PROCESOS MIGRATORIOS Y SOCIEDAD INTEGRADA* Lluís Recolons Arquer Migra-Studium. Barcelona Introducción En asuntos de Sociedad Civil y Migración, que tocan tan a fondo el factor humano, nadie puede desentenderse de la ética. Y esto vale particularmente para quienes nos movemos en el ámbito de las ciencias sociales. Además del respeto debido a la dignidad de la persona humana del que se derivan derechos humanos inalienables, la honestidad con la realidad es un substrato ético imprescindible para que el discurso se mantenga fiel también a las exigencias científicas en el análisis del tema. Pues la posibilidad de embarcarse en enfoques selectivos en función de unos u otros intereses ofrece posibilidades de derivas demasiado fáciles, dada la necesidad de delimitar el ámbito del propio discurso que impone la misma complejidad de la temática en cuestión. No es casual que, precisamente uno de los grandes clásicos de la Sociología, Max Weber, sea conocido, entre otras cosas, por sus reflexiones sobre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Unas éticas que aparecen frecuentemente en mutua tensión, como es perceptible en los temas que nos ocupan en estas Jornadas sobre Sociedad Civil e Inmigración. Aquí hay sin duda un fecundo campo a explorar. Pero, dicho lo precedente a modo de introducción, dejo aquí esta tentadora senda, aunque no el intento de mantener la coherencia con lo dicho, para entrar en el desarrollo de mi exposición. La integración de la sociedad Mis reflexiones se van a centrar en los procesos migratorios y en la integración de la sociedad. Ambos temas nos llevan a ubicar el tema migratorio en plazos largos de tiempo. Una ubicación ésta excesivamente preterida ante la imposición de visiones y medidas de corto plazo. Se trata de una tentación permanente, entre otros para los políticos, ceñidos a mandatos de plazo corto y a consideraciones electorales que pueden llegar a dominar excesivamente su perspectiva. No se trata de negar la necesidad de adoptar medidas a corto plazo, sino del peligro que éstas obedezcan a visiones cortas ante las dimensiones del asunto que entra en juego. En tal caso estas medidas acaban con frecuencia resultando disfuncionales para los objetivos de unos procesos migratorios exitosos y para el mantenimiento e incremento de la integración de la sociedad. La sacudida sufrida en Europa el pasado 21 de Abril, al pasar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas un personaje como Le Pen, marcado por su discurso * Texto publicado en: GARRIDO MAYOL, V. (coord.) (2003) Sociedad civil e inmigración, Fundación Profesor Manuel Broseta, Valencia, pp. 99-113; en base a ponencia del autor en el Ier Forum de la misma Fundación, Valencia, 11/06/2002. 2 xenófobo, no ha extinguido el eco de su significación, aunque finalmente Chirac obtuviera una mayoría tan rotunda el 5 de mayo. De entre los muchos comentarios en la prensa y en otros foros de debate, a que han dado lugar esta elecciones francesas, bastantes han coincidido en tomarlas como indicador de una insatisfacción profunda entre un amplio sector de las capas medias de la sociedad francesa, en relación con los grandes partidos del gobierno y de la oposición por no responder a sus aspiraciones; y a la vez constatar que los partidos de la extrema derecha, y también de la extrema izquierda, denunciaban esta inadecuación coincidente con su percepción en este punto. En estos análisis, el fantasma de la inmigración agitado por Le Pen, sin negar las complejidades que en sí mismo ofrece, aparece ante todo jugando un papel de chivo expiatorio sobre el que descargar el disgusto de la situación general. Lo sucedido en este caso resulta significativo de las tensiones que se están dando en la cohesión social de la sociedad francesa -y en otras sociedades europeas- no reductibles puramente al tema migratorio, aunque éste se presente en primer plano ante la opinión pública. Todo esto tiene algo que ver con el enfoque del tema de la integración. Un término éste, de utilización generalizada al hablar de inmigración en ámbitos políticos y mediáticos. Y debatido a su vez en términos académicos, ante la sospecha de que pudiera amagarse bajo otro nombre lo que no fuera más que pura asimilación del inmigrante en la sociedad de destino. Tal cosa sucedería si lo que se propugnara utilizando este término fuera que los rasgos culturales, característicos de las raíces foráneas de las personas de origen extranjero, acabasen desapareciendo o quedasen puramente reducidos a adornos folklóricos, engullidos por la cultura dominante en el país de destino. De