4.29 - La Obra de Dios llega a Samaria

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26.09.2005
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La Obra de Dios llega a Samaria
Los Hechos 8:1-25
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Los primeros cristianos fueron perseguidos con crueldad en Jerusalén. Muchos huyeron de la ciudad y se refugiaron en Judea y
Samaria. También el evangelista Felipe llegó así a Samaria. Allí predicaba, bautizaba y realizaba milagros. La gente aceptaba
el evangelio con alegría. Cuando los Apóstoles que habían quedado en Jerusalén se enteraron de esto, enviaron a Pedro y Juan
a Samaria. Los bautizados recibieron el Espíritu Santo mediante la oración e imposición de manos de estos Apóstoles.
Simón, un mago, vio esto. Quiso comprar el poder de donar el Espíritu Santo. El Apóstol Pedro lo reprendió duramente.
Los niños toman conocimiento de cómo los primeros Apóstoles y sus ayudantes activaban
en el nombre de Jesús y bautizaban con agua y el Espíritu Santo.
También hoy se sigue haciendo así.
A
l poco de morir el Señor Jesús, sus
seguidores fueron perseguidos. Sus casas fueron revisadas y
hombres y mujeres fueron encarcelados. Los Apóstoles se
quedaron en Jerusalén, pero muchos cristianos abandonaron
la ciudad. No obstante siguieron teniendo fe en Jesucristo, el
Resucitado. Donde quiera que fueran, hablaban sobre el Hijo
de Dios; así se fue difundiendo la Obra de Dios en un
tiempo muy difícil.
Entre los perseguidos también se encontraba Felipe, quien
fue instituido por los Apóstoles como su ayudante. En su
corazón estaba latente la doctrina de Jesús. Él se pudo
quedar en una ciudad de Samaria, allí predicó con el ejemplo
de su Maestro y la fortaleza del Espíritu Santo. Él anunció a
la gente, que con Cristo el Resucitado, había venido por fin
el Salvador prometido. Jesús había traído una doctrina
maravillosa a los hombres; el alegre mensaje dio lugar a un
gran gozo. La muchedumbre que rodeaba a Felipe para
escucharlo, se fue agrandando más y más. Felipe era feliz por
poder enseñar y bautizar en el nombre de Jesús.
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En esta ciudad vivía también un hombre muy particular, se
llamaba Simón y ganaba su sustento con la magia. Sus
habilidades apasionaban a la gente, conocía todas las
fórmulas mágicas y todos los trucos. Simón estaba orgulloso
por ser alguien fuera de lo común y poseer facultades
especiales. Era muy admirado. Cuando Felipe comenzó a
activar en esa ciudad, Simón perdió a muchos de sus
admiradores, por ello tomó parte de los encuentros con
Felipe en los que prestó mucha atención. Comprobó que
Felipe hacía grandes milagros y curaciones, sanaba enfermos
y echó fuera espíritus malignos en el nombre de Jesús. Simón
percibió el gran poder que estaba activando. Estaba tan
impresionado, que incluso se dejó bautizar. Muchas veces
acompañaba a Felipe.
Cuando los Apóstoles que estaban en Jerusalén, supieron que
la gente de Samaria había aceptado el evangelio, enviaron allí
a los Apóstoles Pedro y Juan. Con gran alegría ambos
comprobaron cuán maravilloso era lo que había hecho el
amado Dios por medio de Felipe. Estando en comunión, los
Apóstoles Pedro y Juan pidieron a Dios que los bautizados
pudieran recibir el Espíritu Santo. Anhelantes y en largas
filas, los bautizados se fueron acercando a los Apóstoles,
éstos colocaron sus manos sobre la cabeza de los creyentes,
recibiendo ellos así el Espíritu Santo. ¡Qué alegría! Después
de este acto solemne eran parte del Señor y de la primera
comunidad cristiana.
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Simón observaba emocionado. Reconoció que cuando una
persona recibe el Espíritu Santo, se produce un milagro.
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Los Sacramentos
¡También él quería realizar milagros similares! Simón vivía en
otro mundo; a él quedaba oculto lo esencial de la palabra de
Dios y lo que significa el Espíritu Santo. Se dirigió a los
Apóstoles y les propuso: «Os ofrezco mucho dinero si me
transferís el poder para donar el Espíritu Santo por
imposición de manos». Cuando el Apóstol Pedro se dispuso a
contestarle, Simón se dio cuenta de lo desacertado de su
propuesta. El Apóstol lo reprendió con severidad: «¡Tu dinero
perezca contigo! ¡Los dones de Dios no se pueden comprar!
No entiendes de qué se trata. ¡Tu corazón no es recto! Estás
en el camino equivocado, ruega a Dios que te perdone».
Simón tenía miedo, Él bien sabía de la fuerza y el poder que
tenían estos varones, estaba muy amedrentado por lo que
dijo: «Rogad por mí para que no me castigue». Él mismo no
tenía el valor suficiente para dirigirse a Dios.
El Apóstol Pedro se tranquilizó, pero estaba triste porque
había gente que no entendía el obrar de Dios y querían
darle un uso inadecuado en su propio beneficio. Pronto
emprendió el regreso a Jerusalén junto a Juan.
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Felipe predicaba y bautizaba en Samaria. Por medio de la oración y la
imposición de manos de los Apóstoles, los creyentes bautizados recibían
el Espíritu Santo.
1 Los niños se ponen en el lugar de Felipe. Tratan de hablar sobre lo más sobresaliente de Jesucristo con
alguien que nunca oyó hablar de Él. Conversamos sobre el acto del bautismo.
2 Observamos la ilustración y describimos las ceremonias.
3 ¿Por qué el deseo de Simón produce enojo al Apóstol Pedro? (Simón quiere tener poder y ser reverenciado.
Su corazón no pregunta por Dios. Si fuera así sentiría y entendería que los dones de Dios y su poder no se
pueden comprar ni se pueden usar de forma inadecuada en provecho propio).
4 ¿Qué tareas realizan los Apóstoles y su ayudante Felipe? (Felipe predica y bautiza en el nombre de Jesucristo.
Los Apóstoles donan el Espíritu Santo mediante oración e imposición de manos).
Comparamos el activar de los Apóstoles y sus ayudantes de nuestro tiempo con el hecho relatado. En especial
resaltamos el encargo de donar los Sacramentos: Santo Bautismo con Agua, Santo Sellamiento, Santa
Cena. Los Sacramentos son actos sagrados por medio de los cuales Dios establece su comunión con nosotros.
Son fundamentales para poder ser hijos de Dios y mantener latente la vida eterna del alma. El amado Dios
demuestra su amor a los hombres haciendo un pacto con ellos. Estos actos los llevan a cabo los portadores
de ministerio que recibieron el encargo de realizarlos. Los niños preguntan en casa quién los bautizó y selló.
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