Pasión y estilo de Helena Huerta ROBERTO GACIO SUÁREZ (Investigador CNIAE) Primer tiempo Quizás una de las características más relevantes en Helena Huerta es la pasión incontenible que mostraba tanto en la vida como en el arte de la actuación. Incontenible, sí, pero domeñada por la técnica, entendida esta no como un fin, sino como un medio para desarrollar sus inolvidables personajes. Realmente en su quehacer escénico se produce una simbiosis de la entrega pasional y de los procedimientos técnicos de una escuela que la formara, la que aprendiera con su maestro Andrés Castro en la compañía Las Máscaras. La escena en que Clitemnestra devora la fruta bomba de la pieza Electra Garrigó, en este caso, bajo las riendas de Morín, se fijó para siempre en la memoria de los que tuvimos el privilegio de verla. La actriz saboreaba la misma con un deleite morboso, parecido al orgasmo, plena de voluptuosidad. La intérprete comenzó su vida profesional en el año 1950, en la ya citada Las Máscaras, de la cual es fundadora. Primero como figura de reparto, aunque bastante pronto encarnó a María, la coprotagonista de la propia pieza. En los primeros años de esa década representó a una de las vecinas de La zapatera prodigiosa. Prácticamente enseguida, Bodas de sangre la tuvo como esposa de Leonardo, mientras que en La casa de Bernarda Alba fue la Martirio. Es decir, su paso por las obras lorquianas le proporcionó la experiencia de enfrentar personajes de gran intensidad dramática. La hija de Nacho, estreno mundial de Rolando Ferrer, sirvió para que enfrentara a Eloísa, y ya en 1952 incursiona como la loca del perrito en La loca de Chaillo,t de Giraudoux. De ella afirmó Mario Rodríguez Alemán: “Los olivos son de Helena Huerta principalmente y de Georgina Almanza, ambas con un potencial cómico estimable.” Como otras actrices de su tiempo, Helena transitaba de un drama cubano a una farsa francesa de gran formato. La evolución de la actriz crecería y llegará a eclosionar a fines de la década, y así siguió alternando en géneros y estilos muy diversos. De la Ana de Pantoja en Don Juan Tenorio, los espectadores la identificaron como la tía en Lila la mariposa, también estreno mundial de Ferrer. Un reconocimiento unánime obtuvo al asumir la Rosemary Sydney de Picnic, comentarios elogiosos escuché de parte de Adolfo de Luis y de Modesto Centeno. Ese personaje fue interpretado brillantemente en el cine por Rosalyn Russel. Posteriormente desempeñó la Abigail Williams de Las brujas de Salem, de Millar; la Leonie en Los padres terribles, e intervendrá en La debilidad fatal al interpretar a Anna Mayo. Observamos su tránsito del teatro norteamericano al francés, así como al inglés con Cándida, donde su director Morín destacó los grandes aplausos que conquistara su Proserpina. Además abordó la Lavinia Chaberloyne, de Cocotal Party. Con 1956 llega El cuarto en que se vive. Pero será en 1958 con su Clitemnestra Pla, junto a Morín en el escenario de Prometeo, que arribará a un momento de apoteosis. Yo tuve la inolvidable imagen de este personaje en 1964, cuando la obra Electra Garrigó se presentara en el Teatro Musical. De esas actuaciones Rine Leal celebró su extraordinario desempeño y añadió nuevos elogios al destacar la dosis de humor y simpatía de la actriz en La soprano calva. Leal en sus crónicas extraña la ausencia de Helena cuando no la ve en el escenario de Las Máscaras. Nos encontramos frente a la actriz que siempre sale triunfante en el teatro lorquiano, la dramaturgia norteamericana, la escena europea contemporánea, la compleja dramática de Piñera y los personajes de Ferrer, y como veremos más adelante en los de Milián y Dorr. Segundo tiempo: Después de 1959 Helena estará protagonizando el monólogo Antes del desayuno. Recorrerá la variada gama que va desde Las medallas de la señora Ana, El filántropo, Nuestro pueblito y El aniversario, junto a su Incolaza de La casita criolla. Se desempeñó en obras cubano-rusas y hasta en un musical costumbrista vernáculo. Luego en 1964 interpreta La joven casadera, del absurdo de Ionesco, al lado de Georgina Almanza. Descubrimos entonces