneista Madrid, 1998; J. Cuesta, Historia del tiempo presente, Madrid, 1993; P. Díaz Barrado (coord.), Historia del tiempo presente. Teoría y metodología, Badajoz, 1998; M. Soto Gamboa, “Historia del tiempo presente: un concepto en construcción”, Revista Chilena de Historia y Geografía, núm. 165, pp. 55-102; C. Navajas Zubeldia (dir.), Actas del II Simposio de Historia Actual, Logroño, 2000; A. Soto Gamboa, “Historia del Presente: estado de la cuestión y conceptualización”. Historia Actual On-Line, 3 (2004), [versión on line: <http://www.hapress.com/.php?a=n03a09>]. - 154 - RESEÑAS canónica4. ¿Acaso ahora empezaremos a usar con más frecuencia y conocimiento de causa la noción de “historia del presente”? La historia del presente es historia vivida; sin embargo, si ha de ser una historiografía específica, necesitaría de un secuenciación que como ya se ha dicho nada tiene que ver con una delimitación heurística del campo cronológico. En efecto, la historia del presente necesita revestirse de una teoría sobre la categorización del tiempo, y más aún que eso debe dotarse de una teoría historiográfica propia. A fin de cuentas, como dice Helena Hernández Sandoica, la cuestión de la mirada del historiador sobre el hoy más que sobre el ayer tiene algunas implicaciones epistemológicas y conlleva no pocas polémicas pese a referirse a prácticas que en realidad son clásicas, pues conectan con la problemática de una vieja interconexión, la de la historia y la memoria, la de la relación “entre lo vivido y lo recordado, lo observado y lo narrado a la posteridad por quien lo ve u oyó (y a su vez lo cuenta a aquel otro que lo escribe o lo transmite, siendo así conservado en la memoria) 5. Si nos atuviéramos a nuestra propia teoría disciplinar quizás tendríamos que hablar más exactamente de historia coetánea. Pero ciertamente también hacia esta última práctica los historiadores siempre han mostrado una cautela infundada, pues no pocos de ellos siempre temieron invadir el campo de estudio de otras ciencias sociales como la sociología. Afortunadamente se está dejando atrás ese sinsentido disciplinar, a la vez que también en la sociología han terminado por escuchar las peticiones de atención a la 4 5 6 7 diacronía que hiciera N. Elias hace ya muchas décadas. Sin embargo, a estas alturas es cierto que sigue habiendo riesgo de reproducir polémicas superadas, sobre todo con la politología y la sociología; y el desagradable peligro de recibir acusaciones infundadas como las que solapan la historia del presente al ejercicio de cierto tipo de periodismo. Otra cosa bien distinta es que la historiografía del presente considere la gran importancia que hoy en día tiene la construcción mediática del presente que a su vez va a ser objeto de tratamiento historiográfico; porque el hecho de que el relato cotidiano esté tan marcado por las agencias de noticias de TV (y últimamente por el llamado citizen reporter, el videoaficionado y el hombre de la calle que hace de fotógrafo ocasional y envía sus materiales a los medios de comunicación), da pábulo a que buena parte de la historia del presente que se está escribiendo sea de tipo positivista y evenemencial.6 A veces nos crece la sensación de que se ignora supinamente el reto epistemológico que está afrontando esta tendencia historiográfica, y se desprecia lo que significa la superación de la separación del tiempo en el objeto de conocimiento a través de las barreras entre el presente y el pasado. Se trata de una reflexión sobre el tiempo y de un tratamiento del continuum entre pasado, presente y futuro. Y se trata, además, de una subespecialización y una práctica historiográficas7. Con todos sus propios problemas metodológicos en desarrollo, entre los que destacan todos los asociados a la producción y tratamiento de fuentes orales y audiovisuales. En otros países se han creado instituciones similares pero con denominaciones que suelen reproducir la idea de contemporaneidad como un período reciente dentro de la secuenciación convencional de la historia por edades (caso del Instituto de História Contemporânea de Portugal y del Institut of Contemporary British History). E. Hernández Sandoica, Tendencias historiográficas actuales…, p. 518. Bernardo, J.M.; Gavaldà, J.; N. Pellisser (coords.), El debate sobre la cultura de la imagen, Nau llibres, Valencia, 2003. J. Tusell: “La historia del tiempo presente: algunas reflexiones sobre el caso español”, en C. NAVAJAS (ed.), Actas del II Simposio de Historia Actual, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 2000, pp. 15-36, pp. 24-26. - 155 - C O N -C I E N C I A S O C I A L El poder y la memoria Presentizar en el sentido de historizar el presente es elaborar una historia vivida y es también trabajar con la memoria. Por eso la historiografía choca con este problema cognitivo: el de la aprehensión de la memoria (individual y colectiva), o sea, el de la reflexión que iniciara M. Hallbwachs en los años veinte y luego continuaron los annalistes acerca de la intersección entre memoria e historia8. Pensar históricamente el presente (para poder explicarlo a través de una historiografía específica de ese presente) significa entender lo que ya ha ocurrido pero sigue ocurriendo ahora mismo, lo que no ha concluido. Por eso juega un papel tan importante la memoria, en este caso, incluyendo la memoria del historiador. Necesariamente, hay una implicación cognitiva y emotiva del sujeto que realiza la investigación y construye el discurso histórico del presente. En el problema de la memoria está su naturaleza individual y colectiva. El concepto de memoria colectiva se ha renovado sobre todo en Francia. Se entiende que son recuerdos de experiencias de una colectividad que incluye esa misma memoria en su sentimiento de identidad, y que se expresa a través de recuerdos del pasado conservados y trasmitidos de forma escrita y oral, y con la producción activa de memoria incluyendo los actos promovidos por instituciones, movimientos sociales, historiadores, etcétera. Es decir, hay construcción de memoria. En la construcción de la memoria actúa directa e indirectamente el Estado, a través de organismos ad hoc o de los mismos instrumentos formales con los que en general desempeña el control de la transmisión de la memoria colectiva oficial. Y no cabe la 8 9 menor duda de que es en la historia del presente donde mejor se observa la relación de dominio que hay entre el poder y la memoria (o las memorias colectivas)9. El discurso histórico puede reproducir la mera imposición del principio de realidad. Es un realismo que conviene al poder en curso, esto es, realismo no como descripción ni tan siquiera como asunción crítica de la realidad sino como trasunto de la ideología dominante en las relaciones de poder de esa misma realidad. Así entendida, la ideología del realismo quisiera hacer de los historiadores o meros reproductores de discursos presentistas sobre el pasado o una suerte de policías culturales dispuestos a ser movilizados –y a veces autoconvocados con estridente facundia mediática- para ejercer el control de la presentización. Un control que se pretende ejercer a través de la fijación y hasta la fosilización de las enseñanzas históricas y con el control del olvido y de la memoria, mayormente en momentos de emergencia provocados por actores extra-historiográficos (o en todo caso por revisionistas muy próximos al periodismo de provocación con estrategias editoriales de por medio) que acaban marcando la agenda de los historiadores profesionales y las prioridades de sus proyectos de investigación. Acerca de esta inquietante problemática, no hace mucho tiempo Hayden White observaba la relación entre historiografía y memoria colectiva y concluía que la historia del presente es una opción esclarecedora del poder de representación de la historiografía y también del compromiso ético del historiador: “Antes se pensaba que los estudios históricos profesionales se erigían sobre las luchas ideológicas de cualquier momento dado en el desarrollo de una sociedad. Pero ahora sabemos que el estudio de la historia no es más anodino en ideología que cualquier otra ciencia social. La historia del En 1935 publicaba Les cadres sociaux de la mémoire, Paris, Alcan, con reediciones posteriores en 1992 y 1994. Una reflexión reciente en: J.W. Müller, “Introduction: the power of memory, the memory of power and the power over memory”, en J.W. Müller (ed.), Memory & Power in Post-War Europe. Studies in the Presence of the Past, Cambridge University Press, 2002, pp. 1-38. Véase también: F.R. Ankersmit, “The Sublime Dissociation of the Past: On How to be (Come) What One Is No Longer”, History and Theory 40/3 (octubre), pp. 295-323. - 156 - RESEÑAS período de entreguerras en Europa ‹‹muestra›› que los historiadores se sintieron capaces de servir a regímenes fascistas sin violar su sentido de obligación hacia sus comunidades o hacia su profesión. Y todavía la historia, en contraposición de la física o de la matemática, se suponía magistra vitae y una filosofía enseñada por medio del ejemplo, bastión ético en contra de las tiranías tanto de la masa como del Estado. Uno piensa en todos esos historiadores académicos de Europa central y del este quienes durante el período del dominio soviético salvaron su honor profesional estudiando temas políticamente neutrales, y evitando cualquier esfuerzo en escribir “la historia del presente, excepto en las formas permitidas por el Partido y sus aparatos”10. A pesar de los problemas metodológicos y epistemológicos que conlleva el tratamiento de la memoria como fuente histórica, se han multiplicado las líneas de investigación que pretenden analizar sus funciones historiográficas11. Sobre todo, y en muchos países, han calado en ese campo de vivencias y recuerdos de una memoria doliente. O sea, recuerdos de experiencias cercanas en el tiempo que han traumatizado a las sociedades y más aún a determinados sectores de vencidos o represaliados o víctimas de dictaduras, totalitarismos, guerras y golpes de de Estado, como lo fue en Europa el estalinismo, los fascismos, la II Guerra Mundial o las últimas guerras en la antigua Yugoslavia, y la Guerra Civil y el franquismo en España. Asimismo, la memoria (con sus usos y abusos) ha servido para que los estudios históricos definan o redefinan las identidades colectivas de colectivos marginados o proscritos. “El primer tópico –vuelve a decir H. White- indica las formas a través de las cuales la memoria de una comunidad puede ser cambiada, deformada, y subvertida incluso por aquellos que intentan preservarla y cultivarla-. No es asunto de me- 10 11 12 13 nor importancia (…) la facilidad con la que los historiadores logran capturar la memoria de una generación y enterrarla en la historia. Resulta que la historia también puede hacer desaparecer acontecimientos de la misma manera que la dictadura hizo desaparecer personas consideradas una amenaza para el régimen. Y esto da lugar al interrogante de cómo defender la memoria tanto de la historia como de sí misma”. Para afirmar eso, White parte de que “una cultura dominante re-escribe el pasado incesantemente en orden de acomodar la memoria pública a las exigencias del cambio y de la transformación social. Pero en todos ellos existe una conciencia del alcance de este proceso de acomodamiento que los historiadores protagonizan”. A pesar de todo el autor de Metahistoria pone su esperanza en que el conocimiento histórico también se utilice “para aminorar los efectos de los esfuerzos de la sociedad moderna por disciplinar más que por educar a sus ciudadanos”, pero, eso sí, advirtiéndonos de que cuando suceda un conflicto similar al de los desaparecidos argentinos, cada generación lo ha de llevar a la disciplina histórica misma” 12 . Lo contrario sí que puede ser una mera ficción mucho peor que narrativa. Historia y memoria Lo cierto es que estas prácticas recuperadoras han ido tomando cuerpo y siguen creciendo13. Es cierto que se está trabajando desde distintos ámbitos para darles entidad teórico-metodológica además de cierta autonomía y seriedad académicas: “hasta el momento, el tratamiento del presente his- H. White, “Prefacio” de: C. Godoy (comp.) Historiografía y memoria colectiva. Tiempos y Territorios, Buenos Aires, 2002. A. Alted Vigil: “Testimonios y recuerdos”, en Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica, núm. 2-3, 1989, 469-477; J. Cuesta, “Memoria e historia. Un estado de la cuestión”, en Memoria e historia, número monográfico (32, 1998) de Ayer (pp. 203-246). H. White, “Prefacio”… Referencia ineludible es la de P. Nora, Les lieux de mémoire, Paris, 1988-1992. Véase también H. Rousso: “Pour une histoire de la mémoire collective”, en D. Peschanski y otros, Histoire politique et sciencies sociales, Bruselas, 1991, pp. 13-38. - 157 - C O N -C I E N C I A S O C I A L tórico mismo en que una historia se escribe, el tiempo que vive el historiador, no es cosa frecuente en los libros. Pero el interés por la historia vivida es cada vez más patente en el mundo actual. La historia se entiende hoy como el transcurso de los avatares de la humanidad sin que pueda decirse que concluye en un determinado punto del pasado, sino que se prolonga con todo derecho hasta el mismo instante vivido”14. La historia del presente y los estudios que relacionan historia y memoria tienen mucho de novedoso, eso es cierto, pero el historiador que ahora trabaja con esos objetos sabe que camina a lomos de una tradición incluso remota, la que nos recuerda P. Burke: “Los historiadores también tienen una función en este proceso de resistencia. Herodoto los consideraba guardianes de la memoria, la memoria de los hechos heroicos. Yo prefiero verlos como guardianes de los esqueletos conservados en el armario de la memoria colectiva [...]