La cronista Elena Poniatowska Un análisis de ‘La noche de Tlatelolco’ (1971), 'Nada, nadie. Las voces del temblor' (1988) y 'Amanecer en el Zócalo' (2007). Tesina de Master LORE RAPORT Profesora Eugenia Houvenaghel Master VML 2010-2011 1 AGRADECIMIENTOS Esta tesina es el punto de culminación de mi carrera a la Universidad de Gante. Por eso, quiero aprovechar de la ocasión para dar mis gracias a algunas personas que las merecen, porque sin su apoyo nunca había llegado aquí. A mis padres, Dora y Marc, les agradezco por darme la oportunidad de estudiar y de realizar mis sueños. Siempre me apoyaron en tiempos de estrés y nunca acabaron de creer en mis capacidades. A mi hermana, Elien, y a mi hermano, Joris, les agradezco por darme consejos de estudio y por animarme cuando el estrés llegaba a predominar. A mis profesores, que compartieron conmigo sus conocimientos. Especialmente a Eugenia Houvenaghel que me brindó todo su apoyo en la realización de esta tesina. Finalmente, quiero agradecer a mis amigos por su apoyo y su amistad imprescindibles. 2 Índice 0. Introducción ....................................................................................................................................... 5 1. Elena Poniatowska: una de los periodistas más notables de México ............................................ 7 2. Una aproximación genérica: la crónica en la literatura hispanoamericana/mexicana .............. 10 A. La historia del género de la crónica ........................................................................................... 10 a. La crónica de las Indias .............................................................................................................. 10 b. El siglo XIX .................................................................................................................................. 12 c. El Porfiriato ................................................................................................................................ 14 d. El siglo XX ................................................................................................................................... 15 B. La crónica: un género híbrido..................................................................................................... 18 a. La interdependencia entre el historiógrafo y el cronista ........................................................... 19 b. Entre el periodismo y la literatura ............................................................................................. 19 c. Entre la información y la interpretación .................................................................................... 22 d. La libertad condicionada del suscrito ........................................................................................ 23 C. Recapitulación: los rasgos concretos de la crónica mexicana ....................................................... 24 a. Los rasgos concretos de la crónica ............................................................................................ 24 b. La crónica se acerca a otros géneros periodísticos y literarios.................................................. 25 3. Análisis genérico de las 3 crónicas de Elena Poniatowska ........................................................... 27 A. Hechos noticiosos ........................................................................................................................ 27 a. La masacre de Tlatelolco (1968) ................................................................................................ 27 b. El terremoto de 1985 ................................................................................................................. 28 c. El plantón en la Ciudad de México, respuesta al fraude electoral (2006) ................................. 30 B. Sello personal ............................................................................................................................... 32 a. Primer encuentro con las obras ................................................................................................. 32 b. La crónica se opone al discurso oficial univoco ......................................................................... 34 i. Los motivos de la escritora ..................................................................................................... 34 ii. La polifonía ............................................................................................................................ 34 iii. El papel de la autora-editora ................................................................................................ 37 iv. La selección ........................................................................................................................... 39 v. El montaje .............................................................................................................................. 42 vi. El lenguaje coloquial ............................................................................................................. 45 c. Estrategias para aumentar y crear un determinado ambiente ................................................. 47 i. Paratexto: comprueba de veracidad ...................................................................................... 47 3 ii. La estructura .......................................................................................................................... 48 4. Conclusión ........................................................................................................................................ 52 5. Bibliografía ....................................................................................................................................... 55 4 0. Introducción ¿Por qué el sitio tan marginal de la crónica en nuestra historia literaria? Ni el enorme prestigio de la poesía, ni la seducción omnipresente de la novela, son explicaciones suficientes del desdén casi absoluto por un género tan importante en las relaciones entre literatura y sociedad, entre historia y vida cotidiana, entre lector y formación del gusto literario, entre información y amenidad, entre testimonio y materia prima de ficción, entre periodismo y proyecto de nación. Muchos de los grandes escritores mexicanos han intentado la crónica […] Y sin embargo, el género aún no recibe la atención que sus logros merecen. (Monsiváis, 1987, pág. 753) Como Carlos Monsiváis ya menciona en De la Santa Doctrina al Espíritu Público, la crónica contemporánea mexicana es un género descuidado aunque desempeña un papel fundamental en el campo literario y periodístico de México. Cuando se habla de la crónica, se focaliza la mayoría de las veces en el pasado, en las crónicas de la conquista y de la colonización, de hombres notables como Cristóbal Colón o Bernal Díaz del Castillo. La crónica modernista del siglo XX aún fue completamente ignorada hasta que Aníbal Gonzales en 1983 publicó La crónica modernista hispanoamericana, y fue seguido por Susan Rotker en 1992 con su Fundación de una escritura: las crónicas de José Martí. Existen varios estudios sobre el género en forma de artículos y disertaciones, pero no hay muchos libros consagrados a la crónica, escasean investigadores que se han tomado el tiempo de hacer un estudio exhaustivo la formación, la evolución y el significado de dicho género. (Corona & Jörgensen, 2002) Esta tesina se añade al serie de estudios breves relativos a la crónica y se fija como primer objetivo llamar la atención sobre este género descuidado por la crítica. Cuando el lector se abre una antología de crónicas, inevitablemente tropieza con uno o más textos de Elena Poniatowska. Esta periodista y escritora de una enorme variedad de textos literarios y periodísticos, es una de las cronistas más notables de su país. Gracias a su obra la crónica se ha convertido en un género digno dentro de la cultura literaria de México. Pero, ¿qué es una crónica? ¿Cómo se define este “género híbrido” que toma figuras muy diversas? Para dar una respuesta a esta pregunta, es necesario que primero estudiemos detenidamente la historia del género, que tiene sus inicios en el siglo XVI, cuando los conquistadores de la Nueva España escribieron comentarios extensos sobre sus aventuras y sus descubrimientos. A través de los siglos hay características duraderas que sobreviven las huellas del tiempo, aunque hay otras que cambian bajo la influencia de la oposición de varios poderes, y del contexto social y político. 5 Como veremos, la crónica es un género periodístico cuya definición no es fácil de precisar y en el que el escritor combina técnicas periodísticas y literarias para imprimir un sello personal en su obra. Por consiguiente, los cronistas disponen de mucha libertad para crear un texto muy personalizado y único en su especie, que se acerca frecuentemente a otros géneros. Por eso, los aficionados de la categorización rígida y la definición precisa son confrontados con una tarea muy complicada a la hora de describir un género tan variable y personalizado. Después de un breve resumen de la vida y la carrera periodística de Elena Poniatowska, en el que destacaremos sobre todo las dimensiones que han influido en la elección de los temas de sus crónicas, sigue una aproximación teórica del género en tres partes: un análisis de la evolución de la crónica a través los siglos de su existencia y una aproximación teórica a este género híbrido, para finalmente llegar a una definición que sirve de marco para el análisis de tres crónicas de la cronista mexicana, que se desarrolla en el tercer capítulo. En efecto, después de esta aproximación contextual a la vida y obra de Poniatowska y después de una introducción teórica al género de la crónica, pasamos al estudio empírico de un corpus de crónicas. Nos hacemos en esta tesina la pregunta de saber sobre qué base La noche de Tlatelolco, Nada, nadie, y Amanecer en el Zócalo de Elena Poniatowska se suelen incluir en el género de la crónica. ¿Cuáles son las características genéricas de la crónica que reconocemos? ¿Son los mismos rasgos genéricos en la primera crónica y en la última crónica? ¿Hay una evolución de su crónica y cómo podemos describir esta crónica? Este análisis se divide en dos partes. Primer se explican los hechos noticiosos que forman la base de las crónicas. A continuación se analiza las técnicas que utiliza Poniatowska para imprimir su sello personal en los textos y comentamos las dimensiones de estas tres obras que responden a la definición genérica de la crónica. Finalmente contestaremos la pregunta de saber cómo el género de la crónica ha evolucionado, comparando las tres crónicas de la autora. 6 1. Elena Poniatowska: una de los periodistas más notables de México Descendiente del último rey de Polonia, hija del príncipe polaco Jean Evremont Poniatowski y de la franco-mexicana María de los Dolores o Paula Amor, Elena Poniatowska se crió en un ambiente adinerado. Después de la huida de Europa a México para escapar de la Segunda Guerra Mundial en 1942, la chica de diez años recibió en los años siguientes una buena enseñanza en escuelas de buena reputación en México y en los Estados Unidos (Filadelfia). Aunque forma parte de una familia perteneciente a la alta alcurnia de la sociedad, Elena nunca ha sido así interesada por la élite como su madre, que incluso tiende a menospreciar las clases más bajas que la suya. Paula Amor disfrutó de su estatus, mientras que para Elena, era más como un castigo, una maldición. Ya desde temprana edad la escritora no se sentía cómoda con su descendencia noble. Por consiguiente, tal vez es esta aversión de su origen que ha avivado su fascinación por las clases bajas, la gente pobre,… un mundo tan remoto del suyo que solo conoció un poco por el contacto con su niñera Magdalena Castillo, quien desempeñaba un papel indispensable en la vida de la escritora. Es ella quien le enseñó el dialecto rústico al inicio de su vida mexicana y que le abre por primera vez los ojos a las otras clases y a otros modos de vivir. Su carrera literaria tiene sus raíces en el periodismo. Con la perspectiva de una vida llena de bailes, fiestas, cócteles, desfiles, etc., Elena se dio cuenta de que con sus propias manos tenía que dirigir su vida. Por eso, comenzó a escribir para la sección social del diario Excélsior en 1953, un periodo en el que la mujer no tuvo nada que ver con el mundo económico y aún menos con el periodismo. Sin embargo, además de escribir columnas sobre rumores locales o consejos de belleza, recibió el privilegio de publicar entrevistas con personas muy distinguidas como, por ejemplo, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Diego Rivera, Juan Rulfo,… que considera como sus profesores personales que le han dado su educación universitaria que nunca terminó oficialmente. Ya pronto, Elena se vuelve una celebridad por su estilo de entrevistar muy simple y muy directo, por el que arranca anécdotas que antes nunca hubieron expuesto los entrevistados. 7 En 1954 comenzó su carrera literaria con la publicación de la novela Lilus Kikus. Fue la señal de salida de una producción literaria inmensa, en la que casi cada género está representado: la entrevista, la novela corta, la obra teatral, la crónica, el testimonio, la novela, el ensayo y la biografía. Ya desde la publicación de esta primera novela fue obvio que sería una obra de impacto considerable para el mundo literario mexicano. En su artículo “Lilus Kikus in Danger and without Salvation”1, Artemio Garfias ya auguró que “as soon as this child matures, our society, or certain parts of it, will achieve the glory of being happily destroyed and left with its flesh and bones exposed.”2 (Schuessler, 2007, pág. 80) Al inicio de su carrera periodística, Elena estaba ante todo interesada por las celebridades. Es a raíz de una entrevista con un Santa Claus amargado3, que su consciencia social se destacó. Esta conciencia se desarrolló con la ayuda de sus numerosas visitas al Palacio Negro de Lecumberri, la penitenciaría de la Ciudad de México. Aquí conversa con los huelguistas que bloquearon las líneas ferroviarias quienes dirigieron la sublevación social de 1958-1959, que inspirarán a los estudiantes en 1968, y desempañarán el papel principal en su novela El tren pasa primero en 2006. Conforme se multiplican estos encuentros, Elena comienza a sumergirse en la vida de la gente de la clase popular que encuentra en la calle, lo que resulta en su primera crónica, Todo empezó el domingo. Es una recopilación de artículos (publicados en Excélsior) en los que describe la vida cotidiana en la Ciudad de México y sobre todo las circunstancias miserables en las que muchos de sus habitantes viven. Esto es el inicio de una serie de encuentros con muchísimas personas que a veces se vuelven verdaderos amigos de la periodista-escritora, y que serían los protagonistas en la mayoría de sus siguientes libros: Josefina Bórquez en Hasta no verte, Jesús mío; los participantes de la sublevación estudiantil de ’68 en La noche de Tlatelolco; Tina Modotti en Tinísima, etc. Varias experiencias que vive como periodista dejan sus huellas sobre la obra de Elena Poniatowska. La discriminación sexual en los años 50 le estimula para focalizar sus entrevistas en mujeres fuertes, lo cual también será más tarde tema de sus libros. Las Lilus Kikus en peligro y sin salvación Tan pronto como esta pequeña crezca, nuestra sociedad, o ciertas partes de ella lograrán la gloria de ser felizmente destruidas con su carne y sus huesos descubiertos. 