Cazar ganado (Publicado en Caza Extremadura, nº63, Sep-Oct 2003, pp. 30-32) Dice el Génesis que los animales fueron creados un día antes que el hombre. Es interesante reconocer que efectivamente la fauna estaba ahí antes de que el hombre empezara a actuar. El hombre ha actuado con la fauna de dos modos muy diferentes. El primero de ellos fué la caza. Actividad plenamente integrada en la dinámica normal que había venido moldeando a las especies salvajes a lo largo de su evolución. Los depredadores desarrollaron armas e instinto cazador; las presas defensas, por ejemplo sensoriales y locomotoras. El segundo modo de actuar sobre la fauna fué retener a los animales vivos y criarlos. En ese momento el hombre empezó a hacer algo esencialmente diferente. Sin querer, o quizás queriendo en algunos casos, transformó a los animales que criaba. No sólo los hizo mansos, sino que alteró los planos que gobiernan su construcción, es decir modificó su genética. Lobos se hicieron perros, muflones se hicieron ovejas, jabalíes se hicieron cerdos, etc. etc. y progresivamente, perros, ovejas o cerdos se transformaron en otros muchos de formas y aspectos distintos dando lugar a razas tan diferentes que cuesta trabajo aceptar que procedan de antepasados comunes. Cambiar la genética de los animales no es nada difícil. De hecho la genética siempre tiende a cambiarse sola. Los hijos se parecen a los padres pero no son idénticos a ellos. Basta con dejar pasar unas generaciones y los descendientes serán bastante diferentes entre sí y a sus antepasados, a menos que exista algún mecanismo para conservar los rasgos originales. Ese mecanismo es la selección natural. Un animal fuera de la naturaleza no está sometido a selección natural. El hombre a veces simplemente sacó a los animales de su entorno natural y con ello favoreció variaciones al azar respecto a los patrones originales. Otras veces decidió seleccionar activamente para conseguir variedades útiles, introduciendo lo que llamamos selección artificial. Los dos modos de actuar sobre los animales, caza y cría, han existido desde antiguo y han permanecido en paralelo hasta nuestros días. No se crían los salvajes ni se cazan los domésticos. Críar animales salvajes fuera de su entorno se puede hacer por un período breve de tiempo pero no es una actividad sostenible porque los salvajes desaparecen en ausencia de selección natural y dan lugar a variedades domésticas como ya ha ocurrido en nuestra historia. Es cierto que las poblaciones de animales de caza se gestionan para favorecer la producción de cantidad y calidad, pero eso es muy diferente a criar a los animales en modo intensivo fuera de su entorno natural. Por otro lado, a los domésticos se les puede sacrificar para el consumo humano pero no se les caza. Pegarle un tiro a una oveja o a un cerdo no es caza. Nuestra Sociedad actual está progresivamente mezclando todas las actividades con animales sin distinción. Parece que cada vez admitimos más fácilmente que pegar un tiro a cualquier cosa viva, eso sí, con tal de que trate de huir mínimamente, es caza. La caza está mal vista por las corrientes dominantes de opinión pública en Europa. Esta espada de Damocles pondrá progresivamente más dificultades a la caza. La caza es una actividad noble, enraizada en el origen del ser humano, pero debe defenderse en el mundo moderno si quiere sobrevivir. Si deja de ser noble en su esencia, seguidora de tradiciones, motor de desarrollo rural y herramienta de conservación de la fauna salvaje, tendrá difícil defensa. Si se matan animales, con frecuencia en números vergonzosamente altos, que simplemente se han criado en granjas y acaban de soltarse previamente, los argumentos que lo justifiquen deben ser otros. Si como consecuencia de la actividad cinegética las especies salvajes son sustituidas por mezclas genéticas producto de la oportunidad, la caza no sólo será rechazada por sí misma sino por contraria a la conservación. Estamos criando perdices hibridadas con otras especies, soltando ciervos cruzados con otras subespecies europeas, comprando corzos en otros paises para soltarlos en nuestros campos, y un largo etcétera. Hace muy poco se podía hablar del jabalí como una especie que mantenía la esencia de la caza salvaje. Empezaron a proliferar los cercones. En principio un cercón no tiene mayor importancia…, se trata de mantener a los jabalíes controlados para de algún modo garantizar que estarán allí cuando vayamos a cazarlos. Bueno, es aumentar el control a la vez que disminuir la emoción ligada a la incertidumbre, pero poco más. A continuación, como los cercones se vacían hay que llenarlos. ¿De dónde? Bueno, podríamos capturar jabalíes salvajes pero, si alguien me los vende a buen precio…, mejor. Ese alguien que ofrece jabalíes siente la demanda creciente y quiere producir más. Una jabalina produce 3-4 crías de media mientras que una cerda más de 8-9 en cada parto. Una “cerdalina” (cruce de cerdo y jabalí) puede producir casi tantas como una cerda y con aspecto de jabalíes. Eureka! dice el criador, la solución está en los híbridos. Criemos híbridos entre cerdo y jabalí. Ahora la suelta de “cerdalíes” en el campo amenaza la propia existencia de los jabalíes en comarcas enteras. Siempre ha habido algunos cruces entre jabalíes y cerdos, pero ocurrían porque el macho de jabalí se acercaba a cubrir a las cochinas de las explotaciones extensivas y por tanto los rallones aparecían en la explotación ganadera. Los cerdos no iban a cubrir a las jabalinas salvajes, por lo que no aparecían híbridos en el campo a menos que fuesen soltados intencionadamente. Nuestro gestor de cercón también puede recurrir a comprar jabalíes en el extranjero. Es posible que no sean de las subespecies ibéricas pero son grandes y tienen buenos trofeos…. Otra vez la misma historia que con el ciervo!. Pero además, los criadores extranjeros no son ajenos a la misma consideración sobre la prolificidad de los híbridos y también recurren a los cruces con cerdo en sus granjas. Los jabalíes importados son igualmente híbridos, pero en este caso entre cerdo y jabalí foráneo. En fin, la esencia de la caza mayor salvaje resulta ser matar cerdos a tiros y además acabar con el jabalí autóctono de nuestras sierras. ¿Cómo se puede defender esa práctica en el mundo moderno?. Algunos estamos convencidos de que ese no es el camino por mucho que las cifras económicas a corto plazo lo promuevan. Las autoridades pueden contribuir con normativas que frenen estas prácticas, los científicos podemos llamar la atención sobre los problemas y podemos proporcionar herramientas para diferenciar híbridos, autóctonos, etc., pero la gran esperanza está en que los propios cazadores quieran mantener la caza en su esencia y no demanden cazar ganado. Juan Carranza Almansa Catedrático de la Universidad de Extremadura