. Antaño había un funcionario denominado recordador. En realidad, este título era un eufemismo de cobrador de deudas. Su misión consistía en recordar a la gente lo que le hubiera gustado olvidar. Una de las funciones más importantes del historiador es la de recordador”15. Y recuérdese –valga la expresión– que, además del acto presente de seleccionar qué es lo que hay que recordar del pasado, todo acto de recuerdo no es sólo una rememoración sino que se trata de una construcción, porque el recuerdo se convierte en un producto cultural. Ese producto se hace en el presente para evocar el pasado y proyectarse hacia el futuro. Se ilustra así 14 15 16 17 18 muy bien el continuum temporal que hay en la relación de la memoria y la historia del presente. Recordar es, pues, un fenómeno de reproducción cultural de primera magnitud. A fin de cuentas la cultura es en gran medida la presentización de un registro colectivo del pasado. Y el historiador busca en las huellas del pasado además de en la producción de nuevas fuentes dentro del tiempo presente de su propia historia vivida. Al hilo de esto último, también es J. Aróstegui quien propone que pensemos en los problemas nuevos que afrontamos al buscar las fuentes para la historia del presente, los de la prensa y el periodismo, las estadísticas, las fuentes orales y los documentos personales, y “el inmenso canal informativo que se acumula hoy en internet”16. De todas formas, como no todo vale, como no todo hace de puente entre pasado y presente17, y no todos los vestigios están llenos de significados válidos para historizar el presente, tendrá que hacerse, necesariamente, un proceso de selección de fuentes para el estudio del presente. Y se tendrá que definir qué es lo que compone la memoria colectiva y qué es lo que no deja de ser un mero tópico sobre la mal llamada recuperación de la memoria histórica, incluyendo los discursos y las representaciones impuestas de forma extra-historiográfica, porque –recordando lo que apuntaba Gadamer18– todo eso es lo que nos va a dar sentido histórico como historiadores y otorgará hasta cientificidad al discurso histórico que estemos construyendo. Ésa es la tarea disciplinar de la historiografía, en este caso, de la historiografía del presente. J. Aróstegui y J. Saborido: “¿Hacia una nueva época? Los años 90”, en J. Aróstegui, C. Buchrucker y J. Saborido (dirs.), El mundo contemporáneo: historia y problemas, Crítica, Barcelona, 2001, p. 787. P. Burke, Formas de historia cultural, Alianza, Madrid, 2000.p. 85. J. Aróstegui, “La historia del presente: ¿una cuestión de método?, en C. Navajas Zubeldia (ed.), Actas del IV Simposio de Historia Actual, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 2004, p. 68. D. Lowenthal, El pasado es un país extraño, Akal, Madrid, 1998. H-G. Gadamer, El problema de la conciencia histórica - 158 - Historiografía, memoria y usos públicos de la historia Rafael Valls Universidad de Valencia CARRERAS ARES, J.J. y FORCADELL ÁLVAREZ, C. eds. (2003) Usos públicos de la historia. Madrid: Marcial Pons y Prensas Universitarias de Zaragoza, 360 pp. FORCADELL, C.; PASAMAR, G.; PEIRÓ, I.; SABIO, A. y VALLS, R. eds. (2004). Usos de la historia y políticas de la memoria. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 529 pp. Las dos obras que reseñamos en estas líneas son fruto de las aportaciones realizadas en el VI Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, realizado en la Universidad de Zaragoza en septiembre de 2002. En el volumen editado en 2003 se recogen las ponencias de tal congreso, precedidas de una extensa y muy aclaratoria introducción de los organizadores del Congreso y responsables de la edición de esta obra. El volumen de 2004 está dedicado a la recopilación de una amplia selección de las comunicaciones presentadas, así como de las intervenciones de los relatores de cada uno de los cuatro ámbitos en que se estructuró este Congreso (la historia en el espacio público; historiografía y política de la historia; usos educativos de la historia y, finalmente, uso de los recursos naturales y medio ambiente: las enseñanzas de la historia). Resulta realmente difícil dar cuenta, aunque sea de manera somera, de dos volúmenes que, conjuntamente, superan las 900 páginas y que, además, abordan muchos de los terrenos en los que se mueve el amplísimo campo que actualmente queda incluido bajo la denominación de los usos públicos de la historia, todas aquellas multiformes facetas en las que la historia se ha- ce presente en las sociedades desde una perspectiva no estrictamente controlada por la producción específicamente historiográfica. Esta situación se complica aún más si, como se hace en las dos obras referidas, la perspectiva de análisis no es exclusivamente española, sino que se abre a una parte importante del ámbito europeo, especialmente a los países más inmediatos de nuestro entorno (Francia, Italia y Alemania, de manera más insistente, y también a los Estados Unidos de Norteamérica). Una de las primeras intenciones de las que se parte en las dos obras que analizamos es la de precisar, en la medida de lo posible, la definición de qué entender por usos públicos de la historia. Para este fin se reconstruye el debate alemán de la segunda mitad de los pasados años ochenta en el que Jürgen Habermas mostró claramente que con tal debate no se estaba abordando una discusión científica privativa de los historiadores (no se aportaba nada nuevo ni en cuestiones teóricas ni en aspectos factuales), sino que aquello de lo que se discutía era a propósito de cómo debía asimilarse por la conciencia pública alemana el período del nacionalsocialismo y que, al respecto, era necesario distinguir entre el tratamiento propiamente historiográfico de los especialistas y su utilización en el espacio público o la esfera pública. Como es bien sabido, la expresión de Habermas tuvo un notable éxito y ha sido adoptada de forma generalizada para referirse a las diversas formas en que la historia se hace presente, de forma más o menos simplificada y también más o menos manipulada, en las sociedades actuales. Junto a esta cuestión inicial, la intención del congreso era reflexionar sobre las diversas estrategias e intere- - 159 - C O N -C I E N C I A S O C I A L ses del uso público del conocimiento histórico y de las diferentes formas de gestión del pasado histórico y de la memoria colectiva, territorio de debate entre historiadores y de conflicto y de pugna entre actores sociales y políticos, medios de comunicación y opinión pública, especialmente activa en lo tocante a los nacionalismos políticos y culturales. Una de las conclusiones más patente y reiterada de las dos obras analizadas es que de los distintos usos públicos de la historia el uso (y abuso) político es el más determinante, ya que influye sobre todos los demás, y también es el que, en sus formas extremas, puede degradar mayormente a la historia convirtiéndola en una historia sin más razón que su utilidad para ser usada y manipulada. De ahí la importancia de que estos usos políticos de la historia deban ser analizados históricamente como una parte constitutiva del conocimiento histórico, en pie de igualdad prácticamente con la dimensión cognitiva de la ciencia histórica. La historia se convirtió, ya desde sus orígenes, en un instrumento básico para la propaganda y la legitimación de los poderes establecidos y así continuó tanto en la época medieval como en el Renacimiento, llegando en el siglo XIX a uno de sus puntos máximos, mediante el proceso de nacionalización emprendido por los sistemas liberales. El abuso sistemático de la historia, desde sus usos políticos, tuvo otro de sus puntos álgidos en la creación de un clima político propicio para la I y II Guerras mundiales, tal como denunciaron, de forma poco eficaz, diversos colectivos de historiadores y de docentes de historia en los años previos a ambas conflagraciones internacionales. No es, pues, de extrañar que una de las dimensiones más atendidas en estas dos obras sea la de la relación entre la historia y la creación de las identidades colectivas, especialmente las relacionadas con los nacionalismos. A este tema se dedican varias de las ponencias del congreso: la de J. Álvarez Junco (“Historia e identidades colectivas”); la de Carolyn P. Boyd (“El debate sobre la nación en los libros de texto de historia de España, 1875-1936”); la de Pilar Maestro (“El modelo de las historias generales y la enseñanza de la historia: límites y alternativas”); la de R. López Facal (“La enseñanza de la historia, más allá del nacionalismo”) e incluso la de José Carlos Mainer que, junto con la previamente citada de López Facal, se adentran en las pretensiones nacionalizadoras de las historias de la literatura (“Años de fe: la reconstrucción de la historia de la literatura, 19681975”). Este mismo tema, desde visiones más o menos concordantes, está presente también en una parte importante de las comunicaciones incluidas en el volumen de 2004, especialmente en la sección dedicada a los usos educativos de la historia. Las aportaciones de estos dos volúmenes no se quedan en lo hasta ahora descrito, sino que van más allá, abordando dos cuestiones de gran interés y actualidad. Me estoy refiriendo, por una parte, al controvertido análisis de los más recientes debates públicos habidos respecto de las interpretaciones de algunos de los principales acontecimientos habidos en la historia del siglo XX, especialmente en el ámbito europeo occidental. Por la otra, a las aportaciones de la nueva historia ambiental y a sus planteamientos críticos respecto de las partes ocultas del desarrollismo o del crecimiento ilimitado. Ambas dimensiones son abordadas tanto en las ponencias como en varias de las comunicaciones seleccionadas. La primera de estas dos cuestiones es abordada por Walther L. Bernecker en lo referido a Alemania (“El uso público de la historia en Alemania: los debates de fin del siglo XX”). Esta ponencia es muy ilustrativa de los usos públicos de la historia en un país como Alemania, que puede ser considerado casi como un modelo paradigmático de la relación entre los usos políticos de la historia y la creación de las conciencias ciudadanas. Su aportación permite hacerse una idea bastante adecuada de la intensidad y pluralidad de los debates alemanes al respecto, haciendo accesible, al mismo tiempo, la bibliografía fundamental sobre tales debates, lo que puede ayudar a menguar la muy escasa presencia de estas cuestiones en traducciones españolas. Desde una perspectiva menos exhaustiva, algunas de las comunicaciones del volumen de 2004 también abordan estos debates recientes en - 160 - RESEÑAS Francia (R. Ceamanos: “El uso de la historia en el espacio público francés. El debate sobre la historia del comunismo”), en Italia (J. Muñoz Soro: “El uso público de la historia. El caso italiano”) y en España, aunque en este caso sea de manera más puntual y en referencia, fundamentalmente, al pasado incautado por el franquismo en relación con la represión realizada tanto durante la Guerra Civil como posteriormente. De manera paralela se analiza también los límites y las características de la historiografía española de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, fracasada en su intento de normalización respecto de la historiografía europea (Miquel A. Martín), así como su carácter silente, unidimensional y poco inclusivo, también en los años de la transición política, respecto de los que se opusieron al poder y fueron derrotados (J.S. Pérez Garzón). Las aportaciones relacionadas con la historia ambiental son aquellas que, en principio, mayor sorpresa ofrecen respecto de las cuestiones abordadas en este Congreso. Los distintos autores que tratan este tema son conscientes de tal situación y dedican parte de sus escritos a mostrar las posibilidades abiertas por este nuevo enfoque historiográfico y su contribución a un uso público más crítico de la historiografía: “la historia ambiental tiene otro tipo de ambiciones. Se coloca en un debate dentro del cual, alrededor de los problemas del ambiente, se topan distintos conceptos relativos a la forma de entender el gobierno de la cosa pública, las relaciones sociales y productivas, la relación entre pueblos y etnias. Propone una reorganización