www.iglesiadelinternet.com ¡Gracia para ti hoy! Oración – Parte 3 “Dios no se olvida de tus oraciones” Pastor Erich Engler Vamos a ir al pasaje que estamos usando como base para esta serie, el cual se encuentra en el libro de Zacarías cap. 12 vers. 10: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito”. Como ya dije antes, la primera parte de este versículo, tuvo su cumplimiento el día de Pentecostés, cuando el Espíritu santo fue derramado sobre los 120 que estaban reunidos en el aposento alto, según lo relata Hechos cap. 2. Este acontecimiento marcó el inicio de la era o dispensación de la iglesia o de la gracia. Este hecho se refiere al derramamiento del Espíritu santo en Pentecostés con la señal de hablar en otras lenguas. El reconocido siervo de Dios Oral Roberts, sostiene que el hablar en lenguas es el idioma personal que Dios le otorga a cada creyente para comunicarse con Él en oración. El orar en otras lenguas es un don especial que Dios nos ha regalado a cada uno de sus hijos. Cuando nos encontramos para orar juntos como iglesia, y cada uno usa ese don en la manera en que le fue otorgado, no experimentamos un tiempo de oración monótono ni aburrido. ¡Por el contario!, cada uno de nosotros aportará algo de su propia personalidad en ello. Sucede lo mismo cuando conversamos, nuestra voz y nuestro modo de expresarnos no suenan monótonos sino que cada uno de nosotros añadimos a las palabras algo de nuestra propia manera de ser ¿verdad? De lo contrario nuestra comunicación sería aburrida. 1 Al orar en otras lenguas estamos conversando con nuestro Padre celestial y Él se goza escuchando nuestra propia manera de expresarnos. Además de ese espíritu de oración que fue derramado sobre los amados, al cual me he referido extensamente en las enseñanzas anteriores, hemos recibido el espíritu de gracia o favor para pedir. Habíamos visto que la palabra hebrea aquí para gracia es: “kjen” y la palabra para oración es: “takjanum”, lo cual significa que ambas tienen la misma etimología. Si no supiésemos que tenemos favor o gracia para llevar nuestros pedidos en oración delante del Padre celestial, nunca podríamos pedir algo con fe o con la seguridad que lo vamos a recibir. Solo aquel que está seguro que cuenta con el favor del Padre puede pedir algo con fe. De otra manera sería imposible pedir con fe y nuestra oración sería como un sorteo de lotería: a veces Dios responde a las oraciones, y a veces no; a veces es como si no nos escuchara, a veces presta oídos; a veces hace algo a nuestro favor, a veces no; etc. ¡No, esto no es así de ninguna manera! Justamente dado a que contamos con su favor sabemos que Él escucha y responde cada una de nuestras oraciones. Así es como nos lo dice este versículo. Él mismo derramó sobre nosotros ese espíritu de favor o gracia para pedir. La gracia radical hace que nuestra vida de oración sea también radical. Si creemos con todo nuestro corazón que su gracia a nuestro favor es incondicional, tal como lo enseña su Palabra, sabremos que todas y cada una de nuestras oraciones serán respondidas justamente porque gozamos de favor para llevar nuestras peticiones delante de su trono. Contamos con el favor del Padre para ser escuchados cuando vamos delante de Él, para recibir soluciones a los problemas que le planteamos, para tener la seguridad que Él siempre atiende a nuestro clamor, por lo tanto vamos a recibir lo que pedimos. Este sería el resumen de 1 Juan cap. 5 vers. 14 y 15: “Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”. ¡Qué pasaje maravilloso! Aquí dice: si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que pidamos. Solo se puede estar seguro que Dios oye nuestras oraciones cuando sabemos que contamos con su favor. No hay un pasaje que hable más claro sobre la respuesta a las oraciones que este. Este pasaje no se refiere a que hay algunas cosas que vamos a recibir y otras que no, sino que nos asegura que vamos a recibir respuesta, siempre y en todos los casos. El desafío consiste en que algunas veces debemos esperar un poco más para que dicha respuesta llegue. 