que después de su periplo con Andrés Castro, tuvo otros directores, tales como Julio Matas, Vicente Revuelta, Humberto Arenal, Gilda Hernández, Morín, de nuevo, y Gaspar Arias. En 1964, Helena partió para Argentina, pues había contraído matrimonio con un diplomático de ese país. De esa unión le nacieron sus dos hijos, una hembra y varón. En esa nación grabó un disco con canciones realizadas a partir de los poemas de Nicolás Guillén. Opinión de la crítica con este fonograma: Ella nos transfiere a través de su juego expresivo y de la magnitud de su nostalgia nativa, su entusiasta adhesión al verbo de Guillén… Su mérito no está sólo en su valor como cantante, que los tiene, sino en saber transmitir a través de su magnética presencia de actriz la emotiva voz del encendido poeta antillano. Separada de su esposo se traslada a París, y allí cantará en el famoso Metro parisino. Amante de la bohemia, de los espectáculos nocturnos, se llenará de la poesía y la música francesas. Regresa a Cuba diez años después, en 1974, por una breve estancia; transcurrida otra década retornará, y en el segundo lustro de los ochenta formará parte del grupo Buscón; allí resulta asombrosa su transformación en el Polonio de Cómicos para Hamlet, bajo la dirección de José Antonio Rodríguez. Se presentará en la televisión en teleteatros, cuentos y otros programas. En 1958 y 1959 había formado parte del elenco de Mamá junto a Herminia de la Fuente, Ana Lasalle, Millín Márquez, Lillián Llerena y Miguel Navarro. Volvamos a los últimos años antes de los ochenta, porque sus recitales en el Guiñol y otros espacios con textos de varios poetas y compositores fueron muy admirados. Especialmente aquel que dedicara al francés Prevert perdura mediante sus hermosas imágenes en mi memoria. El elenco de la compañía Rita Montaner la tuvo desde 1989. Allí laboró bajo la égida de Milián en Juana de Belciel; en Electra Garrigó, dirigida por Miguel Montesco y en Réquiem por la luna, a cargo de Miguel Lucero, su último espectáculo estrenado en Cuba en 1994. Un poco antes obtuvo el premio de actuación femenina del Primer Festival del Monólogo, una faena encomiable de Yo tengo un brillante, del autor y director Nicolás Dorr. Dirigió un recital para Georgina Almanza que se ha llevado por toda Cuba y por el extranjero. En María Antonia, filme de Sergio Giral, realizó una escena conmovedora, patética, deslumbrante debido a las extraordinarias transiciones y estados emocionales de una mendiga alcohólica. Una aparición brillante. Ese adjetivo me ha sido repetido por diversos testimonios. Dice Alicia Fernán, la intérprete y declamadora: “Era muy difícil estar al lado de Helena y sobresalir puesto que ella lo iluminaba todo de luz.” Afirma José Milián: “En Juana de Belciel hizo suyos los complejos y narrativos textos del comentarista, con una convicción absoluta, como si salieran de su alma.” ¿Quién fue la actriz Helena Huerta? Una artista dueña de innumerables matices y registros tonales en su voz, versátil al interpretar diferentes poéticas, géneros y personajes. Capaz de interpretar a los clásicos, a los modernos y a los más populares. Cantante y recitadora, mostró destreza corporal, energía, visceralidad y conocimiento de los estilos. Una joven representante de la crítica en los ochenta, enfatizó en su maestría y la nombró representante de un estilo. Hoy en la octava década de vida reside en Argentina. Su huella en nuestra escena permanecerá indeleble por siempre. Bibliografía CENTENO, MODESTO. Testimonio del autor. CENTRO NACIONAL DE INVESTIGACIONES DE LAS ARTES ESCÉNICAS. “Compañía Rita Montaner, 40 años.” FERNÁN ALICIA. Entrevista del autor. GONZÁLEZ, JORGE ANTONIO. “Cronología del teatro dramático habanero. (1936-1960).” Centro de Investigaciones y Desarrollo Juan Marinello, 2003. INTERNET. Información consultada sobre la actriz. LEAL, RINE. “En primera persona. (1954 1960).” Instituto del Libro, La Habana, Cuba, 1967. LUIS, ADOLFO DE. Testimonio del autor. MILIÁN, JOSÉ. Testimonio del autor. RODRÍGUEZ, ALEMÁN. Periódico Mañana. Septiembre de 1951. VÁZQUEZ, LILLIÁN. Revista Tablas, No. 3, 1988.