3 Este hombre le demostró la injusticia que implica una fiesta tan comercializada como Navidad. 1 2 8 muchas entrevistas que tenía que hacer para Excélsior y después para Novedades, le muestran el otro lado de la sociedad que será el mundo en el que se desarrollan la mayoría de sus relatos. Proviniendo de un medio social adinerado, habiendo visto las circunstancias en las que viven muchos otros mexicanos de clases más bajas y habiendo sufrido en propia carne la discriminación sexual, Elena Poniatowska quiso hacer algo para mejorar esta situación de desigualdad. En una entrevista con Margarita García Flores dice que su “interés al escribir está simplemente en darles voz a los que no la tienen” (Flores, 2002, pág. 7). No le gusta ser espectador y no hacer nada, como dice a Michael Schuessler: “It is easier to adapt than to struggle; inaction is easier than action, but in the end inaction, not doing anything, is the same as adapting? In the long term, to give up becomes much more dangerous than any action we take, because it destroys everything within us, all we have to offer.” (Schuessler, 2007, pág. 49) No sólo los temas, sino también su estilo y su método de trabajo quedan contagiados por su carrera periodística. Elena casi siempre utiliza “las muletas de la investigación” (Flores, 2002, pág. 13). Se basa en entrevistas que incorpora de diversas maneras en libros de diversos géneros sin límites claros, llamados “géneros híbridos”. Su obra oscila constantemente entre el periodismo y la literatura, entre el testimonio y la novela. Aunque comienza a escribir libros, sigue siendo activa también en el mundo del periodismo. Después de su carrera con Excélsior y Novedades, ayuda en 1984 en el nacimiento de un nuevo periódico: La Jornada. Es un periódico excepcional porque es el único diario que es independiente del gobierno. En 2004, en el vigésimo aniversario del periódico, José Saramago resuma la importancia de un diario de este tipo: “[...]imaginemos ahora una historia de México a la que le falte toda la información y toda la opinión que, en muchísimos casos, sólo en La Jornada fue posible encontrar. Es un lugar común decir que no existe nada a que, con propiedad, podamos llamar la verdad, pero somos mucho más conscientes de ese hecho cuando nos percatamos de que alguna verdad está faltando.” (Saramago, 2004) 9 2. Una aproximación genérica: la crónica en la literatura hispanoamericana/mexicana A. La historia del género de la crónica El género de la crónica pertenece en México al canon literario. Es uno de los géneros más importantes y más ejercidos de esta cultura. Desde luego el género de la crónica de hoy, no nació de un día al otro, pero fue precedido de una larga historia en la que fue sometido a la censura y otras limitaciones al trabajo periodístico. En este largo lapso de tiempo se encuentran períodos de extensa popularidad, frente a periodos de silencio. Sin embargo, el género padece una evolución clara durante los siglos de su existencia. Las crónicas del siglo XVI, en forma de cartas, que solo tenían intenciones informativas y políticas, se convirtieron en un género cada vez más sofisticado y cuidado en cuanto al estilo. a. La crónica de las Indias Las Crónicas del Nuevo Mundo del siglo XVI son las crónicas que escribían los conquistadores y los colonizadores españoles con ocasión de sus aventuras. Los acontecimientos que tenían lugar durante estas expediciones fueron apuntados en cartas y crónicas por grandes hombres como Bernal Díaz del Castillo, Inca Garcilaso de la Vega, Hernán Cortés, Cristóbal Colón, etc. que contribuyeron así a una de las más importantes producciones narrativas del mundo literario americano. Las crónicas de Indias: conquistadores ansiosos de eternizar su fama, frailes con fervor misional y los primeros escritores indígenas entregan sus relaciones y crónicas como “sustitución o anticipación de la historia, argumento contra el olvido, regalo de proselitismo religioso, tributo funeral a los vencidos” (Monsiváis, 1985, p. 17) (Sánchez, 2010, p. 48) Los cronistas de este período fueron soldados, misioneros e indígenas que observaron, apuntaron, y inventaron sus acciones y las de los indígenas y extranjeros que les rodeaban, sobre las tierras nuevas que descubrían los españoles, sobre la aventura que vivían ambos partidos. Escribiendo la crónica, cada tipo de escritor aspiraba a su propio objetivo. En primero lugar, todos querían informar a las generaciones futuras sobre los hechos históricos importantes de su tiempo. Los soldados querían difundir este 10 conocimiento histórico para que sus descendientes no olviden sus hazañas. Al mismo tiempo, sus escritos sirvieron como justificación de sus actos frecuentemente humillantes para lograr sus aspiraciones, asegurando los lectores de la presencia divina de algún clérigo y de la aprobación del “Dios Nuestro Señor” y de la “Virgen Santa María Nuestra Señora”. (Monsiváis, 2002). Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1568) persiguió claramente estos objetivos: [...] digo que haré en esta relación quién fue el primero descubridor de la provincia de Yucatán, y cómo fuimos descubriendo la Nueva España; y quién fueron los capitanes y soldados que la conquistamos y poblamos, y otras muchas cosas que sobre las tales conquistas pasamos que son dignas de saber y no poner en olvido [...] (Castillo, 1939, p. 48) Y para que con buen fundamento fuese encaminada nuestra armada, hubimos de haber un clérigo que estaba en la misma villa de Santo Cristóbal, que se decía González, el cual se fue con nosotros; [...] Y después de todo esto concertado y oído misa, encomendándonos a Dios Nuestro Señor y a la Virgen Santa María Nuestra Señora, su bendita Madre, comenzamos nuestro viaje de la manera que diré. (Castillo, 1939, p. 54) Las intenciones de los misioneros fueron similares. Escribieron para que su proselitismo siga viviendo, y asimismo para disculpar las crueldades que hicieron para convertir a los indígenas al cristianismo. Finalmente, los escritores indígenas sólo perseguían el primero de estos objetivos. Temían que, con la conquista y la colonización, muchos de sus memorias y las de sus antepasados se perderían. Para contrarrestar esto, las notaban en crónicas. Aunque los misioneros no ardieron en deseos de publicar, fueron sus crónicas las que se fueron distribuidas más ampliamente. No obstante, son las crónicas de los soldados (los conquistadores) las más populares. No hay mucha gente que nunca haya oído hablar de Cristóbal Colón o de Hernán Cortés. Por lo tanto, en ese siglo, la función principal de la crónica fue informar. No obstante, en muchos casos, esta información está sometida a una forma de censura. Los cronistas están presentes en el lugar del acontecimiento, observan o participan en lo que pasa, seleccionan y a veces inventan elementos para formar una historia que describe los sucesos en su mismo beneficio y en el de sus compañeros. Esta primera forma de trabajo periodístico fue dominada por el Estado o por personas importantes quienes solo querían informar “de cuanto se incluía en su arca de intereses” (Abreu, 2007, pág. 18) y 11 quienes estuvieron dispuestos a para castigar y perseguir los cronistas que rindieron informe sobre algo que no cayó en este campo de intereses. Las relaciones y crónicas no se limitan al relato objetivo de los hechos de actualidad, sino que la pura información convive con la interpretación, hasta, en ocasiones, con la propaganda, especialmente cuando el relato gira en torno a personas regias o grandes señores. (Bernal Rodríguez, 1997, pp. 10-11) En sus crónicas, los conquistadores del siglo XVI trataron de describir los mundos descubiertos, desconocidos hasta entonces. Para hacer esto, recurren a formas muy típicas de la literatura, del relato de ficción. El cronista utiliza su creatividad para disfrazar o ampliar sus acciones injustas o heroicas, y para hablar de lo desconocido. Mezcla los hechos objetivos con elementos de su imaginación para expresar su admiración por el mundo espléndido que acaba de descubrir. “Con ellos nació la hipérbole pues casi todo les parecía maravilloso” (Abreu, 2007, p. 34). Aunque los autores de estas primeras crónicas no tenían como objetivo el de escribir la historiografía, ni la literatura, en sus obras, se abrazan ambos géneros. Los datos objetivos “se fueron enriqueciendo con abundantes materiales alejados de las fuentes y cercanos a la imaginación de sus autores.” (González, 2004) Concluimos que la crónica de Las Indias fue un texto escrito por soldados, misioneros e indígenas durante la conquista y la colonización de América Latina por los españoles. La función principal de estos textos fue informar sobre los sucesos, justificar sus propias acciones (no siempre tan bondadosas) y describir el Nuevo Mundo descubierto, recurriendo a métodos de la literatura y a la imaginación. La crónica es épica, historia y admiración ante lo maravilloso del Nuevo Mundo (Sánchez, 2010, p. 48) Después de la conquista, la colonización se consolida bajo los Borbones y se inaugura un período de silencio en el campo de la crónica. Tenemos que esperar hasta el siglo XIX para ver la verdadera reaparición de este género, en una forma adaptada a las circunstancias. b. El siglo XIX Después de la declaración de independencia, los mexicanos comienzan a discutir sobre la forma gubernamental de la nueva nación. Esta discusión no pasa sin violencia y el país enfrenta varias guerras internas por el poder, entre otros la Guerra de los Tres Años o la 12 Reforma. La sociedad mexicana se divide en dos grandes grupos: los liberales y los conservadores. Los conservadores prefieren una sociedad de privilegios formada por corporaciones. Los liberales por otro lado, quieren cambios. Estos últimos prefieren que este Estado conservador basado en el privilegio y en el particularismo se sustituya por otro “cuyo principio es la libertad y cuya norma es el laissez faire [… con] un gobierno y un derecho cuyas bases son la igualdad y la generalidad” (Miranda, 1959). Las crónicas que se escriben durante este período dejan vislumbrar estas posiciones ideológicas opuestas. Ambos tienen diferentes visiones de la historia, según le conviene mejor para propagar sus ideas. Así, los conservadores idealizan el pasado mientras que los liberales son más progresistas. Estos abrazan la “convicción de que las fuerzas de la historia conducían al progreso” (Vázquez J. Z., 1997). Ven la historia como un gran progreso en que una población conoció éxitos y fracasos, y de esa manera progresa desde la esclavitud hasta la justicia social. Una evolución hacia un periodismo más libre, ya arrancado en el siglo XVIII, lento y seguro transforma la prensa en un instrumento del poder público durante esta primera mitad del siglo XIX. Oponiéndose a los conservadores, los liberales introducen una forma de periodismo en la que la libertad de expresión es primordial. Sus crónicas aparecen en ciertos periódicos que sirvieron como fórum para estos progresistas. Fueron el espacio de reflexión cultural y de dispersión de la opinión pública en el que “se da más importancia a la interpretación de la noticia que a la noticia misma” (Sánchez, 2010). La crónica fue el fragmento más estético del periódico y tenía como función entretener al lector y al mismo tiempo darle información documental. Aunque ya desde el siglo XVIII luchaban por una prensa más libre, tienen que esperar el fin de la dictadura de Antonio López de Santa Anna, su “Ilustrísima”, para ver su deseo cumplido... por un rato. Durante un período de aproximadamente diez años, llamado “la República Restaurada” (1867-1876), el periodismo y la crónica reciben nuevas funciones. Representan la cultura superior y forman un espejo de la sociedad. El cronista prefiere la descripción del “color local” al apoyo ideológico de alguna idea o algún partido político. Su preocupación principal es “verificar y consagrar cambios y maneras sociales, realizar una somera descripción de lo cotidiano, y contribuir a darle forma a una nación que aun estaba en ciernes” (Monsiváis, 1979) 13 José Tomás de Cuellar fue el cronista más moderno de su tiempo. Considera la crónica como un gran espejo en el que imperfecciones son retratadas, asoladas y ampliadas para que después ya no aparezcan. Se interesa por la psicología personal y no por los arquetipos, y se siente responsable por la moral de la sociedad. Con su estilo literario y muy estético, retrata la sociedad en una serie de crónicas, coleccionadas en La linterna mágica. En la crónica Baile y cochino, la pobre y joven Enriqueta describe la sociedad que ve desde su ventana con una clara aversión pero al mismo tiempo con una avidez visual. (Monsiváis, 2006, p. 34) Enriqueta estaba allí, como asomada al mundo, estacionada, como se estacionan esas pordioseras en el quicio de una puerta pidiendo una limosna. Pero la limosna que pedía Enriqueta no era el pobre mendrugo cotidiano. Enriqueta pedía una limosna de lujo a la sociedad opulenta. Los ojos de Enriqueta se fijaban en la hilera de trenes de los ricos, y sus pupilas estaban agitadas por movimientos rapidísimos y pequeños, porque con cada mirada recorría el interior, el pescante y los frisones de un landó, o las siluetas de cuatro jóvenes en un faetón; caballos negros, colorados, retintos, con brillantes guarniciones; lacayos con librea, coches de familia, buggys, victorias y cupés; líneas de caballo y líneas de auriga; escorzos de mujer y dorsos de gentlemen, portezuelas abiertas, fondos de carruaje acojinados, plumas de sombrero, beldades perdidas en la sombra, manos enguantadas, todo en movimiento, todo en perfiles fugaces en líneas que apenas dejada la impresión en la retina, eran borradas por otras y por otros en interminable vértigo. (Monsiváis, 2006, p. 34) En este parte del siglo XIX, la crónica tiene una forma flexible en la que entran el humor e innovaciones en cuanto a la lengua. El cronista persigue representar la sociedad mediante el lenguaje coloquial: utiliza proverbios, refranes y expresiones típicas de los lenguajes regionales y elabora así una exploración de una psicología individual. (Corona & Jörgensen, 2002, p. 13) c. El Porfiriato La política de los 30 años de la dictadura del General Porfirio Díaz, fue una política de economía liberal. Enfoca hacia el extranjero y sobre todo intenta atraer mano de obra de los Estados Unidos y de Francia. Por eso se dice “México, madre para los extranjeros, madrastra para los mexicanos”. Durante estos 30 años, el cronista tenía que tener en cuenta las restricciones impuestas por el General Díaz. Esta es la razón por la que los cronistas ya no enfocan la política, sino dirigen la mirada hacia la sociedad en crónicas dichas “temáticas”. (Corona & 14 Jörgensen, 2002) El Duque Job4 fue uno de estos cronistas que describieron costumbres, estilos de conversación, relaciones sociales,… y creyeron así, como ya lo hicieron durante la República Restaurada, un espejo de la sociedad. No obstante, estas descripciones no fueron inocentes. Gutiérrez Nájera y sus contemporáneos consideraban la crónica como “indicadora de los errores de la sociedad, cuya obligación era sugerir cambios” (Abreu, 2007, pág. 19). Hacen entrar sus crónicas en el campo de la crítica y muestran los fracasos y las carencias. Hacia el final del Porfiriato, a los inicios del siglo XX, existieron varias corrientes dentro de la prensa: la prensa partidista, la prensa liberadora y la prensa “objetiva”. Los periodistas de la primera corriente fueron perseguidos por el General quien quería “aniquilarla”. Por eso, los cronistas