2 Toda oración que presentemos delante del Padre, de acuerdo a su voluntad, será respondida por Él. Si nuestras oraciones están cargadas de egocentrismo y pedimos cosas para gastar puramente en nuestros deleites, no serán respondidas como esperamos, si bien es cierto por otra parte que el Señor se deleita en concedernos nuestros deseos más profundos. En cambio, si lo que solicitamos al Padre es para favorecer la extensión de su reino y ser de bendición a los demás, dichas oraciones habrán de ser respondidas con toda seguridad. El Señor concede nuestros deseos, recién cuando dejamos de estar ansiosos y enojados por lo que otros poseen y que a nosotros nos falta. Veamos lo que dice el Salmo 37 al respecto: “No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad”. Si miramos a nuestro alrededor y vemos las cosas injustas que suceden, tendríamos motivo más que suficiente para ponernos impacientes. Si bien es cierto que no vamos a participar de dichas cosas y mucho menos las consentimos, no debemos ponernos impacientes por ellas. Allí radica justamente la diferencia. Si nos vamos a enojar o impacientar por cada cosa que no funciona como deseamos, por ejemplo en la política, nos ponemos una valla de impedimento en nuestra propia vida. Estamos gastando toda nuestra energía en enojarnos, impacientarnos por las cosas que no podemos cambiar. Yo creo incluso que a veces, nos haría muy bien si no leyéramos los periódicos o no miráramos los noticieros, pues viviríamos más felices y conformes. Si sabemos todo lo malo que sucede a nuestro alrededor llegamos a enfadarnos e impacientarnos mucho más rápido que si lo ignoráramos ¿verdad? Aquí el salmista nos habla bien claro de no impacientarnos por las cosas malas que suceden. Y nos sigue diciendo en le vers. 2: “Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán”. Todo en la vida es pasajero y nada permanece para siempre, nosotros tampoco. Si observáramos las cosas desde la perspectiva divina, veríamos que cualquier cosa que suceda es de duración momentánea aunque a nosotros nos parezca interminable. ¿Cómo tendría que estar Dios de impaciente entonces? Él, quien ve cada una de las cosas malas que suceden sobre la tierra sin que se le escape el más mínimo detalle, desde su perspectiva de la eternidad observa todo esto como algo momentáneo y pasajero. Lo que a nosotros nos pueda parecer interminable, para Él es temporal y pasajero. Esa es la razón por la que puede llegar a “soportarlo”. La Palabra nos enseña que echemos toda nuestra ansiedad, impaciencia e intranquilidad sobre Él, nosotros no fuimos diseñados para llevar peso o carga. Nuestra alma no fue creada para llevar carga. Todos nosotros, sin duda alguna, sabemos por experiencia propia lo dañinas que son para nuestro cuerpo las 3 preocupaciones, ella atacan nuestro sistema nervioso y digestivo, nuestra piel, y envejecemos más aceleradamente. Nuestro cuerpo no fue diseñado para cargar con problemas y preocupaciones. El Señor nos dice una y otra vez que echemos toda nuestra ansiedad, impaciencia e intranquilidad sobre Él porque Él tiene cuidado de nosotros. En la medida en que nosotros carguemos con preocupaciones o estados de ansiedad, estas se irán haciendo visibles en nuestro cuerpo. El Señor no desea que tengamos ningún tipo de daño en nuestro cuerpo, ya sea por algo producido desde nuestro interior o algo que nos ataque desde afuera. La Palabra nos habla en el versículo 2 de este Salmo de la rapidez de lo pasajero. Nos sigue diciendo en el vers. 3: “Confía en el Señor, y haz el bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad”. Este es un buen consejo ¿verdad?, si lo acatamos nos irá bien, así de simple es nuestra vida. En el verso 4 leemos: “Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón”. Aquí radica precisamente la cuestión, cuando nos impacientamos, intranquilizamos