de las informaciones históricas, relativas a cualquier época y a cualquier sitio, alrededor de un conjunto de ejes conceptuales que se inspiran en un sistema de valores que quiere configurar una civilización invertida respecto a la capitalista: la comunidad contra el hombre solo, la solidaridad contra el individualismo, la sostenibilidad contra el crecimiento ilimitado. Y es por esta razón que ésta encauza la investigación hacia la indagación de formas distintas de entender la riqueza y el bienestar, la economía y el desarrollo, la estructura de las relaciones sociales y la gestión de los recursos y, al mismo tiempo, hacia la individuación de las causas históricas y de la lógicas más recónditas, por medio de las cuales se han venido configurando las actuales tragedias humanas, sociales y ambientales” (G. Corona: “Por un sistema diferente de valores: la historia ambiental en Italia como crítica a la ideología del crecimiento ilimitado”). En un ámbito muy similar de preocupaciones, pero en referencia concreta al caso español, se pronuncian tanto J. M. Naredo y O. Carpintero (“La cara oculta del desarrollo: interacción entre los sistemas económicos y ecológicos”) como muchos de los autores de las comunicaciones incluidas en el volumen de 2004. Centraremos nuestra atención, en las próximas líneas, en la sesión dedicada a los usos educativos de la historia, que es la que, posiblemente, más interese a los lectores de Con-ciencia Social. La Asociación de Historia Contemporánea ha sido sensible a esta situación y tanto en este VI Congreso como en el anterior, realizado en Valencia en el año 2000, ha dedicado una de sus secciones al estudio de los problemas relacionados con la enseñanza de la historia y a los debates existentes en relación con esta temática. Como atestiguaron varias de las comunicaciones presentadas, entre ellas las incluidas en el volumen de 2004, los posibles y diferentes fines o finalidades asignados a la enseñanza escolar de la historia siguen siendo uno de los temas fundamentales de debate, además de haberse convertido en la cuestión en la que se han centrado, directa o indirectamente, las disputas más acaloradas, mediáticas o no. La reciente polémica sobre la enseñanza de las humanidades, en realidad sobre la enseñanza de la historia y su componente nacionalizadora, así lo ha puesto de manifiesto. Algunos de los recientes estudios sobre las características fundamentales de la enseñanza de la historia a lo largo de los últimos 150 años, de los que son una muestra muy significativa tres de las cuatro comunicaciones seleccionadas (así como las ponencias ya anotadas previamente) son claramente concluyentes en su afirmación de que el patriotismo y la nacionalización de la sociedad, a través del modelo historiográfico de las historias generales, han sido las finalidades - 161 - C O N -C I E N C I A S O C I A L fundamentales de la inclusión de la historia dentro del currículo escolar. Tal como pone de manifiesto Raimundo Cuesta en su comunicación, esta finalidad es una de las componentes básicas del código disciplinar de esta materia escolar, de la tradición social constituida por discursos y prácticas docentes, tanto conscientes como inconscientes, que continúa estando presente, de manera más o menos patente, en la actualidad, a pesar de que la sociedad haya cambiado tanto y en tantos aspectos. Algunas investigaciones recientes han abordado, de manera complementaria a los anteriores estudios, las prácticas escolares de la enseñanza de la historia dentro de las aulas. Aunque aún no dispongamos de un conocimiento suficientemente sistemático de lo que acontece en el interior de los centros educativos, los datos parciales que conocemos permiten aventurar que el anteriormente citado código disciplinar continúa vigente en gran medida, a pesar de algunos cambios en su formato más externo: la enseñanza de la historia sigue siendo básicamente transmisiva y estando fuertemente encorsetada por una organización cronológica de la misma; está orientada casi exclusivamente a la transmisión de información histórica, de tipo fundamentalmente político, sin suscitar problemas o interrogantes y sin que la metodología histórica se haga presente o sólo lo haga de forma caricaturesca. Esto provoca que la historia sea captada y vivida por el alumnado como una materia vinculada casi exclusivamente a la memorización de una serie de hechos muy alejados del presente y de sus problemas, tanto los de la sociedad como los del propio alumnado. No es de extrañar, en este sentido, que una parte importante del alumnado valore su estudio como algo que les puede proporcionar básicamente un cierto lustre cultural y, como en alguna ocasión han revelado, una cierta mayor capacidad para quedar bien en el juego del Trivial. Todo ello, obviamente, muy alejado de lo que podríamos denominar como un desarrollo aceptable de un pensamiento histórico mínimamente crítico. La tarea de lograr una formación histórica que contribuya al desarrollo de una mayor capacidad crítica del alumnado, y de la sociedad en general, se presenta, por tanto, como ardua, de larga duración y de resultados inciertos, pero, de seguro, merece la pena, aun contando con el esfuerzo, personal y colectivo, que requerirá. Las comunicaciones seleccionadas abordan algunas de las cuestiones anteriormente indicadas desde diversos enfoques, unas veces más centrados en las características pasadas de la historia como disciplina escolar, otras directamente relacionadas con las dificultades del presente más inmediato de la misma o de su posible y deseable reconversión en un conocimiento histórico-social más orientador, útil y crítico para el alumnado. La aportación de Mª Pilar Salomón (“La enseñanza de la historia de España en la Escuela Moderna de Barcelona: una contribución a la construcción de la identidad nacional española”) aborda las características particulares de la enseñanza de la historia propuesta por la Escuela Moderna, creada por Ferrer y Guardia a principios del siglo XX, con un enfoque laico, racionalista y científico, dentro de los ideales educativos defendidos por el anarquismo. Este estudio se centra fundamentalmente en el análisis del manual de historia de España redactado por Nicolás Estébanez, al que se añadieron notas a pie de página por el editor. Esta obra, con el título de Resumen de la historia de España, fue publicada en 1904 por el propio servicio de Publicaciones de la Escuela Moderna y fue utilizada como manual de referencia por las aproximadamente 160 escuelas racionalistas que se fundaron en España entre 1901 y 1939. La característica más peculiar de este manual es su orientación republicana y anticlerical, muy excepcional dentro de los manuales escolares de historia de España del momento, pero que no rompe con el esquema dominante de las historias generales ni con la concepción esencialista de la identidad nacional, aunque esta última, en su vertiente patriótica, intente ser matizada por el internacionalismo y el antimilitarismo defendidos por el anarquismo. La comunicación de Antonio Martín (“La enseñanza social bajo la impostura territorial. - 162 - RESEÑAS Una crítica fedicariana a los programas autonómicos”) se centra en el análisis de las características y consecuencias previsibles que el incremento de los contenidos mínimos, tanto por parte de la administración educativa central como por parte de las autonómicas, pudo y puede provocar en la enseñanza de la historia. Su autor pone de manifiesto el enorme peso que tanto la tradición académico-enciclopedista como la función nacionalizadora, ahora incrementada en clave territorial-autonómica, siguen ejerciendo en los actuales programas escolares de historia y de geografía. Destaca, igualmente, que este aumento de los contenidos, así como su enfoque identitario, obstaculizan “hasta lo imposible la asimilación comprensiva de la cultura y la implicación de los alumnos en su proceso de aprendizaje”, dado que despojan al conocimiento de su potencial inquisitivo y lo convierten fundamentalmente en un catálogo de certezas para memorizar. Desde estos presupuestos, su autor, partiendo de las coordenadas compartidas por los grupos didácticos incluidos en la Federación Icaria, propone seguir profundizando en el significado de una enseñanza basada en la democratización del conocimiento social, que pasaría, fundamentalmente, por convertir los problemas relevantes del presente en el núcleo básico de los contenidos de estudio, al tiempo que las cuestiones identitarias se convertirían en objeto de desmitificación. El estudio de Marcos J. Correa (“Función y enseñanza de la historia: acerca de la identidad colectiva –reflexiones sobre individuo y sociedad-“) comparte con el anteriormente citado de A. Martín tanto la preocupación por la función social de la historia y de su enseñanza como la crítica a la finalidad identitaria que la ha acompañado tradicionalmente. En opinión de su autor, el hecho de convertir la historia en la memoria de una determinada colectividad (nacional) supone la proyección en el pasado de la permanencia de la colectividad misma que memoriza, lo que sólo es factible desde un uso teleológico y ahistórico de la pretendida continuidad de tal colectividad. Este proceso identitario tiene en el territorio, convertido en patrimonio histórico básico de la colectividad, su principal elemento sustentador: la identificación de nación y territorio es lo que hace posible la construcción del relato identitario por cuanto se hace coincidir la memoria del grupo con la memoria histórica de lo acontecido en el territorio a las gentes que allí habitaron en cualquier época. La institución escolar ha sido uno de las principales canales de distribución y de socialización de este relato mítico-justificativo y legitimador, con la finalidad de que esta representación social sobre la nación, sobre la identidad colectiva, fuese sentida como propia por el alumnado. Su autor propone como forma de superación de este circulo autoperpetuador de la enseñanza de la historia el estudio de la misma sin partir de la aceptación previa de las entidades, esencias o identidades actuales, esto es, partiendo de la historia como propiedad del conjunto de la especie humana, como patrimonio común de la especie, inalienable en cualquiera de sus partes para cualquiera de sus componentes. La aportación de Raimundo Cuesta (“Sueños de la razón, historia crítica y didáctica genealógica”) también converge en bastantes aspectos con las dos previamente reseñadas. Parte de un breve análisis de las características sociogenéticas de la historia como disciplina escolar para mostrar lo que de continuidad y de cambio existe en la actual enseñanza de la historia, destacando el continuado predominio de una historia teleológica y nacionalizante en la que, sirviéndose de la terminología nietzscheana, prevalecen las formas monumental y anticuaria de hacer historia, sin apenas posibilidades para un uso crítico de la misma, que es la preconizada por el autor de la comunicación. De forma muy sintética, esta historia crítica, situándose más allá de la veneración supersticiosa del pasado tendría que hacer posible la construcción de “una contramemoria capaz de albergar en su seno la multiplicidad de memorias subalternas frente a la hoy imperante memoria oficial y desde arriba”. En esta didáctica crítica y genealógica de la historia deberían ocupar un lugar preferente, por una parte, el estudio de los problemas sociales relevantes y, por otra, el impulso de la creatividad narrativa - 163 - C O N -C I E N C I A S O C I A L de los alumnos y la elaboración por los mismos de textos-relatos sobre los problemas de nuestro mundo, de forma que se potenciasen sus competencias comunicativas y la presencia en las mismas de una práctica cultural antihegemónica y más creativa. La atención prestada a los entonces nuevos temarios de la enseñanza de la historia, los impulsados por la ministra Pilar del Castillo, en el conjunto de la enseñanza secundaria responde a la preocupación que éstos han suscitado en una parte importante de los docentes interesados en potenciar las capacidades formativas del aprendizaje de la historia. Los nuevos programas presentan un carácter obsoleto por cuanto se centran casi exclusivamente en los contenidos factuales, haciendo caso omiso de la epistemología y de la metodología históricas, que son parte consustancial de la ciencia histórica y del proceso de enseñanza y de aprendizaje de la misma, si éste quiere ir más allá de la simple repetición del relato histórico canónico o, lo que sería peor, de la indoctrinación. El incremento de los contenidos temáticos dificulta igualmente la atención a las actitudes y valores que se declara pretender cuando se formulan los objetivos de estas disciplinas escolares, generándose una clara contradicción entre unos y otros. Y, como es sabido, no es que falte experiencia docente al respecto: estos programas de historia (especialmente el de segundo de bachillerato) recuerda muy directamente al del anterior