EL MELODRAMA NEGADO El melodrama como transgénero Dentro del ámbito de la cultura audiovisual argentina el melodrama ocupa un lugar fundamental. El desarrollo de las industrias culturales ubica a este transgénero1 como uno de los componentes básicos de la oferta mediática del siglo XX. Ciertos rasgos de la telenovela y el melodrama fílmico están en la base de la cultura mediática de nuestro siglo, dan forma a los lenguajes de los medios masivos y determinan buena parte de las características que definen a los estilos que predominan en el discurso mediático argentino. Estos rasgos básicos del transgénero melodrama pueden ser vistos como algo más que una simple repetición de contenidos o recursos formales. La lógica de una clasificación genérica que agrupa productos de múltiples lenguajes y tiene una vida que excede los dos siglos puede ser comprendida con mayor precisión si se considera el modo en que los distintos géneros en que se manifiesta el melodrama interpelan a su posible público. Las obras teatrales, musicales, literarias, los filmes y los programas televisivos melodramáticos comparten un tono, un modo de presentarse y sostener su relación con las posibles audiencias. Dos de las manifestaciones del melodrama, los filmes melodramáticos y las telenovelas, actúan en la Argentina como elementos básicos para la constitución del sistema de géneros2 narrativos ficcionales que operan en el campo de los lenguajes audiovisuales. A diferencia de lo que se verifica en otros países latinoamericanos, el lugar dominante del transgénero melodrama no siempre es reconocido por los críticos y los productores. Considerado desde una perspectiva analítica el tono que define a los melodramas se puede describir como la resultante de una construida alrededor 1 Se utiliza el concepto de transgénero según lo plantea Oscar Steimberg, que lo define como aquellos géneros “que recorren distintos medios y lenguajes como el cuento popular o la adivinanza” (STEIMBERG, 1993: 65) 2 También según el análisis que realiza Oscar Steimberg (STEIMBERG, 1993) al diferenciar los géneros y estilos como formas de clasificación social de textos u objetos culturales. En este marco los géneros, dada su estabilidad metadiscursiva, forman sistemas reconocidos socialmente a través de ejes oposicionales. Así por ejemplo, puede hablarse del sistema de géneros narrativos ficcionales, dentro del que se incluyen diversas manifestaciones del transgénero melodrama. de un contrapunto entre la exhibición del sufrimiento de personajes cuyos deseos enfrentan alguna convención social o discursiva y el placer que puede provocar la contemplación de esa circunstancia dolorosa. El patetismo3 generado por esta exhibición del sufrimiento ajeno plantea una situación conmovedora. En los casos extremos la conmoción se caracteriza por la posibilidad de “llorar a gusto”. Para la construcción del patetismo melodramático las demoras en el desarrollo del relato resultan válidas y las exageraciones, indispensables. Antes que nada el transgénero melodrama se articula alrededor de una enunciación melodramática, es decir, un modo común de interpelar a las audiencias que acentúa el patetismo de las situaciones dramáticas que presenta. Para comprender el modo en que el transgénero melodrama se ubica en una posición dominante dentro de la cultura audiovisual argentina resulta necesario tener en cuenta la forma en que la sociedad lo reconoce a través de diversos tipos de metadiscursos: críticas, comentarios, declaraciones, avisos publicitarios. Al mismo tiempo se debe considerar la forma en que evolucionan los melodramas fílmicos y las telenovelas que son calificadas y clasificadas como melodramas. El melodrama fílmico en la Argentina Pese a la importancia con la que se manifiesta la enunciación melodramática en la cinematografía argentina, sólo durante un período breve el género melodrama fílmico alcanza un reconocimiento social amplio e incluye una producción abundante y diversificada. Se lo considera como un género autónomo únicamente durante la primera etapa histórica en la que la 3 El término patetismo está utilizado en su acepción aristotélica. Aristóteles describe en su Poética (Aristóteles, 1992) el patetismo propio de la tragedia como una consecuencia del pathos (en griego sufrimiento) generado por la narración de los acontecimientos desgarradores y la muerte que sufren de los héroes trágicos. El pathos es suscitado por los sentimientos de piedad (eleos) y terror (phobos) que conducen a la catarsis (purga de las pasiones). Elemento constitutivo tanto de la tragedia como del melodrama, el patetismo sostiene una ambivalencia que vincula la