Acerca del Darwinismo Filosófico. Nieves García

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Acerca del Darwinismo Filosófico. Nieves García-Tejedor. Revista Lindaraja
2006
Acerca del Darwinismo Filosófico
NIEVES GARCÍA-TEJEDOR
Para leer el artículo completo:
http://www.filosofiayliteratura.org/Lindaraja/darwinismo.htm
La evolución no se hubiera dado si no hubiera regularidades en el mundo. El
organismo debe almacenar información sobre sucesos regulares. Esto indica que las
regularidades realmente ocurren en el mundo y que Rorty está equivocado al creer que
no y que sólo pensamos que sí porque nos hemos equivocado.
Lo que realmente está en cuestión no son las regularidades como tales, sino el
status del poder de abstracción. Desde el momento en que la evolución ha tenido lugar,
la cuestión real es descubrir exactamente qué status tiene.
La conclusión es que la facultad de abstracción tiene el status de genuinamente
nato.
El poder de abstraer no pudo haber sido aprendido por el primer organismo por
observación. En cualquier caso, un organismo sin poder de abstracción no podría haber
aprendido por observación, porque sin el poder de abstracción no habría sabido qué
aprender.
La única respuesta posible a la cuestión de cómo el poder de abstraer pudo haber
sido adquirido es que, en cuanto se corresponde con los rasgos reales del mundo, se
adquirió del mismo modo en que cualquier información es adquirida. Los organismos
que poseían el poder sobrevivieron. Los que no, aunque en un momento fueran
generados, desaparecieron. Surge, sin embargo, una batería de preguntas al respecto
¿todo ser vivo tiene capacidad de abstracción? ¿No perduran los hongos, los virus…?
¿En qué sentido tienen éstos capacidad de abstracción?
La presencia en la naturaleza de regularidades es explicación suficiente de por
qué hay leyes de la naturaleza que describen causalidades y propensiones[47].
Una regularidad puede ser accidental. Pero tendría que haber una “ley” causal
necesariamente en el sentido de que podría entenderse que no es una correlación
accidental de sucesos. Las regularidades pueden verse como leyes causales tan pronto
como pueden ser deducidas de otra regularidad. Hay que volver a puntualizar que en
biología evolutiva no hay leyes como las físicas; aquí Munz parece no distinguir entre
unas ciertas regularidades, grosso modo, y las leyes; las segundas estarían sujetas a
falsación; pero una excepción en biología −p. e., el ornitorrinco, cuya clasificación y
taxonomía tantos quebraderos de cabeza ocasionó en el mundo científico− no elimina
ninguna ley ni teoría.
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Cuanto mayor es el número de regularidades y leyes de la naturaleza que
conocemos, más podemos afirmar que se corresponde con el mundo que describen y
explican, porque no es plausible que una vez se alcanza cierto nivel de coherencia, el
total de la imagen pudiera ser verdad accidentalmente.
Bas van Fraseen señaló que «la ciencia es un fenómeno biológico, una actividad
de un tipo de organismo que facilita su interacción con el medio». Podemos haber
evolucionado sólo en respuesta al mundo real. Podemos ser capaces de fantasías y
sueños. Pero sólo un mundo real, independiente, podría haber causado todas las
eliminaciones que fueron necesarias para que la evolución tuviera lugar y para ponernos
aquí y ser capaces de fantasías y sueños, incluso las fantasías y sueños sobre un mundo
“real”.
El realismo se establece porque hay un muro irresistible contra el que todo
conocimiento se golpea la cabeza. Tal conocimiento no está compuesto de experiencias
particulares o verificaciones de experiencias, sino que consiste en lo que queda cuando
se ha golpeado la cabeza contra el muro. En este sentido, el darwinismo filosófico
“confirma” el realismo. La única evidencia que podemos tener para creer que hay una
realidad ahí fuera y que debemos tener algún conocimiento sobre ella, consiste en el
hecho negativo de que han sucedido todas esas eliminaciones sin las cuales la evolución
no podría haber tenido lugar. En consecuencia, como concluye Munz, si nuestro
conocimiento de la evolución es una teoría y una hipótesis para guardar ciertas
apariencias, el realismo que conlleva debería denominarse ‘realismo hipotético’ (¿?).
A modo de conclusiones
(Aproximación a la teoría de la evolución... de la ciencia, según Munz)
Munz empezó por plantear la dualidad sujeto-objeto. Definición del observador
imparcial frente al observador “desde algún sitio” (otro sitio); es decir, como parte del
mundo que observa. Ello tuvo como consecuencia a lo largo de la historia ciertas crisis
de ansiedad (tanto gnoseológica como epistemológica) en muchos pensadores. Existe
una superación a partir del concepto de mundo que crea seres que se preguntan por él.
Continúa justificando al apriorismo del conocimiento. Para ello, necesita apelar
a Darwin, lógicamente, ya que se trata de invocar a la epistemología evolutiva. En
realidad, en ocasiones lo que parece es todo lo que hace es explicar el conocimiento
como un mecanismo adaptativo de los organismos vivos superiores. Defiende también
nuestro autor el carácter necesariamente innato del poder de abstracción: es el modo en
que “aprendemos” regularidades, algo necesario para la adaptación del organismo.
