Blade Runnerfue la primera cinta de ciencia

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14 de diciembre de 2009
Blade Runner fue
la primera cinta
de ciencia-ficción
en mostrar un
futuro que ya no
era prístino, estilo
Viaje a las estrellas, y
donde se empezaba
a ver el desgaste
de una sociedad
posmoderna
HAMMURABI HERNÁNDEZ
L
os Ángeles, año 2019. La
imagen remonta a un cielo
inundado de luz parda, que
se desdibuja en el rudimentario horizonte de la ciudad. Desde
la superficie, los edificios vomitan
fuego a través de extendidas maquinarias, mientras en el aire se ven
transitar naves sin rumbo aparente.
Los sintetizadores de Vangelis empiezan a vibrar progresivamente. El
escenario se contempla desde una
mirada abierta e íntima a la vez: por
una parte, la cámara recorre la urbe
hasta topar con la amplitud de una
de las monumentales pirámides que
se asienta en el paisaje; por otra, el
detalle de un ojo que contempla el
firmamento ardiendo en llamas se
aleja para revelar una oficina lúgubre. Estos planos iniciáticos convergen en un precoz interrogatorio,
y sugieren la definición de Blade
Runner a partir de una dualidad de
miradas. El filme denota la cercanía
y expansión de un futuro que se ve
y huele a viejo, que se sitúa en un
territorio laberíntico en donde la
soledad y la multiculturalidad confluyen, y que muestra una intensa
búsqueda por la humanidad, a partir
de la reflexión sobre la muerte en la
evocación de lo efímero.
Basada ligeramente en el libro
¿Sueñan los androides con ovejas
eléctricas? del prolífico escritor Philip K. Dick, Blade Runner (1982),
tardó en instalarse con apológica
confianza en el panorama del cine
de ciencia-ficción. Vituperada en
su momento por público y críticada por los supuestos excesos en sus
aspectos formales, el filme recobró
importancia durante su década siguiente cuando se revaloró la conjunción entre su historia y su estética. Narrada al estilo del cine negro,
y dirigida por el entonces incipiente
Ridley Scott, Blade Runner sigue a
Rick Deckard, un policía al que le
encomiendan “retirar” a cuatro re-
La gaceta
Lo
aparente
y lo
efímero
4
Cartel de la
película Blade
Runner, del
ilustrador John
Alvin.
Foto: Archivo
cine
6
plicantes que se infiltraron en el
planeta, y quien termina involucrado emocionalmente con una mujer
quien descubre que sus recuerdos
son meros implantes; en contraste
a la investigación de Deckard, la
película indaga en la travesía de los
eludidos para encontrarse con su
creador y prolongar su tiempo de
vida.
Aunque en apariencia el heroísmo recae en la misión de Deckard,
son los replicantes, androides biológicos creados para trabajar como
esclavos en las colonias interpla-
netarias y dotados de fuerza e inteligencia superior a los humanos,
los que otorgan un sentido antropológico sobre el significado de la
naturaleza humana. Curiosamente,
el mecanismo que utilizan los blade
runner para detectarlos es a la prueba Voight-Kampff, dispositivo que
observa movimientos involuntarios
en la dilatación del ojo a partir de
reacciones emocionales generadas por una serie de escrupulosas
preguntas. “Más humanos que los
humanos”, adorna el lema de la
corporación Tyrell. Y es que los re-
plicantes trascienden su condición
artificial y sulfuran ante el conflicto
de su fugaz existencia, motivados
por una explosiva autoconsciencia
que los ansía y los altera.
Trastocadas además las distintas
versiones de la película que vetan su
agotamiento, tanto comercial como
discursivo, el filme nació condenado a una narración tergiversada, en
donde se le incorporó una voz en off
(de Harrison Ford) que reiteraba la
imagen para aclarar posibles confusiones y terminaba con un desenlace más optimista, en un bosque
diáfano y lúcido que contrastaba al
turbio desarrollo del filme. Aunque
son válidos los intentos por defender el carácter emancipador de la
primera versión, es en la versión del
director en la que se percibe el énfasis del filme por mostrar la peligrosidad de las apariencias y la superficie. Dicha idea no sólo se inscribe en
la árida discusión sobre la supuesta
condición de Deckard como replicante, sino en la descripción de una
ciudad contaminada por destellos
visuales: Los Ángeles está inundada de luces artificiales, de anuncios
de neón, de máquinas flotantes con
enormes megáfonos que transitan
perpendiculares a través de enormes carteles publicitarios; inspirado
por los estilos visuales de Metrópolis
(1926) de Fritz Lang, así como de los
cómics de Moebius o las pinturas de
Edward Hopper, Ridley Scott construye su distopía alrededor de la interminable artificialidad y la incertidumbre de lo real. Los personajes
constantemente se preguntan si los
animales que los acompañan son
reales o si tienen modificaciones genéticas; Rachel le plantea al detective si alguna vez ha “retirado” un
humano por error.
Precursora del ciberpunk, un
subgénero de la ciencia-ficción
que mezcla el avance de las tecnologías con la degradación del ámbito social, Blade Runner marcó
un hito al proyectar un futuro caótico y arcaico, y sirvió como marco
para referencias fílmicas posteriores, en particular la punzante catástrofe que aparece en Akira, el
manga/anime del japonés Katsuhiro Otomo, o los luminosos oráculos del francés Luc Besson en
El quinto elemento. Consumados
27 años de la profecía posmoderna (reinventada a más no poder),
y a diez de convertirse en realidad
mediata, Blade Runner se exhibió durante la pasada FIL en un
oportuno momento para recordar
el retrato de una ciudad desolada
en sus incesantes multitudes y
cubierta por una espesa e interminable niebla que derrama la insolidaridad de su gente. Los Ángeles sirve irremediablemente para
imaginar aquellos “momentos que
se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”. [
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