Martes 13. San Mateo 18, 21 – 35. En aquel tiempo, se acercó

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Martes 13. San Mateo 18, 21 – 35.
En aquel tiempo, se acercó Pedro a Jesús y le preguntó: “Señor, ¿cuantas veces tengo que perdonar a
mi hermano cuando me ofenda? ¿Siete veces?
Jesús le respondió: - “No te digo siete veces, sino setenta veces siete. Porque con el reino de los
cielos sucede lo que con aquel rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al comenzar a ajustarlas,
le fue presentado uno que el debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el señor mando que lo
vendieran a él, a su mujer y a sus hijos y todo cuanto tenía, para pagar la deuda. El siervo se echó a sus
pies suplicando: “¡Ten paciencia conmigo que te lo pagaré todo! El señor tuvo compasión de aquel
siervo, lo dejó libre y le perdonó la deuda.Nada más al salir aquel siervo encontró a un compañero suyo
que le debía cien denarios; lo agarró y le apretaba el cuello, diciendo: “¡paga lo que me debes!. El
compañero se hecho a sus pies, suplicándole: “ten paciencia conmigo que te lo pagaré!. Pero él no
quiso, sino fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara la deuda. Al verlo sus compañeros se
disgustaron mucho y fueron a contar a su señor todo lo ocurrido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“Siervo miserable. Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías haberte
compadecido de tu compañero, como yo me compadecí de ti?” Entonces su señor muy enojado, lo
entregó para que lo castigaran hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con ustedes mi Padre
celestial si no se perdonan de corazón unos a otros.
Encedemos los televisores o sintonizamos las radios o pasamos las páginas de los diarios y lo que nos
encontramos son escenas de muerte, de violencia, de venganza, de guerra; las distracciones que más
nos atraen son las que tiene que ver con esto; deportes de golpes, o los que no lo son, nos agradan más
cuando se dan altercados; las películas preferidas son las de violencia, al colmo que no las llamamos
así, sino “películas de acción”. Nos hemos acostumbrado tanto a la violencia, que lo que Jesús dice hoy
en el evangelio que hemos escuchado, nos parece algo extraño, como que si fuera algo para otro mundo
y no para el nuestro. El perdón no es un privilegio, es un deber, tenemos la responsabilidad de
perdonar, para que se abran los caminos de la concordia y del entendimiento verdadera base para la
paz.
Reclamamos y hasta nos escandalizamos porque no hay paz, pero no revisamos nuestras actitudes
cotidianas, que las vivimos de forma tan normal que no nos damos cuenta que nos hemos
acostumbrado tanto a la violencia, que la paz es algo desconocido en la vida diaria.
Miércoles 14. San Mateo 5, 17 – 19.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - “No piensen que he venido a abolir las enseñanzas de la ley y
los profetas, no he venido a abolirlas, sino a llevarlas hasta sus últimas consecuencias. Porque les
aseguro que mientras duren el cielo y la tierra, la más pequeña letra de la ley estará vigente.
¿Se ha imaginado como sería una sociedad sin leyes? Sería un caos, todos quisieran hacer lo que les
conviene y no habría acuerdos, todo sería un caos. La ley nace para poneer orden u armonía en las
relaciones de la ciudadanía. Así es como nace la ley del Señor. El pueblo de Israél, despues de que es
liberado de la esclavitud en Egipto y se dirige a la tierra prometida, en el camino Dios les da una ley,
por medio de su caudilllo Moisés. La ley es signo de libertad; cuando un pueblo tiene leyes es porque
es autónomo, porque ellas sob fruto de la soberanía de ese pueblo. El problema es cuando las leyes ya
no son lo que deberían ser, cuando son las que se deciden desde los grandes centros de poder y
lopueblos comienzan a perder su autonomia. Esto es lo que quiere Jesús recuperar, el espíritu de la ley,
que sea esta signo de la libertad de un pueblo y no de la dominación de unos sobre otros, que rompen
la posibilidad de una convivencia pacífica.
Jueves 15. San Lucas 11, 14 – 23.
En aquel tiempo, después de que Jesús expulsó a un espiritu inmundo que había dejado mudo a un
hombre, cuando salió el demonio, el mudo recobró el habla y la gente quedó maravillada. Pero algunos
dijeron: - “Expulsa los demonios con el poder de Belzebú, principe de los demonios.
