CARAMBOLAS A DISTINTAS BANDAS Por Tomás Nieto Un Romeo manizaleño locamente enamorado quería llevarle serenata a su Dulcinea y se fue a la Fonda de Milán, a la media noche, en compañía de unos amigos, a contratar a Chucho Vargas, el cantante de moda en tiempos pretéritos. Gerardo López Mora, “Rata ciega”, le preguntó al artista por su repertorio para ayudarle al Juan Tenorio en la selección de los temas. En el menú musical que ofrecía Vargas a su clientela predominaban los títulos relacionados con la presa que regula el amor, encabezados por su infaltable “Corazoncito”. De pronto, López le dijo al músico: “Hombre, Chucho: todo lo que tú tienes es para el corazón… ¿No tienes nada para el hígado, el páncreas, el colon o los riñones”? De bola a bola. Al medio día del primero de enero de 1967 nos dedicábamos a un entretenido palique, en el céntrico café “El Polo”, un grupo de periodistas locales. De pronto vimos desde una de las ventanas que marchaba a toda prisa el colega Hugo Jaramillo, “Harry”, el director del noticiero ”Crónica”, de Radio Manizales. Vino la pregunta obvia, en coro: ¿Hacia dónde te diriges? “Voy para la emisora a hacer algo, puesto que el atleta colombiano Alvaro Mejía ganó la maratón de San Silvestre, en Brasil”. “Pero eso fue anoche, Hugo”, le dijimos. Respuesta: “No importa, a mí me lo acaban de contar” y siguió su camino, muy campante, después de la brevísima escala. De retro. Cuando fue alcalde de Manizales el médico aranzazuno Gonzalo Botero Zuluaga, quien acaba de cumplir 100 años y está recién salido del quirófano, tenía a su servicio, además del carro oficial, un bello automóvil Mercedes Benz de su propiedad y cultivaba un apasionado romance con la magistrada Mercedes Buriticá, radicada ahora en Alemania. Sus amigos más guasones le inventaron a sus espaldas este chascarrillo que, sin embargo, no alcanzaba a mortificarlo: “El alcalde Botero se da el lujo de montar en dos Mercedes”. ¡Gente de mala leche! De cajón. Por la misma época en la que don Evelio Mejía, el dueño del almacén “Artístico”, de la carrera 23, incluía la venta de aves en su variado surtido, tenía en nómina a un mensajero medio atolondrado con nombre de gobernador y líder cafetero: Fabio Trujillo. Una mañana le encomendó la entrega a domicilio de un par de alondras que acababa de pedir por teléfono una vecina del Parque Caldas. El patrón le encareció tener cuidado con esos animalitos, tan exóticos y costosos. A las dos horas regresó el ganapán con la jaula vacía. ¿”Qué pasó, hombre; dejó volar las alondras”? Y el medio bobo respondió: “No, don Evelio, ellas no se han volado. Mírelas allá, en el entejado del frente, junticas, cuidándose la una a la otra”. De vueltas dobles. Del anecdotario que nos trajo en el centenario alzatista el abogado, periodista y poeta Augusto León Restrepo Ramírez, este fue el pasaje que más no gustó: Al gran Gilberto Alzate Avendaño le daban bien duro las derrotas electorales, que solía rumiar en la biblioteca de su casa o caminando solitario por las calles de Manizales. Una mañana lo encontró uno de sus prosélitos parado en una esquina de la carrera 23, cerca al Parque Olaya, y le preguntó qué hacía ahí, detenido, sin nada qué hacer. “Aquí pensando, hombre”. ¿”Pensando en qué, doctor Alzate”?... “Pues, pensando en general”. De massé. Una madrugada acompañamos al finado Guillermo Ramírez Giraldo, el famoso “Araña roja”, a ponerle serenata a una vecina de Hoyo Frío. Cuando estaba a punto de terminar el concierto a la luz de la luna, el ex diputado de Filadelfia expresó su extrañeza porque en la residencia no daban señales de vida. Un celador se le acercó y le dijo que la familia de su pretendida conquista se había trasteado hacía tres días al sector de Los Agustinos. Fueron inútiles los esfuerzos de Ramírez para conseguir que los músicos le hicieran un descuento siquiera del 50% en consideración a que la serenata fue para una casa vacía. ¡De malas! Tolón Tilín Preocupada por la bebedera de su hijo, doña Rosalba Gómez, la mamá de Gustavo Giraldo, “El Tigre”, le pidió una vez que rebajara el trago, y el hombre le respondió: “Si eso estuviera en mis manos, mami, lo vendería a peso o lo repartiría gratis”. (Tacada de rotación o de rambler de nuestro difunto amigo que antes de irse de este mundo se bogó varias piscinas olímpicas rebosantes de aguardiente).