El Pastor y las Ovejas Había una vez un joven pastor de ovejas que

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El Pastor y las Ovejas
Había una vez un joven pastor de ovejas que era muy travieso. Y
para no aburrirse mientras cuidaba de sus ovejas le gustaba hacer
muchas bromas. Unas veces se escondía y daba grandes sustos a las
muchachas que iban a buscar agua al pozo, o bien perseguía las
gallinas del buen granjero. Fue así hasta que, cierto día, le sucedió
algo con lo que aprendió una gran lección.
Una mañana de verano hacía mucho calor. El pastorcillo podía
ver desde el monte como trabajaban los labradores.
- Voy a gastarles una broma – dijo el joven pastor. Se puso en
pie cn las manos haciendo bocina y gritó con todas sus
fuerzas:
- ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!
- Ese chico está en peligro, corramos a ayudarle – dijo uno de
los campesinos a sus compañeros.
Salieron corriendo hacia el monte, dejando sus azadones en el
campo. Pero cual fue su sorpresa ya que, cuando llegaron al lugar
donde estaba el rebaño, no había ningún peligro.
- ¿Dónde está el lobo? – le preguntaron al muchacho.
- Era… una… broma… - les contestó el chico riéndose a grandes
carcajadas.
Los labriegos se marcharon muy enfadados, porque lo que había
hecho no estaba nada bien.
Pasaron algunos días y el pastorcillo se encontraba otra vez en el
monte cuidando sus ovejas cuando pensó que era el momento de
divertirse de nuevo de ellos.
- ¡Que viene el lobo! ¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! – gritó
una y otra vez.
Al escucharle, los buenos amigos subieron corriendo al monte. Pero
al llegar arriba se volvieron a encontrar al pastor riéndose de
ellos.
- Os lo habéis creído. Os he engañado otra vez – les decía entre
carcajada y carcajada.
Los labradores se enfadaron muchísimo con aquella broma tan
pesada.
- Nunca más volveremos a creer en ti – le dijo uno de ellos, que
tenía un gran bigote.
- Lo que haces no está bien y algún día te llevarás una sorpresa
– le dijo otro, que tenía un gran sombrero de paja.
Unos días después, cuando los labradores guardaban el trigo en los
graneros, sucedió lo que le habían dicho. El joven pastor se llevó la
gran sorpresa.
Estaba cuidando u rebaño cuando escuchó un ruido muy extraño.
De entre los matorrales salió un lobo muy grande y con cara de
pocos amigos.
El pastorcillo corrió hasta la roca más alta del lugar donde estaba
para pedir ayuda.
- ¡Socorro! ¡Ayudadme que un gran lobo ataca mi rebañó!
¡Socorro! – gritaba con toda la fuerza que podía.
Los labradores oyeron muy bien al pastor, pero pensaron que era
otra de sus bromas y no le hicieron caso.
Nadie subió al monte a ayudarle y el muchacho no pudo impedir
que el lobo se llevara una de las ovejas. Por eso los campesinos, al
saber lo ocurrido, se burlaron de él. Y uno de ellos incluso tocaba
la flauta para no oír sus lamentos. Ese día aprendió una gran
lección.
<no tendrá amigos en su vida,
Quien siempre dice mentiras>.
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