EL DISPLACER DE LEER El texto escrito, desde el mural callejero hasta las revistas informativas al igual que los periódicos, sobre todo la prensa sensacionalista, cundo nos acercamos a su lectura, siempre en espera de contar con una versión fiel, nos en contramos ante situaciones dolorosas, angustiantes, llenas de pesimismo, plagadas de “Homo homini lupus est” (El hombre es lobo del mismo hombre) o como quien dice repleta de muertes violentas, de aberraciones sexuales, de latrocinio, de escándalos polític os como los repartos del botín democrático o de la danza de los millones. Todo es turbulencia, negatividad. El hampa se campea por aldeas, pueblos y ciudades. La guerra blanca o fría internacional mantiene la tensión del mundo. Las guerras civiles entre unos mismos nacionales o el poder despótico. Ahora los secuestros como método de lucha. Todo este repertorio de hechos parece consustanciarse con la naturaleza de la sociedad, lejos de acercarnos a la lectura grata nos aleja, nos proporciona un DISPLACER D E LEER. Cuando en las primeras paginas de un periódico queremos informarnos como amaneció el mundo lo que se destacan son los hechos de violencia natural o humana, así que comenzamos el día en desazón. Si nuestra costumbre es leer al medio día y después del almuerzo tendremos un postre de difícil digestión (Uno no se explica el habito de ciertas personas de entrar al retrete y dedicarse a la lectura de la pagina judicial). Si se lee por la noche, después de una agotadora jornada de trabajo; el relato de las noticias nos puede producir no menos que un insomnio. A veces uno piensa que el hombre está hecho más para el mal que para el bien (aunque esto son valores relativos a la moral individual y social). Cuando nos informamos de las torturas aplicadas a l os presos políticos (nihil potestas habeas corpus) concluimos que el “homo belicus” está progresando aceleradamente en la sofisticación de métodos cada vez más efectivos para eliminar al hombre de la esfera hidoterraquea. Leer lo que pasa en el mundo podr ía ser el re -encuentro con la naturaleza agresiva humana, con su cólera, con sus antinomias que lo determinan como ser convulsiva y paranoica. La anhelada paz y confraternidad universal se tornan en una quimera difícil de alcanzar. La convivencia pacifica parece ser una entelequia metafísica. Así que poco o nada ameno y grato resulta penetrar en las paginas de los periódicos entre más analíticos nos volvemos, más padecemos. Las situaciones de violencia en todas sus modalidades están presentes en todo el mundo, desde las épocas más primitivas. El hombre siempre ha estado acosado por el mismo hombre. El hombre enemigo de si mismo. Las raíces de la crueldad, del odio, de la enemistad se fundan en la naturaleza egoísta del hombre. Hasta razón tuvieron las ge neraciones de las dos ultimas décadas cuando propusieron como consigna de la vida: el amor y la paz como oposición a la guerra.