exhibición del dolor de los personajes con el goce por la contemplación del sufrimiento. Mientras el patetismo en la tragedia es parte de un proceso que busca la superación de las pasiones desatadas en la trama, en las formas melodramáticas este efecto se convierte en un objetivo en sí mismo. En los melodramas la exhibición del sufrimiento de los personajes es el eje alrededor se articulan relatos, se presentan personajes y se construyen las situaciones que definen las historias. producción cinematográfica argentina se organiza en una escala industrial, a través de un sistema de estudios similar al de Hollywood, México o los países europeos. Entre mediados de la década de 1930 y fines de la de 1950 los estudios producen filmes que se presentan, exhiben y disfrutan como auténticos melodramas que se constituyen como una parte sustancial de la industria cinematográfica. Se genera así una vastísima producción con sus propias estrellas (Zully Moreno, Tita Merello, Libertad Lamarque, Roberto Escalada) y estilos reconocidos por la audiencia: los melodramas arrabaleros de ambiente y consumo popular y los “operísticos”4 con mayores pretensiones estéticas. Esta proliferación de películas no se corresponde con un reconocimiento crítico. Por lo general, no existe en los comentarios de la época una valoración de los melodramas fílmicos por su manejo de las reglas del género, sino, por el contrario, se juzgan por una mayor o menor aproximación a las formas del drama burgués con pretensiones realistas. En el período previo buena parte de la todavía esporádica producción local se caracteriza por la presencia de una serie de rasgos melodramáticos que se manifiestan dentro de otros géneros. Baste como ejemplo Nobleza gaucha5 (el primer éxito masivo del cine argentino) que en el marco de un promocionado “drama gauchesco” trabaja con formas típicas del melodrama: la antinomia entre los personajes puros del campo y los villanos de la ciudad; una narración que maneja la intriga en función de las desventuras y distancias de una pareja; un gusto por el desborde expresivo y por la exhibición del sufrimiento de su protagonista. Con el auge industrial el melodrama aparece como uno de los ejes en cuyo entorno se organiza la oferta de películas argentinas. Durante este período muy pocos autores o críticos reivindican valores positivos para este género que durante veinte años ocupa una posición estratégica dentro de la producción de ficciones cinematográficas. En efecto, durante el período de desarrollo de la industria cinematográfica puede hablarse de una posición dominante del melodrama fílmico dentro del 4 Según la denominación de Eduardo Manetti (MANETTI, 1996). Nobleza Gaucha fue estrenada en 1915 y dirigida por Humberto Cairo, Eduardo Martínez de la Pera y Ernesto Gunche. 5 sistema de géneros que clasifica, ordena y jerarquiza los productos elaborados por la cinematografía local. La oferta de las productoras argentinas se articula, como en la mayor parte de las industrias de la época, alrededor de géneros “fuertes”6: el melodrama, los filmes musicales (especialmente los relacionados con el tango) y las comedias. Aun dentro de estos tres géneros que actúan como pilares de la difusión de la cinematografía argentina, el melodrama expande sus características a los demás. Así el estilo del tango7 que se canta y el de buena parte de las historias que se cuentan en las películas con canciones populares enfatizan la exhibición del dolor de los personajes que las protagonizan, borrando en muchos casos (las películas de Libertad Lamarque, por ejemplo) los límites entre la película tanguera y el melodrama8. Por su parte, algunas de las estrellas del cine cómico como Luis Sandrini cultivan un estilo “grotesco” en el que se alternan momentos de comicidad basados en las desventuras del protagonista con situaciones en las que se escenifica un efecto patético surgido de la exhibición de los sufrimientos de los personajes. En este momento los rasgos del melodrama fílmico se extienden aun a otros géneros de mayor prestigio, como el “drama social”9 o las abundantes adaptaciones de la novelística del siglo XIX. Se genera la posibilidad de “leer” en clave melodramática la realidad social o las obras de la literatura universal. El lugar central que ocupa el melodrama fílmico en este momento coincide con la presencia destacada del transgénero melodrama en otros medios y lenguajes. Manifestaciones del teatro, la novela sentimental y el folletín, los radioteatros o géneros de música popular como el tango y el bolero pueden incluirse sin lugar a dudas dentro de un conjunto discursivo marcado por cierto 6 Los géneros cinematográficos “fuertes” son formas de clasificación que dividen y justifican los productos industriales. En ese sentido, los géneros cinematográficos (muy mal considerados en principio por la teoría y la crítica) son géneros “fuertes” que implican un alto grado de previsibilidad y la repetición de numerosas convenciones. 