tercero de BUP y la imposibilidad reiteradamente constatada de su cumplimiento, lo que provocó prácticas docentes alternativas que buscaron soluciones viables con las que menguar la frustración entre el profesorado y disminuir el fracaso escolar entre los alumnos. Y eso sin tener en cuenta que la diversidad del alumnado se ha incrementado en la actualidad y que, consiguientemente, las dificultades han aumentado. La comprensión histórica requiere del uso de las fuentes documentales, del planteamiento de interrogantes y de problemas, de la confrontación de las informaciones disponibles, así como de la intencionalidad de los actores históricos y de las principales interpretaciones generadas a partir de las mismas. Si esto no se cumple, entonces se está realizando otra cosa, que puede ser definida como transmisión o reforzamiento del relato canónico tradicional y de sus estereotipos, pero no como educación histórica ni como generación de una conciencia histórica o de un pensamiento histórico que pueda ser calificado como tal. En las dos obras reseñadas, como es propio de las obras que agrupan estudios de un considerable número de autores (11 en el volumen de 2003 y 26 en el de 2004), hay diferencias en la calidad y en lo novedoso de las cuestiones planteadas, tanto más cuando se trata de un tema, el de los usos públicos de la historia, en el que se tiene consciencia de su urgencia e importancia, pero también se es consciente de lo inseguro de sus límites y del cierto desconcierto que lo rodea. A pesar de ello, la reacción de los historiadores ante la profusión de las demandas de usos públicos del conocimiento histórico no debe ser otro que la de historiar crítica y radicalmente las instrumentalizaciones del pasado. Y estas dos obras son, ciertamente, una contribución muy estimable a tal fin. - 164 - En la frontera del concepto de inteligencia. Perspectivas críticas de la psicología educativa Araceli Broncano Rodríguez Fedicaria Salamanca KINCHELOE, J.L.; STEINBERG, SH.R.; VILLAVERDE, L.E. (Comps.).(2004). Repensar la inteligencia. Madrid: Morata. 240 pp. Una de las consecuencias de las frustradas expectativas de la reforma LOGSE ha sido que en el mundo educativo español se ha incidido en la crítica de psicologicismo que se supone afecta a dicha reforma educativa. Esta crítica que en parte adolece, según mi punto de vista, de intereses de poder corporativo entre pedagogos y psicólogos y de generalización al tomar unas corrientes psicológicas dominantes en la práctica institucional como toda la psicología, tiene a su vez razones fundadas en cuanto a los efectos que la utilización de estas corrientes psicológicas de corte individualista están provocando en la educación. Y, se añade a las críticas que en otros países, como es el caso de EEUU, se están llevando a cabo, de las cuales algunas quedan reflejadas en el libro que reseñamos. La psicología ha venido utilizándose en educación fundamentalmente con objetivos de evaluación y medida de las capacidades de los alumnos y alumnas para después clasificarlos en grupos con diferentes expectativas de éxito académico y de futuro profesional. Aplicándose para ello pruebas que pretenden dar un estatus científico a la clasificación realizada. Este uso de la psicología, que recuerda al militar después de la segunda guerra mundial, ha ido extendiendo unas prácticas y construyendo una teoría psicológica dentro de la institución que justifica la selección de los estudiantes por lo que estos demuestran en las pruebas, sin tener en cuenta los condicionantes contextuales que sesgan los resultados de estas. Para ello se basan en corrientes psicológi- cas de enfoque individualista acordes con el pensamiento estratificador de la institución educativa. Sin embargo esta utilización de la psicología no puede considerarse la única posible , ni tampoco la “más científica”. Ya que desde el inicio mismo de los estudios psicológicos han existido otras corrientes psicológicas críticas de estos enfoques individualistas que han dirigido sus investigaciones hacia aspectos de la mente humana más contextualizados histórica y socialmente. Aunque han sido minoritarias en su uso en educación, quedando relegadas al ámbito universitario y a prácticas educativas aisladas, son estas corrientes las que pueden fundamentar una psicología educativa crítica que nos ayude en el análisis y en la intervención de los graves problemas que aquejan a la institución. En Repensar la inteligencia, Kincheloe et al. señalan que actualmente, llevados por la corriente deconstructora y postmodernista, se cuestionan más que nunca conceptos básicos para la psicología educativa como es el desarrollo evolutivo y la inteligencia, a los que se acusa de haber sido naturalizados, al imponer “científicamente”estadios de desarrollo y formas de funcionamiento de la mente como únicas y generales a todos los niños y niñas, desde una cultura de falsa solidaridad que disuelve las diferencias en letanías de normalización. Intentan en su libro poner al descubierto como lo considerado como “desarrollo evolutivo”, establecido bajo una supuesta objetividad científica, esconde en realidad una visión sesgada de la evolución infantil en la que se toma como patrón único de normalidad evolutiva las observaciones realizadas a grupos de niños escogidos culturalmente, varones preferentemente, blancos y de clase media. Utili- - 165 - C O N -C I E N C I A S O C I A L zando cinco perspectivas críticas del desarrollismo (denominación que utilizan para referirse a esta tendencia), como supuesto científico básico : la conservadora, la neomarxista, la feminista, la del pluralismo cultural y la foucaltiana, se van desgranando argumentos con los que se pone en evidencia que en esta línea de investigación del desarrollismo subyace una idea teleológica del desarrollo infantil que prefigura adultos de comportamientos adaptados al sistema capitalista, en el que los puestos más altos de la sociedad los alcanzarán los individuos que consigan superar con éxito los distintos estadios de desarrollo establecidos por la ciencia. En la base del cognitivismo que fundamenta “el desarrollismo” están los trabajos de Piaget, el cual teorizó el pensamiento formal como el pensamiento humano de orden más alto. Para los llamados a sí mismos posformalistas (Kincheloe, et al.), Piaget consideraba que el ideal del pensamiento humano es el científico y que este ha de ser la meta del desarrollo cognitivo infantil. Un tipo de pensamiento que es posible observar e incluso medir con técnicas psicológicas apropiadas. Desde esta óptica la inteligencia se liga a la habilidad para proporcionar respuestas concisas y rápidas a problemas que impliquen habilidades lingüísticas y lógicas. “Este pensamiento supone una aceptación de una visión del mundo mecanicista cartesiana-newtoniana que está atrapada en un sistema de razonamiento causa-efecto hipotético deductivo” (pág. 22). Los posformalistas señalan que los psicólogos educativos han venido haciendo la medida de la inteligencia buscando los rasgos con los que ellos están familiarizados, despreciando lo que se desconoce. Así la inteligencia la han definido operacionalmente como el rendimiento en los test de C.I., no como los logros únicos y creativos de los que se es capaz en diversos lugares y contextos a lo largo de la vida. Este enfoque descontextualizado del estudio de la mente humana y del desarrollo infantil es considerado por los postformalistas como antidemocrático. Señalan cómo los niños y niñas de las clase trabajadora y los inmigrante procedente de otros contextos culturales no atribuyen la misma im- portancia a las funciones mentales requeridas por los tests de inteligencia o de rendimiento académico en la medida en que lo hacen los estudiantes de clase media y media alta de las sociedades occidentales. Los hijos e hijas de las clases bajas e inmigrantes han sido educados en ambientes familiares en los que se tienen diferentes expectativas de futuro de vida adulta y en los que se utilizan sistemas de comunicación y razonamiento que en algunos casos difieren de lo establecido como “normalización” en la literatura institucional. Estos modos de razonamiento son considerados por los psicólogos institucionales como “inferiores” ya que no son los más competentes para la institución educativa, por lo que a la hora de enfrentarse a los test de inteligencia, obtienen bajos rendimientos y son considerados como poco capaces y necesitados de ayuda especial para seguir la educación normalizada. Los postformalistas consideran que algo va mal en una disciplina que no puede discernir el efecto de lo social sobre los psicológico, que afirma neutralidad y objetividad pero no aprecia su propia incrustación sociocultural. Y que recompensa uniformemente a los privilegiados por su privilegio y castiga a los marginados por su marginación. La psicología no puede medir los atributos desconocidos de la inteligencia y así estos atributos se ignoran, buscandose sólo un conjunto específico de indicadores de aptitud. Desde el análisis de la lucha de clases, las psicologías sociales pragmáticas, la educación progresista, el postmodernismo y la teoría social crítica, los postformalistas piden que se piense de nuevo la contribución que la psicología puede hacer a la educación. En lugar de un cognitivismo estrecho, ha de abarcar el contexto más amplio de la práctica y la teoría social. Esta reconceptualización de la psicología educativa se basa en una visión democrática de inclusividad que se niega a ver a los “otros” únicamente a través de las lentes de la cultura dominante: blanca, europea occidental, masculina y de clase media o alta. Es un visión democrática que ha de mover a los psicólogos y psicólogas a documentar y validar tipos de razonamiento e inteligencia que difieren - 166 - RESEÑAS de los que el campo ha venido reconociendo. Esta práctica puede “democratizar” la inteligencia admitiendo nuevos miembros a la exclusiva comunidad de los que tienen talento. Con esta idea democrática en mente, los educadores adquirirán la capacidad para aprender modelos alternativos de desarrollo cognitivo a partir de los estudiantes rechazados antes como incapaces. El posformalismo, como lo utilizan los autores de este libro, está preocupado por los problemas de la justicia, la democracia, el significado, la conciencia de sí mismo y la naturaleza y función del contexto social. Así se preguntan qué tipo de pensamiento podría emerger cuando los individuos operan fuera de los límites del formalismo. Intentan construir una teoría cognitiva sociopolítica que comprenda la manera en que el mundo que nos rodea forma nuestra conciencia, nuestra subjetividad. El posformalismo se basa en la idea de que la inteligencia se puede aprender y se puede enseñar en las escuelas, en el puesto de trabajo, en las organizaciones cívicas y en cualquier lugar donde las personas interactúen. Lo definen como “un heurístico postmoderno crítico cuya meta es desarrollar, entre otras cosas, formas de conciencia crítica, análisis y conocimientos en estudiantes, profesores y formadores de profesores que van mucho más allá de las teorías de estadios de Piaget del desarrollo del conocimiento formal” (pág. 174). Para ello se basan en corrientes psicológicas como la histórico cultural vigostskiana y sus actualizaciones, el pragmatismo deweyviano, las teorías de Foucoult, Bourdieu, Gardner y las de la identidad como las de Benhabib, entre otras. Es un libro que considero de interesante lectura porque pone en cuestión supuestos muy arraigados en educación como son los patrones evolutivos y las formas de razonamiento que comprende la inteligencia. A pesar de las dificultades derivadas de la traducción y de la cantidad de autores y ensayos que forman parte del libro, creo que se sitúa en una línea crítica de la psicología que nos puede servir a las fedicarianas y fedicarianos para no caer en la consideración de que los males que encontramos en las corrientes que han venido dominando en la psicología institucional se pueden atribuir por extensión a toda la psicología, ya que, como antes indicaba, son muchas las corrientes teóricas psicológicas que tienen una perspectiva ecológica, por lo que el contexto también forma parte de su investigación. Desde una posición neovigostkiana, Bárbara Rogoff nos comenta en su libro (1993) Aprendices del pensamiento, cómo Piaget no ha sido bien comprendido por los investigadores americanos, y erróneamente, se ha asumido que consideraba sólo al individuo a expensas del medio. Según esta autora, si bien esto no es del todo cierto, de hecho, Piaget se fijó más en el individuo que en los aspectos del mundo que el niño y la niña tratan de entender o en cómo el mundo social contribuye al desarrollo individual. Estableció una serie de estadios de desarrollo del pensamiento infantil que se han constituido en canónicos asumiendo que las actividades cognitivas son generales a la hora de enfrentarse ante diferentes problemas, sin que sea necesario considerar lo específico de