¿Terminará la guerra en Siria?

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>> POLICY BRIEF
ISSN: 1989-2667
Nº 99 - NOVIEMBRE 2013
¿Terminará la guerra
en Siria?
Barah Mikail
>>
Tras casi tres años desde el comienzo de la primavera árabe, nada apunta hacia un cambio político radical en Siria. A pesar de
haber perdido el control sobre gran parte del territorio, Bashar al-Assad
continúa en el poder, el ejército sigue obedeciendo sus órdenes y las
perspectivas de una intervención militar internacional han disminuido.
Después del ataque con armas químicas sobre al-Ghouta el 21 de agosto
de 2013, Estados Unidos amenazó con atacar objetivos militares del régimen. Pero, a instancias de Rusia, Washington y Moscú alcanzaron un
acuerdo para poner las armas químicas de Siria bajo control internacional
antes de destruirlas. A la vez que Washington encontró una razón para no
intervenir, Damasco encontró un apoyo en Moscú, que quiere evitar la
caída de su único aliado árabe. La rapidez con la cual el régimen sirio
aceptó la propuesta rusa sugiere que Moscú ha prometido a Assad un
mayor apoyo político. Muestra de ello ha sido la negativa del Kremlin a
amenazar al régimen sirio con una intervención militar durante las negociaciones en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
El acuerdo sobre las armas químicas no ha incentivado al régimen a sentarse en la mesa de negociaciones en Ginebra. Hasta hora, el marco de
Ginebra-II no parece ofrecer una oportunidad para lograr avances políticos, especialmente dadas las fuertes divisiones existentes dentro de la
Coalición Nacional para las Fuerzas de la Revolución y la Oposición
Siria acerca de las precondiciones para participar en esta conferencia, las
C L AV E S
• El conflicto de Siria ha llegado
a un punto muerto con Assad
aún en el poder, la oposición
dividida y cada vez menos
perspectivas de una intervención
militar internacional.
• Assad tiene muchos enemigos,
pero también poderosos amigos
en la región y más allá, y podría
obstaculizar el proceso hacia
una resolución del conflicto.
• El primer objetivo de Ginebra-II
debería ser alcanzar el alto el
fuego, lo cual requerirá el
compromiso de todas las partes
involucradas.
¿TERMINARÁ LA GUERRA
EN SIRIA?
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>>>>>> cuales podrían amenazar el futuro de la coalición
opositora.
En el corto plazo, parece improbable que Assad
abandone el poder a menos que haya una intervención militar internacional directa y decisiva o
un golpe de Estado desde dentro del régimen. La
determinación de Bashar al-Assad de permanecer
en el poder y su decisión de organizar “elecciones”
–que él ganará– serán factores clave en los próximos meses.
ASSAD SE RESISTE
Los ataques de al-Ghouta podrían haber supuesto
un punto de inflexión en el conflicto. Si bien el
parlamento británico votó en contra de una intervención militar, Francia y algunos Estados árabes,
en particular Arabia Saudí, parecían decididos a
apoyar un ataque liderado por Estados Unidos.
Pero el acuerdo alcanzado entre Moscú y Washington para poner bajo control internacional las
armas químicas de Siria ha dejado en suspenso la
posibilidad de un ataque militar.
Pocos actores internacionales estaban realmente
interesados en emprender una acción militar en
Siria, como se vio reflejado en la vacilación y las
desavenencias diplomáticas que tuvieron lugar
después de los ataques químicos. Había preocupación sobre la posible expansión del conflicto
desde Siria hacia los países vecinos. Asimismo,
existía el riesgo de que una intervención militar
llegara incluso a beneficiar a Assad, tanto debido
a su cuestionable efecto estratégico como a la reticencia popular respecto de operaciones lideradas
por Occidente/Estados Unidos en el país. Por más
fuerte que sea la oposición a Assad y el deseo de
algunos grupos rebeldes de que Occidente
emprendiese una intervención militar, es poco
probable que los sirios empezaran de repente a
adoptar una posición pro occidental incondicional tras una intervención.