7 No todos los estilos de este género de la música popular se caracterizan por el predomino de los rasgos melodramáticos como la queja por la pérdida de la persona amada. En un primer momento las letras de tango eran una exaltación de la vida de los prostíbulos en los que se lo bailaba. Recién a fines de la década de 1910, con su difusión en los teatros, aparecen las primeras letras que recuperan temas y retóricas de la poesía sentimental de moda en esa época. 8 Por ejemplo, las películas dirigidas por José A. Ferreyra que fueron definidas por su director como “óperas tangueras”: Ayúdame a vivir (1936), Besos brujos(1937), La ley que olvidaron (1938). 9 Filmes como Prisioneros de la tierra de Mario Sofficci (1939) o Las aguas bajan turbias de Hugo del Carril (1952) pueden citarse como ejemplos de esta “contaminación” – en términos de la crítica – de un pretendido realismo con una retórica y un modo de narrar melodramáticos. tono melodramático. Durante el período histórico en que aparecen y se consolidan los medios masivos en la Argentina domina, dentro de los espectáculos populares, un estilo en el que el melodrama se presenta como un modelo cuyas características se exportan a todo tipo de manifestaciones. La ubicuidad de las formas melodramáticas hace que historias, intérpretes y autores circulen permanentemente de un medio a otro. Es así como las primeras películas habladas y cantadas – que gracias a su éxito internacional – sientan las bases de la industria local son pensadas como transposiciones de fórmulas ya probadas en la radio o el teatro. Hasta aquí el rol del melodrama fílmico en la Argentina es comparable al que juega en otros países como México o España. Sin embargo, a partir de la crisis que desde mediados de la década de 1950 afecta a la cinematografía mundial y lleva al ocaso del llamado cine clásico, el lugar que se le otorga al melodrama en el cine argentino se diferencia del que ocupa en otros países. La competencia de la televisión, el agotamiento de un estilo que floreció durante treinta años, las transformaciones que se producen en el público y la aparición de los “nuevos cines”10 que se oponen a la cinematografía industrial debilitan en todo el mundo el valor de los “géneros fuertes” sobre los que se sustentaba la cinematografía clásica. En el caso de la Argentina, esto implica prácticamente la desaparición del melodrama fílmico como género producido y reconocido socialmente, su negación desde un punto de vista metadiscursivo y, opuestamente, una difusión de sus características a diversos aspectos de la producción fílmica local. Cuando el melodrama fílmico muere otros géneros heredan su retórica, su modo de narrar y su apelación al patetismo. La disolución del melodrama fílmico Entre 1955 y 1957 se produce la quiebra del sistema de estudios cinematográficos en la Argentina. La crisis marca el fin de una industria plenamente establecida y, entre otras cosas, implica: la abrupta caída del 10 Durante la segunda mitad de la década de 1950 y buena parte de la década de 1960 surgen en varios países varias corrientes (la “Nouvelle vague” en Francia, el “Free cinema” inglés, el “Cinema novo” en Brasil entre otros) que se presentan como un cuestionamiento al llamado cine clásico. Constituyen lo que varios autores han denominado “cine moderno”. Esta corriente tiende a oponer el “cine de autor” con un cine industrial sostenido en fórmulas y géneros estereotipados. La oposición “cine de género” / “cine de autor” tiene una larga vida y se mantiene dentro de buena parte del campo de la crítica aún en la actualidad. número de espectadores, la reducción drástica de la cantidad de filmes producidos, la desaparición de la mayor parte de los estudios cinematográficos existentes, la disolución del sistema de estrellas como atractivo de taquilla y una redefinición del sistema de "géneros fuertes" sobre el que se venía sustentando la producción. Desde este momento el cine argentino deja de buscar su legitimación como espectáculo e intenta alcanzar su reconocimiento social como hecho estético. Por primera vez surge la preocupación por el desarrollo de una cinematografía nacional como equivalente de una literatura o unas artes plásticas que definan la identidad argentina. Autores y críticos plantean a partir de la década de 1960 que la capacidad de presentarse