o enojamos por las cosas que suceden a nuestro alrededor perdemos el gozo en el Señor. Muchos de mis colegas en el ministerio, han perdido ese deleite en el Señor que una vez tenían, a causa de tratar de llevar sobre sus hombros la cantidad de problemas que la gente de sus congregaciones tiene. ¡Es imposible llevar sobre nosotros ese peso! Podemos intentar ayudar, aconsejar, ministrar, acompañar en oración… pero de ninguna manera llevar esa carga sobre nosotros. Dicho sea de paso, acompañar en oración requiere la participación de ambas partes. A menudo, lo que muchos esperan del pastor es que, las cosas se solucionen de manera milagrosa solo a causa de su oración, sin involucrarse demasiado ellos mismos en la solución. Si un pastor o consejero espiritual acompaña en oración a alguien que está pasando una prueba o situación difícil, debe aprender a depositar esa carga a los pies del Señor y dejarla allí. De ninguna manera debería llevar esta carga a su propio hogar ni trasladarla a su propia familia o vida privada. Justamente un pastor, o consejero espiritual, que está sirviendo al Señor a tiempo completo, tiene que escuchar y aconsejar sobre muchas situaciones difíciles al cabo del día, y su corazón se compunge a causa de ellas, pero de ninguna manera debería llevar esta carga sobre sí mismo. Por el bien de sí mismo, de su familia, y de las otras personas que lo rodean, este pastor o consejero debe aprender a depositar dichas cargas a los pies del Señor. ¡Esto es de suma importancia! De otra manera perderá su deleite en el Señor a causa del agobio de las cargas. Con el tiempo ese agobio hará que vaya perdiendo el gozo en el servicio y en la predicación, y la tensión de las cargas será tan extenuante que lo llevarán al agotamiento. 4 Mi consejo a todos ellos es: ¡relájate y deléitate en el Señor! Hay muchas cosas que no funcionan como desearíamos y que no las podemos cambiar, pero preocuparse no es tampoco la manera de solucionarlas. Aquí habla que si ponemos nuestro deleite en el Señor sin intranquilizarnos por las cosas malas que suceden a nuestro alrededor, Él concederá las peticiones de nuestro corazón. Muy poco tiempo después de mi conversión descubrí este maravilloso pasaje (Salmo 37:4) el cual me impactó tremendamente, y dado a que sabía que algún día iba a ser un predicador o maestro de la Palabra, practicaba preparando mis primeros bosquejos sobre este tema, y recitándolos mientras caminaba solo en mis paseos por el campo. No mucho tiempo después, visitando una reunión, le pregunté al pastor de dicha congregación el significado de dicho versículo. Hubiera sido mejor que no le preguntara, ya que la explicación que me dio me desanimó por completo. Él me dijo que yo era muy joven en la fe y por lo tanto demasiado eufórico y que ese pasaje no se podía tomar literalmente. Ni bien él comenzó a formular las primeras frases me di cuenta que había sido un error de mi parte haberle hecho esta pregunta. De ninguna manera yo le estaba pidiendo que me diera el púlpito para predicar en su iglesia, yo solo deseaba una explicación más concreta de dicho versículo. Posiblemente este pastor creyó que yo podía llegar a ser su rival, así que trató de desanimarme con sus explicaciones… y lo consiguió en los primeros momentos. Pero, gracias al Señor que, a pesar de mi poca experiencia de recién convertido, pude mantenerme firme al llamado y Él me fue abriendo las puertas en el momento justo. Aquellos deseos que tenemos en lo profundo de nuestro corazón fueron puestos por Dios en nuestro ser interior en el momento de la conversión. Así es como Dios nos guía a través de su Espíritu. Él lo hace desde ese nuevo corazón que puso en nuestro interior, o desde el espíritu renacido los cuales son una y la misma cosa. Cuando nacemos de nuevo, Dios pone sus deseos y pensamientos dentro de nuestro nuevo corazón, estos se convierten luego en visiones, y estas, más tarde, en realidades. Es importante prestar atención a esa