Duelos P - Instituto de Terapia Gestalt

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CURSO DE FORMACIÓN DE
TERAPEUTAS GESTALT
Material de Consulta del Taller:
FUNDAMENTOS DE PROGRAMACIÓN
NEUROLINGÜÍSTICA (PNL)
DUELOS
Autor:
Maite Descalzo
Psicóloga Clínica / Terapeuta Gestalt
Miembro del Equipo Docente y Terapéutico del ITG
Material revisado y editado por: Pierina Moreno
Curso de Formación de Terapeutas Gestalt. Duelos
TTaabbllaa ddee CCoonntteenniiddoo
Pág.
I. Resumen ……………………………………………………………………………………………………
4
II. Justificación …………………………………………………………………………………………….…
7
III. Objetivos ……………………………………………………………………………………………………
8
3.1
Objetivo General …………………………………………………………………………………
8
3.2
Objetivos Específicos …………………………………………………………………………..
8
IV. Conceptos Básicos ………………………………………………………………………………………
9
4.1
Pérdida ………………………………………………………………………………………………
9
4.2
Aflicción …………………………………………………………………………………………….
9
V. La Muerte ………………………………………………………………………………………………….
11
5.1
Premisas del ser humano con respecto a la muerte ……………………………….
11
5.2
El tiempo y la muerte ………………………………………………………………………….
12
5.3
El rechazo a la muerte ………………………………………………………………………..
13
5.4
Miedo a lo desconocido ……………………………………………………………………….
14
5.5
Miedo al sufrimiento ……………………………………………………………………………
15
5.6
La investigación y la muerte ………………………………………………………………..
15
5.7
Acercamientos a la muerte ………………………………………………………………….
17
5.8
Rituales mortuorios en distintas culturas ……………………………………………...
17
VI. El Duelo …………………………………………………………………………………………………….
20
6.1
Diferencias entre el duelo normal y el duelo patológico ………………………….
21
6.2
Diferentes enfoques teóricos acerca del duelo ……………………………………….
24
6.3
Tipos de duelos ………………………………………………………………………………….
28
VII. El Duelo en la Terapia Gestalt ………………………………………………………………………
30
7.1
Algunas técnicas gestálticas …………………………………………………………………
31
7.2
Elaboración del duelo ………………………………………………………………………….
38
7.3
Proceso de despedida y duelo en la terapia …………………………………………..
56
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VIII. Referencias Bibliográficas ……………………………………………………………………………
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IX. Anexos ………………………………………………………………………………………………………
60
Anexo 1. Bibliografía recomendada para la consulta ……………………………………..
60
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Pocos temas despiertan en las personas tanto miedo como el morir. La muerte y el tiempo forman
parte del mismo principio originario, todo corre hacia la muerte. En la actualidad, la mayoría de
personas mueren solas y apartadas, en pasillos de hospitales y asilos, sólo uno de cada cinco
consigue morir en su casa y con frecuencia nadie acompaña a la persona en este paso final.
Al negar la muerte, afirma Plaxats (2001) la sociedad, se priva de una reflexión y una meditación
sobre la cuestión del sentido y de lo sagrado: Este espacio de lo sagrado, del sentido, de la
relación del ser humano con aquello que le ultrapasa, que antaño era organizado por las
tradiciones religiosas, hoy se muestra a muchos como un espacio que hay que cubrir y volver a
habitar.
Plaxats (2001) entiende el duelo como: una experiencia vital complicada formada por un conjunto
de procesos psico-físicos-emocionales-relacionales-espirituales, a partir de la noción subjetiva de
pérdida. Y para evitar que el duelo se complique, es mejor que conscientemente se decida
encaminarse hacia un objetivo saludable al que cada quien llama de forma distinta.
Generalmente, los profesionales se refieren a las intervenciones relacionadas con el duelo como:
elaboración del duelo o transformación saludable del duelo, este concepto implica despedida,
desaferramiento, resituar internamente aquello perdido, renovar el significado y rehacer la propia
vida, sin que la herida quede cerrada en falso, supure constantemente e incluso infecte otras áreas
de la persona y su entorno.
Para unas personas el proceso incluye una reconfirmación, revisión o reestructuración de sus
creencias y valores espirituales y para otras no, o por lo menos, no conscientemente y ello debe
ser muy tenido en cuenta también en el caso de un acompañamiento en dicho proceso. Es
necesario efectuar un acompañamiento profesional, o no, aunque siempre respetuoso.
Existe el duelo normal o patológico. Según Nares (1991) el duelo normal, es una reacción natural
ante la pérdida de una persona amada, en los que están presentes sentimientos de angustia,
tristeza, agresión o culpa. Representa una emancipación de lazos afectivos de cariño y lealtad
hacia el muerto y una readaptación al ambiente. La nostalgia y el remordimiento, son tristezas por
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la pérdida de lo que se tuvo. La desesperanza es tristeza de una pérdida futura y el
arrepentimiento es la tristeza de lo que pudo haber sido.
En el duelo patológico, tales sentimientos de angustia y tristeza pueden ser negados, actuados o
bien exagerarse. En el duelo no resuelto, la pérdida se convierte en un fin en sí misma, de manera
tal que el doliente se consagra al culto del duelo, concretando en él todo su ser y perdiendo todo
el interés en el objetivo de su aflicción.
De acuerdo con Ríos (1998), generalmente las raíces de un duelo patológico se encuentran en
transacciones afectivas sin cerrar, que se mantienen con una persona fallecida aún después de su
muerte. Fuertes emociones como culpa, remordimiento, ira, palabras sin decir ni oír, rencores aún
vivos, alimentan estas raíces y fundamentalmente un sentimiento de angustia porque ya no se
puede hacer nada.
En la elaboración del duelo desde la Terapia Gestalt, la persona vive un proceso de ida al fondo sí
misma, en el que encuentra los recursos y elementos necesarios para recomponer un nuevo
equilibrio. Perls, Hefferline y Goodman (1951), denominan a esta capacidad de autoestructuración,
el proceso homeostático y afirman que: es el proceso mediante el cual, el organismo mantiene su
equilibrio y por lo tanto, su salud, en medio de condiciones que varían.
Uno de los temas de abordaje con los duelos son los asuntos inconclusos, que aparecen cuando
una persona se siente dolida, enojada o resentida hacia otra persona y no encuentra la forma de
resolver estos sentimientos. En consecuencia, la experiencia es incompleta. Según Castanedo
(1987), la tensión que mantiene el asunto inconcluso está encubierta, es decir, está protegida por
las resistencias que bloquean el Darse Cuenta, de tal forma que la naturaleza misma de la tensión
está enmascarada.
Algunas técnicas gestálticas para el trabajo con duelos son:
•
La relación dialogal
•
El método fenomenológico
•
La Teoría Paradójica del Cambio
•
La autorregulación organísmica
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•
El ajuste creativo
•
Los experimentos gestálticos:
•
Todo aquello que posibilite la expresión de lo simbólico, intuitivo y no consciente
•
El recorrido por el ciclo de la experiencia
Al conseguir un proceso saludable de elaboración del duelo, la persona puede sentir mayor
protagonismo en su existencia. Y no desde posturas prepotentes y competitivas, sino desde la
fortaleza de actitudes éticas como cierta humildad y cooperación. Esto influye positivamente en los
distintos ámbitos del individuo como: personal (pareja, familia, amistades, etc.) y social
(incluyendo la parte laboral-profesional o paraprofesional).
Por otra parte, el hecho de llegar al final de las sesiones encierra un proceso nuevo denominado
duelo. La despedida de la relación terapéutica no tiene porqué asumir tintes dramáticos, por el
contrario es un momento esperado. Este proceso dura el tiempo que se necesite para asumirlo, y
depende de cada uno. Este proceso de duelo puede implicar una desmielinización de los cordones
neuronales asociados con la retroalimentación del consultante, lo cual sería directamente
proporcional a la ausencia de la relación que se da cuando haya finalizado el proceso de terapia.
El cerebro va liberando la energía asociada a esta Gestalt y se podría mielinizar un nuevo cordón
neuronal relacionado con un nuevo acontecimiento.
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Un taller sobre duelos es imprescindible dentro de un programa de formación en psicoterapia,
teniendo en cuenta que el ser humano atraviesa diversas separaciones en su mundo interior y
exterior, en un vaivén constante de contacto-retirada, hasta finalmente enfrentarse a la última
despedida, la muerte.
La muerte suele ser una temática intocable, tabú de la sociedad, se teme y se rechaza. Por esta
razón, los estudiantes de la Formación de Terapeutas Gestalt del Instituto de Terapia Gestalt,
deben familiarizarse con este tema, con la finalidad de que puedan contar con herramientas que
les permita hacer frente al acompañamiento que ayuda al paciente que está sufriendo una
separación de un ser querido o se está enfrentando a su propia muerte.
Acompañar a una persona en duelo, supone entender que cuando los acontecimientos de la vida
imponen la separación de alguien que ha formado parte del mundo afectivo de ésta, va atravesar
una serie de procesos que, si no son atendidos de forma adecuada, impiden la restauración del
gran vacío afectivo que dejan las pérdidas.
Se hace necesario que el estudiante entienda y se familiarice con estos procesos, de este modo, se
pretende que este taller aporte un marco de referencia para la comprensión de todos los procesos
que median entre la pérdida y la transformación saludable del duelo, en cada uno de los cuales
afloran diversas emociones, creándose un clima altamente tenso y emocional, que en caso de que
el futuro terapeuta no conozca, no puede ofrecer las indicaciones más adecuadas para la
intervención, corriendo el riesgo de aplacar o desensibilizar al paciente de su dolor.
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3.1 Objetivo General
Conocer los procesos de duelo: su definición, modelos, las diferencias entre un duelo normal
y patológico, etapas, rituales, su significación, etc., a fin de proveer de herramientas que
faciliten a los participantes, el logro de transformaciones saludables del conjunto de
pensamientos, emociones y comportamientos asociados a la pérdida
3.2 Objetivos Específicos
•
Presentar un acercamiento al concepto de la muerte y las premisas del ser humano
con respecto al tiempo, miedo a lo desconocido, al sufrimiento y demás elementos
relacionados tales como: pérdida, aflicción, duelo, luto y rituales mortuorios
•
Identificar las diferencias entre el duelo normal y patológico
•
Describir los diferentes modelos teóricos para la descripción de las etapas y el
trabajo con los duelos
•
Mostrar la concepción y las técnicas del trabajo con duelos desde la Terapia Gestalt
•
Realizar actividades de tipo práctico-vivencial, que favorezcan la toma de contacto de
lo que supone para cada participante este tema y la elaboración de duelos no
resueltos que puedan aparecer en este contexto
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4.1 Pérdida
De acuerdo con Plaxats (2001), es el estado de destitución o ausencia tras la muerte de un
ser querido al que se está fuertemente ligado. Puede ser entendida en sentido subjetivo,
como algo que se ha tenido y ya no se tiene, o como algo que se ha querido tener y no
llega.
Nadie puede indicar a otro lo que debe o no debe ser considerado como pérdida, es decir, no
existe un dolorómetro. Se siente la pérdida por una valoración que la persona hace basada
en un conjunto de factores racionales, emocionales y socio culturales. La valoración positiva,
promueve la acción para conseguir aquello valorado, y por tanto, genera resistencia ante la
pérdida.
Según Sabar (2000), en sentido más amplio, la pérdida es una parte inevitable de la vida,
bien sea la muerte, el dejar de vivir con la familia, la separación de los amigos, la
enfermedad, la minusvalía, el desempleo, la jubilación, el divorcio, la adopción, la
emigración, la separación de una persona, lugar, cosa o actividad a la que una persona se
siente ligada y con la que ha encontrado una parte importante su identidad y de su propio
sentido.
4.2 Aflicción
Según Arcángel y Moody (2002) la aflicción es una reacción instintiva ante la pérdida, es un
proceso que viene acompañado de multitud de sentimientos. La aflicción consume el cuerpo,
la mente y el alma, día y noche, durante días y semanas. Representa las reacciones
particulares subjetivas que se experimentan mientras se está en estado de duelo. Es el dolor
de la pena, el pesar.