estos. Pero el hecho evidente de que determinados niños y niñas no razonen de modo uniforme en problemas que son lógicamente similares ha introducido en el ámbito científico algunos conflictos en el marco de su teoría. Una línea de investigación que intenta responder a esta diversidad de procesamientos cognitivos es la de Gardner y su teoría de Las inteligencias múltiples (1993). Las siete inteligencias identificadas por Gardner que serían: la inteligencia lingüística, la lógicomatemática, la espacial, la musical, la corporal y cinética, la interpersonal y la intrapersonal, él las considera como potenciales biológicos en bruto, no proponiendo la lista como exhaustiva. Pues su interés está tanto en destacar el aspecto pluralista de la mente como su relación con el contexto. Ya que plantea que una inteligencia implica la habilidad necesaria para resolver problemas determinados o para elaborar productos que son de importancia en un contexto cultural o en una comunidad. Planteando incluso que la tendencia biológica a participar de una forma concreta de resolver problemas tiene que asociarse también al entorno cultural, ya que cada cultura da im- - 167 - C O N -C I E N C I A S O C I A L portancia a un conjunto diferente de inteligencias y a una combinación distinta de las mismas. La noción de inteligencia cambia pues en cada cultura, así como en cada momento histórico. Esto nos remite al origen construido del concepto de inteligencia ya comentado anteriormente, el cual no podemos considerar separado de los valores que en cada momento histórico imperan en una sociedad. Un ejemplo que encuentro de la orientación cultural existente en la aceptación de los componentes que forman la mente humana en cada momento histórico es el éxito que ha tenido en los últimos años en EEUU, y occidente en general un aspecto de la mente que antes se consideraba separado de los aspectos intelectuales: La inteligencia emocional (1995), Goleman, D. Este libro, que se ha constituido en un auténtico best seller en occidente, propone una nueva inteligencia que conjugaría la inteligencia interpersonal y la intrapersonal de Gardner. E intenta responder por qué algunos individuos , categorizados por los test de inteligencia con un alto CI no logran ser felices en su vida y triunfar en los aspectos profesionales. Fracasos que en el primer mundo son un grave problema que hay que solucionar, pues la búsqueda de la felicidad y el éxito se ha constituido casi en una obligación para el individuo occidental, en esa lógica social de ingenua mitificación del progreso tan propia de las sociedades neoliberales. No pretendo negar la importancia que los sentimientos tienen en el funcionamiento mental, ya que pensamiento y emoción son aspectos de la mente humana que considero inseparables sino tan solo alertar sobre el peligro potencial de esta moda tan generalizada en la actualidad de buscar la solución a los problemas de desadaptación social y escolar en una simplificación del componente afectivo de la persona con conceptos como “autoestima”, “habilidades sociales”, “asertividad”. Una moda que oculta los aspectos determinativos de clase, sexo o raza que hay detrás de la falta de éxito. Y que, si nos ceñimos al mundo escolar, está proporcionando a todos los que trabajan dentro de la institución un vocabulario pretendidamente científico que exime de res- ponsabilidades ante el fracaso de muchos alumnos y alumnas y de analizar los mecanismos por los que la institución educativa produce tantos alumnos y alumnas con graves heridas emocionales y marcados para siempre como inadaptados. Los sentimientos y los deseos, propios y de los otros, ocupan gran parte de nuestras preocupaciones, y no se pueden separar de otos aspectos mentales que impulsan la acción humana. Estas acciones, con toda su complejidad, las comprendemos y las proyectamos con formas de procesamiento cognitivo más ricas y complejas que las que tradicionalmente son medidas por los test de inteligencia. Jerome Bruner plantea, en su libro (1986) Realidad Mental y Mundos Posibles, que hay dos modalidades de funcionamiento cognitivo, de pensamiento: la paradigmática y la narrativa; y cada una de ellas posibilita modos característicos de ordenar la experiencia, de construir la realidad. Si bien son complementarias, son irreductibles entre sí. Una de las modalidades, la paradigmática o lógico- científica, trata de cumplir el ideal de un sistema matemático, formal, de descripción y explicación. El pensamiento narrativo, en cambio, se ocupa de las intenciones y acciones humanas, de las vicisitudes y consecuencias que marcan su transcurso. Bruner señala que el pensamiento paradigmático es típico del pensamiento científico e implica la construcción de clases de equivalencias, de jerarquías de categorías con relaciones de inclusión, de proposiciones independientes del contexto, formales y abstractas en el tiempo. Cuando se emplea, el individuo tiene que poner en relación un caso concreto con categorías generales, según un proceso vertical de subordinación o de supraordenación. Sin embargo el pensamiento narrativo se emplea preferentemente en el ámbito del discurso y del razonamiento cotidiano. Y es esa cotidianidad la que a mí me hace resaltar en este comentario el pensamiento narrativo, ya que es el más usado, aunque también el más desconocido. Frente al pensamiento paradigmático que se aplica esencialmente en el mundo físico, el pensamiento narrativo encuentra su aplicación natural en el mundo social, dado que intenta ofrecer una - 168 - RESEÑAS interpretación de los hechos humanos creando una historia basada en la intencionalidad de los actores y en la sensibilidad del contexto. Ya que la historia conforma un modelo interpretativo de las acciones humanas. Este desplazamiento en el estudio del funcionamiento mental desde cómo los humanos codificamos el mundo físico, que ha sido el interés básico de la psicología durante mucho tiempo, al progresivo interés en cómo comprendemos y prevemos las acciones y estados mentales de los otros, es quizá lo que ya muchos llaman “la segunda gran revolución cognitiva” surgida con la llamada Teoría de la Mente (Riviere, 1996) en la que se postula que el inductor del pensamiento es precisamente el pensamiento social. El niño y la niña adquieren el conocimiento acerca de la naturaleza de las personas a través de la experiencia de relaciones afectivas interpersonales. Es la implicación intersubjetiva lo que permite la comprensión de la naturaleza subjetiva. La teoría de la mente incluye mucho más que la lectura de la conducta de los otros en términos de deseos e intenciones. El mecanismo de la teoría de la mente es la vía para representar el conjunto de estados mentales como simular, pensar, creer, conocer, soñar, imaginar, engañar, adivinar... Y relacionar todos los estados mentales, perceptivos, volitivos y epistémicos, con las acciones, para así construirse el individuo una teoría sobre los otros consistente y útil, que será la que le guíe. Esta línea de investigación, que tiene muchas ramificaciones, estando algunas muy ligadas a los estudios etológicos y naturalistas (Humphrey,1993) y otras más a la tradición cognitiva (Perner,1994), está dando un nuevo enfoque a la ciencia cognitiva y a patologías como el autismo. Sin embargo, excepto en el referido campo de determinadas patologías, apenas se conoce en el contexto educativo. No es el caso de las teorías vigostkianas, y sociohistóricas en general, que aunque minoritarias, sí tienen una larga trayectoria en educación, y que según mi modo de entender las cosas, son compatibles con este nuevo enfoque de la psicología agrupado en torno al término Teoría de la Mente. Ya que Vigostky propuso que los procesos cognitivos aparecen primero en el plano social: lo que el niño o la niña interiorizan es lo que previamente han realizado en el contexto social. El desarrollo individual está mediatizado por la interacción con otras personas más hábiles en el uso de los instrumentos culturales. Estos procesos compartidos son interiorizados, transformados, para constituir el plano individual. El desarrollo del niño y la niña hacia formas más hábiles de participación en la sociedad se lleva a cabo a través de la participación guiada , lo que Bruner, en una metáfora que personalmente encuentro muy acertada llama el “andamiaje”, para referirse a esa relación de ayudas que el adulto, u otro niño más experto, establecen con el niño para la resolución de un problema. La noción de participación guiada se orienta por una parte a resaltar la actividad compartida en relación con la comunicación, que incluye tanto palabras como acciones, y por otra a abarcar la rutina que se establece, tanto de las actividades como del ajuste entre el niño y aquellos con quienes interactúa. Los niños y las niñas observan y participan con otras personas en costumbres culturalmente establecidas y de esta manera se apropian de esas tecnologías culturales en las que cada generación va dejando su impronta histórica. El título del libro de Bárbara Rogoff, Aprendices de pensamiento, al que antes aludíamos, evoca las relaciones educativas que se producían en los talleres artesanales preindustriales para ejemplificar, sin con ello querer idealizar el regreso a otras épocas históricas, el concepto de actividad situada propio de la corriente neovigoskiana llamada Psicología Cultural ( Cole, M.; Newman, D.; Griffin, P.; Rogoff, B.; Cazden,C.; Werch, J. , etc.). En aquellos talleres la relación entre el adulto maestro y el joven aprendiz, en torno a una actividad, iba más allá del mero aprendizaje del oficio, incluía también la introducción del aprendiz en la vida adulta como formando parte de una comunidad, el gremio, que denotaba una identidad social reconocida. Así el joven iba conformando su identidad personal en la participación de esa comunidad de práctica en la que interaccionaban los aprendices y los - 169 - C O N -C I E N C I A S O C I A L maestros. Las actividades que se llevaban a cabo traspasaban las paredes del taller ya que incluían las relaciones con los clientes y proveedores, entre otros, con lo que la relación de su actividad con la dinámica social general era vista de forma natural por el aprendiz, sintiéndose útil a la comunidad desde el primer momento. Estos conceptos de participación, de práctica situada, de identidad y de afiliación son discutidos ampliamente en el libro de Etienne Wenger, (2001) Comunidades de práctica, y que a mi modo de entender amplía algunos temas esbozados en el libro de Repensar la inteligencia, que comentamos, en aquellos aspectos de cómo se pueden llevar al campo educativo nuevas formas de intervención que partan de las ideas de mente situada comentadas hasta ahora. Y en las que cabe destacar que no podemos desvincular el ejercicio de las capacidades cognoscitivas de las actividades prácticas organizadas socialmente que se han ido perfilando históricamente. Los seres humanos iniciamos empresas para conseguir fines que pueden ir desde la mera supervivencia hasta conocer la estructura de la materia, para ello interaccionamos con los demás y con el mundo, es decir, aprendemos , y este aprendizaje colectivo desemboca en unas prácticas que reflejan tanto la búsqueda de los metas de la empresa como las relaciones sociales que la acompañan. Estas prácticas son por tanto propiedad colectiva de un tipo de comunidad creada mediante la intención sostenida de lograr una empresa compartida. En ese sentido se pueden llamar comunidades de práctica. Wegner, desde la etnografía de una empresa de seguros, estudia la dinámica en la que se genera el aprendizaje, el significado y la identidad en esas comunidades, en las que sus miembros participan en una práctica social. Desde este ejemplo de práctica institucionalizada va sacando conclusiones que se pueden llevar a otras instituciones como es la institución educativa Es a través de la filiación y de la participación negociada como los miembros de una comunidad de práctica van trazando una trayectoria de identidad, es decir, van aprendiendo. Ya que Wegner, desde la teoría social, plantea el aprendizaje como una experiencia de identidad, puesto que el aprendizaje transforma quiénes somos y lo que podemos hacer. El aprendizaje no es sólo una acumulación de detalles e información, sino también un proceso de llegar a ser. Acumulamos capacidades e información no como un fin en sí mismo sino al servicio de una identidad, así el aprendizaje se puede convertir en una fuente de significado y de energía personal y social. Visto como una experiencia de identidad, supone tanto un proceso como un lugar, supone un proceso de transformación de conocimiento además de un contexto en el que definir una identidad de participación. Pero un problema del formato tradicional del aula es que está demasiado desconectado del mundo y es demasiado uniforme para apoyar formas significativas de identificación. El adulto no se presenta como tal adulto, sino en el papel institucional de profesor, al servicio de un currículo