partidistas, como por ejemplo Martín Luis Guzmán, adoptaron una falsa neutralidad. En la prensa liberadora, se hace la oposición aún más directa: atacan abiertamente la política actual y animan al pueblo para unirse frente a la dictadura. Los corifeos de esta corriente fueron los hermanos Flores Magón. Finalmente hay la prensa “objetiva” que queda sometida a los límites, a la censura que impone la política del General Porfirio Díaz. (Abreu, 2007) Por la introducción de la cultura francesa bajo el mando del General, la crónica latina fue influida por “la chronique”5. Esta influencia implica cambios estilísticos en el género latino. Son cambios fundamentales para todas formas de crónicas que aparecerán después. El género, hasta entonces sobre todo periodístico, evoluciona lento y seguro hacia una forma artística en la que los autores dedican atención especial al estilo, a la lengua, y al papel del individuo. (Corona & Jörgensen, 2002, p. 9) Esto fue el inicio de un movimiento cultural conocido como el Modernismo que se elaborará en el siglo XX. “La valoración del vocablo sorprendente, la cuidada organización del discurso, el rigor y la armonía son enseñanzas que, aun en temas ciertamente frívolos y ajenos, nos entregan ejemplarmente las crónicas modernistas.” (Sánchez, 2010) d. El siglo XX Durante los años revolucionarios y contrarrevolucionarios al inicio del siglo XX (19101928), se establece una tradición cronista muy política, como se ve en la obra El águila y El apodo de Gutiérrez Nájera La “chronique” es un género periodístico francés, nacido en el siglo XIX, en el que el poder de la palabra, la viveza del estilo y el dominio de la lengua, importan más que la veracidad del mensaje. (Moreau, 2008) 4 5 15 la serpiente de Martín Luis Guzmán. Los autores revolucioncitas declaran su visión sobre la guerra y la política sin escrúpulos en obras testimoniales y documentales. Pero como Monsiváis lo expresa muy claramente, “no dura mucho o no es muy persuasiva la libertad crítica que la Revolución Mexicana auspicia” (Sánchez, 2010). La censura sigue existiendo, y se hace más rigurosa cuando en 1929 el PRI llega al poder. Hacia este período, la novela está al centro de la atención y por consiguiente, sufre de la censura que le impone el gobierno. El campo del periodismo, igualmente saltando a la vista, también sufre cambios considerables. El surgimiento de los boletines de prensa, el control gubernamental de la información y la influencia de las técnicas estadounidenses, hacen que los periodistas tengan que rendir en poco tiempo y solo llegan a reproducir el discurso que dispersan las oficinas gubernamentales. El auge de este periodismo comercial tiene como consecuencia que la prensa independiente ya no consigue desarrollarse. En ese momento, la crónica aprovecha su posición marginal en el canon literario. De esa manera, el cronista escapa más o menos a la mirada rigurosa del gobierno y puede disfrutar de una libertad de expresión no obstante limitada. El cronista se ve como la persona adecuada para oponerse al periodismo ligero, infiltrado por el gobierno, que domina el escenario de la información en México. Se comenta, desde el punto de vista burgués de los autores, la sociedad y los efectos de la política sobre ella, en un escenario urbanístico. (Abreu, 2007) A mediado del siglo XX, la prensa se encuentra en manos del sistema capitalista, que aún incrementa más el control y exige que los periodistas sirven a la ideología del sistema. Durante estos “años institucionales”6 (Monsiváis, 2002, p. 31), el avance de la crónica es lento y seguro hacia un género más prominente en la escena literaria de México. Las crónicas que evocan las costumbres del pasado (frecuentemente utópico) y del presente, reproducen en lengua el mundo que los rodea “as such as it happens to [them]” (Monsiváis, 2002, p. 32), como lo dice Salvador Novo que describe y acusa en sus crónicas la sociedad que le marginaliza por su homosexualidad. Novo, junto con otros escritores como José Alvarado, Fernando Benítez, Ricardo Garibay, Vicente Leñero y José Emilio Pacheco anuncian con sus crónicas dirigidas hacia la sociedad, la crónica contemporánea como lo conocemos ahora. (Monsiváis, 2002, pp. 31-32) 6 entre 1940 y el año 68 16 La evolución definitiva hasta la crónica como lo es actualmente, se hace después del año ’68. La transición de una sociedad rural a una sociedad urbana, y la masacre de miles de estudiantes inocentes en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, despiertan a la gente, que se vuelve más exigente respecto a sus derechos. Escritores se sienten responsables de comentar la realidad política, social y cultural y de cambiar de esta manera la prensa que hasta entonces fue demasiado ligada al gobierno. Periódicos y revistas independientes como Excélsior, Unomásuno y Proceso estimulan una visión más crítica sobre la política y sobre la sociedad. (Corona & Jörgensen, 2002, p. 6) A esto se añade la admiración de los mexicanos por el Nuevo Periodismo estadounidense. Este género alba la creatividad espontánea y da libertad al cronista a quien le está permitido elegir temas y estilos a su gusto para aumentar el grado literario de su texto. Esta nueva influencia incita escritores como José Joaquín Blanco, Federico Campbell, Héctor Aguilar Camín, Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska a oponerse al periodismo oficial escribiendo sus crónicas como alternativas de esta tradición dirigida por el gobierno. Estos cronistas ven el acto de escribir y de publicar estos textos, como su responsabilidad social. De esta manera responden a la demanda de los lectores que quieren otra visión de la realidad que la que les impone la prensa “objetivo”. Los profesores, intelectuales, periodistas culturales, poetas,… quieren llegar a una sociedad más libre, mejor informada y más crítica. (Abreu, 2007, pp. 32-33) Lo que caracteriza las crónicas que se escriben después del drama en Tlatelolco es que descubren la realidad desde varios puntos de vista. Autores como Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska vuelven al estilo testimonial del periodo alrededor de la Revolución Mexicana del 1910, incluyen varias voces de muchas y diferentes personas. No obstante, se efectúa un cambio ideológico. Toman una posición más crítica frente a los grupos dominantes, las altas capas de la sociedad. Su intención primera es de darle voz a la gente que no la tiene. Están cerca de los sectores populares y sienten una fuerza de atracción por movimientos sociales, huelgas y estilos de vida que no son los suyos. (Corona & Jörgensen, 2002, pp. 10-11) El autor mantiene una relación más democrática con sus lectores. Se pinta como igual a ellos. La primera persona del autor quiere propagar esto: “Yo soy exactamente igual que tú (el lector), con excepción de que yo ahora tengo los recursos para publicar mis opiniones” (Monsiváis, 2002, p. 35). Transmite esta idea en lenguaje coloquial para acercar el texto a la realidad y a las personas a las que concede la palabra. (Monsiváis, 2002, pp. 34-35) 17 Gracias a la influencia del Nuevo Periodismo, a la popularidad creciente del periodismo, y a la disminución de la censura hasta la tendencia del gobierno a apoyar a las publicaciones de las crónicas, éstas ganan popularidad y se convierten en uno de los géneros más fundamentales de la escena periodística y literaria de México. (Abreu, 2007, p. 20) B. La crónica: un género híbrido Según el diccionario de María Moliner, el término de crónica viene del griego “chroniká biblía”, lo que fueron libros de cronología. Además, este diccionario nos aprende que una crónica está o bien una “obra histórica en que se exponen los acontecimientos por el orden en que han ocurrido”, o bien “información periodística referente a sucesos actuales”(María Moliner). De todos modos, de esta definición muy incompleta y demasiado general ya podemos deducir algunas características muy típicas que figuran en cada crónica, a saber: el papel de la información periodística actual, y el respeto a la cronología. La crónica contemporánea latinoamericana es un género particular e importante para la cultura, y es desarrollado de manera distinta a lo que se suele hacer en otras partes del mundo. La situación política y social de los países latinoamericanos, hace que la crónica actual, que da voz a los marginalizados, se hace más popular en estas regiones que en el mundo occidental donde ya se ha instalado la verdadera democracia. El cronista es el portavoz con consciencia crítica del mundo, que piensa en sus lectores. Los representa y al mismo tiempo intenta convencerlos a apoyarlos en su lucha por llegar a más justicia, escribiendo textos que tratan “la sociedad con sus paradojas, sus miserias, sus miedos y sus sueños más frecuentes” (Abreu, 2007, p. 29). Las crónicas cobran todo tipo de temas: pasan revista a historias y conversaciones de la vida cotidiana, de la gente ordinaria en la calle, hasta relatos de actos políticos, manifestaciones, conferencias, etc.. “El hombre es la materia prima de la crónica, con sus pasiones, sus fallos, su grandeza, su mezquindad, su generosidad.” (Abreu, 2007, p. 28) Crónicas se encuentran sobre todo en periódicos y revistas, aunque hay varios cronistas que quieren “salvar del tiempo fugaz y escurridizo de la prensa ese material que publicaron en los diarios y lo devuelven a la permanencia y firme memoria del libro.” (Sánchez, 2010) 18 En obras teóricas sobre el género de la crónica se encuentra frecuentemente la noción de “género híbrido”. Se llama así porque no es fácil destacar linderos precisos entre la crónica y otros géneros tanto del periodismo como de la literatura. No es posible formular una definición clara y bien limitada de este género, aunque hay algunos rasgos que todas crónicas tienen en común (como por ejemplo la cronología). (Abreu, 2007, pp. 24-25) a. La interdependencia entre el historiógrafo y el cronista El cronista es una especie de historiógrafo puesto que escribe de manera verídica sobre acontecimientos y lo hace por orden cronológico. No obstante, tienen muchos puntos de oposición. El historiador, por ejemplo, no está interesado por la subjetividad, mientras que éste es un aspecto caracterizador de la crónica. El cronista maquilla los hechos de los que relata a causa de su punto de vista subjetivo y su ideología que incluye sutilmente en su texto. Al contrario, el historiógrafo da una relación escrupulosa de la realidad y no anda con rodeos o se deja influir por sus antecedentes o su ideología. La mayor oposición consiste en el momento en el que ambos tipos de autores escriben sus textos. El historiógrafo reconstruye la realidad pasada, que no ha vivido propiamente, lo que sí es el caso con el cronista. Él es testigo de lo que comenta. Esto trae consigo que el historiógrafo esté dependiente del cronista, y viceversa. El cronista registra momentos importantes para la historia de un país, lo que después está utilizado por el historiógrafo para la reconstrucción del pasado. Al revés, el cronista también necesita los escritos del historiador para explicar sucesos de sus tiempos. Trata de explicar fenómenos culturales y étnicos actuales por medio de documentos, investigaciones y archivos redactados y compuestos por historiadores del pasado. (Abreu, 2007, pp. 33-34) b. Entre el periodismo y la literatura Hay múltiples diferencias entre textos que salen del periodismo y otros que son literarios. La función fundamental del periodismo está informar a la gente sobre la actualidad. El periodista se dirige a todo el mundo y escribe por consiguiente en lengua clara, para que cada lector sea capaz de comprender de lo que se trata, desde la primera lectura. El autor de textos literarios, al contrario, tiene otros objetivos. Escribe para un público más concreto que lee para divertirse, para disfrutar de la forma y de la belleza de la lengua que utiliza el escritor. Un texto literario no se debe comprender 19 inmediatamente porque el lector lee sin prisas y está muy dispuesto a re-leer el mismo párrafo una o más veces. (Mesa, 2006) Aunque el periodismo y la literatura parecen dos géneros totalmente distintos, en la crónica se abrazan. Este género fronterizo, también a veces definido como “periodismo literario” (Mesa, 2006), a la vez informa y divierte. La crónica se basa en una fundación periodística. “El referente (de lo que se habla) es el centro neurálgico del texto, es decir, la guía que marca las pautas y a la que el autor debe ajustarse.” (González, 2004) El cronista utiliza la noticia como base para llegar a un texto más sofisticado y personalizado. No obstante, varios aspectos del texto periodístico quedan respetados. Como se publican las crónicas sobre todo en periódicos y revistas, el cronista aún debe tener en cuenta que escribe para un público muy ancho. (Mesa, 2006) Por eso, es recomendado que adapte su estilo para que toda la gente sea capaz de comprender lo que lee. Maneja un estilo claro, denso y transparente, formando frases y párrafos no demasiado largos. De esta manera evita que su texto se vuelva pesado e incomprensible. Otra semejanza con el verdadero texto periodístico, es la función del principio que siempre tiene que captar la atención del lector y animarlo para continuar a leer. (Abreu, 2007, p. 30) Además del informativo y de la comunicabilidad, otro factor indispensable de la crónica es el sello personal y literario del autor. Aunque generalmente está considerado en primer lugar como género periodístico, no obstante se acerca tanto a textos literarios como por ejemplo la novela. El cronista estructura y describe los acontecimientos según le dictamina su creatividad. Incluye anécdotas en forma de monólogos, y diálogos, como lo hace José María Pérez Gay en Joseph Roth. La cercanía del exilio (segunda parte): Hablaban en alemán y, del fondo de la noche, apareció un hombre que se dirigió a Roth: - Me encuentro a sus órdenes – le dijo-. - ¿Qué significa estar a mis órdenes? - Nadie sabe cuándo puede necesitar a un espía, un vigilante o un guardaespaldas. […] - Si me encontró sin conocerme, podrá hallarme y saber para qué lo necesito. Y el hombre desapareció como había llegado. Stefan Fignal le preguntó después qué significaba ese encuentro: - Los hombres – respondió – representan siempre a varias personas: llegan como sucesos y así desaparecen. (Gay, 2007) 20 Además llena su texto con figuras retóricas que llaman a la imaginación como la metáfora (1), la hipérbole (2), incluso a veces la ironía, humorística (3) o no (4). (1) El espejo roto de la memoria (Marquez, 1981, p. 15) (2) Fue destacado como un cerdo (Marquez, 1981, p. 83) (3) […] el que quiso defender su automóvil “porque él no se deja de nadie” se recupera de las heridas en el hospital, y agradece al cielo ganarse nomás un rozón de bala; en su departamentito, el burócrata llora al recordar la pérdida del sueldo de un mes, debe el abono del automóvil y con qué va a comer… (Monsiváis, Apocalipstick, 2009, p. 278) (4) Y hay risas y carcajadas en este día de libertad en una prisión. Y hay sol… (Márquez, 2007) Finalmente, explota las múltiples variables del lenguaje. (Abreu, 2007, p. 31) El vocabulario y las imágenes que utiliza pueden salir tanto de un discurso político (1) como del habla cotidiano. Transcribe el lenguaje rudo que recoge en entrevistas y otras investigaciones: ¡Puta, por poco nos joden! Quedamos entre las dos fuerzas. Veníamos de las posiciones de la guerrilla y nos topamos con una tanqueta. (Martínez, 2007) Rinde un vocabulario íntimo y variado que da el sentimiento