(1812-1884) es en la actualidad muy bien conocida, protagonizando unas intervenciones vigorosas y polémicas. En España, la recepción del pensamiento de Eugéne E. Viollet-le-Duc marcó el rumbo teórico y operativo de los inicios de la restauración monumental. El prestigio de su autoridad como historiador, restaurador y teórico de la arquitectura fue muy notable en nuestro país, como lo testimonia de un modo oficial su nombramiento como Académico Honorario de la Real de San Fernando el 20 de abril de 1868. Antonio de Zabaleta, director de la Escuela de Arquitectura, conoció de modo directo las doctrinas violletianas, publicando traducciones de importantes textos del maestro francés en el Boletín Español de Arquitectura que influyeron poderosamente en las generaciones de arquitectos que por entonces se formaban en la Escuela y que ocuparían los puestos más relevantes al frente de los monumentos históricos españoles. Los escritos y obras de Elías Rogent, Eduardo Mariátegui, Juan Bautista Lázaro y, sobre todo, los estudios de Juan de Madrazo y Demetrio de los Ríos para la restauración de la Catedral de León o de Adolfo Fernández Casanova en la catedral de Sevilla, son ejemplos claros de una palpable y manifiesta influencia teórica de Viollet-le-Duc sobre algunos de los más prestigiosos arquitectos españoles de finales del siglo XIX. La formulación de una doctrina de la restauración en España se realizó a pie de obra; es decir, los modos de intervención en los monumentos se debatieron a partir de las controversias surgidas durante los procesos de restauración. La polémica y dilatada restauración de la Catedral de León (1859-1901) fue el núcleo de elaboración de esta doctrina de la restauración: complejos problemas estructurales provocaron el desmonte y reconstrucción de importantes elementos del edificio, ocasión para la aplicación estricta del criterio de restauración en estilo. Este propósito era expresado con contundencia por Juan de Madrazo en 1879, cuando afirmaba que la finalidad de sus proyectos de restauración era "dotar de la suficiente resistencia a las fábricas antiguas que con las de nueva edificación han de formar en su día un todo completo y uniforme". Pero la apasionada defensa de los principios violletianos de restauración corrió a cargo de Demetrio de los Ríos y Serrano, que se encargó del templo catedralicio leonés en la década de 1880, cuando esta doctrina comenzaba a ser cuestionada. Demetrio de los Ríos afirmaba la posibilidad de sustitución masiva de materiales en la restauración, en cuanto que la materia de la obra de arte, la piedra de las catedrales, podía ser renovada. Para Ríos, aquello que se debía conservar y recuperar era la forma de la obra de arte, como expresaba con elocuentes palabras: "No es la piedra de que fue originariamente (el edificio) lo esencial en él, lo característico, lo que aman las generaciones, como encarnación del espíritu, del alma pensante y haciente de las pasadas; (...) en el edificio lo espiritualmente viviente, lo ingénito en su personalidad e individualidad determinante no es la piedra de que se formó y que puede ser y es mutable, sino la forma que imprimió en ella el Arte, y el alma pensante y haciente que en la forma grabó con caracteres indelebles el cincel del secundario artista y el talento supremo del Arquitecto". Con argumentos similares distinguió Enrique M a Repullés y Vargas entre estos dos componentes de la naturaleza del monumento histórico, la antigüedad y la forma, decantándose, al igual que Ríos, por la forma como lo ingénito al monumento: "la antigüedad y la forma: ambas constituyen su mérito cuando coexisten, pero es evidente que la forma es la más importante pues sin ella no habría monumento, sino ruinas informes que nada enseñarían: si, pues, enseñanza se busca, es la forma la que debe conservarse, aun cuando para ello fuera necesario sacrificar la antigüedad". Se trataba de defender los puntos esenciales de la teoría de la restauración estilística en contra de las opiniones no-intervencionistas de John Ruskin, que se propagaban por Europa, y las primeras formulaciones coetáneas del restauro scienti fico de Camillo Boito. Demetrio de los Ríos, en su defensa de la restauración inte- 72