que cosifica unos conocimientos descontextualizados, desde el poder que la institución le otorga, privando así a los estudiantes de la posibilidad de interaccionar con el adulto que es en una actividad compartida . La enseñanza no causa el aprendizaje, crea un contexto en el que éste se produce como hacen otros contextos. Aprender es un proceso emergente y continuo que puede usar la enseñanza como uno de sus muchos recursos de estructuración. La enseñanza debe pues “ser oportunista” porque no puede controlar sus propios efectos, lo que importa es la interacción de lo planificado y lo emergente. Tradicionalmente se asocia la enseñanza a la codificación del conocimiento en una materia “cosificada” como es el libro de texto o el currículo. Este tipo de cosificación crea “una etapa intermedia” entre las prácticas, la actividad situada, y los estudiantes. Y resulta que a veces, al menos para muchos estudiantes, comprender este paso adicional se convierte en un problema que no existe en la práctica. Wegner plantea que el significado que tendrá la materia en la vida de los estudiantes dependerá de las formas de participación y filiación que se establezcan durante el periodo de aprendizaje más intenso, ya que este nunca termina. Así para muchos estudian- - 170 - RESEÑAS tes, la escuela representa una disyuntiva que crea un conflicto entre sus vidas sociales y personales y su compromiso intelectual en la escuela. “Lo que parece ser una falta de interés en el aprendizaje, puede reflejar una sed genuina de un tipo de aprendizaje que comprometa la propia identidad en una trayectoria significativa y ofrezca alguna propiedad del significado. Cuando los estudiantes institucionalmente marginados dejan la escuela, el acceso a puestos de trabajo institucionalmente marginados encaja con lo que han aprendido en la escuela. Simplemente extienden la trayectoria y la identidad institucional que la escuela les ha ofrecido”. (pág. 318). Con esta cita de Wegner regresamos a los interrogantes del principio:¿Qué formas de pensamiento podrían surgir si las escuelas fueran un contexto en el que los aprendices participasen filiativamente en la búsqueda de significados y en el que pudiesen trazar una trayectoria de identidad que no excluyera la crítica de cómo la institución y las estructuras de poder influyen en su constitución?. Tal vez si establecemos con nuestros alumnos y alumnas una relación dialógica en el sentido bajtiniano (Wertsch, J.,1991) podamos desenmarañar las redes que la violencia simbólica teje con nuestras mentes para construir una escuela que nos convierte a alumnos y alumnas, a profesores y profesoras, en identidades fragmentadas. Es posible que así podamos desenmascarar los mecanismos por los que procesos socia- les e históricos han hecho que la psicología educativa tenga una mirada selectiva sobre aspectos parciales de la mente humana, ligados a una clase y un contexto cultural, naturalizándolos como “la inteligencia” y despojando con ello a gran parte de los estudiantes de “lo más propio de la naturaleza humana”. Quizá así podamos ampliar la selecta comunidad de los inteligentes para que a los excluidos no se les imprima una marca corpórea de “falta de capacidades” y se puedan enfrentar sin restricciones a las condiciones de su marginación social. REFERENCIAS BRUNER, J.(1988 ). Realidad Mental y Mundos Posibles. Barcelona: Gedisa. HUMPHREY,N. (1993). La mirada interior. Madrid: Alianza. KINCHELOE,J.L.;Steinberg, Sh.R.; Villaverde, L.E.(Comps.) (2004). Repensar la inteligencia Madrid: Morata. PERNER, J. (1994). Comprender la mente representacional. Madrid: Paidós. RIVIÈRE, A. y Núñez, M. (1996). La mirada mental. Buenos Aires: Aique. ROGOFF, B.(1993). Aprendices del pensamiento. Barcelona: Paidós. WERTSCH, J.(1991). Voces de la mente. Un enfoque sociocultural para el estudio de la Acción Mediada. Madrid: Visor. WENGER, E.(2001). Comunidades de práctica. Barcelona: Paidós. - 171 - Aprendiendo a distinguir... distinguiéndose David Seiz Rodrigo Fedicaria Salamanca SHINER, L. (2004)). La invención del arte: Una historia cultural. Barcelona: Paidós Ibérica. En la Universidad Autónoma de Madrid tiene su sede desde hace años el Museo de Arte y Tradiciones Populares. En él se guarda una extensa colección de útiles, aperos, adornos personales y trajes de las diferentes regiones de la Península Ibérica. Una larga serie de utensilios y herramientas utilizados en la agricultura, la ganadería y todos los oficios artesanales desde la herrería hasta la carpintería que hasta no hace tanto tiempo podíamos encontrar ejerciéndose en cualquier población. Los objetos que el museo atesora son como los restos de un naufragio, oficios perdidos o a punto de olvidarse, técnicas hace tiempo abandonadas, ropas y utensilios que sólo caben ya en celebraciones nostálgicas y que sólo tienen sentido para quienes con voluntad de anticuario los recogen conscientes de que son los últimos de su género. Sin embargo esos objetos, tan cotidianos en su momento como para nosotros hoy pueda ser un teléfono, una camiseta de algodón o las llaves de nuestra casa, son aquí bendecidos con el nombre de “Arte”. No se nos escapa que estamos ante un concepto de “Arte” distinto, y aunque nadie discuta su valor estético o su mérito tecnológico, muchos lo calificarían con más comodidad como “artesanía”. Con ocasión de la Exposición de Bordados Populares que se celebró en el mes de mayo de 1913, Bartolomé Cossío exponía algunas razones que servían para justificar 1 la aplicación de la calificación de Arte a aquellas manifestaciones del genio y de la necesidad del “pueblo”. “No admite en el contemplador términos medios: arte de humildes, arte de refinados. Para el humilde, los puros encantos de la fantasía primitiva, clara, sencilla, ingenua, modesta, sobre todo abnegada, sin pretenciosos alardes de originalidad innovadora; la íntima sensación de que sus riquezas son comunes, patrimonio por todos conservados y aumentado, al que nadie custodia porque es inalienable, al que ninguno deja de prestar amorosa obediencia. Para el refinado, la ancha visión unitaria de las corrientes universales, que en el acervo artístico popular vienen a hundirse; la profunda emoción de este coral gigantesco, en que el arte del pueblo, totalmente objetivo y por objetivo, como el coro de la tragedia, justo y piadoso, funde las disonancias, suaviza las estridencias, corrige las aberraciones, depura los caprichos personales, elimina cuanto repugna a la castidad de su naturaleza original y de su alma colectiva.”1 La mirada de Cossío sobre la estética popular no está exenta de idealismo, pero reconoce y admira, tras el canto esencialista de las virtudes aldeanas, un arte popular que parece la cara opuesta del “Arte” al que se refiere el libro que aquí comentamos. Arte y Artesanía Cuando nos hallamos ante el llamado “Arte Popular”, el “Arte Primitivo”, o incluso ante algunas expresiones de Arte Contemporáneo, los límites de lo que consideramos “Arte” se nos hacen vagos e imprecisos. El “Arte”, tal y como nos lo planteamos hoy es el último grado de un proce- COSSIO, Bartolomé; De su Jornada (fragmentos); Madrid, 1966; p. 253; “Elogio del arte popular”; De la exposición Bordados populares y encajes, Madrid, mayo, 1913. El autor institucionista, pedagogo y teórico de arte hace un panegírico del Arte Popular, donde explica la consideración artística que en ocasiones se otorga a estos objetos. - 172 - RESEÑAS so, de la evolución de una idea que el profesor Larry Shiner llama el moderno sistema de Arte, cuya génesis nos presenta su autor en una suerte de historia cultural, tan estimulante como grata de leer. El libro está editado por la editorial Paidós en su colección de “Estética”, hay que señalar que además la editorial barcelonesa mantiene una colección de “Arte y Educación” donde podemos encontrar otras referencias bibliográficas interesantes sobre esta materia. El arte, según la tesis que defiende Shiner, es una invención europea de apenas doscientos años de edad. Evidentemente su planteamiento no supone considerar que la civilización careciera de expresiones artísticas en el sentido estético más general, sino que el modo en el que éstas eran entendidas se diferenciaba mucho del actual. Resulta revelador que aquel antiguo sistema de arte que duró más de dos mil años obedeciera a principios y características que hoy definen a la artesanía. Sobre éste paradójico hecho el autor comienza su argumentación. ¿Qué es lo que distingue el arte de la artesanía? Suele considerarse que la originalidad, la dificultad técnica, la utilidad práctica (en el caso del arte su falta) o el valor (entendiendo éste como valor de mercado), servirían para establecer una distinción ajustada. Sin embargo buena parte de las obras que sin discusión entendemos como “arte”, comparten características con la artesanía, su utilidad práctica, el responder a modelos consagrados, su falta (relativa) de originalidad, o una considerable dificultad técnica. Por otro lado, durante buena parte de la historia occidental, los artistas y los artesanos (utilizando la distinción actual) se formaron en los talleres de sus maestros, fueron contratados de la misma manera, sus obras fueron compradas señalando con antelación los detalles más nimios de su eje- 2 3 4 cución; en definitiva, según unos parámetros que hoy en día consideraríamos más propios de la artesanía que de ese Arte con mayúsculas del que hablan los manuales. Hasta el siglo XVIII el arte no asume esa distinción elitista sobre la artesanía. La tesis que presenta Shiner, desarrolla la que cincuenta años antes definiera Paul Oskar Kristeller2, que reparó en que el concepto de Bellas Artes no existía antes del siglo XVII. La transformación del arte que se completa entre mediados del siglo XVIII y comienzos del XIX, engendró una serie de artefactos culturales sin los que hoy no podríamos concebir el arte; el museo, el crítico, el especialista, los manuales de arte y en definitiva la propia Historia del Arte como disciplina, la cual no se configura realmente como parcela del conocimiento hasta el siglo XVIII con la publicación de la Historia del Arte en la Antigüedad (1764) de Winckelmann 3 . Una coincidencia temporal que desde luego no es casual. En el mundo antiguo no existía la distinción entre arte y artesanía, como tampoco había artistas o artesanos; una única categoría reunía a los artífices, distinguidos sólo por su habilidad o su imaginación. Los griegos carecían de una palabra para el arte como sinónimo de belleza, solían utilizar la palabra techné4, término por el que la traducimos, que los griegos aplicaban a cualquier conocimiento práctico realizado con destreza. Los romanos carecían igualmente de este concepto y utilizaban ars, palabra de la que derivan nuestras actuales artes, en el mismo sentido que los griegos techné . La concepción sobre las artes que estableció el mundo clásico se mantuvo en la Edad Media y así, san Agustín y santo Tomás mantuvieron una concepción del arte que igualaba la maestría de un pintor con la de cualquier otro oficio. En el medioevo artista era sólo el que estudiaba las artes libera- El profesor Shiner se refiere a KRISTELLER, Paul Oscar, Renaissance Thought and the Arts (1950), Princeton, N.J., Princeton Universtity Press, 1990 En este sentido la profesora Ávila Ruiz, hace una síntesis de la génesis y evolución de la Historia del Arte como disciplina. ÁVILA RUIZ, Rosa María; Historia del Arte, Enseñanza y Profesores; Sevilla; 2001 COVARRUBIAS, Sebastián; El Tesoro de la Lengua Castellana o Española (1611) Ed. Martín de Riquer, Barcelona, 3ª ed. 1993, recoge en el término “Arte” la definición latina “Ars est recta ratio rerum faciendarum” - 173 - C O N -C I E N C I A S O C I A L les, quienes ejercían cualquier otro oficio, incluido el de pintores y escultores eran denominados artifex. La propia adscripción de pintores, escultores y arquitectos a gremios como el de drogueros o el de canteros nos ayuda a tasar la verdadera consideración que tales oficios tenían en la época. El concepto de belleza estaba unido a la perfección moral, a la imagen divina o a su creación, la naturaleza. La pintura o la escultura eran arte en tanto se entendieran bien ejecutadas y sirvieran al propósito que sus autores se hubieran propuesto. El arte entendido como recto ejercicio de una maestría, se seguía utilizando en el siglo XVII y una breve mirada sobre la bibliografía de la época nos descubre la palabra en los títulos de numerosos manuales de estos siglos, desde tratados morales y políticos a obras destinadas a materias más prácticas, civiles o militares. Así El Arte de navegar, que escribiera Antonio de Guevara en 15395, no era una suerte de manual para surcar las aguas con estética pose, sino un cumplido resumen de las desdichas aparejadas a la navegación de la época. En el Renacimiento se inicia la transición al moderno sistema de arte, pero los supuestos del antiguo sistema continuaron regulando la mayor parte de las prácticas, las nuevas ideas y