Ninfas de los árboles y Shamanes colgados de los árboles PARTE DOS: El Romance Chthonian En los tiempos antes del cómputo del tiempo, en el largo preludio de la prehistoria de la especie humana, shamanes masculinos nacieron de mujeres que eran árboles. ¿Quiénes eran estos shamanes? Ellos eran los primeros hombres de la raza humana, en el principio de su tiempo en este planeta, todos los miembros masculinos de nuestra especie eran shamanes. Ellos eran consumados cazadores que llegaron de otras partes del cosmos, sin embargo pertenecían a la Tierra de una manera que no pudieron entender al principio. En efecto, ellos vinieron a su planeta hogar sin saber que era su planeta. Una extraña y bizarra situación, ésta. Esto prepara el escenario para el romance chthonian. Chthonos, del griego. "Tierra, suelo, dominio primario." Chthonian (THO-ni-un) o chthonic (THON-ic), referiéndose al inframundo, las regiones infernales. Divinidad Escandalosa Desde el momento en que Ella cayó desde el centro galáctico hasta el momento en que Ella se convirtió en la Tierra, el Aeón Sophia se sometió a muchos estertores de gozo, pesar y confusión. Durante una buena parte del incalculable tiempo que precede Su total metamorfosis terrestre, la Diosa forcejeó en la materia elemental de la extremidad giratoria de la galaxia, el tercer brazo desde el núcleo. Su corriente blanca como la perla de Luz Orgánica se convirtió gradualmente en un lastre, cargada con la escoria inorgánica del dema, las formaciones densas de la materia elemental. El inmenso torrente que Ella era, fue como un spray de corrientes magnéticas convirtiéndose en líquido, azogue viviente que reunió masa y materia inorgánica a si misma. Sophia se hizo pesada en su nacimiento, Sus enrevesadas corrientes, finalmente tomaron en apariencia la forma fetal de una esfera planetaria. Pero incluso mientras Ella era sometida a esos inmensos cambios, Sophia era muy consciente de su entorno. A su alrededor, Ella percibió el enjambre de los Arcontes como una plaga de langosta surgiendo desde el dema. Y Ella percibió también el suave resplandor de la plantilla luminosa del Anthropos, colgando en la Nebulosa de Orión como una red de rocío enjoyado en una tela de araña. La plantilla consistía en tetraedros entrelazados de ácido nucleico cuyos ejes estaban definidos por un ajustado grupo de jóvenes estrellas en la formación del Trapecio. La plantilla fue depositada en la profundidad del rojizo malva de la Nebulosa de Orión, una mancha de colorido aliento en el espejo de obsidiana de la noche cósmica. <- El Trapecio: Un grupo de cuatro estrellas muy agrupadas, localizadas entre la mancha ahumada (arriba a la izquierda) y la región ultrabrillante de la derecha. Para Sophia el resplandor del Anthropos era profundamente fascinante. Ella mantuvo su mirada fijada en él mientras llevaba a cabo su metamorfosis para convertirse en la Tierra. Antes de su caída desde el Pleroma, Ella y el Aeón Christos, teniendo como testigos a la compañía entera de los Dioses del Pleroma, habían configurado la plantilla en su forma de tetraedro multifacético. Ellos predesignaron la especie humana por el poder de la Epinoia, la Imaginación Divina. En el crisma del ácido nucleico, segregaron sus propiedades, el patrón divino del potencial humano, imaginado en éxtasis. Ellos dotaron la singularidad del Originador con un código propio, una firma evolutiva única. Posteriormente, de acuerdo con la ley cósmica, lo dejaron ir dentro del cosmos como esporas inmortales libres de propagarse a si mismas en muchos mundos. Y los Aeones se retiraron a observar. Pero Sophia tomó un desmesurado interés en la singularidad humana. Moviéndose hacia el límite de la membrana del Pleroma, Ella dio rienda suelta a su Epinoia en Sueño sin consorte y sin deferencia al Originador. De ahí que se la llamó Prunikos: audaz, temeraria, escandalosa. Eventualmente, la fuerza de Su anhelo en realizar un mundo para la singularidad