el señor de vida

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Conferencia General Abril 1993
EL SEÑOR DE VIDA
Elder J. Richard Clarke
De la Presidencia de los Setenta
"Por medio de Jesucristo podemos volver a nacer. Podemos
cambiar; podemos cambiar completamente y podemos mantener
ese cambio en nuestra vida."
La primavera en Utah nos anticipa que la vida se renueva. La
Pascua se aproxima y, nuevamente, meditamos en la Resurrección y
en el plan de salvación de nuestro Padre.
Los milagros de la naturaleza y el evangelio se unen para recordarnos que el
Señor de la Vida es un Dios de milagros.
Para muchos, quizás el milagro mas espectacular seria el ver resucitar a alguien.
Las Escrituras describen el gozo supremo de las viudas de Sarepta y Naín cuando
vieron que sus hijos muertos eran restaurados a la vida. El episodio mas
impresionante sucedió cuando el Salvador fue al sepulcro de Su querido hermano,
Lázaro, que había muerto hacia cuatro días. El pidió a los que le acompañaban que
retiraran la piedra que cubría la entrada de la tumba y "clamó a gran voz: ¡Lázaro,
ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas" (Juan
1 1:43-44)El profeta José Smith nos ha dejado un profundo pensamiento que quiero
parafrasear como una pregunta: ¿No es el hecho de que podemos levantarnos de los
muertos tan maravilloso como lo es el de poder renacer espiritualmente?
Juan el Apóstol enseñó que la mayor manifestación del amor de nuestro Padre
Celestial por nosotros fue que "envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos
por el".
Pocos entendieron esto durante Su ministerio. El intelctual Nicodemo quedo
asombrado con los milagros de Jesús; pero aun con todo el conocimiento que tenia
de las Escrituras, no pudo entender la doctrina del renacimiento espiritual, la
transformación del alma humana, lo que significa volver a nacer.
La naturaleza nos proporciona algunos paralelos sorprendentes. El fallecido
productor cinematográfico, Cecil B. DeMille, relató esta experiencia:
"Me encontraba un día recostado en una canoa, cuando de pronto vi a un gran
escarabajo negro... que se trepaba por la embarcación. Lo estuve mirando un rato sin
mucha atención; pero de pronto me di cuenta de que bajo el calor del sol el
escarabajo se estaba muriendo. Entonces sucedió algo extraño. Su brillante
caparazón negra se partió de arriba a abajo y de la abertura salió una masa informe
que rápidamente se transformó en algo viviente, de colores hermosos y brillantes...
Allí desplegó gradualmente sus alas tornasoladas que con la luz del sol reflejaban
miles de colores... El cuerpo azul verdoso tomó forma.
Conferencia General Abril 1993
"Ante mis ojos había ocurrido una metamorfosis: la transformación de un horrible
escarabajo en una preciosa libélula... Había presenciado... un milagro. Del lodo había
surgido una hermosa vida nueva. Y me puse a pensar que si el Creador obra tales
maravillas con las mas insignificantes de las criaturas, ¡que no tendrá reservado para
el espíritu del hombre!"
Mi testimonio en este día es que por medio de Jesucristo podemos volver a
nacer. Podemos cambiar; podemos cambiar completamente y podemos mantener
ese cambio en nuestra vida.
Estos cambios tan drásticos requieren el poder de Dios. El da esta promesa a Su
pueblo del convenio: "Os daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro
de vosotros... y haré que andéis en mis estatutos" (Ezequiel 36:26-27).
El rey de los lamanitas fue conmovido por el poder del Espíritu cuando se le
enseñó el evangelio. Le pregunto a Aarón: "Que haré para lograr esta vida eterna de
que has hablado? ...¿que haré para nacer de Dios, desarraigando de mi pecho este
espíritu inicuo, y recibir el Espíritu? ...daré cuanto poseo... a fin de recibir este gran
gozo" (Alma 22:1 5) .
Presten atención a lo que le dijo Aarón:
"Si tu deseas esto, si te arrodillas delante de Dios, si, si te arrepientes de todos tus
pecados... e invocas con fe su nombre, creyendo que recibirás, entonces obtendrás la
esperanza que deseas" (Alma 22: 16) .
Postrándose ante el Señor, el rey suplicó: "...si hay un Dios, y si tu eres Dios, ¿te
darías a conocer a mi?, y abandonaré todos mis pecados para conocerte" (Alma
22:18).
En las paginas de nuestro diario misional hay registrado un hecho que se repite a
menudo en todas las misiones de la Iglesia. John y Shirley Withers eran ejecutivos de
éxito dentro del campo de la propaganda. Llevaban una vida disipada y no se
privaban de los placeres mundanos. Cuando los misioneros se pusieron en contacto
con ellos, estas personas quedaron impresionadas por su aspecto limpio e impecable,
tan diferente del de otros jóvenes que habían conocido.
Cuando el Espíritu les tocó el corazón, comenzó el milagro de la conversión. Su
comportamiento anterior llegó a ser incompatible con los principios del evangelio.
Empezaron a darse cuenta de lo que es realmente importante en la vida y esos
nuevos valores morales reemplazaron los intereses mundanos. Los hábitos del
alcohol y del tabaco se convirtieron en algo que había que dejar, aunque con gran
esfuerzo. La modestia llegó a ser la norma del vestir. La oración, el estudio de las
Escrituras, la Sociedad de Socorro y el prestar servicio a los demás como poseedores
del sacerdocio llegaron a ser puntos de importancia. Ellos fueron bautizados y
recibieron el Espíritu Santo.