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La palabra pesar significa pesado, empuja hacia abajo. Constituye el lado interno de la
aflicción que se puede experimentar en:
•
El cuerpo: En forma de lágrimas, gritos, opresión en la garganta, pesadez en el pecho,
vacío o revuelto de estómago, cansancio, debilidad, inquietud, insomnio o dolor físico
•
Emocionalmente: Puede producir tristeza, rabia, miedo, ansiedad, labilidad emocional,
vergüenza o culpabilidad y a menudo alivio
•
A nivel cognitivo: Se da como descrédito, incapacidad para asimilar la realidad,
preocupación con reflexiones acerca del difunto, desorden temporal, disminución de la
atención,
distracción,
olvidos,
desorganización,
cuando
parece que acaba la
perturbación, comienza de nuevo, hiperactividad
•
Socialmente: se tiende a la disociación, a la retirada y al aislamiento, a pesar de que
existe una gran necesidad de compañía y soporte
•
Espiritualmente: Se da un cambio de las suposiciones personales sobre la seguridad y
las garantías, las leyes y la justicia
•
A nivel religioso: Puede haber un cuestionamiento de la divinidad, gracia, poder o
existencia de Dios
Según Sabar (2000), llorar por la pérdida es una palabra que significa recordar con cariño y
pena. Es el lado externo subjetivo del llanto por la pérdida, incluye el campo alrededor del
individuo, es un proceso público que supone el reconocimiento de la pérdida por parte de los
demás, hay presencia y apoyo por parte de la familia, la comunidad, costumbres y rituales
sociales, culturales y religiosos.
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VV.. LLaa M
Muueerrttee
Quien no está atareado naciendo, se halla atareado muriendo (Bob Dylan).
Según Hennezel (1996):
La peor soledad para un moribundo es no poder comunicar a sus seres queridos que va a morir.
Para quien siente que le llega la hora, el no poder hablar no compartir con los suyos lo que la
inminencia de la separación le inspira, a menudo le abocará al desorden mental, al delirio o
incluso al dolor físico que al menos le permite un sufrimiento concreto…La persona que puede
hablar en primera persona y decir en voz alta “voy a morir” no sufre la muerte como paciente
sino que la vive como sujeto
5.1 Premisas del ser humano con respecto a la muerte
Según Plaxats (2001), las premisas respecto a la muerte son:
i. La precariedad como especie: El ser humano, a pesar de haber conquistado los
ecosistemas del planeta y de haber creado el suyo propio, es una especie radicalmente
precaria, puesto que tarda entre 18 y 20 años en madurar. Madura en contacto con
otros seres humanos y con el ambiente, lo cual le convierte, durante largos años, en un
ser dependiente de que sus necesidades intrínsecas, sean cuidadas totalmente, o en
parte, según va creciendo.
Tal como afirma Capra (1996): para comprender la naturaleza humana, no sólo hemos
de estudiar sus dimensiones físicas y psicológicas, sino también sus manifestaciones
sociales y culturales. El ser humano ha evolucionado mas que cualquier otra especie
como animal social, ha tenido gran participación en el pensamiento colectivo, creando
así, un mundo de cultura y valores que se convierte en parte integrante de su ambiente
natural, de modo que, la evolución humana progresa por medio de una interacción
entre mundo interior y exterior, entre individuos y sociedades, entre la naturaleza y la
cultura.
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ii. La especie humana es la única consciente de que es mortal.
iii. El ser humano tiende a negar la finitud de las formas: Aunque es plenamente conocido
que todo lo que nace muere, que todo lo que aparece desaparece, que toda forma
tiene un proceso de nacimiento, desarrollo y fin, el ser humano tiende a vivir negando
este imponderable.
A este respecto Yalom (1984) afirma: creo que existe… un proceso activo de represión,
derivado de la tendencia universal de la humanidad -incluidos los investigadores (y
algunos teóricos) - a negar la muerte, tanto en la vida personal como en la actividad
profesional.
iv. El ser humano se relaciona y establece vínculos: Ello comporta distintos grados y
calidad de afectividad, lo cual implica una valoración positiva o negativa del vínculo,
basada en un conjunto de factores racionales, emocionales y socioculturales. De modo
que en el momento en que se produce una pérdida (en sentido subjetivo), aparece la
frustración. Y tanto si el individuo es consciente o no de esto, la frustración entraña,
como mínimo, tristeza y enojo.
5.2 El tiempo y la muerte
Pocos temas despiertan en las personas tanto miedo como el morir. La muerte y el tiempo
forman parte del mismo principio originario, todo corre hacia la muerte. Este conocimiento
(la mayoría de las veces inconsciente), presente siempre como intuición, hace que se caiga
en diversos, pero peculiares trucos relacionados con el tiempo, de manera que las personas
intentan ahorrarlo compulsivamente, pero cuando realmente queda tiempo hasta el final, no
causa atracción, sino que se intenta matarlo con cualquier distracción.
Sin embargo, sólo el tiempo y su principio originario podrían ayudar al ser humano a salir del
dilema. Para muchos occidentales puede ser razonable empezar a reconocer que en última
instancia, el tiempo es una ilusión, que en un nivel de realidad más profundo, no existe en la
forma lineal en que lo que se conoce. Según Dahlke (1999), las experiencias de profunda
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concentración, meditación o incluso ver una película emocionante pueden dar al menos una
impresión de lo subjetiva que es la percepción del tiempo.
5.3 El rechazo a la muerte
Para la mayoría de las personas, la vejez se ha convertido en una época de enfermedad, se
ha pasado a maquillar a los cadáveres para no tener que enfrentarse con los signos de la
muerte. Todo el gasto que se hace en cosmética y medicina para borrar las huellas del
envejecimiento está alimentado en última instancia, por el miedo a la muerte.
La mayoría de personas mueren solas y apartadas, en pasillos de hospitales y asilos, sólo
uno de cada cinco consigue morir en su casa. El miedo a la muerte está tan extendido, que
apenas hay personas que confiesan este último deseo a sus allegados. En los hospitales, si
no está de guardia una de la últimas monjas que todavía puede conciliar con su imagen del
mundo, el mirar a la muerte a los ojos, con frecuencia nadie acompaña a la persona en este
paso final.
En occidente, la mayoría de personas mueren aisladas y en secreto. El moribundo es
engañado y privado de su mayoría de edad. La represión llega a menudo tan lejos, que ni
siquiera se la menciona por su nombre, el paciente no es un moribundo, sino terminal.
Con la medicina de los trasplantes, los médicos tienen que esperar junto a los pacientes
mortalmente heridos hasta que estos son por fin declarados muertos y pueden empezar con
su trabajo. Los pacientes a su vez creen tener ciertos derechos frente a la muerte,
considerando que tienen un seguro de enfermedad, muchos creen que es un escándalo no
disponer de órganos. En vez de aceptar esta prolongación de la vida que regala la medicina
de esta forma espectacular, con humildad y agradecimiento, se reclama ya como un derecho.
Discutir sus derechos a la muerte de una forma tan descarada y arrogante en última
instancia, una vez más, es un signo de angustia y de miedo.
Al negar la muerte, afirma Plaxats (2001) la sociedad, se priva de una reflexión y una
meditación sobre la cuestión del sentido y de lo sagrado, y sin embargo, algunos momentos
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de la vida, y en especial en los momentos de crisis, se ponen de frente estas cuestiones
esenciales. Este espacio de lo sagrado, del sentido, de la relación del ser humano con aquello
que le ultrapasa, que antaño era organizado por las tradiciones religiosas, hoy se muestra a
muchos como un espacio que hay que cubrir y volver a habitar.
Sin embargo, la dignidad de la muerte no se ve perjudicada por los precarios intentos y
estrategias para ignorarla. La muerte puede permitirse ser despreciada por el ser humano; la
cuestión es si las personas pueden permitirse lo contrario. Al final ella siempre gana.
Shepard (1986), indica que el miedo a la muerte se contrarresta evitando el tema o viviendo
en un gran temor de una muerte eventual, como lo atestiguan los síntomas hipocondríacos,
muchas fobias (miedo a volar, a las alturas, ascensores, oscuridad, etc.) o preocupaciones de
tipo suicida.
5.4 Miedo a lo desconocido
Otro temor relacionado con la muerte es el miedo a lo desconocido, sobre todo en personas
rígidas y estereotipadas que no admiten sorpresas. Lo nuevo los altera y no están tranquilos
hasta que restablecen sus rutinas habituales.
La muerte es la mayor de las incógnitas, nadie ha vuelto para que cuente cómo es y si han
vuelto, casi todos los reconocidos pensadores, se lanzan a probar que no hubo muerte real.
Así se deja a la muerte como la gran desconocida.
Los que han aprendido a vivir plenamente, los que han llegado a conocer el ímpetu de la
excitación que se deriva de situaciones totalmente nuevas, tienen menos problemas en
aceptar la muerte. Para ellos constituye el reto de otra incógnita. Han aprendido a considerar
el hecho como una aventura y no algo a que tener miedo.
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5.5 Miedo al sufrimiento
Pensar en el sufrimiento y el dolor es otra cosa que se teme cuando se piensa en la muerte.
Muchos pacientes terminales que sufren dolor, dicen que esperan no pasar por el sufrimiento
que imaginan momentos antes de morir, aun así con todos sus espasmos dolorosos, dicen
que están en paz. A menudo, las personas que presencian la muerte de un ser humano
creen ver mas dolor del que realmente siente la persona que agoniza.
5.6 La investigación y la muerte
Los valores, las actitudes, los sentimientos, las acciones alrededor del sufrimiento, la pérdida,
la muerte y el duelo, son objeto de escaso estudio comparados con otras dimensiones de la
realidad humana. Su presencia ha sido, hasta hace poco, obviada en la mayoría de currículos
de carreras con evidente trasfondo humanístico e incidencia en las relaciones.
Todo en el universo existe solamente por su relación de contraste con otra cosa. Por
ejemplo, las estrellas existen porque están rodeadas de firmamento, el día sin la noche es un
concepto sin sentido. Una fase define a la otra, cuando una de ellas desaparece, la otra no
permanece. Igual sucede con la muerte, se surge de la muerte (la no existencia) y a ella se
retorna y de esa fuente, la vida debe florecer de nuevo.
Uno de los grandes temores que se tienen sobre la muerte, es que representa el fin. El ser
humano tiende a confundir su ego consigo mismo y con lo que le rodea, con sus trabajos,
ropas, amigos, nombre, por lo tanto, si esto desaparece, cree que también él desaparece.
Sin embargo, no existe fin que temer, porque el universo no está basado en la cesación sino
en la transformación y esto es un sutil y continuo proceso.
Gurdjieff (2004) el místico filósofo ruso, habla del usted eterno como el observador, el
testigo desprendido del cuerpo. Los budistas, indostanes y taoistas, todos describen al mismo
usted real o eterno. Un usted que no tiene conexión alguna con el propio cuerpo físico, pero
que lo observa y abarca todo. La experiencia de ese usted es llamada conocimiento (o
conciencia) cósmico, Nirvana, Samadhi, Satori o Iluminación. Es el hecho de comprender que
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usted o la persona en este caso, no está adherida a su cuerpo, sino que está ligada al todo,
que es interminable, que no tiene comienzo ni tendrá final.
Aun desde el punto de vista occidental, tan científicamente orientado, se puede afirmar que
la persona vive por siempre, porque su ego no registra su muerte, debido a que funciona de
manera muy parecida a una cámara: se toma una foto, la película se revela y es entonces
que se ve la impresión. Es así que la persona (el usted desconectado) no puede nunca ver ni
sentir su propia muerte. Así pues, su ego se queda siempre temiendo un suceso que no
acontece jamás.
La investigación sobre la muerte siempre es difícil; las afirmaciones que los médicos obtienen
de pacientes devueltos a la vida, los llamados pacientes reanimados, suenan incomprensibles
a los oídos occidentales. Estos pacientes, en su mayoría, no viven su muerte como algo
espantoso, sino como un acto de digno desprendimiento, han sido recibidos por figuras de
luz y luego llevados hasta una luz indescriptiblemente intensa.
El ars moriendi (arte de morir) occidental lleva siglos ofreciendo imágenes y descripciones
muy similares. En la medida en que se han unido nuevas investigaciones y viejos
conocimientos, ha comenzado también la exclusión de esta línea de investigación, que
rechazada oficialmente, fue a parar al escenario espiritista.