humana la llevó hacia el cosmos exterior y Ella se convirtió en ese mundo. Sin embargo en el momento crucial de la transformación de Sophia, justo antes de que dejara de ser un torrente y se enroscara fetalmente en un planeta, Ella hizo algo totalmente escandaloso. En ese momento debatiéndose entre dos mundos, Su angustia alcanzó su cúspide. Todo lo que podía hacer para mantener su cordura era concentrarse en la brillantez del Trapecio, la red enjoyada de hilos nucleicos colgando en el brillo incandescente molecular. Sus corrientes la estaban abrumando, Su atracción para convertirse en la Tierra estaba cerca de terminar. Sin embargo ahora, el anhelo que la había llevado a convertirse en un globo planetario tenía otro objetivo: La singularidad humana. El Aeón Sophia sintió que el planeta viviente en el que se estaba convirtiendo era estirado hacia el carrusel planetario sin vida de los Arcontes y Ella se resistió ferozmente. A pesar de todo, sus muchas emociones estorbaron esa resistencia, haciéndola más y más pesada, más y más enrevesada. Su independencia fue rápidamente declinando y pronto sería capturada en ese extraño dominio. Con toda la fuerza divina que permanecía en Ella, Sophia concentró su pasión en el Anthropos, manteniendo esa débil imagen luminosa en el centro de su corazón como un precioso yidam, una deidad imaginada. Y cuando el momento crucial llegó, Ella no lo dejó ir, no desfalleció ni un ápice en su Sueño de la singularidad humana, Tan vasta fue la fuerza de su fidelidad a esa imagen que cuando Ella giró alrededor una última vez, antes de unirse al carrusel planetario, todo el poder divino que le quedaba la hizo dar bandazos salvajemente de un lado al otro del brazo galáctico y a través de la bruma nebular del Trapecio, desgarrando la plantilla en dos antes de volverse atrás y colapsar dentro de los mecanismos de relojería gravitacionales del mundo Arcóntico. Tal fue el final de su escandaloso acto de añoranza. La Separación de los Sexos (Episodio 4, FGS 1.0) Cuando el Aeón Sophia dio el bandazo hacia Orión y desgarró la plantilla, Se llevó una parte de la plantilla del Anthropos con Ella y la banderola hecha jirones de rocío nucleico fue absorbido entre el suave globo de la maternidad de la Tierra. Al desgarrar la plantilla, Sophia causó la separación de los sexos y precipitó las condiciones para la reproducción mitótica en la especie humana, que no era una característica del sueño original. La malla hecha jirones arrastrada en la materialización de la Tierra era la parte femenina de la plantilla del Anthropos, el componente Omega. La parte masculina, el componente Alfa, se quedó atrás en la nebulosa de Orión. Ese es el origen de la separación de los sexos. Esto fue el preludio para el romance chthonian entre los varones Alfa de otro mundo y las mujeres nativas de Gaia –mitades separadas de la misma especie. [“Andrógino Alquímico”, una imagen simbólica de los géneros separados en unidad. Del Turba Philosophorum, una antología alquímica del siglo XVII.] Las cepas de las Sidhe Cuando Sophia se convirtió en Gaia, trajo con Ella la mitad de la raza humana en su encarnación terrestre. Las mujeres Gaianas vinieron a llamarse las Sidhe, en memoria del alto sonido de su lamento que resonó desde la Tierra durante los largos eones de su gestación en el útero telúrico. Sidhe, del Celta, “mujeres traviesas, hadas o elfas”. Pronunciado ShEE. Equivalente al Sánscrito stri, “mujer, anatómicamente femenino”. Como los antepasados en el Tiempo-del-Sueño de las canciones aborígenes, las mujeres primigenias de la Tierra emergieron desde el rudimentario torso de la geografía de Gaia y tomaron forma en el terreno. Diosas nacidas de la roca eran las formas más arcaicas de las Sidhe, recordadas en raras palabras como Rhea, “que fluye desde la roca”, Lakhamu, “serpiente de la Tierra” y Louhi, “la bruja pesada”. Y por supuesto, Gaia, la misma madre planeta. Las Sidhe solo emergieron en forma