como “espejo de la vida”11 constituye un carácter esencial que permite incorporar al cine dentro del campo de las artes. Desde esta perspectiva se considera necesario desarrollar una mirada que “muestre implacablemente maneras de decir, formas que se desplazan, una posición ante los hechos, caracteres, enfoques de las situaciones, palabras o acción”12 que permitan diferenciarse de las posiciones convencionales. En ese sentido, para Torre Nilsson y los directores de la llamada Generación del Sesenta los “géneros fuertes” de la industria actúan como una traba para el desarrollo de los estilos “de autor “, necesarios para el desarrollo de una auténtica cinematografía nacional. Simultáneamente con este proceso de negación crítica del melodrama, los restos del cine industrial que retoman su marcha a partir de la década de 1960 dejan de producir melodramas fílmicos en la cantidad y variedad características al período de expansión. Se renuevan otros géneros tradicionales como la comedia (cambiando los cómicos) y la comedia musical (basándose en otros géneros musicales) pero los pocos melodramas “puros” que se producen ocupan un lugar mucho más marginal dentro de la producción cinematográfica argentina. Esta negación del melodrama fílmico como género reconocible tiene como contraparte 11 una expansión de las características de la enunciación En términos de Leopoldo Torre Nilsson (TORRE NILSSON, 1965), un director cinematográfico y escritor que emblematiza las aspiraciones estéticas de la cinematografía en la Argentina. melodramática a otros aspectos de la cinematografía argentina. Buena parte de la obra de sus detractores, como el caso de la obra de Leopoldo Torre Nilsson, está teñida por una enunciación y por un tono melodramáticos. Más allá de la búsqueda de una mirada que descubra la realidad social, el carácter de sus protagonistas femeninas, el énfasis puesto en la descripción del sufrimiento de ellas por el quiebre de ciertas normas sociales (en eses momento consideradas como vetustas) construyen una enunciación de tipo melodramático. Así, alguna de las obras más renombradas de este director, como La casa del ángel13, son consideradas fuera del ámbito local como ejemplos paradigmáticos de melodrama latinoamericano14. Por otra parte, muchos de los filmes que tienen una repercusión social importante en la Argentina y en el exterior apelan a cierto tono melodramático: La tregua15 construye una apelación a los sentimientos que intenta atemperar la exageración del melodrama clásico. La historia oficial16 narra parte de los sucesos políticos recientes como un telón de fondo para el desarrollo del drama personal y el sufrimiento de la protagonista. Pizza, birra y faso17 describe a jóvenes marginales como héroes románticos que marchan ineludiblemente hacia un destino fatal. Más allá de los casos excepcionales, una serie de características de la narración melodramática se encuentran la mayor parte de los relatos cinematográficos: la yuxtaposición entre momentos de placer y situaciones trágicas, el carácter enfático en la descripción del sufrimiento o la presentación de las peripecias de la historia como coincidencias sostenidas únicamente a partir del cumplimiento de un destino ineludible forman parte de un estilo narrativo ampliamente difundido en la Argentina. 12 “Espejo de la vida” es una expresión utilizada repetidamente por Leopoldo Torre Nilsson (TORRE NILSSON, 1965). A través de ella Torre Nilsson reivindica su visión del realismo al que parece estar condenado el cine si quiera ingresar dentro de las expresiones artísitias. 13 Dirigida por Leopoldo Torre Nilsson, estrenada en 1957, con una mención para la mejor actriz, Elsa Daniel, en el Festival de Cannes de ese año. 14 En una selección de los mejores melodramas fílmicos de la historia del cine mundial realizada por José Enrique Monterde (MONTERDE, 1994) paras la revista española Dirigido por. Sin embargo este no es el único caso en que obras de directores argentinos “de prestigio” son consideradas fuera de la Argentina como melodramas. 15 Dirigida por Sergio Renán en 1974, de gran éxito comercial y ternada para el Oscar como la mejor película extranjera de 1975. 