ahí que mientras unos autores obvien el término, otros cuiden de precisar el sentido que le dan. Así lo hace por ejemplo Antonio Perotti1 para quien “la integración es el proceso gradual por el cual los nuevos residentes pasan a ser participantes activos de la vida económica, social, cívica, cultural y espiritual del país de inmigración". Y para evitar malentendidos del tipo asimilacionista antes indicado, le añade un calificativo, algo no inusual entre los autores al manejar el término integración. "A fin –concluye Perotti- de eliminar ciertas ambigüedades que podrían resultar del uso de la palabra integración -incorporación de una parte en un todopodríamos escoger, como lo sugiere Claude Clanet, la expresión integración plural". La integración de los inmigrantes es hoy entre nosotros la expresión más utilizada del término integración. Si pasamos no obstante de hablar de la integración de los inmigrantes, a la integración de la sociedad, ganamos una perspectiva interesante, a la vez que nos remontamos al uso original del término en la Sociología clásica, la cual comenzó utilizando el término como un atributo de la sociedad, y desconocía su uso como atributo de los individuos2. Observo que Graciela Malgenesi y Carlos Giménez3 tienen en cuenta este sentido del término, cuando acaban su documentado recorrido por las vicisitudes del concepto integración con un apartado al que titulan significativamente: La modificación del todo a partir de la integración de las partes. Lo opuesto a una sociedad integrada, cohesionada, sería una sociedad desintegrada. Y por tanto la cohesión social, la inclusión y no exclusión de la población en la participación en la vida de la sociedad nos darán los indicadores significativos del grado de integración de una sociedad. La sociedad dual o de los tres tercios, en la cual una 1 PEROTTI, A. (1993: 69), texto traducido del original francés. GRUDZIELSKI, S. (1990) 3 MALGENESI, G. / GIMENEZ, C.(2000: 250) 2 3 parte de la población queda excluida de la participación en sectores claves de la vida social, indica deficiencias importantes en la sociedad. Y éste es un problema anterior a la llegada de los inmigrantes y que afecta a una parte de las poblaciones de raíces autóctonas en las sociedades europeas. Es cierto que afecta también actualmente a una parte de las poblaciones de origen inmigrante, pero sería falsear la realidad reducirlo a ellas. Los marginados, los excluidos, sean de origen autóctono o foráneo ofrecen el síntoma extremo de déficit de integración, pero si consideramos la integración de la población en la sociedad como un continuo gradual y diversificado por sectores de la vida social encontramos que la tensión por una mayor integración afecta a sectores muy amplios de la sociedad. En este sentido podría ubicarse el indicador antes citado de la sociedad francesa, la cual por otra parte no es seguramente de las más afectadas por déficit de integración entre las sociedades europeas. Bajando a realidades más concretas: la precariedad laboral y el encarecimiento de la vivienda están afectando sin duda en grados diversos a una parte importante de la población española. Ambas cuestiones están siendo seriamente denunciadas, entre otros, recientemente, por defensores del pueblo de diferentes Comunidades Autónomas y por Cáritas. Son temas éstos que en los casos extremos resultan factores significativamente influyentes en la situaciones de marginación social, pero que además, en sectores mucho más numerosos de la población que no llegan a estos extremos, sí que son la causa de una participación más difícil, más tensa y menos satisfactoria en la vida social. No es fácil, por ejemplo, para muchas parejas llegar a una situación de trabajo estable para ambos que les permita, además de pagar la hipoteca de su vivienda, ver el futuro suficientemente despejado como para embarcarse en tener hijos, y especialmente en tener un segundo o un tercer hijo, en las condiciones de formación y bienestar pretendidas para su familia. Las encuestas nos van repitiendo unos índices superiores del número de hijos que se desearía tener, respecto al número de hijos que se tienen efectivamente. Y sin pretender reducir a estos dos factores únicamente la causa de los bajos índices de fecundidad de la población española, sin duda que en ellos la precariedad laboral y el encarecimiento de la vivienda están influyendo mucho. Una parte considerable de la población de procedencia extranjera encuentra un obstáculo añadido a su integración laboral al carecer de papeles que les permitan la contratación laboral