independiente cuando el planeta se volvió totalmente poroso. Sophia habiendo mezclado su Luz de alta porosidad totalmente en los elementos físicos. Su rendición para ser Gaia generó espontáneamente las Sidhe desde la plantilla rasgada, como los hongos desde la membrana del micelio. Las mujeres nativas originales eran producciones orgánicas del Sueño de la Tierra. Ellas eran soñadoras poderosas que podían producir desde sus cuerpos muchas especies de animales, pájaros e insectos. Cooperando con el Sueño de la Diosa Sophia, las primeras mujeres manifestaron elaboradas extrusiones desde el torso de la Tierra. Ellas idearon palacios escalonados tan adornados como el de Borobudur y el de Angkor, paraísos donde una colección de animales sagrados Gaianos Vivian en grupos jerárquicos. Las mujeres mismas vivían desnudas en campo abierto, retirándose a túmulos profundos, conocidos posteriormente como “Los montículos de las hadas”. Ellas reprodujeron asexualmente las enormes mutaciones de especies exóticas a su cargo y en una variación del mismo proceso asexual, se reproducían a si mismas. El linaje materno de las variantes de tipos de Sidhe fue la cepa Kerali. Con el tiempo esta raza llegó a ser considerada igual que las demás, a pesar de ser la matriz genética de todas las otras. También llamada la cepa Partencia o “virginal”, es la raíz del linaje de todas las diosas de quienes en la memoria ancestral son asociadas con los consortes masculinos, los “la muerte y la resurrección de los dioses”, Dumuzi, Thammuz, Attis, Adonis y muchos otros. Los dioses mortales eran hombres de Orión, enamorados de las hijas de Gaia – pero esta es solo la parte romántica y amorosa de la historia. Pero por eones del tiempo de la Tierra, los hombres que vendrían a aparearse con las mujeres Gaianas aún no habían llegado al planeta. Estaban ocupados cazando en otros mundos más cercanos en proximidad con Orión. Desde el linaje Kerali, Gaia produjo varias cepas de las Sidhe para expresarse a si misma en el nivel humano. Desde los poros sin vello de Gaia emergió la raza serpiente, las Nagas, mujeres serpiente capacitadas con maravillosos poderes curativos. Desde sus poros velludos aparecieron bellas habitantes del dominio arbóreo, glamorosas ninfas arbóreas, las Driades1. Por eones fueron indistinguibles de los árboles en donde ellas vivían: Las Driades cambiaban de árbol como las mujeres cambian de vestuario, pero eventualmente hubo híbridos, ninfas que llegaron a estar anexadas a una única especie de árbol como el laurel, el ciprés y el enebro. Desde los fluidos corporales de Gaia emergió una raza de seductoras ninfas acuáticas, llamadas ondinas. Ellas existieron in incontables variantes, desde sirenas que cantaban en las profundidades del océano a formas cambiantes fantasmales que guardaban cascadas, pozos, fuentes, lagos, ríos, la lluvia o la niebla. Desde la lava volcánica que asistía su menstruación, Gaia produjo una raza de dakinis, brujas tutelares dotadas con un terrorífico y mágico poder que blandían dagas flameantes y bebían sangre que chorreaba de los cuerpos de los animales que desmembraban. Dakinis desde el fuego, Nagas desde la Tierra, Driades desde el aire y Ondinas desde el agua – Estas fueron las variantes elementales de la cepa de las Kerali. Todas las cepas fueron originalmente virginales y partenogenéticas, no teniendo contraparte del género masculino. Las Sidhe no sabían lo que habían perdido. Hasta el día de hoy los shamanes reflexionan sobre la ilusion de la supremacía de la cuota masculina (fee-male): “El primer hombre no fue un hombre, el primer hombre fue una mujer…”, dice Ino Moxo con una sonrisa maliciosa. Sin embargo la historia no tiene nada de graciosa. 