voz interior, para saber cuál es el plan de Dios para nuestras vidas. En el tiempo de espera o preparación nos enfrentamos al desafío de saber esperar el momento exacto cuando Dios quiere usarnos. La gran mayoría de nosotros deseamos que las cosas se hagan rápido. Tenemos un deseo puesto por Dios, una visión, y queremos que esta se concrete lo antes posible. Muchas veces estas no se concretan de inmediato como esperamos, sino que llevan tiempo y debemos aprender a ser pacientes. El desafío es saber actuar correctamente en ese período de espera. Podemos estar más que seguros, que aunque el tiempo de Dios no sea el mismo que el nuestro, este deseo o llamado que Él mismo puso en nuestro ser interior se va a cumplir. Él no olvida ninguna de nuestras oraciones. Es posible que seamos nosotros quienes olvidamos lo que le hemos pedido al Padre, pero Él tiene en cuenta todas y cada una de nuestras oraciones. 5 En Hechos de los apóstoles cap. 10 vers. 1 al 4 leemos lo que sucedió con Cornelio: “Había en Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, (2) piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. Esto no significa que este hombre oraba las 24 hrs. del día, pero muestra que llevaba una intensa vida de oración. (3) Este vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba, y le decía: Cornelio. (4) El, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios”. ¿Olvidó Dios acaso alguna de las oraciones de Cornelio? ¡No, ninguna! Y este hombre ni siquiera era renacido. Él era un hombre devoto, por supuesto, pero no un creyente en Jesucristo nacido de nuevo. Cornelio no era un hijo de Dios, como lo somos tú y yo, sino que era simplemente un hombre devoto y temeroso de Dios que le buscaba sinceramente. Recién más tarde llega a ser hijo de Dios por aceptar a Cristo como su salvador personal. Si siguiéramos leyendo el libro de los Hechos, llegaríamos al pasaje (Hechos cap. 11) donde Pedro relata cuando Dios le mostró por medio de una visión que no solo los judíos podían llegar a ser salvos y a recibir los dones del Espíritu santo, sino también los gentiles. No solo Pedro recibe la visión que debe de ir adonde le enviaba Dios, sino que también Cornelio recibe una visión donde Dios le mostraba que le iba a venir a visitar Pedro. Así es como se encuentran los dos y muchos se llegan a convertir. Pero, lo que yo deseo enfatizar con esta historia es que Dios tiene en cuenta todas nuestras oraciones. Si Dios contesta las oraciones de un hombre que no era renacido, cuanto más contestará las nuestras siendo que somos sus hijos. Nosotros somos hijos de Dios, parte de su familia ¿piensas acaso que hay algo más importante para Él que su misma familia? Así como Dios tuvo en cuenta las oraciones de Cornelio, tiene también en cuenta todas nuestras peticiones y deseos. El desafío para nosotros es permanecer confiando mientras esperamos sus respuestas. Aquí desearía hacer una acotación que tal vez te resulte un poco sorprendente: a veces, sería mejor para nosotros, que olvidáramos las cosas que le hemos pedido a Dios en oración. ¿Por qué digo esto? Porque muchas veces nosotros, con nuestra impaciencia, nos bloqueamos a nosotros mismos. 6 Lo que nosotros debemos tener siempre en cuenta es que Él no se olvida de ninguna y que nos ha bendecido en tiempos pasados. Hay personas que toman nota por escrito de todas y cada una de las peticiones que le hacen al Señor para recordarlas continuamente. Según mi opinión, los que hacen así están concentrando toda la atención sobre sí mismos. La Biblia no nos insta a tener en cuenta todo lo que le pedimos al Señor, sino que nos anima a no olvidarnos ninguna de las cosas buenas que Él nos hizo en el pasado (Salmo 103), y a no olvidarnos de Él mismo. ¡Eso es todo lo que deberíamos tener en cuenta! Nuestro pensamiento debe estar ocupado siempre con el Señor, eso es lo que no debemos olvidar nunca. Tú me puedes decir: ¿cómo es posible que me olvide del Señor? Eso sucede