—Progreso inmenso fue el conseguir fijar las imágenes obtenidas

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—Progreso inmenso fue el conseguir fijar las imágenes obtenidas
en la cámara oscura, pero no es menos cierto que el hombre no se ha
manifestado satisfecho con todos los adelantos realizados por la
fotografía. Cerca de medio siglo hace que se está buscando con
empeño el conseguir fijar también los colores, o sea obtener las
imágenes con su coloración propia. Este gran invento, repetidas
veces anunciado como conseguido, pero nunca realizado, parece al
fin resuelto por un procedimiento ideado por MM. Cross y Carpentier,
quienes acaban de presentar a la Academia de Ciencias de París
fotografías de una acuarela, en las que se notan exactamente
reproducidos los detalles y colores del original. En fotografías se han
sacado por medio de tres clichés para cada objeto; clichés obtenidos
respectivamente
a
través
de
tres
diafragmas
líquidos,
uno
anaranjado, otro verde y otro violeta. La opacidad y la trasparencia
varían de un cliché a otro en las porciones homólogas de la imagen, a
fin de distribuir las cantidades relativas de rojo, amarillo y azul (que
son los colores simples que forman todos los de la naturaleza), de
manera que compongan y reproduzcan todos los matices del modelo.
La capa de colodión sensible fijada sobre el papel o sobre el vidrio,
para obtener las pruebas negativas, se empapa en bicromato de
amoniaco y después se seca a la estufa. Entonces se aplica sobre la
placa así sensibilizada un positivo por trasparencia y se expone
durante algunos minutos a la luz difusa; después se lava y se
sumerge en un baño colorante. Bajo la acción de la luz el bricromato
hace sufrir a la albúmina, ya coagulada, una nueva contracción, de
modo que no la deja embeber más, ni teñirse por nuevas sustancias
colorantes. Pero en las porciones protegidas por la opacidad del
positivo, la materia colorante penetra y se fija. Por este medio es fácil
obtener imágenes fotográficas de toda clase de colores. Para ello es
necesario repetir tres veces la operación sobre un mismo vidrio,
empleando para la imagen obtenida a través del diafragma verde un
baño colorante rojo: para la imagen del diafragma anaranjado un
baño verde, y por último, para la del diafragma violeta, baño
amarillo. Será verdaderamente mágico conseguir fotografías, en que
a la exacta copia de la naturaleza en cuanto a las líneas, se consiga
unir la viveza y animación del colorido.
—De los ministros que tomaron parte en el último célebre Congreso
de Berlín, han muerto cinco, cuatro de ellos en el desempeño de sus
funciones. El primero fue Mehemet-Alí, representante de Turquía; el
segundo el conde de Bulow que lo fue de Prusia; el tercero lord
Beaconsfield, de Inglaterra; el cuarto el príncipe Gorchakov, y el
quinto el barón de Haymerle, de Austria-Hungría. Lord Beaconsfield
es el único que no ha muerto siendo ministro.
—Importantes datos sobre el origen de la mina de diamantes de
Kimberley, situada en la colonia del Cabo de Buena Esperanza, al sur
del continente africano. Atribúyese esta mina a la acción de las
erupciones volcánicas al través de las rocas sedimentarias, arenosas
y arcillosas, alternadas con extracto de hulla, de poco espesor, que
probablemente existirían en tiempos remotos en el lecho de los
mares de gran profundidad. Presúmese que puede haber sido un
hidrocarbonato, derivado de la destilación de la hulla, la materia que
por su descomposición facilitó al carbono puro las condiciones para su
cristalización. La existencia de estas minas fue descubierta por un
viajero llamado O’Reilly que en cierta ocasión observó que unos niños
estaban jugando con una piedra cuya apariencia de diamante lo
indujo a adquirirla, obteniéndola por una friolera y vendiéndola
después en el Cabo por 15 000 francos. Animado dicho viajero por el
lucro que acababa de realizar, dedicose a la adquisición de aquellos
minerales, obteniendo con la venta de un solo ejemplar la cantidad
de 18 000 francos. Este hecho, una vez conocido, estimuló a otros
individuos a dedicarse a la misma especulación, descubriéndose de
este modo varias minas de diamantes situadas en la misma región.
La más importante de ellas es la que está próxima a Kimberley,
población de diez mil almas, que tiene cinco iglesias, dos teatros,
varias fondas y establecimientos industriales de distintas clases. La
mayor parte de los trabajadores que se ocupan en la explotación de
las minas, son naturales del país y están dirigidos y vigilados por
blancos, los cuales difícilmente pueden evitar los robos que aquellos
cometen ocultando diamantes que venden después por su cuenta, no
contentándose con el jornal de 25 francos semanales además de la
comida de carne de buey y del tabaco con que son retribuidos. Los
diamantes hállanse incrustados en un conglomerado existente en el
fondo de los pozos, y las galerías de exploración se encuentran a una
profundidad de 200 pies, y tienen una longitud de 100 pies por
término medio.
La Opinión Nacional. Caracas, 2 de diciembre de 1881
[Mf. en CEM]
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