Más de dos años de lucha han puesto de manifiesto la debilidad de los oponentes de Assad.
La oposición dentro del país –principalmente re-
presentada por los Comités de Coordinación Local
(CCL)– es políticamente débil, y la oposición de la
diáspora siria –representada por la Coalición Nacional– está dividida internamente. También existen desacuerdos entre la Coalición Nacional y el
Ejército Libre Sirio (ELS), la principal milicia
rebelde. Hasta ahora, el ELS no ha conseguido
desarrollar una estrategia militar eficaz ni conseguir
el apoyo militar necesario para llevar a cabo avances decisivos. Además, la existencia de varios grupos islamistas y/o yihadistas, y sus choques
regulares con el ELS y/o las milicias kurdas sirias,
suponen una amenaza para la cohesión de la oposición militar al régimen. Además, el hecho de
que algunos miembros del ELS se niegan a luchar
contra los yihadistas, arguyendo que comparten la
misma ideología, contribuye a agravar aún más la
situación.
La oposición a Assad tampoco ha conseguido
presentar una alternativa viable al régimen. Los
grupos de la oposición no han conseguido ponerse de acuerdo sobre el futuro del país post-Assad,
incluyendo la cuestión de las minorías étnicas o
religiosas y los grupos yihadistas y/o salafistas, o
sobre quién debería liderar un posible organismo
gubernamental de transición. Además, ninguno
de eso grupos goza de amplia popularidad en
Siria. Las divisiones existentes entre los diversos
grupos de la oposición, el régimen islamista que
los yihadistas y/o salafistas intentan imponer en
partes del norte de Siria, así como la catástrofe humanitaria, han reforzado al régimen de Assad.
Muchos sirios añoran la estabilidad que existía
antes de las revueltas árabes. Esto no significa que
deseen volver al régimen autoritario. Pero la ausencia de perspectivas de futuro y la falta de serias
alternativas al régimen han decepcionado a
muchos sirios y han dado lugar a una sensación
generalizada de fatiga con las revueltas.
LAS OPCIONES REGIONALES DE ASSAD
En muchos sentidos, el régimen sirio parece estar
diplomática y militarmente arrinconado, pero sus
conexiones a lo largo de Oriente Medio y más allá
le dan refugio diplomático y aumentan su capaci-
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dad para obstaculizar el proceso hacia una resolución del conflicto.
En la Liga Árabe, solo Argelia e Irak se oponen a
la dimisión de Assad. Además, Catar y Arabia
Saudí han colaborado con el ELS, y brindan apoyo a ciertos grupos yihadistas y salafistas. Estos
países podrían contribuir mucho más a la estrategia de la oposición armada siria, pero hasta ahora
Washington ha restringido sus iniciativas ante el
temor de que las armas terminen en manos de
grupos extremistas. Estados Unidos, Reino Unido
y Francia, junto a Turquía y Jordania, también
han apoyado al ELS, facilitando sus avances en
territorio sirio. Y Turquía y Jordania se han convertido en refugio para los desertores del régimen
y para la provisión de armas a los combatientes
que luchan contra Assad.
Assad tiene pocos pero poderosos aliados. A lo largo
de la última década, ha conseguido tejer una red de
conexiones que podría ser movilizada para escalar
el conflicto. Rusia y
China brindan apoyo
diplomático a Bashar
al-Assad. Hezbolá
desde Líbano, Irán y
Rusia contribuyen directamente al fortalecimiento militar del
régimen. La decisión
de Hezbolá de luchar
junto a Assad ha sido
fundamental para las
victorias tanto militares como diplomáticas del régimen. Por
ejemplo, el ejército sirio probablemente no
habría ganado la simbólica batalla de Qusair sin
la decisiva experiencia de Hezbolá en la guerra
de guerrillas. En gran parte, ello ha contribuido
a garantizar la continuidad del apoyo ruso. Si el
ejército sirio hubiera sido derrotado, Moscú probablemente habría dudado antes de brindar un
mayor apoyo a un régimen debilitado. De igual
modo, el apoyo militar de Irán a Assad es fundamental. Aún no hay indicios de que Teherán
cambiará su actitud bajo el nuevo presidente
Occidente
ha decidido no
intervenir
militarmente
contra Assad. Ahora,
puede que tenga
que aprender a
vivir con él
Rouhani. Al igual que Rusia, Irán está interesado en preservar la postura “anti-occidental” de
Assad en el equilibrio de poder regional, especialmente cuando todavía no hay una alternativa
creíble a Assad a la vista.
