La Magia de la “A” en la Ilíada de Homero Atenea - Aquiles - Agamenón Cristina Martín de Doria “Homero domina el viaje de la imaginación como un dios” (film Tormenta Blanca) Homero fue un poeta que vivió en el siglo IX o en el siglo VIII a. de C.; es cronológicamente el más antiguo y uno de los más grandes escritores griegos. Sus dos epopeyas, la Ilíada y la Odisea, han sido fuente inagotable para toda la literatura griega y también para la latina. Éste fue un poeta griego cuyo nombre es el símbolo de la epopeya helénica. Nada se sabe de su persona, y de hecho algunos ponen en duda que estas dos epopeyas sean obras del mismo autor. Sin embargo, los datos lingüísticos e históricos de que disponemos permiten suponer que los poemas fueron escritos en los asentamientos griegos de la costa oeste de Asia Menor, hacia el siglo IX a. de C. Al parecer se trata de un aedas ciego, es decir, un poeta errante que utilizó para la composición de estas dos magníficas obras, antiguas tradiciones y cantos de otros aedas. Se asume algunas veces que la Ilíada es la historia de la guerra de Troya. De hecho, aunque se desarrolla a lo largo de esta historia, su objeto explícito, tal como se anuncia en sus primeras líneas, es más restringido: “Diosa, canta del peleida Aquiles la cólera desastrosa que asoló con infinitos males a los griegos y sumió en la mansión de Edes a tantas fuertes almas de héroes que sirvieron de pasto a los perros y a todas las aves de rapiña. Y el designio de Zeus se cumplía así desde que una querella hubo de desunir al atreida rey de los hombres [ Agamenón] y al divino Aquiles […]“ (Homero, 1994: I, 25) La historia de la Ilíada es, entonces, la historia de Aquiles y de su pelea con Agamenón en la que la figura de la diosa Palas Atenea adquiere un papel verdaderamente importante. Al principio de la Ilíada, los griegos ya llevaban en Troya nueve años. Habían saqueado gran parte de los alrededores, teniendo escaramuzas esporádicas con algunos troyanos cuando abandonaban la protección de sus macizas fortificaciones. Los griegos estaban cansados de la campaña e irritados por no ser capaces de conseguir una victoria definitiva sobre Troya, cuando Aquiles se peleó con Agamenón por una cuestión de honor, siendo éste el punto clave sobre el que se basará esta investigación. A Agamenón, como parte del botín de una emboscada que Aquiles había dirigido, le había tocado una joven llamada Criseida, hija de Crises, sacerdote de Apolo. Crises le ofreció a Agamenón un buen rescate por liberarla, pero Agamenón se negó a cederla. Entonces Crises oró a Apolo, el cual envió una plaga sobre el bando griego, y el profeta Calcante reveló que sólo cesaría si devolvía a Criseida. Aquiles estaba totalmente a favor de hacer esto, pero Agamenón era renuente, con lo cual se produjo una peculiar pelea entre ambos siendo la artífice de esta peculiaridad, de la que hablaremos más adelante, la diosa Atenea. Ellos se pelearon, y Agamenón al final estuvo de acuerdo en hacer lo que se le había dicho, pero para reafirmar su autoridad sobre Aquiles de la forma más humillante para éste, y al mismo tiempo para autocompensarse por la pérdida de Criseida, le quitó a Aquiles su joven esclava Briseida. Aquiles estaba justificadamente encolerizado. No sólo era un insulto a su honor, sino que era una gran injusticia, ya que Aquiles había hecho la mayor parte de lo necesario para conseguir todo el tesoro y el botín del que Agamenón creía que tenía derecho a disfrutar. Consecuentemente, Aquiles se retiró a su tienda y no volvió a tomar parte en la lucha y en las reuniones de deliberación. El combate se hizo más feroz, con más ataques directos a Troya y a los troyanos. Pero los griegos sufrían una fortísima presión sin su mejor combatiente [Aquiles], y Agamenón fue forzado al final a hacer concesiones a Aquiles, ofreciéndole riquezas de todo tipo, además de la devolución de Briseida. Sin embargo Aquiles rechazó todos los ruegos, afirmando que aunque los regalos de Agamenón fueran “tantos como los granos de arena o las partículas del polvo” jamás lo atraerían con ellos. Con el paso del tiempo éstos se reconciliaron y Aquiles regresó al campo de batalla. Pero…¿por qué es tan peculiar esta pelea entre Aquiles y Agamenón? ¿no es una simple pelea de espadas entre ambos?, ¿qué sucede cuando aparece la figura de Atenea?