La investigación sobre la muerte de Moody y Kübler Ross, dada la abundancia de material de
que dispone, puede dar una primera impresión del territorio más allá de la muerte, las
llamativas coincidencias de tantos relatos, proporcionados por personas de las más variadas
procedencias independientes entre sí, tienen algo de convincente. Respecto a la
reencarnación es difícil probarla, pero no es posible refutarla en principio.
Si al respecto de esta temática la persona sólo quiere confiarse al sentido común, éste
también lleva a reconocer que hay vida después de la muerte. Ahora que los físicos y los
místicos están de acuerdo en que todo en este universo es vibración viva, sería muy extraño
pensar que precisamente la vida humana, sea la única excepción.
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5.7 Acercamientos a la muerte
Rimpoché (1994), recomienda que para encontrar una senda espiritual u otra, es necesario
seguir con completa sinceridad la senda que a cada quien le resulte mas inspiradora y
aconseja:
Lea los grandes libros espirituales de todas las tradiciones, hágase una idea de lo que
pueden querer decir los maestros, cuando hablan de la liberación y de la iluminación, y
descubra qué enfoque (...) le atrae y le conviene más. Aplique a su búsqueda todo el
discernimiento de que sea capaz; la senda espiritual exige más inteligencia, más sobria
comprensión y más sutiles poderes de discernimiento que ninguna otra disciplina...
Plaxats (2001) sugiere que el miedo en esta civilización, ha convertido la experiencia de la
muerte en un gran tabú. El tabú es fruto de una actitud y como tal, es susceptible de
cambio. Cambiar actitudes, no es fácil, aunque sí es posible. Este debe ser un objetivo
prioritario de cualquier información-formación personal y profesional: potenciar un cambio de
actitud ante el sufrimiento, la pérdida en general, y la muerte en particular. Muchas personas
son concientes de que la información facilita el conocimiento y proporciona algunos de los
recursos imprescindibles para el cambio de actitudes.
Miembros de otras culturas, no comparten el terror a la muerte, por ejemplo: para los
orientales, la muerte es como un nacimiento, simplemente otra puerta por la que se debe
pasar, están preparados para ello.
5.8 Rituales mortuorios en distintas culturas
Según Nares (1991) las ceremonias rituales relativas a la muerte, intentan cumplir la misión
de liberar afectos, confrontar y hacer compartir a los miembros de un grupo, una de las
experiencias humanas más íntimas para afrontar el dolor de la pérdida, a fin de recuperar lo
depositado en las personas muertas y aceptar la separación.
Algunos elementos comunes que conviene tener presentes desde el punto de vista
terapéutico son:
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•
La muerte es considerada como una experiencia íntima y normal, que forma parte de
la existencia y se encuentra asociada a la idea de trascendencia, de un después o de
un más allá
•
En el rito se hace uso del lenguaje analógico característico del hemisferio derecho, en
el que se combinan los elementos simbólicos, ya sea el uso de objetos o bien a través
de ciertos actos
•
El ritual tiene un carácter sistémico, pues involucra la participación de todos los
dolientes, asignando funciones distintas a los miembros
•
La separación requiere de un sentido afectivo, con lo que se espera que el que se
marcha se sienta acompañado
•
Hay un profundo respeto a la individualidad del muerto, sus creencias, preferencias,
ello se manifiesta en el cuidadoso arreglo del cadáver y la inclusión de efectos
personales y alimentos preferidos
•
El duelo se caracteriza por una etapa de intimidad, de recogimiento interior, de
reencuentro con momentos de figuras significativas, seguida de la movilización de
afectos, incluso con apoyo de miembros externos al grupo de dolientes, con el objeto
de lograr una intensa catarsis en las que las emociones fluyan espontáneamente, en
algunos casos hasta desbordarse, para finalmente lograr una integración de la
experiencia y la serenidad
•
Hay en el proceso ritual una actualización del pasado a través de un juicio y
finalmente la expiación de culpas para lograr la absolución
Dentro de los rituales mortuorios pueden emplearse los cuatro elementos clásicos:
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i.
El entierro: pone en el centro la despedida del cuerpo
ii.
La incineración: la purificación del alma que se desprende como el fénix de sus
cenizas
iii.
El entierro en el mar: el retorno del alma al mar originario
iv.
El enterramiento al aire: la resurrección y subida al cielo del pájaro del alma
En la religión católica, en las misas de los difuntos, la energía acumulada por el ritual está en
condiciones de llegar al alma y apoyarla en las transiciones que le esperan, es una especie
de protección energética.
Los rituales y usos del luto representan un papel cada vez menor. En el judaísmo tradicional
el año de luto comprende: 3 días de dolor, 7 días de luto, 30 de paulatino recobrarse y 11
meses de recuerdo y recuperación, sin embargo, esto ha perdido vigencia. Además se suele
agravar la tristeza de los afectados con consejos como: vacíe enseguida la habitación del
muerto y quite todo lo que le recuerde a él. Los afectados trabajan entonces como posesos,
todavía conmocionados por el dolor y reciben por ello el aplauso de un entorno que tampoco
desea tristeza. Todavía es peor el consejo: Consérvelo en la memoria tal y como lo conoció.
Ahora, después del accidente, no soportaría verlo. Esto, aparte de perder la oportunidad de
despedirse, puede producir dudas irracionales sobre la muerte del allegado.
Según Dahlke (1999), las lágrimas del luto sería lo que mejor podría pasarle al doliente. La
tristeza es un proceso vitalicio que se convierte en parte de las personas, pasa
paulatinamente a la memoria y pierde entonces todo lo que tiene de terrible. Como casi
siempre en la vida, es mejor pasar en el momento dado (por el destino) por experiencias
duras, que quedarse parado. En todo caso, la tristeza reprimida no sólo vuelve a la persona
físicamente enferma, sino también espiritualmente insana.
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Duueelloo
De acuerdo con Arcángel y Moody (2002), el duelo es una conducta que se aprende y ayuda a la
persona a llevar adelante la aflicción. Es la expresión externa de la aflicción, en cualquier acto que
ayude al individuo a adaptarse a su pérdida. El duelo depende principalmente de la cultura en que
se ha criado la persona y de manera secundaria de la cultura en que vive una vez que es adulto.
El primer awareness o Darse Cuenta, es la ausencia, tanto del otro como de la parte de sí mismo
ligada a ese otro. Los sentimientos que se producen son de soledad, vacío, frustración, privación,
anhelo y añoranza y a menudo abandono y rechazo.
Plaxats (2001) entiende el duelo como: una experiencia vital complicada formada por un conjunto
de procesos psico-físicos-emocionales-relacionales-espirituales, a partir de la noción subjetiva de
pérdida. Y para evitar que el duelo se complique, es mejor que conscientemente se decida
encaminarse hacia un objetivo saludable al que cada quien llama de forma distinta.
Generalmente, los profesionales se refieren a las intervenciones relacionadas con el duelo como:
elaboración del duelo, aunque hay autores que la denominan: transformación saludable del duelo,
con la intención, por una parte de evitar el concepto de aceptación como el planteamiento del
único objetivo saludable ante la convulsión que representa una pérdida importante para una
persona. Y al mismo tiempo agrupar distintos conceptos en una definición genérica, de acuerdo
con las formas de sentir.
Asimismo, afirmar que el duelo debe ser elaborado, no denota inmediatamente (para profanos en
la materia) que dicha elaboración debe encaminarse hacia formas saludables. Se puede afirmar
que el duelo en cualquier caso se elabora. Unas veces saludablemente y otras de forma tóxica. Es
decir, de forma complicada, que puede desembocar en formas patológicas.
Cuando se pregunta a los dolientes sobre cuál es el objetivo saludable de cambio, ante el
sufrimiento que sienten ahora, las respuestas incluyen deseos de que desaparezca la angustia, el
enojo, es decir, superarlo, pero nunca aceptarlo. Y es obvio que todas estas respuestas se refieren
a que su herida emocional quede bien cicatrizada, lo cual significa poder recordar al ser o situación
pérdida, sin sentir el desbordante dolor del principio.
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Así pues, al igual que elaboración del duelo, el concepto de transformación saludable del duelo,
implica despedida, desaferramiento, resituar internamente aquello perdido, renovar el significado y
rehacer la propia vida, sin que la herida quede cerrada en falso, supure constantemente e incluso
infecte otras áreas de la persona y su entorno.
Para unas personas el proceso incluye una reconfirmación, revisión o reestructuración de sus
creencias y valores espirituales, y para otras no, o por lo menos, no conscientemente y ello debe
ser muy tenido en cuenta también en el caso de un acompañamiento en dicho proceso. Es
necesario efectuar un acompañamiento profesional, o no, aunque siempre respetuoso.
Con el Luto, se representan los actos culturalmente definidos que son usualmente realizados
después de la muerte; incluye rituales y comportamientos que son específicos a cada cultura y
religión.
6.1
Diferencias entre el duelo normal y el duelo patológico
Según Nares (1991) el duelo normal, se define como una reacción natural ante la pérdida de
una persona amada, ya sea por motivos de muerte o separación, en los que están presentes
sentimientos de angustia, tristeza, agresión o culpa. El duelo representa una emancipación
de lazos afectivos de cariño y lealtad hacia el muerto, una readaptación al ambiente y la
creciente formación de relaciones nuevas. La nostalgia y el remordimiento son tristezas por
la pérdida de lo que se tuvo o fue. La desesperanza es tristeza de una pérdida futura y el
arrepentimiento es la tristeza de lo que pudo haber sido.
En el duelo patológico, tales sentimientos de angustia y tristeza pueden ser negados,
actuados o bien exagerarse. En el duelo no resuelto, la pérdida se convierte en un fin en sí
misma, de manera tal que el doliente se consagra al culto del duelo, concretando en él todo
su ser y perdiendo todo el interés en el objetivo de su aflicción. En este tipo de duelo,
Kübler- Ross (1970) señala que se exhibe ausencia, interrupción o retraso y exageración o
prolongación de las características de un duelo normal o saludable.
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La angustia es sustituida por síntomas somáticos; en el retraso, el doliente se ocupa de
manera compulsiva en tareas abrumadoras que distraen su atención postergando así el
duelo.
Cuando hay exageración o prolongación en el proceso de duelo, generalmente existen
situaciones no resueltas con el difunto que como gestalts abiertas, favorecen la emergencia
de viejas emociones.
En el duelo patológico, el doliente no es capaz de cortar los lazos psicológicos que le unen al
desaparecido. El resentimiento, la culpa o la tristeza siguen manteniendo los nexos, evitando
así el entierro psicológico del muerto.
Los resentimientos, señalan Perls, Hefferline y Goodman (1951), son probablemente las
peores situaciones inacabadas (gestalts incompletas). Si se está resentido, no se puede
soltar ni seguir adelante, el resentimiento es la expresión más importante de un impasse (de
estar atascado). Un resentimiento no expresado, a menudo se vivencia o se transforma en
un sentimiento de culpa.
Muchas de las personas que evitan despedirse, lo hacen porque sienten que dejar ir,
especialmente a los muertos, es una traición con ellos.
Los efectos de esta incapacidad, son la aparición de síntomas físicos, desde somatizaciones
hasta actitudes corporales, la representación de síntomas emocionales en forma de
represiones crónicas, apatía, actitudes autocompasivas quejumbrosas o culpígenas y la
dificultad o incapacidad para establecer relaciones estrechas con las personas porque se vive
fuera de tiempo, en las fantasías de un pasado ido o no en el Aquí y Ahora.
Al igual que en un duelo patológico individual, una familia puede negar, retrasar o bien
exagerar sus sufrimientos, como una salida para mantener el equilibrio del sistema.
La elaboración de un duelo patológico implica el desbloqueo de emociones para facilitar su
libre expresión, el Darse Cuenta de los mecanismos que impiden desligarse psicológicamente
del muerto y el encuentro de opciones más funcionales y satisfactorias para enfrentar y
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aceptar la pérdida, integrando o recuperando aquellos elementos positivos depositados en el
que se ha ido.
De acuerdo con Ríos (1998), generalmente las raíces de un duelo patológico (actitudes
suicidas, impotencia, anafrodismo, dolores recurrentes sin compromiso somático, profundas
depresiones, etc.), se encuentran en transacciones afectivas sin cerrar, que se mantienen
con una persona fallecida aún después de su muerte. Fuertes emociones como culpa,
remordimiento, ira, palabras sin decir ni oír, rencores aún vivos, alimentan estas raíces y
fundamentalmente un sentimiento de angustia porque ya no se puede hacer nada.