mucho más rápido de lo que podemos llegar a imaginarnos cuando estamos concentrados solamente en nuestras peticiones. Eleva tu oración al Señor y luego descansa. Tú mantienes tu pensamiento puesto en Él y Él no olvidará ninguna de tus peticiones. (Salmo 37:4) “Deléitate asimismo en el Señor, y Él te concederá las peticiones de tu corazón”. Veamos lo que nos dice Deuteronomio cap. 8 vers. 10: “Pero después que hayas comido y te sientas satisfecho, deberás alabar al Señor tu Dios por la buena tierra que te ha dado”. Esto es lo mismo que nos dice el Salmo 103 vers. 2: “Bendice alma mía al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios”. La advertencia que se les daba a los hijos de Israel para que no olvidaran que había sido Dios quien les había sacado de la esclavitud egipcia; quien les había hecho habitar en casas que ellos no tuvieron que construir; quien les había dado agua de fuentes que ellos no tuvieron que cavar; etc. Nosotros deberíamos tener en cuenta dicha advertencia también. Sigamos leyendo en Deuteronomio cap., 8 vers. 11: (11) Cuídate de no olvidarte del Señor tu Dios, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy” Debemos recordar que estas palabras fueron dichas bajo el pacto de la ley y por eso se refiere a cumplir todos sus decretos y mandamientos. A pesar de ello, podemos aplicar el mismo principio espiritual para nosotros hoy: ¡no olvidarnos del Señor! No te preocupes si no recuerdas lo que le pediste en oración hace 4 años atrás, pero lo que sí debería ser un motivo de preocupación es si te has olvidado de Él durante todo ese tiempo transcurrido. Él es a quien tenemos que tener en cuenta permanentemente. Llevamos nuestras peticiones delante de su trono, y no las tenemos más en cuenta porque en el momento exacto Él nos las va a traer a la memoria. 7 Todo lo que nosotros tenemos que tener en cuenta es al Señor, deleitarnos en Él, y Él se encargará de otorgarnos los deseos de nuestro corazón. Mateo cap. 6 vers. 33 dice: “Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Muy a menudo nos damos cuenta que a Dios le agrada sorprendernos. Vamos a leer, el vers. 5 del cap. 6 del libro de Mateo donde Jesús nos habla sobre la oración: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”. Así era como oraban los fariseos, pero esa no es la forma en que nosotros debemos hacerlo. Más adelante vamos a ver la forma en que debemos hacerlo. ¿No es interesante que cuando Jesús se refiere a la oración hable también de recompensa? Seguimos leyendo el vers. 6: “Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Nosotros no debemos orar para ser vistos por los demás, sino que nuestra oración debe ser presentada a nuestro Padre de una manera confidencial. La oración tiene que ver con una relación y no con apariencia. Este versículo habla otra vez de recompensa. Dios desea concedernos las peticiones que le hayamos hecho. Generalmente lo que Él nos otorga no lo podemos mantener escondido. Si bien es cierto que hay respuestas a la oración que son muy personales, hay muchas otras cosas también que se harán visibles, y está bien que así sea. En el vers. 7 nos sigue diciendo: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”. Jesús oró siempre oraciones breves. A veces estas oraciones son las más poderosas. ¡Concéntrate a pronunciar oraciones breves! Me refiero por supuesto, en el caso de pedir algo al Señor y no cuando estamos haciendo intercesión por alguien en particular. En este caso las oraciones serán lógicamente más extensas. Cuando solicitamos algo delante del Padre deberíamos hacerlo de manera concisa y breve, y no tenerlo más en cuenta, solo confiar que la respuesta va a llegar en el momento justo. No debemos usar vanas repeticiones y palabrería inútil y ociosa. 