16 Dirigida por Luis Puenzo en 1985, ganadora del Oscar a la mejor película extranjera en 1986. Dentro de este marco pocas películas argentinas18 juegan consciente y explícitamente con las reglas del melodrama: Nazareno Cruz y el lobo19 realiza un homenaje al radioteatro romántico que se presenta como deliberadamente con una mirada ingenua. Camila20 relata un hecho histórico siguiendo las pautas de los melodramas fílmicos tradicionales pero reforzando la crítica a los prejuicios que explícitamente oprimen en Vidas a las mujeres. privadas21 las Fito Páez coincidencias intenta combinar “excesivas” del melodrama con un incesto trágico y las historias de la apropiación de niños durante la última dictadura militar. Esta exhibición descarada de los elementos melodramáticos fue una de las causas del fracaso comercial y de crítica de la película. Este ejemplo reciente quizás ponga en evidencia una vez más los límites de la aceptación metadiscursiva del melodrama fílmico en la Argentina. Sólo ablandando sus rasgos más evidentes o justificándolos en función de géneros de mayor prestigio el melodrama puede expresarse abiertamente. De lo contrario, sus rasgos se siguen expandiendo en diversos aspectos de la cinematografía argentina sin que se los pueda apreciar públicamente. La telenovela argentina como melodrama Mientras la manifestación que produce más comentarios y críticas efusivos dentro del transgénero melodrama es el melodrama fílmico, la telenovela aparece como la forma melodramática que mayor presencia tiene en la Argentina a lo largo de los últimos cincuenta años. A diferencia de otros países latinoamericanos – como sucede en Brasil donde este nombre engloba cualquier narración seriada–, el término telenovela designa básicamente a historias construidas alrededor de los problemas que tiene al menos una pareja para concretar un amor pasional en un matrimonio, casi siempre religioso. Las 17 Dirigida por Bruno Stagnaro y Adrián Caetano en 1998, considerada como la primera película de una serie de jóvenes directores que se presentan como una renovación dentro del cine argentino que son reconocidos por la crítica como “el nuevo cine argentino”. 18 A diferencia de otros países como España o México donde cineastas como Pedro Almodóvar o Arturo Risptein realizan una lectura de los melodramas clásicos. Estos directores, al miso tiempo que toman distancia con las formas tradicionales potencian estéticamente el tono melodramático de sus historias. Esto se puede ver en La flor de mi secreto (1995) y Todo sobre mi madre (1999) de Almodovar o La mujer del puerto (1991) o Profundo carmesí (1996) de Ripstein. 19 Dirigida por Leonardo Favio en 1975. 20 Dirigida por María Luisa Bemberg en 1984. 21 Dirigida por Fito Paéz, estrenada en 2002. peripecias que deben afrontar estos personajes que desafían alguna convención social o discursiva, y el énfasis puesto en la exhibición y el comentario de su sufrimiento son las características que determinan la inclusión de la telenovela dentro de los géneros melodramáticos. La telenovela se encuentra presente en la programación televisiva argentina desde los comienzos de sus transmisiones regulares en 1952. En principio este nuevo género se presenta como una mera transposición de los radioteatros románticos que trasladan a la televisión títulos, historias, intérpretes y autores en busca del mismo público femenino que lo sigue en la radio. Pese a un origen con pretensiones tan acotadas, la telenovela se va convirtiendo a través de los años en el género que domina el sistema de las narraciones ficcionales de la televisión argentina. Esta posición hegemónica hace que muchos de susu rasgos se extiendan a otros géneros televisivos. Simultáneamente, la telenovela tiene la posibilidad de absorber todo tipo de temáticas que circulan por los medios (siempre subordinándolas a la historia romántica) y de adaptar parcialmente su relato al de otros géneros como el policial o la comedia. La ductilidad de la telenovela hace que a través de los años haya adoptado una amplia variedad de estilos que productores, público y críticos no dudan en incluir dentro de un mismo género. Junto a la recurrencia temática del amor pasional y cierta retórica que enfatiza las oposiciones de los personajes y la exageración de sus rasgos, la forma de construir su relato es una de las características que definen a la telenovela. Son siempre historias con múltiples instancias sumamente previsibles, entre ellas el imprescindible final feliz. El alto grado de convencionalismo de los momentos clave de la narración presupone la posibilidad de entrar y salir del relato infinitas veces sin perder el hilo de la historia. Este juego entre unas convenciones narrativas sumamente esquemáticas y el interés generado por las pequeñas variaciones se origina en la telenovela (al menos en la Argentina) pero traslada su eficacia a otros tipos de relatos televisivos que deben retener una audiencia mucho más volátil que la del cine. Por ejemplo, la forma de desarrollar la intriga que caracteriza a la telenovela también se extiende al universo de las narraciones televisivas. Estos