regularizada, y ello es desencadenante de dificultades importantes en su integración en la sociedad y causa de mucho sufrimiento. Y esto alcanza a una proporción considerable de población de procedencia extranjera, entre la que hay una proporción no irrelevante que pasa por condiciones severas de marginación social, con peligro de llegar en algunos a cronificarse en una situación marginada. Pero esta realidad no ha de tapar el hecho que es mucho más numerosa la población activa de origen extranjero contratada regularmente y cotizante en la Seguridad Social. En conjunto, la aportación económica de la población extranjera a los ingresos en la Seguridad Social es muy superior a las prestaciones que recibe actualmente esta población. Incrementa el sentido de este descompensado balance económico, lo que supone el hecho de que una proporción notable de esta población llegue con la inversión económica y humana que suponen los años de dependencia infantil, ya realizada en sus países de origen. La estructura de edad de la población extranjera (con diferencias considerables según países y grandes regiones de origen), es en conjunto mucho más abundante en los tramos jóvenes de población activa que la correspondiente a la población autóctona. Vienen a cuenta estas indicaciones para contrarrestar lo que tiene 4 de superficial para cualificar el conjunto, una imagen, demasiado extendida, de la inmigración extranjera, como población que exige más de lo que aporta. Es un tema éste que obviamente precisa de análisis más diversificados y matizados, que no merman, no obstante, la validez de lo dicho para el conjunto de estas población. Hay una frase pronunciada hace ya quizás un siglo que yo escuché por primera vez el verano pasado en un seminario sobre población y pobreza en Brasil y que con frecuencia vengo citando desde entonces, porque tiene la virtud de condensar en pocas palabras lo que es una constatación generalizada de muchos analistas sociales con expresiones mucho más profusas. Se atribuye a Euclides da Cunha, y reza como sigue: “O migrante é, antes de tudo, um forte”, (el inmigrante es, ante todo, alguien fuerte). En efecto, la inmigración selecciona positivamente: es ésta una comprobación generalizada que precisa no ser pasada por alto. Antes mencionaba que la selección por edad es un factor clave de selección. Pero además, se trata de una selección por salud física y mental y empuje anímico. Se necesitan agallas para decidirse a emigrar y a emigrar lejos. Tampoco son los más pobres de un país los que suelen emigrar al extranjero hoy día, al menos para emigrar lejos, se precisa una inversión relativamente bastante considerable. Las migraciones de los más pobres que se producen en situaciones de hambrunas o de conflicto, mayoritariamente se desplazan preferentemente a zonas o países vecinos, más que a países lejanos. Incluso en relación al nivel de estudios, la imagen del emigrante, prácticamente la de una persona analfabeta, iletrada, no está resultando adecuada con la de la gran mayoría de los inmigrantes que llegan a España y a Europa, sino a los de una minoría reducida, (mayor o menor según orígenes específicos, pero en conjunto, reducida). La falta de dominio de la lengua del país de llegada actúa ante los autóctonos como espejo engañosamente reductor de los niveles educacionales de los inmigrantes. El inmigrante, de entrada, no tiene por qué ser marginado. Evidentemente que puede haber estadios iniciales en que el mencionado desconocimiento de la lengua, de las maneras de hacer y de moverse en la sociedad de destino le coloquen inicialmente en una situación de desventaja, pero esto no ha de llevar a considerar y tratar de entrada a los inmigrantes como candidatos a la marginación crónica, sino candidatos a potenciar y a realizar su proyecto vital, a pesar de las dificultades y dureza que suelen acompañarles en estos estadios iniciales. De ahí que me permita insistir en lo peligroso que resulta confundir el ámbito migrante y el ámbito marginal. Y lo inadecuado de una tendencia a ubicar principalmente el tratamiento de la población de origen africano, latinoamericano, asiático o del este europeo en el ámbito de las políticas de marginación, y peor todavía, la insistencia en presentarlo ligado al ámbito de la delincuencia. Tales actitudes pueden acabar por generar una dinámica que lleve a fijar en una efectiva marginación crónica y difícil de superar, a sectores mucho más amplios de la población de los que dada su disposición inicial cabría esperar. Es éste un asunto en el que la verificación exacta de la realidad tiene