Mientras mi esposa y yo, con algunos de nuestros misioneros, estabamos
reunidos en el Templo de Salt Lake, John y Shirley y sus hijos fueron sellados para ser
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una familia eterna. Sus rostros reflejaban la radiante belleza de la liberación del alma.
Fuimos testigos de un renacer espiritual como si se levantaran de la tumba.
Hace poco tiempo asistía un servicio religioso en una prisión del estado. Mientras
los presos expresaban sus testimonios, me sentí conmovido al oírles expresar su
remordimiento por el comportamiento que los había llevado a la prisión. Pero lo que
mas me impresionó fueron sus expresiones de amor por el Salvador y la esperanza
que tenían en Su misericordia y perdón mientras oraban para que El aceptara su
arrepentimiento .
Quisiera mencionar las palabras de uno de ellos en esa reunión. Al leer el Libro de
Mormón, el había descubierto el bálsamo sanador y la compasión de un Salvador
lleno de amor.
Dijo así:
"Durante el mes pasado el Señor me ha dado muchas bendiciones. El ha
cambiado mi corazón; El me ha quitado el enojo, el odio y el miedo, y ha
reemplazado todo esto con amor y esperanza. También me ha librado de mi
vocabulario sucio y del deseo de fumar. El me esta ayudando a vencer muchas
debilidades de la carne.
"Siempre creí que tenia una comunicación con el Señor; pero ahora veo cuan
egocéntrica era esa comunicación. Fue cuando leí acerca de 'Korihor' que me di
cuenta de ello. Yo usaba una cantidad de las mismas justificaciones y razonamientos
para crear un Dios maleable que yo pudiera adaptar para satisfacer mis inicuas
necesidades.
"Realmente deseo ser bautizado... para ser miembro de La Iglesia de Jesucristo de
los Santos de los Ultimos Días. Yo creo que esta es Su Iglesia y se que mi búsqueda de
toda la vida ha llegado a su fin".
La conversión espiritual va precedida de un intenso deseo de cambiar y el
reconocer que necesitamos la ayuda divina. Solo aquellos que con humildad abren su
corazón tienen la valentía de admitir el error y de poner su confianza en el Señor para
buscar Su perdón y redención.
Yo no se cómo efectúa el Salvador el milagro santificador de la Expiación, como
toma sobre si la angustia de nuestro cuerpo y de nuestra mente y se hace cargo de
nuestro dolor y nuestra culpa; pero yo se que lo hace. Esto me lleva a las siguientes
conclusiones:
1) La incomprensible severidad de Su sufrimiento debe convencernos de que
somos amados y de que somos muy importantes para nuestro Padre Celestial. De
otro modo, ¿por que habría permitido tamaño sufrimiento?
2) El sacrificio de nuestro Salvador tuvo que ser un acto voluntario de
misericordia, de derramar sangre inocente, el justo por los injustos, el perfecto por
los imperfectos.
3) La Expiación tuvo que ser infinita y eterna, al alcance de toda la humanidad.
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4) Creo que nosotros debemos pagar la parte que nos corresponde. Debemos
experimentar suficiente pesar, suficiente sufrimiento, suficiente sentido de
culpabilidad para darnos cuenta y apreciar la carga mucho mas pesada que llevo el
Salvador.
Mi alma sufre cuando Su expiación se trata con ligereza, cuando la bendición del
arrepentimiento se reduce a decir simplemente que ya se hablo del asunto con el
obispo, cuando en realidad fue una breve confesión, sin humildad ni sincero dolor.
Esta actitud de que el recibir perdón es un derecho en vez de un privilegio lo expresó
recientemente un joven miembro de la Iglesia cuando escribió:
"Yo hice cosas malas y se que eran malas porque me lo enseñaron desde que
tengo uso de razón... Yo se que el arrepentimiento es un gran don; sin este estaría
perdido. No estoy listo para arrepentirme de mis pecados; pero se que cuando este
listo, podré hacerlo".
Esa indulgencia en premeditar el pecado demuestra una lamentable falta de
comprensión de lo que es el arrepentimiento. Como Amulek advirtió, no debemos
demorar el día de nuestro arrepentimiento hasta el fin. No podemos predecir cuando
llegara nuestro día de rendir cuentas. Hay demasiadas personas que creen que la
salvación es un escape del castigo por el pecado y no una forma de librarnos de la
maldad. El verdadero penitente no sólo busca el perdón de sus pecados pasados sino
que suplica al Salvador que limpie su corazón del deseo de pecar.
5) Por ultimo, debemos reconocer el don y cumplir con las condiciones para que
se complete la redención. El amor motiva nuestra obediencia a Dios. A fin de
expresar nuestra gratitud por la Expiación, hacemos convenio con nuestro Padre
Celestial de tomar sobre nosotros el nombre de Su Hijo y dar testimonio de El en
todo momento y en todo lugar por medio de la obediencia a Sus mandamientos.
Testifico solemnemente que el aceptar plenamente la Expiación, junto con las
ordenanzas salvadoras del evangelio, cambia la vida de los seres humanos. Por medio
de Jesucristo, el Señor de Vida, podemos salir de la muerte del error y el pecado y
resurgir en un renacimiento de esperanza y gozo eterno. El vive; El nos ama; El nos
invita a que vayamos a El y encontremos la paz. Es mi oración que así lo hagamos, en
el nombre de Jesucristo. Amén.
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