relatos se articulan alrededor de un suspenso convencional centrado en la presentación de las desdichas y la resolución de los problemas de unos personajes que se mueven en un mundo que solo funciona como telón de fondo para la exhibición de sus desventuras. La forma de capturar y retener la atención de los espectadores, propia de la telenovela, no sólo se extiende a otros géneros ficcionales sino que influye en la manera en que se construye la información televisiva en la Argentina22. Procurando sostener el interés por lo que se narra, los noticieros televisivos y las investigaciones periodísticas organizan la información como casos que pueden prolongarse a través de días o meses. Con este objetivo se centran en la exhibición patética del sufrimiento de sus protagonistas acompañados por los comentarios de múltiples testigos. Una particularidad de la televisión argentina es que este modo de construir la información no involucra únicamente notas policiales u otras ligadas a chismes del espectáculo. En los últimos años se ha presentado en forma de caso la información referida al empobrecimiento que vive la sociedad (niños desnutridos, descripción de la indigencia), ciertos aspectos de la crisis política (la descripción de los saqueos a supermercados en diciembre de 2001) o informaciones sobre corrupción económica o política (la trama construida alrededor de la saga familiar y la caída del presidente De la Rúa). Este trabajo con noticias que focalizan su mirada en las acciones de los personajes más que en la contextualización de las situaciones descriptas promete una única posibilidad de alcanzar el final feliz que caracteriza a la telenovela. La televisión actúa como un “justiciero” que denuncia las anomalías que atentan contra la armonía social buscando cerrar el relato construido a partir de su intervención. De alguna manera se intenta restablecer el orden quebrado por el suceso que se está narrando. La negación de la telenovela La crítica y los comentarios han decretado varias veces a lo largo de su historia la muerte de la telenovela en la Argentina. A diferencia del melodrama fílmico ella supera las sucesivas crisis y se adapta a las nuevas situaciones al modificar los sistemas de producción y actualizar sus relatos. En este marco de transformaciones, la telenovela va pasando de historias esquemáticas 22 Entre otros, hemos trabajado sobre este modo de construir y presentar las noticias Aníbal Ford y Fernanda Longo (FORD, 1999) y yo (APREA, 2002). En ambos casos somos deudores de los análisis de Roland Barthes sobre la construcción periodística de los acontecimientos (BARTHES, 1967) mostradas con gran pobreza formal y oposiciones maniqueas, hasta grandes producciones que incorporan temáticas referidas a la actualidad mediática, política y social con reconstrucciones muy trabajadas de ambientes y personajes. Todos estos cambios son valorados socialmente de modo diverso. Coincidiendo con los momentos de crisis, las críticas y comentarios periodísticos junto con las declaraciones de los propios productores construyen una visión negativa de lo que consideran los rasgos distintivos de la telenovela. Así, al finalizar la primera etapa de una producción casi artesanal (comienzos de la década de 1970) arrecian las críticas por la falta de adecuación del género a la realidad circundante y su esquematismo convencional. Durante la dictadura militar circulan censuras oficiales (apoyadas por la prensa) con respecto a los intentos de manipulación del interés del público en función de pasiones innobles. Cuando las coproducciones internacionales ofrecen una nueva variante estilística durante la década de 1980, las críticas advierten sobre los problemas de pérdida de identidad e hibridación cultural. Durante la década de 1990 la telenovela es rescatada por su valor económico – en ese momento aparece como el único producto de exportación de la televisión argentina –, se la revaloriza desde un punto de vista académico (es aceptada como un objeto cultural significativo) y ocupa un lugar destacado y finalmente es aceptada como un componente necesario de la programación televisiva. Incluso se llega a reclamar por su ausencia frente a la expansión de géneros como los reality shows que recuperan parte de la retórica melodramática: la narración seriada, el énfasis en la exhibición del sufrimiento, la centralidad de los comentarios sobre relaciones y sucesos por parte de los protagonistas. Por lo general esta nueva posición metadiscursiva implica una reivindicación del placer que provoca el juego con las convenciones de un género cuya importancia social no está puesta en duda. Más allá