Otros para ponerle una trampa le pedían una señal del cielo. Pero Jesús, sabiendo lo que pensaban, les
dijo: - “Todo reino dividido contra sí mismo termina destruído y su casas caen unas sobre otras. Por
tanto, si sátanas está dividido contra sí mismo, ¿cómo podrá permanecer su reino”
Cuando Jesús expulsá el demonio que hacía que aquel hombre quedara mudo, es una forma de
decirnos que le abre la posibilidad a los enmudecidos de este mundo a que puedan decir su propia
palabra. Hoy igual, muchos y muchas ante la corrupción, el engaño, la manipulación, la mentira,
quedan mudos por no pueden opinar, si lo hacen son considerados contrarios al desarrollo, gente que
esta en contra del avance de los pueblos, los ata el demonio de la mudez. Jesús viene para devolverle la
palabra a quienes no la han tenido, para que digan, para que denuncien, para que exijan caminos de
justicia. Que sepamos aprovechar todos los medios, los espacios que van surgiendo para opinar, para
decir una palabra, para denunciar aquello donde está actuando el mal.
Viernes 16. San Marcos 12, 28 – 34.
En aquel tiempo, un maestro de la ley que había oído la discusión y había observado lo bien que les
había respondido, se acercó y le preguntó: - “¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
Jesús les contestó: - “El primero de todos es este: «Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único
Señor: «Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas
tus fuerzas». El segundo es éste: «amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más
importante que estos.
El maestro de la ley le dijo: Muy bien maestro, tienes razón al afirmar que Dios es único y que no hay
otro fuera de él y que amarlo con todos el corazón , con todo el entendimiento, con todas las fuerzas y
amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Jesús viendo que había hablado acertadamente, le dijo:
- No estas lejos del reino de Dios.
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
A veces nos preguntamos: Porque Dios permite que se den tantas situaciones de injusticia, de guerra,
de violencia intrafamiliares, en las que principalmente son víctimas los niños, las mujeres, los adultos
mayores y aquellos hermanos nuestros que tiene capacidades diferentes.
Benedicto XVI, nos recuerda que cuando el ser humano, pierde su relación con Dios, termina
perdiéndole el sentido de lo que significa la vida humana, no es capaz de descubrir la profundidad del
valor de la persona, porque esta solo se entiende desde el amor de Dios; esto es lo que propone Jesús al
afirmar la doble relación de los mandamientos: Amar a Dios y al prójimo. Como en los tiempos de
Jesús, muchos quieren que la religión no toque los valores y la dignidad de la persona. Quieren que la
religión sea para hablar de las “cosas del cielo”. Cuando toca los temas de la dignidad; que se traducen
en derechos de las personas, justa distribución de la riqueza, defensa del ambiente, que es la casa de
todos.
Para Jesús el amor a Dios, implica el compromiso con la vida y la dignidad de cada hijo e hija de
Dios.
Sábado 17. San Lucas 18, 9 – 14.
En aquel tiempo, unos que presumían de ser hombres de bien y despreciaban a los demás; les dijo
esta parábola: - “Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro un recaudador de
impuestos.
El fariseo de pie, hacia interiormente esta oración: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como el
resto de los hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese que recauda impuestos para Roma.
Ayuno dos veces a las semana y pago el diezmo de lo que poseo.
Por su parte, el recaudador de impuestos, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni siquiera a
levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: - “Dios mío, ten compasión de mí,
que soy pecador.”
Les digo que éste bajo a su casa reconciliado con Dios; el otro no. Porque el que se engrandece será
humillado y el que se humilla será engrandecido.
Los fariseos en los tiempos de Jesús era un grupo dentro de judaísmo que buscaba el apego a las
tradiciones, pero lo hacían de tal manera que evitaban todo conflicto que conllevara en aplicarlas tal
cuál. Ellos vivían su religión y buscaban la manera como las autoridades les permitieran libertad para
sus cultos; mientras les garantizaran esto, ellos no se metían en los asuntos que tuvieran que ver con la
injusticia o la dominación de los pobres, o la altas tazas de impuestos que recaían sobre el pueblo pobre
de Israel que vivía bajo el poder político de los romanos.