a la gente de que no está representada, sino que presenta a sí misma. (Corona & Jörgensen, 2002, p. 13) Embelleciendo así su mensaje, el autor añade a su crónica una capacidad propiamente literaria, es decir “la capacidad efectiva de transmitir una situación, de recrear un suceso en la mente de quien la lee” (Abreu, 2007, pág. 24). Las crónicas de Vicente Leñero son muy ricas en técnica literaria: En sus escritos participaban hasta 60 narradores a los que entrelazaba, manejaba los tiempos, rompía la linealidad, estructuraba a su antojo, hacía gala de habilidad para transmitir, desdibujando la información, la regresaba más nítida y jugaba con la malicia del escritor. Su técnica novelística parecía puesta al servicio de sus textos de prensa. (Abreu, 2007, pág. 24) Además, debido a su estilo literario, el cronista puede legitimar el hecho de que utiliza la primera persona y que narra libremente sobre hechos que ha vivido personalmente sin perder su credibilidad. (Abreu, 2007, p. 24) Carlos Monsiváis define la relación entre el periodismo y la literatura en la crónica de forma aún más explícita: según él la crónica es “la reconstrucción literaria de sucesos o 21 figuras, género donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas” (Monsiváis, 2006, p. 13) c. Entre la información y la interpretación [...] tanto las omisiones como los excesos son el resultado inevitable de las preferencias y simpatías del autor y también de los gustos, juicios y prejuicios de su época. (Sánchez, 2010) La objetividad periodística y la neutralidad son dos nociones diferentes. Por “objetividad”, se entiende “un reflejo fiel de la realidad” (Abreu, 2007, pág. 15). El periodista da una descripción exacta de lo que ve o entiende, pero no se puede esperar que un periodista sea capaz de distanciarse totalmente de sus antecedentes para comentar sucesos. Todo texto periodístico adquiere un carácter subjetivo y personal, fuese el objetivo o no. Los actos de buscar, de seleccionar, de describir y de ordenar hechos, siempre están vinculados con la personalidad del autor y con su visión del mundo. (Abreu, 2007, p. 17) La situación en Honduras ilustra muy bien esta pretendida neutralidad periodística: Honduras es la materialización de las falacias del mito del periodismo neutral y objetivo. Aquí, la “verdad objetiva” es la mentira y el egoísmo insaciable de los patrones, difundido desde los medios. Ellos deciden y dicen, no sólo qué es verdadero y bueno y qué es falso y malo, sino quiénes son los buenos y quiénes los malos. Y lo triste es que la ciudadanía asumió estas mentiras e intereses de los patrones como valores éticos medulares en su existencia cotidiana. (Itzamná, 2011) Dentro del periodismo se distinguen textos con varios grados de subjetividad. Se suele subdividirlos en dos grandes grupos: el periodismo informativo y el periodismo interpretativo. Como ya se puede deducir de las denominaciones, los textos del primero tipo son más objetivos que los del segundo tipo. La noticia, el ejemplo más evidente de un texto periodístico informativo, tiene la función de informar a la gente sobre la actualidad, de manera clara y objetiva. El periodista que escribe textos que pertenecen al segundo grupo, utiliza esta noticia como fundamento para su artículo interpretativo. (Mesa, 2006) Una característica típica de la crónica es el hecho de que el cronista siempre es testigo, incluso a veces participante, del suceso que comenta. Desde esta posición privilegiada describe e interpreta los hechos que se desarrollan delante de sus ojos. El cronista detallista, describiendo objetos, miradas, sensaciones, lugares, acciones,... con mucha 22 perspicacia, tiene el privilegio de crear y recrear el mundo que le rodea desde su punto de vista específico. Ya en la selección y en la ordenación de la información se trasluce la visión personal del autor, puesto que “cualquier selección e interpretación de una noticia excluye necesariamente, otra, por lo que el proceso está sometido a la influencia de instancias subjetivas” (Abreu, p.16). Como Diezhandino lo resume muy bien, la función de la crónica va “más allá de la información, que también forma parte de esta; su esencialidad esta en el juicio, el comentario, las recomendaciones que aporta el cronista” (Diezhandino, 1994, pág. 86) Ejemplos concretos de otras crónicas que no forman parte del corpus La crónica se vuelve cada vez más importante en una prensa escrita que tiene que competir con los medios audiovisuales que han surgido a un ritmo acelerado durante las décadas pasadas. Esta evolución instauró un nuevo grado de inmediatez y generó un cambio considerable en el campo periodístico. La televisión, la radio y el internet son más rápidos en la transmisión de información y por eso tienen como tarea prominente, informar y ofrecer novedades (casi) inmediatamente sobre acontecimientos de la actualidad. Los periodistas del periodismo impreso tienen más tiempo para profundizar e interpretar y por consiguiente focalizan sus textos en el ‘porqué’ y el ‘cómo. La crónica es por lo tanto el tipo de texto por excelencia en un sistema periodístico semejante. El cronista escribe sobre algo desde el conocimiento de los antecedentes y con el objetivo de mostrar una imagen múltiple de los hechos y sobre todo de prever e interpretar las repercusiones posibles en la sociedad. (González, 2004) d. La libertad condicionada del suscrito Todo intento de delimitar el género de la crónica sale siendo en vano. Una de sus características más valientes es precisamente la polisemia inherente generada por la elasticidad de la definición del género. (Corona & Jörgensen, 2002) Se puede por lo tanto afirmar que el cronista goza de una libertad fundamental. La vaguedad de la definición del género implica automáticamente que el autor está bastante libre para imprimir su sello personal. Por eso, Vallvey quiere llamarlo “un género de autor”. Se dice frecuentemente que “las crónicas son tan variadas como los estilos de sus autores”. (Mesa, 2006) 23 El autor, firmando el texto, asume la responsabilidad de dar consistencia y coherencia a los materiales que ha acumulado. Habla en primera persona sobre acontecimientos que ha visto él mismo desde su interioridad. Simplemente no es posible eliminar su propia visión al escribir una crónica. Revelando su identidad, tiene cierta libertad para seleccionar, describir, ampliar, estructurar, estilizar,... a su gusto y por lo tanto realzar su propia opinión. (González, 2004) No obstante, esta libertad está como mínimo condicionada por el núcleo informativo que al fin y al cabo forma la base de la crónica. Aunque está permitido proclamar su visión personal de los hechos, elegir la forma y exhibir su estilo muy personal, no se puede desfigurar la verdad del hecho noticiable. La interpretación subjetiva no implica la desvirtuación de lo ocurrido, como frecuentemente es supuesto por mucha gente. Los juicios de valor y las expresiones de sentimientos o de actitudes están bien ponderados. No nacen del capricho del cronista, sino de su conocimiento detenido y de su experiencia. (González, 2004) C. Recapitulación: los rasgos concretos de la crónica mexicana a. Los rasgos concretos de la crónica Cuando recapitulamos todo lo que hemos visto sobre la historia de la crónica y la hibridad del género, deducimos algunos rasgos que están omnipresentes en todas las crónicas. Algunas de estas características son muy concretas, mientras que otras son más abiertas y por eso susceptibles a la interpretación y la creatividad del propio autor. Las crónicas siempre son relatos no-ficticios de orden cronológico, basados en un núcleo noticioso sacado de la historia o de la actualidad7. El autor, como testigo presencial, da información sobre algunos acontecimientos, y esto de manera muy transparente y clara, para que un público muy ancho pueda leer y comprenderlo. Utilizando un lenguaje directo y sencillo, frecuentemente coloquial, el autor describe en primera o tercera persona lo que ve y oye. Dando así una imagen muy completa de la situación, dirige la lectura hacia una determinada ideología. Desde la Revolución Mexicana, la crónica se ha convertido en un género que critica el gobierno y defiende a la gente maltratada y marginalizada por el discurso oficial. La manera en la que el cronista dirige al lector, está ligada a su estilo personal y difiere de crónica a crónica, o mejor, de cronista a cronista. 7 Más frecuente en la crónica contemporánea. 24 b. La crónica se acerca a otros géneros periodísticos y literarios Como la crónica se encuentra en la zona fronteriza entre el periodismo y la literatura, tiene rasgos comunes con algunos géneros de ambos. Así, la crónica se confunde frecuentemente por ejemplo con el reportaje, el ensayo y el cuento. Dentro del campo del periodismo interpretativo, la crónica compite con el reportaje. A primera vista, parece difícil distinguir estos dos géneros, sin embargo, hay diferencias muy claras. Como ya hemos visto, el cronista siempre está presente en el lugar del suceso que comenta, mientras que el periodista que hace un reportaje no necesariamente tiene que estar en el sitio. Otro rasgo inherente a la crónica es la secuencia del tiempo8. El cronista siempre describe por orden cronológico, lo que no es obligatorio en el reportaje. (Elías Pérez, 2003, pág. 220) La crónica da la posibilidad al autor de expresar su individualidad y no le obliga de llegar a una conclusión. El cronista nos muestra detalladamente una situación que ha visto desde su punto de vista, con su conocimiento del trasfondo,... pero no necesariamente saca conclusiones, como sí se hace en el reportaje. (Abreu, 2007, pág. 23) La crónica también tiene rasgos comunes con el ensayo. Este último es un género literario, asimismo fundado en la actualidad. Todo como la crónica, está sobre todo escrito en lenguaje coloquial y destinado a un público muy ancho que no tiene que poseer conocimiento previo. Al contrario del cronista, el primero objetivo del autor consiste en proclamar explícitamente su opinión personal sobre el hecho noticioso y confirmarlo con argumentos bien estructurados para convencer al lector de sus ideas. El cronista ante todo da la impresión de informar muy detalladamente, e implícitamente, de manera sutil, dirige la lectura hacia su orden de ideas. Lo que aun sí tienen en común es el valor estético que es por lo menos tan importante que el mensaje del texto. (Haro, 2005) Finalmente, la crónica se confunde también con el cuento, un género que surgió también durante las conquistas de la Nueva España cuando se redactaban relatos maravillosos sobre las nuevas tierras descubiertas. A los inicios del siglo XX, cuentistas como Alfonso Reyes y Julio Torri, recrudecían en sus cuentos la Revolución y los problemas de los indígenas. La crónica y el cuento se basan pues ambos en la situación actual, pero se 8 crónica : del lat. "chronica", del gr. "chroniká biblía", libros de cronología (María Moliner) 25 distinguen por su carácter respectivamente no-ficticio y ficticio. El cuento es una verdadera historia con personajes ficticios y situaciones inventadas que sirven como metáforas para la realidad, mientras que en la crónica se describen acontecimientos reales con actores realmente existentes. 26 3. Análisis genérico de las 3 crónicas de Elena Poniatowska En este capítulo analizaremos tres crónicas de Elena Poniatowska: La noche de Tlatelolco, Nada, nadie, y Amanecer en el Zócalo, respectivamente sobre la masacre en la Plaza de las Tres Culturas del 2 de octubre en 1968; el terremoto de ’85 y sus consecuencias; y el plantón que fue organizado en 2006 para denunciar el fraude electoral en las elecciones presidenciales. En una primera parte se aclaran los hechos noticiosos que forman los núcleos de las crónicas. En la segunda parte, investigamos las técnicas que utiliza la autora para imprimir su sello personal e introducir su propia visión en estas obras testimoniales. A. Hechos noticiosos a. La masacre de Tlatelolco (1968)9 En Europa, el año 1968 lleva ante todo a pensar en el famoso “mayo del 68”, las protestas estudiantiles en Francia. Pero no solo en Francia los estudiantes se agrupan para protestar contra la política de su gobierno. En Checoslovaquia había la Primavera de Praga, en los Estados Unidos Lyndon Johnson se retiró de las elecciones presidenciales después de meses de protestas, e incluso los estudiantes belgas se reunieron en la calle contra la influencia de la francofonía en la Universidad de Lovaina. En la memoria mexicana, el 2 de octubre 1968 quedó grabado para siempre como el día en el que cientos de estudiantes inocentes fueron detenidos o matados por el Ejército. La masacre de Tlatelolco fue el punto de culminación de protestas contra el autoritarismo que habían comenzado a fines de julio de este mismo año. Ya desde 1929, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tenía el poder absoluto en México y llevaba una política muy autoritaria. Muchos mexicanos estaban descontentos con este enfoque y para organizar y llevar a cabo plantes, querían utilizar la atención que recibió su país por los Juegos Olímpicos, que por primera vez serían organizados en América Latina y además en su país. 9 Este parte se basa en (Schuessler, 2007, p. 49) y (Poniatowska, 2007) 27 Los estudiantes, apoyados por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se tropiezan con un Ejército muy violente, lo que arrecia protestas más y más ardientes. Esta marcha de 146 días llega a su fin en la Plaza de las Tres Culturas, el 2 de octubre de 1968. Esta plaza, hasta entonces conocida como el símbolo del origen de la cultura mexicana donde se efectuó la última batalla de la conquista de México por los españoles, se convirtió en 1968 en un camposanto. Aquel día, diez días antes de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, 15 mil personas se reunieron en las calles de la Ciudad de México para protestar contra el Ejército que en septiembre había ocupado la Ciudad Universitaria y detenido a 500 alumnos y maestros. Alrededor de cinco mil manifestantes concurrieron en frente de un bloque de viviendas en la Plaza de Las Tres Culturas para otra protesta apacible, cuando, a las 18h10, uno de los organizadores de la manifestación se dio cuenta de la abundante presencia militar y quiso suspenderla, pero ya era demasiado tarde. La Plaza estaba rodeada por cinco mil soldados y 300 tanques del Ejército y del Batallón Olimpia, que enseguida comenzaron a disparar sobre los manifestantes. Al final de este infierno, los cuerpos de cientos de estudiantes quedaron dispersos en la Plaza, otros fueron llevados al hospital con heridas en todas partes del cuerpo, y cerca de dos mil personas fueron arrestadas. Periodistas nacionales e internacionales que estaban presentes, fueron detenidos o forzados a entregar su material fotográfico y los periódicos recibieron la orden de “no [dar] más información” (Poniatowska, 2007). De eso, el 3 de octubre, sólo El Universal habló sobre la masacre. Los otros periódicos minimizaron los acontecimientos y algunos incluso echaron la culpa del desastre a los estudiantes. De esta manera, los Juegos Olímpicos se llevaron a cabo sin problemas, y sin que el resto del mundo supiera algo de la sangrienta represión del 2 de octubre. Después de esta masacre, el gobierno PRI se tambalea. Tanto la represión violenta como la resistencia armada aumentan y se instaura gradualmente un período de cambio. b. El terremoto de 1985 El 19 de septiembre de 1985 a las 7h19 los mexicanos fueron despertados brutalmente por un terremoto con una