hágase en mí según tu palabra

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 “HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA” DOMINGO IV DE ADVIENTO (B) 21 de diciembre de 2014 OBSERVACIONES PREVIAS •
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La liturgia de este domingo pone nuevamente ante nuestros ojos a María de Nazaret. Dios, a la hora de buscarse una casa, no quiere templos de piedra (2 Sm 7,1-­‐5), sino que elige el seno virginal de María para que nazca el Santo que se llamará Hijo de Dios. Y María, la sierva del Señor, pronuncia su “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,26-­‐28). En ese momento se inventó la eterna Navidad. Dios viene, Dios está cerca… Los hombres no verán a Dios en la Navidad del 2014, pero sí nos verán a nosotros. “Nosotros somos el rostro de Dios”. Dios tiene rostro de hermano, del hombre y de la mujer que caminan a nuestro lado. PARA REFLEXIONAR ¿Una casa para Dios? “Cuando el rey David se estableció en su palacio”, quiso construir también un templo para Dios. No veía muy apropiado que él viviera “en casa de cedro” y el arca del Señor viviera “en una tienda”. Al obrar así, David actuaba como un hombre profundamente religioso. Intentos como los de David no sólo se dieron en el pasado, sino que llegan hasta nuestros días. A lo largo del siglo XX hubo algún personaje megalómano que pretendió construir una copia de la basílica del Vaticano en un pueblo de pobreza extrema. Estas acciones pueden llenar nuestro corazón de preguntas o nuestra cabeza de problemas: ¿Qué hay detrás de todo eso? ¿Un Dios a nuestra medida, a la media de nuestras manías? ¿Es posible encerrar a Dios en un templo? 1 No, gracias. Dios no quiere palacios. No le metas en una ‘casa’, que Dios quiere estar en todas las casas y en el corazón de todas las cosas. Dios no es sedentario, prefiere ser peregrino, el Dios del éxodo. Dios es libre e imprevisible. Las casas que Dios quiere son de otro tipo. ¡Una casa para Dios! Ahora es Dios mismo el que quiere construirse un templo. “Te daré una dinastía”. Por ahí van los gustos de Dios. Dios quiere templos vivos. Pero el templo perfecto que Dios quiere tardará muchos años en formarse, no “cuarenta y seis”, como el de Jerusalén, sino mil años. Será una casa pequeña, pero preciosa, transparente, palpitante. Y ese templo se llamará MARÍA. Estos son los templos que Dios quiere. No se trata de colocar a Dios en un espacio externo, en un lugar grandioso pero frío. Se trata de ofrecer a Dios un espacio íntimo, cálido y vivo, un lugar secreto del corazón. Dios moraba muy a gusto en el corazón de María. ¡María, casa de Dios! Y nosotros venga a construir ‘basílicas’ y Dios venga a plantar tiendas. Nosotros venga a embellecer las casas de culto y Dios venga a embellecer a las personas. Nosotros venga a llenar las iglesias de tesoros y adornar con joyas las imágenes, y Dios venga a enriquecer a los pobres y adornar a los humildes. Nosotros venga a enaltecer a Dios y Dios venga a empequeñecerse. No acabamos de entender. El culto que Dios quiere El culto que Dios quiere, el culto en espíritu y en verdad, no es el de largos rezos, bellas melodías, hermosas ofrendas y ritos bien calculados, sino el culto del amor y de la entrega, el servicio a los pobres, el lavar los pies de los hermanos, la defensa del oprimido y el estar cerca de los que sufren. Todo esto puede estar bien; pero importa el espíritu y la motivación, importa saber dónde ponemos el acento. Y el culto que Dios quiere no se centra en las piedras, sino en las personas. PARA COMPROMETERSE Y VIVIR • Dios busca colaboradores: el Dios de la Navidad tiene necesidad de fieles que le crean, que le escuchen cuando descubran su proyecto sobre los hombres. 2 •
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La colaboración que Dios quiere: “Hágase en mí tu palabra”. Cúmplase en cada uno de nosotros tu proyecto de salvación. Yo quiero hacer lo que tú me estás pidiendo. Nuestro mundo tiene necesidad de humanidad, de fraternidad; y escasos de humanidad, necesitamos a Dios… La Navidad tendrá sentido cuando acojamos a Dios (al Dios que vive en nuestros hermanos) de corazón, como hizo María de Nazaret. PARA REZAR CON MARÍA DE NAZARET ¡Señor y Dios mío!, ¡quién me diera cada mañana despertar con el saludo del ángel invitándome a la alegría en plenitud, empapándome de tu presencia que me envuelve en un abrazo de cariño! ¡Quién me diera igualmente, Señor, alegrarme y admirarme al ver que escoges a personas y grupos ‘pequeños’ para introducir en el mundo la fuerza de lo imposible, esa fuerza que va rompiendo barreras y anunciando el día de la fraternidad universal! ¡Quién me diera, Señor, verme llevado por ti, por santa María de Nazaret y por muchos como ella, por el camino de los pobres de espíritu, por el camino de los que confían plenamente en tu Palabra, por el camino de los verdaderos creadores del porvenir! ¡Quién me diera, Señor…, imitando a María y fiado en el poder del Espíritu, poder proclamar: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”, cúmplase en mí lo que tú quieres; porque tú eres mi Padre y me amas infinitamente! “¡Hágase en mí según tu Palabra!” Isidro Lozano, sdb 3 
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