“De todas las emociones, el miedo es la más fácil de contagiar y la

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“De todas las emociones, el miedo es la más fácil de contagiar y la que menos se cuestiona”
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ENTREVISTA
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Laura
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Rojas Marcos
Esta es una entrevista diferente, por su fondo que no por su forma. Por primera vez –en estas
páginas– hablaremos del miedo y otras emociones en los de luces. Lo hemos hecho con la terapeuta, escritora y conferenciante Laura Rojas Marcos, hija del doctor Luis Rojas Marcos, un referente en psiquiatría a nivel mundial. Vive a caballo entre Nueva York y Madrid, ajena a los movimientos del escalafón taurino, pero su
capacidad empática y profesionalidad la hacen expresarse con tanta llaneza que a más de uno le hará encontrar en sus palabras, tal vez, un discreto refugio. Quizá a los toreros. Sí.
Texto: Laura Tenorio
Fotografías: Juan Pelegrín
Pregunta | Es terapeuta y psicóloga, díganos en palabras llanas qué es eso de
la Psicología.
Respuesta | Pues es el estudio de las emociones y de los procesos de cambio. La persona que decide ir a un psicólogo no tiene por
qué tener un problema grave, ni un trauma,
ni una enfermedad mental. El psicólogo trabaja con el paciente sus emociones, tanto las
positivas como las negativas. En mi caso, soy
una terapeuta integradora, que me adapto a
la necesidad y personalidad del paciente, y no
él a mí.
¿Cabe el perfil de un torero en el de sus
pacientes?
Desde luego. Trato depresión, ansiedad -uno
de los rasgos más habituales entre los toreros-, adicciones, comportamientos obsesivos,
etc. Pero también tengo pacientes que, sencillamente, están pasando por una situación
específica, no tienen un diagnóstico concreto, solo que están en un bache o necesitan tomar una decisión importante para sus vidas,
y han decidido pedir ayuda. Buscan ayuda
profesional para superar sufrimientos o frustraciones, dos sentimientos muy comunes en
los toreros.
¿Cuál es su labor en esos casos?
Simplificándolo diré que es importante mantener la objetividad y, desde ahí, identificar las
fortalezas y debilidades, trabajarlas y sacar lo
mejor de cada uno. El ser humano tiene
siempre dos caras: una cara solidaria, generosa,
con un espíritu de superación extraordinario;
pero también siente emociones menos aceptadas, como la envidia, la rabia, la ira... Nuestro objetivo no es eliminarlas sino saber identificarlas, ver qué se puede hacer y cómo modificarlas; cambiarlas, si es que son cambiables,
porque no siempre esto se puede hacer –en un
duelo, por ejemplo, hay que vivir sus etapas.
En definitiva, manejar todas esas emociones
a nuestro favor. También hay que centrarse en
la personalidad de cada persona, en su autoestima, sus ilusiones, sus deseos y, digámoslo, hay que ver cómo afronta el miedo.
El torero lo vive cada tarde; el miedo,
digo. ¿Qué trabajo se puede hacer en ese
aspecto?
Lo primero que hay que reconocerle es que,
pese al miedo que pueda sentir, es una persona más valiente que el común de los mortales. Y eso, a pesar del mucho miedo que
pase. El toro mata. Ya lo sabemos. No hay que
olvidar que el ser humano puede decidir qué
situaciones de amenaza vive: ponerse delante
de un toro es una decisión adoptada por voluntad propia, y eso ya marca una diferencia.
El factor ‘decisión personal’ ayuda a soportar mejor el miedo. Además, el ser conscientes
de esa decisión nos permite afrontar la situación con cierta sangre fría, lo cual nos ayuda a separar el miedo de nuestro objetivo.
¿Está pasando al plano de la motivación?
Pues también, sí. El torero tiene una motivación determinada: el arte en sí, el dinero,
la fama y el reconocimiento público, el continuar con una tradición familiar… Hay muchas motivaciones, muchas.