Según el Manual de Diagnóstico Médico Psiquiátrico (DSM-IV) (2003), el duelo se puede usar
como categoría cuando el objeto de atención clínica es una reacción a la muerte de una
persona querida. Se advierte la necesidad de diferenciar entre duelo normal y un duelo
patológico, el cual se caracteriza por la presencia de los siguientes síntomas:
a. La culpa por las cosas, más que por las acciones, recibidas o no recibidas por el
superviviente en el momento de morir la persona querida
b. Pensamientos de muerte más que voluntad de vivir, con el sentimiento de que el
superviviente debería haber muerto con la persona fallecida
c. Preocupación mórbida con sentimientos de inutilidad
d. Enlentecimiento motor acusado
e. Deterioro funcional acusado y prolongado
f.
Experiencias alucinatorias distintas de las de escuchar la voz o ver la imagen fugaz
de la persona fallecida (es sobre todo, en estos últimos casos, cuando se hace
necesaria la intervención terapéutica)
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6.2
Diferentes enfoques teóricos acerca del duelo
A continuación se presentan algunos desarrollos teóricos del duelo por modelos:
6.2.1 Modelo Psicodinámico:
Seguidamente se describe este modelo realizado desde la perspectiva de: Sigmud
Freud y Otto Fenichel.
i.
Sigmund Freud:
Propone la primera teoría intrapsíquica del duelo en su trabajo: Duelo y
Melancolía escrito en 1915, en el cual no expresa un interés particular en el
fenómeno mismo del duelo, sino que lo considera como una respuesta normal en
el curso de la vida, tal como señala: Todos tenemos pérdidas, todos nos afligimos,
todos sobrevivimos.
Para este autor, el duelo es una reacción normal a la pérdida de una persona
amada o a la pérdida de alguna abstracción que ha tomado el lugar de aquella, tal
como la patria, la libertad o una idea. Si bien es un período especial de la vida,
nunca debe ser considerado como una condición mórbida que requiere
tratamiento médico. Además, la interferencia del proceso puede aun llegar a ser
peligroso para el deudo.
De los modelos propuestos para explicar las reacciones del duelo, el más
completamente desarrollado es el Psicodinámico, basado en las teorías
psicoanalíticas propuestas por Freud (1981), el cual se enfoca en el proceso
intrapsíquico de la aflicción.
De acuerdo a esta teoría, el proceso de la aflicción es acompañado por un retiro
gradual de la energía emocional (libido) del objeto amado perdido. Debido a que
renunciar a esta unión es emocionalmente doloroso, los síntomas de la aflicción
pueden ser entendidos como una negación inicial de la pérdida, seguido por un
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período de preocupación, con pensamientos de la persona muerta, durante el cual
los recuerdos son recuperados y revisados, permitiendo así que la unión a la
persona muerta sea gradualmente retirada. El trabajo del duelo es completado
cuando el individuo ha liberado la energía emocionalmente, estimulándose por
nuevas relaciones.
Para Freud (1981), la semejanza entre el duelo y la melancolía reside en la
pérdida del objeto amado, siendo en la melancolía el sujeto mismo (su autoestima
y autoconfianza) el objeto perdido. El ego llega a empobrecerse y estar vacío. En
el duelo normal, por el contrario, no hay pérdida de la autoestima debido a que
no existe una relación ambivalente (al menos en la aflicción normal) hacia el
difunto. Si existiesen sentimientos ambivalentes, el duelo resultaría en una
organización patológica que él llama reproches obsesivos o un estado obsesivo de
auto-denigración causado por el conflicto de la ambivalencia. Estos reproches se
presentarían en forma de sentimientos de daño, abandono, desilusión y
expectativas de castigo.
Al valorar la realidad y reconocer que el objeto amado ya no existe, se requiere
que toda la libido sea retirada de su unión al objeto amado (lo cual, de hecho,
demanda un gran esfuerzo) y que el individuo esté nuevamente libre para
reinvertirla en otro sujeto. Debido al rechazo a dejar el objeto amado, este
proceso sólo puede ser realizado lentamente, poco a poco con el tiempo. Durante
este período de dejar ir, la persona pierde el interés por todas las cosas, no puede
experimentar amor y le invade un sentimiento de desesperanza.
ii.
Otto Fenichel
Establece dos puntos críticos:
a. La introyección ambivalente en el duelo es una respuesta adaptativa
b. La culpa siempre esta presente en algún grado en todo duelo
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Para Fenichel citado por Robertexto.com (sin fecha), el duelo se caracteriza por
una introyección ambivalente del objeto perdido, la continuación de sentimientos
hacia lo introyectado (que previamente han sido dirigidos contra el objeto) y la
participación de sentimientos de culpa a todo lo largo del proceso.
Así, este autor divide el duelo en dos pasos:
a. Establecimiento de una introyección (llevar al difunto dentro de sí mismo)
b. Liberación del objeto introyectado
La introyección actuaría como un amortiguador para preservar la relación
mientras el proceso de renuncia al objeto perdido tiene lugar. Por otra parte, la
introyección ambivalente puede inmovilizar al deudo y tener consecuencias
graves, por ejemplo un secreto deseo de que el otro muera.
Cuanto mayor es la relación amor-odio con el difunto, mayor es también el autoreproche y la aflicción. A pesar de ello, el odio es finalmente resuelto y se torna
en sentimientos positivos hacia el difunto. Sin embargo, aun cuando la
ambivalencia sea resuelta, siempre persiste un sentimiento de culpa. Aun en
casos benignos, hay siempre un conocimiento agridulce de que la muerte ha
ocurrido a otro y no a la propia persona o a su familia (Síndrome del Minotauro).
6.2.2 Modelo Cognitivo
John Bowlby presenta el Modelo Cognitivo del Duelo Patológico en 1980, donde
refleja tres grupos de variables esenciales:
i.
Características personales de quien a sufrido la pérdida
ii.
Experiencias infantiles de la persona que ha sufrido la pérdida
iii.
Procesamiento cognitivo de la pérdida (elaboración del duelo)
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Con respecto a las características personales, Bowlby citado por Cano y Ruiz (sin
fecha), destaca que hay tres grupos de personas vulnerables a desarrollar duelos
patológicos: aquellas que establecen relaciones afectivas cargadas de ansiedad y
ambivalencia (apego ansioso); las que establecen sus relaciones afectivas a través de
cuidar compulsivamente a otros y las que afirman de modo compulsivo, su
autosuficiencia e independencia respecto a los vínculos afectivos.
Estos tres grupos de personas reaccionan con culpa y autocríticas de forma
prolongada ante la pérdida del ser querido, lo que produciría el duelo patológico.
Estas personas han desarrollado en su infancia una peculiar manera de vincularse a
sus cuidadores, debido a determinadas experiencias. Así, las personas con un apego
ansioso han tenido experiencias con sus padres (o sustitutos) donde estos les
amenazan con el abandono o suicidio, o con la retirada de afecto al no cumplir sus
exigencias, o bien refiriéndoles lo detestable que resultan como sujetos para sus
padres y lo que les hacen sufrir.
En cambio las personas predispuestas a prodigar cuidados compulsivos, han tenido
experiencias por parte de sus padres, donde estos le hacían sentir responsables de su
enfermedad (padres enfermos reales o hipocondríacos) o bien de inducirles la
obligación de cuidarlos o ambos aspectos conjuntamente.
Por último, las personas predispuestas a mostrar compulsivamente autosuficiencia e
independencia han recibido críticas y castigos por mostrar sus emociones o
necesidades afectivas. Estos tres grupos de personas, posteriormente reproducen
relaciones similares (por ejemplo con la pareja) y reaccionan a la pérdida con un
intenso sentimiento de culpa.
Sin embargo la conexión entre el hecho de la pérdida, las experiencias infantiles, la
predisposición personal y la respuesta patológica, es vinculada cognitivamente.
Bowlby citado por Cano y Ruiz (sin fecha), defiende que el sujeto ha desarrollado un
disociación cognitiva entre lo que el describe de como eran las relaciones con la
persona perdida y lo que él atribuye como causa de la pérdida (representado en la
memoria episódica). Esta última información a menudo no es accesible a la
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conciencia, y su procesamiento suele ser inconsciente. La explicación a este hecho es
que los padres de alguna manera han presionado para que el niño tuviese una buena
imagen de ellos y esa presión ha introducido una regla cognitiva que prohíbe revisar
el funcionamiento real con ellos (que se reproduce de alguna manera con la persona
pérdida).
6.3
Tipos de duelos
Según Ordiozrola (1999), los tipos de duelos son:
•
Duelos evolutivos: infancia, pubertad, adolescencia, emancipación
•
Duelos afectivos: partos, destete, escolarización, enamoramientos, separaciones y
divorcios
•
Duelos sociales: cambios status, desempleo, jubilación
•
Duelos corporales: envejecimiento, menopausia, enfermedades, abortos, muertes
Estas manifestaciones, lejos de ser excluyentes, se camuflan, intensificando el estado de
frustración latente o manifiesta siendo, por tanto, frecuentes motivos de consulta.
Ordiozrola (1999), define también los siguientes modos de duelo:
a. Pérdida esperada: Fallecimiento de personas que han padecido algún tipo de enfermedad
crónica o cíclica que no ha alterado de forma importante la vida cotidiana de quienes le
rodean. Por ejemplo: ataques de corazón que no dejan secuelas, pero mantienen a la
familia alerta y con la creencia de que en algún momento puede suceder algo definitivo.
El fallecimiento en este supuesto no va a traer grandes dificultades a la hora de elaborar
el duelo, aquí las personas han tenido tiempo para ir saneando cada uno a su forma la
relación con el enfermo, por lo que no suele resultar culpógena. Lo mismo sucede con
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personas de edad avanzada que con sus sucesivos achaques van avisando de la
inminencia de su fallecimiento.
b. Enfermos fallecidos tras largas y penosas convalecencias: Procesos interminables de
cáncer, enfermedades degenerativas, largas parálisis, demencias, etc., que terminan por
crear tal estado de perturbación ambiental, que en su silencio compartido los allegados
descubren su deseo de que todo termine ya, cuanto antes, porque la situación es
insostenible. Una vez sucede el fallecimiento, pueden presentarse remordimientos, culpa,
apariciones del fallecido, escuchar su voz, sus gritos, haciendo muy angustiosa la vida
familiar de los supervivientes.
c. La pérdida repentina: Fallecimientos inesperados que son vividos como una cruel
manifestación de la vida y que van a traer como consecuencia una sensación de vacío, de
falta de despedida. Por ejemplo: enfermedades galopantes, ataques repentinos,
accidentes. Si el vínculo entre los fallecidos y sus allegados ha sido sano, fluido,
respetuoso y comprensivo, el duelo con su doble manifestación de frustración y tristeza,
tiene las mismas características de fluidez y desemboca en un agradecido recuerdo,
objetivo último en el trabajo psicológico del duelo.
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Desde el Paradigma Holístico dentro del que se inserta la Psicología Humanista se entiende al ser
humano como un compendio de cinco grandes dimensiones: mental, física, emocional, relacionalsocial y espiritual, desde el máximo respeto hacia las distintas formas de comprender cada una de
las dimensiones.
Como es sabido, en el caso de la espiritualidad, mientras para que para unas personas se
encuentra indefectiblemente vinculada a religión, para otras no es así. De modo que es necesario
Humanizar o entender al ser humano, su entorno y sus interacciones de una forma viva, global,
integradora, creativa, honesta, sensitiva y respetuosa.
Según Plaxats (2001) desde estas premisas se puede afirmar que la aflicción y el dolor ante
pérdidas importantes, son un conjunto de procesos a menudo erróneamente tratados, que
bloquea el potencial de crecimiento de las personas, mientras que una adecuada elaboración del
duelo, incrementa la fortaleza para afrontar lo negativo y lo positivo en el presente y el futuro de
la propia existencia. El enfoque gestáltico es muy beneficioso para ayudar a las personas en este
proceso.
La Terapia Gestalt aporta un marco de referencia que ayuda a la comprensión del proceso del
duelo, así como también una serie de sugerencias (nunca fijas) para su elaboración, da una
referencia acerca de qué y cómo hacer, señalando también cuál es la actitud realmente
terapéutica.