1 Las Driades son las ninfas de los robles en particular y de los árboles en general. En la imagen, la Driade por Evelyn de Morgan. Antigua Enemistad La enemistad entre el hombre y la mujer apareció primero cuando las entidades de tipo masculino de la Nebulosa de Orión llegaron a la Tierra, entonces un paraíso terrestre habitado solo por mujeres salvajes y cazaron hasta casi la extinción los animales mágicos de la Diosa Gaia. Por eones antes de la llegada de los varones Alfa, las Sidhe continuaron en sus montículos de hadas parecidos a vientres, totalmente independientes de la relación sexual. Mientras ellas absorbían las calientes efluvios del planeta, sus vientres se hinchaban con la magnitud de una cúpula y la colección de animales, pájaros e insectos emergían desde paraísos subterráneos en una secuencia de extrusiones pulsantes. La partenogénesis de Gaia ocurría espontáneamente cuando las Sidhe se retiraban a sus montículos durante ciertas estaciones, bajo ciertas configuraciones de estrellas. Miríadas de especies emergían en hebras plasmáticas, como balones tubulares unidos, extrusionados desde el ombligo de estrellas de las mujeres en trance. Cada especie asumía la forma y rasgos de la configuración celestial en la que estaban programadas. (Esos patrones natales fueron después preservados en las correspondencias zodiacal/animal). Los hombres de Orión no eran nativos del mundo terrestre, pero las Mujeres Gaianas crecieron con la misma sustancia del planeta madre. Por incontables eones, las Sidhe habitaron toda la Tierra por si solas, ajenas al hecho de ellas componían una mitad de una especie de un genero polarizado. Ni los hombres de Orión ni las Sidhe reconocieron que emparejaban los componentes de la plantilla de una misma especie, pero sexualmente distintos ab origine, resultando en la principal causa de una gran aflicción y confusión. Pero también fue la ocasión para una larga aventura de amor y transformación. Este es el romance chthonian. Las entidades fundadas en Orión llegaron en corrientes plásmicas turboalimentadas que trajeron extrañas turbulencias a los cielos serenos sobre los pabellones blancos abovedados de los animales. Sus cuerpos de tipo varón se condensaron lentamente en el magma nebuloso del mundo del Trapecio, pero ellos continuaron por eones gigantescos en estatura y monstruosos en su dotación facultativa. Ellos eran guiados por un rugido en sus cabezas (posteriormente fue reproducido por un zumbador2), un sonido que los dejaba absortos en el hechizo de la caza mágica. Sin embargo, la caza no era una mera aventura en búsqueda de emociones. En un principio, no era una búsqueda mística de unión con la presa, ni tampoco una lujuria sin sentido por los trofeos. Los hombres de Orión eran guiados por un impulso primario de encontrar indicadores totémicos que les revelarían sus funciones en el orden cósmico. Los hombres de Orión fueron primordialmente dotados con habilidades diversas para el acecho. Su intención ciega, produjo un rango de habilidades para la caza, ritos y atuendos. En su primer encuentro con las Sidhe, los hombres de Orión fueron canales inconsistentes de intención trans-dimensional, una fuerza tan pura, tan recientemente forjada, que no conllevó marcas de identificación, ni firmas evolutivas independientes. Ellos construyeron una identidad por la acumulación de indicadores totémicos, sin embargo continuaron ignorantes de su identidad cósmica original, su firma innata genética, el Anthropos. Acumulando signos totémicos a su manera, más bien sin sentido, los varones Alfa no sospechaban que debían encontrar su verdadera contraparte en las Sidhe. Ellos no se dieron cuenta que su identidad humana original dependía de la armonización de los géneros. -Tampoco nosotros. 