DICEN QUE TIENE VENENO EN LA PIEL

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TENTADERO
NO PUEDO VIVIR SIN…
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BEN BROOKS
DICEN QUE TIENE
VENENO EN LA PIEL
Con Crezco y Lolito se convirtió en un acontecimiento literario, pero el joven escritor
inglés, que ahora publica Hurra, no se considera un autor "serio". Prefiere grabar su
historia personal en tatuajes a acumular posesiones. Y, sobre todo, beberse la vida
Texto Guillermo Arenas Foto Javier Ruiz
en Brooks nunca tuvo que ocultar
sus brazos en casa cuando empezó
a tatuarse. "Este fue el primero, un
regalo de mi madre por mi 18º cumpleaños", explica el escritor británico mientras
se remanga la camisa y empieza a mostrar
buenas dosis de tinta. "Mi madre también
tiene bastantes. Incluso en la cabeza". El
autor de Crezco, el libro con el que se dio
a conocer en medio mundo en 2011, con
apenas 19 años, tiene un desapego casi
congénito a lo material. Suele regalar los
libros cuando los termina, y sus únicas
posesiones permanentes son una mochila
(normalmente vacía) y el portátil en el que
escribe. Quizás por eso utiliza su piel para
reflejar sus pasiones. "Este de aquí es del
libro Las cajas de luz, de Shane Jones.
Este otro, de Cuna de gato, de Kurt Vonnegut. Aquí tengo al Capitán Scott, la segunda persona en llegar a la Antártida…",
cuenta mientras repasa sus brazos.
Como una biografía gráfica, su epidermis también refleja sus primeras obsesiones literarias ("este es el símbolo de las reliquias de la muerte, de Harry Potter") y algunas de las posteriores ("estas dos letras
significan Don’t try, que está escrito en la
tumba de Bukowski"). Incluso destapa su
gemelo para mostrar el resultado de aquella ocasión en la que se dejó tatuar por sus
fans en Barcelona: unos puntos poco más
grandes que unos picotazos. "Me pareció
divertido dejar que gente al azar decidiese algo que iba a llevar en mi cuerpo para
siempre", justifica. "¿Si estaba asustado?
No, iba bastante borracho. Pero dolía, la
gente apretaba mucho".
Son apenas las 11 de la mañana en La
Casa Encendida, donde Brooks ha participado días antes en el Festival Primera
Persona, pero el escritor de 24 años bebe
B
alternativamente cerveza y un café con un
generoso chorro de vodka de la botellita
que lleva consigo. En efecto, en su caso
resulta imposible no llevar a cabo esa
identificación entre creador y personajes
que tanto molesta a otros autores. "No me
importa, para nada", admite. "Cada uno de
mis protagonistas es como una versión de
mí mismo. Soy bastante vago, y eso es lo
más sencillo de escribir para mí".
Leer sus libros, por tanto, supone conocerle un poco. También, asistir a altas
dosis de aparente apatía, personajes con
mucho tiempo libre, una conexión a Internet, familias desastrosas y bastante alcohol barato a su disposición. Lo que Brooks
no parece dispuesto a hacer es analizar su
obra. En Hurra, su último título publicado
en español por Blackie Books, parte del
suicidio de una hermana —la suya real,
cuenta, está perfecta— pero sostiene que
no es una decisión consciente: "En realidad, no recuerdo por qué elegí ese tema".
Igualmente, rechaza tomarse su carrera
de escritor demasiado en serio. "No puedo evitar pensar que los de los demás son
libros 'propiamente dichos', y los míos son
simplemente mis libritos estúpidos", confiesa. ¿Por qué, entonces, alguien querría
editarlos, y otros muchos leerlos? "Las
«Si no me dedicase
a escribir, lo más
probable es que me
pasase el día bebiendo
en un parque»
portadas tienen colores bonitos. Son objetos agradables. No lo sé", replica con algo
que parece más sinceridad desarmante
que pose autoirónica. Por tanto, no resulta
extraño cuando confiesa que, si no se dedicase a escribir, "probablemente estaría
bebiendo en un parque". "Todo el mundo
bebe en mi casa. Mi madre también. Simplemente, bebemos".
Mientras se rasca la pierna en algo parecido a un tic, entre trago y trago se anima a expandir un poco más su discurso.
"Los primeros libros que escribí eran muy
extraños, nadie habría querido comprarlos. Cuando hice un esfuerzo por escribir
un libro 'normal', me salió Crezco. En un
sentido, he ido hacia atrás". Explica que su
editor inglés rechazó publicar Hurra ("me
dijo que el lector no se iba a sentir identificado, que la gente no vivía así") y que también le ha devuelto otros manuscritos. "Le
parecieron demasiado raros. Uno de ellos
hablaba de un tío muy rico que conoce a
un hombre muy pequeño, se emborrachan
juntos y comienzan un viaje a través de Inglaterra donde se van encontrando a criaturas mágicas todo el rato".
Con la charla casi acabada, Ben explica que, después de pasar temporadas en
Barcelona ("allí aprendí a pensar más en
los demás. Era bastante capullo antes") y
asentarse en Berlín, ha vuelto temporalmente a su Gloucestershire natal, escenario habitual en sus novelas. "Nadie quiere
quedarse allí, nunca pasa nada". Si ha
regresado es por motivos familiares: "Me
quedaré allí hasta que mi madre muera.
Está enferma", suelta a bocajarro, aun intentando quitarle gravedad a la situación.
Dan ganas de darle un abrazo y decirle al
oído que todo va a salir bien. Aunque, al
menos en esta ocasión, sea mentira.
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