Jesús cuestiona esta práctica porque no es coherente con el valor del reino de los cielos, pues lo que
se busca es que haya justicia y equidad en la justa distribución de la riqueza. Esto no era bien visto por
lo fariseos porque perdían los privilegios que el imperio le había otorgado. De esa falsedad es de la que
habla Jesús cuestionandola porque no va con el plan de salvación de su Padre, que es salvación de
todos los aspectos de la vida; no como lo proponían los fariseos que era solo de los aspectos religiosos,
por ello es que a los enfermos se les prohibía acercarse a los sanos, porque sería salirse de las normas
de la rigoricidad religiosa de la época. Que hoy sepamos responder a la propuesta de la salvación, fruto
del reino de Dios, que abarca todos los aspectos de la vida humana. Esto es, revisemos, como anda el
aspecto del compromiso social de la fe, si de verdad le damos el lugar que merece en nuestras acciones
evangelizadoras, la doctrina social de la Iglesia; esa a la que el papa nos está pidiendo que revisemos
con motivo de la celebración del año de la fe.
Domingo 18. San Juan 3, 14 – 21.
En aquel tiempo, dijo Jesús: - “Lo mismo que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, el
hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino
que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condernarlo, sino para salvarlo por medio
de él. Él que cree en el no será condenado; por el contrario el que no cree en él, ya está condenado, por
no haber creído en el Hijo único de Dios.
Hay una frase celebre de San Ireneo, que incluso la Iglesia la ha acuñado en la liturgia. La
encontramos en el prefacio Común nueve, que dice: “has dejado la huella de tu gloria en el hombre
creado a tu imagen; la frase a la que se hace referencia es aquella que dice: “Dios se hace hombre, para
que el hombre se haga Dios.” A esto mismo es lo que se refiere el mismo Juan cuando juega con las
imagene de subir y bajar que hemos escuchado en este evangelio que hemos tenido la dicha de
escuchar en el día de hoy; lo haremos también el las celebraciones eucaristicas y en las liturgias de la
palabra, en las que tengamos la oportunidad de participar.
Nos dice San Juan: “El hijo del hombre tiene que ser levantado enalto, para que todo el que crea en él
tenga vida.” Ha bajado asumiendo nuestra naturaleza y ha subido para redimir esa naturaleza que por el
pecado había caído. No es la ley la que nos salva, sino la misericordia de Dios, que nos da su gracia
santificadora, haciendonos participes de la muerte y de la resurrección de su Hijo único, Jesucristo.
Lunes 19. San Mateo 1, 16. 18- 21. San José, esposo de la virgen María.
Y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Mesías.
El nacimiento de Jesús el Mesías, fue así, su madre María estaba prometida a José: antes de vivir
juntos resultó que esperaba un hijo por la acción del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo, no
quería denunciarla, decidió separarse de ella en secreto. Después de tomar la decisión, el ángel del
Señor se le apareció en sueños y le dijo: - “José, hijo de David, no temas tomar a María como tu
esposa, pues el hijo que espera viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo; le pondrás por nombre
Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.
José, a quien hoy la Iglesia nos recuerda y coloca como modelo de vida cristiana, era un hombre
justo, es decir que sabía confiar en Dios; expresión que se usaba cuando se decía: Era un hombre
temeroso de Dios. Se temeroso de Dios, no significa tenerle miedo, todo lo contrario es una forma de
decir que confiaba profundamente en él. Es un hombre que ama con sinceridad, con esa misma a su
prometida María. El ante algo que en aquel momento no entendía guarda distancia, la repudia en
secreto. Pongamos atención a esa afirmación. Evita poner en mal a su prometida, piensa en ella, antes
que en su propia imágen como hombre. Sabe que si lo que pasaba era una situación de infidelidad, el
iba a buscar una salida a la situación con su prometida, sin necesidad de hacer un escándalo para
guardar su reputación como varón. Pensemos en cuantas situaciones, por mantener un honor
exponemos a personas, solo por orgullo, para no quedar, se dice: “mal parados” ante los demás. ¿Será
que es más importante quedar mal ante los demás que el valor que tiene una persona, aunque se haya
equivocado en la vida?
San José, el hombre justo, nos invita a que como creyentes cristianos aprendamos esta sinceridad,
transparencia y humildad.
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