magnitud de 8,1 en la escala de Richter. Este causó grandes estragos en Chiapas, Oaxaca, Puebla y Veracruz, pero el Distrito Federal (a 400 kilómetros del epicentro) padeció la destrucción más grande. Muchos murieron o quedaron heridos en este denominada “peor tragedia en la Ciudad de México” (Campost, 28 2005). Cifras oficiales del gobierno nos dicen que fallecieron entre seis y siete mil personas y que hubo diez mil heridos. (Campost, 2005) No obstante, la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL) certificó que veinte seis mil mexicanos murieron y otras organizaciones de damnificados calcularon aún más fallecidos. El número de heridos también fue más alto que el reconocido por el gobierno. Más de cuarenta mil personas quedaron afectadas. Además 50 mil personas aproximadamente perdieron sus hogares. (Cuevas, 2005) El gobierno de Miguel de Madrid no intervino en la acogida de los víctimas de este desastre. “Soldados y policías acordonan la zona para evitar el pillaje, pero no intervienen en el auxilio.” (Cuevas, 2005). Incluso dificultan la situación, minimizando el problema. Al contrario, la solidaridad de la gente fue enorme: “Provenientes de todas las clases sociales suman voluntades y esfuerzos para salvar a los sobrevivientes atrapados en los escombros, habilitan cientos de albergues; reparten alimentos y ropa a las 150 mil personas que de golpe quedaron en la calle por el terremoto. Otros recolectan ayuda, distribuyen agua, insumos, implementos, organizan el tránsito. Profesionistas, trabajadores y estudiantes revisan inmuebles o ayudan a la demolición, previenen epidemias, vacunan, preservan cadáveres, prestan atención psicológica a las víctimas.” (Cuevas, 2005) Inmediatamente después del temblor, la gente se organiza para ayudar a las víctimas y para la reconstrucción de la Ciudad. Responden a la emergencia donde el gobierno falla. Durante estos tres o cuatro días, el vacío de poder fue llenado por los ciudadanos mismos. “La gente se encargó de la organización de la ciudad” (Cuevas, 2005). Este desastre constituye un momento crucial en la vida social y política de la capital y de todo México. Es el inicio de un régimen que acepta la participación de organizaciones civiles. Un poco más que un mes después del terremoto, el 24 de octubre, unas cuarenta organizaciones que reaccionaban inmediatamente ante la emergencia, se agrupan en la Coordinadora Única de Damnificados (CUD). En mayo del año 1986 el nuevo secretario de Desarrollo Urbano y Ecología Manuel Camacho Solís firma con el CUD el Convenio de Concertación Democrática para la reconstrucción. Eso fue un gran paso adelante en la política mexicana en la que hasta entonces jamás había existido cooperación con actores independientes. “La CUD produjo un movimiento plural y tolerante que convirtió la solidaridad inicial en organización social” (Cuevas, 2005). (Urrutia, Martínez, & Aranda, 2006) 29 El gabinete del PRI, que ya desde 1929 tenía el poder absoluto en México, se tambaleó y las disputas internas en el seno del mismo partido provocan una quiebra progresiva. Cuauhtémoc Cárdenas se retira del PRI, funda el Partido de la Revolución Democrática (PRD), y lanza su candidatura en 1987. Desgraciadamente, una evolución tan drástica no se hace de un día para otro. Las elecciones son acompañadas de violencia y de fraude, y los mexicanos tendrían que esperar hasta 1997 para ver un triunfo de Cárdenas10, y hasta 2000 para ver elecciones verdaderamente democráticas. c. El plantón en la Ciudad de México, respuesta al fraude electoral (2006) El 2 de julio de 2006, después de un día calma de sufragios que transcurrió en paz y con una participación electoral masiva y civilizada, las elecciones presidenciales caen en un callejón sin salida (Elecciones contaminadas, 2006). El Instituto Federal Electoral (IFE) aplaza la notificación de los resultados porque “no es posible determinar, dentro de márgenes científicos establecidos para el recuento rápido, al partido o coalición que haya obtenido el mayor porcentaje de la votación emitida”11, la diferencia entre los dos candidatos más populares es demasiado pequeña. De esa manera la credibilidad del IFE va creciendo. Incertidumbre y confusión reinan entre los partidarios de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que se habían congregados en el Zócalo para apoyar a su líder. Según los resultados provisionales que lanza el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) durante la noche del 2 de julio y los día siguientes, las elecciones son ganadas por Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN), con más o menos 1% de ventaja sobre el candidato de la coalición Por el Bien de Todos, AMLO del PRD. Estos resultados son sospechosos. En una conferencia de prensa AMLO muestra que hay ciertas irregularidades. La primera consiste en el hecho de que en las elecciones que se efectuaron el mismo día para elegir diputados y senadores, hay más actos de elección que en la elección presidencial. Además, faltan tres millones de votos. Se sabe porque el PREP había registrado una participación ciudadana de 59,38 por ciento, lo que quiere decir que normalmente 42 millones de mexicanos votaron, pero en los resultados de las elecciones presidenciales sólo se cuentan 39 millones. (Garduño & Becerril, 2006) Se hace Jefe de Gobierno del Distrito Federal dixit Luis Carlos Ugalde, presidente del IFE (Urrutia, Martínez, & Aranda, Dramático impasse para conocer al ganador de la elección presidencial, 2006) 10 11 30 Al 6 de julio, el IFE anuncia las cifras finales: Felipe Calderón gana las elecciones con una ventaja del 0,58 por ciento sobre Andrés Manuel López Obrador. (Urrutia, Aranda, & Martinez, Ugalde se adelanta al TEPJF y declara ganador a Felipe Calderón, 2006) Las dirigencias de PRD, Partido del Trabajo (PT) y Convergencia12 y sus partidarios sospechan fraude y no reconocen los resultados. Exigen que los votos sean recontados “voto por voto, acta por acta y casilla por casilla” (Becerril, 2006), que “el IFE presente cifras nítidas, rigurosamente contadas y libres de toda sospecha” (Elecciones contaminadas, 2006). AMLO, el gran mascarón de proa, se prepara para plantear un juicio de inconformidad ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y presenta una estrategia de resistencia de cuatro puntos durante la primera “asamblea informativa” (Becerril & Garduño, Convoca AMLO a marcha nacional por la democracia, 2006) organizada en el Zócalo, lo que con motivo de este reunión se llenó con más de medio millón de ciudadanos. 1. Que llevemos a cabo una marcha nacional por la democracia, a partir del miércoles próximo, desde todos los distritos electorales del país hacia la ciudad de México. 2. Les propongo también que el domingo 16 de julio, de mañana en ocho días, llevemos a cabo la segunda asamblea informativa y nos volvamos a congregar en este Zócalo de la ciudad de México. 3. Convoco a la formación de comités de difusión que ayuden a informar a todos los ciudadanos del país y a contrarrestar la estrategia que ya han montado nuestros adversarios para confundir y desalentar la participación ciudadana en favor de la democracia. 4. Es algo simbólico pero muy trascendente, que volvamos a portar, como en el desafuero, el moño tricolor, como distintivo de la lucha por la democracia en México. (Obrador, 2006) Después de casi un mes de asambleas, de marchas, de movilizaciones pacíficas,… ya no hay resultado positivo para los luchadores por la democracia. Por eso, el 29 de julio, AMLO propone otro plan de resistencia: un plantón gigante del Zócalo hasta la fuente de Petróleos. El Zócalo se ha convertido en un gigantesco albergue en el que miles de personas de todo el país viven desde el domingo pasado con un solo propósito: exigir el recuento voto por voto. (Becerril & Mendez, 2006) 12 Los partidos participando a las elecciones al lado del PAN de Calderón 31 Así la gente muestra que se está harta de la corrupción del gobierno que nunca ha desaparecido, a pesar de las muchísimas protestas en las décadas pasadas. Durante 50 días luchan para llegar a la democracia y parecen tener éxito. Al 16 de septiembre la Convención Nacional Democrática (CND) designó a Andrés Manuel López Obrador “presidente legítimo de México”, y prometió que tomase posesión del cargo el 20 de noviembre, en el Zócalo. (Becerril, Saldierna, & Garduño, 2006) Podemos concluir que, en estas tres ocasiones, el pueblo experimenta grandes desventajas por parte del gobierno no democrático e incompetente, pero no se desanima sino da la cara por sus derechos. Elena, con sus crónicas, apoya a esta gente, les da una voz y les apoya en su lucha para un México más democrático en el que todo el mundo puede ser feliz, y no sólo la élite. B. Sello personal a. Primer encuentro con las obras Como ya mencionamos en el capítulo sobre el género de la crónica, Elena Poniatowska se inscribe en la generación de cronistas que se dirigen hacia la gente y que utilizan sobre todo sus testimonios para enfrentar el status quo de la sociedad mexicana, incluso a veces con motivos políticos. It’s about giving voice to the marginalized and the dispossessed, opposing and destroying the idea of news as merchandise, denying ideological assimilation and appropriatin by the cominant class… [It’s about] starting from a class analysis or, at least, from a clear and persistend defense of civil rights” (Corona & Jörgensen, 2002) Esta estructura testimonial se encuentra claramente en las tres crónicas que fueron analizadas aquí. El ensamblaje de diferentes voces es una característica común de las tres obras, aunque difieren por la manera en la que los testimonios están presentados y estructurados, y por su origen. En La noche de Tlatelolco, se cuenta el momento culminante del Movimiento Estudiantil. La historia del Movimiento y su final sangriento se narran a través de varios tipos de escritos que atestiguan sobre los acontecimientos más y menos llamativos de este período. Testimonios orales (transcritos cuidadosamente por la autora), artículos de prensa o solamente sus títulos, coros y mantas que se captan en la calle, jirones de conversaciones que se escuchan al pasar, etc., se presentan muy demarcados. Después de cada fragmento, separado por una línea blanca, está señalada muy formalmente la 32 identidad del testigo y a veces el contexto en el que la autora ha grabado el testimonio particular. No obstante, estos testimonios cortados y esparcidos, forman un todo coherente que logra crear el ambiente y reflejar el imagen completo de la situación. Nada, nadie se acerca mucho a La noche de Tlatelolco en cuanto al aspecto del ensamblaje de voces auténticas de la gente. Esta crónica también contiene artículos de prensa (tanto de periódicos del Distrito Federal como de la prensa de otras ciudades), testimonios orales y fragmentos de conversaciones, todo como en su primera gran crónica. Estos dos últimos tipos de textos, ya fueron envueltos en pequeñas crónicas que escribió Elena durante los tres meses siguientes al desastre para los periódicos Novedades y La Jornada., lo que se sabe por un testimonio de la autora misma en una entrevista con Cynthia Steele (Castillo, 2009, pp. 10-11): En los días que siguieron fui a la Colonia Guerrero, en el centro, y a otra colonia en San Antonia Abad. Una noche me llamó Julio Scherer, de la revista Proceso, y me dijo, “Oye, ¿qué estás haciendo, Elena?” Y yo, “Pues, estoy haciendo lo que todos hacen, ¿no?” Me dijo, “Acabo de hablar con Monsiváis y dice que ¿qué está haciendo la mejor cronista de México sentada en su casa?” “Ay, pues no estoy sentada en mi casa pero no puedo escribir. De qué sirve escribir; hay que ayudar con las manos.” Entonces me dijo, “Tienes que hacer lo que tú sabes hacer, Elena, y no andar cargando cubetas que otros pueden cargar.” Luego ya me habló Monsiváis y me dijo, “Ponte a escribir.” […] Entonces empecé a publicar diario, diario, diario, durante casi tres meses. (Steele, 1989, p. 102) A estas pequeñas crónicas de Elena misma, en las que son encarnados los testimonios y conversaciones que ha coleccionado durante tres meses, y a los artículos e investigaciones de colega-periodistas y miembros de su taller de escritores, se añaden “textos escritos especialmente para este libro” (Poniatowska, 1988, p. 9). Estos textos son claramente demarcados, siempre de la misma manera: se anuncian por el nombre del autor y terminan por el símbolo “■”. Los otros testimonios y artículos son fluidamente entrelazados, se distingue difícilmente los límites de cada uno de ellos. De nuevo, este ensamblaje de varios puntos de vista encarnados en varios tipos de textos forma una historia coherente y total sobre el desastre del Jueves 19 de septiembre, 1985 y las semanas de rescates y reconstrucción que siguieron a este día devastador. En la tercera obra que cae en el foco del interés, Amanecer en el Zócalo, la autora cambia radicalmente la técnica literaria. Esta vez, ella misma es participante activa del plantón y escribe un diario sobre lo que vive, oye y ve. Como en las dos otras obras también inserta testimonios, artículos periodísticos y todos los discursos oficiales que pronunció 33 AMLO durante este período de 50 días, pero los presenta desde su punto de vista. Elena es la única autora de este libro, como se ve en el ejemplo siguiente: La ceremonia habría encantado a mamá. Había dicho: “C’est de très bon goût” yo también me siento en mi elemento. Pero también me siento en mi elemento en el plantón y se lo digo al dueño de la casa, Miguel Escobedo, quien me asegura: “Yo voté por Andrés Manuel Lopéz Obrador”. (Poniatowska, 2007, p. 175) Leo que según Ana Mónica Rodríguez de La Jornada, Isela Vega en el Hemiciclo a Juárez respondió a una mujer que le gritó “terrorista”, “no hay cosa peor en esta vida que una pinche veja pobre defendiendo los ricos”. (Poniatowska, 2007, p. 211) En Amanecer en el Zócalo no deja la función de ‘narrador en primera persona’ a los otros, como sí lo hace en La noche de Tlatelolco y Nada, nadie. b. La crónica se opone al discurso oficial univoco i. Los motivos de la escritora En la autobiografía ya se evidenció que Elena Poniatowska se dirigía cada vez más hacia las clases más bajas de la sociedad. Ya en sus años de moza tiene contacto con gente de estas clases a través de los criados, y sobre todo a través de su buena relación con su niñera Magdalena Castillo. Como ya mencionamos, Elena ante todo aprendió la base del español de esta niñera mestiza, con todas las divergencias gramaticales y el vocabulario regional, lo que más tarde le sirve bien para sus entrevistas. I just have a way of making people want to talk about themselves, and I have never in my life felt any rejection out on the street, from the people. I’d say it has a lot to do with my foreignness, with my desire to belong. It also has a great deal to do with the fact that I didn’t learn Spanish from my family, but rather with the people who worked in our home. That created an initial closeness, and later I’ve always been able to speak easily with everyone. Colloquial language is a bond between us, and people respond easily to me. (Jörgensen, 1994 , pág. xi) A este contacto con la clase baja, se añade la aversión que sentía como niña hacia la admiración de su madre para la élite y la idea de que ella misma pertenecía a esta clase alta. Además, el encuentro con el Santa Claus amargado y sus visitas al Palacio de Lecumberri funcionaron como punto de inflexión tras el cual Elena se vuelve hacia la gente de las clases media y baja, y sale en defensa de los derechos de