En la elaboración del duelo desde la Terapia Gestalt, la persona vive un proceso de ida al fondo sí
misma, en el que encuentra los recursos y elementos necesarios para recomponer un nuevo
equilibrio. Perls, Hefferline y Goodman (1951), denominan a esta capacidad de autoestructuración,
el proceso homeostático y afirman que: es el proceso mediante el cual, el organismo mantiene su
equilibrio y por lo tanto, su salud, en medio de condiciones que varían.
Uno de las temas de abordaje con los duelos son los asuntos inconclusos, que aparecen cuando
una persona se siente dolida, enojada o resentida hacia otra persona y no encuentra la forma de
resolver estos sentimientos. En consecuencia, la experiencia es incompleta.
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Naranjo (1990) lo describe así:
“Lo inconcluso es aquello que no hemos perdonado, en algún momento traicionamos nuestra
relación amorosa con los primeros seres humanos de nuestra vida. Estos seres humanos más
importantes, simplemente no eran suficientemente sanos como para amarnos de verdad y
nosotros terminamos inhibiendo nuestro amor original, espontáneo y consciente o
inconscientemente, terminamos estando resentidos con ellos”.
Perls, Hefferline y Goodman (1951), señalan al respecto: para crear o completar una Gestalt, para
pasar a otro asunto, el individuo tiene que ser capaz de sentir lo que necesita y debe saber cómo
manejarse a sí mismo y a su ambiente.
Algunas manifestaciones de situaciones inconclusas son el resentimiento o la rabia no expresada a
los padres, hermanos, pareja y a otras personas significativas. Además, los asuntos inconclusos
son consecuencia del amor no expresado, la culpabilidad no resuelta, las acciones del pasado no
aceptadas, etc. La no resolución puede implicar otras personas o algunos aspectos propios.
Cuando las personas no actúan adecuadamente para hacer un cierre, cuando no pueden olvidar
las acciones que han ocurrido en el pasado, o cuando no aceptan las situaciones como son,
entonces son incapaces de funcionar de forma sana y enérgica.
Según Castanedo (1987), la tensión que mantiene el asunto inconcluso está encubierta, es decir,
está protegida por las resistencias que bloquean el Darse Cuenta, de tal forma que la naturaleza
misma de la tensión está enmascarada.
7.1 Algunas técnicas gestálticas
Sabar (2000), señala que la Terapia Gestalt es en muchos aspectos congruente con las
necesidades del asesoramiento en duelos. En este modelo terapéutico algunas de las
técnicas que se pueden utilizar son:
7.1.1 La relación dialogal:
Este intercambio entre cliente y terapeuta con el énfasis en la presencia y una
comunicación auténtica y amorosa, permite la expresión de lo personal de cada uno de
ellos, lo cual puede resultar un gran apoyo en materia de duelos.
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7.1.2 El método fenomenológico:
Centrarse en la experiencia subjetiva del cliente es especialmente válido en la tarea de
aceptar la realidad de la pérdida y vivir el dolor del pesar.
7.1.3 La Teoría Paradójica del Cambio:
Según Beisser citado por Fagan y Shepherd (1989), el cambio se da cuando el individuo
comienza a ser quien es, no cuando intenta ser lo que no es. Esto es adecuado para
que la persona se mantenga con sus sentimientos todo el tiempo que necesite,
comprendiendo que el Darse Cuenta de lo que hay, lleva al cambio espontáneamente.
Uno de los mecanismos de defensa ante la pérdida de un ser querido, es la negación.
Por ejemplo: para tratar de gestionar el dolor o al realizar los preparativos para el
funeral (considerando esto como algo demasiado pesado para asimilar del golpe), la
persona puede aceptar la paradoja de admitir el mecanismo de defensa que consiste en
no aceptar la pérdida, lo cual le ayuda avanzar en el proceso de elaboración del duelo.
7.1.4 La autorregulación organísmica:
Es la lucha por mantener el equilibrio que es continuamente perturbado por sus
necesidades y lo recupera por medio de la satisfacción o eliminación de estas.
Una pérdida supone un desequilibrio, en prácticamente todos los niveles del ser
humano (físico, emocional, intelectual, social y espiritual), dependiendo del tipo de
vínculo y relación con el difunto, el doliente va a tener que buscar un nuevo equilibrio
que le permita satisfacer las necesidades que quedan descubiertas.
7.1.5 El ajuste creativo:
Es una relación entre una persona y el entorno, en la cual el individuo
responsablemente, contacta, reconoce y hace frente con su espacio vital y crea las
condiciones que le conducen a su propio bienestar.
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La muerte de una persona querida es una enorme interrupción del equilibrio personal y
del ajuste en el mundo. Las tareas de llorar la pérdida ayudan a encontrar un nuevo
equilibrio por medio de los ajustes creativos en todos los aspectos de la vida de una
persona.
El self organiza y modula el proceso de contacto. Las funciones de la frontera corporal
e interpersonal explican la unión con y la separación del otro, lo cual se ha perdido
durante el llanto por la pérdida. Las funciones de los sentimientos y de las vivencias
aportan, el ser capaz de vivir los sentimientos de pesar y determinan la paz y la
intensidad de esa experiencia. Las funciones de autoapoyo, ser competente para
cuidarse, calmarse y levantarse por sí mismo, también son esenciales para superar el
pesar, así como la habilidad en encontrar y aceptar apoyo externo.
7.1.6 Los experimentos gestálticos:
Pueden también facilitar el proceso de llanto por la pérdida. El diálogo de las dos sillas
para los conflictos internos y para la división autoevaluativa y la silla vacía para los
asuntos inconclusos, pueden ser especialmente útiles.
7.1.7 Todo aquello que posibilite la expresión de lo simbólico, intuitivo y no
consciente:
Según Ríos (1998) se pueden incluir técnicas de expresión artística plásticas como el
dibujo y el modelado, desde la perspectiva proyectiva, técnicas literarias como la poesía
y la narrativa, técnicas teatrales como el psicodrama y técnicas corporales, visualización
o imágenes mentales, técnicas de relajación, de entrenamiento asertivo. De acuerdo
con Plaxats (2001), todo ello debe estar conjuntado con procedimientos de reflexión,
análisis y comprensión de los procesos, desde una perspectiva global e integradora que
incluye un reconocimiento de los valores éticos en juego.
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7.1.8 El recorrido por el ciclo de la experiencia:
La fase de retirada del ciclo gestáltico es semejante a la retirada del contacto con el
fallecido en la parte de retirada de la energía emocional de la cuarta tarea. Melnick y
Nevis (1986) hablan de la desmovilización en términos de no dejar entrar, asimilación,
encuentro con el vacío y aceptación. El concepto de Kepner (1992) de retirada, en
términos de meterse hacia adentro, asimilación, liberarse de sí mismo, reformar la
frontera del self y ver el cierre como producido tanto por el alivio como por la pérdida,
son muy importantes para trabajar con el duelo.
Siguiendo el recorrido de las fases del ciclo, el terapeuta trata los asuntos inconclusos
que emergen en cada sesión. Cualquier situación existencial con la que tenga que
trabajar el terapeuta (duelos no resueltos, pesadillas, polaridades, vacíos existenciales,
etc.) puede ser manejada eficazmente cuando el terapeuta inicie el encuentro con la
sensación (primera fase del ciclo) de la situación, escalando en el ciclo hasta llegar a
Darse Cuenta de lo que es figura de su existencia en ese momento, en el Aquí y Ahora,
movilizando la energía, para después descender a la fase de la acción, llegando a
establecer contacto, y al cierre.
Con esta modalidad gestáltica, cada asunto o situación es tratado como un Ciclo de la
Experiencia. Como lo expresa Castanedo (1987) estos ciclos son parte del todo que es
la persona, en consecuencia, los diferentes ciclos forman una gran Gestalt o la totalidad
de la experiencia de la persona.
Con respecto a las resistencias o autointerrupciones que se pueden presentar en el
Ciclo de la Experiencia, para el trabajo con duelos en Terapia Gestalt, cabe destacar:
i.
Desensibilización: Es la resistencia que impide el uso de los sentidos y
sensaciones. Como todas las resistencias, en algunas situaciones puede tener
ventajas y en otras desventajas, puede ser biopositiva o bionegativa. Por ejemplo,
la desensibilización al dolor físico o emocional puede ser útil o desastrosa,
depende del contexto en que se sitúe. Es disfuncional si su uso es general, si se
convierte en un estilo de vida. Por otra parte, algunas personas tienen dificultades
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al ser excesivamente sensibles e incapaces de desensibilizarse. Otras tienen
dificultades al ser insensibles a las señales sensoriales internas y externas.
La Desensibilización es una de las respuestas a la primera fase de la pérdida,
también conocida como negación, esto ocurre según Kübler-Ross (1989) cuando
la persona necesita abstraerse de la verdad mientras no es capaz de soportarla.
ii.
Proyección: De la fuerza de las sensaciones depende la naturaleza del Darse
Cuenta. Éste puede bloquearse con la proyección, que es la tendencia a
responsabilizar el ambiente (objetos y personas) de lo que la propia persona es.
La persona que proyecta, desarrolla suposiciones basadas en sus fantasías y no
reconoce que ella misma crea esas suposiciones. La persona envía al entorno
partes de sí misma que no desea aceptar.
En los duelos se da el caso cuando la persona experimenta sentimientos de culpa
en forma de proyecciones hacia el otro por lo que hizo o ha dejado de hacer.
iii.
Introyección: Cuando la persona se concentra en su propio Darse Cuenta se
moviliza la energía necesaria para satisfacer las necesidades. En este contexto, la
movilización de energía significa la habilidad que tiene el individuo para ejecutar
el trabajo. La energía se bloquea con la aparición de la introyección: el sujeto se
ve a sí misma como parte del entorno que ha ingerido pero que no ha asimilado.
Para crecer y desarrollarse es necesario des-estructurar, digerir y asimilar todo lo
que ingiere del entorno. Al des-estructurar y destrozar el material extraño este
pasa a formar parte de la persona.
El individuo que introyecta puede tener dificultades para adaptarse al cambio que
significa desarrollar adaptaciones creativas al entorno. El prototipo de persona
que introyecta no desea que se den cambios en su existencia. Asimismo, tampoco
aprende de la experiencia, porque para aprender de esta, es necesario extraer
todo lo nutritivo que tiene, contactándola.
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Sin embargo, la introyección como proceso puede ser saludable, se debe tratar de
ver que parte de la experiencia es asimilada por la persona y que parte deja atrás.
iv.
Retroflexión: De la movilización de la energía se llega a la fase denominada
acción. Es aquí cuando, por medio de comportamientos adecuados y habilidades
sociales, surgen las respuestas motoras que permiten entrar en contacto con el
entorno para satisfacer las necesidades. La acción puede interrumpirse por medio
de la retroflexión.
La persona que retroflecta se hace a sí misma lo que quisiera hacer a las otras.
Una persona frustrada que siente agresión hacia los otros, redirige la agresión
hacia sí misma y se auto-culpa. Si es incapaz de expresar amor y ternura a los
otros, se los expresa a sí mismo. La energía que debería canalizarse hacia fuera
para afectar el entorno, es redirigida internamente hacía sí mismo. Por ejemplo,
los sentimientos de culpa en forma de retroflexión de la propia persona por lo que
hizo o ha dejado de hacer.
v.
Deflexión: El contacto es el resultado del proceso integrativo de las sensaciones,
el Darse Cuenta de las sensaciones, la movilización de la energía y la conducta
motora. Es mucho más que simplemente tocar, alcanzar algo o alguien. Es un
compromiso de lo que es posible en la interrelación organismo-ambiente. El
contacto se da en un punto en que se alcanza el conocimiento del cómo, cuándo,
dónde y de qué forma, una necesidad puede ser satisfecha.
El contacto puede evitarse cuando se utiliza la deflexión que es una forma de
despersonalizarse. A veces el humor puede utilizarse para distraer fuertes
emociones en una interrelación o para evitar conversaciones de la persona que ha
fallecido, que generan emociones no deseadas como la rabia o la cólera.
vi.
Confluencia: El contacto puede convertirse en una fijación si se produce la
confluencia, en ese momento no hay retirada de la fuente de contacto. Perls,
Hefferline y Goodman (1951), conciben la confluencia como una resistencia en la
que la persona pierde la habilidad de diferenciar entre su self y lo que no es su
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self, no pone límites entre sí mismo y el ambiente, siente que ambos son uno,
entonces confluye con el entorno. No distingue las partes de la totalidad, es
incapaz de ver la diferencia entre sí mismo y el resto del mundo. Las relaciones
interpersonales sanas requieren diferenciación entre las personas.