mucho que hacer para no dejarse llevar por la fuerza de los estereotipos que pueden llegar a configurar un círculo vicioso seriamente negativo. Afecta lo dicho al enfoque y realización de las políticas que inciden en la población de origen inmigrante, pero a su vez con el oído atento para captar lo que dicen quienes un día inmigraron desde el extranjero, me parece significativo citar en este punto lo escuchado en un seminario sobre África subsahariana a un amigo camerunés, con treinta años ya de estancia en España, a donde llegó para acabar sus estudios de bachillerato y 5 comenzar los universitarios, precisamente en esta ciudad de Valencia. “A nosotros refiriéndose a experiencias de inmigrantes africanos- nos llaman sólo cuando es cuestión de bienestar social o de folklore, pero nos cuesta mucho que nos admitan en el ámbito profesional cuando eres escritor y has escrito o publicado una novela, o una obra de teatro, cuesta que te traten como escritor entre otros escritores, y te hagan una crítica, aunque sea demoledora”. Esta observación citada en un seminario con participantes africanos y españoles, la corroboraron con sus propias experiencias en diversas profesiones otros participantes de origen africano. Cuento nada más lo escuchado, no pretendo elevarlo sin más a categoría, pero tampoco minusvalorarlo. Aunque esté ya totalmente refutada científicamente la argumentación biológica que tanto peso tuvo en fundamentar actitudes racistas en el pasado, resulta que el que una persona presente un fenotipo diferente, que se manifiesta en la coloración dérmica o en rasgos faciales o características del cabello, está, de hecho, incidiendo en las actitudes de la población hacia ella. Y a este propósito quisiera llamar la atención sobre la inadecuada generalización que se viene haciendo al aplicar sin más el calificativo de inmigrante a quienes presentan tales rasgos diferenciales. Es cierto que entre la población de origen foráneo es abundante la que ha llegado en los últimos años, a quienes podría resultar adecuada la designación de inmigrantes (¿o mejor inmigrados?); en el mismo sentido que son inmigrantes los españoles que llegan a residir en España tras años de residencia en el extranjero o tras haber nacido y residido toda la vida en países extranjeros, y también son inmigrantes quienes, españoles o extranjeros cambian de residencia dentro de España. En cambio, lo que es evidente es que a una persona que ha nacido ya aquí y no ha cambiado de domicilio no puede llamársele de ninguna manera inmigrante, por más que haya heredado unos rasgos fenotípicos diferenciales. Y esta población es abundante y va a ir en aumento en España: una investigación reciente4 en la población de Sant Vicenç dels Horts (municipio de la comarca del Baix Llobregat, en Cataluña), constata ya la presencia significativa de nietos, nacidos en España, de padres nacidos también en España y abuelos que inmigraron un día de Marruecos. La extendida imagen de la inmigración extranjera como fenómeno reciente, novedoso, lleva camino de ir quedando obsoleta, al contrastarse con la realidad, aunque en comparación con países transpirenaicos, resulte efectivamente más reciente aquí que en estos otros países. Afinando más: no se trata sólo de los descendientes de los inmigrantes nacidos ya aquí, sino de quienes un día efectivamente inmigraron, Y no es indiferente de cara a la integración la adecuación del término utilizado para designar a estas poblaciones. El énfasis que he puesto en desviar la demasiado frecuente inclusión y la confusión de la imagen del inmigrante con la del marginado, no ha de obviar la evidencia de la existencia efectiva de inmigrantes marginados que hace que tenga pleno sentido afrontar esta realidad. Lo que he pretendido es prevenir ante unas valoraciones que hipertrofian el volumen real de lo que es realmente marginación crónica de difícil superación entre esta población de origen inmigrante, caracterizada, muy mayoritariamente, por un fuerte potencial humano. Seguir la evolución y reproducción de quienes un día llegaron como inmigrantes nos lleva a entrar en el tema de los procesos migratorios. 