esta gente que jamás fue oída antes. ii. La polifonía “El lenguaje del poder sencillamente es “otro”. Al pueblo, aunque hablen tanto de él, nunca le han concedido más papel que el de extras; los jefes siempre han estado allí para obstaculizar, para 34 paralizar, para cerrar el paso, para cultivar la antesala. Si no ¿por qué no están aquí los protagonistas de la tragedia? ¿Por qué en vez de oír a una costurera, a un damnificado, a un socorrista, tenemos que oír al político de siempre, al burócrata, al funcionario de coche y chofer?” (Poniatowska, 1988, p. 101) Dando la palabra a una multiplicidad de personas de todas las clases y todos los partidos, se crea una imagen mucho más matizada y creíble de los hechos, que en los informes desde un solo punto de vista. La cronista, contrario al periodismo oficial, que sólo comunica la versión de la actualidad que le conviene al gobierno, evita “the indignity of speaking for others” (Michel Foucault, 1972). Elena también da voz a los que no la tienen en este “discurso univoco del Estado” (Castillo, 2009, p. 24) y de esta manera nos muestra una variedad de interpretaciones de los mismos hechos, aunque a veces sean contradictorias. En La noche de Tlatelolco y Nada, nadie, los testigos reciben cada uno la autoridad sobre una pequeña parte del relato. Tan pronto unas líneas, tan pronto unas páginas les pertenecen, en las que nos explican su historia u opinión personal desde su propio punto de vista. Elena Poniatowska los identifica a los autores bien después, bien antes, bien en medio de su relato. En Amanecer en el Zócalo, en cambio, Elena también incluye las voces de otros, pero las encaja en su propio discurso. No les presta la paternidad literaria completa. Se ve claramente la diferencia en los ejemplos siguientes, respectivamente de La noche de Tlatelolco; Nada, nadie; y Amanecer en el Zócalo13: Yo no entré al Movimiento; ya estaba yo adentro creo desde que nací. Ése es mi medio, es el aire que respiro y para mí el Movimiento significaba defender mi casa, mi mujer, mis hijos, mis compañeros. ● Ernesto Olvera, profesor de matemáticas de la Preparatoria 1 de la UNAM, preso en Lecumberri (Poniatowska, 1971, p. 18) El joven Alejandro Pérez Lara Pardo, hijo del ingeniero Raúl Pérez Pereyra, se enteró en París de la catástrofe del 19 de septiembre, en la cual perdió a su madre, a su hermana Diana y a sus dos sobrinos Leonardo y Orlando: El viernes a las 4 de la tarde me dieron la noticia. Sabiendo que vivían en un edificio nuevo y moderno, el Tehuantepec número 12, no tuve miedo. (Poniatowska, 1988, p. 124) Cuando nacemos hacemos un pacto para toda la vida. Lo firmamos a ciegas hasta el día en que nos damos cuenta de que no hemos llegado a la democracia. México no llega nunca. “Ni Calderón ni AMLO tienen la importancia que tú les das, lo que importa es México”, insiste Rosa Nissan. “Ya no te preocupes, si las cosas no salieron ahora, 13 La diferencia se muestra también en la presencia o no de comillas. 35 organicemos bien a la izquierda para que gane en el 2012”. Y luego concluye “Cuando viajo fuera de México llevo mi patria adentro”. (Poniatowska, 2007, p. 119) En cuanto a la clase de la que salen las voces, hay una semejanza entre Nada, nadie y Amanecer en el Zócalo, en las que en la mayoría de los testimonios se concede la palabra a la capa más ancha y baja de la pirámide social de México. Son las principales víctimas del gobierno incompetente en tiempos de desastres (Nada, nadie), o corrupto en tiempos de elecciones presidenciales (Amanecer en el Zócalo). Fueron los edificios en los barrios populares de la Ciudad de México que más afectados estaban por el terremoto, mientras que las zonas donde vivía la élite quedaron intactas. Al plantón participaron sobre todo campesinos tanto de la provincia como de los alrededores de la ciudad, verduleras, chóferes, indígenas, “pejeviejitos”, etc. los que sufren lo más bajo el mando derechista. En La noche de Tlatelolco se cuenta el relato del Movimiento estudiantil y son por consiguiente sobre todo los estudiantes y los profesores, que pertenecen generalmente a la clase media o alta, quienes toman la palabra. Sin embargo, al lado de estos excluidos del discurso gubernamental, también cede la palabra a los oficiales, pero nunca de manera extensa y sobre todo mediante artículos de la prensa oficial o manifiestos oficiales dirigidos al pueblo en general. Muestra opiniones y versiones muy diversas, incluso a veces contrarias, de los mismos sucesos, para no incurrir en el mismo error que el discurso oficial unitario. Cabe decir que la polifonía disminuye mucho en Amanecer en el Zócalo, comparado con La noche de Tlatelolco y Nada, nadie. En la primera, el discurso gira sobre todo en torno a los tres protagonistas: Elena Poniatowska, Jesusa y AMLO. Este político izquierdista es el protagonista de la obra, y por eso es importante que su discurso forma el centro de la atención. Elena todavía compone una imagen completa y polifacética, dando la palabra a “los crédulos y los incrédulos, los expertos y los de a pie, los ladridos de la derecha analfabeta y la izquierda que añora Stalin” (Luna, 2007), pero con su nueva técnica literaria14 impide que estos otros testigos se destaquen y copen la atención que en realidad tiene que ser dirigida hacia AMLO. La voz de este candidato presidencial no puede de ningún modo ser ahogado por las voces de la gente de la clase baja, por otro lado estas voces son necesarias para propagar su mensaje. 14 Escribió esta crónica en forma de diario personal 36 No obstante podemos concluir que en las tres crónicas, Elena Poniatowska colecciona una multitud de testimonios procedentes de todas las clases sociales relevantes en la situación que se describe, completado con otras fuentes de información como artículos de prensa, manifiestos y alocuciones, mantas y coros, poesía y otros textos literarios, etc., con los que forma “a coherent but polysemic composition which no single speaker can dominate.” (Jörgensen, 1994, pp. 77-78) iii. El papel de la autora-editora En crónicas como las de Elena Poniatowska, en las que se incluyen muchos textos testimoniales y otros tipos de textos, contados o escritos por otros, surgen preguntas sobre el papel de la autora. Si es verdad que “la crónica da paso a la expresión de la individualidad de sus autores” (Abreu, 2007, p. 21), ¿cómo se exprime su individualidad cuando casi nunca propiamente toma la palabra? En Amanecer en el Zócalo, el papel de la autora está bastante claro. La crónica está redactada como diario personal de Elena Poniatowska, por lo que el papel de la autora es el de protagonista, de testigo prominente. Describe siempre en primera persona lo que ella misma oye, ve y hace. No obstante, inserta testimonios y opiniones de otros, pero siempre entre comillas o en la tercera persona, lo que crea una especie de lejanía. Incluso cuando deja la palabra a AMLO, objeto principal de la crónica, siempre lo hace desde una distancia. Sus acciones y discursos no se comentan en forma de diálogo con la escritora, sino se reportan como oficiales y dirigidos al pueblo. Esto queda muy claro en la fórmula fija que adopta cuando cita sus discursos, siempre anunciado por “AMLO DICE:”. El hecho de que Elena Poniatowska es la única autora de su diario personal, y que manifiesta públicamente su apoyo a AMLO y su política de izquierda, ya hace bastante claro el mensaje que quiere propagar con su libro. En las dos otras crónicas, al contrario, la presencia concreta de la autora está mucho más disimulada, lo que la obliga a utilizar otras técnicas para realzar su aviso. En La noche de Tlatelolco Elena sólo se presenta concretamente en cuatro fragmentos, firmados por “E.P.”. El primero fragmento se encuentra al inicio de la crónica y forma un cuadro para lo que sigue. Prepara al lector al choque que originará el material reunido en el libro, incluyendo un contraste repentino y conmovedor en estos pocos párrafos 37 que establece el ambiente emocional que será presente durante la lectura de toda la crónica. (Jörgensen, 1994, p. 82) Son muchos. Vienen a pie, vienen riendo. Bajaron por Melchor Ocampo, la Reforma, Juárez, Cinco de Mayo, muchachos y muchachas estudiantes que van del brazo en la manifestación con la misma alegría con que hace apenas unos días iban a la feria; jóvenes despreocupados que no saben que mañana, dentro de dos días, dentro de cuatro, estarán allí hinchándose bajo la lluvia, después de una feria en donde el centro del tiro al blanco lo serán ellos” (Poniatowska, 1971, p. 13) Dos otros fragmentos firmados por E.P. están colocados al inicio de la segunda parte del libro que lleva el mismo título que la propia crónica, y el cuarto fragmento se encuentra al final de la crónica, cuando menciona la muerte y el entierro de su hermano Jan Poniatowski. La presencia de estos fragmentos concretamente firmados por la autora, tienen una función doble. (Jörgensen, 1994, p. 83) Por un lado, muestran su presencia y su responsabilidad por el contenido del libro. Por otro lado, acentúan que está ausente en todos los otros párrafos, y que “este relato les [los testigos] pertenece. Está hecho con sus palabras, sus luchas, sus errores, su dolor y su asombro.” (Poniatowska, 1971, p. 164) No obstante, en algunos fragmentos sí podemos descubrir su presencia. En un diálogo entre alguien y Jan Poniatowski, el hermano de Elena. Sabemos que este alguien es la autora porque Jan la llama “mana” (Poniatowska, 1971, p. 40). También, a veces, en los testimonios, de los que sabemos que Elena Poniatowska propiamente los ha coleccionado, a veces los testigos dirigen literalmente la palabra a su entrevistadora, como por ejemplo la actriz Margarita Isabel, que de vez en cuando quiere verificar si Elena aun sigue su relato o no, utilizando la expresión “¿ves?”: “Una vez en una manifestación que rodearon los granaderos y los soldados, los muchachos se pusieron furiosos, ¿ves?, porque nos tocaba como a veinte granaderos por piocha, o casi, casi. […] no me dejaba pasar y yo le pitaba y le pitaba y le pitaba, ¿ves?, y el camión que andaba como a setenta u ochenta, no se hacía a un lado.” (Poniatowska, 1971, p. 95) Nada, nadie asimismo puede ser visto como “una gran cita directa que recuerda la tendencia […] de esconderse y dejar al enunciador discursivo con el lector solo” (Cárdenas, 2006). Los únicos momentos en los que concretamente interviene es cuando introduce a los testigos o cuando reúne y resume comentarios que trae de periódicos del Distrito Federal y de otras provincias: 38 “Fernando Prieto Hernández, médico de la Unidad de Neumología del Hospital General, fue uno de los que decidió atender a la población en la explanada del metro a partir del jueves 17 de octubre: […]” (Poniatowska, 1988, p. 161) “El día 20 se desmenuzan los gritos. Excélsior, La Jornada, el Día, Unomásuno, El Universal, Novedades, La Prensa, El Sol de México, El Financiero, Ovaciones, El Nacional, hablan inicialmente de cuatro mil muertos, siete mil desaparecidos, diez mil heridos, aunque la cifra exacta tal vez nunca se sepa. Los daños son incalculables, las pérdidas multimillonarias. Los diarios hacen hincapié en que cien médicos, doscientas mujeres y un gran número de recién nacidos están atrapados en el Hospital General.” (Poniatowska, 1988, p. 20) Aunque en La noche de Tlatelolco y Nada, nadie , Elena Poniatowska parece casi invisible, desempeña un papel imprescindible: el de editora. Su autoridad consiste en la selección y la estructuración de los materiales que ha coleccionado. Cortando los testimonios y combinando estos fragmentos entre sí y con otros tipos de textos forma una historia completa y coherente, y sutilmente dirige la lectura en una dirección ideológica: en contra del gobierno. La autora es “at once accessory and essential to the voices she records, marginal and central to their story.” (Jörgensen, 1994, p. 80) Dando una impresión objetiva con su ensamblaje en el que da la palabra a otros sin que ella misma intervenga, no obstante introduce su propia visión sobre los sucesos y sobre el comportamiento del gobierno mediante una selección y un montaje muy personales. iv. La selección Elena Poniatowska, antes de finalmente redactar sus crónicas, escuchó cientos de testigos procedentes de todas las clases y de todos los partidos que participaban en los conflictos. Seguidamente, de todas estas fuentes tenía que escoger fragmentos útiles para su obra. Aunque compone un ensamblaje polifacético con voces de varios puntos de vista, sin embargo favorece en su selección la gente ‘normal’ que sufre bajo el mando del gobierno priísta15 demasiado autoritario e incompetente en caso de desastre. Esto lo hace de diferentes maneras más o menos sutiles. En La noche de Tlatelolco, sólo el número mayor de testimonios a favor de los estudiantes y su Movimiento ya indica la parcialidad de la autora. Se concede mucho más frecuentemente la palabra a los estudiantes y sus partidarios, quienes reciben más espacio para exponer sus historias personales o la información que según ellos es lo más importante para esbozar la situación actual. El contraste entre la longitud de los 15 “Priísta” es un adjetivo deducido de “PRI” 39 fragmentos mayores de ambos partidos es significante y representativo para la tendencia general del libro: el testimonio del Artemisa de Gortari, quien “apoyó sin titubeos el movimiento” (Vázquez, 1997) se extiende sobre unas tres páginas (Poniatowska, 1971, pp. 103-106), mientras que el testimonio más largo procedente del lado del gobierno sólo cuenta menos de media página. (Poniatowska, 1971, p. 37) Además, el grupo que se opone al gobierno no se limita a los estudiantes, pero también queda respaldado por profesores, obreros, padres, ciudadanos, artistas, etc. que se dedican todos al Movimiento de manera personal. Así se oponen a la voz gubernamental que es mucho menos variada. A esto se añade que frecuentemente no se especifican las identidades de estas voces oficiales. A menudo sólo se identifican por “oficial” (Poniatowska, 1971, p. 59) o “Mano Blanca” (Poniatowska, 1971, p. 239). Un ejemplo muy marcado de esta especie de “deshumanización” frente a la personalización de los participantes al Movimiento es el siguiente: ¡Es triste tener que morir tan joven! ¡Si no te hubieras metido de agitador; ahorita estarías libre y tranquilo! ● Un oficial al delegado por la Escuela de Chapingo ante el CNH, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca en el Campo Militar número 1 (Poniatowska, 1971, p. 28) Sí se especifican las identidades de los grandes hombres del gobierno como el secretario de Gobernación Luis Echeverría o el presidente Gustavo Díaz Ordaz. Finalmente, salta a la vista que el discurso de los oficiales siempre está impersonal e impasible. A causa de la deshumanización por la anonimidad de estas personas, el lector ya no está inclinado a adjudicarles sentimientos o emociones, lo que aún se refuerza por el hecho de que nunca tienen ocasión de hablar de forma detallada sobre sus experiencias personales. La autora sólo los cita cuando dicen o gritan cosas irrespetuosas, dentro de testimonios de oponentes, o a través de artículos o discursos oficiales dirigidos al pueblo en general: ¡Contra la pared, hijos de la chingada, ahorita les vamos a dar su revolución! ● Un “Mano Blanca” a varios miembros del CNH (Poniatowska, 1971, p. 239) Son cuerpos señor… 40 ● Un soldado al periodista José Antonio del Campo, de El Día (Poniatowska, 1971, p. 274) El gobierno de la República está en la mejor disposición de recibir a los representantes de