Quedar en confluencia con alguien que ha muerto, es la manera de contactar con
el vacío de la pérdida y de retrasar o evitar el vértigo de la responsabilidad. Esta
situación, se observa en personas que han sido confluyentes con ese alguien
cuando estaba vivo, es decir, que le han atribuido al fallecido parte de sus propias
cualidades, de sus recursos, proyectando en éste la capacidad de satisfacer las
propias necesidades.
En el momento de la pérdida, no sólo están acusando la ausencia física, sino
también y sobre todo, la carencia de poder, se siente que lo que ha muerto es la
propia alegría, la capacidad de disfrutar, de sentirse seguro, de ser feliz, en
definitiva, lo que se siente es que junto al ser querido, ha muerto una parte de sí
mismo.
La elaboración de estos duelos pasa por romper el espejismo creado, es decir, el
pensamiento mágico de la infancia y enfrentarse al terror de reconocerse
separado de las demás personas, de ejercitar la libertad de elección, de decisión,
de equivocación.
vii.
Fijación o Retención: El contacto es una experiencia de la que se puede extraer
un valioso significado. La resolución es el acto de extraer este significado y
reconocer que la situación se cierra o se completa. El aprendizaje se produce
extrayendo el significado del contacto con el entorno. Es un aprendizaje del
organismo, que incluye, aunque no se limita, el aprendizaje cognitivo: se retira la
atención de la figura. En cierta forma esta figura desaparece, se destruye. El ciclo
se completa y lo que ha sido aprendido, con esta experiencia, forma parte de la
persona y está disponible para que lo utilice en cualquier otro momento. Así el
organismo entra en reposo y se prepara a iniciar otro ciclo con nuevas
sensaciones.
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En la Retención, la persona se queda fijada al contacto o retrasa indefinidamente
este proceso de asimilación final, la pérdida se convierte en un fin en sí misma, la
vida gira en torno al luto.
7.2 Elaboración del duelo
Existe un camino representativo del conjunto de procesos que media entre la pérdida y la
transformación saludable del duelo, ello permite considerar el concepto de cambio de
actitudes entendidas como un conjunto de pensamientos, valores, creencias, hábitos,
tradiciones, carácter, personalidad, emociones, etc., que marcan todas las acciones u
omisiones de las personas.
De acuerdo con Plaxats (2001), para que el cambio sea efectivo, es preciso conocer lo más
claramente posible el problema y el objetivo al que llegar sabiendo que el camino no es una
línea recta, sino un proceso formado por un conjunto de procesos. Ahí es donde se puede
ubicar las llamadas fases, etapas o tareas del duelo que permite a la persona, conocer las
reacciones más habituales, elementos interruptores y aquellos elementos facilitadores de un
proceso saludable de duelo y sus resultados.
Kübler-Ross y Worden citado por Plaxats (2001), otros autores y la propia experiencia
personal y profesional, enseñan que la persona en duelo vive una amplia y profunda
amalgama de emociones y sentimientos. A pesar de sus oscilaciones, si se logra canalizar
sanamente los distintos estados de ánimo, es posible seguir avanzando hacia la
transformación saludable de la energía vital.
Ante una pérdida importante; una pérdida significativa, se puede reaccionar, como mínimo,
con más o menos bloqueo o más o menos fluidez. No obstante, ambos procesos pueden
resultar saludables o tóxicos, según sirvan para contener o para canalizar la emocionalidad.
La fluidez saludable está relacionada con esa gestión emocional llamada alfabetismo
emocional, la cual permite utilizar las emociones y pensamientos en forma potentemente
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creativa. Tanto el bloqueo como la fluidez saludables, permiten remodelar la propia vida de
acuerdo con la nueva realidad, produciéndose una transformación creativa de las fuerzas
vitales, aún en las situaciones más extremas. En su famoso libro El hombre en busca de
sentido, Víctor Frankl ofrece una buena muestra de ello.
7.2.1 Elaboración de los duelos según Sabar (2000):
Sabar (2000), propone cinco tareas para llorar la pérdida:
i. Aceptar la realidad de la pérdida: Como se ha mencionado anteriormente, en otras
culturas y épocas más tempranas, la muerte es y era, una parte de la vida más familiar y
aceptada, ya que el tiempo de la vida era más corto, había más mortalidad infantil y
maternal, enfermedades infecciosas, mala sanidad, etc. Actualmente las personas tienen
poca experiencia personal frecuente con la muerte, los fallecimientos generalmente se
dan en hospitales, asilos o en las noticias. Cuando alguien se enfrenta directamente,
suele alejarse de ella, no sabe cómo contarlo, así evita a las personas que están
moribundas o con un duelo.
La primera reacción ante la noticia de una muerte es habitualmente de shock y negación
o desensibilización, que se refleja en la frase o pensamiento del tipo: no puede ser cierto.
Se podría llamar a esto resistencia a aceptar la verdad, sin embargo, según el enfoque
gestáltico es ideal para tratar con esta negación, ya que desde allí se respeta y valora
esta resistencia, viéndola como un ajuste creativo ante el desequilibrio causado por la
muerte, una protección contra algo que es demasiado doloroso como para gestionarlo
todo de una vez, la cual puede dejarse para una asimilación gradual del hecho y del
significado de la pérdida.
La Teoría Paradójica del Cambio sugiere la intensificación del awareness. Sólo cuando la
persona se da cuenta, es decir, acepta lo que es, puede hacer los cambios necesarios y
ocuparse de su propia vida. Por tanto, para progresar en el proceso de llorar la pérdida,
la persona en duelo debe empezar a ser consciente y aceptar que tiene que seguir y que
su vida nunca volverá a ser la misma.
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Avanzar de la negación del awareness a aceptar no es fácil, existe a menudo una
disonancia cognoscitiva, una afirmación y una negación de la muerte al mismo tiempo.
Esta división interna puede trabajarse con el diálogo de las dos sillas con su sí mismo
cognitivo diciendo: sé que has muerto y por otra parte, con su lado emocional diciendo:
no puedo aceptar que hayas muerto.
Los signos de la dificultad de asimilar la pérdida son varios, desde lo ligero (por ejemplo:
esperar que la persona vuelva a casa del trabajo y poner dos sitios para cenar), hasta el
extremo de la momificación (por ejemplo: dejar la habitación del hijo exactamente igual
como estaba el día de la muerte, durante años). Existen dos formas principales para
asimilar la realidad de la pérdida:
•
Constatar reiteradamente la realidad, compatible con la recomendación corriente
gestáltica de constata esto
•
Hablar mucho de la vida y de la muerte del fallecido y de lo que se ha perdido con
él. La Gestalt está en contra de esta forma de hablar acerca de ya que esto se
asume sólo en un nivel cognitivo. Sin embargo, este hablar acerca de, es
semejante a la metáfora de masticar de Perls, Hefferline y Goodman (1951) y
realmente es como una rumia de un bovino, en donde algo es masticado y
tragado y después echado fuera de nuevo y comido y tragado innumerables
veces. Este es el significado de algo nuevo asimilado que es muy duro de digerir,
ya que la gente no puede esperar que todo acabe en un corto período de tiempo
El campo del duelo, en términos de costumbres y rituales sociales, culturales y religiosos,
también puede ser una fuerza importante para facilitar la asimilación de la realidad de
una pérdida. Las conductas rituales pueden ser tomadas como una variante de los
experimentos gestálticos.
Las costumbres del funeral y del entierro y los rituales tratan de ayudar a la gente a
aceptar la realidad de la pérdida. En algunas culturas, el cuerpo es llevado a casa antes
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del entierro, así todos pueden ver a la persona que ya no está viva. Un ataúd abierto
puede procurar la misma experiencia.
Un factor que contribuye a dificultar la aceptación de la realidad de una muerte
repentina, inoportuna o traumática, es que las presuposiciones previas del individuo y las
creencias sobre la vida son repentinamente destrozadas, la gente piensa que el mundo es
un lugar seguro, los hijos entierran a los padres, que Dios protege a los que son buenos,
que las cosas ocurren por alguna razón, etc. Cuando una persona en duelo puede
permitirse los sentimientos de impotencia o falta de control en el awareness, puede
fácilmente sentir rabia o culpa y esto facilita la aceptación de la realidad de la pérdida.
ii. Vivir el dolor del pesar: Supone que la persona se permita sentir toda la gama de
sentimientos y pensamientos que acompañan a la pérdida, incluidos la tristeza, rabia,
miedo, ansiedad, vergüenza y a menudo alivio.
El método fenomenológico de centrarse en la experiencia subjetiva, es muy adecuado
para llevar estas emociones al awareness y ser expresadas. Así se llega a una meta de la
Terapia Gestalt. Si las emociones no tienen awareness, la atención puede llevarse al
lenguaje del cuerpo que expresa emociones, utilizando descripciones y comprobando si
la observación es similar a la vivencia del paciente. Una vez que sea consciente de los
sentimientos, la conexión de éstos con la pérdida a menudo se hace espontáneamente.
Un hombre enfadado en su trabajo, puede estar expresando indirectamente una rabia
desplazada de una muerte de un hijo, por ejemplo.
Por otra parte, las costumbres y los rituales sociales, culturales y religiosos como los
funerales y los servicios religiosos, también pueden ayudar a recordar y expresar el
pesar. Hay oraciones especiales por los difuntos, la música puede recordar la tristeza,
como las marchas en un funeral militar, recitar nombres de muertos, etc.
En el entorno de la terapia, los comportamientos y las emociones fuertes son llevadas
para echarlas fuera y expresarlas, pero al mismo tiempo son cuidadosamente contenidas.
La frustración de la pérdida puede desencadenar rabia y agresión, que necesitan ser
expresadas y controladas con seguridad, en muchas culturas la gente da vueltas sobre sí
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mismo y se golpea el pecho, tirándose del pelo o rasgándose la ropa, otros echan la rabia
fuera, culpando a los forasteros o a las fuerzas espirituales, actualmente en forma de
pleitos. Los budistas tibetanos están en contra de la expresión abierta del duelo, esto es
señal de un apego que va a confundir o va a hacer daño al difunto y va a retrasar el
progreso del alma para nacer en la siguiente vida.
También existe el tema del uso de la medicación ansiolítica y antidepresiva, el duelo no
es un estado patológico y la medicación podría interferir con el necesario y normal Darse
Cuenta y la expresión de la emoción.
iii. Amoldarse al entorno en el que el difunto ha desaparecido: Esto supone compensar las
relaciones, papeles y habilidades que proveía el difunto y pueden incluir cosas como
cocinar, limpiar la casa, cuidar, hacer arreglos, jardinería, ser padres, hijo o amigo. Los
conceptos gestálticos importantes para esta tarea son el ajuste creativo y el autoapoyo o
apoyo externo.
El ajuste creativo significa adaptarse a lo que hay, cambiarse a sí mismo y reorganizar el
propio entorno para adecuarlo a la nueva realidad. La creatividad supone desarrollar
nuevos aspectos de uno mismo.
El apoyo externo es más necesario inmediatamente después de una muerte, la persona
en duelo necesita que otras personas le aporten tanto ayuda práctica como apoyo
emocional. En la tradición judía las personas deben estar 7 días en casa sin hacer nada
mientras
la familia y
amigos
le llevan comida,
compañía y
rezan con él.
Desafortunadamente, en este país este tipo de apoyo externo, habitualmente no es muy
frecuente, después del funeral o el pésame por teléfono la persona se queda sola con su
duelo.
El autoapoyo puede darse a muchos niveles. A nivel práctico, aprender nuevas
habilidades, a nivel más profundo, el sentido del sí mismo cambia y necesita ser
redefinido para brindarse autoapoyo. Las autofunciones de Kepner (1992) se utilizan
aquí. Las fronteras de la persona en términos de identidad y roles cambian, por una
parte, debe adaptarse a la pérdida de la parte de sí mismo conectada al difunto (como
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hijo, padre, etc.) y por otra parte, se añade un nuevo crecimiento de sí mismo para llenar
los espacios vacíos de la realidad nueva.
El sentido físico de uno mismo del self a menudo está descentrado con sentimientos de
fragmentación o disociación del propio cuerpo. Sirve de ayuda hacer ejercicios que
apoyen y se centren en el cuerpo, como también mantener una buena consistencia de
sus necesidades, como por ejemplo: comer, descansar o ser abrazado.