4 MAS, F. (2001) 6 Los procesos migratorios Utilizo el término proceso migratorio con preferencia al de inmigrante, que resulta más adecuado para seguir a lo largo del tiempo la evolución acontecida en referencia a quien, efectivamente, llegó un día como inmigrante. Una persona que lleva ya veinte años en una población podrá ser considerado en cierto sentido inmigrante si, efectivamente, un día inmigró a esta población, pero con el paso de los años habrá acumulado otras muchas calificaciones de status, que resultaría normal que hubieran desplazado a un segundo plano su condición de inmigrante. Así, por ejemplo será padre o madre de familia, vecino de tal barrio, perteneciente a tal club, trabajador en tal empresa, etc. Algo vivido de manera diferente que en los primeros tiempos de su llegada como inmigrante, en los cuales, tanto en su propia conciencia de identidad, como en la identidad que le atribuían los demás, esta condición de inmigrante resaltaba e impregnaba mucho más su identidad. Cuando quien inmigró llevan ya años en el lugar de destino, seguir llamándole inmigrante viene a resultar sociológicamente inadecuado Buscando acotar la duración del proceso migratorio me remito a autores5 que encuentran la clave en el ciclo vital familiar: considerando que el proceso migratorio concluye cuando la familia de tres generaciones está en el lugar de destino. Esto no nos cualifica positiva o negativamente la calidad del desarrollo del proceso, pero cuanto menos nos ofrece una clave objetiva respecto a su duración, que va más allá del ciclo vital individual y abarca fases que se prolongan más allá de la biografía individual. Es característico que diversos sectores de la realidad social vayan cobrando más o menos relevancia en las diversas fases del proceso migratorio6. Así la cuestión del trabajo y el status legal (para los inmigrantes internacionales) suele atraer y absorber la atención en las etapas iniciales, vividas con frecuencia en condiciones de habitabilidad muy precarias, ante la necesidad de ahorrar, y la resistencia física y psíquica (por condiciones de edad y selección positiva de los que se han decidido a emigrar) a soportar condiciones duras de vida. Y si falta tal capacidad y persiste la imposibilidad de encontrar mejores condiciones de vida, el deterioro humano puede dejar profunda huella. La cuestión laboral, compleja, ciertamente, resulta una clave fundamental para afrontar con mayor adecuación de la que se está dando el encuentro y formalización de unas ofertas y unas demandas que tendrían que encontrar ámbitos más ágiles que los que están resultando de las disposiciones y prácticas vigentes. Bastenier y Dassetto utilizan el concepto de marginalidad salarial (aplicándolo tanto a dependencias asalariadas regularizadas como a las no regularizadas) para caracterizar el primer tiempo del ciclo migratorio de muchos inmigrantes extracomunitarios en Europa. Esta marginalidad social deriva sobre todo de la “necesidad de una mano de obra diversificada de la mano de obra nacional para inserirse en lo que generalmente es conocido como mercado secundario de trabajo” (Bastenier/Dassetto 1990: 10). Ello no implica forzosamente que esta marginalidad social sea vivida como tal por el trabajador extranjero que puede vivir su permanencia en el nuevo espacio físico como un paréntesis respecto a una vida que se desenvuelve en el espacio de origen. Pero a su vez no olvidemos las expresiones de melancolía, saudade, soledad7, duelo8 que se encuentran en tantas manifestaciones de esta primera 5 PISELLI, F. (1997) y WERBNER, P. (1990) BASTENIER, A. / DASSETTO, F. (1990) 7 BEN JELLOUN, T. (1977) 8 TIZÒN GARCÍA, J.L. (1993) 6 7 etapa vividas en tiempos y países bien diversos. Sin que con ello olvidemos que la diversificación de maneras de vivirlas, según maneras de ser y condicionamientos sociales encontrados, pueden caracterizar las vivencias de otros inmigrantes de manera muy diferente de las indicadas. Una segunda fase llega para muchos inmigrantes con la constitución o reagrupación familiar, frecuentemente entre los cinco y los quince años de su propia entrada. Con la presencia de la pareja y de los hijos (los que esperaban el reencuentro, o los que nacen aquí) se produce un cambio y pasan a tomar relevancia los temas de la vivienda, el barrio, la escuela. Se trata de una etapa importante en la socialización de los hijos y de toda la familia. Las disposiciones con las que se afronte esta etapa por parte de la familia y las facilidades o dificultades que ofrezca el entorno humano determinan orientaciones de los procesos migratorios en curso. En referencia al tema escolar, sin negar algunas dificultades para los hijos de inmigrantes extranjeros que se incorporan desde el inicio del ciclo escolar, estas dificultades no suelen ser tan diferentes de las que encuentran también otros niños y niñas de raíces autóctonas. En cambio para quienes llegan del extranjero en edades más avanzadas, mediado el ciclo escolar, y no raramente mediado el curso, la incorporación