2 (bull-roarer) Un trozo de palo atado a una cuerda, utilizado por algunos shamanes, que se hace girar y produce un sonido zumbante. Mientras la mitosis Gaiana prevalecía, las Sidhe experimentaron unos lazos empáticos sin impedimentos con sus miríadas de vástagos. Las mujeres Gaianas eran fieramente protectoras con sus crías. Los grupos de caza de Orión al principio no supusieron una amenaza para el milagro de la simbiosis Gaiana. La depredación produjo tan solo escasas variaciones en el incremento o decremento de las especies. Cuota Superada Pero durante muchos eones el “tempo” (ritmo) cambió, el frenesí se profundizó. Mientras los hombres absorbían las marcas totémicas desde el vasto rango de especies Gaianas, además adquirieron mana, una sobrecarga de fuerza vital telúrica. Fundamentada en la Tierra, mana fue un nuevo y fascinante poder, muy diferente a la turbulencia plasmática en el mundo nebular de Orión. Excederse, la desmesura masculina, era su debilidad innata. Ahora se convertía en la firma de su expresión no nativa. A través del exceso de mana. Ellos empezaron a cazar más y más animales, más y más frecuentemente, más y más ciegamente e indiscriminadamente. Las Sidhe observaron este cambio con gran preocupación. Instintivamente ansiaban proteger el balance simbiótico del planeta y preservar su papel único como una cuna trans-dimensional para las mutaciones epigenéticas. Desconcertadas por el espectáculo de los excesos masculinos, ellas fueron sin embargo pacientes con los intrusos. En un crucial momento, las mujeres Gaianas hicieron una insinuación fatídica. Ofrecieron a los cazadores un animal totémico para la ternura, una cualidad de las que los varones notoriamente carecían. Ellas eligieron un conejo de largas orejas, pero el indicador totémico no tuvo atractivo para los hombres y estos rechazaron el ofrecimiento. Los varones Alfa, no querían ser hombres-conejitos. A partir de entonces la especie disminuyó lastimosamente hasta abandonar el Sueño. (es decir, se extinguieron). Eones más tarde Orión el Cazador vino a ser visualizado con Lepus, la Liebre arrastrándose en su talón, una memoria antigua de la insinuación fallida. Debido a problemas de comunicación, las mujeres Gaianas fueron incapaces de mantener la obsesión por la caza de los O-men dentro de los límites. Ellas simplemente no sabían como fomentar una buena relación con esas entidades de tipo masculino, que se les aparecían como deidades infladas descendiendo desde el cielo. Con el tiempo las sacerdotisas Gaianas responsables del -Sueño Animal- se angustiaron. Habiendo observado que las entidades de Orión exhibían una peculiar forma de actividad mental basada en el cálculo y patrones geométricos, ellas respondieron con una acción complementaria: Establecieron un cupo para la caza. La propuesta fue ampliamente ignorada, como si los cazadores, que claramente no establecían sus propios límites, fueran reacios a aceptar los límites establecidos por otros. Las sacerdotisas entonces tomaron una medida extraordinaria de control: Ellas demandaron el sacrificio de un varón cazador en reciprocidad por superar la cuota. El intercambio de la vida de un cazador por las vidas de simplemente-muchos animales mágicos fue un acto equitativo a los ojos de las mujeres Gaianas, pero ello fomentó la semilla de la enemistad entre ellas y los Hombres de Orión. Las mujeres del clan de Artemisa, cuyo papel especial era la protección del -Sueño Animal-, impusieron la pena de muerte. Un antiguo mito dice que Artemisa envió al escorpión para que picase a Orión el Cazador, que murió a causa de su veneno, sufriendo la pena máxima porque había excedido los límites de la matanza. Esos eventos fueron influyentes en todos los incidentes posteriores, del antagonismo en el cruce de géneros en la especie humana. Amor Entre los Árboles Pero no todo estaba perdido, porque otras relaciones fueron desarrollándose entre los O-men y las Sidhe. La cuestión no resuelta del sacrificio masculino, estableció un patrón perenne de recelo mutuo. Pero una buena relación entre los géneros separados surgió finalmente. Un cierto número de los cazadores quedaron profundamente atraídos por las mujeres Gaianas, ¡sin siquiera conocer lo que era una mujer! La atracción convenía a sus instintos de caza, porque veían que las mujeres eran sabias en las maneras de los animales que ellas producían. Los O-men eran