Un paréntesis: Usted vivió las consecuencias de los atentados del 11-S, en
Nueva York, trabajó meses con las víctimas.
Sí. Fue duro, un antes y un después en la vida
de todos. Se formó como una cadena solidaria y de concienciación: todo el mundo daba
y también todo el mundo recibía, bien una palabra de consuelo bien un abrazo o bien un
estar al lado de alguien en silencio, porque en
esas situaciones no siempre la palabra ayuda.
La incertidumbre y el miedo, nadie sabía qué
iba a pasar después de aquello, nos acompañó durante mucho tiempo. Dentro de lo negativo, si tuviera que señalar algo positivo diría que uno se sentía generalmente apoyado
por las personas de alrededor, la solidaridad
era total. Aquella experiencia sacó lo mejor de
muchos de los que lo vivieron.
Increíble testimonio. Retomo con los toreros, con sus miedos y sus conductas
supersticiosas. ¿Qué es la superstición?
La superstición, si lo piensa, es una manera de
querer controlar tanto el presente como el futuro. El supersticioso piensa: ‘Puedo evitar que
algo malo me ocurra o puedo provocar que
algo bueno me suceda, si hago o si no hago
algo determinado’. Lo que pasa es que, y esto
lo digo bajo mi punto de vista personal que no
profesional, se incide demasiado en la suerte.
Y creo que la suerte es un factor que influye
pero con un porcentaje mínimo. Para mí, la
mayoría depende de nuestras propias decisiones, de lo que de verdad queramos hacer.
Es cierto que a veces no tenemos suerte y las
cosas no salen como queremos, pero las supersticiones no sé hasta qué punto son constructivas, pienso que detrás de ellas se apoya
un cierto miedo y el miedo, casi siempre, hay
que tener en cuenta que es limitante.
¿Se contagia?
Sí, sí, de todas las emociones el miedo es la
más fácil de contagiar y la que menos se
cuestiona. Además, tengamos en cuenta que
a través del miedo muchos intentan contro-
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lar a las personas. En cuanto al torero, creo
que es importante separar lo que puede ser
un ritual, una tradición si se prefiere, de lo
que es el miedo.
¿Es tal vez por eso que en un tendido los
aficionados pasen también miedo?
José Tomás dicen que transmite miedo a los
públicos; Enrique Ponce, por lo visto, todo lo
contrario. Habría que preguntarse el por
qué de esto. ¿Me lo puede decir?
José Tomás, porque todo lo hace transmitiendo un riesgo que transparenta en
cada cite. Ponce, por hacer fácil lo difícil.
Si lo llevo a mi terreno, al psicológico, diría
que hay personas que tienen la habilidad de
transmitir ciertas emociones. Si Tomás transmite la emoción del miedo y Ponce otra distinta, me imagino que ello dependerá con qué
lo estemos asociando: ¿Con el dramatismo si
nos referimos a José Tomás, con lo previsible
si lo hacemos a Ponce? Me imagino que en
el caso de Tomás, él sabe qué es lo que le está
llegando al público y conoce su respuesta, una
respuesta que si se repite hace que la actitud
-la conducta del diestro- se retroalimente, con
lo cual tenderá a repetirse. Sería interesante
preguntarse qué es lo que busca el público
cuando acude a la plaza a verle.
José Tomás está considerado para muchos como el último mito de los ruedos.
Sin embargo, hoy los niños difícilmente tienen por ídolo a un torero. ¿Cómo
lo explica?
Creo que aquí lo que hay es un factor cultural importante. También hay algo fundamental: me refiero a lo que se vive en casa o
en el entorno próximo. Si hoy en casa ya no
se habla de toros, no se cultiva la cultura taurina, o no se va a la plaza, es difícil que se predisponga a un niño a que encuentre a su ídolo en un torero. Además, me imagino que muchas personas no consideran la plaza de toros como un lugar apropiado para niños.