a la escuela ofrece con frecuencia problemas a los que, con frecuencia, no se les han adecuado soluciones suficientemente adaptadas. La llegada de los hijos a la adolescencia en etapas en los que los padres llevan ya años en el país de destino suele marcar otra fase, en la cual la categoría de inmigrante, entendida como calificación clave englobante, deja de ser pertinente para describir a esta población. Nuevas relaciones entre estas poblaciones y la población autóctona es plausible que hayan ubicado la participación en la sociedad en nuevas perspectivas. Para los/las adolescentes, las problemáticas de identidad propias de la edad se combinan con las de identidad grupal, dando lugar a una diversidad de caminos según individuos y circunstancias. Las actitudes tendentes a la reafirmación de su personalidad, a base de proclamar la autonomía respecto a sus antecesores –que es típico de toda la adolescencia– se agudizan; si, además, el/la adolescente ve a sus antecesores, como representando un mundo, un país, unos orígenes contrarios al mundo y a los valores que enmarcan su vivencia fuera del hogar. No es raro que se produzcan entonces tendencias hacia posiciones polares: de rechazo de la identidad cultural del grupo de origen familiar e identificación con modelos o grupos culturales propios del país en el que viven, o bien de radicalización en la vivencia de la cultura de origen, en tensión con la mayoritaria del país de recepción. La apertura o la cerrazón del entorno social pueden condicionar en sentidos contrapuestos las actitudes de estos adolescentes. El emparejamiento estable de los hijos y la constitución de su nuevo hogar señalan otra fase, de autonomía respecto al hogar paterno. Las etapas vitales que vayan recorriendo estos hijos pueden ser vividas en un status social y una conciencia de identidad, diferenciadas, respecto a las que habían vivido sus padres. Con la venida al mundo de los nietos de quienes realizaron la emigración, puede considerarse concluido el proceso migratorio, independientemente de que el mismo haya resultado positivo o negativo en la consideración de los autores y en el de la sociedad de destino. La vida sigue en un continuo, en el cual puede resultar convencional la señalización de un término al proceso social que se inició con la inmigración. No resulta excepcional que la reagrupación de la familia de tres generaciones en el lugar de destino se alcance con la llegada de unos abuelos que no fueron ellos mismos los primeros emigrantes de la familia, sino que habían permanecido en el lugar de origen, y ya mayores se desplazan a 8 la residencia de sus hijos que un día emigraron. De la ubicación psicológica y sociológica de estos abuelos en la sociedad de destino pueden resultar realidades muy diferenciadas entre sí. Y generalmente, las diferencias respecto a sus hijos y nietos, en la vivencia de la propia identidad y en la relación con los autóctonos, pueden ser muy diversas. Escenarios de futuro9 Dentro de la multiplicidad de posibles desarrollos de los procesos migratorios, alarma, con frecuencia, la posibilidad de que lleguen a producirse guetos aislados e impermeables que dificulten la cohesión del conjunto de la sociedad. Es una posibilidad real y peligrosa. No hay que confundirla, no obstante, con la existencia de ámbitos específicos de interrelación entre población de los mismos orígenes, que pueden realizar funciones de integración social, precisamente al facilitar la preservación y la evolución en las identidades individuales y grupales, evitando situaciones de anomía y de desestructuración de las personalidades. Muchos procesos migratorios históricamente concluidos con éxito han pasado por largos períodos de intensa vida social de estos ámbitos sociales específicos. En lo que respecta al futuro de la integración de la sociedad, me limito a señalar aquí, muy esquemáticamente cuatro escenarios tipo: dos escenarios polares en los extremos y otros dos intermedios. Los escenarios polares por su misma tipificación extremada son menos plausibles que los escenarios intermedios, pero su caracterización puede resultar teóricamente clarificadora. Escenario polar de separación: Sería el resultante de una sociedad con una amplia área central, en la cual la participación en los diversos sectores de la vida social está acaparada por la mayoría de la población autóctona, y donde poblaciones de algunos orígenes extranjeros encuentran muy limitadas posibilidades de ocupar un lugar. Coexistiendo con el área central, unas áreas periféricas específicas ofrecen el terreno donde diversas