Después de una pérdida, también se necesita autorregular la paz y la intensidad de las
propias vivencias, mantener el duelo en un nivel tolerable, con un ritmo permisible de
enfrentamiento y una buena evitación del dolor, para no sentirse desbordado o
entumecido.
Regular las necesidades de alternar el contacto social y el aislamiento es también
importante.
Encontrar un significado es otra de las utilidades del autoapoyo, cada pérdida tiene una
ganancia, el dolor de la pérdida es el otro lado del amor. Con este Darse Cuenta pueden
pasar del pesar a la gratitud por haber tenido una relación especial.
Otra forma de autoapoyo puede venir de completar asuntos inconclusos con el fallecido,
aquí se puede utilizar el experimento de la silla vacía para la expresión de la rabia hacia
un padre que ha muerto sin decirle nunca que le quería y sin atender sus necesidades o
perdonarse cuando se es culpable, porque quizás accidentalmente hayan causado la
muerte de un hijo.
iv. Retirar algo de la energía emocional y ponerla en otra relación: Se necesita también
evitar la lealtad exclusiva a la persona pérdida y darse cuenta de que existen otras
personas a las que amar y ser amado por ellas. Ser capaz de amar de nuevo sin miedo al
dolor de otra pérdida, es también un paso importante. Si un apego ha sido significativo,
existe siempre una conexión que se va a mantener, y esto es una parte de una forma
sana de completar el proceso de duelo.
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Melnick y Nevis (1986) describen dos aspectos de este proceso de dejar ir en términos
gestálticos:
•
Desmovilización: Supone calmar la energía que la persona ha puesto en alguien
perdido, permitiendo pensar en el difunto sin dolor extremo y sin llorar
continuamente. Aún existe tristeza, pero sin manifestación física de desgarro
•
Aceptación: Que la persona pueda ser consciente de cómo la experiencia le ha
cambiado, qué ha aprendido, la sabiduría que ha ganado
Según Kepner (1992), retirarse supone desengancharse, meterse hacia adentro,
reflexionar, resumir las elecciones y los rechazos y saborear lo que se tiene.
Finalmente, existe el vacío fértil, el cual no es la nada negativa, sino un espacio aclarado
por una vivencia fresca, el caos con posibilidades. En este país a menudo las personas se
ocupan de las cosas de alguien, decidiendo qué tirar, dar o dejar. También hay rituales
seculares simbólicos, como contemplar cómo arde una vela o dejar un globo de gas subir
hacia el cielo.
v. Encontrar un sitio para lo que se ha perdido. Continuar los lazos: Las personas visitan las
tumbas para hablar con sus muertos, le cuentan las noticias de la familia, les regañan por
haberle dejado y a veces las utilizan para avergonzar a los niños cuando se portan mal.
Para mantener un vínculo continuado, se puede usar la representación interna.
Recordando o soñando, una sensación de presencia de la persona o alucinación de
alguno de sus sentidos (ver, oler, oír o tocarle) o diálogos internos para buscar consejos,
etc. Mantener a la persona en un papel de modelo es muy habitual. En el aspecto
negativo, recordar a un padre crítico o avergonzador, puede incrementar en el presente
los sentimientos de vergüenza y baja autoevaluación.
7.2.2 Elaboración de los duelos según Ordiozrola (1999):
Ordiozrola (1999) propone cinco etapas en la elaboración del duelo:
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i. Aceptación: Es la invitación a pisar tierra, deshaciendo fundamentalmente la negación
como procedimiento defensivo. Ya no cabe seguir pensando o imaginando que nada ha
sucedido, que la familia sigue unida, que todo continúa como antes. Su ausencia vivida
como falta, como vacío, da lugar a la siguiente fase
ii. Conexión con el dolor y la rabia: Va a ser inherente a la conciencia pérdida. La
consecuencia de la frustración va a manifestarse en forma alternativa entre estos dos
sentimientos
iii. Limpieza, saneamiento de la relación y la culpa: Este paso es fundamental. El trabajo con
la culpa
iv. Despedida agradecida: El trabajo de la persona con el perdón a sí mismo y por extensión
al fallecido, reconvierte la culpa en comprensión y esta en agradecimiento, lo cual origina
de forma instantánea, un profundo sentimiento de paz y serenidad. La vivencia no deja
lugar a dudas
v. Reutilización de la pérdida: Como un legado de sabiduría susceptible de revertir en el
entorno. Este último objetivo quizás pueda parecer ambicioso incluso utópico, sin
embargo, en la práctica terapéutica se ha observado cómo familias afectadas por
diferentes duelos, han sido capaces de condensar sus experiencias y ofrecerlas de forma
desinteresada a otras familias o personas afectadas, con un resultado espectacular. Es
impensable llevar a término un duelo, sin atravesar los diferentes estadios intermedios de
dolor, rabia, culpa, perdón y agradecimiento
Tomando como punto de partida estas cinco fases, Ordiozrola (1999) propone cuatro
sesiones de terapia para la elaboración del duelo (ver cuadro 1):
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Cuadro 1. Propuesta de sesiones de terapia para la elaboración del duelo
Sesión
Tema
Objetivo
Descripción
1ra
El árbol
Aceptación
de la pérdida
Se utiliza el genograma o árbol genealógico como instrumento valiosísimo para esta toma de conciencia. A lo largo de la
sesión se van viendo los diferentes roles y actitudes hacia la pérdida del ser querido y en qué se puede traducir su falta en el
Aquí y Ahora. Al finalizar se encomienda distintas tareas que el grupo familiar debe realizar en su domicilio, encaminadas a
la reconstrucción del pasado y la asunción del presente.
2da
El dolor y la
rabia
Profundizar
la relación de
cada cual con
el fallecido
Se invita al grupo familiar a que a través de un dibujo puedan, de forma individual, expresar su relación con el ausente para
luego compartirlo entre ellos en un clima de intensa expresividad emocional. Para finalizar esta sesión, se vuelve a prescribir
una serie de tareas a realizar en casa, que culminan en un escrito individual sobre situaciones de ambivalencia y culpa. Esto,
junto con la foto del familiar ausente, es el material con el que se trabaja en la siguiente sesión.
3ra
La Culpa
(silla caliente)
Contactar con
la culpa e ir
transformándola
en
agradecimiento
Es el momento culmen del proceso, la foto preferida del fallecido descansa en un cojín situado frente al lugar donde cada
miembro de la familia va a ir abriendo al fallecido los motivos y situaciones de culpa. En este cambio sucesivo de lugar, el
cojín caliente se convierte en escenario improvisado de comprensión, acercamiento y perdón. Una vez todos han hecho su
trabajo, la familia tumbada en el suelo y con un sentimiento de unidad escucha unas canciones alusivas a la pérdida y al
agradecido recuerdo.
Esta sesión, termina con una fantasía dirigida en la que el fallecido se presenta bajo una imagen de sabio iluminado
dejándoles un legado, recomendación o testamento psicológico que les ayude a vivir mas plenamente. El sentimiento de
agradecido recuerdo es ya una realidad que ellos comparten entre sí y con el terapeuta. También, en esta ocasión, se llevan
a casa distintas tareas, como: escribir una carta de agradecimiento para luego ir a leerla al cementerio y finalizar con un
homenaje familiar al ausente, es una secuencia que cala profundamente, tanto a nivel personal como colectivo.
4ta
El
agradecimiento
Reutilizar la
pérdida como
legado
susceptible de
revertir al
entorno
Después de escuchar cómo les fue en la realización de las tareas encomendadas en la sesión anterior, cada uno va leyendo
en alta voz su carta de agradecimiento, invitando a los demás a que les escuchen, con la intención de, si es posible,
identificarse con el contenido. Estas y otras tareas, llevan al sistema familiar hacia una sensación de abundancia y gratitud,
momento en el que se plantea la posibilidad de hacer realidad el testamento psicológico recibido, expresándose entre ellos
agradecimientos pasados y presentes. Este momento, de especial intensidad emocional, es en ocasiones de gran
trascendencia, pues se sanean a través del perdón y agradecimiento situaciones inconclusas que hasta el momento han
interferido en sus relaciones afectivas.
A continuación, el grupo familiar es invitado a reflexionar sobre todo lo ocurrido y sintetizando experiencias y tomas de
conciencia, se plantean cómo pueden ellos ayudar a otras familias que están o hayan estado en una situación parecida. Es
decir, aquellas que son atormentadas por lo que no tienen y se encuentran planificando a quién dar lo que les emana.
Fuente: Ordiozrola (1999). Adaptado por: Moreno, P. (2009)
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Previo al desarrollo de las sesiones descritas anteriormente es necesario conocer la
información siguiente:
•
Número de miembros que componen la familia nuclear y sus fechas de nacimiento
•
Número de familiares que convivían con el fallecido
•
Fecha y motivo de la muerte
•
Enfermedades o accidentes o acontecimientos especiales que se hayan dado en el
sistema familiar con posterioridad al fallecimiento
•
Reacción de los distintos miembros de la familia ante la propuesta de intervención
familiar
El trabajo con la culpa, adquiere un protagonismo casi total en el duelo. Detrás de varios
sentimientos señalados como indicativos de un duelo no resuelto está la culpa. La culpa
es un proceso intrapersonal no interpersonal, por lo que no es necesaria la presencia del
fallecido para sanearla. Cuando una relación contaminada por la culpa se vive desde la
comprensión y el perdón, deja paso a una inequívoca sensación de agradecido recuerdo.
El sentimiento de agradecido recuerdo, es el único indicador de la sana elaboración del
duelo. Cualquier otro sentimiento (indiferencia, rencor, culpa, rabia, alegría, depresión,
vacío) distinto del agradecido recuerdo, evidencia un duelo atascado, no realizado.
Durante el proceso de elaboración del duelo se pueden presentar algunos sentimientos
que camuflan la culpa, tales como:
i. Indiferencia: Se puede identificar con frases como: En realidad no me ha afectado
ni para bien ni para mal. En este estado, la persona está como ausente, parece que
le da lo mismo. Que es bueno, que es malo, nunca se sabe
ii. Rencor: Existe un intento mantenido de consolidar al otro (al fallecido) como único
responsable de la deteriorada relación. Se puede observar en frases como: Era una
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mala persona. Justo castigo a su maldad. El que la hace la paga. A todo cerdo le
llega su San Martín. Toda su vida fue un egoísta. Me daño la vida, pero ahora el
que esta mal es él.
iii. Depresión: La persona dice cosas como: Desde que ocurrió no he vuelto a salir de
casa. No quiero saber nada de nadie. Tengo todo el día un pellizco en el estómago
que no me deja vivir. Es como si (el fallecido) me acompañara a todas partes. En
este supuesto, es más sencillo conectar al paciente con los sentimientos de culpa.
Es más, los anteriores comentarios suelen ir acompañados de otros como: No le di
todo lo que pude. Me he dado cuenta de su generosidad y de mi egoísmo. En este
supuesto, la culpa ocupa ya un primer plano convirtiéndose en emergente.
7.2.3 Elaboración de los duelos según Olivo de Lopéz (1999):
Para trabajar la culpa Olivo de López, citado por Nares (1991) propone lo siguiente:
i. Inducción: El terapeuta entra en contacto con la familia y con el miembro que va a
elaborar su duelo, atendiendo no sólo al contenido del lenguaje, sino también a sus
formas, a fin de identificar información relevante para acompañarlo en el proceso de
manera eficaz. De modo que comprende dos etapas:
•
Identificación y empleo de los sistemas representacionales del paciente
•
Caldeamiento específico (relato del paciente sobre su relación con el difunto y
su vida en común)
ii. Espacialización: En esta se profundiza el caldeamiento por medio de la acción evitando
las verbalizaciones. Pueden darse algunos cambios de roles. El psicodrama trae el
pasado al presente a través de la dramatización. Se pretende provocar una nueva
interacción donde se repitan los elementos relevantes pretéritos con la posibilidad de
rectificar lo que ha pasado. Consta de:
•
Regresión estructurada
•
Escenificación
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iii. Disociación: Esta fase se da en dos elementos. Primero se incita al paciente para que
dirija al muerto todos sus resentimientos, favoreciendo el libre fluir de sentimientos con
carga negativa que como lastres ha venido arrastrando. Todos los asuntos pendientes
deben expresarse. En un segundo momento, se efectúa un cambio de roles y el
paciente desde el rol del difunto, escucha las quejas del protagonista. Este ponerse en
el lugar del otro es crucial en el trabajo de duelo.
iv. Integración: Aquí el paciente, desde el rol de difunto, agradece, perdona y envía un
mensaje al paciente. En este momento, el terapeuta puede propiciar un adiós emotivo
con contacto corporal. Se debe favorecer la intensa expresión de lo negativo para que,
vomitado todo lo malo, pueda aflorar lo positivo. No sólo el desahogo que produce
alivio, no sólo la descarga, sino la comprensión de lo ocurrido para incorporarlo y lograr
integrar al Yo, los aspectos fijados en el pasado.
v. Validación y cierre: En esta fase el paciente puede ser motivado a reconocer las
cualidades y recursos del difunto. La creatividad es el motor de todo el proceso
psicodramático y en los cierres. Las posibilidades son múltiples y dependen
básicamente de la espontaneidad del terapeuta.