Los activos de Assad en la región van más allá.
Tras la invasión de Irak en 2003, Assad logró infiltrar ese país y colocar agentes sirios en el norte
kurdo, en las filas de al-Qaeda, así como entre
algunas tribus suníes en la zona vecina al oeste de
ese país. No está claro si Assad podría o querría
activar esas conexiones, pero sí le permiten anticipar posibles actividades hostiles originadas en
Irak. En Líbano, en paralelo con sus fuertes lazos
con Hezbolá, la inteligencia siria continúa siendo
poderosa y activa, a pesar de la retirada forzosa de
Siria en 2005, y podría contribuir a aumentar
las luchas sectarias en el lugar. Los violentos episodios que se han dado en Líbano desde el comienzo de la primavera árabe pueden verse, en
parte, a través del prisma de la rivalidad regional
sirio-saudí. Arabia Saudí, que se opone fuertemente al régimen sirio y a Hezbolá, también
cuenta con poderosas conexiones en Líbano. Pero
el régimen sirio se beneficia de las divisiones internas en Líbano sobre a quién apoyar: a Assad o a
sus oponentes.
Por último, pero no por ello menos importante,
el régimen sirio tiene otra importante carta en la
manga: la cuestión kurda. Al comienzo de la crisis, Assad consiguió asegurar la neutralidad de
los principales líderes kurdos sirios a cambio de
un mejor trato a los ciudadanos kurdos. Pero
Assad no fue capaz de recabar el apoyo de todos
los kurdos sirios. No obstante, la comunidad
kurda del país está dividida. Si bien la mayoría se
muestra a favor de la emancipación, los kurdos
no han alcanzado un acuerdo respecto de sus
propios líderes y se encuentran divididos, sobre
todo, entre el Consejo Nacional Kurdo (apoyado
por el gobierno regional kurdo de Irak del presidente Massoud Barzani) y el Partido de la Unión
Democrática. Estas luchas internas han impedido la formación de un frente militar kurdo contra el régimen de Assad. La cuestión kurda y el
miedo a que surja un nuevo Kurdistán tras una >>>>>>
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EN SIRIA?
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>>>>>> caída repentina de Assad también condicionan el
apoyo de Turquía a la oposición siria. Puede que
Ankara se muestre abiertamente a favor de la caída de Assad, pero también quiere evitar que los
kurdos sirios puedan alcanzar la autodeterminación o la autonomía territorial en Siria (similar al
área kurda en el norte de Irak).
UNA OPOSICIÓN DIVIDIDA
La oposición continua dividida y ninguno de los
Comités de Coordinación Local ha sido capaz de
armar un programa convincente para el futuro de
Siria. Los CCL tienen pocos vínculos tanto con el
ELS como con la Coalición Nacional. La dependencia de la Coalición Nacional de sus aliados
occidentales y del Golfo, así como las desavenencias existentes entre sus grupos constitutivos, merman su credibilidad y su capacidad para tomar
decisiones. A mediados de octubre de 2013, las
divisiones sobre las precondiciones para participar
en las conversaciones de Ginebra-II llevaron a una
ruptura en la Coalición Nacional. El componente
más importante de la Coalición, el Consejo Nacional Sirio (CNS), conformado principalmente por
islamistas, inicialmente se negó a participar en las
negociaciones. A continuación, varios movimientos de la oposición decidieron hacer lo mismo.
Ahora el CNS ha establecido varias precondiciones
para participar en Ginebra-II, todas basadas en la
salida de Assad. Aunque no está claro si la Coalición Nacional está acabada, su debilidad ha quedado expuesta.
