La siguiente anécdota ilustra lo complicado de la comunicación intercultural. Se trata de alguien que quiso ser sensible en su trato hacia un grupo (Native Americans) pero, sin darse cuenta, hirió a un miembro de otro (japonés). Participé el verano pasado, en un seminario en el cual los integrantes eran de varios grupos nacionales e internacionales, representando diversas culturas. El primer día, para romper el hielo, nos tocó presentar a la persona a nuestra izquierda. Habían varios estudiantes internacionales, incluyendo a una mujer de edad japonesa a quién se le dificultó el inglés un poco. Ella presentó a su pareja en inglés con acento japonés, pero sólo se equivocó en una ocasión. Dijo que su compañera (una mujer blanca) era ‘native American’. Quiso decir que era oriunda de los Estados Unidos, pero no hablaba bien el inglés. Inmediatamente, otro miembro del grupo levantó la mano y dijo, ‘Protesto’. Procedió a enfatizar para todos los del grupo la importancia de la franqueza si algo nos molestaba. Dijo que le molestaba que la japonesa le hubiera llamado a la mujer blanca ‘native American’ cuando no lo era. También dijo que era importante etiquetar a la gente correctamente. No quiso ofender, pero mortificó de sobremanera a la japonesa. Si bien ya se sentía avergonzada por su inglés, haber sido apuntada como incorrecta para ella fue lo peor. No dijo nada en ese momento, así que no supimos cómo le había afectado el incidente. Sin embargo, tan pronto como terminó la sesión, pidió su cambio a otro grupo. (en Martin y Nakayama, 2004: 409) (traducción de la autora)