cazadores, expertos en ocultarse y acechar, pero las Sidhe eran soñadoras que trabajaban de maneras diferentes. Soñar y Acechar representan las verdaderas y saludables reflexiones de la polarizas sexual en la especie humana. Pero los límites son flexibles y los intercambios lúdicos ocurren. Hay cruce de géneros soñadores y acechadores… Por muchos eones, algunos cazadores quedaron fascinados por los poderes ensoñadores de las mujeres Gaianas. Esa fue la atracción primitiva, el primer movimiento de tanteo hacia el reconocimiento mutuo entre los géneros. Las varias cepas de las Sidhe, utilizaron sus artimañas nativas para seducir a los hombres dentro de sus operaciones ensoñadoras. La lengua poco clara y melodiosa de las Sidhe fue abiertamente aplicada para seducir a los varones de Orión. En acertijos y enigmas como “cuando la tortuga es ordeñada, no se puede conservar en una olla” y “el tamarindo del árbol es comido por el cocodrilo”, Las Driades atrajeron a los cazadores hacia intrincadas hazañas soñadoras mediante las cuales los hombres aprendieron los secretos de las miríadas de especies y de la biosfera. Su atracción a lo que las mujeres conocían soñando, llevó a algunos hombres a querer conocer a las mujeres de manera más intima. Nada parecido a las relaciones sexuales ocurrió durante eones, debido a que el cuerpo-nebular de los hombres era bastante volátil y no lo suficientemente sólido. Los cuerpos de los cazadores no estaban somáticamente conectados en Gaia. La reunión inicial de los dos géneros consistió en la mezcla del cuerpo-nebular de los hombres con el cuerpo-de-sueño (las fundas reproductoras adaptables) de las mujeres. Luego cambió a una conjugación mixta, la mezcla de cuerpos plasmáticos y somáticos. Entonces degeneró en una serie de salvajes permutaciones orgiásticas. Finalmente el acto sexual se llevó a cabo puramente de forma física, en “conocimiento carnal”. Pero el romance chthonian no fue completado en unión biológica de los géneros separados. Lejos de ello, para la conexión trans-género pura y original, la reciprocidad de ensoñar y acechar se arruinó llevando a un enredo biológico. La gloria de ese romance no fue el nacimiento de la progenie humana desde los dos géneros – un desarrollo que llegó extremadamente tarde en el proceso evolutivo – Si no el nacimiento de shamanes de Orión de pleno-derecho, criaturas terrestres, no intrusos que veían la Tierra como una reserva natural exótica que podían saquear y abandonar. Ninfas, nagas y dakinis todas las cepas participaron en juegos seductivos con los varones Alfa, pero fueron las Driades las que decidieron el destino de los hombres. Esta es la parte más apacible y la más bella de la historia sobre las Sidhe y los O-men, una aventura que tomó eones para desarrollarse. En algunos casos la instrucción por las exquisitas ninfas arbóreas llevó al amor, por l oque hasta hoy es un factor cognitivo en el amor. El Pathos3 del romance chthonian llegó a su clímax cuando algunos de los cazadores que estaban predestinados a morir debido al castigo de 3 Sufrimiento Artemisa, escaparon de la muerte impuesta escalando los árboles para expirar de éxtasis en los brazos de las Driades cuya belleza les había seducido. Sin embargo, su muerte fue tan solo de su identidad anterior. Ellos cesaron de ser hombres de Orión para convertirse en varones terrestres. Las seductoras Driades dieron a luz a los shamanes atrayéndolos hacia un vínculo cognitivo permanente con la Tierra. En el abrazo de las ninfas de los árboles, los cuerpos plasmáticos de los cazadores tomaron la impronta de un árbol, el sistema nervioso encordado4. El Phylum del genero humano, el plan bio-anatómico de todas las generaciones posteriores, fue la consecuencia final del abrazo chthonian. Originalmente, todos los hombres de la especie humana fueron shamanes nacidos de mujeres que eran árboles. Jll: Flandes Enero del 2006 4 Chordate. En referencia al “filo” (phylum) de los cordados.