Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver! Cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer... (Rubén Darío) Vuelas, como hojas de otoño En antaño verdes, ahora crujientes. Corres, como escenas de sueños Desde perspectivas diferentes Eres la pupila... blanca del anciano Que todo lo ha visto, y nada recuerda; Sendero, por ti mismo devastado, Sustentado por una fina cuerda. Eres un crescendo cuesta abajo. Eres la peor de las incertidumbres, Eres la línea recta sin atajos, Eres montaña... Sin cumbre El viento que corretea esquinas Descubrimientos te rinden paso, Te rezan como nosotros a la rima Caen a tus pies por mero letargo. Eres final amargo del camino dulce, La guinda que reluce y nunca acaba, La historia que relata cómo te hundes Bajo el tic tac del arma siempre cargada. No te define el celeste del comienzo, Ni el profundo negro del final No te ves surrealista en lienzo Ni en el más clásico cantar. Juegan contigo sin conocerte Y eso carece de mérito Viven en ti y quieren obviarte. Dicen exprimirte, yo te deleito. Pobre y traidor acaba siendo el tiempo... Olvidé que era un tirano.