La isla del tesoro Comunicadores católicos / Medios impresos Por: Ignacio Arellano, Diario de Navarra | Fuente: Fluvium.com Del Diario del capit Smollet, desembarcado de La Espala, escrito en un reducto asediado por los piratas en la Isla llamada del Tesoro, en latitud y longitud desconocidas: Alejandro Smollet, capit; David Livesey, mico de a bordo; Abraham Gray, carpintero de la goleta, John Trelawney, propietario; John Hunter y Ricardo Joyce, criados del propietario, que no son marinos; estos son los que se conservan leales de toda la gente embarcada a bordo de La Espala; tenemos veres para diez ds a raciones cortas; hemos desembarcado hoy e izado la bandera inglesa en la estacada o reducto que hemos hallado en esta isla del tesoro.... Desde la aparici de La isla del tesoro en 1883 muchos lectores han acompado en sus peripecias al grupo del capit Smollet y del paje de cara y narrador de la mayor parte de la aventura, Jim Hawkins, y ninguna obra ha sido capaz de representar el gero de aventuras con mayor eficacia. Robert Louis Stevenson hab producido antes de morir a sus cuarenta y cuatro as unas cuantas obras maestras, entre ellas este clico impar. Sus vecinos samoanos del archipiago de las islas del Navegante, donde Stevenson vivisus ltimos ds, le llamaban Tusitala, el narrador de historias. Historias en las que las mismas imprecisiones est calculadas para mantener un admirable equilibrio entre la fantas y la concisi, en las que predomina, como en todo buen narrador, la trama de los hechos, el inter absorbente de las aventuras, de lo que pasa y lo que va a pasar... En una carta de febrero de 1880 escribe a John Meiklejohn: Queremos incidentes, inter, acci: al diablo con tu filosof. De todo esto hay en sus grandes obras, que recorren varias modalidades, desde la novela histica en La flecha negra, al relato fanttico y alegico de El extra caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Un artista que fascina La magia imperecedera de La isla del tesoro estriba en lo esencial de sus mitos aventureros. Pues eterna es la fascinaci de las islas para el hombre, de esos espacios maravillosos, suspendidos en remotos mares, fuera del tiempo, donde son posibles las utops y donde se guardan los tesoros sodos. La aventura en su estado puro es siempre una bsqueda, un viaje, y una iniciaci. Qumejor aventura que el viaje a una isla en busca de un tesoro cuya conquista exige vencer numerosos peligros, ejercitar el valor y la fe, la lealtad y la agudeza? Con la gran sabidur del verdadero contador de cuentos, el narrador oculta la situaci de la isla: Jim nos va a dar todos los detalles, asegura, excepto la determinaci geogrica de la isla, y esto porque tengo por seguro que en ella existe todav un tesoro no descubierto: no serel tesoro de la fantas que todo lector pone en marcha a trav de los mares del Sur de este relato y otros relatos como este? Una historia divertida de piratas y sodores que ayuda a descansar Desde los sucesos en la posada del Almirante Benbow, con la visita de un siniestro marinero ciego que trae (como enviado de la muerte) la mota negra al ladr del mapa del tesoro, la acci se desarrolla sin pausa. Fletada por el caballero Trelawney, al mando del capit Smollet, la goleta La Espala, en la que sirve Jim, se dirige hacia la isla donde esperan encontrar el tesoro escondido por el capit Flint. Pero la tripulaci es una tropa de piratas dominados por John Silver, que con su pata de palo y su loro al hombro maniobra entre las turbulentas aguas de los caballeros de la fortuna y el riesgo sempiterno de la horca. Este Silver es uno de los personajes maravillosos de Stevenson: no puede evitar caer simpico al lector, aunque su catadura moral es la de un verdadero pirata sanguinario. Con Jim establece una relaci peculiar de mutua protecci y camarader, aunque nadie en su sano juicio se fiar de Silver si se interpone el oro. Y sin embargo, an m que el oro parece atraer a este caballero de la fortuna el mar sin lites, la libertad del sin ley: cuando lo conocemos en su taberna llevando una vida aburguesada en Bristol, paseando por la playa para respirar inquieto las brisas salobres del ocno, nos damos cuenta de que el filibustero no esthecho para las tareas administrativas. En una de las fabulillas de Stevenson (Los personajes de la fula) Silver dialoga con Smollet y se vanagloria: Si hay un autor, yo soy su personaje preferido. Es mucho m generoso conmigo que con usted, y se sintisatisfecho al crearme. Siempre me deja en cubierta, con la muleta y todo, mientras que a usted le confina en la bodega. Desde cubierta, con su pata de palo y su loro, otea el horizonte y tararea la canci de los piratas que cantaba Flint en su agon (Quince marineros quieren el bal del muerto. Quince, son, quince. Viva el ron). La traves y la estancia en la isla es una org de aventuras piratescas, una fmula compuesta de ron y pvora, cicatrices, esqueletos, latitudes y longitudes, botes que naufragan y ataques, sables y banderas, ardides y hazas, en un escenario presidido por el gigantesco bol cuya sombra cae sobre el tesoro que, por cierto, ya no esten su primitivo enterramiento. La valent imperturbable del doctor Livesey y el capit Smollet, pero sobre todo la inteligencia y el coraje de Jim conseguir el triunfo sobre los piratas, que cumplen rigurosamente su deber, emborrachdose y matdose en peleas absurdas, cegados por la codicia. Solo podrsobrevivir Silver, que sin duda busca algo m que el oro de Flint. En realidad la descripci del tesoro, una vez conseguido, nos pone sobre la pista: monedas francesas, inglesas, espalas, portuguesas, jorges y luises, doblones y dobles guineas, moidores y zequs, con los retratos de todos los soberanos de Europa, y extras piezas orientales marcadas con haces de cuerdas o trocitos de telaras, piezas circulares y otras agujereadas como si hubieran sido llevadas al cuello a guisa de collar, casi todas las variedades de moneda conocida en nmero tan incontable como las hojas que el oto esparce... Intuimos que detr de cada moneda hay una historia, que este tesoro es un tesoro de cuentos, que los personajes no buscan sino el oro de los sues y persiguen esas islas de atracci irresistible que el mismo Stevenson evoca en su libro En los mares del Sur: Pocos son los hombres que abandonan las islas despu de haberlas conocido; dejan que su pelo se vuelva cano alldonde se establecieron; la sombra de las palmeras y los vientos alisios los airean hasta el d de su muerte, mientras quizacarician hasta el fin el deseo de volver a su pa natal, proyecto raramente realizado. Ningn lugar del mundo ejerce una atracci tan poderosa sobre quien lo visita. Atrapado en esas islas, en la isla del tesoro (latitud, longitud?) el lector que por un momento olvide su nmero de la seguridad social y la matrula de su monovolumen, puede quedar para siempre mirando desde el islote del Esqueleto la goleta La Espala, fondeada en el ancladero de sotavento, retratando su casco en el espejo de la bah desde la lea de flotaci hasta los topes de los mtiles, en los que flamea, desafiante y condenada, la bandera de los piratas.