de algunas defensas ingenuas (por lo general realizadas por autores y productores) que reivindican cierto valor didáctico o del derecho a “llorar a gusto”, la actual valoración de las telenovelas minimiza el lugar que ocupa este género dentro del discurso televisivo: aunque se le reconocen múltiples conexiones con otros productos mediáticos, cuando se naturaliza su existencia se ignora el papel que juega este género en la conformación del campo del entretenimiento que tiende a abarcar la totalidad de la oferta de los medios audiovisuales. Esta aceptación acrítica se constituye en una forma de negación del lugar que ocupa el melodrama en la cultura audiovisual argentina tanto o más fuerte que la histórica negación estética del melodrama fílmico. El menosprecio y la indiferencia frente a la expansión del melodrama Luego de este recorrido por algunas de las principales manifestaciones del transgénero melodrama se puede confirmar la importancia que este conjunto genérico tiene en la conformación del discurso audiovisual de la Argentina. Desde sus diferentes manifestaciones se ha interpelado a lo largo del siglo XX a los públicos masivos y se ha ido conformando el espacio del espectáculo y el entretenimiento como eje alrededor del cual se organizan los medios de comunicación. El lugar destacado del melodrama en la conformación y organización mediática resulta fundamental para comprender la cultura argentina. La expansión e hibridación de los rasgos melodramáticos afecta a discursos que no pueden o no quieren ocultar su carácter de construcción deliberada, aunque en la mayor parte de los casos los mismos se desarrollen en ambientes que se presentan como idénticos a la cotidianidad de sus espectadores. La tensión propia de las manifestaciones melodramáticas entre el carácter convencional de sus textos y la pretensión de acercarse a un universo cotidiano suele generar una situación conflictiva en los discursos que comentan, critican o buscan de alguna forma regular el papel que los distintos géneros cumplen dentro de los medios de comunicación. En el caso particular de la Argentina, el lugar determinante del melodrama está sostenido desde una situación paradojal: mientras los rasgos de la enunciación melodramática tienden a extenderse al conjunto de la producción audiovisual, la mayor parte del metadiscurso producido alrededor de los géneros melodramáticos niega, recorta o minimiza su existencia. En los momentos de crisis las formas “puras” del melodrama desaparecen de la mirada crítica se multiplican los ataques a géneros que se suponen muertos. Al mismo tiempo, muchas de las características del melodrama se expanden aceleradamente a otras manifestaciones de la cultura mediática. Pese a que la negación metadiscursiva de estos géneros fundamentales se da tanto en el lenguaje cinematográfico como en el televisivo, la forma en que ésta se manifiesta varía según el medio del que se trate. Para el lenguaje cinematográfico la negación del lugar del melodrama fílmico implica una postura estética que, por un lado, rechaza una mirada sobre la tradición discursiva en la que está inmersa y, por el otro, ignora una presencia que se difunde sobre el conjunto de la producción cinematográfica. En el caso del lenguaje televisivo, plantear la naturalización de la existencia de las telenovelas como género omnipresente e imprescindible obstruye la visión del modo en que las formas melodramáticas interpelan al público expandiéndose y mezclándose con una infinidad de géneros ficcionales, informativos o de entretenimiento. La tardía aceptación de la telenovela impide la valoración de su lugar en las transformaciones que sufre el medio televisivo. En un primer momento no se puede hablar del melodrama televisivo porque se lo desprecia. Luego se lo naturaliza y no se puede comprender ni su influencia en la cultura mediática ni sus constantes transformaciones. Es así como desde un discurso con pretensiones estéticas se niega la posibilidad de abordar el melodrama de una manera abierta y, al mismo tiempo, se acepta su manifestación más difundida (la telenovela) como un elemento que ocupa un lugar estable dentro del conjunto de géneros ficcionales. Esta forma de reconocimiento social impide que se explicite la expansión de los rasgos melodramáticos en el universo mediático argentino. En este contexto se suelen criticar aisladamente los “excesos” que cometen autores, intérpretes, periodistas o simples “personajes mediáticos” al abusar del patetismo, crear intrigas convencionales o exagerar los rasgos con que se presentan personas y personajes. Cada una de estas agresiones al “buen gusto” es denunciada en