… se intentará dar una explicación concisa a cómo se desarrolló esa pelea y por qué. Raimon Arola, en su obra La Epifanía de Atenea dice que: “Hasta la aparición del Cristianismo, los filósofos distinguían dos almas o principios en el hombre: uno es el alma racional (logisticon), que es el intelecto (Nous), el otro el alma irracional (alogisticon). La primera pertenece a Dios, que es quien la ha creado, la segunda proviene de los astros y nos somete a la Fatalidad. El alma irracional se divide, a su vez, siguiendo la teoría platónica, en dos formas: el alma irascible (thymos) y el alma concupiscible (epithymia)” (Arola, 1992: 57-66) Estas tres almas se ubican en el cuerpo de la siguiente forma: la parte racional (logisticon) en la cabeza, la parte irascible (thymos) donde se concentran los sentimientos y las pasiones, en el corazón, y la parte concupiscible (epithymia), que rige el deseo y el instinto, en el hígado o, según otros muchos, en las zonas del bajo vientre. Muchas veces esta terminología ambigua era sustituida por otra más sencilla que se simplificaba así: ALMA > ALMA RACIONAL / ESPÍRITU > ALMA IRASCIBLE CUERPO > ALMA CONCUPISCIBLE Pues bien, gran parte de los escritores que vivieron entre el siglo VI a. de C. y el siglo V a. de C., utilizaron los textos de la Ilíada y la Odisea en sus comentarios psicológicos. Para muchos de ellos el thymos o alma irascible, era muy importante para explicar determinadas transformaciones de algunos héroes homéricos, referidas también al nacimiento de su espíritu amoroso o pacificador. El Pseudo Plutarco y Heráclito de Homérico (siglo I a. de C.) realizaron lecturas hermenéuticas (interpretativas) de uno de los pasos de la Ilíada más comentados en la antigüedad, la Epifanía de Atenea. Según Arola, por Epifanía de Atenea se entendía el momento en el que la diosa Palas Atenea se aparece al bravo Aquiles en el primer capítulo de la Ilíada. En un momento de la acalorada discusión entre Aquiles y Agamenón, el primero, montando en cólera va a desenvainar su espada que lleva junto al muslo para matar a Agamenón: “(…) y el pélida sintióse invadido por la angustia, fluctuando su corazón en su pecho varonil entre empuñar la afilada espada y abrirse paso por la multitud para matar al atreida o apaciguar su cólera y moderar su furor.” (Homero, 1994: I, 29) cuando, descendida del cielo, por orden de Hera, Palas Atenea se le aparece para tranquilizarlo: “Y mientras deliberaba en su alma y en su espíritu y sacaba su gran espada de la vaina (…)” (Homero, 1994: I, 29) [el alma equivale al alma racional mientras que el espíritu equivale al alma irascible] . Según Heráclito el Homérico en su obra Alegorías de Homero, mientras la cólera se apodera de Aquiles el thymos (alma irascible) se aloja en su pecho, pues, “mientras desenvainaba su espada, su corazón se debatía entre dos alternativas” (Heráclito el Homérico, 1989: 1, 189). “(…)Atenea descendió del Urano, porque Hera la de los brazos blancos habíala enviado con ánimo de proteger a los dos reyes. Poniéndose a su espalda, asió al peleida por su cabellera rubia, haciéndose visible sólo para él, pues no podía advertirla ningún otro. Y Aquiles, estupefacto, se volvió, y enseguida reconoció a Atenea, cuyos ojos eran terribles ” (Homero, 1994: I, 29) Lo que hace Atenea, según Heráclito el Homérico, es que a Aquiles “le arranca de la embriaguez de la ira y le restituye a un estado mejor ”. También dice que “este cambio operado en él gracias a la razón es lo que en los poemas homéricos, (…), se identifica con Atenea” (Heráclito el Homérico, 1989: 1, 197). Aquiles cambia la pelea de las espadas por la pelea de las palabras: _ ATENEA CONVIERTE LA IRA EN RAZÓN _ “ _ He venido del Urano para calmar tu cólera, si quieres obedecerme. La divina Hera, la de los brazos blancos, me ha enviado, porque a los dos os ama y os protege. Detente, pues, no empuñes esa espada y véngate con palabras, ocurra lo que ocurra (…)” (Homero, 1994: I, 30) La ira se suaviza y se reviste de palabras. El discurso es agresivo (colérico) pero perfecto: “_ !Harto de vino, ojo de perro, corazón de ciervo! (…)Rey que devoras a tu pueblo, porque a hombres viles mandas (…)” (Homero, 1994: I, 30) Tanto el furor de Aquiles como el razonamiento inspirado de Palas Atenea son necesarios para alcanzar la cordura. Pseudo Plutarco, en su obra sobre la vida y poesía de