En cuanto a sus ‘embodied theories’ y ‘disembodied organisms’, Munz
pretende adaptar el vocabulario epistemológico a la incorporación de la biología al
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terreno de la filosofía de la ciencia. De alguna forma, hay en Munz una suerte de
“biologización” de la ciencia (o, mejor, de la epistemología). Con esta terminología,
parte del conocimiento como un producto biológico, emergente de los organismos en
cuanto entidades materiales dotados de una organización conducente a su desarrollo y
perpetuación a través de la reproducción. Intenta así enclavar el conocimiento en el
terreno de la naturaleza, en concreto de esa parte. Es un intento de nuestro autor de
“metaforizar” en forma de ‘disembodied organisms’ todas las capacidades abstractas
que el conocimiento ha adquirido en el progresivo desarrollo de su evolución. De entre
tales capacidades[48], una de ellas es sin duda la ciencia, así como la filosofía (o la
pregunta por las cosas). Munz nos presenta la realidad de las ‘embodied theories’
(teorías, literalmente), que explican el mundo con su sola presencia, con su Umwelt
particular, dando coherencia al entorno con la “simple puesta en común” de varios
Umwelten, por más que dichos Umwelten no sean necesariamente compatibles. En este
sentido, cada Umwelt es un perfecto “mundo kuhniano”.
En contraste, el proceso evolutivo del conocimiento da también como resultado
los ‘disembodied organisms’. Éstos, como ya dijimos, surgen como producto de la
solidaridad social del Homo sapiens (son, en cierto modo, consecuencia del lógos
aristotélico). La adquisición de consciencia le proporciona la facultad de elaborar esos
‘disembodied organisms’. Ahora, ya no hay paradigmas (‘embodied theories’) (de ahí la
crítica a Kuhn), porque la evolución demuestra que los ‘disembodied organisms’ no
cambian ni se generan por medio de revoluciones, sino que evolucionan y progresan con
el conocimiento. Munz parece querer decir que las ‘embodied theories’ fueran hechos
“reales” de la naturaleza, que los ‘disembodied organisms’ , en su condición de
abstractos, trataran de explicar, o a los que se intentaran parecer.... pero a los que no
siempre pueden dar respuesta. Esta metáfora sería aplicable a la relación entre ciencia
experimental y ciencia teórica: mientras en el nicho natural de las ‘embodied theories’
se desarrollan los procesos tal cual son, los ‘disembodied organisms’, como
consecuencia de la abstracción, no dan siempre respuesta a aquellas, ni se asemejan a
ellas.
Que la globalidad de todos (‘embodied’... y ‘disembodied’) constituyan lo que
Munz denomina ‘gnososfera’ es una hermosa conclusión.
La “biologización” de Munz continúa.
Nuestro autor es testigo de la influencia de la “revolución” que la teoría[49] de
Darwin ha impregnado todos los aspectos de la ciencia y de la filosofía actual. Pero la
introducción del concepto de evolución no es suficiente para creer que se está teniendo
en cuenta la biología. En primer lugar, el evolucionismo tiene más interpretaciones que
la darwiniana; el triunfo de esta última en biología no se refleja en el concepto un poco
laso de evolución que maneja Munz[50]. Una era concepción de desarrollo progresivo no
es una concepción biológica de la evolución. No se trata simplemente de percibir
continuidad. Como ya hemos resaltado en el trabajo, no se puede aplicar el
falsacionismo de Popper a la biología.
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Por otra parte, está el uso de la selección natural para explicar la evolución de la
ciencia. Aquí hay que indagar en las intenciones latentes de Munz, que parece que se
centra en alcanzar un criterio con que validar la evolución en ciencia. Pero su
concepción de la selección natural no está exento de cierto finalismo.
Sin embargo, aún hay elementos que faltan para esa “biologización” de la
epistemología que hemos propuesto más arriba. Munz se plantea las cuestiones
filosóficas por resolver. Pero en la filosofía de la ciencia se ha venido cometiendo el
error de intentar adecuar el objeto (la ciencia) a la disciplina (la filosofía de la ciencia).
Y ello porque normalmente el filósofo ha carecido del conocimiento científico
actualizado. La biología tiene mucho que decir (aunque todo parezca poco) sobre la
estructura del ADN como información, sobre el conocimiento sensible de los
organismos, sobre el funcionamiento del cerebro… Primero hay que desarrollar la
ciencia y, por mucho que pese, posponer las preguntas filosóficas a una adecuada
formación científica.
Es innegable que Munz percibe y defiende ese giro o revolución darwiniana del
conocimiento (a imitación de la revolución copernicana de Kant). Y realiza un esfuerzo
notable, tratando de conciliar las enseñanzas de los principales modelos de la historia y
la filosofía de la ciencia con el “advenimiento” de la biología, como disciplina
independiente, al mundo de esa ciencia (hasta ahora dominada principalmente por la
física). En su propósito, Munz realiza una brillante y certera crítica del positivismo,
disciplina que efectivamente queda desfasada y fuera de lugar ahora que la biología abre
nuevos frentes en el empeño por “conocer el conocimiento”. El positivismo,
efectivamente, ya no da cuenta del conocimiento cuando éste vemos ahora que es un
resultado de la vida.
Este esfuerzo de Munz se materializa en esa “metaforización” en términos
biológicos del conocimiento, sus factores y sus componentes (las ‘embodied theories’,
los ‘disembodied organisms’...). Es, efectivamente, una naturalización del
conocimiento. Entendiendo por ‘naturalización’ el hecho de que el origen del
conocimiento está enraizado en la materia viva y es un producto de ella misma[51].
Sin embargo, tras su (quizás no siempre) brillante disertación, no queda clara la
intención de Munz. Más bien parece que nuestro autor utiliza términos y conceptos
biológicos para explicar la filosofía, pero no hace una filosofía de la biología (entendida
ésta como una disciplina autónoma).
La cuestión, pues, es si estamos ante una “búsqueda darwiniana” del
conocimiento, una explicación darwinista de por qué conocemos, una diversificación
natural (o naturalizada) del conocimiento (o “los conocimientos”)... En definitiva ¿qué
es realmente el ‘darwinismo filosófico’?
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