los maestros y estudiantes de la UNAM, del IPN y de otros centros educativos vinculados al problema existente, para cambiar impresiones con ellos y conocer en forma directa las demandas que formulen y las sugerencias que hagan, a fin de resolver en definitiva el conflicto que ha vivido nuestra capital en las últimas semanas y que ha afectado en realidad, en mayor o menor grado, a todos sus habitantes. ● Luis Echeverría, secretario de Gobernación, 22 de agosto de 1968 (Poniatowska, 1971, p. 37) También en Nada, nadie, Elena contrapone los habitantes de la Ciudad de México al gobierno mediante la selección ponderada de testimonios y textos adicionales. A primera vista no agrupa a los testigos según su clase o su profesión sino “reduce las reacciones de los testimoniantes al binomio solidaridad/no solidaridad” (Castillo B. V., 2009, p. 31). Sin embargo, llama la atención el contraste entre el pueblo de las clases media y baja, que parece comportarse generalmente de forma solidaria, mientras que los burócratas y los responsables del gobierno se presentan como insensibles, indecisos, hasta abusivos. Abundan los testimonios como el siguiente: “Las autoridades no apoyaron el esfuerzo colectivo, sino que lo entorpecieron. Se habla de manera reiterada de la falta de organización, de la inexistencia de planes de emergencia, de la torpeza de los funcionarios e incluso de su incapacidad para aprovechar la ayuda enviada por los países extranjeros. El Estado bloqueó la solidaridad en lugar de canalizarla. […] La solidaridad social en la ciudad de México, que todos insisten en señalar, no siempre estuvo acompañada de una solidaridad nacional. En algunos casos, los estados no demostraron una voluntad de colaborar con la maltrecha metrópoli.” (Poniatowska, 1988, p. 111) No obstante, la autora no quiere generalizar y nos presenta también testimonios en los que se habla de partidarios del gobierno que no responden al prototipo negativo. La propia autora declara: “no he generalizado, no he afirmado que todos los soldados, funcionarios políticos y autoridades son ladrones” (Poniatowska, 1988, p. 31). Menciona, por ejemplo, a un soldado que “se puso a cuidarme a mí, que no fuera a pasarme nada, que no cargara yo bultos pesados” (Poniatowska, 1988, pp. 200-201), o a un soldado que “olvidó que era soldado porque se puso el fusil en la espalda, y con una barrena empezó a quitar los escombros” (Poniatowska, 1988, p. 134). Lo que, en cambio, invalida esta aparente imparcialidad, es, todo como en La noche de Tlatelolco, el número reducido de 41 testimonios de este tipo, y además, el efecto de sorpresa que parece provocar esta actitud, como se vuelve muy claro en el fragmento siguiente: “El único que queremos que se quede es el ingeniero De la Torre”. - ¿Por qué? - Porque ése sí que es gente, ése sí que sabe respetar. Este hombre – dice Patricia Obscura – es una maravilla, es una persona lindísima, su misión específica es el rescate de los cuerpos, pero sabe respetarlos tanto, los ha respetado muchísimo, como el dolor de la gente aquí ¿Quiere que se lo busquemos? ¿Quiere platicar con él? Está arriba en la obra… […] - Claro que soy mexicano, ciento por ciento, soy el clásico representante de la clase media mexicana. He estado trabajando aquí por orden de la vocalía. - ¿Cuál vocalía? - Covitur, Comisión de Vialidad y Transporte Urbano, ésa es la vocalía. - ¿Usted pertenece al gobierno? - Sí, por qué le sorprende. (Poniatowska, 1988, p. 231) Estas personas son apreciados y descritos con superlativos y expresiones como “todo un caballero” (Poniatowska, 1988, p. 201) o “una maravilla” de lo que se puede deducir también que no encuentran cada día oficiales solidarios como éstos. En ambas crónicas, así como en la tercera crónica (Amanecer en el Zócalo), la decisión de solamente escuchar detalladamente a los marginalizados que no pertenecen a la élite autoritaria, y de representar este último solamente a través de discursos oficiales, testimonios de otros, o frases simples cogidas al pasar, ya es una indicación bastante notable de que Elena toma el partido del pueblo mexicano. v. El montaje Como se vuelve ostensible en los testimonios en La noche de Tlatelolco, la mayoría de los testigos se enfrentan al gobierno del PRI que “no dialoga, monologa” (Poniatowska, 1971, p. 90). “Hace cincuenta años que el gobierno monologa con el gobierno” (Poniatowska, 1971, p. 38). El contraste entre el monólogo y la univocidad del gobierno, y el diálogo y la polifonía de la gente, que todavía está fuertemente presente en ’85, se acentúa en el montaje de las dos crónicas. De todos los testimonios que oía Elena Poniatowska en los días del movimiento y del terremoto y durante las semanas después, seleccionó las partes más significantes para sus crónicas y las ordenó de modo que se destaca bien este contraste. 42 A veces corta los testimonios mismos en varias pequeñas partes que después mezcla con (partes de) otros testimonios y con textos de diversos tipos. De esta manera, resulta que hay testigos que reaparecen más de una vez. Esta técnica sobre todo la aplica en su primera crónica en la que es llamativa la recurrencia de las voces de algunos personajes importantes del Movimiento como las de Tita, Nacha, Pina, el rector Javier Barros Sierra, etc.. Ordena los fragmentos según temas, y pone así las diferentes visiones y opiniones sobre el mismo aspecto, una al lado de otra, lo que causa varios efectos. Primero, salta a la vista que en un bloque temático, casi siempre hay una variedad de voces proviniendo del campo de las “víctimas” del gobierno frente a una sola voz del lado de este último. Cuando por ejemplo, en La noche de Tlatelolco, se habla del papel de los obreros en el Movimiento, hay un delegado del CNH, una maestra, un estudiante, un obrero y un profesor que toman la palabra y proclaman lo que ellos piensan sobre este sujeto. Al contrario, las únicas palabras del gobierno se encuentran dentro del testimonio del obrero, y dan una imagen muy negativa: Me aplicaron toda clase de torturas y me amenazaron para que yo firmara la declaración – Mira pendejo, ya llegaste aquí con nosotros, así es que tienes que decir que sí, aunque no hayas hecho nada. Tienes que declararte culpable porque todos los que llegan aquí se van al bote, lo hayan hecho o no. Tienes que firmar o te matamos. (Poniatowska, 1971, p. 44) Así se muestra que los estudiantes y sus partidarios cooperan y dialogan para contar la historia y para enfrentar al gobierno, mientras que los oficiales nunca aceptan respuesta o polifonía, sino sólo monologan. Reuniendo los testimonios de diferentes personas sobre el mismo tema, se crea la repetición de descripciones iguales de los sucesos, lo que refuerza el mensaje y la credibilidad para el lector. Por ejemplo parece inhumano e imposible que en ’68 habían helicópteros que planeaban en circuito por encima de la Plaza de las Tres Culturas y que con ametralladores disparaban sobre los manifestantes, pero cuando se lee varios testimonios en los que se describe la misma situación, no se puede negar su veracidad. Cuando me di cuenta de que el helicóptero bajaba peligrosamente sobre la Plaza de las Tres Culturas y ametrallaba a la gente – se veían rayas grises en el cielo – me quedé tan asombrada que dije: “No, esto no es verdad, es una película; esto sólo lo he visto en el 43 cine. ¡No son balas de verdad!” Seguí caminando, como ida, como loca hasta que la gente me detuvo. ● Elvira B. de Concheiro, madre de familia (Poniatowska, 1971, p. 174) Dos helicópteros que mantenían vigilancia desde el aire sobre el desarrollo del mitin estudiantil descendieron y sus tripulantes dispararon contra los tiradores que se encontraban en las azoteas de los edificios. […] ● “Hubo muchos muertos y lesionados, anoche”, La Prensa, 3 de octubre de 1968 (Poniatowska, 1971, p. 174) Podría reconocer al hombre que iba disparando desde el helicóptero, de lo cerca que pasó. ● Ema Bermejillo de Castellanos, madre de familia (Poniatowska, 1971, p. 174) Desde entonces no puedo ver un helicóptero sin que me tiemblen las manos. Muchos meses después de haber visto – y eso, desde mi coche- al helicóptero disparar sobre la multitud, no pude escribir a mano de tanto que me temblaba… ●Marta Zamora Vértiz, secretaria (Poniatowska, 1971, p. 174) Asimismo, la repetición del reproche por varios testigos en Nada, nadie sobre la incompetencia de los diputados del gobierno, hasta el rechazo de ayudo nacional e internacional, hace creíble lo que parece imposible. Aparecen muy frecuentemente, dispersos por todo el libro: - ¿A qué fue el señor Presidente al Seguro Social? - A que le dieran tres años más de incapacidad. (Poniatowska, 1988, p. 101) A raíz de que hicimos un plantón en la Calzada de Tlalpan – junto al metro – empezaron a llegar autoridades oficiales y no invadieron diputados, senadores, procuradores del trabajo, toda la fauna gubernamental que trajo cantidad de promesas, pero casi nada concreto. […] (Poniatowska, 1988, p. 155) EL EJÉRCITO NO HACÍA NADA […] El sábado en la noche, cuando empezó a llegar la ayuda extranjera, vi a un mayor del ejército repartir entre sus soldados cobijas y bolsas de dormir. ¿No que eran para los damnificados? Esto lo vi a la altura de las calles de Río de la Loza e Isabel la Católica. (Poniatowska, 1988, p. 184) Cuando se yuxtaponen comentarios de varias voces sobre los mismos sucesos, también ocurre que se encuentran dos o más descripciones u opiniones contradictorias de gente que pertenece al mismo “lado”. Así Poniatowska opone su texto al periodismo convencional con sus noticias homogéneas. De estas voces distintas se deriva por 44 ejemplo que no todos tienen una idea tan positiva sobre los estudiantes. Aquéllos que favorecen a los manifestantes, como Marta Zamudio, son inmediatamente contradichos por otros: Yo siempre les doy en los “altos” cuando me piden. Me gusta ver sus caritas jóvenes en la ventanilla de mi coche. Les doy un peso, tres pesos, el suelto que tenga a mano… Por lo menos los estudiantes son más guapos, más expresivos que los colocadores. ● Marta Zamudio, cultora de belleza Yo no recibí educación en ninguna escuela porque mis padres no pudieron dármela; pero si la educación que imparten ahora es la de los estudiantes entonces prefiero no haber ido a la escuela. Nunca he oído a gente más irrespetuosa, más grosera y más mal hablada. ●José Álvarez Castañeda, pesero en el trayecto Diana-Zócalo (Poniatowska, 1971, pp. 83-84) vi. El lenguaje coloquial16 También mediante la lengua, Poniatowska opone la gente al gobierno. El lenguaje coloquial muy directo contrasta con la lengua oficial y demagógica que utiliza el gobierno. Utilizando sobre todo testimonios orales como fuentes de su escrito, intenta transcribir lo más literalmente posible lo que sus testigos, procedentes de las clases media y baja, le dicen. En La noche de Tlatelolco son sobre todo estudiantes quienes toman la palabra. Por eso, la lengua aun es bastante formal y compleja. Con su grado de educación son capaces de aludir a conceptos abstractos que pertenecen a esferas especializadas, o a ideas sofisticadas con valor simbólico: - En física – respondió el Pino – todos los conceptos están sujetos a continuo cambio. Una teoría nunca se considera completa, ni mucho menos se piensa que la opinión de un fulano sea definitiva. ● Salvador Martínez della Rocca, Pino, del Comité de Lucha de la Facultad de Ciencias, en DA (Poniatowska, 1971, p. 41) Yo nunca he pensado realmente en Zapata como en un símbolo estudiantil, un emblema, Zapata ya está integrado a la ideología burguesa; ya se lo apropió el PRI. […] ● Claudia Cortés González, estudiante de Ciencias Políticas de la UNAM (Poniatowska, 1971, p. 40) 16 Este parte se basa generalmente en el artículo de Claudia Parodi: (Parodi, 2008) 45 No obstante, hay diferencia entre su lenguaje, en el que utilizan algunos términos y expresiones típicos de la lengua coloquial de la clase media, y la lengua oficial, correcta. Se dice por ejemplo “dizque” en vez de “se dice que”, o utilizan palabras como “rucos” para “padres”, o “el bote” para “la cárcel”: Me acababa de regalar Marili un retrato bellísimo que tengo del Che Guevara, muy grande y muy bonito, ¿ves?, pero debe haber estado borracha cuando me lo dio porque dizque le habían ofrecido doscientos dólares por él. (Poniatowska, 1971, p. 88) Mis “rucos” consideran que sus principios son inmutables. (Poniatowska, 1971, p. 23) - […] Tienes que declararte culpable porque todos los que llegan aquí se van al bote, lo hayan hecho o no. Tienes que firmar o te matamos. (Poniatowska, 1971, p. 44) A veces, estos dos registros se entremezclan dentro del mismo párrafo. Al lado de palabras como “politizar” y “visión”, aparecen entonces otras como “fresiza” y “macanazo”17: Como había un ambiente de discusión política, adquirieron una visión distinta de la relación entre gobernantes y gobernados. El Movimiento politizó a mucha gente. La Ibero, que es la “fresiza” en su máxima expresión, también hizo pintas, repartió volantes y asistió a las manifestaciones, a pesar de los macanazos. (Poniatowska, 1971, p. 96) La diferencia con el discurso oficial del gobierno está presente, pero no tanto como en las dos otras crónicas, donde sobre todo la clase baja toma la palabra. El abismo entre este lenguaje muy coloquial y el discurso gubernamental es mucho más ancho. En el testimonio de Salomón Reyes, en Nada, nadie, se encuentra, por ejemplo, usos particulares de palabras como los arcaísmos “vide” o “desató”, o las formas analógicas de los diminutivos como “claritamente” o “toditos”. Estos tipos de deformación de la lengua oficial son numerosos en los testimonios de este libro. Vide cómo se desató el temblor desde el estacionamiento Z-650 […] Vide claritamente cómo se cayó el edificio […] Toditos a correr unos por un lado y otros por otro […] (Poniatowska, 1988, pp. 55-56) También en Amanecer en el Zócalo se encuentran varios mexicanismos y nahualismos: Lo hemos señalado, es como si el país se dividiera en ‘pirrurris y nacos’, en izquierdas y derechas […] (Poniatowska, 2007, p. 308) 18 Jesusa me llama: “¡Qué Chingadazo! […] (Poniatowska, 2007, p. 290) 19 17 18 Estas palabras significan respectivamente “conjunto de gente elegante” y “garrotazo”. “Pirruris y nacos” significa “pedantes y vulgares” 46 […] jamás volverá a cortarse el pelo ni a dejar de vestirse de huehuenche. (Poniatowska, 2007, p. 125) 20 La lengua utilizada por ambos partidos es un rasgo muy importante que los distingue uno de otro, y que destaca bien el contraste en estas tres crónicas. El pueblo mexicano, con su estilo directo y sencillo se opone claramente al gobierno que maneja un discurso demagógico para engañar a su pueblo. c. Estrategias para aumentar y crear un determinado ambiente i. Paratexto: comprueba de veracidad El paratexto contiene los mismos elementos en cada una de las crónicas: agradecimientos y fotografías. Ambos contribuyen a la autenticidad y la veracidad de los relatos. Los agradecimientos de las dos primeras crónicas acentúan desde el inicio el carácter testimonial de las obras y comprueban la autenticidad de los testimonios. Esta acción también destaca la importancia de los testigos para las dos obras, lo cual se vuelve aún más claro en la comparación con los agradecimientos de Amanecer en el Zócalo, en los que no da sus gracias a los testigos que cita. En esta última crónica los testigos desempeñan un papel mucho menor. En las tres crónicas, el texto está completado por una serie de fotografías en blanco y negro que ilustran los acontecimientos expuestos