Homero escribe también sobre este episodio del primer capítulo de la Ilíada. Para él éste, partiendo del hecho de que en todo ser existe un alma triple, está concebido como un combate entre la parte colérica y la parte racional del hombre, de tal forma que incluso llega a decir: “(…) ¿no fue Homero el primero que captó su diferencia (…)” [o sea, la diferencia entre esas tres partes del alma], cuando, a propósito de Aquiles, representó en lucha su parte racional con su parte colérica por medio de la reflexión de Aquiles sobre si vengarse de quien le había vejado o hacer cesar su propia cólera? ” (Pseudo Plutarco, 1989: 1, 193) La metamorfosis que transforma y pacifica al valiente Aquiles sólo es posible gracias a la intervención de la diosa Palas Atenea , de ahí el papel tan relevante que en un principio dijimos que jugaba en este episodio de la Ilíada esta divinidad. Atenea es la diosa de la Sabiduría y de la guerra nacida de la cabeza de su padre Zeus, pues su etimología deriva de Theonoa, es decir, “el Nous de Zeus” o, lo que es lo mismo, “la inteligencia divina”. Palas Atenea, según Leonardo Rivera, “puede definirse como el agente exterior (exterior al alma humana) de la metamorfosis de Aquiles: la luz descendida del cielo que ilumina el alma racional. Por su parte, el agente interior de la transformación de Aquiles es la propia alma irascible o, (…), la fuerza airada o colérica de ésta, despertada por el deseo del alma concupiscible.” (Leonardo Rivera, 1999: 12) Aquiles es, pues, como dice Leonardo Rivera, la representación tradicional de esa fuerza. El nacimiento de la diosa Atenea es muy peculiar . Después de que Zeus se hubo tragado a Metis, llegó el momento en que la hija inmortal estaba a punto para ver la luz. Por lo tanto, salió de la cabeza de su padre, la cual fue abierta por Píndaro, uno de los dioses menores, con un hacha. Ante esto, toda la creación se estremeció de horror, y el mismo Sol se paró; porque la diosa estaba completamente armada, profiriendo su grito de guerra y blandiendo su lanza. Cuando la diosa se quitó la armadura, el terror se desvaneció. Los primeros de entre los humanos que le rindieron honores fueron los hijos del Sol, Oquimo y Cércafo, los cuales le ofrecieron sacrificios siendo advertidos por su padre. Sin embargo, con la prisa no trajeron fuego, y por esto, desde entonces los rodios, en cuya isla se celebró este primer rito, ofrecían a Atenea sacrificios sin fuego. A la diosa le agradaron las buenas intenciones de ellos, y les concedió habilidad en toda clase de artes, por ello las estatuas que hacían parecían estar vivas. A esta diosa se la representa en el arte y en la literatura, que son los dos temas que más deben interesarnos en este caso y que gozaban de su protección, como una virgen majestuosa , con rostro bello pero severo, ojos grises y cuerpo fuerte pero gracioso. La mirada centelleante de sus legendarios ojos garzos recuerda la de la lechuza, su animal favorito, a quien suele verse frecuentemente sobre su hombro o en su mano. Normalmente lleva una armadura completa, con un yelmo, así como larga lanza y escudo, sobre el cual se encuentra la tradicional cabeza de la gorgona. Palas Atenea posee dos diversos aspectos de su carácter: uno guerrero y otro como protectora pacífica de sus adoradores y de los jefes de éstos en toda clase de ocupaciones de destreza. Pues bien, dependiendo de cada uno de estos dos caracteres, a Atenea se le atribuyen distintos títulos como, Prómaco (Campeona), Estenias (Poderosa), etc., en cuanto a su carácter belicoso; y, Políade (Diosa de la Ciudad), Bulea (la del Consejo), etc., en cuanto a su carácter totalmente opuesto, el pacificador. Desde Macedonia hasta Esparta, su importancia sólo era superada por la del propio Zeus, del que Atenea era su hija predilecta. Ésta es la diosa guerrera por excelencia. En este sentido se opone a Ares, dios de la furia irracional, que lanza al hombre contra el hombre en un furor asesino [quizás Aquiles estaba en sus manos momentos antes de que llegara Atenea, cuando quería asesinar a Agamenón sin pararse ni siquiera a pensar lo que iba a hacer ® furia irracional]. Frente al poder ciego de Zeus y Hera, Atenea simboliza la justicia en y para el combate, la razón que domina el impulso [de ahí que cuando Atenea se le presentó a Aquiles, éste se apaciguara y su lucha se