Varios miembros de la Coalición Nacional se
niegan a negociar con el régimen sin establecer
precondiciones. Para la oposición, la salida de
Assad debe ser el punto de partida. A su vez, el
régimen inicialmente había acordado asistir a las
conversaciones de Ginebra-II con la condición
de que no hubiera precondiciones. Pero ahora
que la intervención militar ha sido descartada,
Assad ha impuesto una nueva condición: el desarme de la oposición como un prerrequisito para las negociaciones. Es poco probable que la
oposición acepte, a menos que se vea presionada
por sus patrocinadores externos. Si acceden a
participar en las conversaciones, es difícil anticipar qué es lo que podrían obtener de Assad.
Pero si no lo hacen, la guerra y el derramamiento de sangre continuarán.
El principal error de la Coalición Nacional ha
sido esperar un apoyo militar decisivo o una intervención internacional. Por otro lado, al promover
a la Coalición Nacional como el único interlocutor político legítimo, algunos países occidentales
–empezando por Francia– descuidaron la importancia política de los CCL y otros miembros de la
oposición siria, pese a su debilidad. En octubre de
2013, se formó una nueva coalición de la oposición. La “Coalición de fuerzas políticas y partidos
en Siria” está compuesta por 17 grupos de la oposición con base en el país que rechazan la autoridad de la Coalición Nacional y consideran que los
“sirios de dentro” son quienes deben ser la voz de
la oposición siria en Ginebra-II.
Occidente debería tener en cuenta a todos estos
grupos internos (no solo la Coalición Nacional y el
ELS) antes de adoptar una posición que podría
complicar aún más la ya de por sí compleja situación. Los integrantes de la Coalición Nacional
están divididos ideológicamente, y no hay indicios
de que vayan a ponerse de acuerdo en el corto plazo. El ELS quiere tener un fuerte papel de liderazgo durante y después de la transición. Otros grupos
de la oposición dentro del país, como los CCL, han
perdido la fe en Occidente pero todavía buscan
legitimidad. El resultado es un empeoramiento de
la situación en Siria, con una confusa coexistencia
de tropas rebeldes, la emergencia de clones de
al-Qaeda (como, por ejemplo, el Estado Islámico
de Irak y el Levante, el frente al-Nusra o el Ejército
del Islam) y un régimen que dice ser la única fuerza capaz de restaurar la estabilidad.
En este contexto, Assad pretende organizar “elecciones” presidenciales y legislativas, que él ganará. La oposición obviamente rechazará los
resultados de unos comicios a los que ni siquiera
estará invitada a participar. Mientras tanto, la
crisis humanitaria continuará, con cada vez más
refugiados, contribuyendo a aumentar las tensiones dentro del país y suponiendo una carga adi-
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cional y potencialmente desestabilizadora al resto de la región.
ES NECESARIO REVISAR LOS OBJETIVOS
DE GINEBRA-II
Occidente ha decidido no intervenir militarmente
contra Assad. Ahora, puede que tenga que aprender a vivir con él. La brutal represión de Assad fue
lo que dio comienzo a la crisis siria. La estrategia internacional de apoyar a la oposición pero sin involucrarse directamente en el conflicto ha alcanzado
sus límites. La aceptación por parte de Estados
Unidos de la propuesta rusa sobre las armas químicas ha sido comprensible dados los riesgos de una
intervención. Pero, al mismo tiempo, ha contribuido a fortalecer a Assad y ha profundizado las tensiones entre Estados Unidos y Arabia Saudí, uno de
sus aliados más cercanos en la región.
En este contexto, para alcanzar la paz probablemente será necesario hacer concesiones difíciles.