en los libros. Estas series se encuentran al inicio de La noche de Tlatelolco y de Amanecer en el Zócalo, y repartidas en tres partes dispersas en Nada, nadie. Vienen acompañadas de pequeños fragmentos derivados de los testimonios que aparecen en la crónica, para explicar lo que está pintado en las fotos y para completar las imágenes que a los lectores ya son evidenciadas por los ojos en los textos. Las fotos no son sometidas a la censura, y por consiguiente muestran sin escrúpulos el estado sangrante de la Plaza de las Tres Culturas en ’68 y de todo la Ciudad de México en ’85. En las fotos que introducen La noche de Tlatelolco, se ven claramente los coros que se leen después en el libro, las manifestaciones descritas, el montón de tanques presentes en estos momentos, el pánico y los muertos causados por la intervención violenta del 2 de octubre, hasta la situación de los presos políticos en Lecumberri. Las fotos en Nada, nadie, muestran manifiestamente los estragos después 19 20 “Chingadazo” significa “golpazo” “Vestirse de huehuenche” significa “vestirse de traje indígena” 47 del terremoto con imágenes de edificios derrumbados y personas gravemente heridas, y la solidaridad de toda la gente que forma cadenas para rescatar a víctimas que quedaban atrapadas en las ruinas. En Amanecer en el Zócalo, las imágenes comprueban el carácter artístico de las protestas y la inmensa masa que estaba presente. “Todas estas fotografías son recuerdos de la memoria colectiva, testigos fehacientes de los eventos dolorosos y traumáticos por los que pasaron los mexicanos entre 1986 y 2006.” (Parodi, 2008, p. 128) Contribuyen a la veracidad de la historia, lo cual es importante en una sociedad en la que el pueblo nunca está confrontado con esta cara callada de la realidad en la prensa oficial. (fotos respectivamente de La noche de Tlatelolco, Nada, nadie y Amanecer en el Zócalo) ii. La estructura Como le conviene a una verdadera crónica, las tres obras están estructuradas cronológicamente, pero no obstante se difieren mutuamente. En las dos primeras obras, la cronología está presente, pero cubierta por una estructura temática más importante y llamativa. En cada obra, la estructura contribuye a la claridad de la historia y al ambiente realista que quiere crear. La estructura cronológica de La noche de Tlatelolco, se expresa en la división del libro en dos grandes partes. La primera parte, Ganar la calle, cuenta sobre la historia del Movimiento y de la violencia aumentando que acompaña a las manifestaciones antes del 2 de octubre. En la segunda parte, La noche de Tlatelolco, se reúnen testimonios sobre el día mismo del 2 de octubre y sobre las víctimas que después se encuentran en hospitales con heridos o en casa con traumas. Esta forma mínima de estructura cronológica es necesaria para que el lector pueda ordenar la multitud de jirones de texto que componen estos dos grandes capítulos. 48 Como ya he mencionado más arriba, en La noche de Tlatelolco, Poniatowska cortó los testimonios en menores partes y las mezcló con otros testimonios y otros tipos de textos como artículos, coros, poemas, canciones, etc. . Todos los fragmentos están claramente alineados y siempre de la misma manera: después de cada fragmento hay una especificación del tipo de texto (en el caso de coros, mantas, canciones, etc.) o una identificación del testigo, o del periodista que escribió el artículo y el periódico por lo cual trabajaba, introducido por ●. Aunque da la impresión de un relato muy fragmentado, no obstante forma un todo coherente que genera un efecto emocional muy detenido. Las combinaciones de diferentes estilos a veces forman contrastes de tal manera que se refleja perfectamente el estado inestable y explosivo de la situación. En el ejemplo siguiente, se habla en dos fragmentos sucesivos sobre jóvenes que van pintando propaganda del Movimiento en muros de edificios muy notables del gobierno. Esta pequeña excursión termina de forma positiva para el primero testigo, Jan Poniatowski, pero negativa para el segundo joven, que muere. Este contraste aun fue ampliado por los diferentes tipos de texto. Jan Poniatowski cuenta entusiastamente a su hermana lo que viene de hacer, después de que la muerte del segundo joven haya sido reportada de manera muy seca en un artículo del periódico Excelsior. - Por qué llegaste tan tarde anteanoche? - Porque hicimos una pinta. - ¿En dónde pintaron? - En el Palacio… - ¿ En el Palacio de Hierro? - No, allí no. - Entonces, ¿en cuál palacio? - En Palacio. - ¿ En Palacio Nacional? - Sí. - ¡Por Dios!, ¡están locos de remate! ¡Los pueden matar! ¿Qué les pasa? Están totalmente virolos… - Somos inmortales… Además todo lo tenemos recién estudiado, la hora, quién echa aguas, el coche andando, la cantidad de pintura, tú olvídate mi vieja que pa’pintas somos expertazos. - Ay, no es cierto, no te creo. Pero, ¿quién les dijo que hicieran eso? - Por ai, por ai… - Y anoche, ¿qué hiciste? También llegaste tardísimo… - ¡Ah!, anoche fuimos al Capri… - ¿Al Capri? ¿A qué? - Por puntada. Es una tumba aquello, puros muertos haciendo que se divierten, puras calacas brindando y un pinche show del añodel caldo, gachísimo… Íbamos con tres 49 cueritos y nos pelamos Oswald, Javier y yo sin pagar la cuenta. Se lo merecen por tarados… - Ay Jan, se están muriendo muchachos, hay desaparecidos, suceden cosas muy graves y tú una noche haces una pinta y a la otra vas al Capri y te sales sin pagar. ¿Qué les pasa? De veras, están locos… - No mana, así es esto. ¡Son ondas que nos entran! ● Jan Poniatowski Amor, estudiante de la Preparatoria Antonio Caso Un estudiante de 19 años de edad – Luis González Sánchez- perdió la vida a manos de un policía, el 17 de noviembre 1968, por el delito de ser sorprendido pintando propaganda del Movimiento en una pared, cerca del Periférico. ● Excélsior, 19 de noviembre de 1968 (Poniatowska, 1971, pp. 39-40) En Nada, nadie, la estructura mucho menos clara sobre todo crea el ambiente de caos que reina en la Ciudad de México después del temblor devastador. Aunque no hay una subdivisión tan explícita que en La noche de Tlatelolco, se pueden identificar tres grandes partes en este libro. La primera parte, introducida por Jueves 19 septiembre, 1985 (Poniatowska, 1988, p. 11), describe el propio terremoto y las horas que lo siguen inmediatamente. La segunda parte comienza con A cada quien su sismo. 20 de septiembre (Poniatowska, 1988, p. 59). En esta parte, se describen los actos de solidaridad de los sobrevivientes en la semana inmediatamente después del temblor, y las reacciones diferentes de varios periódicos de la Ciudad. La tercera parte, iniciado por El temblor visto por la provincia (Poniatowska, 1988, p. 101), en la que se lee sobre las diferencias entre los comentarios que se hacían en los periódicos provinciales, y sobre las secuelas largas del temblor. (Castillo B. V., 2009, pp. 11-12) Esta subdivisión no explícita, es, todo como en La noche de Tlatelolco, una ayuda para el lector que siempre busca estructura en el texto caótico, para entenderlo mejor. Los testimonios tampoco son demarcados tan enfáticamente. Los textos de autores y testigos más o menos identificados se entrelazan muy fluidamente. La identificación no interrumpe la lectura como en La noche de Tlatelolco, pero está insertada sutilmente en el discurso del testigo o se relaciona en estilo con el texto que introduce. Tenemos un plan de emergencias que consiste en concentrar todo el hospital en un solo mando que es Urgencias. La mañana del 19 de septiembre – dice el doctor Valente Aguilar Zinzer, pediatra en Urgencias del Instituto Nacional de Pediatría-, el director del hospital nos dijo: […] (Poniatowska, 1988, p. 169) 50 El joven Alejandro Pérez Lara Pardo, hijo del ingeniero Raúl Pérez Pereyra, se enteró en París de la catástrofe del 19 de septiembre, en la cual perdió a su madre, a su hermana Diana y a sus dos sobrinos Leonardo y Orlando: […] (Poniatowska, 1988, p. 124) Además, los títulos que aparecen a los inicios de bloques de texto, no indican un cambio de locutor, sino definen el contenido y ayudan a estructurar temáticamente el texto. Son cada vez de una tipografía idéntica, por lo que se parecen mucho, y por consiguiente se vuelve difícil distinguir los límites precisos de los testimonios. Cortando los testimonios en pequeños fragmentos y entremezclándoles, Poniatowska crea con su estructura una metáfora del ambiente caótico de la situación actual. Como en la realidad es imposible identificar “qué ladrillo o qué barra de metal pertenece a cual construcción porque la violencia del terremoto ha eliminado esas fronteras” (Castillo B. V., 2009, p. 23), no es evidente en su texto saber qué palabra salió de la boca de qué persona? La estructura de Amanecer en el Zócalo se diferencia de la de las dos otras crónicas, por su cronología marcada que se pone en primer plano. El texto en general está dividido en cuatros grandes capítulos: (1) La decisión, (2) Llamado a mi puerta, (3) Somos Millones, y (4) Un nuevo derecho: la felicidad. Igual a las dos otras crónicas, esta estructura mayor crea un cuadro general cronológico. Por otro lado, en contraste con La noche y Nada, nadie, la estructura interna de estos capítulos, también es cronológica. Los capítulos se dividen, como le conviene a un diario, en partes que siempre describen un día. Adquiere así un relato lineal en el que se ve claramente la evolución de la lucha por la democracia. Concluimos que sólo en la última crónica hay una estructura verdaderamente marcada. Eso puede tener como razón que durante el plantón, Poniatowska fue participante activa y se encontraba en medio de la acción, mientras que en las dos otras crónicas veía todo desde la línea de banda y por eso era más difícil estructurar la multitud de material que recibió en muy poco tiempo. 51 4. Conclusión Nos hemos propuesto contestar a dos preguntas de investigación en este estudio: ¿Los textos del corpus se pueden describir como crónicas? ¿Podemos trazar una evolución a través de los tres textos del corpus? En cuanto a la primera pregunta, al final de esta investigación, y basándonos en nuestra aproximación genérica a los tres libros del corpus, está permitido concluir que las tres obras analizadas se pueden incluir en el género de la “crónica” con razón. Basándonos en la definición teórica del género crónica, formulada en la segunda parte del segundo capítulo, y fundamentando nuestro discurso en la descripción de las características más peculiares del género, explicadas en la última parte del segundo capítulo, vimos en el estudio empírico que muchos rasgos inherentes a este género se reconocen en La noche de Tlatelolco, Nada, nadie y Amanecer en el Zócalo. Ofrecemos, a continuación, un resumen de los rasgos más destacados del género que están presentes en las obras del corpus. Se trata de los rasgos siguientes: (1) el núcleo noticioso como base, (2) la estructura cronológica, (3) el hecho de que el autor está testigo presencial, (4) la inserción implícita de la opinión personal del autor, y finalmente (5) la lengua clara y sencilla, muchas veces coloquial. En primer lugar, los textos analizados tienen como base un hecho noticioso de la actualidad, en los que el autor imprime de varias maneras su sello personal sin que abandone la veracidad. Además, aunque no siempre está tan claro, la estructura fundamental de cada obra es de carácter cronológico, como lo dicta explícitamente el origen de la palabra “crónica” y como lo describe cada definición del género. En la última crónica, esta estructura sale muy marcada en la forma del diario: los capítulos tienen como título la fecha del día que se describe. En las dos otras crónicas, son las grandes partes en las que las obras son subdivididas, que indican el carácter cronológico del relato. En segundo lugar, como le conviene a una verdadera cronista, Elena Poniatowska fue testigo presencial de las manifestaciones de 1968 y del desastre de 1985, hasta participante muy activa en el plantón de 2006. A través de las historias de testigos que entrevistó y de la transcripción de sus propias experiencias en su diario (en el caso de 52 Amanecer en el Zócalo), completado con otros tipos de texto, da una imagen muy completa de los acontecimientos en la que implícitamente da a conocer su propia opinión. Esto puede parecer paradójico, pero no lo es. Para propagar sus propias ideas, Elena, como testigo, no toca a la veracidad de los hechos descritos. Indica veladamente su opinión a través de la selección de textos y de hechos que menciona o no, y del montaje de los fragmentos, En tercer lugar, un último rasgo que determina que estas obras pertenecen al género de la crónica, es la lengua que se utiliza en ella. Ésta es muy directa y transparente, e incluye expresiones regionales del lenguaje coloquial, para que un público ancho pueda leer y comprender el texto. Otra función de un lenguaje coloquial es el de aproximar el texto al público y conseguir que el lector se reconozca más fácilmente en las situaciones personales descritas y se identifique con los ‘personajes’. Pasando a la segunda pregunta de la investigación del presente trabajo, cabe señalar la evolución que experimenta la cronista a través de las tres crónicas. La autora toma partido de manera implícita en La noche de Tlatelolco (1971) y Nada, nadie (1988), en las que oculta su presencia para dar una impresión objetiva. En una fase posterior, toma partido de manera muy explícita en Amanecer en el Zócalo (2007), en la que su propia punto de vista está en el centro de la atención, puesto que es un diario personal. No obstante, su objetivo siempre fue lo mismo: dar una voz a los que no la tienen. Podemos lanzar la hipótesis según la que este cambio de enfoque se relaciona con la evolución personal de la autora. Proveniente de un ambiente adinerado, se interesa para la gente de clases más bajas que la suya, o, en el caso de La noche de Tlatelolco, de los intelectuales y los estudiantes que no fueron oídos por el gobierno al cual se oponían. Metiéndose de lleno en la vida de este pueblo, entrevistándoles durante muchos años para sus artículos periodísticos, pero también para sus novelas y otras obras literarias, gana su confianza y se convierte de mera portavoz en uno de ellos. Elena Poniatowska se perfila y se comporta durante estas décadas cada vez más como una de ellos, y por eso puede permitirse el lujo de desempeñar el papel de representante en Amanecer en el Zócalo. El corpus estudiado es muy reducido y nos damos cuenta de ello. Sin embargo, a través de este estudio hemos querido llamar la atención sobre un género descuidado, y que sin embargo destaca no solo por la relevancia social e histórica que tiene, sino también por 53 la riqueza literaria que se plasma en el sello personal del cronista. En este sentido, este estudio modesto se propone ser un pequeño aporte al terreno de los estudios del género de la crónica y, a la vez, un estímulo para que en el futuro los críticos realicen un estudio más global y amplio, desde el enfoque genérico, a un corpus más amplio de crónicas hispanoamericanas. 54 5. Bibliografía Abreu, Á. R. (2007). Así habla la Crónica. Mexico DF: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. Becerril, A. (2006, julio 5). PRD, PT y Convergencia exigen al IFE recuento voto por voto. La Jornada . Becerril, A., & Garduño, R. (2006, julio 9). Convoca AMLO a marcha nacional por la democracia. La Jornada . Becerril, A., & Mendez, E. (2006, agosto 3). El Zócalo, corazón de la resistencia. 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