Finalmente viene el momento de compartir, en el cual los yo auxiliares (miembros del
grupo), terapeuta y co-terapeuta, expresan sus emociones y recuerdos de experiencias
revividas como producto del trabajo. El paciente devuelve al grupo sus emociones y
manifiesta su Darse Cuenta. El trabajo concluye así en un ambiente de encuentro, de
solidaridad y de verdadera comunión. En resumen se trata de:
•
Reconocimiento de cualidades y recursos
•
Compartir con el grupo
•
Devolución al grupo
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7.2.4 Algunas salidas a una situación de pérdida:
Según Ordiozrola (1999), las salidas ante una situación de pérdida se definen en base a los
cuatro supuestos siguientes:
•
Supuesto 1: La relación entre difunto y doliente ha sido, sana, rica en
comunicación y madura. En este caso, después de un tiempo prudencial (hasta 2
o 3 años) de rabia y tristeza profundas por la frustración de la pérdida del ser
querido, la persona comienza a ser cada día más consistente el sentimiento de
agradecido recuerdo
•
Supuesto 2: Relación de temor con sentimiento de culpa que imposibilita la
elaboración del duelo, originando trastornos en la línea de la depresión. Las
personas aquí ubicadas, hacen crónica esta situación inconclusa con la
correspondiente pérdida de energía, disponibilidad y vitalismo
•
Supuesto 3: El individuo en cuestión, se ha protegido en un mecanismo de
defensa de los ya señalados y no sólo no elabora el duelo, sino que evita a toda
costa que los demás lo hagan. Ante esta estrategia, el terapeuta puede ayudarle a
trabajar, delicada y prudencialmente su intelectualización, para una vez
conectado, se pueda trabajar como en el Supuesto 2
•
Supuesto 4: Relación de desamor con sentimientos de culpa proyectados en
forma de rencor y que requieren su desmantelamiento mediante la reapropiación
e inversión de los sentimientos proyectados. Ante esto, la labor del terapeuta es
deshacer la proyección en términos de responsabilidad, momento en el cual ya se
puede ubicar en el Supuesto 2
7.2.5 Elementos que pueden interrumpir un proceso saludable de duelo:
Según Plaxats (2001), los elementos que pueden interferir en una saludable elaboración del
duelo son:
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•
Información nula, escasa o excesiva
•
Vacíos de comunicación propios y con otros
•
Cerrarse excesivamente dentro de sí mismo
•
Paternalismos o maternalismos, donde todo el mundo sabe y todo el mundo disimula,
o donde todos saben lo que le conviene a un posible protagonista (entiéndase por
ejemplo, enfermo terminal con sus facultades mentales en perfecto estado), sin
atender a sus demandas
•
Falta de respeto por el proceso propio o ajeno. Proceso entendido en todas las
dimensiones del ser humano: mental, física, emocional, relacional-social, y espiritual.
Por ejemplo, en el caso de falta de respeto por la dimensión espiritual de una
persona, cuando alguien comenta que imagina a su madre recién fallecida en un
lugar intermedio entre el cielo y la tierra y un familiar le espeta contundentemente:
¡Qué tontería, tu madre está enterrada y bien enterrada y nada más!.
7.2.6 Elementos facilitadores de un proceso saludable de duelo:
Según Plaxats (2001) se tienen los elementos siguientes:
•
Relaciones intrapersonales sanas: Ser conscientes de las propias contradicciones
internas y tratar de afrontarlas y solventarlas de la mejor manera posible.
•
Relaciones interpersonales sanas: Naturalmente, los conflictos o el bienestar con
consigo mismo, repercuten saludable o tóxicamente en las relaciones con otras
personas y con el entorno.
•
Establecer empatía saludable: Se insiste en el concepto de saludable, puesto que
habitualmente, por empatía se entiende la capacidad de ponerse en el lugar del otro
para comprenderle mejor y así acompañarle mejor en su sufrimiento, es preciso
poder establecer el vínculo desde la individuación, es decir, diferenciándonos
de
dicha persona.
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•
Canalización emocional saludable: Las emociones y los sentimientos, toman una gran
importancia en la elaboración del duelo.
•
Incrementar el autoconocimiento, para saber, reconocer afrontar y gestionar
positivamente lo que se siente, piensa, evita o se hace.
•
Aprender y/o desarrollar habilidades de comunicación humanizadora: Por ejemplo,
asertividad, métodos y técnicas de relajación, que no funcionan sin actitudes
saludables que faciliten su aplicación. Un recurso muy recomendable que no por
simple es fácil de aplicar, es la escucha cualitativa (o escucha activa): escuchar sin
prejuzgar y sin estar preparando la respuesta mientras se escucha.
En este sentido Rimpoché (1994) lo describe así: "no interrumpa, discuta ni reste
importancia a lo que diga (en ese caso la persona moribunda). Aprenda a escuchar y
aprenda a recibir en silencio receptivo y sereno que haga sentirse aceptada a la otra
persona...".
Es recomendable también el sentido común y el sentido del humor, como afirma
Rimpoché (1994), el humor es algo maravilloso para aligerar la atmósfera, ayudar a
situar el proceso (de morir en este caso) en su auténtica perspectiva universal.
•
Hablar, caminar, llorar, cocinar, rezar, meditar, practicar algún deporte, pasear, estar
en silencio, pensar... y un largo etc., según las propias preferencias y de forma
consciente y responsable.
Con respecto a la asistencia a las personas moribundas que se encuentran en asilos u
hospitales Rimpoché (1994), aconseja animar afectuosamente a la persona que esta
cercana al fallecimiento, a sentirse lo más libre posible para expresar sus pensamientos,
temores y emociones. Sobre la muerte y el morir y señala:
“Desnudar así las emociones sinceramente, es la clave de cualquier transformación
posible, de hacer las paces con la vida, o tener una buena muerte, y es necesario
darle a la persona libertad absoluta y el permiso sin restricciones para que diga todo
lo que quiera”
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Evidentemente que estas recomendaciones son aplicables y extensibles a otras
situaciones y a familiares, amigos y profesionales que acompañan a una persona en su
proceso de dejar este mundo.
Los recursos de canalización emocional saludable como gritar o romper algo inservible,
deben ser matizados y aplicados con sumo cuidado en un contexto controlado y seguro,
incluso tratándose de personas, que por su recorrido vital, conocen perfectamente
formas para canalizar su enojo o rabia por dicha vía, deben practicarlas con precaución
para evitar abreacciones emocionales excesivas.
Naturalmente, con mucha más precaución debe aplicarlas una persona que no conozca
dichas prácticas. Al principio se recomienda utilizar los recursos de gritar y/o romper algo
inservible junto a un profesional (psicoterapeuta) formado específicamente en ello. En
dicho encuadre, el psicoterapeuta explica una serie de reglas de juego como por ejemplo:
no causar daños a sí mismo, al profesional o al entorno.
7.2.7 Resultados de un proceso saludable de duelo:
Al conseguir un proceso saludable de elaboración del duelo, la persona puede sentir mayor
protagonismo en su existencia. Y no desde posturas prepotentes y competitivas, sino desde
la fortaleza de actitudes éticas como cierta humildad y cooperación. Esto influye
positivamente en los distintos ámbitos del individuo como: personal (pareja, familia,
amistades, etc.) y social (incluyendo la parte laboral-profesional o paraprofesional).
Según Plaxats (2001), si realmente se consigue una buena transformación del duelo, el
paciente logra:
•
Superar los mecanismos de defensa que en su momento fueron de gran utilidad y que
se cronificaron bloqueando su energía vital
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•
Concluir asuntos pendientes y aprender tanto de la experiencia dolorosa como de la
experiencia feliz
•
Aprender a despedir lo perdido o lo deseado que no llega (el necesario proceso de
desaferramiento que menciona el budismo). Logra poder decir adiós a lo que deja y dar
la bienvenida a lo que le llega. En otras palabras, se refiere a las diversas muertes y
renacimientos que forman parte de la vida y que resultan saludables si se pueden
afrontar con sana fluidez. Tal como afirma Capra (1996): Como en la visión integral,
muchas tradiciones ven el nacimiento y la muerte como fases de ciclos infinitos que
representan la continua renovación típica de la danza de la vida
•
Afrontar la finitud, que aporta mayor sentido a la vida
•
Potenciar y desarrollar actitudes y aptitudes para acompañar en el sufrimiento, de
forma que faciliten el crecimiento del otro y el propio
•
Entender cada pérdida como una oportunidad de aprendizaje y de transformación
creativa saludable
•
Aprender a fluir, viviendo desde y para el cambio, con sus incertidumbres e
inseguridades
•
Prepararse para afrontar y gestionar el malestar, en lugar de negarlo y por tanto vivir
de espaldas a él
•
Aprender tanto de los éxitos, como de los errores y fracasos
•
Cuidar el binomio razón-emoción
•
Contemplar el duelo como un factor importante de la vida
•
Destinar al duelo (al sufrimiento): tiempo, espacio, aptitudes y actitudes
•
Fomentar actitudes de cooperación, a fin de abandonar o evitar las de competición
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•
Fomentar e implantar valores humanizantes
•
Obtener y proporcionar espacios de reflexión, intercambio, contraste, y comunicación,
con la máxima fluidez afectiva, y por tanto, energética
•
Aprender a elaborar los duelos o cuanto menos a avanzar, según las posibilidades
reales propias, en el proceso hacia la transformación saludable del duelo
7.3 Proceso de despedida y duelo en la terapia
La despedida de la relación terapéutica no tiene porqué asumir tintes dramáticos, por el
contrario es un momento esperado. El hecho de llegar al final de las sesiones encierra un
proceso nuevo denominado duelo. Este proceso dura el tiempo que se necesite para
asumirlo, y depende de cada uno.
El proceso de duelo puede implicar una desmielinización de los cordones neuronales
asociados con la retroalimentación del consultante, lo cual sería directamente proporcional a
la ausencia de la relación que se da cuando haya finalizado el proceso de terapia. El cerebro
va liberando la energía asociada a esta Gestalt y se podría mielinizar un nuevo cordón
neuronal relacionado con un nuevo acontecimiento.
Según Salama (1999) este proceso finaliza dependiendo del tiempo que ha durado la
relación, pero no pasa de un año por lo general, dejando la sensación en ambos socios de
una puerta que siempre va a estar abierta entre uno y otro.
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VVIIIIII.. RReeffeerreenncciiaass BBiibblliiooggrrááffiiccaass
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Capra, F. (1996). El Tao de la Física. Editorial Sirio. Malaga.
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Ordiozrola, C. (1999). Las Cuatro Sesiones del Duelo. Tesina inédita. Asociación Española
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Perls, F., Hefferline, R. y Goodman, P. (1951). Gestalt Therapy. Excitement and
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IIXX.. AAnneexxooss
Anexo 1. Bibliografía recomendada para consulta
•
La Pérdida de un Ser Querido. Autor(es): Arnaldo Pangrazzi
•
De la tristeza a la serenidad. Cómo Afrontar el Vacío de Una Pérdida y Afrontar
el Futuro con Esperanza. Autor(es): Dorothy Bullitt
•
El Manejo del Duelo. Una Propuesta Para un Nuevo Comienzo. Autor(es):
Santiago Rojas Posada
•
Sobre el Vivir y Morir. Autor(es): David Feinstein y Peg Elliot Mayo
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