poblaciones minoritarias ocupan principalmente su vida social, con tendencia al aislamiento respecto al área central. Escenario polar de asimilación: Contaría con un área, que sería prácticamente la única relevante, en la cual han desaparecido casi todos los rasgos específicos de la poblaciones de diversos orígenes, al ser asimilados por la población autóctona. Las huellas de los orígenes de las diversas poblaciones que inmigraron anteriormente al país, han quedado en este escenario reducidas a algunos rasgos dispersos considerados pintorescos o folklóricos. Los escenarios intermedios, dentro también del forzado esquematismo con el que aquí se describen, tienen más probabilidades de realización que los escenarios polares. Aunque las modalidades y combinaciones concretas que pueda ofrecer la realidad son innumerables, los dos escenarios intermedios que se indican a continuación tendrían en común la existencia de una área central y unas áreas periféricas específicas, y a la vez la intercomunicación entre ellas. 9 RECOLONS, L. (2001: 687-689) 9 Escenario intermedio de más juego en las áreas específicas: dentro de una participación e intercomunicación abundantes entre el área central y las periféricas que caracterizan a ambos escenarios intermedios, el primero mantiene todavía ciertas dificultades al acceso a algunos sectores del área social central para determinadas poblaciones de origen extranjero. Correlativamente, la población total tiende a una menor incorporación de elementos culturales propios de las áreas específicas. Estas áreas específicas, a su vez, están menos abiertas al conjunto de la población total que en el escenario siguiente. Escenario intermedio de más juego en el área central. En este escenario intermedio, las áreas específicas ocupan relativamente menos espacio en la vida social de los mismos individuos que las frecuentan. En este escenario, los orígenes diferenciados de la población no implican prácticamente dificultades de acceso insalvables a ningún sector importante del área central. Gran parte de la vida social de las poblaciones de origen extranjero se desarrolla en esta área central de la sociedad, a la vez que otra parte de su vida social encuentra su marco preferente en las áreas específicas. El conjunto de la población ha incorporado bastantes elementos culturales de las poblaciones de orígenes específicos y las relaciones interpersonales entre la poblaciones de diversos orígenes se producen con fluidez. Además de las múltiples combinaciones posibles hay que advertir que los individuos, familias o grupos, dentro de poblaciones de los mismos orígenes nacionales, pueden seguir evoluciones muy diferenciadas entre sí en su ubicación en el país de destino. Así mismo, los diversos orígenes nacionales pueden dar lugar a dinámicas específicamente diferenciadas. A modo de conclusiones Consciente de que mi exposición ha llegado en el apartado anterior a un punto de frialdad esquemática, me permito para acabar poner el calor de unas valoraciones, opciones y recomendaciones personales ante lo expuesto. El horizonte por el que apuesto, el modelo por el que creo que nos conviene apostar, lo había formulado yo como el de una sociedad integrada con fluidez intercultural. La idea, afortunadamente no es original, por ahí van con unas u otras palabras bastantes estudiosos. La “comunicación intercultural” que utiliza Alain Touraine10 me parece que coincide con lo que yo quería expresar al utilizar la expresión “fluidez intercultural”. En referencia a los escenarios arriba descritos, la opción indicada entraría dentro de los tipos de escenarios intermedios, y mejor que lo fuera entre los que permiten más juego en el área central y que a la vez coexisten con un área especifica y la intercomunicación cultural entre las dos áreas. Una tal sociedad ha de combinar la cohesión social con la existencia de grupos sociales con identidad parcialmente diferenciada. Evidentemente, se trata de un proceso dinámico cuya consolidación precisa tiempo. No se pueden quemar etapas demasiado pronto, y en este sentido vuelvo a lo del principio de que, dentro de la complejidad del tema, en estos temas es muy importante el largo plazo. Pero a su vez, no se puede perder el tiempo, porque es mucho lo que entra en juego y no se trata de algo que venga por si solo, sin oposiciones y dificultades; conlleva cambios 10 TOURAINE, A. (2002) 10 considerables en las poblaciones de raíces foráneas y a su vez una disposición abierta a algunos cambios también por parte de la población de raigambre autóctona. Tres puntos dispersos y de diferente