En busca del tesoro hundido

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EL BARCO
D E VA P O R
En busca
del tesoro hundido
Misión Australia
Elizabeth Singer Hunt
Ilustraciones de Brian Williamson
Traducción de Isabelle Marc
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Capítulo 1
La barrera
Alfie Doyle, de dieciocho años, permaneció de pie sobre la parte trasera del barco, con su traje de inmersión favorito, el
azul, y echó una mirada sobre el encrespado mar australiano. Se ajustó la bombona de oxígeno, se colocó la boquilla y respiró hondo antes de saltar por la borda.
¡CHOF!
Se estrelló contra las agitadas olas. Comenzó a hundirse casi al instante. Comprobó sus niveles de oxígeno y miró el reloj. Solo tenía veinte minutos para bucear
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en la profundidad, investigar un poco y
volver al barco antes de que se le agotara
el aire.
Una vez preparado, inclinó la cabeza y
buceó hacia abajo. Mientras descendía, pasó
junto a parte de la asombrosa vida marina
del Arrecife de la Gran Barrera. Había peces payaso de color naranja, peces cirujano
violetas y amarillos, y muchísimos otros
peces tropicales, azules, verdes y de todos
los colores; e incluso oscuras e inquietantes morenas. Esto es lo que más le gustaba
a Alfie: bucear con algunas de las criaturas
marinas más insólitas del mundo.
Alfie siguió bajando. Cuando ya estaba
cerca del fondo, encendió su linterna submarina. Al tocarlo con los pies, se llevó la
mano al respirador para encender el aparato de comunicaciones submarinas (ACS).
–Fondo –dijo Alfie a través del ACS–.
Os informaré de todo por el camino.
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Por los auriculares pudo escuchar a
Harry, su jefe, que permanecía en el barco.
–Bien –dijo Harry–. Esperemos que la
arena no se haya desplazado demasiado.
Alfie buceó hacia la parte trasera del pecio o popa. La última vez que habían estado allí, Harry y él habían descubierto varias piezas en los camarotes de los oficiales.
En principio, todo estaba como lo habían
dejado hacía cuarenta y ocho horas.
Continuó buceando hacia la proa
a lo largo del
barco de madera podrida. Allí
habían vivido los
miembros de
la tripulación,
y Harry estaba ansioso por
contemplar sus
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vestigios. Su tarea de hoy consistía en retirar la arena que cubría la proa, subir cualquier resto que encontrara y entregárselo al
Museo Marítimo del Estado.
Al levantar la linterna para observar la
escena, Alfie dio un grito. La arena que recubría el pecio dos días atrás ya no estaba
allí. Buceó un poco más cerca y descubrió
un agujero que bajaba hacia donde habrían
estado los camarotes de los oficiales.
Alfie, alarmado, pulsó de nuevo el botón del ACS:
–¡Harry, algo va mal!
–¿Qué quieres decir? –preguntó Harry.
–Algo no está bien –repuso Alfie–. ¡No
hay arena!
Mientras Alfie hablaba, una figura oscura en traje de buceo, que hasta ahora había permanecido oculta, se situó a su espalda. El desconocido levantó un arpón y
lo apuntó hacia él.
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–¡Creo que alguien se ha llevado algo
del HMS Pandora! –dijo Alfie, mientras se
le salían los ojos de las órbitas del susto.
Justo entonces, la figura apretó el gatillo,
lanzando el arpón hacia la pierna de Alfie.
–¡Ayyyyyy! –gritó este, cegado por el
dolor.
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–¡Alfie! ¡Alfie! –Harry le llamó por su
micrófono. Pero no hubo respuesta. Solo se
podía escuchar una especie de crujido proveniente del ACS de Alfie.
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