MEDITACIONES CUARESMALES-XXIV 24. LA CONVERSIÓN, EL ENCUENTRO DE DOS VOLUNTADES Hay quien ha descrito al hombre de hoy con tres imágenes que presentan la vida como un viaje, y a cada uno de nosotros como un viajero. 1. El hombre sería, en la primera imagen, como aquel viajero que está en la carretera, sentado sobre su mochila, haciendo autostop. Ve pasar coches, espera que alguien le lleve. Sí, sabe cuál es la dirección e incluso puede tener claro a dónde llegar pero le tienen que llevar y, mientras tanto, sigue esperando. 2. La segunda imagen es la de aquellos que, hambrientos de conocer cosas, se sientan ante el ordenador y navegan de un sitio para otro: entran en museos, visitan lugares diferentes, conocen todo tipo de páginas...recreen la vista e incluso amplían su horizonte cultural...pero, no se implican, no hacen ninguna experiencia...Van y vienen, entran y salen, saltan de un lugar a otro...sin moverse de la comodidad y el confort del hogar que ellos mismos se han montado. 3. La tercera imagen es la de los montañeros. Antes de ponerse a caminar saben dónde quieren ir y se han preparado a conciencia. Tienen muy claro cuál es la meta y por eso están en continua situación de búsqueda. Necesitan confrontar sus pasos con el mapa, con la experiencia de los que conocen el camino –los hay, incluso, que tienen un guía- y trabajan con ilusión por conseguir sus sueños. Estos, los que sudan la camiseta, son los que verdaderamente están aprendiendo “en sus propias carnes” lo que significa hacer camino y los que están construyendo su futuro con su esfuerzo. Venga a nosotros tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo (Mt 6,10). Es posible que esta tres imágenes también se pueden aplicar a cada uno de nosotros a la hora de definir cómo es nuestro “viajar hacia el Reino” que pedimos en nuestra oración. Jesús ya ha advertido sobre la necesidad de no utilizar muchas palabras para dirigirse a Dios: no es necesario que le pidamos muchas cosas. Nuestro Padre ya sabe lo que necesitamos antes de que se lo digamos. Ahora bien, ¿sabemos nosotros qué es lo que necesitamos? ¿Sabemos cuál es el Reino que esperamos? La imagen del Reino que presenta Jesús no es la de un lugar o un estadio de vida que tengamos que esperar que nos lleven a él; por eso, pedir, como pediría el autoestopista, que venga (nos lleve a) su Reino no coincide con el mensaje de Jesús de Nazaret, como tampoco coincide con la imagen de aquellos que creen, como el navegante, que el Reino lo vamos a conseguir conociendo cosas o aprendiendo conceptos, pero sin implicar en ello nuestra vida. Pedir que venga a nosotros el Reino de Dios no es pedir que Dios nos sea obediente y sumiso y acerque a nosotros lo que esperamos; sino todo lo contrario: que nosotros descubramos cuál es su Voluntad y seamos obedientes y sumisos a lo que Él quiere de cada uno. El Reino de los cielos del que habla Jesús de Nazaret no s una historia paralela a nuestra propia historia, sino que es algo hacia lo que tenemos que intentar converger. Está al alcance de nuestra mano. Ya ha comenzado. Sabemos cuál es el camino, e incluso tenemos un guía –el mismo Jesús-. Nadie nos impone el ritmo. ¿Qué más queremos? Lo único que se nos pide –que no es poco- es que hagamos su voluntad...en la tierra como en el cielo. A la hora de poner en nuestra boca la petición de Jesús de que venga a nosotros el Reino de Dios deberíamos ser más cautos, ver cuáles son los valores por lo que él apostó y cuáles los valores en los que estamos apostando nosotros. En esta confrontación descubriremos cuál es la voluntad de Dios. Y deberíamos ser también más valientes. Descubrir cuáles son los valores en los que Dios querer que apostemos, es decir, cuál es su voluntad, nos debería llevar a comprometernos en hacer que el Reino se siga construyendo, con nuestra ayuda, aquí, en la tierra; en nuestro ambiente de estudio o de trabajo, en casa y en la calle, con los conocidos y con aquellos a los que nuestra indiferencia nos impide conocer... Rezar puede ser “molesto”: Nosotros pedimos por el Reino y Dios nos puede pedir algo que no nos esperamos. Rezar es buscar la voluntad de Dios, en la historia y en mis historia, y comprometerse en hacer su Voluntad. ORACIÓN No es fácil pedirte cosas, Señor; pues si quiero ser coherente, sé que al pedirte algo me estoy comprometiendo ya en hacer yo todo lo posible para que lo que te pido se haga realidad. Por eso, Señor, porque quiero comprometerme, hoy me atrevo a pedirte que venga a nosotros tu Reino y que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Haz que venga a nosotros tu Reino, y para eso, hazme constructor de ese Reino que quiero. Haz que si espero un Reino de Paz, mi relación con los demás sea pacífica y pacificadora, que si espero un Reino de Justicia, yo trate a los demás justamente, que si espero un Reino de verdad, mi vida no sea una mentira, y que si espero un Reino de amor, me entregue a los demás con el mismo amor que Tú nos tienes. Haz que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo, y para eso, hazme a mí capaz de escuchar tu voluntad y de entregarme de lleno a aquello que Tú me pidas. Hazme, Señor, constructor de tu Reino y obediente a tu Voluntad.