convirtiera en crueles pero simples razonamientos o luchas de palabras ® razón que domina el impulso]. Como tal símbolo de justicia, guía y sostiene a los más famosos héroes como Aquiles y Ulises: “y para contestarle, habló así Aquiles el de los pies veloces: _ Diosa, se observará tu orden, por más que mi alma airada esté [furia irracional â Ares]. (…) y golpeando con mano pesada la empuñadura de plata, hundió en la vaina su espada y no infringió la orden de Atenea [razón que domina el impulso â Atenea ].” (Homero, 1994: I, 30) Aquiles, hijo de Peleo y de Tetis, era el más fuerte, el más veloz, el más valiente y el más hermoso de todo el ejército. Su nombre simboliza el valor en el combate y el ímpetu fogoso de los sentimientos. Su madre quiso hacerlo inmortal para lo cual le sumergió de niño en las mágicas aguas del río Éstige, que tenían la propiedad de volver invulnerable al que se bañara en ellas. Para ello tuvo que sujetarle por un talón, que al no recibir el contacto con las aguas del río sería el único punto vulnerable de su cuerpo. Tetis sabía que su hijo podía vivir una vida larga y sin gloria o ir a Troya, cubrirse de gloria, y morir joven. Por tanto sus padres lo escondieron, cuando el ejército estaba reclutando guerreros. Tetis se lo llevó a la isla de Esciro donde lo mantuvo oculto durante nueve años disfrazado de mujer y bajo el nombre de Pirra. Pero Ulises descubrió el lugar donde se escondía Aquiles y le tendió una trampa. Ulises, disfrazado de mercader, se presentó en la corte ofreciendo a las hijas del rey ropas y otros detalles femeninos bajo los cuales había escondido algunas armas. Aquiles no pudo disimular su alegría al verlas, descubriéndose así ante Ulises, al cual no le fue difícil convencerlo para que se uniese a la campaña. Al décimo año de ésta se produjo este enfrentamiento con Agamenón en el que Aquiles optó por no tomar parte ni en la lucha ni en las reuniones de deliberación [ésta fue su venganza para Agamenón, no actuar], hasta el momento en el que Agamenón no pudo dar un paso más en la guerra sin contar con su valor, con su ingenio y con su habilidad con las armas. Consecuentemente puede decirse que Aquiles acabó venciendo su combate “oratorio” y “antiactivo“. Agamenón era hijo de Atreo y hermano de Menelao. Éste aparece, en relatos a partir de Homero, como un hombre de gran prestigio debido a su alta posición, más que por destacados méritos personales, aun cuando combate con bastante valentía; tiende a ser poco resuelto y se desalienta con facilidad, de ahí que llegara el momento en el que se diera cuenta de que solo no podía guiar a todos los ejércitos y obtener victorias, necesitaba a Aquiles y se desalentó sin él muy pronto. Las intervenciones divinas, tan frecuentes en los poemas de Homero, son una forma de describir las sacudidas ocasionales que provocan lo súbito o lo irracional. Si un hombre apacible y tímido tiene bruscamente una reacción violenta o viceversa [caso de Aquiles], si una mujer de virtud intachable es presa súbitamente de una violenta pasión, son signos de que una divinidad ha intervenido para inspirarles e imponerles un comportamiento que nadie podía prever [Atenea le inspiró a Aquiles un comportamiento pacífico, quien era conocido por su valentía y violencia en el combate]. Los humanos no son siempre dueños de sí mismos y de sus conductas, sino que a veces son juguetes o víctimas de una fuerza misteriosa que les supera. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS HOMERO, La Ilíada, 27, Madrid, Fraile, 1994. AROLA, RAIMON, La Epifanía de Atenea ( “ La Puerta “: La tradición griega, 1992. HERÁCLITO EL HOMÉRICO, Alegorías de Homero, 17, Madrid, Gredos, 1989. PSEUDO PLUTARCO, Sobre la vida y poesía de Homero, Madrid, Gredos, 1989. RIVERA, LEONARDO, “ De una oscuridad que de Marte proviene ” (Apuntes de psicología estilnovista), 1999, Universidad de Sevilla. © Cristina Martín de Doria 2003 Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid 2010 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales _____________________________________ Súmese como voluntario o donante , para promover el crecimiento y la difusión de la Biblioteca Virtual Universal. www.biblioteca.org.ar Si se advierte algún tipo de error, o desea realizar alguna sugerencia le solicitamos visite el siguiente enlace. www.biblioteca.org.ar/comentario