actitudes de una pequeña élite de artistas cortesanos no fraguaron hasta el siglo XVIII. Es entonces cuando comienza a hablarse de imaginación, de gracia y libertad, valores reservados al artista y que lo distinguen del artesano a quien por el contrario se le valora por su destreza en el trabajo y la utilidad de sus obras. Fueron muchos los que a lo largo del proceso se opusieron a esta distinción, desde las tesis de Jean Jacques Rousseau, a las más modernas concepciones de la Bauhaus o del filósofo americano John Dewey; sin embargo la distinción entre utilidad y estética autocomplacencia se ha mantenido como regla a lo largo de los dos últimos siglos como esencial distingo entre el arte y la artesanía. Cuando la utilidad y el arte se han unido se 5 han convertido en diseño, pero el diseño, igual que el arte, establece una diferenciación entre quien diseña, el diseñador-artista, y el que ejecuta el diseño, el artesano. Dos mil años transcurrieron en los que esta antigua consideración del arte se mantuvo viva, hasta que a mediados del siglo XVIII el concepto se descompuso en la nueva categoría de las bellas artes, la artesanía y las artes populares. El arte se convirtió en un modo de contemplación desinteresada al alcance sólo de las élites cultas, en un alimento espiritual. El artista en un nuevo escenario La configuración del moderno sistema de arte es un elemento más del proceso de diferenciación social que comenzó en la Edad Media tardía y que progresó merced a la disolución de las actividades integradas que caracterizaban la sociedad medieval. Culturalmente los cambios subvirtieron las antiguas ideas sobre el artista, la obra de arte y la posición que uno y otro tenían en la sociedad. El arte, con todos sus elementos, adquirió nuevos significados en las nacientes sociedades capitalistas. El concepto de artista fue redefinido exacerbando las pretendidas virtudes artísticas de la imaginación y la originalidad sobre cualquier otra consideración. El artista elevó su consideración social sobre la del “simple” artesano gracias a la reputación intelectual y espiritual que comenzó a reconocérsele. En este proceso de progresivo encumbramiento social de los artistas las Reales Academias ejercieron de eficiente instrumento de homologación. Los arquitectos se elevaron sobre aparejadores y albañiles mientras pintores y escultores escapaban de su antigua adscripción artesanal, dejando atrás a doradores, impresores, plateros o ceramistas. Escribir, componer o pintar dejaron de ser simples profesiones para convertirse en las más elevadas llamadas que podía recibir un ser humano, un GUEVARA, Antonio; Arte de Marear (1539); ed. de Asunción Rallo Gruss; Madrid, 1984, publicada en esta edición junto a su más celebrado Menosprecio de Corte y Alabanza de Aldea (1539) - 174 - RESEÑAS trascendente emplazamiento que requería sacrificios personales reservados antes sólo a la religión y que hicieron del artista un individuo con una elevada vocación espiritual. Un hombre libre, que con el tiempo, purificado por tan altos sacrificios, pudo eludir las convenciones sociales convirtiéndose en el bohemio, ese artista arrebatado, esclavo sólo de su obra creadora, que se permitió romper las reglas de decoro, ambición o moralidad de la clase media. La aparición del concepto de Beaux Arts, traducido en toda Europa a sus respectivas lenguas desde el original francés, apareció por primera vez en 1746 en la obra de Charles Batteux titulada Les Beaux arts reduits à un même principe. En este libro se integró el término de Bellas Artes dentro de un conjunto escogido de artes, agrupadas de acuerdo con un principio explícito, la imitación de la naturaleza bella, pero también dando una gran importancia a la oposición entre el placer y la utilidad, que será una de los criterios para distinguir el arte de la artesanía. Las recién entronizadas Bellas Artes se agruparon, como la poesía, bajo la facultad de la imaginación en la tabla de conocimientos que se incluyó en la Enciclopedia (1751-1772) siguiendo los criterios que al respecto utilizara Francis Bacon, encarnando de esta manera una de las tres principales divisiones del conocimiento (la imaginación, la memoria, la razón). La imaginación y la originalidad eran ideas nuevas en el sistema de las artes del siglo XVIII, hasta entonces, la imitación de los antiguos o de la naturaleza habían guiado la labor de los artistas, por lo cual eran comunes y aceptados los “préstamos” entre autores. En los talleres de los pintores los aprendices terminaban las obras que sus maestros habían esbozado inspirándose en otros modelos, sin atender a criterios de originalidad o exclusividad. En la música los maestros se inspiraban en obras ajenas para componer variaciones y completar sus propias composiciones. La imaginación hasta el siglo XVII no tenía ninguna de las elevadas connotaciones que tiene en la actualidad, era considerada como un receptáculo de las impresiones sen- sibles o como una facultad que mediaba entre el cuerpo y la mente. La querella entre Antiguos y Modernos formó parte de esta importante transformación al comparar las obras del momento con las creaciones clásicas mitificadas por la tradición cultural. El gusto había seguido hasta entonces los modelos de la antigüedad pero si la ciencia moderna había alcanzado mayores cotas de conocimiento que la del mundo antiguo, no había razón para considerar que los logros estéticos de la época desmerecieran de los del mundo clásico. A partir de la mitad del siglo XVIII surge la idea de genio, un empuje torrencial de creatividad que estremece y arrebata. La imaginación se impuso sobre la imitación y el artista, inspirado por ese genio propio, lograba lo que hasta entonces era facultad exclusivamente divina, la de crear, arrumbando el antiguo término de invención que hasta entonces se daba a las obras del hombre. El artista y su obra alcanzan por este camino un sentido trascendente que va a afectar de igual modo a la manera en la que el espectador se acerca a la obra de arte. El arte de la sofisticación o la sofisticación del arte La antigua idea del gusto se transformó en la moderna idea de lo estético de tal forma que el placer ordinario producido por la belleza se desarrolló hasta formar un tipo especial de placer refinado e intelectualizado. La preocupación por la belleza fue desplazada por lo sublime y en última instancia por la idea de una obra de arte autoconsistente, autónoma y pensada como creación. Uno de los elementos más relevantes de la nueva socialización de la percepción del arte, que formaba parte fundamental de este nuevo sistema del arte que Larry Shiner define, es el de la determinación social que supone la percepción del arte. Algo que el autor no desarrolla pero que tiene una importancia fundamental en el sentido que, más adelante, habrá de darse en la escuela al aprendizaje de estos rudimentos de la percepción artística. - 175 - C O N -C I E N C I A S O C I A L La experiencia estética se convierte en un placer de especial refinamiento que sirve para distinguir entre un gusto educado y la vieja noción de gusto como manifestación de una preferencia. Un refinamiento que precisa unas normas de comportamiento ante la obra artística, una serie de destrezas que permitan percibirla en su sentido más completo, en su profundo significado. Resulta relevante para mostrar este proceso de educación, lo que ocurrió durante la Revolución Francesa cuando se abrió el Palacio del Louvre al público. Parece ser que cuando las gentes de París accedieron a las salas del palacio lo hicieron con el natural desparpajo con el que paseaban por calles y mercados, lo que obligó a los responsables de la conservación de la colección real a colocar letreros pidiendo a los asistentes que no cantaran ni hicieran bromas o jugaran en las galerías. Aquellos pioneros de la museística procuraron transmitir la idea a los visitantes de que se hallaban en un santuario de silencio y meditación que exigía unas normas de comportamiento más cercanas al religioso recogimiento que al alborozo festivo. Precisamente casos como éste hacían evidente que el gusto exigía educación, razón por la cual en otras ocasiones se optó por limitar el acceso a trabajadores, mujeres o personas de otras razas, a los que la élite social y cultural atribuía ese deficiente gusto definido por los placeres sensoriales, tan evidentemente alejados de la percepción intelectualizada del goce estético que el arte comenzaba a representar. Conviene reflexionar sobre la vigencia de esta distinción del aprecio estético, un paseo por cualquier exposición nos permite observar ambos criterios, el de quien ve una obra que “le gusta” y el de quien, por encima de ese gusto, valora las relaciones que la obra establece; con su tiempo, con el autor, con una técnica concreta, quien, en definitiva, contempla con “educado criterio” la obra de arte. En las consideraciones que hiciera Kant Sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, señalaba el contraste entre quienes tienen 6 apetitos groseros y miran las cosas en términos de dinero o de sexo y las personas de notable sensibilidad a las que les interesan los sentimientos más refinados. La nueva categoría de artes bien educadas o bellas serviría a las sociedades occidentales como signo para marcar un nuevo tipo de distinción social. Todo ello produjo una quiebra entre la cultura de élite y la cultura popular que, en opinión de Peter Burke6, no había existido hasta ese momento. El resultado del empleo de preferencias culturales para marcar la ascensión social permitió que la clase media emulara los gustos aristocráticos en las bellas artes y provocó además un gradual distanciamiento con respecto de la cultura de clase baja. Hasta entonces, siguiendo el análisis de Burke, existía la cultura popular, que era la cultura de todos, una cultura secundaria para las personas cultas y educadas y la única cultura para todos los demás. Sin embargo hacia 1800 en la mayor parte de Europa las clases sociales emergentes habían completado una “aristocratización” del gusto que había dejado la cultura popular en manos de las “clases bajas”. Nuevos templos para un nuevo arte Las primeras exposiciones públicas de pinturas comenzaron en 1737 en la Academia Francesa, iniciando de este modo uno de los usos que hasta nuestros días son consustanciales al arte y que tendrá en el Museo su más acabado logro. Al mismo tiempo que se abrían las antiguas colecciones reales a las nuevas clases ilustradas, la música abandonaba palacios, salones privados e iglesias dejando de ser el adorno de acontecimientos civiles y militares o el fondo melódico de las ceremonias cortesanas para convertirse en un espectáculo encerrado en las salas de concierto y ordenado por una particular etiqueta. Como ocurriera con la pintura, la música logró protagonismo propio, merced al cual se hacía necesa- Conviene releer BURKE, P. (2002). Historia social del conocimiento. Barcelona: Paidós Ibérica. - 176 - RESEÑAS ria una actitud contemplativa que estuviera a la altura de su significado. El moderno sistema de arte estuvo acompañado de la aparición del museo, la sala de conciertos y los derechos de autor. Si a mediados del siglo XVII no había ni bibliotecas, ni conciertos ni museos, un siglo después y hasta nuestros días, el paisaje cultural va a estar caracterizado por estas nuevas instituciones. El museo sustituyó al coleccionismo de los príncipes y modificó el prestigio que iba unido a la colección por un nuevo prestigio estético, el que otorgaba el sofisticado disfrute de la obra de arte. La sala de conciertos sustituyó salones, calles y jardines que habían sido hasta entonces el escenario de la música, al tiempo que entronizaba, ya a comienzos del siglo XIX, la figura del compositor como artista en el sentido moderno del término, elevado, naturalmente, sobre la maquinal reproducción de los intérpretes. La independencia creativa de los autores tuvo también su reflejo económico. La aparición del concepto jurídico de los derechos de autor7 y el aumento de los lectores que se produjo a mediados del siglo XVIII, favorecieron la independencia económica de los autores. En la pintura la extensión del mercado de arte facilitó la mercantilización de la obra artística, hecho que contri- 7 buyó a romper los antiguos lazos de mecenazgo que habían dominado las relaciones entre autores y comitentes. Aprendiendo arte: Estética, distinción y sensibilidad La historia cultural que hace el profesor Shiner explica los argumentos que sirvieron y sirven aun hoy para justificar que el arte forme parte de los saberes necesarios en una persona cultivada. Dejando a un lado el estudio sobre el origen de este controvertido concepto de arte, el libro que aquí comentamos suscita una serie de ideas útiles para nuestros fedicarianos empeños, pues descubre los mitos constitutivos del arte como saber y deja al desnudo las claves explicativas sobre su génesis social, contribuyendo de ese modo a la deconstrucción de la “asignatura”. El planteamiento que