Para poner fin a la guerra siria, es probable que
Estados Unidos y la Unión Europea –junto con
Rusia– tengan que negociar con Assad y convencerle de aceptar el monitoreo internacional de las
elecciones y permitir la participación de todas las
fuerzas políticas como un primer paso hacia su
eventual salida (pacífica) del poder. Eso puede
parecer inverosímil. Sin embargo, no parecen
existir otras opciones para acabar con la masacre
de civiles inocentes y evitar una mayor fragmentación política en el país, incluyendo el ascenso
de grupos extremistas. Pero el diálogo con Assad
también debería tener precondiciones. Para que
las conversaciones de Ginebra-II puedan llegar a
albergar alguna esperanza de poner en marcha
un proceso de paz, será necesario tener en cuenta seis aspectos, en particular.
Primero, si bien es poco probable que se pueda alcanzar un alto el fuego completo antes de las negociaciones, presionar a los protagonistas para que lo
respeten sería un objetivo modesto pero razonable.
La naturaleza de la transición política necesaria
para Siria podría dejarse para una futura ronda de
negociaciones, que debería celebrarse pronto.
Segundo, Estados Unidos y Rusia deberían presionar a sus aliados para que participen en las conversaciones. Por consiguiente, las negociaciones para el
alto el fuego/paz deberían incluir a representantes
del régimen de Assad, la oposición política siria y
los rebeldes armados del Ejército Libre Sirio, así
como sus respectivos aliados y patrocinadores regionales (Arabia Saudí, Catar e Irán, entre otros).
Tercero, la inclusión de salafistas y yihadistas en
las conversaciones no es ni razonable ni realista,
dado que se niegan a participar en cualquier negociación. Estados Unidos y sus aliados tienen
suficiente influencia para presionar a Arabia
Saudí, Turquía y Catar para que dejen de apoyar a esos grupos, por lo menos si le piden a Rusia que a cambio presione al régimen sirio para
que ponga fin a sus propios ataques y envíe de
vuelta a los instructores militares de Irán y de
Hezbolá a Líbano.
Cuarto, los actores regionales en el conflicto sirio requerirán amplias garantías: hay que asegurar a Arabia Saudí sobre el futuro del programa
nuclear iraní, dado que Riad considera la fortaleza de Teherán vital para Assad; Catar quiere
asegurarse de no ser excluido de la cuestión siria
en beneficio de Arabia Saudí; Turquía quiere ser
un actor importante en el proceso y no simplemente evitar las posibles repercusiones de una
autonomía para los kurdos sirios en su propio
territorio; Israel necesita asegurarse de que la situación en Siria no dañará a su propia seguridad.
Dada su mayor influencia relativa sobre cada
uno de estos actores regionales, Estados Unidos
tendría que desempeñar un papel clave para
tranquilizarles.
Quinto, Irán, otro actor regional clave, también
necesitará la certeza por parte de Rusia de que la
retirada de sus instructores, que están asesorando a Assad, no conllevará el colapso del régimen
sirio. Rusia también podría presionar a Assad
para que envíe de vuelta a Irak a los miembros de
la milicia Asaib Ahl al-Haq y a los combatientes
de Hezbolá a Líbano, garantizando a Assad su
apoyo durante las negociaciones tras el alto el
fuego. Assad depende de Rusia económica y mi- >>>>>>
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>>>>>> litarmente y es poco probable que se arriesgue
oponiéndose a las demandas rusas.
Por último, más allá de las posiciones intervencionistas de Reino Unido y Francia, la Unión
Europea podría apoyar el proceso manteniendo
activos los contactos con la Liga Árabe, sus Estados miembros y la oposición siria, para que suavicen sus actitudes con el fin de avanzar hacia el
alto el fuego.
Aparte de quién participará, existe el riesgo de que
las conversaciones de Ginebra-II se centren en el
día de una posible caída de Assad, sin intentar
resolver lo que realmente está en juego hoy. Poner
fin al derramamiento de sangre en Siria requiere
de la participación de todos los actores, Assad incluido. Establecer la intención de negociar el alto
el fuego como el único prerrequisito para participar en Ginebra-II es la única forma de garantizar
tanto el inicio de un proceso exitoso como la posibilidad de avanzar hacia el día después.
Barah Mikail es investigador senior en FRIDE.
e-mail: [email protected]
www.fride.org
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