También han cambiado las costumbres.
Sí, efectivamente. Hoy, en nuestra cultura latina, el deporte es lo que mueve masas:
mueve dinero, mueve relaciones, mueve intereses, mueve emociones, mueve conversaciones… Al fin al cabo el ser humano va
evolucionando y va cambiado en sus costumbres. Nada es estático, incluida la afición por los toros.
En su libro Somos cambio sentencia esa
idea con una frase de Schopenhauer: Lo
único inmutable es el cambio , dice.
¿Nada es eterno?
Yo diría que no. Todo evoluciona, hasta los
miedos y emociones. No es lo mismo el mie-
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do que sentimos de niño que el que podemos
sentir de adultos. Todo fluctúa. Todo cambia.
Hay toreros que cuentan no poder dormir con la luz apagada, que sienten miedo desde niños.
En el caso de los toreros, desconozco qué significa. Pero sí sé que ése, el miedo a la oscuridad, y el miedo a hablar en público son los
dos miedos más habituales en las personas…
La oscuridad, en general, es algo que la gente asocia a la muerte, tal vez por ahí pueda
ir la cosa.
Los toreros tienen un umbral de tolerancia al dolor por encima de la media,
siempre decimos que están hechos de
otra pasta.
El umbral de tolerancia al dolor no tiene que
estar relacionado necesariamente a lo de ser
torero. Muchas personas que no lo son, sin
embargo lo tienen. La tolerancia al dolor está
muy asociada, según muchos estudios, al control mental. Evidentemente los toreros están
muy ejercitados en el control mental, sin él,
por instinto, me imagino que saldrían corriendo siempre, y no lo hacen. Quizá lo que
les lleva a permanecer delante de la cara del
toro, incluso cuando están heridos, va más allá
del control mental y del significado que para
ellos tiene el terminar la faena. Ellos necesitan dar muerte al toro, porque lo que les supondría a nivel emocional no hacerlo, el malestar y frustración que les produciría, probablemente les sería más doloroso que la cornada a nivel físico.
¿Qué es más difícil, o más necesario: asumir el triunfo o digerir pronto una mala
tarde?
Creo que es más difícil asumir el fracaso. El
ser humano no está preparado para asumir
determinados fracasos porque por instinto
de supervivencia emocional ello afecta directamente a la autoestima –la imagen que
tengo de mí mismo y cómo me siento respecto a cómo yo me percibo–. En muchas
ocasiones, el reconocer un error o fracaso requiere humildad, y la humildad es algo que
conlleva práctica. No nacemos siendo humildes. Ser humilde requiere reflexión, actitud y, sobre todo, introspección. El poder
reconocer algo que no hemos hecho bien
sin que afecte a nuestra autoestima es algo
que tiene su trabajo.
Pero no todo el mundo está dispuesto a
ello.
No, es cierto, no todo el mundo está dispuesto. Que la crítica sea constructiva es esencial para asumir un fracaso. Eso requiere seguridad en uno mismo. De ahí que las personas que son muy inseguras, cuando fracasan, sufren profundamente porque toda su autoestima se ve dañada, les produce miedo. Eso
hace que en muchas ocasiones tengan una
respuesta defensiva.
Para terminar, ¿qué opinión le merece si
le comento que el diestro retirado Dávila
Miura trabaja en Programas de Habilidades y Competencias Directivas para
distintas empresas, en los que se reconocen los valores del toreo?
Me parece un símil interesante, porque la
vida, si lo pensamos, comparte mucho con el
toro. En ambos hay momentos dulces y momentos crueles, duros; en los dos hay vitalidad y también un mañana impredecible; en
la vida y en el toro necesitas recursos, técnicas, pautas. Sí, creo que puede resultar interesante el que un torero sirva de ejemplo a seguir para fomentar valores como la cohesión
de equipo o la capacidad de superación..
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