naturaleza que creo significativo señalar: Primero: no pongo en duda la necesidad de unas políticas de control, pero no puedo menos de constatar una hipertrofia de políticas de control, a costa de efectivas políticas de integración. La lógica policial tiene un lugar que ocupar en las relaciones entre sociedad civil e inmigración, pero observo que esta lógica domina en exceso estas relaciones, y que esto acaba siendo disfuncional para el objetivo de una sociedad integrada con fluidez intercultural. Todo ello va en la dirección de lo dicho más arriba entorno a las perspectivas de largo plazo, frente a las visiones de corto alcance. Demasiado fácilmente se descartan estas críticas como si quien las hace propugnara una desregulación total que está bien lejos de pretenderse en materia tan compleja. Se utiliza el argumento de la proliferación de las mafias -y ciertamente abundan y algunas son temibles- para postular mayor represión, pero cuantas más dificultades legales o de funcionamiento de la administración se ponen para poder entrar regularmente, más se estimula y encarece la creación y sofisticación de las mafias. Aquí, casi el 90% de los inmigrantes llegados en los últimos años han pasado por períodos de irregularidad: o entraron ilegalmente o han permanecido irregularmente ante la ley, en uno u otro período de su estancia en este país. Y, en la situación que nos encontramos actualmente en España, una cuestión dirigida a los a los expertos en Derecho, ¿qué queda de los derechos humanos a un inmigrante, que por más irregular que sea, no deja de ser una persona humana? Desde mi punto de vista de sociólogo y de ciudadano de este país, creo que el tratamiento de este tema adolece en dosis masivas de irrealidad, algo que enlaza con lo dicho al principio de esta exposición. El segundo punto o pincelada va en el sentido de constatar la conveniencia de fomentar ámbitos y relaciones horizontales entre personas de raigambre autóctona y personas de raigambre foránea. En una entrevista reciente, me preguntaban -y me pedían nada menos que lo respondiera en cuatro palabras (¡!)-, por dónde pasa la integración de los musulmanes en nuestro país. Así a bote pronto respondí que para empezar hay que pasar de hablar de “los musulmanes” a hablar de Ahmed, Fatima, Rachid, Mohamed..., rostros, vidas y nombres concretos y personalizados. Desde luego que el tema requiere muchas más cosas, pero aquí y ahora urge buscar, crear y frecuentar ámbitos que faciliten las relaciones interpersonales de tú a tú, que ayuden a desvanecer fantasmas ante la realidad de personas conocidas y tratadas. Y finalmente, entre tantas y tan complejas cuestiones, señalo la importancia de lo que acontezca con los hijos de los inmigrantes. En ello se juega, básicamente, el éxito de los procesos migratorios y la integración de la sociedad. El proceso migratorio suele ser duro y quienes lo iniciaron están dispuestos a pasar por muchas cosas, con tal de conseguir que sus hijos salgan adelante y alcancen vivir mejor que ellos. La movilidad social de los hijos es pues un factor clave. Si no se consigue, y especialmente, si por el hecho de tener unos orígenes extranjeros estos hijos encuentran bloqueadas sus posibilidades de ascensión social, la frustración, el conflicto y potencial fractura social pueden llegar a ser importantes. De ahí la importancia de prevenir tal desenlace, y por el contrario, dar cauce a la potente dinámica de superación de dificultades que caracteriza muy mayoritariamente a la población inmigrada. 11 En la dinámica de largo alcance en la que está inmersa nuestra sociedad, ante la inserción de poblaciones de origen inmigrante, dificultades y conflictos son previsibles. Pero otras dimensiones positivas mucho más importantes son posibles y constituyen un reto a conseguir: el de una sociedad integrada, con una renovada cohesión social enriquecida por las aportaciones culturales y la fluidez de relaciones personales y sociales entre poblaciones de diversos orígenes. BIBLIOGRAFÍA CITADA BASTENIER, A. / DASSETTO, F. (1990) “Nodi conflittuali conseguenti all’insediamento definitivo delle popolazione immigrate nei paesi europei”, en AA.VV. (1990) Italia, Europa e nuove immigrazioni, Edizioni della Fondazione Giovanni Agnelli, Torino, pp. 3-64 BEN JELLOUN, Tahar (1977) Le plus haute des solitudes, Col. Points Actuels, Éditions du Seuil, 179 pp. GRUDZIELSKI, S. (1990) “Les politiques d’intégration des États européens”, en Séminaire sur “Les immigrés et les réfugiés à l’aube de 1993”, Gap. Août 1990. 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