forma aislada. Por lo tanto no se la considera como parte de un proceso más amplio que define el modo en que los medios masivos interpelan a diferentes tipos de público. Frente a esta crítica por los excesos, desde la producción de los medios audiovisuales la apelación al patetismo, el suspenso y la forma de clausura del relato es presentada como una manifestación espontánea de los sentimientos más profundos. El choque entre estas dos posiciones reedita viejas discusiones en torno a los estilos. Aquellos que toman distancia con respecto a un estilo presentan sus principales rasgos como una forma de aberración, mientras que aquellos que asumen dicho estilo lo ven como una expresión de la vida misma. En realidad la expansión de los rasgos melodramáticos es algo más que una acumulación de casos aislados y manifestaciones espontáneas. En este sentido se puede observar que la acentuación del patetismo y la multiplicación de relatos fragmentarios sostenidos por la hipotética existencia de un final feliz son rasgos definitorios de un estilo que atraviesa al conjunto de la producción mediática argentina. De este modo, ciertos rasgos propios de un género o, como en este caso, un conjunto de géneros que se agrupan en un transgénero son asumidos por un estilo y se expanden a series discursivas que exceden el lugar que inicialmente tenían. Al resaltar la presencia de estas limitaciones no buscamos denunciar su existencia sino entender el funcionamiento de un cierto “modo de hacer” que domina la producción mediática en la Argentina. Pensar esta problemática en función de un estilo dominante permite comprender la situación paradojal que se construye alrededor del melodrama. No se puede hablar críticamente de él porque se lo naturaliza. Toda manifestación estilística en su momento de vigencia se presenta como el único modo correcto de hacer las cosas: en la etapa de su pleno funcionamiento las opciones que presenta aparecen como manifestaciones espontáneas (las únicas posibles) de todos aquellos que se inscriben en el estilo consciente o inconscientemente. Por lo tanto, marcar algunas de las limitaciones que lo determinan abre la puerta para encontrar una manera de quebrar la repetición agobiante a la que nos condena la confianza o el rechazo ciego a sus manifestaciones espontáneas. BIBLIOGRAFÌA APREA, GUSTAVO (1999): “Lo melodramático en el proceso de globalización”. Ponencia presentada en el IX Congreso de la Federación Internacional de Estudios Culturales Latinoamericanos, Tel Aviv. -------------------------- (2002): "Televisión, crisis y política" en Zigurat N°3, Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires / EUDEBA. BARTHES, ROLAND (1967): “Estructura del suceso” en BARTHES, ROLAND: Ensayos críticos, Barcelona, Seix Barral. ARISTÓTELES (1992): Poética. Edición trilingüe, Madrid, Gredos, Edición a cargo de Valentín García Yebra BENTLEY, ERIC (1982): “El melodrama” en BENTLEY, ERIC: La vida del drama, Barcelona, Paidós. BROOKS, PETER (1974): "Le mélodrame, une estéthique de l'étonenment." en Poétique #19, París. FORD, ANÍBAL Y LONGO, FERNANDA (1999): ”La exasperación del caso. Algunos problemas que plantea la narrativización de la información de interés público” en FORD, ANÍBAL: La Marca de la bestia. Identificación, desigualdades e infoentretenimiento en la sociedad contemporánea, Buenos Aires, Norma. METZ, CHRISTIAN (1991): L' ennontiation impersonelle ou le site du film, París Meridien Klincksieck. MANETTI, EDUARDO (1995):”El melodrama argentino” en ESPAÑA, CLAUDIO (COMP.): Cien años de cine, Buenos Aires, La Nación Revista. MAZZIOTTI, NORA (1996): La industria de la telenovela. La producción de ficción en América Latina. Buenos Aires, Paidós. MONTERDE, JOSÉ ENRIQUE (1994): “Geografías del melodrama” en Dirigido por Nº 224, Barcelona. SOTO, MARITA (COORD.) (1996): Telenovela / telenovelas. Los relatos de una historia de amor, Buenos Aires, Atuel. STEIMBERG, OSCAR (1993): “Semiótica de los medios masivos, Buenos Aires, Atuel. ------------------------------ (1994): “Nuevos pasados, nuevos presentes de la telenovela” en Sociedad Nº 5, Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales, UBA. SARLO, BEATRIZ (1985): El imperio de los sentimientos, Buenos Aires, Catálogos. TORRE NILSSON, LEOPOLDO (1965):“El realizador es el hueso que sus filmes arrojan” en Revista de Cine. Año 1 # 1, Buenos Aires, Instituto Nacional de Cinematografía. TRAVERSA, OSCAR (1988): “Los tres estados del filme” en Cine: el significante negado. Buenos Aires, Hachette. VERÓN, ELISEO y ESCUDERO CHAUVEL, LUCRECIA (COMPS.) (1997): Telenovela. Ficción popular y mutaciones culturales. Barcelona, GEDISA.