8 Aquí Jesús nos advierte a no pensar que seremos oídos a causa de nuestras muchas palabras. Si pensamos así estamos equivocados. No esa causa de las muchas palabras que vamos a tener una respuesta más rápida. A menudo oramos brevemente por las personas que tienen una necesidad, y nos damos cuenta que ellos se quedan mirándonos y pensando: ¿eso es todo? No son las largas oraciones las que traen más resultados, sino las breves, claras y concretas. Ahora vamos a ver el versículo 8 para que puedas comprender mejor lo que estoy tratando de explicar: “No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Solicitarle algo al Padre en oración es un acto de fe y de confianza. Hacer esto es saber que lo recibiremos porque contamos con su favor. Cuando le pedimos algo al Padre en esta seguridad, estamos honrando su gracia, la cual puso a nuestra disposición por medio de su Hijo Jesucristo. Esa forma de presentar nuestras peticiones delante del trono de la gracia trae honra a la obra de Cristo en la cruz. En el vers. 9 del mismo cap. 6 de Mateo nos sigue diciendo Jesús: “Vosotros, pues, oraréis así:” y comienza a describir la famosa oración tan conocida como el Padrenuestro. Jesús, al pronunciar este ejemplo de oración, no tenía en mente que nosotros debíamos recitar esas palabras textuales como si fuese un ritual. Hay muchas iglesias hoy en día que repiten estas palabras cuando oran, convirtiéndose así en la oración principal. Jesús no dijo que debíamos hacer esto, sino que Él ora de esta manera para demostrarles a los religiosos lo corta, concisa y breve que puede ser una oración. Recordemos lo que les dijo anteriormente: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”. Jesús les enseña que las muchas palabras están demás y por eso les dice: “Vosotros, pues, oraréis así”. Él les pone un ejemplo como puede ser una oración efectiva sin repeticiones vanas ni mucha palabrería. Dicho de otra manera, Jesús está haciendo una comparación de una oración corta y concreta con las largas oraciones de los religiosos. Si midiéramos el tiempo nos daríamos cuenta que la oración de Jesús unos pocos segundos nada más. Jesús no está diciendo que esta es la oración del nuevo testamento, sino que está poniendo el ejemplo de una oración breve y concreta. Esta oración que Él pronunció no está llena de vanas palabrerías o repeticiones inútiles sino que es corta, concisa, usa las palabras justas para mencionar lo necesario, y allí se acaba. 9 La gente, por aquel tiempo, estaba acostumbrada a hacer larguísimas oraciones, por esa razón Jesús les da el ejemplo de cómo puede ser una oración corta y concreta. Jesús menciona en ella algunos de los aspectos principales que debe tener una oración: debe ser dirigida al Padre celestial; cada petición debe ser presentada de forma concreta delante de Él; debemos hacerlo en actitud de agradecimiento; etc. Esta es la forma de orar en el nuevo pacto. Debemos ser conscientes de la autoridad que Jesús nos otorgó para solicitarle al Padre las cosas que necesitamos en su nombre. Las oraciones concisas y breves son las más efectivas. Ya hemos hablado ampliamente del tema en las enseñanzas anteriores. Vamos a ver uno de los mejores ejemplos de oraciones breves en el antiguo testamento el cual lo encontramos en Zacarías cap. 4 vers. 7: “¿Quién eres tú, oh gran monte? Delante de Zorobabel serás reducido a llanura; él sacará la primera piedra con aclamaciones de: Gracia, gracia a ella”. A veces, cuando nos encontramos en una situación difícil, no tenemos tiempo para largas oraciones, es por eso que solo dos palabras son más que suficientes. A pesar de la brevedad de esta oración, hay mucho poder en esas palabras. Nosotros confesamos su gracia la cual nos otorga favor en cada situación. Como hijos de Dios, contamos con su favor tanto para pedir como para recibir. ¡Amén! 10 ¿Desea comunicarse con nosotros, compartirnos un breve testimonio o una inquietud?: Iglesia-de-internet no sustituye a la iglesia local. ministerio@iglesia‐del‐internet.com Dirección Postal: Eduardo Taron Postfach 1206 74174 Bad Friedrichshall Alemania o Internetkirche.com Dpto. 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