el profesor Shiner nos hace nos permite reconsiderar el propósito y los contenidos que tiene la Historia del Arte en la escuela, y sitúa este “conocimiento” dentro de ese proceso histórico de conceptualización de lo artístico que el autor expone. Conviene, a partir de lo dicho, hacer una reflexión sobre el propósito que la Historia del Arte tiene en la formación de las En un sentido contrario al que describe el profesor Shiner resulta interesante acudir a la página web del colectivo Wu Ming. Este grupo de autores italianos ha publicado novelas como la interesante “Q”, (Mondadori, 2000) bajo el seudónimo de Luther Blisset, un relato histórico de tiempos de la Reforma narrado por un espía papal. Puede seguirse su pensamiento en la página web que mantienen http://www.wumingfoundation.com/italiano/propiedad.html En este enlace podemos leer una entrevista donde se recoge su pensamiento sobre la propiedad intelectual en el siglo XXI y sobre su probable evolución en los próximos años. Una crítica inteligente y ácida que estimula el pensamiento y que recupera los valores del “antiguo sistema de arte”. “No hacemos sino explicitar lo que está implícito. En realidad ningún autor inventa o escribe solo, y no nos referimos exclusivamente al editor o al “negro” de turno, sino al hecho de que las ideas están en el aire y no pertenecen a un solo individuo. El autor, cualquier autor, es más que nada un “reductor de complejidad” y desarrolla una función pasajera, es decir, realiza una síntesis precaria de flujos de información/imaginación que son transmitidos por toda la sociedad y la atraviesan por completo, sin tregua, como las ondas electromagnéticas. por principio, es absurdo querer imponer una propiedad privada de la cultura. Si en el fondo todo lo produce la multitud, es justo que cualquier “producto del ingenio” esté a su disposición. No hay “genios” y por lo tanto tampoco hay “propietarios”. Hay intercambio y reutilización de las ideas, es decir “mejora”. Ya lo decía Lautreamont: para que las ideas progresen es necesario el “plagio” (y por lo tanto, su condición de posibilidad, la “piratería”, la reproducción libre). En la historia reciente, esta posición -hasta hace pocos siglos considerada obvia y natural- ha sido sostenida sólo por representantes de corrientes radicales y antagonistas [...] Hoy vuelve a ser una visión hegemónica, gracias a la revolución digital y, más en concreto, al gran éxito del software libre, GNU, Linux, etc.” - 177 - C O N -C I E N C I A S O C I A L personas y en especial, sobre el lugar que esta disciplina ocupa en el currículum escolar. Leyendo el libro del profesor Shiner parece evidente que la consideración del arte como adorno cultural de las élites se encuentra en el origen de su inclusión en los programas educativos. Más allá de cual fuera su original propósito, nos asalta la sospecha de que el arte sigue siendo el elemento de distinción social que nos describe el autor, por más que haya sido subvertido por la educación tecnocrática de masas. Quienes se opusieron a la consideración del arte como ese universo separado del resto de las actividades humanas y reducto de las élites, manejaron concepciones del arte que superaban la aceptación de una sensibilidad concreta, el aprecio de un estilo o un modo exclusivo de entender la belleza. En este sentido conviene leer a Jean Jacques Rousseau, Walter Benjamin o John Dewey, el lector del ensayo del profesor Shiner encontrará en él un amplio análisis de las diferentes tesis que se opusieron al nuevo paradigma del arte. Quiero destacar, no obstante, tanto por lo que tiene en sí misma la propuesta como por su relevancia actual en la renovación de las didácticas del arte, la obra de John Dewey. En El arte como experiencia8; consideraba que cualquier objeto, útil o no, podría provocar una experiencia estética. Para Dewey hay una dimensión artística incluso en las actividades cotidianas pues consideraba que la idea de lo estético 8 9 10 11 12 es una dimensión de toda la experiencia humana más que un tipo de experiencia separada. Una experiencia que describe como el sentimiento de armonía que se experimenta después de un momento previo de desequilibrio. En el mismo sentido conviene reparar en la idea de arte que expone Giner de los Ríos en su artículo “El Arte y las Artes”9; tanto por su concepto de arte amplio, hasta el punto de considerar que toda la vida en sí puede y debe ser una “obra artística”, como por alguna de las consideraciones que hace sobre el arte, curiosamente similares a las del filósofo americano10. Algunas opiniones mejor fundadas que las mías nos advierten de que la didáctica del arte está determinada por un enfoque biográfico y formalista que parece coincidir con ese propósito cultural elitista del que hablamos. Este enfoque impide que el conocimiento artístico tenga relación con la vida cotidiana y con los problemas de nuestro tiempo, desvincula el arte de la sociedad y de la cultura de su tiempo y contribuye muy poco a la formación estética de los individuos, algo que sería deseable en tan artística materia11. Los planteamientos didácticos críticos inciden en la idea de considerar que los criterios científicos y positivistas no contribuyen a formar una sensibilidad que permita apreciar de un modo abierto y profundo la riqueza de matices y significados que tiene el arte como creación humana12. Por otro DEWEY, John(1949). El arte como experiencia. México: FCE., donde estableció claramente una continuidad entre las bellas artes y los oficios. RÍOS, Giner de los; “El Arte y las Artes”; Obras Selectas; ed. Isabel Pérez-Villanueva Tovar; Madrid; 2004; tanto por su recuperación del concepto de arte, como lo que se hace con destreza, “obra siempre artísticamente quien, en la ejecución de una empresa cualquiera, procede de tal modo que toda su acción, recogida en sí misma y atenta cuidadosamente a su objeto,... hasta lograr que el resultado corresponda a su idea.” Sirva el apunte para apuntar ideas que merecerían un análisis más pausado. Las similitudes entre el pensamiento de Dewey y de Giner de los Ríos, aunque aplicadas a las consideraciones sobre la educación y el papel que debía ocupar la filosofía en la escuela, han sido destacadas por MARTÍNEZ RODRÍGUEZ, Fernando; “Antecedentes de la Filosofía para Niños: Francisco Giner de los Ríos y John Dewey”; Aprender a Pensar; nº 6; 2º Semestre; Madrid; 1992. Nos referimos a ÁVILA RUIZ, M.R.; “La enseñanza del arte en la escuela”; Iber, Repensar el Arte en la Enseñanza; nº 37; Julio-Agosto-Septiembre; 2003; pp. 30-42. Este número de la revista Íber está dedicado por entero a la enseñanza del arte. Ver también ÁVILA RUIZ, M.R.; Historia del Arte, Enseñanza y Profesores; op.cit. En este sentido ver CRONOS; Unidad Didáctica nº 2; “Arte Belleza y Gusto”; Proyecto Cronos Ciencias Sociales, Historia y Geografía. Segundo Ciclo de Educación Secundaria Obligatoria; Madrid, 1995 - 178 - RESEÑAS lado, el hecho de que la asignatura aísle el arte de su contexto, impide establecer relaciones históricas y dificulta su entendimiento como expresión de una sociedad, una cultura o una ideología. Para completar nuestro análisis debemos reparar en el lugar que el arte ocupa en la escuela. Así la invención del “arte”, a partir del siglo XVIII, como distinto a “artesanía” tiene posteriormente una verificación progresiva en el currículum. En la educación primaria curiosamente ha pervivido una educación artística vinculada a la “artesanía” o a actividades directamente manipulativas (materializadas en asignaturas como Dibujo o Plástica), mientras que en el bachillerato la asignatura de Historia del Arte está desvinculada completamente de la producción ocupándose de la especulación conceptual (a menudo vacua) en torno a la historia de los estilos artísticos13. Históricamente en España se configuraron dentro de los Departamentos de los Institutos, dos realidades confrontadas: Dibujo versus Historia del Arte. Una distinción de la que el diferente nivel académico que se exigía a sus docentes era uno más de los elementos que permiten entender la diferente “categoría” que se daba a una y otra disciplina. Los profesores encargados de enseñar Dibujo poseían, hasta no hace mucho, una cualificación no universitaria, a diferencia de la Historia del Arte que era una disciplina “noble” (de contenidos sublimes) impartida por licenciados en Historia. Esa severa separación entre producción artística e historia de los conceptos y obras de arte es la que todavía subsiste en forma de Facultades de Bellas Artes y la licenciatura en Historia del Arte. 13 14 Todo ello nos obliga a plantearnos qué enseña la Historia del Arte, qué contenidos consideramos relevantes, qué aptitudes y qué destrezas pretendemos construir. Si observamos los contenidos que el currículum reserva a la Historia del Arte comprobaremos como sigue el esquema de las Bellas Artes descrito por Shiner, dejando al margen y sin relación otras artes tan relevantes como la literatura o la música para la formación de ese pretendido “sentido estético” que se pretende. Las propuestas críticas plantean una didáctica que rompa con el marco disciplinar, un aprendizaje de corte constructivista que aborde el arte desde las propias relaciones que mantienen los individuos con la expresión artística partiendo del “arte” que cada cual es capaz de hacer. La vetusta desavenencia entre manos y cerebros tan característica del modo de educación tradicional elitista, complica esta tarea. Las propuestas de enseñar arte como un todo teórico-práctico, plantean que su enseñanza debería comenzar en la educación primaria con un modelo de enseñanza inspirado en el aprendizaje de cualquier oficio manipulativo y llegaría progresivamente a procesos sucesivos de abstracción sin perder nunca el contacto con la dimensión de producción de objetos artísticos. El acrónimo Propel (Producción, percepción y reflexión) resumiría esta propuesta que trataría, según Howard Gagner14, de establecer tres momentos inseparables de toda educación artística adaptada a la diversidad de nuestro mundo. Todo esto sin duda nada tiene que ver con la anquilosada Historia del Arte que se practica en segundo de bachillerato, o con los simulacros manipulativos de la educación primaria. La historia de esta escisión curricular ha sido estudiada para los Estados Unidos por el magnífico trabajo de ESLAND, Arthur D.; Una historia de la educación del arte, Barcelona: Paidós, 2002, Colec. “Arte y Educación”; para el caso español puede consultarse a HERNÁNDEZ, Fernando (2000). Educación y cultura visual. Barcelona: Octeadro, y por su exhaustivo análisis de la enseñanza del arte el artículo de LUIS GÓMEZ, Alberto; “La renovación del arte como objeto de enseñanza en España: Entre la continuidad del culturalismo y el cambio formalista”, en VV. AA. Aspectos didácticos de Ciencias Sociales (Arte). 12. Zaragoza: ICE, 1998, pp. 143-214. (Scripta Vetera; http://www.ub.es/geocrit/sv-45.htm) Este psicólogo cognitivista americano es el principal propulsor de estas iniciativas. Interesa mencionar sus proyectos de educación artística, que se describen muy claramente en su libro Educación artística y desarrollo humano. Barcelona: Paidós, 1999. - 179 - C O N -C I E N C I A S O C I A L Conviene volver sobre el análisis de la didáctica del arte que hace la profesora Ávila y recuperar algunas recomendaciones bibliográficas que han aparecido en números anteriores de esta misma revista para conocer el estado de la didáctica del arte15. Entender el arte como lo hace el profesor Shiner, supone situar no ya la obra, sino la percepción de la obra de arte dentro de un contexto social y cultural determinados. Resulta revelador comprender el arte dentro de la propia evolución de la sociedad occidental y contemplar a través de la génesis de esta nueva concepción del arte, el nacimiento de las nuevas élites económicas y sociales, de las nuevas reglas jurídicas, económicas y simbólicas entronizadas por el 15 16 triunfo del capitalismo y las clases sociales que con él emergen. El arte, igual que ocurre con la escuela, como recientemente ha expresado Raimundo Cuesta16, nace y evoluciona merced al triunfo del nuevo orden social. El capitalismo no inventa el arte, como no inventa la enseñanza, pero da un nuevo significado a ambas. Conviene acudir con mirada de arqueólogo a buscar el origen de las ideas que justifican el entramado disciplinar de nuestro currículum. El Nacimiento del arte del profesor Larry Shiner nos ofrece la posibilidad de comprender mejor el paradigma que sostiene el moderno modo de entender el arte, que sin duda es un factor esencial de cómo el arte está en la escuela. HERNÁNDEZ, Fernando; “En el medio no está la virtud”; Con-Ciencia Social, nº 8; Didáctica Crítica y Escuela como Espacio Público; Sevilla, 2004; Ver también Con-Ciencia Social, nº 3, el monográfico sobre la obra y vida de Valerio Bozal. CUESTA FERNÁNDEZ, Raimundo (2005) Felices y Escolarizados: Crítica de la Escuela en la era del capitalismo. Barcelona: Octaedro-EUB. - 180 -